FATHERS AND SONS (2)

Por SERGIO MONSALVO C.

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 (II)

LA CREACIÓN

 La Creación es un concepto teológico sustentado por casi todas las religiones y por corrientes filosóficas afines, según las cuales el universo habría sido formado a partir de la decisión y de la acción de una divinidad. Dentro de las religiones judaica y cristiana, sobre todo en el Génesis de la Biblia, se establece el fundamento de la relación religiosa entre Dios y el ser humano. La cual a través del tiempo ha dado lugar a los muchos comentarios con significado literal, alegórico, simbólico o por medio de parábolas, y hasta el esotérico de la Kabbalah, al respecto.

En tal libro y relación se inscribe el mito de la creación de Adán, el primer hombre sobre la Tierra. Éste, pues, fue creado por Dios, a su semejanza, utilizando el polvo de la Tierra para que la gobernara. Pero como Adán se sentía solo aun estando entre tantos animales, también recién creados, Dios dijo que no era bueno que estuviera solo y creo también a Eva de una costilla tomada del hombre (Adán).

Ambos recibieron de su creador el mandamiento de fructificar y multiplicarse, llenar la Tierra y gobernarla. Dios los puso en el huerto del Edén (el Paraíso), imponiéndoles igualmente el mandamiento de no comer la fruta del árbol prohibido (de la ciencia del bien y del mal) para no morir, pero…

La imagen de Adán siendo creado ha sido profusamente utilizada en el arte de todas las épocas, inscribiéndose como uno de los temas bíblicos que dan la oportunidad del desnudo a lo obra de los artistas. Adán fue imberbe en la época paleocristiana. En la Edad Media se le representó tanto con barba, como sin ella o rodeado de animales, de los que era poseedor.

De esta manera la aparición de Adán se volvió un tema de grafía recurrente. En los sarcófagos paleocristianos aparece Dios poniendo la mano sobre él en el acto de la creación, insuflándole la vida. Luego, con el tiempo transcurrido, saliendo de sus manos. El punto máximo de esta mitología fue, sin duda, la imagen de Dios infundiéndosela con un dedo en un fresco de la Capilla Sixtina, la cual ha quedado plasmada desde entonces en la imaginería popular.

Dicha pintura fue realizada por Miguel Ángel y se titula La creación de Adán. Un fresco que adorna la bóveda la Capilla Sixtina, en el Vaticano, desde principios del siglo XVI. Es uno de los muchos frescos que adornan dicha bóveda y una alegoría del origen del primer hombre. Fue pintado en 1511, que corresponde al período del renacimiento italiano llamado Cinquecento.

“Se trata, sin duda, del fresco más famoso de la serie de nueve escenas sobre los relatos de Génesis que el escultor Michelangelo Buonarroti (1475-1564) pintó por encargo del papa Julio II, con el propósito de decorar la bóveda. La creación de Adán tiene una superficie aproximada de 280 centímetros de alto por 570 centímetros de largo. Se encuentra en su emplazamiento original, junto a un promedio de 500 m² más de frescos del  escultor y artista en tal lugar.

Éste fresco se destaca por su método de representación que simula dos planos de la realidad: uno en el que se sitúa Dios, cuya jerarquía es mayor, y el otro donde se encuentra Adán, en una menor. El plano de la izquierda contrasta con el de la derecha por la presencia terrenal de un Adán acostado y lánguido en una superficie sólida. La posición de Adán se funde con el supuesto límite inferior del fresco creando la ilusión de ser sostenido por uno de los personajes que apuntalan los pilares de la bóveda.

Entre los dos planos, el del hombre y su creador, se haya la imagen central que le da el poder enigmático al fresco: la escena de las manos de ambos personajes hacia el encuentro del otro en un mismo plano en el que casi se tocan las puntas de los dedos índices. El suspenso que crea el espacio mínimo entre los dos seres representa la alegoría perfecta del origen del ser humano, a través de la búsqueda de lo divino”.

Escena, mitos y significado fueron retomados por la cultura rockera para enunciar el suyo propio y fundamental.

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FATHERS AND SONS (1)

Por SERGIO MONSALVO C.

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 (I)

REUNIÓN DE MITOS

 

Todo mundo debe saber que el rock empezó en África. El hombre blanco colonialista saqueó las aldeas de los wolof, los ibo y los yoruba y se llevó a sus pacíficos habitantes al cautiverio en el “Nuevo Mundo” (la Unión Americana). Sobre las orillas del río Mississippi, privados de su cultura nativa, esos esclavos recrearon bajo el sudor de la servidumbre la música que disfrutaron a orillas del Congo o del Senegal.

Era una música de cuerdas y percusiones, de instrumentos exóticos como el balafo, antecedente del xilófono y del tambor de acero. Más importante aún, destacaba que era una música que combinaba los éxtasis sensuales de sus espíritus puros con los dolores ahogados de la brutal opresión de la que eran víctimas.

Sentida y justa, la música de la esclavitud no podía ser negada, así como tampoco la injusticia de la institución a partir de la cual nació. Mientras el hombre blanco sostenía el dominio sobre sus cuerpos, los ritmos de los esclavos infiltraron y finalmente vencieron a las almas de sus amos.

La infiltración empezó años antes de que la adaptación por Stephen Foster de una melodía folk negra, “Old Folks at Home”, se erigiera en la tonada favorita de los Estados Unidos pre‑Guerra Civil de la década de 1850; y continuó a través del ascendiente ragtime, del blues y del jazz.

El Delta es la raíz y el Mississippi el tronco para el florecimiento de la música africana en los Estados Unidos. El río y su historia resumen los antecedentes de la influencia musical negra en dicho país:  nutrida en ese delta, oponiéndose al flujo del río para avanzar hacia el Norte, adoptada por las clases trabajadoras blancas en el corazón industrial del Oeste Medio, y luego conquistando los gustos populares de la nación.

El rock siguió la misma ruta.  Surgió del corazón de los antiguos estados confederados y subió por el río antes de extenderse por todo el mundo.  Pero los comienzos fueron espinosos. Antes del rock hubo música blanca, por una parte, y música negra, por otra. La música blanca emanaba de una industria de consideración promovida de manera eficiente por una red internacional de medios centralizada en la capitalista ciudad de Nueva York (Brill Building).

VIDEO SUGERIDO: LIVE FATHERS AND SONS (I) Muddy Waters/Otis Spann/ Paul Butt…, YouTube (rafanusan)

La música negra era cantada por Robert Johnson, Elmore James, Furry Lewis, Big Mama Thornton, Howlin’ Wolf,  Sonny Boy Williamson, Muddy Waters, etcétera. Se trataba de un producto orgánico compuesto de esclavitud, algodón y puré de papas; sus centros eran Beale Street y luego Chicago. Alejándose sólo un paso de los campos de algodón su disponibilidad comercial se limitaba a los esfuerzos de un puñado de empresarios blancos que se ganaba la vida vendiendo música negra a un mercado de negros pobres. El más importante de aquéllos fue Sam Phillips.

Phillips no sólo creció con los negros del Delta, sino también con los blancos de la región:  la pelusa blanca pobre, los racistas rednecks, los inofensivos campesinos. Las tradiciones folk y country de los pioneros anglosajones convergieron en su trabajo con los ritmos africanos de los esclavos del delta, conjunción fomentada por una generosa cantidad de codicia. Phillips encontró finalmente al intérprete blanco de todo ello en la persona de Elvis Presley.

El camino por el que la música negra sería injertada con el gusto blanco ya estaba trazado. Era la ruta de siempre:  río arriba el Mississippi hasta las ciudades del Oeste Medio. El mismo año en que Phillips fundó Sun Records, Alan Freed, un deejay de la WJW de Cleveland, descubrió que su auditorio de adolescentes blancos estaba enloqueciendo con discos de música negra (rhythm and blues) nunca antes programados para un público blanco.

El nuevo sonido africano paulatinamente fue apareciendo en las listas musicales blancas, expulsando a las estrellas de la industria.

Tal es la versión del nacimiento del rock establecida por los cánones.  La que se ha escrito en piedra y pergamino y trasmitida oral o escrita a todos sus seguidores. Lo que la fe es para las religiones, es semejante a la devoción hacia este mito de los orígenes negros para el rocanrolero.

La aceptación de este mito es el mínimo e irreductible dogma que define la ortodoxia del rock. Y a partir de ahí, la historia del rock han sido sus mitos.

Los grandes grupos del género han reforzado el de los orígenes negros con sus propias y fabulosas historias. Elvis y los Jordaniers, Buddy Holly y los Crickets, el Johnny Burnette Trio, en los cincuenta, por ejemplo. El Mersey beat y el British Blues, en los sesenta y así sucesivamente. Todos ellos comenzaron (y comienzan) sus carreras interpretando sus propias versiones del rhythm and blues estadounidense.

Al igual que los grandes bluseros que los precedieron, los héroes del rock deben nacer en el anonimato, en medio de privaciones, tocar por centavos en locales húmedos que apesten a orines y cerveza rancia. Las historias de todos los primeros rocanroleros estadounidenses, británicos o del resto del mundo se entretejen así con la música negra.

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ABSOLUTE BEGINNERS

Por SERGIO MONSALVO C.

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 LA BIBLIA MOD

Colin MacInnes fue un escritor inglés que retrató una época para la eternidad y con ello se ganó además un lugar en la historia de la literatura universal. Nació en Londres en 1914 como hijo único de un cantante de música popular y de una novelista, Angela Thirkell.

De niño conoció de cerca a Rudyard Kipling porque éste visitaba la casa de sus padres y le contaba historias de la India y de sus viajes por la Gran Bretaña.

Cuando MacInnes cumplió los seis años de edad se mudó con su familia a Australia donde vivió toda su infancia y pubertad. Estaba contento en aquel lugar pero sus padres se divorciaron y él tuvo que regresar al Reino Unido con su madre en 1930.

Trabajó en diversos oficios durante su juventud y al mismo tiempo estudió pintura en Londres. A la postre se enroló en la Inteligencia Británica durante la Segunda Guerra Mundial.

Su experiencia durante la guerra le sirvió de material para escribir guiones para la radio en la BBC. Con este bagaje, además, comenzó su primera novela (To The Victors The Spoils) que al ser publicada obtuvo relativa notoriedad.

Ello le allanó el camino para dedicarse de lleno a la escritura. A partir de ahí se volvió autor de numerosas obras y el éxito le llegó con Absolute Beginners (Principiantes, en su traducción al español), segundo libro de una trilogía que lo encumbraría en las letras británicas.

Absolute Beginners se centra, al igual que su otras dos novelas: City of Spades y Mr Love and Justice, en la ciudad de Londres, en su juventud y la cultura de los inmigrantes durante fines de los años cincuenta.

La trama se lleva a cabo en el barrio de Notting Hill, un área de la capital británica cuya población estaba compuesta de mezclas raciales y lo que se daba en llamar un “ambiente decadente y bohemio”.

Las tribus urbanas, el racismo, las drogas, la bisexualidad, la anarquía y la música, sobre todo, son los elementos que componen Absolute Beginners, una historia sobre el nacimiento de los mods, de su forma de vida y de la subcultura que generaron.

(El término mod, es el apócope de la palabra “modernista”, una subcultura social y musical que definió a los jóvenes rebeldes de aquella época, en Londres, que exigía estar a la moda en todo lo moderno: ropa, sonoridad, baile, clubes de música, medio de transporte, y el soporte de una dieta basada en las anfetaminas.)

La novela de MacInnes fue publicada en 1959 y fue la puerta de entrada al underground que preludió el “Swinging London” y la ubicación de esta ciudad como centro de la cultura juvenil a nivel mundial en el primer lustro de los años sesenta.

Es un texto narrado en primera persona desde la perspectiva de un adolescente, en su última etapa como tal (19 años), que trabaja como fotógrafo freelance involucrado en la vibrante vida del Londres occidental, donde los marginados (artistas bohemios, yonquis, desempleados, gays), los inmigrantes caribeños y los jóvenes rebeldes crean una cultura (no sin enfrentamientos y tensiones raciales) basada en la moda de la vestimenta y las (motocicletas) Vespas italianas, el jazz moderno, el rhythm & blues y soul provenientes de los Estados Unidos.

A través de Absolute Beginners, MacInnes explora el nuevo fenómeno adolescente de los mods y profundiza en la rebelión, la angustia juvenil y las dificultades que tiene al cruzar la línea sombreada hacia la adultez en medio de una sociedad a la que tiene en contra. La novela cuenta en la propia lengua de los involucrados todas estas cosas de una manera fresca y provocadora.

ABSOLUTE BEGINNERS (FOTO 2)

Julian Temple

La novela de MacInnes fue llevada al cine de manera lastimosa por el director Julian Temple en 1986 y al teatro por Roy Williams en el 2007, con el mismo título.

Temple era (es) un cineasta británico que ha vivido tanto el éxito como el fracaso. Como realizador de documentales y videos, su nombre ha dejado huella en la historia del rock (con material fílmico sobre los Sex Pistols, Kinks, Rolling Stones, David Bowie, Neil Young o Tom Petty, entre otros muchos. Pero como director de largometrajes sus fracasos han sido tan sonoros que incluso lo han obligado a la emigración.

Entre estos últimos están, por ejemplo, su biopic sobre Jean Vigo o la adaptación de Absolute Beginners, un fiasco lo mismo artístico que financiero. Cuando apareció fue masacrada por la crítica debido a la extrema edulcoración de la historia original. Diluyó las ideas y las formas de vida contraculturales que mostraba el libro hasta dejarlas en el cliché y estereotipos de lo “políticamente correcto”.

Lo que hizo Temple de la novela de MacInnes fue un anacronismo, para empatar con la estética de los ochenta, cuando fue filmada, lo cual resultó en la utilización de estrambóticos colores y en un video musical de dos horas de duración vaciadas de contenido.

No obstante, el paso del tiempo ha sido indulgente con ella y en estos momentos goza de buena reputación, debido sobre todo a su soundtrack (en el que Bowie tuvo mucho que ver, incluyendo su papel dentro de la trama) y al testimonio gráfico, como  retrato de época (los ochenta).

Cuestión aparte, la influencia de la novela se dio en todos los ámbitos: en la ropa con Mary Quant (inventora de la minifalda), en la boutique Bazaar de Kings Road de Chelsea (para hacerse trajes a la medida), en Twiggy (la primera supermodelo); en la TV con el programa musical Ready Steady Go!, en la industria editorial con la revista Queen; en el cine en Blow Up de Antonioni, The Knack de Richard lester y Alfie de Lewis Gilbert.

A la novela Absolute Beginners, de Colin MacInnes, se le cita como “la Biblia Mod”, la semilla fundamental de una cultura juvenil que floreció en los cinco años siguientes a su aparición. Dicho estilo de vida se extendió de Londres hacia los adolescentes británicos de todos los estratos sociales, y ese mismo inclusivismo expandió los gustos musicales del mismo más allá del modern jazz y el r&b: adoptó el soul  de la Motown, Atlantic y Stax, el ska jamaicano y el bluebeat. Su sonoridad se hizo internacional.

 

VIDEO: David Bowie – Absolute Beginners (Official Video), YouTube (David Bowie)

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THE CONCERT FOR BANGLA DESH

Por SERGIO MONSALVO C.

CONCERT OF BANGLA DESH (FOTO 1)

(CONTRA EL HAMBRE)

El rock tiene como toda disciplina artística la misma postura que cualquier humano con respecto al hambre. Sin embargo, tal cuestión el género casi no la ha tratado de manera individual, pero sí lo ha hecho en sus implicaciones colectivas. Y lo viene haciendo desde que Bob Dylan puso a Woody Guthrie como su referencia.

El folk retrató con las letras de este cantautor las miserias y penurias de los desposeídos, de los miserables, de los pobres expulsados de la maquinaria del desarrollo, de los marginados por el sueño americano y el capital.

El folk rock, primero, y las corrientes del heartland rock y de la dark americana e indie, a la postre, han puesto estas consideraciones en la lírica de su temática (el country y la canción de protesta lo han hecho por su parte). Infinidad de músicos han hablado del problema.

Desde el ya mencionado Dylan, Bruce Springsteen, Los Lobos, JJ Cale, los Klezmatics, Wilco, Anti-Flag, Meat Puppets, Fleet Foxes, Iron & Wine, Bon Iver, Ani DiFranco, Elliott Smith, Billy Bragg,  y un largo etcétera.

A través de este canto rockero se manifiesta el hombre sin mayor cosa que su propio trabajo, la voz de aquél al que ni el destino, ni su medio han podido sacar de la cuneta, pero cuya voluntad férrea lo lleva a sobrevivir.

De esta manera el género ha sabido llegarle a la gente hablándole de sus problemas, de sus esperanzas y de sus luchas. Es la música que primeramente ha elevado al mundo sus cantos por la paz, su compromiso con el otro y de ayuda para el necesitado.

Y lo ha hecho no sólo con su materia prima sino también de facto con los festivales benéficos que él mismo ha generado, comenzando con aquel Concierto para Bangla Desh, país que padecía el azote del hambre, las epidemias y la indiferencia del mundo, excepto la de los rockeros que se reunieron con ese propósito solidario.

(En 1971, Pakistán Oriental se separó del resto de Pakistán para conformar lo que actualmente se conoce como Bangla Desh. Los combates independentistas provocaron que los habitantes de esa zona se refugiaran de forma masiva en la India. A esto se sumó el Ciclón Bhola, y entre ambas cosas crearon una catástrofe humanitaria y una terrible hambruna.)

CONCERT OF BANGLA DESH (FOTO 2)

Para convocar un evento de semejantes dimensiones se precisó de un gran aglutinador de voluntades, y nadie mejor en ese momento que George Harrison, el cual además se presentaría en vivo por primera vez desde la disolución de los Beatles.

Un evento que creó modelo para los conciertos a beneficio. Una cita musical doble (una por la tarde y otra por la noche) en Nueva York (en el Madison Square Garden) que se conoció en todo el mundo, con varias horas de duración  y con figuras de primera línea (hasta 35 músicos en total).

Asimismo, y como parte de la estrategia para recavar fondos se realizó The Concert For Bangladesh: una película documental que se publicó en 1972 basada en él. Tanto el concierto ofrecido la tarde, como el acontecido por la noche de aquel 1 de agosto de 1971, fueron filmados y grabados para la realización de un álbum consecuente (lanzado a mediados de ese mismo año como triple vinil, por cierto; y luego convertido en dos CD’s y en DVD), con Phil Spector en la producción.

De aquel día se recaudó un cuarto de millón de dólares, que se entregó a la UNICEF. Los beneficios obtenidos entre el video y el DVD, todavía se siguen enviando a tal organismo humanitario a través de la Fundación del extinto George Harrison.

(El famoso Muro de sonido ese mostró de verdad: llamó la atención que tanta gente, con tan pocos ensayos, pudiera sonar de esa manera limpia y elegante. Las canciones de Harrison, sobre todo, exigían estar pendiente no solo de la belleza de cada frase, sino de los cambios de intensidad sonora)

El largometraje combinó los dos conciertos con las preferencias fijadas por Harrison en relación a la calidad de las interpretaciones.

El inicio de la película contiene imágenes de una conferencia de prensa ofrecida por Harrison y Ravi Shankar para la promoción del evento. En ella se puede escuchar a un reportero preguntar: «Con todos los problemas que hay en el mundo, ¿por qué ha escogido éste para hacer algo?». La respuesta de Harrison fue: «Porque fui invitado por un amigo para ver si podía ayudar, eso es todo.»

(El músico bengalí Ravi Shankar, maestro del sitar y amigo de Harrison, lo había consultado sobre cómo podían ayudar en tal situación. Harrison grabó entonces el single titulado “Bangla Desh”, mientras que Shankar lo hacía con «Joi Bangla», en el lado B del mismo, para empezar a recaudar fondos. Luego surgió la idea de  organizar un concierto en la Unión Americana. Harrison entonces conectó a unos amigos, convenciéndolos para tocar en dicho macroconcierto en el inmueble neoyorquino mencionado. El ex beatle tardó cinco semanas en organizarlo.)

La escena del documental pasa posteriormente a los exteriores del Madison Square Garden, con un reportero entrevistando a los seguidores que esperaban el inicio del concierto (en total fueron 40 mil los asistentes).

Éste comenzó con un recital de música india a cargo de Ravi Shankar y Ali Akbar Khan, introducido previamente por Harrison y con unas palabras del maestro hindú explicando la duración de la sección india. De forma adicional, Shankar pidió al público que no fumara durante la ceremonia.

Tras un interludio en el que se muestran imágenes de los músicos acudiendo al escenario, Harrison da comienzo el recital de música, rodeado de una banda extensa, incluyendo dos bateristas, Ringo Star y Jim Keltner, Leon Russell en el piano, Billy Preston en el órgano, dos guitarras principales: Eric Clapton y Jesse Ed Davis, algunos miembros del grupo Badfinger en las guitarras rítmicas, una sección de instrumentos de viento, coristas y como invitados principales: Bob Dylan (quien tocó cinco piezas de su autoría) y Ravi Shankar.

Desde varios puntos de vista aquella presentación fue un éxito: en lo musical con momentos inolvidables, al igual que en el mediático-planetario y marcó, además, una fórmula a futuro (el Farm Aid, el Live 8 o el Live Earth, de la actualidad, son un derivado de aquello).

Y desde la perspectiva de la movilización, puso su grano de arena para concientizar sobre la lucha contra la pobreza y la desigualdad dentro del capitalismo salvaje.

Lo que quedó demostrado con él fue la capacidad del rock para unir esfuerzos por motivos sociales y humanitarios, el único género capaz de hacerlo.

En la cauda quedan aquellos esfuerzos que enseñaron al mundo lo que los individuos y su voluntad son capaces de hacer; lo que un puñado de músicos en plan generoso pueden realizar y finalmente la pública toma de conciencia sobre una realidad lamentable e inadmisible: el hambre.

Al rock le duele el mundo. Y con manifestaciones como este concierto busca el alivio con la reflexión y el acto.

 

VIDEO SUGERIDO: George Harrison – “Bangladesh”, YouTube (mac3079b)

CONCERT OF BANGLA DESH (FOTO 3)

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PIEZAS DE INCRUSTACIÓN (I)

Por SERGIO MONSALVO C.

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 (EN LA CULTURA DEL ROCK)

 A través de su historia, en el conglomerado de prácticas sonoras que se hace llamar rock y que forman parte de ese enorme pastel cultural, existe una música que no encuentra acomodo más que en los intersticios entre géneros (jazz, world beat, electrónica, etcétera).

Es una música que no es muy afecta a la luminosidad de los reflectores ni a la masividad. Sin embargo, su influencia e incrustación dentro de la cultura del rock ha sido determinante y siempre enriquecedora.

Por lo general tal música ha echado mano de la mezcla, de la fusión, para expresarse. Algunos ejemplos de ello son las piezas que a continuación señalaré y que forman parte del andamiaje del género por sus aportaciones.

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“LOVE YOU TO”

(GEORGE HARRISON)

 

Ese sonido entre terrenal y proveniente de lo alto fue lo que llamó la atención del oído de George. Ese sonido, penetrando por las trompas de Eustaquio y concentrándose en el cerebro del músico, fue también el momento de una síntesis y el paso al conocimiento de otro hemisferio de una generación que buscaba respuestas y proyecciones místicas de la existencia.

George escuchó el sonido del sitar indio interpretando un tema de los Beatles para el soundtrack de Help! Le picó la curiosidad, se compró un instrumento y se lanzó a tocarlo con toda la torpeza del mundo. No era una guitarra, así que buscó mejor a alguien que lo instruyera.

En una cena de la comunidad artística londinense conoció a Ravi Shankar, el virtuoso indio del sitar, y lo convenció de enseñarlo a tocar. Ravi aceptó, y con ello George se adentró en un camino que no sólo experimentaría él sino, a la postre, todo el Mundo Occidental.

Con el conocimiento del sitar vino también el de la Ley del Karma, el principio budista de la inevitabilidad, el de las ciudades indias como Cachemira, el de los festivales religiosos, la conversación con santones: en fin, el de otra cultura.

Por ese entonces, la experimentación agregaba el elemento químico como instrumento del conocimiento interno. George realizaba de manera regular viajes con LSD y en ellos descubrió que el paisaje mental que tal estado le producía era uno que ya había contemplado en la India, con sus seres y sonidos misteriosos.

Tales aventuras le dieron la seguridad en la contribución que haría al legado beatle y que se imprimiría por primera vez en el disco Revolver de manera contundente: «Love You To». Una pieza que abriría el camino hacia las Indias Orientales. Se convirtió así en el Marco Polo del rock.

A partir de entonces el Oriente ha ejercido una influencia más que significativa para el género, sobre la base de que el hombre oriental se identifica sobremanera con las fuerzas primarias. Para la imaginería del rock, el Oriente se erigió en una tierra de sensibilidades expansivas. Así que la principal influencia oriental sobre el rock provino de la India vía la Gran Bretaña de George.

A partir de Revolver los rocanroleros recurrieron a la música y filosofía de la India como una ruta convincente hacia la unidad primitiva del universo. El rock ya no tuvo tiempo para el Islam o el confucionismo, por ejemplo. El indio vive un credo que borra la historia. Su hogar es el eterno y primitivo ahora, concepto del que el rock se ha nutrido desde un principio.

En la búsqueda de nuevos mundos el rock encontró uno en la pretensión védica de la filosofía india. El descubrimiento y la intensificación del enamoramiento con lo oriental, en ese sentido, se incrustó en el rock del siglo XX y comenzó claramente con la persona y carrera de George Harrison.

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“ROCKIT”

(HERBIE HANCOCK)

 

La pieza de Herbie Hancock obviamente no puede ser considerada rock en sí misma, ni se parece en nada, ni en estructura, ni en orquestación o instrumentación y sin la lírica que define como  tal al género.

“Rock It” es una pieza de corte robótico, interpretada en su mayoría por instrumentos electrónicos. Es un ejemplo contumaz de la estética que practica el amor por lo sintético. Fue compuesta por un músico de nombre famoso en el jazz  y la cual resultó, históricamente, en un tema selecto de la escena del breakdance.

Y es precisamente ahí es donde radicó el valor de uso que la hizo ser parte de la cultura rockera: mediante los sonidos desarticulados de tal tema se estableció a plenitud uno de los aspectos que experimentaría el género en algunas de sus modalidades.

Ahí estuvo el protagónico teclado de los años ochenta y, quizá, una de las primeras aplicaciones del “scratching” como herramienta musical. Esos son algunos de los elementos que erigieron a “Rockit” –una pieza instrumental totalmente- como una indicación señera que mostró de qué manera podía el rock desarrollarse hacia demarcaciones aún no contempladas.

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“AUTOBAHN”

(KRAFTWERK)

 

Aunque Kraftwerk mantenía su afecto por la música concreta –con el uso de sonidos ambientales y el procesador de voces—, la pieza “Autobahn” del álbum del mismo nombre (1974) fue el punto clave en la estética funcional  del grupo.

“Autobahn” fue un tema electrónico a plenitud (sólo con los tonos de la flauta y el violín como pinceladas) y supuso un cambio de visión: de lo orgánico, producto de la década anterior, hacia la toma del estandarte por lo artificial.

Desde el punto de vista de este grupo alemán, el futuro del rock armaría el avant-rock, el synth-pop, y el electro, cuyo mantra sería: “Wir fahr’n fahr’n fahr’n der autobahn” (“manejamos, manejamos, manejamos por la autopista…”).

Es decir, Kraftwerk marcó su huella en la historia del rock, con tal sencillo, en el centro donde se desarrollaba su cultura en ese momento: Inglaterra (con los nuevos subgéneros setenteros) y de ahí al resto del mundo.

Irradiados por el centro cultural rockero los nuevos sonidos pasaron al inconsciente colectivo del planeta. Se conocieron así sus investigaciones, sus ideas acerca de las relaciones entre el ser humano y las máquinas.

Por lo mismo, la importancia de la pieza “Autobahn” –y por ende la del grupo teutón— se pudo empezar a constatar en diversos campos: por su repercusión cultural, por su aportación artística y por su influencia musical.

A partir de esta pieza, se puso de manifiesto la inteligencia del grupo para asignar de conceptos puntuales a cada uno de sus álbumes desde entonces, tejiéndolos todos con los hilos sonoros, compositivos, gráficos y líricos, en un todo indivisible de sonido e imagen. Todo ello convirtió a Krafwerk en nombre y concepto al mismo tiempo.

VIDEO SUGERIDO: Krafttwerk – Autobahn (live) (HD), YouTube (rgmu101)

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BOB MARLEY (3)

Por SERGIO MONSALVO C.

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RUDEZA NECESARIA

(40 AÑOS RIP)

El ska era una música rápida que había engendrado un estilo de baile vigoroso y extrovertido. Pero durante los primeros años de la década, ghettos como Trench Town, Greenwich Town y Riverton City estaban llenándose de jóvenes desempleados y sin oportunidades.

Esta juventud no compartía el optimismo general provocado por la independencia del país. Se sentía excluida y prefería un modo más frío de expresión. No bailaba el ska como todos los demás; sus movimientos eran más lentos y su postura más amenazadora, a pesar de la velocidad de la música.

En una sociedad que les negaba no sólo la identidad sino también la existencia, se refugiaban en el carácter grupal de los llamados a sí mismos Rude Boys (los “muchachos rudos»). Pertenecer a éstos era una forma de valer algo, aunque la sociedad en general insistiese en que no eran nadie.

Dichos jóvenes se relacionaron con el conocido «submundo”, un sector de la población que prácticamente vivía fuera de la ley y que siempre se ha sentido inclinado por la música de baile. De ese sector, muchos “muchachos rudos” pasaron a las pandillas manipuladas por los políticos locales y establecidas en distintos ghettos de Kingston. Sentían que dicha música los reconocía e incluso los celebraba. Los Wailing Wailers lanzaron en su momento varios temas con tal corte.

A su vez, la música misma empezó a enfriar el frenético brincoteo del ska. El bajo ya no ejecutaba su boogie, sino que empezó a fragmentarse en patrones más breves de notas. El tiempo débil aún estaba presente, sostenido por la guitarra y la batería; el guitarrista Lyn Taitt encabezó a quienes fijaron este patrón rítmico. Tal desarrollo musical representativo de los “muchachos rudos” derivó directamente en su versión comercial: el rock steady.

La fase del rock steady, promocionada por sonideros y productores como Dodd y Reid duró poco más de un año. La lección extraída de su efímero triunfo fue que no había éxito más grande que el de un ritmo nuevo. Por eso el cambio del rock steady al reggae fue doblemente importante.

Además de marcar el fin del dominio musical de Dodd y Reid, dio inicio a un periodo caracterizado por innovadores métodos de trabajo. La tecnología de los estudios estaba progresando al mismo tiempo. Antes de concluir los sesenta empezaron a operar con pistas múltiples.

Dicho cambio en la técnica de producción fue protagonizado por tres hombres: Edward «Bunny” Lee, Lee “Scratch” Perry y Osborne Raddock, conocido como King Tubby. Los tres habían trabajado para Dodd o Reid, como vendedores, promotores o productores.

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King Tubby, en especial,  había operado un sonido, el Home Town Hi‑Fi, que poseía efectos únicos de ecos, para manejar la oposición sonora. Cada uno de estos tres hombres habría de hacer una contribución significativa al desarrollo futuro de la música jamaicana y su influencia se sintió durante muchos años.

Los productores nuevos, como Lee y Perry, al juntarse con hombres como Clancy Eccles, empezaron a modificar el ritmo. Eccles afirma haber inventado la designación “reggae” para al nuevo ritmo y si bien parece apócrifa la anécdota -se supone que derivó el término de la designación callejera para una mujer fácil, streggae—, la música no tardó en establecerse.  Los principales productores de ska y rock steady -Dodd, Reid y Leslie Kong- al poco tiempo empezaron a copiar a sus antiguos empleados.

King Tubby, en su posición como técnico principal de Duke Reid, con regularidad había grabado acetatos (discos de cera blanda) destinados exclusivamente a su propio uso y el de otros pocos sonidos. Había descubierto que a los asistentes a los bailes les gustaba escuchar nuevas versiones de piezas de las que conocían la forma vocal completa.

Al omitir partes de la voz en un “dub plate”, el término local para dichos discos de acetato, efectivamente estaba creando una nueva “versión”.  Tubby observó también que el nuevo deejay (DJ) de su sonido, un hombre llamado Ewart Beckford y conocido como U Roy, había comenzado a responder a los sentimientos vocales de los cantantes con su propio estilo de cháchara extravagante, volviendo locos al público y a los bailarines.

Así, Tubby fue precursor del “dub” y del arte del DJ (con el espacio necesario para introducir sus propias letras). Formas que han penetrado en la música popular desde entonces.

El trabajo de Perry y de otros productores jamaicanos, como Leslie Kong, Bunny Lee, Harry Johnson y Clancy Eccles, tuvo un gran impacto en compradores ubicados fuera del mercado afrocaribeño normal.

Perry y las personas a su alrededor empezaron a restar velocidad al ritmo a comienzos de los setenta. En su versión más lenta, el reggae penetró en una bien definida segunda fase de desarrollo.

En el Reino Unido, extensos grupos de jóvenes blancos de la clase obrera se habían aficionado a la música jamaicana. Tal gusto ayudó a la creación de dos compañías nuevas en la Gran Bretaña durante esta época, con el fin de promover la música de la isla caribeña: Trojan, subsello fundado en 1968 por Chris Blackwell de Island Records, y  Pama, de los hermanos Palmer.

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ROCK AND ROLL LXX (III-1)

Por SERGIO MONSALVO C.

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 70’s

 (PRIMERA PARTE)

A toda acción corresponde una reacción. Ley de la física que es aplicable a las ciencias sociales. Si los años sesenta se distinguieron por ser la década de las ideologías y la acción, el primer lustro de los setenta se esforzó por vaciar de contenido todo fenómeno social e impulsar la reacción a base de propaganda en los medios de comunicación cualquier cosa a favor de ello.

 

Si el rock fue un gran instrumento para la concientización y la contracultura, y un inventivo recurso expresivo con muchas variantes, el statu quo a través de la industria musical intentó quitarle el papel protagónico en el inicio de una nueva década y asignárselo a otra forma sonora, más controlable, disuasiva y rentable. Con el anzuelo del hedonismo sin cortapisas fabricó uno de sus virus más perniciosos: la música Disco.

 

Tal producto de laboratorio fue creado para satisfacer a un ambiguo y emergente mercado sin brújula. La discothèque (en concepto neoyorquino), buscó satisfacer las expectativas más elementales del desfogue primario, el baile, alimentado por cantidades industriales de cocaína y salsa-funk. Ya no hubo incertidumbres políticas ni utopías, se ofreció el cinismo como alternativa a la fiebre del sábado por la noche. Moda y vanalidad se festejaron bajo el reflejo de los múltiples espejos de la disco ball.

 

Los voceros de la música Disco, por el lado del mainstream (quienes aseguraban que había que regresar al glamour de la pista de baile, a la elaborada peluquería, a la vestimenta de visutería), y el folklórico y solemne dogmatismo maoísta-leninista-trotskista-stalinista del canto latinoamericano, por otro, (que rabiosamente vociferaban contra el rock como “arma del imperialismo yanqui”), fueron los bandos a los que se enfrentó el género durante aquella primera parte de la década.

 

A este último (el canto latino) lo desnudó primero su solemnidad kitsch y, luego, la salida a la luz de la información acerca de los gulags soviéticos, la represión y las criminales purgas propulsadas desde el Kremlin –hacia las esferas de sus dominios, incluyendo Cuba de la que salió la Nueva Trova– en nombre del comunismo; así como el recuerdo generacional de que una idea que inspira a otras ideas se llama intuición y de que una idea que bloquea a otras ideas se llama folklor.

 

La esencia fundamental del rock, su savia, es la intuición. Y a ella se remitió para cambiar las cosas, para innovarlas. En este sentido hubo dos clases de innovación: una que consistió en cambiar de respuesta (o sea: evolución, a través de grupos de resistencia e inclasificables en su momento como Iggy Pop & The Stooges, MC5, The Dictators o New York Dolls y el glam) y, otra, que llevó a cambiar de pregunta (o sea: una revolución). De ambas echó mano el género para responder a aquella reacción. A la síntesis resultante le pusieron cuatro letras por nombre: Punk.

 

Mientras en las discos se bailaba desaforadamente (con el Studio 54 al frente), la ciudad de Nueva York, su epicentro, agonizaba en una crisis económica y de violencia que anunciaba un cercano apocalipsis urbano. El Sida, después, sembró el terror en las despreocupadas pistas de baile, en el momento en que Richard Nixon caía víctima del escándalo Watergate, provocado por sus propias e infinitas truculencias.

 

Vietnam era un caso perdido y las otras crisis; la económica y la identitaria, recorrían la Unión Americana, así que para remediar aquello, primero Gerald Ford y luego Jimmy Carter, a la cabeza de la presidencia se subordinaron a la reforma neoliberal. Es decir: la clase política se hizo vasalla de los poderes económicos y de la oligarquía.

 

El fantasma neoliberal recorrió el Occidente. Se vaciaron las instituciones de todo poder, las desigualdades se incrementaron con grandes consecuencias: se desregularon los mercados, se aseguró la transferencia automática de recursos públicos a manos privadas a expensas de la sociedad, al tiempo que se volteaba hacia otro lado para no ver el fraude fiscal de las grandes fortunas. Creció así la masa de desempleados, la de asalariados empobrecidos al igual que su ira. La fiesta de la Disco se percibió entonces como lo que era: algo aberrante.

 

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Mientras tanto en pequeños clubes de zonas marginales neoyorquinas, llamados Max’s Kansas City y CBGB’s, se comenzaron a dar cita los amantes del rock, con el mismo impulso, pero con otra idea: recuperar el espíritu de la música, la autenticidad creativa e interpretativa y la concepción de que ésta podía acompañar los cambios y la realidad.

 

En el escenario del CBGB’s aparecieron grupos como los Ramones, Television, Blondie, Patti Smith y Talking Heads. Los primeros cuatro representes el punk original y los Heads de la new wave consecuente. El Max’s Kansas City fue, a su vez, la guarida del Velvet Underground (con y  sin Lou Reed) y de The Heartbreakers.

 

El punk neoyorkino hacia mediados de la década se caracterizó tanto por la elementalidad de sus planteamientos lírico-musicales y hasta temporales (con los Ramones), como por la sofisticada incorporación intelectual (con la literatura beat, la poesía simbólica francesa, el arte plástico, así como puntos de vista sobre intereses existenciales) unida al fuerte complemento rockero de la Ola Inglesa y estadounidense del que estaban influenciados (con el Patti Smith Group y Television, con sendos artistas a la cabeza).

 

 

VIDEO SUGERIDO: Ramones – Max’s Kansas City 1976 – 2 Songs, YouTube (DanielSegalR)

 

 

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THE ROLLING STONES

Por SERGIO MONSALVO C.

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 PIEDRAS DE LA ETERNIDAD

The Rolling Stones, en efecto, el más carismático grupo de rock del mundo desde hace seis décadas, siempre han estado comprometidos con todos los orígenes blueseros del rock (en esencia se puede decir que metafóricamente su cuna fue Memphis, la rítmica negra su partera, el Mississippi su cordón umbilical y Chicago su centro neurálgico).

Siempre, también, han celebrado sus propias fuentes al respecto: desde el uso de tambores africanos que se mezclaban con el público al inicio de sus conciertos (el de Hyde Park es un ejemplo de ello) y con sus cóvers de los clásicos del blues (con el más cercano ejemplo de Blue & Lonesome, del 2016), r&b y soul para un público masivo (tocaron como manifiestos propios temas de Robert Johnson como “Love in Vain” y “Stop Breaking Down”: cuando las grabaron ya tenían bien aprendidas las lecciones del reverenciado músico).

Pero igualmente al escoger su nombre, surgido de un tema de Muddy Waters; con una peregrinación a Chicago, durante su primera gira por los Estados Unidos, para visitar el templo sagrado del blues y del r&b: los estudios Chess Records.

Más en concreto, con el espíritu de tales fuentes en los diez mejores discos de su carrera: The Rolling Stones, The Rolling Stones Vol. 2, Aftermath, Beggars Banquet, Let it Bleed, Sticky Fingers, Exile on Main Street, Goats Head Soap, Black and Blue y Some Girls, y se remonta en el tiempo hasta el seguimiento de su historia como grupo.

El impacto que causó la creación de los Rolling Stones, su big bang, data su origen en el gusto de cada uno de los integrantes por los ritmos negros: Brian Jones y su obsesión por el paganismo joujouka marroquí; Bill Wyman con la diáspora estilística emergida del Delta del Mississippi —la cual ha propagado tanto como solista cuando era miembro del grupo, como con los Rhythm Kings, una vez fuera de él—; Charlie Watts con sus grabaciones de jazz  y sus tributos a los músicos del género y Jagger y Richards con el blues y r&b de Chicago.

Una de las leyendas más preciadas del género cuenta cómo dos jóvenes ingleses que no se veían desde que jugaban juntos en la infancia, se encontraron años después, en una de las estaciones del tren londinense. Uno de ellos, llevaba algunos discos bajo el brazo: de Chuck Berry y Muddy Waters. El otro quedó tan impresionado que inició una amistad, la cual se convertiría en una colaboración para toda la vida. Ellos eran Mick Jagger y Keith Richards.

“Si te metes en un vagón con un tipo que lleva bajo el brazo la grabación de Chess Records de Rockin’ at the Hops de Chuck Berry y The Best of Muddy Waters también, cómo no va a ser amor a primera vista (…) Esa fue una de las razones por las que me pegué a él como una lapa…”, apuntó Richards en su autobiografía Life.

El ritmo negro los unió y sus mitos cimentaron y sirvieron de nutrientes para su transición musical, única y original, como rockeros. Por ello, tras seis décadas de existencia, es tiempo de echarle una mirada al momento en que se crearon y al contexto en el que lo hicieron.

“En la Gran Bretaña todos los músicos descubrieron en algún momento su identidad musical. Y su punto de partida común fue el blues”. Quien dijo esto tiene por fuerza que saberlo. Se trata de John Mayall, el cual conoció a todos los que cayeron presos del blues a comienzos de los años sesenta en Londres. Gente como Eric Clapton, Peter Green y Mick Taylor asistieron a la estricta escuela del blues que Mayall dirigía, los Bluesbreakers.

Otros “tomaron clases” con Alexis Korner, el cosmopolita de ascendencia griega y gurú de la escena musical, como integrantes de su grupo Blues Incorporated. Entre aquella multitud figuraron también unos muchachos de los suburbios londinenses que al poco tiempo se transformarían en los Rolling Stones.

Los álbumes que Mick Jagger (nacido en 1943) traía bajo el brazo cuando en octubre de 1960 volvió a ver en el andén de Dartford a su compañero de juegos infantiles Keith Richards (1943), eran importaciones de la Chess Records, de los ya mencionados Chuck Berry y Muddy Waters, nombres que delimitan con exactitud el sitio musical en el que el dúo compuesto por ambos inició su trabajo conjunto. Mientras a Mick le encantaba el blues de Chicago, Keith sentía una atracción especial por Chuck Berry.

El pop de 1960 era una trivialidad. No significaba nada para la generación de la posguerra y tenía más relación con la nostalgia por el mundo exterior que vivían sus padres, tras haber sufrido el enfrentamiento bélico de la II Guerra Mundial, que con los jóvenes mismos.

VIDEO SUGERIDO: The Rolling Stones in America 1964, YouTube (jaqand)

El fuerte blues de Muddy Waters; el impulso elegante con el que Chuck Berry musicalizaba sus agudas letras sobre la existencia adolescente; y el beat selvático y anárquico de Bo Diddley ya eran otra cosa. En ellos se percibía la verdadera vida, aunque los jóvenes de los tristes suburbios ingleses apenas intuían qué era ésta. No obstante, sentían la autenticidad en esa música. Y la emoción que encerraba.

Apareció entonces Brian Jones. Jagger y Richards lo descubrieron en abril de 1962 sobre el escenario del club Marquee, donde el muchacho de 20 años de edad se presentaba como intérprete de la slide guitar con el seudónimo de Elmo Lewis, al lado de Alexis Korner. Se hicieron amigos y luego Jones se declaró dispuesto a fundar junto con ellos un grupo.

El departamento que los tres empezaron a compartir al poco tiempo se convirtió en un convento del blues donde se vivió el dogma verdadero. Durante meses estudiaron los licks, las armonías y los riffs de sus ídolos estadounidenses. El 12 de julio del mismo año debutaron en el club Marquee, por primera vez bajo el nombre de The Rolling Stones (tomado de la canción de Muddy Waters del mismo título).

Además de Jagger, Jones, Richards y el pianista Ian Stewart, los acompañaron en el escenario el bajista Dick Taylor (posteriormente de los Pretty Things) y el baterista emergente Mick Avory (luego de los Kinks). El repertorio abarcó standards como “Kansas City”, “Hoochie Coochie Man” y “Bright Lights Big City”, y piezas menos conocidas como el r&b “Down the Road Apiece” del repertorio de Amos Milburn.

El núcleo del conjunto ya existía, y al poco tiempo Bill Wyman (1936) reemplazaría a Taylor. En enero de 1963 Charlie Watts (1941) se les incorporó como baterista permanente. En el ínterin el sexteto se había hecho de un grupo fiel de seguidores gracias sobre todo a sus presentaciones fulminantes los domingos por la tarde en el Club Crawdaddy del Station Hotel en Richmond.

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Y un buen día el emprendedor Andrew Oldham reconoció su potencial, contrató al rústico conjunto y les consiguió la oportunidad de grabar. Su primer single fue una versión de “Come On” de Chuck Berry. A partir de ese momento la historia del grupo ha sido documentada en todos sus detalles.

Como sea, en seis décadas los Rolling Stones han creado un cúmulo de música extraordinaria, entrañable, sin igual; influido de manera duradera en varias generaciones del rock y señalado desde siempre que ellos y el género le deben su existencia misma a los músicos negros estadounidenses, que en los inicios del grupo estaban olvidados por completo en su país de origen.

Hasta la fecha, la banda ha editado veinticinco álbumes de estudio y colocado treinta y dos sencillos dentro del histórico Top Ten del Reino Unido y los Estados Unidos. Sus ventas totales se estiman entre los 250  y 300 millones de discos, convirtiéndolos en uno de los grupos más exitosos de todos los tiempos.

(En tal labor también se volvieron riquísimos. En la larga gira “A Bigger Bang Tour” realizada entre los años 2005-2007, y que anunciaron por enésima vez como la última, recabaron cerca de 600 millones –brutos- de billetes verdes en 146 presentaciones con estadios llenos alrededor del mundo. Fue la gira número 38 de su historia, que culminó cuando fueron filmados para la película Shine a Light por Martin Scorsese)

En el devenir de su existencia han colaborado de manera decisiva en convertir “una simple moda pasajera de no más de tres meses” —como calificó Frank Sinatra al rock and roll en sus inicios—, que al principio se consideraba fugaz y puberta, en una auténtica forma de arte, vida y cultura, así como en una industria que produce miles de millones de dólares.

Hoy, de cada nota cantada por Jagger, de cada riff y acorde tañido por Richards y de cada golpe producido por Watts, se cuelgan 60 años de historia del rock, 60 largos, turbulentos y gloriosos años: nada mal para aquel puñado de adolescentes, surgidos del suburbio londinense, fascinados por el blues, ¿verdad?

VIDEO SUGERIDO: Rolling Stones – Brown Sugar – Live ’71 Marquee Club, YouTube (chriss999)

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JAZZ Y CONFINES POR VENIR – 3*

Por SERGIO MONSALVO C.

Jazz y confines Portada

 MANU DIBANGO

GUÍA DEL MAKOSSA CAMERUNÉS

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Emmanuel “Manu” Dibango nació en 1933 en Camerún, una antigua colonia alemana. Un tío suyo peleó en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial y sus padres eran protestantes estrictos. Por eso tenían un armonio en casa, el cual le fascinaba al músico cuando niño. Las canciones religiosas alemanas fueron su primera música allá en el poblado de Dovala.

A los 15 años llegó a París, donde primero estudió el piano y luego el saxofón. A principios de los años cincuenta se cambió a Bruselas, donde firmó su primer contrato de discos. Hasta 1960 grabó varios álbumes de jazz. En dicho año conoció a un grupo de congoleses que lo convencieron de volver a la música africana. Para ello se mudó a Zaire, donde adquirió gran fama con su estilo, sobre todo como integrante del conjunto African Jazz bajo la batuta de Joseph Kabassele.

Puesto que a los 15 años llegó a vivir a Europa, no conoció el continente africano realmente hasta 1961, cuando se estableció en Zaire para tocar con grupos de ahí. Fue una época agitada. En Francia había estudiado filosofía y tocado jazz, estaba casado con una mujer blanca de Bélgica y llegó justo a la mitad de la guerra por la independencia del país.

Ahí se encontró con muchas cosas que no le pasaban por la cabeza y al mismo tiempo con la profunda espiritualidad de su pueblo. Había crecido en Europa y estudiado filosofía, así que tenía una visión muy distinta de los problemas africanos que la gente que había estado ahí siempre. Dibango pertenecía a las dos culturas.

Los problemas de África son consecuencia de una situación muy vieja, la cual surgió cuando las potencias colonizadoras dividieron el continente de acuerdo con sus intereses. La situación no es más extraña que la de la extinta Yugoslavia, por ejemplo, que se componía antiguamente de 36 países. En África sucede lo mismo. En primera instancia, la vida es étnica. Cuesta trabajo inculcar la idea de «nación». África apenas ha contado con cincuenta años para este proceso, mientras que Europa dispuso de dos mil años para construir sus naciones.

Desde la caída del Muro de Berlín el escenario se modificó. A nadie le interesa África. Sólo a Sudáfrica se le concede cierta importancia. Ese desinterés también se manifiesta en la música. A diferencia de lo que ocurría en los años ochenta (con la llegada de la World music), hay pocas compañías disqueras que inviertan en artistas africanos. Es una de las razones por las que Dibango se lanzó a los escenarios.

Al volver a París en 1965 grabó una serie de sencillos, entre ellos «Salt Pop Corn», «Soukouss» y el L.P. de afrojazz O Boso (1972). Un año después conquistó los clubes con su éxito mundial «Soul Makossa», una elaboración con elementos disco de la tradicional música makossa de Camerún.

Dibango llamaba a su estilo «Afro-Quelque Chose» (afro algo), aunque en el mundo se le conoce como “afropop”. El éxito de «Soul Makossa» y de los álbumes siguientes fue motivo para una gira por los Estados Unidos y Puerto Rico, donde tocó con los grandes de la salsa. A la mitad de los setenta el músico se estableció por un tiempo en Costa de Marfil, donde dirigió la orquesta de la radio oficial. En la misma época compuso el soundtrack para dos películas africanas, de las cuales Ceddo es la más conocida.

La música de este saxofonista, cantante, compositor y tecladista no fue fácil de difundir, porque casi nadie se interesaba en la idea. Ives Bigot, un conocido periodista francés, fue el único capaz de convencer a la gente de meter dinero a un proyecto como éste. No obstante, la idea en la que se basan los discos de Dibango la tenía desde fines de los años setenta, cuando grabó dos álbumes con solos en el piano de piezas africanas clásicas, Mélodies Áfricaines. Tocó en aquella ocasión la obra de compositores africanos, porque quería que incluso la gente que no conociera los idiomas de las canciones tocara sus melodías.

En 1980 el músico grabó dos discos para el sello Island, en los cuales combinó con ritmos africanos varios estilos del pop moderno, como reggae, funk y jazz-rock. Los álbumes fueron producidos por Geoffrey Chung. En 1982 realizó una gira muy aclamada por Francia junto con el músico de jazz Don Cherry. Al año siguiente volvió a salir de gira, por Francia y otros países europeos, con un joven grupo integrado principalmente por africanos.

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En 1984 Dibango tomó la iniciativa para un proyecto de beneficencia a favor de la población hambrienta de Etiopía y otros países afectados. Su sencillo «Tam Tam Pour L’Éthiopie» fue grabado en colaboración con varios artistas africanos, entre ellos Salif Keita y Mory Kante. También formó parte de la formación neoyorquina Deadline, un proyecto de disco-jazz experimental de Bill Laswell. El propio Laswell le produjo Electric Africa (Celluloid, 1985).

A fines de los ochenta, el saxofonista hizo dos discos llamados Négropolitaines. El primero fue con una pequeña formación: dos guitarras acústicas, bajo y una pequeña batería. Otra vez al servicio de la melodía. Para el segundo volumen agregó una sección de cuerdas, pero siguió tocando standards africanos. «Wimoweh», «Independence Cha Cha», la obra de un sinnúmero de compositores que la gente no conoce.

En 1991 volvió a sorprender con Polysonik y Live ’91, y luego con Négropolitaines, vol. 2, con el cual ganó el premio Victoria de la Música en Francia. Los cuatro discos fueron realizaciones propias de bajo presupuesto. Esos proyectos no necesitaron a nadie que diera mucho dinero para una buena producción.

En su álbum Soul Makossa fue no sólo un precursor de la actual World music sino también del jazzdance. Hace años el músico sacó el CD Wakafrika (Fnac Music, 1994), el cual otorgó una forma actual a varios clásicos del pop africano. Piezas como «Pata Pata», «Soul Makossa» y «Jingo», interpretadas por las superestrellas Angelique Kidjo, Youssou N’dour, Peter Gabriel y Papa Wemba: nadie hubiera podido realizar mejor una idea semejante que Manu Dibango; nadie más en la década de los noventa trabajó tanto con las grandes estrellas zairenses de los años sesenta como con Bill Laswell, Sly & Robbie, Fania All Stars y una orquesta sinfónica francesa.

 

Wakafrika, el disco que mayor presencia le ha dado a nivel internacional, fue mezclado por Rod Beale, el mismo que se encargó de Thriller de Michael Jackson, y se dice que en aquel entonces hubo mano negra contra el camerunés. Al parecer Michael Jackson saqueó la música de Dibango sin mayores explicaciones (al igual que Rihanna a la postre, con un largo proceso judicial de por medio).

Aparte de «Soul Makossa», Wakafrika contiene otra composición de Manu Dibango, «Ça Va Chouia», de tintes árabes, derivada de los LP’s grabados por Manu en 1979 en Jamaica. Quiso incluir una pieza norafricana en el disco. Por eso optó por una canción que más o menos respetara el estilo, para de alguna manera representar a toda África con los nuevos sonidos. Continuó en ello hasta el día de su muerte a causa de Coronavirus el 24 de marzo del 2020.

Discografía mínima: Afrovision (Island, 1976), Home Made (Africam, 1979), Gone Clear (Island, 1980), Ambassador (Island, 1981), MBOA (Afrovision, 1982), Abele Dance (Celluloid, 1985), Afrijazzy (Soul Paris, 1986), Happy Reunion (Buda, 1989), Live ’91 (Soul Paris, 1991), Polysonik (Bird, 1991), Wakafrika (Fnac Music, 1994), CubAfrica (Mélodie, 1998), Manu Safari (Mélodie, 1999), Mboa’Su (Sony, 2001), African Soul (Mercury, 2001), Lion of Africa (2007), African Woodoo (2008), Past Present Future (2011).

 

 

*Capítulo del libro Jazz y Confines Por Venir. Comencé su realización cuando iba a iniciarse el siglo XXI, con afán de augur, más que nada. El tiempo se ha encargado de inscribir o no, a cada uno de los personajes señalados en él. Publico la serie basada en tal texto dentro del blog “Con los audífonos puestos”, bajo la categoría de “Jazz y Confines Por Venir”.

 

VIDEO SUGERIDO: Manu DIBANGO – La Javanese, YouTube (Manu DIBANGO)

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Jazz

y

Confines Por Venir

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Textos”

The Netherlands, 2021

 

 

 

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