LIBROS: CINE Y JAZZ (IMÁGENES SINCOPADAS)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

CINE Y JAZZ (PORTADA)

 

El cine y el jazz se desarrollaron como géneros artísticos desde los primeros años del siglo XX. Entre el final de la I Guerra Mundial y el inicio de la era sonora en el cine la época estuvo marcada por el jazz y otras músicas sincopadas, que desempeñaron un papel persuasivo e influyente en el trastorno social que sacudió la cultura estadounidense.

Su terreno eran los speakeasies, clubes nocturnos que pertenecían a los gangsters y eran frecuentados por ellos, además de los casinos, tabernuchas, burdeles y salones de baile baratos. Se le consideraba bajo en lo social y lleno de implicaciones eróticas, vulgar, agresivo y poco estético. Pero, igualmente  fresco, liberador y desinhibido.

Asimismo, se le veía como un aspecto fundamental del nuevo espíritu de la época y se convirtió en el perfecto acompañamiento musical de los años veinte, que al poco tiempo se conocieron como la «era del jazz».  Por lo tanto, resultaba natural que el cine se remitiera al género a fin de corresponder al nuevo estado de ánimo de su público. Hollywood percibió de inmediato el potencial de las películas que lo reprodujeran…

 

 

 

*Fragmento extraído del libro Cine y Jazz, de Ediciones sin nombre.

CINE Y JAZZ (FOTO 2)

 

 

 

Cine y Jazz

Imágenes Sincopadas

Sergio Monsalvo C.

Ediciones sin nombre/

Revista Nitrato de Plata

Colección “Pantalla de papel”

Ensayo

México D. F., 1996

Exlibris 3 - kopie

HÉCTOR INFANZÓN (LAS TECLAS INTERIORES)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

FOTO 1

El pianista y compositor Héctor Infanzón, oriundo de la capital de la República Mexicana donde nació en 1959, realizó sus primeros estudios musicales en la Escuela Superior de Música, en la cual también ingresó al Taller de Jazz impartido por el maestro Francisco Téllez. En 1985 obtuvo, gracias al talento mostrado, una beca para continuar el camino académico en la Berklee School of Music de Boston.

Desde entonces, en el terreno del jazz ha sido integrante del trío Antropóleo (constituido en 1987, además, por el baterista Tony Cárdenas y el bajista Agustín Bernal); de la formación Ensamble; del grupo experimental de percusión Banco De Ruido; del de Gerardo Bátiz (con el cual produjo un par de álbumes), así como de otros conjuntos liderados por él.

En 1993 grabó su primer disco de piano solo, el cual lleva por nombre De manera personal (Alebrije). En este año 2000 (fecha de la entrevista) aparece por fin el esperado disco con cuarteto titulado Nos toca (Opción Sónica), en donde es acompañado por Rodrigo Cárdenas en el bajo, Waldo Madera en la batería y Armando Montiel en la percusión.

FORJANDO EL JAZZ

La técnica, el estudio, la constancia y sobre todo mucha retroalimentación intergenérica son algunas características que hablan de este músico, quien ha forjado de esta manera su huella en la oscilante historia del jazz en nuestro país. Ésas serían las exteriores. De forma intrínseca lleva en él también la suprema cualidad del ser improvisador, un ser que se nutre de la concentración, que como ojo avisor lo mantiene muy al pendiente del mundo de los sonidos que se arremolinan —convocados por él— a su alrededor mientras ejecuta su música.

Dicha característica interior no es, como pudiera pensarse, la vía mediante la cual el genio —ese personaje tan del gusto de los románticos— dicta sus melodías. No. El espíritu de Infanzón realmente trabaja con lo que hace. Experimenta con todas sus influencias y al final de cuentas es el artista que hay en él quien hace la elección de forma consciente del arsenal que ha acumulado, del bagaje que ha asimilado. Eso es lo que le da la posibilidad de ser un gran improvisador, uno de los más selectos en el ámbito nacional.

S.M.: ANTROPÓLEO FUE UN GRUPO IMPORTANTE EN TU CARRERA. ¿A QUÉ SE DEBIÓ SU DISOLUCIÓN?

H.I.: «Las cosas tienen un cauce natural, un ciclo que se cumple. Cada uno de nosotros (Tony, Agustín y yo) empezamos a tener distintas tendencias tanto musicales como de proyectos personales. Eso dio como origen la separación del grupo, en los mejores términos, por supuesto. Siempre con el respeto de que cada quién iba a continuar con otro proyecto y a explorar otros terrenos. Ésa fue la razón por la que se disolvió. De cualquier forma, no está descartada la posibilidad de que podamos volver a tocar juntos, según las circunstancias».

S.M.: ¿POR QUÉ CREES QUE EN MÉXICO SEAN TAN EFÍMEROS LOS PROYECTOS JAZZÍSTICOS?

H.I.: «Son varias las razones. La primera quizá sea responsabilidad nuestra, de los músicos. Debemos creer en nuestro proyecto, en nuestra música. Por otro lado, no existe un compromiso de la producción. Se necesita una base muy fuerte de producción en este género que apoye los proyectos, principalmente de parte de las compañías disqueras. Hablo específicamente de ellas. En la actualidad hay compañías independientes a las cuales les interesa mucho más este género, dado que ahora se ha abierto mucho más el mercado para éstas. Hay más apoyo en este sentido. Asimismo, la difusión de este género sigue relegada, al margen de todo lo que es la información, de las actividades culturales y artísticas de este país».

S.M.: ¿CONSIDERAS QUE LA DEDICACIÓN DE LOS MÚSICOS MEXICANOS HACIA EL JAZZ LATINO ES MERAMENTE POR CAUSAS GEOGRÁFICAS?

H.I.: «Geográficas e históricas también. Nuestra cercanía con el Caribe es evidente. La influencia de tanta música cubana en los años cuarenta y cincuenta está bien marcada. Pérez Prado se hizo aquí y bueno, México también tiene una cultura negra y obviamente no estamos exentos de toda esa influencia. De ahí que se manifieste siempre en nuestro trabajo».

S.M.: EL JAZZ LATINO TIENE VARIAS TENDENCIAS. ¿HACIA CUÁL TE INCLINAS PERSONALMENTE?

H.I.: «Es difícil definirse por una tendencia. Yo no encuentro todavía la mía, creo que aún la estoy buscando. Si algo pudiera decir al respecto es que estoy experimentando con toda la influencia de la música afroantillana, el rock, lo clásico, toda esa experiencia que me conforma. Estoy tratando de combinarlas todas. En este momento hago música afroantillana, pero seguro voy a aparecer luego con un proyecto completamente distinto, que también sea parte de mis influencias. Entonces, es muy difícil decir que dentro de la música latina tenga una inclinación específica. Yo toco mucho con orquestas de baile, lo hice también en todos los lugares de ahí de la Colonia Obrera [zona cabaretera de la capital]. Formé parte de muchas orquestas de baile y me hizo muy bien conocer, trabajar con todos esos géneros. Ahora los aplico al jazz, pero también tengo otros en mi haber. Hoy ando explorando en la composición, en la improvisación, en la rítmica, junto con mis compañeros actuales que también tienen una cantidad de influencias enormes. Lo que hay que hacer es experimentar, no es fácil para mí definir lo que estaré haciendo en el futuro».

FOTO 2

S.M.: ¿CUÁLES HAN SIDO TUS INFLUENCIAS MUSICALES MÁS IMPORTANTES?

H.I.:  «Como te decía, una es la música afroantillana, otra es el rock y la música clásica. Antes de entrarle al jazz tocaba rock progresivo, el jazz tradicional, el funk, el swing de la época de las big bands, la música clásica. En cada uno de estos géneros hay representantes, gente que me ha marcado mucho. Dentro de la afroantillana está Papo Lucca, al que le tengo mucha admiración. Con los años afortunadamente hemos hecho una buena amistad. En el jazz está Oscar Peterson, Art Tatum, todos grandes pianistas. En cada género tengo a alguien que me ha influenciado mucho, es una gama interminable».

S.M.: ¿EN QUÉ FORMATO TE SIENTES MÁS A GUSTO TOCANDO?

H.I.:  «Todos me gustan muchísimo. Cada uno representa una distinta aventura, diferentes colores, sobre todo. Sin embargo, el reto más grande para mí es el piano solo, siempre ha sido el piano solo. El dueto es muy íntimo también. En realidad, todas las formaciones me gustan. He tenido la oportunidad de tocar en la mayoría de los formatos. Cualquiera de ellos siempre me ha brindado y enseñado distintas cosas, colores, sobre todo. Los enormes colores de las agrupaciones grandes los trato de abstraer y pasarlos a colores en formatos chicos, y al revés, colores de formatos chicos trato de ampliarlos a un arreglo grande. Interrelacionarlos todo el tiempo. Se trata de explorar en los colores de las instrumentaciones, por eso me siento muy cómodo en cualquiera de ellos».

S.M.: APARTE DE LAS MENCIONADAS, ¿EN QUÉ OTRAS MÚSICAS HAS INCURSIONADO?

H.I.:  «Yo solía tocar pop. Antes de tocar el piano tocaba la guitarra y siempre me gustó mucho hacerlo. Después entré a la Escuela Superior de Música. Ahí estudié formalmente el piano y cada año hacía un recital de música clásica, luego dejé de hacerlo, pero no descarto la posibilidad de retomar el asunto. Llegué a tocar con la Orquesta de Bellas Artes, en una presentación que se hizo en la escuela en aquel entonces. Cada experiencia me ha enriquecido mucho. Quiero tocar con un formato de salsa completamente típico también. Me gusta explorar en todos los géneros, en todas las cosas que me han conformado».

FOTO 3

HÉCTOR INFANZÓN QUARTET

(NOS TOCA)**

 

Por SERGIO MONSALVO C.

 

Hablar de Héctor Infanzón como pianista supone pensar de entrada en un músico multifacético y capacitado para asumir, de la manera más satisfactoria, los retos de cualquiera de las posibilidades expresivas lo mismo del jazz que de otros géneros. Tanto su lenguaje como solista, como en su condición de gran acompañante motivan a considerarlo ejemplo de lo que debe ser un artista contemporáneo: instrumentista con alto grado de técnica, compositor inspirado y equilibrado líder de agrupación. Su educación musical y su bagaje incluyen aspectos esenciales en todo buen músico: una temprana formación musical cimentada en centro de enseñanza, lo mismo que en cabaret y antros.

Asimismo, la de Infanzón es una pasión por el jazz no ajena a la reminiscencia y gusto por la música clásica, que tienen su origen en la etapa de primeras lecciones del instrumento, un background que él sabe aprovechar de la forma más positiva, y que en su momento no impidió que se ocupara a conciencia en la búsqueda de su propio lenguaje en un terreno jazzístico en el que su formación clásica y afroantillana también podrían tener un papel.

En este 2000 aparece su nueva grabación con el cuarteto (Waldo Madera, batería; Rodrigo Cárdenas, bajo; Armando Montiel, percusiones) y lleva por título Nos toca (Opción Sónica), acerca del que platiqué con él.

S.M.: ¿Cómo surgió la idea de formar este cuarteto en espe­cial?

H.I.: «Este cuarteto se formó a raíz de que yo estaba inquieto y buscando otras sonoridades. Quería explorar lo que había sido mi influencia primaria —la música afroantillana, afrocaribeña— con el jazz que había hecho anteriormente con el grupo Antropóleo, que por aquella época se desintegró (1991). Quería explorar otros sonidos, agregándoles lo que había vivido y aprendido en los cabarets tocando música afroantillana. Quise fusionar eso con el jazz y como consecuencia surgió este grupo.

«Cuando Waldo Madera llegó a México lo escuché tocar, luego ‘palomeamos’ [jam session] juntos y nos prendió la idea de seguir y hacer algo al unísono. Después conocimos a Rodrigo Cárdenas y formamos un trío. Empecé a componer cosas nuevas para el mismo. Igualmente, cosas que tocaba con Antropóleo las integré dándoles un giro y así iniciamos nuestro repertorio. Al año siguiente se integró Armando Montiel, quien al principio sólo palomeaba con nosotros, pero después pensamos que era indispensable para el grupo, y así quedó conformado el cuarteto que sigue vivo hasta la fecha».

S.M.: ¿Por qué el título del disco?

H.I.: «Podría sonar muy obvio el título, pero no lo es tanto. El día que hicimos la sesión de fotos aún no definíamos el nombre del álbum, y platicábamos cómo estaban nuestras familias, y surgieron situaciones en las que algunos de ellos, especialmente nuestros padres, no estaban gozando de buena salud. Estábamos preocupados por eso y conversamos al respecto. Sacamos a colación que ya estamos en una época en que generacionalmente nos toca cuidar a nuestros viejos, porque si bien ellos ya nos cuidaron y dieron carrera, ahora nos toca a nosotros cuidarlos, no sólo en el sentido de la salud, sino atenderlos en todo. Por otro lado, los miembros del grupo ya estamos en una edad en que necesitamos expresar todo lo que tenemos. Ya no somos tan jóvenes para seguir anhelando cosas a futuro, sino siento que tenemos que expresar día tras día todo lo que tenemos qué decir como seres humanos. Así que en ese momento se nos ocurrió la idea de que nos toca y eso no sólo implica lo musical sino también una actitud de vida. Nos corresponde decir las cosas no únicamente como músicos sino personalmente, tomar la estafeta, ser soportadores de nuestras familias, etcétera. Básicamente, ésa es la razón del título».

S.M.: Cecil Taylor dice que uno de los problemas con los músicos es que no definen verbalmente aquello que hacen, y por lo mismo están sujetos al cajón donde los coloquen. En tu caso, ¿cómo definirías musicalmente al disco Nos toca?

H.I.: «Efectivamente, hay una dificultad de los artistas en general para definir su propia obra. Creo que es una consecuencia natural y tiene cierta lógica porque uno crea sin tanto análisis, obedece a ciertos impulsos con la información que tiene, con la técnica que se posee, y se estructura el trabajo, pero no se está pensando en cómo va a llamar a ese concepto. Uno no está pensando en eso. Muchas veces la crítica es la que define el propio trabajo y es cuando lo encasillan a uno, y piensas: ‘¿Así se llama lo que estoy haciendo?’. Incluso los investigadores de los géneros —hablo del arte en general— al analizar las obras, al estudiar las corrientes artísticas y ver el trabajo de un artista, obviamente lo clasifican dentro de la gama de géneros que conocen, y uno a veces no es consciente de ello en realidad. Es como lo dice muy bien Cecil Taylor: hay dificultad para definir nuestro propio trabajo.

«En mi caso, el trabajo de Nos toca lo considero el resumen de una década de trabajo con este cuarteto. Pero no sólo eso: es el resumen de toda la historia que me ha conformado desde que tocaba salsa; desde que tocaba en los cabarets de la Ciudad de México con grupos salseros. Es el resumen de todas estas influencias. Primero dije de toda la década porque es el cuarteto que interpreta esta música y es el que la grabó, pero si me voy más lejos, es el resumen de la música que escuché desde pequeño, parte de ella, sobre todo del lado latino que es el que más me ha influenciado, el que más he hecho e hice durante muchos años. Creo que la música que plasmamos en este CD es en parte el resumen de ello y en parte de lo que podría venir.

«En algunos temas ya estoy con cierta tendencia a irme hacia otro lado. En piezas como ‘El atraco’ y ‘El piano parlante’ se me abrieron otras posibilidades, me dije que ya necesito hacer otras cosas. No sólo cambiar de género sino al mismo género darle la vuelta. La propia estructura no lineal de ‘El atraco’ me llevó a lo que quiero hacer: romper con las estructuras, con la lógica de estas cosas. Algunas resultarán, otras no, quién sabe. Finalmente, al disco Nos toca lo definiría así: es el resumen de las influencias que he tenido durante todos estos años. Al frente, la década con el grupo mismo, tocando esta música; y atrás, toda la influencia de la música latina que me ha marcado profundamente».

FOTO 4

S.M.: ¿Cuánto tiempo llevó grabarlo?

H.I.: «Tres días, más la mezcla que hice en Nueva York en donde le agregué también los metales de ‘El regreso’ y ‘El atraco’. Para ello invité a dos amigos: Bobby Franceschini, saxofonista, y a Barry Danielian, tremendo trompetista. A ambos los conocí en México trabajando con el cantante Emmanuel. Al llegar a mezclar el disco allá les hablé por teléfono para invitarlos y amablemente aceptaron. Hicieron un excelente trabajo que se grabó allá, pero el disco en audio y video lo hicimos aquí en México en tres días. Básicamente fue como capturar una más de las tocadas del grupo. No pretendimos tocar más o menos de lo que éramos en ese momento. Eso lo conversamos mucho, porque el hecho de plasmar un disco, que es como hacer una fotografía de la música, va a quedar ahí y eso es una responsabilidad.

«Les dije: ‘Muchachos, ¿se acuerdan de cuando éramos adolescentes y nos dejábamos crecer el bigote y nos veíamos más feos de lo que somos? Pues así es la música. No pretendamos ser más de lo que somos hoy, porque así tocamos en este momento. Sé que hemos escuchado 20 mil discos y que quisiéramos tocar como zutano o mengano, pero no somos ni fulano ni zutano ni mengano, somos éstos y eso es lo que hay que plasmar. Y si salimos con el bigote feo y retorcido, ni modo, así somos. Con el tiempo nos vamos a arreglar más y a ponernos otra cosa, es un proceso’. Y con esa imagen en mente nos aventuramos al estudio y el disco salió. Creo que tiene esa frescura precisamente».

S.M.: ¿Te sientes satisfecho con el resultado?

H.I.: «Mucho muy satisfecho. Obviamente hay una parte en el rincón en la que uno dice, bueno, hay cosas que hubiera querido tocar de otra manera. Siempre hay una parte de ti que te está dictando ‘me hubiera gustado hacer esto o esto otro’, pero en eso radica precisamente el crecimiento. Eso que pensé lo voy a hacer en el otro disco, con otra composición, con otra improvisación. En eso consiste la evolución».

S.M.: También el pianista Randy Weston ha insistido en que la improvisación es el lugar donde el entendimiento y la comunicación son absolutos. ¿Qué opinas al respecto? ¿Esto se dio en el disco?

H.I.: «Para mí la improvisación es un medio. A mí siempre me han preguntado por qué me dedico al jazz y no a otro género, teniendo la oportunidad de haberme dedicado a otro. A mí el jazz me permite expresarme en este momento, cambiar lo que quiera cambiar, componer al instante. Efectivamente, cuando estás tocando con otra gente te comunicas de una manera espontánea, no obstante, estén escritos los temas sobre los que estemos improvisando. Cuando viene el momento de los solos, de la improvisación, sí hay una comunicación que es espontánea, y que no se repite aun cuando volvamos a tocar el mismo tema.

«Uno se comunica, uno explora toda la gama de sus propias emociones. No nada más de lo bien que nos podamos sentir, también podemos expresar lo enojados que estemos, lo tristes, lo alegres, toda una multitud de emociones están plasmadas, y no sólo las mías sino las que estoy interactuando con el baterista o con el percusionista. Cuando un tema empieza a sonar ponemos en el centro toda esta variedad de cosas. No sabemos lo que nos pasó en el día, podemos estar mal, y sin embargo hay que salir a tocar y eso lo vamos a plasmar. En este sentido hay comunicación, una muy interna, profunda, entre nosotros. Es una dinámica de grupo con un lenguaje muy subliminal. De por sí la música es abstracta, el lenguaje musical es abstracto y no se diga la comunicación entre los músicos.

«Ahora, ¿por qué el jazz? Porque a la hora de la comunicación estamos haciendo lo que queremos musicalmente, y eso no pasa con otros géneros en donde uno obedece a ciertos patrones y hay que seguirlos, tienen otro encanto. Mi naturaleza me pide hacer este tipo de cosas, cambiar totalmente, buscar, explorar, componer al instante, y esto que hago internamente —y me imagino que en los otros integrantes sucede lo mismo—, cuando hay comunicación entre el grupo se da en la grabación, y lo pude notar en el proceso de Nos toca. A la hora que salimos a un concierto aparecemos también con esta actitud.

«Me he dado cuenta con el tiempo de que estas cosas las percibe el público, es muy sensible. Al haber una exposición, un mensaje, un discurso honesto, la gente lo percibe, la gente sabe si el músico está falseando las cosas. Si bien no puede saber lo que está pasando entre nosotros, se da cuenta de que no se le está comunicando. El público es muy sensible para estas cosas. Si la comunicación no está pasando entre nosotros no le está pasando tampoco al público, hay como un conductor. Y si no hay esa comunicación, no habrá proyección hacia el público y por lo tanto no habrá respuesta, no vamos a motivarlo. Tomando eso en cuenta, siempre salimos a dar lo mejor que tenemos, lo que podemos hacer, y por eso a la gente le gusta mucho este cuarteto, porque nos entregamos todo el tiempo, haya tres personas o esté lleno el lugar. Siempre les gusta que nos entreguemos cualquiera que sean las condiciones en las que estemos tocando. Por eso hay comunión en este disco, efectivamente».

S.M.: Entre De manera personal y Nos toca pasaron siete años. ¿Por qué tanto tiempo entre una grabación y otra?

H.I.: «En realidad pudo haber sido más. El disco De manera personal fue un accidente, en realidad íbamos a grabar este disco allá por 1993, y no sucedió entonces por razones técnicas. No llegó el ingeniero, así que me trepé a tocar el piano durante dos horas sin pensar que fuera a resultar un disco. El proyecto era grabar al trío (Armando todavía no estaba integrado), pero se me propuso la posibilidad del solo. Buscamos luego la manera de grabar al trío, no se dio, pero salió aquel disco. Lo promoví, seguí componiendo, trabajando para el cuarteto (para entonces ya cuarteto), y se retrasó hasta que dijimos: ‘esto no puede ser’. Debimos haberlo grabado antes, pero creo que las cosas se dan por una razón y se dieron en este 2000 y por fin salió el disco. Fueron muchos años en los que se fue acumulando lo que tenía que decir, toda una década. Ahora tengo 41 años y me toca expresarlo todo, sacarlo todo, y no sólo en el jazz. Me di cuenta, con el paso del tiempo, de que tengo otras propuestas musicales en mí y que las hago con facilidad. En el futuro las voy a sacar, dar todo lo que me corresponde dar, decir lo que tengo que decir».

S.M.: ¿Esto significa que vas a hacer discos en otros géneros también?

H.I.: «Los voy a hacer siempre y cuando esté listo, no los voy a sacar sólo por sacarlos. Pero no me voy a tardar tanto tiempo tampoco. Es decir, voy a ser más constante en mi trabajo, canalizarlo lo más pronto posible, siempre y cuando esté listo, ése va a ser el criterio, antes que nada».

* Y ** Estas entrevistas las realicé con el pianista en diciembre del año 2000, con objeto de que apareciera la primera en el libro Tiempo de Solos 50 Jazzistas Mexicanos, y la segunda a raíz de la aparición de su disco Nos Toca. Héctor Infanzón ha continuado todo lo que va del siglo XXI con una carrera ascendente y siempre prolífica.

 

VIDEO SUGERIDO: Héctor Infanzón Trio Live at El Lunario Azúcar Part I, YouTube (Héctor Infanzón)

FOTO 5

Exlibris 3 - kopie

ELLAZZ (.WORLD): DINAH WASHINGTON

Por SERGIO MONSALVO C.

 

DINAH WASHINGTON (FOTO 1)

CAUSA Y TEMPERAMENTO

Dinah Washington fue una cantante con un poder comunicativo extraordinario. Fue una intérprete característica de los años cuarenta, con el glamour y el aura propia de la época. Pero su nombre auténtico era más prosaico: Ruth Jones; su lugar de nacimiento, Alabama; y sus orígenes musicales, enraizados en el gospel de la Iglesia Bautista del Sur de Chicago, donde había emigrado su familia.

Al actuar como pianista acompañante y directora de coro, entró en contacto con Sally Martin, una de las pioneras del gospel, y formó parte de su grupo. También cantó junto a su madre en ceremonias religiosas de diversas comunidades de Chicago.

A los 14 años de edad ganó un concurso de cantantes aficionados en el Teatro Regal. Y contra la opinión ortodoxa de su madre, con quien mantuvo una tormentosa relación, decidió dedicarse a la música profana. En 1942 se empleó para atender los baños femeninos en un club nocturno, donde esporádicamente también cantaba, En una ocasión llegó a sustituir a Billie Holiday.

Habla Dinah:

“Solicité trabajo por toda la calle Fillmore de Chicago. Ni el instituto de belleza local ni la tienda de discos necesitaban una gerente. Un agente inmobiliario que conocía me dijo que su amigo, un hombre de negocios requería de una persona imperturbable para atender los baños femeninos de un club nocturno. Primero me enfurecí por el ofrecimiento, pero la oportunidad de alguna vez poder cantar ahí me resultó demasiado tentadora para ser ignorada por estos escalones menores.

“Ni me pasó por la cabeza que no pudiera hacer bien aquel trabajo. A fin de cuentas, a pesar de que mi experiencia no incluyera atender unos baños, había sobrevivido con éxito a angustiosos episodios de mi vida y me consideraba lo bastante madura (18 años) y adulta para aceptar tamañas responsabilidades.

“Tom Ramsey –el dueño del lugar– quedó impresionado con lo que el creyó mi vocabulario de universidad, y los diamantes de medio quilate que brillaban entre sus dos dientes delanteros me encantaron. No me pidió referencias y me ofreció 75 dólares a la semana y todas las comidas.

“Ramsey era un hombre grande y amable, que se reía de la vida y mantenía todos los detalles de sus numerosos negocios en la cabeza. Era propietario de una tintorería, de una tienda de reparación de calzado y, puerta con puerta con el club, de una casa de apuestas. Sus trajes estaban hechos a la medida y los llevaba con aire informal. Si hubiera cerrado los labios para ocultar los diamantes y hubiera vivido en otro mundo, habría pasado por un erudito corredor de bolsa que arrasaba habitualmente en Wall Street.

“Ramsey servía platillos sureños en el club, así como buenos y bien preparados tragos en gran cantidad, así que era popular entre los asiduos de la zona. Ramsey también había contratado a tres boxeadores desconocidos y los estaba preparando para el campeonato. Quería potenciar al club y extender invitaciones para cenar a los exitosos promotores de boxeadores blancos que conocía de un gimnasio.

“Cuando el número de comensales bajaba, yo tenía la oportunidad de examinar cuidadosamente a los jugadores que ahí se reunían. Estos entraban pausadamente en el club durante las gélidas mañanas de Chicago, con sus pantalones bien cortados que les hacían bolsas en las rodillas; corbatas de seda pintadas a mano con el nudo a medio hacer y colgando, agitándose, olvidadas, en la parte delantera de sus camisas. Cuando sus manos tiraban accidentalmente el café en los manteles, los camareros traían café recién hecho sin el más leve signo de reprobación.

“Ganadores y perdedores tenían el mismo aspecto descuidado, pero eran reconocibles por sus acompañantes. Mendigos, timadores y perdedores de todo tipo escuchaban atentamente sus palabras, les acomodaban las sillas para que se sentaran y gritaban a los camareros de movimientos lentos para que fueran más rápidos.

DINAH WASHINGTON (FOTO 2)

“Las mujeres de la calle que se reunían con sus hombres en las mesas (Ramsey no permitía la prostitución en su club y ninguna mujer podía entrar al salón de apuestas) me interesaban particularmente. Entraban cansadas, con el glamour de la noche borrado de sus rostros y el balanceo ausente de sus caderas.

“Los hombres que bebían whiskey, por costumbre o por diversión, tomaban el dinero de las mujeres sin esconderse, contando billete a billete, y ordenaban a un lacayo que fuera corriendo hasta la barra y trajera ‘un trago’. Las caras de las mujeres mostraban orgullo y derrota. Habían demostrado ser putas prósperas y honradas, pero también sabían que los hombres volverían a las mesas de juego para apostar las ganancias de la noche, y las mujeres, exhaustas, serían enviadas a casa y a una cama vacía.

“Un hombre que se drogaba con heroína nunca trataba a su mujer tan a la ligera. Esperaba impaciente, bebiendo café cargado de azúcar. En cuanto su mujer pasaba por la ventana, se levantaba y pagaba la insignificante cuenta. La mujer esperaba en la puerta y la pareja se alejaba de prisa. Yo sabía que ellos se apresuraban por la dosis.

“Yo sabía que la mujer ya había hecho el contacto antes de pasar a recoger a su hombre. Lo sabía y no veía nada de malo en ello. Por lo menos eran una pareja y dependían el uno del otro. Ramsey tenía poco tiempo para advertir estas cosas en su club, porque se pasaba los días dedicado a sus boxeadores. Los encargados de su tintorería y de su casa de juego estaban cortados por el mismo patrón tradicional, y sus negocios iban al alza.

“- ¿Sabes manejar? – Me preguntó un día.

– Sí. Y también sé cantar.- Contesté.

– Quiero que te lleves el coche y pases a buscar a mis boxeadores por las mañanas. Llévalos hasta el lago. Ellos bajarán y se pondrán a correr y tú los seguirás. Cuando hayan dado una vuelta al lago, recógelos y llévalos al gimnasio. Entonces vienes a recogerme a mí, te llevo a tu casa y vuelvo al gimnasio. Y si en alguna ocasión no viene la cantante contratada, podrás sustituirla. Ponte de acuerdo con los músicos para cuando llegue el momento — Eso, debo decirlo, pasó a veces”.

Luego de su experiencia en aquel club, Dinah Washington cantó con Fats Waller, y pronto llamó la atención de Lionel Hampton, que le ofreció su sonoro nombre artístico y un contrato que duraría tres años. Así la temperamental Dinah emprendió su carrera, y luego de ello se convirtió en solista en 1945. Los primeros frutos fueron una docena de blues para el sello Apollo Records con una banda de modernistas, liderados por Lucky Thompson, en la que figuraban también Milt Jackson y Charles Mingus.

Los años de plenitud de la Washington presentan a una cantante de voz abundante, aguda, vibrante, emitida con la nasalización y la intensidad propia de muchos intérpretes de blues, pero cuya dicción y afinación escrupulosas apuntan hacia una alta sofisticación apta para objetivos muy distintos.

A partir de 1946 grabó con los mejores músicos de jazz de la época, con los grandes arreglistas, pero también con los más incompetentes, en las compañías más exquisitas y en las más triviales, según el gusto de cada uno de sus siete maridos. Claro que el repertorio elegido a base de baladas y temas lentos, fue el más apropiado para sus cualidades.

El año de 1959 significó un punto de inflexión, cuando obtuvo éxitos de ventas y eso animó a la cantante a dar un salto definitivo desde sus coqueteos con el jazz al mercado del pop, maniobra conocida en la música con el término crossover. En él, de cualquier modo, el estilo de la vocalista siempre cortante como un cuchillo, más sensual y sutil que nunca, sobresalió y dejó huella en la historia del género. Un exceso de somníferos acabó finalmente con la ajetreada vida de Dinah Washington en Detroit, poco antes de la Navidad de 1963.

VIDEO SUGERIDO: Dinah Washington – What a Difference A Day Makes, YouTube (Jan Hammer)

DINAH WASHINGTON (FOTO 3)

Exlibris 3 - kopie

BABEL XXI-577

Por SERGIO MONSALVO C.

 

FOTO

 

 

ROY HARGROVE

UN PEREGRINO EN LA HABANA

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://www.babelxxi.com/577-roy-hargrove-un-peregrino-en-la-habana/

Exlibris 3 - kopie

JAZZ: DOCE HITOS DEL SIGLO XX (CHARLIE PARKER)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

CHARLIE PARKER (FOTO 1)

IV

El jazz del medio siglo podría dividirse en dos eras: la anterior a Charlie Parker y la transformada por él. Un nuevo panorama surgió cuando su visión iluminó el futuro de la música.

Charlie dedicó todas sus energías a aprender a tocar el sax de manera autodidacta, con un estilo personal, excéntrico y a la vez liberador. Así eran también las características del estilo bebop en cuyo desarrollo Parker desempeñó un papel fundamental junto a otros músicos que trabajaban en la misma dirección.

CHARLIE PARKER (FOTO 2)

Charlie Parker fue el mesías del jazz moderno, motor del bebop e instigador del rhythm and blues. Cuando murió en 1955 aparecieron en el Metro de Nueva York, y el resto de Manhattan, graffiti que decían: «Bird Live».

Él transformó la música gracias a su enfoque único del ritmo y el fraseo, a una profunda convicción de que las historias musicales se podían contar de modo diferente cada vez. Tocaba con una pasión y un fervor que iban mucho más allá de la maestría técnica.

Parker no tocó en un idioma que realzara el potencial de la música popular de baile, no. Debido a su nueva estética, el público llegó a concebir al jazz como una forma artística seria y como un símbolo de rebelión. El bebop se convirtió en la banda sonora de la vida bohemia y marginal, de los outsiders.

 

VIDEO SUGERIDO: Ko-Ko – Charlie Parker, YouTube (charlieparkerjazzart)

CHARLIE PARKER (FOTO 3)

Exlibris 3 - kopie

JAZZ: THE BRECKER BROTHERS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BRECKER BROTHERS FOTO 1

UNA FRUCTÍFERA HERMANDAD

Nacidos en Filadelfia en los años cuarenta (Randy el 27 de noviembre de 1945 y Michael el 29 de marzo de 1949), los hermanos Brecker formaron parte de la primera generación de músicos de jazz profesionales que consideraron el rock no como enemigo sino como un intrigante mundo musical alternativo.

Randy estudió jazz en la Universidad de Indiana. Llegó a Nueva York en 1966 ya como un trompetista seguro y original. Su primera colaboración importante fue con Blood, Sweat & Tears, entonces encabezado por Al Kooper. Contó así con las bases para continuar en el movimiento de fusión del jazz y el rock; no obstante, se inclinó por el lado del jazz como trompetista del quinteto de Horace Silver. Al mismo tiempo participó en las big bands de Duke Pearson, Joe Henderson y Thad Jones-Mel Lewis.

Más o menos en esta época, Michael Brecker entró a estudiar el saxofón, también a la Universidad de Indiana. A los 19 años hizo su debut profesional con el grupo de rhythm and blues de Edwin Birdsong, y en el acetato en el álbum de su hermano Randy, Score (Solid State), ese mismo año. Se volvió obvio que ambos contaban con una profunda comprensión de los grandes del jazz que los precedieron y con una calidad inventiva que puso de manifiesto claramente sus estilos personales desde las primeras etapas de sus carreras.

En 1970 ayudaron a formar un grupo de pop-jazz llamado Dreams cuya integración original incluyó a Billy Cobham. El grupo llamó la atención, pero tuvo poco éxito comercial. Al mismo tiempo, cada uno de los hermanos desarrollaba su propia carrera en el jazz y pronto se hicieron nombres constantes en el trabajo como músicos sesionistas.

En 1972 volvieron a reunirse dentro del quinteto de Horace Silver y un año después en el grupo de fusión de Billy Cobham. A fines de 1974 hicieron planes para un grupo propio y fueron contratados por la novel compañía Arista Records.

BRECKER BROTHERS FOTO 2

El grupo se armó con algunos de los mejores músicos de estudio orientados al jazz que había en Nueva York. Los hermanos Brecker crearon una fusión original de funk y jazz. Las melodías intrincadas, angulosas e impredecibles de Randy funcionaron de maravilla dentro del nuevo contexto. Las composiciones ricas, melódicas e igualmente distintivas de Michael no tardaron en aportar su parte a la mezcla, para extender el alcance del grupo y del nuevo sonido.

El grupo de los Brecker Brothers duró de 1975 a 1982, aunque ninguno de los dos suspendió por completo sus demás actividades musicales. Diez años después de su última grabación conjunta se reunieron nuevamente para continuar con su fusión original en el CD Return of the Brecker Brothers (GRP, 1992), fuente principal de su siguiente antología, Brecker Brothers (Priceless Jazz núm. 25/GRP, 1999). La hermandad continuó igual de fructífera hasta el fallecimiento de Michael en enero del 2007. Randy sigue activo.

VIDEO SUGERIDO: Brecker Brothers Live in Barcelona – Some Skunk Funk, YouTube (dekartthegreat)

BRECKER BROTHERS FOTO 3

Exlibris 3 - kopie

BIRD: EL BIOPIC FALLIDO

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BIRD (FOTO 1)

 

La película Bird (1988), dirigida por Clint Eastwood, nos dice que la obra de Charlie Parker era grande, pero no explica nunca los criterios por los cuales se mide la grandeza en el jazz, o la de Parker en particular: Tales criterios son la sonoridad y el espíritu, el binomio indiscutible.

Cuando la gente ve la película escucha también la música. Con el soundtrack de Bird, Clint Eastwood y Lennie Niehaus –sus realizadores– debieron haber pensado que su única opción era la de «corregir» las grabaciones de Parker (la carrera del músico se desarrolló antes de darse los avances tecnológicos en los que los consumidores de discos y de cine insisten hoy en día).

Quizá hubiera sido más fácil contratar a un saxofonista que tocara por Forest Whitaker, pero tal procedimiento hubiera ido en contra de la intención fundamental: convencer a los públicos contemporáneos del impacto revolucionario que inicialmente tuvo un estilo jazzístico que ha representado el statu quo desde hace casi ocho décadas.

Ninguno de los saxofonistas que actualmente tocan con el estilo de Parker hubiera sido capaz de igualar su virtuosismo en el instrumento, su imaginación armónica y resonancia tonal. El problema insuperable hubiera sido el de encontrar a un saxofonista capaz de tocar como Parker sin causar la impresión de estar reciclando tonadas de los años cuarenta.

Con todo, un sustituto de Parker hubiera sido preferible a lo que Eastwood y Niehaus produjeron al alterar la música de Parker, en el intento descaminado de revivirla. Sólo logran darle un sonido más fantasmal, a causa de la baja evidente en la calidad de grabación cada vez que comienza una improvisación (cabe admitir que esta falla es más obvia en el disco que en el cine, donde el ojo tiende a distraer al oído).

El término «solo», utilizado con frecuencia para describir una improvisación de jazz con acompañamiento rítmico, resulta engañoso al insinuar que es posible aislar una improvisación del entorno en el que se desarrolla, sin entender que esas notas se acoplaban al tempo y al contexto móvil de un grupo.

Al eliminar de las grabaciones de Parker en el soundtrack a acompañantes como Miles Davis y Max Roach, la cinta borró la historia. Por mucho que Parker se haya adelantado a todos sus colegas salvo los mejores, el bebop constituía un movimiento en forma en el que los seguidores desempeñaban un papel tan significativo como el de los líderes.

La presión que los acompañantes de Parker debieron experimentar en el intento de mantenerse a la par tuvo significado en la emoción palpable de sus grabaciones. Es de comprender que Parker y sus «nuevos» acompañantes (para la banda sonora de la película) nunca logren un entendimiento comparable con aquél. ¿Cómo lo iban a lograr si 40 años mediaron entre sus respectivas sesiones en el estudio? Era imposible que esta empresa diera resultados satisfactorios, pero la elección aparentemente arbitraria de los músicos selló su suerte.

BIRD (FOTO 2)

John Guerin, un nombre común en los estudios de grabación de California cuya batería acompaña a Parker a veces en forma rutinaria y luego de manera dominante, no tenía por qué reemplazar a Max Roach. Al contrario de Guerin, el pianista Monty Alexander es muy consistente; siempre sudoroso, agitado y lleno de clichés, proporciona una acentuación rítmica demasiado enfática a las líneas de Parker.

Incluso cuando el acompañamiento proviene de músicos más o menos en la misma onda de Parker (incluyendo a los pianistas Walter Davis, Jr., y Barry Harris), el resultado es totalmente anacrónico, puesto que estos boperos actuales tocan con un estilo algo anticuado que Parker aún estaba en proceso de definir. El filme tiene la técnica Dolby y digital de su lado, pero Parker es el que comunica la sensación de riesgo, pese a su sonido borroso.

En sus apuntes para el cuadernillo del soundtrack, el crítico y fotógrafo Leonard Feather aportó un ejemplo clásico de lógica alrevesada al afirmar que el álbum le dio a Parker la oportunidad de tocar «al lado de hombres cuya compañía y su muerte prematura no le permitió disfrutar». Creo que el placer fue exclusivamente para los músicos modernos, y Feather –amigo personal de Parker y uno de sus primeros defensores– debió ser el primero en admitirlo.

«Si [Parker] estuviera entre nosotros en la actualidad, indudablemente querría sonar así», escribió Feather. Si Charlie Parker, que nació en 1920 y murió en 1955, hubiera estado vivo en 1988, fecha de estreno de la película, contaría con 68 años. Suponer que uno sabe más que eso es en definitiva una arrogante necedad que va a molestar y mucho a Feather en su tumba por toda la eternidad.

Si eso pasó con la sonoridad, lo biográfico también sufrió. Y no en cuanto a anécdotas, sino en lo que se refiere al espíritu de la música que Parker personificó. El bebop creó un lenguaje hablado y musical, un estilo generacional y una estética grupal para la que nunca hay referencia. Como la generalidad de los biopics musicales, éstos sólo se enfocan en el lado oscuro del biografiado y nunca en sus luminosidades, que es por lo que se le aprecia y recuerda. Para el arte que crearon no hay un qué ni un cómo. Jamás se explica ni reflexiona sobre la genialidad.

A los veinte años Charlie ya era un maestro absoluto de su instrumento, el sax alto; conocía perfectamente la armonía, que había estudiado por su cuenta, y era dueño y señor de una sonoridad potente, elaborada y definida: su propia voz, a través de la cual expresaría su visión del mundo y nos ayudaría a comprenderlo un poco más. Era un artista.

En la cinta siempre sale deprimido, exhausto, iracundo, cuando en realidad no lo era. Vivía para el momento, Aquí y ahora: era un hedonista consumado y no se preocupaba por futuro alguno, sentimiento existencial heredado de la situación de guerra y posguerra que experimentó aquella generación.

A Charlie le gustaba comer, le gustaba beber, le gustaban las mujeres, los excesos en todo ello y en la droga, y lo disfrutaba sin culpa alguna. No era el aprehensivo que Eastwood reflejó en la pantalla. Una lástima que personaje semejante se le haya escapado a un buen director, que también es músico y gran degustador del jazz. La mano en la producción y colaboración de la viuda de Charlie en el guión tuvo mucho que ver en ello.

BIRD (FOTO 3)

Exlibris 3 - kopie

STANDARDS: «ALL THE THINGS YOU ARE»

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ALL THE THINGS YOU ARE (FOTO 1)

“ALL THE THINGS YOU ARE”

(HAMMERSTEIN & KERN)

Tanto la belleza como la perdurabilidad de un standard existen para hacer posible cada emoción, cada estado anímico y cada matiz de los comportamientos al respecto. Por lo tanto, no es un cliché decir que son realmente temas magníficos. En la actualidad cada uno de ellos, incluso el menos bueno, lo sigue aguantado todo muy bien. Como en el caso de “All The Things You Are”.

¡Vaya balada! Es una gran canción. Me atreví a coleccionarla, como hago con todos los temas que me gustan. Fui haciéndome de un buen acopio de interpretaciones, de una (larga) lista de las versiones, que ha aumentado día con día, según sigo investigando (de Roy Eldridge, tocándola con su trompeta y en cuarteto, pasando por la de Brad Mehldau, hasta la de Keith Jarrett, con su trío, por mencionar sólo algunas).

Lo que supe de inmediato fue que es una pieza clásica que acaba de cumplir ocho décadas de existencia. La compusieron en 1939. Y fue escrita para un musical de Broadway, Veray Warm for May. Tal obra sólo tuvo 59 representaciones debido a las duras críticas que recibió y tras las cuales fue retirada.

Sin embargo, una de sus piezas se volvió un éxito instantáneo, al grado de que las mejores big bands del momento la incorporaron a sus repertorios: Glenn Miller, Artie Shaw o Stan Kenton, entre otras.

Se convirtió en un standard muy especial para los músicos y cantantes de jazz desde entonces, dada su estructura rítmica y armónica, por no mencionar la letra, toda una confesión admirativa hacia el ser amado. Reconozco que cada vez me fui sintiendo más pasmado debido a la cantidad de interpretaciones que debía escuchar y encontrar.

Las hechas de Frank Sinatra o Ella Fitzgerald son una maravilla. Hay que dejar de hacer lo que se esté haciendo para oír esas voces. Ese fraseo de Frank es legendario, pero qué decir de la calidez y aterciopelada voz de Ella. El grano de ambos queda reverberando en la mente: “All the Things You Are”…

Por otro lado, su título es fascinante. Es una declaración de amor en sí mismo. Sin necesidad de mostrar una sola línea lírica más o un solo compás de su música. Así se las gasta “All The Things You Are”, composición de los estadounidenses Oscar Hammerstein II y Jerome Kern. La letra, del primero; la música, del segundo.

“All The Things You Are”. Es decir: Todo lo que eres o Todas las cosas que eres, en traducción libre. ¿Pero, por qué no también?: Todo lo que significas para mí, en el contexto romántico. Es una síntesis amorosa, reflexiva, sin muchos aspavientos, que quizá tal vez sea la mejor forma de hablar o de encontrase con los verdaderos amores.

En el amor, como lo saben todos los corazones solitarios, el que busca demasiado no suele encontrar las respuestas correctas. Y, dicen los buenos escritores -esos que plantean las mejores preguntas–, que lo verdadero o más valioso de la relación se te revela cuando menos te lo esperas. Ellas lo saben.

La respuesta al dilema selectivo fue escuchar dicha pieza en la Red (en Internet y sin necesidad de bajarla). Eso se convirtió desde entonces en un caro pasatiempo para mí. Pertenezco a esas generaciones que se van extinguiendo y para las cuales coleccionar música estaba intrínsicamente ligado a la posesión de un objeto, a su coleccionismo: los discos de vinil, el cassette (ese instante fugaz en la historia de la sonoridad humana) o el disco compacto, que todos llamamos CD.

Recomiendo ponerse los audífonos. Sobre todo, para escuchar la música vintage. Porque en las grabaciones disponibles y con los audífonos puestos (para impedir el paso del ruido exterior y apoyar la concentración y el despegue de la realidad), se escucha el sabor cálido que tenía la música en aquellos discos: con ese algo de scratch, como ruido de fondo.

Paseándome por YouTube, buscando, se me juntaron las enésimas versiones. “All The Things You Are”, para empezar, es uno de los temas más populares de la época del bebop, por ejemplo. Tiene unos cambios de acordes y modulaciones muy interesantes y poco frecuentes, lo que disparó la imaginería e improvisación de músicos como Miles Davis, quien la llevó consigo y el Tadd Cameron Quintet cuando salió de gira hacia París con este grupo.

La interpretación que hizo está grabada en vivo desde la Salle Pleyel. Fue realizada el 8 de mayo de 1949 y la sesión forma parte del Festival de Jazz de París, ciudad donde el trompetista había aterrizado la noche anterior junto a Tadd Dameron. Miles se encontraba eufórico después de la bienvenida que había recibido como gran artista en la capital francesa.

El crítico Maurice Cullaz tomó el micrófono, y con el entusiasmo de un comentarista deportivo, introdujo el tema en cuestión diciendo: “La forma más moderna del jazz, el estilo bebop”. Henri Renaud, que era entonces jefe del departamento de jazz en CBS Francesa, dio a conocer esta grabación por primera vez en 1977.

Pero también descubrí la versión de Thelonious Monk, que grabó allá por 1948, nada menos que ¡con un cantante! (el afortunado Kenny Hagood). Cosa extraordinaria, porque aquellos enormes músicos no aceptaban tocar con una voz al frente. Por lo tanto, esta excepción es una verdadera joya.

ALL THE THINGS YOU ARE (FOTO 2)

En 1944, Monk se inició en el Club Onix de la famosa Calle 52 y al año siguiente grabó las que son consideradas las primeras y oficiales sesiones de bebop con varios grupos. Sin embargo, fue hasta 1947 que publicó una obra bajo su nombre, Monk’s Mood, para el sello Blue Note. En ella aparece la versión de la pieza con su estilo pianístico conciso y perfecto.

No obstante, mi versión favorita de todas es la que hizo el legendario grupo The Quintet en una actuación del 15 de mayo de 1953. Misma que se llevó a cabo en Toronto, Canadá, en la sala Massey Hall de aquel país. El grupo estaba integrado por: Dizzy Gillespie (en la trompeta), Charlie Parker (que aparece como “Charlie Chan” por cuestiones contractuales, en el sax alto), Bud Powell (al piano), Max Roach (batería) y Charlie Mingus (al contrabajo) ¡Vaya dotación!

Actualmente dicha sesión está considerada como una de las mejores de todos los tiempos y como emblemática de la era del bebop. Los solos de sus miembros han quedado para la historia.

VIDEO SUGERIDO: Ella Fitzgerald – All the things you are (sub español), YoTube, (The Subterraneans)

ALL THE THINGS YOU ARE (FOTO 3)

Exlibris 3 - kopie

LIBROS: MILI BERMEJO

Por SERGIO MONSALVO C.

 

MILI BERMEJO (PORTADA)

 

UNA VIDA CON LA MÚSICA*

La historia comenzó hace muchos, muchos años cuando Mili Bermejo, procedente del Cono Sur, de Buenos Aires —para ser más precisos y donde había nacido en 1951—, llegó a la ciudad de México junto con su familia. Tenía ocho años de edad. Desde ese momento, por la influencia paterna, abrevó de la música mexicana integrándola a su herencia argentina.

Luego, las décadas de los sesenta y setenta le otorgaron muchas experiencias enriquecedoras y fundamentales: el llamado “canto nuevo”, las peñas, los clubes, los amigos de diversas naciones latinoamericanas exiliados por causas políticas y feroces dictaduras, la poesía de Nicolás Guillén, Jaime Sabines, César Vallejo, José Ramón Enríquez, Odri Lorde, Ernesto Cardenal, Gabriel Zaid y Octavio Paz; además de la ideología del compromiso social del artista y el gusto por los conciertos al aire libre.

El talento musical de Mili Bermejo le permitió obtener en el curso de los años varias becas. La primera de ellas otorgada por lo que antes era conocido como el Fondo Nacional para las Actividades Sociales (Fonapas), y luego por parte de la escuela donde se encontraba. Entonces, la vida se le modificó sustancialmente. Casi al finalizar los años colegiales y lista para saltar al profesionalismo, su hermano (Miguel, guitarrista y bajista) la introdujo en los misterios y las sorpresas de la obra de Miles Davis. Es decir: descubrió el jazz.

Habla Mili:

«El jazz representó un gran cambio para mí: el de cantante a músico. Lo cual quiere decir que debía empezar a pensar en mi voz como instrumento, en la armonía. A tener un pensamiento inteligente en cuanto a cómo abordar una pieza, o sea un pensamiento analítico y además —por si fuera poco— aprender el arte de la improvisación. No puede ser de otra manera. Es muy difícil ser un buen intérprete del jazz debido a las exigencias que esto requiere satisfacer. Se debe saber leer todo tipo de partituras, con sus claves, invertir miles de horas de práctica para desarrollar el nivel competitivo necesario. Y, asimismo, es preciso actuar constantemente para mantener en forma las habilidades musicales y desarrollar las cualidades individuales en la improvisación”.

Por aquel tiempo, Mili tuvo la oportunidad de conocer al pianista Ran Blake, pionero del avant-garde y del Third Stream, quien la llevó consigo como invitada para unas presentaciones que haría durante el programa jazzístico veraniego en la ciudad de Boston, en 1978. El viaje la motivó sobremanera para el aprendizaje del género. A la postre entró a tomar clases con el ya desaparecido pianista y destacado jazzista veracruzano Juan José Calatayud.

Con una voz siempre emotiva, Mili gusta de contar lo que la música sincopada le ha dado: «El jazz me proporcionó un método, me abrió las puertas tanto mentales como emocionales. La disciplina inherente en él siempre resulta difícil, hasta que la conviertes en tu forma de vida. Cuando das ese paso todo se vuelve fascinante porque te sientes por fin un pasajero legítimo en el tren del aprendizaje, en una dinámica de evolución estética. Es un desafío, cada minuto debes entender por qué unas notas funcionan y por qué otras no. Para mí fue descubrir un mundo vital».

MILI BERMEJO (FOTO 1)

En México, Mili supo crearse una carrera como intérprete, pero en este punto y por recomendación del maestro Juan José Calatayud, decidió irse a estudiar a la Berklee School of Music de Boston, llevando como único equipaje su amor por el jazz: «El jazz me poseyó por completo, era como un fuego por dentro que no podía acallar». Quería aprenderlo todo de él: tanto el lenguaje verbal como el musical. Esto es lo que la condujo a buscar las fuentes y a conocer a sus generadores. Debía aprender a cantar con aquellos jazzistas, en su propia tierra.

En México, Mili dejaba el reconocimiento logrado hasta entonces, sus amigos, su trabajo de muchos años en Radio Educación, a su padre —el compositor e instrumentista— Guillermo Bermejo, a su tío Miguel, ambos fundadores del famoso trío de música vernácula Los Calaveras, que en tantas giras y películas acompañara al legendario Jorge Negrete y, desde luego a su madre Luz, una cantante argentina de tangos. «Al irme a Estados Unidos dejé toda esa parte», ha comentado con añoranza.

Así que se trasladó a Boston a vivir de manera permanente en 1980. Tras cinco años de recoger conocimientos, de mostrar el talento personal a su vez, se graduó en aquella institución. Aunaba de esta manera a su vida académica la savia del jazz estadounidense, misma savia que sumó a sus acervos producto de los estudios en la Escuela Nacional de Música, con los compositores mexicanos Julio Estrada y Federico Ibarra, y de técnica vocal con la especialista Elisabeth Phinney y Jerry Bergonzi.

El ejemplo de su creatividad al darle forma a un jazz ecléctico, con la intención constante de buscar trascender las fronteras entre los géneros y culturas, hizo que las autoridades de Berklee le ofrecieran impartir clases de canto en dicha institución. Cosa que ha hecho desde entonces. Sin embargo, después de algún tiempo, Mili sintió también la necesidad de expresar a flor de piel sus raíces musicales y los conocimientos adquiridos con el jazz, así que se alió con su esposo, el contrabajista Dan Greenspan —al que conoció en esa escuela en 1981—, para realizar una obra donde se fusionaran el sentir cubano, argentino, mexicano y jazzístico, y otorgar al escucha una lluvia de ritmos en la que su estilo encontraba un cauce perfecto.

Hoy, esta mujer ha logrado el reconocimiento de músicos y crítica de la Unión Americana al aparecer en las páginas de revistas especializadas como Down Beat y Jazziz, donde se analizan constantemente los álbumes que genera. Desde Ay Amor (de 1992), hasta la noticia del nuevo disco que está a punto de salir, A Time for Love (del 2004), su discografía, que abarca ya ocho volúmenes, ha sido descrita como “el lugar donde se encuentra el jazz con la elegancia del alma latina”.

Sin concebir limitante alguna, Mili Bermejo ha laborado en distintos formatos, como el trío (en Ay Amor y A Time for Love), el cuarteto (en Casa Corazón, de 1994, o Identidad, de 1996)), el sexteto (en Pienso el Sur, del 2001), el octeto (con la agrupación de Günter Schuller, en Orange then Blue). No obstante, la quintaesencia de su quehacer artístico se puede encontrar en Dúo, de 1997, al lado de su esposo y bajista Dan Greenspan, donde la compenetración con el concepto y el trabajo constante se presentan sin más ropaje que las cualidades íntimas y personales.

Entre más vida yo siento / más pronto me voy muriendo / más cercano está el momento / de abandonar este arroyo / y más requiero el apoyo / de aquél que me está queriendo….” Así reza el track “Décimas de muerte”, una composición de esta cantante que, a base de estudio, de esfuerzo, de talento, ha sobresalido en el terreno del jazz. En Dúo, Mili se presenta en el escenario del Music Room de Cambridge para dar a conocer a los entendidos su sensibilidad y bagaje. Ella le entrega al escucha su comprensión de la música y beneplácito con el canto.

MILI BERMEJO (FOTO 2)

Para hablar de este trabajo de Mili hay que mencionar, en primerísimo lugar, el grado de retención y elaboración de los elementos básicos que han alimentado a la cantante a lo largo de su carrera. Elementos afroamericanos, latinos, caribeños, que gracias a su ductilidad y aprovechamiento se establecen en ella, en su voz, en su acompañamiento, como una mancomunidad experimental de carácter multicultural sintetizada en el jazz. Eso es el jazz. Así se forjó y así continuará en el futuro.

Ella reelabora la música a partir de su particular concepción enriquecida de estos elementos en términos de esa estructura de raíces y sus variables. Esto es: conoce su música, no sólo como ente regional sino continental, y la relaciona, la mezcla, la recrea, con el gran fenómeno del jazz y lo que éste a su vez trae aparejado consigo: la composición europea, la métrica hispana, el lied alemán, el folklore anglosajón y la referencia sobreentendida de la expresividad vocal.

Todas las variables son aprovechadas por su voz, por su temática, empapada del romanticismo del “canto nuevo”, muy bien acompañada por Greenspan, músico que muestra sus capacidades multifacéticas al proporcionarle un soporte sincopado a la rítmica voz de Mili. Las composiciones de Abbey Lincoln, Bill Evans, Lee Morgan, Johnny Mercer, Duke Ellington y de la propia Bermejo, se suceden a lo largo del CD dando rienda suelta a su estilo que en todo momento evoca las referencias de su experiencia musical con interpretaciones muy sentidas, las cuales con los artilugios de la magia vocal ubican en atmósferas y ambientes hiperreales al escucha atento.

Las interpretaciones que hace Mili Bermejo de la balada van más allá de lo simplemente emotivo. Sus cualidades, técnica y referencias vitales que carga dentro de sí, le añaden a cada tema presentado el plus que debe contener cada pieza de su repertorio. Es una cantante de jazz llena de expresividad y recursos, color y textura. En este disco, producido por ella misma, ejecuta una catorcena de tracks en los que la existencia y el arte se amalgaman para regocijar al público. Greenspan, como buen bajista, le pone los acentos, los soportes, las plataformas. De esta manera, las composiciones de todos los mencionados brillan como si fueran nuevas.

Los informes sobre Mili Bermejo dicen que ella se fue a la Unión Americana en 1980, con el claro objetivo de estudiar jazz en la que hoy por hoy se considera la mejor escuela en este sentido: el Berklee College of Music de Boston. Actualmente es profesora en esa misma institución, además de miembro de varias asociaciones para el fomento de las artes en los Estados Unidos. Mili Bermejo es una cantante que a base de trabajar su talento, de disciplinarlo y conducirlo, ha llegado a ser escuchada en los mejores escenarios y a recibir premios y menciones, porque además de estudio y trabajo tiene propuesta y capacidad para manifestarse en el comprometido terreno del jazz. La suya es una magnífica historia, plasmada en concreto en varios álbumes a los que sigue sumando nombres.

 

 

 

 

* Este texto es fundamentalmente el guión literario del programa número 82 de la serie “Ellazz”, que se trasmitió por Radio Educación en los años cero (primera década del siglo XXI), del que fui creador del nombre, entrevistador, investigador, guionista y musicalizador. El programa se realizó con el material de la entrevista breve que le hice tras la publicación del disco Dúo (Jimena Music) en 1997. Éste se uniría a la enriquecedora discografía de la cantante, compositora, pedagoga y divulgadora del jazz, con De tierra, Identidad y el postrer Arte del Dúo, además de los ya mencionados en el texto. Todos discos a los que la artista dotó con canciones propias, standards del jazz y composiciones de diversos creadores latinoamericanos, siempre incluyendo sus emociones y las cuestiones sociales de todo lo que la afectaba. Mili murió el 21 de febrero del 2017. Aún no sé si ya se publicó el libro que tenía listo sobre técnica vocal en el que tenía tiempo trabajando. Una entrevista más larga la realicé anteriormente con Mili en noviembre del año 2005 vía online, en diversas sesiones. Al año siguiente la publiqué completa en la Editorial Doble A y, a la postre, un fragmento de la misma dentro de la serie “Ellazz (.mx)”, que apareció en el blog Con los audífonos puestos.

 

 VIDEO SUGERIDO: MILI BERMEJO QUARTET – Luz De Nueva s Lunas, YouTube (ramoburg)

MILI BERMEJO (FOTO 3)

 

 

MILI BERMEJO

Una entrevista de

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2006

Exlibris 3 - kopie