Por SERGIO MONSALVO C.
Hoy por hoy cada texto, cada acontecimiento, cada track emitido por el grupo Radiohead reclama de inmediato (tras la ansiosa espera, dados los largos periodos entre un grabación y otra), una interpretación conceptual y una traducción receptiva por parte del público y los medios.
Esto es así porque en la obra de la banda no hay un hilo conductor lineal, los álbumes no pueden ser insertados en una cadena como ejemplares semejantes.
Ninguno de ellos construye un nudo, un eje, un solo trayecto. La calidad estética y visión de Radiohead vuelve singular cada nuevo título. Por eso, cuando se escucha una composición de cualquiera de ellos se tiende a analizarla, a segmentarla, para encontrar la proyección de cada idea.
El discurso de este grupo de Oxford brilla cada vez más con luz propia. Su estilo no puede ser confinado o reducido a un ámbito único. El suyo se trata de un fenómeno discursivo que implica y cuestiona lo musical y extramusical, lo conocido y lo nunca escuchado, tanto como las expresiones, bagajes culturales, sociales, subjetivos e ideológicos, imágenes y terrores existenciales de sus miembros —de Yorke en especial por ser el compositor—, sin los cuales no sería posible la comprensión de su trabajo.
Es habitual que se piense que pocas manifestaciones de la música actual participen de todas esas esferas. Sin embargo, la de Radiohead sí lo hace, y en mucho gracias a su manejo dentro del campo indie, que tiene compatibilidad con la percepción e identificación del grupo con el placer y el dolor con que se vive en esta época. Y los expresan sin cortapisas, sin ocultamientos.
La obra de Radiohead no es sólo la del uso de una tecnología, sino que también inyecta en la música un sentido de lo personal y colectivo, de lo político y social, al posibilitar la imaginería y una más profunda comprensión sobre la ruptura de la armonía y de la utilidad de un arte como éste para explicarlas en su conjunto.
Hoy Radiohead es por eso el mejor ejemplo de un grupo vanguardista que sabe moverse en el vaivén entre el conocimiento y la experiencia. Por ello, el álbum en vivo I Might Be Wrong: Live Recordings (2001), es una magnífica oportunidad para escuchar reunidas piezas tanto del disco Kid A como de Amnesiac en su momento.
Tal hecho destaca por varios motivos: En primera instancia, la posibilidad de oír interpretaciones variadas para tracks como “Like Spinning Plates”, “The National Anthem” o la que da nombre al álbum. En segundo término, para mostrar in situ un momento altamente creativo del grupo británico; o para escuchar por primera vez la pieza “True Love Waits”, que hacía su aparición, así como la química que desplegaban en vivo Johnny Greenwood y Ed O’Brien en las cuerdas. Un registro discográfico incandescente.
VIDEO: Radiohead – House of Cards, YouTube (radiohead)