EL-VEZ

Por SERGIO MONSALVO C.

EL-VEZ (FOTO 1)

 UN REY MESTIZO

Después de salir de la preparatoria en 1978, Robert López (un mexico-americano de segunda generación nacido en San Diego, California, en 1960) no quiso convertirse en un matoncito más de alguna banda callejera y se trasladó a Los Ángeles con la intención de integrarse como músico a la ola punk de aquella zona, que encabezaban grupos como X, Blasters o The Plugz (estos últimos también de origen chicano).

En las alforjas llevaba su colaboración, mientras fue estudiante, con el destacado grupo local The Zeros. Su acomodo en el vecindario de Hollywood, donde llegó a residir, no le resultó difícil.

En los siguientes tres años tocó con varias agrupaciones, entre ellas Catholic Discipline y los Boneheads. Sin embargo, intereses extra musicales llamaron más su atención. El arte folclórico captó su quehacer imaginativo y el punk quedó como una herramienta estética.

Durante un tiempo se dedicó a la importación de dicho arte procedente de México y Centroamérica. En esta labor se mantuvo hasta 1988, cuando recibió la oferta de convertirse en curador de tales materiales de la galería La Luz de Jesús, ubicada en la famosa avenida Melrose de Los Ángeles.

Y ahí, entre la obra bizarra de pintores como Robert Williams, la pantomina estrafalaria de Gary Panter y las lecciones de pragmatismo aprendidas del coronel Tom Parker (mánager de Presley), se comenzó a fraguar un modelo de artesanía viva: El-Vez.

Una especie de traducción cultural al más puro estilo hipermoderno que incluía el mestizaje, el arte plástico, la iconografía prehispánica, el kitsch, la religión, el tributo musical bien informado, el espectáculo pospunk y el activismo sociopolítico. Todo ello mezclado (y resuelto el asunto de los tópicos) con mucho sentido del humor, en lo musical y en lo lírico.

A El-Vez, su producto, Robert López lo autonombró “el Elvis mexicano”. Y con él dio rienda suelta a una imaginería sincrética que se ha plasmado en más de una decena de discos vibrantes y en cientos de sorprendentes conciertos por todo el mundo.

A la plasticidad pictórica, que fue su embrión, el artista ha agregado ingredientes de diversa procedencia para sintetizar un personaje carismático, tan internacional como intercultural.

EL-VEZ (FOTO 2)

 

 

Cada día es Día de Muertos para Robert López al encarnar a su impersonado Elvis, del cual no es un imitador convencional.

Toda la parafernalia que se utiliza en tal celebración tradicional mexicana es incluida durante las actuaciones del mismo, al igual que en sus fotografías, portadas y DVD’s, las esculturas de papel maché, las delgadas calaveras de azúcar y las fotos de sus queridos difuntos (dándole preponderancia a la figura de Elvis, por supuesto), entre otras muchas cosas.

Todo comenzó en aquella galería donde como promoción en las inauguraciones mensuales montaba performances con boxeadores y luchadores sobre un ring y auténticos happenings.

Lo mismo que actuaciones temáticas sobre la magia tradicional, la obra culinaria, el gusto cinematográfico underground o exposiciones de libros sobre ocultismo y devociones estrambóticas. De lo absurdo a lo surrealista, del esoterismo folclórico a lo popular mundano.

Fue en una de estas presentaciones que decidió hacer un show sobre Elvis Presley pero a su manera y respetando al objeto de su homenaje. Sintió que él mismo podía hacerlo y le puso creatividad a la construcción.

Su experiencia como músico y como curador le ayudaron a amalgamar la puesta en escena. El muestrario de la cultura popular mexicana, empapada de patrioterismos, referentes religiosos católicos y de emigración a la Unión Americana.

VIDEO SUGERIDO: El Vez Suspicious mind Kids in America, YouTube (Malmoeman)

Todo esto combinado con la asimilación de los elementos locales y acrisolada en estanterías de cerámica en barro, juguetes de hoja de lata, miniaturas de héroes en plástico y mucho papel picado, vistieron al imitador del rey del rock como si fuera un acrílico o una acuarela surgida del propio arte pictórico de East L.A.

Un rey del rock envuelto en la raza de bronce, con espumoso copete negro y bigote de latin lover, finamente recortado; enfundado en un traje de naco juarista iluminado por los colores de la bandera mexicana ostentando el escudo del águila y el nopal en la bragueta.

A eso se agregaron los crucifijos, escapularios y medallitas guadalupanas colgados en el pecho descubierto y la camisola con el cuello retro que recordaba al Elvis de Las Vegas.

Las letras de sus canciones reelaboradas en un spanglish puntilloso, coloquial y lleno de alusiones a las vivencias de los pochos en los Estados Unidos.

El evento resultó un éxito y lo animó a presentarse en La Semana Internacional de Tributo a Elvis que se realiza anualmente en Memphis. Su preparada actuación se llevó de calle a los amateurs —faltos del timing y de habilidad en el canto— que desfilaron por el escenario.

Ese triunfo le valió un contrato para actuar en el club Bad Bob’s de la ciudad. Se puso a escribir toda la tarde en el cuarto de hotel las letras de su repertorio y a diseñar el show de 20 minutos que haría esa noche como karaoke.

Recibió muy positivas reseñas en la prensa durante su temporada y luego fue invitado a la radio angelina y a la televisión nacional en la NBC. Decidió profesionalizar el asunto y armó una banda para que lo acompañara, incluyendo coristas y cambios de vestuario.

Para eso necesitaba primero ponerse a componer y no salir hasta que escribiera algo trascendente, canciones representativas, paródicas, repletas del 4 por 4, de ese sonido que escuchó por primera vez siendo niño del barrio. De ese sonido que lo invadía y ocupaba su mente a todas horas. Terminó las canciones como quería. Luego se allegó a unos buenos y sólidos músicos y   comenzaron las giras.

EL-VEZ (FOTO 3)

 El siglo XXI lo ha proyectado internacionalmente y siempre son esperados sus conciertos, donde se presente. Su espectáculo es fruto de la unión y conciliación de culturas distintas, resaltando su carácter de fusión y asimilación de factores diferentes.

Junto a sus Memphis Mariachis o los Spiders from Memphis (según la ocasión) y a sus Lovely Elvettes (Priscilita, Gladysita, Lisa María y Qué Linda Thompson), arma  un show tan sincrético como variado y sorprendente.

Sus collages musicales abarcan más de 200 canciones (no todas de Elvis, aunque sí fundamentadas en el rock and roll: The Jam, U2, Aerosmith, por mencionar algunos) que combina en el más puro remix  para obtener el impacto deseado —un brillante pastiche de pop cultural que recoge más de 50 años de música en un estilo de revista de enormes proporciones—: “In the Ghetto” con “Losing My Religion”, “Black Magic Woman” versión Santana con “Maggie Mae” de Rod Stewart para recrear “It’s Now or Never”, o las paráfrasis latinizadas de “Lust for Life” de Iggy Pop, “Viva las Vegas!” (”Viva la Raza”), “Graceland” convertida en “Aztlán”.

Con ellas canta, entre otras cosas, sobre el “diabólico” presidente de los Estados Unidos, Quetzalcóatl, los conquistadores españoles, Emiliano Zapata, “los espaldas mojadas” en la Unión Americana, el sexo seguro o la erradicación de las “gangs” y proyectos de integración.

Porque El-Vez no es una estrella cualquiera, quiere hablar de los sentimientos de su comunidad, de los problemas que la aquejan, de los gustos de los jóvenes, de las raíces culturales, del habla sui géneris, de la personalidad dividida, de los líderes comunitarios, de lo que a diario se vive. Ser como un periódico musical rocanrolero y chicano.

Sus canciones no son panfletos ni propaganda, sino sátiras finas y parodias inteligentes. Son, si se quiere, documentos informativos para acercarse al fenómeno chicano, inmersos en un teatro musicalizado de activismo social con estilos que van del rock and roll a lo alternativo, pasando por el rock de garage y el revival.

Política sin límites en teoría y práctica, en donde la obviedad de las letras actúa como pasajero del mejor vehículo: el humor. “El-Vez has entered the building”.

Igualmente, Robert López lidera desde el comienzo de la primera década del XXI un proyecto paralelo llamado Trailer Park Casanovas, un cuarteto oriundo de Hollywood de rhythm and blues, rockabilly y un estilo texano de country alternativo, que ha grabado ya un EP y los compactos End of an Era, Livea at Caesar Palace (compuesto de cóvers) y So Charmin’, y es colaborador ocasional también del grupo The Straitjackets.

Discografía selecta: Fun in Español (1994), Graciasland (1994), G.I. Ay, Ay! Blues (1996), Pure Aztec Gold (2000), Boxing with God (2001), Está bien Mamacita, está bien (2005). Todos con Sympathy For the Record Industry. DVD: Elvez/Gospel Show in Madrid (2007, Munster Records), God Save The King (2013).

VIDEO SUGERIDO: El Vez “Chuhuahua” Monterey 2008, YouTube (jessen88)

EL-VEZ (FOTO 4)

 

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GARAGE/32

Por SERGIO MONSALVO C.

GARAGE 32 (FOTO 1)

 NUEVOS AROMAS

Al inicio de los ochenta los vientos fueron de nuevo favorables para el rock de garage. Habían pasado diez años de aprendizaje y asimilación de sonidos y corrientes. El movimiento estaba listo para emerger de vuelta, ahora con una nueva generación dispuesta a revisar el pasado.

The Cramps fue un grupo paradigmático que marcó formas de expresión heterodoxas. En su cavernoso laboratorio mezclaron las raíces del garage sesentero, los gérmenes del rockabilly y la estética de las películas de serie B (con sexo masoquista y horror camp). Preludio del psychobilly.

Conjugar lo primitivo del rockabilly con el fuzz del subsuelo sesentero y la fresca visión sobre el rock and roll de los cincuenta, fueron las características de una quinta generación de rocanroleros que le pusieron el nombre de Revival a su movimiento garagero.

Tras una reunión donde el alcohol fluyó generosamente, achispando las intensidades, varios amigos decidieron formar una banda para fiestas en Nueva York. Eran los Fleshtones y el inicio de los ochenta, con el punk y el new wave en las alforjas. Revival arquetípico para nuevos escuchas.

El grupo británico The Barracudas se adjudicó para sí el híbrido de garage-folk-surf. Dicho caldo los montó en la ola revivalista que cobraba vida y poder con cada agrupación que surgía en este sentido. A la larga la banda se fue inclinando hacia la escena psycho con la que trascendieron.

GARAGE 32 (FOTO 2)

Hollywood fue la ciudad que vio nacer al grupo multirracial The Plimsouls, y como buen conglomerado hubo en ellos distintas influencias: del folk eléctrico al beat de la Ola Inglesa y un sonido muy cercano al punk hardcore. De esta forma triunfaron sus melódicas piezas.

La significancia de los Stray Cats para la corriente revivalista del rockabilly aún no pone el punto final a la misma tras varias décadas de existencia. El grupo se formó con Brian Setzer (voz y guitarra), Lee Rocker (en el contrabajo) y Slim Jim Phantom (en tambor y tarola).

Los Stray Cats no tuvieron suerte en su originaria Norteamérica y realizaron su particular invasión a la inversa. Llegaron exiliados a Inglaterra al comienzo de los ochenta para imponer su referente al rockabilly. El futuro los tendría como modélicos para la reactivación del género.

Las raíces del rock and roll siguieron extendiéndose con una segunda oleada ochentera. El sonido brotado de los garages traía nuevos aromas para antiguas recetas.

VIDEO SUGERIDO: Stray Cats – Rock This Town, YouTube (Rusty Waves)

GARAGE 32 (FOTO 3)

 

GARAGE 32 (REMATE)

KONSTANTIN GROPPER

Por SERGIO MONSALVO C.

KONSTANTIN GROOPER (FOTO 1)

LITERATURA DE CÁMARA

 La primera pregunta que le suelen hacer a Konstantin Gropper es ¿si tiene más libros que discos en su departamento? El joven autor alemán también suele contestar que: «No sabría decirlo con precisión, pero son  varios miles en ambos casos”. Este es el contexto de su personalidad y la dimensión de su propuesta.

“Tomé el nombre de Vexations, para mi obra del 2011, de una poco divulgada partitura de Erik Satie. Mi padre es músico clásico, pero él tampoco la conocía.

 «Siempre me pareció divertido crear algo nuevo a partir de muchas citas e influencias dispares. Soy un hombre rodeado de libros y eso se nota, pero el resultado tiene un punto irónico. Siempre parto de la base de que escribir canciones es más divertido que preparar trabajos para la universidad.

«Provengo de una ciudad, Biberach, con apenas 300.000 habitantes y en la que no sucede absolutamente nada, así que me puse a componer, componer y componer. Quizás habría sido más sencillo darme a conocer desde Londres, por ejemplo, pero también tiene su gracia vivir en un sitio raro, ¿o no?

«No creo que mis discos sean complicados, sino solo emocionales. Nunca entendí bien la incomprensión que la música clásica genera entre los músicos populares, y a la inversa. Ni siquiera sienten curiosidad, pero yo procuro rodearme en el grupo Get Well Soon de compañeros versátiles y desprejuiciados».

Konstantin Gropper nunca sale a un escenario si no es con traje y corbata. «Me parece un gesto de respeto hacia la audiencia. Estar sobre las tablas constituye una circunstancia especial y no puedes llevar la misma ropa que un día cualquiera».

Por otro lado, sus enfáticas composiciones hacen bueno el nombre de la banda: Get Well Soon. «Desde luego que abrazo la idea romántica de que la música posee propiedades sanadoras. Nietzsche ya dijo que la vida, sin música, sería un error. Yo creo que poner un buen disco es lo mejor que puedes hacer para salir airoso de un momento de amargura».

VIDEO SUGERIDO: HD – Get Well Soon – Dear Tempest Tossed! Dear Weakened (live) @ Arena Wien 23.11.2010, YouTube (galvanization85)

KONSTANTIN GROOPER (FOTO 2)

 

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SCAT

Por SERGIO MONSALVO C.

SCAT (FOTO 1)

 JAZZ JUGUETÓN Y FONÉTICO

Entre las muchas vertientes que el jazz ha creado para interpretarlo está el Scat. Una forma musical fonética que ha cumplido un siglo de existencia. A tal palabra se le define como el estilo de expresar el jazz vocalmente y en el cual se emplean sonidos sin palabras, en una de sus acepciones.

Según declaró el gran músico y enorme mitómano Jelly Roll Morton, al primer artista que oyó utilizarlo fue al cómico de variedades Joe Sims, en Vicksburg, Mississippi. Al hacerse famoso su acto varios músicos lo copiaron e incluyeron en sus repertorios, entre ellos el propio Morton, para luego hacerse extensivo a toda la escena jazzística de Nueva Orleáns en las primeras décadas del siglo XX. Las primeras grabaciones con tal estilo de las que se tiene memoria son las de Gene Green, un especialista en ello, que realizó en 1917, al iniciarse tal acontecimiento técnico.

Otra acepción aceptada sobre tal término es el de “imitación improvisada de un instrumento con sílabas de significado musical en el que se muestra el plurifuncionalismo de la voz”. En 1925 Louis Armstrong hizo popular dicho estilo al acompañar su interpretación en la trompeta con tales vocalizaciones, a las que entonces llamó «Heebie Jeebies» en una pieza con el mismo título, la cual le sirvió luego de modelo al director de orquesta, compositor y showman Cab Calloway durante la década de los treinta, en sus presentaciones en vivo como recurso humorístico.

SCAT (FOTO 2)

Elemento esencial e irremplazable para realizar el canto mediante scat es la improvisación. No hay scat sin ella. Dicho elemento incorpora estructuras musicales a su creación, las cuales están compuestas por líneas melódicas que regularmente son variaciones de fragmentos de escalas y arpegios y riffs, al igual que  sucede con los improvisadores instrumentales.

Esta forma de improvisación vocal es una herramienta virtuosa, por lo que requiere habilidad y entrenamiento por parte de los cantantes, ya que es tan difícil de ejecutar como la improvisación con un instrumento.

Tras Armstrong y Calloway, los representantes más destacados hasta la fecha en este sentido han sido Ella Fitzgerald, Mel Tormé, Bobby McFerrin, Al Jarreau, el grupo vocal Manhattan Transfer, Dee Dee Bridgewater y Leon Thomas, entre otros nombres ilustres.

VIDEO SUGERIDO: Ella Fitzgerald: On note Samba (scat singing) 1969, YouTube (diegodobini2)

SCAT (FOTO 3)

 

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ALFRED WERTHEIMER

Por SERGIO MONSALVO C.

ALFRED (FOTO 1)

 EL TESTIGO

Con el surgimiento del rock & roll, casi por azar, sin premeditarlo siquiera, dio comienzo una larga y fructífera relación entre el género musical y las imágenes de sus artistas, mismas que fueron a parar a las paredes, libros y cuadernos de adolescentes ávidos de identificación o de enfrentar a sus propios ídolos contra los de sus mayores.

Muy poco tiempo después se pudo apreciar al ex camionero de Tupelo, Mississippi, Elvis Aaron Presley, mover la cadera frente a cientos de histéricas jovencitas por todo el sur de la Unión Americana (imagen -pero en movimiento- que fue censurada a la postre en el programa de Ed Sullivan de la televisión estadounidense).

De este modo inició una difícil y, en ocasiones, azarosa especialidad estética que continúa hasta nuestros días y que consiste en la captura, por medio de la fotografía, de las imágenes propiciadas por los artistas del rock. Mucho tiempo ha transcurrido desde esos tiempos heroicos y, a través de ellos, la relación entre la imagen y el rock se ha ido sofisticando y estrechándose conforme la tecnología avanza y la capacidad de asombro de la gente disminuye.

La que una vez fue informal y poco estilizada se ha convertido en una actividad ritualizada, plena de controles, de elementos técnicos, y el reto para producir imágenes memorables cada día es mayor. Es por ello que ahora resulta impensable el lanzamiento de un disco, de un tema como sencillo del álbum, sin el apoyo visual.

Desde los comienzos de esta actividad ligada al género, el fotógrafo que ha logrado estar en el lugar justo, en el momento justo, ha sido capaz de atestiguar escenas que han trascendido en el tiempo y puesto su nombre en la historia de la música, tal es el caso de Alfred Wertheimer.

En junio de 1956 este artista de la lente era un hombre de 28 años que desarrollaba su labor como freelancer. Su trabajo en las revistas Life (con imágenes de Joel Grey) y en Paris Match (con las de Arthur Ruubinstein) le había valido un llamado de la compañia discográfica RCA Víctor para cubrir gráficamente las andanzas de una estrella naciente: Elvis Presley.

ALFRED (FOTO 2)

 

 

“Yo era sólo un nombre en la lista de fotógrafos que tenían. Pero fui el freelance que contestó al teléfono cuando llamaron de la compañía discográfica RCA. El único que estaba disponible para el 17 de marzo. Ese trabajo, al final, se ha convertido en el encargo más largo de mi vida. Dura ya 65 años”, ha dicho Wertheimer al respecto.

Wertheimer no había escuchado nada de él hasta ese momento, como muchos en el medio, pero según confesaría después  sintió una corazonada y aceptó el trabajo. Lo llamaron para fotografiar al futuro Rey del rock, que con 21 visitaba Nueva York para hacer su debut en la televisión nacional. Aún era un cantante de moderado éxito. Un provinciano del sur estadounidense, mal visto en la gran ciudad. “¿Elvis qué?”, preguntó Wertheimer cuando le dijeron su nombre. Jamás había oído hablar de él.

Cuando conoció a Elvis supo que la labor no sería una asignación más. “La primera vez que lo vi estaba en una habitación, antes de actuar en televisión. Se miraba con atención la mano izquierda. Le dije: ‘Elvis, vengo a hacerte fotos, si no te parece mal’, pero ni me oyó. Siguió fijándose en sus dedos. Entonces vi que llevaba un anillo con una cabeza de caballo de oro rodeada de diamantes. Lo había encargado y estaba decidiendo si se lo quedaba.

VIDEO SUGERIDO: Elvis Presley – Hound Dog 1956, YouTube (sool1975 ful)

“Se concentraba mucho en cada cosa que hacía. Daba igual que estuviera peinándose, ligando o cantando. No le importaba lo que pasaba a su alrededor y eso le hacía perfecto para mi forma de entender la fotografía. Me gusta volverme invisible. Llegó un momento en el que podía estar a 90 centímetros de él, y ni siquiera se daba cuenta. Pensé: ‘Este hombre es especial, es único. Así que pégate a él’. Tenía cualidades que nunca había visto en nadie».

Rápidamente el fotógrafo logró la confianza del cantante e hicieron amistad.

Él era el objeto de su lente. Solo eso. “No soy un crítico musical ni un psicólogo, soy un testigo. Lo que intento hacer es desaparecer para que el fotografiado aparezca. Para mí Elvis tenía dos grandes virtudes. Permitía que me acercara y hacía a las chicas llorar con su presencia. Tenía poder, era increíble, era distinto. Por eso aquella tarde decidí viajar con Elvis si conseguía su permiso”.

Lo consiguió y paso varias semanas a su lado desde aquel 17 de marzo hasta los primeros días de julio. Haciendo fotografías en cualquier momento. Elvis rasurándose y en el escenario. En trenes, hoteles o en un set de televisión. Tras esos meses, su fama lo aislaría del mundo, pero entonces viajaba casi solo, sólo con su primo Junior como consejero, al poco tiempo se le uniría su manager, el siniestro Coronel Parker.

Elvis empleaba en esos momentos su carisma para la seducción, ya fuera en masa durante sus apariciones públicas, o en privado, en la constante caza de presas. “Una de mis fotos favoritas es la de él con su primo en un restaurante. La mesera les pregunta que van a pedir. Junior está pensando en el menú. Elvis está fijándose en ella. Minutos después de que tomé aquella imagen él ya la estaba abrazando”.

Wertheimer fue el único fotógrafo al que el joven Elvis (de 21 años) permitió acceder a la cocina de su mamá, a su habitación; al único que dejó capturar con su lente los momentos de algunos de sus encuentros con jóvenes fans, como la famosa “Foto del beso”, hoy clásica y muy valorada, tanto comercial como estéticamente. La cual confirmaba lo dicho por el fotógrafo al principio: tener la suerte de estar en el lugar preciso en el momento preciso.

«En aquel momento –el 30 de junio de 1956–, yo me había instalado en el rincón de uno de los pasillos del Teatro Mosque, en Charlotte, Virginia, detrás del escenario antes de una actuación. Esperaba a Elvis que vendría de los camerinos y subiría por la escalera del backstage. Me recargué en el barandal aguardando.

“En el momento que subía apareció una fan también y le dijo: “Hey Elvis, apuesto a que no me puedes besar, ¿eh?” y se le quedó mirando retadora. Yo ni siquiera sabía si se conocían o no. Preparé mi cámara al mismo tiempo que pensaba que probablemente Elvis se enojaría conmigo si la tomaba. La imagen funcionaba visualmente así que ya no me importó nada más.

“En mi imaginación ella era una femme fatale, lo demás no me interesaba. Soy una persona visual. Mi única preocupación era conseguir la imagen. Entonces él le contestó “Apuesto a que sí”. Se le acercó la abrazó y le dio un beso de lengua para la historia. Minutos después se presentó ante tres mil fanáticas a las que puso histéricas. Por cierto, ella se llamaba Bobbi Owens, y tenía 20 años”.

Elvis no le puso reparo alguno a Wertheimer e incluso le permitió tomar algunas escenas caseras junto a su madre y padrastro. Esas imágenes en blanco y negro son el mejor registro que  existe de la metamorfosis de un simple mortal en un mito.

Wertheimer disparó más de 2,500 fotografías en aquel breve lapso de tiempo. Tiempo en el que se erigió en testigo de la vida de un Elvis de carne y hueso, cotidiano, humano y cuyos registros gráficos (espontáneos, sin artificio, inocentes, naturales), son el mejor testimonio de una época y un momento histórico para la música.

Esto sucedió hasta que el manager de Elvis, el tenebroso Coronel Parker, viendo la mina de oro que tenía en las manos le cerró la puerta de la casa y el camerino y le negó al fotógrafo todo acceso al artista. A partir de entonces, todas las imágenes de Elvis fueron cuidadosamente pensadas y seleccionadas para ser difundidas por los medios de comunicación, hambrientos de  todo el material que generaba el nacimiento de un gigante icónico.

Alfred Wertheimer nunca pudo volver a fotografiar a Elvis, pero dichas fotografías adquirieron con el paso de los años un status mítico, así como los relatos sobre las mismas que finalmente –tanto éstos como aquellas-  fueron compiladas en un libro muy apreciado por la crítica, los coleccionistas y los fans: Elvis ’56: In the Beginnen.

Varias de estas fotos aparecen también en un disco compilatorio homónimo que nació igualmente como un clásico instantáneo: Elvis 56. Ése que antologa todos los éxitos de Elvis durante aquel año, su año.

VIDEO SUGERIDO: Elvis Presley – Live 1956, Tupelo’s Own (Complete – 6 Tracks – 13…), YouTube (technohater)

ALFRED (FOTO 3)

 

Exlibris 3 - kopie

EL BEAT DE LA IDENTIDAD

Por SERGIO MONSALVO C.

PULSOR 4X4 5 (FOTO 1)

 PULSOR 4×4 / 5

(1958)

En 1958, los Estados Unidos lanzan su primer satélite artificial, el Explorer I.

Nikita Kruschev se convierte en el Primer Ministro de la Unión Soviética.

Vladimir Nabokov publica la novela Lolita.

El grupo The Champs, con la pieza «Tequila», logra llegar a los primeros lugares de popularidad, además de comenzar a ilustrar el horizonte del rock chicano que ya burbujeaba en California. El tema fue escrito por Daniel Flores, quien a la postre cambiaría su nombre por Chuck Río. «Tequila» fue una excitante pieza instrumental con elementos latinos que perdura igual de vibrante hasta la fecha.

Cada una de las sucesivas manifestaciones del rock and roll ha surgido brutal de los lugares en donde fue creada, bramando como un toro enfurecido. Observando desde la barrera, el poder las ha considerado peligrosas, subversivas y una amenaza para la juventud, pidiendo al mismo tiempo que se hiciera algo al respecto. Y realmente se ha hecho.

El poder se dio a la tarea de mediatizar a la bestia del rock and roll. El 24 de marzo de 1958, Elvis Presley fue llamado a filas y rapado por el ejército estadounidense para cumplir con su servicio militar. Como Elvis no era precisamente muy consciente del fenómeno que representaba, dobló las manos sin mayor aspaviento.

Su ingreso al ejército recibió la mayor publicidad y la industria de cualquier manera siguió con el negocio: apareció la película King Creole (El rey criollo), y una serie de grabaciones que se fueron editando durante su ausencia y ganando premios: «Hard Headed Woman» fue el mejor ejemplo.

PULSOR 4X4 5 (FOTO 2)

Tras la operación sin dolor, el poder creyó que podía matar a la bestia o engordarla y convertirla en un bicho estúpido. Sin embargo, no contaba con que aquella fiera tuviera más de una cabeza y tuvo que replegarse para volver a planear una nueva estrategia destructiva. Mientras tanto, Jerry Lee Lewis le mostraba sus grandes bolas de fuego.

 De los grupos negros que surgieron en aquella época, el más importante e interesante fue el de los Coasters, cuyos triunfos se debían a la excelente labor que entre bastidores llevaba a cabo el dúo de compositores Leiber-Stoller.

Sus éxitos se caracterizaban por estar construidos mediante un ritmo y una melodía rápidos y animados; una letra humorística que reflejaba los problemas sociales o familiares de algún adolescente que se sentía reprimido, y un solo de uno de los mejores saxofonistas de los años cincuenta: King Curtis.

El primer artista en romper las barreras raciales en la música fue Fats Domino, un músico de Nueva Orleáns cuya forma percusiva de tocar el piano y su técnica vocal provenían del jazz estilo Dixieland.

Desde 1949, Fats Domino había conseguido estar en ambas listas, blancas y negras, y vender millones de ejemplares. Dentro del rock and roll consiguió más de 20 éxitos, siendo uno de los pocos artistas de los comienzos del rock que trabajó casi hasta su muerte en el 2017.

La canción del año de 1958 fue «At the Hop» de Danny and the Juniors, un grupo que tenía sus orígenes en el doo-wop de Filadelfia. Habían saltado a la fama gracias a sus apariciones en el famoso show de Dick Clark, American Bandstand, y por enfrentarse con temas como «Rock and Roll Is Here to Stay» (El rock and roll llegó para quedarse) al ataque social que estaba recibiendo el género, del que incluso se hacían masacres disqueras —rompiendo acetatos— por parte de estaciones de radio retardatarias y fascistas que sólo gustaban de la música campirana.

VIDEO SUGERIDO: Danny & The Juniors – At The Hop (1958), YouTube (John1948ThreeC)

PULSOR 4X4 5 (FOTO 3)

 

PULSOR 4x4 (REMATE)

BALADAS (III)

Por SERGIO MONSALVO C.

BALADAS III (PORTADA)

 (POEMARIO)

 “I’M A FOOL TO WANT YOU”*

Es un reto cantar un standard. Es mayor si éste es una balada. Y crece si el autor es un hito musical. Es un reto volver a contar el reencuentro de una pareja donde una de las partes tiene el dominio emocional pleno sobre la otra.

Y más aún si es la parte frágil la que habla con el corazón en la mano, con certezas breves y contundentes que llevan a la caída una y otra vez en la misma historia, un amor cortado y vuelto a unir a base de esperanzas vanas y con la sapiencia de la recaída, pero contra la que no se ha encontrado antídoto. Un amor como muchas historias de amor…

Casi como si detrás de todo hubiera el aliento de un enamorado con la voluntad de pensar sobre las decisiones y los impulsos antes de que todo quede sembrado una vez más de decepción, la vida que pende de un hilo delgado, como son las sombras de los recuerdos de lo que fue y no fue, o casi fue, sin serlo.

“I’m a Fool to Want You” es una de esas canciones que se deslizan por su narración y alcanzan sin preámbulos el único estado  desde el que pueden ser dichas las cosas verdaderamente importantes: sin falsa poesía, sin construcción del sentimiento, sin clarines de aviso. El personaje que cuenta habita este estado del que espera teniéndolo todo que perder.

En la aventura de la versión se anotan Frank Sinatra (el autor), Billie Holiday, Chet Baker, Dinah Washington, Bob Dylan y Dee Dee Bridgewater. Y para acompañar estas líneas: Dexter Gordon. Esta balada es cualquier cosa menos inofensiva. Que cada quien escoja la expresión que más le llegue vía el estilo.

 

 *Texto de introducción al poemario Baladas III, mismo que se ha publicado completo en este blog en varias entregas, dentro de la categoría «Tiempo del Rápsoda».

 

DEXTER (FOTO 1)

Baladas III

(“I’m a Fool To Want You”)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

Número 17

The Netherlands, 2019

 

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MIEDO AL SAX

Por SERGIO MONSALVO C.

MIEDO AL SAX 2 (FOTO 1)

 EL SWING DEL REICH/ 2

Todas las ramas de la industria alemana fueron afectadas por la dura crisis económica de los años treinta, incluyendo la disquera. Muchas compañías desaparecieron en un corto lapso de tiempo.  En 1932 sólo se sostenían ya unas pocas grandes disqueras dedicadas principalmente a editar grabaciones estadounidenses de todo tipo.

Entre ellas destacaban las marcas Brunswick, Electrola, Columbia, Alberti Special Record, Kristall, Odeon y Parlophon, en su mayoría parte del consorcio Lindström. Las últimas tres marcas habían reducido un poco su producción desde 1931 de la edición masiva de grabaciones de la Unión Americana y aumentado la difusión de orquestas inglesas, puesto que era más económico obtener este material de las casas matrices británicas, sin embargo seguían produciéndose buenas grabaciones estadounidenses de jazz en Odeon, Parlophon y Kristall.  La oferta a final de cuentas también se orientaba por la demanda.

El hecho de que en 1932, el último año de un gobierno democrático en Alemania, existiera una asociación sólida y constante de las grandes empresas disqueras con el extranjero, garantizada por contratos de exportación e importación con vigencia de muchos años, permitió la importación sin restricciones de la música extranjera, el jazz inclusive, y aseguró la influencia del jazz y del swing en Alemania incluso durante del «Tercer Reich».

La importación y edición constante y regular sobre el acetato de grabaciones originales norteamericanas de jazz y de swing desempeñó un papel decisivo en mantener presente el jazz en Alemania e incluso en ganarle un círculo cada vez más grande de adeptos, pese a la demagogia y la violencia de los nazis.

El interés en el jazz incluso había crecido tanto en la Alemania de 1931-1932 que ya empezaban a aparecer los primeros «conjuntos amateurs de jazz» en las escuelas, así como «grupos de jazz estudiantiles» dirigidos por jóvenes maestros de tendencias progresistas.

MIEDO AL SAX 2 (FOTO 2)

El director del Hoch’schen Konservatorium de Frankfurt del Meno, Bernhard Sekles, fue el primero en incluir estudios sobre el jazz en un conservatorio alemán, lo cual le acarreó muchas hostilidades. La materia estaba a cargo de Matyas Seiber, quien se había hecho de cierto nombre por una «revista de jazz» llamada Jim und Jill (uno de los alumnos del jazz en tal conservatorio de Frankfurt fue el trompetista Rudi Thomsen, quien después de 1950 destacó como solista de la Willy-Berking-Orchester).

Se manifestaron así los primeros indicios de un interés amplio y bien fundado en el jazz, el cual fue interrumpido bruscamente por la «toma de poder» de los nacionalsocialistas, la cual obligó a disolver las bandas de jazz estudiantiles y las clases en la materia en los conservatorios antes de poder desarrollarse del todo.

Quedó así el interés de los músicos y los coleccionistas de discos (los amigos del jazz), que mantuvieron su espíritu y siguieron ocupándose con la música que amaban, aunque empezaban los años desfavorables para el género en Alemania con el «Tercer Reich», el periodo nazi.

A principios de 1933 se produjo una casi epidemia en los gustos musicales de los alemanes con el enorme auge de la música de marcha. Las listas y los catálogos de discos del año casi parecían integrados exclusivamente por esta música. No obstante, a la larga se hizo monótona. Una vez pasado el entusiasmo del principio, la gente empezó a acordarse de otros tipos de música.

La de baile «jazzificada y judeizante» del «periodo del sistema», según el lenguaje nazi, debía ser sustituida por una «música de baile alemana ligada a las tradiciones populares». Esta «música de baile alemana ligada a las tradiciones populares» representaba un concepto tan vago e indefinible que muchos músicos ingenuos cayeron presa de gran confusión.

Muchos se apuraron a vender su saxofón, considerado por regla general como «instrumento típico del jazz». Otros más se negaron a seguirlo utilizando y adoptaron otros instrumentos. El miedo al sax llegó a tales extremos que una rama de la manufactura alemana de instrumentos enfrentó serios problemas de venta y se vio obligado a intervenir el Ministerio de Economía para tranquilizar a los músicos asustados.

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Por SERGIO MONSALVO C.

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 THE KNACK Y CÓMO LOGRARLO

A finales de los años setenta, el power pop se convirtió en una vena importante para el rock de garage con grupos como Plimsouls, The Romantics o The Knack, entre otros. El término para esta corriente fue utilizado por Pete Townshend en los sesenta para definir la música que hacían los Who y algunos compañeros de la Ola Inglesa.

Quizá el grupo más representativo del power pop entre décadas fue The Knack, el cual se formó en Los Ángeles, California,  y cuyos integrantes sacaron el nombre para la banda de una película de Richard Lester —el mismo de A Hard’s Day Night y Help de los Beatles— y la estética en sonido y look del new wave brit de los setenta.

Las influencias primordiales de The Knack fueron los Rasperries, los Who y los Kinks. Su sonido fresco y directo, aunado a una lírica inspirada, riffs intensos, melodías pagadizas, ritmos vibrantes, armonías vocales y estribillos contagiosos, les abrieron el camino al éxito y a las listas de popularidad de ambos lados del Atlántico.

En 1979 al grupo se lo disputaron varias compañías, pero Capitol Records fue quien lanzó al mercado Get The Knack, su álbum debut. El disco fue producido por Mike Chapman y fue grabado en el corto lapso de 10 días. En él, la banda reveló un apreciable talento compositivo que los inscribió en la historia del rock por temas que se volvieron clásicos.

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“My Sharona” es quizá su tema más conocido y representativo del power pop de la época. Comienza con una musculosa intervención de la sección rítmica, de marcada pulsión sexual, para dar paso a un riff característico, incisivo, a un implacable ritmo y a un solo de guitarra memorable. La ansiosa voz pone la cereza en el lascivo pastel musical.

Sin embargo, “My Sharona” no fue su único tema trascendente en aquella primera década de existencia (se disolvieron en 1981). También en su cuenta se pueden enlistar canciones como “That’s what the little girls do”, “Good girls don’t” y “That thing you do”. Los homenajes intrínsecos a sus influencias en ellos son por demás evidentes.

The Knack fue un grupo emblemático de los años ochenta y de la Generación X en particular. Emergente de una sociedad masificada y consumista, que no oculta el rechazo que le produce saberse parte de tal época, ni tampoco de la mediocridad de la que son parte. Fatalismo existencial y  un profundo sentimiento hihilista.

The Knack fue un suculento bocado de la realidad fragmentada. Ira y necesidades musicalizadas que evocaban y presagiaban al mismo tiempo.

VIDEO SUGERIDO: The Knack – My Sharona live, YouTube (satussy)

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