Hoy por hoy cada texto, cada acontecimiento, cada track emitido por el grupo Radiohead reclama de inmediato (tras la ansiosa espera, dados los largos periodos entre un grabación y otra), una interpretación conceptual y una traducción receptiva por parte del público y los medios.
Esto es así porque en la obra de la banda no hay un hilo conductor lineal, los álbumes no pueden ser insertados en una cadena como ejemplares semejantes.
Ninguno de ellos construye un nudo, un eje, un solo trayecto. La calidad estética y visión de Radiohead vuelve singular cada nuevo título. Por eso, cuando se escucha una composición de cualquiera de ellos se tiende a analizarla, a segmentarla, para encontrar la proyección de cada idea.
El discurso de este grupo de Oxford brilla cada vez más con luz propia. Su estilo no puede ser confinado o reducido a un ámbito único. El suyo se trata de un fenómeno discursivo que implica y cuestiona lo musical y extramusical, lo conocido y lo nunca escuchado, tanto como las expresiones, bagajes culturales, sociales, subjetivos e ideológicos, imágenes y terrores existenciales de sus miembros —de Yorke en especial por ser el compositor—, sin los cuales no sería posible la comprensión de su trabajo.
Es habitual que se piense que pocas manifestaciones de la música actual participen de todas esas esferas. Sin embargo, la de Radiohead sí lo hace, y en mucho gracias a su manejo dentro del campo indie, que tiene compatibilidad con la percepción e identificación del grupo con el placer y el dolor con que se vive en esta época. Y los expresan sin cortapisas, sin ocultamientos.
La obra de Radiohead no es sólo la del uso de una tecnología, sino que también inyecta en la música un sentido de lo personal y colectivo, de lo político y social, al posibilitar la imaginería y una más profunda comprensión sobre la ruptura de la armonía y de la utilidad de un arte como éste para explicarlas en su conjunto.
Hoy Radiohead es por eso el mejor ejemplo de un grupo vanguardista que sabe moverse en el vaivén entre el conocimiento y la experiencia. Por ello, el álbum en vivo I Might Be Wrong: Live Recordings (2001), es una magnífica oportunidad para escuchar reunidas piezas tanto del disco Kid A como de Amnesiac en su momento.
Tal hecho destaca por varios motivos: En primera instancia, la posibilidad de oír interpretaciones variadas para tracks como “Like Spinning Plates”, “The National Anthem” o la que da nombre al álbum. En segundo término, para mostrar in situ un momento altamente creativo del grupo británico; o para escuchar por primera vez la pieza “True Love Waits”, que hacía su aparición, así como la química que desplegaban en vivo Johnny Greenwood y Ed O’Brien en las cuerdas. Un registro discográfico incandescente.
VIDEO: Radiohead – House of Cards, YouTube (radiohead)
La función de la música de Radiohead en un mundo en que se ha dado la ruptura de la armonía entre el hombre que sabe y el hombre que siente, será siempre doble: expresar al mismo tiempo la alegría y la pena. Hacer lo primero con los medios de la segunda y viceversa, es decir: llorar de alegría y reír de pena.
Es lo que los antropólogos sociales conocen como “estados luminares”.
El grupo que representa mejor esta circunstancia existencial en la música es el ya mencionado Radiohead. Quizá el mejor grupo de la primera década de los años cero.
Radiohead es un quinteto británico con una obra independiente, hipermoderna y luminar, de meditaciones desengañadas, profundas, sobre las expresiones del patetismo y la muerte en la cultura, en lugar de las románticas y tradicionales del pop sobre el sexo y el desenfado.
Radiohead devolvió al género indie a su estado natural, la autocompasión épica, y lo hizo trascender en una secuencia ascendente: Pablo Honey, The Bends, OK Computer, Kid A, Amnesiac, Hail tothe Thief, In Rainbows, The King of Limbs, A Moon Shaped Pool …
A pesar de que todo el material es rico y con varios niveles de lectura, son dos las obras, hasta el momento, que los convierten en el grupo bisagra y estandarte del rock indie entre dos siglos: OK Computer e In Rainbows. Una década transcurrió entre ambos, la misma que los convirtió en celebridades.
En 1996, la banda rentó la fantasmagórica vieja mansión de la actriz Jane Seymour cerca de Bath e instaló ahí su flamante estudio móvil. El entorno rústico le inspiró al grupo OK Computer, un álbum casi sacro que con creces cumplió las altas expectativas.
El conjunto supo reunir en un sonido noventero la ambición del rock en progresión, el ambiente desolado de la new wave, el ansia por la experimentación del krautrock y las cualidades del pop beatle para la canción.
OK Computer (que apareció en 1997) despertó una ola de entusiasmo en la prensa y el público. El cantante Thom Yorke dominó toda la extensión de las emociones intensas y la banda continuó presentando baladas extremas y sin igual.
Un ejemplo luminoso de esta nueva propuesta fueron los primeros sencillos, “Paranoid Android” y “Karma Police”. Y uno de su oscuridad sería “Let Down”, en la que el compositor y cantante va del pathos a la melancolía.
Entre ambos extremos se da el vaivén hechizante del resto del álbum. OK Computer fue el “Álbum del año” y se ganó un lugar entre los “100 mejores álbumes de todos los tiempos”.
In Rainbows (del 2007), por su parte, es una construcción sólida, en concreto, madura, de sonoridad rugosa, afilada y profundamente lírica, que los sitúa como un grupo único, revolucionario, experimental y con el sonido del porvenir.
Su temática ronda las inquietudes del hombre contemporáneo: tecnología, existencia, soledad, amor.
Y no sólo en lo musical revolucionan, sino también en la toma de decisiones sobre cómo la gente puede escuchar su material.
Radiohead no es un grupo convencional que se apegue a las reglas del juego del mercado.
VIDEO SUGERIDO: radiohead “karma police” Glasto, YouTube (viclibertine)
Es una banda que hace pocas giras, elige sus destinos, rechaza presentaciones por motivos ambientales en lugares donde no se respeta a la naturaleza.
Asimismo, crea sus propias portadas, sus videos con la más vanguardista hi-tech, y ofrece a la discreción del escucha el precio de sus nuevos álbumes por tiempo determinado en la web, contraviniendo los intereses de su disquera. En fin, todo ello lo hace un grupo diferente.
Sus innovaciones tecnológicas y el uso un tanto subversivo de sus ambientes han hecho de Radiohead un icono cultural en el seno mismo de la industria discográfica, el cual con cada disco ha tratado de ofrecer una réplica a los intentos hegemónicos de esta última.
Con su lanzamiento, The King of Limbs su octavo álbum, la noticia surgió y de inmediato se supo en todo el orbe.
El grupo anunció la aparición de su nuevo material en su sitio web y a través de Twitter, el álbum fue publicado con 8 pistas y se presentó en formato digital (WAV y mp3) así como también en una presentación física estándar en CD.
Además, se puso a la venta un pack de lujo denominado «Newspaper album» que contiene varios discos en vinil, CDs, cupones de descarga en formato digital y una gran cantidad de parafernalia (contenido no musical: arte en láminas, pequeñas ilustraciones, etcétera).
Hoy por hoy cada texto, cada acontecimiento, cada track emitido por el grupo reclama de inmediato (tras la ansiosa espera), una interpretación conceptual y una traducción receptiva por parte del público y los medios.
Esto es así porque en la obra de la banda no hay un hilo conductor lineal, los álbumes no pueden ser insertados en una cadena como ejemplares semejantes.
Ninguno de ellos construye un nudo, un eje, un solo trayecto. La calidad estética y visión de Radiohead vuelve singular cada nuevo título.
Por eso, cuando se escucha una composición de cualquiera de ellos se tiende a analizarla, a segmentarla, para encontrar la proyección de cada idea.
El discurso de este grupo de Oxford brilla cada vez más con luz propia. Su estilo no puede ser confinado o reducido a un ámbito único.
El suyo se trata de un fenómeno discursivo que implica y cuestiona lo musical y extra musical, lo conocido y lo nunca escuchado, tanto como las expresiones, bagajes culturales, sociales, subjetivos e ideológicos, imágenes y terrores existenciales de sus miembros —de Yorke en especial por ser el compositor—, sin los cuales no sería posible la comprensión de su trabajo.
Es habitual que se piense que pocas manifestaciones de la música actual participen de todas esas esferas. Sin embargo, la de Radiohead sí lo hace, y en mucho gracias a su manejo dentro del campo indie, que tiene compatibilidad con la percepción e identificación del grupo con el placer y el dolor con que se vive en esta época. Y los expresan sin cortapisas, sin ocultamientos.
La obra de Radiohead no es sólo la del uso de una tecnología, sino que también inyecta en la música un sentido de lo personal y colectivo, de lo político y social, al posibilitar la imaginería y una más profunda comprensión sobre la ruptura de la armonía y de la utilidad de un arte como éste para explicarlas en su conjunto.
Hoy Radiohead es por eso el mejor ejemplo de un grupo hipermoderno que sabe moverse en el vaivén entre el conocimiento y la experiencia.
VIDEO SUGERIDO: Radiohead – House of Cards, YouTube (radiohead)
El primer humanoide que se dio cuenta del cambio de las estaciones, y de la repetición de las mismas, agregó a sus conocimientos algo determinante: la concepción del tiempo. Desde entonces el homo sapiens ha buscado anticiparse al futuro en nombre de la supervivencia.
Desde entonces, también, todo filósofo, científico, artista o poeta se ha detenido a pensar sobre él y en su definición. ¿Qué es el tiempo? Ha sido la pregunta recurrente y con ella se ha agregado el intento de atrapar tal concepto.
Radiohead ha sido un núcleo artístico persistente en ello, confluyen en él los elementos que le han dado identidad al ser humano en concordancia con el tiempo: su ensimismamiento, su espíritu y su relación con él.
Ese es el vértice en el que se ha movido uno de los grupos más importantes de la cultura rockera de las últimas décadas, que abarcan cambio de siglo, de milenio, de las tecnologías y, tras el 11-S y el Coronavirus, el del mundo tal como se conocía antes y que hoy (iniciada la tercera década del siglo XXI) se ve al borde del colapso.
El ser y el tiempo. Esa es la sensación que provoca su obra y la de que Radiohead es un grupo completamente ensimismado en esa relación, su propia existencia. Y en ella, para el grupo de Oxford, el espíritu de tal confluencia está en lo que en alemán se llama Weltschmerz, una palabra que ha logrado mostrar sintéticamente la negrura de un estado anímico: el espíritu de los tiempos, ese que se ve reflejado en sus canciones.
*Fragmento del texto O.K. Radiohead (o viceversa), de la Editorial Doble A, y publicado de manera seriada en el blog “Con los audífonos puestos”.
Ese año murió la oveja Dolly, el primer mamífero clonado.
Comenzó la Guerra del Golfo en Irak.
Se constituyó en La Haya (Países Bajos) el Tribunal Penal Internacional.
El periódico The Boston Globe recibió el Premio Pulitzer por su cobertura de los escándalos sexuales de la Iglesia Católica en los Estados Unidos.
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Nueva York, una vez más, aportó su cuota de calidad con el garage punk representado por la onomatopéyica banda de los Yeah Yeah Yeahs. La música de este grupo de la Urbe de Hierro era una mezcla de estilos retro complementados con el fuerte apoyo de las guitarras de extracto punk.
El fuerte guitarreo, los sonidos sintéticos y chillones, desvariados y la voz melancólica de su cantante, Karen O, caracterizaron el garage punk de esta banda líder. El indie rock, el rock alternativo, la psicodelia y el punk, adornaron con sus salpicaduras de brocha gorda los nuevos caminos del garage.
En el nuevo álbum, Elephant, de los White Stripes venía contenido un tema extraordinario tanto por su sencillez como su primitivismo (concepto tan caro para el rock) que no sólo se convertiría en un clásico del género, sino también en un himno deportivo que sería cantado por el público, desde su aparición, en todos los estadios alrededor del mundo, para alentar al equipo o celebrar una victoria, su título: “Seven Nations Army”.
Pero en tal álbum no sólo vendría esa joya, sino un puñado de títulos que pasarían a formar parte del legado mayúsculo del dueto de Jack y Meg White. Vayan dos piezas como ejemplo: “In the Cold Cold Night” (cantada por Meg, con una vocesita frágil y melancólica) y una versión de Jack sobre un tema de Burt Bacharach (“I Just Don’t Know What to Do with Myself”) que antaño haría famoso la llorada cantante Dusty Springfield.
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Por su parte, Radiohead entró de nueva cuenta al estudio de grabación en el mes de abril del año anterior y con ello se anunció la hechura de un álbum que llevaría por nombre Hail tothe Thief. Este sexto disco con Parlophone salió a la venta la primera quincena de junio del 2003 y tuvo como sencillo el tema “There There”, acompañado de un impresionante video que se puso en circulación el 26 de mayo de ese mismo año.
Al escuchar al grupo se cae en la cuenta de que el legado de Can y Neu!, sus influencias manifiestas, han resistido el paso del tiempo. Donde más se nota su huella es en el tratamiento que Radiohead hace del post-rock, con su rítmica y matices sonoros. Yorke mantiene la sensación de viajar por una carretera recién inaugurada cada vez que los evoca. Sin embargo, ése es sólo uno de los elementos que el grupo maneja a lo largo de otro álbum magnífico, tanto para los integrantes como para la historia del rock mismo.
VIDEO SUGERIDO: Radiohead – There, There, YouTube (Radiohead)
El primer humanoide que se dio cuenta del cambio de las estaciones y de la repetición de las mismas, agregó a sus conocimientos algo determinante: la concepción del tiempo. Desde entonces el homo sapiens ha buscado anticiparse al futuro en nombre de la supervivencia.
Desde entonces, también, todo filósofo, científico, artista o poeta se ha detenido a pensar sobre él y en su definición. ¿Qué es el tiempo? Ha sido la pregunta recurrente y con ella se ha agregado el intento de atrapar tal concepto.
Radiohead ha sido un núcleo artístico persistente en ello, confluyen en él los elementos que le han dado identidad al ser humano en concordancia con el tiempo: su ensimismamiento, su espíritu y su relación con él.
Ese es el vértice en el que se ha movido uno de los grupos más importantes de la cultura rockera de las últimas décadas, que abarcan cambio de siglo, de milenio, de las tecnologías y, tras el 11-S y el Coronavirus, el del mundo tal como se conocía antes y que hoy (iniciada la tercera década del siglo XXI) se ve al borde del colapso.
El ser y el tiempo. Esa es la sensación que provoca su obra y la de que Radiohead es un grupo completamente ensimismado en esa relación, su propia existencia. Y en ella, para el grupo de Oxford, el espíritu de tal confluencia está en lo que en alemán se llama Weltschmerz, una palabra que ha logrado mostrar sintéticamente la negrura de un estado anímico: el espíritu de los tiempos, ese que se ve reflejado en sus canciones.
*Fragmento del libro Ok Radiohead (o viceversa), de la Editorial Doble A, y publicado de manera seriada en el blog “Con los audífonos puestos”, bajo la categoría “Radiohead”.
Radiohead es el grupo más representativo del rock en el último cuarto de siglo. ¿Por qué? Porque su temática ha rondado desde la primera hasta la última obra en las inquietudes del hombre contemporáneo: tecnología, existencia, tiempo, soledad y amor.
Porque ha estado a la cabeza del avant-rock alternativo con cada uno de sus discos. Ha innovado en cuestiones musicales y líricas; ha usado las mejores herramientas tecnológicas a su alcance (tanto sonoras como visuales) y ha modificado la manera de hacer y difundir la música (puro art-rock).
Para todo ello se ha tomado el espacio necesario entre un trabajo y otro, sus propios paréntesis. Y no sólo en lo musical revoluciona cada vez que aparece un nuevo álbum, sino también en la toma de decisiones sobre cómo la gente puede escuchar su material.
No es un conglomerado convencional que se apegue a las reglas del juego del mercado. Es una banda que hace pocas giras, elige sus destinos (incluso a contracorriente de lo aceptado o rechazado por la comunidad internacional, arriesgando imagen y prestigio).
Rechaza presentaciones por motivos ambientales en lugares donde no se respeta a la naturaleza, diseña sus propias portadas, crea sus videos con la más vanguardista hi-tech, e igualmente ha ofrecido a la discreción del escucha el precio de un nuevo álbum por tiempo determinado en la web, contraviniendo los intereses de su compañía disquera. En fin, todo ello lo ha hecho un grupo diferente.
Sus innovaciones tecnológicas y el uso un tanto subversivo de sus ambientaciones han hecho de Radiohead un icono cultural, en el seno mismo de la industria discográfica, el cual con cada disco ha tratado de ofrecer una réplica a los intentos hegemónicos de esta última.
Hoy, cada texto, cada pieza emitida por él (convertida al instante en acontecimiento sonoro global) reclama de inmediato una interpretación, una traducción receptiva, por parte del público y de los medios de comunicación a nivel mundial.
Así ha sucedido con el ejemplo de “I Promise”, pero también con aquél álbum reclamado como su obra maestra: Ok Computer, que ha cumplido ya los 20 años. Las novedosas “I Promise” y “Man of War” son los singles y parte de su celebratorio Oknotok (del 2017) que remasteriza el material de dicha creación en una especie de autotributo.
Sí, autotributo, porque en aquel entonces hubo un conjunto en un castillo, sin murallas de mebrillo y sin torres de turrón. Era de piedra y estaba encantado. Sus vibraciones procedían de la última década del siglo XV. Su nombre St. Catherine’s Court y todavía se encuentra en el sur del territorio inglés. Ahí se decidió grabar el disco: por intuición, por emoción, por ventura. Por eso actualmente lo celebran.
La época era freudiana, por llamarla de alguna manera, Radiohead, el quinteto de Oxford, había surgido de la ola britpop, de la cual ahora renegaba y buscaba ejecutar la simbólica “muerte del padre”. En 1997 ya eran una banda con misión estética, con palabras selectas y discursos definidos. Era tiempo de metamorfosis y de encumbrar lo indie.
VIDEO SUGERIDO: Radiohead – Paranoid Android, YouTube (Raiohead)
Curiosamente, un álbum de un cuarto de siglo anterior fue el leitmotiv e influencia para la agrupación, de forma destacada para Tom Yorke. Éste quería evocar la sonoridad del Bitches Brew de Miles Davis (aparato experimental y de texturas) como objetivo a conseguir. “Tiene un sonido increíblemente denso y genial. El mismo que sentía en mi cabeza”, dijo.
Para colaborar en dicho objetivo también estuvo el ingeniero Nigel Godrich, un traductor nunca mejor escogido para la tarea. El resultado que obtuvo Radiohead condujo al oyente a territorios inexplorados. Una aventura que encendía la imaginación entre sus muchas cualidades.
En ese disco elaborado en un castillo hubo misterio y descubrimiento acústico. La aportación sonora desde el enigma pétreo y sus fantasmas hacia lo avanzado. Una épica llena de riesgos, de bellos matices y detalles que preludiaban cambios.
Escuchar era ver en medio de la deslumbrante elegancia instrumental; de la abstracción lírica y la atmósfera distópica, que entretejen una red para captar (o capturar) al signo de los tiempos. Una obra maestra a perpetuidad.
En los años treinta surgió en los Estados Unidos un organismo público que ha sido una joya por el servicio que brinda. Se trata de la Biblioteca del Congreso de la Unión Americana, una institución que desde entonces reconoce, entre otras cosas, la importancia de la música y de su legado en el desarrollo cultural del país. Lo recolecta todo.
Asimismo, desde el comienzo del siglo XXI, incluyó dentro de sus tareas seleccionar anualmente los 25 álbumes que sean “cultural, histórica o estéticamente más significativos”. Elaboran un canon con ello. Es un trabajo de extrema lucidez para preservar la esencia de la música de todos las épocas.
Hace un par de años lo hicieron con Ok Computer, al que destacaron por “su experimentación e impacto”. Los méritos de tal disco fueron confirmados así, con su asimilación al acervo de una institución cuyo único interés es el de la preservación de la cultura con reconocimiento internacional. Una institución de ambición cosmopolita.
En un apartado diferente, pero dentro de la misma tónica, la pieza “Paranoid Android”, contenida dentro de aquél, fue elegida como la mejor canción de los últimos lustros por diversos medios especializados. Incluyendo a las paradigmáticas revistas Rolling Stone y New Musical Express.
Al escuchar Oknotok (la remasterización de todo el álbum) queda en claro que la suya es otra dimensión, única. Y lo que permanece son las imágenes que propicia y reverberan, como muescas vivenciales que no se cierran, que no están estáticas, que se mueven bajo la piel, a discreción.
Las preguntas generales de la obra siguen vigentes, no son nuevas, como suele suceder con las cuestiones importantes que siempre retornan (la existencia, el tiempo, la soledad, el amor y la tecnología omnipresente), que siempre estarán ahí tanto para los primeros escuchas como para los recién llegados.
Radiohead ha dirigido su “actual” álbum con un ritmo fenomenal, sin forzar nada, dejando que los temas crezcan de nuevo ante nuestros oídos y con sutileza, haciendo que adivinemos su andanza emocional por el impacto en los oídos de quienes las escuchamos con el reciente tratamiento digital.
A mí, en lo particular, me sigue gustando por su melancolía adulta y particular desazón, acorde con el Zeitgeist contemporáneo, apuntalado aún más con los nuevos y perturbadores singles.
Al disco OK, Computer lo disfruto cada vez que lo escucho. Lo he hecho un sinnúmero de ocasiones a lo largo de 20 años y me sigue sorprendiendo y conmoviendo. En su momento (tiempo y espacio) fue imposible hacer algo mejor. Eso lo ha convertido en un álbum clásico, en una promesa de gozo reiterado.
Hoy, cuando la capacidad de concentración es tan pobre y limitada, totalmente fragmentaria, discos como éste (y su espejo digital Oknotok) resultan un desafío y, por igual, el premio recibido por la atención sostenida y alerta tras su escucha completa. Es un placer profundo que no se agota en un instante ni en decenas de años.
Ok, Computer ha expandido su destello durante 20 años y creo que (con el añadido de Oknotok) lo seguirá haciendo en las décadas por venir, como corresponde a las obras ejemplares, que al parecer son la única asignatura en la agenda de un grupo como Radiohead.
VIDEO SUGERIDO: Radiohead – I Promise, (YouTube (Radiohead)]
El primer humanoide que se dio cuenta del cambio de las estaciones y de la repetición de las mismas, agregó a sus conocimientos algo determinante: la concepción del tiempo. Desde entonces el homo sapiens ha buscado anticiparse al futuro en nombre de la supervivencia. Desde entonces, también, todo filósofo, científico, artista o poeta se ha detenido a pensar sobre él y en su definición. ¿Qué es el tiempo? Ha sido la pregunta recurrente y con ella se ha agregado el intento de atrapar tal concepto.
Radiohead ha sido un núcleo artístico persistente en ello, confluyen en él los elementos que le han dado identidad al ser humano en concordancia con el tiempo: su ensimismamiento, su espíritu y su relación con él. Ese es el vértice en el que se ha movido uno de los grupos más importante de la cultura rockera de las últimas décadas, que abarcan cambio de siglo, de milenio, de las tecnologías y, tras el 11-S y el Coronavirus, el del mundo tal como se conocía antes y que hoy (al final de la segunda década del siglo XXI) se ve al borde del colapso.
El proceso temporal para llevar adelante cualquier idea estética puede resultar tortuoso, largo y pesaroso o no, según el artista lo viva. Exponer una nueva canción al mundo, o varias, puede ser algo que tarde mucho en llegar (asumiendo que pase) o no. A Radiohead, por ejemplo, le llevó un lustro hacerlo. Sin embargo, luego de The King of Limbs (del 2011) hasta la aparición de A Moon Shaped Pool (2016) la espera valió la pena, por todo lo que suscitó.
A Moon Shaped Pool fue el noveno disco de un grupo que llevaba, en ese momento, 25 años sorprendiendo al mundo con cada uno de sus movimientos. El conglomerado había sabido adelantarse a las cosas (desde su premonitorio Kid A, y sus profecías cumplidas con el cambio histórico tras los atentados del 2001) y habían tenido el ingenio para generar nuevas maneras de divulgarlas.
En un principio los recalcitrantes sectores fanáticos de “lo nuevo por lo nuevo” señalaron a A Moon Shaped Pool como una antología de piezas descartadas del resto de su discografía, únicamente basados en algo tan relativo como el tiempo de las mismas, pero era seguro su desconocimiento acerca de que las ideas no tienen fecha de caducidad; que se puede viajar al pasado y dejar el cuerpo en el presente; e ignoraban que existir es persistir: he ahí la indisoluble relación entre el ser y el tiempo, la de Radiohead, finalmente.
La aparición de este álbum dejó en claro que seguían siendo avant-garde (que no se puede definir el tiempo sin evocar al cambio, ni definir el cambio sin evocar al tiempo) y su popularidad se mantenía incólume, debido a la aceptación de las nuevas generaciones ante su obra. Como dije, Radiohead con este álbum demostró una vez más que había sido un grupo persistente en su relación.
El ser y el tiempo. Esa es la sensación que provoca el álbum y la de que Radiohead es un grupo completamente ensimismado en esa relación, su propia existencia. Y en ella para el grupo de Oxford el espíritu de tal confluencia está en lo que en alemán se llama Weltschmerz, una palabra que ha logrado mostrar sintéticamente la negrura de un estado anímico: el espíritu de los tiempos, ese que se ve reflejado en la canción y en la la imaginería del video de “Daydreaming”.
Hay una atmósfera dolorosa en todo el disco, de caída y pérdida, y un aire quebrado que describe un mundo paralizado por una medrosa melancolía, aire que no obstante está permeado de belleza en tonos sepia, con una combinación de sorpresivos arreglos orquestales y firmes bases rítmicas. Todo contenido en el mencionado corte “Daydreaming”, segundo track del disco, mostrado también por medio de un perturbador video dirigido por el cineasta Paul Thomas Anderson.
Radiohead entregó así una obra conmovedora, de una oscuridad que remueve, que toca las fibras y las deja expuestas a la intemperie. Y ahí es donde se empieza a desatar la mente del escucha, que se dispara en todas direcciones, porque el grupo siempre lo ha provocado. Especular tanto en su forma de hacer las cosas como en su contenido. Eso es lo que debe hacer una obra artística, poner a todo mundo a pensar y a preguntarse: por las palabras y por sus claves, por su sonido y por su vibración tanto externa como interna.
VIDEO SUGERIDO: Radiohead – Dreaming, YouTube (Radiohead)
La línea del horizonte de un ser creativo, como el argelino-francés Hector Zazou, es aquella a partir de la cual algo distinto empieza a manifestar su esencia. Lo mismo pueden ser nuevos sonidos que nuevas voces o diferentes lenguajes. Es todo aquello que esté inscrito más allá de lo consabido. En tan extenso terruño es precisamente donde surgen, trabajan y crean los «imaginativos». En el sentido musical de manera específica los alternativos como él son aquellos que buscan, que exploran, que descubren otros modos, diversas formas de la experiencia artística. Por ello, el campo de acción de Zazou no tuvo fronteras ni límites para su capacidad innovadora.
VIDEO SUGERIDO: Hector Zazou & Swara ‘Zannat’, YouTube (CrammedDiscs)
BXXI-32 RADIOHEAD
La calidad estética y visión de Radiohead vuelve singular cada nueva pieza suya que aparece. Por eso, cuando se escucha una composición del grupo se tiende a analizarla, a segmentarla, para encontrar la proyección de cada idea. El discurso de esta banda de Oxford brilla cada vez más con luz propia. Su estilo no puede ser confinado o reducido a un ámbito único. Se trata de un fenómeno discursivo que implica y cuestiona lo musical y extra musical, lo conocido y lo nunca escuchado, tanto como las expresiones, bagajes culturales, sociales, subjetivos e ideológicos, imágenes y terrores existenciales contemporáneos, sin los cuales no sería posible la comprensión de su trabajo.
VIDEO SUGERIDO: Radiohead – Like Spinning Plates video, YouTube (eyesup)
BXXI-33 ORQUESTA BAOBAB
La Orquesta Baobab, de Dakar, representa una especie de milagro social. Uno que se repite cada vez que sus integrantes se suben al escenario con sus timbales, maracas, tambores, tumbadoras y saxes. El milagro entonces se transformará en fiesta. Una en la que se funde la salsa con los ritmos africanos. Entonces todas las noches de cualquier lugar donde aperezca serán noches dakarianas. Los aires de Senegal flotarán en el aire mientras el grupo mezcle su música, cantada en alguno de los lenguajes de aquella zona del Continente Negro: wolof, diola o mandinga, con la rítmica afrocaribeña. La Baobab tiene un catálogo tan amplio que fácilmente puede llenar cuatro horas tocando si se lo propone.
VIDEO SUGERIDO: Orchestra Baobab – Live, Hutru horas, YouTube (ziggolo77)
BXXI-34 TOKIO
Con cada vez mayor frecuencia los músicos japoneses, de Tokio por ejemplo, demuestran ser por lo menos iguales a sus colegas occidentales, y cada vez crece más la conciencia de que la música del Japón tiene un potencial enorme que el resto del mundo debe conocer mejor. Antaño su música solía considerarse, en primer lugar, como una novedad, una golosina exótica que debía juzgarse de acuerdo con criterios muy diferentes que al pop occidental. Los asiáticos no protestaron contra este trato diferente, pero como prueba contra tales criterios les sirvió exponer la inocencia cuidadosamente cultivada de la escena Shibuya-kei para desmentirlos. Nombre surgido del barrio más cool de la capital japonesa.
VIDEO SUGERIDO: La Règle Du Jeu – Pizzicato Five, YouTube (P5 Maniax)
BXXI-35 NU-AFROBEAT
La observación y el padecimiento de la realidad circundante en África, durante los años sesenta del siglo XX, produjo un sonido y una premonición sobre él: “Se extenderá por todo el mundo, pero se tomará su tiempo, porque es el mejor modo de darse a conocer. Los dioses no quieren que esta música entre en la escena internacional como una moda, sino como un episodio cultural importante”. Así ha sido su evolución. Desde la obra de algún ilustre discípulo directo, como Tony Allen, hasta la de artistas contemporáneos provenientes de diversos géneros y puntos cardinales del planeta. En los Estados Unidos destacan dos agrupaciones referentes: Antibalas y Vampire Weekend.
VIDEO SUGERIDO: Antibalas Afrobeat Orchestra, YouTube (blackjackdavid)
En el año 2011 Tom Yorke quizá se convirtió en el hombre más hiperactivo de la escena musical. Su nombre apareció enlistado en diversas colaboraciones y trabajos a lo largo del periodo, y por si fuera poco, también se dio tiempo de armar un nuevo álbum con Radiohead: The King of Limbs.
Dicho octavo disco de estudio en el haber del grupo, se inscribió en la misma vertiente electrónica que había marcado su sonido en los tiempos recientes (el fin de la anterior década), y cuyas mayores señas de identidad se percibieron en el abandono de los instrumentos clásicos de un grupo de rock por un sonido sintético envolvente y atmosférico.
Una tendencia electrónica que se guiaba por los parámetros del jazz, o al menos en la interpretación personal ofrecida por la banda de Oxford. En tal disco los loops se convirtieron en el aparato óseo de la obra. Dichas herramientas resultaron fundamentales para construir esas atmósferas envolventes, cautivantes, hipnóticas y obsesivas con un resultado de marcado desaliento.
Radiohead
The King of Limbs no es un disco de escucha sencilla, no le llega ni seduce al oyente tras el primer contacto (la carencia de singles no colabora en ello). Es un álbum que necesita su tiempo, mucha concentración, identificación y sobre todo, de varias revisitaciones (todas las que sean necesarias). Es decir, exige el trabajo intelectual que le corresponde al receptor de una obra artística de gran calado.
Y si el oyente le proporciona todo ello será recompensado. Porque éste es un álbum que atrapa como una boa constrictor, aunque al grueso de la crítica especializada no le haya agradado ni lo haya ubicado entre los trabajos más aplaudidos de estos músicos, que siguen caminando a su libre albedrío a través de los altos puestos de la escena musical más inteligente.
Relajados y sin muchas pretensiones, el quinteto parece revisar en tan sólo ocho piezas parte de la vanguardia que consiguió con Kid A, así como la marca que dejó en Thom Yorke su disco solista The Eraser, de 2006.
Más loops, atmósferas dub, un piano triste y bellas líneas de bajo. Un disco que cumple, sin la obligación de sorprender, porque Radiohead es una leyenda contemporánea que ya se permite lo que sea. Lástima de sus colegas indie que insisten tanto en beber de su influencia, con el riesgo de desgastar este sonido
La banda de Oxford aprovechó el Record Store Day para editar el single “Supercollider/ The Butcher”, con la opción de descarga digital gratuita a quien hubiera comprado su álbum, The King Of Limbs. Posteriormente, a lo largo del año fueron entregando en una serie de cuatro discos de 12” diferentes remezclas del álbum a cargo de otros artistas, posteriormente compiladas en un doble CD con el título TKOL RMX.
VIDEO SUGERIDO: Radiohead – Lotus Flower, YouTube (Radiohead)