LOS OLVIDADOS: NICKY HOPKINS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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LAS TECLAS NECESARIAS

 

El blues forma una parte importantísima de la ecuación de la música de nuestro tiempo. Aportó al rock muchas de sus preocupaciones líricas y de su estilo musical. El impacto del género es más evidente en las fijaciones de la cultura rocanrolera, cuyos representantes trataron de cooptarlo en su totalidad y fueron juzgados críticamente de acuerdo con su capacidad o incapacidad para hacerlo.

En la Inglaterra de comienzos de los años sesenta John Mayall, Alexis Korner y Cyril Davies organizaron verdaderos seminarios en el arte bluesero; lograron resultados duraderos tanto en forma de sus proyectos continuos –los Bluesbreakers, Blues Incorporated y His All Stars, respectivamente– como con referencia a todo lo engendrado por ellos, incluyendo a los Yardbirds, los Animals y los Rolling Stones y un sinfín de grupos y músicos destacados.

Asimismo, se trató de conocer personalmente y actuando a muchos de los artistas originales del género, como Fred McDowell, John Hurt, Furry Lewis, Mance Lipscomb, Willie Dixon, Sonny Boy Williams, Muddy Waters, etcétera. Rescatados para la ocasión, se esperaba siempre de ellos la Revelación auténtica.

Muddy Waters recordaba lo siguiente: «Cuando fui a Inglaterra por primera vez –en 1958, año en que tocó con Chris Barber, Alexis Korner y Cyril Davies– inicié verdaderamente al país en el blues amplificado eléctricamente.  Muchos fans me preguntaron por qué no tocaba la guitarra acústica y les prometí llevar una en la siguiente ocasión, lo que por otra parte hice.

“Para la época de mi segunda visita, a comienzos de los sesenta, todos los grupos de blues ingleses tocaban ya con amplificación y con un feeling increíble. Recuerdo que en uno de los conciertos que hice con Cyril Davies y su banda His All Stars me llamó mucho la atención la forma de tocar de uno de ellos:  ‘Oye, Cyril –le dije–, ¿quién es el hombre del piano?’  Davies volteó y me dijo: ‘Se llama Nicky Hopkins y tiene 17 años.'»

Dicha forma de asimilación desapareció a ratos, pero nunca por mucho tiempo. En 1968, los Rolling Stones también habían absorbido y abandonado el blues, disponiéndose a inventarlo nuevo del todo. Para el fin incluyeron blues «auténticos» en sus mejores álbumes hasta la fecha: Beggars Banquet, Let It Bleed, Sticky Fingers, Exile on Main Street, Goat’s Head Soup e It’s Only Rock ‘n’ Roll (además de la famosa sesión Jammin’ with Edward).

En todos ellos y otros posteriores los acompañó tanto en el estudio como en sus presentaciones en vivo el mismo Nicky Hopkins. Desde sus comienzos los Rolling Stones acogieron acompañantes encargados de tocar en el estudio o en público un tema de órgano, piano o de algún otro instrumento que los miembros oficiales del grupo no utilizaban por sí mismos: Ry Cooder, Billy Preston, Bobby Keys, Jim Price, Ian Stewart y Nicky Hopkins, entre los más destacados.

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Su intervención afectó definitivamente la expresión musical del grupo, según las modalidades que éste había establecido per se. De todos ellos, los constantes y omnipresentes fueron Ian Stewart y Nicky Hopkins en los teclados. Stewart murió en 1985 y Hopkins en 1994, terminando así una estrecha relación de más de tres décadas.

Hoy, muchos de los mejores intérpretes del blues inglés han muerto, entre ellos Alexis Korner, Cyril Davies, Nicky Hopkins, los tres curiosamente sin recibir mayor atención de las agencias noticiosas internacionales.

Nicky falleció un 6 de septiembre en Nashville, Tennessee, aquejado por problemas cardiacos y abdominales. Contaba con 50 años de edad. Este pianista, cantante y compositor nació en Inglaterra el 24 de febrero de 1944.  Recibió una educación clásica en el piano, pero sus instintos lo llevaron hacia el blues, género en el que debutó con la banda de Cyril Davies y con la cual se mantuvo hasta la muerte de éste.

A la postre se integró al Jeff Beck Group, junto con Rod Stewart. También fue miembro de Quicksilver Messenger Service y Sweet Thursday, hasta ser llamado por los Rolling Stones como sesionista y tecladista durante las giras.

Durante su extensa carrera musical colaboró con infinidad de grupos y solistas en diversas grabaciones: Beatles, Jefferson Airplane, Steve Miller Band, Lord Sutch, The Who, John Lennon, New Riders of the Purple Sage, Nilsson, Carly Simon, Donovan, George Harrison, Marc Almond, Joe Cocker, Peter Frampton y Rod Stewart, entre muchos otros.

A pesar de tamaña lista, a mí no me cabe la menor duda de que su mejor trabajo lo realizó con los Rolling Stones, y como ejemplo escúchese con atención su labor en los teclados de piezas como «Rocks Off», «Rip This Joint», «Tumblin’ Dice», «Sweet Virginia», «Torn and Frayed» o «Loving Cup», en esa obra maestra llamada Exile on Main Street.

VIDEO SUGERIDO: “ANGIE” performed by Nicky Hopkins, Charlie Watts, Bill Wyman, YouTube (Mark Korvin Slugocki)

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BABEL XXI-623

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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PATTI SMITH

EL ARTE DEL ROCK (III)

 

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://www.babelxxi.com/623-patti-smith-el-arte-del-rock-iii/

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SONORIDADES: NOSFERATU

Por SERGIO MONSALVO C.

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Los músicos de nuestro tiempo no cesan en su tarea de acomodar la práctica musical a una búsqueda imparable de adecuaciones culturales interconectadas. La experimentación sonora adquiere, en este contexto, un nuevo significado: no es mera indagación expresiva, sino persecución de horizontes distintos, exigentes y resolutivos.

Tras una discografía de casi una veintena de títulos, la misión musical del grupo Art Zoyd aparece como el determinante fundamental de una figura artística contemporánea, que lejos de sensiblerías románticas es consciente de las múltiples posibilidades que ofrece la época, donde los discursos y la tecnología se cruzan inmisericordemente, pero donde también la dimensión musical asciende de manera portentosa hacia constelaciones artísticas y humanas, con pretensiones tan renovadas como habitables de actualidad.

El grupo Art Zoyd se fundó en Francia hacia finales de los años sesenta. Desde ahí hasta mediados de la década siguiente fueron intérpretes del hard rock experimental con Rocco Fernándes al frente. Sin embargo, con el acercamiento a sus coetáneos de Magma, se involucraron en el free jazz, el rock progresivo, el avant-garde electrónico y la música contemporánea. En esta línea los integrantes que luego se agregaron (y a la postre permanentes) Thierry Zaboitzeff y Gérard Hourbette se erigieron en sus compositores.

Involucrados en el movimiento Rock in Opposition (liderado por Henry Cow), enfocaron su existencia definitivamente dentro de la música electrónica fusionada y con el objetivo de crear obras para el cine, el ballet y en alianza con otras artes alternativas como la opereta cibernética, el oratorio electrónico, los performances y el videoarte.

El Rock in Opposition (RIO) había nacido como respuesta artística contra los tejemanejes de la industria musical, que sólo quería desarrollar el aspecto comercial y no el creativo de la música experimental, además de otras restricciones.

En torno a ello se reunió un grupo considerable de bandas (francesas en principio, pero a las que se unieron de otros lugares de Europa y Asia) para crear sin presiones, en libertad, bajo sus propios conceptos, tiempos y diversidades. Para ello fundaron su propio sello discográfico, Recommended Records, que grabó a la mayoría de ellos.

El hilo estilístico bajo el que se sostenía el movimiento era el zehul, fue un producto imaginario de Christian Vander (baterista y líder de Magma), el cual era musicalmente una fusión del free jazz de John Coltrane, el experimentalismo de Frank Zappa y el clasicismo de Igor Stravinsky. Aunque cada banda tenía sus particulares referencias en esos sentidos.

En lo conceptual el zehul era un término procedente del kobaïano, un lenguaje inventado por Vander, que significa “celestial” y designa a “una especie de memoria cósmica en relación con el universo, la cual habría registrado todos los sonidos existentes en las profundidades de nuestro espíritu. En el momento en que uno lograra desprenderse de toda forma musical humana, esta memoria se activaría para establecer una correspondencia con el universo entero”.

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En Art Zoyd, Gérard Houbette asumió la dirección artística desde esta perspectiva y buscó la asociación del grupo con compositores, intérpretes y performers emergentes de la música contemporánea francesa (como Kasper T. Toeplitz, Patricia Dallio, Carl Faria o André Serre-Milan, entre otros).

Para ello armaron su propio estudio de creación musical en Valenciennes, donde trabajaban (y trabajan) con tales compositores en la producción e investigación sonora, lo cual derivó también en la enseñanza pedagógica (básicamente clases de electroacústica).

VIDEO SUGERIDO: Art Zoyd L’Agent Renfield, YouTube (german Antonio Godoy huaiquimir

Desde su integración en tal escena Art Zoyd ha lanzado hasta la fecha casi dos decenas de álbumes con trabajos en diversas materias, comenzando con el debut Symphonie pour le jour où brûleront les cités (de 1976) hasta  Eyecatcher / Man with a movie camera (del 2011) fundamentado en un film del cineasta Dziga Vertov.

No obstante, su labor con el cine expresionista alemán desde Nosferatu y Faust (de Murnau) hasta Métropolis (de Fritz Lang) son las obras que más  relevancia les han dado por su audaz propuesta.

En esta cinematografía, en blanco y negro y silente, primaba la expresión subjetiva sobre la representación de la objetividad, con trazo fuerte e hiriente. Comenzó su historia con la cinta dirigida por Robert Wiene: El gabinete del doctor Caligari (de 1920), película simbolista inspirada en una serie de crímenes que tuvieron lugar en Hamburgo.

“Las principales características de este film, que inicio el movimiento, residen en su anormal escenografía, con objetos oblicuos y cubistas, que tenían una función dramática y psicológica, no decorativa; a ello contribuyó la escasa iluminación en el estudio y los decorados pintados con luces y sombras. Cabe destacar también el exagerado maquillaje e interpretación de los actores. Fundamentos todos del éxito de la nueva estética.

Sin embargo, el expresionismo alemán evolucionó sustituyendo las telas pintadas por los decorados, dando paso a una iluminación más compleja como medio expresivo. Esto dio origen a una nueva corriente que se conocería como Kammerspielfilm, cuyo origen data de las experiencias realistas del teatro de cámara de Max Reinhardt, famoso director de la época.

Tal evolución respetará, aunque no totalmente, las unidades de tiempo, lugar y acción, con su linealidad y simplicidad argumental, lo cual ahorró la inserción de rótulos explicativos, además de la sobriedad interpretativa. La simplicidad dramática y el respeto a tales unidades permitieron crear las atmósferas cerradas y opresivas, en las que se movían los protagonistas”.

En la trayectoria de esta corriente aparece la figura dominante de un realizador: Friedrich Wilhelm Murnau. Este director fundó su propia productora en 1919, y realizó películas en las que expresó la subjetividad con el máximo respeto por las formas reales del mundo.

Nosferatu (de 1922) es su ejemplo sublime donde cuenta el mito del vampiro. Para rodarla, recurrió a escenarios naturales, frente a la preferencia expresionista de filmar las escenas en estudio. Con la introducción de elementos reales en una historia fantástica logró potenciar su veracidad. Además, hizo uso del movimiento acelerado, del ralentí y del empleo de película en negativo para marcar el paso del mundo real al ultrarreal.

Primero fueron los literatos, los poetas, quienes hicieron salir a Nosferatu (y Drácula a la postre) de su ataúd. Luego vinieron los cineastas y los actores como Bela Lugosi, Max Schreck, Klaus Kinski. En tiempos recientes les ha tocado a los músicos evocar al vampiro. Subgéneros como el dark, el illbient o el gótico lo convocaron para crear sus atmósferas.

Sin embargo, en el rock fusionado con las llamadas Nuevas Músicas, este personaje (re)surgió por primera vez a cargo primero de Popol Vuh (1978), le siguió Art Zoyd (como Nosferatu en 1989) y a la postre de Philip Glass y el Kronos Quartet (como Drácula, una década después). En cuanto al tema que nos corresponde, reunir a Nosferatu con Art Zoyd resultó un acierto y garantía de un ambiente desasosegante infalible.

El grupo francés remontó sus propios conceptos musicales y superó su mundo de sonido abstracto para combinar la música con la imagen expresionista. Su primera experiencia en este sentido llevó al grupo, en voz de su director Gérard Hourbette, a considerar que «lo más importante para Art Zoyd, en este momento, es que la música proporcione un marco o contexto emocional a las historias teatrales, dancísticas o cinematográficas. Musicalizar el Nosferatu de Murnau es un paso hacia adelante en nuestro reconocimiento con la imagen».

El resultado de esta reunión concreta en la imaginación la subjetividad poética de la imagen, sonorizada por uno de los epítomes del rock electrónico, progresivo y experimental de más avanzada. Una función de “film/rock cámarístico”, en la que se congracian en una obra única lo que representaba un novedoso concepto plástico, de enorme simbolismo estético de principios del siglo XX (el expresionismo) con la música contemporánea finisecular: art rock de alta escuela y de naturaleza perturbadora.

 

VIDEO SUGERIDO: art zoyd – libre des vampires – rumeurs III – (nosferatu), YouTube (mesarchives)

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LOS EVANGELISTAS: NINE INCH NAILS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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(LOS SONIDOS INIMAGINABLES)

 

Productos del futurismo musical son la industria y la eclosión tecnológicas desde los años setenta. El país de la electrónica ha tenido desde siempre el beneficio y apoyo de las vanguardias, pues ha estado abierto para ellas y para todos sus profetas, sin límites ni restricciones.

Estos últimos pugnan sin descanso por dar rienda suelta a “la obsesión lírica de la materia”; por liberar a las máquinas de cualquier sujeción; por abolir la esclavitud del cliché acústico y por divulgar la belleza del sonido artificial.

La de la tecnología es una nación industrializada que ha asumido su condición intelectualmente y promovido el experimentalismo artístico interesado en el proceso de cambio y asimilación; en la manera de pensar, producir y escuchar la música.

La triple orientación ha dado lugar a una intensa e histórica búsqueda en las relaciones entre música e industria de la high-tech, concebida ésta como la máxima manifestación cultural del nuevo orden mundial, el cual vino a romper con todo, incluyendo la rigidez sobre cómo debía escucharse la música.

Aunado a teorías filosóficas y mediáticas se inició el cultivo global de todas las formas musicales contemporáneas, con un componente electrónico (en su grabación y ejecución) que les ha proporcionado una especie de hiperrealismo inmerso en el seno de la sociedad industrial de la que ha surgido, ebria de sus sonidos particulares, fascinada por su propia fuerza y creatividad, pero también atenta a su independencia artística.

Trent Reznor, personaje principal de toda esta escena, se encarga de todo con su grupo Nine Inch Nails (fundado en 1988), incluso del control de calidad de su propio “producto”. Este hecho ha asegurado que ninguno de los discos del grupo sea mediocre y que en ciertos casos incluso se les pueda calificar de obras maestras (al igual que la mayoría de sus videos).

Así que cuando bajo sus auspicios aparece un álbum se puede afirmar que todo está en orden hasta en el último detalle. La construcción de los tracks, la calidad del sonido y el nivel de ejecución son de una perfección casi quirúrgicas.

Sus instrumentos: Sintetizador Digital PPG Wave. Los modelos PPG Wave del ingeniero alemán Wolfgang Palm fueron los primeros sintetizadores digitales con filtros analógicos, secuenciadores, opciones de sampleo por el usuario y tablas de formas de onda, las cuales se combinan para producir sonidos complejos y diferentes, dándole una característica sonora distinta al sintetizador que utiliza este esquema.

Se conocen por su penetrante sonido digital y su capacidad para manejar dichas tablas con generadores envolventes. Si bien la empresa PPG Wave dejó de operar en 1987, sus circuitos de síntesis formaron parte en los noventa y a principios de siglo del sintetizador Waldorf MicroWave.

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Trent Reznor es uno de los poseedores de ambas máquinas. Este productor y músico, para eliminar el sonido pop del sintetizador desde mediados de los años ochenta, evita programar sus máquinas de forma lógica. Lo que hace es generar sonidos al azar, produciendo con ello miles de programas. Cuando le gusta alguno, lo rescata y pule. Todos los parches que usa con el Waldorf tienen este origen.

Lo mismo hace con las capas y yuxtaposición de los muchos diferentes estilos musicales que crea con Nine Inch Nails. Éste se convirtió desde su fundación en el epítome del sonido postindustrial del hardcore y se ganó con ello un lugar en la historia de la música contemporánea.

Sus discos se constituyeron a partir de aquí en el punto de partida de las sensaciones más siniestras de la década y anteriores. Su influencia es manifiesta lo mismo en David Bowie que en Marilyn Manson; Gary Neuman o Devo; Ministry o The Cure; Velvet Underground o Joy Division

Nine Inchs Nails, genera un rock angustiado, azotado por ritmos maquinales e implacables. En el estudio, lo mismo que en vivo, Reznor canta, musita y grita, desazonado, aferrándose al micrófono como si soltarlo fuera a caer en su peor pesadilla, mientras la banda exprime sus instrumentos con deliberada ferocidad, para que las canciones dejen al público realmente arrollado. Son escuchas muy físicas y pasmosas.

En su frenesí por trasgredir las reglas, el estilo practicado por Nine Inch Nails  se ha empapado igualmente de sadomasoquismo. El placer que se experimenta al escucharlo puede estar estrechamente vinculado al dolor. El uso de agudos extremos y de infrabajos, de gritos y rechinidos, sin duda suscita el éxtasis.

«…pondré sobre su cuerpo mi fuerte mano/ y mis uñas, lo mismo que las de alguna arpía,/ abrirán una senda hasta su corazón.»

Sí, en este grupo, el sadomasoquismo puede dominarlo todo. No se trata de coquetear con la perversión, sino de clavarse en ella de cabeza y cuerpo entero. A principios de los ochenta, un grupo llamado Throbbing Gristle, del que Treznor también tiene influencia, solía encerrar al público antes de asestarle unos conciertos cuyos aspectos musical y visual contenían mucho material capaz de enfermar a ciertas sensibilidades. En efecto, algunos trataban de huir, pero en vano. Así, la relación del dominio alcanzaba su paroxismo.

Años después de aquello, Nine Inch Nails, realizó un video censurado de inmediato en todo el mundo. En él se observa a un hombre que se somete a un proceso de tortura de manera deliberada. Una máquina autónoma lo tritura, lo pica, lo pellizca, le saca sangre…y termina por reducirlo a la nada.

El video finaliza con la transformación del masoquista en carne molida para alimentar lombrices. La fuerza del horror se multiplica si uno sabe que el actor, un especialista en automutilaciones, realmente sufrió la mayoría de los tormentos, sin emplear ningún truco.

El realismo de este performance alcanzó proporciones difíciles de justificar. Así se construyó el mito de Reznor y Nine Inch Nails, al igual que con sus intermitencias temporales, el uso de la más alta tecnología, sus constantes enfrentamientos con la industria musical y con la política derechista o moral en turno (que son otras y largas, largas historias).

VIDEO SUGERIDO: Nine Inch Nails – Only (Dirty) (Official Video), YouTube (Nine Inch Nails)

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CANON: LITTLE RICHARD

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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EL ARQUITECTO BIZARRO

Después de la Guerra Civil en los Estados Unidos algunos ideólogos blancos empezaron a ver la cultura negra bajo una luz turbia. Los negros fueron contemplados como seres satánicos, libertinos, paganos, lujuriosos, anárquicos, violentos, dotados de una «inteligencia astuta»,  descendientes de «salvajes oradores hipnotizadores» que en cuanto obtuvieron su libertad se convirtieron en una turba ebria que apestaba a sudor africano».

Desde el punto de vista de estos blancos, los males de la vida negra eran evidentes en su música. Dicha rama del racismo (en la que se fundamenta el Ku Klux Klan) llegó a su punto culminante con la novela The Clansman, de Thomas Dixon, que trata acerca del Sur norteamericano durante el tiempo de su reconstrucción. Dicha narración fue publicada en 1905 y luego filmada atentamente por D. W. Griffith en 1915 con el título de El nacimiento de una nación.

Los blancos que promueven la igualdad racial, según el autor y sus seguidores, se han «hundido en el negro abismo de la vida animal» en el que el mestizaje y la anarquía van de la mano. La igualdad para tales racistas significa que la «barbarie estrangulará a la civilización por medio de la fuerza bruta».  Para Dixon, todo el mal primitivo de la vida negra se condensaba en su música, que en la novela literalmente impulsa a los inocentes blancos hacia la muerte.

Los historiadores explican dichos estereotipos extremadamente negativos remitiéndose a las hostilidades sociales y económicas provocadas por la fallida reconstrucción republicana de los estados confederados derrotados. El siglo pasado comenzó con este horror itifálico. Los negros se les habían convertido, en sus fantasías racistas, en unos salvajes aullantes que se sacudían al ritmo de un tambor que borraba todo vestigio de racionalismo.

A lo largo de 100 años, tal ideología se desplazó desde una meditación acerca de la existencia o no de alma en los negros hacia una elucubración sobre su “maldad fundamental”. Los acontecimientos históricos ocurridos en los derrotados estados del Sur sólo vinieron a intensificar la tendencia general a transformar al viejo Tío Tom en un azufrado Lucifer, en  un sátiro neolítico.

En medio de estas ideas y temores ontológicos vivía el sureño blanco estadounidense promedio a mitad del siglo XX. Los conservadores negros, por su parte, trataban de contrarrestar el asunto portándose más cristianos que cualquiera otros y fundamentaban su vida en los dogmas bíblicos. Y ahí la música pagana estaba más que condenada. El blues, por extensión.

Así que pensemos en las reacciones de ambos mundos cuando apareció en escena un ser inimaginable y al mismo tiempo omnipresente en las peores pesadillas culturales de los blancos estadounidenses: un esbelto negro, hijo de un ministro de la iglesia anglicana, un tanto cabezón, amanerado en extremo, bisexual, peinado con un gran copete crepé y fijado con spray, maquillado y pintados los ojos y los labios —que lucían un recortado bigotito—, vestido con traje de gran escote, pegado y con estoperoles, lentejuelas y alguna otra bisutería, calzando zapatillas de cristal como Cenicienta, tocando el piano como si quisiera extraerle una confesión incendiaria y acompañado por una banda de cómplices interpretando un jump blues salvaje, el más salvaje que se había escuchado jamás y expeliendo onomatopeyas como awopbopaloobopalopbamboom a todo pulmón, con una voz rasposa, potente, fuerte, demoledora y perorando que con ello comenzaba la construcción del Rock & Roll.

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La visión presentada por Dixon, aquel espantado escritor decimonónico, del primitivismo negro fue pues el argumento con el cual se arremetió contra el naciente ritmo. Ganas no les faltaron de sacar las armas contra “el animal negro que quiere arrasar con los Estados Unidos blancos”. La música del malvado negro (según los aprensibles nacionalistas) empujaba a la víctima blanca —en este caso los fascinados adolescentes— al abismo del infierno.

Otro de esos racistas de larga trayectoria llamado «Ace» Carter y concatenado al ideólogo precedente (Dixon), se apegó a aquellos reputados conceptos tradicionales al denunciar en su cruzada moral al rock como la música de los negros que apelaba a lo «más vil en el hombre», al «animalismo y la vulgaridad».

El conservadurismo agregó los tambores a ese averno negro porque los ritmos salvajes ponían de relieve la libido primordial contra la que el hombre blanco había tratado de erigir la barrera de su cultura frágil y amenazada. El rock and roll nació con esta mitología sexual.

Y Little Richard fue el arquitecto y profeta más bizarro en su diseño. Sus cuatro argumentos fundamentales fueron: “Tutti Frutti”, “Long Tall Sally”, “Lucille” y “Good Golly Miss Molly”. Leyes sicalípticas talladas en piedra para la eternidad. Quedaron además inscritas en el mejor álbum del año 1957, que entraría en el canon del rock: Here’s Little Richard.

Lo que le sucedió después es materia para la Teoría de la Conspiración. Tras él fueron enviados los perros de reserva de los bandos afectados (avionazo y reconversión religiosa). El hecho patente es que Little Richard, el Arquitecto del Rock and Roll, nació como Richard Wayne Penniman, en Macon, Georgia (en el profundo Sur estadounidense), el 5 de diciembre de 1932. A los 87 años, con su muerte el 9 de mayo del 2020, y su leyenda se ha solidificado con materia pura de bizarría.

Discografía clásica y selecta: Here’s Little Richard (Specialty, 1957), The Fabulous Little Richard (Ace, 1959), 18 Greatest Hits (Rhino, 1985), The Formative Years 1951-1953 (Bear Family, 1989) The Georgia Peach (Specialty, 1991).

(VIDEO SUGERIDO: Little Richard – Lucille LIVE 1973, YouTube (gimmeaslice)

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ARTE-FACTO: MADRUGADA

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Es de madrugada cuando vaga el espíritu en la vigilia del sueño. El término viene de lejos en el tiempo, de las épocas primigenias del género humano, en que tras el bullicio diurno o vespertino se dedicaba al hecho de pensarse, por el acto mismo del entendimiento. Relajados o inquietos los sentidos. Rodeados de naturaleza se afanaban los hombres en la construcción de la conciencia.

 

Así nacieron los cuentos, las fábulas, las narraciones orales, las mitologías, la forma de relacionarse con todo aquello que los rodeaba. Fue un tiempo de magia y encantamiento, de dioses y héroes, de criaturas extrañas y creencia animistas. Así lo fue en cada región de la Tierra. Y de alguna manera la explicación del mundo y de estar en él continúa dándose de madrugada.

 

En el norte de Noruega, ya dentro del Círculo Polar, la madrugada es de una oscuridad silenciosa y azul, el frío es como un cristal y ni los Trolls –sus habitantes míticos más antiguos– se atreven a moverse para no romper el momento.

 

El agua está en calma y parece como si en el mundo no existiera más que la naturaleza y toda la ansiedad que ésta pudiera desatar en los estados anímicos de los que velan por la aparición de alguien en aquellos fiordos sin tiempo.

 

En la orilla de tal espectáculo nocturno existe un pueblo al que han dado en llamar Stokmarknes, ubicado en una de las tantas islas de ese archipiélago nórdico. Tiene una población de tres mil habitantes y la consigna de vigilar la entrada a los fiordos más bellos de la de por sí bella Noruega.

 

Todo es férrico en este lugar, incluyendo el espíritu anochecido de sus habitantes. En un territorio plagado de leyendas y de combates sordos por su supremacía.

 

La poesía es una costumbre añeja en esta zona del mundo. Primero los bardos vikingos se encargaron de hablar de sus gestas, montañas y ríos; de sus descubrimientos y de las deidades y demonios que lo poblaban todo.

 

Durante el periodo romántico, de mediados del siglo XIX, la literatura inflamó el sentimiento por recuperar todo aquello, de unir los periodos culturales del país. Intentaron la creación de un idioma propio (hasta ese momento su lengua había correspondido a su dependencia de Islandia, Dinamarca y Suecia, en diversos momentos de su historia).

 

Expresión típica de esta época son las primeras colecciones de cuentos populares noruegos (Norsk folkeeventyr), realizadas por los escritores Peter Christen Asbjornsen y Jørgen E. Moe, así como las antologías de poesía y música folklóricas de Magnus B. Landstad.

 

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A partir de entonces, la poesía la han practicado los ancianos poseedores de los cánones y los niños, con su recitación de los cuentos fantásticos. Sin embargo, hoy la voz cantante la tienen los jóvenes. Éstos tienen ante sí la dura consigna de hacerse un lugar no sólo entre los extremos de la música que aflora por territorio noruego (el tenebroso black metal y el pop rock de A-ha) sino en un mundo globalizado.

 

Además de dicho handicap, los jóvenes integrantes de Madrugada, oriundos de Stokmarknes, quisieron hacer épica, como la hicieron sus célebres coterráneos Ibsen, Munch, Grieg o Hamsun, en sus respectivas disciplinas. Así que fueron varios poetas (Sirvert Hoyem y Øystein Wingard Wolf) quienes los surtieron de material para que salieran a contar sus historias.

 

Y como Madrugada, con ese concepto del tiempo, el espacio fantasioso y la imaginería, recorrieron los continentes con un habla común que todos pudieran entender (el inglés).

 

VIDEO SUGERIDO: Madrugada – Beauty Proof, YouTube (gabilaro)

 

Propagaron su poesía intimista plagada de dudas existenciales y la convivencia con seres tan cercanos como ficticios, tan fascinantes como terribles y diabólicos, un mundo de luces singulares y sombras ontológicas. Como si el ser humano actual, en soledad, se enfrentara por primera vez a la naturaleza, el cosmos y a quienes los gobiernan.

 

El grupo se formó en aquel pueblo en la década de los noventa con amigos de la infancia como Sirvert Hoyem (en la voz y composición), Frode Jacobsen (bajo) y Robert Buras (guitarra, voz y arreglos). A ellos se agregaron varios bateristas, que fueron cambiando con el paso de los años, y el guitarrista de acompañamiento Cato Thomassen.

 

Con letras muy trabajadas, plenas de imágenes oníricas, metáforas existenciales, nostalgias amorosas, una atemorizante zoología y un rock atmosférico que se movía entre el dark progresivo y lo alterno lanzaron su primer álbum en 1999.

 

Para estar cerca de la acción y de los modernos estudios de grabación se trasladaron a Oslo, donde rápidamente se rodearon de la bohemia literaria y teatral. Afinaron su sonido y sus miras artísticas.

 

Su música se caracterizó desde entonces por un tono de desolación y oscura melancolía. Tal como los paisajes de su tierra lejana. El romanticismo de su estilo tuvo buena recepción y el siglo XXI los recibió con los brazos abiertos.

 

El sonido de Madrugada evitó los recursos habituales del dark wave, tales como la música fantasmagórica con muchos efectos y distorsiones digitales. El suyo se fundamentó en lo musical con una importante base de guitarras tanto eléctricas como acústicas o el piano, en sus álbumes más sofisticados. Sus letras, como ya mencioné, cuidadas en extremo y por ello se les suele comparar con Nick Cave o los Tindersticks.

 

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Consolidada su carrera como grupo varios miembros del mismo concretaron, a su vez, algunos proyectos como solistas o con formaciones paralelas, para dar salida a materiales con expresiones particulares diferentes a las manejadas en Madrugada

 

El cantante Sivert Hoyem hizo un disco con otra parte de sus poemas, titulado Exiles, mientras que el guitarrista Robert Buras creó la banda My Midnight Creeps, de rock duro. No obstante, este último se encontraba al final de una gira con dicha banda cuando uno de los deportes más populares del país le pasó la factura: el suicidio. Esto ocurrió el 12 de julio del 2007, en Oslo.

 

Al morir Buras estaba por producirse el siguiente álbum de Madrugada. Tenían los materiales grabados por éste, pero la banda se cuestionó seriamente continuar como tal dada la cercanía familiar entre sus miembros.

 

El golpe había sido brutal e inesperado. A pesar de ello su productor logró convencerlos y entraron al estudio para grabar en su honor el siguiente disco de nombre homónimo: Madrugada, el sexto. Hicieron una atormentada gira con dicho contenido y luego, tras un par de años lanzaron The Best of Madrugada (2010), pero aún continuaba la incógnita sobre un próximo retorno, el cual finalmente se realizó en el 2022 con Chimes at Midnight.

 

De cualquier manera sus palabras aún reverberan: “Que no te engañe la mirada ni el corazón se exceda/ al robarte la memoria de la sangre./ Frente a ti yace el mar./ Sólido y rotundo como antaño fuera sobre el fuego de la tierra./ Pero este mar llora en la ladera del tiempo/ y su frialdad no cede ante nuestras voces/ huellas de asfalto y carretera./ Que no te engañen tus ojos rociados por sales de plata./ Esta quietud soberbia/ imita la negrura de las olas y a ellas acuden/ fugitivos de la noche eterna,/ su hielo y su misterio.

 

VIDEO SUGERIDO: Madrugada – Blood Shot Adult Commitment, YouTube (MoreTen)

 

 

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LOS OLVIDADOS: ARTHUR ALEXANDER

 Por SERGIO MONSALVO C.

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Para dar las posibles coordenadas de un arranque en la historia del rock británico digamos que en el comienzo fueron Chicago y Alabama. Estos paraísos míticos se convirtieron en los epicentros de la nueva forma urbana del blues y del soul llegados del Mississippi bajo el nombre de rhythm & blues (r&b) y country-soul.

La primera era una era música de pequeños grupos, con el ejemplo totémico de Muddy Waters. Reflejaba el carácter de la ciudad industriosa y los fenómenos sociales acarreados por la migración negra. Era agresivo, denso y cargado de tensión, con la slide guitar y la armónica amplificadas como sus características principales.

La otra, en las antípodas, era ejemplo de individuos solitarios, compositores sensibles pero sin esperanza. Representante de ello es Arthur Alexander. Reflejaba, al contrario de los norteños, el carácter particular del artista natural pero contenido y despreciado por un ambiente espeso.

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Artista hundido en medio de una población provinciana, rural, con fenómenos sociales añejos, acendrados y quizá insolubles, como el aislamiento (y sus consecuencias culturales), la discriminación racial y de clase, el conservadurismo que permeaba cualquier forma de desarrollo colectivo y, por supuesto, la pobreza.

Con el uso de esta materia prima, el rock británico aprovechó la oportunidad  para su propia fundamentación. Integró su versión de ambas músicas con base en los conceptos particulares sobre ellas y su cotidianeidad. No habría rock en la Gran Bretaña sin la música negra.

Y esa deuda sus adalides la han pagado con divisas ontológicas en forma de referencias, citas y mágicos cóvers. Históricos, la mayoría de las veces. Que exponen sus raíces, sus emocionados descubrimientos y apegados acercamientos estilísticos para luego encarar su propio desarrollo.

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Con tal idea crecieron los jóvenes que a la postre serían los Beatles y los Rolling Stones. Estos últimos incluso aprovecharían su primera salida a la Unión Americana para hacer el ansiado peregrinaje a aquellos dos lugares con los nombres y santuarios precisos: Chicago/Chess Records, por un lado y Alabama/Muscle Shoals, por el otro.

Y cuando conocieron el ámbito de sus ídolos, de primera mano, al mismo tiempo comprobaron y se sorprendieron del trato que recibían. Tanto Muddy Waters, del que habían extraído gran parte de su repertorio, nombre y sonido, como Alexander, del cual uno de sus temas los había puesto en la palestra y ganado a miles de fans, eran menospreciados en sus sedes en ese momento por “no vender suficientes discos”.

Waters como estaba en la nómina de la compañía discográfica tenía que desquitar el sueldo y entonces fue puesto a pintar el inmueble. De esta forma lo conocieron en las puertas de la Chess Records, con un comando de trabajo y una brocha en la mano.

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Cosa semejante sucedió con Alexander, al que cuando fueron a conocer y grabar en los míticos estudios FAME de Muscle Shoals, supieron que el compositor y cantante había tenido que emigrar debido a la falta de interés por sus canciones. Ahora trabajaba en un pueblecillo de Cleveland como chofer de autobús público.

En el primer álbum que grabaron a su regreso de tal gira, el cual se presentó en abril de 1964, se escucharon varios temas en los que homenajeaban a sus reverenciados artistas estadounidenses y que gracias a estas grabaciones se les conoció a este lado del Atlántico y en muchos otros lugares del mundo: Willie Dixon, Rufus Thomas, Bo Diddley, Chuck Berry y por supuesto Muddy Waters y Arthur Alexander. De este último incluyeron su versión de “You Better Move On”.

Los Beatles, a su vez, habían hecho lo propio con la pieza “Anna” del mismo autor. Era uno de los temas favoritos de John Lennon, de tal manera que era parte del repertorio regular de sus actuaciones de fogueo tanto en Hamburgo como en Liverpool. Como consecuencia estaba pulida en el estilo beatle y por ello fue grabada e incluida en su álbum debut, Please Please Me.

La pieza escrita e interpretada originalmente por Arthur Alexander había sido lanzada como single en septiembre de 1962. La versión realizada por el Cuarteto de Liverpool fue grabada en febrero del siguiente año, casi enseguida. Resaltó su valor como un excelente y auténtico cóver. Uno que evidenció con su revisitación el cambio de época.

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Arthur Alexander nació en un medio infame, en Florence, Alabama, en mayo de 1940. Un estado que tenía como gobernador a uno que en cada discurso vociferaba: “Segregación ahora, segregación mañana, segregación para siempre”. Los negros sólo podían aspirar a ser pobres, ligeramente por encima de la indigencia.

Así creció Arthur como hijo de un músico y cantante de blues y góspel, que no quería lo mismo para su vástago. Pero el joven se empapó con aquella música que hacía su padre y con la que escuchaba en la radio (hillbilly y country). Sin estudios, tuvo que ganarse la vida en trabajillos diversos por las mañanas y cantando en bares durante las noches.

De esta manera (mientras ejercía de botones en un hotel de la ciudad) se encontró un día con Rick Hall. Aquel hecho casual se convirtió en una conversación que acabó cambiando el destino de ambos. Hall, un joven productor independiente acababa de montar un estudio de grabación en un viejo almacén de tabaco en la cercana localidad de Muscle Shoals.

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Alexander le confesó que tenía algunas canciones y Hall le pidió que le cantara alguna de ellas. Fueron al bar del hotel, Hall les dio una propina a los músicos de la casa para que acompañaran a Alexander. Cuando éste terminó de cantar El productor se quedó callado para luego afirmar: “Tenemos un éxito”.

Al día siguiente entraba al estudio de Rick Hall para grabar aquella primera canción. Hall llamó a los músicos de la banda local con la que tocaba y juntos grabaron “You Better Move On”. Rick Hall ganó suficiente dinero con ella para convertir FAME en un estudio de referencia histórica (un sitio por el que pasarían luminarias). Ahí, en el corazón de Muscle Shouls se acababa de inventar el country soul, el soul sureño.

Arthur Alexander, su creador (y en el que volcó todas sus influencias), se convirtió en el primer cantante de Alabama en entrar en las listas de éxitos y en un cantautor prestigioso que escanciaría su talento en un sinnúmero de piezas memorables. Tanto que pocos meses después los Rolling Stones y los Beatles harían sus versiones y con el paso del tiempo infinidad de intérpretes.

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A pesar de aquel inicio fulgurante, a Arthur Alexander todo se le torcería en apenas diez años, tras lo cual terminaría como conductor de autobús en un pueblo de Cleveland. No es difícil entender las causas de ello: las malas decisiones. La falta de asesoramiento a la hora de firmar contratos (y no leer la letra pequeña) lo dejaron sin el amparo de las abundantes regalías producto de sus canciones. El alcohol y las drogas colaboraron mucho en ello. Entre grabación y grabación, también entraba y salía de instituciones mentales y la penitenciaría.

 

Brincó de un sello a otro sin grandes éxitos durante la década de los setenta.

Arruinado y de capa caída, se trasladó con su familia a Cleveland donde dejó de beber y empezó una nueva vida alejado de la música. Se procuró una existencia estable en la que casi nadie lo conociera por su pasado.

Durante los ochenta se dedicó a trabajos de todo tipo como celador o chofer. Pero como se sabe contra el destino nadie la talla y éste lo sorprendió con una segunda oportunidad musical. El autor de algunas canciones de BB King, Jon Tiven, lo encontró en Cleveland. Estaba empeñado en recuperarlo para la música.

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A pesar de las múltiples reticencias de Alexander la tozudez de Tiven lo convenció y accedió a encontrarse con él en Nueva York para una prueba para Elektra Records. Ésta le ofreció un contrato para publicar su comeback más de dos décadas después de su adiós.

De tal forma en 1993 llegaba a las tiendas Lonely Just Like Me, un disco que recuperaba algunas de sus obras e incluía varias versiones de los sesenta. No obstante, y otra vez por una jugarreta del destino el regreso de Alexander no llegó a ser completo. Tres meses después de que su álbum apareciera, Arthur falleció de un infarto al corazón en Nashville en plena gira promocional.

La derrama artística de Arthur Alexander, sin embargo, va más allá de las versiones que grandes estrellas hicieron de sus canciones, su legado se muestra en la influencia que tuvo en esos grupos y cantantes y en la propia historia del soul sureño. Su estilo era cálido y acogedor. “Sus canciones parece que te arropan como una manta suave durante una noche fría”, dijo alguien sobre él.

Eso fue lo que cautivó a aquellas bandas británicas que captaron algo especial en aquella música: “Los Beatles estábamos buscando nuestro sonido y ahí apareció el R&B. Eso es lo que solíamos escuchar entonces y es lo que queríamos hacer. Estábamos fascinados por esa música negra y para nosotros la cima de todo aquello era Arthur Alexander”, confesó Paul McCartney.

A su vez, un franco Keith Richards dijo en su momento: “Cuando a los Beatles y a los Stones nos dieron la primera oportunidad de grabar en un estudio, ellos eligieron ‘Anna’ y nosotros ‘You Better Move On’. Eso debería decírtelo todo sobre Arthur Alexander”.

VIDEO SUGERIDO: Arthur Alexander – Anna – 1962, YouTube (MechFighter)

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BABEL XXI-619

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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MC5

LA ENERGÍA REVOLUCIONARIA

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://www.babelxxi.com/619-mc5-la-energia-revolucionaria/

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SIGNOS: BIG BOPPER

 Por SERGIO MONSALVO C.

 

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El músico y cantante texano Jiles Perry Richardson (nacido el 24 de octubre de 1930), conocido a veces como Jape Richardson y, finalmente, como The Big Bopper, como él mismo se nombraba, era disc jockey y director de programación en la radiodifusora KTRM en Beaumont, Texas. Escribía canciones en sus ratos libres y había editado un par de sencillos que no provocaron reacción alguna.

Por ese entonces, se tuvo que enrolar dos años en el ejército estadounidense, y a su regreso volvió a la carga con otras canciones escritas por él que se imprimieron en un sencillo, que en la cara A contenía “Purple Poeple Eater Meets the Witch Doctor” y, en la B, la que le daría fama mundial y un sitio entre los diez primeros lugares del Hit Parade: “Chantilly Lace”, aparecida en noviembre de 1958.

La canción trata acerca de un joven que recibe una llamada telefónica de su novia, y en un off dentro de la conversación enlista las cosas que le gustan de ella, las cuales para él hacen que el mundo siga girando:

Chantilly lace and a pretty face
And a pony tail hangin’ down
A wiggle in her walk and a giggle in her talk
Make the world go ‘round.

El tema, por cierto, comienza con un alargado y exagerado saludo:

«HEELLOOO BAABY!»

Tras su sorprendente éxito, otras canciones suyas se harían conocidas “White Lightning” con el cantante country George Jones en la marca Mercury, y “Running Bear”, grabada por Johnny Preston.

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En sus presentaciones con “The Big Bopper Wedding”, el show donde era protagonista, usaba un sombrero texano de ala ancha y un saco a rayas que le llegaba abajo de las rodillas (por la influencia pachuca). Su voz era grave y resonante y tenía un talento natural para divertir al auditorio con su estilo. Fue por ello que la empresa de espectáculos GAC lo contrató para lo que consideraban sería una exitosísima gira “Winter Dance Party”.

A través de los diferentes biógrafos, y de las notas aparecidas en los periódicos de esas fechas, se puede saber que durante los primeros días de febrero de 1959, el espectáculo de dicha compañía recorría la carretera llevando una buena carga de rock and roll, cuyos intérpretes sentían ya los estragos del clima y el cansancio tras muchas presentaciones.

El Medioeste de la Unión Americana era una zona donde se daba buena acogida a los rocanroleros, sin embargo, entre cada una de las presentaciones había que desplazarse a largas distancias dentro de camiones no siempre en las mejores condiciones mecánicas. Tras la avería de uno de estos vehículos, uno de los músicos de la troupe tuvo que ser hospitalizado por congelamiento.

El cansancio, el frío, la incomodidad y la suciedad preocupaban a Buddy Holly –uno de los integrantes de tal troupe— cuando llegaron a Clear Lake. El siguiente concierto sería en Fargo, North Dakota, al día siguiente. Setecientos kilómetros por carretera. Era demasiado.

Así que Holly propuso a dos de sus acompañantes que alquilaran una pequeña avioneta para llegar a Fargo con rapidez, lo cual les permitiría descansar y dejar que una lavandería se ocupara de sus trajes mientras esperaban la llegada del autobús con sus compañeros. Wylong Jennings —bajista— y Tommy Allsup —guitarrista— (los miembros de su grupo) aceptaron compartir los gastos del viaje.

Cuando Big Bopper se enteró de los planes de Holly y sus músicos, pensó que tal vez podría encontrar un hueco en el avión. Dada su gran estatura no podía acostumbrarse a la estrechez de los asientos del autobús. Además, estaba resfriado, razón por la cual Jennings —que años más tarde triunfaría en el campo de la música country— le cedió su puesto en la avioneta.

Tommy Allsup recibió la misma petición por parte de Ritchie Valens. Allsup no quería, pero finalmente accedió a jugarse el lugar en un volado. Ritchie ganó.

Así, la noche del 2 de febrero de 1959, después de presentarse en el Surf Ballroom de Clear Lake, los tres rocanroleros se trasladaron a Mason City, donde conseguirían una avioneta. Al despertarse la mañana siguiente, el tiempo era malo, nevaba. Sin embargo, alquilaron una Beechcraft Bonanza y la abordaron festivamente y ansiosos de llegar a Fargo.

El vehículo, de cuatro plazas y un solo motor, llevaba apenas unos minutos volando, y a sólo unos trece kilómetros del aeropuerto, cuando cayó. Todos los ocupantes —incluyendo al piloto Roger Peterson — murieron. Buddy Holly tenía 22 años, Ritchie Valens 17 y Big Bopper 28.

Este último tuvo, además, una historia rocambolesca después de su muerte. Se especuló sobre su real fallecimiento (de un disparo), e incluso acerca de que había salido muy grave del accidente e intentado caminar y pedir ayuda. A instancias de la familia se exhumó el cadáver y se comprobó que tales teorías eran falsas. En el ínterin, algún listillo, incluso, trató de vender el ataúd desechado a través de e-Bay.

Esta tragedia marcaría uno de los hitos en la historia del rock. Muchos sentenciaron la muerte del género, igualmente. Años más tarde, el cantautor Don McLean lo cantaría en su canción más conocida, “American Pie” (que se conocería popularmente como “El día en que la música murió”). El rock resurgiría de sus cenizas, en la primera de otras muchas ocasiones.

VIDEO SUGERIDO: Big Bopper – Chantilly Lace, YouTube (norton771)

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