SONORIDADES: THE WIGAN CASINO (TONY PALMER)

Por SERGIO MONSALVO C.

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La música y el futbol en Inglaterra han caminado juntos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El género del skiffle inflamó los corazones de los fanáticos la primera década posterior; luego lo haría el blues-rock en la siguiente.

Para desembocar a la postre en un fenómeno que dividió a la clase proletaria (que siempre ha aportado el mayor porcentaje del público futbolero de aquel país), entre el metal y punk por el que optó una parte, para convertirse a la larga en los hooligans de infame presencia.

Por otro lado, estaban los seguidores de la música negra estadounidense que dieron origen a los soulboys, principalmente oriundos de la zona norte de dicho territorio. Manchester, Sheffield, Yorkshire, Stoke-on-Trent y áreas circunvecinas.

Los fines de semana mientras unos, los primeros, se metían a los bares para hartarse de cerveza, metal y punk-rock; los segundos, igualmente rudos, se iban a buscar las tiendas de discos, sobre todo cuando visitaban Londres, la capital, que tenía las discotecas mejor surtidas.

Ahí buscaban saciar su sed con el soul procedente de la Unión Americana. Los mayores escogían los clásicos de la Motown y Stax, mientras que los más jóvenes se inclinaban por lo más alejado de estas últimas marcas, que para ellos representaban lo comercial y al mainstream.

Esos jóvenes buceaban en los estantes para descubrir las rarezas, a los cantantes desconocidos o a aquellos de los que sólo se hubieran editado un número limitado de ejemplares de sus sencillos de 45 rpm. Eran coleccionistas de las grabaciones de compañías independientes y minúsculas que tenían sus sedes en Detroit o California, básicamente.

Se iban de la capital tristes por la derrota o el empate de su equipo, pero al mismo tiempo felices por la obtención de esas copias de discos, cuya escucha les proporcionaría un placer personal e íntimo, para luego hacer eso extensivo y objeto de envidia y admiración en sus centros de reunión y baile.

Tal fenómeno socio-musical era exclusivo de tal tribu urbana norteña hacia el fin de los sesenta. El beneficiario casi único de tal clientela era Dave Godin, dueño de una tienda llamada Soul City, ubicada en el barrio de Covent Garden.

El asunto lo llevó primero a instruir a su personal sobre las diferentes formas que existían del soul, para que con ello ayudaran a la clientela a encontrar lo que buscaba y a recomendarle materiales diversos entre lo clásico y lo nuevo.

Esto lo condujo a convertirse en colaborador de una revista de nombre Blues & Soul, donde en su columna especializada respondía a las preguntas de los lectores acerca de los antiguos y nuevos hacedores de tal música. Era una guía para conocer aquel mundillo y la aplicación que se le daba en el norte de Inglaterra.

A esta corriente, Godin lo bautizó como “Northern Soul” a fines de los sesenta, misma que se convertiría con el tiempo en un movimiento, luego en un subgénero y finalmente en un estilo que llega hasta nuestros días, con muchos representantes.

Igualmente, esa columna le sirvió a Godin para darle a conocer al lector que había otros como él con gustos e intereses semejantes. Indicó tanto las discografías como los lugares donde tal capilla se reunía a bailar y en qué ciudades, y estableció la primera lista de éxitos de dicha corriente absolutamente local.

VIDEO: Wigan Casino – Keep The Faith, YouTube (mikydroog)

La preservación de la misma duró algunos años de esta manera, solidificando sus características y lejos del escrutinio de la prensa a nivel nacional. Sin embargo, un ejemplar de dicha revista llegó a manos de Tony Palmer, un curioso y veterano director de documentales de música que decidió ir a ver qué era aquello.

Entre su currículum se encontraban ya filmes sobre los Beatles, Cream, Jimi Hendrix y Frank Zappa (200 Motels), lo mismo que de Richard Wagner, Maria Callas o Igor Stravinsky, así como óperas y obras de teatro musical. Es decir, un profesional en todo lo alto.

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Éste, viajó en 1977 a uno de los lugares que Godin mencionaba en sus artículos para documentar in situ para la BBC qué era eso que impulsaba a los seguidores a trasladarse cientos de kilómetros con el objetivo de escuchar y ritualizar un soul oscuro, sin los brillos de la Motown.

El ojo imparcial de Palmer se plasmó en The Wigan Casino, una cinta que puso al descubierto aquel secreto tribal. Con un método casi antropológico contextualizó, enumeró y filmó los ritos y las parafernalias que se desarrollaban en ese submundo.

El director expuso aquel desfogue juvenil en medio de las imágenes decadentes de una ciudad que había sido un gran centro textil y minero, con una fuerza sindical minada por el thatcherismo. El reportaje filmado causó un gran impacto.

En el resto de Inglaterra los trabajadores luchaban por conservar el empleo y contra el lema de la Primera Ministro: “La sociedad no existe, sólo existen los individuos. Sólo son pobres los que quieren serlo”. En medio, la explosión punk y su enconada batalla por derribar al sistema a escupitajos.

Los británicos descubrieron que los asistentes al Casino eran jóvenes del norte, que habían hecho suyo una particular forma de ser mod y que viajaban los fines de semana a discotecas gigantescas con el objetivo único de bailar toda la noche hasta que despuntara el sol.

Eran de clase proletaria y lumpen, sin ideales políticos ni actitud revolucionaria. Una fauna extraña, desdeñosa y festiva situada como islote en un momento socioeconómico álgido e incendiario, cuya clase dirigente tenía la férrea tarea de imponer el neoliberalismo a rajatabla.

Su look era característico: pantalones acampanados, camisetas deportivas con o sin mangas, zapatos bostonianos para deslizarse por la pista de baile (a la que rociaban buena cantidad de talco). Por lo regular llevaban un maletín deportivo con ropa extra: solían cambiarse una o varias veces a lo largo de las horas que bailaban.

Los locales como el Wigan Casino no servían alcohol y tenían prohibido el uso de drogas, aunque las anfetaminas para mantenerse activo circulaban a discreción. En lo musical, que era su mayor distintivo, se escuchaba el soul más bailable y también el más desconocido.

Se trataba de temas rápidos y con enérgico beat producto de compañías como Okeh Records, Mirwood, Ric-Tic, Shout o Golden World, ubicadas tanto en el Detroit más industrializado como en la hedonista California. Los DJ’s eran los amos de la noche con sus colecciones de discos raros.

Una actividad paralela era el intercambio o compra-venta de estos ejemplares, de los últimos hallazgos, o de las grabaciones realizadas en cassettes de esas mismas tocadas. Hecho que serviría, a la postre, como el mayor testimonio sonoro de tal fenómeno.

Debido al trabajo de esos DJ’s se ha logrado a lo largo de los años hacer una intensa labor de escrutinio en la dilatada producción del género y en el listado de sus expositores. Nombres como The Dap-Kings, Jimmy Radcliffe, Al Wilson, Ivonne Baker, Jimmy Ruffin, Sharon Jones o Tony Clarke, son los puntales del estilo.

Uno que perdura hasta nuestros días y que testifican cintas como Northern Soul, de Elaine Constantine, Soulboy de Shimmy Marcus (2010); novelas como Naked Juliet o Do I Love You? de Nick Hornby y Paul McDonald, respectivamente, así como la obra de teatro Keeping the Faith (el lema vacuo del Wigan Casino) de Fiona Laird.

Dicho material ha sacado a la palestra muchos nombres y lugares (Twisted Wheel, de Manchester; The Catacombs en Wolverhampton; The Highland Rooms en Blackpool o el Golden Torch de Stoke-on-Trent, que compartían glorias con el Casino de Wigan) que han reciclado el Northern Soul.

Actualmente, la historia nos dice cómo ese subgénero, que creció a la sombra mod, evolucionó al Two-Tone y desembocó en el Northern Soul. Hoy conocemos las muchas vertientes que surgieron de él, con las incorporaciones de los ritmos caribeños, el funk, el R&B y el break dance con todas sus piruetas y coreografías marciales.

Pero, sobre todo, contamos con infinidad de antologías que le han dado su lugar a compañías y artistas que de otro modo hubieran desaparecido de la memoria, sin dejar constancia de toda la riqueza sonora que le aportaron al soul, con sus emociones, sus ritmos y sus tempos, y a la música en general de la que hoy disfrutamos grandemente.

VIDEO: Landside – Tony Clarke (Northern Soul) 1967, YouTube (Andy Glass)

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RAY CHARLES

Por SERGIO MONSALVO C.          

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 UN GENIO CREADOR

Ray Charles (Ray Charles Robinson, 23/9/30, Albany, Georgia) es uno de los personajes más importantes para la música negra en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. La audaz fusión de gospel y blues plasmada por él en sus grabaciones con Atlantic Records a fines de los años cincuenta se anticipó al soul.

El alcance de su repertorio, que incluye piezas country y baladas pop, lo convirtió en el máximo artista del crossover; y el control firme que siempre ejerció sobre el aspecto económico de su carrera se encuentra en marcado contraste con muchos artistas víctimas de su propia falta de juicio y de las prácticas fraudulentas de otros.

Al poco tiempo de su llegada al mundo, su familia se mudó a Florida. A los 5 años de edad un vecino le enseñó a tocar el piano. Un año después quedó traumatizado al presenciar la muerte de su hermano, que se ahogó en la gran tina donde su madre lavaba ajeno. A raíz de ello empezó a perder la vista por glaucoma. A los 7 años fue inscrito en una escuela donde aprendió a leer y a escribir música en braille, partituras para grandes bandas y a tocar el piano, el órgano, el clarinete, la trompeta y el saxofón alto. Sus primeras influencias fueron Chopin, Sibelius, Art Tatum y Artie Shaw.

Después de morir sus padres, abandonó la escuela a los 15 años. Vagó por varios estados de la Unión Americana ganándose la vida con su música y perfeccionando su imitación del estilo vocal de Charles Brown y Nat «King» Cole, quienes fueron sus ídolos durante la década siguiente. Después de tocar con grupos locales de baile, jazz e incluso country en Florida, Charles se mudó a Seattle, en la costa occidental de los Estados Unidos, en 1948.

A fin de evitar confusiones con el campeón boxeador Sugar Ray Robinson, se hizo llamar Ray Charles. Realizó su primera grabación («Confession Blues») con el McSon Trio, para la compañía discográfica Swingtime de Jack Lauderdale, ubicada en Los Ángeles. A ésta le siguieron «Baby Let Me Hold Your Hand» (1951), al estilo de Cole, y «Kiss Me Baby» (1952), que fueron hits menores en las listas de rhythm and blues.

Tras dos años de giras, como director musical del intérprete de rhythm and blues Lowell Fulson, Charles fue contratado por la Atlantic en 1952. Durante el año siguiente, colaboró como músico y produjo el éxito de Guitar Slim, «The Things I Used to Do», además de fundar su primer pequeño grupo, con David «Fathead» Newman en el saxofón tenor. Su formación, compuesta del piano, el bajo, la batería, dos trompetas y dos saxofones, se erigió en modelo para todos los grandes conjuntos de rhythm and blues de la época.

Siguieron cinco años de giras casi ininterrumpidas, acompañadas por un creciente éxito en el mercado de las grabaciones del mencionado género. Su primer éxito con Atlantic fue la canción «It Should Have Been Me», pero la mayoría de las composiciones de Charles, caracterizadas por un ritmo y una alegría únicos, en esencia fueron canciones de gospel con letras seculares. «You Better Leave That Woman Alone» originalmente se intituló «You Better Leave That Liar Alone», en tanto que «Lonely Avenue» y «Talkin’ About You» fueron adaptaciones de conocidas melodías de gospel.

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Los éxitos de Ray Charles en el rhythm and blues, tales como «Mess Around» (1953) y «I Got a Woman» (1954), fueron seguidos por su primer hit entre el auditorio blanco, «Hallelujah I Love Her So» (1956).  En ese mismo año, Nesuhi Ertegun de Atlantic organizó la primera de varias grabaciones de jazz, en las cuales Charles fue apoyado por eminencias tales como Milt Jackson (en Soul Brothers, 1959) y el guitarrista Kenny Burrell.

Un año después simuló la estructura de llamada y respuesta formada en el gospel por el predicador y su congregación agregando a su conjunto a un trío de vocalistas femeninas, las Raelettes, encabezadas por Margie Hendrix, que anteriormente había colaborado con Chuck Willis. El grupo se vio reforzado también por la llegada de Hank Crawford en el saxofón barítono, y con esta formación grabó la dinámica pieza «What’d I Say», un hit del Top Ten de las listas de pop en 1959 y un clásico de todos los tiempos.  Ese mismo año, Charles grabó las baladas acompañadas por cuerdas de The Genius of Ray Charles y consiguió un éxito menor con un country and western, «I’m Movin’ On» de Hank Snow.

Dicha mezcla de gospel secularizado, baladas y country puso las pautas artísticas para la siguiente década. En 1959, Charles se pasó de Atlantic a ABC, disquera que le ofrecía regalías por su trabajo como productor y la posesión de sus propias cintas maestras, términos que Atlantic no pudo igualar. Asimismo fundó su propia compañía editorial de música, Tangerine.

Durante un periodo de seis años, Charles grabó más de 20 éxitos, incluyendo tres que llegaron hasta las listas y que reflejaron los tres elementos principales de su trabajo. «Hit the Road Jack» (1961), de Percy Mayfield, fue armada como llamada y respuesta, con un intercambio vocal entre Hendrix y Charles, en tanto que una lenta balada de Hoagy Carmichael, «Georgia on My Mind» (1960), fue extraída de uno de los primeros discos conceptuales de Charles, Genius Hits the Road, álbum cuyas 12 canciones tenían cada una el nombre de algún estado de la Unión Americana en su título.

No obstante, el álbum conceptual que hizo época fue Modern Sounds in Country and Western Music (1963), el cual incluyó «I Can’t Stop Loving You», una sentida versión de la pieza original de Don Gibson. A este exitoso sencillo siguieron otros tracks del mismo álbum, igualmente populares, y un segundo volumen, el cual incluyó «You Don’t Know Me» y «Your Cheating Heart».  Un hit más inesperado fue «One Ming Julep» de su mejor álbum de jazz, Genius Plus Soul Equals Jazz (1961), con arreglos de Quincy Jones.

En 1964, Charles fue arrestado por posesión de drogas y no realizó ninguna gira al año siguiente, mientras superaba su adicción a la heroína. Desde 1965, sus discos fueron editados por su propia disquera, Tangerine, distribuida por ABC hasta 1973.

Los diez álbumes de este periodo también fueron conceptuales (por ejemplo, Sweet and Sour Tears, 1964, una colección de canciones en la cual cada pieza triste correspondía a una alegre) y con mayor influencia country, a excepción de A Message from the People (1972), una antología de material «consciente» difícil de definir en el sentido musical, misma que incluyó un éxito de Melanie, «Look What They Done to My Song, Ma», así como «America the Beautiful».  Sus últimos sencillos que entraran al Top Forty fueron «Don’t Change on Me» (ABC) y la pieza instrumental «Booty Butt» (Tangerine), ambos de 1971.

De 1973 a 1977, los álbumes de Charles fueron editados por su disquera Crossover. La producción de 1977, True to Life, que incluía una versión de «I Can See Clearly Now» de Johnny Nash, coincidió con su regreso a Atlantic, aunque desde 1982 el trabajo de Charles fue distribuido por Columbia.  Entre lo más destacado de este periodo están una grabación de Porgy and Bess (1976) con Cleo Laine, y su primera grabación hecha en Nashville, Wish You Were Here Tonight (1982).

Estas últimas obras tienden a poner énfasis en la voz de Charles, a expensas de la innovación musical. Su estilo influyó notablemente en una generación de cantantes blancos, sobre todo Stevie Winwood, Joe Cocker y David Clayton-Thomas, de Blood, Sweat and Tears.

Charles compuso para comerciales de televisión (Coca-Cola) y cantó las piezas temáticas de las películas The Cincinnati Kid y In the Heat of the Night (1967). Apareció en Ballad in Blue (1964) y The Blues Brothers (1980).  Brother Ray, su autobiografía escrita en colaboración con David Ritz, fue publicada en 1979 y luego fue llevada al cine en Ray, película del 2004. Ray Charles, el genio de la música, falleció el 10 de junio del mismo año.

VIDEO SUGERIDO: Ray Charles – Hit The Road Jack (Original), YouTube (Bengoaunai)

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ELI “PAPERBOY” REED

Por SERGIO MONSALVO C.

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 MISIONERO DEL SOUL

A finales de los años noventa el panorama era desolador para el rhythm and blues y para el soul de raíces. Las compañías disqueras le habían torcido el rumbo a estos géneros históricos e inventado “representantes” de ambos a la medida de sus intereses comerciales (léase Mariah Carey, Whitney Houston y sucedáneos semejantes).

Mientras tanto, en clubes y tugurios de mala muerte languidecían, física y socialmente, los veteranos de tal escena que aún quedaban vivos: Solomon Burke, Sam Moore, James Hunter, Betty LaVette o Sharon Jones.

Los jóvenes negros de la Unión Americana habían abandonado en masa esas músicas en beneficio del hip hop, el gangsta rap y sobre todo el R&B de fabricación mediática: ése de estilo uniforme, edulcorado, sin pasión y sin sorpresas, muy etiquetado.

A ello habían colaborado los productores afroamericanos, que una vez en las grandes ligas ya sólo tenían la vista puesta en la caja registradora y en la meta de borrar todo vestigio del pasado, ése que exigía el sello de autenticidad.

El poder evocador de aquellas músicas había sido relegado al rincón del coleccionismo o de la marginalidad.

Sin embargo, alguna semilla de la primera siembra había llegado a un lugar insospechado: Boston, donde un muchachito blanco oía una y otra vez la producción del sello Stax para aprender a cantar. Otis Redding y William Bell alternaban con Sam Cooke y Jackie Wilson en las preferencias del adolescente. Música siempre vibrante y joven, contenedora de energía pura.

Con estos elementos en mente, Eli Reed comenzó a aparecer en Harvard Square (donde estudiaba) acompañado de su guitarra para obtener unos dólares extra.

Terminada la escuela se lanzó a un viaje rumbo al Sur, en semejanza a la película Crossroads de Walter Hill. Él no iba a buscar la canción perdida de Robert Johnson sino la atmósfera y el espíritu del Delta del Mississippi.

Al llegar a Clarksdale se dio cuenta de que no iba a ser fácil. El trabajo prometido con una radiodifusora del lugar se había esfumado y no le quedó más que ponerse a cantar en el circuito de bares acompañado por un viejo baterista negro, Sam Carr.

“Me hice un hueco en la comunidad musical. Clarksdale es finalmente un pueblo bastante pobre y te reciben con simpatía. Se agradece la novedad: si sabes cantar o tocar, ya eres uno más. Allí me pusieron el apodo de ‘Paperboy’, por una gorra que me ponía y que se parecía a las que llevaban antes los niños que vendían los periódicos”.

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Entre la pobreza y la violencia ambiental obtuvo una gran instrucción musical y confianza en sus propias facultades. Salir vivo de ahí se la proporcionó.

Luego siguió la antigua y mítica ruta del blues hacia Chicago, donde cantó y tocó el órgano en una iglesia evangelista bajo la tutela de la cantante Mitty Collier (ex estrella de la Chess Records).

Tras ello regresó a la universidad en Boston a licenciarse, donde fundó la banda The True Loves y grabó su primer disco Walkin’ and Talkin’ (for my baby). Y siguió trabajando en los márgenes y con fe inquebrantable en aquellos sonidos clásicos.

Fue entonces cuando llegó de Inglaterra una nueva ola, otra invasión (histórica, musicalmente hablando). Esta vez con puras mujeres blancas al frente interpretando el soul de siempre: Joss Stone, Amy Winehouse, Duffy y Adele.

Hubo apoteosis por aquellas voces, por aquel género, y el público estadounidense miró apenado hacia su casa para ver qué tenía. Descubrió ahí, arrinconado, a un tipo que cantaba en estos tiempos el soul con una convicción inusual; que tenía un nombre pegadizo y hasta un apodo; que interpretaba el soul de manera arrolladora y, lo mejor de todo: creíble.

Y supo que este tipo tenía grabaciones como Roll with You, un segundo disco potente, realizado con técnicas analógicas para darle más calor al asunto, con una banda compacta y aceitada, así como una colección de piezas tan buenas y maduras como para hablar del renacimiento de un género que siempre ha estado presente aunque muchos traten de ocultarlo. Eli “Paperboy” Reed se erigió entonces en su misionero.

VIDEO SUGERIDO: Eli “Paperboy” Reed – COME AND GET IT (Official Music Video), YouTube (elipaperboyreed)

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MOTOWN

Por SERGIO MONSALVO C.

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 BÚSQUEDA DE LA PERFECCIÓN

Berry Gordy Jr. tenía dos obsesiones en la vida: la música y el dinero.

Oriundo de Detroit, Michigan, Gordy había fracasado en sus intentos por salir de la pobreza y no sólo eso sino en volverse rico (lo intentó incluso como boxeador). Su negocio más reciente: una tienda de discos a la que no supo administrar y en la que daba preponderancia a sus gustos sobre los de sus clientes, había terminado en quiebra.

Sentado en un café de la zona donde vivía el grueso de la población trabajadora, mayoritariamente empleada en la industria automotriz del estado, rumiando sus penas y sin perspectiva alguna, vio en una esquina a un grupo vocal cantando doo-wop y gospel y pasando luego el sombrero entre los transéuntes que se detenían a escucharlos.

Como en los viejos cuentos la inspiración le llegó en aquellos momentos. Berry no era tonto. Era un buscavidas que conocía los trucos callejeros y la vida canalla pero había enfocado mal sus perspectivas al dejarse llevar por el ambiente y las miradas cortas. A pesar de moverse en dicho entramado no podía competir con los criminales de pura cepa. Tenía sensibilidad.

Dicha característica, rara en un tipo de aquel mundo, no le ayudaba para conseguir lo que quería. Así que comenzó a poner orden en aquella nueva idea y se planteó para sí lo que siempre había tenido frente a él sin darse cuenta. Detroit era la ciudad de los motores y el concepto de Henry Ford sobre el ensamblaje de autos lo definía todo: perfección, auge y riqueza.

Él, por lo tanto, haría lo mismo que dicha línea de ensamblaje, con método y con lo que le gustaba: la música. Y aplicaría las mismas reglas a su particular concepto, y las seguiría a rajatabla para lograr su objetivo, ése que lo sacaría de pobre, del anonimato y de la mediocridad. “Tomó” prestados 800 dólares del fondo familiar y fundo la compañía Motown.

La Motown Records de Gordy se erigió la discográfica por excelencia del soul-pop de los años sesenta, sus años dorados. Logró un inconfundible sonido propio y un modo de obrar único, manifestado en la competitividad entre equipos y una división de labores derivadas de las cadenas de montaje de la industria automovilística.

Primeramente para la construcción del sonido Gordy formó varios equipos de compositores entre los que estaba él encabezando uno (de su autoría es la pieza “Money”), junto a William “Smokey” Robinson (líder, además, de The Miracles); otro era el de Brian Holland, Lamont Dozier  y Edward Holland Jr., conocidos sólo por sus apellidos, el de Norman Whitfield y Barret Strong y el de Ashford and Simpson. Todos ellos eran asimismo los productores de los temas.

El siguiente paso era que los compositores, cantantes y músicos trabajaban cada uno por su lado. Las canciones rotaban y reutilizaban hasta dar con el intérprete adecuado. Cada viernes se celebraba una reunión de «control de calidad» entre compositores y músicos; si un tema no ofrecía garantías de éxito, se guardaba. Incluso se creó una «agencia para el desarrollo de los artistas», para perfeccionar los pasos de baile o el modo de caminar.

VIDEO SUGERIDO: Barrett Strong – Money (That’s What I Want) (with lyrics), YouTube (jiegave)

La selección de la única banda de acompañamiento para todos los intérpretes también pasó por muchos filtros hasta quedar la base formada por quienes se llamarían The Funk Brothers, cuya labor fue fundamental para obtener tal sonido:

Joe Hunter (piano), James Jamerson (bajo), Benny Benjamin (batería), los guitarristas Robert White, Eddie Willis y Joe Messina, a quienes se agregarían los percusionistas y los metales. Todos ellos procedían de la rica escena musical de Detroit, músicos experimentados en el jazz, el blues y el rhythm & blues.

El estilo de soul-pop que crearon en conjunto tuvo características particulares: el uso de la pandereta junto con los tambores, el bajo y el xilófono como instrumentación, una distintiva estructura melódica y de acordes, y una forma de canto de «llamada y respuesta» que tenía sus orígenes en el gospel.

Tal método de trabajo tenía dos objetivos inamovibles: llegar al masivo público blanco con sus  pulidas canciones, lo cual repercutiría en los bolsillos de Gordy; y crear las mejores canciones pop con el soporte del soul.  Dentro de la música popular lograron ambos objetivos: a mediados de la década de los sesenta tenían ya más de cien entradas en las listas de popularidad.

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El Top Ten llegó a tener el 75 % de los temas producidos por la compañía Motown. Ésta, fue la única representación estadounidense capaz de codearse con la llegada de la Ola Inglesa, con los Beatles al frente, e incluso éstos hicieron versiones de varios éxitos de la Motown que gozan de especial afecto entre los escuchas de varias generaciones desde entonces.

Este sello independiente, se convirtió en una marca certificada por la cultura popular; traspasó las barreras raciales y geográficas; la ciudad de Detroit se hizo famosa por su sonido; su catálogo de voces  sería mítico, sus canciones legendarias y clásicas con una calidad fuera de dudas; inició, además,  el movimiento de las Girly Groups o Grupos de Chicas que harían historia en la música.

La lista de intérpretes que pertenecieron a tal sello es impresionante y su legado más que impactante: Four Tops, The Supremes, The Temptations, Smokey Robinson & The Miracles, Marvin Gaye, Martha & The Vandellas, Mary Wells, The Marvelettes, Jackson Five y Steve Wonder, entre muchos otros.

En los discos de aquella época dorada el oyente puede disfrutar de horas del primer soul de alto voltaje, con voces plenas de vida y energía que muestran una efusividad que prácticamente puede hacer levitar.

El primer sonido Motown  fue capaz de despertar los mejores sentimientos en el oyente, por sus efectos tan electrizantes como evocadores. Todos los intérpretes de su catálogo eran capaces de conmover el interior de quienes los escuchaban con sus juegos vocales y armonías.

La compañía de Gordy obtuvo una fórmula de éxito infalible gracias a su combinación de poderosas píldoras vitamínicas tanto para el cuerpo como para el espíritu. Una fórmula exacta para intentar recrear la felicidad en el espacio de tres minutos.

El dueño y compositor de la compañía había conseguido sus objetivos. Un cuarto de siglo después de fundada, Berry Gordy se había convertido en un hombre rico, su fortuna llegaba a los 200 millones de dólares de entonces, que se irían multiplicando con el paso del tiempo gracias a la venta de discos y a los derechos de su editorial musical.

La otra finalidad, financiada por su poso de sensibilidad, también obtuvo su recompensa. El logrado sonido Motown tenía tras de sí el minucioso cuidado del detalle, con un efecto absorbente, y la selección para cada tema de unas voces que rayaron en la perfección. En el cincuentenario de la compañía millones de escuchas de todo el mundo votaron por Internet para escoger la que consideraran la mejor canción del sello.

El resultado fue “My Girl” de los Tempatations, la quintaesencia del sonido Motown de Detroit. Smokey Robinson la escribió y produjo y se cantó por primera vez en diciembre de 1964, con la voz de David Ruffin, quien junto al grupo tocó con las yemas de los dedos uno de los objetivos de Gordy: la perfección.

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VIDEO SUGERIDO: the temptations, my girl, YouTube (johnny500nz)

 

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RAY CHARLES

        Por SERGIO MONSALVO C.          

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 HISTORIA DE UN GENIO CREADOR

Ray Charles (Ray Charles Robinson, 23/9/30, Albany, Georgia) es uno de los personajes más importantes para la música negra en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. La audaz fusión de gospel y blues plasmada por él en sus grabaciones con Atlantic Records a fines de los años cincuenta se anticipó al soul; el alcance de su repertorio, que incluye piezas country y baladas pop, lo convirtió en el máximo artista del crossover; y el control firme que siempre ejerció sobre el aspecto económico de su carrera se encuentra en marcado contraste con muchos artistas víctimas de su propia falta de juicio y de las prácticas fraudulentas de otros.

Al poco tiempo de su llegada al mundo, su familia se mudó a Florida. A los 5 años de edad un vecino le enseñó a tocar el piano. Un año después quedó traumatizado al presenciar la muerte de su hermano, que se ahogó en la gran tina donde su madre lavaba ajeno. A raíz de ello empezó a perder la vista por glaucoma. A los 7 años fue inscrito en una escuela donde aprendió a leer y a escribir música en braille, partituras para grandes bandas y a tocar el piano, el órgano, el clarinete, la trompeta y el saxofón alto. Sus primeras influencias fueron Chopin, Sibelius, Art Tatum y Artie Shaw.

Después de morir sus padres, abandonó la escuela a los 15 años. Vagó por varios estados de la Unión Americana ganándose la vida con su música y perfeccionando su imitación del estilo vocal de Charles Brown y Nat «King» Cole, quienes fueron sus ídolos durante la década siguiente. Después de tocar con grupos locales de baile, jazz e incluso country en Florida, Charles se mudó a Seattle, en la costa occidental de los Estados Unidos, en 1948.

A fin de evitar confusiones con el campeón boxeador Sugar Ray Robinson, se hizo llamar Ray Charles. Realizó su primera grabación («Confession Blues») con el McSon Trio, para la compañía discográfica Swingtime de Jack Lauderdale, ubicada en Los Ángeles. A ésta le siguieron «Baby Let Me Hold Your Hand» (1951), al estilo de Cole, y «Kiss Me Baby» (1952), que fueron hits menores en las listas de rhythm and blues.

Tras dos años de giras, como director musical del intérprete de rhythm and blues Lowell Fulson, Charles fue contratado por la Atlantic en 1952. Durante el año siguiente, colaboró como músico y produjo el éxito de Guitar Slim, «The Things I Used to Do», además de fundar su primer pequeño grupo, con David «Fathead» Newman en el saxofón tenor. Su formación, compuesta del piano, el bajo, la batería, dos trompetas y dos saxofones, se erigió en modelo para todos los grandes conjuntos de rhythm and blues de la época.

Siguieron cinco años de giras casi ininterrumpidas, acompañadas por un creciente éxito en el mercado de las grabaciones del mencionado género. Su primer éxito con Atlantic fue la canción «It Should Have Been Me», pero la mayoría de las composiciones de Charles, caracterizadas por un ritmo y una alegría únicos, en esencia fueron canciones de gospel con letras seculares. «You Better Leave That Woman Alone» originalmente se intituló «You Better Leave That Liar Alone», en tanto que «Lonely Avenue» y «Talkin’ About You» fueron adaptaciones de conocidas melodías de gospel.

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Los éxitos de Ray Charles en el rhythm and blues, tales como «Mess Around» (1953) y «I Got a Woman» (1954), fueron seguidos por su primer hit entre el auditorio blanco, «Hallelujah I Love Her So» (1956).  En ese mismo año, Nesuhi Ertegun de Atlantic organizó la primera de varias grabaciones de jazz, en las cuales Charles fue apoyado por eminencias tales como Milt Jackson (en Soul Brothers, 1959) y el guitarrista Kenny Burrell.

Un año después simuló la estructura de llamada y respuesta formada en el gospel por el predicador y su congregación agregando a su conjunto a un trío de vocalistas femeninas, las Raelettes, encabezadas por Margie Hendrix, que anteriormente había colaborado con Chuck Willis. El grupo se vio reforzado también por la llegada de Hank Crawford en el saxofón barítono, y con esta formación grabó la dinámica pieza «What’d I Say», un hit del Top Ten de las listas de pop en 1959 y un clásico de todos los tiempos.  Ese mismo año, Charles grabó las baladas acompañadas por cuerdas de The Genius of Ray Charles y consiguió un éxito menor con un country and western, «I’m Movin’ On» de Hank Snow.

Dicha mezcla de gospel secularizado, baladas y country puso las pautas artísticas para la siguiente década. En 1959, Charles se pasó de Atlantic a ABC, disquera que le ofrecía regalías por su trabajo como productor y la posesión de sus propias cintas maestras, términos que Atlantic no pudo igualar. Asimismo fundó su propia compañía editorial de música, Tangerine.

Durante un periodo de seis años, Charles grabó más de 20 éxitos, incluyendo tres que llegaron hasta las listas y que reflejaron los tres elementos principales de su trabajo. «Hit the Road Jack» (1961), de Percy Mayfield, fue armada como llamada y respuesta, con un intercambio vocal entre Hendrix y Charles, en tanto que una lenta balada de Hoagy Carmichael, «Georgia on My Mind» (1960), fue extraída de uno de los primeros discos conceptuales de Charles, Genius Hits the Road, álbum cuyas 12 canciones tenían cada una el nombre de algún estado de la Unión Americana en su título.

No obstante, el álbum conceptual que hizo época fue Modern Sounds in Country and Western Music (1963), el cual incluyó «I Can’t Stop Loving You», una sentida versión de la pieza original de Don Gibson. A este exitoso sencillo siguieron otros tracks del mismo álbum, igualmente populares, y un segundo volumen, el cual incluyó «You Don’t Know Me» y «Your Cheating Heart».  Un hit más inesperado fue «One Ming Julep» de su mejor álbum de jazz, Genius Plus Soul Equals Jazz (1961), con arreglos de Quincy Jones.

En 1964, Charles fue arrestado por posesión de drogas y no realizó ninguna gira al año siguiente, mientras superaba su adicción a la heroína. Desde 1965, sus discos fueron editados por su propia disquera, Tangerine, distribuida por ABC hasta 1973.

Los diez álbumes de este periodo también fueron conceptuales (por ejemplo, Sweet and Sour Tears, 1964, una colección de canciones en la cual cada pieza triste correspondía a una alegre) y con mayor influencia country, a excepción de A Message from the People (1972), una antología de material «consciente» difícil de definir en el sentido musical, misma que incluyó un éxito de Melanie, «Look What They Done to My Song, Ma», así como «America the Beautiful».  Sus últimos sencillos que entraran al Top Forty fueron «Don’t Change on Me» (ABC) y la pieza instrumental «Booty Butt» (Tangerine), ambos de 1971.

De 1973 a 1977, los álbumes de Charles fueron editados por su disquera Crossover. La producción de 1977, True to Life, que incluía una versión de «I Can See Clearly Now» de Johnny Nash, coincidió con su regreso a Atlantic, aunque desde 1982 el trabajo de Charles fue distribuido por Columbia.  Entre lo más destacado de este periodo están una grabación de Porgy and Bess (1976) con Cleo Laine, y su primera grabación hecha en Nashville, Wish You Were Here Tonight (1982).

Estas últimas obras tienden a poner énfasis en la voz de Charles, a expensas de la innovación musical. Su estilo ha influido notablemente en una generación de cantantes blancos, sobre todo Stevie Winwood, Joe Cocker y David Clayton-Thomas, de Blood, Sweat and Tears.

Charles ha compuesto para comerciales de televisión (Coca-Cola) y cantó las piezas temáticas de las películas The Cincinnati Kid y In the Heat of the Night (1967). Apareció en Ballad in Blue (1964) y The Blues Brothers (1980).  Brother Ray, su autobiografía escrita en colaboración con David Ritz, fue publicada en 1979 y luego fue llevada al cine en Ray, película del 2004. Ray Charles, el genio de la música, falleció el 10 de junio del mismo año.

RAY CHARLES (FOTO 3)

VIDEO SUGERIDO: Ray Charles – Hit The Road Jack (Original), YouTube (Bengoaunai)

 

Exlibris 3 - kopie

BOYS & GIRLS

Por SERGIO MONSALVO C.

ALABAMA SHAKES FOTO 1

 ALABAMA SHAKES

La circunstancia del segundo disco regularmente conlleva muchas especulaciones. Por lo general, se suele apuntar a que el real avance de un grupo o solista no está de ninguna forma definido hasta que aparece su tercer trabajo.

Sin embargo, el segundo –si no muestra novedad alguna– puede erigirse en una tumba donde quede sepultada cualquier oportunidad de desarrollo a futuro. Y esa cuerda se tensa aún más cuando el álbum debut ha resultado todo un éxito.

Por ello han sido muchas las voces alegres que se sumaron para recibir el segundo trabajo de una banda con profundas raíces en el rock y con el alma más negra que se haya podido distinguir en tiempos recientes. Alabama Shakes sacó a la luz su segunda obra, Sound & Color.

Un trabajo muy esperado y que, además de alcanzar de igual manera las cuotas de sorpresa y alabanza cosechadas en su debut (Boys & Girls), deja abierta la senda para el crecimiento de una agrupación que desde un principio ha caminado paso a paso y  basado su cimiento en la difusión oral, la más categórica y legítima de la escena.

Los sólidos conocimientos del funk que arropan el disco en esta ocasión –su soporte musical– se entrelazan sensualmente con el sabor negro que rezuman las palabras emanadas del soul y góspel en la voz de su cantante, la tremenda Brittany Howard, que continúa brillando por encima de todo, al igual que lo hizo en el primer disco, el inolvidable Boys & Girls del 2012.

ALABAMA SHAKES FOTO 2

 

Tornamesa

68 rpm/42

Por SERGIO MONSALVO C.

68 RPM 42 (FOTO 1)

Este es un verdadero thriller, con todos los ingredientes para ser llevado a la pantalla. Y de hecho se hizo. Primeramente inspiró en 1981 un musical para Broadway, Dreamgirls, cuyo éxito llevó a convertirlo en película en el 2006, con el mismo título.

Aunque lo que allí se cuenta es nada en comparación con lo que ahora se sabe a través de las biografías, los documentos, las entrevistas, las declaraciones y demás material periodístico investigado por los especialistas en este grupo icónico: The Supremes.

Sin excepciones, todos los relatos acerca de este trío femenino resultan turbios, espinosos, intrincados y hasta tenebrosos. La fascinación por todo ello está aderezada de elementos clásicos: la configuración desde bajos estratos sociales, el talento que se sobrepone a diversos obstáculos, el ascenso al éxito y a la fama.

Pero tras ello todo un entramado de glamour construido a conciencia y marcado por envidias, peleas, truculencias, sexo a granel –como llave maestra para la consecución de objetivos–, tipos listos y amafiados, falta de escrúpulos, víctimas y culpables, depresiones, muerte y finalmente la desaparición gradual y anticlimática.

La base en la que se sustentó dicho engranaje fue sublime: la música creada por compositores en estado de gracia que escribieron canciones formidables e imperecederas; las  voces y presencias femeninas suntuosas y carismáticas; orquestaciones y acompañamientos únicos y distintivos y el manejo de todo ese material calculado para producir hit tras hit y un sonido característico, hasta que la ambición, las traiciones y el abandono acabaran con la gallina de los huevos de oro, en beneficio de una sola ave a la que no le importó mancharse el plumaje al cruzar por dicho pantano.

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LOVE CHILD

THE SUPREMES

(Motown)

Al llegar aquí, la lista de éxitos era grande. El trío se había convertido en el grupo femenino más importante del siglo XX, por encima de las Ronettes –para disgusto de Phil Spector–, y no sólo en las listas de la industria (con doce primeros lugares durante los años sesenta) sino también como símbolo de la femineidad afroestadounidense, de la lucha del género contra el racismo, del buen gusto en el vestir y con un gran repertorio musical, con canciones como: “When the Lovelight Starts Shining Through His Eyes”, “Where Did Our Love Go”, “Baby Love”, “Stop! In the Name of Love”, “Come See About Me”, “Back in My Arms Again”, etcétera.

El grupo se había formado en 1959 como cuarteto y se llamaban The Primettes: Diana Ross, Mary Wilson, Florence Ballard y Barbara Martin. Amigas todas ellas. Discográficamente debutaron en 1960, con el sello Lupine y un single que no trascendió. Al año siguiente firmaron para la compañía Motown de Berry Gordy Jr.

Empezaron los cambios: el primero, su nombre, por The Supremes, Martin abandonó al grupo y en adelante serían un trío; hubo una disputa abierta por el liderazgo vocal entre Ross y Ballard y se sometieron como artistas a la voluntad total de Gordy, quien no atinó durante sus primeros años en la compañía a dar con la clave para aprovechar sus dotes vocales.

Eso se mantuvo hasta que les asignó a un equipo de compositores que trabajó especialmente para ellas: Holland-Dozier—Holland, que empezó a producir los temas que les darían el ansiado éxito a partir de 1964, cuando llegaron al primer lugar de las listas de popularidad.

A partir de ese momento y durante los tres años siguientes The Supremes mostraron un enorme potencial expresivo. Ese primer éxito mostró el camino a seguir, con Diana Ross al frente, coreografías estilizadas y un estilo muy visual, con el que triunfaron tanto en sus presentaciones en televisión como en sus conciertos en vivo, mientras el equipo de compositores producía a tope. Eso sucedió hasta finales de 1967.

El de 1968 resultó un año caótico: Ross le ganó la batalla a Ballard en la voz principal (con el apoyo incondicional de Gordy). Ballard quedó fuera del grupo, cayó en una depresión que tuvo consecuencias fatales años después y fue sustituida por Cindy Birdsong.

El equipo de compositores fue despedido entre batallas legales. Gordy las puso a grabar a destajo y a rellenar álbumes con el afán de abarcar todos los mercados, desde el soul hasta el country & western, pasando por los standards del cancionero estadounidense y el pop británico.

Las llevó a Las Vegas como show para adultos,  provocó las envidias y los recelos dentro de la compañía y un sinfín más de desaciertos. Ross puso de su parte con sus enredos sexuales con  Smokey Robinson, Eddie Holland y el mismísimo Berry Gordy Jr., quien le dedicó su atención absoluta.

El disco de aquel año, Love Child, pasó a reflejar todo lo anterior. Luego de la baja de Ballard, el trío cambió su apelativo por el de Diana Ross & The Supremes.

La portada del álbum causó conmoción en el mundo de la farándula porque el grupo abandonó la sofisticación y el glamour que las habían acompañado hasta entonces, lo cual era sinónimo del fin del hedonismo que trasmitían a los escuchas.

En esta etapa solamente se podía ver y oír a Diana Ross, mientras que las otras componentes sólo aparecieron en una canción, la que dio nombre al álbum.

Al año siguiente se anunció que la Ross arrancaba una carrera como solista y que la compañía dejaba Detroit por Los Ángeles, dejando atrás todo lo anterior. Las diversas versiones de The Supremes que actuaron en el tiempo siguiente, como nostalgia, llegaron a su fin en 1977. Los llamados fallidos a reunirse sólo han corroborado lo hoy sabido: son enemigas, todas ellas.

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Personal: Diana Ross, voz; The Andantes, Nicholas Ashford y Valerie Simpson, coros; Mary Wilson y Cindy Birdsong, coros en “Love Child”. Portada: Sin créditos y realizada por los diseñadores de la compañía.

VIDEO SUGERIDO: You’ve Been So Wonderful To Me – Diana Ross & The Supremes, YouTube (MotownConnisseur30)

 Graffiti: «El sistema no tiene más placer que el de degradarlos todos«

68 rpm/40

Por SERGIO MONSALVO C.

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Es una realidad histórica el hecho de que la música popular, particularmente el soul de los años sesenta, haya jugado un papel fundamental en el combate por los derechos civiles en la Unión Americana. Artistas como Ray Charles, Curtis Mayfield, Sam Cooke, James Brown y Aretha Franklin les proporcionaron energía a los líderes y a los ciudadanos comprometidos que lucharon en la primera fila de dicha contienda sociopolítica.

Toda la música negra, desde el rock and roll hasta las piezas emblemáticas de Aretha Franklin o las baladas de Otis Redding, así como los catálogos de las discográficas Motown, Stax y (cierta parte de) Atlantic Records, ayudó a agrietar sensiblemente los muros de la segregación.

En la extensa bibliografía dedicada a la música afroamericana de los Estados Unidos, los estudiosos han señalado que la época de esplendor del soul, entre los años 1955 a 1970, fue paralela a la culminación del movimiento por los derechos civiles en aquel país, y que ambos se fortalecieron mutuamente.

En el caso de Aretha Franklin, que en esta oportunidad nos ocupa, se trata de una de las cantantes con mayor influencia durante aquellos años. Sus discos –como los mencionados de Sam Cooke y Otis Redding– echaron abajo los parapetos entre el gospel y la música secular y se comprometieron con varios aspectos de la acción por aquellos derechos.

Todos los investigadores apuntan y coinciden al elegir varias de sus canciones (“Respect”, “Chain of Fools” y su versión de “People Get Ready”) como símbolo de las aspiraciones de los afroamericanos de su generación y como ayuda para comprender mejor los puntos de vista de las mujeres. A todo ello habría que agregar una imagen icónica suya: cantando en el funeral de Martin Luther King.

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LADY SOUL

ARETHA FRANKLIN

(Atlantic Records)

Aretha Franklin decidió salir de la compañía discográfica Columbia, donde había llevado una carrera tan larga como incierta, para firmar con Atlantic Records. Esto se logró debido a la intervención de dos de las mentes maestras de esta organización: Ahmeth Ertegun y Jerry Waxler.

El primero había fundado la compañía y centrado, con gran intuición, los esfuerzos de la misma en contratar y grabar a músicos emergentes de la nueva música negra estadounidense, la cual subyugaría a los públicos de todo el mundo a partir de mediados de los años cincuenta. Artistas como Ruth Brown, Ray Charles, LaVern Baker, Big Joe Turner, los Coasters o los Drifters permitieron que la Atlantic prosperara.

La llegada de Franklin significó otro reto. Así que Ertegun puso frente al mismo al entonces productor Jerry Waxler, quien se propuso sacarle a la cantante todo el soul que llevaba dentro. Wexler había trabajado como periodista de la revista Billboard, donde acuñó el término rhythm and blues para referirse a un estilo particular de la música popular estadounidense. Cambió con ello la despectiva e infamante etiqueta de race music (música racial) usada hasta entonces por la industria musical.

El tipo era una presencia erudita, con gran conocimiento de las formas, sabía hacer discos y cómo crear el ambiente propicio para generar música duradera. Tenía, además, la inteligencia necesaria para apoyarse en colaboradores con grandes conocimientos musicales, como el ingeniero de sonido Tom Dowd.

Asimismo forjó una alianza con los prestigiosos instrumentistas de los estudios Muscle Shoals, de Alabama,  que les brindaron a todos los artistas del sello un soporte musical inconmensurable. Fue a ellos a quienes Wexler decidió llevar a Nueva York para grabar a Aretha Franklin (y a la postre a otras estrellas como Wilson Pickett y Dusty Springfield). Los resultados no se hicieron esperar: los dos primeros discos de la cantante con el sello se volvieron clásicos.

Si con el primer álbum había irrumpido en la escena con una variedad de hits (“Respect”, “Do Right Woman, Do Right Man” y el que le daba título al disco), el segundo, Lady Soul, no le fue a la zaga.

Con otro cúmulo de piezas continuó con el éxito masivo: “Chain of Fools”, “People Get Ready” y “(You Make Me Feel Like) A Natural Woman” fueron los sencillos más destacados. Otros temas del mismo contaron con la participación de músicos de la talla de Eric Clapton («Good to Me as I Am to You»), Bobby Womack («Money Won’t Change You») y King Curtis (“Since You’ve Been Gone”).

Tras Lady Soul, y sin duda gracias a la extraordinaria calidad de su voz y al vigor y la  expresividad de sus interpretaciones, a esta cantante (nacida en Memphis, EE UU, en 1942) se le quedó dicho título como sobrenombre.

Ella, que se había iniciado en la música cantando gospel en la iglesia donde su padre ejercía de párroco, en Chicago, aprovechó sus excelentes dotes vocales para iniciar una carrera como solista con un repertorio de música soul que conservaba la influencia del gospel, un rasgo que caracterizaría desde entonces su estilo.

Su voz y temática fueron elementos influyentes dentro del movimiento por la igualdad racial y la llamada liberación femenina en 1968. Dos décadas después se convertiría en la primera mujer en entrar en el Salón de la Fama del Rock and Roll.

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Personal: Aretha Franklin, voz y piano; miembros del Muscle Shoals en diversos instrumentos; las Sweet Impressions, coros; Carole y Emma Franklin (hermanas de Aretha) en los coros, y músicos invitados como los mencionados a lo largo del texto. Portada: Foto y diseño de los artistas gráficos de Atlantic.

[VIDEO SUGERIDO: Aretha Franklin – Chain Of Fools Live (1968), YouTube (Tcuploadable)]

 Graffiti: “No vamos a reivindicar nada, no vamos a pedir nada. Lo tomaremos