JAZZ: THE BIG BANDS (II)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BIG BANDS II (FOTO 1)

 

(EL CENTENARIO)

Alrededor de 1945 la mayoría de las big bands desaparecieron, principalmente debido a razones económicas. Por supuesto aún hubo bastantes, y sobre todo Ellington, Basie, Herman y Kenton continuaron sin flaquear.  Sin embargo, la época de oro había pasado.

Dicho cambio también tuvo que ver con la renovada popularidad de los grupos pequeños. El bebop había irrumpido en la escena a principios de los cuarenta y se trataba predominantemente de un estilo de pequeños grupos.

Por otra parte, los experimentos hechos para interpretar el bebop con big bands no carecieron de interés. Los de Earl Hines y Billy Eckstine definitivamente valían la pena. En el grupo de Eckstine llegaron a tocar juntos, en cierto momento, los siguientes grandes del jazz, nada menos: ¡Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Miles Davis, Fats Navarro, Dexter Gordon y Art Blakey!

BIG BANDS II (FOTO 2)

Gillespie formó su propia big band, interesante en el sentido musical debido a su creación del llamado «cubop». Entre otros medios por la inclusión del percusionista Chano Pozo, los ritmos cubanos y el bebop se fundieron en un todo con mucho swing.

Fueron apareciendo nuevas big bands. Así como Woody Herman y Stan Kenton al principio fueron las fuentes de inspiración más grandes –por ejemplo, para Les Brown, Claude Thornhill y Boyd Raeburn–, Basie y Ellington rápidamente pasaron a ocupar su lugar.

En los cincuenta se imitaba sobre todo a Basie. Músicos como Maynard Ferguson, Shoty Rogers, Quincy Jones, Gerry Mulligan, Bill Holman y Johnny Griffin se inspiraron principalmente en el clasicismo de Basie; otros estaban sólidamente anclados en las raíces, sobre todo el blues, lejos de la elegancia de alguien como Kenton, por ejemplo.

Sin embargo, no todos continuaron la tradición con tal suavidad. Sobre todo Gil Evans y George Russell ocuparon un lugar especial. Evans trabajó mucho con Miles Davis y se ha afirmado que supo dar el marco de orquesta perfecto al sonido de Miles en la trompeta.

Unas de las innovaciones revolucionarias del arreglista maestro Evans fue la llamada «apertura de las secciones».

La contraposición contrastante de los distintos grupos de instrumentos dominó los arreglos para big bands desde el principio. Eddie Sauter empezó a superarlo cautelosamente con Benny Goodman, para luego llevarlo más lejos con su propia Sauter-Finnegan-Band.

Evans avanzó unos pasos más. Esta tendencia liberó a la big band de una ley casi férrea y le brindó más espacio para respirar. George Russell agregó a esto un nuevo concepto melódico, «el concepto cromático lidio de organización tonal», preparando de esta manera el terreno para el jazz modal.

El estilo muy personal de música creado por estos últimos artistas en cierta forma tendió un puente hacia el free jazz. Al llegar los años sesenta, un sinnúmero de reglas que durante años fueron considerados como intocables de repente empezaron a tambalearse. Esta evolución inevitablemente afectó también a la big band.

Las improvisaciones colectivas de los grupos de Nueva Orleans revivieron, despertando a la vida con un aliento totalmente nuevo. Sun Ra, una de las figuras más coloridas del jazz de todos los tiempos, trabajó con estas improvisaciones colectivas y con ello abrió tanto las secciones que casi se desintegraron totalmente.

También reinaba una atmósfera inspiradora en la Jazz Composers Orchestra, en el que bajo la dirección de Carla Bley y Mike Mantler llegaron a tocar personajes como Cecil Taylor, Don Cherry, Pharoah Sanders, Roswell Rudd, Gato Barbieri y Larry Coryell. Anthony Braxton y su Creative Music Orchestra y Roscoe Mitchell también se dejaron contagiar por el nuevo espíritu.

Dichos músicos trabajaban en los Estados Unidos. En Europa era casi más fácil aún fundar big bands que tocaban free, puesto que el público europeo por lo general estaba más abierto a los esfuerzos vanguardistas que el estadounidense. Se desencadenó un torrente avasallador de experimentos.

Algunos de los nombres más importantes son John Tchicai, Mike Westbrook, Keith Tippett, Willem Breuker, Loek Dikker, la Globe Unity Orchestra bajo la dirección de Alexander von Schlippenbach y la Jazz Composer Orchestra de Barry Guy.

En otra área también estaba sucediendo algo y surgió el jazz-rock. El LP Bitches Brew (1970) de Miles Davis fue el punto de partida para esta mezcla de influencias del jazz y del rock. Algunos grupos de rock que se expandieron tanto con secciones de metales que realmente empezaron a parecerse a las big bands fueron, por ejemplo, Dreams, Chicago, Flock y Blood, Sweat & Tears.

BIG BANDS II (FOTO 3)

Sin embargo, salvo algunas excepciones los metales se limitaban a imitar los riffs guitarrísticos. El único trabajo genial de big band de rock fue producido por Frank Zappa, entre otros con el LP The Grand Wazoo (1972).  Conforme se acercaron los ochenta, un mayor número de personas logró fundir con éxito el jazz, el rock y una agrupación grandes, entre ellas la Les DeMerle Transfusion y The Year of the Ear de Baird Hersey.

Es posible apreciar que en los setenta las big bands de free y de rock se sumaron a los grupos existentes. Sin embargo, siguieron existiendo los conjuntos convencionales, que experimentaron un movimiento extraordinario debido a toda clase de nuevas tendencias. A ello se debió el impulso de la época de 1970: una serie de cosas nuevas estaban sucediendo, y al mismo tiempo se conservó la presencia de casi todos los descubrimientos de antaño en la vida musical.

Además de Mingus, Sun Ra y Frank Zappa, los grupos de Woody Herman, Count Basie y Maynard Ferguson también fueron activos en esta época. El de Duke Ellington también siguió tocando en los setenta, aunque Duke falleció en 1974; después de una breve pausa, su hijo Mercer se hizo cargo del timón.

Algunos grupos nuevos importantes de la década de 1970 fueron los de Don Ellis, Buddy Rich, Louie Bellson, Thad Jones/Mel Lewis y Toshiko Akiyoshi/Lew Tabackin. A Ellis le agradaba experimentar. Llegó a utilizar tiempos especiales, como 19/4, y agregó cuerdas. La agrupación de Jones y Lewis es considerada como una de las más convincentes de la época en el sentido musical.

Por otra parte, Akiyoshi y Tabackin también presentaron un concepto influyente con características muy peculiares, como la elaboración de evocaciones japonesas por Akiyoshi en el piano y el papel destacado de la flauta debido al flautista y saxofonista Tabackin. En Europa llamó la atención la big band Clarke/Boland.

A comienzos de los ochenta se perfiló con aún más claridad el regreso de la tradicional big band. El free jazz pasó un poco al segundo plano y la mayoría de los grupos funcionaron con la estructura tradicional empleada desde 1930: cuatro trompetas, cuatro trombones, cinco saxofones y una sección rítmica. Algunos nombres importantes son Jaki Byard, Frank Foster, Ed Shaugnessy, Dave Matthews, Nat Pierce y Grank Capps.

No es posible responder en tan breve espacio a la pregunta de si ha muerto la big band. Se trata de una cuestión especuladora y la respuesta siempre será muy personal. Algunos escritores se concentran en el auténtica sonido de la big band de sus años dorados y llegan a la conclusión de que se ha extinguido por completo.

Otros toman en cuenta la enorme riqueza y diversidad que sigue observándose en las big bands alrededor del mundo. En conjunto, la big band parece ser un fenómeno demasiado valioso como para servir de tema a una discusión acerca de su muerte.  Para ello está demasiado viva, como lo demuestra el ejemplo de la Brian Setzer Orchestra en la actualidad.

VIDEO SUGERIDO: TJF 2018 – Carla Bley & The Torino Jazz Orchestra feat Steve Swallow, YouTube (Torino Jazz Festival)

BIG BANDS II (FOTO 4)

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BABEL XXI-559

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BXXI-559 (FOTO)

THE ROOMFUL OF BLUES

MEDIO SIGLO

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

 

https://www.babelxxi.com/559-roomful-of-blues-medio-siglo/

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JAZZ: THE BIG BANDS (I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BIG BANDS I (FOTO 1)

 

(EL CENTENARIO)

En los comienzos del jazz a principios del siglo XX, la mayoría de los grupos no eran muy grandes. Los conjuntos denominados marching street, military, honk, stink, society y dance, que animaban a Nueva Orleans musicalmente, rara vez contaban con más de ocho músicos y casi siempre con menos.

En el periodo de 1915-1920 se cristalizó con base en los grupos de baile negros lo que habría de conocerse como la Standard American Jazz band, la cual consistió en los siguientes instrumentos: corneta, trombón, clarinete, piano, banjo, tuba y batería.

Cuando alrededor de 1910 los estadounidenses tenían ganas de mover los pies, lo hacían con un simple vals o con el quickstep. En 1912 ocurrieron algunos cambios. En las tabernuchas y los cabarets de los bajos fondos surgieron bailes menos sutiles, como el Texas Tommy y el Grizzly Bear.

Para ello se requería música, por supuesto, y el jazz, aún fresco, fue el acompañamiento ideal para los nuevos pasos. Para las masas estadounidenses, «jazz» era casi un sinónimo de música para bailar en estos años.

Al comenzar el auge del baile, la mayoría de los grupos musicales eran más bien pequeños. Los sonidos de una auténtica big band habrían de hacerse esperar hasta 1920, más o menos. Ciertamente existieron agrupaciones más grandes también antes de 1920, pero aún no tenían una característica esencial de la posterior música de big band: el trabajo por «secciones».

Los primeros grupos de baile muchas veces se las ingeniaban para repetir la melodía por tanto tiempo hasta que el último bailarín se daba por vencido. La variación en las distintas repeticiones solía ser mínima. El hombre que primero empezó a apartarse de esto fue el arreglista Ferde Grofe.

Comenzó a escribir «arreglos» en los que cierto número de piezas del mismo instrumento, del saxofón, por ejemplo, era acomodado por grupos, las llamadas secciones. Más adelante habrá más sobre ello.

En 1919 Grofe entró como arreglista a la big band de Paul Whiteman.  Este director blanco de orquesta mezclaba el jazz con ideas clásicas, razón por la cual definía a su música como «jazz sinfónico» y se autoproclamó al mismo tiempo como el «rey del jazz».

Whiteman era muy popular y el jazz sinfónico fue considerado una nueva forma artística, distinción notable en el mundo del jazz de entonces.  Debido a su asociación con burdeles y salones de baile mal reputados, algunos sectores de la sociedad aún rechazaban el jazz. Esta situación empezó a cambiar.

Cuando a principios de los años veinte se puso de manifiesto que era mucho más fácil alcanzar cierto éxito con el jazz sinfónico, muchos directores de grupo jóvenes efectuaron la transición del estilo de Nueva Orleans (caracterizado por la improvisación colectiva) al nuevo estilo de big band, con arreglos y secciones, etcétera.

Con todo existieron muchas variantes. Casi cada grupo tenía su propio enfoque. Llamó la atención que muchos conjuntos eran más «hot» que el de Whiteman. Esto significaba, entre otras cosas, que la música era más «jazzeada», había más espacio para la improvisación solista y la sección rítmica intervenía con mayor solidez.

Los grupos hot más importantes de este tiempo fueron las big bands de Fletcher Henderson, Jean Goldkette, Red Nichols, Ben Pollack y Duke Ellington. A manera de contraste, las alineaciones inspiradas más bien en el estilo de Whiteman se denominaban sweet.

Es posible apreciar, por lo tanto, que el nacimiento de la big band tuvo dos fases: primero el jazz sinfónico de hombres como Ferde Grofe y Paul Whiteman y luego el hot de diversos directores de grupo. Fletcher Henderson ocupó una posición clave en esta evolución.

BIG BANDS I (FOTO 2)

Cuando la división en secciones llegó a las manos de este excelente director musical y arreglista, empezó la historia de la big band propiamente dicha. Algunos historiadores de jazz opinan que Henderson puso la base y que toda la historia de las big bands debe interpretarse como un refinamiento progresivo de sus ideas.

Casi al nivel de Henderson estuvieron directores de grupo como Don Redman y Benny Carter. Agrupaciones como la Casa Loma Orchestra de Glen Cray y las encabezadas por Charlie Barnett y Bob Crosby se ubicaban más lejos de la influencia de Henderson.

Con el curso de los años las big bands fueron creciendo. Alrededor de 1930, la big band promedio tenía la siguiente formación: tres trompetas, tres trombones, tres o cuatro saxofones y una sección rítmica cuatropartita que consistía en el piano, la guitarra, el contrabajo y la batería.

De esta manera, la big band se convirtió en una aglomeración de «secciones» claramente contrapuestas por los arreglos. Con todo y sus respectivas variaciones, este contraste entre los distintos grupos de instrumentos constituyó el punto de partida más importante para los arreglos para big band de estos años.

BIG BANDS I (FOTO 3)

El periodo de 1930 hasta principios de la década siguiente también es conocido como «la era del swing».  El swing con mayúscula era casi sinónimo de la música de big band. El «rey del swing» entonces era Benny Goodman. El grupo de este clarinetista, quien supo escuchar a Fletcher Henderson, fue el grupo de swing más popular de los años treinta.

Un momento culminante fue su famoso concierto en Carnegie Hall en 1938. En esta sala de conciertos, donde normalmente sólo se presentaban los corifeos clásicos, el jazz dio otro paso en el camino hacia su reconocimiento como arte. De repente un número creciente de personas dejó de bailar e iba a escuchar la música.

El cuadro que aquí se esboza no es un invento: el jazz de hecho era considerado como algo más que sólo una música de baile. Sin embargo, esto no impidió que durante muchos años la big band se dedicara antes que nada a acompañar el baile.

Desde 1935, cientos de big bands brotaron por todas partes. Eran definitivamente hot los grupos de Harlem, el barrio negro de Nueva York.  Los conjuntos de Cab Calloway, Chick Webb, Jimmie Lunceford y Count Basie, todos ellos sucesores de Fletcher Henderson, dominaban la escena.

Algunos ya existían desde principios de la década. El espectáculo como tal fue alcanzando paulatinamente su momento culminante. Calloway, por ejemplo, era conocido como scat-clown. Asimismo se realizaban regularmente las llamadas «batallas de las big bands» en las que varias agrupaciones trataban de superarse unas a otras.

Chick Webb adquirió fama por el gusto que encontraba en estos eventos y en su propio territorio, el Savoy Ballroom, solía ser invencible. En esta época, un número cada vez mayor de grupos empezó a presentarse con una cantante al frente. El propio Webb, por ejemplo, descubrió a Ella Fitzgerald.

BIG BANDS I (FOTO 4)

Los distintos grupos fueron desarrollando determinados efectos de sonido típicos que permitían distinguirlos claramente de otras big bands, como lo fueron los efectos de «gruñido» de Ellington.  El grupo de Count Basie de todos quizá fue el más caracterizado por su swing. En su mejor momento Basie y Duke Ellington formaron una clase aparte y ejercieron una influencia enorme sobre casi todas las big bands posteriores.

Es imposible ni siquiera aproximarse a una enumeración completa del listado de big bands que existió durante estos años. Dos grupos que no pueden dejarse sin mencionar son los de Woody Herman y Stan Kenton.  El First Herd de Herman es considerado por muchos el grupo blanco de jazz más vital de todos los tiempos. Además, hizo furor con su interpretación del Ebony Concerto compuesto especialmente para él por Igor Stravinsky.

Stan Kenton fue mucho más lejos en la combinación de música clásica y jazz. Su proyecto Artistry in Jazz, entre otros, trató de enlazarse con la tradición establecida por Paul Whiteman de fundir estos dos géneros musicales. Y precisamente por ello muchos amantes del jazz no toman realmente en serio a Kenton, al igual que le pasó a Whiteman.

VIDEO SUGERIDO: Igor Stravinsky: Ebony Concerto, YouTube (Michael K)

BIG BANDS I (FOTO 5)

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NAVIDÁDIVAS (V): «A LOVE SUPREME»

 

Por SERGIO MONSALVO C.

 

NAVIDÁDIVAS 2021 (FOTO 1)

 A LOVE SUPREME

(JOHN COLTRANE)

Melancolía, reflexión, tristeza, irritación, alegría…Son estados anímicos que se manifiestan en las personas durante la época navideña. Para cada uno de ellos la música (a consumir ad hoc) ofrece diversas posibilidades. Es una compañía que jamás defrauda y se puede contar con ella en cualquier momento y situación.

Y si no es posible hacer caso omiso de tales manifestaciones emocionales, por lo menos hay que tratar de paliarlas de alguna manera y buscar hacerlo con discos de calidad artística incuestionable, trascendente y confirmada, una y otra vez, a través de los años. Así que en esta ocasión me atrevo a recomendar el siguiente título clásico para ambientar el estado anímico recurrente.

NAVIDÁDIVAS 2021 (FOTO 2)

JOHN COLTRANE

A LOVE SUPREME

IMPULSE RECORDS

Cuatro de la madrugada: la hora más oscura antes del alba, la hora del yo interior totalmente expuesto frente a sí mismo. Como le sucedió a John Coltrane que se despertó a esa hora, como todas las mañanas desde hacía un año.

Sentado en media posición de loto se concentraba en algunos ejercicios de respiración. Su habitáculo estaba silencioso y para él no existía nada más en el mundo. No había “pensamientos” como tales. Sólo la comunicación directa con el cosmos, con la divinidad o lo que les parezca mejor.

John buscaba un mensaje en el trance: saber si se encontraba sobre el buen camino. Se puso a meditar, a dialogar con ello: Y entonces sucedió. Esa fue la meditación más larga que hubiera conocido hasta ese día.

Primero fue el silencio, luego la música que invadió el espacio a su alrededor. Con toda la melodía, todas la armonías y todos los ritmos. El silencio le insufló una composición consagrada a la esencia del Todo.

Luego despertó, salió de tal estado y lo supo: “Por primera vez en mi vida tuve en la cabeza la totalidad de lo que grabaría, de principio a fin”. Era una arrebatadora confesión de fe en la inspiración.

La distinguió declarando a la postre que esa es la función básica del espíritu humano. La que le otorga un rango superior a la imaginación. La poesía de la música ya era para él la fuerza divina.

Y con ella creó un sonido para el sentimiento magno. El primero, el básico, el misterioso: el Amor.

“A Love Supreme”, la obra,  fue grabada entonces en diciembre de 1965, para celebrar la navidad de aquel año. La suite (dividida en cuatro partes: “Acknowledgement”, “Resolution”, “Pursuance” y “Psalm”) se convirtió, señaladamente, en la máxima ofrenda mística del jazz de todos los tiempos.

Trane ya no tuvo que probar, ni probarse, nada más. Hizo aullar, llorar, implorar y gozar al sax, el instrumento de la voz humana.

VIDEO SUGERIDO: JOHN COLTRANE A love supreme Part 1 Acknowledgement, YouTube (MONDOWEIRDOMUSIC)

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LIBROS: AL COMPÁS DE LA PARCA

Por SERGIO MONSALVO C.

AL COMPÁS DE LA PARCA (PORTADA)

 

(LA MUERTE EN EL ROCK)*

 

Además del sexo, las drogas y los cortes de pelo, la muerte ha dado el tono para el rock desde sus comienzos. Y tanto como otras decenas de aspectos cualquiera, vincula a Elvis Presley con los Rolling Stones, los Beatles, los Sex Pistols, Joy Division, Nirvana, Frightened Rabbit o Prodigy.

El rock sigue vivo, pero muchos de sus dirigentes puntales no. La mayoría han muerto jóvenes y algunos, tristemente, en condiciones absurdas: víctimas del abuso de las drogas y el alcohol, en accidentes automovilísticos y aéreos, por depresiones severas, suicidios y por otras causas inimaginables. Es ya una tradición añeja dentro del género.

Pero, ¿cuándo y de qué manera entró la muerte en la temática del rock, y cuál ha sido su quehacer desde entonces?

 

 

 

*Fragmento del ensayo “Elvis, en el corazón de las tinieblas”, que forma parte del libro Al Compás de La Parca (La Muerte en el Rock), publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada online a través del blog Con los audífonos puestos.

 

VIDEO SUGERIDO: Elvis Presley Heartbreak Hotel Live (1956), YouTube (John56517)

 

 

Al Compás de La Parca

(La Muerte en el Rock)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Textos”

The Netherlands, 2020

 

CONTENIDO

  1. Elvis en el Corazón de las Tinieblas
  2. La Muerte y sus Criaturas
  3. Estética Dark: Melancolía por la Finitud

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PULSOR 4×4 – 66

 

 Por SERGIO MONSALVO C.

 

PULSOR 2019 (FOTO 1)

 

 

EL BEAT DE LA IDENTIDAD

(2019)

 

Jair Bolsonaro comenzó su periodo presidencial en Brasil. Otro de los efectos Trump. La derechización y el nacionalismo se entronizan en diversos lugares del planeta.

En Hong Kong se produjeron las mayores manifestaciones en contra de la política de extradición China en los últimos 30 años.

Peter Hanke ganó el Premio Nobel de Literatura “por un trabajo influyente que con ingenio lingüístico ha explorado la periferia y la especificidad de la experiencia humana”, en medio de las protestas por sus filias políticas.

El cine de superhéroes de cómic satura las carteleras de todo el mundo. Un virus (gráfico) que precede a otro (físico) al año siguiente (coronavirus)

Las series de televisión y sus plataformas conforman una nueva cultura planetaria.

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Una de las raíces del rock es el folk-rock o indie rock (según intención u orquestaciones), un movimiento que si bien se fundamenta en las tradiciones del folk dylaniano busca la relación de éste con otros estilos como el rock puro, el rockabilly, el bluegrass, el country blues y otros formatos alternativos o indie. De aquella raíz han aparecido una serie de rizomas tan variopintos como ambivalentes. Separado el grano de la paja, surgió en el 2007 una artista que desde sus inicios ha interpretado un material deslumbrante. Se trata de Sharon Van Etten, cantautora surgida de ese granero inacabable de música que es New Jersey, en los Estados Unidos.

Ella hizo resurgir desde sus comienzos la tradición norteamericana de la roots music (de Canadá a la Unión Americana), reformada y puesta al día. Los álbumes de la Etten, desde su debut, son tan sorprendentes en su composición, como novedosos y plenos de experimentación en su nueva entrega, Remined Me Tomorrow, del 2019, uno de los álbumes más destacados del año, por sus aportaciones y valores intrínsecos. Van Etten, esculpe con arcilla y estilo propios los modos legendarios del folk moderno para crear su propio espacio dentro de él. El resultado: canciones que palpitan fuerte cada vez que alguien las escucha.

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La política humana es esencial para un grupo como Vampire Weekend, pues Ezra Koenig, su fundandor, es una persona preocupada y consciente de los problemas sociales alrededor del mundo, así que ha usado su música para hacer crítica social en pro de los cambios, muchos de los cuales tratan desde la injusticia, pasando por la corrupción y el colonialismo, hasta la situación ecológica en el planeta.

Con The Father of the Bride y luego de una larga pausa, Vampire Weekend reapareció, pues, tras seis años, ofreciendo un mensaje fresco en tiempos espesos, fragmentados y divididos. Con una inteligencia que lo hace parecer como un grupo mucho más listo que los demás (incluso que ellos mismos). Y lo hace convenciéndonos de que su mezcla de indie pop rock es algo mucho más complejo y sofisticado de lo que pudiera pensarse en primera instancia.

PULSOR 2019 (FOTO 2)

Entre las obras con las que se cerraron los años del 10 al 20, una de ella estuvo a cargo de The Black Keys, uno de esos grupos evangelistas que no han cejado en su labor: Let’s Rock. Una cita de los orígenes mismos del género, que tuvo a Chuck Berry como su hacedor. Toda una declaración de principios a cargo del binomio constituido por Dan Auerbach y Patrick Carney.

La reincorporación de The Black Keys al mundo discográfico y al escénico hizo que la esperanza del viaje a la semilla del género brotara gloriosamente de nuevo. Este grupo, desde su fundación en el 2001, se ha convertido en adalid de una avanzada del siglo XXI que sabe que origen es destino. Y, como la vida misma que tal ritmo representa, lo que uno encuentra en este grupo es riesgo, voluntad y actitud.

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Empezaba el segundo lustro de los años cero cuando Jack White y Brendan Benson crearon The Raconteurs. Dicha creación es la clase de hecho que se da entre tipos condenados a entenderse, lo cual dio pie a un par de álbumes que fueron ejercicios estilísticos con evocaciones de Led Zeppelin. Dicho sonido, moldeado por White, fue ampliando su radio de acción en ellos lo cual hizo pensar que White había encontrado un nuevo destino, luego de su deambular (solitario y acompañado) pos White Stripes.

Así apareció este año Help Us Stranger, en donde igualmente invocan el espíritu del rock tumultuoso que el de la balada hard del rock. También se lanzan a la liberación de la adrenalina rijosa de escalas posadolescentes o a los más explosivos solos superpuestos en los que encaja  el grito de estadio. El resultado es un ejercicio genérico de rescate espiritual.

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Rammstein es un grupo de rock con inclinación por las referencias históricas revisionistas. Busca la reinterpretación ritualista de los iconos de la era más oscura de su país (Alemania), de sus símbolos, de sus emblemas, de sus imágenes, de sus filias y fobias. Y lo hacen desde una concepción artística de ruptura, provocativa y polémica. La crítica de su propuesta se la dejan a quienes los escuchan.

Imágenes caníbales, industriosas, cinematográficas, de golpeteo al músculo como insignia mitológica, de hipnosis, con ecos del krautrock y prácticas à la Mengele. Y más fuego, siempre el fuego, el que limpia, cura y el que reduce. Rammstein (título oculto del nuevo disco): es la épica y su autoparodia. Y así llegan los 25 años del grupo con un álbum homónimo y un cerillo como imagen en la portada, listo para incendiarlo todo en medio del paroxismo. Sin restarle un ápice a la música, a su dureza, a su rítmica, que es finalmente lo que más parece importarles.

VIDEO SUGERIDO: Rammstein – Radio (Official Video), YouTube (Rammstein Official)

PULSOR 2019 (FOTO 3)

PULSOR 4x4 (REMATE)

CANON: SONIC YOUTH

 

Por SERGIO MONSALVO C.

SONIC (FOTO 1)

 

CONTEXTUALIZACIÓN Y OÍDO

No hay movimiento sin banda sonora. Es decir, ninguna corriente sociopolítica, ninguna acción cultural, ningún levantamiento de voz en el ámbito que sea tendrá significancia o trascendencia si no es acompañado, envuelto y avalado por una música característica.

Toda época histórica, todo ísmo artístico, se apoya en las notas que abstraen sus ideas y lo divulgan con cantos y composiciones que lo definen en el oído.

El contextualismo es una tendencia de vanguardia que surgió con los años ochenta del siglo XX y que buscó, desde el inicio, la integración de nuevos conceptos dentro de un ámbito tradicional ya prestablecido.

Es un movimiento cultural que abarca desde la arquitectura hasta la escultura urbanita, pasando por la plástica, el arte digital, video, cine y literatura. Es un movimiento que cuenta la novedad en función del lenguaje.

La música ha participado de todo ello con muchos ejemplos a través de las últimas décadas. Uno de sus estilos más representativos es el noise rock, que tuvo al grupo Sonic Youth como uno de sus máximos exponentes.

Dicha banda sostuvo su preponderancia con la participación estética de la ciencia del sonido, la cual desarrolló de manera notable con una mezcla de géneros, tecnología y tradición. La tradición del contexto que le dio origen: la ciudad de Nueva York.

El noise es un género derivado de la música experimental que utiliza sonoridades compuestas por elementos musicales heterodoxos, y carece de estructuras como la armonía y el ritmo.

A ello se incorporan todo tipo de elementos no musicales con un volumen fuerte y/o disonante, ruidoso. El noise rock, subdivisión de aquél, suma a su vez elementos del punk y el metal a las calidades abrasivas del noise puro.

El noise rock, emparentado con el no wave, el avant-garde y el progresivo, es descendiente directo del art rock, un género que comenzó sus andares y tradición en los subterráneos de la ciudad de Nueva York.

El primer paso con el grupo Velvet Underground (y el álbum White Light/White Heat) y reafirmó su identidad con Metal Machine Music, el disco como solista de unos de sus integrantes: Lou Reed, entre otros referentes.

John Cale, otro importante elemento del Velvet ha dicho lo siguiente del contexto en el que se materializó dicha música: “Fue una tradición extraña la que surgió en Nueva York. No estuvo basada en la adulación del pasado ni en la interacción con otros hacedores, sino más bien al contrario. El progreso se dio por medio del rechazo. La originalidad de esta propuesta aderezada con la autocrítica despiadada, que distingue la vida de esta ciudad, mantuvo vivo el fuego y lo continuará en el futuro”.

El futuro profetizado por Cale continuó su desarrollo con Sonic Youth en las mismas calles neoyorquinas, en las mismas aulas de sus universidades y escuelas de arte, en el mismo rechazo al mainstream.

VIDEO SUGERIDO:  Sonic Youth – Antenna (Live Jools Holland 2009) HQ, YouTube (BillieJeanls)

Sonic Youth nació como descendiente de aquel underground sesentero y como hijo putativo del punk, pero solo en la actitud, ya que en cuestión de sonido no admitió comparación con nada.

Su música como la de sus antecesores, sacudió los cimientos de la escena de manera irreversible.

El fundamento contextualista de esta agrupación neoyorquina se basó en la creación de ambientes aparentemente caóticos, pero controlados en lo absoluto por sus habilidades como instrumentistas.

En sus conciertos se dejaban llevar por la imaginación y usaban desarmadores, alicates, el rasgueo de las cuerdas con materiales diversos, utilizan hasta veinte guitarras con distintas afinaciones.

Todo era necesario en dicho concepto. De esta manera dieron cátedra durante tres décadas.

SONIC (FOTO 2)

Cuando la mayoría de los grupos se queda sin nada qué decir o se disuelven por las ansias megalómanas de sus integrantes, en Sonic Youth sucedió lo contrario. No perdieron la frescura porque su éxito artístico no se basó en una innovación puntual, sino en la experimentación constante y las tensiones internas entre sus miembros eran inexistentes: todos tenían uno o varios grupos paralelos y actividades dentro de otras disciplinas.

Las funciones estaban repartidas: Kim Gordon llevaba el peso del apartado intelectual, mientras Lee Renaldo, Thurston Moore y Steve Jay Shelley lo hacían con el complejo aparataje musical.

De esta manera a lo largo de su desarrollo y evolución Sonic Youth encantó y sorprendió, ensordeció y musicó, divertido y polemizado a una audiencia que vio cómo a lo largo de los años muchas agrupaciones se iban alimentado de sus inventivas, como el noise pop, por mencionar alguna.

El noise pop es un estilo musical ubicado dentro del rock alternativo o indie que se caracteriza por el uso que hacen los grupos inscritos en él de la guitarra eléctrica, incorporando ingredientes del experimentalismo, el post punk, el no wave y el noise.

Esto se evidencia en la materialización de sus distorsiones, en las afinaciones disonantes, en los acoples, en el feedback y otros efectos sonoros generados por las guitarras eléctricas.

Las bandas enlistadas en dicho estilo también se caracterizan por emplear una contundente base rítmica heredada del punk y del hard y por la utilización selectiva de melodías inspiradas  en el pop clásico y en el arcón de la new wave.

El grupo que dio origen a todo ello, el que puso las pautas, fue Sonic Youth con sus afinaciones originales y hasta entonces nunca empleadas en el rock. Su enfoque conceptual y bases arty, ejercieron y ejercen una influencia que continúa contextualizándose, a pesar de su disolución en el 2011. No por desacuerdos musicales o artísticos, sino paradójicamente por el cliché matrimonial más antiguo del mundo: el cambio por una pareja más joven.

VIDEO SUGERIDO: Sonic Youth – I Love Your Golden Blue (2005/06/03), YouTube (ICAndrei)

SONIC (FOTO 3)

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LIBROS: BOB MARLEY

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BOB MARLEY (PORTADA)

 BOB MARLEY

PULSOR DEL TERCER MUNDO

(A 40 AÑOS DE SU FALLECIMIENTO)*

Todo cambió en el planeta tras la Segunda Guerra Mundial. La posguerra aceleró el desmoronamiento del imperio británico, que se hallaba en proceso de desintegración desde antes del conflicto. Ante la presión ejercida por los pueblos colonizados, Inglaterra empezó a conceder la independencia a sus antiguos dominios.

En 1962 tuvo inicio el autogobierno en Jamaica —uno de aquellos dominios—, aunque el país no abandonó la Commonwealth. La cultura popular jamaicana, y de manera particular la música, reflejó estos cambios. En el mismo año nació un nuevo género, el ska, para expresar las aspiraciones de los recién liberados.

Tal fue el contexto en el que creció y maduró el joven Bob Marley. En su caso, dicho proceso de independencia culminó de manera imponente: llevó sus canciones al mundo entero. Marley fue, sin duda alguna, un artista dotado y consciente, dueño de un talento que le permitía traducir los hechos particulares de la existencia en el ghetto jamaicano a términos de significación universal.

*Fragmento del libro Bob Marley, de la Editorial Doble A, publicado de manera seriada online en el blog Con los audífonos puestos, bajo esa categoría.

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Bob Marley

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Textos”

The Netherlands, 2021

 

 

 

 

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ELLAZZ (.WORLD): ANDREA PARKER

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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LA CHEF DE LOS SONIDOS

A finales de los noventa, la escena de lo que los ingleses llamaban música electrónica parecía estar en su máximo apogeo. Orbital, The Future Sound of London y Andy Weatherall eran en la machine music el equivalente a ídolos pop. Eran seres con nombre, imagen asociada y discos que empezaban a vender cantidades respetables.

Se seguía afinando la sensación de ingravidez en álbumes maxis que ponían a muchos en un altar. La industria ya veía como público objetivo a los electronic heads más interesados en el techno de sofá que en el house, e incluso se creaba una subcultura asociada e implantada en los hábitos de club.

El sello Wo’Max inició la vía de material de baile que difícilmente se podía bailar, y cualquier comprador sabía que un disco diseñado por tal marca (líneas discontinuas, objetos a un paso de la abstracción, motivos plateados, geometría difuminada) acabaría sonando a lo que buscaba: electrónica en cuatro dimensiones para alimentar la cabeza. Chef de tal restaurante sonoro era Andrea Parker.

En la primera mitad de la década de los noventa un nuevo sonido se consolidaba. Sellos y tiendas especializadas como Ambient Soho y Fat Cat, surtían a un público que consumía house durante la noche y otras hierbas durante el día. Pero aun así, el intelligent techno cuadriculado había nacido como alternativa al maremágnum rave que vio como el patito feo de la cultura dance (a la vez el más activo) se lo estaba tragando sin problemas. El ambient por sí sólo no jalaba tanto a los creadores a menos que fuera en un área estrictamente experimental o asociado al emergente post-rock.

Una nueva electrónica post rave, surgida del hardcore, influida por el jungle y con un filo avant garde ya había tomado el relevo. Fue entonces cuando se hizo techno con breaks veloces y sonidos raros, algo realmente avanzado. A partir de ahí se abrieron las puertas hacia nuevas posibilidades y nombres como el de Andrea Parker.

Andrea Parker es uno de los fenómenos musicales contemporáneos más creativos en un mundo afortunadamente plagado de ellos. Esta mujer multifacética nació en 1976 y creció en Yalding, Kent, un pueblo rural inglés ubicado en las afueras de Londres. Empezó a experimentar con la música a los 16 años de edad luego de recibir cierta enseñanza clásica, incluyendo la práctica del cello y lecciones de canto operístico. Sin embargo, no tardó en desarrollar una profunda afición por el jazz, primero, y luego por la música electrónica.

De adolescente Andrea solía ir a Londres los fines de semana para asistir a las jams del hip hop. Ahí fue donde en realidad descubrió el funk y el uso de la improvisación como elemento base. Con el tiempo se fue a radicar a tal ciudad y entró a trabajar a la tienda de discos Fat Cat. Gracias a esta labor pudo incrementar su colección de discos de efectos de sonido, por los que estaba (y sigue) muy interesada, y de igual forma practicar su aplicación en todas las maneras posibles, de acuerdo a lo que le permitía la grabación en cuatro tracks.

Al decidirse a seguir la carrera musical de tiempo completo, Parker unió sus fuerzas con Alex Knight en la formación conocida como Inky Blackness, y a la postre con David Morley en el dúo Two Sandwiches Short of a Lunchbox, además de colaborar en los discos de otros intérpretes.

Su obra temprana fue absolutamente experimental, con fundamentos conceptuales matizados de interés político. Su proyecto despertó el interés de la influyente y vanguardista compañía Mo’Wax, quien la contrató en 1995 y con la cual lanzó ese mismo año el tema “Melodius Thunk”, su primer sencillo.

Con esta música llamó la atención de la poderosa escena underground británica, que la encumbró en 1996 a los primeros lugares con otro sencillo: “Rocking Chair”, una pieza vocal que le abrió paso entre los fanáticos de la música electrónica con tintes jazzísticos. En 1998 fue invitada a colaborar en la ya legendaria serie DJ Kicks de Kruder & Dorfmeister, en la que incluyó su amplia paleta sonora de mezclas, desde Depeche Mode hasta Doctor Octagon, y desplegó su afecto por el electro, el hip hop y el techno.

A la postre salió a la luz su álbum Kiss My Arp, un disco que llevaba cuatro años cocinándose y que realizó en Baviera, Alemania, en el estudio de David Morley, su excompañero. En él demuestra que se conoce al dedillo la tecnología actual y que ella es una auténtica fanfarria del mundo de la electrónica. Se presenta como productora, remezcladora, DJ, buena improvisadora, cellista y cantante. Un perla del género. El título del CD se debe a que Parker utiliza los ya raros sintetizadores análogos ARP 2600 y ARP 2500 en los doce tracks que lo componen.

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Kiss My Arp es un álbum oscuro, profundo, intenso y a veces rayando en lo depresivo. Sin embargo, es también a todas luces muy interesante. Andrea Parker destaca por poseer una gigantesca colección de discos de efectos (más de tres mil) y por la utilización que hace en su propia obra de los sampleos de ruidos comunes y corrientes de la vida cotidiana.

Ejemplo de esto es la pieza “Sneeze”, donde se escuchan estornudos en loops de cuatro compases. Otros efectos son los coches en un autolavado, llantas sobre el asfalto, aparatos eléctricos de la cocina, etcétera. El primer exitoso sencillo “Melodius Thonk”, con su electro jazzeado, sólido, pesado y primario y ocasionales beats funky, es la guía de este disco sobresaliente.

A veces hay que buscar el lado científico de la música, y en eso consiste la obra de Andrea Parker, en el equilibrio entre lo serio y lo divertido. Los propios dueños de Mo’Wax bautizaron tal estilo como braindance, una manera mental de entender la música de baile, opuesta a la arrogancia de lo que se denominaba IDM (Intelligent Dance music) y partidaria del desfogue: “el caso era devolver la diversión a la música seria sin resultar intelectual”, opinó la propia Andrea.

Así nació una lista de artistas y entidades individuales que en la mayor autarquía posible, operan la música sin necesidad de intermediarios: de su cabeza al ordenador y al vinil. La generación de lo que se conoce como bedroom producers —artistas que componen en su estudio doméstico, sin salir de su habitación— es la que ha permitido la proliferación de música con una alta dosis de personalidad, ajena a los canales habituales de la industria.

Una vez terminado el material se envía a la compañía discográfica tal como se hace y así se queda. Normalmente es el propio artista el que  autoedita su propia música. “Tener tu propio estudio en tu casa es importante: ahorras dinero, tu música gana en personalidad y no pierdes el tiempo, todo es más rápido, más relajado aunque muchos acusen a este estilo de antisocial”, ha recalcado Andrea, una de las mejores bedproducers en saltar a la palestra.

Al llegar el hip hop a Inglaterra, también lo hizo esta forma de electro que no contó con el mismo arrastre. Los oásis del género para sobrevivir fueron escasos, ya que el house y más tarde el marco rave acapararon las líneas maestras de la música de baile, aunque su influencia permaneció latente en una juventud que inventó el bleep y más tarde, depuró el break dentro del contexto posterior.

Los primeros discos de electro, por ejemplo, se regían por un patrón sonoro deformado y solapado por melodías, atmósferas y efectos. La cuestión sonaba tan bien que algunos británicos optaron por tal proyección, la cual a fin de cuentas fue la que definió la estética más depurada y personal de un techno inteligente que, de hecho, no tenía tanto de techno y sí mucho de improvisación, el espíritu rector del jazz.

Las principales tiendas de discos de Londres empezaron a editar discos. Fat Cat, que era donde trabajaba Andrea, cerró como tal y se reconvirtió en sello de post-rock y de material de experimentación. Pusieron sobre el tablero de juego metronómicas perversiones de electro, collages concretos construidos con samplers de objetos cotidianos, ya fueran hojas de periódico o una bolsa de papas fritas. El caso era crear nuevos sonidos para trabajar o recuperar los comunes y corrientes con el objeto de transformarlos en integrantes de las atmósferas contemporáneas.

Como parte de esa efervescencia se apuntaron a la abstracción electrónica sellos como Warp y Mo’Wax. Este último muy pronto consiguió fichar a Andrea Parker, como ya se mencionó, la autora del mejor vinil de 12 pulgadas del género. Ella aportó al desarrollo de la corriente unos bajos de intensidad extasiante y una oscuridad opresiva que no tardó en formarse un círculo de seguidores que la tienen como objeto de culto. Un culto muy merecido gracias a los muy agudos planteamientos sobre cómo se escucha la vida de hoy en día.

La escena textural, de la que resulta fundamental esta artista, es una fuente inagotable de ideas y audacia, un magma creativo que alcanzó uno de sus cenits entre músicos electrónicos y creadores de otras áreas del jazz, la vanguardia académica y de la música clásica. Todas las barreras se rompieron, se abrieron las mentes y entraron los DJ’s que lo mezclaron todo. El camino que Andrea Parker planteó puede hoy fabricar y destruir estilos, y entre sus herramientas una ha destacado sobre el resto: el dub, la ciencia del bajo.

Muchas veces se ha hablado del dub como de un virus cibernético capaz de infilrtarse en la música y contagiarla de profundidad tridimensional, de provocar mutaciones nunca esperadas y siempre fascinantes. Y si en los ochenta vivió días más o menos puros hasta su toma de contacto con el hip hop en Bristol, de donde salió el trip hop, en los noventa y principios del nuevo siglo esta pulsión rítmica es la auténtica pócima mágica para revolucionar y transformar el sonido.

Ha sido semilla del drum’n’bass, partícula capaz de hacer del remix un arte en sí mismo y, por supuesto, motor de transformación del ambient. Es un vehículo muy útil para la vanguardia: del post-rock a la electrónica angulosa o para lo que venga mañana.

Andrea Parker ha conseguido labrar un sonido más personal dentro de la corriente electrónica que se enriquece con elementos jazzísticos, centrado en la belleza más irreal posible. La suya es una apuesta por estructuras aparentemente impenetrables que cuajaron sobremanera en el casi industrial disco Kisss My Arp: un reto del sonido.

Lo importante de la música de Parker, sin embargo, no es su evolución en sí impecable, coherente y siempre en busca del más difícil todavía sin perder entidad emocional y complejidad formal, sino el hecho de que su modus operandi ha sido el germen de un subgénero copiado y reproducido por decenas de artistas posteriores que, por lo mismo la han convertido en un clásico contemporáneo.

VIDEO SUGERIDO: Andrea Parker – Melodious Thunk (vinyl), YouTube (edNbo)

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