ELLAZZ (.WORLD): RITA COOLIDGE

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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EL CANTO Y LA BELLEZA

Rita Coolidge nació en 1944 en Lafayette, Tennessee, como la cuarta hija de un matrimonio mixto para el cual la música siempre fue fundamental como lenguaje familiar. Su padre, además de ministro de la iglesia bautista era también maestro de piano y tocaba el órgano en el templo. Esto mantuvo a la infancia de Rita y sus hermanas inmersa en los tradicionales himnos del coro, que inspiraban también, pero de manera profana al soul y r&b.

Su gran talento vocal y como compositora florecieron desde el colegio, donde formó algunas bandas de folk y rock. Durante los estudios de arte que llevó a cabo en la Universidad de Florida State tenía la idea de dedicarse a la enseñanza del mismo al finalizar la carrera. Sin embargo, contra el destino nadie la talla, y un día en Memphis, ella y su hermana grabaron unos jingles para promocionar la iglesia de su padre.

Al escucharla los encargados del estudio la instaron a grabar un par de sencillos para el sello local Pepper. De esta forma fue escuchada en la radio por Delaney and Bonnie quienes la invitaron a unirse a su grupo, Friends, como corista. Así que se mudó a Los Ángeles a mediados de los años sesenta. Ahí comenzó su deslumbrante camino dentro de la escena musical. Con ese grupo conoció y grabó con Eric Clapton, luego con Leon Russell y así sucesivamente.

El blues, el soul, el rhythm and blues, el jazz, cantado por una mujer siempre adquiere otras dimensiones, vislumbra otros rincones, despierta otras sensaciones, nos hace ser otros de una u otra manera. A veces mejores; las más, peores. Las razones de ello son tan misteriosas como la naturaleza misma.

Las intérpretes cantaban sobre sí mismas, sobre lo que les pasaba: sus desamores, sus deseos, soledades y la incomprensión que las rodeaba. Esas han sido las formas de vivir el mundo, y en ello ha habido dramas y melodramas; tragedias y tragicomedias. Historias humanas, a fin de cuentas, cargadas de sus otredades esenciales.

Déjame contarte una de esas leyendas: una protagonizada por un cantante y una cantante que ejemplifican lo dicho. Curiosamente ninguno de los dos personajes es negro. Ella es Rita Coolidge, la “Delta Lady”, como se le conocería en el medio. Él es Joe Cocker, un intérprete famoso y reverenciado por varias generaciones, así que no me detendré en su persona, sino en la de ella.

Aunque pocos la conozcan fuera de los Estados Unidos, Rita es una estrella de la galaxia musical que va del blues jazzy al rhythm and blues. Ha sido ganadora varias veces del premio Grammy y su talento duradero, eterno según algunos, ha sido bendecido también por una belleza única. Una belleza exótica, resultado del amor entre una madre cherokee y un padre anglosajón. Ella, vocera de su comunidad; él, ministro de culto.

Rita ha trabajado duro en la afinación de su talento natural y conseguido un estilo atemporal muy difícil de obtener: suave, fino, dimensional, en el que privan los elementos musicales que van del jazz al rock, lo cual ha situado su voz dentro de la élite de la música popular desde hace casi cuatro décadas. Se ha sabido rodear de excelentes productores para la realización de sus discos, quienes la han situado en el mejor camino para exponer su voz, “esa que hace al mundo estremecerse”, según dijera uno de los periódicos más serios y flemáticos de Inglaterra: el London Times.

Por otra parte, una estrella como Rita siempre ha estado rodeada por otras de mayor intensidad. Las ha atraído su magnetismo. Su exitosa colaboración con Eric Clapton, George Harrison, Bob Dylan y Jimi Hendrix, al igual que los romances o canciones que ha inspirado resultan motivo para el anecdotario, empezando por Stephen Stills, el cual durante su relación le compuso tres temas intensos: “Cherokee”, “The Raven” y “Sugar Babe”; luego con Kris Kristofferson, con el que estuvo casada entre 1972 y 1979 y que le cantó innumerables piezas.

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Sin embargo, el caso más sonado tuvo que ver con el pianista y compositor Leon Russell y con Joe Cocker. A finales de los años sesenta, Rita participaba en las giras de los exponentes del folk-rock Delaney and Bonnie. En una de sus presentaciones la conoció Leon Russell, quien de inmediato se prendó de ella. Le compuso la canción “Superstar” para que ella misma la interpretara y luego consiguió que Joe Cocker la invitara a unirse a la gira que empezaría con The Mad Dogs & The Englishmen por todo el mundo. Russell se encargaría de la organización y arreglos musicales para tal gira, para la que compuso asimismo “Delta Lady”, inspirado en ella y con la finalidad de estrenarla en las presentaciones.

Todo iba viento en popa. Cocker estaba en el pináculo de su carrera como rockero; la banda formada por nada menos que 40 miembros era impresionante en escena, levantaba los mejores comentarios donde se presentaba. Había dinámica, energía, compenetración y música increíble. Pero el destino fatal intervino: Joe se enamoró perdidamente de Rita. Esto inició los problemas con Leon Russell, su director de gira. Joe quería interpretar el tema “When A Man Loves a Woman” para finalizar los conciertos y dedicársela públicamente a ella. Estaba enamorado hasta la médula y creía que era recíproco.

En los sound checks de las presentaciones, Joe se reunía con algunos miembros de la banda como Chris Stantion, Jim Gordon y Bobby Keys, para hacerle los arreglos necesarios a la pieza que quería incluir. La relación con Russell era cada día más gélida y distanciada. Le hicieron una buena versión y todo estaba que ni pintado, cuando cierto día en una ciudad del Sur de Estados Unidos ella le dijo a Joe que dejaba la banda, que se quedaría en ese lugar. El motivo: que había conocido a alguien y quería permanecer con él ahí. Se trataba de Kris Kristofferson. Y así nada más le dijo adiós a Joe. Tomó sus maletas, su paga y se fue.

Las cosas a partir de ese momento se pusieron negras para Joe y le costó años, décadas, recuperarse de aquello. La gira terminó en un desastre económico; Russell lo embarcó con innumerables cuentas cuyo cobro el fisco estadounidense exigía con la amenaza de meterlo a la cárcel; se enganchó con la heroína y comenzó a beber como un poseído. Nunca pudo cantar aquella pieza que preparó durante tanto tiempo y, paradójicamente, sí tuvo que hacerlo con la que Russell había compuesto para ella: “Delta Lady”.

Pasado el tiempo, había una pieza entre el repertorio de Rita que paralizaba los pulsos: “Am I Blue”. Un tema que elevaba la esencia del canto al suyo particular y la expandía como un aroma por todos los rincones del lugar, encima de los acordes. Se sentía en la nuca el aliento de su boca: “Am I Blue”, susurraba.

Cantaba esta pieza de manera lenta y voluptuosa, con los ojos cerrados, arrastrando la voz y la cadencia misma con la que su garganta recorría el contorno de sus abismos. Su ser se ubicaba intenso, en el difícil punto entre la melancolía y la incontinencia.

Los beneficios de su talento musical Rita Coolidge también los ha puesto a disposición de diversas causas sociales, las cuales han tomado cada vez mayor importancia en su vida, hasta el grado del semirretiro profesional por varios años.

Regularmente ofrece conciertos cuyas ganancias y regalías se destinan a las fundaciones para la prevención del suicidio entre los adolescentes, contra el Sida y a favor de los Homless, las personas sin hogar.

Asimismo, es una comprometida vocera de la comunidad nativo-americana, lo cual la ha llevado a colaborar con otros activistas en este sentido, como con el exintegrante de The Band, Robbie Robertson, con quien realizó el celebrado documental de seis partes para la televisión estadounidense: Music For The Native Americans.

VIDEO: Rita Coolidge – Superstar, YouTube (Lana Oldingtone 2)

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ELLAZZ (.WORLD): CANDY DULFER

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Desde la década de los noventa, la marcha triunfal del dancefloor y la música negra hizo omnipresente otra vez al sax, en vivo o sampleado. Desde los 19 años de edad la neerlandesa Candy Dulfer, nacida en 1969, es considerada la saxofonista de pop y dance de más éxito en el mundo. Ha grabado con David Stewart; abierto los conciertos de Madonna y colaborado con Patti Labelle, entre otros. En la actualidad, tras más de una docena de discos en su haber, abraza de manera resuelta el funk y el acidjazz: el e-jazz urbano de nuestros días.

Habla Candy:

“Soy hija de Hans Dulfer, un notable saxofonista de jazz. A los 12 años me presenté por primera vez ante un público masivo como parte de un conjunto de jazz en el North Sea Jazz Festival. A los 15 años fundé mi propia banda, Funky Stuff, la cual sigo encabezando hasta la fecha. Califico mi intento por unir elementos jazzísticos con el sonido negro del funk como «hip house» o fusión, lo cual sirve para definir la mezcla de pop, funk y jazz a la que los músicos con aspiraciones comerciales recurrimos para huir del ghetto de los puristas. Mis ídolos –por supuesto– son gente como Charlie Parker y Ben Webster, pero si Charlie Parker viviera en la actualidad probablemente no tocaría bebop sino heavy o funk.

“Llevo 40 años dando conciertos. Las cosas han salido bien, pero cuando pongo mis discos aún me siento como una principiante. Oigo espontaneidad y un sentimiento bluesero que se ha hecho raro últimamente, pero creo que aún tengo que trabajar mucho. Me doy cuenta de ello cuando toco con músicos a los que admiro como Maceo Parker, The JB Horns o la sección de metales de Tower of Power, educada en el conservatorio. Siempre trato de mejorar.

“Me fue bastante bien cuando nos presentamos la banda y yo con el material del primer álbum en Nueva York. Al ver a la gente formada delante del club Bottom Line, pensé que nos habíamos equivocado de lugar. Sentí miedo de tocar ahí, en el sitio donde se inventó todo en lo que se basa nuestro proyecto. Tratamos de tocar lo mejor posible. Afortunadamente nos hicieron buenas críticas y vendimos medio millón de copias de Saxuality.

“La compañía disquera me presionó para traer a otros productores para el segundo álbum. Querían algo más comercial, más al estilo de Kenny G. Pero Ulco Bed, mi guitarrista y coproductor, y yo insistimos en hacerlo todo nosotros, al igual que en el primer disco. Toda la producción. Es un trabajo difícil, porque se puede perder luego la visión del todo por estarse fijando en los detalles. Estuvimos trabajando casi medio año, con el mismo presupuesto que la primera vez. Yo quería sacarlo rápido; sabía que podría grabarlo en dos semanas. Pero no salió así. Perdí mucho tiempo defendiendo mis ideas. Tenía las cosas en la cabeza, pero los de la compañía querían meter su cuchara y no pudimos realmente trabajar hasta los tres meses de haber empezado la grabación. Finalmente aprendimos mucho.

“Soy muy crítica y perfeccionista. Antes no soportaba escuchar mi propio trabajo. Cuando ponía mis discos siempre les encontraba algo nuevo que me hacía pensar: ‘Vamos, Candy, eres capaz de hacerlo mejor’. Hoy, cuando oigo mi primer álbum, pienso que no estuvo mal para una niña de 19 años. El disco se grabó en Ámsterdam, pero la mezcla de hecho se hizo en Los Ángeles y Nueva York. Lo más difícil fue lograr un equilibrio entre el sonido de mi sax y lo demás. Fue duro. Actualmente me encuentro en posición de poder invitar a colaborar a músicos muy buenos y los resultados se notan.

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“Los JB Horns siempre han sido mis favoritos. Quería tocar con ellos y se lo comenté a Maceo Parker. Le pareció muy buena idea, pero puso como condición que yo lo volviera a acompañar en su gira. No lo tuve que pensar mucho.

“Después de lanzar un disco te metes a una especie de maremoto de obligaciones, de cosas que la compañía disquera organiza y maneja. Como la aparición en la televisión, por ejemplo. Eso me parece horrible. Una entrevistita aquí, una tocadita allá. Todo el tiempo hay que reírse frente a la cámara. El aspecto comercial de la música no me causa ningún placer. Ese tipo de cosas casi te hace olvidar lo bonito que es hacer música.

“En determinado momento, justo cuando pienso que me voy a volver loca, salgo de gira. Lo mejor es salir, alejarte por completo. Entonces ya nadie te puede llamar ni ponerse en contacto contigo. En cuanto cruzas la frontera te olvidas de todo eso. Muchas veces hasta he llegado a pelearme con mi mamá, Inge, que también es mi mánager. Las dos estamos irritadas y hemos trabajado mucho y entonces quiero olvidarme de todo.

“Llevo mucho tiempo en los escenarios, pero aún puedo sorprenderme. La última vez sucedió en un festival en Suiza. Me dieron el mismo horario que un intérprete importante de dance, creo que era Tricky. Me imaginé que todo mundo lo iría a escuchar a él y que hacia el final del concierto me llegaría algún resto de su público. Pero no, una hora antes del inicio mi sala estaba llenísima. Por mí. Realmente sé valorar eso.

“Aún oigo mucho la música de Sonny Rollins, Charlie Parker y David Sanborn, porque son músicos con una gran imaginación. Parker, por ejemplo, soltaba cantidad de notas nuevas en un acorde sencillo. Eso se me hace dificilísimo. La mayoría de las veces toco las notas que más tengo a la mano. En ese sentido también admiro al otro Parker, a Maceo. También él es capaz de sacar notas que uno no esperaría en un momento dado. O también de entrar en la segunda parte de una frase o de repente en la cuarta. Quisiera dominar algo así. Me haría muy feliz.

“Nunca toco lo mismo en los conciertos. Mis fans se darían cuenta de ello. Trato de sacar cosas nuevas para sorprender. La única crítica que mi papá ha expresado a lo largo de todos estos años sobre mi trabajo fue una vez después de un concierto. ‘Ahora te clavaste un poco en la rutina’, me reprochó. En efecto traté de salirme por la fácil. Ahora me cuido mucho de no cometer ese error.

“Una vez me encontré en el mismo escenario con Kenny G. Vaya, ese hombre no supo realmente qué hacer conmigo. Estábamos tocando para Luther Vandross. En ese tipo de presentaciones a cada quien le toca su turno para interpretar un solo. No hay más competencia que eso. Y Kenny G se negó a tocar, de alguna manera u otra se sintió amenazado por mi ejecución o mi presencia. Yo empecé a tocar una pieza y ahí él desertó. Estuvo feo.

“Me gustaría tender un puente entre el pop y el jazz. No quiero que la gente piense que conmigo van a recibir una noche de jazz intrincado. Yo interpreto funk, jazz y pop. Pero mi intención es que los jóvenes a través de mi música se interesen por el jazz. Les doy una probadita del género. Por mi papá yo me acerqué al jazz, pero me hizo falta la música de David Sanborn para valorarlo realmente. ‘Así quiero sonar’, pensé en aquel entonces. Ahora ha llegado a suceder que me hablen por teléfono chavos que quieren tocar como yo, pero sólo les tengo una recomendación: ‘Escuchen a Charlie Parker’.

“Tocar con todo tipo de músicos es muy bueno para aprender a manejar muchas situaciones. De Van Morrison aprendí bastante. Es un hombre muy amable. También Dave Stewart me pasó mucha energía. Nunca se está quieto, siempre tiene ideas excelentes. Es una fuente de inspiración. A pesar de que está muy mal de salud nunca se queja. Siempre me da buenos consejos. Hay pocas personas a las que les acepto sus críticas: a mi papá, Hans; a mi mamá, Inge, y a mi compañero Thomas. Me interesan las críticas constructivas. No hay nada más tonto que bajar cansada y sudada del podio y que alguien te diga: ‘Tengo que señalarte algunas cosas’. Eso realmente me deprime, porque no me sirve de nada. Mi papá ha desempeñado un papel importante en mi carrera musical, al igual que mi mamá. No podría tener mejor mánager que ella. Inge siempre está muy cerca de mí. Puedo tratar cualquier cosa con ella”.

Candy Dulfer es una belleza rubia y ojiazul que con sensualidad nos abre los labios en las portadas de sus discos, acompañada con el brillo metálico de un saxofón entre las manos. La lista de la gente con la que ha colaborado habla por sí misma: trabajó con Prince en vivo, en el estudio y en un video; ha soplado, y de qué manera, el saxofón para Pink Floyd y Van Morrison. Todos ellos la llamaron por referencias recibidas. Sin embargo, pasar de celebridad en celebridad como músico de acompañamiento no es su meta. Lo más importante para ella sigue siendo presentarse en un club con su propia banda y tocar un buen solo de sax.

VIDEO: Candy Dulfer – Dave Stewart – Lily was here (2001) Live, YouTube (Dutch Music Channel)

Candy Dulfer

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ELLAZZ (.WORLD): DIANA BURTA

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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CONCRETAR LOS DESEOS

Diana Burta nació en Groningen, en el norte de los Países Bajos, y comenzó con el jazz a muy temprana edad. A los 12 años ya tocaba el piano y cantaba todos los temas de Peggy Lee, Sarah Vaughan y Ella Fitzgerald. Sin embargo, no pensaba en convertir su afición en algo definitivo. No obstante, las mismas circunstancias la llevaron a la profesionalización, al aceptar la invitación de unos amigos de sus padres para aparecer en unos shows de radio cuando cumplió los 18 años de edad. La respuesta del público la animó a intentar la carrera dentro del género.

Habla la posible Diana:

“El jazz siempre me gustó. Desde niña. Mis padres tenían una gran cantidad de discos y de libros al respecto. No eran músicos, pero sí mostraban mucho interés en la música sincopada. Mi padre me sentaba en la sala con él. Ponía un disco cualquiera y me contaba alguna historia relacionada con el álbum o el artista. Esos eran mis cuentos para antes de dormir. Así que mi gusto por tal música siempre tuvo bases sólidas. Eso me llevó también a estudiar el piano. No para hacerme profesional, sino para darme un gusto personal y tocar los temas que a mí me gustaban.

“Cierta vez, siendo adolescente, junto con unos amigos organicé una excursión veraniega a los Estados Unidos. A Nueva York, para ser precisa. Quería conocer los clubes legendarios y escuchar a algunos músicos. Mis padres avalaron el viaje, contribuyeron económicamente y me diseñaron una tour verdaderamente apetitosa. Así que, con otros tres amigos, me lancé a conocer los lugares de mis personales ‘Mil y una Noches’. Dejamos Europa en julio y volveríamos un mes después.

“Nos instalamos en un hotel de Manhattan y comenzó la expedición esa misma noche. Veinte días después ya acumulaba alrededor de cien horas de escucha en los sitios históricos tanto como en los clubes de moda. Tenía miles de anécdotas que contarles a mis papás, además de muchos discos de regalo. Todos estábamos contentos, extasiados, desvelados y rebosantes de música. El último viernes nos regodeamos en el bar del hotel con la plática sobre el último concierto al que habíamos ido. Luego mis amigos se fueron a dormir. Yo me quedé todavía un rato escribiendo una postal.

“Se me pasó el tiempo y cuando me di cuenta el lugar estaba vacío, con decirles que hasta las rubias con pinta de putas habían desaparecido. Y eso que ahí se la vivían. No estaba cansada o demasiado tal vez, el caso es que no tenía sueño. Subí a mi habitación, me cambié rápido y salí a la noche neoyorkina. En el vestíbulo había recogido el anuncio de la presentación de un músico al que admiraba y estaría en un bar cercano. Pedí un taxi y le indiqué a dónde llevarme.

“Tenía que ir a pesar de lo que mi papá me había dicho al respecto de él. Ya sabes, la idiotez juvenil. Recordé lo que comentó: ‘Jimmy es un tipo enorme. Un buen pianista, pero un snob horroroso. Le gusta la adulación incondicional y sólo toca muy poco del jazz que sabe. En vivo se dedica sólo a saludar a los famosos o a quienes considera importantes. Así no hay quien lo aguante. Me gusta mucho oírlo en discos, pero en escena te dan ganas de romperle el piano en la cabeza’.

“Abordé un taxi viejísimo que olía como si acabara de vomitar alguien dentro. Es curioso, pero es un olor regular cuando decides viajar de noche en esos vehículos. Es algo deprimente, tanto como lo fue esa noche de viernes en que las calles estaban tan tristes y solitarias. Apenas si vi a alguien. De vez en cuando se cruzaban un hombre y una mujer tomados de la cintura, o una pandilla de tipos riéndose como hienas por alguna causa. Nueva York es terrible cuando alguien se ríe así de noche. La carcajada se puede oír a manzanas y manzanas de distancia.

“Era un club de tamaño regular del que había leído mucho, pero que por el precio del cóver no había entrado en nuestra visita. Sin embargo, por ser la última noche y haberme sobrado algunos dólares quise darme el gusto. A pesar de ser tan tarde el lugar estaba a reventar. Casi todos los asistentes eran jóvenes, probablemente universitarios, probablemente también en los últimos días de sus vacaciones, como yo. Estaba tan lleno que apenas pude dejar mi chamarra en el guardarropa.

“Por la misma cantidad de gente el sitio irradiaba ruido. Todo el mundo opinaba en voz alta cómo estaba tocando Jimmy. Cuando él ponía las manos encima del teclado al parecer todo mundo tenía que exclamar algo, como si estuvieran en una arena de box o algo así. Yo sentí que lo que tocaba no era para tanto, pero… Había tres parejas esperando mesa y los seis se mataban por ponerse de puntas y estirar el cuello para poder ver a Jimmy. No deja de ser gracioso ver a gente adulta hacer cosas de niños y más cuando son varios.

“De cualquier manera los dueños de lugar habían colocado un enorme espejo delante del piano y un gran reflector dirigido a él para que todo el mundo pudiera verle la cara mientras tocaba. Los dedos no se le veían, pero la cara, eso sí, como en aquellas películas de los años cincuenta cuando el protagonista tenía que tocar el instrumento, pero el actor no sabía hacerlo, entonces sólo le hacían tomas del rostro para ver sus expresiones y mostrar con ellas la emoción que le imprimía a su interpretación.

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“Una ingenuidad cinematográfica ahora reproducida en un club nocturno de Nueva York. ¿A quién le importaba tanto la cara del músico como para tal despliegue escenográfico? Quizá sólo a él, pero de ello me daría cuenta más tarde. No estoy segura de qué pieza era la que tocaba cuando entré, pero sí de que fuera la que fuera la estaba destrozando. En cuanto llegaba a una nota alta empezaba a hacer unos arpegios y unas florituras que daban asco, pero no se imaginan cómo le aplaudieron cuando terminó.

“A mí me dieron ganas de volver el estómago, pero los otros se pusieron como locos. Era el mismo tipo de cretinos que en el cine se ríen como condenados por cosas que no tienen la menor gracia. Les aseguro que si yo hubiera sido la pianista o la actriz me reventaría que esos imbéciles me consideraran maravillosa. Hasta me molestaría que me aplaudieran. La gente siempre aplaude cuando no debe y en el jazz se nota mucho cuando lo hacen los que saben y los que no. Por eso los músicos luego no ofrecen lo mejor. ¿Para qué esforzarse con un público así?

“Pero como les iba diciendo, cuando acabó de tocar todos se pusieron a aplaudirle como locos. Jimmy se volvió y, sin levantarse del taburete,la actriz me reventar o el acdo la pianista, o el acacia. ioss la emocir ver a Jimmyntura, o una pandilla de tipos ri hizo una reverencia falsísima, como muy humilde. Como si además de tocar el piano como nadie fuera un tipo sensacional. Fue cuando me acordé de las palabras de mi padre. Así que tratándose de un snob de primera categoría, la cosa resultaba bastante hipócrita. Pero, en cierto modo, hasta me dio lástima porque creo que él ya no sabe siquiera cuándo toca bien y cuándo no.

“Aunque me parece que no toda la culpa es suya. En parte es culpa también de todos esos cretinos que le aplauden como energúmenos sin que haga nada en realidad. Aquello me deprimió tanto que estuve a punto de recoger mi chamarra y regresar al hotel, pero aún no tenía sueño y no quería estar vueltas y vueltas en la cama o viendo televisión. Fue entonces cuando comencé a pensar en mi futuro. Ahí en medio de un bar lleno de villamelones y de un músico autocomplaciente se perfiló mi vida.

“En ese momento uno de los meseros me interrumpió el pensamiento para avisarme que mi mesa estaba lista. Era un lugar infame: pegado a la pared y justo detrás de un poste tremendo que no me dejaba ver nada. Era una de esas mesitas tan arrinconadas que si la gente de al lado no se levantaba para dejarte pasar —y que siempre trata de evitarlo— tienes que trepar prácticamente a su silla, tanto para llegar a tu asiento como para salir de él. Olvídense de las ganas de ir al baño.

“Pedí un daiquirí bien helado, que es mi bebida favorita. El bar estaba tan oscuro que hubieran sido capaces de servir un whisky a un niño de seis años. Por eso ni la edad me preguntaron. Mejor para mí. Además, ahí a nadie le importaba un comino la edad que tuvieras. Estoy segura de que podías inyectarte heroína si se te daba la gana sin que nadie te dijera una sola palabra. Estaba tan incómoda que me puse a pensar en todas esas cosas y otras peores.

“Me sentía rodeada de cretinos. En serio. En la mesa de la izquierda, casi en mis rodillas, había una pareja con una pinta un poco rara. Eran de mi edad o quizá un poco mayores. Se les notaba en seguida que bebían muy despacio la consumisión mínima para no tener que pedir otra cosa. Como no tenía nada que hacer, me puse a escuchar lo que decían. Él le hablaba a la chica de un programa de televisión que había visto la noche anterior. Se lo contó con pelos y señales, los chistes malos y creo que hasta con los comerciales, el muy desgraciado.

“Era el tipo más pesado que he oído en mi vida. A su pareja se le notaba que le importaba un carajo el susodicho programa, pero como la pobre era tan fea no le quedó otro remedio que tragárselo aunque no quisiera. Las mujeres feas a veces la pasan muy mal, las pobres. Me dan mucha pena. Sobre todo cuando están con un cretino en un bar de jazz que les está encajando un rollazo acerca de un programa malo de televisión.

“De repente empecé a sentirme como una idiota, sentada ahí en medio de todo el mundo. No había otra cosa que hacer que fumar y beber. Llamé al mesero para pedirle mi cuenta y para que le preguntara a Jimmy si podía hablar con él. Era mi última oportunidad para resarcir su imagen para conmigo. El mesero no se volvió a parar cerca de ahí, a pesar de que le di una propina inmerecida, tampoco estoy segura que le haya dado el recado a Jimmy. Los meseros son unos ojetes.

“Aunque a la mejor sí se lo dio, pero como yo no era alguien conocida ni famosa ni la molestia se tomó en contestarme. Eso me volvió al pensamiento sobre mi futuro. Regresaría a mi país, sería pianista de jazz, fundaría con muchos esfuerzos un club a mi medida y deseos. El bar estaría separado de la sala donde tocaría yo con músicos invitados, Para asegurar que quienes ahí se sentaran realmente iban a escucharme y no a beber o a platicar teniéndome como música de fondo”.

Diana Burta acaba de celebrar el enésimo aniversario de su famoso bar en Bruselas. Uno que se caracteriza tanto por el nivel de los músicos que ahí se presentan como del público asistente, conocedor, crítico y exigente. Un concepto radicalmente distinto de la escena estadounidense. Mismo para el que han tenido los mejores adjetivos los propios jazzistas de la Unión Americana que han tocado en el lugar. La combinación jazz-alcohol fue un invento de los gángters que controlaban escena y tráfico en la tierra del Tío Sam, fórmula que en Europa ha tratado de romperse con ejemplos como el de Diana, quien al finalizar sus actuaciones baja del podio para saludar e intercambiar algunas palabras con el público asistente.

VIDEO: Diana Beerta (Diana Burta) Meet Friends Remastered By BvdM 2019 (Berry van de mast)

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LIBROS: ELLAZZ (.WORLD) – VOL. III

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ELLAZZ (.WORLD) VOL. III (PORTADA)

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Durante muchos años, las cualidades necesarias para adentrarse en el mundo del jazz se consideraron prerrogativas netamente masculinas. Entre ellas estaba una agresiva confianza en sí mismo, con la disposición a lucir e imponer la capacidad y potencia de interpretación en el escenario. Otra era la concentración exclusiva en la profesión, incluyendo ausencias frecuentes de casa y el derivado abandono de la familia.

A lo ya mencionado se agregaba la capacidad de moverse en ambientes difíciles y peligrosos, como lo eran los clubes nocturnos, infestados de vicios y administrados muchas veces por gángsters. Con frecuencia a las circunstancias mencionadas se sumaba la posibilidad de beber vastas cantidades de alcohol, ingerir drogas duras o las dos cosas juntas, según el caso, sin dejar de tocar de manera coherente hasta el amanecer del siguiente día.

En el pasado, una mujer decidida a formar parte de la comunidad de músicos y a no dejarse intimidar por dicho ambiente duro e impregnado de humo, en el que los compañeros de trabajo solían ser puros hombres, con frecuencia tenía que pagar el precio de su osadía, con costos tendentes a ponerla en su lugar, tales como la pérdida de su respetabilidad, la cual encabezaba la lista, además de la desaprobación social y familiar, y a veces ser relegada al ostracismo.

 

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. III, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos, bajo ese rubro.

 

Ellazz (.World) Vol. III

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2021

Contenido

Cassandra Wilson

Doris Day

Lena Horne

Melody Gardot

Mindi Abair

Mosaic Project

Natalie Cole

Sabina Hank

Viktoria Mullova

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ELLAZZ (.WORLD): BEATE LECH (BEADY BELLE)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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La canción “Consolatory Dance”, fue el primer sencillo de promoción del grupo noruego Beady Bell. Se incluyó en la programación de la radio de aquel país durante varias semanas. Luego, presentaron el proyecto por primera vez en vivo en el club Blå de Oslo en sesiones organizadas por la compañía discográfica Jazzland. En ese entonces sólo se dieron a conocer unos cuantos temas. Hoy es todo un fenómeno no sólo en Escandinavia sino en todo el mundo. La cantante, compositora y productora Beate Leach ha sido pieza determinante, por sus múltiples cualidades, para que tal agrupación fijara su propuesta a nivel internacional.

Pensar que Europa pudiera algún día mostrar cambios en el jazz constituía hasta hace muy poco tiempo una auténtica fantasía. Sin embargo, las cosas han sido puestas en su lugar conforme el paso de los años, y para corroborarlo están todos los exponentes que ha tenido el jazz hecho en Noruega a través de la última década y propio desarrollo. Los nombres de Nils Petter Molvaer —el fantástico trompetista creador de atmósferas— y Bugge Wasseltoft —para quien el jazz ha sido un lienzo en que plasmar el arte musical—, destacan porque ambos prácticamente introdujeron la electrónica como un instrumento y parte del género. Le impusieron su cromatismo y, desde su surgimiento a mediados de los noventa, se puede decir que no han detenido su andar. Sin embargo, éstos son sólo algunos de los nombres producto de la evolución jazzística noruega, entre muchos otros.

Los músicos de aquel país europeo se instalan dentro de todas las tendencias que ha habido en el jazz del último siglo, desde el estilo de Nueva Orleans hasta el muy contemporáneo y electrónico que se escuchan en los clubes de dance y antros techno donde dictan ley los DJs y los remixes. De ahí ha surgido el grupo Beady Bell con la cantante Beate Leach. El suyo es un jazz que causa admiración por igual en el Viejo Continente, Asia o la mismísima Unión Americana. Un jazz que ha apostado por los cambios echando mano de todo el intercambio cultural que se da por aquellos lares gracias a su estratégica ubicación en el continente.

El reciente jazz noruego ofrece una alternativa al que se hace en los Estados Unidos. De cualquier manera, hay muchos buenos músicos que continúan desarrollando y trabajando los sonidos difundidos originalmente en diversas épocas por la tierra del Tío Sam. No cabe duda, que la tradición musical estadounidense es aún muy importante en este país, sobre todo la de los años sesenta y setenta.

Sin embargo, músicos como los de Beady Bell se han encontrado con una forma artística muy europea, la que toma en cuenta al mundo clásico, al folclor local y al pop, incluyendo la determinante influencia gitana. Así surge la mezcla del jazz con este universo que tiene como su fundamento la música contemporánea. Son instrumentistas de excepción con un tempo y una técnica sobresalientes, pero también la forma en que usan sus talentos hace que sólo sea música lo que fluya, sólo música. Su compacto debut constituye un auténtico compendio de la actual escena jazzística de aquella nación y los presenta como héroes que ya han tenido éxito internacional.

En la actualidad el jazz noruego es una combinación de sonidos acústicos y eléctrónicos; el look de sus representantes es más del pop posmoderno que del jazz tradicional; no le temen al soul ni a los sonidos de su tiempo a la hora de presentar su propuesta musical. Su incontenible avance tiene que ver con que se hayan desarrollado plenamente en sus instrumentos, aprendido, sabido más y querido mostrar sus propios conceptos musicales. Por supuesto el camino natural para ello era el jazz, puesto que es un género que exige más y en el cual se deben entender acordes complejos.

De ninguna manera los integrantes de Beady Bell consideran que haya limitantes para un músico. Para nada. “Los límites están en uno mismo”, han declarado cada uno por su lado. Para los exponentes, el jazz, el pop, el folclor, el electrónico o cualquier otro estilo no son más que colores diferentes dentro de la música. Así que toman cosas de todos ellos y a su mezcla la enriquecen con mucha improvisación.

El grupo Beady Belle es el resultado de la colaboración entre Beate Lech y Marius Reksjø, la cual comenzó en 1993 en la Universidad de Oslo, Noruega. Ambos eran estudiantes de música cuando empezaron a tocar en conjuntos como Insert Coin y Folk & Røvere. En este último proyecto Beate fue la cantante principal hasta 1999. (Folk & Røvere es un grupo de trip hop que estuvo de moda en aquel país).

En ese mismo año, Bugge Wesseltoft le pidió a Beate que grabara un disco para el sello Jazzland. Bugge, quien admiraba la bella voz de Beate desde hacía tiempo, le dio la libertad artística que requería para hacer el álbum que ella deseara. Beate pensó que la mejor manera de producir un CD era realizándolo todo ella misma, desde redactar los textos, componer, hacer los arreglos y la programación, grabar y producir. En vista de que contaba con un estudio casero decidió hacer la mayor parte del trabajo ahí, en su propia computadora.

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Habla Beate:

“Mira. Para mí productos del futurismo musical son la industria y la eclosión tecnológicas desde hace años. El país de la electrónica ha tenido desde siempre el beneficio y apoyo de las vanguardias, pues ha estado abierto para ellas y para todos sus profetas, sin límites ni restricciones. Estos últimos pugnan sin descanso por dar rienda suelta a ‘la obsesión lírica de la materia’; por liberar a las máquinas de cualquier sujeción; por abolir la esclavitud del cliché y por divulgar la belleza del sonido artificial.

“La de la tecnología es una nación industrializada que ha asumido su condición intelectualmente y promovido el experimentalismo artístico interesado en el proceso de cambio y asimilación; en la manera de pensar, producir y escuchar la música. La triple orientación ha dado lugar a una intensa e histórica búsqueda en las relaciones entre música e industria de la high-tech, concebida ésta como la máxima manifestación cultural del nuevo orden mundial, el cual vino a romper con todo, incluyendo la rigidez sobre cómo debía escucharse la música.

“Aunado a teorías filosóficas y mediáticas iniciamos el cultivo global de todas las formas musicales contemporáneas, con un componente electrónico (en su grabación y ejecución) que les ha proporcionado una especie de hiperrealismo inmerso en el seno de la sociedad industrial de la que ha surgido, colmada de sus sonidos particulares, fascinada por su propia fuerza y creatividad, pero también atenta a su independencia artística.

“Por todo lo dicho, desde los años noventa, la electrónica se erigió como un irradiador importante para la música contemporánea —con todas sus definiciones y derivados—, plena de energía e imaginación. El desarrollo se observa por doquier y a ello cooperan las disqueras alternativas, los productores independientes y poco convencionales como nosotros, los bajos costos de los equipos y su democratización.

“Después de un tiempo de trabajar yo sola en ello, Marius Reksjo también empezó a involucrarse en el proyecto. Él se encargó del groove mientras que yo hice lo propio con las melodías, las armonías y las letras, con unas cuantas excepciones. La mayor parte de las grabaciones tuvo lugar en mi departamento de Oslo, así que decidimos ponerle Home al álbum. Las cuerdas, el vibráfono y la batería se grabaron en la habitación de Bugge Wesseltorft. En vista de la cooperación que finalmente se dio entre Marius y yo, quisimos ponerle un nombre al dúo y lo llamamos Beady Belle.

“Para nosotros las revoluciones se dan tanto en el ámbito político como en el artístico. La única diferencia es que las revoluciones políticas sólo cambian las cosas por un tiempo antes de que todo vuelva a su estado original. Por el contrario, las artísticas modifican el lenguaje dentro del cual tienen lugar de tal manera que no es posible dar marcha atrás. El expresionismo, el existencialismo y el jazz, fueron tres formas de manifestación genuinas del siglo XX, transformaron de manera duradera el mundo del arte. Pero ahora estamos en el XXI.

“La música busca cambiar siempre. Particularmente en Noruega, de donde obtenemos la mayoría de nuestras influencias, las fronteras entre las categorías artísticas se borran una y otra vez. Para mí el elemento distintivo del jazz es la improvisación. No obstante, el sentido y el marco que das a tu improvisación, ya sean sencillos o muy complejos, dependen totalmente de la persona que lo hace. Con el jazz y las demás formas musicales permito que todas mis experiencias se fundan de manera automática y las paso por un filtro para ver qué quiero hacer realmente con ello.

“Nosotros no disimulamos nuestras profundas raíces en el folclor noruego, si bien éste no domina sobre otras influencias. Y para mí ese folclor no sólo implica canciones sobre la nieve sino una tradición que abarca desde un compositor de campos sonoros electroacústicos como Arne Nordheim hasta Terje Rypdal y Arild Andersen, así como el grupo de rock Motorpsycho y el cuarteto electrónico Supersilent. Nosotros estamos inmersos en estas corrientes. Arne Nordheim fue un pionero que en los cincuenta manejaba elementos que músicos como DJ Spooky están redescubriendo actualmente He escuchado varias piezas de él, pero no lo conozco a fondo. En el extranjero ha de ser el compositor noruego más conocido después de Edvard Grieg.

“Noruega se ubica un poco fuera de Europa, en el límite del mundo. Quizá sea una tontería, pero es posible que realmente tenga que ver con el país el hecho de que la gente de aquí se inspire tanto a sí misma. Estuve trabajando con un cantante de folk hace tiempo en un dúo sencillo de voces. Nunca traté de copiarlo, pero la claridad de su tono me resultó impresionante y creo que de ahí deriva mi estilo interpretativo. La sociedad noruega no es muy urbana en su forma de vida. Oslo es la ciudad más grande. Pero la esencia de la música de vanguardia está muy desarrollada en ese sentido. A fin de cuentas, formamos parte del Primer Mundo”.

La música de este dúo contiene el groove del techno en todo su esplendor. Las canciones que componen su disco emanan elegancia y belleza, mientras las instrumentaciones de Marius Reksjo tejen una alfombra de cuerdas, bajos dub, efectos sonoros y sintetizadores, que ofrecen a la interpretación de Beate Lech el marco perfecto para su voz cristalina. Una obra sensible, jazzy, en la que cabe destacar también la poesía que se refleja en los textos.

VIDEO: Beady Belle – “Truth wide open” (Official Music Video), YouTube (Beady Belle)

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ELLAZZ (.WORLD): THE ANDREWS SISTERS

Por SERGIO MONSALVO C.

THE ANDREWS SISTERS (FOTO 1)

NOSTALGIA VINTAGE

 

De 1937 a 1953, las Andrews Sisters (LaVerne, Maxene y Patricia) fueron parte de un movimiento musical promovido por la industria discográfica estadounidense: grupos formados por hermanas o hermanos.

Hubo decenas de éstos por toda la Unión Americana; sin embargo, ellas perduraron en el gusto de un público cuya necesidad de nostalgia fue fundamental para alargar su carrera (hasta bien entrados los años sesenta).

El material presentado por ellas siempre fue celebrado. Su época más brillante fue en los años cuarenta, cuando grabaron con Jimmy Dorsey un repertorio jazzístico y de baladas al lado de Frank Sinatra.

La forma básica del swing le había dado con ellas una vuelta de tuerca más a su historia y encontrado nuevas formas de expresión. Al swing originado en dichas décadas, las nuevas voces (tales tríos, a los que ellas encabezaban) le agregaron elementos musicales diversos para enriquecer la propuesta.

Así se pueden escuchar en sus interpretaciones, por ejemplo, además del swing blanco, la rítmica del jump blues, el concepto de los metales de la big band y (¡Oh, sorpresa!) algunos detalles de músicas afrocaribeñas. Un caldo pleno de sustancia, tan perenne la exótica vintage que fomentaron.

Debido a esto, el tema de ellas que más trascendió fue “Rum and Coca-Cola”, pieza de colorido caribeño.

THE ANDREWS SISTERS (FOTO 2)

Durante la Segunda Guerra Mundial, la isla de Trinidad, en el Caribe, fue ocupada por el ejército estadounidense “por cuestiones estratégicas”. Llegaron 20 mil soldados que inmediatamente se apoderaron de las playas y de los mejores lugares de la isla. Tenían dinero, tiempo libre y “necesidad de amor”, así que se dieron a la tarea de intercambiar favores con las isleñas, que eran pobres y con necesidades más apremiantes.

Toda esta situación captó la atención de los músicos como, por ejemplo,  Rupert Grant, que actuaba con el nombre de Lord Invader, como intérprete del exótico calypso (el ritmo local), quien obtuvo el éxito con “Rum and Coca-Cola”, una pegadiza metáfora que hablaba de la negociación entre las lugareñas y los “visitantes”.

El tema se hubiera convertido en otra pieza folclórica más, pero apareció por ahí, de gira, un enterteiner de la Unión Americana, que ni tardo ni perezoso regresó a los Estados Unidos con aquel botín sonoro, se coaligó con un letrista y una cantante y lanzó la pieza como suya. Le cambió algún verso comprometedor (“los yanquis las tratan bien/ y las pagan mejor”), aunque conservó el estribillo, No esperaba que los autores se dieran cuenta, pero así sucedió y el asunto entró en litigio.

En el ínterin, las Andrews Sisters, el máximo grupo vocal femenino de aquel momento en la Tierra del Tío Sam, grabaron la canción sin tomar nota de lo que allí se narraba. Según dijeron, se enteraron de la situación cuando muchas emisoras prohibieron su emisión: por la temática y por promocionar gratuitamente aquel refresco.

Como todo lo prohibido, inmediatamente atrajo la atención y dicha pieza se convirtió en un hit de 1945. De cualquier manera, el país había salido triunfante de la conflagración mundial y nadie ponía atención en aquella situación donde los soldados, portadores del dólar, habían confraternizado con las nativas, fomentando la prostitución de unas y, además dejando embarazadas a otras muchas, se la habían pasado muy bien “toda la noche haciendo/ el amor tropical”, y refrescándose con aquella bebida.

VIDEO: The Andrews Sisters – Rum And Coca Cola, YouTube (beyoncetyratina)

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LIBROS: ELLAZZ (.WORLD) – VOL. III

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ELLAZZ (.WORLD) VOL. III (PORTADA)

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Durante muchos años, las cualidades necesarias para adentrarse en el mundo del jazz se consideraron prerrogativas netamente masculinas. Entre ellas estaba una agresiva confianza en sí mismo, con la disposición a lucir e imponer la capacidad y potencia de interpretación en el escenario. Otra era la concentración exclusiva en la profesión, incluyendo ausencias frecuentes de casa y el derivado abandono de la familia.

A lo ya mencionado se agregaba la capacidad de moverse en ambientes difíciles y peligrosos, como lo eran los clubes nocturnos, infestados de vicios y administrados muchas veces por gángsters. Con frecuencia a las circunstancias mencionadas se sumaba la posibilidad de beber vastas cantidades de alcohol, ingerir drogas duras o las dos cosas juntas, según el caso, sin dejar de tocar de manera coherente hasta el amanecer del siguiente día.

En el pasado, una mujer decidida a formar parte de la comunidad de músicos y a no dejarse intimidar por dicho ambiente duro e impregnado de humo, en el que los compañeros de trabajo solían ser puros hombres, con frecuencia tenía que pagar el precio de su osadía, con costos tendentes a ponerla en su lugar, tales como la pérdida de su respetabilidad, la cual encabezaba la lista, además de la desaprobación social y familiar, y a veces ser relegada al ostracismo.

 

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. III, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos, bajo ese rubro.

 

 

 

Ellazz (.World) Vol. III

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2021

 

 

 

Contenido

 

Cassandra Wilson

Doris Day

Lena Horne

Melody Gardot

Mindi Abair

Mosaic Project

Natalie Cole

Sabina Hank

Viktoria Mullova

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ELLAZZ (.WORLD): HIROSHIMA

Por SERGIO MONSALVO C.

 

FOTO 1

 

(LIGEREZA Y LEVEDAD)

 

Las últimas décadas fueron el punto histórico más diverso de la cultura popular estadounidense. Esto se debió a que los artistas emanados de las etnias por las que está constituido aquel país voltearon la tortilla y dejaron de interpretar únicamente los ritmos locales de esencia anglosajona, para integrar a sus repertorios los inscritos en el sonido global o en muchos casos el del lugar originario sus antepasados.

Los ecos celtas, africanos, latinoamericanos, caribeños, eslavos, oceánicos y asiáticos, se hicieron sentir como nunca. Es obvio, como siempre, que tal paleta sonora haya tenido una amplitud extensa y las obras, producto de ello, variaran desde entonces en profundidad y calidades. El caso del grupo Hiroshima es ejemplar en este sentido. La música tradicional del Lejano Oriente—ejecutada por la representante femenina del quinteto: June Kuramoto— se fundió con el jazz más ligero; y lo etéreo de sus componentes, con la levedad del new age.

En el horizonte popular de la cultura mundial, en nombre de Japón ha crecido de manera gigantesca. Hoy por hoy, nos sentiríamos intimidados por los incontables restaurantes japoneses que han aparecido en todas las ciudades occidentales, si no fuera por la suavidad de su estilo. Pero ahora mismo, no hay arquitecto, cocinero, diseñador o músico verdadero, que no admita su deuda con el minimalismo nipón. La música académica y de vanguardia en los Estados Unidos, incluso creó un género que ha permeado tanto la propia como diferentes disciplinas: cine, teatro, danza, artes plásticas, literatura…

Hasta los años setenta, la crisis económica había mantenido a Japón bajo el diagnóstico del fracaso y la gravedad, pero en las últimas décadas del siglo XX sus bancos ganaron dinero y las marcas japonesas recobraron entidad en los estampados, tecnologías, futurismo y el misterio que le es inherente. Antaño los japoneses lo absorbían todo, eran la gran aspiradora del mundo que todo lo mimetizaba, todo lo clonaba. Hoy las cosas han cambiado, aunque ser japonés es imposible, no importa lo raro que se sea ni la firme voluntad de borrar la identidad, y ésta es su atracción suprema.

En las ropas y los vuelos, en los platos y en el cine, en la decoración o el coche, Japón resulta difícil de copiar, puesto que su exhaustiva imitación industrial previa ha agotado hasta su mímesis. De este modo, tanto el imperio de sus signos como el sentido de su cultura no se absorbe nunca. Por una parte, Japón opone un blindaje formal y, por otra, un fondo que se desliza veloz como los peces, las perlas o la seda. En los últimos años, las exportaciones culturales japonesas en el mundo se han multiplicado por tres. La música no le ha intentado copiar nada, pero sí integrar su presencia en productos pensados y diseñados para evocarlo. El grupo Hiroshima es una muestra de ello.

El grupo angelino Hiroshima ha explotado las vetas populares del jazz contemporáneo, el rhythm and blues edulcorado, el pop, el new age y los elementos de la música tradicional japonesa. Y lo ha hecho durante los últimos 50 años. El nombre lo tomaron sus integrantes de aquella ciudad representativa de lo que nadie quiere que vuelva a suceder: el uso de armas nucleares. Además, lo hicieron debido al origen paterno de todos sus integrantes, los cuales son descendientes de ciudadanos japo-estadounidenses que estuvieron detenidos en campos de concentración de la Unión Americana durante la Segunda Guerra Mundial.

La cantante original del grupo, Teri Koide, le heredó el puesto a Kimaya Seward, ambas se separon del grupo tras 10 años de pertenecer a él. Se jubilaron, cada una en su momento, en ceremonias muy ad hoc durante algún concierto. Para los discos posteriores, la última cedió el lugar en la voz a Dan Kuramoto (también encargado de los saxofones, flautas y teclados), mientras que la ejecución de las percusiones del ancestral Japón y las cuerdas del koto comenzaron a correr a cargo de otra nueva integrante, June Okida Kuramoto.

June Okida Kuramoto nació en los años setenta en Los Ángeles, California. De niña aprendió a tocar el piano y luego se interesó por los instrumentos autóctonos del Japón. Sus padres la enviaron adolescente a la ciudad de Kobe, para que estudiara música tradicional con los maestros japoneses. En el ínterin adquirió el gusto por el koto y se especializó en su ejecución. Tras cinco años de academia en este sentido, regresó a la Unión Americana. Se involucró entonces en la escena musical angelina de vanguardia y a la postre fue invitada a integrarse al grupo Hiroshima, que ya contaba con una larga trayectoria en el crossover jazz.

El crossover jazz de Hiroshima se ha mantenido tal cual, durante el curso de su existencia de tres décadas, moviéndose de forma creativa en las aguas tranquilas de las corrientes comerciales adecuadas (del smooth jazz al misticismo sonoro de la New age). Con el toque «exótico» de los sonidos del koto, se convirtieron en excelentes vendedores de discos desde su debut con el álbum Golden Age, de 1974. Su música fondea en la actualidad las charlas casuales y los cocteles individuales de clubes de chill-out, y de los desfiles de modas de los salones exclusivos de las grandes urbes.

La Nueva Música Instrumental Contemporánea o new age, como antaño se le conoció, en la que se inscribe el grupo, es tanto una corriente musical como determinada actitud ante la música, con un estilo de vida correspondiente. Así como el punk representa la anarquía y la rebeldía, el género del que se habla encarna la belleza y la armonía. Por subjetivo que pueda ser el concepto, la música aquí es sinónimo de relajamiento. Una droga auditiva prescrita por los médicos del best seller.

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El término «new age» nació a mediados de los años setenta en los Estados Unidos entre la vieja generación hippie de treintañeros que habían alcanzado una «nueva era» en su vida. Sobre todo, en lo que respecta a procesos alternativos dedicados al cuidado de la salud, centros meditativos y alimentación natural, el new age se estableció como estilo de vida, y aumentó la demanda de una música apropiada que no fuera comercial. Aunque la demanda popular luego cambió este último candado.

En primera instancia, las grabaciones se vendían en tiendas de productos naturistas y en las de los campus universitarios, así como por correspondencia, y su promoción se reducía a las recomendaciones orales. No obstante, el comercio al por menor de discos comprendió pronto que estaba surgiendo un nuevo nicho en el mercado y lo ocupó rápidamente. No tardaron mucho en aparecer las primeras mesas marcadas como «new age» en las tiendas mencionadas y en las de discos en general. Dentro de tal contexto fue que nació Hiroshima.

Esta alternativa musical contenía aportaciones de diferentes corrientes musicales, como la música clásica, el jazz, el pop, el folk global, el avant-garde, etcétera. Por lo común se trataba de obras
ambientales en las que el ritmo solía desempeñar un papel menor y rara vez se empleaban instrumentos de percusión. Por lo mismo, la corriente no pudo contar en sus inicios con sencillos exitosos, ya que las piezas eran demasiado largas y rebuscadas.

Todo se reducía en aquellos primeros años a la melodía y a una elaboración (tranquilizante) de diversos coloridos sonoros. El asunto cambió con el paso del tiempo. Las aportaciones del techno, del jazz y de la world music para dimensionar los ambientes fueron decisivas, aunque hay intérpretes, sellos y seguidores inmersos en el misticismo que se mantienen fieles al espíritu original con sus obsesivas particularidades.

Una década después de fundado, Hiroshima, entre otros grupos, se erigió en uno de los mayores promotores del género, y representaba principalmente a artistas con orientación folk. Durante el curso de los ochenta, el mercado del smooth jazz / new age continuó con su crecimiento constante y obtuvo de esta forma una «lista» propia en la publicación especializada Billboard, aunque bautizada con un nombre muy particular: «Nueva Música Instrumental Contemporánea».

Pese a toda la vaguedad en el término y sus descripciones, reclamó rápido y de manera definitiva un lugar en la historia de la música actual. No está á sujeto a modas, como otros géneros, ni se limita a un público específico. Su maleabilidad hizo posible que a partir de los noventa (con el inicio de la tercera década para Hiroshima, a su vez) y por medio del crossover con el ambient house su influencia se haya hecho sentir incluso en las pistas de baile, en los salones chill-out y en las pasarelas más cosmopolitas.

Para celebrar sus muchos años de grabar dicha música, Hiroshima presentó una Colección de Aniversario especial en dos CDs con algunas de las mejores obras compuestas y grabadas por estos artistas entre 1974 y 2004. Dan Kuramoto (saxofones, flautas, teclados y voz), Kimo Cornwell (teclados y Hammond B-3), Danny Yamamoto (batería), Johnny Mori (percusiones), June Kuramoto (koto y percusiones) y Fred Schreuders (guitarra), son algunos nombres, entre otros, de los que han pertenecido a la exitosa formación.

Hiroshima, en los distintos estilos por los que ha transcurrido, ha hecho patente su búsqueda de la pureza sonora. Desde su aparición ha procurado ofrecer algo distinto a los escuchas, una alternativa evocadora y llena de imaginación en las opciones musicales, familiares y disponibles en la música instrumental contemporánea más comercial. Lo cual incluye, también, material para soundtracks y obras de world music.

Durante cinco décadas, los esfuerzos de este grupo se han concentrado en el sentido de la estética que valora la belleza y el colorido de los sentimientos transmitidos (eco de su colectivo antepasado japonés, el cual han mantenido constante y esencialmente). Enfoque articulado por medio de la capacidad diversa y refinada de sus variados componentes. Lo etéreo de la emoción combinado con la ligereza de una música apoyada en la instrumentación tradicional del ya nada Lejano Oriente.

En la actualidad del comienzo de su quinta década, el sampleo de nuevas tecnologías auditivas ha beneficiado al grupo Hirosima sobremanera (desde el sistema Dolby Surround Sound hasta el novedosísimo sistema híbrido del Super Audio CD, pasando por el de remasterización de 20-Bit Mastering, que proporciona la más alta calidad y nitidez) involucra al escucha en los detalles, matices y puntos más finos de su música. El resultado es algo capaz de entretener tanto como de relajar, según las circunstancias del salón, club o evento social, en el que se esté degustando el coctel más cool del momento.

VIDEO: Hiroshima – One Wish, YouTube (HiroshimaVEVO)

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LIBROS: ELLAZZ (.WORLD) VOL. III

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ELLAZZ (.WORLD) VOL. III (PORTADA)

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Durante muchos años, las cualidades necesarias para adentrarse en el mundo del jazz se consideraron prerrogativas netamente masculinas. Entre ellas estaba una agresiva confianza en sí mismo, con la disposición a lucir e imponer la capacidad y potencia de interpretación en el escenario. Otra era la concentración exclusiva en la profesión, incluyendo ausencias frecuentes de casa y el derivado abandono de la familia.

A lo ya mencionado se agregaba la capacidad de moverse en ambientes difíciles y peligrosos, como lo eran los clubes nocturnos, infestados de vicios y administrados muchas veces por gángsters. Con frecuencia a las circunstancias mencionadas se sumaba la posibilidad de beber vastas cantidades de alcohol, ingerir drogas duras o las dos cosas juntas, según el caso, sin dejar de tocar de manera coherente hasta el amanecer del siguiente día.

En el pasado, una mujer decidida a formar parte de la comunidad de músicos y a no dejarse intimidar por dicho ambiente duro e impregnado de humo, en el que los compañeros de trabajo solían ser puros hombres, con frecuencia tenía que pagar el precio de su osadía, con costos tendentes a ponerla en su lugar, tales como la pérdida de su respetabilidad, la cual encabezaba la lista, además de la desaprobación social y familiar, y a veces ser relegada al ostracismo.

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. III, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos, bajo ese rubro.

 

 

Ellazz (.World) Vol. III

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2021

Contenido

Cassandra Wilson

Doris Day

Lena Horne

Melody Gardot

Mindi Abair

Mosaic Project

Natalie Cole

Sabina Hank

Viktoria Mullova

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