Antes de finalizar el primer lustro de la década de los sesenta, la Gran Bretaña experimentó la propagación del rhythm and blues y del blues. Los más importantes grupos se valieron para ello de bluseros originales como John Lee Hooker, Jimmy Reed, Sonny Boy Williamson o Muddy Waters, pero también de artistas asimilados al terreno del rhythm and blues propiamente dicho, como Ray Charles por ejemplo.
Gracias a esta actitud, los jóvenes músicos ingleses comprometidos con el blues retuvieron la atención de un vasto público que abarcaba ampliamente también a las minorías de entendidos.
Londres, en aquel entonces, tenía a los Yardbirds y a los Rolling Stones, Manchester a los Hollies y Liverpool a los Beatles. El nordeste de Inglaterra, Newcastle, para ser más preciso, aportó a un grupo de jóvenes obreros duros y desmadrosos que vociferaban el blues igualmente fuerte: The Animals. Uno de ellos era Eric Burdon, a quien la música de Ray Charles, Chuck Berry y Bo Diddley lo enloquecía.
Todos los del grupo (Hilton Valentine en la guitarra; Chas Chandler en el bajo; Alan Price en los teclados; John Steel en la batería y Burdon en la voz) se habían criado en el ambiente minero, con la cerveza oscura espesa y con las difíciles condiciones de vida de su lugar de procedencia.
Originalmente se denominaron Alan Price Combo. Tras una presentación en el Down Beat Club de Newcastle, Eric Burdon se integró como cantante. Esto sucedió durante 1962. Una noche de diciembre de 1963, Giorgio Gomelsky, un productor, los descubrió en el club a Go-Go mientras servían de teloneros para Sonny Boy Williamson, que se encontraba de gira por Inglaterra.
Graham Bond les sugirió el nombre The Animals debido a la fuerza con que tocaban. De ahí se trasladaron a Londres al año siguiente. Pronto comenzaron a aparecer en las listas de popularidad. Su primera grabación fue «Baby Let Me Take You Home», seguida de la ya hoy clásica «The House of the Rising Sun».
Los éxitos de ventas y de lista se fueron acumulando en discos como The Animals (1964), Get Yourself a College Girl (1965), Animal Tracks (1965) y Animalisms (1966). Tras ellos Price abandonó al grupo para iniciar una carrera como solista; lo reemplazó Dave Rowberry. A éste le siguió una infinidad de cambios de personal.
Burdon entonces decidió renovarlos y los convirtió en The New Animals, nombre con el que se mantuvieron con vida hasta fines de los sesenta, coqueteando con la psicodelia («San Franciscan Nights», «Monterey» y «Sky Pilot»).
En los setenta Burdon retornó a la escena con el grupo War y obtuvo muy sonados éxitos («Spill the Wine», uno de tales). En 1977 los Animals volvieron a reunirse modernizando su sonido para los nuevos públicos y sacaron el disco Before We Were So Rudely Interrupted. Luego pasó otro buen tiempo para que volvieran a intentarlo. En 1983, lo hicieron y editaron el disco Ark, tras el cual cada uno siguió su propio camino hasta desaparecer. Eric Burdon aún anda en él.
En 1970 apareció el cuarto álbum del Velvet Underground que marcó de facto el final del grupo. Una banda que se había adelantado años luz a su época, con sus guitarras rítmicas escandalosas, violas atonales, baterías minimalistas, lírica subterránea y cantos de exquisita esquizofrenia, además del despiadado ingrediente noise: un collage sonoro de música eléctrica y experimental reunida con la estruendosa sencillez del rock. Los elementos de un icono para las siguientes décadas.
Llegó el punk y éste vio en el Velvet a un modelo soportable y, desde luego, tocar cosas como “White Light/White Heat”: Sex pistols en lo crudo, en lo intelectual Patti Smith y Television; con el new wave los Talking Heads, Blondie y Joy Division, que dio inicio a la época del postpunk “industrial”.
Arribaron los ochenta y R.E.M. A Michael Stipe le gustaba cantar “Femme Fatale” y “Pale Blue Eyes” al final de sus conciertos. En el otro extremo del espectro, The Jesus & Mary Chain hacía una amalgama de rock de garage y feedback, la estrategia del shock velvetiano. Los siguió Nick Cave, Sonic Youth y Echo and The Bunnymen.
En los noventa la escena alternativa se hundió en la moda de la tristeza. De repente cobró importancia el tercer álbum de Velvet Underground. La falta de energía fue la característica más destacada que comparte con los sonidos desganados de agrupaciones como Galaxie 500, Spiritualized, Spacemen o The Cure. Y en el mainstream con Billy Idol y Bryan Ferry.
En la primera década del siglo XXI los Strokes o Black Rebel Motorcycle Club no niegan su devoción a los neoyorquinos. Cuando se sintoniza MTV, parece como si todos los grupos alternativos portaran el sello velvetiano. Se han esforzado de manera desesperada por extraer de ahí un alma, y la tentación ha dado a luz ejemplos notables y el listado continúa. Y aunque Velvet Underground haya muerto 30 años antes se ha convertido en una obsesión para el mundo del rock.
El Velvet Underground con sus temas sugerentes en cuanto a negrura, voluptuosidad y perversión, y su mezcla perfecta de rock y experimentación sonora agridulce, despertaron ciertas inquietudes con un significado heroico desde el punto de vista existencial que permanece intacto.
VIDEO SUGERIDO: The Velvet Underground – Sweet Jane (the best live versión), YouTube (Rafael Romero)
Es increíble la cantidad de material prima que contiene el blues. Y es, precisamente, esa materia el único factor que ha permitido que lo mejor de la música negra haya rebotado productivamente en las cámaras de eco de la cultura media mundial.
La música negra es en esencia la expresión de una actitud o un cúmulo de actitudes acerca del mundo, y sólo de manera secundaria el modo en que la música se produce.
El músico blanco de blues vino a entender esta actitud como una forma de hacer música y la intensidad de su entendimiento produjo, y sigue produciendo, la gran marea de músicos blancos del género.
No obstante, fue en la década de los sesenta que se supo que el blues era de todos, que pertenecía al mundo en general, y que la actitud asumida frente a él o con él, era el modo de expresión.
Los músicos no negros encontraron en la guitarra el instrumento idóneo para manifestarse. Aquel primer brote no ha tenido parangón en la historia y los nombres surgidos en dicha época aún prevalecen como artistas adalides.
Fueron tantos y tan buenos ejemplares, que la diferencia se simplificó arbitrariamente entre los excelsos y los extraordinarios. Entre los primeros están: Jimi Hendrix, Eric Clapton, Jeff Beck, Jimmy Page…; entre los segundos, y más olvidados, están Peter Green, Robin Trower, Mick Taylor y Alvin Lee, por mencionar unos cuantos.
Alvin Lee fue un cantante y guitarrista nacido en Nottingham, Inglaterra, el 19 de diciembre de 1944. Mostró temprana inclinación por el blues y el jazz debido a la colección de discos de sus s padres. A los diez años y una vez conocido el rock and roll hizo de Chuck Berry, Scotty Moore y John Lee Hooker sus paradigmas. A los trece comenzó con la guitarra eléctrica.
En 1960 conoció al bajista Leo Lyons y a Ric Lee (baterista) y formaron un grupo amateur llamado Britain’s Largest Sounding Trio. A los 18 años de edad se hizo músico profesional al frente de esta banda, que gozó de popularidad en su terruño, pero sus sueños abarcaban mayores geografías, así que el trío se trasladó a otras zonas para hacerlos realidad. Se fueron al Star-Club de Hamburgo para foguearse (como habían hecho los Beatles).
Pero no fue hasta que llegaron a Londres, en 1966, que cambiaron su nombre: primero por The Jaybirds; tras ello a Jaybird y un sonido más contemporáneo; y luego a Blues Yard (para un concierto en el Club Marquee); y por último a Ten Years After, como cuarteto (con Chick Churchill como tecladista), con el que consiguieron el éxito.
Ya eran veteranos del duro circuito de los locales del norte británico; supervivientes de las temporadas en Hamburgo; así como de los trabajos extenuantes para alimentarse como acompañantes de artistas pop. El nombre adoptado finalmente tenía algo de arrogante: Ten Years After (Diez Años Después) significaba que había pasado un decenio desde la irrupción de Elvis Presley y que los instrumentistas por fin podían liberarse.
La banda consiguió un puesto permanente en dicho Club, al igual que una invitación al festival Windsor Jazz & Blues de 1967, lo que los llevó a su primer contrato discográfico con la compañía Decca. El estridente sonido, prolífico en batería y feedback, así como sus veloces, limpios y creativos solos de guitarra y bajo, resultaron una novedad y proporcionaron al grupo su principal característica.
Ten Years After encarnó un tipo de rock que arrasó a finales de los sesenta y principios de los setenta, con un rock imperioso, basado en el blues eléctrico, al que Alvin Lee aportó fluidez instrumental, técnica exuberante y su propio carisma como cantante.
VIDEO SUGERIDO: Ten Years After 1968, YouTube (The Choke 77)
Su álbum debut, homónimo del nombre del grupo, fue programado en las estaciones de radio de San Francisco, al otro lado del Atlántico, donde fue bien acogido por los escuchas, entre ellos el promotor de conciertos Bill Graham, quien los invitó a realizar una gira por la Unión Americana en 1968. (A la postre el grupo realizó veintiocho tours en los Estados Unidos, en el período de siete años, más que cualquier otra banda del Reino Unido).
Discos como Ten Years After, Undead, Stonehenge y Sssh se constituyeron rápidamente en gemas de aquel tiempo, cuyo clímax se dio en el verano del año siguiente. El grupo llevaba ya varias giras por la tierra del Tío Sam cuando se presentó aquel 15 de agosto de 1969 en “la Feria de Música y Arte”, que se convertiría en el legendario Festival de Woodstock.
Las condiciones del escenario no eran las ideales, pero se percataron de lo que aquello significaba y pisaron el acelerador. Su pieza “I’m Going Home”, destacó como uno de los puntos álgidos del evento y de la película resultante, inmortalizó al grupo y terminó por erigirse en un tótem del rock.
Cabe señalar que este festival lo tuvo todo para encumbrar a quienes participaron en él. Fue la primera gran reunión de este género que se salió del simple cuadro musical –donde permanecen el Monterey Pop y Summer of Love de 1967– para convertirse en un fenómeno sociológico: el punto climático de la cultura hippie, de un modo de vida, de otro sentido de las cosas.
La película del suceso dirigida por Michael Wadleigh, aparecida un año después, y los dos álbumes que se grabaron de ahí, contribuyeron a dar a este vasto happening el valor de un suceso planetario. Algunos grupos participantes en ese momento se vieron lanzados de golpe al rango de mitos mayores; y las piezas exitosas sobre el escenario (“Soul Sacrifice” de Santana, “Going Up the Country” de Canned Heat o la mencionada “I’m Going Home”, entre ellas), en himnos obligatorios reeditados durante años para brindar su propio Woodstock a los que no fueron.
Tras ello, Ten Years After publicó magníficos discos donde mezclaba el blues, el jazz y el rock con experimentos sonoros: Cricklewood Green, A Space in Time y Rock and Roll Music to the World, lo mismo que un álbum en vivo (Recorded Live). No obstante, las invitaciones permanentes a todo encuentro multitudinario (incluyendo el Festival de la Isla de Wight, de 1970) y la cadena de tours fueron minando el espíritu creativo del grupo confinado a la repetición de sus éxitos, hasta que llegó el hartazgo y la separación en 1974, luego de la grabación de su último disco Positive Vibrations.
Alvin Lee se convirtió en solista y durante las siguientes décadas realizó grabaciones de la más variada calidad, colaboraciones con infinidad de músicos y siempre mantuvo un perfil más bien bajo que le permitió vivir y llegar en buenas condiciones físicas y económicas a una edad avanzada. Sin embargo, la fuerza primigenia desplegada durante siete años, de fines de la década de los sesenta y principios de la siguiente, ya no volvió a aparecer.
Lee falleció el 6 de marzo del 2013, a la edad de 68 años. Fue un brillante músico que perteneció a la extraordinaria escuela de instrumentistas británicos que se forjaron al calor del fuego de una sucesión de estilos; que acompañaron, aún siendo muy jóvenes, a los intimidantes y muchas veces despiadados bluesmen estadounidenses que viajaban entonces por el Reino Unido sin banda, como John Lee Hooker, por ejemplo.
Tales experiencias, unidas a su calidad interpretativa y talento creativo, le otorgaron un lugar que conviene recordar una y otra vez para las generaciones presentes y del futuro. Fue un adalid de la guitarra, uno de sus héroes, cuando ese instrumento encarnaba lo más insigne del rock and roll.
VIDEO SUGERIDO: 1969 – Ten Years After –Woodstock – I’m Goin’ Home, Dailymotion (Javier El Yeti)
Reg Presley falleció el 4 de febrero del 2013 en su natal de Andover (Inglaterra). Era el vocalista de The Troggs, de auténtico nombre Reginald Ball, tenía 71 años. El nombre de su grupo era un derivado de “trogloditas”, el cual retrataba su estilo inicial: tuvieron impacto con lúbricas proclamas como “Wild thing” o “I Can’t Control Myself”.
Los Troggs eran un cuarteto como tantos otros, que enseguida supo adaptarse a aquellos tiempos acelerados que fueron los años sesenta. “Wild Thing” venía firmada por el neoyorquino Chip Taylor, que también les proporcionó otro éxito, “Anyway that you want me”.
El grupo comenzó en 1965 haciendo temas propios y Presley decidió insistir. Compuso una canción pegajosa, “With a Girl Like You”, que a la postre sería su único número uno en el Reino Unido; y también un himno propio de 1967, “Love is all around”. Se trataba de una visión de fraternidad universal que a la larga garantizaría la longevidad de su carrera: el cine y la publicidad han recurrido frecuentemente al repertorio de los Troggs.
Como protegidos del grupo estadounidense REM hubo un relanzamiento de su carrera a principios de los noventa, con producción de Mike Mills y Peter Buck, grabaron Athens Andover. Sting, por su parte, los contrató como animadores de su boda con Trudie Styler. Hasta se celebró su obra en un libro minucioso, Rock’s wild things: The Troggs files. La demanda por su indestructible cancionero no se redujo: el grupo tocó hasta principios del 2012, cuando las dolencias de Reg impusieron su retiro.
VIDEO SUGERIDO: The Troggs – Love Is All Around, YouTube (jthyme)
A Detroit se le conoce como la Motor City por ser su actividad económica principal la construcción de automóviles hasta hace poco. En materia musical se ha distinguido por tres rubros: el sonido Motown, el proto punk de MC5 y el beat del techno dance. Sin embargo, fueron los años sesenta el punto climático de su historia, ya que la música se le ligó de manera estrecha con el contexto sociopolítico de la época. En ello tuvo mucho que ver la presencia de MC5.
En su origen este grupo de garage, nativo de aquella ciudad, se hizo llamar Motor City Five y fue fundado en 1964 por Rob Tyner (voz), Wayne Kramer (guitarra líder), Fred “Sonic” Smith (guitarra), Pat Burrows (bajo) y Bob Gasper (batería) para tocar cóvers. La situación cambió en 1965 cuando accedieron a la universidad del estado y cuando encontraron en el campus a John Sinclair, poeta y activista político.
En 1966 el grupo dio a conocer su fusión de rock y rhythm and blues de alto octanaje en un disco sencillo producido por ellos que circuló de mano en mano. Sinclair los escuchó en su calidad de DJ de radio, y los invitó a unirse al Partido de las Panteras Blancas, que buscaba la revolución a través de la expresión libertaria más extrema. Bajo el influjo del LSD y las consignas políticas de Sinclair, el grupo —ahora con las siglas MC5— se transformaría en la antítesis de la escena hippie.
En 1967 formaban parte de la comuna Trans Love Energies de Sinclair, el cual redactó un manifiesto para darlos a conocer: “MC5 apoya la revolución. No se han armado aún porque poseen recursos más fuertes: el acceso directo a millones de jóvenes a través del rock and roll, es uno; la fe en lo que estamos haciendo, el otro. Pero de hacer falta utilizarán los rifles. Harán lo que sea necesario ante la ausencia de ilusiones”.
MC5 estaba convencido de que el rock unía a la gente y que podía ser usado para ganar poder político. El grupo participó en la protesta masiva contra la guerra de Vietnam, que se dio con motivo de la Convención Nacional Demócrata y que terminó con la feroz represión gubernamental, con muertos, heridos y detenidos; a pesar de sus posturas, la compañía Elektra los contrató ese mismo 1968.
El resultado de su participación en dicha Convención fue el álbum Kick Out the Jams (de 1969), un compendio de música dura, energética, sin transigencias y por demás nihilista, inserto en un clima dominado por el “flower power”. Esto creó por supuesto la controversia, incrementada por la versión que hicieron del tema de Nat King Cole “Ramblin’ Rose” con la letra cambiada y luego el grito ¡motherfuckers!” en el tema “Kick Out the Jams”, con lo cual provocaron a la censura. Esto hizo que Elektra los despidiera.
Tras el despido del grupo, John Sinclair fue sentenciado a diez años de prisión por posesión de drogas, aunque en realidad era un preso político. MC5 organizó conciertos para la fianza. Al ser rechazado este derecho por la Corte y ante el poco apoyo de los otros partidos radicales, el grupo, aún comprometido con la fuerza revolucionaria del rock, aceptó firmar con Atlantic y grabó Back in theUSA (1970). El sonido áspero y lleno de energía del disco le dio fama a MC5, pero vendió poco, al igual que High Time (de 1971), luego de lo cual optaron por desintegrarse.
En los ochenta se reeditaron sus álbumes. Se acentuó así su importancia como representante de una corriente de música underground que preludió a los punks de la década siguiente; dieron nueva vida a la tradición de las bandas de garage e inspiraron a los grupos de hard rock. Es decir, con el tiempo se convirtieron en objeto de culto. En la actualidad en muchas paredes del mundo puede leerse el graffiti: Energy= MC5.
MC5 sentenciaba lo siguiente: “Casi todos los miembros de la contracultura estadounidense están relacionados con el rock and roll. Esto lo hace importante. El rock trata sobre la rebelión”.
VIDEO SUGERIDO: MC5 – Ramblin Rose – Kick Out The Jams –Looking At You by Tito Sueldo, YouTube (tito sueldo)
Pyongyang, Corea del Norte.- El régimen estalinista del dictador Kim Jong Il reprendió de manera pública, a través de la televisión estatal, a los jóvenes coreanos que usan el cabello largo y escuchan música occidental (rock). Los llamó “tontos que abandonan nuestro propio estilo de vida e imitan modelos de otros pueblos”.
Así inició a principios del 2005 la campaña gubernamental titulada “Cortémonos el pelo según el estilo socialista”, misma que advierte que no debe rebasar los tres centímetros. La cortedad capilar está dentro de la filosofía Songun de la que era seguidor Kim Jong y actualmente también su hijo y heredero político, Kim Jong-un. Ésta se concentra en las cuestiones militares y por ello exhorta a los ciudadanos a seguir el ejemplo del ejército coreano, el cual consta en la actualidad de un millón y medio de elementos y es la columna vertebral del gobierno.
Este último exige un apoyo incondicional del pueblo y para ello controla todas las publicaciones y emisiones de la radio y la televisión. Con su manejo busca guiar los gustos culturales de los norcoreanos. Kim Jong Il y su hijo, han rechazado toda influencia extranjera y por eso el primero emprendió la campaña, cuyo dictado afirmaba que “el cabello largo entorpece la actividad cerebral al restarle oxígeno a los nervios de la cabeza”. La propaganda no mencionaba ninguna regla para las mujeres ni explicó por qué en ellas el cabello largo no reducía su actividad cerebral.
Debido a la profunda crisis en que está sumido ese país, miles de habitantes viajan a China en busca de comida y trabajo. Ahí han conocido paradójicamente formas de la cultura occidental que se han popularizado desde que China abrió sus puertas al capitalismo. Así que al retornar a sus lugares de origen llevan consigo las nuevas modas y gustos estéticos, pero también radios de transistores, videos y CD’s que introducen de contrabando a Corea del Norte.
La campaña llegó a nuevas alturas luego del cumpleaños número 64 del “Amado Líder” (como se le conocía a Kim Jong y hoy a su vástago), cuando la televisión estatal empezó a señalar a los ciudadanos de cabello largo como “estúpidos, poco higiénicos y antisocialistas”. Incluso el medio mostró e identificó a quienes violaban la orden con su nombre y domicilio.
Los comentaristas preguntaron ante las cámaras: “¿Cómo vamos a esperar que hombres así, con una actitud tan desaliñada, vayan a cumplir bien con su deber? No podemos más que cuestionar el gusto cultural de estos camaradas, quienes se muestran incapaces de sentir vergüenza por el largo de su cabello. Son ciegos seguidores del estilo de vida burgués”. De esta manera los expusieron a la burla y denigración públicas.
II
En Occidente, el rock llegó a los escenarios teatrales en 1960 con la obra Bye Bye Birdie. Sin embargo, el género no se apoderó realmente de Broadway, la meca de los musicales a nivel internacional, hasta 1967, cuando una obra tuvo verdadera aceptación en este sentido: Hair.
Síntesis: Claude Hooper Bukowsky, un granjero provinciano (de Oklahoma), llega a Nueva York en espera de ingresar en el ejército estadounidense para ir a combatir a Vietnam. Ahí se encuentra con miles de jóvenes que protestan contra la guerra, predican el amor libre y una existencia semejante. Conoce por casualidad a un grupo de éstos, cuyo cabecilla, Berger, lo adopta entre ellos con el objeto de mostrarle otra forma de actuar y de pensar, completamente desconocidas para el joven campesino.
De esta manera se adentra en una forma de vida sostenida por el pacifismo, el rock, las drogas de tinte psicodélico, los acercamientos al mundo oriental y a la comunión entre la naturaleza y el ser humano. Su simbología defiende una estética de melenas al viento (de ahí el título de la obra), collares, camisas de colores pintadas a mano; sus armas son las flores. Es la cultura hippie, un movimiento contracultural de esencia reivindicativa y juvenil que tuvo lugar en la segunda mitad de los años sesenta.
Los autores, James Rado y Gerome Ragni (actores de la bohemia teatral neoyorquina), buscaron presentar con esta pieza un formato distinto a los tradicionales que hasta entonces se mostraban en las obras musicales de Broadway. En el proceso de dicha búsqueda crearon algo por completo nuevo, algo que llevó al escenario la excitación que se vivía y sentía en las calles en ese momento.
Les costó trabajo, por lo mismo, y no accedieron a las principales salas en un principio. Hair fue estrenada primero en el Public Theater de Nueva York (en el off-off Broadway) el 17 de octubre de 1967, ante los 300 asistentes que llenaron el lugar. Las peripecias económicas, actorales, de adaptación, musicales, de dirección, así como legales y de ubicación, se dieron de todas clases.
La obra tal como se le conoce en la actualidad encontró a su director ideal en Tom O’Horgan y a su musicalizador en Galt MacDermot. Y su itinerario fue de un local conocido como Cheetah (una Disco para 700 personas, el cual debía desalojar cada noche para que empezara el baile), hasta una larga temporada en el Teatro Sullivan, en pleno corazón de Broadway, donde realizó 1742 funciones, desde el 28 de abril de 1968 hasta su clausura en julio de 1972, para luego recibir premios como el Mejor Musical y la Mejor Dirección.
La obra comenzó así su vida, llevando el pelo largo como estandarte y un puñado de canciones como himnos: “Aquarius”, “The Flesh Failures (Let the Sunshine In)” y “Good Morning Sunshine”, entre las más sobresalientes y perdurables.
En el ínterin también causó una revuelta judicial por la censura que quería cernirse sobre ella. Su propuesta artística causó disgusto tanto en algunas regiones de la Unión Americana como en la propia Casa Blanca, la cual a través de su vocero, Henry Kissinger, habló contra ella.
Tales sectores crearon la controversia al acusarla de “lujuria y lascivia”, “ofensas a la bandera y a la moral públicas”, “obscenidad”, etcétera. Todo el reparto fue reconvenido y condicionado a proceso si no cambiaban contenidos y escenas.
A su vez, la Asociación de Actores la apoyó con sus 17 mil firmas y envió una carta expresando su “profundo desacuerdo sobre la represión y caprichosa acción de las autoridades al cerrar la obra en Boston. Hecho contrario a las libertades de expresión y de pensamiento, contenidas en la Constitución”.
El caso llegó hasta la Suprema Corte de Justicia estadounidense, pero la compañía fue absuelta por estar contenida su protesta legal en la Primera Enmienda de la constitución del país. Una acción ciudadana en pro de sus garantías individuales.
VIDEO SUGERIDO: Hair – Song Hair, YouTube (cal8887)
Tras la aparición de Hair, el rock sería adoptado en los escenarios teatrales de todos lados, al igual que los guiños de su cultura: ingenio, irreverencia y rebeldía. Los diálogos de Hair estaban escritos en lenguaje coloquial y eso incluía la novedad —en el teatro— de las groserías, el juicio social, el nudismo, el juego con las ideas y la alteración del realismo psicológico.
La música, por su parte, no era el rock más puro; sin embargo, al igual que sucedió con el ragtime o el jazz, se convirtió rápidamente en crisol que daba resultado dentro y fuera del escenario y dejó tras de sí un catálogo de piezas memorables. Asimismo difundió la costumbre de la amplificación en el teatro.
Las obras, a partir de entonces, mostraron una gama de temas que pronto adquirieron características identificables: no tenían un libreto ortodoxo; eran cantadas totalmente y por esa razón fueron anunciadas como rockmusicals (la popularización de la rock ópera aparecería un par de años después con Tommy de Pete Townshend, miembro de los Who).
En 1979, el director checoslovaco —avecindado en los Estados Unidos— Milos Forman llevó Hair al cine, junto con el guionista Michael Weller y la coreógrafa Twyla Tharp. Forman aprovechó el material escénico y retrató con bastante fidelidad el contexto sociocultural de los jóvenes contestatarios, al desarrollar con suficiencia una historia generacional y antibelicista.
La película se convirtió en un clásico y en un documento social. Aquel pelo largo sesentero adquirió la categoría de emblema eterno. Una serie de empresarios teatrales aprovecharon la proyección que Forman le confirió a la obra y la embarcaron a distintas partes del mundo desde entonces. En el 2020 cumplira 50 años de rodar por el planeta, con un mensaje libertario al parecer demodé.
III
Con la lucha contra el pelo largo (el rock y otras formas que significan oposición) un personaje como Kim Jong Il y su hijo actualmente han apoyado al ser social tradicional y la opinión de que las cosas deben seguir siendo como son. Dicho estilo capilar, en este momento en aquel país, se liberaba del ser social institucionalizado y convertía a quienes lo portan en seres contrarios, libres de nuevas combinaciones.
El control total es una fantasía promovida por aquellos que quieren practicarlo, como Kim Jong Il y el siguiente tirano. La acción de la simbología busca otro principio, ese que tan atinadamente bautizó Arthur Conley como “Shake, Rattle and Roll”.
El inmenso error de los líderes totalitarios es creer que por alguna circunstancia están libres de la historia. Como si ellos hubieran empezado un nuevo orden sin conexión con lo anterior o el presente. Su gran pifia es pensar que están exentos de lo contemporáneo y de su actualización, como si pudieran estar libres de las leyes del progreso y de la cultura que entraña, que lleva implícitos los nuevos sonidos con todos sus símbolos, entre ellos el del pelo.
Dictadores más añejos que el coreano lo han intentado y terminado por ceder, aunque sea al final de sus vidas, ante tal principio, como en el caso de Fidel Castro. El viernes 6 de mayo del 2005, tras 45 años de rechazo y persecución a esa música, “concedió el permiso” para un concierto masivo con el grupo estadounidense de hardrock Audioslave. La primera banda de su especie que tocó al aire libre en la isla caribeña.
La férrea voluntad de los miles y miles de cubanos, que a lo largo de décadas padecieron la censura y obstaculización de sus gustos, obtuvo una resonada victoria histórica con tal concierto en el Malecón. En la Tribuna Antiimperialista (un lugar reservado por el gobierno para realizar denuncias hacia la política de la Unión Americana) fue que actuó la agrupación integrada por el vocalista Chris Cornell, el guitarrista Tom Morello, el bajista Tim Commeford y el baterista Brad Wilk —a los cuales se considera elementos del primer supergrupo del siglo XXI, ya que proceden de bandas como Soundgarden y Rage Against the Machine—, quienes declararon de manera incisiva que era “un magnífico nombre para un foro cultural”. Unos años después serían los Rolling Stones, con el mismo ejemplo.
Cierto dogma de los defensores de totalitarismo y la censura mantiene la idea de que el control a ultranza es aún una barrera segura para proteger “a las auténticas tradiciones” de los productos “extranjerizantes”. Se sienten adalides de la sana conciencia, guardianes del buen gusto social y de lo “correcto”. Sin embargo, dan pena ajena, como en su momento los medievalistas del siglo XVIII, quienes luchaban en contra de la urbanización.
Para corroborarlo se encuentran en la historia los ancianos dirigentes del Kremlin y del Soviet Supremo de la extinta URSS (la caída del Muro de Berlín se coronó con un concierto masivo de rock); el fanatismo musulmán (que tiene a su némesis en el raï), la cadena de presidentes de los Estados Unidos, quienes han actuado contra el rock and roll y hasta el rap (con muchos expedientes X); la España de Francisco Franco; la larga lista de dictadorzuelos latinoamericanos (proclives a los autoflagelantes boleros), como el propio Fidel, ya mencionado, o Hugo Chávez. Ambos fenecidos, pero a quienes sus caricaturas han sustituído.
En el caso mexicano, el disfraz priísta (años y años de censura a los conciertos de rock, a las obras de teatro como Hair, Tommy y Así hablaba Zaratustra, con crónicas bien documentadas al respecto), el siguiente mochismo panista o esa premonición del moreno futuro, con gobiernos que patrocinarán con bombo y platillo actos «gratuitos» en el Zócalo (léase: nada de iniciativas ciudadanas, sólo las que provengan de políticas partidarias, exclusivamente). Y así de manera sucesiva, hasta llegar al absurdo de la prohibición capilar en Corea del Norte.
Kim Jong Il, “El Amado Líder”, vivió la vida de la negación, de la bravuconería militar. Luchó para detener el cambio con un fascismo por demás corriente. Kim Jong-un, su sucesor, de igual manera. La obra Hair, por su parte, se sigue presentando en las ciudades de Europa en estadios con capacidades promedio de 80 mil espectadores (en temporadas consecutivas desde el siglo pasado). En China, el video de la película (Hair) de Milos Forman se consigue por un yuan, algo así como 50 centavos de euro.
En 1968 había pasado ya una década entre los preliminares del rock de garage y el fin de su primera etapa. Había sido fiel a sus influencias sin copiarlas al pie de la letra. De Little Richard y Chuck Berry habían absorbido los fundamentos; de la Ola Inglesa la importancia de los sonidos y parámetros y de los cientos y cientos de grupos que lo habían conformado en esta década: la actitud y el espíritu para tocar buenas canciones, con rabia y velocidad aunque fuera con impericia.
El rock de garage se había forjado con hambre, pasión y energía en las cocheras familiares, en los sótanos y covachas a base de poca elaboración musical (tres notas octavas y quintas), de la distorsión en los amplificadores y otros instrumentos baratos, de baterías agresivas y letras pegajosas, de riffs salidos del alma y con ecos metálicos, de la necesidad de agruparse y mostrar los deseos adolescentes de diversión y sexo.
Y los deseos manifiestos del rock de garage son por tanto calificados de sucios y sus intenciones de violentas, provocadoras y con actitudes nihilistas. Su base en el rhythm and blues es tocada con urgencia y con la intención de que refleje el barullo mental y emocional del eterno adolescente en celo, que se reúne con sus semejantes para compartir tales sensaciones y experiencias en un movimiento subterráneo y anárquico.
Lo realmente importante de la corriente garagera no es la originalidad ni la calidad sino la manera de tocar las canciones. Hay que tocar rock & roll sin pérdidas de tiempo ni queriendo presumir. Escupir los temas tal y como salgan sin adornos ni adocenamientos. Tocar con todo el cuerpo porque no se puede hacer otra cosa, por necesidad existencial, porque lo esencial es el qué y no el cómo.
De los cientos de bandas que habían aparecido por todos los Estados Unidos y otros confines del mundo en esta época, algunos obtuvieron éxitos; la mayoría quedó en la oscuridad y desapareció tan fugazmente como había surgido. En 1968 el álbum conceptual era una realidad y la industria se plegó a ello. Los Beatles, que con la Invasión Británica desataron los deseos, ahora crecían para dar paso a otra etapa: la de los simbolismos, la abstracción y el uso de la palabra con otras intenciones.
Llegaron a su fin los sencillos solitarios y los one-hit wonders contenidos en los discos de 45 rpm, el formato ideal para los grupos de garage. Con el nuevo LP de 33 rpm el virtuosismo dentro del rock cobró una enorme importancia. Los héroes de la guitarra y otros instrumentos se encumbraron en el gusto popular. Asimismo, el uso del estudio de grabación como otro instrumento se impuso en la escena. Ambas cosas eran por completo ajenas al rock de garage y apareció el ocaso para éste.
En esa primera etapa para el rock de garage de cualquier modo quedaron cimentadas fuertemente sus bases. La saturación de los amplificadores, los cantos viscerales, el desaliño generalizado, los guitarristas trastocados y sobre todo el riff que lo definía todo. En ese campo fue precisamente donde los iracundos músicos sembraban y cosechaban tempestades. Uno de los últimos grupos de aquella época le proporcionó al mundo un tema histórico y un riff que se convertiría en tópico.
En 1968 el rock de garage volvió al capullo de su origen a esperar y forjar nuevos representantes. Su destino en todo caso tenía futuro: el espíritu de la eterna juventud airada.
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En 1968, John Michael «Ozzy» Osbourne, Terry «Geezer» Butler, Tony Iommy y Bill Ward (todos con 20 años de edad, originarios de Birmingham, Inglaterra, y obreros con diferentes oficios) decidieron unir esfuerzos y formar el grupo Polka Tulk Blues Band Earth. Antaño los dos primeros, cantante y bajista respectivamente, habían integrado una banda de blues rock de nombre Rare Breed. Los otros, guitarra y batería, lo habían hecho con Mythology.
El sonido de Earth rápidamente emprendió el camino hacia el rock duro (pionero del heavy metal), inspirado en Cream y Led Zeppelin. Comenzaron a ser conocidos en su localidad pero el nombre del grupo no terminaba de convencerlos. Cambiaron al de Black Sabbath a sugerencia de Butler, nombre que iba más con el volumen y la presencia siniestra del grupo.
La fuerza de convicción expresada en su música pronto rindió frutos y fueron contratados por Vertigo Records en Inglaterra y por Warner Bros. en los Estados Unidos. El sencillo «Evil Woman, Don’t You Play Games With Me», así como el disco homónimo, Black Sabbath, aparecieron en un buen momento, febrero de 1970, y ambos tuvieron éxito. Ese L.P., grabado en sólo dos días y con un costo de 600 libras, forjó la imagen del grupo.
Éste fue calificado casi al instante como una banda satánica. Durante la gira de promoción confesaron estar fascinados por la maldad del hombre y por el diablo, aunque jamás adoptaron una actitud didáctica. Ser considerados como tales les confirió un misterio oscuro y atrayente que pronto se transformó en discos de oro.
En su segundo disco el grupo profundizó en la temática melancólica. Paranoid, grabado en seis días y publicado en enero de 1971, llegó rápidamente a los primeros lugares de las listas y un crítico acuñó el término «downer rock» para describir su ritmo pesado y su visión generalmente sombría. Iommy dijo al respecto: «Si causamos una impresión sombría y malvada es porque así nos sentimos». Ward, por su parte, opinaba que la mayoría de la gente sufría lo que él llamaba «una depresión permanente» y que Black Sabbath simplemente la expresaba para esa mayoría.
La apariencia del grupo correspondía a todo ello: Ozzy, cubierto de tatuajes; Ward, con su barba rasputinesca; Butler, con su enervante y astuta sonrisa; e Iommy, misterioso y distinguido con sus afilados rasgos. Todos llevaban las grandes cruces invertidas de acero que hiciera el padre de Osbourne para ellos con el fin de alejar a los malos espíritus.
El grupo pasó gran parte de 1970-72 en gira por los Estados Unidos, donde su música halló a un público entusiasta. Sus letras reflejaban la indignación de la juventud sobre la guerra de Vietnam. No obstante ser despreciados por la crítica, la popularidad de la banda estuvo por las nubes a fines del 71. El disco Master of Reality alcanzó aún mayor éxito e incluso lograron agotar los boletos para su presentación en Salt Lake City, el hogar de los mormones. Sin embargo, las constantes giras habían cansado al grupo. Ozzy tuvo que ingresar a un hospital para descansar y poder estar con su esposa y dos hijos; Ward contrajo hepatitis y Butler tenía problemas con los riñones.
El año de 1973 fue por completo de convalescencia, pero pudieron vivir de las sustanciosas regalías del Black Sabbath Vol.4, el cual contaba con un nuevo productor, Patrick Meehan, quien sustituyó a Roger Bain. Su siguiente disco, a fines de ese mismo año, Sabbath, Bloody Sabbath, resultó menos agresivo y crudo. Hicieron una gira junto a Black Oak Arkansas en 1974.
Para el año siguiente la popularidad del grupo comenzó a decrecer, a pesar de discos como Sabotage (1975) y Technical Ecstasy (1976). Osbourne tuvo que ingresar a un hospital psiquiátrico por depresión, drogas y alcohol y separarse del grupo hasta 1978, cuando volvieron a juntarse para grabar Never Say Die! y realizar una gira con Van Halen.
En 1979 Osbourne se separó del grupo definitivamente (y desde entonces ha estado dando tumbos, ganando discos de platino como solista o causando lástimas, con reality show familiar incluido, así esporádicas reuniones con el Sabbath). Tras fracasar con un nuevo cantante (Dave Walker), Iommy presentó como nueva adquisición a Ronnie James Dio (ex Rainbow, ex Elf). Con él grabaron Heaven and Hell en 1980, Mob Rules (1981) y Live Evil (1982). Después abandonó al grupo y fue sustituido por Ian Gillan (ex Deep Purple). Entonces grabaron Born Again (1983) con un nuevo baterista, Bev Bevan (ex Electric Light Orchestra, ex Move). Después de la gira de 1984 ambos salieron del grupo e Iommy se dio a la tarea de reconstruir al grupo.
Black Sabbath resurgió nuevamente de sus cenizas en 1987 con el disco The Eternal Idol, con Ray Gillen en la voz. Esa fue la primera de las numerosas resurrecciones, reuniones, reconciliaciones, reencuentros, rehabilitaciones, etcétera, que ha tenido el grupo desde entonces, aunque en el 2017 anunciaron oficialmente su desbandada y siguiente reunión para 2022.
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Hay algunas canciones de las que crecen árboles frondosos y hasta inmensos bosques. Es el caso de “Louie Louie” es una pieza que la vida transformó en estandarte, himno, y un clásico del cóver de todos los tiempos. Su creador original fue Richard Berry, quien escuchaba “Havanna Moon”, un tema de Chuck Berry (sin parentesco) del que le encantaba la atmósfera y el ritmo.
Richard Berry fue un cantante y compositor de rhythm and blues que nació en Nueva Orleáns, pero que en 1955 decidió cambiar del estilo doo-wop, que lo caracterizaba, al rock and roll y compuso la pieza “Louie Louie” inspirada en aquella vieja tonada de Chuck Berry.
La canción original trataba acerca un marinero jamaicano que le platica al cantinero de un bar, de nombre Louie, sus penas amorosas. Un tema naive con un ritmo pegajoso que fue un éxito local y luego pasó al olvido. Hasta que en 1963 lo retomaron los Kingsmen y todo explotó.
The Kingsmen, originarios de Oregon, hicieron un cóver con el sonido del garage primigenio –sección rítmica muy marcada, enfático riff y un solo de guitarra enloquecido- y adaptaciones fugaces a las letras con dobles sentidos de carácter sexual.
El asunto inmediatamente atrajo a las audiencias adolescentes como oyentes e intérpretes de la misma. Pero no sólo a ellos. Al FBI le pareció obscena e inmoral. La investigación duró 30 meses, pero nunca pudieron enjuiciar a nadie porque las interpretaciones cambiaban de una a otra y a cual más incomprensible.
La censura, la jocosidad de sus intenciones y las ambiguas conclusiones del expediente, unidas al pegadizo tema, lo catapultaron como emblema e himno contestatario al que cada cantante o grupo a partir de ese instante pudo incluirle o cambiarle los versos a discreción.
A “Louie Louie” se le han insertado temáticas políticas, sexuales o sociales de cualquier índole, dependiendo del momento y las intenciones particulares, manteniendo la estructura de la canción. La sencillez de la misma permite la improvisación lírica y musical. Eso ha hecho de “Louie Louie” el pilar por excelencia del rock de garage.
Lo dicho: hay algunas canciones de las que crecen árboles frondosos y hasta inmensos bosques. Es el caso de “Louie Louie”, al que se le han hecho 1800 versiones registradas. Una pieza que nació inocente y se transformó en un clásico inmortal.
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