Melancolía, reflexión, tristeza, irritación, alegría…Son estados anímicos que se manifiestan en las personas durante la época navideña. Para cada uno de ellos la música (a consumir ad hoc) ofrece diversas posibilidades.
Es una compañía que jamás defrauda y se puede contar con ella en cualquier momento y situación. Y si no es posible hacer caso omiso de tales manifestaciones emocionales, por lo menos hay que tratar de paliarlas de alguna manera y buscar hacerlo con discos de calidad artística incuestionable, trascendente y confirmada, una y otra vez, a través de los años. Así que en esta ocasión me atrevo a recomendar el siguiente título clásico para ambientar el estado anímico recurrente.
ELVIS PRESLEY
CHRISTMAS ALBUM
RCA VICTOR
Cuando la mayoría de los escuchas recuerdan los años cincuenta del siglo pasado, inevitablemente le viene a la mente la imagen de Elvis Presley.
Él dominó la industria del entretenimiento y se convirtió en el modelo ideal del cantante solista; en la superestrella de la parábola del éxito sin límites a partir de orígenes pobres, en el renegado que simbolizaba la libertad rocanrolera.
Elvis no sólo se erigió en héroe: se entronizó como el rey de la cultura juvenil en aquel tiempo.
Luego de un año (1956) en el que una tras otra sus canciones lo elevaron a la categoría de icono, Elvis grabó un disco navideño en 1957. Con tal álbum matizó este punto de su carrera en el estilo al que había aspirado dedicarse como intérprete siendo adolescente, cuando deseó ser cantante profesional de gospel.
Los doce temas que lo componen (desde “Santa Claus Is Back In Town” hasta “It Is No Secret (What God Can Do)”, pasando por los tradicionales “White Christmas”, “Here Comes Santa Claus”, “Blue Christmas” y “Silent Night”, entre ellos) se basan en el blues, el rhythm and blues, doo wop, spiritual y gospel, básicamente.
Presley tradujo, por primera vez, las formas blancas románticas y seculares de los villancicos y canciones de la temporada navideña a los ritmos religiosos y “paganos” negros. Con resultados tan sorprendentes como exitosos.
Se cumplió así, una vez más, con aquel legendario anhelo profético de Sam Phillips de que «Si encontrara a un muchacho blanco que supiera cantar como negro, ganaría un millón de dólares». Elvis continuaba materializándolo.
El disco se mantuvo durante cuatro semanas como el número uno en las listas del Billboard. Vendió tres millones de copias en aquel diciembre y más de 10 desde entonces, convirtiéndose en la obra de temporada mejor vendida de todos los tiempos.
De esta forma el Elvis’ Christmas Album se erigió en modelo, en una propuesta valiosa de su momento, pero también para el futuro por su legado musical. Desde entonces la avalancha de producciones semejantes, con mayor o menor fortuna, no ha dejado de fluir.
VIDEO: Elvis Presley #’68 Santa Claus is Back in Town & Blue Christmas, YouTube (vELVISv)
Melancolía, reflexión, tristeza, irritación, alegría…Son estados anímicos que se manifiestan en las personas durante la época navideña. Para cada uno de ellos la música (a consumir ad hoc) ofrece diversas posibilidades. Es una compañía que jamás defrauda y se puede contar con ella en cualquier momento y situación.
Y si no es posible hacer caso omiso de tales manifestaciones emocionales, por lo menos hay que tratar de paliarlas de alguna manera y buscar hacerlo con discos de calidad artística incuestionable, trascendente y confirmada, una y otra vez, a través de los años. Así que en esta ocasión me atrevo a recomendar el siguiente título clásico para ambientar el estado anímico recurrente.
JOHN COLTRANE
A LOVE SUPREME
IMPULSE RECORDS
Cuatro de la madrugada: la hora más oscura antes del alba, la hora del yo interior totalmente expuesto frente a sí mismo. Como le sucedió a John Coltrane que se despertó a esa hora, como todas las mañanas desde hacía un año.
Sentado en media posición de loto se concentraba en algunos ejercicios de respiración. Su habitáculo estaba silencioso y para él no existía nada más en el mundo. No había “pensamientos” como tales. Sólo la comunicación directa con el cosmos, con la divinidad o lo que les parezca mejor.
John buscaba un mensaje en el trance: saber si se encontraba sobre el buen camino. Se puso a meditar, a dialogar con ello: Y entonces sucedió. Esa fue la meditación más larga que hubiera conocido hasta ese día.
Primero fue el silencio, luego la música que invadió el espacio a su alrededor. Con toda la melodía, todas la armonías y todos los ritmos. El silencio le insufló una composición consagrada a la esencia del Todo.
Luego despertó, salió de tal estado y lo supo: “Por primera vez en mi vida tuve en la cabeza la totalidad de lo que grabaría, de principio a fin”. Era una arrebatadora confesión de fe en la inspiración.
La distinguió declarando a la postre que esa es la función básica del espíritu humano. La que le otorga un rango superior a la imaginación. La poesía de la música ya era para él la fuerza divina.
Y con ella creó un sonido para el sentimiento magno. El primero, el básico, el misterioso: el Amor.
“A Love Supreme”, la obra, fue grabada entonces en diciembre de 1965, para celebrar la navidad de aquel año. La suite (dividida en cuatro partes: “Acknowledgement”, “Resolution”, “Pursuance” y “Psalm”) se convirtió, señaladamente, en la máxima ofrenda mística del jazz de todos los tiempos.
Trane ya no tuvo que probar, ni probarse, nada más. Hizo aullar, llorar, implorar y gozar al sax, el instrumento de la voz humana.
VIDEO SUGERIDO: JOHN COLTRANE A love supreme Part 1 Acknowledgement, YouTube (MONDOWEIRDOMUSIC)
Ray Conniff, músico, compositor y director de orquesta, firmó uno de los álbumes más omnipresentes y populares del periodo invernal. Su maestría como arreglista vocal e instrumental le proporcionó un distintivo sello a su orquesta dentro de la música lounge y el cierre de la década de los cincuenta no sería lo mismo sin su aportación.
Aquellos coros con los que acompañaba las melodías, dotadas del swing heredado de las big bands y de las cuerdas adaptadas a los tiempos en que el doo-wop resaltaba los matices de las voces en las baladas.
“Rudolph the Red-Nosed Reindeer” o “Frosty The Snowman”, además de ser temas absolutos de la imaginería decembrina, son a través del estilo Conniff un modo de interpretación.
Él fue ejemplo del Hi-Fi, un concepto sonoro que evidenció una intención “de calidad” en la manera de hacer música y de escucharla.
Los discos clásicos navideños cuentan con el poder de los pequeños rituales para disfrutar mejor de los momentos. Como leer A Christmas Carol (“Cuento de Navidad”) de Charles Dickens acompañados con alguna música que corresponda a la temporada.
Pero no cualquier disco, sino alguno de los que realmente deben ser escuchados por su aportación a la poética de la cultura secular navideña.
Los álbumes clásicos, como los aquí reseñados, han trascendido en el tiempo por sus innovaciones estilísticas, sus ideas de modernización y la influencia que han ejercido en intérpretes posteriores.
Feliz escucha y Felices fiestas.
VIDEO SUGERIDO: Ray Conniff – Rudolph, the Red-Nosed Reeindeer, YouTube (finetunes Christmas)
En los últimos meses de 1963, el compositor, músico y productor Phil Spector se impuso la tarea de seleccionar la música y producir “el mejor disco navideño de la historia”.
Para ello escogió unos cuantos temas tradicionales y compuso otros nuevos, dotando a las creaciones de su sonido. El resultado: A Christmas Gift for You.
Con él modernizó las andanzas del villancico anglosajón mediante un soul fresco, las mejores voces negras del momento, las inquietudes y emociones juveniles y unos arreglos muy particulares: las del nuevo pop barroco.
Pero no sólo materializó toda la esencia de una época sino también la de un sentimiento. Llevó a su pináculo la técnica monoaural y selló en la psique popular de todo el mundo un sonido que sería característico a partir de entonces. Por eso es un clásico con todas las de la ley.
Aquel disco fue una absoluta satisfacción para él. Un éxito instantáneo. Con él se solidificó la leyenda del “Muro de Sonido”, que había inventado, y la de su prestigio como productor.
Sí, disfrutó de aquello. Lástima que el asesinato de John F. Kennedy le haya ensombrecido los festejos a su catapultada fama.
Se había pasado meses dispuesto a demostrar que hay música navideña más allá de los insufribles cánticos cursis de siempre (“esos que te asaltan a traición cuando entras en cualquier tienda”, dijo).
Compuso canciones para la ocasión y demostró así que era posible mantener el espíritu navideño sin anquilosamientos; por eso el desfile de artistas durante los siguientes años para que les produjera sus materiales, Beatles incluidos.
Calor navideño y múltiples pistas de acompañamiento superpuestas para abrumar al oyente, el genuino sonido spectoriano.
Cabe destacar la selecta y profesional orquesta que acompaña a los artistas seleccionados, formada por: Jack Nitsche, Sonny Bono y Frank Capp en la percusión, Louis Blackburn con el corno, Leon Russell en el piano y Steve Douglas en el sax, entre otros. Sí, Phil Spector firmó aquel disco inmortal.
Fue la parte luminosa de una carrera plena de éxitos, a la que le siguieron lamentablemente también muchos traspiés.
¡Feliz escucha y felices fiestas!
VIDEO SUGERIDO: Phil Spector – The Ronettes – Sleigh Ride – A Christmas Gift For You – 1963, YouTube (Rock Encuclopedy)
Benvenuto Cellini, aquel escultor, orfebre y grabador italiano del Renacimiento, dijo que nadie de menos de cuarenta años debería escribir la historia de su vida. Estaba seguro de que nadie debía molestar al público con detalles personales antes de que hubiera hecho algo espléndido que justificara leer su travesía vital.
Bob Dylan, el cantautor, rockero y Premio Nobel de Literatura, poseedor de una extraordinaria sensibilidad, tomó para sí dicha consigna y desde sus seriadas Bootleg Sessions nos ha dado a través de estas grabaciones el palpable movimiento de su espíritu; la búsqueda intensa de su personalidad por diversos caminos que le proporcionaron las experiencias para expresar mejor sus emociones, con una voz significativa y universal de vaso comunicante auténticamente humano. Dentro del mismo concepto entra la que es su única grabación (hasta el momento) de temas navideños, los que él recuerda memorioso como parte del festejo.
Curiosa época ésta en que los inmortales y extraordinarios signos de vida y contundencia permanente del rock provienen, en buena parte, de la activa presencia y ausencia de los que ya han hecho historia y leyenda en él: Lou Reed, David Bowie, Neil Young, Iggy Pop, Rolling Stones, Bob Dylan. Un Dylan, en este caso, que saca un disco prácticamente cada seis meses, como si todavía estuviéramos en 1965, como si el rock se le desbordara incontenible.
Su contribución al imaginario navideño, Christmas in the Heart (2009), tuvo el mérito añadido de suscitar la curiosidad y la sorpresa tras la aparición del soberbio disco Together Through Life, del mismo año. La noticia del nuevo álbum con temas de temporada fue recibida con mucho escepticismo mediático, y hasta con cierta condescendencia, el cual suponía un producto standard, realizado sin grandes ideas, pocos recursos y hecho a la carrera.
Luego de escuchar los primeros compases de “Here Comes Santa Claus” (el primer track del álbum) supieron cuán equivocados estaban quienes habían dudado del producto. Dylan nunca hace lo que se espera, así como nunca se sabe cómo será su siguiente obra o de qué humor estará constituida. Por eso siempre sorprende, por eso siempre provoca el análisis, por eso siempre ha estado en la cresta de la ola.
Christmas in the Heart, para empezar, fue grabado con el mismo grupo que lo acompañó en su reciente producción de estudio (David Hidalgo –integrante de Los Lobos, en el acordeón, guitarra principal, mandolina y violín– y Phil Upchurch, guitarrista y bajista de jazz, blues y rhythm and blues; así como por el contrabajista Tony Garnier –acompañante de Dylan desde 1989, su más antiguo colaborador, que ha fungido a veces como director musical–, por ejemplo).
De tal forma, el álbum navideño suena igual de emocionante que el disco anterior, al cual se agregan las voces de Amanda Barrett, Bill Cantos, Randy Crenshaw, Abby DeWald, Nicole Eva Emery y Walt Harrah, Robert Joyce, en los coros que adornan los temas.
De entrada, la canción mencionada, «Here Comes Santa Claus» (de la autoría de Gene Autrey) es una alegre sorpresa que invita al movimiento con una introducción nívea de cascabeles, balanceada justamente por George Recile en la batería, el cual sacude sus escobillas a lo largo del track mientras los coros afianzan la casi susurrada voz de Dylan, el dobro de Hidalgo y el contrabajo de Upchurch, para ofrecerce en pleno.
En «Must Be Santa», como ejemplo diametral, el regocijo salta a la luz, el soplo y la urgencia del zydeco reencontrados por una voz desollada y pícara que lanza las palabras juguetonas dentro del embrujo del ambiente pantanero creado por el acordeón y el bajo. Y así la fiesta sigue por «Christmas Island” y “Silver Bells”, o los tempos medios y lentos de “I’ll Be Home For Christmas”, “The Christmas Blues” o “The Christmas Song”, que combinan los esfuerzos del grupo entero.
En Christmas in the Heart está la imaginería que Dylan puede despertar en cada uno de nosotros acerca de la época decembrina y algo más. Con este disco el propio Dylan vuelve a recordarnos lo que significa el fulgor del canto rockero en cualquiera de sus vertientes, y que sigue viento en popa. Al fin y al cabo, a él siempre le pedimos más, aunque no sea necesario.
El mundo moderno, dicen los tecnócratas, ya no requiere de poetas andantes. Los medios de comunicación llevan cualquier manifestación cultural hasta el otro lado del globo en forma instantánea. La expresión creativa personal a través de la música, iniciada por los trovadores, ha alcanzado extremos absolutos en la celebración exclusiva que muchos artistas practican de su intimidad muy particular.
El poeta y músico, dicen los integrados digitales, ya no hacen falta para comunicar noticias ni para registrar el paso del tiempo en el mundo. Pero los bardos siguen existiendo a pesar de las adversidades o a causa de ellas. Y algunos insisten en retratar historias, vivencias y leyendas, pensamientos y festejos. Quizá porque intuyen que la misma velocidad puede saturar la conciencia y hacer olvidar lo importante.
O porque saben que la música, a pesar de toda la explotación y comercialización de que ha sido objeto, es el único medio capaz de retener y reproducir la utópica inocencia de un encuentro navideño entre seres humanos, sin prejuicios, ideologías ni conceptos implícitos e inherentes, a través de villancicos, himnos y canciones populares alusivas al momento.
Y éste le ha dado pie a un bardo como Bob Dylan para dos cosas importantes:
La primera, sacar a la luz una colección de temas alusivos con su personal punto de vista musical (donde no falta su particular sentido del humor y con los acompañantes pulidos), y donde queda plasmada, además, su oxidada voz, que le da el valor agregado a lo grabado, por lo vivido y por la experiencia añosa.
Y en segundo término, donar los beneficios de las ventas del disco a organizaciones caritativas como Feeding America, en los Estados Unidos, Crisis en el Reino Unido y la World Food Programme, una institución internacional de la ONU, la cuales buscan paliar el hambre en el mundo.
¡FELICES FIESTAS!
VIDEO SUGERIDO: Bob Dylan – Must Be Santa (Video), YouTube (Bob Dylan)
Los festejos navideños desde principios del siglo XX dejaron de ser religiosos en exclusiva para transformarse en culturales, en general. Hoy abarcan diversos aspectos que se han enriquecido a través de la historia con infinidad de expresiones culinarias, literarias, pictóricas y musicales.
Las manifestaciones de esta última cumplen casi un siglo de aparecer puntualmente con la temporada. Un producto de consumo que a veces se crea bajo conceptos estéticos con mayores pretensiones y de esta manera alcanza el grado de clásico. Ningún género, del rock al pop, de la world music al lounge se ha sustraído a ello y cuenta en su repertorio con muchos ejemplos en este sentido. He aquí uno de ellos, quizá el más sobresaliente.
Acicateados por la llegada a los Estados Unidos de los Beatles, quienes ese año de 1964 arrasaron con todo, los Beach Boys bajo la batuta de su master mind, Brian Wilson, se dieron a la ardua labor de hacer de su estilo un arte. Crearon así tres álbumes geniales en un solo año: Shut Down Vol. 2, All Summer Long y The Beach Boys’ Christmas Album.
Este último contiene cinco canciones compuestas por Brian y siete covers que se convertirían en canciones queridas de manera instantánea. Fue el canto de cisne de la mente de Wilson que entró en crisis a la postre.
Pero antes realizó estas extraordinarias piezas tanto orquestales como para las aptitudes vocales de los miembros del grupo (inspirado en el álbum respectivo de Phil Spector). El disco de los californianos ha pasado a la historia como uno de los álbumes más amados de la temporada navideña.
Los discos clásicos navideños cuentan con el poder de los pequeños rituales para disfrutar mejor de los momentos. Pero no cualquier disco, sino alguno de los que realmente deben ser escuchados por su aportación a la poética de la cultura secular navideña, no por una machacante moda. Los álbumes clásicos, como el mencionado, han trascendido en el tiempo por sus innovaciones estilísticas, sus ideas de modernización y la influencia que han ejercido en intérpretes posteriores. Feliz escucha y felices fiestas.