LONTANANZA: THE DO

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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ENCANTADOS DE CONOCERSE

Olivia Bouyssou Merilahti (de origen finlandés) y Dan Levy (francés) son la dupla detrás de The Dø y los responsables de crear discos interesantes, frescos y divertidos. Son obras innovadoras, hipermodernas absolutas, por el hecho de estar plagadas de influencias musicales perceptibles, así como de alardes de imaginación a la hora de realizar las mezclas con los géneros y estilos.

Merilahti, la encargada de la lírica –con una profundidad que va del romanticismo al realismo urbano–, además de tocar la guitarra, los teclados y el ukulele, es poseedora de una voz dúctil con distintos registros, emotiva y ejecutora de una vocalización distintiva. Es capaz de pasar de la suavidad a la rudeza con toda naturalidad.

Levy, de formación clásica a su vez, es el responsable de las composiciones orquestales y arreglos musicales de todos los temas. Toca diversas percusiones, la batería, el bajo, la guitarra, la armónica, el sax, la flauta, el piano y otros teclados, el xilófono el glockenspiel y las programaciones.

The Dø se formó en Francia a en el año 2005. Cantante y multi-instrumentista se conocieron en París durante la grabación de la banda sonora original de la película francesa Empire of the Wolves y posteriormente colaboraron en The Passenger y Camping sauvage. Congeniaron y él la invitó a que conociera su estudio.

La primera vez que ella fue empezaron a experimentar un poco con los instrumentos y les pareció gozoso. Luego, las visitas se hicieron regulares. Al principio, discrepaban en absolutamente todo. Levy sólo escuchaba jazz y música clásica. Olivia, rock y pop. Ella le prestó sus discos y él los suyos. Así, ella empezó a conocer a John Coltrane y él se familiarizó con David Bowie. Levy jamás había escuchado rock o pop. Todo eso era nuevo para él. Hasta que la conoció no tenía idea de quiénes eran Radiohead o PJ Harvey, por ejemplo.

Al cabo de un tiempo, algunos amigos escucharon los temas que habían grabado como divertimento y los animaron a grabar un CD. Lo hicieron y decidieron también presentarse en vivo. A pesar de que Levy siempre había estado relacionado con la música, nunca había formado parte de un grupo ni pisado un escenario. En aquellos primeros conciertos iniciaron la venta de los discos y los agotaron todos.

El dúo comenzó a componer e interpretar temas de indie rock y folk rock (en inglés) y a mezclarlos con otros estilos musicales. El divertimento resultó ser un soplo de aire fresco para el panorama indie francés, algo estancado a principios del siglo XXI.

Y fue precisamente esa combinación de sonoridades lo que hizo tan atractivos sus discos. Cada track de los tres álbumes que han publicado hasta la fecha, A Mouthful, Both Ways Open Jaws y Shake Shook Shaken, tiene algo distinto y sorprendente para ofrecer al escucha.

Desde “Playground Hustle”, “Song for Lovers”, “Queen Dot Kong” o “Unissasi Laulelet” (una extraña canción con letras en finlandés y percusiones que hacen pensar en un jolgorio tribal) hasta “Dust it Off”, “Smash Them All”, “Quake, Mountain, Quake” o “Moon Mermaids”, la acertada mezcla de estilos da como resultado un sonido elaborado y único donde los créditos se reparten por igual: los arreglos se deben al talento de Levy, mientras que la particularidad vocal y el encanto emanan de la finlandesa Merilahti.

VIDEO SUGERIDO: The Dø – The Bridge Is Broken (Southern Soul Sessions), YouTube (ogatomartin)

La inclinación por realizar arreglos (intrincados, barrocos, de cámara o avant-garde) que evoquen imágenes, está en directa relación con la vinculación de Levy con la música sinfónica, pero el hecho de que cada track sea tan característico tiene más que ver con que, según él, cada canción es un cortometraje independiente y exclusivo.

Después de escuchar A Mouthful (el primero, del 2009) o Both Ways Open Jaws (el segundo, del 2011) queda claro que, para lograrlo, se sirvieron de cuanto instrumento y sonido pudieron encontrar. Por eso en ambos se pueden escuchar la fusión, el crossover o la mezcla de indie rock y folk rock con influencias que van desde la música clásica hasta el jazz, blues, rhythm & blues, bebop, hip-hop, por no mencionar el rock & roll, el post punk, el art-rock, la electrónica e infinidad de cosas más.

THE DO (FOTO 2)

The Dø se reinventa en cada giro. Su propuesta es de una complejidad técnica notable y llena también de sabores electrónicos y una rica orquestación. Sin embargo, en ambos discos el dúo se las ingenia para mantener esa sensación de ligereza y la inmediatez del pop: esto se debe, sin duda, a la cautivadora voz de Olivia y a su capacidad como compositora, así como al  multiinstrumentismo de Dan. Y, por otro lado, gracias a haberse autoproducido.

En los discos ellos lo han hecho todo: componer, arreglar, grabar, producir… Y, según han manifestado, no es que no confíen en nadie más, sino que realmente disfrutan con todo el proceso, por lo que no quieren dejarlo en manos de nadie más. Por eso en cada disco se percibe una sensación de libertad, de polo a polo.

“Lo que más me gusta de todo esto es que hay millones de formas de acometer una canción. Cuanto más aprendes, más opciones tienes. Puedes tocarla como quieras y eso enriquece mucho el perfil de la banda. Creo que se nota en cada disco que no nos hemos limitado a la hora de hacer experimentos con las canciones”, ha dicho Dan Levy.

El nombre del grupo, que se ha prestado desde el comienzo a la especulación, se supone deriva de la primera nota de la escala musical (Do). Nota que, a su vez, también es la última; representando así lo que es nuevo y lo que es antiguo. Eso les da a estos artistas las posibilidades para reinterpretar cualquier género. Aunque también se ha manejado que es un juego de palabras formado por las iniciales de sus nombres propios (Dan y Olivia).

En la tremenda variedad de su propuesta se nota una magnifica cultura musical en ambos integrantes, tanto en la compleja instrumentación de Levy como en los diferentes registros vocales de Merilahti, quien además ha aportado las influencias de The Knife, Bat of Lashes, Björk, Beck, The Cardigans, CocoRosie o The Fiery Furnaces, entre otros.

The Dø presenta de esta manera discos llenos de giros sonoros y, sin miedo a probar, por lo que se alza como una propuesta atractiva y renovadora de la oferta musical del mundo.

En la obra de esta dupla es tangible que la actitud y la atmósfera engendrada tanto por la academia como por la escena popular han despertado las imaginaciones expresivas de ambos artistas.

Como se ha visto, las sonoridades latentes en las composiciones de ella, provocan en él la utilización de arreglos sinfónicos al mismo tiempo que el uso de la improvisación. Muestras las hay de sobra y, al parecer, el crossover en este sentido resulta en una circunstancia creativa en pleno desarrollo (Work in Progress), mientras que quien los escucha sabe que los purismos, por fortuna, ya son lacras en extinción.

Incluso los del uso del idioma inglés en las canciones populares, que en tantos nacionalismos trasnochados provoca escozor y hasta la estulticia idiosincrática. Un asunto que recalcitrantes antiimperialistas, como Fela Kuti por ejemplo, zanjaron de la manera más pragmática y razonable. El africano cantó sus manifiestos en inglés desde el origen mismo de su obra, pues la consideró como la mejor lengua para ser conocida, entendida y difundida, a través de las fronteras de todo el mundo.

Con la misma postura estética de The Dø en tal sentido, este francés y esta finlandesa se han impuesto en sociedades tan reticentes como la francesa, que los ha elevado, a pesar de ello, a la cima en sus listas de popularidad.

“Desde el principio supimos que Olivia iba a cantar en inglés. No hubo dudas al respecto. La cultura del rock sólo se expresa verdaderamente en ese idioma. Por eso fue una decisión, natural de ambos”, ha dicho Levy.

Con dicha música y su expresión, The Dø se ha convertido en todo un acontecimiento cultural de los años cero del siglo XXI.

 

VIDEO SUGERIDO: The Dø – Quake, Mountain, Quake (Teaser Album), YouTube (ogatomartin)

 

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MEXICO CITY BLUES (ORIZABA 210)-V

 SERGIO MONSALVO C.

 

MEXICO CITY BLUES (ORIZABA 210) (PORTADA)_corregida

MEXICO CITY BLUES

(ORIZABA 210)*

 

V

 

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En junio de 1957, Jack retornó a la capital de México y a sus querencias en la Colonia Roma, con el objeto de escribir tranquilamente un artículo sobre la Generación Beat para la editorial Viking Press. Asustado por un fuerte temblor que se produjo en la ciudad y fustigado por una enfermedad estomacal, contrajo una fiebre muy alta.

Al mismo tiempo recibió la noticia de la muerte de Bill Garver. Se había quedado sin morfina y, tal como predijo en Mexico City Blues, se suicidó tragándose 40 tabletas de blue skies (aparecería personificado a la postre como Old Bull Gaines en Tristessa y Desolation Angels, y como Harper en Visions of Cody).

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A pesar de todo, Jack completó el artículo planeado (que por cierto se publicó hasta mucho tiempo después). Se pasó el resto del tiempo fumando marihuana y leyendo a Spengler; bebiendo tequila o vino mientras intentaba acoplar el pensamiento beat al Tao, al culto dionisiaco y al budismo. Buscaba, por entonces, explicarlo como un movimiento en esencia místico que quería enfrentarse a la tecnocracia.

En agosto de 1957, ebrio, abandonó aquella casa y su cobertizo y partió rumbo a Orlando, Florida. A las pocas semanas se editaría por fin su siguiente libro, On the Road; encabezaría el movimiento beat y el advenimiento de la contracultura de la segunda mitad del siglo XX junto a un listado de outsiders. No volvió jamás a México.

 

*Capítulo del libro Mexico City Blues: Orizaba 210 de la Editorial Doble A, y publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

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Mexico City Blues

(Orizaba 210)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A,

Colección “Textos”

The Netherlands, 2007

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BIBLIOGRAFÍA: «EL HUMOR EN LAS VISIONES DE HERNÁN LAVÍN CERDA»

Por SERGIO MONSALVO C.

 

HERNÁN LAVÍN CERDA (FOTO 1)

 

“EL HUMOR EN LAS VISIONES DE H. L. C.”*

 

Dentro de sus rasgos distintivos, dos cosas llaman la atención en la poética de Hernán Lavín Cerda: por un lado, el polo que sustenta el sentido de lo transitorio, acompañado de la permanente indagación de las fuerzas que gobiernan la vida a partir de la paradoja de que “Cuando pienso en la realidad, lo real en mí se ofusca / y al fin desaparece / como el rostro en el agua”; por otro lado, el polo cuya remisión apunta al lento desgaste o corrosión de la existencia.

Estos dos núcleos son también vectores que pretenden indagar y aprehender tanto la existencia de la esencia como la esencia de la existencia: “¿Para qué tantos demonios? ¿Para qué tantos dioses / Aún creo que el espíritu se destila a sí mismo / en una precipitación de vía láctea”, dice el poeta.

Al interior de los núcleos señalados resplandecen dos símbolos: el del caballo y el de la piedra, los cuales el poeta sopesa para conocer la levedad y el grávido misterio del ser. Sentido que remitiría nuevamente a los orígenes de la indagación, con el ingrediente de una ansiedad más acentuada. En el proceso que avanza hay una regresión permanente hacia los orígenes y, en ese espacio intermedio, la incertidumbre y el caos definen mejor la perspectiva poética, la del poeta y la del mito.

*Fragmento del ensayo “El humor en las visiones de Hernán Lavín Cerda”, publicado por la revista INTI.

HERNÁN LAVÍN CERDA (FOTO 2)

Hernán Lavín Cerda

 

 

Sergio Monsalvo C.

“El Humor en las Visiones de Hernán Lavín Cerda”

Revista INTI 

No. 29/3

191-196

(PRIMAVERA – OTOÑO 1989)

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ELECTROSHOCK (SOBRE EL PUENTE)

Por SERGIO MONSALVO C.

ELECTROSHOCK (FOTO 1)

 

(ELECTROSHOCK)

 

Al comenzar mi caminata por el antiguo, histórico y hermoso Puente de Carlos, reconstruyo en mi imaginación aquel mismo momento veraniego en la Praga de 1787 y veo al preocupado Wolfgang Amadeus Mozart iniciando este paseo, junto a varios de sus anfitriones, sus amigos los Duschek, con quienes se aloja en la Villa Bertramka, allá, al sur de Malá Strana, en el barrio Smíchov. Es uno de los instantes más felices de su vida (según recordaría él mismo en alguna de sus cartas), a pesar de las cosas que lo inquietan y la negrura ante un futuro incierto.

Por un lado, el triunfo en esta misma ciudad de su ópera Las Bodas de Fígaro; el siguiente encargo de la burguesía praguense (más abierta a sus innovaciones musicales) para escribir Don Giovanni, lapso en el que se encuentra. Pero también, el pesar por la cercana muerte de su padre, Leopold; los problemas con la censura vienesa por su reciente obra, que trata los conflictos entre las clases sociales y las consecuentes sospechas del Emperador austriaco Francisco José II, del que depende su tranquilidad económica; así como su entrada a la masonería y lo que ello conlleva.

Sobre eso va pensando y charlando, mientras observa, igualmente, las reparaciones que le han hecho al puente, tras los estropicios que le causaran las recientes inundaciones. Se lamenta del hecho porque gusta de pasear sobre este extraordinario puente y porque quiere bien a los praguenses que han sido benévolos con él y aman su música. Es una ciudad que lo ha comprendido y apoyado, a diferencia de Viena. En unos días escribirá: “Meine Prager verstehen mich” (Mis praguenses me comprenden), un dicho que se haría famoso y popular por toda esta región Bohemia.

Mozart volvió a triunfar ahí (y para la eternidad) con la ópera Don Giovanni. Se iría a Viena donde el emperador lo tendría a su merced por un salario regular. No volvería a Praga, ni a caminar por el puente de Carlos. Sin embargo, su presencia permanecería por los siguientes siglos, y los jóvenes surgidos de ahí aprehenderían, generación tras generación, aquél dicho y sabrían lo que significa. Y continuarían evocando el eco de sus obras, como sucede ahora mismo, donde un sexteto de adolescentes lo interpreta para los paseantes sobre el puente.

Éstos nos extasiamos tanto por lo que escuchamos como por el decorado que tienen detrás, el que provocan el inmutable río Moldava, sus aguas aceitunadas y ambas orillas de la ciudad con sus impresionistas y limpios tonos pastel en las añejas fachadas de sus casas y edificios que causan un ensueño inmediato. Es un escenario en el que se adentra uno luego de tomar aire frente a las torres del lado de Malá Strana (Ciudad pequeña), sabiendo que al atravesarlas se sumergirá en otra dimensión, en el Medioevo de las leyendas guerreras, pero igual en las del misticismo y la magia.

Sí, la magia, porque del elemento madera con el que estuvo construido al principio de la era medieval, y del que dio cuenta un primer cronista llamado Abraham ben Jakob, paso al de la piedra cuando los astrólogos de la corte de Carlos IV determinaron que éste debía asistir y poner la piedra fundamental en el noveno día del séptimo mes de 1357, a las 5:31 horas, a fin de que el momento constituyera una correlación capicúa impar: 1-3-5-7-9-7-5-3-1. Cifra de dígitos impares ascendentes y descendentes, que se encuentra grabada en la torre de la Ciudad Vieja, al otro lado del mismo.

Ese misterio numerológico lo saben y callan los habitantes; lo conocen y esconden todos los mercaderes, filósofos y artistas que lo han cruzado a lo largo de los siglos, al igual que los que ahora se asientan entre sus quinientos y pico metros de longitud y casi diez de anchura. Los de hoy son hacedores de pinturas, retratos o caricaturas, artesanos de baratijas y músicos de diversos géneros bastante separados entre sí para no crear cacofonía. He tenido la suerte de que a esta hora no hay demasiados turistas y puedo transitar con comodidad y detenerme en cada recoveco y estatua barroca (hay 30).

Y así, entre tomar fotografías, leer las descripciones y solazarme con los pasos y la vista hacia ambos horizontes, llego a la mitad justa del puente donde emiten sus sonidos las jovencísimas integrantes de un grupo de cuerdas que interpretan un ecléctico repertorio. Escucho, rodado de algunos otros oyentes, algunos pasajes mozartianos, pero también versiones vibrantes de piezas pop y de rock. Interpretadas ambas con la misma intensidad y entusiasmo en estilo barroco. Al finalizar una de ellas me acerco para comprar un par de CD’s de la serie a la que han nombrado Busking Tour.

 

VIDEO SUGERIDO: Charles Bridge – Prague – Czech Republic (1080p), YouTube (Giorgio Vigo HD)

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Una guapa violinista atiende a mi pedido (son 500 coronas, 250 por cada ejemplar). Le extiendo un billete de mil y aprovecho que se pone a rebuscar en un estuche para darme el cambio para preguntarle por la historia del grupo. Momento en que decide que van a hacer un break. Mientras las otras se sientan en el suelo y toman agua, tres de ellas, con los instrumentos en la mano, responden a mi improvisado cuestionario. El nombre del grupo es Electroshock (por lo que provoca en el escucha el encuentro de las músicas).

Son una comunidad artística formada por estudiantes del Conservatorio de Música de la ciudad, por lo que su integración cambia por la rotación cotidiana de sus miembros (son 12, entre hombres y mujeres). Están comprometidos con este proyecto y cada año sacan un disco con los temas que consideran más pulidos en una serie a la que ya he nombrado. Se presentan a concurso ante el municipio para conseguir que les designen este lugar ideal (por la exposición multitudinaria, la posible venta de sus discos  y las dádivas que recogen y reparten a partes iguales).

Sin embargo, lo más importante para el conglomerado es la misión cultural que representan: “Nos preparamos y ponemos lo mejor que tenemos ensayado, para tocar tanto la tradición musical centenaria y actual que tenemos en el aspecto académico, como la influencia contemporánea que recibimos de la cultura popular. Al concurso se presentan muchos grupos y la competencia es grande, por lo mismo elaboramos un repertorio flexible que demuestre nuestra capacidad en ambos espacios. Es parte de la herencia que identificamos como modernidad mozartiana y nuestro compromiso con el presente”.

Las tres hablan de todo ello y se atropellan unas a otras al tratar de definir las emanaciones que reciben de este lugar, emblemático para los praguenses. Una recurre a la historia, otra a la concepción estética y arquitectónica de los componentes del puente y la tercera al fluido místico que ahí converge, por parte de las aguas del río, por un lado, y por el vaivén de gente internacional que transcurre por sus piedras. “Todo eso nos recarga de energía y nos hace sentirnos responsables por el mantenimiento de esa vibración tan intensa de familiaridad humana”. Lo dicho: aquí poseen un alma musical.

Luego de agradecerles sus respuestas les pido algún correo electrónico al cual acudir para intercambiar información. La violinista principal me lo escribe en el antebrazo y me pregunta a su vez de dónde soy, mientras las otras dos se despiden de mí con los pulgares hacia arriba. Me quedo todavía a escuchar un par de piezas más (con la sorpresa respectiva por una de ellas y el guiño del ojo). Lo que me parece extraño y extraordinario a la vez, es que ninguna durante ese descanso (y aquí incluyo a las que estaban sentadas y bebiendo agua) se han puesto a mirar su teléfono o a chatear.

 

Eso es algo que he visto y me admira de los praguenses a los que he visto en diversas situaciones (metro, restaurantes, autobuses, bares…), cuando están reunidos no huyen en grupo hacia las redes como lo he visto hacer en muchos otros lugares, sino que ¡platican! Sí, practican aún el arte de la conversación. Al observar ahora a estas muchachas lo compruebo. Las que están sentadas charlan entre sí, intensifican su conocimiento mutuo y saben en su interior lo que pueden esperar de las otras a la hora de formar equipo, de tocar en grupo. Saben lo que es la amistad y el compañerismo real, palpable, y la confianza en ello.

 

Primero fue a nado, con todos sus peligros. Luego vinieron los traslados mediante las embarcaciones rústicas, con todos sus peligros. Siguieron embarcaciones más grandes y seguras. A la postre, uno de los tantos reyezuelos mando poner un puente de madera colgante, endeble y lleno de peligros. A ello le siguió otro de madera mejor diseñado al que se denominó Puente de Judith, en honor a la esposa del rey Ladislao I, quien ordenó construirlo. Pero fue hasta el medioevo que la necesidad llevó a Carlos IV a buscar la solidez de la piedra sobre el río Moldava.

A éste, el puente más antiguo de Praga, le han sucedido infinidad de cosas: reiterada destrucción parcial por inundaciones, reconstrucciones largas y caras, empalizadas ejemplares de los conquistadores para disuadir a los rebeldes locales, encarnizadas batallas en defensa de su independencia, el nivel de suma importancia para el intercambio comercial entre Europa occidental y oriental, ornamentaciones diversas para hacerlo más seguro, bello, útil como vía de comunicación y elemento representativo del devenir urbano, hasta la conversión en símbolo importante de la ciudad.

Por él han transitado primero campesinos y soldados, carromatos y caballería militar, lugareños y comerciantes, las primeras carretas con visitantes extranjeros, En el último tercio del siglo XIX se dio el primer servicio regular de transporte público (carromato de largas dimensiones) que comenzó a funcionar sobre él. Tiempo después sería sustituido por un tranvía tirado por caballos. También fue entonces cuando el puente recibió su nombre actual de Puente de Carlos.

A principios del siglo XX, el tráfico a través de él aumentó en forma pronunciada. El tranvía tirado por caballos fue reemplazado por uno eléctrico que funcionaría hasta 1908, y por autobuses a partir de ese año. En 1978 se prohibió todo tipo de tránsito con excepción del pedestre. Actualmente durante las noches, el Puente de Carlos es testigo silencioso de los tiempos medievales. Pero durante el día, cambia por completo y se transforma en un sitio multitudinario y cosmopolita.

Reanudo, pues, mi paseo por el puente rumbo al casco antiguo, a la Ciudad Vieja, viendo acortar la distancia con la torre gótica más fabulosa del mundo, cuyo traspaso significará adelantar un par de siglos y encontrarme con más manifestaciones de la belleza urbana.

Porque de lo bello Praga posee infinitos apartados particulares, tantos como pasos se den por estos adoquines puenteros bajo la mirada santurrona de sus estatuas y elegantes farolas, junto a las que camino intentando repetir el nombre de aquellas jóvenes, pronunciado en un idioma especialmente hecho para perderse en el encanto de su extrañeza.

VIDEO SUGERIDO: Electroshock – Eurythmics – Sweet Dreams, YouTube (Electroshock)

ELECTROSHOCK (FOTO 3)

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ELLAZZ (.WORLD): ANITA O’DAY

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ANITA O'DAY (FOTO 1)

 

LLÁMAME JEZABEL

 

Anita O’Day fue quizá la cantante blanca de jazz de mayor personalidad en la historia del género (al menos hasta fines del siglo XX). El control del timbre y su voz de orientación cool, que sirvió de referencia a las cantantes de este estilo, era un aspecto importante que no agotó su originalidad.

Fue excelente lo mismo en trío o pequeña formación que como vocalista de big band. Fue poseedora de un contagioso sentido del swing, y una febril intérprete del scat. Cantó las baladas con profunda emoción y su estilo y dominio del fraseo rítmico la volvieron inigualable.

Anita O’Day nació en Chicago en 1919 dentro de una familia pobre. Ingresó al mundo del espectáculo a muy temprana edad y de manera poco romántica. Como adolescente tuvo que ganarse la vida durante

la época de la Depresión económica en los Estados Unidos, participando en brutales maratones de baile. Así sobrevivió durante un bienio.

A los 19 años comenzó a trabajar en un club nocturno, más bien un antro de mala muerte, como mesera y cantante. A los 20 años consiguió su primer empleo como cantante con un combo en el club Offbeat. Su capacidad natural y su swing pronto le valieron una buena reputación entre los músicos. En esa época citó a Billie Holiday, Mildred Bailey y Martha Raye como influencias tempranas en su estilo vocal.

La oportunidad le llegó cuando fue contratada por el baterista Gene Krupa como vocalista de su orquesta en 1941. Con él consiguió un éxito tremendo al lado también del trompetista Roy Eldridge. Los temas que interpretó con esa orquesta dan cuenta de la vitalidad alcanzada por Anita y de la refrescante manera con que abordó la dicción y articulación de palabras y sílabas. Lamentablemente sus problemas comenzaron en 1943, cuando Krupa disolvió la orquesta y fue arrestado por posesión de drogas.

En 1944 Anita se pasó a la banda de Stan Kenton, con el cual se dio a conocer por todo el territorio estadounidense. Regresó luego brevemente con Krupa, cuando éste salió de la cárcel; sin embargo, poco después decidió convertirse en solista. Se quejó de que en las big bands no había espacio de verdad para nada en el desarrollo del canto.

ANITA O'DAY (FOTO 2)

Billie Holiday había expresado una idea semejante, pero en términos generales el hecho de que una cantante se propusiera a sí misma como músico era un ejemplo raro de autoestima para las mujeres de la época. Así que en 1947 se lanzó como solista, realizando sobre todo grabaciones para compañías pequeñas. No obstante, su carrera entró en una fase sin especial brillo, agravada por su adicción a las drogas y posteriores detenciones y juicios.

“Cuando llegó al tribunal un caso pendiente de Nueva York me condenaron a seis meses en un hospital de recuperación –recordó en The Life of a Jazz Singer, el documental que se rodó sobre su vida–. Pasé unos días en la enfermería, y después me pusieron con el común de las reclusas. Me asignaron un trabajo de maestra de canto. Nos pasábamos el día entero en el gimnasio, ensayando o jugando basquetbol. De noche, en la galería había partidas de póker, de ajedrez, o bien veíamos actuar a una pareja de bailarinas. Salí al cabo de cuatro meses (por buena conducta) y de inmediato acepté hacer una gira por Europa”.

El productor Norman Granz la contrató para sus sellos y giras por el Viejo Continente. Ése fue quizá el periodo de sus mejores discos y de su total expansión como cantante, en donde muestra admirablemente su espontaneidad y capacidad de improvisación, respaldada por diversas orquestas.

Anita O’Day siguió presentándose en vivo y grabando de forma extensa a pesar de los trastornos que sufría en su vida personal: adicción a la heroína, arrestos, encarcelamientos, sobredosis e incluso fallas cardiacas. Todo ello culminó en una crisis de salud a fines de los años sesenta que por fin la convenció de renunciar de facto a las drogas.

En los años setenta tanto en los Estados Unidos como en Japón, donde gozó de gran popularidad, logró un comeback y se volvió a afirmar como una de las más destacadas cantantes de jazz. Su ingenio en el manejo del swing y fresco fraseo le duraron por muchos años más. Sin embargo, poco a poco se fue retirando de la escena y ya eran raras sus presentaciones a comienzos del siglo XXI. Finalmente Anita O’Day murió el 23 de noviembre del 2006, a los 87 años de edad, de un mal cardiaco.

VIDEO SUGERIDO: Anita O’Day – Fly me to the Moon, YouTube (mrdantefontana666)

ANITA O'DAY (FOTO 3)

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MEXICO CITY BLUES (ORIZABA 210)-IV

 SERGIO MONSALVO C.

 

MEXICO CITY BLUES (ORIZABA 210) (PORTADA)_corregida

MEXICO CITY BLUES

(ORIZABA 210)*

 

IV

 

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En septiembre de 1956, luego de una espectacular parranda con Neal Cassady, Jack se encaminó a México de nueva cuenta. Retomó la marihuana, el número 210, su cobertizo y a Garver como única compañía. Como trabajo quería completar Tristessa, el libro sobre Esperanza Villanueva, a quien él había ponderado con sus amigos por su desolada belleza, pero quedó horrorizado cuando se reencontraron: ella era sólo los restos de un cuerpo que había soportado ríos de morfina e infinidad de tranquilizantes. Se caía en plena calle y atacaba a Garver cuando necesitaba de otras dosis.

Éste, a su vez, babeaba a consecuencia de los mismos tranquilizantes que tomaba Esperanza. Huyendo de la violencia de aquella mujer Garver se refugiaba en el cuarto de Jack y ahí dormía, pero se orinaba durante el sueño. Kerouac se sentía culpable por no haberse quedado con ella y trataba de ahogar tal sentimiento con vino y tequila. Combinación que una noche lo impulsó a tratar de tener sexo con ella. Pero, uno totalmente ebrio y la otra débil y enferma no llegaron a nada. Ella se fue de esa casa y, tras el agresivo intento, él no la volvió a ver.

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A mediados de octubre, Jack destapó una botella, encendió una vela y empezó el manuscrito de Lonesome Traveler. Una historia sobre un hombre solitario, un peregrino que había renunciado al budismo lo mismo que a todos los sistemas filosóficos, el cual profetizaba que la letanía final sería: «No sé, no me preocupa, no importa». La nula necesidad de algo. Pero subsistiría la vida, a la que él denominaba «el misterio doloroso».

Ginsberg, Gregory Corso, Peter Orlovsky y su hermano Lafcadio llegaron a la metrópolis mexicana a fines de octubre y encontraron a Jack hosco y malhumorado. Garver, en cambio, les ofreció morfina a todos. Visitaron la Ciudad Universitaria, la Plaza Garibaldi, Teotihuacán y fumaron marihuana en la pirámide del Sol. Ahí, hablaron sobre las culturas prehispánicas y los fantasmas de los sacerdotes indígenas.

Órgano, la calle de las prostitutas, fue otra de sus obsesiones. A través del olor a fritangas, agua estancada y basura diversa se deslizaron al Club Bombay. Orlovsky y Jack, a lo que iban. Kerouac escogió a una piruja de 14 años y desapareció con ella tras bambalinas, mientras que su amigo incontenible y ebrio entraba y salía de la trastienda en busca de una nueva compañera cada vez. A la postre eso le costó una dolorosa gonorrea.

Gregory Corso evitó la orgía. A este rufián callejero egresado de las mejores penitenciarías de la Urbe de Hierro le repugnó la cultura “artificial y americanizada” de esos bajos fondos, hecha a base de Coca Cola y tacos. En un escrito realizado sobre aquella noche, que le pareció deprimente, afirmó que «la ciudad de México era pobre, enferma e inexistente». Después, tuvo que pasarse días metido en la casa de Orizaba, a causa de la lluvia pertinaz. A fines de noviembre se fue a Washington a pasar una temporada con sus amigos de la aristocracia callejonera en la ciudad del Capitolio. En 1958, Ferlinghetti le publicaría el poemario Gasoline.

Jack y Ginsberg, a su vez, visitaron Xochimilco. En medio de la extravagante naturaleza del lugar, Ginsberg disertó sobre el retorno triunfal de ambos a los Estados Unidos y urdió un complicado plan para viajar a Europa. Kerouac, mientras tanto, aturdido por la marihuana y el alcohol, se tiró en el piso de la chalupa, lúgubre y sordo ante aquellas visiones exultantes y epopéyicas. De cualquier forma, Ginsberg lo convencería de regresar con él a Nueva York a mediados de diciembre.

 

 

*Capítulo del libro Mexico City Blues: Orizaba 210 de la Editorial Doble A, y publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

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Mexico City Blues

(Orizaba 210)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A,

Colección “Textos”

The Netherlands, 2007

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VESTIDA PARA MATAR-I (LA NOVELA POLICIACA)*

 Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

EL LUGAR DEL CRIMEN (PORTADA)

 

VESTIDA PARA MATAR-I

(LA NOVELA POLICIACA)*

 

 

 

Éste es un modelo de nuestro mundo líquido

que en reposo disuelve el hueso, derrite la médula

y abre poros tan grandes como ventanas.

Jim Morrison

I

 Con la llegada de la Revolución Industrial y la alta estima hacia la propiedad privada, la complejidad social se intensificó junto con las posibilidades del miedo. Las tensiones sociales crecieron en la misma medida que la desconfianza, el temor, la inseguridad y los dogmas agresivos de nuevos miembros de la sociedad, quienes definieron perfectamente las clases sociales y entablaron las reglas de la consiguiente lucha por la sobrevivencia. Éste es el momento justo para el surgimiento de la novela policiaca: mediados del siglo XIX.

Los orígenes sociales del género se remontan a la filosofía de la angustia y la inseguridad que surgieron con la nueva sociedad industrial. Ambas son características del desarrollo histórico del sistema capitalista, basado en la lucha económica y la competencia individual.

En aquella época, las fuerzas sociales instituyeron un tipo de gobierno civil, el cual fue creado, según Adam Smith, «para la seguridad de la propiedad, para la defensa de los ricos contra los pobres o de aquellos que tienen una propiedad en contra de los que no tienen ninguna en absoluto”. Esto, aunado a las concepciones filosóficas, morales y jurídicas del momento, dio como resultado nuevos conceptos: la sociedad era un conjunto de relaciones de mercado, y el mecanismo que aseguraba la ventaja individual se llamaba competencia.

Las respuestas provocadas por los nuevos conceptos entre las clases bajas fueron la actividad política y el robo, y la supresión de ambas fue emprendida por quienes las temían. Las clases dirigentes y las nacientes clases medias estaban convencidas de que una vigilancia permanente y sistemática sobre la propiedad privada y la clase obrera era lo más razonable para solucionar estos dos problemas.

Se crearon instituciones que llevaban un control sobre la indigencia y el desempleo, y se reglamentó al respecto. Lo mismo se hizo con los conceptos de robo y crimen, a los cuales se les definió como «gran amenaza para el orden público», y se encauzó a la opinión pública para que asumiera que la prevención de los mismos era una cuestión de interés general y, por lo tanto, merecía la distracción de parte de los fondos públicos. Se creó así la policía preventiva: el factor de vigilancia constante y la principal forma de disuasión.

Cuando la corrupción del sistema se hizo evidente, la desconfianza popular en la justicia oficial «engendró –en palabras de Gramsci– la figura del detective privado que actúa al margen (y a veces en franca rivalidad) de los policías oficiales”. El héroe, el hombre valiente que resuelve los misterios y hace prevalecer el orden, nació junto con la sociedad industrial.

*Fragmento de la introducción al libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido se ha publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

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Los Evangelistas. Cornershop

Por SERGIO MONSALVO C.

CORNERSHOP (FOTO 1)

 

CORNERSHOP

(LA INDIA, U. K.)

El nombre de la banda inglesa Cornershop se originó de un estereotipo sobre los británicos asiáticos, el cual afirma que éstos siempre poseen tiendas en las esquinas (corner = esquina, shop = tienda). En tal cliché hay un obvio racismo, sustentado en la idiosincracia discriminatoria producto del pasado colonial británico. Misma con la que han tenido que vivir los inmigrantes indios y sus descendientes (al igual que otras etnias, como la paquistaní o la caribeña, por ejemplo).

En esa realidad dura y cotidiana, que los enfrenta con skinheads, neonazis, hooligans y políticos conservadores, crecen manifiestos sociales y artísticos agudos, danzarines y agridulces como el de este grupo cuya proclama es una fusión de música india, brit pop, rock alternativo y dance electrónico.

A principios de los años noventa, en Leicester, Inglaterra, el multiinstrumentista, cantante y compositor de origen indio Tjinder Singh, su hermano Avtar (bajo), Ben Ayers (guitarra) y el baterista David Chambers formaron la banda. Su álbum debut, Hold on It Hurts, data de 1994.

Al año, y con cambios en la formación, lanzaron Woman’s Gotta Have It, pero fue tiempo después cuando When I Was Born for the 7th Time les dio su mayor fama. El remix del sencillo “Brimful of Asha” (sobre la base riffmica de “Sweet Jane”), realizado por Norman Cook (alias Fatboy Slim), se convirtió en un enorme éxito.

A éste le siguió la producción de Handcream for a Generation, Judy Sucks a Lemon for Breakfast, Cornershop And the Double ‘O’ Groove Of, Urban Turban y Hold On It’s Easy, hasta la fecha.

Estos intérpretes de música indie han encontrado tres maneras de producir una forma artística contemporánea viable y en contacto con los escuchas en general. En primera instancia, por medio de su progresivo provecho de doble vía, es decir, la dilución de las influencias maternas en la música “extranjera” del país de adopción.

En segundo lugar, mediante el empleo creativo en forma divertida de la retroalimentación recibida de ambas culturas; y, finalmente, al continuar con la antigua tradición rockera de la política del baile, o sea, ejercer la crítica social mientras se disfruta.

El disco Judy Sucks a Lemon for Breakfast –su mayor éxito– fue la reafirmación de que el rock sigue siendo un grito potente dirigido sin restricciones a una gran audiencia; ése grito que ha contribuido más a rehacer la identidad británica que cualquier otra forma artística o secular.

VIDEO SUGERIDO: Cornershop – Brimful of Asha (Fatboy Slim Remix), YouTube (banacheq)

El rock británico siempre ha sido una mezcla en todos los sentidos. Es una expresión democrática y multicultural; es negra (blues, reggae, soul, funk, hip hop) y asiática (las ragas indias, sobre todo), de clase obrera, de clase media y hasta la aristocracia ha tenido qué ver en varias facetas de su historia.

Si Cornershop habla de ello en sus canciones es porque también dicha historia les pertenece como británicos asiáticos de tercera generación y eso es algo que todo el mundo debe saber. Su propuesta es inteligente e ingeniosa, una permanente descripción irónica de la vida británica contemporánea.

Y por ello citan en sus melodías tanto a los Beatles como a T.Rex, los Kinks o los Rolling Stones. Raíces comunes para todos los músicos y subgéneros nacidos en la Gran Bretaña. Es una forma de identificación que no se basa en el rechazo y la automarginación, sino en la aceptación y la creatividad.

CORNERSHOP (FOTO 2)

Asimismo, el misterioso sur de Asia, es decir el subcontinente indio, ha ejercido una influencia muy significativa sobre el rock desde la década de los sesenta. Según la mitología del género, este subcontinente es una tierra de sensibilidades expansivas. Es el yin de las fuerzas primarias frente al yang de la ciencia occidental contemporánea.

Esa injerencia ha sentado sus precedentes vía la Gran Bretaña, con hitos culturales como los Beatles, con “Norwegian Wood” (del disco Rubber Soul) y Help; como discípulos filosóficos de diversos Maharishis o musicales, como de Ravi Shankar, de quien incorporaron un poco de música raga y verdades védicas en diversas obras.

La influencia india hizo acto de presencia incluso en el rock que carecía de conexiones aparentes con gurús o el misticismo. El grupo Echo and The Bunnymen, convertido en algo tan poco exótico como la sombría penumbra romántica, utilizó el sonido raga en su mejor canción, «The Cutter». Y, por supuesto, los Rolling Stones incluyeron el toque indio con el uso de la cítara en el seminal tema “Paint it Black” y en grandes partes de Their Satanic Majesties Request.

Los rockeros ingleses, pues, han tenido especial apego a lo indio. Por su parte, los británicos originarios de las Indias Orientales conforman más del veinte por ciento de la población inglesa. De igual manera, conforme el número de inmigrantes procedentes de la India, Paquistán y Bangladesh crecía en las islas británicas, los músicos ingleses (del punk a la fecha) buscan su inspiración directamente en Brixton o Leicester y ya no tan sólo en el tradicional rodeo sentimental por Memphis.

Por otro lado, el proceso indio de transculturación, el «ciclo índico» (que va incansable y sin interrupción de la Gran Bretaña a la India y de vuelta, y que se ha enriquecido a través de la historia y de su demografía) también encierra una influencia catalítica al engendrar una fértil escena musical en cada región de ambos continentes. A fin de cuentas, el rock no es un arte de formas fijas, sino de inflexiones que se producen a base de modelos remotos y en el ámbito de las grandes urbes.

Tal es el caso de Cornershop, músicos creativos que han tenido la ventaja de abrevar en fuentes de una larga tradición (en ambos países), dotadas de caracteres propicios que a ellos les ha correspondido universalizar, con un sonido más que reconocible. Un estilo que desarrolla un género de música popular a partir de la asimilación cultural.

VIDEO SUGERIDO: Cornershop – Waterloo Sunset (Culture Show 2007-06-09), YouTube (EdgarHuntley)

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PAUL BUTTERFIELD

 

Por SERGIO MONSALVO C.

 

PAUL BUTTERFIELD (FOTO 1)

 

LA ARMÓNICA MODERNA

 

En la década de los sesenta gracias al círculo cultural trasatlántico y a los grupos británicos, el blues desembarcó de nueva cuenta en la Unión Americana y arraigó entre los universitarios, los hipsters seguidores del folk, el público de los festivales y los rockeros.

Era tocado y cantado para los oídos de la emergente contracultura y para el tradicional público negro en los bares de blues, juke joints y teatros populares. Se le comenzó a catalogar, analizar, transcribir y evaluar por investigadores, coleccionistas y escritores de distintos rubros.

En una “década de causas” como la de los sesenta, en la Unión Americana el blues fue igualmente asumido como aliado y como soundtrack en las distintas luchas. Pero no sólo eso, también se convirtió en una causa en sí mismo.

Las publicaciones especializadas (revistas y libros), el trabajo de recopilación, grabación y catalogación profesional, así como el coleccionismo de álbumes y eventos dedicados a él, consolidaron su percepción como una legítima forma de arte y también como una expresión artística poseedora de una identidad distinta a la del folk, el jazz o el rock.

No obstante, dichos géneros jugaron un importante papel –si no es que determinante– para ganarle a través de su vía nuevos públicos durante la mencionada década. En la tierra del Tío Sam el público blanco, en su mayoría, se introdujo en el blues gracias a los intérpretes blancos.

Al inicio con el auge de la música folk –sobre todo de la surgida del Greenwich Village neoyorkino– que comenzó a finales de los años cincuenta (curiosamente de forma paralela al skiffle en Inglaterra) y a la postre con la ola del british blues en la segunda parte de la década, a la que se unieron muchos grupos estadounidenses, entre ellos la Paul Butterfield Blues Band.

Por fortuna las ciencias sociales ofrecen una pertinente opinión al respecto, cuando afirman que cualquiera que haya tenido relación con un hecho cultural (en este caso el blues) a una edad lo suficientemente temprana como para no tener formado demasiados prejuicios sobre él, puede, potencialmente, considerarlo como parte de su propia herencia cultural, asimilarlo y, por lo tanto, usarlo como medio de expresión de forma completamente natural. Eso fue precisamente lo que sucedió con Paul Butterfield.

Su punto de arranque, como el de muchos músicos, fue Chicago. Ese paraíso musical mítico se convirtió en el centro de la forma urbana y electrificada del blues llegado del Mississippi bajo el nombre de rhythm & blues. Era música de pequeños grupos, con el ejemplo totémico de Muddy Waters.

Reflejaba el carácter de la ciudad industriosa y convulsa, en pleno desarrollo y con los fenómenos sociales acarreados por ello, incluyendo el de la migración negra. El estilo era agresivo, denso y cargado de tensión (existencial, sexual…), con la guitarra slide y la armónica amplificadas como sus características principales.

Esta materia prima la aprovechó Butterfield para su propia naturalización. Integró su versión del blues con base en sus ideas particulares sobre él y su cotidianeidad. En ciertos aspectos, este joven blanco nacido en la ciudad en 1942 y atraído por la música del ghetto, era un descendiente directo de aquellos músicos que habían electrificado al blues.

Frecuentaba incansablemente los bares negros para aprender in situ los misterios de aquel sonido. Con el tiempo resultó evidente que sus motivaciones no eran exclusivamente musicales, sino que también lo pusieron en contacto con la vida real de los bluseros negros en los que se inspiraba.

En este sentido se distinguió de sus congéneres británicos, más claramente limitados a un conocimiento indirecto del mundo negro. Sin lugar a dudas esta asimilación emprendida sobre el terreno fue la que le permitió a este adepto, integrar la mejor formación del blues blanco de aquellos momentos en los Estados Unidos: The Paul Butterfield Blues Band.

PAUL BUTTERFIELD (FOTO 2)

Influenciado por la música negra aprendió a tocar impecablemente la armónica, después la guitarra rítmica, la flauta y el piano, tras lo cual decidió formar la banda junto a Elvin Bishop, el tecladista Mark Naftalin y los miembros la sección rítmica de Howlin’ Wolf : Jerome Arnold ( bajo) y Sam Lay (batería).

A ellos se agregarían después Mike Bloomfield (guitarra) y David Sanborn (sax). Tocaron en los bares y clubes de la zona negra de Chicago impulsados por algunos de los mejores bluesmen de la urbe (Muddy Waters, Taj Mahal, Willie Dixon, etcétera). La banda comenzó a cobrar fama. El productor Paul Rothschild de Elektra los contrató para su sello, con lo que en 1965 la carrera discográfica del grupo comenzó a rodar.

A mediados de los años sesenta, el grupo se fogueó también como soporte de Bob Dylan durante su polémica presentación en el Newport Folk Festival y luego fue invitada a participar en el histórico Festival Pop de Monterey.

Desde entonces y hasta que se disolvió el grupo, la Paul Butterfield Blues Band fue el punto focal del blues moderno en la Unión Americana. Refugio de un progresismo anclado en la tradición, la banda se convirtió en el reflejo de la situación contemporánea del género.

Ésta siempre estuvo integrada por músicos blancos y negros, con la base rítmica de los últimos. Al frente de la banda la armónica de Butterfield, que llegó a considerarse la mejor de la época (usaba armónicas Hohner ‘Marine Band’ con la original carcterística de tocarlas al revés, con las notas graves a la derecha. Además, usaba un amplificador Fender, con el que podía igualar el volumen del resto de sus compañeros).

El debut discográfico llevó el nombre del grupo en 1965. A él le siguieron el celebrado East-West (1966), el álbum en vivo Live at Unicorn Cofee House y What’s Shakin’ del mismo año. In My Own Dream (1968), el cuarto disco de los seis que grabó en total la banda, continuó en la estela que había iniciado con el anterior Resurrection of Pigboy Crabshaw (1967), donde incluyeron el soporte de una sección de metales, con el muy joven David Sanborn en los saxes.

En éste álbum se confirmó su deriva desde blues eléctrico de raíces de los comienzos hasta un elegante sonido de soul contemporáneo. Asimismo, fue el último en el que actuaron Bishop y Naftalin, tras el cual se dedicaron a sus proyectos solistas. Con el postrer Keep on Movin’ (1969), cerraron la década y su existencia, desde entonces le han seguido infinidad de recopilaciones tanto de estudio como en vivo.

 

Entre los músicos que formaron parte de ella y que obtuvieron renombre en su seno estuvieron: Mike Bloomfield, Elvin Bishop, David Sanborn, Mark Naftalin, Billy Davenport y Gene Dinwiddie, por mencionar algunos. Los discos que grabaron se han vuelto clásicos en el medio de los conocedores.

VIDEO SUGERIDO: PAUL BUTTERFIELD – Everything’s Gonna be Alright (1969), YouTube (pupovac zlatko)

PAUL BUTTERFIELD (FOTO 3)

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