CANON: THE SONICS (EL SONIDO Y LA FURIA)

Por SERGIO MONSALVO C.

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En el principio fue el fuego y su energía desesperada. La actitud instintiva y salvaje. El rugido entonces se volvió grito para que surgieran de él, poderosos, el sonido y la furia. Así fue el nacimiento del rock de garage, su mito primitivo. En su cosmogonía hubo dioses y demonios, demonios como dioses y viceversa. El caso es que aulló la Tierra, se rompió el silencio y su reverberación resonó hasta abarcarla toda.

“Origen es destino” reza uno de los preceptos del romanticismo del que el rock es heredero. Por eso la actualidad del rock de garage se mantiene en sus raíces. ¿Hay algo más romántico que un o una flamable adolescente tratando de arrancarle alguna nota a la guitarra eléctrica, un riff al sax, un grito a la garganta, para vociferar con ello todo lo que trae dentro, todo lo que quiere y desea?

Los cartapacios del rock dicen que no, que no hay nada más romántico y sublime que dicha imagen primigenia. Cinco décadas con sus respectivas generaciones lo han reafirmado y proclamado cada una en su momento: desde su nacimiento sesentero, este gran mito del estilo funciona en cualquiera de sus contextos y cronologías. Es el sustrato del inconsciente colectivo del género.

La historia del rock son sus mitos y leyendas, como la que concierne al grupo The Sonics. El rock de garage que surge con ellos constituye todo un fenómeno. Lo que existe ahora o vaya a existir en el futuro en esta música es inherente a lo ya sucedido desde que apareció esta banda en Tacoma, ciudad hoy mítica que, junto con su vecina Seattle, se convirtieron en el lugar, en la cuna de la creación y el desfogue (para reproducir lo oído en el ambiente, los riffs, hacer cóvers o piezas originales incombustibles).

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Producto del auge económico de la posguerra fue aquella urbe portuaria y fronteriza con Canadá, que en medio de vientos intensos, de astilleros rechinantes y del fabril tratamiento de materiales pesados –y a la que el tráfico constante de aviones de la cercana base aérea militar dotaba de una atmósfera ruidosa y tensa–, era hogar de las ansias juveniles (escapar de un futuro nebuloso, conseguir el mayor número de féminas, andar en autos veloces y divertirse a tope) y de las esperanzas de expresión de los adolescentes que decidieron ponerse el nombre The Sonics.

Jerry Roslie descubrió el rhythm & blues, el sonido urbano del blues, eléctrico, sensual y amplificado en sus andanzas por el cinturón negro de la ciudad. Quedó impactado por su fogosidad e ímpetu. Era lo que sentía por dentro. En cuanto pudo llevó consigo en otras escapadas a sus amigos Rob Lind y Bob Bennet, para que escucharan aquello que lo había fascinado.

Con ese sonido en la cabeza por un par de años formaron parte de varios grupos, pero sin encontrar lo que buscaban, hasta que los hermanos Parypa, de una banda local de rock instrumental, los invitaron a unirse a ellos.

La llegada de Roslie y amigos, cambió el estilo de la formación. De lo instrumental con influencia de The Ventures y de los ídolos regionales The  Waillers, pasaron a la de Little Richard, Jerry Lee Lewis y el primer Elvis (“Nunca entendí por qué la música popular hablaba de la melosidad del amor y el paraíso del matrimonio. Yo no sentía eso y no quería aquello para nada”, recuerda el cantante y compositor).

Era el comienzo de la década de los sesenta. Jerry ingresó como vocalista y tecladista, y le puso el acento a un grupo que marcaría nuevas rutas a partir de mediados de la década: la del rock de garage, la del proto-punk y la del pregrunge.

El devenir del rock de garage arranca desde entonces con aquellos legendarios amplificadores puestos al tope de su volumen y saturación o perforados a navajazos, buscando la analogía sonora de la iracunda o febril explosión interna, y el fuzztone y distorsiones de las guitarras. Es decir, el eco de las catacumbas vivas del lo-fi subterráneo.

VIDEO SUGERIDO: The Sonics – Strychnine, YouTube (roppi)

Con el recuerdo de aquellas escapadas a los barrios negros Roslie rugió, como ningún otro, las emociones salvajes y las urgencias juveniles contenidas en sus letras crudas, ríspidas y poderosas, muy lejanas del ámbito común de la época. Este material estaba respaldado por un saxofonista frenético (Rob Lind), un baterista atronador (Bob Bennet), un guitarrista abrasivo (Larry Parypa) y un bajista que no se amedrentaba ante nada (Andy Parypa).

Su sonido era sucio, lo-fi, de alto volumen y de pura energía recargada. En su repertorio emulaban a sus ídolos de manera fuerte, impetuosa y acelerada, pero también lo hacían con sus propias canciones con el objeto manifiesto de eternizar el espíritu que los invadía en ese particular y bullente momento de la vida.

“No pensábamos en lo que hacíamos musicalmente hablando. Apenas ensayábamos. Dejábamos tirados los instrumentos en la furgoneta en cuanto acabábamos una tocada, y no los volvíamos a agarrar hasta que llegaba la siguiente presentación. Estábamos más interesados en pensar en cómo íbamos a meter a las chicas en nuestras habitaciones del motel en turno.

“Pero cuando había que tocar, lo dábamos todo. En eso no nos andábamos con estructuras, tiempos y crescendos. No. Desde la primera nota, toda la carne al asador. No nos gustaba que la gente se quedara cruzada de brazos mirándonos. Queríamos que bailaran desde el primer momento. Muchos grupos hacían una secuencia de canciones para ir subiendo la temperatura, pero nosotros no. Desde el momento en que pisábamos el escenario, dábamos lo máximo”. Explicaron en su momento.

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Roslie, inspirado por los hollers negros, gritaba como un poseso y componía piezas que hablaban de desapego amoroso y prometían venganza o disertaban sobre trastornos mentales (“Psycho”), sustancias peligrosas y ofuscantes (“Strichnine”), mujeres de talente malvado y mentiroso (“The Witch”) o sobre la oscuridad demoniaca (“He’s Waitin for You’”).

Temáticas demasiado adelantadas a su tiempo, cosa que los alejó de los focos mediáticos (censura, escasa trasmisión radial, ninguna presentación televisiva) y los mantuvo como grupo de culto de una inmensa minoría, influyente y underground.

Por ello de aquel entonces apenas se conservan algunas fotografías. Una vez los invitaron a un programa de televisión en Cleveland, de nombre Upbeat. En el ensayo tocaron ‘The Witch’ y el director del programa mandó parar todo para decirles. “¿Por qué tanto volumen y barbaridad?”. Los dejaron fuera de la emisión.

Con la aspereza apasionada de su estilo avanzaron a toda velocidad cuidando su precioso arcano contra viento y marea. Por ello, los dos primeros discos lanzados en aquella época bajo el sello Etiquette (con Buck Ornsby como productor), Here are The Sonics!!! (1965), y Boom (1966), son trabajos discográficos que siguen asombrando por su descomunal fuerza sonora.

Son joyas y pruebas de que el rock y su mitología son profundamente respetuosos de sus preceptos. Le otorgan el mayor mérito a toda desmesura y a las explosiones del genio individual, sobre todo a aquello que refleje el barullo mental y emocional que se transpira siendo de naturaleza airada y víctima circunstancial del mundo circundante.

El papel que estos intérpretes le asignaron a la música tuvo la misión de hacer visible la intuición absoluta que no aceptaba más que la libertad creativa absoluta también. Por eso cuando una compañía discográfica más grande los contrató y quiso limarles todas sus asperezas acabó con ellos y tras un decepcionante tercer disco, Introducing The Sonics, el grupo se desbandó descontento.

Luego hubo reapariciones con distintos integrantes y alguna intermitente reunión de los originales. Hasta la actualidad, en que reaparecen con un nuevo álbum 50 años después, This is The Sonics, con el que buscan reencontrarse con aquel espíritu. El sonido sigue intacto, la furia también. (Lo grabaron en un estudio analógico de Seattle, en vivo y en monoaural. Con Jim Diamond, componente de los Dirtbombs y realizador del estreno de los White Stripes, como productor).

El rock de garage lleva en el candelero medio siglo de existencia y está más vivo que nunca, con grandes representantes en cada una de sus épocas, y también con felices reencuentros como el de los Sonics. Su rock de garage es el germen de la cadena biológica del género, el que señala su ADN (con alma incluida).

VIDEO SUGERIDO: The Sonics – Psycho a Go-Go, YouTube (Amilqar)

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MUJERES EN EL GARAGE ESCANDINAVO

POR SERGIO MONSALVO C.

BOMBETTES (FOTO 1)

 

GARAGE ESCANDINAVO

La península escandinava está localizada en el noroeste de Europa, entre los mares Báltico, de Noruega, del Norte y de Barents. La mayor parte de su superficie está ocupada por Noruega y Suecia.

Dicha península es la más larga de Europa, con un área total aproximada de 800.000 km². Las fronteras entre los países ahí localizados generalmente están marcadas por la cadena de los Alpes Escandinavios.

La población mayoritaria está concentrada en el sur de la península; Estocolmo y Gotemburgo, ambas en Suecia, y Oslo en Noruega, las ciudades más grandes.

La región es rica en recursos forestales, hierro, cobre, níquel, zinc, plata y oro. Existen grandes depósitos de petróleo y gas natural. El sustrato cristalino y la ausencia de tierra descubre los enormes depósitos minerales, pero también la existencia de excelentes grupos musicales de diversos géneros.

En dicha zona el rock de garage tiene ejemplos estimables en la última década The Hives, The Hellacopters…Sin embargo, en esta ocasión, habrá que hablar primero de las damas.

En Suecia, el productor Dennis Lyxzéns ha trascendido con su pequeña compañía independiente, Ny Vag, con el lanzamiento del grupo de garage punk The Bombettes. Un quinteto femenino afincado en Estocolmo, el cual está formado por Elin (voz), Jenka (guitarra), Ellen (guitarra y coros), Chrystal  (bajo) y Maria (batería).

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Ellas van a la cabeza de un subgénero que en su país tiene representantes como Sahara Hotnights, Epidemics, Masshysteri, Invasiones o The Most, entre otros muchos.

Estas rockeras no son modosas ni elucubran metáforas sobre lo que les interesa. Hablan de sexo explícito, de sus necesidades y gustos en él y hasta de su rechazo, de manera brutal, directa y lo más fuerte posible.

Si en el garage en general –sesentero, revival, punk (proto o post), alternativo, avant, etcétera– las mujeres han dejado de ser en las canciones los objetos complacientes, para convertirse en quienes exigen a los tipos lo requerido y ponerse a la altura de sus deseos, en el garage punk, como el de estas suecas, todo es más rápido y furioso, con más testosterona femenina, pero sin dogmatismos feministas.

Piezas de su repertorio, como “Dating Scene”, “I Wanna (Kick Your Ass)” o “The Thief”, las ubican en el mejor garage punk actual que extiende sus raíces hasta los girly groups y el proto combinándolo con la ética del movimiento DIY (Do It Yourself) y melodías tan duras como bailables al estilo de los Ramones.

The Bombettes debutaron con el EP What’s Cooking Good Looking? Y continúan su carrera ascendente con You Have No Chance, Lance. Ejemplos del sonido lo-fi de bronca gestualidad primigenia, con riffs agudos y ecos metálicos: mucha energía en juego y de lo más contagiosa.

VIDEO SUGERIDO: The Bombettes – Live – Berlin – 2009 (No. 2), YouTube (dubpunker)

Estas suecas están enparentadas, a su vez, con sus vecinas noruegas del grupo Cocktail Slippers, procedentes del sello Wicked Cool, el cual se ha posicionando realmente bien en el panorama internacional. Todo lo que edita es digno de ser, al menos, escuchado y eso dice mucho de una compañía discográfica.

El mérito de ello lo tiene su dueño que no es ni más ni menos que Steve Van Zandt (conocido como Little Steven) al que algunos conocen por ser el guitarrista de la E-Street Band (banda de Bruce Springsteen) y otros por encarnar a Silvio Dante en la serie Los Soprano o Frank Tagliano / Giovanni «Johnny» Henriksen en Lilyhammer.

Todo lo que firma y edita en su sello, o pone en su memorable programa de Rock radiofónico, tiene actitud: surf, rock, garage… si tiene calidad estará presente. Y el hecho de hablar de él es porque las Cocktail Slippers son su apuesta personal.

No sólo les dedica halagos cada vez que puede sino que además les ha escrito dos temas, “St. Valentine’s Day Massacre” y “Heard You Got A Thing For Me”, y producido todo el álbum junto a Jean Beauvoir, músico de Crown Of  Thorns. Casi nada.

Con semejante carta de presentación uno se pone a escuchar este trabajo de Cocktail Slippers con expectación, y lo que descubre es un emocionante álbum en el que se mezclan el rock de garage con el pop más dulce; melodías cincuenteras a más no poder con actitudes punks.

Esta banda femenina originaria de Oslo (Noruega) está compuesta por (nombres de fantasía, claro) Rocket Queen (guitarras y voces), Squirrel (guitarra), Modesty Blaze (voz y teclados), Sugar Cane (bajo) y Bella Donna (batería). El grupo es a menudo comparado con Blondie y las Shangri-Las.

Como se ve y escucha, el rock de garage de hoy no está atado a un sólo estilo. Al contrario. Es una síntesis completa y profunda del espíritu de cada época, apenas refinada para poder ser interpretada por cada emergente generación del país que sea.

El hipermodernismo de este garage escandinavo reverbera como una guitarra Fender, impregna el espíritu de estos años y permite a sus jóvenes creadores la selección de las afinidades selectivas de su mundo globalizado.

VIDEO SUGERIDO:  Cocktail Slippers – “St. Valentine’s Day Massacre” – SXSW 2010 Showcasing Artist, YouTube (SXSWSUSCRIBE)

BOMBETTES (FOTO 3)

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LIBROS: LAS LLAVES DEL GARAGE

Por SERGIO MONSALVO C.

 

LAS LLAVES DEL GARAGE (PORTADA)

 

ORIGEN ES DESTINO*

 

La historia del rock son sus mitos. Y los que contiene el del garage son de los más grandes. La serie “Las Llaves del Garage”, trata del rock como música y como idea. Vale la pena apuntar que como música no es más sencillo que como idea.

El rock de garage es la música más disponible de nuestra cultura global —una cultura más homogénea de lo que por lo común se quiere admitir—, pero disponible no es sinónimo de fácil. Aquí cabe apuntar que como idea surge de los veneros del romanticismo filosófico.

El rock y su mitología son profundamente románticos. Le otorgan el mayor mérito a toda desmesura y a las explosiones del genio individual, sobre todo a aquello que refleje el barullo mental y emocional que se transpira siendo de naturaleza airada y víctima circunstancial del mundo circundante.

Y su constante es la necesidad del descubrimiento, de lo dinámico y de lo evolutivo. El papel que sus intérpretes y seguidores le asignan a la música se acerca mucho al de un credo pagano, por cuanto tiene la misión de hacer visible la intuición absoluta y su revelación.

La serie “Las Llaves del Garage” define la cualidad musical de un rock al que es imposible imitar por parte de quienes no comparten el espíritu del género, y explica el mundo y pensamiento en el que viven sus hacedores desde su primera manifestación hace varias décadas, un mundo literalmente impensable, que avanza a toda velocidad y en retrospectiva cuidando su precioso arcano contra viento y marea.

 

 

*Fragmento de la introducción al libro Las Llaves del Garage de la Editorial Doble A. La primera emisión fue trasmitida a finales de la primera década del siglo XXI (los años cero) a través de Radio Educación (México). La segunda, por entregas online en el blog Con los audífonos puestos en el año 2019.

 

 

Las Llaves del Garage

(Origen es Destino)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Textos”/

Con los audífonos puestos (Blog)

The Netherlands, 2019

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BABEL XXI-532

Por SERGIO MONSALVO C.

BXXI-532 (FOTO)

MADE IN JAPAN (II)

(GARAGE ROCK)

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://www.babelxxi.com/532-made-in-japan-ii-garage-rock/

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BABEL XXI – 531

Por SERGIO MONSALVO C.

BXXI-531 (FOTO)

MADE IN JAPAN (I)

(GARAGE ROCK)

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://www.babelxxi.com/531-made-in-japan-i-garage-rock/

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BIBLIOGRAFÍA: LAS LLAVES DEL GARAGE

Por SERGIO MONSALVO C.

LAS LLAVES DEL GARAGE (PORTADA)

ORIGEN ES DESTINO*

La historia del rock son sus mitos. Y los que contiene el del garage son de los más grandes. La serie “Las Llaves del Garage”, trata del rock como música y como idea. Vale la pena apuntar que como música no es más sencillo que como idea.

El rock de garage es la música más disponible de nuestra cultura global —una cultura más homogénea de lo que por lo común se quiere admitir—, pero disponible no es sinónimo de fácil. Aquí cabe apuntar que como idea surge de los veneros del romanticismo filosófico.

El rock y su mitología son profundamente románticos. Le otorgan el mayor mérito a toda desmesura y a las explosiones del genio individual, sobre todo a aquello que refleje el barullo mental y emocional que se transpira siendo de naturaleza airada y víctima circunstancial del mundo circundante.

Y su constante es la necesidad del descubrimiento, de lo dinámico y de lo evolutivo. El papel que sus intérpretes y seguidores le asignan a la música se acerca mucho al de un credo pagano, por cuanto tiene la misión de hacer visible la intuición absoluta y su revelación.

La serie “Las Llaves del Garageque presenté en este blog a lo largo del año 2019define la cualidad musical de un rock al que es imposible imitar por parte de quienes no comparten el espíritu del género, y explica el mundo y pensamiento en el que viven sus hacedores desde su primera manifestación hace varias décadas, un mundo literalmente impensable, que avanza a toda velocidad y en retrospectiva cuidando su precioso arcano contra viento y marea.

*Fragmento de la introducción al libro Las Llaves del Garage. La primera emisión fue trasmitida a finales de la primera década del siglo XXI (los años cero) a través de Radio Educación (México). La segunda, por entregas on line, bajo los auspicios de la Editorial Doble A (Países Bajos), en el blog Con los audífonos puestos en el año 2019.

Las Llaves del Garage

(Origen es Destino)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Textos”/

Con los audífonos puestos (Blog)

The Netherlands, 2019

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COMBAT SPORTS

Por SERGIO MONSALVO C.

VACCINES (FOTO 1)

 (THE VACCINES)

Para todos aquellos que tenemos muchos años escuchando rock, no resulta difícil emocionarse, y sentir la amplitud de la sorpresa, cuando un grupo que lo ha practicado desde el comienzo de su carrera y de acuerdo a sus principios elementales, los primigenios: actitud, conocimiento y respeto por las raíces, reitera su compromiso con cada nuevo álbum.

El rock de garage al que en esencia pertenece la banda The Vaccines (que cumple una década de existencia), y que lanzó su esperado y determinante cuarto álbum (Combat Sports, 2018), se distingue de cualquier otra música a causa de una ideología compartida que atraviesa todas sus divisiones internas y evoluciones cronológicas, la misma que conocen los aventureros desde las épocas mitológicas: la del Ulises viajero cuyo destino siempre será volver a sus orígenes.

En el rock de garage que interpretan The Vaccines está el germen de la cadena biológica del rock, el que señala su ADN (con alma incluida).

En la actualidad, el género, está en una de sus crestas pinaculares con nombres como Jet, D4, The Retard, The Horrors, Two Door Cinema Club, The Drums, Mona o Surfer Blood (por mencionar unos cuantos), los cuales deconstruyendo sus sonoridades son modelos del hipermodernismo (por sus variados aderezos sonoros de lo más indie, urbanos, eclécticos, en sus diversas tendencias).

Es importante conocer su cosmogonía, su devenir y sus claves, dada la fuerte influencia que ejercen los hacedores de dicha corriente en la música popular en general.

VIDEO SUGERIDO: The Vaccines – Put It On a T-Shirt – Subtítulos en español, YouTube (pperoni playboy)

The Vaccines desde que enfrentaron al difícil reto del segundo álbum con Come of Age y han conseguido, tras su primer y muy exitoso trabajo, What Did You Expect from the Vaccines? (2011), y el tercero (English Graffiti, 2015) una atención mayor de la que muchas otras bandas podrían aspirar a recibir en toda su carrera.

Ellos tienen fuertes lazos de sangre con el género. Comenzaron su escucha oyendo a los Strokes y la continuaron con la influencia directa de The Horrors, uno de cuyos miembros, Tom, es hermano mayor de Freddie Cowan, guitarrista de la banda. También participan en ella Justin (Hayward) Young, como compositor, cantante y líder; Pete Robertson en la batería y el islandés Árni Hjörvar en bajo.

Con The Horrors mantienen un feroz antagonismo (como todos los buenos hermanos ingleses), mientras que de los primeros, los Strokes, que al inicio del siglo redefinieron el sonido de la década siguiente, Albert Hammond Jr. (su guitarrista) ya les produjo algún material.

The Vaccines inició su andar (en el 2010) con una gran carga: la BBC los predijo como triunfadores en el comienzo mismo de la segunda década. Y los nombró como la gran esperanza musical británica.

Es parte de la tradición inglesa del rock hacer que el mundo se enamore de una banda y luego que ésta acapare la atención de todas las revistas –y blogs especializados en la época contemporánea–. El grupo londinense The Vaccines seguió esos pasos, como lo hicieron en su momento otros fenómenos mediáticos como Arctic Monkeys o Kings of Leon.

Fundado al inicio de la segunda década del siglo XX, el grupo parecía tener prisa en convertirse en una de las bandas más representativas de la presente década. En sus primeros dos años ya habían abierto conciertos tan importantes como la reunión de The Stone Roses y la gira de Arcade Fire; también colocaron su primer disco What Did You Expect From The Vaccines? como uno de los mejores del 2011.

En dicho periodo su cantante Justin Young tuvo que ser sometido a tres operaciones para reparar sus cuerdas vocales y, no obstante, la banda grabó un segundo material, Come of Age, que salió prendiendo lumbre y difundiéndose con la gira mundial del grupo.

El sonido de The Vaccines siguió por la línea trazada por grupos como The Hives o The Strokes, un rock de garage con fuertes influencias de épocas pasadas. Sin embargo, al parecer,  rescata sonidos mucho más clásicos del Rock & Roll original. Y eso les ha sentado de lo mejor desde entonces.

En la actualidad es un quinteto londinense que suena a todo lo mejor y reconocible, desde Phil Spector a The Clash y Vampire Weekend (además de sus recurrentes referencias literarias).

The Vaccins in concer at Motherwell Civic Centre Concert Hall, Scotland

Sus temas son cortos, sencillos, directos y pegajosos. Con una clara evolución en el sonido y un salto de los acordes mínimos a otra fase melódica; con infinidad de ganchos vociferables en cualquier lugar y circunstancia; con la debida lírica épica para entablar alianzas tanto en los estadios como en el bar.

Luego de tres años, entre giras y algunas revueltas internas, el quinteto de West London, regresó al estudio con Combat Sports y la firme iniciativa de no converirse en revivalistas de sí mismos, de hecho, el grupo, se planteó resetearse, comenzar de cero y conquistar de nuevo un lugar en todos los festivales musicales del mundo. Combat Sports, fue el arma para conseguirlo.

Con tres años de ausencia en la música, es muy fácil que el público olvide, especialmente en esta era, donde la fugacidad y la fragmentación son la moneda corriente, y donde la industria musical y sus novedades constantes bombardean la misma vida. Consecuentemente The Vaccines se dieron cuenta de ello, y emitieron el manoseado pero efectivo mensaje: “Nuestro mejor álbum está por llegar”.

Tal aviso prendió las alarmas de la crítica especializada, mucha de ella lo condenó per se como un “un regreso más del montón”, a pesar de todos los himnos generacionales que el quinteto había dado con sus discos anteriores. La pausa parece el gran pecado de actualidad, la reflexión y el tiempo para realizarla resultan contraculturales y sospechosos.

En entrevista con los medios, Justin Young (vocalista y guitarrista) dijo que el nuevo material era un “regreso a sus raíces”, por lo que la generalidad creyó que escucharía piezas semejantes a “If You Wanna” o “Wreckin’ Bar (Ra Ra Ra)”; sin embargo no fue así. Combat Sports es la materialización de aquella explicación de los senderos que se bifurcan, pero no se desentienden.

Es un álbum que se comporta lúdico con el sonido del grupo, pero con matices y sofisticaciones que incluyen diversos subgéneros y coros melódicos, que van desde el rock & roll hasta el powerpop, pasando por el rock de garage medular. Esta combinación no les falla, y sí se agudiza en muchos de sus ángulos.

Tras escuchar reiteradamente los tracks que lo componen, Combat Sports convence, gracias a las composiciones de alta calidad. Se tiene la sensación de que han conseguido canciones redondas, tracks eternos, que revitalizan con su vacuna (post-punk) la sangre del género, y con su buffete de afinidades selectivas. Ahí están para mostrarlo temas como “Put it on a T-Shirt”, “I Cant’t Quit”, “Young American”, “Nightclub” o “Someone to Lose”.

En fin, mientras otros entran al garage a regenerarse, ellos salen del mismo con la frescura de lo aprendido y el omnipresente espíritu salvaje y primitivo, con todas las ganas de divertir(se) portando el emblema de un nuevo título en su haber, en un cambio de ciclo.

VIDEO SUGERIDO: Take It Easy – The Vaccines live in Berlin 26.10.2018, YouTube (Susana Boatto)

VACCINES (FOTO 3)

 

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LET’S ROCK

Por SERGIO MONSALVO C.

THE BLACK KEYS (FOTO 1)

 (THE BLACK KEYS)

 Los nombres en el rock siempre varían, los detractores no. Siempre son los mismos. Es una tara que han pasado de abuelos conservadores a hijos conservadores y nietos conservadores. Así que ahora les toca a estos últimos decir que el género vive una crisis, aunque nadie, ninguno de ellos, define con certeza de qué tipo.

Económica no puede ser, porque los estadios se siguen llenando, sus grupos aparecen en todos los carteles de los festivales alrededor del mundo, siguen grabando discos, así que tampoco es una crisis de creatividad. De ninguna manera.

Y así como peroran sobre ello, sin argumentos, tampoco a lo largo de los años han sabido realmente definirlo: un género musical “degenerado”, una moda, una costumbre… en fin, la necesidad de definirlo les urge porque lo que digan de él, en general, buscarán que repercuta en todo aquello que se le parezca, que pretenda serlo o lo que algún neocon defina como tal. Y lo que haga uno de los individuos mezclados en él de cualquier manera, buscarán que tenga eco en el rubro entero.

Cuando eso sucede, principian los prejuicios, los desconocimientos, el rechazo, la descalificación, no ya por los atributos creativos sino por lo público. Se habla más de la vida personal de los intérpretes que de sus aciertos artísticos.

Por lo tanto hoy, al final de la segunda década del siglo XX, al rock hay que definirlo teóricamente, desde esa plataforma, y recurrir a ella como un concepto que no dé lugar a equívocos; recurrir a su historiografía y desarrollo hasta la actualidad, como labor artística, como industria y como cultura viva.

Una actualidad en la que en ha logrado convertir algunas de sus obras en discos del año (Alabama Shakes, Courtney Barnett, Vaccines, Ty Segall, et al) con todas las cualidades intrínsecas que eso conlleva. Tapando con ello las bocas que hablan de crisis cada vez que aparece la palabra “rock” en el horizonte.

Entre dichas obras está la que cerró los años del 10 al 20, a cargo de The Black Keys, uno de esos grupos evangelistas que no han cejado en su labor: Let’s Rock. Una cita de los orígenes mismos del género, que tuvo a Chuck Berry como su hacedor. Toda una declaración de principios a cargo del binomio constituido por Dan Auerbach y Patrick Carney.

La expansiva y omnipresente cultura del rock –desde su ontología centenaria, hasta su amplio tenderete sociológico– comenzó con el rock & roll primigenio, el cual fincó los cimientos. Una verdad de Perogrullo pero que hay que repetir una y otra vez porque la actualidad pasa por un ignorante negacionismo.

Airar dicha verdad y el ambiente que la rodea a fin de investigar en sus fundamentos no es de ninguna forma una mala idea y sirve para informar y formar a las noveles oleadas de escuchas que tanto lo necesitan.

La revaluación de la importancia que tiene el rock & roll es quizá el compromiso cultural con mayor sentido en estos tiempos, cuando todo impulso musical parece relegado al criterio de intrascendentes DJ’s, a los raperos sin bagaje, a las coreográficas boy bands y vedettes urban del pop y al flagelo de lo transitorio.

Por supuesto el rock and roll no se ha modificado como forma –como el blues del que proviene–. Es como un libro, un artilugio perfecto al que no importa que agregados se le hagan, siempre mostrará su forma original, pero precisamente por ser tan natural deja mucho espacio al quehacer de la imaginación y al conocimiento. De ahí el reto para los músicos, tanto bisoños como veteranos, que deben aprender a tocarlo desde sus raíces e impulsarlo constantemente a lo largo de su carrera.

THE BLACK KEYS (FOTO 2)

Por eso la reincorporación de The Black Keys al mundo discográfico y al escénico hace que la esperanza del viaje a la semilla del género brote gloriosamente de nuevo. Este grupo, desde su fundación en el 2001, se ha convertido en adalid de una avanzada del siglo XXI que sabe que origen es destino. Y, como la vida misma que tal ritmo representa, lo que uno encuentra en este grupo es riesgo, voluntad y actitud.

Actitud es una palabra clave y sus integrantes siempre lo han sabido: que el r&r es un lugar increíble para hacer todo tipo de preguntas, precisamente porque nadie espera encontrárselas ahí (“Eagle Birds”, “Walk Across the Water”). Dicha música sigue planteándose las mismas cuestiones esenciales. Como la de su identidad, por ejemplo.

The Black Keys, con Let’s Rock, han vuelto a echar mano de su sonido primigenio, pero también del rhythm and blues y del blues procedente de los lodos del Mississippi y hasta de las lumbreras del eléctrico de Chicago (“Get Yourself Together”, “Sit Around and Miss You”, “Fire Walk With Me”); lo han hecho para rendir tributo también a los emblemas del género y a la escuela del blues-rock británico (“Shine A Little Light”) y del rock de garage (“Go”).

Este grupo, que ha transitado desde el circuito de clubes hasta los grandes festivales, probándose como músicos y forjándose un sonido particular y una presencia escénica, han puesto el summum de su fogueo en tal álbum que marca su retorno (su última grabación databa del 2014, Turn Blue), así como el limado de asperezas entre sus integrantes). Y en el cual, a través de las doce canciones (número clásico en un antiguo disco de vinil) que lo componen, dan cuenta de sus saberes, de sus certezas y de su compromiso rocanrolero.

Cuatro años después de aquella abrupta separación, el beat totémico volvió a reunir a The Black Keys, banda que con discos como Brothers o El Camino, se convirtió en la última década en un gigante musical como los de antaño. Un grupo que lo acaparaba todo: las portadas de las revistas, los llenos de auditorios y estadios y era cabeza principal de todos los festivales internacionales de su momento. Una historia de éxito, sin lugar a dudas, que necesitaba un receso, abrir las ventanas, distraerse en otros proyectos, para luego retornar recargados y extra vitaminados.

Escuchar Let’s Rock es oír el latido vital de la libertad y la excitación de un género que desde hace casi siete décadas es un disparador contra la uniformidad cotidiana. Todo dentro de una exposición implacable. Así es la propuesta de estos tipos. Su presencia es ejemplo y estímulo para muchos grupos noveles que buscan modos de salir a escena y de florecer.

Tras la impactante sorpresa de la primera escucha del álbum vienen la segunda y la tercera y así, una y otra vez, hasta dilucidar cómo ha sido su paseo por la genealogía del r&r para llegar a lo que hoy viven: la experiencia sonora del origen, entendida como una concatenación hipermoderna. Experiencia que, repetida a lo largo de las épocas por unos y otros semejantes, es paradójicamente única (una vez más): Let’s Rock!

VIDEO SUGERIDO: The Black Keys – Go (“Let’s Rock” Tour Rehearsals), YouTube (The Black Keys)

THE BLACK KEYS (FOTO 3)

 

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LAS LLAVES DEL GARAGE

Por SERGIO MONSALVO C.

LAS LLAVES DEL GARAGE (PORTADA)

 ORIGEN ES DESTINO*

La historia del rock son sus mitos. Y los que contiene el del garage son de los más grandes. La serie “Las Llaves del Garage”, trata del rock como música y como idea. Vale la pena apuntar que como música no es más sencillo que como idea.

El rock de garage es la música más disponible de nuestra cultura global —una cultura más homogénea de lo que por lo común se quiere admitir—, pero disponible no es sinónimo de fácil. Aquí cabe apuntar que como idea surge de los veneros del romanticismo filosófico.

El rock y su mitología son profundamente románticos. Le otorgan el mayor mérito a toda desmesura y a las explosiones del genio individual, sobre todo a aquello que refleje el barullo mental y emocional que se transpira siendo de naturaleza airada y víctima circunstancial del mundo circundante.

Y su constante es la necesidad del descubrimiento, de lo dinámico y de lo evolutivo. El papel que sus intérpretes y seguidores le asignan a la música se acerca mucho al de un credo pagano, por cuanto tiene la misión de hacer visible la intuición absoluta y su revelación.

La serie “Las Llaves del Garageque presenté en este blog a lo largo del año 2019define la cualidad musical de un rock al que es imposible imitar por parte de quienes no comparten el espíritu del género, y explica el mundo y pensamiento en el que viven sus hacedores desde su primera manifestación hace varias décadas, un mundo literalmente impensable, que avanza a toda velocidad y en retrospectiva cuidando su precioso arcano contra viento y marea.

*Fragmento de la introducción al libro Las Llaves del Garage. La primera emisión fue trasmitida a finales de la primera década del siglo XXI (los años cero) a través de Radio Educación (México). La segunda, por entregas on line, bajo los auspicios de la Editorial Doble A (Países Bajos), en el blog Con los audífonos puestos en el año 2019, con motivo del 55 aniversario del emblemático rock de garage.

 

LAS LLAVES DEL GARAGE (REMATE)

 

 

Las Llaves del Garage

(Origen es Destino)

Sergio Monsalvo C.

Colección «Textos»

Editorial Doble A/

Con los audífonos puestos (Blog)

The Netherlands, 2019

 

Exlibris 3 - kopie