JAZZ: MILES DAVIS – III (KIND OF BLUE)

Por SERGIO MONSALVO C.

El jazz buscaba su lugar en la cultura de la segunda posguerra y probó varias posibilidades: la que combinaba el intelectualismo con su real función como música, hasta su culminación en la cumbre de Kind of Blue de MilesDavis.

El jazz era utilizado hasta entonces como soundtrack para el cine y la televisión neorrealista dura (desde Anatomy of a Murder de Ellington hasta el soundtrack de Davis Escalator to the Gallows, y en la televisión desde Peter Gunn hasta 77 Sunset Strip o Ironside); como música neoclásica experimental (desde las orquestas neofónicas de Stan Kenton hasta el Modern Jazz Quartet de John Lewis; como política en forma de una estética agitprop (la “innovación” revolucionaria negra, etcétera).

Podría pensar en otros papeles para el jazz y el género sin duda cumplió con todas ellas, aunque hasta cierto punto con la poca esperanza de los hombres y las mujeres que realmente querían tocar esta música. No obstante, hasta entonces, ninguna música podía tocarse en los Estados Unidos con la expectativa de resistirse a las presiones del mercado.

Ninguna música podía esquivar su propia dimensión comercial; si lo llegaba a hacer —como en ocasiones lo ha hecho el jazz durante esa época desprovista de viabilidad comercial— sólo termina, de manera paradójica, tratando de venderse con base en el hecho de ser no comercial y de alguna forma más pura y menos contaminada que otras músicas que se están vendiendo.

Esto equivale a elitismo, lo cual no necesariamente ni a priori es algo malo, pero el jazz definitivamente tuvo un papel protagónico en ello durante la era en que Davis fue una estrella. Lo interesante de Miles fue que de manera clara e inteligente sacó provecho de este elitismo, mientras a la vez se fijaba en cómo mantenerse dentro del ámbito popular, caminando sobre la fina línea divisoria entre el arte y el comercio.

Por lo tanto, el secreto de su éxito y su importancia para nosotros en la actualidad radica en el hecho de que como músico haya emprendido una búsqueda sin igual. El éxito de Davis se basó en su capacidad de “vender”, en cuanto imagen, el romance iconoclasta del jazzista y su búsqueda como representación del artista comprometido, que una buena parte del público deseaba escuchar, el suficiente para que él se ganara la vida con estilo como músico de jazz. Fue capaz de ello debido a su considerable talento.

 

El disco Kind of Blue fue muy influyente en su momento y nada ha cambiado desde entonces. Lo que Miles hizo en ese entonces fue el principio de una sensibilidad y de un idioma que hoy se sigue saboreando.

A los seis años de edad, Miles Davis tuvo una epifanía en un camino polvoso de la región sur de los Estados Unidos. Una revelación sonora que lo inquietaría por años y cuya manifestación concretaría a la edad de 33, con un sexteto, en un disco publicado en 1959 y que década tras década sería considerado, desde entonces, como un prodigio.

El número seis fue la clave para ello, por ser un dígito natural, matemáticamente perfecto, símbolo teológico de la armonía y de la belleza en la Cábala.

Numerologías aparte, lo esencial de la personalidad creadora de Miles Davis en esta obra fue servirse de músicos excepcionales (“Cannonball” Adderley y John Coltrane en los saxes, Bill Evans y Wynton Kelly en el piano –el segundo sólo en “Freddie Freeloader”–, Paul Chambers al bajo y Jimmy Cobb en la batería) y de su intuición como medios para mejorar la calidad de lo que pretendía expresar y comunicar:

Escribe Miles en su autobiografía: “Recuerdo cómo acostumbraba sonar la música allá en Arkansas, cuando iba a visitar a mi abuelo; especialmente durante los oficios religiosos del sábado por la noche. Aquella cosa te imponía. Caminábamos por aquellas sendas rurales en la oscuridad de la noche, y de repente nos llegaba la música de ninguna parte, de los árboles fantasmales donde todos murmuraban que vivían los espíritus.

“Recuerdo también que alguien tocaba la guitarra al estilo de B.B. King. Y también que un hombre o una mujer cantaban. Estoy seguro de que aquellos sonidos, aquel blues, su esencia y su ritmo, se me metieron en la sangre. Por eso cuando empecé a tomar lecciones de música debía ya tener, supongo, alguna idea de cómo quería que mi propia música sonara. No tuve tiempo para nada más”.

Con él, el arte del jazz cambió y progresó sin que ninguna de sus exploraciones invalidaran las anteriormente realizadas. En el caso de Kind of Blue hoy sabemos, de una forma documental incuestionable y exhaustiva, que Davis nunca dejó de usar de una u otra manera el blues.

Nunca se privó de usarlo para dejar plasmada la encarnación de su sueño primigenio: replicar lo mejor posible el sonido que lo invadió desde la infancia.

En Kind of Blue no sólo hizo una síntesis panorámica de su creciente implicación con el blues. Como artista de vanguardia en el medio jazzístico, ése fue uno de los usos más versátiles que se hubieran hecho hasta entonces de aquella música iniciática.

Además, catalogó como caso paradigmático el sobreentendido de que no había habido en el jazz auténtico ningún intérprete ajeno a la influencia del blues, incluso sin haberlo empleado materialmente en ninguna ocasión.

El trompetista declaraba que si a un músico de jazz se le colocara en un lugar donde se viera obligado a hacer algo distinto a su rutina normal saldría avante, pero para ello tendría que modificar su forma de pensar para lograrlo.

Tendría que utilizar su imaginación, ser más creativo y más innovador; correr más riesgos. Debería rebasar lo conocido, por mucho, y eso probablemente lo conduciría a un lugar nuevo, y luego al siguiente y así sucesivamente. Sería más libre, con otras expectativas, se adelantaría a los hechos y se daría cuenta de los nuevos caminos que se abrirían ante él.

La concreción de Kind of Blue como obra de arte total en el jazz, con la grabación y reproducción de la música en movimiento (con el estilo modal, de improvisación sobre escalas y no sobre acordes) fue la síntesis operativa más completa del arte jazzístico hasta entonces.

Pero además de serlo, fue la más completa plataforma de la memoria artística contemporánea; esto es: la que mejor recogió, actualizó y revalidó todo lo hecho en el género por el hombre desde su prehistoria.

De esta manera, Kind of Blue es el gran memorial de tal arte, que, a su vez, existe, sobre todo, para recordar lo que el hombre había sido hasta entonces o, si se quiere, el presente de su pasado.

El espíritu del descubrimiento está ahí, capturado en cinco tracks; el ahora de su momento y todos los sonidos musicales escuchados con anterioridad:

“All Blues”, “Flamenco Sketches”, “Blue in Green”, “Freddie Freeloader” y “So What”.

Kind of Blue es la historia de una visión extraordinaria. A partir de entonces nada sería lo mismo para el jazz ni para Miles Davis. Fue un disco que lo transformó todo, no sólo para el género sino para esa forma de arte en general. Se convirtió en una nueva forma de hacer música, de interpretarla y de escucharla.

A Davis el cambio lo colocó al centro de los acontecimientos y fue capaz, extraordinariamente, de absorberlo todo sin dejar de ser él mismo, para siempre el artista inquieto dedicado a la búsqueda, como un pionero en busca de nuevas fronteras. En cierto sentido, lo que quiso hacer fue trascender el jazz y simplemente encarnar la innovación musical moderna. Lo logró, una vez más. Y está a la cabeza del canon, desde entonces.

VIDEO: Miles Davis, All Blues, YouTube (kmpp16)

SIGNOS: VINCE TAYLOR

Por SERGIO MONSALVO C.

Como “Animal del Rock” se le conoce al cantante solista o miembros de una banda del género que se presentan en la actuación de manera intensa, salvaje (sin domesticar, en ciertos casos), portando consigo los dos emblemas rockeros por antonomasia: instinto y actitud, llevados al paroxismo de manera espectacular y majestuosa.

Ambas cosas se fundirán en el escenario para crear una manifestación arrogante y contundente (a veces errática, por su naturaleza); en circunstancias emocionantes junto a músicos pretorianos que emitirán sonidos sensacionales, poderosos, duros, hipnóticos, que dejarán estupefacto al público por el lapso fugaz que dure el concierto y, a la postre, en la memoria por muchos, muchos años (personajes de ello se inscriben en un gran listado de Elvis Presley a Jim Morrison, de  Lou Reed a Janis Joplin, de Kurt Cobain a Trent Reznor, entre otros).

En este caso, el personaje del que hablaré ardió hasta consumirse, inmerso en ello. En el ínterin, alternó con Johnny Kidd & The Pirates, los Rolling Stones, Johnny Hallyday, fue evocado por Van Morrison, influyó a David Bowie, fue citado por The Clash y le sirvió de arma a Adam Ant.

Es decir, su estela pasó por el rock and roll, el rock de garage, el rock clásico, el soul blanco, el punk y la New wave, entre otras corrientes. Tipo semejante respondía al nombre de Vince Taylor.

Vince Taylor, cuyo verdadero nombre era Brian Maurice Holden, nació en Londres en 1939. Su infancia transcurrió en la localidad de Isleworth, Inglaterra. Cuando cumplió los 7 años, su familia emigró a la Unión Americana y se estableció en New Jersey, donde su padre encontró trabajo.

A mediados de la década de los cincuenta, su hermana Sheila se casó con Joe Barbera, cofundador de los estudios  Hanna-Barbera y la familia se mudó de nueva cuenta a California, donde Taylor asistió a la preparatoria en Hollywood. Al mismo tiempo, tomó clases de vuelo y obtuvo la licencia de piloto.

A los 18 años descubrió el rock. Influenciado por la música de Gene Vincent y Elvis Presley, Taylor comenzó a cantar en bandas amateurs. Su cuñado Joe Barbera se convirtió en su representante y le pidió que lo acompañara en un viaje de negocios a Londres.

Ahí conoció al baterista Tony Meehan (posteriormente integrante de The Shadows), al guitarrista Joe Moretti y al bajista Tex Makins. Juntos formaron al grupo The Playboys. La lectura de una frase en latín (In hoc signo vinces), contenida en una envoltura de cigarrillos, lo motivó a cambiar su nombre por el Vince Taylor.

En 1959 alcanzaron el éxito con Brand new Cadillac. Taylor se hizo famoso también en Francia y otros lugares en Europa, donde tocó, acompañó y fue telonero de grupos importantes.

Sin embargo, comenzó el tobogán de su carrera, en un sube y baja de éxitos y fracasos, de presentaciones impresionantes y patéticas, de peleas dentro y fuera del escenario con los miembros de la banda (por la que desfilaron infinidad de músicos), de cambios de compañías discográficas y de nombre del grupo, víctima de los excesos, de sus admiradores, del alcohol y de las drogas.

De esta manera su estrella, que había fulgurado en los comienzos, decayó y este rockero carismático (vestido de cuero negro) pronto fue relegado por el público (sin embargo, su influencia permaneció a través del tiempo, desde David Bowie hasta Syd Vicious). Luego de constantes entradas y salidas de la desintoxicación se fue a vivir a Suiza en 1983.

Ahí, uno de los rockeros británicos más prometedores, falleció el martes 28 de agosto de 1991 en Lutry, cerca de Lausanne, a los 52 años de edad. El Ayuntamiento de Lutry, que anunció su muerte, afirmó solamente que la causa había sido una «larga enfermedad». Trabajaba como mecánico de aviación y vivía completamente alejado de la escena musical.

 

VIDEO: Vince Taylor at his best!, YouTube (oleracoon)

HISTORIA DE UNA CANCIÓN: «SHE’S GONE» (HOUND DOG TAYLOR)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

SHE'S GONE (FOTO 1)

 

(HOUND DOG TAYLOR)

 

Cuando me han llegado a preguntar ¿qué es el blues?, intento explicarlo con la mejor definición que me ha servido a mí: “El blues empezó con los primeros habitantes de la Tierra. ¿Y qué es el blues? Pues eso: un hombre, una mujer, un corazón roto. Ahí se resume todo”. Eso lo dijo John Lee Hooker y es seguro que él sabía algo del asunto.

El guión de un video, que me ha rondado en la cabeza durante mucho tiempo, iniciaría la narración con la secuencia de una toma general del pasillo de una escuela X, cualquier escuela preparatoria, casi como una postal de época, en la que se ven casilleros a ambos lados del pasillo (tiempo después de que han finalizado las clases del día y casi todos han abandonado el edificio).

En el primer plano hay un adolescente sentado en una silla. Viste ropa común del momento, pero lo que destaca es la imagen de tristeza que emite. Con la cabeza baja. Las manos entrelazadas al frente, las piernas un poco dobladas en actitud de estar soportando un peso inusitado. Quizá llora, pero no se ve.

(¿Se puede llorar por dentro? Cuando se lo pregunté a algunos científicos me dijeron que no; cuando lo hice con psicólogos me dijeron que sí; los biólogos me dijeron que era imposible; los filósofos que eso era recurrente, o sea, ¿quién sabe? Cada uno debe responderse al respecto)

En aquella primera toma, al fondo del pasillo, en forma difusa, se aprecia la figura de un conserje que limpia el piso, lo trapea. Se acerca poco a poco, conforme al ritmo de su trabajo (con elipsis en la imagen), hasta que alcanza al joven, que sigue recargado sin haber cambiado de postura.

En el mismo plano abierto de esta filmación, en blanco y negro, los tonos grises resaltan aún más el silencio de la escena. Al pasar el conserje junto al muchacho detiene su marcha y trabajo (trapeador y cubeta) y se lleva la mano a la bolsa trasera de su uniforme (un overol). Aparece una botella de un cuarto de whiskey. Desenrosca la tapa y se la ofrece, al mismo tiempo que le habla.

“Ya eres un hombre: has conocido al blues. Bébete un trago grande para celebrarlo”, le dice. En ese momento entra la música: “She’s Gone”, de Hound Dog Taylor, y el corte a diversas tomas de la escuela, de la calle, de la ciudad, e inicia o termina el video con sus respectivos créditos, aún no lo sé.

Tal vez algún día le plantee el proyecto a alguien de los que he conocido en el medio fílmico, para que alguno de ellos lo dirija, ¿por qué no? Voy a comenzar una serie de pequeños documentales y textos, tratando de explicar tal música. Cada uno abarcará lo que dure en tiempo cada canción seleccionada. Serán doce, como el número de tracks que contenía antaño cada disco Mi propia antología.

SHE'S GONE (FOTO 2)

Un hombre, una mujer, un corazón roto: ahí se resume todo. El blues se insuflará en uno desde ese momento. Es algo importante y cada uno lo canalizará de manera diferente, incluso algunos intentarán ignorarlo, olvidarlo, enterrarlo. Pero ¿cómo será posible hacerlo cuando recuerdas cómo amabas a esa mujer de 12, 15, 18, 25, 35 o más? Es igual. Y te asestó la famosa y temida frase de “Mejor vamos a ser amigos” o “Conocí a alguien más”.

En fin, el fondo es el mismo: ella se irá, te dejará o nunca la tendrás, así es la cosa. Y tú que te desvivías pensando en ella, siendo lo mejor posible para ella, queriéndola con todo lo que eres, y de repente ¡zaz!, quedas fuera de su vida con un chasquido de dedos. ¿Por qué? ¿Quién te puede explicar lo que sientes en ese instante y los días siguientes? (a veces hasta los años siguientes).

Sólo el blues. A mí me lo hizo comprender el primer ejemplo que escuché con Hound Dog Taylor. Ese tipo con seis dedos y amo y señor de la slide lo puso en itálicas: “Las mujeres son la clave de los problemas de los hombres. Y lo son para todos, no sólo para los cantantes. Si no fuera por ellas no existiría el blues”.

Al oír “She’s Gone” el panorama se puso claro. La nitidez de la existencia que había quedado empañada mostró la realidad. “¡Vaya muerte, hombre, vaya muerte!” Porque supongo que sabes que has muerto, ¿no? Nada de un poquito sino todo tú. Y a partir de ahora debes volver a reconstruirte. Te dolerá. Siempre que la muerte vuelve a la vida duele.

No obstante, eso es bueno a la larga. Porque cuanto más duele más mejora. El mundo entero sabe que nada se cura sin dolor. El dolor por la vida estará ahí siempre, el sufrimiento por ello será opcional.

Hoy eres un cadáver tirado en cualquier parte, con la boca abierta y en tu interior ya habita uno de esos sonidos que rajan la garganta. La tristeza se halla en el centro de tu cuerpo, en el desolado centro donde moraba un yo que ya no es el tuyo. Pero consuélate: uno no sabe lo que es el amor, el amor de verdad, la real neta, hasta que conoce el significado del blues.

Aquí es donde te vuelves hombre de verdad, cuando comienzas a sentir lo que significa incorporar al sutil juego personal el factor de inseguridad de un yo ajeno: “Well, I know you don’t love me, and I don’t know the reason why…” (Sé que no me amas y no conozco la razón).

“It’s All Right, It’s All Right”, sentencia Taylor y al sentir el rasgueo de su guitarra te das cuenta de que cuando amas a una mujer eso hace que broten canciones, aunque no sean tuyas ni sepas cantar. Y están en lo más hondo de ti. Luego ella se irá por cualquier motivo y se llevará consigo algo tuyo, que ni siquiera sabías que tuvieras.

Algo que ni tus padres, ni tus amigos cercanos conocían. Pero al llevárselo te dejará extrañándolo, echándolo de menos. Y ese algo será mejor que cualquier cosa que hayas tenido nunca hasta entonces.

Eso me lo explicó el blues, eso me legó Hound Dog Taylor con “She’s Gone”. ¡Salud!

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SONORIDADES: GOOD MORNING VIETNAM!

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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EL TRABAJO DEL DJ RADIOFÓNICO

 

Elementalmente el trabajo de DJ radiofónico en la actualidad tiene mucho qué ver con el del payaso. Esa es la finalidad con la que los instruyen sus programadores: “Tú siéntate frente al micrófono y haz y dí payasadas”. En ello está hoy su razón de ser. El éxito dependerá del rating (único objetivo), de captar la atención de los escuchas y ofrecer “diversión” así, sin ton ni son.

Tal oficio por eso está tan sobrevaluado (por audiencias frívolas y desinformadas) como infravalorado (por las que no lo son), depende del contexto en que se desarrolle. Y según el sapo será la pedrada, lo mismo en lo estético que en lo musical, según la estulticia del animador.

Esta es la definición en el hoy de tales sujetos. Antaño fue diferente y tuvo otra acepción, con tipos diferentes y plataformas distintas. Una de ellas fue como divulgador, como creador de gustos con sensibilidad para disectar las realidades y comentarlas. El primer disc-jockey radiofónico en el mundo fue Ray Newby, que trabajaba en Stockton, California. Éste comenzó a reproducir discos de modo regular en la estación de  Charles Doc Herrold en 1909. Un año después, todos los programas de radio de la Unión Americana  ya utilizaban personajes semejantes (con diversos niveles, obviamente).

Sin embargo, fue hasta 1935 que el comentarista estadounidense Walter Winchell ideó el término disc-jockey (Dj, una combinación de disc, en referencia a los discos grabados, y jockey, el operador de la máquina) como una descripción del locutor radiofónico.

Hacia mediados del siglo XX los DJ’s más populares en los Estados Unidos realizaban programas (llamados platter parties o sock hops) donde se erigían en auténticas rockolas (jukeboxes) humanas, tocando discos de 45 rpm, normalmente los más exitosos, y hablando en los espacios entre canción y canción (se volvieron muy influyentes en el gusto musical de la época y en algunos casos hasta de manera ideológica). Así surgieron Alan Freed (quien acercó la música negra a los jóvenes blancos, y fue el creador del término Rock & Roll) o como el ejemplificado Wolfman Jack de la película American Graffiti.

Pero quizá el más célebre de la pantalla cinematográfica haya sido Adrian Cronauer (personificado por el desaparecido actor Robin Williams) en la cinta Good Morning Vietnam! (dirigida por Barry Levinson en 1987). En ella Cronauer es un DJ de la Fueza Aérea de los Estados Unidos que llega a Saigón, durante la Guerra de Vietnam, enviado para entretener a los soldados desplegados en la zona a través de la Frecuencia Militar.

Su estilo contrasta con todo lo escuchado anteriormente por los acantonados, es irónico y con humor agridulce reseña las noticias del día propiciando la hilaridad de los escuchas, que entendían el subtexto de sus improvisaciones. Todo ello lo volvió muy popular entre las tropas, hasta que sus burócratas jefes en la estación convencen a los altos mandos de suspenderlo por sus tendencias irreverentes (sus comentarios hacia la guerra que se desarrollaba les resultaban políticamente incorrectas). Nada les parece más corrosivo que el humor a quienes detentan el poder.

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El Cronauer original

La trama del filme está basada en las experiencias de la vida real de Cronauer, un DJ que formaba parte de las Fuerzas Aéreas en 1965 cuando fue enviado a Saigón -la actual Ho Chi Minh– para ejercer como director de noticias en la Radio de las Fuerzas Armadas. No obstante, el puesto de locutor principal en el turno de la mañana quedó vacante poco después de su llegada, por lo que aceptó ponerse detrás del micrófono.

El programa se llamaba Dawn Buster y Cronauer comenzaba cada mañana con el saludo (Good Morning Vietnam!) que años después se haría inmortal gracias a la película. A lo largo de los años, se le preguntó acerca de este mítico saludo y si era o no adecuado para la tensa situación bélica que se vivía entonces en Vietnam.

Al respecto, declaró en una entrevista lo siguiente: “Ahí había muchachos jóvenes (reclutados, sin entender el porqué de estar tan lejos de casa y peleando contra gente que no les había hecho nada) con un calor horrendo, atravesando arrozales con mosquitos del tamaño de camiones, quitándose sanguijuelas, disparando, peleando, asesinando y siendo asesinados. Así que me dije: ‘¿Quiero decir y hacer este programa, con este saludo?’ Me contesté que sí, y que lo haría porque pondría en ello una cierta dosis de ironía, y si los escuchas se daban cuenta de ello, sabrían de lo que estaba hablando”.

Dos décadas después de aquel saludo radiofónico, la historia de Adrian Cronauer llegó a las pantallas. La cinta estuvo nominada al Oscar a Mejor Actor gracias a la interpretación de Robin Williams. A la larga Adrian Cronauer, el locutor de radio que inspiró aquello, con un estilo único, falleció el miércoles 18 de julio del 2018 en la localidad de Troutville, Virginia. El DJ estadounidense tenía 79 años a su muerte, sin que trascendieran las causas de su deceso.

De aquella experiencia vital, de aquella película, pero sobre todo, del trabajo de aquel DJ, que no era un merolico ignorante gritando, diciendo tonterías, ni utilizando el medio como ego trip, sino el tipo que tomó al medio como herramienta para lanzar mensajes sardónicos sobre la realidad circundante, la cual quería ser acallada por el falseamiento estatal, nos quedan la imágenes de tal cinta y el soundtrack que enmarca una época, una circunstancia y una forma de escuchar.

Sí, una forma de escuchar que hincaría sus raíces en dicha geografía y provocaría el intercambio cultural en tiempos revueltos. Durante la Guerra de Vietnam, los soldados estadounidenses llevaron consigo los discos y la radio y los asiáticos conocieron también de esta forma el blues y la música country, así como el soul y el rock. Esos estilos de música fueron asimilados y a la postre interpretados por los músicos locales.

Sus herencias, en coexistencia con las sonoridades occidentales, desde entonces se han expresado plenamente en las tensiones y contradicciones entre los diferentes procesos de innovación y transformación de estilos. Así es la situación de Vietnam, desde aquellos sucesos históricos.

La interacción entre el progreso artístico supranacional y la tradición local generó nuevos modelos de producción, y de consumo, musicales que determinaron cambios y por ende enfrentamientos profundos entre ideologías y políticas culturales y/o religiosas.

Una realidad en la que debían convivir la tradición purista y la instantaneidad mediática y hasta las revoluciones, los estados de guerra y demás trastornos de la vida por esos lares.

Muchos de sus intérpretes locales comenzaron a retomar los géneros tradicionales de sus respectivos territorios, mezclándolos con las influencias occidentales, y así obtuvieron una hibridez musical novedosa y popular en cada caso.

Con la llegada del rock de los sesenta, aquello de verdad explotó masivamente y cundió por toda la zona. A través de la radio se difundieron todos los éxitos del rock psicodélico y demás géneros que surgieron por entonces.

Luego de la guerra estas formas musicales fueron relegadas a la clandestinidad en el norte del país (ya dividido), dadas sus ligas con el Occidente (“el enemigo”), y utilizadas como entretenimiento en los bares del Sur. En el primero se siguieron practicando de manera oculta, clandestina, y los discos circularon como auténticas joyas y tesoros. En la historia de ambas partes Cronauer, con su estilo y repertorio, tuvo mucho que ver.

VIDEO SUGERIDO: Good Morning Vietnam – Trailer, YouTube (05HK09)

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LONTANANZA: ROCKABILLY GALO

Por SERGIO MONSALVO C.

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La de este subgénero musical, con medio siglo de vida, es una experiencia que surge y resurge porque ahí está la raíz de mucha música actual. Es como el barro crudo con el que toda tribu empezó a dar a conocer su propia cultura y civilización.

El rockabilly se trata de un fenómeno global en la música. Y en él está ensamblado el vintage cincuentero como una postal sonora de parte de la fragmentación con la que está construida nuestra realidad actual: llena de chamarras de cuero, colas de caballo, vaselina, el look de las pin ups, la ropa interior femenina que destaca la silueta y el 4×4 primigenio que evoca y provoca; que reflexiona sobre lo cotidiano mientras entretiene y recuerda.

El nuevo siglo ha aportado una prometedora tercera ola del rockabilly que se alimenta de todo aquello a su manera y, como decía al principio, con su propia estética; retro, vintage o revival.

Hoy le toca el turno a los exponentes franceses del rockabilly, desde veteranos hasta noveles. Una amplia variedad la suya que cuenta con una tradición de medio siglo. La rama gala de este género es un continuum en el tiempo que comenzó, como todo en Francia, con un escritor.

El rockabilly es igualmente francés tanto como los ragtimes de Eric Satie, el swing de Ray Ventura, la adaptación de «Night and Day» hecha por Damia, los «Children’s Corner» de Debussy o un filme de Truffaut obsesionado con Howard Hawks.

La trascendencia de la imagen inventada, ésa es la lección que dejó la promoción cultural de Boris Vian. El cual vio a los Estados Unidos con los ojos de Alfred Jarry, sin dificultades pasó de la polka y de la canción de Kurt Weil al rock and roll.

Vian fue un inquilino de la juke box de cafetería adolescente que escribía literatura. Superó la zanja entre las Artes Serias y el consumo de masas. Una postura perfecta para cursar el siglo XX y abordar el nuevo siglo sin problemas. Él les enseñó a sus compatriotas a rebasar los complejos genéricos.

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Y así comenzó el rock and roll galo, ése de Henri Cording y Gabriel Dalair, de Juan Catalano, Claude Piron, Henry Salvador y Magali Noel. Era rock, histórico y circunstancial, que logró crear las primeras composiciones en francés, originales o adaptaciones.

Esto le ha sido reconocido y sus herederos adolescentes fueron inteligentes y pragmáticos. La moral primaria del rock and roll pasó conscientemente al rockabilly y realizó la selección entre ellos. En la superficie sobresalió el incandescente Johnny Hallyday.

Y así, el movimento del rockabilly que comenzó al final de la década de los cincuenta con primeras páginas y los medios a sus pies, llegó a su apogeo a mitad de los sesenta e hizo fade out al final de esa década, pero nunca se fue realmente. En el underground ha continuado su flujo interminable.

Por ahí han pasado los nombres de Be Bop Creek, The Badmen, Les Bracos, Cattle Call, Don Cavalli o Earl & The High Tones y hasta Little Bob, quienes han cimentado las bases musicales y de actitud necesarias para mantener incólume dicho movimiento.

La aportación francesa para la actualidad abarca desde los veteranos como Pet & The Atomics o Jack Calypso, que son una auténtica lección de historia, hasta los nuevos que piden a gritos su lugar, entre ellos Easy Lazy “C” & His Silver Slippers, The Shuffle Kings, Rockin’ James Trio o Long Black Jackets. Energía, actitud y volumen. Envidiables ejemplos. Del rockabilly clásico, pasando por el doo-wop al psychobilly y el gothakbilly.

Pero no se quedan en ello también hay las mezclas con el swing, el jump, el rhythm & blues, el garage, el bluegrass y el blues eléctrico. Y la instrumentación también se ha vuelto incluyente (ukulele, banjo, percusión diversa, acordeón, armónica, las guitarras: steel y stratocaster, trombón, trompeta, piano y hasta xilófono).

En la experiencia se reúnen un buen puñado de grupos, empedernidos independientes, que hacen discos y ofrecen conciertos, algunos de ellos desde hace años. Grupos franceses que valen tanto como otros más conocidos, que han escogido un camino no forzosamente fácil ni comercial, pero sumamente disfrutable y fundamental: el rockabilly.

VIDEO: The Rockin’ James Trio – Be Bop Cat, YouTube (OldCreedence)

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ELLAZZ (.WORLD): INGRID JENSEN

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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TURÍSTICA INQUIETUD

Ingrid Jensen es una artista de origen canadiense, inquieta y multifacética. Y aunque tiene sólo cinco discos en su haber hasta el momento, el futuro deparará una larga obra de su parte. Su vida ha sido intensa, llena de aventuras con buenos y malos ratos. Tiene una filosofía y un proyecto en los que su existencia se entrelaza con la realidad y el viaje. Elementos con los que ella condimenta su música. Es una mujer de su época: culta, informada, de amplia mentalidad con muchos objetivos. Tras escucharla la palabra “turismo” adquiere otro significado.

Habla Ingrid:

“Mi nombre es Ingrid Jensen y soy trompetista de jazz. En realidad, no soy de ninguna parte, pero al mismo tiempo soy de todos lados. Tengo un proyecto que me hace ser multinacional y también una turista eterna. Nunca permanezco mucho en lugar alguno, pero de todos extraigo una parte del mosaico que compondrá mi vida, cuando ésta llegue a su fin. Música, trabajo y viajes son los hilos con los que trenzo mi vocabulario jazzístico. Cuando cumpla sesenta años comenzaré a armar mi obra. Hoy sólo tengo cinco discos en mi currículum y digamos que es el ‘parche’ más grande de los cientos de pedazos que compondrán La Gran Cobija final.

“Nací como canadiense. Mis padres me criaron de una manera bastante liberal y llena de cultura. Cuando cumplí los siete años les dije que quería ser músico y buscaron la mejor escuela para mí. Me compraron una trompeta de segunda mano y me motivaron a que cuando la aprendiera a tocar deveras tendría la que yo escogiera. Estudié durante una década y luego tomé un año sabático. Quería pensar en serio qué quería hacer con mi vida. Durante ese tiempo me puse a pintar y al parecer no lo hice tan mal. Expuse mis cuadros en la galería de un amigo y los vendí todos.

“Con el dinero que reuní de la venta de mis cuadros y algunas esculturas decidí hacer un viaje por Australia. Creo que ahí comenzó todo. Tenía 19 años, una trompeta nueva y todo el mundo por delante. Además de mi instrumento llevé conmigo una buena cámara fotográfica y una grabadora. Los espacios de una sola maleta los llené con ropa. Así es como decidí emprender mi primer viaje y así es como sigo haciéndolo 40 años después. Y dentro de unos años, cuando cumpla los sesenta a otra cosa.

“Con la cámara he sacado miles de fotografías de los lugares que he visitado, de las cuales he expuesto de forma temática en las galerías especializadas de diversos sitios. Son fotos ambientales y testimoniales de la época que me ha tocado vivir. Las amistades que he hecho me han ayudado también a catalogarlas, a scanearlas y a seleccionarlas. Tengo amigos en todas partes que a su vez están comunicados entre sí para acceder a mi trabajo fotográfico en caso de requerirlo. La red ha funcionado muy bien a lo largo del tiempo. Ha facilitado mucho las cosas para mí.

“Con la trompeta he tocado con músicos de todos los continentes, lo mismo en grandes ciudades (hasta en la calle) que en lejanísimos sitios de alguna montaña o el desierto. De todos esos encuentros he grabado las sesiones, jams de pura improvisación, y reunido cantidades de material al que me dedicaré a armar en el futuro, con discos temáticos o geográficos, aún no sé qué camino tomarán. Ahora sólo trato de hacer muy buenas grabaciones —la tecnología actual me permite traer conmigo todo un estudio de grabación en la mochila— y hacer las anotaciones pertinentes. No quiero dejar las cosas a la memoria solamente.

“El jazz ha sido el mejor lenguaje para entender y darme a entender en todos lados; y la mejor herramienta para mostrar lo que soy y lo que me interesa, lo que me gusta y conmueve, lo que me hace feliz y me pone triste. Para hablar de la melancolía y del amor. En fin, creo que tuve mucha suerte de tener unos padres que me canalizaran de la mejor manera y no me permitieran perder el tiempo. Las cosas que sé y que me han facilitado la vida en zonas realmente inhóspitas las aprendí de niña. Nunca jugué a la cocinita, pero aprendí a guisar con lo que tuviera a la mano; nunca escuché música mala, sólo la mejor de todos los géneros; nunca tuve muñecas, pero sí todos los juegos de mesa. El llanto siempre fue para manifestar una emoción nunca para conseguir algo. Todo se lo debo a mis padres.

“Los viajes me han enseñado el resto. Las contribuciones que cada pueblo ha hecho a la cultura del mundo. Los británicos, por ejemplo, me dieron la posibilidad de hacer de cada viaje una experiencia buscada, con una visión divertida y crítica. No a resaltar lo exótico sino la rareza. Situar su relación con la realidad y armarme de una idea. Ello me ha ayudado a crear mi música y a saber qué quiero incluir en ella. Elaboro piezas que reproduzcan esa realidad por rara que sea, intento recrearla con todos sus apriorismos. Busco escucharme a mí misma recomponiendo la idea de lo que quiero decir con ella.

“La mía es una música viajera. Informativa desde mi subjetividad. En un mundo en el que no existe la televisión, ni el periodismo de masas, por lo cual todo lo que cuento debe ser novedoso, impresionista. Ahora que los medios de comunicación muestran todos los sonidos del planeta y más allá, ¿cuál es el papel del jazz en medio de tal situación? Su naturaleza siempre ha sido informativa, así surgió, dando noticias de lo que acontecía con una raza en un mundo extraño. Hoy debe hacerlo con lo sorprendente.

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“Obviamente no vas a narrar cómo un masai mata a un león en la selva, porque eso ya lo ves en el canal de la National Geographic de una manera detallada. Lo que el músico debe hacer es acercarse al espíritu de esa acción, con su antigüedad milenaria y armado del sonido contemporáneo. Hacer una obra creativa al respecto, con la estructura necesaria no para hacer ficción sino música que escoja la magia de esa realidad. Como testimonio abstracto para que todo mundo pueda acceder desde el ángulo que quiera a tal momento. Una música sensual, que a través de las sensaciones y los sentidos muestre lo que no trasmiten otros medios. Por eso el ‘jazz viajero’, como yo lo llamo, debe ser menos periodístico y más poético.

“Desde mi punto de vista, el jazz no debe convertirse en una guía o en un manual de viaje. También existe la discografía informativa en ese sentido, la world music con todos sus artistas y compañías. El jazz no te debe hablar de las pirámides u otras ruinas, sino de las sensaciones de estar en ellas, por ejemplo. De la peripecia humana para estar ahí. Sin exageraciones ni heroicidades, sin trampas efectistas, sólo la sorpresa limpia y llana de estar vivo en medio de la historia.

“Lo que el jazz no puede permitirse, ya que sería en contra de su propia naturaleza, es la autarquía, permanecer encerrado en sí mismo, hablar de nacionalismos y géneros puros. No. El jazz, como a lo largo de su historia, tiene todo por descubrir. La generación a la que pertenezco —la que ronda los sesenta años— es la primera que de las que han podido viajar por todo el mundo, sin muros de Berlín, ni cortinas de acero. Y tocar y mezclarse con los semejantes de esas regiones antaño vedadas a nuestra música. Eso ha motivado aún más la intención de mi proyecto.

“La reducción de las zonas, las restricciones a la libertad siempre producen tristeza. Así fueron los tiempos de la Guerra Fría: Occidente y Oriente vueltos hacia sí mismos, opacando la curiosidad por el mundo. No hubo espacios para las alternativas políticas, históricas, culturales. Sólo había buenos y malos, según el lado donde estuvieras y cada quién definía maniqueamente las cosas. El oscurantismo vil, el dogmatismo pernicioso, la cerrazón analfabeta y supina.

“En cambio, a partir de mi generación se dejó de pensar en los nacionalismos, de preguntarse qué era el país donde se vivía, para cuestionarse en cambio ¿qué demonios era el mundo?, aprender otros idiomas, saber qué son las democracias, qué libros, qué películas, qué música han intentado prohibirnos. Buscar la liberación general, sobre todo de la comprensión por el planeta. Eso es lo que ha sucedido en los últimos 30 años y eso es lo que he vivido por completo. Ha sido muy excitante.

“Hacer música es seleccionar, pienso. El jazz significa dos cosas: un impulso de unidad interna en sí misma, como una gran jam session, con una selección y la búsqueda de su estructura musical. Así debe ser la realidad contada desde el género. No creo en la objetividad. Tal cosa no existe, el pensamiento mismo es el cúmulo de las subjetividades de la época. Es en lo subjetivo donde nos podemos identificar más con una obra del género que sea. Cada una de ellas es un punto de vista, un estilo, subjetivismo al fin.

“El músico ‘viajero’, como intento serlo, debe ser alguien cuyo yo aparezca en el dúo, trío, cuarteto, etcétera, como instrumento de comunicación con el otro, como vehículo para que hable el otro. El ejemplo me lo dio Miles Davis en sus últimos discos. Fue un auténtico protagonista que diluyó su yo en los demás. Él ya no iba buscando mostrar sus joyas —ya lo había hecho y de sobra— sino exponer voces, de las que se hacía rodear sin importar origen o credo, pero que estuvieran lo mejor preparadas. Fue mi maestro en tal sentido.

“Nada humano debe ser ajeno a un músico de jazz. Ése es un pensamiento clásico con el que me rijo durante mis travesías. La música que haga está obligada a ser humanística porque estamos en un mundo en el que desconfiamos de todo, gracias a los políticos neocolonialistas y a los terroristas. Son tipos de la misma especie que tratan de imponernos sus formas de pensar, sus miedos, sus maneras, y quieren además cerrarnos las fronteras, dificultarnos lo más posible los viajes, el conocimiento de los otros. Creo que debemos buscar marcos de esperanza y esos siento que están en el elemento humano, En una de sus máximas expresiones: la música.

“Por eso acepté hacer un disco completo con amigos músicos de diversos lugares. Gary Thomas en el sax tenor, David Kikoski en el piano, Ed Howard en el bajo, Víctor Lewis en la batería y yo en la trompeta. Lo titulamos Higher Grounds y nos reunimos para hacerlo en Nueva York, por obvias razones. Un nuevo orden mundial a partir de lo sucedido ahí aquel maldito 11 de septiembre. Como te comenté al principio es el ‘parche’ más grande que tengo para coser en mi Gran Cobija sonora, que aguarda nuevos agregados. Hoy estoy aquí inaugurando mi exposición fotográfica sobre los músicos de Marruecos, pero pasado mañana salgo para Islandia. Hay que moverse”.

Ingrid Jensen, trompetista, 56 años, fotógrafa, escultora, pintora, coleccionista de jams, viajera incansable. Todo eso entretejido en un proyecto a largo plazo que culminará una vez entrada a la tercera edad. Como si para ella tal cosa tuviera algún significado. El jazz es el lenguaje y la herramienta que escogió para entenderse con los demás, con el resto del mundo literalmente. “Hay que transitar ligeros y regresar a algún punto. No cargados de souvenirs —que no sirven más que para presumir la simplonería— sino de las experiencias que nos hagan conscientes de pertenecer a la raza humana”, ha dicho.

VIDEO: AQUÍ & AJAZZ, INGRID JENSEN “Higher Ground”, YouTube (Chiqui Rodrigues)

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CANON: ARETHA FRANKLIN

Por SERGIO MONSALVO C.

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Es uno de sus extremismos. Los estadounidenses, generalizando, divinizan y vociferan la democracia de una manera tan excesiva que tal obnubilación les impide ser conscientes de que constantemente la traicionan. Y cuando lo hacen con alguna maldad que alguien les señala, se exculpan de forma generosa y a otra cosa mariposa.

En el corazón de esa “democracia” está la palabra “pueblo” al que invocan a diestra y siniestra. Un concepto movedizo, ubicuo, elástico y utilizado tan a discreción política –en muchas otras partes también– que nunca se termina de saber qué es o quiénes lo conforman exactamente. Es obvio que las minorías están excluidas de él, eso cualquiera lo sabe, igual que lo estaría una colonia de extraterrestres.

Entre los pecadillos cometidos contra la deidad democrática y el concepto de “popolo” se encuentran nimiedades como el racismo, la mitomanía histórica, el clasismo y la violencia estatal, entre otras venalidades que siempre están en su presente, sin importar épocas ni nombres. Como en esta que nos ha tocado vivir, donde esas nimiedades provienen de la propia casta gobernante y hasta son legitimadas en las urnas.

El racismo, por ejemplo, de infamante historia ha pasado a tema importante de la agenda presidencial, pero como un asunto natural, como un rasgo bien definido e incuestionable con el que se asigna a la gente formas y comportamientos inmutables, para luego humillarla, reducirla o destruirla como consecuencia inevitable de esta condición inalterable.

Y el “pueblo”, el acreditado por dicha autoridad, por supuesto, debe avalar y luego olvidar las acciones punitivas como lo haría con las tomadas contra un fenómeno de la naturaleza, y tratarlo como un hecho completamente ajeno a su vida común y ordinaria. Asumir que tales ideas organizan una forma correcta de sociedad en la que lo blanco es preeminente.

Quienes se opongan a este sistema de valores deben ser castigados, reprimidos, negados sus derechos y marginados del acontecer nacional. Y el pueblo, el auténtico, debe aceptar la inocencia de “la verdadera América” en estas acciones tal como se les presentan, pues sólo así volverá el país a poseer el american dream, el estatus que lo ha forjado.

En los años sesenta del siglo pasado ocurría algo semejante. Ante la negación por parte de un país que prácticamente los había abandonado, rechazado y reprimido hasta lo inconcebible, las minorías, con la negra a la cabeza, comenzaron a luchar por todas partes por sus derechos civiles. El movimiento liderado por Martin Luther King estuvo a la cabeza de ello.

Tal movimiento obviamente no surgió de la noche a la mañana, se fue forjando con el tiempo y las vicisitudes. El círculo que conformaba al de Luther King incluía a la inteligencia negra del momento, la cual influyó en todo el acontecer afroamericano y en el desarrollo de una nueva cultura que denunciaba las injusticias, las desigualdades y exigía lo que le correspondía.

Por la casa del reverendo Clarence LaVaughn Franklin en Detroit, un predicador turbulento y gran orador, cuyos sermones eran trasmitidos por la radio y grabados en discos para la comunidad negra, y seguidor de Luther King, circuló tal intelectualidad (del arte y la política) para intercambiar ideas y puntos de vista y los hacían enriquecidos por la música góspel del coro de la iglesia de dicho reverendo, en la cual destacaba sobremanera la voz de una de sus hijas: Aretha, nacida en 1942, en Memphis.

La cual se erigiría durante los sesenta en luchadora social desde una disciplina musical de reciente cuño, el soul, de la que sería su máxima representante, ejemplo, figura paradigmática, icono, reina y según el canon de la cultura popular estadounidense: “La artista más grande de todos los tiempos”. Lo cierto es que Aretha Franklin estableció el fondo y la forma de la cantante expresiva y auténtica.

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VIDEO: Aretha Franklin Singing Never Loved A Man (Live 1967), YouTube (faznout)

Tuvo etapas anteriores, pero tras su lanzamiento con la Atlantic Records su revolución se alzó como protagonista en tiempos convulsos. Si el soul tuvo en Ray Charles, seguido por Sam Cooke, Otis Redding, Steve Wonder, James Brown y Wilson Pickett, entre otros, la voz autorizada del género en su parte masculina; en la otra, la femenina, Aretha brilló de manera única.

El mundo del soul, con todos ellos, se casó con la noción moderna del artista como genio y guía trascendental al que le importaba la música y lo que la rodeaba y producía en grado sumo. Hoy la particularidad histórica de cómo esos iconos del soul alcanzaron la grandeza se ha diluido debido, entre otras cosas, a que la escena musical está muy fragmentada y no existen ya movimientos sólo individualidades.

Tales narrativas de grandeza individual —que suponen que la fuente de la excelencia es sólo el talento— han pasado por alto los procesos de carácter fundamentalmente social que le permiten a una voz musical ser escuchada, evaluada, identificada y, a final de cuentas, adquirir fuerza simbólica.

Además de los atributos innegables del talento y la grandeza, Aretha Franklin puso su voz musical, actitud e imagen frente al agitado fondo del movimiento por los derechos civiles, la reivindicación femenina (la versión del tema  “Respect” es su himno), el trastoque de los lenguajes (del uso del góspel como herramienta de lo mundano en el rhythm & blues, a la  inserción del rock, en oposición al excluyente extremismo negro), el orgullo afroamericano y la legitimación personal como artista. Fuerzas políticas que la mayoría de los músicos se sintieron obligados a tomar en cuenta durante los años sesenta.

Uno de los efectos principales que el movimiento por los derechos civiles tuvo en el mundo del soul (lo mismo que en el del jazz, del rock o del folk) fue la demanda insistente de que la gente tomara posición y se comprometiera con sus convicciones. Ella lo hizo, tal como lo demostró desde el contenido confesional de su disco I Never Loved a Man the Way I Love You, un álbum clásico de 1967, y las decenas de grabaciones que le siguieron.

Se comprometió con sus convicciones cuando hubiera sido mucho más fácil entregarse a la complacencia del mercado. Cierta actitud de desafío —y el estar dispuesta a ir al fondo de los problemas, incluyendo los domésticos— también formaron parte del movimiento por aquellos derechos.

La política como un elemento más dentro del desarrollo de Aretha también tuvo una enorme importancia para moldear el recibimiento que su sonido y actitud tuvieron. Su voz creció hasta reventar sus propios límites, no simplemente porque siempre eligió las canciones, las notas y a los músicos correctos, sino porque un gran número de personas deseó acercarse a ella en sus momentos más penosos, o militantes.

Al fin y al cabo, su voz no existía sólo en estado desencarnado sino era producida por un ser humano complejo afectado por las mismas cosas personales y las fuerzas sociales que lo hacían con los demás. Esa era la diferencia, el contexto fue el sustento para apuntalar su enorme talento.

Finalmente, su poseedora decidió abandonar la escena a los 75 años de edad, durante los festejos por los cincuenta de aquel disco icónico, y con la promesa de participar simbólicamente en cada acción que se tomara para lograr el respeto humano y civil de los bárbaros en el poder, que han jurado frente a la bandera de las barras y las estrellas, ante los medios y ante el mundo acabar con ello. Lo hizo hasta su muerte el 16 de agosto del 2018.

VIDEO: Respect – Aretha Franklin, YouTube (numberonesongs4444)

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ROCK Y LITERATURA: LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER (MILAN KUNDERA)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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El escritor, congruente consigo mismo y consciente de la contradicción existencial entre el peso y la ligereza de la vida, se deshizo de la pesada carga biográfica. Él mismo lo sentenció así: “Milan Kundera nació en Checoslovaquia. En 1975, se instaló en Francia”.

Entre ello se exilió de su país, de su lengua materna, del cliché de la sociabilidad del autor exitoso. Escribió sobre el fardo de un legado espeso en busca de la luz intentando ahondar en esos vericuetos kafkianos –del absurdo– que se manifiestan en la Insoportable levedad del ser, donde las señales vitales inquietan en un tiempo por demás difuso.

Era un personaje esquivo y huraño, que entre más se retirara de los focos más misterioso se tornaba. Los medios hablaron tanto de la ligereza de su pluma como de su profunda levedad, ese péndulo que lleva de Parménides a Nietzsche, de Calvino a él, a Kundera.

Entre tanto, La insoportable levedad del ser, el libro (Nesnesitelná lehkost byti, en el título original en checo), se ha convertido en un delicioso y absoluto clásico. Y para el rock en un libro canónico del cual se puede hacer una lectura sobre el amor en particular (asunto fundamental en el texto) y las canciones pertinentes (del género), pues como decía George Steiner, tenemos el derecho de elevar el listón de los gustos y de los goces.

Lectura fragmentaria, con licencias, selectiva, sugerente y musicalizada:

I Am a Rock” (Simon & Garfunkel). “Hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer)”.

“Por lo tanto, él deseaba, pero prefería tener el compromiso de lo que denominaba ‘Amistad erótica’…Una relación no sentimental en la que no se reivindicara la vida y la libertad del otro…La amistad erótica presuponía para él dejar el amor fuera de su vida”.

You Can Leave Your Hat On” (Joe Cocker). “Una vez, hace muchos años, él fue a verla y le llamó la atención un sombrero que estaba por ahí. Se lo puso y se miró en un gran espejo que, como ahora, estaba apoyado en la pared de su estudio. Cuando ella empezó a desnudarse lentamente le puso el sombrero en la cabeza. Estaban ante el espejo (siempre estaban delante de él mientras se desnudaban) y se miraban. Ella estaba sólo con ropa interior y llevaba sobre la cabeza el sombrero hongo.

“De pronto comprendió que aquella imagen los excitaba a los dos. Ella se veía con las piernas desnudas, con las bragas de tela fina, a través de la cual se transparentaba el pubis. La ropa interior resaltaba sus encantos femeninos y el duro sombrero masculino negaba aquella femineidad…Ella, en lugar de rechazar aquello, lo ponía en evidencia orgullosa y provocativamente…De pronto ya no pudo más y lo arrastró al suelo. El sombrero rodó debajo de la mesa, mientras ellos se estremecían en la alfombra al pie del espejo”.

How Long Has This Been Going On” (Van Morrison). “No busco el placer, decía ella, busco la felicidad, y el placer sin felicidad no es placer. En otras palabras, golpeaba a la puerta de su memoria poética. Pero la puerta permanecía cerrada. En la memoria poética no había sitio para ella. Para ella sólo había lugar en la alfombra. Su aventura con ella había empezado precisamente en el mismo punto en que terminaban las aventuras con otras mujeres. Tenía lugar al otro lado del imperativo que lo impulsaba a conquistar mujeres. No pretendía descubrir nada en ella.

“A ella la recibió descubierta. Hizo el amor con ella antes de que le diera tiempo de tomar el escalpelo imaginario con el que abría el cuerpo yacente del mundo. Antes aún de que tuviera tiempo de preguntarse cómo sería cuando hiciera el amor con ella, ya le estaba haciendo el amor. La historia de amor empezó después… El amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética”.

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Pity the Fool” (Mick Hucknall). “En todos los idiomas derivados del latín la palabra ‘compasión’ significa que no podemos mirar impertérritos el sufrimiento del otro, o, que participamos en los sentimientos de aquel que sufre.

“En la palabra inglesa ‘pity’, que tiene aproximadamente el mismo significado, se nota incluso cierta indulgencia hacia aquel que sufre. Por este motivo, tales palabras producen desconfianza; parece que se refieren a un sentimiento malo, secundario, que no tiene mucho en común con el amor.

“Querer a alguien por compasión significa no quererlo de verdad”

My Baby’s Gone” (Fleetwood Mac). “Fue al restaurante a almorzar. Estaba triste, pero durante la comida pareció como si la desesperación inicial se hubiera fatigado, como si hubiera perdido fuerza y no hubiera quedado de ella más que la melancolía.

“Miraba hacia atrás, hacia los años que había vivido con ella, y le parecía que su historia común no podía haberse cerrado mejor de lo que se había cerrado. Si aquella historia la hubiera inventado otra persona, no hubiera podido terminarla de otro modo…

“Ella llegó un día a su lado sin que él la hubiera invitado. Otro día, del mismo modo, se fue. Llegó con una pesada maleta. Con una pesada maleta se fue”.

“Pagó. Salió del restaurante y se puso a pasear por las calles lleno de melancolía…De pronto se dio cuenta que el futuro había vuelto a convertirse en un secreto. ¿Tenía ganas de llamar a otras mujeres?…No, no tenía la menor intención de hacerlo. Intuía que si en ese momento se reunía con otra mujer, el recuerdo de ella se haría al instante insoportablemente doloroso”.

“Beating Like a Tom-Tom” (Body and Soul) (Willy DeVille). “Aquel que no piensa en el cuerpo se convierte fácilmente en su víctima…Una situación que revela brutalmente la irreconciliable dualidad del cuerpo y el alma, de la experiencia humana esencial…Hace mucho tiempo, el hombre oía extrañado el sonido de un golpeteo regular dentro de su pecho y no tenía ni idea de su origen.

“Hoy por supuesto el cuerpo no es desconocido (sabemos que lo que golpea dentro del pecho es el corazón, por ejemplo) Desde que podemos dominar todas sus partes, el cuerpo desasosiega menos al hombre. Ahora también sabemos que el alma no es más que la actividad de la materia gris del cerebro. La dualidad entre el cuerpo y el alma ha quedado velada por los términos científicos… Pero basta que el hombre se enamore como un loco y tenga que oír al mismo tiempo el sonido de sus vísceras, para que la unidad del cuerpo y el alma, esa ilusión lírica de la era científica se disipe repentinamente”.

“Who Do You Love?” (Delaware Destroyers):Plantearse las interrogantes que torturan a las parejas humanas: ¿Me ama?, ¿Ha amado a alguien más que a mí?, ¿Me ama más de lo que yo la (lo) amo”? Es posible que todas las preguntas que inquieren acerca del amor, que lo miden, lo analizan, lo investigan, lo interrogan, también lo destruyan antes de que pueda germinar.

“Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a ese otro sin exigencias y querer sólo su mera presencia”.

Milan Kundera (fallecido el 11 de julio del 2023) consagró la levedad como virtud, la colocó en un libro que recuerda la “ineluctable pesantez del vivir” (que sentenció Italo Calvino) dentro de una red tradicional de relaciones sociales y sentimentales. El rock con sus cantos la pone reiteradamente en el espejo.

VIDEO: Joe Cocker – You Can Leave Your Hat On (Official Video) HD – YouTube (Andranik Azizbekyan)

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DISCOS EN VIVO: MR. LUCK (RON WOOD)

Por SERGIO MONSALVO C.

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Uno de los mejores (e ignorados) álbumes del 2021. Se trata del disco Mr. Luck, dedicado a la memoria de Jimmy Reed, a cargo de nada menos que Ron Wood. Un disco que merece contextualizarse.

Primeramente. En sus letras, el blues ha tratado sin vacilar todas las experiencias y sentimientos compartidos por los negros en los Estados Unidos. Si bien muchas veces son duros y brutales, en su ánimo no hay desolación, impotencia o desesperación, sino más bien una actitud irónica, desprendida, sensual y llena de humor negro.

Y el humor, como bien se sabe, representa una forma particularmente eficaz de enfrentar el dolor psicológico, de distanciarse, elevarse por encima de él y voltearlo en beneficio propio.

Durante la Segunda Guerra Mundial aumenta la migración de la población negra de los estados del sur de la Unión Americana hacia las grandes ciudades septentrionales. El blues también viaja, adaptándose a su nuevo ambiente.

Esta adaptación se manifiesta sobre todo en la transición del blues acústico al eléctrico y, en forma análoga, en el ascenso de los conjuntos a expensas de los solistas. El blues de Chicago fue el paradigma de todo ello. Emergió electrificada la música de pequeños conjuntos, con el ejemplo del grupo de Jimmy Reed.

La biografía de Reed fue una montaña rusa. Nació en Mississippi, en 1925, aprendió a tocar la guitarra y la armónica y se hizo músico callejero junto a Eddy Taylor. Así estuvo varios años hasta que se trasladó a Chicago en 1943. Comenzaba a ser conocido cuando lo llamaron a filas, en las que prestó servicio hasta el fin de la Segunda Guerra.

Al retornar lo hizo hacia su tierra natal, donde se casó con su novia de antaño. Con ella se fue a vivir a Gary, Indiana, para trabajar en una fábrica de carne. En su tiempo libre tocaba en la calle o se subía al escenario de algún bar, donde lo acompañaba su esposa como corista (llamándose Mama Reed). En la siguiente década se hizo un hueco en la escena local al unirse a la banda de los Gary Kings.

Firmó un contrato como solista con la compañía discográfica Vee-Jay Records, gracias a la recomendación de Albert King. Ahí grabó varios temas como: “Baby What You Want Me To Do”, “Big Boss Man”, “Bright Light, Big City” y, sobre todo, “You Don’t Have To Go”, con la que consiguió el éxito, junto a Eddy Taylor, con el que volvió a tocar.

Pero, como en toda historia bluesera, el destino se le torció. Se volvió alcohólico y padeció epilepsia, si ser diagnosticada, a la que se le tomaba como delirium tremens. Sus actuaciones se volvieron lamentables, con escenas violentas y olvido de las letras. Todas estas situaciones impidieron que alcanzara el reconocimiento del que ya otros músicos de Chicago gozaban, a pesar del mayor nivel de Reed.

Al mismo tiempo, la compañía en la que grababa cerró sus puertas y anduvo un tiempo sin contrato hasta que firmó con Blue Way Records. Sin embargo, no volvió a producir un hit más. Durante el fin de los sesenta, ante el auge del blues, formó parte de una gira por Europa. A su regreso, su salud empeoró, tuvo una larga agonía y murió en 1976, a los cincuenta años.

Su obra, de cualquier manera, trascendió, fue introducido al Salón de la Fama del Rock y se convirtió en referente para músicos como Eric Clapton, Billy Gibbons, Stevie Ray Vaughan y, por supuesto, los Rolling Stones.

La materia prima bluesera la han aprovechado infinidad de músicos de medio mundo para su propia naturalización. Ya que integró su versión del blues con base en sus ideas particulares sobre él. En ciertos aspectos, estos músicos blancos fueron atraídos por la música del ghetto, como legítimos descendientes directos de aquellos que lo electrificaron.

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Como en el caso de Ron Wood (Hillingdon, Reino Unido, 1947), un músico de larga, larga, trayectoria y reconocido como uno de los mejores guitarristas de la historia del género, desde que comenzó en los años sesenta con grupos como Faces, Jeff Beck Group, The Birds o The Creation, además de colaborar con diversos solistas, hasta que recibió la invitación de Keith Richards para unirse a los Rolling Stones en 1975, tras la renuncia de Mick Taylor.

(Ron Wood también ha lanzado discos como solista a lo largo de los años y es también un pintor de óleos desde hace décadas. Su obra, en este sentido, ha sido recopilara y publicada en el libro Ronnie Wood Artist, que incluye más de 320 obras realizadas en las últimas cinco décadas, desde sus primeros esbozos, hasta sus trabajos, llenos de color y pincelada suelta. Igualmente, ha expuesto en diversas galerías en el mundo)

Un álbum recién publicado se puede olvidar muy pronto, si no se ha puesto atención entre la avalancha de lanzamientos. Un disco es, mientras se planea y se realiza, un estado del espíritu, una manera particular de encontrarse en el mundo, un ángulo peculiar de observación de parte del artista. Lo chocante es que ese estado de máxima y duradera intensidad pueda disiparse tan rápido en esta época.

El de Ron Wood se llama Mr. Luck y merece no una, sino muchas escuchas. Y sí, es un ángulo peculiar de observación sobre Jimmy Reed, al que le rinde tributo como influencia en el instrumento.

Para ello el integrante de los Rolling Stones reunió en torno a sí a un buen puñado de experimentados intérpretes, comenzando con Mick Taylor, aquel guitarrista al que sustituyó hace casi 40 años en tal banda.

Para tal reunión de homenaje a uno de los pilares del género, de carácter ríspido y rijoso, como sus canciones, Wood escogió grabar un álbum en vivo en el Royal Albert Hall de Londres. Lugar (acreditado como tabernáculo para el género desde hace décadas) donde se dio vuelo, cantando y tocando el blues en la guitarra junto a gente como, además del mencionado Taylor, a Bobby Womack, Mick Hucknall y Paul Weller, entre otros.

Una delicia de disco que, a través de sus 18 piezas, nos conduce a festejar y a disfrutar con él esta vuelta a las raíces de todos los implicados y el numeroso público que lo celebró (al igual que nosotros) a lo grande.

Reed es de los grandes pilares del sonido Chicago en el blues. El propio título del disco de Wood proporciona básicamente el leit motiv que argumenta la antología. La juerga ha sido desde el surgimiento del blues profano una de las condicionantes ontológicas de su existencia. Puede hablar en él la original tristeza, el reclamo, la denuncia, el desamor, la nostalgia, pero la contraparte a todo ello ha sido igual de importante.

La fiesta, el humor, la camaradería y el hecho de compartir tales ambientes son elementos igualmente necesarios en su quehacer. Los participantes en el tributo a Reed han sido maestros en dicho arte.

 

VIDEO: Ronnie Wood w/Mick Taylor “I’m Mr Luck” – YouTube (Jersey Nola)

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