MIS ESCRITORES MUERTOS: JOSÉ AGUSTÍN

Por SERGIO MONSALVO C.

JOSÉ AGUSTÍN (FOTO 1)

José Agustín (Guadalajara, Jalisco/Acapulco, Guerrero 19 de agosto de 1944- Cuautla, Morelos,16 de enero 2024) casi hubiera cumplido los 80 años de edad. Y siendo tan intenso como siempre.

Las técnicas narrativas de este autor desde siempre mostraron preocupación por el quehacer literario, en fases cíclicas que fueron de la sencillez hasta la extrema experimentación temática o estructural sin perder el hilo conductor que conectaba toda la obra. Tomó de la complejidad los mejores elementos para tornar de nuevo a la sencillez con mayor fuerza y compenetración.

En la narrativa y el ensayo de Agustín, el lenguaje fue la espina dorsal; la persecución y el conocimiento de los personajes a través de éste.  Un lenguaje que continúa poseyendo la carga completa de corrosividad, así como sus especiales significados más allá del tiempo, el cual le dio la verdadera carta de naturalización que siempre mereció, con vitalidad determinada y tino histórico vidente.

En una entrevista que le hice a fines de la década de los noventa para el primer número de una nueva publicación (El Perro Salado), le pregunté que le parecía el manoseo que se estaba haciendo, de parte del gobierno, de la historia de México, y esto fue lo que me respondió en aquel entonces:

“Mucha gente se ha dado cuenta, y entre ella también del gobierno, de la importancia que pueden tener no nada más los fenómenos de la cultura en general y cómo pueden incidir en los problemas políticos, sino ya muy específicamente de ciertas cosas que son determinantes, como la recuperación de la memoria y todos los procesos de trabajo histórico. De un tiempo para acá se han conocido gran cantidad de textos de primera línea e importancia que ponen la realidad tal cual es y con todos los hilos de los datos perfectamente establecidos. Esto ha resultado en una visión muy desmitificadora del Estado y del gobierno, lo cual ha incidido de manera directa en una toma de conciencia por parte de sectores muy importantes de la población en nuestro país. Por ende, la respuesta ha sido tratar de manipular más cada vez no sólo los procesos culturales, sino todos aquellos que repercutan en la toma de conciencia o en la posibilidad de actos concretos por parte de la sociedad. Se ha llevado a cabo una suerte de contrarrevolución cultural, para desmantelar, por una parte, toda la libertad de expresión que se había conquistado con sangre, con esfuerzos inauditos, con el objeto de recuperar el control de la información que se les está yendo de las manos a las autoridades, y para poder perfilar las cosas según sus necesidades. Por eso a ellos no les importa para nada maquillar la realidad. Son expertos en hacerlo. Maquillan las cifras electorales, las de la contaminación, las económicas. Hasta ellos mismos se maquillan para salir en la televisión. Por lo tanto, no me parece nada extraño que se hayan metido a manipular la historia, sobre todo a partir de los últimos años en que todo el trabajo de investigación que se lleva a cabo de la historia reciente y antigua ha sido más intenso. No podremos entender lo que está ocurriendo ahora ni lo que va a ocurrir si no sabemos qué nos ha pasado anteriormente”. Les suena a algo…

Ello mostró al escritor preocupado por su tiempo y circunstancia; por la exploración en sus libros del mundo de las clases medias mexicanas, de la adolescencia, juventud, drogas, esoterismos, alcohol, el sentido interno de la identidad, con sus melodramas, ambigüedades, miedos y absurdos; con personajes vivos al igual que el habla que les correspondía.

JOSÉ AGUSTÍN (FOTO 2)

Es por todo eso que una venerable anciana (siempre ha sido las dos cosas) lo odió y a sus semejantes (Gustavo Sáinz, Parménides García Saldaña y algunos otros por ahí), y con toda la mala intención del mundo les endilgó un epíteto peyorativo a lo que hacían(“literatura de la onda”), que con el tiempo paso de ser un insulto individual soterrado a un reconocimiento generacional, cuyos miembros desde entonces calificaron a Agustín de Maestro, y así se le saludaba en todos los lugares a los que llegaba.

Es por todo esto que yo, a mi vez, le tomé el gusto a la literatura. Agustín me la hizo reconocible, identificable con su cúmulo de transformaciones.  Su obra ha trascendido y se ha erigido en algo que abarca ya a varias generaciones; en algo que nos pertenece a todos los aparecidos en esta mitad del siglo XX.  El tiempo estuvo de su lado y del nuestro también.

Y si a él se le reconoce la ruptura en varios sentidos a nivel literario, igualmente es justo equiparar su labor en la apertura de nuevas sensaciones a nivel de otra estética que, aunque muy ligada al desarrollo literario y cultural de esta mencionada mitad del siglo, en su país de origen se le sigue viendo mal y negando la existencia por múltiples prejuicios e ideas anquilosadas. Me refiero a la estética rocanrolera que en forma semejante tuvo en Agustín a su precursor primigenio.

Agustín fue el iniciador de todo esto, y no desperdició oportunidad para asentarlo:  «A mediados de los sesenta me soplé mi primera nota roquera.  Fue sobre Dylan y `Like a Rolling Stone’.  De esa maniobra vine a ser el primero que escribía sobre rock en México con cierto enfoque crítico…», indicó en su momento.

Ahí fue cuando lo comencé a conocer y a leer, primero como articulista y, luego, como escritor de libros. En mi primera adolescencia, tenía bien marcados ya mis gustos y filias: el futbol, las chavas, la literatura y el rock and roll. A Agustín lo leía semanalmente en el periódico que mi padre compraba y devoraba lo que hubiera escrito sobre algún grupo o canción. Incorporaba toda aquella información a mi bagaje y lo incrementaba adquiriendo ese disco o los que mencionara, así como la obra de los autores que también citaba.

Así amplié mi mundo y llegué a los beats, a los simbolistas franceses y al nuevo periodismo estadounidense, que señalara, pero también a Gustavo Sáinz y a Parménides García Saldaña, quienes también me enseñaron otras formas de ver, leer y escribir.

Agustín lo hacía de manera intensa, con todo lo que escribía, era contagioso. Y con el tiempo igualmente me dediqué al periodismo literario y cultural, y también escribí libros y de tal suerte lo pude conocer personalmente, en las mesas redondas que compartimos (sobre rock y literatura), en las entrevistas que le hice, en las visitas a lugares de provincia donde nos invitaban a hablar sobre algo, en los conciertos en los que coincidíamos, como cuando vinieron los Rolling Stones por primera vez a México, y él llegó a las gradas de prensa con su computadora y se puso a escribir in situ la crónica de sus pareceres sobre aquello. Sí, era intenso y era contagioso.

Para Agustín era importante entonces comprobar varias cosas por parte del escucha, y edificó ciertas instancias al quehacer crítico sobre el género: que el rock debía sentirse auténtico, tener coherencia y sensibilidad artística; que tratara de expresarse a sí mismo; que existiera en él una verdadera unidad; que su mensaje estuviera en equilibrio con la música.

Pero igualmente, que se advirtieran en él las tendencias hacia una evolución; que su experimentación respondiera a verdaderas necesidades; que hubiera belleza en él (por terrible que fuera), que se percibiera una preocupación humana esencial; y en sus artistas, una visión del mundo, que existiera en ellos la honestidad, la autenticidad, la frescura, la claridad y el vigor necesarios.

Por supuesto, las mencionadas no son todas las condiciones que debe tener el buen rock:  hay muchas más, que surgen del contexto en particular del artista que lo exprese.  Y sobre ello, se extendió:  «El rocanrolero deberá desconfiar y luego mandar al carajo las corrientes en boga y abrirse:  aprender de todo, agarrarle la onda a la cultura porque eso lo eleva y enriquece…  El rock es algo muy complejo y en perfecta evolución:  no está yendo hacia la decadencia ni se ha estancado ni se acabó:  es un ondón que seguirá adelante adaptándose a los cambios tan radicales e imprevisibles de nuestro tiempo”, escribió.

Desde entonces, en Mexicalpán de las Tunetas (como le decía al globero país llamado México), escuchar, hacer o criticar rock constituyeron oportunidades extraordinarias para enriquecernos, para ensanchar nuestra mente, para comprender el sentido de todo lo que nos rodea, para desarrollarnos mejor, al mismo tiempo que reflexionar sobre cosas auténticas, alegres o rabiosas, azotadas o sublimadas, pero siempre verdaderas. Sí, este autor y rockero fue intenso y pegajoso.

Hasta pronto Maestro Agustín y gracias por tu legado y escritos.

JOSÉ AGUSTÍN (FOTO 3)

Exlibris 3 - kopie

BABEL XXI-666

Por SERGIO MONSALVO C.

 

FOTO 

MILES DAVIS – I

CREADOR DE OBRAS MAESTRAS

(BIRTH OF THE COOL)

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://www.babelxxi.com/666-miles-davis-i-creador-de-obras-maestras-birth-of-the-cool/

Exlibris 3 - kopie

FRANK ZAPPA: EL QUIJOTE AUSENTE (I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

FOTO 1

I

 

Su muerte ocurrió en un momento inoportuno (la Parca siempre es inoportuna en la cultura rockera). Aunque durante los últimos años de su vida se apartó de la escena, dedicándose más a sus intereses en la composición, Frank Zappa aparecerá en la historia como un hombre que nadó contra todas las corrientes. La falta de escuchas calificados indujo a este freak, en un momento de franqueza, a señalar su carrera como «un desastre total». «El problema no es que no me entiendan, sino que la gente no tiene la menor idea de qué es lo que hago.»

Frank debió todas las etiquetas que le fueron adjudicadas a sus textos -satírico, crítico social, iconoclasta-, pero las palabras para él eran adornos mucho menos importantes que la sustancia musical. De algo hay que cantar, pensaba, y no le interesaba el corazón y sus lamentos. ¿Por qué no colocar un espejo ante la sociedad y salpicarle un poco de sarcasmo?

Los textos eran un asunto secundario para él. Desde 1965, en sus inicios idealistas, intentó enviar mensajes cifrados a todos los que compartieran sus gustos singulares. El descubrimiento de que casi nadie estaba sintonizado con él le confirmó su sentido del aislamiento y procuró disfrutar de ese estado lo mejor posible.

A fin de seguir su evolución hay que conocer no sólo a los grupos vocales de doo‑wop de los cincuenta, el blues y rhythm and blues de músicos como Johnny «Guitar» Watson, Guitar Slim, Howlin’ Wolf y otros muchos, las big bands del jazz (sobre todo Ellington y Basie), los antecesores del free (Roland Kirk, Archie Shepp), así como a diversos exponentes de la World music (a Frank le fascinaba la música búlgara, los tradicionalistas irlandeses The Chieftains, así como el canto mongol de tonos concomitantes), sino también a un amplísimo repertorio de música extraída del cine y la televisión (la gama abarcaba desde el tema de Bonanza hasta los soundtracks compuestos por Nino Rota para Fellini).

FOTO 2

Sin embargo, reviste una importancia mayor el sinnúmero de sus referencias a la música «clásica» del siglo XX. El estudioso serio de la música de Zappa debe tener por lo menos nociones de la obra de (respiren hondo) Edgard Varèse, Stravinsky, Charles Ives, Schönberg, Webern, Cage, Boulez, Ligeti, Penderecki y Toru Takemitsu, por mencionar algunos.

Como ejemplo están canciones como «Brown Shoes Don’t Make It» (Absolutely Free, 1967) donde se escucha al fondo un cuarteto de cuerdas dodecafónico del más estricto academicismo (como tributo a Schönberg y Webern) y al final de la misma pieza un collage de canciones en las que se canta a “la gloriosa nación estadounidense” (Charles Ives). Dichas insinuaciones son adaptadas a la canción, la cual se reduce, para todos los que se concentran sólo en las letras, a un ataque cínico contra la moral de los usuarios de zapatos conservadores. A Zappa le encantaban estos juegos.

Lo absurdo de su posición era que los escuchas y críticos «clásicos», que quizá hubieran podido entender sus bromas musicales, rechazaban el volumen rocanrolero y el humor crudo, mientras que el público rockero no tenía la menor idea de la complejidad musical de sus obras, además de que la ingenuidad de este último lo llevaba, en muchas ocasiones, a tomar en serio los textos. Un gran porcentaje de sus fans coincidían exactamente con el tipo del que Zappa se burlaba en piezas como «Titties ‘n’ Beer».

No obstante, entre más ridiculizaba Zappa -que no consumía ninguna droga- la relajada actitud del “¡Quiero divertirme!» de su público, éste más lo celebraba. Y no se puede negar que el apoyo directo de estas personas, aunado a una capacidad increíble de trabajo, fue lo que permitió al músico una independencia inalcanzable para cualquier otro compositor de vanguardia: 60 álbumes en 25 años (si se cuenta Beat the Boots, la serie «oficialmente autorizada» de grabaciones piratas, el número aumenta a 76), años de experimentos radicales en su estudio casero –el «Utility Muffin Research Kitchen», equipado con todas las innovaciones tecnológicas–, edición de discos bajo su propio sello (Barking Pumpkin), venta de  souvenirs por medio de su propia compañía de fabricación y distribución (Barfko‑Swill) y cubrir incluso el mercado de video (Honker Home Videos). Hasta donde es posible apreciarlo, no parece haber habido un momento en que Zappa no hiciera lo que quería y ganando mucho dinero con ello.

VIDEO: Frank Zappa – Brown Shoes Don’t Make It – YouTube (Frank Zappa)

FOTO 3

Exlibris 3 - kopie

RAMAJE DEL ROCK: BLUES

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BLUES FOTO 1

 

SOMERO ACERCAMIENTO*

El blues nació durante el turbulento periodo que siguió a la Guerra Civil estadounidense, al enfrentar los negros del sur del país un cambio total en los fundamentos de sus vidas bajo el duro yugo de la esclavitud, a causa de su repentina libertad. Cambio que no siempre fue para bien.

En muy poco tiempo, descubrieron que un sistema de opresión simplemente era reemplazado por otro (como la aparcería, el arrendamiento y otras formas de servidumbre económica), en última instancia no muy distinto de la anterior servidumbre física.

En algunos aspectos era mucho peor, al surgir una serie de presiones –económicas, psicológicas y culturales– que no estuvieron presentes, en el mismo grado o con las mismas implicaciones, durante el tiempo de la esclavitud.

En respuesta a estas últimas, una nueva forma musical lírica, el blues, tomó forma en medio de la cultura de las plantaciones del Sur, en Mississippi, Alabama, Arkansas, Louisiana, Tennessee, Missouri y Texas, regiones de las cuales provienen las noticias más tempranas de la nueva música.

Por medio de cantantes e instrumentistas errabundos, el blues se fue extendiendo desde esta área hacia un círculo cada vez más amplio, que finalmente abarcó cada rincón de la civilización negra del país, reemplazando a muchas formas más antiguas de expresión musical.

Arraigados en la cultura de la esclavitud, dichos géneros anteriores paulatinamente perdieron terreno en favor del naciente blues, el cual reflejaba con visión mucho más certera el cambio provocado por las experiencias, los estilos de vida, los valores culturales y la comunidad de intereses de la mayoría, si no es que todos los negros en los Estados Unidos durante estos difíciles tiempos.

El intérprete de blues se colocó a la vanguardia en la articulación de dichos sentimientos; destilaba, mediante una forma musical dotada de simplicidad, franqueza, flexibilidad e inmediatez sobresalientes, los anhelos, disgustos, desafectos, esperanzas y majestuoso carácter humano de toda una raza dedicada a la búsqueda de sí misma dentro de la matriz de una sociedad que en gran medida la había abandonado.

Su poder paliativo fue la clave del éxito del blues. Poca duda cabe que su mensaje ayudó a muchos negros a resistir a la debilitante denigración psicológica de la cual eran objeto por parte de la sociedad en general; a alzarse por encima y triunfar sobre ella.

El mensaje del blues era distinto, en un sentido significativo, del de los spirituals que lo precedieron, los cuales pregonaban poner la otra mejilla, desviar, negar o sublimar la dolorosa realidad de una vida que transcurría en la oscura sombra del sueño americano.

No, el blues miraba a la vida de frente, la comentaba con sinceridad y contaba las cosas tal como eran. Había que vivir la vida en el aquí y el ahora, proclamaba el blues; y por doloroso que esto fuera y siguiera siendo, era, en última instancia y en realidad, todo lo que había.

Esto resultaba mucho mejor, y más sano, que anhelar y fijar las esperanzas en un más allá que tal vez no llegara nunca. ¿Cínico? Quizá. ¿Honesto? Definitivamente.

En sus letras, el blues (desde entonces) trata sin vacilar todas las experiencias y sentimientos compartidos por los negros en los Estados Unidos. Si bien muchas veces son duros y brutales, en su ánimo no hay desolación, impotencia o desesperación, sino más bien una actitud irónica, desprendida, sensual y llena de humor negro. Y el humor, como bien se sabe, representa una forma particularmente eficaz de enfrentar el dolor psicológico, de distanciarse, elevarse por encima de él y voltearlo en beneficio propio.

Derivado de las canciones entonadas al trabajar, baladas y música country, se trata de la evolución de una mezcla de música popular europea y música tradicional africana. El blues rural forma la base de ello, pero es el blues «clásico» o «vaudeville» el que con su acompañamiento jazzístico se graba primero (1920).

El compositor más conocido de la época es W.C. Handy. El tiempo de gloria de esta forma del blues dura hasta 1926 y sus representantes de mayor importancia son las cantantes Ma Rainey y Bessie Smith.

BLUES FOTO 2

Durante los años siguientes, el country blues llega a su cúspide comercial y artística y se mantiene como corriente de peso hasta los años cincuenta. Los intérpretes de mayor éxito del periodo inicial son Blind Lemon Jefferson, Texas Alexander, Papa Charlie Jackson, Barbecue Bob, Charlie Patton y Blind Blake. En la época siguiente destacan Kokomo Arnold, Blind Boy Fuller, Memphis Minnie, Robert Johnson, Bo Carter, Buddy Moss, Sleepy John Estes y Big Joe Williams.

Alrededor de 1950 aparecen Big Boy Crudup, Lightnin’ Hopkins, John Lee Hooker, Muddy Waters, Smokey Hogg y Lil’ Son Jackson. Es afín al country blues de los guitarristas la música producida por las jugbands y los pianistas del barrelhouse.

Un gran número de jugbands toca en la región de Memphis y las más famosas son Gus Cannon’s Jug Stompers y la Memphis Jug Band. Algunos pianistas de barrelhouse y country blues de primera línea son Roosevelt Sykes, Walter Roland y Whistling Alex Moore.

Una forma urbana de blues domina los años treinta y los principios de la década siguiente (Leroy Carr, Tampa Red, Washboard Sam, Big Bill Broonzy, John Lee «Sonny Boy» Williamson, Bumble Bee Slim, Big Maceo, Bill Gaither, Lonnie Johnson y Jazz Gillum).

Durante la Segunda Guerra Mundial aumenta la migración de la población negra de los estados del sur de la Unión Americana hacia las grandes ciudades septentrionales. El blues también viaja, adaptándose a su nuevo ambiente. Esta adaptación se manifiesta sobre todo en la transición del blues acústico al eléctrico y, en forma análoga, en el ascenso de los conjuntos a expensas de los solistas. La primera ciudad grande encontrada en el viaje desde Mississippi y Arkansas hacia el Norte fue Memphis.

BLUES FOTO 3

*Fragmento del ensayo de Sergio Monsalvo C., publicado en el número 14, de la revista Corriente Alterna (1994, pp. 3-10).

 

BLUES FOTO 4

VIDEO SUGERIDO: Legendary Country Blues Guitarists, YouTube (GtrWorkShp)

 

Exlibris 3 - kopie

LONTANANZA: UNA BRÚJULA DE JUGUETE

Por SERGIO MONSALVO C.

 

SUPERORGANISM (FOTO 1)

 

 

Contar la hilazón de un disco a partir de anécdotas lo coloca a uno muchas veces en el reverso de cualquier relato al respecto. Los pequeños detalles se convierten en puntos cardinales capaces de reorientarnos en el más adverso de los terrenos, hasta llegar al origen de todo.

El conglomerado Superorganism (que se define a sí mismo como “un colectivo artístico que se ha juntado para hacer cosas creativas”) habita en dicho reverso desde antes de su fundación como tal, cuando empezó a tantear con el lenguaje artístico ese lado inmaterial que tienen las cosas por Internet: lanzar una idea, esperar su asimilación, colaborar a larga distancia, asentarse en un sitio, cambiar de piel, poseer el tiempo con un nuevo nombre.

En esta era digital ya es posible andar incluso antes de haber nacido. Así lo demuestra este colectivo. A través del intercambio de materiales sonoros entre internautas multinacionales (Reino Unido, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda) se configuró lo que primero sería el grupo The Eversons. Entre sus miembros estaban Mark Turner (Emily), Christopher Young (Harry), Timothy «Tim» Shann (Tucan), Blair Everson (Robert Strange), B, Ruby y Earl Ho (Soul).

Un grupo que, sin conocerse en persona, intercambiaba canciones y otras sonoridades por la red, hasta que un día decidieron que tenían que verse. Tras ello fundaron tal aglomerado y tomaron la decisión de mudarse todos juntos a la capital inglesa en el 2015, lugar que les brindaría mayor exposición.

Han confesado que se mueven bien en la Web por su alta capacidad de conectar con el lado abstracto del mundo y las pequeñas revelaciones que circulan por él. “Cuesta un poco verlas, pero si te concentras en lo tuyo las encontrarás”, dijeron. Circunstancias que tuvieron un ancla en la realidad y otra en la memoria de sus computadoras, y que les funcionó como una brújula.

Así fue. Tuvieron mayor exposición. Con un pop sin mayores expectativas reunieron en torno a sí a un buen número de fans, el cual creció con su gira por Japón. Uno de los beneficios de ésta fue la de reunirse con otra internauta que había mantenido conversaciones con ellos desde hacía tiempo: Orono Noguchi (luego OJ), quien ponía voz y otros detalles a sus composiciones.

Le dieron la opción de unirse a ellos, lo cual aceptó. De tal manera surgió el nuevo camino con el nombre de Superorganism. Y como una comuna del siglo XXI, ubicada en un lugar entre la Factory (“Everybody Wants To Be Famous”), sin sus oscuridades, y el San Francisco sesentero, con sus psicodelias (“Something For Your M.I.N.D.”), comenzaron a vivir juntos en Londres y a armar el material que los daría a conocer.

Merodeando, pues, en ese el lado inmaterial de la red, se crearon un espacio y un proyecto. Y lo hicieron con empatía y aceptando la posibilidad de la equivocación o del fracaso, pero sin miedo. Su material expositivo funcionó como un texto nuevo que volvía sobre ideas que habían aparecido entre sus anteriores chats.

Hacer lo que hicieron, pasar de la abstracción de una idea a la materialización de una forma, les vino de su formación tecnologizada, pero con criterio, capacidad de análisis y responsabilidad con lo que iban a crear: hiperpop-art. Realizaron un gran ejercicio de autogestión y de autocrítica y generaron entonces su oportunidad, la de  formar parte de aquellos artistas que, al presentarnos obras concretas, proporcionan igualmente herramientas para escuchar parte de la actualidad en la que vivimos (“Nobody Cares”, “It’s All Good”).

SUPERORGANISM (FOTO 2)

Las suyas son precisas, livianas, rigurosas y divertidas (“Reflections on the Screen”). Son artistas volcados en pensar la rítmica entre la palabra y su sonido, con el material más cercano, portátil y económico que existe en una de las vertientes, quizá la más inteligente, de la escena musical más joven.

Su track sencillo, Something For Your M.I.N.D., llegó los oídos de Frank Ocean, figura del hip hop que los divulgó de manera entusiasta por las redes sociales y a través de su programa de radio, lo cual les sirvió de plataforma para llegar a un público numeroso. La masiva exposición los llevó, de tal suerte, a ser elegidos para aparecer en el soundtrack del videojuego FIFA 18. Asimismo, en el interés del sello Domino, la compañía discográfica de Arctic Monkeys y de Franz Ferdinand.

Con dicho sello apareció entonces el homónimo álbum Superorganism (en el 2018). En él muestran una obra diferente para el medio en el que están inscritos (indie pop, synth pop), de manera que resulta espaciosa su propuesta. Una decena de piezas en las que el grupo trabaja con varios formatos, enseñando la amplitud de su propuesta.

Lo que a mí particularmente me interesa de este grupo es el procesamiento de los tracks, su manera de extraer la médula de otros formatos y estructuras musicales, y al mismo tiempo su forma de disolverse en la mezcla sin perder personalidad. Superorganism, el disco, fue como adentrarse en su laboratorio y con aquella mencionada brújula obtener un punto de partida para discernir su orientación.

Como dije, el álbum se compone de diez piezas cuyos textos se pueden seguir en el booklet anexo, son cápsulas tan diversas como un paisaje urbano, con sus áreas verdes e imaginería desatada. La paleta sonora se recrea en la construcción de pequeñas postales Instagram, ligeras pero estables, hechas con materiales básicos del techno para armar cada contexto de temas como la fama, la indiferencia, las pequeñas pantallas móviles y la noche como campo de diversión. Los miembros, que intercambian su protagonismo, buscan hacerse de un sitio en tal paisaje.

En escena, por otro lado, su presentación es del todo original y expresiva. Aparecen los integrantes, de diversas edades, con los rostros maquillados ostensiblemente y fulgurantes y coloridos impermeables. Lo que sigue es hacer sonar unas campanillas, como si fuera la tercera llamada para una sesión de teatro infantil. ¿Todos listos para la función?

Algunos de ellos, que resguardan sus cabezas bajo las hoodies (capuchas) hacen el papel de coristas y bailarines desaforados, que no dejan de moverse y crear con ello una dinámica ágil, expansiva, e igualmente agitan panderos adornados con tiras multicolores, como si se los hubieran rescatado de una fiesta popular de cualquier esquina del mundo.

Luego se da uno cuenta de que está ahí, sin parecerlo, la figura frágil, aniñada y diminuta de Orono (que en este momento, en esta actuación, la originaria de Tokio, tiene 19 años, pero nadie lo creería, se ve menor), con sus rasgados ojos resguardados tras unos lentes especiales para ver películas en 3D. Todo muy lúdico.

Lo demás es pop del bueno, del hecho con inteligencia, con afanes de más sonido art que el que propicia la caja registradora de otros y otras exponentes del género. Por lo mismo uno disfruta de ellos, de su propuesta, porque en ella hay el encanto de lo fantasioso, de lo multi en varios de sus sentidos: cultural, color, racial, nacional y, sobre todo, con la apropiada dosis de liviandad que pedía Kundera.

Su puesta en escena da para más de una noche de diversión. Sus discos (además del mencionado, está el segundo: World Wide Pop, del 2022) para ser visitados una y otra vez y sus planteamientos expresivos, para pensar en esas cosas que en momentos de incertidumbre sirven de anclaje para la vida cotidiana. Para sobrellevar el absurdo.

Con ese paraguas, ese impermeable, ese afecto producido por alguna canción, una atmósfera, alguna niñería, el amor (por supuesto), las gratas memorias, el relajamiento…Porque Superorganism trata de eso: de cómo nos orientamos y habitamos este mundo con una brújula obtenida de una máquina de dulces.

VIDEO SUGERIDO: Superorganism – Something For Your M.I.N.D. (Official Video), YouTube (Superorganism)

SUPERORGANISM (FOTO 3)

Exlibris 3 - kopie

JAZZ: JOHN COLTRANE (I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

FOTO 1

A LOVE SUPREME AND LIVE IN SEATTLE

 

John Coltrane fue el primero que mostró la capacidad de tocar de manera multifónica, simultánea, varias notas o varios sonidos; la práctica de combinaciones rítmicas asimétricas, independientes de la pulsación básica, así como la elaboración de un sistema increíblemente sofisticado de acordes de sustitución.

Él amplió prodigiosamente la extensión de su instrumento, de las diferentes texturas que era capaz de extraer de él, y de la cualidad humana de su sonido. Sobrepuso una serie de complicados acordes de paso y proyecciones armónicas sobre estructuras armónicas ya complejas.

Parecía dispuesto a tocar todas las notas posibles, a recorrer sonido a sonido, hasta sus últimas consecuencias, cada acorde con el que se enfrentaba, a buscar escalas, notas y sonidos imposibles en el sax, que parecía a punto de estallar de tanta tensión. El estilo “modal” de interpretación, que utiliza varios modos diferentes al mismo tiempo.

FLASHBACK. Cuatro de la madrugada: la hora más oscura antes del alba, la hora del interior. Otoño de 1964. John Coltrane se despierta a esta hora, como todas las mañanas. Sentado en media posición de loto se concentra en sacar el aire. La habitación está silenciosa y no existe nada más en el mundo. No hay pensamientos. La comunicación directa con el cosmos, con la divinidad o lo que quieran.

Busca un mensaje: saber si se encuentra sobre el buen camino. Trane se pone a ello. Es la meditación más larga que haya conocido. Primero el silencio, luego la música que invade el espacio a su alrededor. Y todas las melodías, todas las armonías, todos los ritmos. El Verbo le sopla una composición consagrada a la gloria de su Esencia suprema.

Despierta, sale de la meditación: “Por primera vez en mi vida tuve en la cabeza la totalidad de lo que grabaría, de principio a fin.” Una arrebatadora confesión de fe en la inspiración. La distingue declarando que es la función básica del espíritu humano. Le otorga un rango superior a la imaginación. La poesía de la música es para él fuerza creadora sagrada.

Crear un sonido para los sentimientos nacientes. El primero, único y bueno para el Amor. “A Love Supreme”, grabada en diciembre de 1965, es la última ofrenda de Trane a lo Divino: Ya no tiene que probar nada más. Se contenta con aullar, llorar, implorar y gozar. “A Love Supreme” se basa en la cábala:  Ahí donde termina la filosofía comienza otra sabiduría. “A Love Supreme”: estas simples palabras recitadas 19 veces. Los placeres y la sapencia. Lo exótico y lo próximo. Lo expuesto y lo oculto.

21 de julio de 1967. Nueva York. La iglesia luterana de San Pedro. Albert Ayler sopla en su sax sonidos de muerte: John Coltrane abandonó su cuerpo.  A pesar de que Trane tenía mucho tiempo de haberse recuperado, los años de adicciones dañaron su hígado en forma definitiva.

Ahora es estrella que brilla en un cielo gris, en donde improvisa y el sonido se alarga interminable. Improvisa desatando cantos sucesivos y alternados, de otros semejantes sin distancia. Improvisa mientras su instantaneidad reclama y su fugacidad extiende el momento. El sonido se oye porque viene de lo alto simplemente. El Sonido invade no sólo el espacio, también el tiempo. Trane fue un hombre de consagración mágica que penetró en dichos secretos y corrió los riesgos con tal de apoderarse de ése, su Amor Supremo.

FOTO 2

Hoy, a casi 60 años de su edición, A Love Supreme conserva intacto su poder de fascinación, con el descubrimiento de la interpretación en vivo que Coltrane hizo de él en el extinto club The Penthaouse, de Seattle, en octubre de 1965. “¿Cómo se puede examinar el lío de opciones que es tu vida y convertirlo en una plegaria?, se preguntó el cantante Bono. “Yo no sabía cómo, pero escucho en Coltrane a alguien que sí lo consiguió”, dijo al respecto.

Por su parte, Ashley Kahn, periodista e historiador musical estadounidense, le dedicó todo un libro al disco original: “pocos álbumes han tenido su influencia y resonancia”, escribió en él. La importancia de A Love Supreme se sustenta en razones tanto intra como extra musicales. Es “un disco que expresa lo inexpresable”.

En 1957 Coltrane experimentó un despertar espiritual hacia una vida “más rica, más llena y más productiva”, dijo en ese entonces. El saxofonista abandonó las adicciones y se impuso un régimen vegetariano estricto. Descubrió la meditación y, con ella, a lo divino; una divinidad genérica inspirada por el budismo. A ello estuvo dedicado el disco que grabaría unos años después.

Coltrane, en la grabación original, toca únicamente el sax tenor; lo acompañan McCoy Tyner, al piano; Jimmy Garrison, al contrabajo; y Elvin Jones, en la batería. Todo cuanto A Love Supreme puede ofrecerle al oyente en sus cuatro movimientos –Acknowledgement, Resolution, Pursuance, Psalm-, se concentra en el reproducido mantra central de 4 notas anunciado por el contrabajo de Garrison, al que se suma el líder de la sesión en su única intervención cantada registrada en disco.

Meticuloso y obsesivo, Coltrane avanza la idea de una “intensidad” desconocida en el jazz. Una música que para muchos significó la entrada en un universo desconocido y desconcertante. En la cinta recién descubierta, la sesión fue grabada por el saxofonista Joe Bazil y encontrada entre sus pertenencias, tras su muerte en el 2008, a la dotación de su cuarteto, Coltrane le agregó tres músicos: Carlos Ward (en el sax alto), Pharoah Sanders (sax tenor y percusión) y Donald Garrett (doble bajo), convirtiendo la agrupación en septeto.

Es la segunda de las únicas dos presentaciones que hizo Coltrane de tal material en 1965 (la otra es la que realizó en Juan-les-Pins, durante el festival musical de tal localidad francesa en el mes de julio, la cual forma parte de una edición de lujo que apareció durante los festejos del 50 aniversario del disco).

En ella, a los casi 30 minutos originales son extendidos hasta los 75, y el rating mundial eleva la grabación al rango de “Aclamación universal”. Es decir, en los tiempos hipermodernos que estamos viviendo, un artefacto musical como éste, pone de nuevo las cosas en perspectiva y reactiva las discusiones culturales, sociales y estéticas, que iniciaron desde su primera aparición.

Hay noches irrepetibles, como aquella de ese 2 de octubre de 1965, cuando se grabó una joya (a pesar de las condiciones para ello) que permaneció oculta por casi 60 años y que, ahora, tras ser sacada a la luz, brilla a plena luz de la actualidad, con el agregado de la osadía de sus intérpretes y de la descomunal puesta musical que presentaron, la cual el tiempo ha legitimado: la propuesta de oficio místico en el disco de estudio se convirtió, en vivo, en una desmesura polifónica contenida tan solo por la evocación, de vez en vez, de los lemas esenciales de la obra primera.

VIDEO: John Coltrane – A Love Supreme, Pt. IV – Psalm (Live in Seattle/ Visualizer), YouTube (JohnColtraneVEVO)

FOTO 3

Exlibris 3 - kopie

BLUES BLANCO: HITOS DEL SIGLO XX (ALEXIS KORNER)

Por SERGIO MONSALVO C.

ALEXIS KORNER (FOTO 1)

 

ALMA DEL BLUES BRITÁNICO

 

Alexis Korner, guitarrista, pianista, cantante y compositor nacido el 19 de abril de 1928 en París, resumió en dichas dotes musicales el potencial que lo llevaría a ser uno de los principales guías del blues británico. En Korner, de ascendencia austriaco-griego-turca, la errancia desde pequeño fue una de las constantes. Pasó su infancia en Francia, Suiza y África del Norte. Finalmente, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, su familia se asentó a Londres.

Ahí desarrolló un profundo gusto por el jazz y en la segunda mitad de los años cuarenta, luego de una estancia en el ejército, se unió como guitarrista al grupo de jazz tradicional de Chris Barber. Tiempo después formó un grupo de skiffle con Ken Colyer, Barber y Lonnie Donegan (con el que grabó unos discos para Decca). Más tarde pasó cerca de diez años alejado de la escena musical, tiempo en el que se dedicó al periodismo y a la locución por radio. Fue en dicho periodo cuando el blues lo conquistó por completo.

El “Delta” para aquellos jóvenes británicos se ubicó a orillas del Támesis, donde a fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta también se escuchaba mucha más música: canciones insertas en la era del vaudeville y del dancehall con un ligero toque de comedia; grandes cantidades de jazz tradicional producidos por Chris Barber y Acker Bilk; un poco del skiffle de Lonnie Donegan e intentos aislados, aún torpes, de adaptar el rock & roll original de los Estados Unidos al Reino Unido.

El pop británico de 1960 era una trivialidad. No significaba nada para la generación de la posguerra y tenía más relación con la nostalgia por el mundo exterior que vivían sus padres, tras haber sufrido el enfrentamiento bélico de la II Guerra Mundial, que con los jóvenes mismos. El fuerte blues de Muddy Waters que comenzaba a escucharse; el impulso elegante con el que Chuck Berry musicalizaba sus agudas letras sobre la existencia adolescente, y el beat selvático y anárquico de Bo Diddley ya eran otra cosa.

En ellos se percibía la verdadera vida, aunque los jóvenes de los tristes suburbios ingleses apenas intuían qué era ésta. No obstante, sentían la autenticidad en esa música. Y la emoción que encerraba. El blues comenzó a formar parte importante de la ecuación de la música de aquel tiempo.  Aportó a la escena británica muchas de sus preocupaciones líricas y de su estilo musical.

El impacto del blues fue más que evidente en las fijaciones de dicha cultura, cuyos representantes trataban de cooptarlo en su totalidad y eran juzgados críticamente de acuerdo con su capacidad o incapacidad para hacerlo.  En la Inglaterra de comienzos de los sesenta Alexis Korner y Cyril Davies organizaron verdaderos seminarios en el arte bluesero a base de la escucha de los discos que les llegaban.

ALEXIS KORNER (FOTO 2)

 

Asimismo, trataban de conocer personalmente y actuar con los artistas originales del género que hacían sus primeras giras por aquellos lares, como Fred McDowell, John Hurt, Furry Lewis, Willie Dixon, Sonny Boy Williams o Muddy Waters. Llegada la ocasión, se esperaba siempre de estos maestros la Revelación auténtica.

Muddy Waters recordaba lo siguiente: «Cuando fui a Inglaterra por primera vez –en 1958, año en que tocó con Chris Barber, Alexis Korner y Cyril Davies— di a conocer verdaderamente al país el blues amplificado eléctricamente.  Aquellos músicos jóvenes me preguntaban por qué no tocaba la guitarra acústica y les prometí llevar una en la siguiente ocasión, lo que por otra parte hice. Pero para la época de mi segunda visita, a comienzos de los sesenta, todos los grupos de blues ingleses tocaban ya con amplificación y con un feeling increíble”.

Inspirado por Muddy Waters, Korner, en la guitarra y Cyril Davies en la armónica empezaron a tocar blues amplificado, junto con el guitarrista Jeff Bradford. En 1961 reunieron a su alrededor a un grupo de músicos simpatizantes del jazz y del blues, bajo el nombre de Alexis Korner Blues Incorporated,  y se abrieron su propio espacio en un club de la zona fabril londinense.

VIDEO SUGERIDO: Alexis Korner and the stones the marquee club london, YouTube (BILLYKARLOFF)

El Ealing Club al principio de los sesenta no era más que un pub más de bebedores, pero poco a poco, con la llegada de los músicos, lo que podía escucharse además era el jazz, una vez por semana, pero uno que no encajaba muy bien con la idea que de él tenían los parroquianos consuetudinarios, había «demasiado blues» para su gusto. Esto originó peleas constantes entre tradicionalistas y nuevos clientes.  Los últimos ganaron terreno rápidamente y los primeros terminaron alejándose del lugar.

Dicho club tenía un cupo máximo para 200 personas y el dueño del sitio se benefició con el nuevo escenario. Él se quedaría con las ganancias del bar y los músicos podrían repartirse el monto de las entradas. De cualquier modo, el Ealing estaba completamente abarrotado pasadas cuatro semanas de la llegada de los fans del grupo estelar: la Blues Incorporated de Alexis Korner.

La gente iba desde Escocia sólo para escucharlo y la cifra de público aumentó considerablemente, lo que obligó al dueño a cerrar las puertas media hora antes del comienzo de la primera función.

La banda, sin lugar a dudas, era un tanto rara, ecléctica y heterogénea; formaban parte intérpretes de lo más variado en edades: Brian Jones, Mick Jagger, Keith Richards, lo mismo que Charlie Watts en la batería, Keith Scott o Nicky Hopkins en el piano, Cyril Davies en la armónica, Andy Hoogenboom en el contrabajo (siendo reemplazado en breve por Jack Bruce) y Dick Heckstall-Smith, al sax tenor.

Pronto se corrió la voz por la ciudad de que algo extraño estaba sucediendo en aquel club y se creó una impresionante atmósfera, porque cada asistente descubrió que el que estaba a su lado era otro aficionado a esta música y que ya no estaba solo con sus gustos.

Con ello dio comienzo el desarrollo de la fusión jazz-blues británica (a partir de 1963), con grupos como Blues Incorporated, Graham Bond Organization, y luego con Colosseum, Cream y Soft Machine, entre los más importantes. Y tanto la banda de Alexis Korner como la de Graham Bond en cierto momento de esa década tuvieron a lo más granado de la música inglesa.  Eran la escuela de un jazz-blues excelente que incorporaba verdaderos solos de jazz y era mucho más que blues.

Korner, con aquella banda actuaba como catalizador de toda la escena londinense, en la que bullían una multitud de factores que a la postre conformarían el entramado sonoro de una auténtica revolución cultural: el skiffle, el folk afroamericano, el jazz de Nueva Orleáns y neoyorkino, el country blues del delta del Mississippi, el rhythm and blues de Chicago y el rock & roll de Memphis.

Partidario incansable de tal fusión, Korner sirvió de inspiración a toda una generación de jóvenes músicos ingleses. De su pionera formación Blues Incorporated salieron los núcleos constituyentes de los Bluesbrakers, los Rolling Stones, Manfred Mann y de Cream. Asimismo, ayudó a formar Free y al Led Zeppelin.

Korner grabó con frecuencia, desde entonces, y también se dio a conocer como conductor de televisión (se volvió líder de grupo residente del programa infantil de televisión Five o’Clock Club). Realizó constantes giras y grabó como músico sesionista para diversos artistas británicos.

Tras sembrar las semillas de todo ello y sin mediar conflictos personales,  sólo diferencias de gusto musical, Davis se separó de Korner para formar la Cyril Davies All Stars para interpretar únicamente el blues (también con una pléyade de instrumentistas que luego habrían de agigantarse).

A fines de los setenta Korner ya estaba bien establecido como líder de diversos proyectos, musicales, disc jockey para la radio BBC y comentarista sobre el blues. Gran parte de sus últimas apariciones en vivo fueron como dúo con Colin Hodgkinson, fundador del grupo de jazz-rock Back Door.

Este responsable de la electrificación del blues en la Gran Bretaña, fundador de la Blues Incorporated (banda aglutinadora de nombres de músicos que conforman un Who’s Who del rock y blues británico; una agrupación seminal que para quien se precie de conocer los árboles genealógicos, sin duda brindará datos apasionantes al descubrir la cantidad de grupos surgidos de su raíz), y alma de un movimiento de fusión que le trajo rechazos entre los puristas, murió en Londres el primero de enero de 1984, a los 55 años de edad.

VIDEO SUGERIDO: Alexis Korner – My momma told me, YouTube (Joe Stead)

ALEXIS KORNER (FOTO 3)

Exlibris 3 - kopie

LA AGENDA DE DIÓGENES: LA CALLE MORGUE (I)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

FOTO 1

De una extraña y ruinosa casita, de la que ciertas supersticiones habían ahuyentado a los antiguos inquilinos y la cual se situaba en una solitaria y apartada calle del barrio de Saint-Germain-des-Prés de París, hace más de 150 años surgió para los amantes de la literatura una extraordinaria novedad:  el género policiaco, con The Murders in the Rue Morgue (Los crímenes de la calle Morgue), del escritor estadounidense Edgar Allan Poe (1809-1849).

En 1841, tras leer las primeras páginas de la novela Barnaby Rudge, de Charles Dickens, Poe descubrió el enigma de un crimen misterioso que ahí se relataba:  «…descubrimos el secreto –escribió Poe– inmediatamente después de haber leído la séptima página (el volumen tenía 323)».  Efectivamente, en el número del 1de mayo de 1841 del Philadelphia Saturday Evening Post (cuando la novela comenzaba a publicarse en forma periódica) Poe hizo una nota crítica develando el enigma con mucha anticipación.

Al meditar acerca del método analítico que utilizó para lograrlo, Poe asentó al respecto en su ensayo Filosofía de la composición: «Resulta clarísimo que todo plan o argumento merecedor de ese nombre debe ser desarrollado hasta su desenlace antes de comenzar a escribir en detalle. Sólo con el dénouement a la vista podremos dar al argumento su indispensable atmósfera de consecuencia, de causalidad, haciendo que los incidentes y sobre todo el tono general tiendan a vigorizar la intención…una vez conocida la intención, pueden hallarse en cada página las huellas del designio del novelista».

*Fragmento del ensayo “Edgar Allan Poe: La Poesía en el Crimen” del libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

PORTADA

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

Exlibris 3 - kopie

ARTE-FACTO: NOTICIAS DEL HYPERIUM (I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

FOTO 1

 

Hyperium fue una compañía discográfica imposible de pasar por alto en la historia de la música contemporánea. Desde su fundación en 1991 en Nüremberg, nos llegaron centenares de álbumes de absoluta calidad desde Alemania, todos productos del cuantioso catálogo de este sello. Uno de los grandes puntos a favor de la compañía fue el hecho de no limitarse a un solo estilo musical.

Basta con tratar de definir su juego de compilaciones From Hypnotic… …To Hypersonic y se verá a qué me refiero. Hyperium permite escuchar todo desde un ambient etéreo, dark wave, neoclásico, rock gótico hasta latidos cyber, desde experimentaciones serias hasta la dulzura del pop.

Oliver “Oli” Rosch fue el hombre que lo hizo todo posible. Casi no hubo semana desde su debut en que no se lanzaran uno o dos títulos en todo el mundo. La tarea fue enorme en cuanto a organización. Lo más importante fue que se tratara de un amante de la música que convirtió su hobby en un trabajo de tiempo completo (y más), pero los sonidos que editó siguieron siendo igualmente importantes para él.

Fundó Hyperium para editar material industrial y experimental. Tenía los subsellos Hypnobeat y Flabbergast, con la distribución alemana de ambos a cargo de Semaphore. El primer gran éxito de la compañía fue el grupo de rock gótico Love Like Blood, que vendió casi 15 mil copias de su primer álbum. Hasta ese momento Hyperium había sido sólo una especie de hobby para Rosch, pero entonces adquirió demasiado peso financiero para seguir en ese plan.

FOTO 2

La filosofía implicó editar música intensa que tuviera variedad. No se especializaron en un único estilo. Sacaron música para público variado. La diversidad musical de Hyperium abarcó entonces lo etéreo, el pop, el industrial, el electro, el ambient, el techno y el listening techno. Estuvieron siempre dispuestos y ansiosos por descubrir nuevos territorios. Buscaron continuidad en sus ediciones y cuidaron mucho el arte de las portadas a fin de presentar un paquete completo al escucha.

Producir la música que les gustara a los implicados en el proyecto fue la filosofía principal que rigió su trabajo, hacer disponible para la gente música relajante que estimulara sus mentes, sin importar que sus intereses se centraran en el pop, el new age o el underground. Su música le puede llegar a todo mundo.

Unos años después, Marc Ross se unió a la disquera. Ayudó a organizar y a construir la empresa, su imagen y fundó el sello Hypnotism, que presentó sesiones de techno-ambient intelectual en un solo contexto. Artistas como Atom Heart, Victor Sol, Alex Martin y Andrew Lagowski produjeron material bajo este subsello.

VIDEO: Love Like Blood – Out of Sight, YouTube (Mind Doser)

FOTO 3

Exlibris 3 - kopie