JEFF BECK

Por SERGIO MONSALVO C.

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 EL BRUJO

En el Panteón de los dioses de la guitarra, Jeff Beck (Surrey, Inglaterra, 1944) se eleva entre otros guitarristas contemporáneos como Jimmy Page y Eric Clapton; de hecho los tres se iniciaron profesionalmente con el grupo inglés de blues-rock The Yardbirds. No obstante, el problema con Page es que no ha podido concretar un vehículo eficaz para apoyar su poderosa guitarra que una vez le dio proporciones godzillianas a su conjunto Led Zeppelin. Y digamos que la esencia de Clapton se ha ido diluyendo desde sus influyentes comienzos con Cream y The Yardbirds.

Jeff Beck, por el contrario, siempre está reinventándose y lanzando nuevos álbumes (esporádicos, eso sí) con nuevas visiones, asombrosamente frescos. En estas producciones, el guitarrista de actuales 75 años nunca ha  tratado de recrear ni de reciclar sus antiguos éxitos de los Yardbirds ni tampoco el rock con tintes jazzísticos. En lugar de buscar su inspiración en el pasado, se ha abalanzado al frente para producir álbumes fuertes acorde con los tiempos.

Para captar bien de qué depende el blues estéticamente cuando lo tocan los músicos blancos es indispensable insistir en la técnica musical. En primer lugar, técnica que representa una desembocadura de la amplificación eléctrica experimentada por los bluseros negros de los años 50. El sonido eléctrico asume en el blues-rock una importancia a veces tan grande que ha podido decirse, a propósito de ciertos guitarristas, que tocaban o tocan su sistema de amplificación tanto y tan bien como su instrumento.

En este caso está el legendario guitarrista Jeff Beck. Su debut profesional lo hizo a principios de la década de los sesenta con la Cyril Davies All Stars (grupo formado por uno de los músicos introductores del blues de Chicago a Inglaterra y entre cuyos integrantes se encontraban Nicky Hopkins, Cliff Barton, Long John Baldry, además del propio Cyril Davis, quien de 1954 a 196l formó dueto con Alexis Korner).  Ahí aprendió las bases del blues y comenzó a darse a conocer por su particular forma de tocar.

Cuando corría el año de 1964 recibió la oferta de los Yardbirds para formar parte del grupo en sustitución del ya afamado Eric Clapton, quien se uniría a John Mayall. Los «Yardbirds encontraron en la persona de Jeff Beck a otro gran guitarrista. A partir de ahí el concepto general del grupo evolucionó profundamente. Se alejó del purismo del período Clapton para entrar en el rock, música que correspondía mejor con el temperamento agresivo, salvaje y repleto de la energía de Beck. Con él, los Yardbirds conocieron su mejor época.

La pieza «I’m Not a King», por ejemplo, pone claramente de relieve la manera con la que Beck dirige a todo el grupo. Keith Relf tocó menos la armónica, dejando la palabra a su estrambótico guitarrista. Beck es, sin duda, desde esa época (1965) el prototipo del guitarrista rockero resplandeciente, punto central del grupo sobre el que convergen las miradas.

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Cada una de las piezas donde toca es un auténtico festín de feeling. Beck también supo fundir su inmenso talento con el de otros músicos. Sin embargo, a finales de 1967 sintió que debía buscar nuevos caminos. Así, al año siguiente formó el Jeff Beck Group, tras su salida de los Yardbirds. El nuevo grupo estuvo orientado hacia el blues especialmente y como integrantes presentaba a Rod Stewart en la voz, un desconocido ex integrante de Steampacket y Shotgun Express; a Ron Wood en el bajo; Micky Waller en la batería; Nicky Hopkings en el piano.

Sus primeros sencillos «Hi Ho Silver Lining» y «Love Is Blue», ambos orientados hacia el pop, no daban muestra de la gran inclinación que Beck sentía por el rock más duro posible, que impregnaba sus actuaciones y su primer álbum, Truth. No obstante, la organización no era su fuerte, le costó trabajo mantener unido al grupo y escribir material convincente, puesto que lo que más le interesaba eran los efectos de la improvisación. Sus dones eran demasiado veleidosos para ser domados con eficacia.

Curiosamente la atención fue robada por el Led Zeppelin, formado por otro ex Yardbird: Jimmy Page, para el cual la expansión basada en el blues del Jeff Beck Group sirvió como modelo. Aunque el potencial del grupo parecía ilimitado, las personalidades encontradas de sus miembros hicieron que Beck dejara morir el proyecto tras la grabación del segundo L.P., Ola. Después de esto Beck sufrió un accidente automovilístico (su hobby son los autos) que lo mantuvo alejado del medio durante un par de años.

En 1971 formó un nuevo grupo con Tony Newman en la batería, Max Middleton en el piano, Clive Chapman en el bajo y Bobby Tench en la voz. La orientación en esta ocasión fue hacia el jazz-rock, grabaron dos discos (Jeff Beck Group y Rough and Ready) para después desbandarse.

En 1973, Beck decidió incursionar en el heavy y reclutó a Carmine Appice en la batería y percusión y a Tim Bogert en el bajo y la voz, dos ex integrantes de Vanilla Fudge y de Cactus, con los cuales grabó dos discos de colección: Beck, Bogert and Appice y Beck, Bogert and Appice Live.

Después de esta agrupación Beck estuvo retirado nuevamente para volver en 1975 como solista haciéndose acompañar por músicos de estudio desde entonces, con aciertos y fracasos pero siempre con un espíritu indomable, rechazando los compromisos comerciales pero sin dejar de poner de manifiesto en cada ocasión su inigualable talento guitarrístico.

Beck lleva 13 álbumes como solista a lo largo de una carrera que ya ha durado 55 años. En los noventa, el solitario guitarrista no dio noticias musicales. Después del álbum Jeff Beck’s Guitar Shop de 1989, con el que se hizo acreedor a un premio Grammy, sólo realizó presentaciones aisladas. Apenas en 1999 planteó una declaración musical con el álbum Who Else? En esta producción, el veterano definió la posición de la guitarra eléctrica frente al nuevo milenio, con una lograda simbiosis de techno, ethno, blues y rock. Una extensa gira mundial, en la que se hizo acompañar por un grupo nuevo (compartió el escenario, entre otros, con Jennifer Batten), lo mostró a la altura de los tiempos.

Un nuevo indicio de su renovada pasión guitarrística salió a principios del siglo XXI, You Had It Coming (2001), título en el que le apuesta a la fusión entre el techno y la guitarra. No es material fácil ni hay melodías que se puedan tararear. Lo que se escucha es la oferta típica de Beck: multiplicidad sonora, ritmos y distorsiones. Aparte de los tracks en los que participa Heap, se trata de un álbum instrumental netamente, aumenta la influencia electrónica y el sabor industrial se subraya de inmediato en la estridente pieza abridora, “Earthquake”, con beats duros y metálicos que se empalman con riffs semejantes.

Sin embargo, las influencias duras del industrial no terminan ahí. De hecho esta música tiene más en común con los Chemical Brothers y Moby que con los grupos de la invasión británica influidos por el blues que el propio Beck ayudó a lanzar en los sesenta.

Incluso la tierna pieza “Nadia” (hecha por el arreglista y remezclador de dance y trip hop Nitin Sawhney, originario de la India), con su maravillosa y escurridiza melodía, así como su bien logrado ethno-ambient, con el tiempo adquiere un beat machacante de máquina de ritmos.

Los 75 años de edad que tiene Beck evidentemente no le han impedido explorar nuevos sonidos, al contrario. En el sonido radica la esencia de este músico: a él no le interesa tocar rápido ni presumir, aunque tendría la capacidad y el derecho legítimo de hacerlo. En sus nuevas obras (Jeff, 2003; Emotion & Commotion, 2010; Loud Heiler, 2016), la guitarra ocupa, desde luego, el centro de la atención, pero el intérprete se pone al servicio de las canciones.

Su técnica y virtuosismo nunca se convierten en un fin en sí mismo. Prefiere experimentar con estructuras y ritmos contemporáneos que con escalas y efectos especiales. A Beck le importan sobre todo las texturas sonoras. Ha agregado beats ligeros y lentos que y cuando lo hace parece flotar gracias a lo etéreo de su esencia.

O, de acuerdo al momento, abraza el mundo electrónico, agregando estruendosos beats de techno y frenéticos ritmos del bajo, que le aportan una gran emoción a su música. A pesar de que definitivamente ya no se trata del Jeff Beck que escucharon las generaciones anteriores, los amantes de su obra de antaño no tienen por qué lamentarse, porque sin importar los sonidos sintéticos que utilice, nada suena tan acoplado como su guitarra.

Desde unos acordes fogosos, a las distorsiones sincopadas y tonalidades que varían de lo siniestro a lo sereno. En cada época de su carrera Jeff Beck ha estado en la cima del olimpo rockero y eso les debe resultar evidente tanto a jóvenes como a veteranos del género. Merece llegar a cualquier público que se deje emocionar por la música imaginativa que funciona fuera de las fronteras comerciales.

VIDEO SUGERIDO: Jeff Beck – Where Were You, YouTube (80thisvelvetglove)

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Exlibris 3 - kopie

68 rpm/63

Por SERGIO MONSALVO C.

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Para hablar de este personaje hay que hacerlo desde la teología: después de mantenerse más o menos semejantes las cosas a lo largo de varios siglos, esta materia sufrió un gran cambio en los años sesenta del siglo XX. Ante el aburrimiento apocalíptico, los antiguos dioses se desentendieron y dejaron al mundo en piloto automático.

No obstante, la mano humana tomó el control (luego de hacer suyos los enunciados de Walt Whitman en Hojas de hierba, donde la democratización y el Yo eran las deidades). No fue una mano cualquiera sino una Slowhand, a la que luego de escucharla tocar la guitarra se le declaró “Dios” en la capital de la nueva cultura.

Este hecho provocó el siguiente paso, la firma con una compañía disquera y la grabación de un LP debut en vivo: Five Live Yardbirds, manifestación de su credo bluesero. La divinidad era dogmática y se negó a tocar otra cosa que no fuera esa. Así que dejó a sus apóstoles dos recomendaciones para ser sustituido en el pedestal antes de irse a profetizar por ahí.

El primero, Jimmy “The Wizard” Page (quien rechazó el empleo porque ganaba más como músico sesionista, aunque sin descartar el proyecto por completo) y el segundo, Jeff “The Mechanic” Beck (quien en ese entonces predicaba con los Tridents).

En esta santísima trinidad de guitarristas se fundamentó el desarrollo del instrumento como guía para el rock de la década —excluyendo a Hendrix, quien se cuece aparte, pero que de alguna forma abrevó también del ambiente durante su estadía en dicha Meca (Gran Bretaña)—.

No obstante, tras la partida de Slowhand y el advenimiento de Beck llegó para tal cofradía el surgimiento de géneros y la inclusión de muchos elementos musicales y tecnológicos que hoy son de uso corriente: la mezcla experimental de blues, rock y pop.

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TRUTH

THE JEFF BECK GROUP

(EMI Capitol)

El feedback, la distorsión, la improvisación virtuosa para brindar mayor fuerza, melodías sui géneris, la combinación de cuerdas menores, tempos más lentos, cambios de ritmo, rompimientos combinados con armonías parecidas a los cantos gregorianos, influencias del Medio Oriente y arreglos heterodoxos.

Elementos que siguen reverberando gracias al evangelio de Beck. Si Slowhand fue el poderoso fertilizante que le dio fuerza a las raíces guitarreras, Beck, tras él, hizo crecer el árbol a alturas insospechadas (su límite era el cielo).

¿Pero si Aquél era Dios, qué era entonces Jeff Beck? ¿Un Dios mayor? ¿Uno menor? ¿Un Espíritu Santo? ¿El Mecánico Divino? Los cuestionamientos y las dudas se esparcieron y entre los fieles paganos se produjo el sisma. El propio Slowhand salió a la palestra para decir desde el púlpito: “Nadie puede llamarme Dios mientras exista un tipo llamado Jeff Beck”. ¡Sopas!, una lección de humildad. Un milagro, finalmente.

Se creó así la secta del Mecánico Divino, un culto elitista, restringido. Lo necesario para una santidad a la que no se le nota tanto, que sólo se deja sentir, una que legisla poco, que ni invade ni molesta. Así llegó entonces 1968, el tiempo señalado en las escrituras para salir a esparcir la Verdad, cualquier verdad, urgentemente: “¡Sé que tengo algo que decir, pero no sé qué!”, escribió una mano anónima en las paredes universitarias.

Beck abandonó lujos y riqueza, su exitosa catacumba (se quedó tan sólo con las mujeres y los autos, sus grandes tentaciones), le dejó la estafeta y la guitarra a Jimmy “The Wizard” Page (quien también fundaría su propia Iglesia) y se fue a grabar Truth.

Era su primera aventura como solista después de los Yardbirds y para ello se hizo acompañar de algunos apóstoles, que más que misioneros parecían goliardos, muy sedientos y rijosos.

Entre ellos había seleccionado a un cantante con una voz de lija que raspaba en serio, Rod Stewart (ex futbolista, activo Mod y ex del grupo Steampacket), Ron Wood (pintor, ex de Creation y un guitarrista de polendas al que atraía el Swingin’ London), Nicky Hopkins (pianista legendario y piedra fundamental del r&b londinense) y Aynsley Dunbar (un gigante de la batería, ex de los Bluesbreakers de John Mayall, con el que Hendrix no se pudo quedar).

Sin embargo, este último tenía su logia particular (la Aynsley Dunbar Retaliation) y rápidamente fue reemplazado por Mickey Waller (ex Cyril Davies R&B All Stars, Steampacket y Georgie Fame Blue Flames).

En esa tabla de piedra llamada Truth se grabaron los influyentes lineamientos para el heavy metal gracias a la potencia de sus arreglos blueseros y a su marca de la casa: los diálogos con el cantante, al que Beck sigue, apoya y conduce lo mismo con unos cuantos rasguños a las cuerdas, que le prepara el escenario con un solo en el que despliega sus habilidades sin arrogancia, como en “Let Me Love You”, en donde cambia varias veces de registro, corta, sacude y pone las cerezas del pastel.

Por eso hay que escuchar Truth. Porque es el inicio de la verdad del guitarrista; porque utiliza el pedal wah wah como aditamento, no como protagonista, en “I Ain’t Superstitious” (de Willie Dixon), sólo para poner unos cuantos y discretos adornos.

La guitarra desde luego ocupa el centro de la atención, pero Beck se pone al servicio de las canciones. Su técnica y virtuosismo nunca se convierten en un fin en sí mismo. Prefiere experimentar con estructuras que con escalas y efectos especiales. Lo que se escucha es su oferta estética: multiplicidad sonora, exploración rítmica y mucho bending.

Beck nunca ha sido amigo de avasallar. Prefiere colocar cada nota en su sitio como el perfeccionista que es. La exigencia era alta para los demás egos que iban en direcciones distintas. El Jeff Beck Group legó palabra y sonido, tuvo su viacrucis y tras la siguiente Beck-Ola fue sacrificado, para resucitar más adelante.

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Personal: Jeff Beck, guitarras y voz; Rod Stewart, voz; Ron Wood, bajo y coros, Mickey Waller, batería, y muchos invitados: Madeleine Bell, Nicky Hopkins, John Paul Jones, Keith Moon y Jimmy Page, entre otros. Portada: realizada por el Departamento de Diseño de la compañía.

VIDEO SUGERIDO: Jeff Beck Group – Shapes of Things – 1968 – truth, YouTube (hollippertronics)

Graffiti: «Desabrochen el cerebro tan a menudo como la bragueta«

68 rpm/28

Por SERGIO MONSALVO C.

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Aquel tiempo de la década se destacó prácticamente por los intentos por lograr cambios en todos los órdenes de la vida. En el sentido musical los motivos fueron variados y consecuentes y sus circunstancias por demás propicias, por ejemplo: el vuelco completo del conjunto de los valores musicales provenientes de épocas anteriores; las impactantes modificaciones sociales y políticas que se perfilaban a nivel global y local; los avatares del mercado masivo para la música grabada; el comercialismo y su canalización mediática; el desarrollo tecnológico; la explosión informativa y los climas favorables para la experimentación. De ese caldo de cultivo surgió uno de los personajes más interesantes de la época: un músico de dimensiones extraordinarias y universales.

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 JIMI HENDRIX

ELECTRIC LADYLAND

(Reprise Records/Polygram)

El tercer álbum de la Jimi Hendrix Experience, Electric Ladyland, apareció en octubre de 1968 y fue oficialmente el último como agrupación del guitarrista. Contenía dos discos y 72 minutos de música inconmensurable, arrebatadora, brillante y sumamente creativa.

El punto principal es una jam de 15 minutos de duración en torno al tema «Voodoo Chile». Fue grabado en el estudio a las cuatro de la madrugada y en una sola toma con la que participaron algunos amigos de Hendrix como invitados: el bajista Jack Casady, de Jefferson Airplane y Steve Winwood, de Traffic, en el órgano. Invitados en otros tracks fueron: Buddy Miles, en la batería (“Rainy Day”); Chris Wood, en la flauta (“1983”) y Al Kooper, en el piano (“Long Hot Summer Night”), entre los más destacados.

Cuando se publicó, algunos críticos conservadores opinaron que se trataba de un juego superfluo, un ego trip virtuoso, nada más. Sin embargo, el tiempo ha puesto a cada quién en su lugar, porque en el rock actual se buscará en vano a un grupo de músicos que se aproxime siquiera a producir tanta fuerza, progresión e intensidad como las logradas por Jimi Hendrix e invitados en esa ocasión.

En Electric Ladyland la mejor música no se da ya en el formato usual del trío. La Experience se ha resquebrajado y roto por el hilo más delgado: Noel Redding. Ante su falta de capacidad técnica, Jimi optó por dejarlo a un lado lo más posible. La sensibilidad del bajista obviamente se resintió y puso en la mesa su renuncia.

Chas Chandler ya había hecho lo mismo al verse relegado y superado con creces en los controles técnicos por el mismo Jimi. Otro desfase en la carrera meteórica del músico estaba dado.

La pieza «1983 (A Merman I Should Turn to Be)» es un cuadro sonoro de altos vuelos creado por Hendrix, Mitchell y el ingeniero de sonido Eddie Kramer. Jimi tocó el bajo y la guitarra y experimentó otra vez con el equipo del estudio en busca de nuevos sonidos. Utilizó overdubs en la guitarra para simular cuerdas en tempo rápido.

Noel Redding también está ausente en la toma de la composición de estilo dylaniano «All Along the Watchtower», interpretada de manera tan convincente por Hendrix que a partir de ese momento el propio Dylan trabajaría con tal arreglo.

Además, Jimi se afana por continuar mostrando su interés y raíces dentro de la tradición de la música negra. El cóver de «Come On», un temprano éxito de rhythm and blues de Earl King, preludia ya la siguiente fase en el desarrollo de Hendrix: el soul progresivo (que plasmaría a la postre en el concepto de Band of Gypsies).

Casi cinco generaciones después de haberse creado, Electric Ladyland sigue siendo un importante objeto de estudio, y no sólo para los esperanzados guitarristas novatos. Hoy se le puede considerar históricamente una de las obras maestras de dicha década. Y, además, uno de los discos más influyentes de la música en general. Un clásico. El archivista de Hendrix, Alan Douglas, tiene razón al afirmar que «la música de Jimi aún espera al futuro».

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Personal: Jimi Hendrix, guitarra, voz, piano, percusiones, kazoo, hapsicordio eléctrico y bajo; Noel Redding, bajo y guitarra acústica (en algunos temas); Mitch Mitchell, batería, percusiones, voz y coros. Portada: El diseño artístico estuvo a cargo de Ed Thrasher, con fotos de Karl Ferris en la edición estadounidense. En la inglesa se cambió la portada por una de David King y Bob O’Connor, llena de mujeres desnudas, que provocó la polémica y la censura en muchos países.

[VIDEO SUGERIDO: Jimi Hendrix Voodoo Child, Live at Stockholm ’69, YouTube (blesje blue)]

Graffiti: «La imaginación no es un don, sino el objeto de conquista por excelencia«