BABEL XXI-602

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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BEATLES

FOR DUMMIES (IV)

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

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ARTE-FACTO:LET IT BE

Por SERGIO MONSALVO C.

LET IT BE (FOTO 1)

EL FIN DE UNA ERA

La historia de los Beatles cuenta con muchos comienzos y hoy –tras cinco décadas de su desaparición— aún no tiene un final. Para la efeméride que corresponde (los 50 años del lanzamiento de su último álbum, que continuaría con el fenómeno planetario) hay un nombre: Let it Be.

En la mitología griega existió un tiempo dominado por los Gigantes, criaturas que se caracterizaron por su estatura y fuerza excepcionales. Y así como en aquella época para tal cultura el acontecer cotidiano regía por tales circunstancias la evolución del mundo, en la nuestra la historia del rock está compuesta fundamentalmente por sus mitos y entre éstos, uno de los más grandes ha sido el de los Beatles.

La década exacta en la que existieron como grupo (1960-1970) estuvo regida por ellos. Fueron los gigantes de su momento y la estela de sus actos y su desaparición como grupo, como la de sus semejantes griegos, permanece aún entre nosotros y no se le ven trazas de dejar de hacerlo en el futuro cercano.

Let it Be fue la última estación, pero ellos han continuado, de una u otra forma, en la ruta (aún muertos). El adiós del grupo fue grabado por las cámaras para un documental patético del mismo nombre (El filme de Michael Lindsay-Hogg muestra a los cuatro en pleno proceso creativo y dejó entrever las disputas que los enfrentaban). La canción que da título al disco es una balada que lleva todas las señas de identidad de McCartney: melancolía emotiva captada en arreglos sublimes y un tono mágico.

El décimo día de abril de 1970 se públicó un comunicado tajante de este último, prácticamente una autoentrevista: abandonaba a los Beatles -«por diferencias personales, musicales y de negocios»- y el grupo dejaba de existir. «No volveremos a tocar juntos», dijo. Su último disco era, pues, Let it Be, pero la situación ya era tensa desde Abbey Road. En 1969 habían dado su último concierto en el techo de su compañía discográfica.

Aquella autoentrevista de McCartney provocó el enojo de Lennon, quien llamó a la prensa para ofrecer sus propias declaraciones: “Está adjudicándose el mérito de romper el grupo cuando yo lo dije en septiembre del año pasado”, señaló.

Desde siempre había habido una rivalidad (algunas veces perversa) en la relación entre Paul y John. Pero ello fue parte de lo que los hizo ser brillantes juntos: compitiendo para conseguir logros artísticos mayores. La amistad los mantuvo unidos mucho tiempo, pero la presión de la fama llegó a un punto que los hizo comportarse de manera lamentable.

En las postrimerías de su carrera los Beatles se sentían atrapados. Habían decidido no hacer conciertos en directo porque no se escuchaban los instrumentos, apagados por los gritos de la gente. Se apartaron del foco público y crearon su propio mundo. Cuando se llevaban bien no había problema, pero cuando arreciaron las tensiones aquello se convirtió en una tragedia.

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De hecho el resultado estrictamente musical de las sesiones del Let It Be eran canciones muy buenas, pero no cumplían con los estándares de sonido que ellos mismos se habían propuesto mantener. El disco, que había nacido con el título de Get Back, no estaba desechado todavía, pero las piezas no conseguían sostener un disco que consideraran publicable.

El grupo había estado reuniéndose para regrabar algunas de aquellas canciones, intentando encontrar el balance adecuado, pero seguían sin estar convencidos de que el resultado mereciera la pena. Como consecuencia, el desinterés era creciente. Lennon ni siquiera acudió al estudio cuando volvieron a trabajar en “I Me Mine”, el tema de Harrison.

El grupo estaba desapareciendo y sus miembros parecían más ocupados en sus respectivas grabaciones como solistas. El último intento de rescatar aquel disco perdido fue entregárselo al legendario productor Phil Spector –en detrimento de George Martin– para que lo convirtiera en algo digno de comercializar. Esto fue sin duda iniciativa de Lennon, quien más lo admiraba (de hecho lo había contratado como productor de alguno de sus primeros singles bajo su nombre). La idea era conseguir algo parecido para el disco estorboso. De todos modos, a ninguno de ellos le importaba mucho.

Eso sí, cuando Phil Spector les presentó el resultado, las canciones estaban recubiertas de capas y capas de orquestación, algo que horrorizó a McCartney pero Lennon lo aprobó como una manera de rescatar el material.

En cualquier caso, los Beatles ya habían dejado de existir, poco antes de que el penúltimo disco que habían grabado se editara como su último álbum oficial, Let It Be. Poco después se estrenó el documental, que pese a su pésima calidad cinematográfica permitía que el público entendiera el porqué del fin.

Let It Be fue grabado de mala gana, publicado a destiempo y sin interés por parte de sus autores. El problema no era que su inspiración como compositores hubiera desaparecido, sino que no bastaba con escribir un puñado de canciones y grabarlas para tener otro disco de los Beatles. Al menos un disco digno de su herencia.

(Curiosamente, el disco considerado por ellos mismos como su peor trabajo, es actualmente un clásico, al igual que muchos de sus temas. Incluso se ha convertido en objeto de homenajes, como el que le dedicó el grupo esloveno Laibach, que lo reprodujo íntegramente como parte de su discografía)

Buena parte de la magia de los Beatles había consistido en que, aunque aportaban piezas por separado, las habían trabajado juntos. Los arreglos propuestos por ellos cuatro, y por George Martin, habían elevado casi cada canción por encima de lo que hubieran conseguido por separado. Pero aquella necesidad de creatividad compartida se había extinguido. Ya no tenían ganas de trabajar juntos.

Para corroborarlo, el año 1970 vio aparecer seis discos de miembros de los Beatles: Let It Be y McCartney (de este último), dos como solista de Ringo Starr (Sentimental Journey y Beaucoups of Blues), uno de John Lennon (John Lennon/Plastic Ono Band) y uno (triple) de George Harrison (All Things Must Pass).

La esencia fundamental del rock, su savia, es la intuición. Y a ella se remitió para cambiar las cosas, para innovarlas. La era Beatle había llegado a su fin y en este sentido hubo varias clases de innovación: algunas consistieron en cambiar de respuesta (o sea: evolución) y, otras, que llevaron a cambiar de pregunta (o sea: una revolución). De ellas echó mano el género para enfrentar el fin de algo y el comienzo de otra cosa.

VIDEO SUGERIDO: Let it Be Take – The Beatles, YouTube (Épocas Tv Éxitos que siempre seguirán siendo éxitos)

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EL BEAT DE LA IDENTIDAD

Por SERGIO MONSALVO C.

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 (1964)

 En 1964, Lyndon Johnson fue electo presidente de los Estados Unidos.

Martin Luther King fue designado Premio Nobel de la Paz.

Leonid Brezhnev sustituyó a Krushev como líder del Partido Comunista Soviético.

Se estrenaron las películas Yeah, Yeah, Yeah de Richard Lester y Doctor Insólito de Stanley Kubrick.

La Ola Inglesa llegó a las costas de América y cundió la beatlemanía. Los Beatles iniciaron su gira por la Unión Americana y colocaron dos número uno en las listas. El primero de ellos fue «I Want to Hold Your Hand».

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Tras el primer embate de la Invasión Británica a cargo de los Beatles, los Rolling Stones y Manfred Mann, entre otros, apareció una segunda ola encabezada por los Kinks, un grupo del norte de Londres liderado por el brillante compositor Ray Davies. Su tema «You Really Got Me», basado en los compases de «Louie Louie», alcanzó rápidamente la cima y mostró que esta agrupación había llegado para quedarse.

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Después de haber ganado un concurso de talentos, los Zombies, un grupo de Saint Albans, Inglaterra, fueron contratados por la compañía Decca. Su primer sencillo, «She’s Not There», tuvo un éxito relativo en la Gran Bretaña, pero vendió más de un millón de ejemplares en los Estados Unidos. Destacó de ellos su orquestación y el talentoso tecladista Rod Argent.

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Por la época en que The Animals comenzaron a grabar, estos oriundos de Newcastle habían ampliado su horizonte y estaban experimentando con versiones eléctricas de canciones folk estadounidenses y el blues.

Un tema incluido en el primer disco de Bob Dylan, «The House of the Rising Sun», fue retomado por ellos para su primer sencillo, que se convirtió al instante en número uno a ambos lados del Atlántico.

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 La beatlemanía y el resto de la ola inglesa prendieron en la Unión Americana aún con mayor fuerza que en la Gran Bretaña, hasta el punto que durante la primera mitad de 1964 los discos más vendidos eran todos de los Beatles y grupos afines, y por esta vía llegó la pasión por todo lo que fuera británico. Una nueva cultura se generó a través del mundo entero. El universo del rock otra vez estaba rebosante de salud y el horizonte se llenaba de promesas.

VIDEO SUGERIDO: The Beatles – NME – 1964 LIVE, YouTube (silvertwin7)

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EL BEAT DE LA IDENTIDAD

Por SERGIO MONSALVO C.

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(1963)

En 1963, se instaló una línea telefónica directa entre la Casa Blanca y el Kremlin.

El reverendo Martin Luther King pronunció su célebre discurso «Tengo un sueño».

El 22 de noviembre, el presidente John F. Kennedy fue asesinado en Dallas, Texas.

Hasta este año, casi todos los grupos o cantantes con algún valor artístico en el mundo del rock habían sido estadounidenses. Pero 1963 fue un año de transición en este sentido; el momento de hacer cambios generales había llegado definitivamente a cargo de la Gran Bretaña. No es que en la Unión Americana no hubiera cosas importantes como Stevie Wonder o las Chiffons, pero el escenario del rock británico ya bullía.

Sin embargo, hay que hacer mención especial del tema «Louie Louie» de los Kingsmen, que con un rock estilo garage todavía conmovió las listas de popularidad e influyó en músicos como Frank Zappa o en movimientos como el de los mods en Inglaterra.

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En Londres empezaron a surgir grupos como el del pianista Manfred Mann, el cual ya había logrado una sólida reputación en los clubes de su ciudad, principalmente en el barrio de Richmond, donde llegó a sustituir a los Rolling Stones, quienes ya habían despegado hacia otras latitudes. Obtuvieron varios éxitos, pero los más celebrados fueron: «Pretty Flamingo», «The Mighty Queen» y «Do Wah Diddy».

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El más importante grupo londinense de 1963 eran los Rolling Stones. El cual había surgido en el verano de 1962 tras muchos problemas para integrar la formación en el club de Alexis Korner, donde se reunían los escasos partidarios del R&B.

A principios de 1963, el grupo había quedado como sexteto: Mick Jagger, Keith Richards, Brian Jones, Bill Wyman, Charlie Watts e Ian Stewart. Apenas constituidos los Rolling Stones, lograron asegurarse apariciones en el Crawdaddy Club de Richmond. Fue ahí donde los descubrió Andrew Loog Oldham, quien se convirtió en su representante. Lo primero que hizo fue despedir a Stewart, quien a su parecer no correspondía a la imagen que él quería del grupo.

En pocos meses, sus sencillos con versiones de Chuck Berry y Buddy Holly culminaron con la obtención del número uno en Inglaterra, con el tema «It’s All Over Now». El primero de una larguísima lista que aún continúa hasta la fecha.

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El escenario del rock británico ardía con tremendo entusiasmo y energía. Destacados y por encima de los demás estaban los Beatles, que alcanzaban con el tema «From Me to You» rápidamente el número uno. Su primer álbum, Please Please Me, encabezó las listas durante 30 semanas. Sin embargo, su éxito se limitaba a la Gran Bretaña, aunque ya preparaban una gira por los Estados Unidos, misma que iniciaría la llamada Invasión Británica, la Ola Inglesa del año siguiente.

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Tres puertorriqueñas de Nueva York eran el único argumento artístico válido en los Estados Unidos, demasiado poco para combatir la invasión que se avecinaba. Las Ronettes estaban encabezadas Verónica Bennett (Ronnie). Se caracterizaban por la espectacularidad visual, que incluía cuerpos esculturales, faldas abiertas, tacones y peinados altos y sofisticados.

Phil Spector las descubrió mientras se dedicaban a ser coristas de estudio. Reconociendo de inmediato su potencial, las contrató y les escribió la pieza «Be My Baby» para su debut. Vendió más de un millón de ejemplares. A las Ronettes, desde entonces, debe considerárseles como uno de los mejores grupos de su especie de todos los tiempos. La voz lastimera de Ronnie se complementaba perfectamente con el famoso «muro de sonido» de Phil Spector, producido por el doblaje de cuatro guitarras, tres pianos, dos contrabajos, un tambor y otros tres instrumentos de percusión.

VIDEO SUGERIDO: The Ronettes – BE MY BABY – live @ Moulin Rouge Club, YouTube (MrHaagsesjanny1)

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LA SUITE DE JOHN & YOKO

Por SERGIO MONSALVO C.

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 MEDIO SIGLO

Mientras me desplazo en la bicicleta por la avenida Koninginneweg de Ámsterdam me da por parafrasear a uno de los Marx, pero no a Groucho sino a Karl: Un fantasma recorre el mundo, el fantasma Beatle. Dicho fantasma comenzó su andar hace 50 años precisamente aquí, en la capital neerlandesa, lugar que escogió John Lennon para pasar su luna de miel. El 2019 es, pues, otro año Beatle, plagado de celebraciones, evocaciones, reediciones y festejos.

En aquel entonces (1969), como hoy, climáticamente,  había comenzado la primavera en la ciudad. Es 29 de marzo y se cumple medio siglo de aquel hecho que atrajo las miradas del mundo hacia un cuarto de hotel. Una habitación donde Lennon habló durante una semana, de manera incansable, sobre la paz, esa entelequia que continúa obsesionándonos.

Atravieso con la bicicleta el Museumplein y desemboco en la Spiegelgracht, una elegante cuadra larga con un canal en medio que al final se convierte en la Spiegelstraat, la prestigiosa calle de los anticuarios y galeristas, al pasar uno de los puentes más transitados por propios y extraños. Ahí, entre la variada oferta plástica de las tiendas de arte, está la Galerie Moderne de Nico Koster, espacio donde se exhiben los retratos que este fotógrafo holandés le tomó a John y su pareja en aquel ilustre ritual mediático llamado Bed-in. Son fotografías en blanco y negro que han proporcionado la imagen al colectivo Wedding Album lennonononiano.

En los aparadores que dan a la calle están las fotos de la pareja desayunando, vestidos de bata y camisón blancos y encima de ellos los letreros escritos a mano que sintetizaron su inédita acción y perpetuaron sus reclamos para la posteridad: BED PEACE – HAIR PEACE.

¿Por qué escogió John esta ciudad para iniciar su demanda y petición al mundo? El verdadero espíritu de Ámsterdam es la tolerancia. Y no es un espíritu nuevo, producto de la posmodernidad, sino uno histórico que cumple cinco siglos de existencia. Desde entonces el país ha sido sinónimo de ello y la capital, su lugar culminante y ejemplar.

En Ámsterdam, los puentes, los 1539 puentes que existen (que en concreto representan el año de llegada de la primera oleada de inmigrantes) se erigen como metáfora de la imaginación. Todo puente es único, todo puente quiere serlo hacia algún destino, y todo puente es la mirada de la ciudad hacia lo que importa.

Por eso la escogió. Y por eso me dirijo ahora, tras mirar las históricas ilustraciones, al lugar donde Lennon puso al lecho dentro de sus utopías: el Hotel Hilton. Hoy, 29 de marzo del 2019, se celebra ahí el 50º aniversario del Bed-in, aquel acto dadaísta que consagró la cama como sitio de protesta. El festejo lo lleva a cabo el Netherlands Beatles Fan Club, una de las organizaciones de admiradores con más antigüedad en el orbe (desde 1963).

Habrá exposición de fotos, pinturas, esculturas y memorabilia, conferencias, exhibición de documentales y conciertos con bandas tributo. Así que estaciono mi bicicleta frente al hotel ubicado en el número 138 de la avenida Apollolaan y me preparo para el festín.

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La cereza del pastel será la visita guiada a la habitación 902 (ex Presidencial), llamada ahora “John & Yoko Suite”, que cuesta la friolera de 1,750 euros la noche, para todo aquel que desee pasar una velada ahí, rodeado de recuerdos. Ésos de los que habla Lennon en “The Ballad of John and Yoko”: “Talking in our bed for a week / The news people said / ‘Hey, what you doin’ in bed?’ / I said, ‘We’re only tryin’ to get us some peace!´”.

Siete días (del 25 al 31 de marzo de 1969) discurriendo sobre el tema, de 9 de la mañana a 9 de la noche. Una forma constructiva y nada cínica de aprovechar la publicidad generada por su reciente boda en Gibraltar y por su fama personal. El aún integrante del Cuarteto de Liverpool (por poco tiempo más) forjó así su compromiso con la causa antibélica.

VIDEO SUGERIDO: John Lennon en Yoko Ono in bed in het Hilton Hotel (1969), YouTube (Nederlands Instituute voor Beeld en Geluid)

Este año el fantasma Beatle recorrerá el mundo. Ha iniciado su andanza en esta ciudad con la rememoranza de aquel anhelo pacifista. Cincuenta años también cumple el disco Abbey Road, un álbum clásico que será objeto de nuevas escuchas, revisiones y lecturas. Ya se anuncia también la celebración de un videojuego (The Beatles: Rock Band) donde se pueden interpretar sus canciones al unísono del grupo.

Asimismo está programado el festejo de la remasterización (¿definitiva?) de sus discos, cuya aparición los hizo culminar hace una década como el año del grupo con mayores ventas, a cuatro décadas de su disolución. Marketing puro y duro. “Cosas de aparecidos”, diría el no hermano Marx, Karl, ese viejo filósofo.

Pero un hecho es cierto: “Los Beatles, como grupo, y sus integrantes, de manera individual, ocupan una posición singular y única dentro de la cultura popular. Su imaginería lo abarca todo. Son un fantasma con un corazón que sigue latiendo fuerte aún después de 50 años”,  me digo tras ver la obra plástica que se ha presentado en el lobby del hotel, rodeado de japoneses, indios, filipinos, latinos y europeos de la más variada procedencia y edad.

Ya entrada la madrugada, mientras regrese pedaleando a mi casa, me daré el tiempo de pensar –gracias al clima templado– en el carisma, en el uso de los medios y en los motivos que condujeron a John Lennon a realizar tamaña cruzada por el mundo. Y también sonreiré por las respuestas al porqué no le dieron a él el Premio Nobel de la Paz y sí a Henry Kissinger.

VIDEO SUGERIDO: The Beatles – “The Ballad Of John And Yoko” Stereo Remaster, YouTube (The Beatles)

LA SUITE (FOTO 3)

 

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WHEN I’M SIXTY FOUR

Por SERGIO MONSALVO C.

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 DÍGITO HISTÓRICO

La numerología es una materia con la que el rock & roll (su cultura, su música) ha tenido que ver a lo largo de su existencia. Tanto sus fans como sus detractores la han usado para explicarlo. En la actualidad la red está plagada de sitios relacionados con ello. Básicamente por los extremistas religiosos que terminan perorando sobre su andar satánico y por los esotéricos que no escuchan un disco sin consultarla.

Sin caer en tales estulticias y remitiéndose a lo exclusivamente pitagórico, es curioso encontrar cómo tras las canciones con números en sus títulos existen historias muy interesantes, que alumbran el quehacer artístico del género: plantear dudas sobre la existencia en general, de manera puntual. Ejemplos sobran: “Zero”, “One”, “Song 2”, “Two Minuts to Midnight”, “Three Imaginary Boys”, “Five to One”, “Kicks After Six”, “Eight Steps”, “Revolution # 9”, “21 Guns”, “Question 67 & 68”, etcétera.

En los anales mismos de su desarrollo podemos vislumbrar que son dos asuntos sobre los que se busca discernir en el cruce entre tales materias: Eros y Thanatos.

En lo tanático lo que sobresale hasta el momento es la relación de los números y la muerte de algunos de los intérpretes musicales. Y por ello han cobrado importancia números como el 17 (años con los que murió Ritchie Valens y que marcan el mínimo común denominador), el 27 (que ya ha formado incluso un club honorario: Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Kurt Cobain, Amy Winehouse, et al).

También, en ese sentido, está el 40 (con los que falleció John Lennon) y el 42 (cuando hizo mutis Elvis Presley). Este último número marcaba, hasta entonces la fecha, a la que se le podía llamar de facto la última barrera mortal de los rockeros icónicos. Sin embargo, con el fallecimiento de Chuck Berry, a los 90 años, el dato cambió. Aún no desaparecen varios de los pioneros fundamentales del género (Little Richard o Jerry Lee Lewis) que pondrán en su momento la señal en otra cifra.

Eros, por su parte, como cuestión de instinto de supervivencia y pulsión amorosa.  Concentrándolos ambos, un ejemplo que salta a la vista es el que nos convoca a esta emisión con efeméride de por medio: el cumpleaños número 64 del rock & roll en el 2016 (nació y fue registrado con ese nombre en 1951). Y para celebrarlo nada fue mejor que la pieza de los Beatles que contiene tales dígitos: “When I’m Sixty Four”.

La pieza fue ideada primeramente por Paul McCartney cuando estaba en el umbral de los 17 años de edad y era usada para cubrir algún desperfecto  técnico durante las actuaciones del grupo en The Cavern, en Liverpool. Con el tiempo se convirtió en vehículo de un concepto tanto lírico como musical (cuya genial ornamentación requirió del uso de un trío de clarinetes), que culminó con su presentación como parte del histórico álbum del Sargento Pimienta (Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band).

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McCartney, que inició el tratamiento del tema como un juego escénico al ejecutarla en el piano, la convertiría a la postre en un regalo para su padre (que cumplía esa edad) y luego como vehículo para plantearse preguntas sobre el amor a una edad que a un joven como él le parecía imposible.

La pieza causó primeramente extrañeza entre un público que festejaba el hedonismo y se mantenía lejano de toda cuestión mórbida, para luego ser aceptada como parte de un todo experimental.

VIDEO SUGERIDO: Beatles – When I’m Sixty – Four, YouTube (Club Love)

A mí dicha canción me servirá en esta señalada ocasión para parafrasearla, cambiando al monologante e inquieto personaje del tema y su destinataria (un hombre joven que le pregunta a su amada por la perpetuidad de su amor) por el del rock mismo como protagonista, preguntándole a su seguidor (los fans) la misma cosa: “¿Me necesitarás, me seguirás alimentando cuando tenga 64 años?”

Se sabe que los adolescentes que brindaron a Elvis su primera histérica recepción en la década de los cincuenta, ahora tienen más de 70 años de edad y lo siguen escuchando. Esto significa que quienes eran jóvenes en el nacimiento del rock, no lo han abandonado para cambiarse en masa a las filas de la música clásica o al tango.

Es una situación constatable que el auditorio del rock no desaparece en cuanto sus miembros rebasan la pubertad, al contrario. Es el único género en el que pueden convivir diferentes generaciones y hasta compartir gustos por uno o varios estilos.

Con ello inevitablemente se despierta la pregunta de quién fue el idiota que dijo que el rock era terreno exclusivo para adolescentes o veinteañeros.

El rock mismo ha enseñado a la sociología, a la antropología y a otras ciencias sobre la investigación humana que pese a los esfuerzos por asentar tal cliché, esta visión simplista del género, los hechos resultan subjetivamente más complejos; que el concepto de la edad no se delimita por designio físico.

Para aquellos que torpemente se empeñan en seguir encuadrando a este sonido como «la música de los jóvenes» habría que señalárseles que ni los músicos ni sus auditorios desaparecen con los años. El rock tiene poco que ver con los hechos objetivos del tiempo y la edad, pero mucho con los reinos míticos de la juventud emocional, los cuales se encuentran siempre abiertos a los adolescentes de todas las edades.

El rock define la juventud no en años sino en emociones. Todo radica en lo que uno siente en su interior.Ese es uno de sus fundamentos.

Y ahora que éste cumplió 64 años cabe llamar a colación de nueva cuenta a la numerología para que nos diga que significa tal número. El 64 es signo de creatividad, independencia, originalidad; tiene un gran sentido del yo y es autosuficiente. Es iniciador de acciones, tiene espíritu pionero, coraje, extraordinaria voluntad y determinación de liderazgo. Trabaja mucho y se arriesga mucho.

Por lo que corresponde a su reducción teosófica (6 + 4 = 1) el 1 es un signo que siempre se muestra abierto a lo nuevo, es flexible frente a los cambios, toma la iniciativa y se convierte en una entrañable relación que dura para toda la vida. La pieza “When I’m Sixty Four” vio la luz el 1 de junio de 1967 dentro de aquel disco emblemático.

Todo eso era el rock a los 64 años. Y a cada seguidor le corresponde responder a la pregunta que plantea la canción. Recordando que las verdades profundas se revisten de una melodía cuyo desciframiento es  más cuestión de sabiduría que de erudición. Por cierto, varios de sus representantes cumplen o cumplieron esa edad ese mismo año: Bob Geldof, Sting, Keb Mo, John “Cougar” Mellencamp, Ace Frehley, Jonathan Richman, Max Weinberg, Jimmy Vaughan o Nils Lofgren, entre otros que siguen en activo.

Asimismo, en el listado de las giras más exitosas de tiempos recientes están las de U2, AC/DC, Eagles, Bruce Springsteen, los Rolling Stones y Paul McCartney. Grupos y solistas cuya edad cronológica rebasa en mucho el límite del lugar común y rebate cualquier sentencia sobre la edad de quienes deben escucharlo y de quienes deben de crearlo.

Aquella canción pesarosa que publicó Jethro Tull bajo el nombre de “Too Old to Rock and Roll, Too Young to Die!” es hoy una simple anécdota graciosa, que muchos artistas responden con su sola presencia. Incluso varios pioneros, los padres forjadores del género, siguen vivos, dando guerra a los casi noventa años y eso sí, por siempre jóvenes.

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VIDEO SUGERIDO: The Band – Forever Young, YouTube (Luka Prutki)

 

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GARAGE/7

Por SERGIO MONSALVO C.

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 OLA INGLESA

Los generadores de la “ola inglesa” fueron los grupos del Merseybeat surgido en Liverpool alrededor de 1959. Sus influencias eran el rock and roll, el Tamla Motown y el twist. Lograron realmente unir los espíritus juveniles al desenterrar música pasada por alto, olvidada o desechada por el público estadounidense, la cual reciclaron otorgándole una forma más resplandeciente, despreocupada y también más estridente.

Las agrupaciones de Liverpool habían buscado su material en Carl Perkins, Little Richard, Chuck Berry, Buddy Holly, los “grupos de chicas” norteamericanos y los Isley Brothers. De súbito se dio una escena musical sobre el río Mersey que encontró su foco principal en la Caverna, un tugurio que encabezó de manera casi solitaria la transición del rock y sirvió de escaparate a los Beatles sus máximos exponentes.

Liverpool era una ciudad demasiado pequeña con pocos clubes para contener el auge. Muchos de los grupos, entre ellos los propios Beatles, empezaron a presentarse en antros ubicados en Hamburgo, Alemania, a partir de 1960. Era un buen terreno para probarse, un lugar donde se les exigía tocar fuerte, rápido y de forma cruda toda la noche, hora tras hora, tomando estimulantes para mantener el paso.

Nadie sospechaba siquiera lo que llegaría a generarse: la reunión de material humano y musical que se definiría como la British Invasion u Ola Inglesa. El de 1964 fue el año en el que la música popular cambió de curso, aunque en realidad dicha época haya comenzado al día siguiente de la Navidad anterior, con el lanzamiento en los Estados Unidos del primer sencillo de los Beatles: “I Wanna Hold Your Hand”.

The Beatles / The BBC Archives: 1962-1970 hardcover book

A su vez, una de las leyendas más preciadas del rock cuenta cómo dos jóvenes ingleses se encontraron en una de las estaciones del Metro londinense. Uno de ellos, llevaba tres discos bajo el brazo: de Chuck Berry, Little Walter y Muddy Waters. El otro quedó tan impresionado que inició una amistad, la cual se convertiría en una colaboración para toda la vida. Eran Mick Jagger y Keith Richards. El ritmo negro los unió.

Entre julio de 1962 y enero de 1963 se les unirían Brian Jones, Bill Wyman, Charlie Watts y el pianista Ian Stewart (que sólo sería miembro en el estudio). En el ínterin habían hecho presentaciones en el Club Crawdaddy en Richmond. Su primer álbum se presentó en abril de 1964. En él se escuchaban varios cóvers, y con ese primer disco estuvieron armados para encabezar la segunda oleada rumbo a América.

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No obstante, en los Estados Unidos pocos los esperaban. ¿Quién necesitaba a unos apóstoles del blues, que además llevaban el cabello mucho más largo que los Beatles, tocaban demasiado fuerte y se presentaban desaliñados? La respuesta estaba en los garages de los suburbios, donde los jóvenes empezaban a formar sus propios grupos con ellos como modelos.

Las diferencias entre la primera y segunda olas inglesas estaba en la pieza “I Wanna Be Your Man”. Para los Beatles, el tema había servido de relleno para un álbum, con la voz a cargo de Ringo. Los Stones lanzaron su propia versión. En ella dominó la guitarra slide, el impulso frenético de la sección rítmica y los rugidos sugerentes de Jagger. En su canción los Beatles querían una cita; en la suya los Stones pedían sexo.

A los Stones aquel primer viaje a los Estados Unidos les brindó una gran recompensa. Pudieron grabar en los Chess Studios en Chicago, donde lo habían hecho sus grandes ídolos, como Muddy Waters y Willie Dixon. Por lo tanto, al volver a casa lo hicieron con un botín en el equipaje. Grabaciones que serían la plataforma para trabajar su propia visión del blues. Y el modelo para un rock que perduraría por décadas.

La Ola Inglesa arrasó como un tsunami al desabrido pop estadounidense que se escuchaba por entonces. Los grupos armados con los sonidos del Merseybeat y beat londinense avasallaron al público con sus novedosas interpretaciones.

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VIDEO SUGERIDO: the rolling stones – around and around – stereo edit 3, YouTube (ruudtes6)

 

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THE CAVERN

Por SERGIO MONSALVO C.

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 LA MECA BEATLE

 A fines de los años cincuenta la escena musical británica era algo pálida, pero se estaba formando un underground juvenil en Inglaterra que se anticipaba a la explosión por venir a la vez que se aferraba al pasado reciente de la Unión Americana. Los teddy boys, al igual que sus contrapartes estadounidenses, se ponían vaselina en el pelo y lo peinaban en una versión inglesa. Al principio se nutrían con las imágenes de James Dean, Marlon Brando y Elvis, y a la postre con las de rocanroleros como Chuck Berry y Little Richard.

Después, los teddy boys o teds se convertirían en los rockers, una curiosa tribu de adolescentes que surgió a principios de los sesenta y estaban convencidos de que no había sucedido en definitiva nada bueno con la música (o en ningún otro sentido) desde 1959, por lo que en 1964, como resulta natural, se enfrentaban en una guerra casi constante con los mods, cuyos héroes eran los Who y Small Faces.

Los teddy boys conformaron a muchos de los grupos musicales que nacieron en Liverpool alrededor de 1959, a quienes gustaba el trad, el skiffle o un rock instrumental al estilo de Johnny and the Hurricanes (en imitación del grupo que apoyaba a Cliff Richard, los Shadows, uno de los pocos grupos británicos que tuviera éxito en esa época). El influjo de los teds modificó el contenido musical: se desecharon el trad y el skiffle (aunque la mayoría de los clubes locales, The Cavern incluída, aún prohibían el rock).

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Al igual que los Beatles, que se presentaban en público de manera semiprofesional desde mediados de los cincuenta, con poco tiempo para nada excepto el rock sólido, las agrupaciones de Liverpool buscaron su material con Elvis Presley, Little Richard, Chuck Berry, Buddy Holly, Carl Perkins y los “grupos de chicas” norteamericanos.

 De súbito se dio una escena musical en pleno en esta población mugrosa y brutal sobre el río Mersey. Esta escena encontró su foco principal y centro de acopio en The Cavern, un tugurio que encabezó de manera casi solitaria la transición del jazz trad al rock y sirvió de escaparate a los Beatles (que fueron escuchados ahí el 9 de noviembre de 1961 por su futuro mánager, Brian Epstein, quien ese día decidió convertirse en manager del grupo y allí mismo concertó una cita con el cazatalentos de la discográfica Decca).

[VIDEO SUGERIDO: Beatles in Cavern Club HQ, YouTube (fluppa1) / o The Beatles at The Cavern Club – Some Other Guy, YouTube (Cloudsantomera)]

Por entonces, el grupo tocaba en una sesión vespertina junto a Rory Storm and the Hurricanes (con su baterista Ringo Starr, quien reemplazaría a Pete Best en los Beatles en 1962), Gerry and the Pacemakers y los Swinging Blue Jeans.

El auge había comenzado y Liverpool era una ciudad demasiado pequeña con clubes muy restringidos para contenerlo. Muchos de los grupos, entre ellos los Beatles, empezaron a presentarse en antros ubicados en Hamburgo, Alemania, a partir de 1960, y de muchas formas fue en Hamburgo donde despegó la conciencia liverpooliana de sí misma como protagonista de un extraordinario renacimiento musical.

Hamburgo era un caldo de cultivo, un terreno para probarse, un lugar donde se les exigía a los grupos tocar fuerte, rápido y de forma cruda toda la noche, hora tras hora, tomando estimulantes para mantener el paso y obligando a los integrantes que pensaban que no sabían cantar a encargarse del micrófono cuando los pulmones del líder se rendían. Ahí el asunto se alocó y el sonido adquirió un tono estridente que sería crucial para el asalto próximo a los Estados Unidos.

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The Cavern club, una de las mecas y lugares sacrosantos para el rock, era un local que estaba ubicado en el sótano de un almacén victoriano del Merseyside de Liverpool.

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La Caverna abrió sus puertas el 16 de enero de 1957 en el número 10 de la Mathew Street. El 7 de agosto de ese mismo año, los Quarrymen, de John Lennon, debutaron en él.

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De la Caverna pronto se hicieron populares sus “Lunchtime Sessions” (almuerzos con actuaciones al mediodía). Y de esta manera sus asiduos pudieron presenciar la primera actuación de los Beatles, con ese nombre, el 12 de marzo de 1961.

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Los Beatles estaban recién regresados de Hamburgo (donde solían tocar en el bar-club Indra y el Kaiserkeller alrededor de ocho horas por noche, todas las noches), cuando Pete Best aún ocupaba la batería que el destino reservaba a Ringo Starr.

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En realidad, el local era casi como una cueva, a la que se llegaba tras bajar treinta escalones, un auténtico tugurio, donde cientos de jóvenes se apiñaban al llamado de las guitarras eléctricas.

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La acumulación de gente, el tabaco, el calor, la humedad y la escasa ventilación provocaban una gran condensación en el techo de aquel sitio del que prácticamente llovía. Eso derivaba en un olor característico, mezcla de todo ello.

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La Caverna nació siendo un club de jazz, por lo que durante sus primeras actuaciones el cuarteto fue abucheado; pero poco a poco con su fuerza, talento y energía consiguieron cambiar la filosofía del local. Y a la larga, en este lugar fue donde los Beatles tocaron más veces en vivo que en ningún otro sitio (282 en total).

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Los Fab Four, como se les comenzó a nombrar, se presentaron en La Caverna desde la fecha ya señalada (febrero del ’61) hasta su última actuación el 3 de agosto de 1963. Los Hollies tomaron su puesto cuando dejaron de tocar ahí tras firmar un contrato con la discográfica EMI y su división, Parlophone. En ella producía ya George Martin.

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El surgimiento a la luz del filón beatle y el descubrimiento de la gran cantidad de actividad musical que había en La Caverna de Liverpool, hizo que los productores de todas las empresas de discos –que nunca se habían aventurado a ver más allá de Londres–, pusieran sus ojos en el norte de Inglaterra.

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En la década siguiente, una amplia variedad de grupos y artistas que trascenderían en la escena musical pasó por La Caverna: The Yardbirds, Kinks, The Who, John Lee Hooker y Queen, entre muchos otros, se presentaron en el lugar. Los Beatles ya iniciaban otra historia lejos del río Mersey.

(VIDEO SUGERIDO: She Loves You (Live) – The Beatles en Ed Sullivan Show, YouTube (FlameClawBeatles) / o Beatles She Loves You (With Lyrics), YouTube (willybeable)

 

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