A quienes crecieron oyendo a T. Rex, Bowie, Reed y compañía, les llegó el turno de agarrar las guitarras y con la provocación aprendida de MC5, la cadena prosiguió en los setenta con el punk glam de The New York Dolls. Su estilo musical de costura gruesa y descuidada pero saturado de energía marcó la ruta para muchos grupos de rock posteriores y apadrinaron lo que vendría después: el punk.
Asimismo, la forma musical sobrecalentada y rápida, ha sido una constante desde los años cincuenta cuando Little Richard, bisexual, maquillado, sobreexcitado, con crepé y spray en el pelo, aullaba su revuelta comunicativa con palabras de doble sentido. Se necesitó de un exceso de agallas para llamar la atención como lo hizo él. The New York Dolls fue una extensión en quinteto de su legado.
El grupo se fundó en Nueva York en 1971 con David Johansen en la voz y composición, Johnny Thunders en la guitarra líder, Rick Rivetts (sustituido por Sylvain Sylvain al poco tiempo) en la rítmica, Arthur Kane en el bajo y Bill Murcia en la batería. Les costó trabajo encontrar una compañía disquera debido a su vulgar y exagerado travestismo. En 1972 fueron teloneros de Rod Stewart en una gira por Inglaterra, sin éxito.
En dicha gira murió Murcia, por una asfixia debida al efecto de las drogas y el alcohol, fue reemplazado por Jerry Nolan. Entonces la compañía Mercury los contrató. Su disco debut salió al mercado en 1973. La crítica los trató como producto original. Su sagaz hard rock, elucubrado como una celebración entre el camp y el kitsch cautivó por su actitud amenazadora y malévola, pero no hubo repercusión comercial.
Para su segundo álbum de 1974 optaron por un sonido más magro, lo difuso de la guitarra, la pesadez en los tambores y el minimalismo del acompañamiento. Y compensaron con actitud lo que les faltaba de habilidad musical. Too Much, Too Soon destacó las expresiones de los bajos fondos neoyorquinos. Con ambos discos generaron un culto y las nuevas escenas musicales de Nueva York y Londres.
Su nuevo manager, Malcolm McLaren, les agregó un vestuario de látex rojo y una gigantesca cortina «rusa» en los conciertos. El éxito siguió negándoseles y se disolvieron en 1975, pero en Londres —donde fracasaron después de una visita al Wembley— hicieron una muesca: «Cuando los vimos en escena supimos que nosotros podríamos hacerlo también”, dijo Steve Jones de los futuros Sex Pistols.
The New York Dolls influenciaron al heavy metal, al garage y a una era completa de músicos como Sex Pistols, Clash, Ramones, Television, Talking Heads, Smiths y un largo listado, al personalizar su rock & roll, hard rock, glam y proto-punk antes de que se llamara así.
VIDEO SUGERIDO: New York Dolls – Personality Crisis, YouTube (Miguel Rodriguez)
En aquella época Nikolai Bulgarin ascendió al puesto de Primer Ministro en la Unión Soviética.
El libro de récords de Guiness lanzó su primera edición con 25 millones de ejemplares.
En Anaheim, California, se inauguró Disneylandia: “La Tierra de la Fantasía”.
Dentro de la industria discográfica (en su aspecto comercial representado por la publicación del Billboard y sus listas mensuales y anuales) se suele tomar a la pieza «Rock around the Clock» («Al compás del reloj», en español), interpretada por Bill Haley y sus Cometas, como el primer tema de rock and roll en el mundo. Si nos guiamos por las listas de éxitos tal vez podría ser así. Sin embargo, la historia misma de la música indica otra cosa.
En 1947, un guitarrista y cantante de nombre Johnny Copeland grabó la canción «Rock and Roll Lilly» en el tiempo del 4 x 4. Alan Freed, entonces discjockey de la WJW de Cleveland, acuñó el término «rock and roll» como género musical con las palabras de dicha canción, para darle título a su programa «The Moon Dog Rock and Roll Party», con el objeto de atraerse a la audiencia blanca del rhythm and blues.
En 1951, por primera vez con la etiqueta de “rock and roll”, Freed presentó el tema «Rocket 88» de Ike Turner (atribuído malamente a Jackie Brenston), que se volvió un éxito en las listas de popularidad negras. Bill Haley la grabó en ese mismo año con el sello Hollyday Records, y con eso efectivamente se convirtió en el primer artista blanco que grabara el rock and roll y en su padre putativo.
No obstante, fue hasta 1953 que Haley accedió a las listas de éxitos blancas con la pieza «Crazy Man Crazy», obteniendo el número 15 entre las más vendidas. En 1954 firmó con la compañía Decca y entró a los estudios para grabar un par de temas: «Thirteen Women», del lado A, y «Rock around the Clock» en el lado B.
La canción «Rock around the Clock» tuvo un recibimiento aceptable, pero de ahí no pasó hasta que el manager de Haley decidió promoverla en Hollywood. En 1955, la MGM filmaba por entonces la película The Blackboard Jungle («Semillas de maldad» en su horrorosa traducción al español), con Glenn Ford como protagonista. En ella encarnaba a un maestro de escuela que se enfrentaba a estudiantes violentos.
La canción que se oyó al terminar la película y aparecer los créditos fue «Rock around the Clock», y aquello fue el detonante. La pieza se disparó hasta los primeros lugares de popularidad y obtuvo el primer escaño el 9 de julio de 1955, cuando vendió 15 millones de copias. Ahí es donde la industria comienza a contar la historia del rock and roll grabado como tal, aunque sus antecedentes, identidad y raíces se remonten a años anteriores.
VIDEO SUGERIDO: Bill Haley & His Comets – Rock Around The Clock (1955) HD, YouTube (33Evenstar)
En el Panteón de los dioses de la guitarra, Jeff Beck (Surrey, Inglaterra, 1944) se eleva entre otros guitarristas contemporáneos como Jimmy Page y Eric Clapton; de hecho los tres se iniciaron profesionalmente con el grupo inglés de blues-rock The Yardbirds. No obstante, el problema con Page es que no ha podido concretar un vehículo eficaz para apoyar su poderosa guitarra que una vez le dio proporciones godzillianas a su conjunto Led Zeppelin. Y digamos que la esencia de Clapton se ha ido diluyendo desde sus influyentes comienzos con Cream y The Yardbirds.
Jeff Beck, por el contrario, siempre está reinventándose y lanzando nuevos álbumes (esporádicos, eso sí) con nuevas visiones, asombrosamente frescos. En estas producciones, el guitarrista de actuales 75 años nunca ha tratado de recrear ni de reciclar sus antiguos éxitos de los Yardbirds ni tampoco el rock con tintes jazzísticos. En lugar de buscar su inspiración en el pasado, se ha abalanzado al frente para producir álbumes fuertes acorde con los tiempos.
Para captar bien de qué depende el blues estéticamente cuando lo tocan los músicos blancos es indispensable insistir en la técnica musical. En primer lugar, técnica que representa una desembocadura de la amplificación eléctrica experimentada por los bluseros negros de los años 50. El sonido eléctrico asume en el blues-rock una importancia a veces tan grande que ha podido decirse, a propósito de ciertos guitarristas, que tocaban o tocan su sistema de amplificación tanto y tan bien como su instrumento.
En este caso está el legendario guitarrista Jeff Beck. Su debut profesional lo hizo a principios de la década de los sesenta con la Cyril Davies All Stars (grupo formado por uno de los músicos introductores del blues de Chicago a Inglaterra y entre cuyos integrantes se encontraban Nicky Hopkins, Cliff Barton, Long John Baldry, además del propio Cyril Davis, quien de 1954 a 196l formó dueto con Alexis Korner). Ahí aprendió las bases del blues y comenzó a darse a conocer por su particular forma de tocar.
Cuando corría el año de 1964 recibió la oferta de los Yardbirds para formar parte del grupo en sustitución del ya afamado Eric Clapton, quien se uniría a John Mayall. Los «Yardbirds encontraron en la persona de Jeff Beck a otro gran guitarrista. A partir de ahí el concepto general del grupo evolucionó profundamente. Se alejó del purismo del período Clapton para entrar en el rock, música que correspondía mejor con el temperamento agresivo, salvaje y repleto de la energía de Beck. Con él, los Yardbirds conocieron su mejor época.
La pieza «I’m Not a King», por ejemplo, pone claramente de relieve la manera con la que Beck dirige a todo el grupo. Keith Relf tocó menos la armónica, dejando la palabra a su estrambótico guitarrista. Beck es, sin duda, desde esa época (1965) el prototipo del guitarrista rockero resplandeciente, punto central del grupo sobre el que convergen las miradas.
Cada una de las piezas donde toca es un auténtico festín de feeling. Beck también supo fundir su inmenso talento con el de otros músicos. Sin embargo, a finales de 1967 sintió que debía buscar nuevos caminos. Así, al año siguiente formó el Jeff Beck Group, tras su salida de los Yardbirds. El nuevo grupo estuvo orientado hacia el blues especialmente y como integrantes presentaba a Rod Stewart en la voz, un desconocido ex integrante de Steampacket y Shotgun Express; a Ron Wood en el bajo; Micky Waller en la batería; Nicky Hopkings en el piano.
Sus primeros sencillos «Hi Ho Silver Lining» y «Love Is Blue», ambos orientados hacia el pop, no daban muestra de la gran inclinación que Beck sentía por el rock más duro posible, que impregnaba sus actuaciones y su primer álbum, Truth. No obstante, la organización no era su fuerte, le costó trabajo mantener unido al grupo y escribir material convincente, puesto que lo que más le interesaba eran los efectos de la improvisación. Sus dones eran demasiado veleidosos para ser domados con eficacia.
Curiosamente la atención fue robada por el Led Zeppelin, formado por otro ex Yardbird: Jimmy Page, para el cual la expansión basada en el blues del Jeff Beck Group sirvió como modelo. Aunque el potencial del grupo parecía ilimitado, las personalidades encontradas de sus miembros hicieron que Beck dejara morir el proyecto tras la grabación del segundo L.P., Ola. Después de esto Beck sufrió un accidente automovilístico (su hobby son los autos) que lo mantuvo alejado del medio durante un par de años.
En 1971 formó un nuevo grupo con Tony Newman en la batería, Max Middleton en el piano, Clive Chapman en el bajo y Bobby Tench en la voz. La orientación en esta ocasión fue hacia el jazz-rock, grabaron dos discos (Jeff Beck Group y Rough and Ready) para después desbandarse.
En 1973, Beck decidió incursionar en el heavy y reclutó a Carmine Appice en la batería y percusión y a Tim Bogert en el bajo y la voz, dos ex integrantes de Vanilla Fudge y de Cactus, con los cuales grabó dos discos de colección: Beck, Bogert and Appice y Beck, Bogert and Appice Live.
Después de esta agrupación Beck estuvo retirado nuevamente para volver en 1975 como solista haciéndose acompañar por músicos de estudio desde entonces, con aciertos y fracasos pero siempre con un espíritu indomable, rechazando los compromisos comerciales pero sin dejar de poner de manifiesto en cada ocasión su inigualable talento guitarrístico.
Beck lleva 13 álbumes como solista a lo largo de una carrera que ya ha durado 55 años. En los noventa, el solitario guitarrista no dio noticias musicales. Después del álbum Jeff Beck’s Guitar Shop de 1989, con el que se hizo acreedor a un premio Grammy, sólo realizó presentaciones aisladas. Apenas en 1999 planteó una declaración musical con el álbum Who Else? En esta producción, el veterano definió la posición de la guitarra eléctrica frente al nuevo milenio, con una lograda simbiosis de techno, ethno, blues y rock. Una extensa gira mundial, en la que se hizo acompañar por un grupo nuevo (compartió el escenario, entre otros, con Jennifer Batten), lo mostró a la altura de los tiempos.
Un nuevo indicio de su renovada pasión guitarrística salió a principios del siglo XXI, You Had It Coming (2001), título en el que le apuesta a la fusión entre el techno y la guitarra. No es material fácil ni hay melodías que se puedan tararear. Lo que se escucha es la oferta típica de Beck: multiplicidad sonora, ritmos y distorsiones. Aparte de los tracks en los que participa Heap, se trata de un álbum instrumental netamente, aumenta la influencia electrónica y el sabor industrial se subraya de inmediato en la estridente pieza abridora, “Earthquake”, con beats duros y metálicos que se empalman con riffs semejantes.
Sin embargo, las influencias duras del industrial no terminan ahí. De hecho esta música tiene más en común con los Chemical Brothers y Moby que con los grupos de la invasión británica influidos por el blues que el propio Beck ayudó a lanzar en los sesenta.
Incluso la tierna pieza “Nadia” (hecha por el arreglista y remezclador de dance y trip hop Nitin Sawhney, originario de la India), con su maravillosa y escurridiza melodía, así como su bien logrado ethno-ambient, con el tiempo adquiere un beat machacante de máquina de ritmos.
Los 75 años de edad que tiene Beck evidentemente no le han impedido explorar nuevos sonidos, al contrario. En el sonido radica la esencia de este músico: a él no le interesa tocar rápido ni presumir, aunque tendría la capacidad y el derecho legítimo de hacerlo. En sus nuevas obras (Jeff, 2003; Emotion & Commotion, 2010; Loud Heiler, 2016), la guitarra ocupa, desde luego, el centro de la atención, pero el intérprete se pone al servicio de las canciones.
Su técnica y virtuosismo nunca se convierten en un fin en sí mismo. Prefiere experimentar con estructuras y ritmos contemporáneos que con escalas y efectos especiales. A Beck le importan sobre todo las texturas sonoras. Ha agregado beats ligeros y lentos que y cuando lo hace parece flotar gracias a lo etéreo de su esencia.
O, de acuerdo al momento, abraza el mundo electrónico, agregando estruendosos beats de techno y frenéticos ritmos del bajo, que le aportan una gran emoción a su música. A pesar de que definitivamente ya no se trata del Jeff Beck que escucharon las generaciones anteriores, los amantes de su obra de antaño no tienen por qué lamentarse, porque sin importar los sonidos sintéticos que utilice, nada suena tan acoplado como su guitarra.
Desde unos acordes fogosos, a las distorsiones sincopadas y tonalidades que varían de lo siniestro a lo sereno. En cada época de su carrera Jeff Beck ha estado en la cima del olimpo rockero y eso les debe resultar evidente tanto a jóvenes como a veteranos del género. Merece llegar a cualquier público que se deje emocionar por la música imaginativa que funciona fuera de las fronteras comerciales.
VIDEO SUGERIDO: Jeff Beck – Where Were You, YouTube (80thisvelvetglove)
En 1970, The Guess Who le probó a la juventud de Canadá que sus grupos podían tener canciones exitosas no sólo en su país, también en todo el mundo. En aquel entonces pensar que se pudiera igualar a los Beatles o a Creedence Clearwater Revival era inconcebible. La banda se convirtió por ello en ejemplo para otros músicos garageros de su natal Winnipeg. Con la llegada al grupo de Burton Cummings en 1968 encontraron su verdadera voz y entraron a las listas de popularidad.
De la mano del productor Jack Richardson, Guess Who fue considerado el grupo líder de la industria canadiense y la industria misma, La banda formó parte del desarrollo del rock canadiense en los años sesenta y setenta, como buenos músicos, excelentes compositores y hábiles experimentadores. Obviamente no todo fue fácil, las drogas, el alcohol, los conflictos de personalidad y la fiesta continua terminaron con el grupo a mediados de los setenta.
La voz de Cummings sumada a la rítmica rockera clásica y el uso de la guitarra a cargo de Randy Backman, les proporcionaron ese sello que los hizo diferentes. De manera irónica con una canción abiertamente antiamericana alcanzaron la cúspide del éxito en los Estados Unidos en 1970. El disco que la contenía alcanzó el número uno en las listas y se convirtió en álbum de oro. Tras ello Backman se hizo mormón y Cummings inició una carrera como solista.
Tyrannosaurus Rex fue un grupo inglés fundado por el guitarrista y compositor Marc Bolan en 1967. Hacían avant folk-rock acústico. En 1970, tras el cuarto álbum en ese estilo sin repercusiones, Bolan acortó el nombre a T. Rex y cambió a instrumentos eléctricos. Pasó a darle tanta importancia a la estética como a la música: habló de la poesía de Yeats y Blake, pero jugando con la ambigüedad sexual de manera descarada y provocativa. Inauguró el glam rock.
Bolan generó todas las corrientes que caracterizarían al glam de los setenta: glitter, punk glam, shock rock y ópera glam. En lo musical impuso el boogie rock pegajoso inspirado en melodías bailables y en potentes riffs de guitarra, agregó letras hedonistas y una forma de cantar premeditadamente sexy. Se vistió con trajes de fantasía y se maquilló, y como remate incluyó performance al estilo de Lindsey Kemp.
Inspirado por el glam de T. Rex surgió el glitter rock (más festivo y comercial) con Gary Glitter, Slade, Sweet y Mott The Hopple; en los mismos setenta aparecieron los inclasificables que adoptaron la idea y el sonido glam, pero más sofisticado en la música y profundo en las letras: David Bowie, Roxy Music y Lou Reed, ex Velvet Underground, en la vena más dramática y sórdida. El sensual fantasma de Marc Bolan (muerto en 1977) se pasea por el rock desde entonces.
La influencia de T.Rex y Marc Bolan va del glam puro al glitter, al punk, el shock-rock, el glam metal, el glam alternativo indie y el rock industrial.
VIDEO SUGERIDO: T. Rex Bang A Gong (Get It On) Live 1971, YouTube (Cal Vid)
Antes de finalizar el primer lustro de la década de los sesenta, la Gran Bretaña experimentó la propagación del rhythm and blues y del blues. Los más importantes grupos se valieron para ello de bluseros originales como John Lee Hooker, Jimmy Reed, Sonny Boy Williamson o Muddy Waters, pero también de artistas asimilados al terreno del rhythm and blues propiamente dicho, como Ray Charles por ejemplo.
Gracias a esta actitud, los jóvenes músicos ingleses comprometidos con el blues retuvieron la atención de un vasto público que abarcaba ampliamente también a las minorías de entendidos.
Londres, en aquel entonces, tenía a los Yardbirds y a los Rolling Stones, Manchester a los Hollies y Liverpool a los Beatles. El nordeste de Inglaterra, Newcastle, para ser más preciso, aportó a un grupo de jóvenes obreros duros y desmadrosos que vociferaban el blues igualmente fuerte: The Animals. Uno de ellos era Eric Burdon, a quien la música de Ray Charles, Chuck Berry y Bo Diddley lo enloquecía.
Todos los del grupo (Hilton Valentine en la guitarra; Chas Chandler en el bajo; Alan Price en los teclados; John Steel en la batería y Burdon en la voz) se habían criado en el ambiente minero, con la cerveza oscura espesa y con las difíciles condiciones de vida de su lugar de procedencia.
Originalmente se denominaron Alan Price Combo. Tras una presentación en el Down Beat Club de Newcastle, Eric Burdon se integró como cantante. Esto sucedió durante 1962. Una noche de diciembre de 1963, Giorgio Gomelsky, un productor, los descubrió en el club a Go-Go mientras servían de teloneros para Sonny Boy Williamson, que se encontraba de gira por Inglaterra.
Graham Bond les sugirió el nombre The Animals debido a la fuerza con que tocaban. De ahí se trasladaron a Londres al año siguiente. Pronto comenzaron a aparecer en las listas de popularidad. Su primera grabación fue «Baby Let Me Take You Home», seguida de la ya hoy clásica «The House of the Rising Sun».
Los éxitos de ventas y de lista se fueron acumulando en discos como The Animals (1964), Get Yourself a College Girl (1965), Animal Tracks (1965) y Animalisms (1966). Tras ellos Price abandonó al grupo para iniciar una carrera como solista; lo reemplazó Dave Rowberry. A éste le siguió una infinidad de cambios de personal.
Burdon entonces decidió renovarlos y los convirtió en The New Animals, nombre con el que se mantuvieron con vida hasta fines de los sesenta, coqueteando con la psicodelia («San Franciscan Nights», «Monterey» y «Sky Pilot»).
En los setenta Burdon retornó a la escena con el grupo War y obtuvo muy sonados éxitos («Spill the Wine», uno de tales). En 1977 los Animals volvieron a reunirse modernizando su sonido para los nuevos públicos y sacaron el disco Before We Were So Rudely Interrupted. Luego pasó otro buen tiempo para que volvieran a intentarlo. En 1983, lo hicieron y editaron el disco Ark, tras el cual cada uno siguió su propio camino hasta desaparecer. Eric Burdon aún anda en él.
En 1970 apareció el cuarto álbum del Velvet Underground que marcó de facto el final del grupo. Una banda que se había adelantado años luz a su época, con sus guitarras rítmicas escandalosas, violas atonales, baterías minimalistas, lírica subterránea y cantos de exquisita esquizofrenia, además del despiadado ingrediente noise: un collage sonoro de música eléctrica y experimental reunida con la estruendosa sencillez del rock. Los elementos de un icono para las siguientes décadas.
Llegó el punk y éste vio en el Velvet a un modelo soportable y, desde luego, tocar cosas como “White Light/White Heat”: Sex pistols en lo crudo, en lo intelectual Patti Smith y Television; con el new wave los Talking Heads, Blondie y Joy Division, que dio inicio a la época del postpunk “industrial”.
Arribaron los ochenta y R.E.M. A Michael Stipe le gustaba cantar “Femme Fatale” y “Pale Blue Eyes” al final de sus conciertos. En el otro extremo del espectro, The Jesus & Mary Chain hacía una amalgama de rock de garage y feedback, la estrategia del shock velvetiano. Los siguió Nick Cave, Sonic Youth y Echo and The Bunnymen.
En los noventa la escena alternativa se hundió en la moda de la tristeza. De repente cobró importancia el tercer álbum de Velvet Underground. La falta de energía fue la característica más destacada que comparte con los sonidos desganados de agrupaciones como Galaxie 500, Spiritualized, Spacemen o The Cure. Y en el mainstream con Billy Idol y Bryan Ferry.
En la primera década del siglo XXI los Strokes o Black Rebel Motorcycle Club no niegan su devoción a los neoyorquinos. Cuando se sintoniza MTV, parece como si todos los grupos alternativos portaran el sello velvetiano. Se han esforzado de manera desesperada por extraer de ahí un alma, y la tentación ha dado a luz ejemplos notables y el listado continúa. Y aunque Velvet Underground haya muerto 30 años antes se ha convertido en una obsesión para el mundo del rock.
El Velvet Underground con sus temas sugerentes en cuanto a negrura, voluptuosidad y perversión, y su mezcla perfecta de rock y experimentación sonora agridulce, despertaron ciertas inquietudes con un significado heroico desde el punto de vista existencial que permanece intacto.
VIDEO SUGERIDO: The Velvet Underground – Sweet Jane (the best live versión), YouTube (Rafael Romero)
Rotterdam, Holanda.- Hay días que dejan una huella intensa en la memoria. Hoy fue uno de ésos. Tras una tormenta nocturna —ruidosa, dura, persistente—, la llovizna diurna que acompaña el trayecto de la autopista rumbo a Rotterdam. Una vez ahí, en el impresionante Museum Center —gigantesco, moderno, urbanísimo— la calma y el relajamiento. Hoy, Patti Smith visita su exposición denominada Strange Messenger, la cual se inauguró a fines de agosto en el Prentenkabinet del Museo Boijmans Van Beuningen, uno de los integrantes del mencionado complejo cultural.
Ella no asistió a la inauguración. Argumentó con franqueza que no le gusta el protagonismo de esos actos ni el ambiente socialité que suscitan. Congruencia pura. Para eso envió a su representante en Europa y también estuvo presente uno del Andy Warhol Museum, de los Estados Unidos, al cual pertenece su obra.
A cambio, aparece hoy en una visita relámpago —a mediados de septiembre—, para agradecerle a las autoridades del Van Beuningen sus atenciones. Enseguida de conceder una entrevista a la televisión cultural neerlandesa se pasea, junto al público casual, por los pasillos y salas donde está expuesta. Y esta palabra es literal. Patti Smith está totalmente expuesta en esas paredes: íntima y de manera pública.
La segunda de estas paredes lo recibe a uno con las fotografías que Judie Linn le ha tomado a lo largo de su carrera, sobre todo de sus actuaciones en vivo. Intervalos, fugacidades, que hablan en silencio al espectador sobre la intensidad, la entrega y el grito surgido de esa presencia escénica. El rock quintaesenciado y contenido en el extracto de cada toma. Una mujer en la plenitud de sus 30 años, con toda la energía y el ímpetu que eso supone.
Luego de ello hay que subir una escalera para acceder a la primera sala. Ahí se despliegan las 60 obras en papel que ha realizado durante más de tres décadas y que van in crescendo en su temática. Dibujos a tinta con técnica de comic: insinuaciones breves de palabras, en una función explicativa. Conforme avanza el tiempo de la artista los textos van ocupando entonces una parte integral de la obra. Los dibujos se componen de pasajes de sus propios escritos, así como de otros autores (William Blake, Antonin Artaud, sobre todo), en bloques de lenguaje que se integran y disuelven en el dibujo y viceversa.
Espectáculo aparte para uno —asistente casual y afortunado— poder contemplar al unísono la obra y a su creadora: un auténtico mito rockero y artista de culto, frente a su expuesta existencial. Es otro cuadro, al cual se podría denominar como “Los dos espejos”. Si durante los años sesenta (donde se fundan sus orígenes) se hablaba de realizar pintura que evolucionara este momento plástico podría ser el producto de dicho concepto: nada evoluciona más que un espejo.
Y ahí está ella, la mujer que recibió una parte del botín robado a los dioses: el fuego (de la visión y su escritura). Legado rimbaudiano para el rock: la actitud y la poesía. Robo que las deidades se han cobrado conforme crece la leyenda Smith, con la muerte regular de sus seres queridos, uno tras otro (el más reciente el de su madre).
Y ahí está ella, la mujer pensando en cómo cada imagen plasmada en el papel esconde mensajes que el espectador tiene que descifrar con trabajo intelectual e informativo. Noción sustentada por el arte conceptual, en donde la idea en la que se basa cada cuadro es tan importante como la obra en sí, y en la que se mezclan elementos lingüísticos.
Los rasgos distintivos de sus dibujos son las líneas delgadas pero fuertes, el uso suave del color y la combinación de la imagen (autorretratos e iconos) con la palabra: símbolos cristianos, Jim Morrison, Jimi Hendrix, sus amores muertos (padres, hermanos, amigos, cónyuge), sus poetas, ella misma, falos, vaginas y, omnipresente, la época que le ha tocado vivir.
No todo surge del arte, Patti también desintegra los desperdicios: «Ha de existir alguna anarquía positiva para que podamos llegar a saber y resistir y crecer más allá de la antigua forma de una pluma», ha dicho. Para corroborarlo se suman el videoclip de Robert Franks, basado en la canción «Summer Cannibals», y el videocumental de 55 minutos Rock My Religion, de Dan Graham, que se integran a la muestra.
VIDEO SUGERIDO: Patti Smith & Robert Frank – Summer Cannibals, YouTube (pattismithVEVO)
A la postre de verlos y escucharlos ella se encamina al segundo piso. Su figura va creciendo conforme se acerca a mí y siento próximo su pelo entrecano, largo y sin arreglo; su rostro blanco, anguloso, hecho de líneas rectas —cejas, nariz, boca—; su ralo vello sobre los labios; su chamarra negra, corta, de mezclilla, camiseta también negra; manos largas, pulseras tejidas; pantalones grises, raídos, gastados, con alguna rotura incluso, botas negras. Es alta, muy delgada, desgarbada, pero todos sus aparentes defectos suman un carisma imponente a su aura de persona experimentada, de guerrera veterana, de ser misterioso.
No hay arrogancia en su paso, sólo la concentración de cualquier visitante interesado. No se deja distraer por las miradas de quienes la reconocen, por el murmullo de que es objeto. Su seriedad elimina de antemano cualquier intento de turbación. Pero se le puede observar y seguir.
Y llegar con ella al siguiente piso donde la serie de retratos de Franz Gertsch le hacen emitir una pequeñísima sonrisa. Ahí está, enmarcada en dúos, con Robert Mapplethorpe, Bob Dylan, William Burroughs, Sam Shepard… el puro olimpo de la contracultura contemporánea. Son fotos en blanco y negro, dimensionadas por la fama de cada acompañante.
Pasa después a los dibujos de gran formato que creó como reacción al fatídico 11 de septiembre, el 11-S. Los cuales abrevan en la imaginería del pintor Peter Bruegel, donde describe a su manera (y con la inscripción de textos de su poemario Babel) la destrucción de las torres neoyorkinas (emblematizadas por la referencial torre bíblica: su particular arcano en la irradiación del conocimiento). Subrayando además la soberbia humana.
Revisita en otro muro sus propias fotografías, las cuales han ilustrado portadas y contraportadas de LP’s y booklets de CD’s. Objetos que le son caros a sus quimeras y vislumbres. A continuación desvía la mirada y dirige sus pasos hacia el habitáculo con la instalación realizada por Ann Demeulemeester, en la que ésta exhibe una colección de ropa diseñada con textos del libro Woolgathering, publicado en 1992.
Ante ella saca una pequeña libreta de una de las bolsas de su chamarra, un bolígrafo, y hace anotaciones breves. Blusas, camisetas, faldas, pantalones, mascadas, sacos, conjuntos, sombreros, etcétera, convertidos en páginas para su escritura.
Posteriormente, regresa a la mitad de la sala para apreciar todo lo que se encuentra en la mesa larga y bajo el cristal: manuscritos originales, cartas, portadas de discos, fotos familiares, libros publicados y parafernalia diversa sobre su figura mayor, Arthur Rimbaud. De cerca, muy de cerca, observa el estado de cada objeto prestado por ella a la exposición. Cosas que hablan de sus cuatro décadas en la escena bohemia y musical. Muchos pasajes memorables, pero sin la carga nostálgica que eso pudiera sobrellevar.
Al contrario. La colección subraya su dinámica vital y el espacio reservado para la anexión de muchas otras cosas que en el futuro producirá esta cantante, compositora, poeta, fotógrafa, pintora, performancer y activista política (contra la guerra y a favor del medio ambiente). Una mujer que a sus pasados 70 años aún le agradece a su fallecido amigo Robert Mapplethorpe haberla animado a dibujar, incluso antes de escribir y componer: “Parece que respondo desde distintos impulsos y no puedo predecir de qué forma voy a reaccionar ante la realidad que se me presenta”.
Ese impulso y la obra consecuente hoy tiene un sitio permanente en el Museo Andy Warhol de Pittsburgh, y ha sido invitada asimismo a los de Filadelfia, Munich, Ferrara, de Arte Moderno de Nueva York y al Van Beuningen, de Rotterdam, del que sale Patti luego de despedirse de quienes lo dirigen, para reunirse a continuación con su representante y un pequeño grupo de personas.
Un mediodía húmedo y nublado la acompaña rumbo al estacionamiento, mientras yo me quedo pensando que contra la grisura de un día no hay nada mejor que la poesía en las paredes y las apariciones mitológicas; que para la reafirmación de un culto sólo basta un instante luminoso, como éste.
VIDEO SUGERIDO: Patti Smith – Rock N’ Roll Nigger (1979) Germany, YouTube, (PretzelFarmer)
Generalmente cuando se habla sobre el rock and roll se hace como si fuera tan sólo música juvenil y para derramar nostalgia sobre tiempos idos. Esto implica tratarlo sin la seriedad que merece; sin reconocerle la trascendencia cultural que ha sido parte de su historia.
En los últimos 70 años (de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad) ha sido el movimiento artístico más revolucionario, con implicaciones sociales en todos los ámbitos.
Respondió con su nacimiento a una época depresiva, de posguerra, de prejuicios y persecución (macartismo). Contestó a ello con una infancia inquieta, auténtica y espontánea, llena de retos. Tuvo una adolescencia crítica, con profundos conflictos existenciales y en la búsqueda de una razón de ser. Abrevó en la filosofía y las religiones orientales; conoció los excesos y la apertura de la conciencia cósmica y comunitaria.
En plena juventud se expandió hacia todos los puntos cardinales del mundo, se enriqueció con todos ellos y logró con esto la inmortalidad que generación tras generación renueva sus votos de identidad y reconocimiento con la rebeldía natural humana, que no se concreta a una época, a unos años, a una melodía repetitiva.
Con su historia de 70 años, el rock and roll se ha consolidado como un movimiento de opinión pública, creado por jóvenes que exigían a la sociedad ser escuchados; derivó en el gran transformador y sacudidor de la conciencia social.
Pero no sólo la ha sacudido, sino que la ha modificado. Ha liberalizado costumbres, combatido prejuicios, derribado tabús sexuales, desacralizado instituciones, borrado fronteras raciales, censurado guerras y obtenido un Premio Nobel de Literatura… En fin, ha trascendido el ámbito musical a través de esos 70 años, y continúa transformándose y expandiendo su influencia a todo cuanto toca como la cultura viva que es: arte, tecnología, moda, pensamiento, medios, lenguaje, etcétera, etcétera.
Este espacio llevará al lector a un recorrido por los inicios y los cambios que ha experimentado el rock a lo largo de sus siete décadas de existencia.
Teniendo como eje central las canciones que han logrado primeros lugares en las listas de popularidad, el contexto histórico en que fueron creadas, así como de su anécdota en particular, mostrando el desarrollo del sonido, la grabación y el enriquecimiento lírico y musical. Con esto se proporcionará un panorama detallado de una música que ha evolucionado a un estilo de vida, de pensamiento y de acción como ninguna otra.
Generalmente cuando se habla sobre el rock and roll se hace como si fuera tan sólo música juvenil y para derramar nostalgia sobre tiempos idos. Esto implica tratarlo sin la seriedad que merece; sin reconocerle la trascendencia cultural que ha sido parte de su historia.
En los últimos 70 años (de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad) ha sido el movimiento artístico más revolucionario, con implicaciones sociales en todos los ámbitos.
Respondió con su nacimiento a una época depresiva, de posguerra, de prejuicios y persecución (macartismo). Contestó a ello con una infancia inquieta, auténtica y espontánea, llena de retos. Tuvo una adolescencia crítica, con profundos conflictos existenciales y en la búsqueda de una razón de ser. Abrevó en la filosofía y las religiones orientales; conoció los excesos y la apertura de la conciencia cósmica y comunitaria.
En plena juventud se expandió hacia todos los puntos cardinales del mundo, se enriqueció con todos ellos y logró con esto la inmortalidad que generación tras generación renueva sus votos de identidad y reconocimiento con la rebeldía natural humana, que no se concreta a una época, a unos años, a una melodía repetitiva.
Con su historia de 70 años, el rock and roll se ha consolidado como un movimiento de opinión pública, creado por jóvenes que exigían a la sociedad ser escuchados; derivó en el gran transformador y sacudidor de la conciencia social.
Pero no sólo la ha sacudido, sino que la ha modificado. Ha liberalizado costumbres, combatido prejuicios, derribado tabús sexuales, desacralizado instituciones, borrado fronteras raciales, censurado guerras y obtenido un Premio Nobel de Literatura… En fin, ha trascendido el ámbito musical a través de esos 70 años, y continúa transformándose y expandiendo su influencia a todo cuanto toca como la cultura viva que es: arte, tecnología, moda, pensamiento, medios, lenguaje, etcétera, etcétera.
Este espacio llevará al lector a un recorrido por los inicios y los cambios que ha experimentado el rock a lo largo de sus siete décadas de existencia.
Teniendo como eje central las canciones que han logrado primeros lugares en las listas de popularidad, el contexto histórico en que fueron creadas, así como de su anécdota en particular, mostrando el desarrollo del sonido, la grabación y el enriquecimiento lírico y musical. Con esto se proporcionará un panorama detallado de una música que ha evolucionado a un estilo de vida, de pensamiento y de acción como ninguna otra.