PATRICIA HIGHSMITH: EL SHOCK DE LA NORMALIDAD (I)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

EL LUGAR DEL CRIMEN (PORTADA)

 

LA EXTRAÑEZA COMO PROTAGONISTA

                                                   La amaba

pero tuve que matarla…

                                                                     Supe que la extrañaría

                                                                     así que la enterré aquí mismo

                                                                     al lado de mi puerta.

                                                                     Significaba mucho para mí…

                                            Guns n’ Roses

 

 

Las novelas de la texana Patricia Highsmith (1921-1995) son perturbadoras de manera singular. No representan grandes pesadillas catárticas sino sueños inquietantes, sugeridas sensaciones y posibilidades irresueltas. En su narrativa la conciencia se halla en un territorio neutral en el que no existen la vigilia ni los valores cognoscitivos, sólo las demarcaciones emocionales de las fantasías personales.

A partir de su primera novela, Strangers on a Train (Extraños en un tren, 1949), la dislocación del interés del detective sobre el escritor significa un deslizamiento de la antigua estructura y de la tradicional forma de novelar. La suya es una escritura decisiva de más complejidad irritante cuyo final ya no es solucionable. Uno como lector ya no se convierte en testigo del restablecimiento de un orden perturbado, sino en el de una transformación trascendente.

En sus libros también se dan las situaciones complicadas, pero por lo general no las supone como casos enigmáticos a solucionar y normalizar al estilo detectivesco, sino que las permite surgir como el comportamiento de sus personajes principales. «Asesinos, psicópatas, merodeadores nocturnos, etcétera, están muy vistos, a menos que se escriba sobre ellos de un modo que sea nuevo.»[1]

La escritora se da a la tarea de imaginar el estado anímico de un asesino, se interesa por la génesis, realización y consecuencias del hecho, porque le interesan las posibilidades inesperadas que se encuentran ocultas en hombres de apariencia inocua. Con sus héroes y psicópatas Highsmith engendra un suspenso sobre otra clase de temor: no a la muerte que impulsa la mayor parte de la literatura policiaca centrada en el crimen, sino al temor más mezquino e íntimo: la humillación de verse atrapado tras haber cometido una acción criminal.

Ella se plantea la pregunta de cómo llega un hombre a convertirse en asesino y lo investiga en un estrecho marco psicoindividual. Para esta autora el hecho no es consecuencia de la condición maligna de todos los hombres, sino un proceso de transformación que se inicia en un principio a causa de traumas, debilidades, deseos, fantasías y miedos de la persona, así como de las cargas y desafíos particulares de su medio ambiente. «Nunca he estado al borde de asesinar a nadie, pero, a pesar de ello, puedo escribirlo, quizá porque a menudo el asesinato es una extensión de la ira, una extensión que llega a la locura, temporal o permanente.”

 

 

 

 

*Fragmento del ensayo “Patricia Highsmith: El Shock de la Normalidad”, contenido en el libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

FOTO 1

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

[1] Las citas que aparecen en el texto son del libro de Patricia Highsmith, Plotting and Writing Suspense Fiction, The Writer Inc., Boston, 1981.

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PATRICIA HIGHSMITH: VESTIDA PARA MATAR (I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

EL LUGAR DEL CRIMEN (PORTADA)

 

VESTIDA PARA MATAR-I

(LA NOVELA POLICIACA)*

 

 

 

Éste es un modelo de nuestro mundo líquido

que en reposo disuelve el hueso, derrite la médula

y abre poros tan grandes como ventanas.

Jim Morrison

I

 

Con la llegada de la Revolución Industrial y la alta estima hacia la propiedad privada, la complejidad social se intensificó junto con las posibilidades del miedo. Las tensiones sociales crecieron en la misma medida que la desconfianza, el temor, la inseguridad y los dogmas agresivos de nuevos miembros de la sociedad, quienes definieron perfectamente las clases sociales y entablaron las reglas de la consiguiente lucha por la sobrevivencia. Éste es el momento justo para el surgimiento de la novela policiaca: mediados del siglo XIX.

Los orígenes sociales del género se remontan a la filosofía de la angustia y la inseguridad que surgieron con la nueva sociedad industrial. Ambas son características del desarrollo histórico del sistema capitalista, basado en la lucha económica y la competencia individual.

En aquella época, las fuerzas sociales instituyeron un tipo de gobierno civil, el cual fue creado, según Adam Smith, «para la seguridad de la propiedad, para la defensa de los ricos contra los pobres o de aquellos que tienen una propiedad en contra de los que no tienen ninguna en absoluto”. Esto, aunado a las concepciones filosóficas, morales y jurídicas del momento, dio como resultado nuevos conceptos: la sociedad era un conjunto de relaciones de mercado, y el mecanismo que aseguraba la ventaja individual se llamaba competencia.

Las respuestas provocadas por los nuevos conceptos entre las clases bajas fueron la actividad política y el robo, y la supresión de ambas fue emprendida por quienes las temían. Las clases dirigentes y las nacientes clases medias estaban convencidas de que una vigilancia permanente y sistemática sobre la propiedad privada y la clase obrera era lo más razonable para solucionar estos dos problemas.

Se crearon instituciones que llevaban un control sobre la indigencia y el desempleo, y se reglamentó al respecto. Lo mismo se hizo con los conceptos de robo y crimen, a los cuales se les definió como «gran amenaza para el orden público», y se encauzó a la opinión pública para que asumiera que la prevención de los mismos era una cuestión de interés general y, por lo tanto, merecía la distracción de parte de los fondos públicos. Se creó así la policía preventiva: el factor de vigilancia constante y la principal forma de disuasión.

Cuando la corrupción del sistema se hizo evidente, la desconfianza popular en la justicia oficial «engendró –en palabras de Gramsci– la figura del detective privado que actúa al margen (y a veces en franca rivalidad) de los policías oficiales”. El héroe, el hombre valiente que resuelve los misterios y hace prevalecer el orden, nació junto con la sociedad industrial.

*Fragmento de la introducción al libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido se ha publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

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VESTIDA PARA MATAR-VI* (LA NOVELA POLICIACA)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

EL LUGAR DEL CRIMEN (PORTADA)

 

 VI

 

¡Mátalo!

 

La evolución le ha conferido a la novela policiaca propósitos diferentes y diversos desde su nacimiento. Una de las formas actuales de este género es la del asesino profesional o «las historias de verdugos», según el término de John G. Cawelti.

 

En este tipo de relatos poco se ve de las subjetividades de los participantes. Ellos son un minucioso proceso de observación del «frío y detallado racionalismo del especialista profesional en asuntos de extrema violencia e ilegalidad, cuyas aventuras están totalmente motivadas por el lucro”.

 

El personaje no le da ninguna importancia a la ley, únicamente le preocupan sus intereses. No mata para mantener las estructuras, sino porque en ello encuentra su propia satisfacción. Estamos frente a una nueva dislocación dentro del formato policiaco.

 

Es una derivación que aporta suspenso como principal característica, y entre sus representantes más sobresalientes se inscriben los nombres de Richard Stark, Donald Pendleton y Joseph Hedges.

Por otro lado, dentro del género también ha surgido un concepto que rompe con una de las instancias básicas en esta narrativa: el fracaso. Como figura central la novela tiene el propósito de conservar la extrañeza del mundo, encarnado en un detective que siempre se topará consigo mismo, y que quedará atrapado en el déficit de información y en la creciente ambigüedad del crimen.

 

Como embajador de este nuevo rubro, Michel Butor escribió la novela El empleo del tiempo (L’Emploi du temps), que contiene los elementos esenciales del formato: la exactitud de las anotaciones para esclarecer un asesinato, hasta hacernos creer que en estas palabras está la sustancia de su experiencia, de la agresividad latente y de la tenebrosidad de su ambiente. Por su parte, Alan Sharp, Sjöwall y Wahlöo también aportan novelas muy interesantes en este sentido.

 

 

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

 

 

 

 

 

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

 

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

 

 

 

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VESTIDA PARA MATAR-V (LA NOVELA POLICIACA)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

EL LUGAR DEL CRIMEN (PORTADA)

 

 

V

VOY A MATARLO

Con los conceptos que trajo la novela negra, las posibilidades del género comenzaron a expandirse en las más variadas direcciones, y a ofrecer imágenes que encarnan la mentalidad de un universo pleno de miedos. Uno de ellos resulta del sueño de la evasión heroica contemplado por las novelas de espionaje que aparecieron durante la Guerra Fría.

A los viejos elementos que constituyen la novela policiaca clásica se les agregaron otros: el clandestinaje, la crueldad y la rebeldía. Nuevos atractivos para proporcionar nuevas emociones. Los mecanismos del género pueden dar cabida casi a cualquier conjunto de creencias políticas, precisamente porque éstas sólo constituyen una delgada capa, presentada dentro del campo ideológico de una determinada sociedad en un momento determinado. En este contexto, sobresalen autores como Ian Fleming, Peter Chayney y John LeCarré.

Por otro lado, autores como Friedrich Dürrenmatt (1921-1990) introdujeron al género el azar, que desbarata cualquier trabajo de investigación y en el cual no se puede prever la conducta de una persona. El racionalismo de la historia detectivesca se enfrenta con una filosofía pesimista en la cual el proceder metódico no puede esperar nada.

La casualidad es elevada a la categoría de providencia sustitutiva «para demostrar –según el investigador R. Waldmann– la debilidad del hombre y de su razón […] para colocar al hombre en la posición de impotencia absoluta frente a Dios”. El propósito cripto-religioso ha sustituido al cliché racionalista por la irracionalidad casi absoluta.

La novela policiaca avanza así por caminos intrincados, en los que el hecho criminal y sus consecuencias se hallan en medio de una sociedad que es vista como una densa red de relaciones demenciales, en las cuales la complejidad irresoluble del suceso se presenta al lector como fatalidad colectiva dentro de la cual inocentes y culpables están unidos como condenados. Los intentos moralistas de ordenación no valen, y menos manteniendo simples alternativas de Bien y Mal. El lector finaliza la novela no con categorías estabilizadas, sino estremecido por la realidad con la que se acaba de encontrar.

Patricia Highsmith aportó al género criminalístico su interés por la génesis, la realización y las consecuencias del hecho. La autora planteó en sus obras la pregunta de cómo un hombre aparentemente inocuo llega a convertirse en asesino, y por eso lo investiga dentro de un marco psicoindividual que busca dar cuenta de un proceso de transformación que se inicia con una historia de traumas, debilidades, deseos y miedos causados por las cargas y los desafíos de un hostil medio ambiente.

La normalidad constituye el punto de partida original, pero ésta resulta engañosa durante su devenir: nunca se restablece. Según esto, la conducta humana debe juzgarse de otra forma. Tiene un lado social adaptado, pero también tiene otro que está oculto y en frecuente contradicción. Después de todo, «¿no existimos constantemente en distintas personalidades parciales, y no nos desgarran las contradicciones?» La psicología se ha convertido en un nuevo campo para las aventuras y se explota en la consecución de placer. Estamos dentro de un territorio en el cual uno puede ser sorprendido por lo inesperado durante el proceso de transformación del hombre común en asesino.

FOTO 2

La contraparte de ello es el punto de vista de la víctima, en el que fracasan todos sus esfuerzos por descifrar el enigma y así se convierte el objeto del crimen. Esto también ha creado otro conducto de la novela policiaca, cuya teoría y modelos proceden de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, y en la que Sebastien Japrisot ha proporcionado interesantes ejemplos.

Escriben los primeros: «Se es víctima porque uno busca inútilmente la verdad y porque ciertamente la verdad con que se tropieza no es la auténtica, y así sucesivamente […] y uno se equivoca más cuanto más reflexiona. La novela policiaca, en lugar de registrar el triunfo de la lógica, tiene ahora que solemnizar la bancarrota del pensamiento y, por eso, su héroe es la víctima”. La tensión que surge de ello es la expectativa hacia algo cuya naturaleza no se conoce y en el cual el desciframiento se convierte en un proceso que se va volviendo fantástico y escalofriante, pero que se desarrolla en medio de la realidad cotidiana, embrujándola poco a poco y conduciendo al lector, junto con la víctima, a los límites de la inteligencia y la realidad.

En los ejemplos de esta teoría (Trampa para Cenicienta, Los muertos deben callar, Los rostros de la sombra, Departamento para un suicida, Maleficios, etcétera) el personaje principal es —al mismo tiempo— detective, testigo, autor y víctima o incluso un espacio abierto para la construcción de una vida según los intereses discrecionales.

De esta manera, los autores deben demostrar que todo ha sucedido conforme a la realidad, pero igualmente la novela tiene que mantener, incluso después de la solución del enigma, el aura poética que debe a ese enigma. Según los autores, el lector exige de los escritores «una combinación de sueño y realidad para una suprarrealidad […] el mundo real debe mezclarse con fenómenos inexplicables.

A través de la novela debe soplar el aliento de lo maravilloso emparejado al desconcierto y al miedo”. De esta forma, la identidad se convierte en el punto de ataque preferido, se descubren nuevas situaciones para desarrollar la desaparición de toda certeza, y se abren nuevos y grandes espacios para incrementar la experiencia literaria.

 

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

FOTO 3

 

 

El lugar de crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

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LA AGENDA DE DIÓGENES: FRIEDRICH DÜRRENMATT

Por SERGIO MONSALVO C.

 

Friedrich Dürrenmatt (foto 1)

 

EL AZAR Y EL CRIMEN COTIDIANO*

En uno de los municipios cercanos a la ciudad de Berna, el de Konolfingen, nació el escritor suizo Friedrich Dürrenmatt en 1921. Hasta el nivel de preparatoria realizó sus estudios en la capital de aquel país. Los cursos universitarios de teología, filosofía y germanística los alternó entre esta ciudad y la de Zürich.

Una vez obtenidos los respectivos títulos y cumplido las exigencias de su padre, ministro del culto protestante, el joven Dürrenmatt optó por ganarse la vida por caminos distintos a los que se esperaban de él. Obtuvo un trabajo como diseñador gráfico en el que se desempeñó por un tiempo. Las relaciones hechas por este medio lo llevaron a involucrarse también en el periodismo y al trabajo profesional con la palabra escrita.

Su relación con la escritura se había dado desde antes de entrar a la universidad. En la preparatoria tuvo oportunidad de ver puestas en escena un par de obras cortas escritas por él. Sin embargo, la rigidez de los estudios posteriores y el estricto carácter paterno, no le permitían dedicarle más tiempo a estas inclinaciones.

Con el trabajo periodístico renacieron sus inquietudes y se dedicó a la creación de los llamados sketches para el teatro cabaretil de aquellos años. En 1947 pudo montar por primera vez una pieza teatral –Es steht geschrieben (Está escrito)— y con ello dio inicio a una carrera como autor teatral y decidió entregarse por completo a la creación literaria. Entre sus obras de teatro más importantes destacan títulos como Die Ehe des Herrn Mississippi (El matrimonio del señor Mississippi), Ein Engel kommt nach Babylon (Un ángel llega a Babilonia), Der Besuch der alten Dame (La visita de la Vieja Dama), Romulus der Grobe (Rómulo el Grande), Die Physiker (Los físicos) y Der Meteor (El meteoro), entre otros.

En 1959, Dürrenmatt recibió el premio Schiller de la ciudad de Mannheim. Una década después fue nombrado parte de la directiva del Teatro de Basilea, al igual que coeditor del periódico Sonntag Journal de Zürich. Desde 1970 y hasta su muerte efectuó un trabajo teatral constante en aquella ciudad.

En sus primeras obras se muestra la influencia que tuvo en él el expresionismo alemán, así como de la retórica barroca de Paul Claudel, la cual utilizó de un modo libre y ornamental, porque según él «no lo convencía un lenguaje más noble y regulado.” Asimismo, tuvo una importancia decisiva para su crecimiento autoral su confrontación con la obra dramática de Thornton Wilder y de Bertolt Brecht. Dürrenmatt se erigió en uno de los pilares más importantes de la dramaturgia suiza, junto con Max Frisch.

A pesar de que muchos críticos e historiadores de la literatura lo ubican básicamente como creador de obras dramáticas, la sensibilidad de este autor lo llevó a involucrarse en la escritura de guiones para cine y radio y de novelas del género policiaco, al cual contribuyó, tanto en teoría como en la práctica, con la aportación de elementos y reflexiones nuevas e interesantes.

Dürrenmatt se dio a la tarea de los relatos policiacos a principios de la década de los cincuenta. Las dos primeras novelas las escribió por encargo para el periódico donde laboraba y cumplieron con ciertas expectativas propias de la corriente, tales como el tratamiento científico, el detective viejo de mentalidad superior y el suspenso en las confrontaciones con el criminal.

Por esos años la novela policiaca representaba un fenómeno mal visto por la generalidad crítica. Ésta solía argumentar que dicha literatura sólo satisfacía la sed de aventuras de un amplio círculo de la población. Les tomó todavía tiempo a las ciencias literarias descubrir los méritos estéticos y técnicos del género antes de empezar a estudiarlo de manera sistemática y seria.

En 1952 apareció su primera novela bajo el título Der Richter und sein Henker (El juez y su verdugo). En ella, el personaje central está encarnado por un inspector de la policía viejo y enfermizo que continúa la tradición detectivesca de guiarse por los dictados de la razón y del método científico (como el Dupin de Poe, Miss Marple y Hercule Poirot de Agatha Christie, el Padre Brown de Chesterton, etcétera), así como por la tensión in crescendo de la trama y los enfrentamientos del investigador y el criminal.

No obstante, Dürrenmatt introdujo ya elementos propios de su concepción literaria: el humor y la crítica hacia los valores morales de la sociedad de entonces.

 

* El texto presentado es un fragmento del ensayo contenido en el volumen El lugar del crimen (ensayos sobre la novela policiaca), publicada en la editorial Times Editores, 1999.

FRIEDRICH DÜRRENMATT (FOTO 2)

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VESTIDA PARA MATAR – II* (LA NOVELA POLICIACA)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

EL LUGAR DEL CRIMEN (PORTADA)

 

II

Literariamente, el relato policiaco recibió diversas influencias que lo conformaron como un género único: el romance heroico, la novela caballeresca medieval, la novela gótica, el realismo de Balzac y las novelas decimonónicas de folletín, son algunos de los ingredientes del nuevo género, lo mismo que las “memorias policiacas” iniciadas por el detective y escritor francés Eugène-François Vidocq (177-1857) en 1828.

 

De igual modo, en el surgimiento de la literatura influyeron la famosa serie de «procesos célebres» y la literatura del hampa enfocadas a provocar la admiración por el ingenio o brutalidad del delincuente. Todo esto, aunado a las características propias de la época, condujeron a la concreción de los elementos esenciales de esta novelística: el misterio y los pasos para su descubrimiento.

 

Así, la fórmula de esta novela se convirtió desde sus inicios en una forma de interpretar al mundo a través de una ideología que buscaba ofrecer una solución ficticia a las contradicciones sociales. Hasta antes del surgimiento de esta literatura, las cuestiones misteriosas habían sido explicadas y resueltas mediante la religión, pero con la llegada del pensamiento racionalista se generó un enfrentamiento que resultó en cierta fabulación y mitología literaria más acordes con la sensibilidad del ciudadano de la era industrial.

 

La facultad para la resolución de dichos misterios se vio, desde la perspectiva de Edgar Allan Poe, «fortalecida por los estudios matemáticos, y especialmente por esa importantísima rama de ellos que, con ninguna propiedad y sólo teniendo en cuenta sus operaciones previas, ha sido llamada por excelencia análisis.”

 

Así, la investigación se convirtió en la aventura por antonomasia: la ciencia se hizo positivista y se esforzó por explicarlo todo; mientras con los métodos policiacos siguieron la misma ruta y desarrollaron los análisis de huellas, de fisonomías, de caracteres y de investigación ante los hechos criminales. La psicología, la sociología y la ciencia en general se pusieron a disposición de la seguridad pública.

 

El razonamiento tuvo, siempre y en todas partes, la última palabra. El analista, el investigador, se tornó en detective y colocó la pieza faltante en el cuadro del nacimiento de la novela policiaca. El manejo de la tensión y del problema planteado captaron la atención más exigente, y la emoción surgida de todo ello se convirtió en una nueva experiencia.

 

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

 

 

 

 

 

 

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

 

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

 

 

 

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VESTIDA PARA MATAR-I (LA NOVELA POLICIACA)*

 Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

EL LUGAR DEL CRIMEN (PORTADA)

 

VESTIDA PARA MATAR-I

(LA NOVELA POLICIACA)*

 

 

 

Éste es un modelo de nuestro mundo líquido

que en reposo disuelve el hueso, derrite la médula

y abre poros tan grandes como ventanas.

Jim Morrison

I

 Con la llegada de la Revolución Industrial y la alta estima hacia la propiedad privada, la complejidad social se intensificó junto con las posibilidades del miedo. Las tensiones sociales crecieron en la misma medida que la desconfianza, el temor, la inseguridad y los dogmas agresivos de nuevos miembros de la sociedad, quienes definieron perfectamente las clases sociales y entablaron las reglas de la consiguiente lucha por la sobrevivencia. Éste es el momento justo para el surgimiento de la novela policiaca: mediados del siglo XIX.

Los orígenes sociales del género se remontan a la filosofía de la angustia y la inseguridad que surgieron con la nueva sociedad industrial. Ambas son características del desarrollo histórico del sistema capitalista, basado en la lucha económica y la competencia individual.

En aquella época, las fuerzas sociales instituyeron un tipo de gobierno civil, el cual fue creado, según Adam Smith, «para la seguridad de la propiedad, para la defensa de los ricos contra los pobres o de aquellos que tienen una propiedad en contra de los que no tienen ninguna en absoluto”. Esto, aunado a las concepciones filosóficas, morales y jurídicas del momento, dio como resultado nuevos conceptos: la sociedad era un conjunto de relaciones de mercado, y el mecanismo que aseguraba la ventaja individual se llamaba competencia.

Las respuestas provocadas por los nuevos conceptos entre las clases bajas fueron la actividad política y el robo, y la supresión de ambas fue emprendida por quienes las temían. Las clases dirigentes y las nacientes clases medias estaban convencidas de que una vigilancia permanente y sistemática sobre la propiedad privada y la clase obrera era lo más razonable para solucionar estos dos problemas.

Se crearon instituciones que llevaban un control sobre la indigencia y el desempleo, y se reglamentó al respecto. Lo mismo se hizo con los conceptos de robo y crimen, a los cuales se les definió como «gran amenaza para el orden público», y se encauzó a la opinión pública para que asumiera que la prevención de los mismos era una cuestión de interés general y, por lo tanto, merecía la distracción de parte de los fondos públicos. Se creó así la policía preventiva: el factor de vigilancia constante y la principal forma de disuasión.

Cuando la corrupción del sistema se hizo evidente, la desconfianza popular en la justicia oficial «engendró –en palabras de Gramsci– la figura del detective privado que actúa al margen (y a veces en franca rivalidad) de los policías oficiales”. El héroe, el hombre valiente que resuelve los misterios y hace prevalecer el orden, nació junto con la sociedad industrial.

*Fragmento de la introducción al libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido se ha publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

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