BOB MARLEY (10)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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EL PODER DE LA PALABRA

(40 AÑOS RIP)

Sin duda, los Wailers originales tuvieron el grupo vocal más importante en toda la historia de Jamaica. No sólo debido a su capacidad musical, sino también a causa de la posición que ocuparon en la sociedad y a las experiencias colectivas que expresaron por medio de las canciones.

Éstas contenían su visión sobre la Jamaica del hombre negro pobre y reprimido, y su constancia en contra de vender las convicciones. La razón para la desintegración de los Wailers puede resumirse de  manera contundente: haber firmado contrato con una compañía disquera internacional que realizó una inversión y esperaba ganancias comerciales. Bob forjó su éxito mediante los viajes, sin importarle las molestias. Además, su decisión implicó otros sesgos: la rebeldía y el rastafarismo.

Resulta difícil aceptar la proyección comercial de las convicciones religiosas más básicas de un hombre. No obstante, Marley comprendió y supo salir adelante de esta imposición. Si un artista no quiere permanecer en el anonimato debe aceptar la realidad de las exigencias comerciales, resolviendo el qué y el cómo de ello de forma digna e inteligente.

Por otra parte, la posibilidad de morir los confronta con una realidad definitiva, cierta e inamovible. Los artistas comprometidos están muy conscientes de ello.  Las decisiones, por lo tanto, se forman en torno a esta aceptación como resultado de la expresión franca. Marley así tuvo que asumirlo para difundir su mensaje.

Los rastafaris (seguidores de la religión rasta) comprenden el fenómeno de la palabra, el sonido y el poder. Creen que el uso positivo de las palabras crea energía positiva y es posible que en ello se encuentre la base de la música reggae, la cual se utiliza como herramienta para «elevar al mundo» mediante vibraciones musicales positivas.

El nombre Jah Rastafari (la divinidad suprema de esta secta) ha cobrado familiaridad para muchas personas en el mundo occidental, no tanto debido al conocimiento sobre Haile Selassie (difunto rey etíope que para los seguidores rastas era la encarnación de su dios), sino al reggae.

El reggae tiene un ritmo hipnótico y conmovedor capaz de captar a una multitud a través de una fuente profunda y primaria, a la vez que la eleva a un estado etéreo de conciencia. El poder del reggae proviene de la fe de los músicos en Jah y del seguimiento que hagan de las enseñanzas de Haile Selassie.

Para los músicos rastas, el reggae es el don y la voz de Jah. El más importante divulgador de esta música fue Bob Marley. Él y los otros integrantes originales del grupo de los Wailers atendieron las enseñanzas de su mentor, el anciano músico rastafari Joe Higgs, y se convirtieron en los primeros en meter el nombre de Jah en la música.

Marley se erigió en el profeta por excelencia de la tercera ola del movimiento rastafari y en un embajador musical y político del Tercer Mundo. Llenas de una sabiduría de obsesiva antigüedad y de comprensiones dolorosamente contemporáneas, sus letras con frecuencia hablan de los mundos de Babilonia y de Sión, del infierno y maldad del primero y la perfección terrenal del último.

Él creía que los hijos de Sión serían despertados por medio de vibraciones musicales positivas, para aprender a trascender la destrucción de Babilonia. Al darse cuenta de la ineficacia de una confrontación directa con esta última (el Mal), Bob Marley planteó entonces su ira política contra las injusticias cotidianas practicadas en los negros a manos de los imperialistas ingleses que devastaron su país hasta la independencia de éste en 1962.

La mayoría de los temas del reggae expresan uno o dos pensamientos básicos repetidos una y otra vez hasta saturar por completo la conciencia del escucha. Algunos de estos pensamientos portan mensajes como el de Peter Tosh cuando cantaba: «Sin importar de dónde vengas, si eres negro eres africano».

Bob Marley recordaba constantemente a sus seguidores lo siguiente: «Levántense, álcense. Alcense por sus derechos»,  y afirmaba: «La verdad no se hace en la casa, es un lenguaje universal. Jah dio al hombre su vida para siempre. Al final todos los hombres cantarán la misma canción.  Quiero que la gente se reconozca en mi música». En una entrevista realizada poco antes de su muerte dijo: «Si Dios no me hubiera dado una canción para cantar, no tendría una qué cantar».

El estilo animado y carismático desplegado por este profeta musical en sus presentaciones se ha descrito de la siguiente manera: «Entre más se le escuchaba, más se comprendía que su música y mensaje llegaban del más allá, de una inspiración completamente espiritual. Sobre el escenario se movía dispuesto a ser un vehículo, a dejarse impulsar de un lado al otro con frenesí hipnótico y rítmico, como si lo gobernara una luz interior apuntada a divulgar en el exterior su mensaje de comprensión y justicia».

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LA SIGNIFICANCIA DEL VOCERO

El concierto de reggae para Bob Marley era como una misa rastafari ritualizada para la cual los músicos servían de altos sacerdotes. Normalmente, antes de comenzar el concierto, pronunciaba una bendición para Jah Rastafari, seguida de un momento de silencio. A continuación el público era barrido por un ataque frontal de ritmos que se prolongaba por horas.

Mientras el público bailaba, deshaciéndose de sus preocupaciones y tensiones, los músicos le infundían energía. El simbolismo de las letras a menudo se perdía en el frenesí de la gente, la densidad del acento jamaicano y el lenguaje inusual del Iyaric. No obstante, los acostumbrados a estos elementos característicos encontraban abrumadora la experiencia de la palabra, el sonido y el poder de la música. Se consideraba como una intensa aventura mística.

No es posible negar que el movimiento rastafari jamás hubiera logrado la popularidad mundial de que goza de no ser por este personaje, el cual siempre explicó su actuación de la siguiente manera: «Hay que tener cuidado con la canción que se canta. Si Babilonia viene a explotarnos, con ello sólo propiciará su propia caída. Si somos verdaderos hermanos, lo material no nos separará».

Marley lanzó sus mensajes simples de libertad, paz y comprensión humana a los corazones y las mentes de mucha gente en todo el mundo, sin importar su raza, creencias religiosas o intelectuales. Siempre anduvo sobre el estrecho filo entre los mundos de Jamaica y Babilonia; y sus triunfos y dilemas en última instancia reflejaron los del reggae en conjunto.

Su muerte significó una pérdida para tal mundo y del mundo en general, tan desesperanzado. Su figura alcanzó la inmortalidad mediante la palabra, el sonido y el poder de sus músicos. Su obra seguirá desempeñando un papel importante para mantener vivo el espíritu liberador en cualquier lugar del planeta donde se escuchen esas notas cargadas de ritmo y de intención.

El desarrollo histórico de la música jamaicana encontró su proceso más avanzado en las últimas décadas gracias al reggae y éste en su propagación a nivel mundial por parte de Bob Marley. El reggae debe su nacimiento al rhythm and blues afro-estadounidense, pero posteriormente llegó a expresar una identidad que se asociaría de manera específica con un lenguaje musical jamaicano neto.

Y su influencia es manifiesta en las formas actuales de la música popular de todo el orbe, con un sabor característico, y sus elementos esenciales han sido herramientas para la creación de nuevos estilos musicales.

La música jamaicana se ha desarrollado a tal grado que actualmente proporciona empleos a un número significativo de habitantes de la isla y contribuido de manera positiva a aliviar en algo la crisis sufrida por la economía de aquel país. Hay varias plantas de impresión de discos en su territorio que emplean un promedio de dos mil personas cada una en diversas actividades: desde obreros hasta vendedores, contadores, ingenieros, choferes, secretarias, etcétera. Esta industria, a su vez, ha creado la necesidad de discotecas, que también ofrecen fuentes de empleo.

Jamaica ha proscrito la importación de discos, y las principales compañías nacionales tienen la licencia de distribución de varias firmas estadounidenses como la Warner, Atlantic Records, CBS y ABC, entre otras. Dichos incentivos para la exportación han contribuido en grande a fomentar la industria del reggae, la cual produce decenas de millones de dólares al año, sin incluir las ventas internas y la piratería.

La música no sólo brinda beneficios a la economía jamaicana sino también la oportunidad a los músicos de proyectar en el exterior sus mensajes sociales contra la esclavitud y el colonialismo, así como la imagen de una nación envuelta en la lucha por sobrevivir, pese a que la violencia política aún impide todo progreso real y significativo.

El reggae, se ha significado en un importante rasgo político de la parte baja de la sociedad de ese país. El principal difusor de esta corriente, Bob Marley, murió en la plenitud de su carrera y de su vida; sin embargo, sus aportaciones sociales, culturales y musicales han prevalecido y su nombre legendario crece en importancia conforme pasan los años.

VIDEO SUGERIDO: Bob Marley And The Wailers – Get Up, Stand Up (Live At The Rainbow 4th June 1977), YouTube (Bob Marley)

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BOB MARLEY (6)

Por SERGIO MONSALVO C.

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 COMENZAR A VER CLARO

  (40 AÑOS RIP)

 En 1967, Aston «Family Man» Barrett (bajista), y su hermano menor, Carlton (baterista), fundaron una banda llamada los Hippy Boys, además de utilizar una serie de nombres diferentes, tales como Rhythm Force y Soul Mates. Pronto fueron descubiertos por Lee Perry, quien los usó como músicos de estudio.

Fue con Perry que los Wailing Wailers y los Barrett se conocieron formalmente en 1969. Aston asumió casi en el acto la función de director y arreglista del grupo, que obtuvo un fuerte sonido reggae con ritmo pop. Esta colaboración fue una de las más creativas y productivas de la vida artística de todos los involucrados.

En lugar de preocuparse por un solo tema la banda (que entonces acortó su nombre) amplió su campo de acción para incluir diversas ideas, a la vez que mantuvo su reputación  contestataria  fundamental.

El álbum resultante, Soul Rebel (del mismo año y editado luego en el Reino Unido como Rasta Revolution), contenía algunas composiciones excelentes, incluyendo la pieza del título, «400 Years» de Tosh y la respuesta de Marley al tema carcelario, «Duppy Conqueror». Bob comentó sobre esta pieza: «Lo que pasa es que un hombre expresa sentimientos oscuros y quien lo entiende, lo entiende… Con lo que tratamos nosotros es con la vida, no con la muerte. La vida. El que vea la luz y la reconozca vivirá».

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En 1971 los Wailers, acompañados por los Barrett, viajaron a Inglaterra a fin de reunirse con Marley, el cual se había adelantado con Nash y Simms para escribir la música para una película que protagonizaría Nash en Suecia. La cinta no salió nunca. Nash y Simms se desplazaron entonces a Londres para negociar un contrato con la CBS para el primero.

Los Wailers tenían la intención de realizar una gira por Inglaterra, pero fueron utilizados, en cambio, para grabar con el cantante. El acompañamiento de Nash en el álbum I Can See Clearly Now (1972) corre por cargo de ellos (incluso el exitoso sencillo desprendido de él “Stir It Up” es composición de Marley). Los integrantes del grupo se molestaron por esta forma de ser tratados.

El mismo año, Marley sacó un sencillo como solista para la CBS, «Reggae on Broadway». Sin embargo, la compañía no manifestó interés alguno en la promoción del disco y se debió a los esfuerzos del director de publicidad de Nash, Brent Clarke, que el sencillo finalmente vendiera 3 mil copias. Durante este periodo, los Wailers ensayaban en el sótano de Condor Music en Surrey y se alojaban en un hotel en Bayswater, el cual no les permitía cocinar ni conducirse de la manera que quisieran.

Brent Clarke, un joven promotor de Trinidad, el cual se involucró con el negocio de la música promoviendo bailes y conjuntos, conoció a Nash, Simms y Marley en el extinto Mr Bees Club en Peckham, al sur de Londres. Tras una larga conversación, Clarke aceptó la oferta de encargarse de la promoción de Nash.

Cuando éste logró su hit más grande, «I Can See Clearly Now», y después de recibir muchos reclamos por parte de los Wailers (quienes ya habían grabado para él cerca de 80 demos de canciones a lo largo de su contrato), Simms le sugirió a Clarke que dedicara todo su tiempo y energía al grupo.

Lo primero que hizo fue sacarlos de dicho hotel y conseguirles una pequeña casa de tres recámaras en Neasden. La medida sirvió para levantarles el ánimo. Comenzaron a atraer a  jóvenes músicos londinenses y asimismo se reunían con muchos amigos. Al salir el álbum de Nash, se supo que contenía varias composiciones de Marley. Fue el primer adelanto verdadero para Bob como individuo.

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BOB MARLEY (4)

Por SERGIO MONSALVO C.

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 EL ARRIBO DEL PROFETA

 (40 AÑOS RIP)

En los ghettos kingstonianos, donde el descontento estaba siempre presente, las ideas de nacionalistas negros como Marcus Garvey estaban cobrando impulso. La democracia social convencional no había mejorado la suerte de los que sufrían en dichas zonas.

El garveyrismo, cuya potencia creció bajo el influjo de la ideología sesentera del black power de los Estados Unidos, se combinó con la filosofía rastafari. Parecía ofrecer una alternativa viable a lo que amplios círculos de la población percibían como “el sistema corrupto de Babilonia”.

Dichas ideas fueron expresadas de manera fuerte por el reggae. Los ritmos lentos desarrollados inicialmente por Perry y otros resultaban ideales para trasmitir ese tipo de mensajes. Perry, a su vez, se había conectado con un grupo llamado The Wailing Wailers en 1969, el cual tenía como miembro integrante a Bob Marley y una buena trayectoria en la escena. Ambos dieron comienzo a una colaboración que resultó en todo un fenómeno.

A raíz de su asociación con Perry, el grupo  transformó su estilo. Aunque nunca se sabrá de quién partió la influencia, las grabaciones realizadas juntos constituyen un momento clave para todos los participantes y para la música jamaicana en general.

Cuando los hermanos Barrett se unieron al grupo en 1970, dicha transformación se consumó. Toda la historia anterior descrita había proporcionado los cimientos socio-musicales para el advenimiento de Marley.

A mediados de la década, los rasgos dominantes de la música de baile jamaicana moderna —sonideros, nuevas técnicas de estudio, productores dinámicos, el dub, DJ’s versátiles— estaban plenamente establecidos y seguirían sirviendo a la cultura local (hasta la fecha).

La contratación de Bob Marley y los Wailers por la Island Records en 1972 marcó el inicio del reconocimiento mundial para sus raíces musicales y el nacimiento de una nueva forma de reggae, orientada hacia el mercado internacional, mismo que se nutriría desde entonces de las aportaciones jamaicanas a la música del mundo en general.

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Robert Nesta Marley nació el 6 de abril de 1945 en el pueblo de Rhoden Hall, municipio de St. Ann, el mismo en el que había nacido el visionario político Marcus Garvey así como Burning Spear (Winston Rodney), hombre que consagró su vida a mantener vivas la memoria y la filosofía de Garvey.

Resulta sumamente significativo que estos tres hombres importantes se dedicaran, en grados diversos, a la libertad del hombre negro. La madre de Marley se llamaba Cedella Booker y para sobrevivir cantaba y cultivaba café, plátanos y tubérculos. Se dice que el padre de Marley (Novan Marley, según algunos) fue un capitán del ejército inglés, pero no existen datos biográficos fidedignos al respecto.

El propio Marley confesó que no lo había conocido. No obstante, en una ocasión afirmó que fue llevado a los bosques en Inglaterra, donde le fue mostrado un hombre blanco de barba con la información de que se trataba de su progenitor. No conversaron.

Cuando tenía nueve años, su madre se mudó con la familia —Bob, dos hermanos y una hermana– a Waltham Park en Kingston, entonces una zona miserable; y luego a Trench Town en 1957, donde Bob vivió la mayor parte de su adolescencia y vida como adulto.

Marley asistió a la preparatoria hasta los 16 años y luego trabajó como aprendiz de soldador. Cumplió de mala gana con tal aprendizaje, prefería pasar el tiempo con las pandillas callejeras. Así pasó la dura vida del ghetto kingstoniano. Vivió el mundo de la pobreza con su violencia, prostitución y narcotráfico, el cual convertiría después  en el tema más importante de su mensaje musical.

En este periodo (finales de los cincuenta) conoció al famoso Desmond Dekker, creador del tema “Isrealites”. Dekker lo animó a tocar la guitarra y a cantar. Grabó entonces un sencillo, «Judge Not», y a la postre otras melodías para Beverly’s Records, producidas por el hoy difunto Lesley Kong; una de ellas era «One Cup of Coffee» de Brook Benton. Su presentación a Kong fue facilitada por Jimmy Cliff, el cual ya era un artista popular.

Marley estaba logrando poco avance como cantante profesional y tenía la intención de formar un conjunto de doo-wop y r&b al estilo de los estadounidenses Drifters e Impressions, aconsejado por el cantante Joe Higgs, su mentor. Tanto Peter Tosh (Winston Hubert McIntosh) como Bunny Wailer (Neville 0’Riley Livingston) unieron sus fuerzas a Marley, a los que después se agregarían Junior Brathwaite, Beverley Kelso (también conocida como Cherry) y Alvin Paterson.

Bajo la dirección de Higgs, aprendieron fraseo, diapasón, control vocal, entonación, etcétera. Higgs formaba parte del veterano dúo de Higgs and Wilson.

En 1964, los Wailing Wailers, que así se hicieron llamar, realizaron una audición para la compañía Coxsone/Studio One. Cantaron tres piezas y se les dijo que regresaran dentro de tres meses. Estaban a punto de irse cuando Tosh afirmó que tenían otra canción, «Simmer Down», pero el resto de la banda objetó porque la composición aún no estaba terminada.

De cualquier forma, el productor Dodd les pidió que la cantaran y luego les indicó que volvieran al estudio unos días después para grabarla. La canción fue un éxito inmediato.

«Simmer Down» era un llamado a las pandillas del ghetto para que se pacificaran entre sí (la letra estaba llena de aforismos y jerga callejera), que se convirtió en número uno de las listas locales. El grupo fue apoyado instrumentalmente por los Skatalites, con los que tocaba el trombonista Rico Rodríguez.

Trabajaron así durante algunos años (1963-1967) con el productor «Sir Coxsone» (Clement Dodd), con el cual llevaron unos 20 sencillos a las listas nacionales, entre éstos los clásicos «Rude Boy», «Put It On» y «One Love». Otros hits incluyeron baladas de doo-wop, versiones ska de canciones estadounidenses como «Ten Commandments of Love» de Aaron Neville (de The Neville Brothers) y, en 1965, una serie de himnos a los Rude Boys de Kingston, así como una versión de «Like a Rolling Stone» de Bob Dylan.

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BOB MARLEY (3)

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RUDEZA NECESARIA

(40 AÑOS RIP)

El ska era una música rápida que había engendrado un estilo de baile vigoroso y extrovertido. Pero durante los primeros años de la década, ghettos como Trench Town, Greenwich Town y Riverton City estaban llenándose de jóvenes desempleados y sin oportunidades.

Esta juventud no compartía el optimismo general provocado por la independencia del país. Se sentía excluida y prefería un modo más frío de expresión. No bailaba el ska como todos los demás; sus movimientos eran más lentos y su postura más amenazadora, a pesar de la velocidad de la música.

En una sociedad que les negaba no sólo la identidad sino también la existencia, se refugiaban en el carácter grupal de los llamados a sí mismos Rude Boys (los “muchachos rudos»). Pertenecer a éstos era una forma de valer algo, aunque la sociedad en general insistiese en que no eran nadie.

Dichos jóvenes se relacionaron con el conocido «submundo”, un sector de la población que prácticamente vivía fuera de la ley y que siempre se ha sentido inclinado por la música de baile. De ese sector, muchos “muchachos rudos” pasaron a las pandillas manipuladas por los políticos locales y establecidas en distintos ghettos de Kingston. Sentían que dicha música los reconocía e incluso los celebraba. Los Wailing Wailers lanzaron en su momento varios temas con tal corte.

A su vez, la música misma empezó a enfriar el frenético brincoteo del ska. El bajo ya no ejecutaba su boogie, sino que empezó a fragmentarse en patrones más breves de notas. El tiempo débil aún estaba presente, sostenido por la guitarra y la batería; el guitarrista Lyn Taitt encabezó a quienes fijaron este patrón rítmico. Tal desarrollo musical representativo de los “muchachos rudos” derivó directamente en su versión comercial: el rock steady.

La fase del rock steady, promocionada por sonideros y productores como Dodd y Reid duró poco más de un año. La lección extraída de su efímero triunfo fue que no había éxito más grande que el de un ritmo nuevo. Por eso el cambio del rock steady al reggae fue doblemente importante.

Además de marcar el fin del dominio musical de Dodd y Reid, dio inicio a un periodo caracterizado por innovadores métodos de trabajo. La tecnología de los estudios estaba progresando al mismo tiempo. Antes de concluir los sesenta empezaron a operar con pistas múltiples.

Dicho cambio en la técnica de producción fue protagonizado por tres hombres: Edward «Bunny” Lee, Lee “Scratch” Perry y Osborne Raddock, conocido como King Tubby. Los tres habían trabajado para Dodd o Reid, como vendedores, promotores o productores.

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King Tubby, en especial,  había operado un sonido, el Home Town Hi‑Fi, que poseía efectos únicos de ecos, para manejar la oposición sonora. Cada uno de estos tres hombres habría de hacer una contribución significativa al desarrollo futuro de la música jamaicana y su influencia se sintió durante muchos años.

Los productores nuevos, como Lee y Perry, al juntarse con hombres como Clancy Eccles, empezaron a modificar el ritmo. Eccles afirma haber inventado la designación “reggae” para al nuevo ritmo y si bien parece apócrifa la anécdota -se supone que derivó el término de la designación callejera para una mujer fácil, streggae—, la música no tardó en establecerse.  Los principales productores de ska y rock steady -Dodd, Reid y Leslie Kong- al poco tiempo empezaron a copiar a sus antiguos empleados.

King Tubby, en su posición como técnico principal de Duke Reid, con regularidad había grabado acetatos (discos de cera blanda) destinados exclusivamente a su propio uso y el de otros pocos sonidos. Había descubierto que a los asistentes a los bailes les gustaba escuchar nuevas versiones de piezas de las que conocían la forma vocal completa.

Al omitir partes de la voz en un “dub plate”, el término local para dichos discos de acetato, efectivamente estaba creando una nueva “versión”.  Tubby observó también que el nuevo deejay (DJ) de su sonido, un hombre llamado Ewart Beckford y conocido como U Roy, había comenzado a responder a los sentimientos vocales de los cantantes con su propio estilo de cháchara extravagante, volviendo locos al público y a los bailarines.

Así, Tubby fue precursor del “dub” y del arte del DJ (con el espacio necesario para introducir sus propias letras). Formas que han penetrado en la música popular desde entonces.

El trabajo de Perry y de otros productores jamaicanos, como Leslie Kong, Bunny Lee, Harry Johnson y Clancy Eccles, tuvo un gran impacto en compradores ubicados fuera del mercado afrocaribeño normal.

Perry y las personas a su alrededor empezaron a restar velocidad al ritmo a comienzos de los setenta. En su versión más lenta, el reggae penetró en una bien definida segunda fase de desarrollo.

En el Reino Unido, extensos grupos de jóvenes blancos de la clase obrera se habían aficionado a la música jamaicana. Tal gusto ayudó a la creación de dos compañías nuevas en la Gran Bretaña durante esta época, con el fin de promover la música de la isla caribeña: Trojan, subsello fundado en 1968 por Chris Blackwell de Island Records, y  Pama, de los hermanos Palmer.

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BOB MARLEY (2)

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 NACIMIENTO DE UNA PROGRESIÓN

(40 AÑOS DE SU FALLECIMIENTO)

 A mediados de la década de los cincuenta, dos hombres que habrían de desempeñar un papel clave en el futuro de la música jamaicana se habían unido a las filas de los sonideros. Uno era Duke Reid y el otro Clement Seymour Dodd. Reid adoptó el apodo “Trojan” por el nombre del camión de plataforma Bedford Trojan que usaba para transportar el equipo.

Dodd, a su vez, bautizó su sonido como “Sir Coxsone Downbeat”, por el jugador de críquet Coxsone, originario de Yorkshire, del que era admirador. Durante la segunda mitad de la década, este par de personajes protagonizó una guerra musical que habría de alargarse hasta bien entrados los años sesenta.

Durante los cincuenta nació también la industria disquera local. Al comienzo de la década, un tal Stanley Motta registró en su estudio, con una grabadora primitiva, ejemplos de la versión jamaicana del calypso conocida como mento. En 1954, Ken Khouri fundó Federal Records, donde diariamente producía unos doscientos discos de goma laca de 78 revoluciones bajo licencia de los Estados Unidos, además de unas cuantas grabaciones locales. El negocio prosperó y al poco tiempo Khouri instaló una fábrica de prensar que empleaba a más de cincuenta obreros.

En 1958, Edward Seaga, a la postre líder del Partido Laborista Jamaicano y elegido primer ministro en 1980, fundó una compañía llamada WIRL (West Indies Records Limited), la cual empezó a producir los discos grabados por intérpretes locales como Joe Higgs y Roy Wilson.

En ese mismo año, Chris Blackwell (también oriundo de Jamaica) grabó al cantante Laurel Aitken, con una pieza llamada “Boogie in My Bones”. Fue un hit número uno en el país. Al año siguiente, Duke Reid realizó su primera sesión de grabaciones y Clement Dodd también hizo lo suyo. Al inicio de los sesenta, otros productores empezaron a entrar al negocio. Derrick Morgan con la disquera Hi‑Lite y Cecil Campbell, que adoptó el nombre profesional de Prince Buster, con The Voice of the People.

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Por esa época, en los Estados Unidos casi concluía la transformación del rhythm and blues negro en el rock and roll blanco. Los productores jamaicanos de discos que enfrentaban esta situación simplemente hacían sus propias copias del rhythm and blues, idénticas al modelo estadounidense.

Buster cambió todo eso. Sabía que era necesario algo nuevo, de modo que indicó a su guitarrista Jah Jerry que en cada compás pusiera el énfasis no en el tiempo fuerte sino en el débil. Las ramificaciones de esta innovación se han prolongado hasta la fecha, puesto que, de una manera u otra, esta acentuación sigue siendo la síncopa jamaicana esencial. Dicho sonido se erigió en un ingrediente clave del naciente género musical exclusivo de Jamaica que se conocería como “ska”.

Prince Buster negoció un contrato con Melodisc Records en Inglaterra, que editaba sus producciones en el sello Blue Beat. Ahí competían con la compañía Island, fundada en 1962 por Chris Blackwell (quien se había mudado a Londres), y con R&B de Rita y Benny King, en ventas y en el esfuerzo por acaparar la atención del que entonces era el más grande mercado para la música jamaicana.

Dicho mercado extranjero era de suma importancia. Los discos del país caribeño se vendían muy bien en la Gran Bretaña, donde cautivaron el oído de toda una generación de jóvenes blancos de la clase obrera, los «modernistas», según ellos mismos se llamaban. Los discos eran tocados en clubes y en los bailes masivos de sonidos conocidos como “blues”.

Al comienzo de los sesenta, los bailes de “blues” se realizaban cada fin de semana en las zonas de población jamaicana de todas las grandes ciudades inglesas. Un nuevo ingrediente anunció así su llegada a la cultura británica. Es posible medir la profunda penetración del ska en su adoptada cultura anfitriona, por el hecho de que a mediados de la década existían clubes especializados en el género en lugares tan apartados el uno del otro como Lancashire y en la costa meridional de Kent.

En términos de música popular, dicha penetración se reflejó en las ventas multimillonarias de la pieza «My Boy Lollipop” de Millie Small, por ejemplo, con su tibia aproximación al ska (tiempo después sucedería lo mismo con la versión de los Bad Manners).

En la propia Jamaica hubo un diluvio de discos entre los años 1962 y 1966.  Durante este periodo, Bob Marley hizo sus primeras grabaciones, en un inicio como solista para el empresario chino‑jamaiquino Leslie Kong, pero de manera más importante desde 1963 para Coxsone, como integrante de los Wailing Wailers. Éste era uno solo de los muchos grupos vocales que existían en ese momento. Competían con The Maytals, Justin Hinds and The Dominoes, The Clarendonians, The Charmers y un sinnúmero más. Al panorama general había llegado la música del ghetto.

Sin embargo, aún debía luchar por obtener el reconocimiento de la élite dominante de Jamaica. Ésta prefería los sonidos más pulidos de la orquesta de Byron Lee, que realizaba giras constantes por la isla y de manera regular también por otros lugares del Caribe. En 1964 intentó, con poco tino, popularizar el ska en los Estados Unidos: lo redujo a fórmulas y dio un tratamiento comercial al baile con la intención de despertar una moda parecida a la del twist.  No obstante, el proyecto fracasó.

Otros hombres talentosos como Lee Perry, también producían en el estudio de Coxsone, quien proporcionaba a la música la infraestructura necesaria y se basaba en su gusto para seleccionar las grabaciones a lanzar.  Dueño de tres equipos de sonido activos durante los sesenta, Coxsone impuso su dominio hasta mediados de la década. Sin embargo, ya se anunciaba el cambio.

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TALKIN’ BLUES

Por SERGIO MONSALVO C.

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 (BOB MARLEY & THE WAILERS)

 Sly Stone tuvo razón al preocuparse. Por mucho que su grupo (Sly & The Family Stone) se sublimara para su gira de 1973 por el sudoeste de los Estados Unidos, «If You Want Me to Stay», simplemente no le hacía sombra al cautivador fuego del reggae encendido por los teloneros con su «Slave Driver» y «Get Up, Stand Up».

Por lo tanto, tras sólo cuatro conciertos, Sly despidió a Bob Marley and the Wailers de la primera gira intentada por el conjunto jamaicano por los Estados Unidos.

 Talkin’ Blues, un documento pleno de maravillosa intimidad de la capacidad desarrollada por los Wailers a mediados de los años setenta, contiene siete tracks de un concierto transmitido por radio en 1973 (en la estación: KSAN-FM de San Francisco) después de la separación de los Wailers en tal gira con la Family Stone.

El alineamiento incluía a los mejores guerreros del camino de los Wailers: Bob Marley, Peter Tosh, el tecladista Earl «Wire» Lindo, el baterista Carlton Barrett y el bajista Aston «Family Man» Barrett, además del mentor del grupo, Joe Higgs, cuyo acompañamiento en la voz y las congas llenaba el hueco dejado por Bunny Livingston (cuya aversión a los viajes lo retuvo en Kingston).

Todas las selecciones del grupo, con sus nuevos arreglos e intercalándose los comentarios extraídos de una entrevista de 1975 con el propio Marley, resultan toda una revelación.

Nada iguala esta interpretación de Marley en cuanto a despreocupación; su inspirada y melódica intervención cuenta con el contrapunto agresivo de Tosh en una versión inolvidablemente apasionada de «Burnin’ and Lootin'», en tanto que las congas al estilo de Niyabingi de Higgs entretejen un audaz tatuaje con la aportación de Lindo y el pasaje rítmico de los Barrett en «Rastaman Chant».

Otros puntos que destacan en estas grabaciones de KSAN son una nueva versión de «Walk the Proud Land» (un relato sobre unos fugitivos rude boys intitulado «Keep On Moving» después de haber aparecido en el L.P. Soul Revolution de 1970) y una mordaz interpretación de «You Can’t Blame the Youth» de Tosh.

Las canciones se intercalan con las reflexiones habladas de Bob acerca de la historia temprana y la desintegración de los Wailers. Es fascinante escuchar el relato de Marley acerca de la evolución de la banda desde un grupo de vocalistas consagrado al ska, con dos cantantes de acompañamiento (Beverly Kelso, Cherry Smith), hasta un conjunto de reggae de verdad.

Asimismo, como sus impresiones tristes acerca de la discreta separación de Livingston («Bunny tiene otros planes, dice que no quiere hacer giras, puedo aceptarlo») y los pretextos de Tosh para abandonarlos (“Peter dice:  ‘…es algo financiero’; yo no lo entiendo”).

El resto de las piezas de Talkin’ Blues son grabaciones auxiliares o material inédito de las sesiones hechas en 1974 para los L.P.s Natty Dread y Live! (1975), en el Lyceum Ballroom de Londres.

A los fans les encantará la conversación improvisada acerca de las habilidades de Marley como flautista, antes de una muy prendida versión de «Bend Down Low».

Sin embargo, el momento culminante de Talkin’ Blues es «Am-A-Do». Marley coquetea descaradamente con las I-Threes al fundir unos riffs à la James Brown con el estilo de la Family Stone para crear un pegajoso ejemplo de ritmo caribeño.

El álbum termina con una versión inédita de «I Shot the Sheriff», extraída del primero de dos conciertos en el Lyceum. Esta versión es más rocanrolera y dura que la de la segunda noche que se aprecia en Live! y se erige en una exaltada despedida de Robert Nesta Marley y de los Wailers: “¡Dios los bendiga a todos, hasta que los volvamos a ver!”

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Tornamesa

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Por SERGIO MONSALVO C.

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PULSOR DEL TERCER MUNDO

(40 AÑOS DE SU FALLECIMIENTO)

Todo cambió en el planeta tras la Segunda Guerra Mundial. La posguerra aceleró el desmoronamiento del imperio británico, que se hallaba en proceso de desintegración desde antes del conflicto. Ante la presión ejercida por los pueblos colonizados, Inglaterra empezó a conceder la independencia a sus antiguos dominios.

En 1962 tuvo inicio el autogobierno en Jamaica —uno de aquellos dominios—, aunque el país no abandonó la Commonwealth. La cultura popular jamaicana, y de manera particular la música, reflejó estos cambios. En el mismo año nació un nuevo género, el ska, para expresar las aspiraciones de los recién liberados.

Tal fue el contexto en el que creció y maduró el joven Bob Marley. En su caso, dicho proceso de independencia culminó de manera imponente: llevó sus canciones al mundo entero. Marley fue, sin duda alguna, un artista dotado y consciente, dueño de un talento que le permitía traducir los hechos particulares de la existencia en el ghetto jamaicano a términos de significación universal.

Para muchos es el representante por excelencia de la música de aquel país caribeño. Y el que con su andar abrió las puertas del Tercer Mundo al mercado internacional del disco.

Dicho contexto dentro del cual Marley prosperó es una historia fascinante y excepcional, puesto que sin su amplio panorama aquél no hubiera alcanzado el merecido prestigio del que goza. Una parte de esta historia trata de la capacidad de un pueblo para transformar un fenómeno cultural llegado del extranjero en algo único y completamente suyo.

Desde 1945,Jamaica adoptó y adaptó géneros musicales populares de los Estados Unidos —swing, bebop, rhythm and blues y soul—, poniéndolos al servicio de sus propios fines. Sin embargo, lo más importante es que esa apropiación cultural haya resultado en un paisaje musical de alcances y profundidades asombrosas y de gran emotividad.

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Al finalizar la Segunda Guerra Mundial existían muchos grupos de swing en Jamaica. El más destacado era el de Eric Dean, del que formaban parte músicos como el trombonista Don Drummond y el guitarrista Ernest Ranglin. Tales conjuntos amenizaban los bailes a lo largo de toda la isla. 

Su repertorio se basaba principalmente en el de artistas estadounidenses como Count Basie, Erskine Hawkins, Duke Ellington, Glenn Miller y Woody Herman. Grupos como el de Dean atraían a multitudes de bailarines ansiosos de entregarse toda la noche al baile del jitter‑bug.

Sin embargo, ocurrieron cambios en los Estados Unidos. En 1950, la big band era rebasada por agrupaciones nuevas, pequeñas y que producían sonidos más modernos y duros, como el bebop y el rhythm and blues. Dicha música se popularizó con rapidez; era dinámica y se le percibían las ganas por desarrollarse y encajaba perfectamente con el sentir de la posguerra.

Los jamaicanos se contagiaron con el nuevo estado de ánimo al viajar muchos de ellos a la Unión Americana como braceros y regresar con las novedades culturales. Los “sonideros”, dueños de grandes y potentes sistemas de sonido, dieron inicio a un nuevo fenómeno social de repercusiones tanto presentes como a futuro: empezaron a tocar la nueva música interpretada por los grupos locales.

Este tipo de sonideros trabajaba en los bailes multitudinarios de los diferentes ghettos de Kingston, la capital, además de llevar la música a las zonas rurales. Kingston crecía debido a la emigración de la gente del campo, deseosa de participar en el nuevo estilo de vida de posguerra, el cual incluía bailar al compás del rhythm and blues estadounidense en los grandes bailes realizados en los espacios abiertos llamados «lawns” o “prados” en el centro comercial de la ciudad.

Uno de dichos lugares era el Liberty Hall, símbolo popular y antigua casa del luchador social Marcus Garvey, cuyo ideario tendría gran influencia en los siguientes años.

Los bailes de los sonideros no tardaron en dominar la vida musical del país. Para aquellos que no poseían ni un aparato de radio era la única manera de disfrutar el nuevo rhythm and blues. Para los empresarios desde luego resultaba más económico contratar a un sonido que a una docena de músicos: no tomaba descansos, no era necesario alimentarlo ni se acababa todo el ron blanco. Los bailes se erigieron entonces en arenas sociales en las que entraban en juego todo tipo de estilos, música, baile y modas.

La dieta musical de los sonidos era el rhythm and blues agresivo e intenso de los grupos pequeños de la Unión Americana: los discos de Wynonie Harris y James Wayne, por ejemplo; el estilo Nueva Orleáns de músicos como Smiley Lewis y el joven Fats Domino. En Jamaica sus canciones emularon el éxito obtenido en la tierra del Tío Sam. Los sonidos se convirtieron en aparadores para el nuevo blues estadounidense.

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PUNK / 7

Por  SERGIO MONSALVO C.

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 CABEZAS (DE CHORLITO) RAPADAS

Los punks combatieron al rock establecido y le dieron la vuelta sobre sí mismo, como un calcetín. Expusieron sus respuestas fáciles a preguntas falsas y crearon la necesidad de enfrentar con recelo toda la cultura popular creada de manera vertical.

Las ideas acerca de cómo llegar de un sitio a otro en la música fueron suspendidas y reacuñadas. Por los punks hubo que preguntarse: ¿Puede juzgarse al rock por su apariencia? ¿Cuál es la relación entre la manipulación y la inocencia? ¿Entre la anarquía y el capitalismo? ¿Qué sucede cuando se separa al rock de la política? ¿Qué pasa cuando se juntan? ¿Son regresivos tanto el interés por la técnica como el primitivismo autolimitante?

En el caso de los punks, el diálogo entre la juventud negra y la juventud blanca inglesa asumió una forma explícita, como quedó probado por el apoyo que muchos de ellos dieron a la campaña “Rock contra el racismo”. Los punks bailaron al son del reggae, emularon los estilos de los negros y se descubrieron a sí mismos, al igual que los negros, excluidos de la cultura británica dominante.

El punk se opuso al creciente racismo en la Gran Bretaña del Frente Nacional neonazi. Se alineó con los jamaicanos londinenses y buscó justificación, estrategia, sabiduría y valor en el reggae. Lo que el punk extrajo de éste y sus soberanos rastafaris fue la idea de la autodeterminación dentro de una patria percibida como prisión, así como el concepto paradójico de la guerra de clases definido en términos totalmente culturales.

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Es decir, una lucha que presentaría a los sustentadores del poder peticiones que ningún gobierno podría cumplir jamás. Era estoica y mesiánica al mismo tiempo. Y así, de hecho, no podía ser revolucionaria, pero sí completamente subversiva y desprovista de un objetivo concreto. Los veneros del reggae en el fondo eran religiosos y no existía el África mítica que el punk pudiera buscar como imagen de la redención. Y Johnny Rotten agregó una contradicción propia a ese conjunto de contradicciones: el nihilismo.

El intento punk por expresar afinidades con la cultura rasta y el reggae mediante la subversión de símbolos del nacionalismo (el uso iconoclasta de la bandera inglesa y de la imagen de la reina por los Sex Pistols, por ejemplo), así como el trazado de paralelismos entre el racismo y la miseria de los blancos desposeídos en una canción como “White Riot” (de Clash), contuvieron ambigüedades que resultaron susceptibles de la manipulación fascista.

Tales contradicciones no eran tan sorprendentes, dado que el punk nació de la misma crisis social y económica que produjo el surgimiento de la actividad del ala derecha nacionalista británica. La impotencia, el deseo de impactar y los sentimientos iracundos ante el Estado y la presunción institucional, expresados por el colectivo punk más ligado a la clase trabajadora, fueron precisamente los mismos motivos y sentimientos que empujaron a otros jóvenes blancos marginados y sin empleo hacia el basurero del racismo organizado: los skinheads.

 VIDEO SUGERIDO: The Clash – White Riot (Official Video), YouTube (THE CLASH)

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DUB

Por SERGIO MONSALVO C.

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 LA LENGUA DEL BAJO

Toda corriente musical necesita del soporte social y tecnológico para convertirse en un movimiento cultural, y los fundamentos históricos y artísticos para erigirse como género de trascendencia. El ejemplo del dub es uno de los más importantes con ese desarrollo.

Lo que inició como una corriente local jamaicana se ha extendido por doquier, lo mismo en el continente europeo que en África o Japón, aunque Kingston, Londres y Nueva York sean sus capitales más sobresalientes. Su influencia sobre la música popular del mundo es innegable. Todo grupo involucrado con los sonidos contemporáneos requiere de una versión dub en los acetatos de 12 y 7 pulgadas o en el lanzamiento de sus sencillos (singles).

Antes de su independencia de Inglaterra la música que predominaba en Jamaica era de origen foráneo: el mento (remedo del calypso trinitario) y el rhythm and blues (de Estados Unidos). Tras su liberación en 1962 hubo una serie de expresiones originales que se sucedieron de manera rápida y enriquecieron las arcas musicales de aquel país: el ska, el rock steady y el reggae.

Las cuales expusieron la manera de sentir y la problemática que se vivía como nación independiente. La emigración hacia los Estados Unidos y la Gran Bretaña y la inmigración con destino a Kingston, la capital, por parte de la población rural en busca de mejores condiciones de vida, creó distintos modos de manifestar el descontento por la falta de opciones. Los ghettos comenzaron a crecer a orillas de la ciudad, lo mismo que la ira por la miseria que los condicionaba.

Esto hizo que los jóvenes se agruparan en pandillas, conocidas como rude boys, que vivían al margen de la ley y eran botín tanto político para diversos líderes, como para los negocios de los narcotraficantes. Las batallas por estas cuestiones atrajeron mucha violencia y muerte, incluso la de infinidad de músicos.

La única diversión que se tenía en dichos ghettos eran los bailes populares a cargo de los sonideros ambulantes, que con sus grandes equipos ponían a bailar a las comunidades. Con el tiempo estos productores introdujeron nuevos métodos de trabajo y formas de tecnología que les permitieron convertirse en productores y promotores de grupos y cantantes. El clímax de un primer desarrollo de la música autóctona se dio con Bob Marley. El reggae se dio a conocer como una aportación genérica del Tercer Mundo al resto del planeta.

Tras la muerte de Marley (a causa del cáncer en 1981), se vio que las cimientes musicales de Jamaica eran fuertes. A pesar de tal pérdida el caldero siguió bullendo. La vida en las zonas paupérrimas se hizo cada vez más peligrosa, pero la creatividad musical no cesó, ni cuando el gobierno impuso severas sentencias contra la posesión de armas y reuniones multitudinarias.

En los ghettos –Trenchtown, Greenwich Town y River City—vivían miles de jóvenes desempleados, excluidos no sólo de la identidad sino de la existencia misma. Para muchos de ellos la música representaba la única oportunidad de salir de la pobreza. Para su consuelo, los sonideros siempre necesitaron de nuevos exponentes, así que asimilaron a músicos y cantantes que supieran las necesidades y los lenguajes de ese sector social. Se convirtieron en la voz de los marginados.

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Los sonideros, devenidos en productores de discos, comenzaron a modificar los ritmos y a realizar contribuciones significativas para el desarrollo musical. De entre sus filas surgió Osborne Raddock, conocido como King Tubby, egresado de las filas del reggae y que luego se convirtió en el ingeniero principal de varios estudios de grabación, para finalmente llegar al puesto de productor independiente.

Él operaba con la novedad de las pistas múltiples, efectos únicos de eco, retroalimentación y distorsión. Grabó acetatos (discos de cera blanda) para su uso exclusivo como sonidero y con ello descubrió que a los asistentes a los bailes les gustaba escuchar nuevas versiones de piezas conocidas de reggae, con modos verbales distintos. Omitía parte de la voz original y la sustituía con otra con la misma base musical. Creó de tal suerte una fórmula distinta para escuchar lo conocido.

Para ello agregó un deejay (DJ) que cumpliera en vivo con un parloteo extravagante y agudo sobre la situación política y las condiciones de vida e hiciera contrapunto a la voz grabada. De esta manera Tubby fundó una nueva corriente: el dub y con él al toast (arte estilístico del DJ). Ambas cosas han penetrado en la música popular desde entonces bajo la forma del remix y del rap.

Fragmentó el ritmo del bajo en patrones breves de notas (en oposición al ska), le aumentó el volumen y lo instauró además como el instrumento principal, además de emplear los retardos electrónicos o eliminar algunos compases de la guitarra. Tubby y el dub proporcionaron a los DJs el espacio necesario para crear sus propias letras. A partir de ahí el fenómeno experimentó un crecimiento insospechado en el mundo entero y año con año aparecen generaciones de ellos en diversas modalidades.

El movimiento se convirtió en género cuando trascendió la isla y llegó a las calles de las principales urbes del planeta; cuando el hip hop mostró su influencia en los dub plates (discos donde se efectúa un remix); cuando se volvió hacia las raíces rítmicas africanas como las de los tambores burru, etu, pocomania y kumina, al igual que hacia la tecnología más avanzada como el teclado digital y la máquina de ritmos, todo mezclado con el hip hop estadounidense; cuando empezó a llamarse ragga (por raggamuffin: andrajoso) y hablar con dureza extrema de la realidad que vive el pueblo, así como de la cultura del ghetto y de la calle.

Pero sobre todo trascendió como género cuando este cúmulo de fenómenos sociales creó a sus propios poetas con la llamada dub poetry, artistas que improvisaban sus discursos sobre un fondo instrumental de reggae o ragga, donde el sonido del bajo prevalece y está provisto de ecos y resonancias, lo cual resulta en un efecto psicodélico e intoxicado que los toasters usan en ámbitos como el house, el drum’n’bass y el lounge, para lanzar sus manifiestos.

Dub es un término proveniente del idioma inglés que originalmente (entre lo siglos XVII y XIX) significaba abrir o ampliar algo. En la actualidad en el aspecto literario implica agregar a la voz principal toda clase de elementos ambientales, para crear una atmósfera determinada que exponga situaciones de carácter social, sobre todo.

Los poetas del dub están encabezados por los negroingleses Linton Kwesi Johnson y Benjamin Zephaniah y los jamaicanos Mutabaruka y Michael Smith (asesinado en un incidente político).

Hoy los académicos y críticos literarios tanto de Europa como de los Estados Unidos dan énfasis en sus cursos universitarios al contenido poético de la dub poetry, que tiene como textos emblemáticos “Dis Poem” de Mutabaruka y “Five Nights of Bleeding” de Kwesi Johnson, así como los escritos de la realidad bruta que interpreta con raggamuffin el DJ YasusAfari, que muestra los derroteros vanguardistas que puede tomar la poesía dub en el futuro. Para todos los estudiosos en indudable la importancia de la poesía dub como espejo de una circunstancia tercermundista y como destacado ejemplo en la historia de la literatura oral negra del Caribe.

VIDEO SUGERIDO: Linton Kwesi Johnson – Sonny’s Lettah, YouTube (Rene Zwaap)

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