RADIOHEAD-11

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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¡AVE AL LADRÓN!

El manifiesto o la declaración que Yorke relacionaría con lo que Radiohead estaba haciendo entonces era: “El fruto de la libertad absoluta de movimiento. Podemos hacer lo que queramos cuando queramos y con el estilo o la forma que sea. Sin ninguna presión de fuera, sin cumplir con expectativas, sin satisfacer ninguna pregunta y sin tomar en cuenta las tendencias musicales. La libertad ab-so-lu-ta”.

Entonces, ¿qué es lo que haría que Radiohead siguiera siendo Radiohead? “Nada. Y eso es bueno —contestó—. Se ha vuelto muy difícil hablar sobre nuestra música en términos generales. Y no hay nada más bello que sorprenderse uno, como grupo, de la velocidad con la que se está evolucionando y de todo lo que se sabe hacer. Así como de la coherencia que sí hay entre los cinco. Nadie quiere disponer solo del rumbo de Radiohead, todos reaccionan muy bien ante las ideas que aportan los demás, todos traen sus propios descubrimientos y existe un acuerdo silencioso acerca de lo que debe ocurrir con las ideas musicales que no convencen a todos: a la basura”.

A pesar de que a principios del 2002 todo estuvo muy tranquilo alrededor de la banda, el mundo observó con atención al grupo nombrado “Best Act in the World Today” en los Q-Awards. Thom Yorke y sus compañeros se dieron una breve pausa creativa. Luego, tras los seis meses de descanso que los miembros del grupo se permitieron al término de los últimos compromisos de la gira para promover Amnesiac, se impusieron un calendario muy riguroso: escribir y dominar el material nuevo durante tres meses.

El quinteto ensayó 16 canciones nuevas relativamente libres de computadoras, de las que ocho se presentaron en vivo en unos conciertos en Portugal y España, en una pequeña gira para probar las aguas y al final grabar el nuevo CD. Tanto a los textos como a la música del álbum les imprimirían cierta inmediatez y espontaneidad. Las cosas al parecer seguirían siendo emocionantes.

En el mes de abril del 2002 Radiohead entró de nueva cuenta al estudio de grabación y con ello se anunció la hechura de un álbum que llevaría por nombre Hail to the Thief. Este sexto disco con el sello Parlophone salió a la venta la primera quincena de junio del 2003 y tuvo como sencillo el tema “There There”, acompañado de un impresionante video que se puso en circulación el 26 de mayo de este mismo año.

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El CD contiene catorce tracks que fueron grabados en Oxfordshire y Los Ángeles bajo la producción y mezcla de Nigel Godrich y la banda. Los títulos son los siguientes: “2 + 2 = 5”, “Sit Down, Stand Up”, “Sail to the Moon”, “Backdrifts”, “Go to Sleep”, “Where I End You Begin”, “We Suck Young Blood”, “The Gloaming”, el ya mencionado “There There”, “I Will”, “A Punch-Up at a Wedding”, “Myxamatosis”, “Scatterbrain” y “A Wolf at the Door”.

Al escucharlos se cae en la cuenta de que el legado de Can y Neu!, sus influencias manifiestas, han resistido el paso del tiempo. Donde más se nota su huella es en el tratamiento que Radiohead hace del post-rock, con su rítmica y matices sonoros.

Yorke mantiene la sensación de viajar por una carretera recién inaugurada cada vez que los evoca. Sin embargo, ése es sólo uno de los elementos que el grupo maneja a lo largo del álbum. Otro es el sentido emocional que le dan a la experiencia de vida en la que hay arte y verdad. Asimismo se percibe el trabajo de buscar el equilibrio entre lo accesible y lo por venir en el aspecto musical. Aquí aparece la tercera piedra fundamental de su concepto: el método de grabación que exponen. Eso la hace una banda comprometida con su actualidad bajo los signos de la decisión y la autonomía creativa.

 Hail to the Thief es una obra matizada en la exploración por el laberinto existencial de los traumas de la sobreinformación y del temor; es una reflexión apocalíptica, críptica en algunos aspectos, sarcástica en otros. Es, a final de cuentas, una pieza más en el gran rompecabezas de conciencia que Radiohead está empeñado en construir con inteligencia, emoción  y buena música.

El título de la obra ha sido interpretado como una referencia irónica al presidente de los Estados Unidos, George Bush, quien recibió la ayuda de su padre para asumir el poder. El nombre pretende retratar la hipocresía y la banalidad en el pensamiento estadounidense, de manera hilarante pero también contradictoria. Como contradictorio es que este disco, de claros tintes antiestadounidenses, se haya grabado en la Unión Americana.

El proceso de preparación para Hail to the Thief se realizó por dos frentes. Por un lado, Thom Yorke estaba abrumado por la sensación de que el mundo se hallaba en transición hacia una era muy diferente, otra forma de convivir y de vivir. Así experimentó la cruda del 11 de septiembre, la guerra en Afganistán, la paranoia común y mediática que se desató ante la posibilidad del terrorismo en aquella época. Todas estas impresiones dieron color a sus nuevas letras.

Por otra parte, los guitarristas Jonny Greenwood y Ed O’Brien, el bajista Colin Greenwood y el baterista Phil Selway andaban ocupados con la música e ideas clave como el pop, las guitarras y las canciones. En cierto sentido el grupo le dio una vuelta de tuerca a su historia, la sintetizó, pero armado con los conocimientos y los logros cosechados durante los años de Kid A y Amnesiac.

Con este material Radiohead realizó una corta gira por el Reino Unido e Irlanda, la cual comenzó en Dublín el 17 de mayo y continuó por Belfast, Edimburgo, Manchester y Londres. El 28 de junio se programó que abrieran el Festival Glastonbury, lo cual fue el inicio de presentaciones sucesivas en diversos festivales europeos para el resto del año.

VIDEO SUGERIDO: Radiohead – There, There, YouTube (Radiohead)

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BABEL XXI-502

Por SERGIO MONSALVO C.

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WIM MERTENS

EL PROVOCADOR

Programa radiofónico de Sergio Monsalvo C.

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«MAKE IT RAIN»

Por SERGIO MONSALVO C.

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(CRÓNICA)

En la ocasión que me tocó ver a Tom Waits (en la primera década del XXI), éste quiso mostrar frente al público su tarea reciente. Optó por Europa y con ocho únicos conciertos: en Amberes (Bélgica), tres en Berlín (Alemania), tres en Ámsterdam (Holanda) y el cierre en Londres (Inglaterra).

En Ámsterdam se anunciaron con muchos meses de antelación. En un día se agotaron todos los boletos, con precios que oscilaban entre 85 y 100 euros. A partir de ahí el mercado negro de la reventa comenzó la carrera ascendente en el costo de las entradas. Media hora antes de la primera fecha la cantidad a desembolsar era entre 400 y 500 euros. Nadie chistó al adquirir uno.

Waits eligió de tal ciudad la sala llamada Carré (un teatro mediano de añeja  tradición dentro del espectáculo —siglo y medio— que con él inauguró una larga remodelación de un año) para exponer sus canciones. El cantante sabe, con conocimiento de causa, que en los espacios mayores se perdería buena parte de su efecto intimista.

Las nocturnas aguas del río Amstel, frente a las que se asienta el teatro, vieron la llegada de los dos mil  primeros devotos de diversas partes de Europa (en total serían seis mil), que entraron al recinto para recibir durante dos horas la fuerza de las devastadoras historias del cantautor, los temas de sus recientes discos.

Títulos que tiene una doble acepción: la jazzística, con la cual se señala al músico arrebatado en el escenario; y la coloquial, con la que se menciona a quien ha muerto o se mantiene en estado de marginación. Un juego de palabras pleno de humor negro.

Tom aparece en escena en punto de las ocho de la noche, con su figura de espantapájaros y el traje hipster acostumbrado, de color café y sombrerito. Una presencia que por sí sola llena el estrado. Pero él no se conforma con eso, se hace acompañar del mismo excelente grupo base que colaboró con él en las grabaciones: Marc Ribot, Larry Taylor y Brian Mantia.

Ellos crean la sonoridad rocosa, el motor noise del que surge intimidando, el canto rasposo, retumbante de Waits, el cual brota de las profundidades de su caja torácica como si fuera producido por un rallador pétreo del alma. El público por supuesto ruge ante la descarga iniciática: “Make it Rain”.

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Y de ahí en adelante, entre la amplificación de lo subterráneo y el megáfono del realismo se pasea contundente la protagonista principal de sus actuaciones: la voz. Ésa que años de cigarros, whisky y desvelos convirtieron en bestia para un solo domador. Un animal salvaje que le proporciona su tono individual, único.

La quintaesencia del concierto es eso precisamente: el desarrollo y estilización de un instrumento expresivo, la construcción artística del tono, de cada tono. Waits no gruñe ni farfulla, cada una de sus sílabas se entiende, se siente. Arañan el corazón, la piel, la imaginación.

Los temas y personajes desfilan así, con sus crónicas desdichadas y ecos de tiempos duros, terribles, que permiten por igual vislumbrar el interior del propio narrador (un desliz procurado a voluntad).

Y en el inter entre cada fabuloso testimonio, aparece el excéntrico actor/presentador que es también este oriundo de Pomona, para de una manera ensimismada contar anécdotas bizarras o absurdas sobre fieras peligrosas de Indonesia; el envenenamiento con plomo debido a los jitomates, o sobre la posibilidad de ser sepultado con un cordón atado a la muñeca, para desde el ataúd poder hacer que suene una campanita por si lo han enterrado a uno vivo, etcétera.

Así como el actor entra, por igual desaparece y resurge esa forma de espetar palabras que es Tom Waits. Incluso con tal fuerza que es posible que el techo se venga abajo. Tras cada monólogo reaparece su tormenta vocal con furia aún mayor, nutrida por los relámpagos producidos sin cesar por Marc Ribot. Es el malabar adjunto que a través de su ingeniosa guitarra juega con el fuego y con los cuchillos de doble filo, con el estandarte de la estructura melódica, para poner aún mayor énfasis en lo que desfila, en lo vivido, en lo contado.

La voz se convierte en una sirena de niebla gutural distante y amenazadora, que convoca a sus fantasmas más influyentes: Kurt Weill y  Edith Piaf, guiados por el Captain Beefheart. Aúlla y distorsiona. Su sonoridad crea olas pantanosas en donde el ritmo se vuelve cada vez más importante y preciso, el ritmo y su instrumentación sobre relieve, hasta llegar a los conjuros de “Sins of the Father” con un acercamiento al gospel intenso, el cual prepara los espíritus para “Day After Tomorrow” y sus cavilaciones sobre las secuelas de la guerra y la omnipresencia de la muerte. El callejón sin salida.

Tras impactar con lo estrenado, interpreta también algunos temas de discos como Swordfishtrombones, The Black Rider, The Mule Variations, una excelente versión de “Alice” susurrada a los oídos, “House Where Nobody Lives”, la pieza final del concierto, o la canción con la que comienza el encore: “Invitation Blues” de Small Change.

Waits es un artista del ahora (en cada una de sus épocas), y en el ahora no hay belleza. Ésta no es lo importante para el arte. Lo relevante es el significado de la obra. Y en su obra hay significado con estilo personal y poesía —ríspida, grotesca, cruda—.

Waits ha alcanzado este punto culminante, universalista. Y lo ha hecho con una sustancial obra discográfica y con una auténtica puesta en escena de ella. Prácticamente se le ha visto estallar en el foro. La poesía no ha sido en este caso, como dijera T.S. Eliot, expresión de la personalidad, sino una liberación de la misma.

«Una fiebre descomunal pulsa en su cabeza como un tambor», se escucha en una de sus canciones. Ese sería una buena síntesis de todo Tom Waits. Un delirio constante. Al menos eso cree uno al principio. Una vez que se domestica la oscuridad aparecen algunos momentos de reposo. Tiempo para un poco de ternura, para una borrachera, para una de las baladas vacilantes de siempre o para una fisura sorprendente. 

Se aprecia que la economía de los medios no entorpece en absoluto la riqueza musical de este autor. Ni la fuerza evocadora. Waits coquetea desde hace mucho tiempo con las imágenes, y a veces ha compuesto para ellas una música inolvidable. Las imágenes forman una parte integral de la música, engendradas por las palabras y los sonidos. Sólo faltan las que cada uno aportará, según su propia fantasía.

Tom Waits sólo tiene que abrir la boca para hablar, ya no cantar, y todo mundo empieza a calcular mentalmente la cantidad de cajetillas de cigarros y botellas de whisky que ha consumido este ser extraordinario.

La imagen del excéntrico poeta de bar que canta cuentos y pone música a su vida es la que domina en la imaginación de sus seguidores, los años destrampados. Sin embargo, no todo ha sido eso. Le ha dedicado mucho tiempo también al cine, al teatro y a trabajos musicales por encargo.

En sus álbumes de estudio cuenta las historias del subsuelo que se quieren oír con un humor extravagante, trabajando en el sufrimiento y a veces con maliciosa brutalidad su blues minimalista se balancea al borde del abismo. El teatro del absurdo para el oído.

Según Waits, tener una imagen fija es una bendición y una maldición al mismo tiempo. Cuando no se tiene, se quiere obtenerla, y cuando uno la tiene, se esfuerza por deshacerse de ella: “Por lo menos la gente así tiene alguna idea de mí en la cabeza, y eso es mejor que nada”, ha dicho. Y para ello ha creado muchas oportunidades para reforzar dicha idea: como vampiro, como pastor evangélico ebrio, como fugitivo de la justicia, como cínico barman, como sombrerero loco, como hacedor de lluvia, etcétera, etcétera.

VIDEO SUGERIDO: Tom Waits – Cold Cold Ground, YouTube / o Tom Waits – Dirt In the Ground – Live 2008 (Concert Folm), YouTube

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«BOOM BOOM»

Por SERGIO MONSALVO C.

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(JOHN LEE HOOKER)

Nada representa la música de los Estados Unidos en forma más directa, abundante o perfecta que el blues. Para muchos escuchas en todo el mundo, este género se erige como el mejor símbolo, como la encarnación misma del elemento original.

Además, su penetración en la cultura de todo el planeta es casi total, al influir en gran parte de la música popular internacional de hoy, desde Tokio hasta Timbuctú y todos los lugares intermedios. Su sonido es ubicuo e ineludible. De hecho, su dominio es inconmensurable.

Al detenerse para pensar en ello, se descubre que el blues tiene algo mágico. ¿De qué otra manera se explica su larga vida, amplia y fructífera influencia y vitalidad continua?

Nacida y cultivada en el sur de los Estados Unidos después de la emancipación de los esclavos, esta forma de composición de tres líneas, sencilla en sus armonías y estructura, ha mostrado ser extraordinariamente durable y resistente en los más de 100 años que lleva de existencia grabada. 

A lo largo de este tiempo ha sostenido a un sinnúmero de intérpretes, y le ha infundido su fuerza a una amplia variedad de idiomas musicales: el blues rural y urbano, por supuesto, así como también el jazz, el rhythm and blues, el rock & roll, el soul y otros géneros contemporáneos (acid jazz, jazz electrónico, chill out, indie, etcétera), además del country, el bluegrass, el rockabilly e incluso, en ciertas ocasiones, la música formal de conservatorio.

De un modo u otro, de hecho, el blues ha matizado virtualmente todos los géneros desde su surgimiento. Sin su influencia fuerte y vital, la música de la última centuria hubiera sido más pobre y muy distinta de los que hoy es.

Uno de sus creadores clásicos, cumple casi veinte años de fallecido, es John Lee Hooker, cuya voz y guitarra siguen seduciendo desde el primer acorde, desde la primera sílaba susurrada que se le escucha, como en 1948, cuando grabó su primer tema, “Boogie Chilun”, o en 1962 cuando entró en los primeros lugares de las listas con Boom Boom (con el sello Vee-Jay).

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Hooker nació en Clarksdale, Mississippi (condado mítico), el 22 de agosto de 1917 y pasó sus primeros años tocando en Memphis, aunque como buena parte de la población negra que buscaba mejores condiciones de vida se trasladó a Detroit a mediados de los años cuarenta para trabajar en una fábrica de autos.

Ahí fue donde lo encontró un buscador de talentos y lo llevó a grabar sus primeros discos en los que plasmó temas que con el tiempo se volvieron legendarios, como “Driftin’, “Hobo Blues” y “I’m in the Mood”, entre otros.

Él mismo se encargaría de esparcir el rumor de que no había trabajado mucho para destacar, sino que hubo algo en el aire de Clarksdale que lo poseyó en aquel misterioso lugar del profundo sur estadounidense (su lugar de nacimiento, la misma tierra donde surgieron, se criaron o han sido enterrados blueseros famosos como Bessie Smith, Sun House, Sonny Boy Williamson, Muddy Waters, Ike Turner). “Fue algo mágico», solía decir tan en serio como socarronamente a quien se lo preguntara.

De ese modo se crean los mitos. Hooker cantó acerca de su transformación sobrenatural en curandero del blues con «Crawlin’ King Snake». Y a él debemos una de las mejores definiciones sobre el género: “El blues es un hombre, una mujer, un corazón roto”.

A principios de los años sesenta del siglo XX, junto con otros músicos salió del anonimato de los bares en los Estados Unidos para realizar una serie de giras por Inglaterra, donde su música era venerada y constituía una enorme influencia entre los grupos jóvenes británicos.

Asimismo sucedió con los cultores del género en la Unión Americana, donde un disco doble con Canned Heat, Hooker’n Heat, lo llevó a ocupar un lugar destacado en el Hit Parade.

Tras ello susurró cientos de boogies a lo largo de los años.  Lo hizo hasta los 88 años cumplidos y adornado con su clásico sombrero. Un poco antes, para  celebrar su 75 aniversario, el venerable patriarca nos sirvió nuevamente algunas  de sus maliciosas viejas historias a prueba de tiempo: “Bottle Up & Go” y “Sugar Mama”, entre ellas. 

Incluso recicló «Boom Boom» para titular todo el disco (de 1992), dando a todo un trato de lo más íntimo. Este álbum hubiera podido revestir el mismo atractivo de haber aparecido digamos a comienzos de la posguerra.

El hombre de los ocho seudónimos (desde Delta John hasta Texas Slim, y que finalmente se quedó con el nombre verdadero) se presentó al mundo como lo haría a las puertas del paraíso, diciendo «I’m bad, like Jesse James», otra antigüedad que sigue igual de brillante. 

Este atractivo muy rústico benefició la expresión directa, él y su instrumento oxidado («Hittin’ the Bottle Again»), como para decir: “está bien, he experimentado con algunos trucos para dar gusto a los jóvenes, pero aquí es, finalmente, donde me siento mejor”. 

Con todo hay avance, como de costumbre, en este Boom Boom. Celosos discípulos han venido a frotarse en el aura del ancestro. No obstante, al contrario de las dos producciones anteriores, los invitados especiales permanecen al fondo (como Jimmie Vaughan, Robert Cray, Billy Johnson o Albert Collins) y el rugido de Hooker es el que da la lección adelante. 

Con su fuerza rítmica que raspa, con esa tensión permanente muchas veces duplicada por un pie alerta que detiene todo capricho con sus golpes medidos sobre el piso. 

A veces la música es justamente un susurro que pasa. Apenas unas notas sueltas en el espacio («Thought I Heard») y el silencio se vuelve más pesado aún.  O un vibrato inverosímil viene a visitar esa clásica que es «Sugar Mama».  ¿Podemos hablar de un nuevo John Lee?  Sí, se llamó Boom Boom, como el que apareció en Vee-Jay allá por 1962.

VIDEO SUGERIDO: John Lee Hooker Boom Boom, YouTube (My Music-Good Music)

John Lee Hooker

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EL SONIDO DEL MUNDO ACTUAL

Por SERGIO MONSALVO C.

PHILIPE GLASS (FOTO 1)

(CON SOUNDTRACK DE PHILLIP GLASS)

Phillip Glass (Baltimore, 31 de enero de 1937) tiene 83 años de edad y más cuerda que nunca. A este compositor se le suele considerar como el éxito encarnado de la Nueva Música. Ésa que dio un  a finales del siglo pasado un salto al frente y que le ha brindado el lugar que merece a una revolución que empezó hace casi 50 años, pero que le costó trabajo hacerse visible.

Hace no mucho, Glass era mencionado sólo como uno de los fundadores de la llamada «música minimal». Los tiempos cambian y ahora sus obras son interpretadas por orquestas renombradas y por solistas del circuito clásico. 

Glass es un hombre de gustos extremos y con una amplia producción. Es  conocido por sus intereses musicales que literalmente cruzan las fronteras, donde se encuentra en compañía de influyentes colegas modernos como Steve Reich, John Adams y Henryk Górecki.

La primera de una ola de creaciones de Glass en ver la luz fue Einstein, versión 40 minutos más larga que la grabación original de la ópera Einstein on the Beach, que salió en 1978 y desde entonces no ha dejado de componer y mostrar su obra.      

«Hasta los 41 años de edad no pude vivir de mi música, no había oportunidades para ella en los Estados Unidos, así que me hice taxista durante cinco años, hasta que tuve mi primera oportunidad”. Desde entonces él inventa un lenguaje musical poético basado en los sonidos y ritmos que existen a todo nuestro alrededor.

Glass fue otro de los muchos peregrinos que viajó a París, en su momento, en busca de algo. Y como muchos resultó agraciado con el conocimiento. Su intención era estudiar técnica con Nadia Boulanger. Sin embargo, su buen sino lo llevó a descubrir también al sitarista y compositor indio Ravi Shankar.

Glass lo conoció en 1965 al ser contratado para trabajar en la edición del soundtrack de Chappaqua (producido por Ornette Coleman), un filme bajo la dirección de Conrad Rooks. Shankar escribió la partitura y Glass hizo las notaciones para que la pudieran tocar los músicos franceses.

Inspirado por este primer encuentro con el cine y por la música del hindú, realizó viajes de investigación  por el norte de África, la India y el Himalaya antes de regresar a Nueva York, donde fundaría su legendario Ensamble. A la naturaleza repetitiva de su música le agregó la armonía como elemento estructural y de texturas.

Con esto comenzó a comunicar algo más que conceptos abstractos e inició el trabajo con proyectos teatrales y fílmicos, vinculando la música con la trama. Es decir, la entretejió con la imagen (cinematográfica, teatral y dancística).

La cinta Mishima (1985) concretó su renovada estética. Esta película, dirigida por Paul Schrader, fue una mezcla extraordinaria y viva hecha por el cineasta con algunos episodios tomados tanto de las novelas como de la  biografía del escritor japonés Yukio Mishima.

La amalgama entre vida y obra del artista y la composición de Glass triunfó de forma contundente y obtuvo varios premios en Cannes. Para trabajar con la idea de Schrader, Glass se basó en el guión. Viajó a Japón para empaparse del contexto, regresó a los Estados Unidos y se puso a componer mientras se rodaba la película. A continuación, director y compositor hicieron una grabación de trabajo y Schrader editó la cinta de acuerdo con la música.

En el concepto de Glass la música tiene una relación del todo funcional con la imagen. No debe tratarse de algo ya hecho que se le pega a la película, sino crearse conjuntamente. Por eso insiste en participar en los filmes desde un principio.

Otro ejemplo de esto son los tres trabajos con el director Godfrey Reggio, Koyaanisqatsi (1983), Powaqqatsi (1988) y Naqoyqatsi(2002). Son documentales alejados de la estructura narrativa y un deslumbrante desfile de imágenes sobre los abusos cometidos contra la Tierra y la humanidad tanto como la transición social de la tecnología hacia lo natural.

VIDEO SUGERIDO: Koyaanisqatsi, Trailer (Criterion) (HD 1080p), YouTube (LeCinephobe)

Entre ellas se aprecia una considerable diferencia de estilos (en 20 años de tiempo) entre todas. Todo estuvo planeado. Koyaanisqatsi fue filmado en los Estados Unidos y conforma un retrato del país con respecto al desequilibrio tecnológico.

PHILIPE GLASS (FOTO 2)

VIDEO SUGERIDO: Phillip Glass -Powaqqatsi (HD), YouTube (HipTonyXtra)

En Powaqqatsi la idea era hacer una película sobre el impacto que la alta tecnología del hemisferio norte tiene en la vida de las sociedades tradicionales del hemisferio sur.

Reggio le pidió a Glass referirse a la música de lugares extra Unión Americana. Para ello hubo grupos de Sudamérica y de África, como ejemplo, que usó como especie de modelo, pero sin “usarlos” en el sentido literal del término.

Interpretó la música de otras partes del mundo por medio de su propio lenguaje musical, aunque sí metió algunos instrumentos autóctonos en la mezcla, como la kora y el balafón. Se presentó el problema de la afinación diferente, así que luego de grabarlos samplearon el sonido sin quitarles sus elementos distintivos.

VIDEO SUGERIDO: Naqoyqatsi (Beginning and the Only Good Bit.), YouTube (Architectura)

Naqoyqatsi, por su parte, también conocido como Naqoyqatsi: Life as War, es una cinta documental y la última parte de la llamada trilogía qatsi. El film se centra en la transición de la sociedad a un entorno natural desde la técnica y la industrialización. El título del film proviene de la lengua indígena de la tribu hopi y significa ‘La vida como guerra’. La trilogía conformó un parteaguas de estilo y creación estética audiovisual en lo documental. Son auténticos ensayos fílmicos.

Para el cine Glass ha adaptado la metodología que le brindan los avances tecnológicos y su relación con cada nuevo proyecto, los cuales han resultado de lo más variado: Anima Mundi (otra cinta de Godfrey Reggio) de 1993; Kundun (de Martin Scorsese) de 1997 o Drácula (la original de 1931, actuada por Bela Lugosi e interpretada musicalmente por el Kronos Quartet) de 1999, son un ejemplo.

En la actualidad, lo más importante para este compositor es que la música proporcione un marco o contexto emocional. Literalmente le dice al espectador qué sentir con respecto a lo que ve y es capaz de condicionar esto por completo.

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SIGNOS: THE EVERLY BROTHERS

Por SERGIO MONSALVO C.

EVERLY BROTHERS (FOTO 1)

LA RIVALIDAD PRIMIGENIA

La historia del rock está compuesta por sus mitos y el del cainismo es uno de ellos. Este sustantivo nombra un tipo de conducta (derivada del mundo animal), en la que en este caso uno de los hermanos manifiesta un odio abismal por el otro por causas tanto reconocibles como ignotas. Si los relatos bíblicos tuvieron como ejemplo a la primera hermandad (de la que surge el nombre), la génesis del rock tiene su propio paradigma.

Todo comenzó en el inicio –diría Perogrullo– cuando se amalgamó el núcleo de la primera formación consanguínea: los hermanos Everly (Don y Phil) quienes, como toda hermandad que se respete, desde el principio de los tiempos se peleaban (como niños), continuaron peleándose (ya siendo artistas famosos) y seguirán peleándose por toda la eternidad, aunque alguno de ellos haya muerto.

Esta actitud, por lo general, parece ser la regular en la mayoría de los grupos del rock que han tenido a hermanos en su formación. Algunos han sorteado las tormentas sin mayores consecuencias, pero en la gran mayoría de los casos la unión terminó por ser una bomba de tiempo que les explotó, regularmente también, frente al público, acabando de golpe o a cuentagotas con un buen grupo o un dueto.

Muestras de todo ello las podemos encontrar a lo largo de la historia del género con diversos aconteceres y resoluciones: The Kinks, Credence Clearwater Revival, The Jesus and Mary Chain, The Black Crowes, Proclaimers, Pantera, Sepultura, Kings of Leon o la más publicitada de Oasis (con los hermanos Gallagher), nombres en los que las fraternidades mantuvieron una relación tirante tanto encima como debajo del podio.

Pero volvamos al comienzo, donde se forjó la primera narración de tal hecho. Ambos Everly aseguraban que su forma de vocalizar se debía a que habían crecido practicando el canto conjuntamente. Phil había nacido en Chicago, el 19 de enero de 1939. Don, su hermano, dos años antes en Kentucky (el 1 de febrero de 1937) de donde era oriundo su padre, Ike Everly, un minero del carbón convertido en músico de country (también junto a su madre, Margaret).

Los vástagos del minero tuvieron una infancia errante entre Indiana y Tennesse. Sin embargo, actuaron junto con sus padres en la radio y en programas en vivo no muy importantes en aquella zona el oeste de la Unión Americana. Al entrar en la highschool, consiguieron un contrato limitado con la Columbia Records, donde sacaron su primer sencillo The Sun Keeps Shining, sin éxito.

No obstante, atrajeron la atención de Chet Atkins, reconocido artista de música country, quien les consiguió una audición con el director de Cadence Records, el cual los contrató para su sello. Entonces, los hermanos se establecieron en Nashville, donde trabajaron como compositores para otros y, en seguida, para grabar lo suyo. Es a partir de entonces que los Everly surgen a la fama. Su primer tema como The Everly Brothers, Bye bye Love, se convierte en un enorme hit que vende más de dos millones de copias.

Al ser ambos buenos guitarristas, los Everly utilizaban un estilo de armonía cerrada en el que cada uno cantaba en un tono que normalmente sonaba como una melodía pausada. En comparación con la armonía tradicional, que resulta de dos o más voces con el ritmo parecido y distintos tonos. Utilizaban guitarras de la marca Gibson, usando con ella en algunas de sus canciones un efecto llamado trémolo (Gibson incluso sacó en su honor una guitarra de edición limitada llamada Gibson Jumbo Everly Brothers).

A partir de entonces Los hermanos formaron uno de los dúos más influyentes de la historia del rock and roll y alcanzaron su máxima popularidad a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Las preciosistas armonías con que adornaban sus cantos influyeron de manera notable a grandes nombres de la historia de la música como The Beatles, The Beach Boys o The Byrds.

Entre sus temas más celebrados durante aquella época cincuentera estuvieron “Cathy’s Clown”, “Wake Up Little Susie”, “When Will I Be Loved” y la ya mencionada “Bye Bye Love”, entre otras. Esta pareja de músicos, pues, pasó a la posteridad tanto por estas composiciones  como por las citadas armonías vocales, tan delicadas como en el caso de la pieza “All I Have to Do Is Dream”.

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Sin embargo, detrás de todo aquel escaparate, la esencia estética y rasgo de peculiaridad en los Everly Brothers fue que le añadieron al rock and roll otra vertiente, la de la tradición, en paralelo a la rebeldía primordial con la que había nacido y se desarrollaba el género. Quizás por ello resultaron igual de atractivos para los conservadores oyentes del country, como para los de pop, espantados con el sonido salvaje de Elvis, de Jerry Lee Lewis o de Little Richard. Fue lo que hoy se consideraría un grupo familiar, al que podían escuchar sin sobresaltos tanto padres como hijos.

La vida artística de los Everly Brothers comenzó en 1951 y hacia el final de la década ya habían logrado gran relevancia. Pero a pesar de su éxito y popularidad dentro del seno del dúo no todo era miel sobre hojuelas. De una u otra forma, los hermanos habían mantenido una relación tirante, tanto arriba como debajo del escenario. Había asperezas y se desafiaban constantemente.

El éxito les llegó cuando tenían apenas veinte años y por inmadurez, al parecer, no supieron manejarlo. Pronto empezó la animadversión y los antagonismos, como solo en los hermanos puede haberlos. Sus diversas adicciones, excesos y problemas personales tampoco les ayudaron a mantener la convivencia fraternal, una además marcada por la necesidad de escribir un hit tras otro.

Y así como fueron pioneros en inscribir lo tradicional en el género, también lo fueron en sus exigencias a los empresarios que los contrataban. Lo fueron en el detalle de pedir camerinos separados y sólo encontrarse a la hora de empezar la presentación. Por ello también es de sorprender que duraran tanto tiempo juntos. De alguna manera se las arreglaron para mantenerse así hasta el 13 de julio de 1973, fecha clave que marcó prácticamente el fin de la historia del binomio en un concierto en Hollywood.

En aquella noche, Don Everly salió ebrio a tocar y cantar, haciéndolo  desacompasado y olvidándose hasta de las letras. Con el público pasmado, Phil rompió su guitarra contra el suelo justo al lado de su hermano, aguantándose las ganas de hacerlo contra él. En ese momento anunció el fin del dúo. Desde entonces, cada uno se encargó por su lado de anunciar que un regreso era imposible dadas sus diferencias irreconciliables. No volvieron a hablarse hasta el funeral de su padre en 1983, año en el que retomaron una relación interesada, para grabar y actuar juntos de forma ocasional, con el único fin de engrosar sus cuentas bancarias.

Su disco de regreso EB84, lo produjo el británico Dave Edmunds e incluía un tema compuesto ex profeso de Paul McCartney. En 1986, cuando el Rock and Roll Hall of Fame abrió sus puertas, ellos estuvieron entre los primeros en ingresar en tal recinto. En 1988 publicaron el que sería su último disco de estudio, Some Hearts.

Siguieron tocando en vivo, esporádicamente hasta ya entrado el siglo XXI. En 2003 fueron abridores para Simon y Garfunkel (quienes reconocieron que sin ellos no habrían existido). En 2005 hicieron su última gira británica y en 2010 se les pudo oír cantando en una canción de Edan, el hijo de Don. No hubo más, Phil Everly, el menor de los hermanos, murió en 3 de enero del 2014 a los 74 años de edad,  en Burbank (California) a causa de una enfermedad pulmonar, causada por el hábito de fumar.

Su influencia fue notable en distintas generaciones de músicos, tanto para los Beatles que comenzaron copiando sus armonías vocales. La primera gira importante de los Rolling Stones fue como teloneros de los Everly Brothers y Keith Richards aseguró que en aquel camión que los transportaba aprendió unos cuantos trucos en la guitarra. Graham Nash, a su vez, dijo que cuando entró en los Hollies, lo que quería era que la gente sintiera la emoción que él había experimentado cuando escuchó por primera vez “Bye Bye Love” e instaló las armonías con CSN&Y, y así sucesivamente. Los hermanos, pues, tenían algo además del odio del uno hacia el otro.

VIDEO SUGERIDO: Everly Brothers – “All I Have To Do Is Dream/Cathy’s Clown” 1960 (Reelin’ in The Years Archives)

EVERLY BROTHERS (FOTO 3)

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BIBLIOGRAFÍA: SONGBOOK (II)

Por SERGIO MONSALVO C.

SONGBOOK II (PORTADA)

(HISTORIA DE UNA CANCIÓN)*

A partir de la aparición de las canciones en diversos géneros la gente utilizó la música para responder a cuestiones referentes a la propia identidad. Las personas echaron mano de ellas para crearse una particular autodefinición, el signo de la identificación, la cual era (es) inmediata y estaba (está) ligada a la intensidad de la música en tanto que sonido. El placer es experimentado de forma directa e inmediata.

Las canciones genéricas proveen a los escuchas de un modo de gestionar la relación entre su vida pública y su vida privada y emotiva. Los cantantes hacen que dichas sensaciones parezcan más ricas y más convincentes que las que comúnmente se podrían expresar con propias palabras.

Asimismo las piezas mejor construidas, redondas y exitosas dan forma a la memoria personal, son el soundtrack de cada vida particular. Organizan “nuestro” sentido del tiempo y la intensificación de la experiencia del presente. Una de las consecuencias más obvias de todo ello resulta clave para recordar las cosas pasadas, desencadenan las asociaciones más intensas de tiempos idos.

Hay algunas canciones de las que crecen árboles frondosos y hasta inmensos bosques. Es el caso de las que he escrito en la serie “Historia de una Canción”. Piezas registradas en los anales de las listas de popularidad o al margen de ellas; piezas que nacen del corazón y se transforman con el paso del tiempo en clásicos inmortales.

En resumen, la buena cosecha de canciones representan al YO en relación con la sociedad creando, a través del impacto potente y directo del sonido, un continuo flujo de conciencia. El significado de una canción se obtiene cuando ésta entra en la historia por sus méritos estéticos y sociales.

La manera en que una pieza hace historia produce un significado y valor agregado a la misma, por eso mediante una categoría como “Historia de una Canción” que narre su creación, su génesis, su impacto personal, se dará cuenta de la dimensión estética y del valor que posee tanto dentro de una sociedad concreta en un momento concreto, como en la de un individuo.

*Fragmento de la introducción al volumen Songbook II de la Editorial Doble A, colección de textos publicados de forma seriada a través de la categoría “Historia de una canción” en el blog “Con los audífonos puestos”.

Songbook II

(Historia de una canción)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Textos”

The Netherlands, 2021

SONGBOOK II

(CONTENIDO)

1.- “Heat of the Moment”

2.- “Nothing Else Matters”

3.- “Personal Jesus”

4.- “Refugee”

5.- “Rock & Roll Nigger”

6.- “She’s Gone”

7.- “Suzie Q”

8.- “Tequila”

9.- “When a Man Love’s a Woman”

10.- “When I’m 64”

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BABEL XXI-501

 

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BXXI-501 (FOTO 1)

 

THE LAST POETS

El RAP SIN IMPOSTORES

 

 

Programa radiofónico de Sergio Monsalvo C.

 

https://www.babelxxi.com/?p=7936

 

 

 

 

 

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THE JIM JONES REVUE

Por SERGIO MONSALVO C.

JIM JONES (FOTO 1)

UNA PÍLDORA ANTIDEPRESIVA

No hay mejor manera de enfrentar la crisis, cualquier crisis, que empaparse con un buen y solidario rock’n’roll primigenio, donde es seguro que se produzcan los excesos que alivian: desde el flujo de la adrenalina hasta en la cantidad de cervezas o whisky consumidas. Una buena dosis de ello se encuentra (y se requiere como requisito para la escucha) en los discos de la Jim Jones Revue.

Por ejemplo uno, cuyo título lo dice todo: Burning Your House Down, un álbum que agrupa más de una decena de piezas, incendiarias al por mayor, continentes de su característico y garagero estilo punk-rock-blues (nombre también de la marca discográfica en la que graba).

Es la continuación en la trayectoria del grupo británico tras el anterior Here To Save Your Soul, donde se reunieron por primera vez todos sus sencillos y lados B.

Es increíble –y fascinante al mismo tiempo—constatar como Jim Jones, que fuera cantante de Thee Hypnotics (uno de los poderosos representantes del rock de garage británico y del sello Sub Pop durante la década de los noventa, así como de los posteriores Black Moses), tiene la fórmula para levantar y elevar a un ánimo decaído y colocarlo en el más alto nivel vital.

Su música agarra y transporta como un bólido que anda en busca del asfalto donde lucirse. Música para inflamar cualquier reproductor de sonido que le pongan por delante.

Jim Jones formó parte de aquel conglomerado (Thee Hypnotics) entre 1989 y 1994, con los que grabó en primera instancia un par de discos y un E.P. que los inscribieron con calificación de sobresaliente en la refrescante ola de garage de la Gran Bretaña.

Sin embargo, durante la gira promocional por la Unión Americana de Come Down Heavy (de 1990)el baterista sufrió un accidente automovilístico que lo inutilizó de por vida para la música.

Y aunque continuaron grabando y presentándose en conciertos ya no fue lo mismo, el impulso mermó. Tras un par de álbumes más y varios cambios en la formación el grupo se disolvió.

Sin embargo, Jones continuó dentro de la escena con los mencionados Black Moses, que se dedicaron más bien al público de los clubes pequeños londinenses, con un perfil bajo.

Y así se mantuvo hasta que en el 2004 formó una nueva agrupación junto a Rupert Orton, Gavin Jay, Nick Jones y Elliot Mortimer, a quienes les propuso rebuscar en aquel espíritu indomable que se percibe en los primeros tiempos y grabaciones del rock & roll. Así que luego de un par de ensayos… ¡zaz! Apareció la Jim Jones Revue, nombre con el que se presentó por vez primera en el club Not The Same Old Blues Crap, de la capital inglesa.

JIM JONES (FOTO 2)

Cubrieron todo el circuito punk y garagero de las islas con presentaciones intermitentes en el continente europeo (en festivales genéricos o como teloneros para otras agrupaciones).

En el 2008, tras cumplir personalmente veinte años dentro de la escena rockera, Jones decidió grabar por fin su primer disco con esta banda: The Jim Jones Revue (en el sello Punk Rock Blues Records), con el cual obtuvo un reconocimiento que le permitió brindar más conciertos y una regularidad para solidificar su idea musical.

En el inter grabaron una buena cantidad de singles que vendían durante sus presentaciones (que luego se recopilarían en el álbum ya citado). La veteranía de Jones los ancló en la mera alma del género.

VIDEO SUGERIDO: Jim Jones Revue – Burning Your House Down, YouTube (worldwideviral)

Matizando: en este tipo de rock se suscriben el mismo conjunto de conceptos: pasión, energía, actitud, espíritu, los pruritos por excelencia de las raíces.

Su crudeza apasionada hace caso omiso de la mesura, como en sus tiempos más remotos. Es el aquí, ahora y se acabó (en un siempre omnipresente sea retro o de avanzada).

La barbarie de la Jim Jones Revue mantiene incólume las constantes originales: en lo físico (ruidoso, desaliñado— y urbano), en lo espiritual (energético, crudo, primitivo) y en sus vibraciones temporales.

Dichas constantes lo legitiman. Una banda como ésta tiene bien identificado su ADN, sus influencias y sus fuentes, sus piedras de toque: The Birthday Party, Johnny Thunders, The Gun Club, el noise de The Sonics y los pilares fundamentales del r&r. Todas esas músicas les han proporcionado el sustento.

Por todo ello, el de esta revue es auténtico rock primigenio, vigoroso tanto en las incendiadas teclas, como en los brillantes y concisos riffs, sobre los que se estructura.

Asimismo, está la voz de Jones que se autocombustiona en cada canción. Por otro lado, ver al grupo en vivo intensifica la experiencia, resulta más contundente: el placer de la exuberancia se extiende.

Para mí, en una superflua votación para elegir entre lo mejor que ha dado el rock en la última década, comenzaría con la Jim Jones Revue para perfilar el decenio.

Obviamente con Burning Your House Down, entre los primeros lugares. Por su música, por sus actuaciones (que por fortuna se pueden constatar en video), pero por encima de todo, por su actitud.

Hay quien dice que se le puede comparar como una colisión entre Little Richard y MC5 (aunque también los hay que personifican la misma metáfora pero entre Jon Spenser y Jerry Lee Lewis).

Y sólo por tal circunstancia merecería la pena intentar escucharlo o adquirir un disco suyo en estos tiempos, para combatir el estrés producido por todo lo que nos rodea. Es un puro exceso. El rock’n’roll es ello. El antidepresivo por excelencia.

VIDEO SUGERIDO: 01 Jim Jones Revue – Big Honk O’Luv, YouTube (bastiduxxx) / o The Jim Jones Revue at Dirty Water Club, YouTube

JIM JONES (FOTO 3)

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