SONORIDADES: THE WIGAN CASINO (TONY PALMER)

Por SERGIO MONSALVO C.

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La música y el futbol en Inglaterra han caminado juntos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El género del skiffle inflamó los corazones de los fanáticos la primera década posterior; luego lo haría el blues-rock en la siguiente.

Para desembocar a la postre en un fenómeno que dividió a la clase proletaria (que siempre ha aportado el mayor porcentaje del público futbolero de aquel país), entre el metal y punk por el que optó una parte, para convertirse a la larga en los hooligans de infame presencia.

Por otro lado, estaban los seguidores de la música negra estadounidense que dieron origen a los soulboys, principalmente oriundos de la zona norte de dicho territorio. Manchester, Sheffield, Yorkshire, Stoke-on-Trent y áreas circunvecinas.

Los fines de semana mientras unos, los primeros, se metían a los bares para hartarse de cerveza, metal y punk-rock; los segundos, igualmente rudos, se iban a buscar las tiendas de discos, sobre todo cuando visitaban Londres, la capital, que tenía las discotecas mejor surtidas.

Ahí buscaban saciar su sed con el soul procedente de la Unión Americana. Los mayores escogían los clásicos de la Motown y Stax, mientras que los más jóvenes se inclinaban por lo más alejado de estas últimas marcas, que para ellos representaban lo comercial y al mainstream.

Esos jóvenes buceaban en los estantes para descubrir las rarezas, a los cantantes desconocidos o a aquellos de los que sólo se hubieran editado un número limitado de ejemplares de sus sencillos de 45 rpm. Eran coleccionistas de las grabaciones de compañías independientes y minúsculas que tenían sus sedes en Detroit o California, básicamente.

Se iban de la capital tristes por la derrota o el empate de su equipo, pero al mismo tiempo felices por la obtención de esas copias de discos, cuya escucha les proporcionaría un placer personal e íntimo, para luego hacer eso extensivo y objeto de envidia y admiración en sus centros de reunión y baile.

Tal fenómeno socio-musical era exclusivo de tal tribu urbana norteña hacia el fin de los sesenta. El beneficiario casi único de tal clientela era Dave Godin, dueño de una tienda llamada Soul City, ubicada en el barrio de Covent Garden.

El asunto lo llevó primero a instruir a su personal sobre las diferentes formas que existían del soul, para que con ello ayudaran a la clientela a encontrar lo que buscaba y a recomendarle materiales diversos entre lo clásico y lo nuevo.

Esto lo condujo a convertirse en colaborador de una revista de nombre Blues & Soul, donde en su columna especializada respondía a las preguntas de los lectores acerca de los antiguos y nuevos hacedores de tal música. Era una guía para conocer aquel mundillo y la aplicación que se le daba en el norte de Inglaterra.

A esta corriente, Godin lo bautizó como “Northern Soul” a fines de los sesenta, misma que se convertiría con el tiempo en un movimiento, luego en un subgénero y finalmente en un estilo que llega hasta nuestros días, con muchos representantes.

Igualmente, esa columna le sirvió a Godin para darle a conocer al lector que había otros como él con gustos e intereses semejantes. Indicó tanto las discografías como los lugares donde tal capilla se reunía a bailar y en qué ciudades, y estableció la primera lista de éxitos de dicha corriente absolutamente local.

VIDEO: Wigan Casino – Keep The Faith, YouTube (mikydroog)

La preservación de la misma duró algunos años de esta manera, solidificando sus características y lejos del escrutinio de la prensa a nivel nacional. Sin embargo, un ejemplar de dicha revista llegó a manos de Tony Palmer, un curioso y veterano director de documentales de música que decidió ir a ver qué era aquello.

Entre su currículum se encontraban ya filmes sobre los Beatles, Cream, Jimi Hendrix y Frank Zappa (200 Motels), lo mismo que de Richard Wagner, Maria Callas o Igor Stravinsky, así como óperas y obras de teatro musical. Es decir, un profesional en todo lo alto.

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Éste, viajó en 1977 a uno de los lugares que Godin mencionaba en sus artículos para documentar in situ para la BBC qué era eso que impulsaba a los seguidores a trasladarse cientos de kilómetros con el objetivo de escuchar y ritualizar un soul oscuro, sin los brillos de la Motown.

El ojo imparcial de Palmer se plasmó en The Wigan Casino, una cinta que puso al descubierto aquel secreto tribal. Con un método casi antropológico contextualizó, enumeró y filmó los ritos y las parafernalias que se desarrollaban en ese submundo.

El director expuso aquel desfogue juvenil en medio de las imágenes decadentes de una ciudad que había sido un gran centro textil y minero, con una fuerza sindical minada por el thatcherismo. El reportaje filmado causó un gran impacto.

En el resto de Inglaterra los trabajadores luchaban por conservar el empleo y contra el lema de la Primera Ministro: “La sociedad no existe, sólo existen los individuos. Sólo son pobres los que quieren serlo”. En medio, la explosión punk y su enconada batalla por derribar al sistema a escupitajos.

Los británicos descubrieron que los asistentes al Casino eran jóvenes del norte, que habían hecho suyo una particular forma de ser mod y que viajaban los fines de semana a discotecas gigantescas con el objetivo único de bailar toda la noche hasta que despuntara el sol.

Eran de clase proletaria y lumpen, sin ideales políticos ni actitud revolucionaria. Una fauna extraña, desdeñosa y festiva situada como islote en un momento socioeconómico álgido e incendiario, cuya clase dirigente tenía la férrea tarea de imponer el neoliberalismo a rajatabla.

Su look era característico: pantalones acampanados, camisetas deportivas con o sin mangas, zapatos bostonianos para deslizarse por la pista de baile (a la que rociaban buena cantidad de talco). Por lo regular llevaban un maletín deportivo con ropa extra: solían cambiarse una o varias veces a lo largo de las horas que bailaban.

Los locales como el Wigan Casino no servían alcohol y tenían prohibido el uso de drogas, aunque las anfetaminas para mantenerse activo circulaban a discreción. En lo musical, que era su mayor distintivo, se escuchaba el soul más bailable y también el más desconocido.

Se trataba de temas rápidos y con enérgico beat producto de compañías como Okeh Records, Mirwood, Ric-Tic, Shout o Golden World, ubicadas tanto en el Detroit más industrializado como en la hedonista California. Los DJ’s eran los amos de la noche con sus colecciones de discos raros.

Una actividad paralela era el intercambio o compra-venta de estos ejemplares, de los últimos hallazgos, o de las grabaciones realizadas en cassettes de esas mismas tocadas. Hecho que serviría, a la postre, como el mayor testimonio sonoro de tal fenómeno.

Debido al trabajo de esos DJ’s se ha logrado a lo largo de los años hacer una intensa labor de escrutinio en la dilatada producción del género y en el listado de sus expositores. Nombres como The Dap-Kings, Jimmy Radcliffe, Al Wilson, Ivonne Baker, Jimmy Ruffin, Sharon Jones o Tony Clarke, son los puntales del estilo.

Uno que perdura hasta nuestros días y que testifican cintas como Northern Soul, de Elaine Constantine, Soulboy de Shimmy Marcus (2010); novelas como Naked Juliet o Do I Love You? de Nick Hornby y Paul McDonald, respectivamente, así como la obra de teatro Keeping the Faith (el lema vacuo del Wigan Casino) de Fiona Laird.

Dicho material ha sacado a la palestra muchos nombres y lugares (Twisted Wheel, de Manchester; The Catacombs en Wolverhampton; The Highland Rooms en Blackpool o el Golden Torch de Stoke-on-Trent, que compartían glorias con el Casino de Wigan) que han reciclado el Northern Soul.

Actualmente, la historia nos dice cómo ese subgénero, que creció a la sombra mod, evolucionó al Two-Tone y desembocó en el Northern Soul. Hoy conocemos las muchas vertientes que surgieron de él, con las incorporaciones de los ritmos caribeños, el funk, el R&B y el break dance con todas sus piruetas y coreografías marciales.

Pero, sobre todo, contamos con infinidad de antologías que le han dado su lugar a compañías y artistas que de otro modo hubieran desaparecido de la memoria, sin dejar constancia de toda la riqueza sonora que le aportaron al soul, con sus emociones, sus ritmos y sus tempos, y a la música en general de la que hoy disfrutamos grandemente.

VIDEO: Landside – Tony Clarke (Northern Soul) 1967, YouTube (Andy Glass)

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NOCHE EN LA TIERRA

Por SERGIO MONSALVO C.

NOCHE EN LA TIERRA (FOTO 1)

(JIM JARMUSCH)

La película del cineasta estadounidense Jim Jarmusch, Night on Earth (1992), no aguanta en forma alguna la comparación con su debut, Stranger than Paradise, que entretanto se ha erigido en un clásico.

Su cuarto largometraje brindó más de lo mismo en cuanto a estilo e incluso menos en lo que a contenido se refiere. El retrato preciso de la ausencia de asideros vitales sufrida por los personajes de su primera cinta fue sustituido por una visión más práctica de la vida. Aunque todavía parecen desorientados los hombres y las mujeres del universo de Jarmusch, al menos ya están haciendo algo.

Al principio de cada episodio de Night on Earth el zoom se acerca a uno de cinco relojes colgados uno junto al otro en la pared, mostrando cada uno de ellos la hora correspondiente a cierta parte del mundo en un mismo momento. 

Los relojes avanzan a la misma velocidad, creando un bello símbolo para las coincidencias y las diferencias entre los cinco episodios. Todos ellos se desarrollan en torno a un viaje en taxi, cada uno en otra ciudad grande del mundo. 

Como parece inevitable en las películas de esta estructura, el primer relato es el más débil. En Los Ángeles de noche, la empresaria Gena Rowlands se sube en el taxi de Winona Ryder y al final del viaje de 25 minutos le ofrece un contrato para participar en una película.

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Lo que uno presintió desde el principio efectivamente sucede: Ryder rechaza la oferta. Cada persona tiene su propio valor, reza el mensaje, por insignificante que su existencia pueda parecer a los demás. 

En el siguiente episodio, ubicado en Nueva York, Jarmusch se desquita de este desliz moralista, pero la irritación no deja por completo al espectador. La charla contagiosa entre Giancarlo Esposito y Armin Mueller-Stahl con todo despierta una nueva esperanza.

Después de Nueva York, Jarmusch hace escala todavía en París, Roma y Helsinki. En la ciudad luz encontramos a una ciega Béatrice Dalle en el asiento trasero del negro Isaach De Bankolé, lo cual da una nueva oportunidad al director para alzar su dedo juicioso. 

El chofer, que al principio tiene que aguantar la arrogancia de dos pasajeros negros acomodados, muestra que tampoco está libre de prejuicios cuando la mujer ciega sube a su taxi. 

En el episodio romano reinan los disparates cuando el chofer Roberto Benigni aprovecha tener que transportar a un sacerdote para confesar sus pecados a una velocidad desenfrenada. Benigni, quien en Down by Law también se mostró en plena forma, convierte este episodio en un excelente One Man Show

Después de secarnos las lágrimas de los ojos, los pañuelos vuelven a salir de los bolsillos cuando el primer brillo del amanecer en Helsinki pone un melancólico punto final a la obra. 

Durante dos horas el público ha presenciado cinco instantáneas de la vida, unas más débiles que las otras, pero todas realizadas con el mismo oficio. Jarmusch no se arriesgó a perder a sus fieles seguidores con Night on Earth.

VIDEO SUGERIDO: Night on Earth by Jim Jarmush, NY scene (HD), YouTube (1001 movies you should see during your lifetime)

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EL SONIDO DEL MUNDO ACTUAL

Por SERGIO MONSALVO C.

PHILIPE GLASS (FOTO 1)

(CON SOUNDTRACK DE PHILLIP GLASS)

Phillip Glass (Baltimore, 31 de enero de 1937) tiene 83 años de edad y más cuerda que nunca. A este compositor se le suele considerar como el éxito encarnado de la Nueva Música. Ésa que dio un  a finales del siglo pasado un salto al frente y que le ha brindado el lugar que merece a una revolución que empezó hace casi 50 años, pero que le costó trabajo hacerse visible.

Hace no mucho, Glass era mencionado sólo como uno de los fundadores de la llamada «música minimal». Los tiempos cambian y ahora sus obras son interpretadas por orquestas renombradas y por solistas del circuito clásico. 

Glass es un hombre de gustos extremos y con una amplia producción. Es  conocido por sus intereses musicales que literalmente cruzan las fronteras, donde se encuentra en compañía de influyentes colegas modernos como Steve Reich, John Adams y Henryk Górecki.

La primera de una ola de creaciones de Glass en ver la luz fue Einstein, versión 40 minutos más larga que la grabación original de la ópera Einstein on the Beach, que salió en 1978 y desde entonces no ha dejado de componer y mostrar su obra.      

«Hasta los 41 años de edad no pude vivir de mi música, no había oportunidades para ella en los Estados Unidos, así que me hice taxista durante cinco años, hasta que tuve mi primera oportunidad”. Desde entonces él inventa un lenguaje musical poético basado en los sonidos y ritmos que existen a todo nuestro alrededor.

Glass fue otro de los muchos peregrinos que viajó a París, en su momento, en busca de algo. Y como muchos resultó agraciado con el conocimiento. Su intención era estudiar técnica con Nadia Boulanger. Sin embargo, su buen sino lo llevó a descubrir también al sitarista y compositor indio Ravi Shankar.

Glass lo conoció en 1965 al ser contratado para trabajar en la edición del soundtrack de Chappaqua (producido por Ornette Coleman), un filme bajo la dirección de Conrad Rooks. Shankar escribió la partitura y Glass hizo las notaciones para que la pudieran tocar los músicos franceses.

Inspirado por este primer encuentro con el cine y por la música del hindú, realizó viajes de investigación  por el norte de África, la India y el Himalaya antes de regresar a Nueva York, donde fundaría su legendario Ensamble. A la naturaleza repetitiva de su música le agregó la armonía como elemento estructural y de texturas.

Con esto comenzó a comunicar algo más que conceptos abstractos e inició el trabajo con proyectos teatrales y fílmicos, vinculando la música con la trama. Es decir, la entretejió con la imagen (cinematográfica, teatral y dancística).

La cinta Mishima (1985) concretó su renovada estética. Esta película, dirigida por Paul Schrader, fue una mezcla extraordinaria y viva hecha por el cineasta con algunos episodios tomados tanto de las novelas como de la  biografía del escritor japonés Yukio Mishima.

La amalgama entre vida y obra del artista y la composición de Glass triunfó de forma contundente y obtuvo varios premios en Cannes. Para trabajar con la idea de Schrader, Glass se basó en el guión. Viajó a Japón para empaparse del contexto, regresó a los Estados Unidos y se puso a componer mientras se rodaba la película. A continuación, director y compositor hicieron una grabación de trabajo y Schrader editó la cinta de acuerdo con la música.

En el concepto de Glass la música tiene una relación del todo funcional con la imagen. No debe tratarse de algo ya hecho que se le pega a la película, sino crearse conjuntamente. Por eso insiste en participar en los filmes desde un principio.

Otro ejemplo de esto son los tres trabajos con el director Godfrey Reggio, Koyaanisqatsi (1983), Powaqqatsi (1988) y Naqoyqatsi(2002). Son documentales alejados de la estructura narrativa y un deslumbrante desfile de imágenes sobre los abusos cometidos contra la Tierra y la humanidad tanto como la transición social de la tecnología hacia lo natural.

VIDEO SUGERIDO: Koyaanisqatsi, Trailer (Criterion) (HD 1080p), YouTube (LeCinephobe)

Entre ellas se aprecia una considerable diferencia de estilos (en 20 años de tiempo) entre todas. Todo estuvo planeado. Koyaanisqatsi fue filmado en los Estados Unidos y conforma un retrato del país con respecto al desequilibrio tecnológico.

PHILIPE GLASS (FOTO 2)

VIDEO SUGERIDO: Phillip Glass -Powaqqatsi (HD), YouTube (HipTonyXtra)

En Powaqqatsi la idea era hacer una película sobre el impacto que la alta tecnología del hemisferio norte tiene en la vida de las sociedades tradicionales del hemisferio sur.

Reggio le pidió a Glass referirse a la música de lugares extra Unión Americana. Para ello hubo grupos de Sudamérica y de África, como ejemplo, que usó como especie de modelo, pero sin “usarlos” en el sentido literal del término.

Interpretó la música de otras partes del mundo por medio de su propio lenguaje musical, aunque sí metió algunos instrumentos autóctonos en la mezcla, como la kora y el balafón. Se presentó el problema de la afinación diferente, así que luego de grabarlos samplearon el sonido sin quitarles sus elementos distintivos.

VIDEO SUGERIDO: Naqoyqatsi (Beginning and the Only Good Bit.), YouTube (Architectura)

Naqoyqatsi, por su parte, también conocido como Naqoyqatsi: Life as War, es una cinta documental y la última parte de la llamada trilogía qatsi. El film se centra en la transición de la sociedad a un entorno natural desde la técnica y la industrialización. El título del film proviene de la lengua indígena de la tribu hopi y significa ‘La vida como guerra’. La trilogía conformó un parteaguas de estilo y creación estética audiovisual en lo documental. Son auténticos ensayos fílmicos.

Para el cine Glass ha adaptado la metodología que le brindan los avances tecnológicos y su relación con cada nuevo proyecto, los cuales han resultado de lo más variado: Anima Mundi (otra cinta de Godfrey Reggio) de 1993; Kundun (de Martin Scorsese) de 1997 o Drácula (la original de 1931, actuada por Bela Lugosi e interpretada musicalmente por el Kronos Quartet) de 1999, son un ejemplo.

En la actualidad, lo más importante para este compositor es que la música proporcione un marco o contexto emocional. Literalmente le dice al espectador qué sentir con respecto a lo que ve y es capaz de condicionar esto por completo.

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GUS VAN SANT

Por SERGIO MONSALVO C.

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 POR EL LADO SALVAJE DE LA CALLE

En sus películas Mala Noche, Drugstore Cowboy y My Own Private Idaho, jóvenes sin raíces buscaban el amor y la seguridad afectiva. En la siguiente obra de Gus Van Sant, Even Cowgirls Get the Blues, las muchachas encuentran la felicidad en el amor femenino.

Desde su adolescencia, este cineasta ha sentido fascinación por los jóvenes que buscan alternativas a una vida familiar insatisfactoria. Al estudiar en la Rhode Island School of Design, de la que se graduó en 1975, el director pudo relacionarse con espíritus afines.

La falta de técnicas de filmación económicas y de subsidios gubernamentales en los Estados Unidos lo obligaron a ganarse él mismo el dinero necesario para rodar su debut.  Mala Noche, basada en una novela, finalmente fue filmada por veinte mil dólares en 16 milímetros. Este retrato de un vendedor de verduras y su amor homosexual no correspondido por un inmigrante mexicano fue muy bien recibido por los críticos de cine y estableció la reputación de Van Sant como talento fílmico con una visión independiente.

Mientras que en su debut Van Sant (nacido en julio de 1952 en Kentucky) afrontó las imágenes estereotipadas de los homosexuales, en su segundo trabajo, Drugstore Cowboy, otra vez basado en una novela, destruyó los clichés armados en torno a la figura del junkie. «Al hacer la película –declaró– tuve que partir de mi imaginación, porque sabía poco sobre la vida de los junkies. Aprendí mucho de mi contacto con William Burroughs, quien tiene un papel en la cinta. Burroughs es mi ídolo y comparto su opinión de que deberían de legalizarse todas las drogas para acabar con la criminalidad en torno a ellas”.

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Para su tercera película, My Own Private Idaho, Van Sant escribió su primer guión original. La película despierta la simpatía del público por los sentimientos de los jóvenes que venden su cuerpo en la calle.  La película no trata tanto de la vida de los homosexuales como de la vida cotidiana de los prostitutos que niegan el aspecto homosexual de su profesión.

Tratándose de un director que ha hecho de la lucha contra los estereotipos el tema fijo de su obra, la siguiente película de Van Sant se antojó bastante conservadora.  Even Cowgirls Get the Blues, basada en la novela sesentera de Tom Robbins, habla de una muchacha con pulgares enormes y su recorrido por los Estados Unidos de los años sesenta.

Las lesbianas con las que encuentra la felicidad son feministas militantes y los drogadictos son excéntricos bizarros. En Even Cowgirls Get the Blues también los experimentos visuales de las cintas anteriores han cedido a enfoques más tradicionales.

Después de los papeles encomendados a Matt Dillon, Keanu Reeves y River Phoenix en las cintas anteriores, los actores estaban ansiosos por trabajar con Van Sant. Luego, además de la protagonista Uma Thurman, encontramos figuras muy variadas en dicho filme, como Angie Dickinson, Roseanne Arnold, Buck Henry y Udo Kier, estrella warholiana.

Llaman la atención los papeles secundarios de Ken Kesey y Ken Babbs, que en los sesenta encabezaron a los Merry Pranksters, apologetas del LSD. En la película aparecen como buenos padres de familia y debidamente burgueses. La cinta se ubica en el tiempo de los Pranksters. Kesey y Babbs, a pesar de ser hippies con un espíritu de libertad que se encontraba en la fuente de la revolución psicodélica, no eran los típicos flower children. No llevaban el pelo largo y cuidaban a su familia; las desenfrenadas fiestas de LSD que organizaban y su famoso viaje de camión forman sólo media verdad. Sus papeles en la película no están muy lejos de la realidad.

A pesar del destacado papel del homosexualismo y del consumo de drogas intravenosas en sus películas, hasta la fecha Van Sant ha evitado tratar la problemática del sida en la pantalla. Sin embargo, el siguiente proyecto de este director fue la película para televisión Christmas on Storkstreet.

La cinta forma parte de la serie «Red Hot & Film», la variante cinematográfica del proyecto «Red Hot & Blue», destinado a recabar fondos para la lucha contra el sida. Antes de que llegue ese momento, entre películas Van Sant se ganó la vida haciendo videoclips.

 Además de trabajos hechos para David Bowie, Tracy Chapman, Elton John y The Red Hot Chili Peppers («Under the Bridge»), también tomó la foto de la portada para el disco Mothers Milk de este mismo grupo.

VIDEO SUGERIDO: Red Hot Chili Peppers – Under The Bridge (Official Music Video), YouTube (Red Hot Chili Peppers)

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HAIR

Por SERGIO MONSALVO C.

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 (PELO EN LA SOPA TOTALITARIA)

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 Pyongyang, Corea del Norte.- El régimen estalinista del dictador Kim Jong Il reprendió de manera pública, a través de la televisión estatal, a los jóvenes coreanos que usan el cabello largo y escuchan música occidental (rock). Los llamó “tontos que abandonan nuestro propio estilo de vida e imitan modelos de otros pueblos”.

Así inició a principios del 2005 la campaña gubernamental titulada “Cortémonos el pelo según el estilo socialista”, misma que advierte que no debe rebasar los tres centímetros. La cortedad capilar está dentro de la filosofía Songun de la que era seguidor Kim Jong y actualmente también su hijo y heredero político, Kim Jong-un. Ésta se concentra en las cuestiones militares y por ello exhorta a los ciudadanos a seguir el ejemplo del ejército coreano, el cual consta en la actualidad de un millón y medio de elementos y es la columna vertebral del gobierno.

Este último exige un apoyo incondicional del pueblo y para ello controla todas las publicaciones y emisiones de la radio y la televisión. Con su manejo busca guiar los gustos culturales de los norcoreanos. Kim Jong Il y su hijo, han rechazado toda influencia extranjera y por eso el primero emprendió la campaña, cuyo dictado afirmaba que “el cabello largo entorpece la actividad cerebral al restarle oxígeno a los nervios de la cabeza”. La propaganda no mencionaba ninguna regla para las mujeres ni explicó por qué en ellas el cabello largo no reducía su actividad cerebral.

Debido a la profunda crisis en que está sumido ese país, miles de habitantes viajan a China en busca de comida y trabajo. Ahí han conocido paradójicamente formas de la cultura occidental que se han popularizado desde que China abrió sus puertas al capitalismo. Así que al retornar a sus lugares de origen llevan consigo las nuevas modas y gustos estéticos, pero también radios de transistores, videos y CD’s que introducen de contrabando a Corea del Norte.

La campaña llegó a nuevas alturas luego del cumpleaños número 64 del “Amado Líder” (como se le conocía a Kim Jong y hoy a su vástago), cuando la televisión estatal empezó a señalar a los ciudadanos de cabello largo como “estúpidos, poco higiénicos y antisocialistas”. Incluso el medio mostró e identificó a quienes violaban la orden con su nombre y domicilio.

Los comentaristas preguntaron ante las cámaras: “¿Cómo vamos a esperar que hombres así, con una actitud tan desaliñada, vayan a cumplir bien con su deber? No podemos más que cuestionar el gusto cultural de estos camaradas, quienes se muestran incapaces de sentir vergüenza por el largo de su cabello. Son ciegos seguidores del estilo de vida burgués”. De esta manera los expusieron a la burla y denigración públicas.

II

En Occidente, el rock llegó a los escenarios teatrales en 1960 con la obra Bye Bye Birdie. Sin embargo, el género no se apoderó realmente de Broadway, la meca de los musicales a nivel internacional, hasta 1967, cuando una obra tuvo verdadera aceptación en este sentido: Hair.

Síntesis: Claude Hooper Bukowsky, un granjero provinciano (de Oklahoma), llega a Nueva York en espera de ingresar en el ejército estadounidense para ir a combatir a Vietnam. Ahí se encuentra con miles de jóvenes que protestan contra la guerra, predican el amor libre y una existencia semejante. Conoce por casualidad a un grupo de éstos, cuyo cabecilla, Berger, lo adopta entre ellos con el objeto de mostrarle otra forma de actuar y de pensar, completamente desconocidas para el joven campesino.

De esta manera se adentra en una forma de vida sostenida por el pacifismo, el rock, las drogas de tinte psicodélico, los acercamientos al mundo oriental y a la comunión entre la naturaleza y el ser humano. Su simbología defiende una estética de melenas al viento (de ahí el título de la obra), collares, camisas de colores pintadas a mano; sus armas son las flores. Es la cultura hippie, un movimiento contracultural de esencia reivindicativa y juvenil que tuvo lugar en la segunda mitad de los años sesenta.

Los autores, James Rado y Gerome Ragni (actores de la bohemia teatral neoyorquina), buscaron presentar con esta pieza un formato distinto a los tradicionales que hasta entonces se mostraban en las obras musicales de Broadway. En el proceso de dicha búsqueda crearon algo por completo nuevo, algo que llevó al escenario la excitación que se vivía y sentía en las calles en ese momento.

Les costó trabajo, por lo mismo, y no accedieron a las principales salas en un principio. Hair fue estrenada primero en el Public Theater de Nueva York (en el off-off Broadway) el 17 de octubre de 1967, ante los 300 asistentes que llenaron el lugar. Las peripecias económicas, actorales, de adaptación, musicales, de dirección, así como legales y de ubicación, se dieron de todas clases.

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La obra tal como se le conoce en la actualidad encontró a su director ideal en Tom O’Horgan y a su musicalizador en Galt MacDermot. Y su itinerario fue de un local conocido como Cheetah (una Disco para 700 personas, el cual debía desalojar cada noche para que empezara el baile), hasta una larga temporada en el Teatro Sullivan, en pleno corazón de Broadway, donde realizó 1742 funciones, desde el 28 de abril de 1968 hasta su clausura en julio de 1972, para luego recibir premios como el Mejor Musical y la Mejor Dirección.

La obra comenzó así su vida, llevando el pelo largo como estandarte y un puñado de canciones como himnos: “Aquarius”, “The Flesh Failures (Let the Sunshine In)” y “Good Morning Sunshine”, entre las más sobresalientes y perdurables.

En el ínterin también causó una revuelta judicial por la censura que quería cernirse sobre ella. Su propuesta artística causó disgusto tanto en algunas regiones de la Unión Americana como en la propia Casa Blanca, la cual a través de su vocero, Henry Kissinger, habló contra ella.

Tales sectores crearon la controversia al acusarla de “lujuria y lascivia”, “ofensas a la bandera y a la moral públicas”, “obscenidad”, etcétera. Todo el reparto fue reconvenido y condicionado a proceso si no cambiaban contenidos y escenas.

A su vez, la Asociación de Actores la apoyó con sus 17 mil firmas y envió una carta expresando su “profundo desacuerdo sobre la represión y caprichosa acción de las autoridades al cerrar la obra en Boston. Hecho contrario a las libertades de expresión y de pensamiento, contenidas en la Constitución”.

El caso llegó hasta la Suprema Corte de Justicia estadounidense, pero la compañía fue absuelta por estar contenida su protesta legal en la Primera Enmienda de la constitución del país. Una acción ciudadana en pro de sus garantías individuales.

VIDEO SUGERIDO: Hair – Song Hair, YouTube (cal8887)

Tras la aparición de Hair, el rock sería adoptado en los escenarios teatrales de todos lados, al igual que los guiños de su cultura: ingenio, irreverencia y rebeldía. Los diálogos de Hair estaban escritos en lenguaje coloquial y eso incluía la novedad —en el teatro— de las groserías, el juicio social, el nudismo, el juego con las ideas y la alteración del realismo psicológico.

La música, por su parte, no era el rock más puro; sin embargo, al igual que sucedió con el ragtime o el jazz, se convirtió rápidamente en crisol que daba resultado dentro y fuera del escenario y dejó tras de sí un catálogo de piezas memorables. Asimismo difundió la costumbre de la amplificación en el teatro.

Las obras, a partir de entonces, mostraron una gama de temas que pronto adquirieron características identificables: no tenían un libreto ortodoxo; eran cantadas totalmente y por esa razón fueron anunciadas como rock musicals (la popularización de la rock ópera aparecería un par de años después con Tommy de Pete Townshend, miembro de los Who).

En 1979, el director checoslovaco —avecindado en los Estados Unidos—  Milos Forman llevó Hair al cine, junto con el guionista Michael Weller y la coreógrafa Twyla Tharp. Forman aprovechó el material escénico y retrató con bastante fidelidad el contexto sociocultural de los jóvenes contestatarios, al desarrollar con suficiencia una historia generacional y antibelicista.

La película se convirtió en un clásico y en un documento social. Aquel pelo largo sesentero adquirió la categoría de emblema eterno. Una serie de empresarios teatrales aprovecharon la proyección que Forman le confirió a la obra y la embarcaron  a distintas partes del mundo desde entonces. En el 2020 cumplira 50 años de rodar por el planeta, con un mensaje libertario al parecer demodé.

III

Con la lucha contra el pelo largo (el rock y otras formas que significan oposición) un personaje como Kim Jong Il y su hijo actualmente han apoyado al ser social tradicional y la opinión de que las cosas deben seguir siendo como son. Dicho estilo capilar, en este momento en aquel país, se liberaba del ser social institucionalizado y convertía a quienes lo portan en seres contrarios, libres de nuevas combinaciones.

El control total es una fantasía promovida por aquellos que quieren practicarlo, como Kim Jong Il y el siguiente tirano. La acción de la simbología busca otro principio, ese que tan atinadamente bautizó Arthur Conley como “Shake, Rattle and Roll”.

El inmenso error de los líderes totalitarios es creer que por alguna circunstancia están libres de la historia. Como si ellos hubieran empezado un nuevo orden sin conexión con lo anterior o el presente. Su gran pifia es pensar que están exentos de lo contemporáneo y de su actualización, como si pudieran estar libres de las leyes del progreso y de la cultura que entraña, que lleva implícitos los nuevos sonidos con todos sus símbolos, entre ellos el del pelo.

Dictadores más añejos que el coreano lo han intentado y terminado por ceder, aunque sea al final de sus vidas, ante tal principio, como en el caso de Fidel Castro. El viernes 6 de mayo del 2005, tras 45 años de rechazo y persecución a esa música, “concedió el permiso” para un concierto masivo con el grupo estadounidense de hardrock Audioslave. La primera banda de su especie que tocó al aire libre en la isla caribeña.

La férrea voluntad de los miles y miles de cubanos, que a lo largo de décadas padecieron la censura y obstaculización de sus gustos, obtuvo una resonada victoria histórica con tal concierto en el Malecón. En la Tribuna Antiimperialista (un lugar reservado por el gobierno para realizar denuncias hacia la política de la Unión Americana) fue que actuó la agrupación integrada por el vocalista Chris Cornell, el guitarrista Tom Morello, el bajista Tim Commeford y el baterista Brad Wilk —a los cuales se considera elementos del primer supergrupo del siglo XXI, ya que proceden de bandas como Soundgarden y Rage Against the Machine—, quienes declararon de manera incisiva que era “un magnífico nombre para un foro cultural”. Unos años después serían los Rolling Stones, con el mismo ejemplo.

Cierto dogma de los defensores de totalitarismo y la censura mantiene la idea de que el control a ultranza es aún una barrera segura para proteger “a las auténticas tradiciones” de los productos “extranjerizantes”. Se sienten adalides de la sana conciencia, guardianes del buen gusto social y de lo “correcto”. Sin embargo, dan pena ajena, como en su momento los medievalistas del siglo XVIII, quienes luchaban en contra de la urbanización.

Para corroborarlo se encuentran en la historia los ancianos dirigentes del Kremlin y del Soviet Supremo de la extinta URSS (la caída del Muro de Berlín se coronó con un concierto masivo de rock); el fanatismo musulmán (que tiene a su némesis en el raï), la cadena de presidentes de los Estados Unidos, quienes han actuado contra el rock and roll y hasta el rap (con muchos expedientes X); la España de Francisco Franco; la larga lista de dictadorzuelos latinoamericanos (proclives a los autoflagelantes boleros), como el propio Fidel, ya mencionado, o Hugo Chávez. Ambos fenecidos, pero a quienes sus caricaturas han sustituído.

En el caso mexicano, el disfraz priísta (años y años de censura a los conciertos de rock, a las obras de teatro como Hair, Tommy y Así hablaba Zaratustra, con crónicas bien documentadas al respecto), el siguiente mochismo panista o esa premonición del moreno futuro, con gobiernos que patrocinarán con bombo y platillo actos «gratuitos» en el Zócalo (léase: nada de iniciativas ciudadanas, sólo las que provengan de políticas partidarias, exclusivamente). Y así de manera sucesiva, hasta llegar al absurdo de la prohibición capilar en Corea del Norte.

Kim Jong Il, “El Amado Líder”, vivió la vida de la negación, de la bravuconería militar. Luchó para detener el cambio con un fascismo por demás corriente. Kim Jong-un, su sucesor, de igual manera. La obra Hair, por su parte, se sigue presentando en las ciudades de Europa en estadios con capacidades promedio de 80 mil espectadores (en temporadas consecutivas desde el siglo pasado). En China, el video de la película (Hair) de Milos Forman se consigue por un yuan, algo así como 50 centavos de euro.

HAIR (FOTO 3)

 

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MICHAEL NYMAN

Por SERGIO MONSALVO C.

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 FORMAS DE SONORIZAR AL CINE

En el siglo XIX, la escocesa Ada (interpretada por Holly Hunter) muda desde la infancia, pone pie en Nueva Zelanda, junto con su hija, a fin de reunirse en dicha “tierra salvaje” con el hombre con el que se ha casado vía escrita y por poder. Su posesión más querida, después de su hija, es un piano.

La música le permite expresarse emocionalmente y comunicarse con las personas a su alrededor. Se siente muy mal cuando su marido (personificado por Sam Niell) no quiere llevar el piano a su nueva casa —las condiciones geográficas y climáticas son un auténtico viacrucis— y lo abandona en la playa donde ella ha desembarcado, expuesto a los elementos y a la corrosiva sal del mar.

Un vecino de apellido Baines (Harvey Keitel), quien vive en la selva con la población maori local, se compadece del piano. Le ofrece a Ada la posibilidad de “ganarse” el instrumento enseñándolo a tocar. Así se desarrolla de manera cinematográfica un triángulo existencial con el piano como eje de todo ello.

La cinta El Piano (1993) fue distinguida con la Palma de Oro en el Festival de Cannes. El creador del soundtrack de la misma, el compositor Michael Nyman la llamó «la película más hermosa en la que he colaborado. Un ejemplo increíble de lo que es el buen cine».

La directora del filme fue Jane Campion. Ella ya había llamado la atención con su tríptico An Angel at My Table, basada en la autobiografía de la escritora neozelandeza Janet Frame. Además de dirigir El Piano, Campion escribió el guión, con el que empezó en 1984, desde antes de filmar Sweetie, su primer largometraje.

En El Piano, Campion ubica su historia en la tradición romántica del paisaje. Cuenta sobre el poder y la entrega totales. Explora límites emocionales y sexuales y delata sus propias simpatías feministas en la forma en que la victoriana Ada utiliza a su esposo Stewart, en su desnuda vulnerabilidad, como objeto sexual.

La actriz Holly Hunter aprendió a tocar el piano cuando ya casi era adulta. Con el objeto de colaborar con Nyman para que éste compusiera la música para su personaje se reunió con él en Nueva York. Con anterioridad Hunter le había enviado grabaciones de su forma de tocar, así el autor supo que le salían mejor las piezas fuertes y emotivas que las cosas medidas y rítmicas.

De esta manera, Nyman tuvo que crear una música que atrajera emocionalmente tanto a la actriz como a la pianista. Y puesto que Ada era de Escocia, al compositor le pareció lógico basarse en las canciones y la música popular de la región. Fue como si hubiera escrito la música de otro compositor que alguna vez vivió en Escocia, pero que alrededor de 1850 llegó a Nueva Zelanda.

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La música de Ada, en combinación con los sonidos naturales de la selva y el océano donde se ubica el drama de El Piano, posee una gran irradiación poética pero al mismo tiempo es típica de Nyman. “Pese a todas las condiciones que la música debía cumplir, tenía que reconocerse como mía —comentó el músico al respecto—. No soy alguien que con facilidad abandone su propia identidad. El proyecto fue ideal porque implicó tanto el desarrollo como la simplificación de las posibilidades que normalmente se usan en el cine”.

La identidad musical del compositor influyó mucho en la realización del filme, la estupenda producción de Jane Campion que sedujo a los cinéfilos de todas partes del mundo. El Piano muestra un ángulo más romántico del compositor, que en el pasado se había dado a conocer principalmente por sus orquestaciones repetitivas y densas, propias del minimalismo del que formó parte importante.

Abordó a éstas con mayor ligereza en el presente caso, con un tratamiento centelleante y un fluir uniforme en los cuadros de música, en los que de vez en cuando se trasluce un toque de melancolía agridulce.

Como se ve Michael Nyman, un hiperactivo compositor de la vanguardia contemporánea más decantada, tiene una obra extensa y compleja dentro y fuera del cine, ya sea comercial, documental o experimental. Medio en el que ha dejado su huella artística y una forma de componer que ha cambiado en muchos aspectos el concepto de dicho quehacer en la historia reciente del séptimo arte.

El Piano, seguramente su trabajo más popular y exitoso, es sólo una de las tantas aristas que muestran su multifacética labor y una buena forma de comenzar a escuchar su ya amplio catálogo.

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VIDEO SUGERIDO: The Piano (1993) Soundtrack by Michael Nyman, YouTube (Shanina)

 

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