CHARLES DICKENS

Por SERGIO MONSALVO C.

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 SU LARGA SOMBRA

El escritor Charles Dickens figura dentro del canon de la literatura inglesa  con cinco títulos entre los cien libros más importantes escritos en dicha lengua. En el orden que le han asignado está en el lugar número 17 el texto titulado Great Expectations (Grandes esperanzas, en español), al que le siguen David Copperfield (#34),  A Christmas Carol (Cuento de Navidad, #47), A Tale of Two Cities (Historia de dos ciudades, #63) y Bleak House (Casa desolada, #79).

No obstante, otras muchas novelas gozan de enorme prestigio popular tanto dentro como fuera de la Gran Bretaña. Entre ellas están, por mencionar algunas, Barnaby Rudge, Oliver Twist, Hard Times (Tiempos difíciles), The Pickwick Papers (Papeles póstumos del Club Pickwick) o la hechura misma de su inconcluso relato The Mystery of Edwin Drood (El misterio de Edwin Drood).

De este último llevaba escritos antes de morir unos dos tercios y había hecho desaparecer a su protagonista dejando solo un esbozo de cómo debía continuar el relato (en el 2011 la BBC británica hizo público el trabajo encargado al guionista de cine y televisión Gwyneth Huges para completarlo).

En todos esos relatos quedan de manifiesto la creación de un estilo y las técnicas literarias que lo convirtieron desde un inicio en un autor clave no solamente británico sino también de la literatura universal.

Este hombre nacido en Portsmouth, Inglaterra, el 7 de febrero de 1812, destacó por igual con su trabajo periodístico y su filantropía. Sin embargo, fue dentro de la literatura donde se movió como un maestro del género narrativo (con los ingredientes del humor, la ironía y el uso a discreción del sentimentalismo, recurso este último que ha sido saqueado a granel por diversas materias desde entonces).

Asimismo, dio vida a personajes inolvidables del género como Barnaby Rudge, Oliver Twist, David Copperfield, Sam Weller o Ebenezer Scrooge (el protagonista de Cuento de Navidad y hoy arquetipo del gran tacaño, cuyo rostro actual podría ser el de cualquier banquero).

Uno de los recursos que lo convirtieron en referente de la era victoriana, a la que perteneció, fue su atingencia y oportunidad en el formato de la novela por entregas, muy usual en su época.

Pero sobre todo por la utilización del comentario social dentro de la obra. Motivo que llevó a Karl Marx, otro victoriano, a afirmar que Dickens había ofrecido al mundo más verdades de orden político y social que las pronunciadas por todos los políticos profesionales, publicistas y moralistas de su tiempo.

VIDEO SUGERIDO: Jim Carreys A Christmas Carol Official Trailer, YouTube (DisneyMovieTrailers)

En la cultura popular la obra de Dickens ha tenido influencia en el cine (con casi doscientas adaptaciones fílmicas: la más reciente A Christmas Carol del director Robert Zemeckis en 3D), la radionovela, la telenovela, el teatro y la música.

En esta última disciplina han sido notables las puestas en escena de varios de sus textos en obras musicales, sobresaliendo por su cantidad las de Oliver Twist (cuya adaptación en el 2011 por la Ópera de Damasco en Siria fue todo un acontecimiento cultural).

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En el rock, por su parte, la presencia de Dickens ha quedado patente en los nombres de grupos y solistas de tal escena. El de Uriah Heep, por ejemplo, ese personaje antagónico sinónimo de obsequiosidad, falsa humildad e hipocrecía que apareció en la novela David Copperfield, que sería utilizado por el homónimo grupo británico de hard rock y heavy metal con tintes progresivos fundado en 1969.

(Por cierto, Uriah Heep fue la primera banda de Occidente en tocar en la Rusia soviética, durante el gobierno de Gorbachov. En la actualidad todavía actúa, graba y realiza giras por el mundo, con 30 millones de discos vendidos de sus casi 50 títulos publicados hasta la fecha, entre los de estudio, en vivo y recopilaciones.)

A su vez está un cantante y compositor bizarro que tomó su nombre también de uno de los personajes de Dickens (de A Chistmas Carol, en específico): Tiny Tim.

Tiny Tim fue un neoyorquino (cuyo verdadero apelativo era Herbert Khaury) que poseía un voz vibrante de falsetto, con la cual desarrolló una dilatada carrera musical dentro del mundo pop (desde 1968), acompañado por el ukulele como único instrumento, con el que grabó interesantes, extraños, singulares o inauditos álbumes.

Aunque los fanáticos del grupo Kiss de algún lugar del mundo han hecho correr (en caracteres dentro de Internet y en las redes sociales) el rumor de que la canción “Great Expectations” de su disco Destroyer era un homenaje del grupo al escritor británico, no existe referencia alguna que justifique esa falacia. Nada tiene que ver la letra de tal pieza con la obra del escritor. Great Expectations es una obra maestra de la literatura, el tema de Kiss sólo una vulgaridad.

Charles Dickens, pues, ha extendido su sombra a lo largo de varios siglos y el 7 de febrero del 2012 el planeta celebró, de una u otra manera, el bicentenario del nacimiento de este clásico perenne.

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VIDEO SUGERIDO: Tiny Tim – People Are Strange, YouTube (LuchadorGnome)

 

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BIGGER THAN BOTH OF US

Por SERGIO MONSALVO C.

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 HALL & OATES

Estos pioneros del soul blanco, Daryl Hall y John Oates, crecieron en Filadelfia y se conocieron en 1967 en un coro de estudio. Oates había sido integrante de Masters y Hall, ex de Kenny Gamble and the Romeros y Temptones, luego formó el grupo de soft rock Gulliver, con el cual sacó un álbum para Elektra.

En 1969 empezó a escribir en colaboración con Oates. La editora musical Chapell los contrató como equipo de composición. Tiempo después Oates viajó a Europa y Hall trabajó como músico de estudio con los Intruders, Stylistics y Delfonics.  En 1972 ambos cantantes y guitarristas le dieron forma concreta a su asociación y fueron contratados por Atlantic. Con Arif Mardin como productor presentaron una cruda mezcla de folk rock denominada Whole Oates.

Pequeñas dosis amalgamadas de soul, gospel, rhythm and blues, folk y pop compusieron el material de su segundo L.P., Abandoned Luncheonette (1973).  Al año siguiente apareció el álbum conceptual War Babies, bajo la producción de Todd Rundgren.  Tras este trabajo cambiaron de disquera (a la RCA) y bajo el nuevo sello grabaron Bigger Than Both of Us (1976), pletórico de exitosos sencillos y ventas millonarias.

Los cinco discos aparecidos entre 1977 y 1979 conservaron su alto nivel técnico, instrumental y vocal, pero sin avance artístico alguno.  Así desfilaron: No Goodbyes, Beauty on a Back Street, Livetime, Along the Red Ledge (que contó con la participación de George Harrison); X-static agregó el toque discotequero, pero sin dar mayor impulso a la carrera de Hall and Oates.

El cambio se dio en 1980 con Voices, obra producida por ellos mismos y en la cual colaboraron Sara y Janna Allen como compositoras. Este acetato se mantuvo en las listas del Billboard por 100 semanas consecutivas e incluyó dos de los sencillos más destacados de 1981: «Kiss on My List» y «You Make My Dreams».

De esta manera tuvo comienzo la fase más fructífera del grupo, con los discos siguientes: Private Eyes, H2O, Rock and Soul Part 1 (Hall produjo Sacred Songs, su primer disco como solista, en compañía de Robert Fripp en 1976, pero la RCA lo editó hasta 1980).  Después de Big Bam Boom sacaron el L.P. en vivo Live at the Apollo (1985) con ocasión de un concierto de beneficencia llevado a cabo en Harlem a favor del United Negro College Fund.

En 1986 Hall realizó su segundo álbum solista llamado Three Hearts in the Happy Ending Machine (con Bob Geldof y Joni Mitchell); mientras tanto Oates produjo al grupo Parachute Club y compuso material para los australianos de Icehouse.  Hall and Oates entró de nueva cuenta al estudio para grabar Ooh Yeah! (Arista, 1988), el cual, junto con Change of Season (BMG, 1990), habla de la intención perfeccionista del dúo en la técnica auditiva y el refinamiento en la composición. Sin embargo, este material de probada y pulida producción condujo al dúo, desde entonces, directamente al fatal reino de la autoparodia, en el que se instalaron para las siguientes décadas.

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VIDEO SUGERIDO: Do What You Want, Be What You Are – Hall & Oates, YouTube (konekoxox)

 

Tornamesa

GARAGE/8

Por SERGIO MONSALVO C.

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 EL BEAT DEL ZOO

The Yardbirds era un grupo británico de amantes del blues primigenio al que Eric Clapton vino a darle volumen, amplificación, el protagonismo de la guitarra, un repertorio más amplio con sabor al Delta del Mississippi, y sentó, con sus cuerdas, las bases de un estilo para ellos. Era 1964.

Presionados por la disquera para que entraran al gran mercado estadounidense, la mayoría de los miembros del grupo aceptó grabar un tema de acercamiento al pop que marcaría la pauta para el grupo en los años siguientes. Pero que provocó la ruptura con Clapton.

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La última aportación de Clapton a los Yardbirds fue el recomendado para  sustituirlo: Jeff Beck. Y con él el uso de la abstracción conceptual, la mezcla de blues, rock y pop de manera experimental, la psicodelia, el feed back, la distorsión y la improvisación virtuosa para brindar mayor fuerza.

La de los Yardbirds no es una historia lineal en su desarrollo sino de momentos evolutivos, prodigiosos y seminales. Con cambios de personal y rumbo, de Clapton a Beck, de éste a Jimmy Page, y resueltos con pinceladas de genialidad. En su trilogía de guitarreros se fundamentó el desarrollo del instrumento como guía para el rock.

A los jóvenes ingleses les gustaba la música y cantar. Y Eric Burdon lo hacía a la salida del trabajo en Newcastle. Hacía grandes coros en las tabernas acompañando la voz de Little Richard, John lee Hooker, Chuck Berry, Sam Cooke, Ray Charles, a los negros de la Unión Americana.

Así se aficionó por esos sonidos, por esa vitalidad y energía. Y como una cosa lleva a la otra, decidió unirse al grupo de Alan Price, Rhythm and Blues Combo, en 1962. Al entrar Eric cambiaron su nombre al de Animals y fundamentaron la música en sus ídolos. (“Babe Let Me Take You Home”, The Animals.  t5 d1 Complete Animals 2’23”)

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Los jóvenes que blueseaban en aquella Inglaterra de posguerra, como The Animals, se hicieron conscientes de las realidades del mundo. Ya no se pudo decir que los blancos eran incapaces de tocar o cantar el blues. Ya no era una cuestión de raza o de color, sino de actitudes ante la vida.

The Animals tuvieron su primer ciclo entre 1962 y 1966. La voz de Burdon y los teclados de Alan Price resultaron un referente para infinidad de grupos de garage estadounidenses, mientras el bajo de Brian “Chas” Chandler se hizo omnipresente.

Yardbirds y Animals fueron grupos señeros para la primera generación de garageros en los Estados Unidos. Su estela aún permanece.

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VIDEO SUGERIDO: The Yardbirds: Heart Full Of Soul: Live 1965: Shindig!, YouTube (Zacky Dog)

 

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PAOLO CONTE

Por SERGIO MONSALVO C.

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 AUTORRETRATO CON MÚSICA

Me es imposible imaginar a Paolo Conte como el Licenciado en Derecho que es o trabajando como un activo notario, aplicando cláusulas, extendiendo certificados o recitando como abogado alguna oscura ley en un tribunal. Imposible. Creo que él mismo tampoco se pudo imaginar así de por vida y prefirió evitarse esa existencia convencional de la que era egresado.

En cierto momento optó por vivir las cosas de otra manera, sin reglamentos de por medio. Y lo hizo de la mejor manera: dedicándose a la música, de la que desde niño había sido un gozoso estudiante. Primero lo hizo como compositor (en los sesenta), surtiendo a intérpretes populares. Pero no tardó en estar frente al público cara a cara, exponiendo sus experiencias y exponiéndose como artista de lo cotidiano (a partir de los años setenta).

Su educación de cualquier modo le sirvió como herramienta para el buen manejo de las palabras, del humor y de la observación. Conte sabe condensar en pocas estrofas la complejidad de ello  y  sube al escenario –a cualquiera– para enfrentarse a eso. Y no hay que decir “al público” en general sino a «su» público, porque su espectáculo provoca un raro fenómeno interrelacionado con la identificación. Aunque en los conciertos no se dirija a él, ni siquiera con un «gracias» o un «buenas noches». A pesar de ello “su público” lo sumamos a todo aquello que nos gusta.

Paolo Conte  es un músico y compositor del norte italiano (nacido en Asti, Piamonte, en1937) de reconocido prestigio internacional. Es cantautor de música de variedades y cuya obra está influenciada por el jazz y el blues que escuchó de niño.

Su obra, desde el comienzo fue acogida con superlativos por la crítica especializada, que lo ha llegado a situar junto a Jacques Brel, Leonard Cohen y Tom Waits. Tal vez porque es ya un clásico intemporal, fuera de cualquier moda o tendencia que no sea la suya.

El mundo reflejado en las canciones de Conte tiene muchas influencias de las estéticas surgidas de la cinematografía, del jazz (aprendido de los profesores y doctores afroamericanos, especialistas de las variedades), del mundo circense o del cabaretil.

Sus letras, irónicas y sensuales, están inspiradas en un imaginario onírico de corte surrealista. No acepta que lo vivido no implique lo pensado, recordado, imaginado o soñado. O sea: lo real indeclinablemente uncido a lo surreal.

«Como artista nunca me he dejado influir por la realidad; he mantenido la comodidad del sueño, de la fábula; el placer de contar algo sin dejarme atrapar por los problemas. Y sigo así», asegura.

 VIDEO SUGERIDO: Paolo Conte: “Via con Me”, YouTube (alfredomusicayvino)

El texto de sus canciones se sustenta en una ornamentación instrumental brillante que va del blues clásico al hot jazz, del tango apátrida a la música de cabaret, del experimentalismo más audaz a la música de banda de los pueblos mediterráneos, los apuntes vanguardistas, las músicas africanas o latinoamericanas.

Al momento de componer me gusta trabajar con los métodos tradicionales. Hago siempre primero la música, porque es la que hace a la pieza. Si tienes tres minutos que ya están listos tienes lo ideal para una canción. Después escribo el texto, mucho tiempo después, porque tengo que encontrar algo en las palabras que case con la música que ya he escrito y no es fácil«.

Normalmente hoy se hace al revés. Yo utilizo el viejo sistema americano y creo que es también el modelo tradicional, aunque es cierto que ahora están los grandes cantautores que se creen grandes genios literarios y que ponen primero las palabras y luego buscan la música«.

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Mi sistema explica la presencia de un popurrí de lenguas en mis canciones –It’s wonderful, it’s wonderful, por citar una–, porque aunque no utilizo distintos idiomas me gusta hacerlo por el sonido que  tales palabras no italianas aportan a la música”.

«Cuando escribo en otros idiomas que no son el italiano lo hago porque siento que la atmósfera de ciertas canciones es deudora de una lengua, sea inglés, el francés o el español. La propia música pide una atmósfera”.

Naturalmente yo me siento más cómodo con el italiano; es mi lengua y conozco los significados, pero musicalmente, como cantante, considero que el inglés es la mejor lengua para este oficio, porque reúne una serie de elementos musicales: es una lengua elástica y tiene el acento al final de las palabras, mientras que el italiano tiene palabras largas con el acento en la penúltima sílaba, y para el swing hacen falta menos palabras largas«.

Por todo ello se aprecia la elegancia de Conte. Su italianidad sin imposturas, su normalidad estética, su amor por los ritmos pegadizos, por las orquestas de cabaret, por la era del jazz de cuando éste aún no tenía ni dramatismo ni urgencia, ni carga literaria.

Pese a que el jazz estaba prohibido por Mussolini, mi padre compraba partituras de jazz y blues en los años del fascismo y las tocaba en el piano de la casa y luego nos las enseñaba. Por eso, desde pequeño, me fabriqué un espíritu a medida de esa música revolucionaria. Han pasado muchos años y sigo con la misma música y el mismo espíritu”.

Conte sigue fiel al jazz, en sus esencias, y es un obsesivo coleccionista de viejos discos de 78 revoluciones. Y aunque no rechaza lo que se hace hoy, sus querencias siguen en los orígenes.

«De joven yo escuchaba a Fats Waller, Charlie Kunz y Benny Goodman, el be-bop. Del jazz actual, no estoy muy informado, pero volviendo a las últimas formas me interesan aquellas más exasperadas, límites, tipo Ornette Coleman«.

«Puede ser que cuando pase el tiempo mi música sea más difícil de entender si no se saben las claves, pero también puede ser todo lo contrario». Alguien como él no deja de incluir en el periplo de su cancionero múltiples imágenes y monumentos al amor, la soledad o algún otro sentimiento profundo a su poética textual. Sin embargo, no desdeña lo aparentemente más próximo o fútil.

 “Basta que algo me conmueva –puede ser lo más humilde, una cuchara de plata, una cajita con imágenes de otro tiempo, un jardín entrevisto entre los arbustos, un pasador de mujer, un helado de limón, incluso—para que mi mente se escinda y encuentre la luz en alguna música que lo fije en mi mente”.

Conte dice que el máximo placer de sus conciertos lo obtiene cuando canta sus canciones más simples. Por suerte tiene un montón de canciones simples, con letras que son como burbujas de jabón sin poesía aparente. Asegura que cuando entona “Happy Feet” y nota a la gente menear los pies, se considera el hombre más afortunado del mundo.

Me gusta permitir a cada espectador ser el dueño de su sensibilidad y que incorpore a lo que ve y escucha su experiencia de vida, los colores, sabores y perfumes que aprecia«. Ése es el sueño de cualquier artista, proponer una nimiedad que irradie algo esencial. Paolo Conte lo ha conseguido por años, con una influencia expansiva.

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VIDEO SUGERIDO: PAOLO CONTE – HAPPY FEET, YouTube (VideoBoxCover)

 

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WIR SIND HELDEN

Por SERGIO MONSALVO C.

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 LOS HÉROES COTIDIANOS

David Bowie ha sido una enorme influencia para infinidad de grupo en diversas épocas. Sus temas son iconos culturales de los que han partido corrientes, reflexiones, géneros, carreras y vidas. Una de estas piezas es, sin lugar a dudas, “Heroes” cuya poética y contenido han sido diseccionados una y mil veces en todos los idiomas en busca tanto de la identificación como del conocimiento personal, íntimo. Es la piedra de toque que invoca el prurito romántico de la confirmación del yo en el mundo frente al universo.

En el idioma alemán apareció una versión de la misma en el 2007 a cargo del grupo Apocalyptica con la voz del cantante invitado Till Lindermann (de Remmstein). El hecho conllevó al nacimiento (como debe serlo todo encuentro cultural), con aquella semilla, de nuevos frutos en esas geografías.  La profundidad de dicha versión en clave de canto dramático en lengua germana hizo surgir a una banda que retomaría tal reafirmación existencial como razón de ser de su estética musical: Wir Sind Helden.

La aparición de aquella versión me hizo recordar la cita de Napoleón Bonaparte con respecto a tal lengua: “Cada frase de ese idioma es como un latigazo”. Para él no podía ser de otro modo, la importancia que cobraba el romanticismo en su época tenía como abanderados a los poetas y pensadores alemanes a los que él detestaba tanto como temía por sus ideas y conceptos sobre el hombre en general, cuando él encarnaba y pugnaba por ensalzar sólo al epopéyico.

El Napoleón conquistador buscaba en sus escritores afines que contaran las hazañas de los personajes como él; que contaran acerca de sus victorias, pero no sobre las derrotas. Los románticos alemanes (Goethe, Schiller, los hermanos Schlegel, Hoffman, Heine, Hölderling, Novalis, etcétera) se interesaban por lo que sucedía con los otros y sus heroicas proezas interiores de sobrevivencia. Por eso escuchar aquel idioma era para él una afrenta, un latigazo directo a la carne de su racionalismo megalómano.

La postura de dichos escritores es lo que encarna el grupo Wir Sind Helden (Somos héroes) en la actualidad matizada a través de la visión de Bowie. El rock es producto directo del romanticismo y tanto el británico como estos teutones lo confirman con su obra. La del primero es una harto conocida; la de los últimos –que tomaron uno de sus versos como nombre– es una que abarca ya varios álbumes: Die Reklamation (del 2003), Von hier an blind (2005), Soundso (2007) y Bring mich nach Hause (2010) entre ellos.

Este cuarteto está integrado por Judith Holofernes (voz y guitarra), Jean-Michel Tourette (guitarra y teclados), Pola Roy (batería) y Mark Tavassol (bajo). La formación es originaria de Berlín, pero a comienzos del siglo XXI decidieron cambiar su residencia a Hamburgo. Su estilo fluctúa entre el pop rock, el rock alternativo y el post-rock, con el uso del idioma alemán y las herramientas de la metáfora poética para hablar de la realidad del mundo actual: materialismo, consumismo, la simulación, la vigilancia de Estado.

VIDEO SUGERIDO: Wir Sind Helden – Guten Tag, YouTube (emimusic)

Pero tanto el amor como la falsedad artística ocupan también un papel preponderante en su lírica. E igual que su estilo musical, oscilan entre el sentido del humor y la gravedad distópica. Por eso mismo, en este época de siglas, se les ha incluido en la escena de la Neue Neue Deutsche Welle (una importante corriente musical derivada de los años ochenta que los ha  puesto en la cresta de dicha ola contemporánea en lengua germánica, a la que también se pueden añadir bandas como Silbermond y Juli).

Las canciones reunidas y trabajadas por Wir Sind Helden tienen un marco referencial. Son imágenes sin nombre de gente sin nombre que guardan, sin embargo, la memoria del retratado y de cuanto vieron sus ojos. Por eso sus letras esquivan el informe sociológico y apuntan a un tiempo irremisiblemente fugaz, el del individuo como tal. De ahí que hagan pensar. Más que abrir entornos sugieren los de quien actuó y padeció siendo uno: vemos su figura, ignoramos su hacer y su decir, pero no su sentir.

La evolución de los preceptos del grupo nunca ha agotado el potencial de su primigenia voz narrativa, es como si el cuarteto dominara su capacidad de fabulación lírica en favor de lo testimonial. La magia de estos alemanes consiste en dibujar un territorio de la mente y hacer vivir en él para siempre a un héroe sin edad, astuto y vacilante que siempre tiene algo de nosotros.

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Quizá sea este el punto de las piezas. No está en las historias mismas, sino en su elección. Y junto a los sentimientos y emociones expresadas en ellas revive la complicidad entre el escucha y ellos (los autores). Nada sabemos de los personajes que retratan, pero como músicos sugieren ese espacio, ideal e irrepetible, trazado por la inteligencia en las canciones. Sus álbumes  son así un compendio, no de hechos y objetos, sino de imágenes y gestos anónimos que en sus manos logran el heroísmo de la vida cotidiana.

Esos discos son una especie de viaje a la realidad y, al mismo tiempo, a la antigua dualidad que oponía aquella a la ficción o la vida al arte. Wir Sind Helden ha compuesto para tales álbumes canciones que fluyen misceláneas y errabundas al igual que la vida, en un dejarse llevar liberador para quien está acostumbrado  al trabajo de urdir con soltura y dando prioridad a la acción diaria, sin epopeya. El resultado de la liberación son unos fragmentos de vida en donde se pasa sin cortapisas de la reflexión a los hechos.

En las andanzas por sus tracks es posible cavilar sobre un episodio cotidiano o ir a una lectura de la suerte para luego ofrecer una sentencia arquetípica: “Moriré y nada sabré, pero me habré preguntado qué haré conmigo hasta que eso suceda”. Son simples divagaciones por las que en algún momento hasta se disculpan: “Perdóname escucha si estoy mezclando los temas, pero mi mente no deja de trabajar”. Su mezcla resulta grata y rica, quizá por la cohesión que le procuran con los elementos extraídos de sus influencias.

En estos retratos del día a día, en la vida de una de ficción musical hecha con retazos de la realidad contemporánea de fondo, nos van mostrando poco a poco imágenes de lo que alguien, cualquiera, ha querido ser y de lo que es.  “Sueño con una vida que me convierta en heroína” canta ella. Mientras el grupo entero arropa su imaginación y con la música sacian su sed de aventuras al mostrarle el entorno, su accionar, su permanencia y su lucha entre lo útil y lo poético en el trajín del ahora.

Perspicaces son sus ideas sobre cómo fueron y cómo serán los héroes. En esencia, la música de este grupo trata sobre qué actos hacen civilización y los que pueden destruirla.

Wir Sind Helden representa el romanticismo de quien tiene fe en el lenguaje como salvaguarda humana. Un reconocimiento de que a los hombres no nos es dado saberlo todo, lo que hace del misterio vital algo ineludible. Y ello da frutos paradójicos y oraculares. “No estamos preparados para la vida, y somos seres imperfectos”. Pero entre tantas dudas asoma la certeza de que la música –hecha con esas emociones– es un bien necesario para examinar nuestra humanidad, la de todos los días, la heroica.

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VIDEO SUGERIDO: Wir Sind Helden – Nur Ein Wort (Video), YouTube (WirSindHeldenVEVO)

 

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JAZZ Y BOLERO

Por SERGIO MONSALVO C.

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B & B bailan “Perfidia” en Casablanca.

 ALELUYAR EL PLACER Y EL AMOR

 El bolero nació en Cuba hace más de cien años. En las primeras décadas del siglo XX llegó a México, donde adquirió características propias y el impulso para ser conocido en todo el orbe. La expresión mexicana obtuvo su esplendor con compositores como Agustín Lara, Consuelo Velázquez, Gabriel Ruiz y Alberto Domínguez (lista a la que con el tiempo se agregarían María Grever y Armando Manzanero), cuyos temas triunfaron fuera de la geografía nacional, sobre todo en la Unión Americana.

Esta preferencia se materializó cuando el compositor estadounidense Cole Porter escribió algunas obras para la comedia musical Jubilee, donde insertó nuevas armonías al bolero tradicional. De tal manera se erigió en el creador del género bolero-beguine, antecedente directo del bolero-jazz, con canciones como «Beguine the Beguine», «The Gypsy in Me» y «Night and Day» y, como dicen los investigadores musicales: «Esta variante del bolero alteró la fórmula original, pero vistió de modernidad al ritmo».

Unos años después, durante la Segunda Guerra Mundial, dos canciones del compositor Alberto Domínguez («Perfidia» y «Frenesí») llegaron a las listas de popularidad de los Estados Unidos y se convirtieron de inmediato en temas standard para las big bands de Glenn Miller, Artie Shaw y Benny Goodman, quienes con la rítmica del swing las llevaron a Europa y por ende al resto del globo terráqueo. Igualmente sucedió con la pieza “Cuando vuelva a tu lado”, de María Grever.

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Dinah Washington canta “What a Difference a Day Makes”.

El doctor Pablo Dueñas (escritor, cronista experto en música popular mexicana y fundador de la Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos)  lo refirió así: «Para entender el fenómeno ‘bolero’, hay que compararlo con el jazz de raíces negras, el cual permite amplias libertades en cuanto a ejecución y composición, motivando la improvisación y creatividad interpretativa, porque no se llevan cánones rígidos de armonía. Con el bolero sucede algo similar, por las propias libertades que ofrece y la capacidad de combinarse con otros géneros y crear híbridos, tales como el bolero-mambo, bolero-cha, bolero-montuno…»

Para continuar con las combinaciones, a lo largo de los años han aparecido discos en los que la tendencia contemporánea a jazzear el bolero ha quedado plasmada de manera por demás portentosa. Algunos temas se han convertido en standards clásicos del jazz y entre ellos, pueden ser considerados como “Los diez magníficos” los siguientes temas por las diversas aportaciones, tanto estilísticas como interpretativas, que han logrado provocar por el mundo en general y en diferentes idiomas, a través de las décadas.

Ellos son: “Perfidia”, “Frenesí”, “Bésame mucho”, “Quizás, Quizás, Quizás” (“Perhaps, Perhaps, Perhaps”), “Amor Amor” (Amor, Amor, My Love”) “Somos novios” (“Yesterday I Heard the Rain”), “Esta tarde vi llover” (“It’s Impossible”), “Cuando vuelva a tu lado” (“What a Difference a Day Makes”), “La Mentira” (“Se te olvida”, “Yellow Days”) y “¿Quién será?” (“Sway”).

Para la conjunción del bolero con el jazz se unieron varios de los más destacados músicos del jazz a lo largo de su historia y el resultado de tal mezcla o fusión –con casi una centuria de existencia– de cualquier forma en que se le mire es gozoso, placentero y excitante. Toda música como ésta nos habita, desquicia y enerva. Toda música así, bolero jazzeado o jazz bolereado, de todas maneras nos consume, nos serena el aire o lo turba. O como dijo L. R. Sánchez, un maestro de neobarroco lírico: «Ámame en bolero… porque en el bolero se recluyen las felicidades, los cuerpos se atesan y se atizan y se aleluyan el placer y el amor». Ni hablar.

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Michael Bublé canta “Sway” (¿Quién será?”).

VIDEO SUGERIDO: HELEN FORREST – Perfidia – Benny Goodman, YouTube (David Henry)

 

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CORRIENTE ALTERNA

Por SERGIO MONSALVO C.

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 REVISTA/FANZINE

La publicación CORRIENTE ALTERNA en todas sus fases (con ocho años de existencia, entre 1993 y 2001, y 58 números en total) reafirmó las intenciones con que fue concebida por su fundador, director y editor, Sergio Monsalvo C.: devolver a la palabra la importancia fundamental que tiene, en beneficio del análisis musical cotidiano; reflejar la pasión  por la búsqueda y descubrimiento de los sonidos que componen diversas realidades, y trasmitir la información sobre las expresiones artísticas en este sentido, que se crearon en el underground, a la vanguadia, tras los límites o al margen de los canales más comerciales, y que representaron (en su momento) otras elecciones estéticas.

La revista (fanzine) estuvo inscrita en lo «alternativo», en su afán por la expansión de las fronteras, sin restricciones y con una propuesta editorial lejana a los lugares comunes. De la misma manera analizó la influencia de las distintas músicas en otros ámbitos de la cultura global.

«Alternativo» es uno de los términos de los que se ha abusado en demasía, sin embargo, ha mantenido su significado. Si se le utiliza (cualquiera que sea el concepto en que se emplee) es sobre todo porque ninguna otra palabra describe de modo tan sencillo tamaña pléyade de actividades. Es la manifestación cultural aún inaceptable para lo convencional, y actúa fuera de éste.

Las actitudes alternativas, adaptadas por sensibilidad a los matices rápidamente cambiantes de la sociedad, son las primeras en formular con palabras y obras aquello que tantos otros no ven, ni sienten. De esta forma, lo alternativo cumple una función importante en cuanto ayuda a la mente a mantenerse ágil; pone en tela de juicio y promulga, con su ejemplo, la idea de que siempre hay opciones para pronunciarse. Ello, a final de cuentas, fue lo que significó «alternativo» para esta publicación.

Corriente Alterna

Revista/Fanzine

Editorial Doble A

Fundador y Editor

Sergio Monsalvo C.

México, D. F., 1993-2001

 

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HOTEL CALIFORNIA

Por SERGIO MONSALVO C.

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 EL HOSPEDAJE EXTRAÑO

Tenderse a escuchar el track, una y otra vez, hasta encontrar la punta del hilo, la idea, el nervio, la explicación. Esa es mi meta de hoy. “Hotel California” es una canción clásica y galardonada –al igual que el disco homónimo del que procede–. La he oído desde que apareció originalmente, pero en la que nunca me detuve en realidad. Los Eagles, sus intérpretes, no están en mi canon personal, ni mucho menos. No deploro su ausencia en ningún ámbito. Siempre los sentí impostados.

Ponía el disco en el aparato de sonido y lo escuchaba completo sin mayor cosa, sin conmoverme en algún momento. Corroborando con ello la definición de Tom Waits con respecto a él: “Sólo sirve para evitar que el plato de la tornamesa se llene de polvo”. Al menos esa función cumplió para mí en mucho tiempo. Hasta que la gente dejó de hablar de él, hasta que los Eagles desaparecieron del panorama.

Luego, un día, escuché una versión absolutamente disparatada, repetitiva en su orquestación; absurda por su traducción y literalidad: la de los Gipsy Kings (ese grupo francés que aprovechó la oportunidad, en medio de las trifulcas, envidias y falta de visión de los propios artistas españoles creadores de la rumba flamenca, para erigirse en representantes de tal género ante el mundo).

Por supuesto tuvo éxito. Todos esos productos tienen éxito (dada la desinformación generalizada) y eso lo hace todo más absurdo (su versión de «Hotel California» forma parte del soundtrack original de una enorme película: El gran Lebowski).

Bueno, el caso es que a través del absurdo entré de nuevo en contacto con la canción original del grupo californiano. Sólo que ahora, ante el pasmo de dicho cóver rumbero, el contacto fue más “real”.

Me propuse “sentirla” a base de oírla una y otra vez. Sin tener que trabajar en ella para escribir algún texto para una revista o periódico. No. Sólo sería una escucha intensa y reiterada. Exclusivamente para mí. Dejé de hacer otra cosa y me concentré en ello, con los ojos cerrados.

Fue entonces que en cierto instante llegué al meollo. Es la descripción de un espíritu dañado. Deformado por el dolor de no saber su papel en el mundo, por la profunda duda. Otra de sus anomalías está en que la mayoría de la gente la califica como “bonita”, cuando en realidad es todo lo contrario o, más bien, posee la belleza de lo terrible.

VIDEO SUGERIDO: GIPSY KINGS – hotel california (EAGLES Cover) (HQ), YouTube (caiOOization)

Habla de la negrura de la vida. Del corazón de las tinieblas personales. Es angustiosa, a final de cuentas. Demasiado exceso o demasiada abstinencia. El conflicto entre ser algo o no ser nada. Es una descripción expresionista del espíritu en su ritmo y melodía, cuyo veneno dulzón corroe desde la primera nota.

Tras su larga, larga, escucha duermo y sueño con la pieza, con sus imágenes, su simbolismo. El mentado hotel está distorsionado, tanto que en lugar de parecerlo es más un larguísimo puente techado por nubarrones tormentosos, agoreros. Es un cuadro de Munch, me digo apesadumbrado. El puente se extiende desde el inicio del tiempo hasta los confines del universo ignoto.

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En dicho hotel-puente hay alguien más, percibo su presencia: es alguien que llora. La atmósfera del lugar oprime y envuelve como si estuviera vivo. Percibo con toda claridad sus latidos y su olor. Yo soy una parte más de él. Así es la canción. ¿Qué soy? Me pregunto. Y no sólo la pienso, sino que me formulo la pregunta en voz alta. Pero sé que es una pregunta insoluble, inútil.

Estoy en el apéndice de mi existencia, en una de sus habitaciones, con numerosas circunstancias que no recuerdo haber consentido pero que se han convertido en atributos míos de manera involuntaria.

A mi lado duerme una mujer y en la mesa de noche hay un vaso en cuyo fondo quedan unos milímetros de whiskey y una hostil –aunque quizá sólo sea diferente— luz de neón (que anuncia el nombre del hotel), cargada de polvo. Afuera llueve (estoy inmerso en un cliché, me digo y me bebo el whiskey sobrante). Oigo unos sollozos apagados. Una voz sofocada, procedente de un lugar oscuro al otro lado de la pared.

El Hotel California existe en realidad, confirmo. Es un lugar anodino que contiene esa venenosa y contradictoria levedad sonora de la náusea existencial. Sus huéspedes se mueven por los pasillos como finas sombras, arrimados a la pared. Retienen el aliento o intentan el grito y se quedan en la densa mueca. En el silencio a veces llega el eco del elevador en funcionamiento o su mudez.

De cualquier forma es un lugar extraño. Evoca algo parecido al miedo o al asco cotidiano. Quizá al mismo cuadro de Munch. Con criaturas alteradas que avanzan en la dirección equivocada y no pueden retroceder. Bajo ese puente está anegada la vida. Nadie tiene la culpa de eso y tampoco nadie puede resolverlo. Y es que para empezar nunca se debió haber construido ese hotel-puente. El error siempre es uno: el primero. Y poco a poco todo va deformándose de manera perniciosa.

Abro los ojos. La escucha ha terminado. El inmueble creado por Don Felder, Glenn Frey y Don Henley me ha inscrito en su dilatado registro, en donde no hay primeros ni últimos huéspedes. Uno mismo tiene que hacerse la cama y no hay servicio al cuarto.

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VIDEO SUGERIDO: Hotel California The Eagles 1976) (SACD Remaster Audio 1080p H…, YouTube (Momcilo Milovanovic)

 

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ROCKPILE

Por SERGIO MONSALVO C.

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 LIVE AT MONTREUX

Los veranos en Montreux son impactantes por más de un motivo. La hermosura de su paisaje es uno de ellos. Es una ciudad que tiene frente a sí al Lac de Genève (en español se le denomina lago Lemán) al igual que la cercanía con los nevados Alpes, con todas las posibilidades de disfrute que ello ofrece. Actividades de montaña o acuáticas. La geografía ha sido muy generosa con esta ciudad de la riviera suiza.

En lo musical, su papel ha sido histórico. Primero con el género jazzístico al cual le ha dedicado uno de los festivales internacionales más cotizados del planeta. Su andadura en estas lides comenzó en 1967 cuando fue fundado por Claude Nobs con la considerable ayuda de Ahmet Ertgün, presidente de la compañía Atlantic Records.

En su origen se planteó exclusivamente para tal música y por ahí pasaron luminarias de la importancia de Miles Davis, Ella Fitzgerald, Charles Lloyd, Keith Jarrett o Bill Evans, por mencionar unos cuantos. Las presentaciones se llevaban a cabo en el afamado Casino de la ciudad, que desde décadas antes atraía al jet set mundial.

Por una década se mantuvo en esta constante, sin embargo, los nuevos tiempos exigían cambios y el encuentro abrió sus puertas a otros estilos de música. El festival se volvió incluyente con el rock, el blues y el pop, sin dejar al jazz como principal atractivo. Entre los primeros grupos invitados estuvieron: Deep Purple, Santana y el Led Zeppelin.

En diciembre 1971 entró en los anales de la historia del rock porque durante una actuación de Frank Zappa el Casino se incendió y tras muchas horas de fuego y humo el Casino quedó destruido casi en su totalidad (el hecho quedó inscrito en una canción de Deep Purple). Esto hizo que se cambiara de sede, primero al Pavillon Montreux, luego al gigantesco Centro de Convenciones para regresar finalmente al reconstruido Casino en 1982.

Actualmente, al festival asisten unas 200 mil personas, repartidas en varios auditorios por toda la ciudad. Y, además de la asiduidad jazzística, es un centro de peregrinaje para los fans de Queen y de Freddie Mercury en específico, ya que fue ahí donde el cantante pasó un tiempo antes de morir y según la leyenda sus cenizas fueron esparcidas en el lago. Hay una estatua que lo conmemora y que se llena de ofrendas de todo tipo. Los graffitti están penadísimos con fuertes multas, así que lo que predomina son los papelitos con poemas o las flores multicolores. Eso es hoy.

Antaño, dando tumbos por Europa, llegué a Montreux por primera vez en el verano de 1980 (lo hice a base de rides, cuando todavía se podía hacer eso). Pasé por Ginebra y Lausana. Llegué la noche del 11 de julio. El festival de jazz se celebraba del 4 al 20 de ese mes.

Las últimas personas que me dieron ride eran residentes en aquella belleza helvética y generosamente me permitieron quedarme en su garage y ducharme mientras permaneciera en la ciudad.

Viajé hasta ahí para ver a Van Morrison y a Marvin Gaye. Sobre todo al primero, ya que tenía noticias de que acababa de finalizar su disco Common One (en unos estudios ubicados en Niza, en la riviera francesa), una obra experimental (inspirada líricamente en la poesía de Wordsworth y Coleridge), que abandonaba el R&B para adentrarse en los terrenos del jazz, del free, con el sax de Pee Wee Ellis más la trompeta de Mark Isham. Yo quería oír eso (y lo hice, pero esa es otra historia).

La suerte que tuve de ligar varios rides contínuos hizo más rápida mi llegada de lo pensado. Había calculado un día más de viaje, así que me sobraban 24 horas para conocer la zona y entrar a algún otro concierto que me interesara. Deambulé por la ciudad desde muy temprano el día 12. Lo cual me permitió tener uno de esos momentos epifánicos, en el mero “esplendor de la hierba”, según la referencia cinematográfica.

Fue una sensación intensa y llena de sentido, que se complementó a la postre con mi oficio de escriba. Pasear estimula el pensamiento, pero hacerlo inmerso en naturaleza semejante, donde estás dentro de un cuadro bello, hace que una corriente alterna libere por ti todo el lastre de zozobras con el que andas deambulando y te oscurece los sentidos.

Momentos así iluminan de repente e inesperadamente con sus destellos un presente y, por qué no, un futuro distinto. Puede uno oírse vivir. Es como si aquel encuentro hubiera realizado una limpieza interna exhaustiva y dispusiera todo para ser un recipiente listo para recibir nuevos contenidos. En fin, una sensación muy estimulante que horas después encontraría su razón de ser.

VIDEO SUGERIDO: ROCKPILE – LIVE 1980 –“I Knew The Bride” (When She Used To Tock And Roll)” – Track 3 of 18, YouTube (Soundcheck24)

Estaba en esas andanzas cuando me encontré con un poster donde se anunciaba la presentación de un grupo británico del que, hasta entonces, no había escuchado ni sabido cosa alguna. En él no había mayor información que la usual: fecha, lugar y hora.

Como el precio del boleto estaba dentro de mi presupuesto decidí ir a comprarlo a la taquilla del Centro de Convenciones, comer algo por ahí y luego sentarme en el auditorio para sentir la atmósfera que creaba la expectativa ante banda semejante, con un nombre prometedor: Rockpile.

Este era un grupo británico de formación no muy reciente. Ya tenían cuatro años de trabajar juntos. Anterior a ello, Nick Lowe (voz y bajo) y Dave Edmunds (voz y guitarra), sus líderes visibles, se habían conocido durante algunas sesiones para la compañía en la que ambos trabajaban como productores (Stiff Records). Y llamaron para colaborar con ellos a Billy Bremme (voz y guitarra) y a Terry Williams (batería), el primero antiguo compañero de Edmunds en su banda Rockpile de 1970. Decidieron mantener el nombre.

Nick y Dave tenían una larga trayectoria dentro de la escena (como músicos de diversas bandas, en varios géneros y con un bagaje netamente rocanrolero desde la infancia). Habían pasado por el punk. Lowe tenía asegurado su nombre en la historia del género tras haber producido el primer sencillo del mismo, y Edmunds había participado activamente en sus precedentes.

La dupla, sin embargo, prefirió inscribirse en la novel corriente de la New wave con el acento en su experiencia como forjadores del pub rock (el que surgió como respuesta enfrentada al rock progresivo y al glam, que preludió al punk y que practican los animadores musicales en bares y clubes de aquellas islas desde entonces). Ese espacio tan caro para el desarrollo del rock británico, como para el de sus egresados famosos o habitantes regulares.

No obstante, por cuestiones legales no podían grabar como grupo por mantener ambos contratos vigentes con distintas compañías y representantes. Pero mientras eso se solucionaba todo el grupo era el soporte fundamental en los discos como solistas que realizaron cada uno de ellos antes de finalizar las años setenta: Tracks on Wax 4, Repeat When Necessary y Labour of Lust, como muestras.

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Con la llegada de 1980 el panorama cambió y entraron como Rockpile al estudio para grabar Seconds of Pleasure (su debut y obra única), una pequeña gran joya de rock melódico, cargado de rockabilly y power pop, que se instaló fuera de las corrientes de moda y con ello se volvió atemporal y al mismo tiempo perene. En él incluyeron versiones (de Joe Tex, The Creation, Chuck Berry y los Everly Brothers, entre otros) y canciones originales.

Destacaron los sencillos  “Teacher Teacher”, “Heart” y “When I Write the Book” con los que Lowe mostró desde entonces su incombustible capacidad compositiva, su manejo de los diferentes estilos rockeros y, sobre todo su conocimiento de las inquietudes juveniles que son las mismas para todas las generaciones. Edmunds por su parte, puso en la palestra su experiencia rítmica, su timing y su determinada visión con respecto al rock and roll. La guitarra rítmica y los tambores siempre fueron un apoyo incandescente, sólido y puntual.

Así fue como los descubrí aquella noche de julio. Pusieron el broche de oro a una particular jornada memorable. Me enfrentaba a un concierto de la manera más inocente, sin ningún antecedente ni escucha previa. Y aquella inocencia fue recompensada. Rockpile interpretó un set de 16 canciones pleno de músculo y propuesta, en el cual Edmunds fue el favorecido al cantar la mayoría de los temas (10), mientras que Lowe y Bremmer lo hicieron en las menos.

El objetivo de interpretar a Chuck Berry y a Eddie Cochran al triple de velocidad se cumplió plenamente. El grupo se mostró en gran forma sin menguar en los cambios vocales (yo hubiera preferido escuchar más Lowe porque su voz me resultaba más cálida y cercana) y la actuación fue tremenda y entretendida: “Sweet Little Lisa”, “I Knew the Bride”, “Queen of Hearts”, “Let it Rock”, “Let’s Talk About Us”…

Los problemas que tuvieron al principio con los micrófonos no pudieron ser corregidos en la mezcla de la grabación del disco, quizá por eso tardó tantos años en aparecer publicado, pero ello no le quita ni un ápice al testimonio que significa esa muestra de rock and roll de la mejor clase, energético, auténtico, que ataca su lírica e instrumentos con el fervor de los evangelistas iluminados. Un set con temas que son perfectos tratados de power pop-rock, breves y con melodías relucientes, sustentados por el material del que a la larga sería su único disco.

Tocaron con pasión una música con la que es imposible no sonreír y sentirse mejor. Y, además, luego lo supe, como si no hubiera tensiones entre Lowe y Edmunds, provocadas por el exceso en el que habían caído de alcohol y drogas. Tras la gira la banda se distanció notablemente debido a las dificultades personales dadas las fricciones a las que agregaría arreglar los encuentros entre los integrantes debido a sus proyectos paralelos. A pesar de ello, trabajaron juntos esporádicamente a lo largo de la década, para grabar el material de alguno o en magnos conciertos benéficos.

Sin embargo, con su exégesis músical de esa noche algo se movió para mí, transfiriendo unos minutos de actuación en un tiempo de eternidad personal conectada a su dinamo (que gracias a la edición del disco con dicha presentación, Rockpile Live at Montreux 1980, puedo revisitar cada vez que mis necesidades lo requieren.

Es un disco comparable a un sitio de retiro, al que de vez en cuando me acerco para recargar energías, recuperar recuerdos, aclarar las cosas, indicar una ruta a seguir o simplemente un refugio ante un desgarro existencial. Creo que todas las personas deberían tener discos así, elegidos por las causas precisas y por la cura que proporcionan.

Quizá el mundo para uno no progrese madurando según lo esperado, sino manteniéndose en un estado de permanente adolescencia, de exultante descubrimiento, donde enlazar vida y música, por ejemplo, sea siempre un vuelo arriesgado en el cual puedes arder y encontrarte o perderte si te equivocas al escoger el beat adecuado.

El resultado aparece cuando se comprende que la vida discurre a ras de suelo y que si nos mantenemos ligeros y alertas, sin ataduras inocuas, puede venir de pronto alguna brisa y llevarnos a los lugares donde la melodía escuchada nos haga preguntarnos muchas cosas y mantenernos siempre a la búsqueda de respuestas, en la construcción de nuestro propio camino. Esa es la aventura y la música su mejor bitácora y compañera de viaje.

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VIDEO SUGERIDO: ROCKPILE – LIVE 1980 – “Girls Talk” – Track 7 of 18, YouTube (Sounscheck24)

 

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