COURTNEY BARNETT

Por SERGIO MONSALVO C.

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 CONSENTIR LA ESENCIA

Este espacio quise dedicarlo al que consideré uno de los mejores discos del último bienio en el rock, una vez pasadas las efervescencias y el bullicio provocado por el exitismo mainstream. No es necesariamente uno que apareciera en las listas de popularidad, pero desde mi punto de vista contuvo los elementos básicos para erigirse en tal, dadas sus cualidades en varios sentidos y de manera principal en uno: es un auténtico disco de rock and roll. Se titula Tell Me How You Really Feel y está firmado por Courtney Barnett.

El rock & roll auténtico posee dos características fundamentales en su razón de ser: la intuición y la actitud. La primera busca la libertad (física, mental, identitaria); la segunda, la manera y el ánimo para conseguirla y vivirla. En su lírica ambas han estado desde el comienzo en sus letras, en sus cantos y en la vibrante electricidad trasmitida a través de su instrumento primordial: la guitarra. Sin tales características no hay rock ni rockero/a. Así ha sido desde el comienzo del tiempo: hace casi siete décadas.

Vayamos por partes. “Actitud” es una palabra que proviene del latín “Actitudo”. Se le define como una capacidad propia del ser humano, con la cual enfrenta al mundo y a las circunstancias que se le pueden presentar en la vida. La actitud de una persona frente a la realidad y sus vericuetos señala la diferencia con respecto a su carácter individual. Lo mismo se puede decir de una colectividad cuando lo hace, cuando la ejecuta en representación del objeto de su unión.

La actitud en la comunidad rockera, después de 70 años de ser una referencia tanto estética como cultural y musical, mantiene intacta su capacidad de respuesta, de sus formas y de su estilo. Es su marca genérica. Más allá del fenómeno netamente sonoro, el concepto todo es la consecuencia de mantener el propio camino, el de los fundamentos por encima de las modas; la fidelidad a las esencias y a los principios. Es la manera de enfrentar los cambios y las veleidades y sostener la rebeldía primaria.

En su andanza hay la independencia y sus alternativas y también, por qué no, algo de arrogancia. Ello ayuda a estar por encima de conveniencias corporativas, industriales y sus formalidades y, por supuesto, alimentado con una fuerte carga poética, de marginalidad, de juventud datada en emociones, de puro romanticismo. Porque de esa fuente bebió en el principio y de esa fuente sigue bebiendo y refrescando su sangre y oxigenando su espíritu. Courtney Barnett es producto de todo ello.

Si “el rock and roll llegó para quedarse y no morirá jamás”, como cantaron Danny Rapp y los Juniors en 1959, deseosos de crear algo parecido a un llamado a cerrar filas, a un himno para la primera generación, y aunque no se erigiera en tal himno, a esa canción (”Rock & Roll Is Here To Stay”), dentro de su candidez, se le puede denominar como una verdadera declaración de fe, producto de una era caracterizada en igual medida tanto por su inocencia como por su ardor.

Treinta años después, como dijera Bruce Springsteen –el Jefe, el abanderado– al respecto: “El rock and roll nunca fue ni ha sido un hobby para mí, sino una fuerte y potente razón para vivir, en todas las épocas”. En Springsteen, como en las personas que moldean la postura de un conglomerado, como adalides que son, es sabido que la música escuchada de niño, de adolescente, influye en sus motivaciones personales. Él creció con una cultura determinada por la socialización del rock, en ella ha fundamentado su accionar artístico y la actitud con la que enfrenta al mundo.

Splendour In The Grass 2016 - Byron Bay

Otros tres décadas después, dicha socialización (ya globalizada) y dicha actitud (también) es asumida por Courtney Barnett, una rockera de las antípodas, una australiana nacida en Sidney en 1987, que ha pasado por Tasmania (donde estudió Fotografía Artística en la universidad) y recalado en Melbourne (como veinteañera) para de ahí mostrar al mundo sus temas, su personalidad y su rock and roll. El cual ha heredado de sus escuchas señeras: Jimi Hendrix, Deep Purple o Nirvana.

 Una escucha por demás sorprendente y con los buenos oficios de su intuición. Su primera década de vida fue de ballet, jugar al tenis y del aprendizaje de la guitarra, para rematarla.  Las canciones comenzaron a fluir a los doce años de edad, y abrevaban en el sonido de aquellos nombres y grupos para apoyar unas letras inspiradas en los libros que leía: literatura francesa, estadounidense y alemana. A las que unió el hilo conductor del romanticismo (Stendhal, Poe, Novalis, et al).

 Su carrera musical está, obviamente, apegada a las raíces del género. De noche pasó su aprendizaje por grupos de garage, bandas psicodélicas y rock alternativo. De día por la de trabajos efímeros, pero forjadores del carácter (dependienta de una zapatería, camarera en un bar de carretera, en el cual subía al escenario, junto a sus compañeros, para transformarse en rockera). Su entusiasmo por la música la llevó a fundar, vía sus ahorros, un sello independiente (Milk! Records),  en el cual editaría sus primeros EP’s.

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 Tales muestras la dieron a conocer, primero localmente, y luego, a través de Internet con el videoclip del tema “Avant Gardner”. Hizo una pequeña gira por los países anglosajones, donde enamoró a concurrencias ya muy curtidas, y la buena acogida a sus manifiestos musicales la llevó a armar su disco debut, Sometimes I Sit and Think, and Sometimes I Just Sit (2015). Un lema que le hubiera encantado al propio Zappa y más aún sabiendo que lo había extraído de un cuarto de baño. Lo ganó todo con él.

Filosofía de a pie, existencial (graciosa, cruel –a veces- e inteligente), para dar paso a historias comunes y corrientes, cotidianas, el flujo de la vida con “el tipo de reflexiones que a la mayoría de los compositores del pop nunca se les ocurriría examinar en el curso de una canción de tres minutos. De alguna manera ella convierte lo común en algo maravilloso”, escribieron en la reseña del periódico Boston Globe, a lo que yo agregaría que incluso lo hace con las crisis.

VIDEO SUGERIDO: Courtney Barnett – Nameless, Faceless, YouTube (milkrecordsmelbourne)

Este primer disco es un artefacto pleno de garra. Con un rock rebosante de  carácter que, sin lugar a dudas, ubica sus cimientes en la médula poética del rock urbano que tiene a Patti Smith como su piedra de toque y faro referencial, el ríspido magnetismo de Chrissie Hynde  o la conciencia de las mil batallas peleadas al modo de Lucinda Williams. Es decir, busca su inherente razón de ser en lo aprendido por y de la propia genética del género.

La de Courtney es una voz que llega al oído, al corazón y a las demás vísceras, con verdadera fuerza, la que produce con un power trio como el suyo. Rebasando con ello las limitantes del rock indie, con las cualidades de una verdadera rockera de raíces, y con el talento para sonar con ligereza de ser necesario. Sus canciones (Pedestrian at best, Depreston, An Illustration of Loneliness) son auténticos manifiestos de fe. Porque como lo expresara alguna vez Lou Reed: “El rock and roll es un lugar increíble para poner todo tipo de cuestiones”.

Y con su segundo álbum, Tell Me How You Really Feel (2018), al que he nominado subjetivamente como uno de los mejores discos del reciente bienio, Courtney Barnett entró definitivamente en ese amplio y reivindicable grupo de rockeros nuevecitos, autores de gran calidad de última generación como lo son los Strypes, Django Django, Ty Segall o The Savages.

Porque con canciones como “City Looks Pretty”, “Charity”, “Need a Little Time” o con el puño levantado de  “I’m Not Your Mother, I’m Not Your Bitch”, se descubre una verdad pura: que en cada uno de sus discos del presente se puede ver y escuchar la actitud primigenia, así como la construcción de su pasado, pero también la de su futuro y la del género mismo.

VIDEO SUGERIDO: Courtney Barnett – City Looks Pretty, YouTube (milkrecordsmelbourne)

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TINA

Por SERGIO MONSALVO C.

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 VESTIDA DE BLANCO, ALMIDONADA Y COMPUESTA

De antemano, la película Tina (What’s Love Got to Do with It, 1993) de Brian Gibson parecía una empresa condenada al fracaso. ¿Acaso la bien portada Hollywood iba a abordar de lleno la sulfurosa relación sadomasoquista y permeada de cocaína de la pareja Turner? ¿Qué actriz sería capaz de producir suficiente violencia para encarnar la emanación sexual de Tina Turner?

Al ver la cinta, las dudas se confirmaron ampliamente. Por una parte, Hollywood, al pasar a su heroína por el molinillo de lo «políticamente correcto», la privó de todo poder de fascinación y la redujo, a la manera de un filme de televisión con contenido social, a una buena madre de familia caída en las redes de un marido abusivo (Ike, quien a fuerza de ser “el malo” se convierte en el único personaje real de la película).

Por otra parte, la actriz Angela Bassett, lamentable clon salida del gimnasio fisiculturista, si bien hacia el final logra imitar los gestos de la Turner ochentera, no se acerca ni por medio segundo a la sexualidad primitiva que emana la Turner setentera, mezcla arrolladora del talento total y de un odio irremediable.

En estas circunstancias resulta inútil precisar en qué momento la cinta se tornó una hagiografía insípida y simple, al no buscar nunca realmente establecer un vínculo entre el talento de la cantante y la vida de la mujer, sino que se contenta con relatar cronológicamente los hechos, endulzados, apoyándose desesperadamente en una producción suntuosa. La píldora no se traga.  Sobre todo si uno ha tenido oportunidad de ver, sin aliento, extractos de los conciertos dados por la dama en otras épocas.

En 1993, Tina Turner ya no abría su show con la frase ritual «¿Are You Ready for Me?» Por desgracia parecía que el mundo estaba tan listo para recibirla que ya la había momificado, transformada para la historia y para nuestros descendientes en icono tieso: el de la Redención.

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La mujer golpeada, la mujer honesta, la mujer eterna, sumisa y complaciente que huyó de su destino ya trazado para regresar a triunfar sobre el hombre negro y su genio artístico, sobre el hombre blanco y su genio comercial. Tras una buena década de éxitos y 30 millones de álbumes vendidos, Tina, la ex furia negra, el ex epítome del soul y el sexo, de la «música negra» en la que ella fue lo más sensual, blanqueada por la acción concentrada y libremente elegida de los dólares, los grandes costureros y los hombres de negocios, Tina esbozó un testamento. También blanqueado.

La película salió firmada por Touchstone, la división «adulta» de Walt Disney, sinónimo de limpieza y de gran público. Sin duda fue realizada con cuidado y todos los recursos hollywoodenses. No se escatimó en los accesorios, los vestuarios de la época fueron recreados hasta en los menores detalles, el material de época, los autos, los decorados, en fin todas estas cosas.

Por este motivo y pese a la puesta en escena de tipo escolar, afanosa, es posible ver la película sin aburrirse demasiado. Forzosamente uno se mantiene a la espera del detalle y de la anécdota y se enerva con las golpizas que le ponen. Disney no acepta ciertos detalles de la realidad, porque hay que determinar bien el campo: buenos o malos. Y las muchachas buenas no hacen ciertas cosas.

Las buenas no cantan «I’ve Been Loving You Too Long» transformando el micrófono con ciertas partes del cuerpo humano. Las buenas no se dejan embarazar por el saxofonista de la Ike Turner Revue aun antes de sucumbir a los encantos del patrón. Todo está concertado y la película pasa por alto en demasiadas ocasiones la realidad en beneficio del mito de la pobre mujer, víctima enamorada de su verdugo.

VIDEO SUGERIDO: Ike & Tina Turner – River Deep Mountain High 1971 (icluding intro), YouTube (thedudesupreme)

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GARAGE/50

Por SERGIO MONSALVO C.

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 EL ESTIMULANTE

 Las mujeres que se comportan correctamente rara vez hacen historia”. Esa es una de las consignas lanzadas por las jóvenes en la primera década del siglo XXI. Las rockeras de garage la siguen al pie de la letra.

Las mujeres dentro de esta vertiente del rock no incursionan en lo introspectivo o en la disyuntiva del ser o no ser. Se han creado nuevas imágenes y ampliado sus contenidos.  Actualmente llenan todo un espacio con su visión. Ejemplos: 5678’s, Dum Dum Girls, Plastiscines, Gore Gore Girls, The Black Belles, Vivian Girls, Frankie Rose and The Outs, Cocktail Sleepers…

Buscan el regocijo transitorio, la diversión, no luchan por la igualdad: la asumen, para escapar de la monotonía de la vida cotidiana y de sus sombrías perspectivas. Ahora ellas lo escogen todo: y los tipos deben acomodarse a sus expectativas.

Hoy, las garageras reniegan de las militancias restringentes y predican con el ejemplo el individualismo de su conciencia social: “nunca digas nunca” y “no pierdas el tiempo con quien no llene tus afinidades”.

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Las rockeras de garage no son modosas ni elucubran metáforas sobre lo que les interesa. Hablan de sexo explícito, de sus necesidades y gustos y hasta de su rechazo, de manera brutal, directa y lo más fuerte posible.

En el garage –sesentero, revival, punk o post, alternativo, etc.– las mujeres han dejado de ser en las canciones los objetos complacientes, para convertirse en quienes exigen a los tipos el orgasmo requerido, ponerse a la altura de sus deseos.

Sea cual sea su tendencia, todas ellas constituyen parte de la música de nuestro tiempo. Cantan con el conocimiento genérico y cuentan con su fuerza y tradición. Constituyen poesía urbana rica, atractiva, desgarrada y cotidiana.

A todas ellas las une el lenguaje común del rock. El de garage les ha servido de estimulante. Ven en él una mejor manera de expresarse. Un género idóneo para sus observaciones y experiencias primordiales.

VIDEO SUGERIDO: Brazilian Girls – Jique, YouTube (Brazilian Girls)

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SAVAGES

Por SERGIO MONSALVO C.

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 Y SIN MOVER LAS NALGAS

The Savages es un grupo de rock con integrantes femeninas. La cantante, Jenny Beth es francesa (su verdadero nombre es Camille Berthoimer), mientras que la guitarrista Gemma Thompson, la bajista Ayse Hassan y la baterista Fay Milton, son británicas. La banda se fundó en Londres al comienzo de la segunda década del XXI con bases muy bien construidas. Sus miembros se conocieron en una escuela de arte de la capital inglesa, esa cuna totémica del rock británico. Tanto sus orígenes como sus estilos hablan de diversidad, como los tiempos que corren.

La sonoridad que representan está inscrita dentro de un sólido rock que ellas componen y al que alimentan varios vasos comunicantes: desde el estilo alternativo, pasando por el post-punk, el noise hasta el indie. Y sus influencias son también plurales. En lo musical se reconoce a Patti Smith, Souxie Sioux y P.J. Harvey iguale que a PIL y Joy Division.

En lo cultural están presentes en sus tracks las referencias cinematográficas (Ex Machina, por mencionar alguna), literarias (su nombre fue extraído de El Señor de las Moscas, de William Golding), plásticas (actúan regularmente con grupos de performance: Bo Ningen de Japón, entre otros) y de danza (con coreografías de Dead Forest Index, como muestra).

Es decir, es una agrupación refinada a la que tanto su bagaje como su intención conducen a un nivel superior al de la mera diversión. Es una banda femenina inclusiva en la que influencias y colaboraciones masculinas son recurrentes y bienvenidas. Reconocen en el otro la aportación a su obra, lo mismo en contenido que en estructura.

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Asimismo, mantienen para sí la directriz y actitud conceptual tanto de Patti Smith como de Chrissie Hynde. Un legado que fue (y es aún) el sello distintivo de aquellas autoras en su afán por integrar completamente el arte a la vida. Una actitud que se corresponde con la trasgresión del lenguaje.

Patti Smith, con el puño en alto, no ha dejado de gritar desde los años setenta “You Are Free, You Are the Revolution”, mientras Chrissie Hynde (líder de los Pretenders) lo ha hecho también con el puño alzado dirigiéndose a las nueva rockeras: “No crean que enseñar las tetas, mover las nalgas y tratar de parecer un objeto sexual les ayudará en este oficio. Recuerden que están en un grupo de rock. En él la actitud no debe ser la de ‘Fuck Me!’ sino la de ‘Fuck Off!’”.

Ambas son personalidades influyentes dentro del género y de la música en general y nunca han movido el trasero como tampoco lo han hecho otras mujeres de la misma tesitura, involucradas en su momento socio-histórico: Billie Holiday (blues), Aretha Franklin (soul), Sarah Vaughan (jazz), Ruth Brown (rock & roll), Meshell Ndegeocello (hip hop) o Adele (cantautora).

VIDEO SUGERIDO: Savages – “Husbands”, YouTube (SAVAGESBANDLONDON)

Las palabras de Smith y Hynde son difíciles de rebatir. El rock es música reivindicativa y de sentimientos. Las mujeres tienen mucho que reivindicar y motivos para estar disgustadas. Por eso el rock también es suyo y no deben esconder la rebeldía, que no tiene edad, y tampoco fingir aceptación o complacencia ante los usos que hace el pop (Beyoncé, Mariah Carey, Miley Cyrus, Britney Spears, et al), que sí expone las dotes corporales, para publicitarse.

The Savages han hecho suyo aquel legado de sus predecesoras históricas, y no sólo en la actitud sino también en la coherencia de sus discursos, tanto de forma como de fondo: el equilibrio entre los modos clásicos del rock y su modernización; entre su prédica y la puesta en escena; los paralelismos con películas, performances y danzas sobre temas y épocas que acaban conformando una obra unitaria y enriquecedora.

La obra justa para tiempos agitados. Sin apariencias que desvíen la mirada del verdadero núcleo de su exposición. Sobre la gente que se desenvuelve en un universo de lo cotidiano y fondo épico: el amor, sobre todas las cosas, tal como sugería el cineasta John Cassavetes en películas como Shadows, Faces y Husebands, entre otras, donde sus protagonistas tenían que lidiar con las diferencias entre ellos y sus amigos y amantes; con sus alegrías y miserias, sus problemas y su forma de enfrentarlos.

Dicha postura fílmica influyó en las Savages para realizar su primer álbum, Silence Yourself (2013), donde canalizan el acontecer de las relaciones en canciones como forma de angustia, de expresión y de liberación, concluyendo que a pesar de todo lo negativo la vida sigue, con su ternura y amor.

Éste último por encima de la ley del mercado. El amor como respuesta, sin tópicos, por problemático y viciado que resulte. No importa finalmente, como proponen en su segundo álbum  Adore Life (2016). Una veneración a la vida aunque ésta a menudo duela y con el puño al viento de la portada como símbolo de unidad, de fuerza y desafío. Un idioma –el suyo- que invita a perseguir la emoción y la reflexión desde el punto de vista femenino, con la magia mística de la propia composición.

Eso las hace herederas contemporáneas del rock puro, en esencia; de aquellas mujeres que como ha señalado George Steiner, el maestro y filósofo para la actualidad, “de forma muy especial contribuyen en estos tiempos a recuperar los sueños y las utopías”, y sin mover las nalgas.

VIDEO SUGERIDO: Savages – “The Answer”, YouTube (SAVAGESBANDLONDON)

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GARAGE/27

Por SERGIO MONSALVO C.

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 LA MADRINA HEROICA

Patti Smith nació en Chicago el 31 de diciembre de 1946. Creció en Pitman, New Jersey, una dura zona industrial. Su padre era obrero y su madre mesera. Desde la adolescencia le gustó la música negra. Posteriormente dedicó la misma atención fanática a Dylan y a los Rolling Stones. Luego descubrió a Rimbaud, que se convertiría en otra obsesión.

En 1971 empezó a leer sus poemas acompañada por la guitarra de Lenny Kaye, haciéndose de un pequeño grupo de seguidores. Jane Friedman, su mánager, la convenció de cantar, en lugar de sólo leer. Su incursión dentro de las letras norteamericanas tuvo gran repercusión debido a su vanguardismo. Comprometida con su tiempo expandió su campo de acción al rock, primero dentro de la crítica y luego en el escenario en donde incluyó temas como «Gloria».

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A la cabeza del Patti Smith Group, sus letras mezclaban oscura poesía mística y visionaria, imaginería sexual y política, y las interpretaba con una voz rasposa que contenía toneladas de furia. Presentaciones estridentes en clubes como Max’s Kansas City y CBGB’s le ganaron un contrato con Arista Records. Su debut de 1975, con el disco Horses, captó su anarquía extasiada.

Horses fue producido por John Cale del Velvet Underground. Resultó una revelación de talento explosivo, originalidad, inspiración e intensidad expresiva. Calificativos que se extenderían por los siguientes acetatos. Se le describió como una maravillosa mezcla de declamación ritual, imaginería surrealista y rock elemental.

La poesía alucinatoria y visceral de Patti Smith desde el principio trató de tender un puente entre la literatura y el rock. Horses se considera uno de los más grandes discos de rock de la historia y de la generación punk, que la tomó a ella como heroína.

VIDEO SUGERIDO: Patti Smith – My Generation (1979) Germany, YouTube (PretzelFarmer)

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BEST COAST

Por SERGIO MONSALVO C.

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 LA SENCILLEZ DEL CORAZÓN

Hace mucho tiempo conocí a un tipo, poeta y traductor laureado, que se definía a sí mismo como un “eterno adolescente enamorado” cada vez que era invitado a una mesa redonda sobre algún tema de su competencia o a la presentación de un libro.

Quemaba, por otro lado, el prestigio obtenido dentro del medio cultural en favor del desahogo económico que le proporcionaba trabajar en el campo de la publicidad.

Era poco o nada afecto a la música popular, pero cuando se sentía apremiado en alguna conversación al respecto, y ya con dos o tres tragos encima, confesaba que había llegado tarde al rock, no lograba entenderlo.

Sostenía que detestaba, por ejemplo, a los californianos Beach Boys por exaltar todas aquellas emociones y relaciones “tan juveniles”. Vaya, me decía yo, este pretender no es tan eterno, ni tan adolescente ni se enamoró realmente cuando lo fue.

Se perdió del lado soleado de la música y de apreciar la transformación de lo sencillo en arte.

Hoy, de escucharlo, tal personaje estaría muy compungido con la aparición en el panorama musical del grupo angelino llamado Best Coast, un extracto de esencia costera, que en las antípodas de aquellos barrocos muchachos playeros se limita a lo elemental para crear un pop desde el lado minimal.

Un buen pop, eso sí, con sensibilidad hacia la problemática emocional de los corazones imberbes.

La agridulce realidad de quienes empiezan con su educación sentimental se da cita en los textos de este dúo formado por Betty Consentino y Bobb Bruno.

 A dicha realidad plasmada en su disco debut, Crazy for You,  y en el segundo, titulado The Only Place, la han arropado con una repetitiva estructura musical a la que los especialistas aún no terminan por encontrarle un nombre concreto: Twee pop, bubblegum-noise, surf-pop, noise-pop, fuzzy pop…

En fin, tras la nomenclatura en la que se inserte la música de este binomio está la claridad del mediodía que entra por el ventanal del escaparate y deslumbra con sus tonalidades luminosas que dan forma y volumen a las cosas que dicen, que sienten, que trasmiten, con una textura muy precisa y siempre austera.

Proponiendo una analogía pictórica yo diría que son equiparables a los cuadros de Edward Hopper. El pintor de las soledades compartidas, de las miradas perdidas. Artista interesado en contar la vida cotidiana de las primeras emociones, de los universos iluminados por esos misteriorsos estados de ánimo.

Porque asombra el modo radical en que ellos, al igual que el pintor, prescinden de grandilocuentes anécdotas narrativas para contar la realidad y quedarse sólo con unos cuantos rasgos sustanciales, dejando “oscura la historia y clara la pena”, para exponer las fronteras visibles e invisibles entre las personas y sus relaciones, por más jóvenes que sean.

VIDEO SUGERIDO: Best Coast – Crazy For You (OFFICIAL VIDEO), YouTube (mexicansummer)

Las canciones de Best Coast son, así, emblemas y resúmenes emocionales, unos que se ubican entre los pliegues de la segunda década de cualquier vida, y que en esta época son más homogéneos de lo que se pudiera pensar.

Sin pretensiones y suavemente, o de forma ostentosa y con despliegues distorsionados, el dúo nos cuenta historias tristes o de inquieta ensoñación, de finales ambivalentes, hablándonos de euforias y soledades; del silencio en ambientes soleados, de actitudes y sentimientos que aún no son familiares y pasmados ante ellos.

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Con tal arranque discográfico el grupo busca trasladarnos, con breves canciones y guiños, a toda la escena musical de ambas costas de la Unión Americana (en las que ha vivido la cantante) y que ha dejado sus huellas por doquier en los últimos tiempos.

Su inerte noise prepara al escucha para una atmósfera muy retro, a lo girly groups, que será la escenografía de un frenético garage lo-fi interpretado en calidad de amateur pero con aires surf y pop que se manifiestan principalmente en las melodías.

La voz de Consentino logra abarcar al cien por ciento el cuadro de la duración de los discos, al incorporar sus coros en toda introducción o intervalo. Ella tiene la misión de construir sobre estos instantes ante una base de guitarras cristalinamente noisy, si cabe el oxímoron.

El tributo a los Beach Boys es manifiesto, así como las similitudes con The Wavves, The Raveonettes o She & Him, entre otros, las cuales se atenúan y matízan cuando uno descubre el sello propio de su música.

Bethany Consentino es una californiana veinteañera, que ya ha tenido tiempo para mostrar sus talentos: creó la banda Bethany Sharayah y, justo cuando iba camino a convertirse en la siguiente estrellita teenager, salió en su propia defensa con un proyecto de pop tribal llamado Pocahaunted y así sucesivamente.

Best Coast es, pues, la enésima reencarnación de esta joven precoz que, siguiendo la estela de Dum Dum Girls, emplea al noise-pop como trampolín para abalanzarse sobre los temas pegajosos que componen los dos álbumes hasta ahora.

En la composición, bajo y arreglos la acompaña Bobb Bruno (sobre el cual han querido tejer la leyenda de que fungió como babysitter de Beth en alguna época), Ali Koehler (de Vivian Girls, en el primero) y Jon Brion (en el segundo) como bateristas invitados para la grabación de ambos volúmenes (Brion también toca los teclados, la guitarra de doce cuerdas la Lap Steel y el bajo en The Only Place).

El álbum con el que debutaron, por su parte, apareció luego de lanzar una serie de temas en 7 pulgadas con varios sellos indie (PPM Recordings, Black Iris, Art Fag, Group Tightener, entre ellos).

Consentino y Bobb Bruno pactaron hacer pop, exclelente pop. Del simple, del breve, del que llega y hace repetir sus estribillos ad eternum. le agregan unas buenas capas de reverberación, bajos saturados (cuando los creen necesarios), armonías bien armadas, un par de guitarras limpias y algo más que la distorsión en las buscadas impurezas sónicas que ayudan a edificar canciones memorables.

Con todo ello logran construir un puente entre el lo-fi y el surf pop con maestría y bastante más accesibilidad que otros colegas suyos. Con tal obra crean vicios con esos esquemas que funcionan, gustan y crecen con las repetidas escuchas hasta la adicción.

En los cantos de Best Coast todo entra y sale del corazón de la manera más sencilla, para entendimiento de los auténticos eternos adolescentes enamorados: un modo explícito de ser, un manera de estar en el mundo, que hace del amor/desamor, en una atmósfera veraniega, la suma esencial de la sublime inmadurez.

VIDEO SUGERIDO: Best Coast – The Only Place – David Letterman 5-16-12, YouTube (IdolXfactor)

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PATTI SMITH

Por SERGIO MONSALVO C.

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 LA POESÍA AMPLIFICADA

 Rotterdam, Holanda.- Hay días que dejan una huella intensa en la memoria. Hoy fue uno de ésos. Tras una tormenta nocturna —ruidosa, dura, persistente—, la llovizna diurna que acompaña el trayecto de la autopista rumbo a Rotterdam. Una vez ahí, en el impresionante Museum Center —gigantesco, moderno, urbanísimo— la calma y el relajamiento. Hoy, Patti Smith visita su exposición denominada Strange Messenger, la cual se inauguró a fines de agosto en el Prentenkabinet del Museo Boijmans Van Beuningen, uno de los integrantes del mencionado complejo cultural.

Ella no asistió a la inauguración. Argumentó con franqueza que no le gusta el protagonismo de esos actos ni el ambiente socialité que suscitan. Congruencia pura. Para eso envió a su representante en Europa y también estuvo presente uno del Andy Warhol Museum, de los Estados Unidos, al cual pertenece su obra.

A cambio, aparece hoy en una visita relámpago —a mediados de septiembre—, para agradecerle a las autoridades del Van Beuningen sus atenciones. Enseguida de conceder una entrevista a la televisión cultural neerlandesa se pasea, junto al público casual, por los pasillos y salas donde está expuesta. Y esta palabra es literal. Patti Smith está totalmente expuesta en esas paredes: íntima y de manera pública.

La segunda de estas paredes lo recibe a uno con las fotografías que Judie Linn le ha tomado a lo largo de su carrera, sobre todo de sus actuaciones en vivo. Intervalos, fugacidades, que hablan en silencio al espectador sobre la intensidad, la entrega y el grito surgido de esa presencia escénica. El rock quintaesenciado y contenido en el extracto de cada toma. Una mujer en la plenitud de sus 30 años, con toda la energía y el ímpetu que eso supone.

Luego de ello hay que subir una escalera para acceder a la primera sala. Ahí se despliegan las 60 obras en papel que ha realizado durante más de tres décadas y que van in crescendo en su temática. Dibujos a tinta con técnica de comic: insinuaciones breves de palabras, en una función explicativa. Conforme avanza el tiempo de la artista los textos van ocupando entonces una parte integral de la obra. Los dibujos se componen de pasajes de sus propios escritos, así como de otros autores (William Blake, Antonin Artaud, sobre todo), en bloques de lenguaje que se integran y disuelven en el dibujo y viceversa.

Espectáculo aparte para uno —asistente casual y afortunado— poder contemplar al unísono la obra y a su creadora: un auténtico mito rockero y artista de culto, frente a su expuesta existencial. Es otro cuadro, al cual se podría denominar como “Los dos espejos”. Si durante los años sesenta (donde se fundan sus orígenes) se hablaba de realizar pintura que evolucionara este momento plástico podría ser el producto de dicho concepto: nada evoluciona más que un espejo.

Y ahí está ella, la mujer que recibió una parte del botín robado a los dioses: el fuego (de la visión y su escritura). Legado rimbaudiano para el rock: la actitud y la poesía. Robo que las deidades se han cobrado conforme crece la leyenda Smith, con la muerte regular de sus seres queridos, uno tras otro (el más reciente el de su madre).

Y ahí está ella, la mujer pensando en cómo cada imagen plasmada en el papel esconde mensajes que el espectador tiene que descifrar con trabajo intelectual e informativo. Noción sustentada por el arte conceptual, en donde la idea en la que se basa cada cuadro es tan importante como la obra en sí, y en la que se mezclan elementos lingüísticos.

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Los rasgos distintivos de sus dibujos son las líneas delgadas pero fuertes, el uso suave del color y la combinación de la imagen (autorretratos e iconos) con la palabra: símbolos cristianos, Jim Morrison, Jimi Hendrix, sus amores muertos (padres, hermanos, amigos, cónyuge), sus poetas, ella misma, falos, vaginas y, omnipresente, la época que le ha tocado vivir.

No todo surge del arte, Patti también desintegra los desperdicios: «Ha de existir alguna anarquía positiva para que podamos llegar a saber y resistir y crecer más allá de la antigua forma de una pluma», ha dicho. Para corroborarlo se suman el videoclip de Robert Franks, basado en la canción «Summer Cannibals», y el videocumental de 55 minutos Rock My Religion, de Dan Graham, que se integran a la muestra.

VIDEO SUGERIDO: Patti Smith & Robert Frank – Summer Cannibals, YouTube (pattismithVEVO)

A la postre de verlos y escucharlos ella se encamina al segundo piso. Su figura va creciendo conforme se acerca a mí y siento próximo su pelo entrecano, largo y sin arreglo; su rostro blanco, anguloso, hecho de líneas rectas —cejas, nariz, boca—; su ralo vello sobre los labios; su chamarra negra, corta, de mezclilla, camiseta también negra; manos largas, pulseras tejidas; pantalones grises, raídos, gastados, con alguna rotura incluso, botas negras. Es alta, muy delgada, desgarbada, pero todos sus aparentes defectos suman un carisma imponente a su aura de persona experimentada, de guerrera veterana, de ser misterioso.

No hay arrogancia en su paso, sólo la concentración de cualquier visitante interesado. No se deja distraer por las miradas de quienes la reconocen, por el murmullo de que es objeto. Su seriedad elimina de antemano cualquier intento de turbación. Pero se le puede observar y seguir.

Y llegar con ella al siguiente piso donde la serie de retratos de Franz Gertsch le hacen emitir una pequeñísima sonrisa. Ahí está, enmarcada en dúos, con Robert Mapplethorpe, Bob Dylan, William Burroughs, Sam Shepard… el puro olimpo de la contracultura contemporánea. Son fotos en blanco y negro, dimensionadas por la fama de cada acompañante.

Pasa después a los dibujos de gran formato que creó como reacción al fatídico 11 de septiembre, el 11-S. Los cuales abrevan en la imaginería del pintor Peter Bruegel, donde describe a su manera (y con la inscripción de textos de su poemario Babel) la destrucción de las torres neoyorkinas (emblematizadas por la referencial torre bíblica: su particular arcano en la irradiación del conocimiento). Subrayando además la soberbia humana.

Revisita en otro muro sus propias fotografías, las cuales han ilustrado portadas y contraportadas de LP’s y booklets de CD’s. Objetos que le son caros a sus quimeras y vislumbres. A continuación desvía la mirada y dirige sus pasos hacia el habitáculo con la instalación realizada por Ann Demeulemeester, en la que ésta exhibe una colección de ropa diseñada con textos del libro Woolgathering, publicado en 1992.

Ante ella saca una pequeña libreta de una de las bolsas de su chamarra, un bolígrafo, y hace anotaciones breves. Blusas, camisetas, faldas, pantalones, mascadas, sacos, conjuntos, sombreros, etcétera, convertidos en páginas para su escritura.

Posteriormente, regresa a la mitad de la sala para apreciar todo lo que se encuentra en la mesa larga y bajo el cristal: manuscritos originales, cartas, portadas de discos, fotos familiares, libros publicados y parafernalia diversa sobre su figura mayor, Arthur Rimbaud. De cerca, muy de cerca, observa el estado de cada objeto prestado por ella a la exposición. Cosas que hablan de sus cuatro décadas en la escena bohemia y musical. Muchos pasajes memorables, pero sin la carga nostálgica que eso pudiera sobrellevar.

Al contrario. La colección subraya su dinámica vital y el espacio reservado para la anexión de muchas otras cosas que en el futuro producirá esta cantante, compositora, poeta, fotógrafa, pintora, performancer y activista política (contra la guerra y a favor del medio ambiente). Una mujer que a sus pasados 70 años aún le agradece a su fallecido amigo Robert Mapplethorpe haberla animado a dibujar, incluso antes de escribir y componer: “Parece que respondo desde distintos impulsos y no puedo predecir de qué forma voy a reaccionar ante la realidad que se me presenta”.

Ese impulso y la obra consecuente hoy tiene un sitio permanente en el Museo Andy Warhol de Pittsburgh, y ha sido invitada asimismo a los de Filadelfia, Munich, Ferrara, de Arte Moderno de Nueva York y al Van Beuningen, de Rotterdam, del que sale Patti luego de despedirse de quienes lo dirigen, para reunirse a continuación con su representante y un pequeño grupo de personas.

Un mediodía húmedo y nublado la acompaña rumbo al estacionamiento, mientras yo me quedo pensando que contra la grisura de un día no hay nada mejor que la poesía en las paredes y las apariciones mitológicas; que para la reafirmación de un culto sólo basta un instante luminoso, como éste.

PATTI SMITH (FOTO 3)

VIDEO SUGERIDO: Patti Smith – Rock N’ Roll Nigger (1979) Germany, YouTube, (PretzelFarmer)

 

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ROCKBITCH

Por SERGIO MONSALVO C.

ROCKBITCH FOTO 1

 OFICIANTES  DEL SEXO

“¡Vamos a restituir el sexo al lugar que le corresponde!” Ésa fue la consigna que lanzaba el grupo británico Rockbitch al iniciar sus conciertos. Compuesto hacia el final de su existencia por seis mujeres, presentaba una combinación casi perfecta entre punk celta, goth metal, industrial y porno.

Las actividades sexuales en todas sus variantes (con un menú de penetraciones diversas y sadomasoquismo) no se limitaban a las integrantes del grupo. El público también era involucrado en esta forma única de teatro total.

A la mitad de sus presentaciones se otorgaba completa libertad de actos al ganador del «Condón de oro» lanzado entre los asistentes. Quien lo atrapara podía ocuparse sexualmente de Luci, la esclava y bailarina, por el tiempo que durara una pieza.

Sin embargo, al finalizar la presentación el aquelarre no terminaba, porque el grupo invitaba a “dos hombres y a todas las mujeres posibles” a participar en una orgía multitudinaria tras bambalinas. Minutos después las integrantes se repartían a los groupies y el circo comenzaba. Un concepto totalmente interactivo.

Rockbitch validaba con actos promesas que grupos como las Runaways y Vixen nunca cumplieron. Para empezar, Julie, la cantante; la tecladista Nikki; la baterista Jo; Bitch, la bajista, y la requintista Babe tocaban con los senos al aire, esta última también sin pantaletas. Uno de los temas que interpretaban, “Fistfuck”, aclaraba el porqué. Primero el dedo de un espectador se perdía entre sus muslos, luego eran dos, tres, cuatro y al final todo el puño.

En la primera pieza de los conciertos Luci, la bailarina y “puta del podio” (como era anunciada), se acercaba a los músicos, sometiéndose con visible agrado a todo tipo de intimidades sexuales. Pero el sexo no se restringía sólo a las integrantes, como ya dije. La palabra “guitarlick” adquiría un significado nuevo cuando la cabeza de un espectador desaparecía entre las piernas de Babe.

Y aunque pudiera tenerse la impresión de que el contenido musical del programa era pasado por alto, hay que decir que los grooves de la bajista (con un instrumento sin trastes) hubieran encontrado cabida en cualquier grupo importante; que las guitarras y las voces eran muy sólidas; que la mezcla musical entre los Red Hot Chili Peppers, Rush y Cult no era para menos y que muchas de sus canciones resultaban muy pegajosas.

Y ya que mencioné lo pegajoso, las integrantes mantenían además una forma interesante de comunicación entre ellas y el público: a los fans que después del concierto se les acercaban para pedirles una uña para la guitarra, se las daban después de habérsela pasado por el sexo para imprimirles una firma personal. ¿Acaso no habían pasado los tiempos en que los admiradores no se conformaban ya con una firma manuscrita?

Como apunté, Rockbitch empezaba sus presentaciones con la afirmación: “Vamos a restituir el sexo al lugar que le corresponde”. Esto es, en el rock, dentro y fuera del escenario. Muchos grupos adoptan un comportamiento desenfrenado en el podio, pero al bajar de él se comportan como personas comunes y corrientes. Ellas no. Formaban un rebaño orgiástico en el que de manera constante se estaban brindando satisfacción sexual. Cuando salían de gira llevan consigo a todas sus amigas y amigos.

VIDEO SUGERIDO: RockBitch Breathe (Dance from the Zombie), YouTube (Oleg Koretckiy)

El grupo surgió en 1992 con el nombre de Red Abyss y era una especie de organización de groupies. La banda como tal fue organizada por Bitch, la bajista. El único anuncio que pusieron en la prensa fue para buscar quien tocara los tambores: “Se busca a baterista lesbiana excéntrica para un grupo que vive en comuna, con visos de culto”.

En efecto, la suya era (es todavía) una comuna matriarcal, una secta pagana que pone gran énfasis en la sexualidad femenina: la vagina como fuerza creativa del universo.

Tardaron años en convertirse en la comunidad que formaban, la cual les permitía expresarse de manera tan satisfactoria. Babe trabajaba en la industria del sexo, como prostituta y haciendo striptease, al igual que Nikki y Luci. Julie, a su vez, era prostituta para mujeres (era completamente lesbiana). Todo el dinero que ganaban lo metieron al grupo.

ROCKBITCH FOTO 2

 

Se dedicaron de lleno al espectáculo rockero como Red Abyss (en ese entonces un hombre al que apodaban The Beast también era parte del grupo). Al año cambiaron de nombre (el integrante masculino salió de la formación un poco después, pero se dedicó a labores de promoción y producción para el grupo).

Decidieron juntar la música y el sexo. Eso fue a principios de 1996. El grupo se constituyó como elemento de un culto sexual. Como Rockbitch creían que el orgasmo es la energía creativa original del universo. Para ellas, el big bang fue un orgasmo. De ahí surgió todo.

En el podio querían mostrar que la música y el sexo eran la misma cosa. Con su ceremonia primitivista el público reaccionaba con espanto o excitación. Se comunicaban con él en un nivel elemental, físico, animal. Cada presentación era un rito arrebatador. El rock, entre otras muchas cosas, ha sido creador de ilusiones en lo que se refiere al sexo. Con Rockbitch se hicieron realidad muchas fantasías.

Estaban para mostrar la sexualidad femenina desenfrenada, la cual se encontraba vinculada indisolublemente a su música. Era su manera de vivir: “Nosotras, la Diosas de la Fornicación, utilizamos nuestra sexualidad individual y la del grupo para mostrarle el camino al mundo. Tan sencillo es, y a la vez tan complejo”, dijeron.

Estas damas tomaban su vida sexual tan en serio como su música. No resultaba extraño si se cae en la cuenta de que su comuna tenía bases religiosas. Su religión se llamaba The Craft. Era originaria de la Edad Media, se movía por los terrenos de la brujería y era una doctrina matriarcal.

En 1324 surgieron varias ramas de la misma. La de ellas tenía sus propias revelaciones. Una de las cuales era realizar un fistfuck en el escenario. Meter el puño dentro de una vagina. Era el principio del círculo al que llamaban “El Dragón”. Bastaba para que la gente se concentrara en ese punto y las alimentara con su energía.

De manera soterrada evangelizaban y contagiaban sus ideas sobre esta doctrina. Rockbitch era una religión que se contagiaba por vía sexual y con un ritmo metálico. Pasearon sus rituales por toda Europa. Con el rechazo y la censura en algunos países, que las vetaron (Alemania, Escocia, Italia, España, Finlandia, Eslovenia, República Checa y Estonia) y otros que las restringieron a un solo lugar y escenario (Francia, Suiza, Países Bajos, Suecia, Dinamarca).

Obviamente tales actos bizarros no le iban a pasar desapercibidos a las autoridades británicas, que lanzaron una cruzada contra tal espectáculo y no dejaron de atosigarlas y perseguirlas, vía la Interpol, hasta lograr la desbandada en el año 2002. Estas mujeres dejaron como testigos de su presencia: la lucha por la libertad sexual femenina absoluta, una escasa discografía, algunos videos y varios documentales para la BBC y la Fonoteca Neerlandesa.

Varias de ellas continuaron el proyecto con otro nombre (MT-TV, aunque sin desnudos ni actos explícitos), mientras que otras se fueron a integrar nuevas formaciones (Syren). En el año 2012 murió Jo (la baterista y bajista), una de las principales creadoras de su sonido.

La transgresión fue su consigna. Ningunearon lo oficialmente permitido o tolerado, provocaron y exhibieron su ideario de la manera más libre y cruda. Finalmente, ninguna definición posible se podría aplicar a este grupo británico de música y performance, que nació como símbolo de la sexualidad femenina extrema llevada a los escenarios sin ningún tipo de cortapisas.

Discografía y videografía parcial: Luci’s Love Child (como Red Abyss, 1992), Rockbitch Live In Amsterdam (1997), Bitchcraft (Live and Documentary video, 1997), The Bitch O’Clock News (Reports and videoclips, 1998), Motor Driven Bimbos (1999-2001), Psychic Attack (2002) y Sex, Death and Magick (Live/video documental, 2002).

ROCKBITCH FOTO 3

VIDEO SUGERIDO: Rockbitch – Eveline, YouTube (WhiteWolfStoryTeller)

 

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ROCKABILLY

Por SERGIO MONSALVO C.

ROCKABILLY (FOTO 1)

LA TERCERA OLA

Surgió con el nuevo siglo una diversidad hipermoderna –llamémosle “natural”– como destino para los hacedores del arte: el vintage. La música aportó con esta vertiente la posibilidad de pasar de una escena a la otra en el tiempo y en el espacio, a discreción. Dejándole al escucha atento la oportunidad de reconocer el tejido original sobre el que se construía lo nuevo.

En esta era post Contemporánea –bisagra del calendario que va de la exégesis del consumo al despeñadero de la crisis económica–, se le puede definir como la exposición a la multiplicidad de cosas en concordancia con la manipulación del tiempo, sobre el espacio, en plena época digital.

Es por lo que optaron en los años cero del siglo XXI algunos grupos o solistas que han querido distinguirse de la masa (del mainstream), siguiendo un camino que permite reconocer cada uno de los elementos que integran lo recién creado. Dentro de esta corriente se encuentra la considerada “Tercera Ola del Rockabilly”.

Al utilizar tales grupos el hipermodernismo como herramienta estética nunca se sabe qué sorpresas deparará el pasado inmediato, como el siglo XX que fue extraordinario al ofrecer su variedad de imágenes y cantidad de experiencias. La de este subgénero musical, de medio siglo, es una que surge y resurge porque ahí está la raíz de mucha música actual. Es como el barro crudo con el que toda tribu empezó a dar a conocer su propia cultura y civilización.

Se trata de un fenómeno global en la música. Y en él está ensamblado el vintage cincuentero como una postal sonora de parte de la fragmentación con la que está construida nuestra realidad actual: llena de chamarras de cuero, colas de caballo, vaselina, el look de las pin ups, la ropa interior femenina que destaca la silueta y el 4×4 primigenio que evoca y provoca; que reflexiona sobre lo cotidiano mientras entretiene y recuerda.

La mitología de la que se nutre el rock le otorga el mayor mérito a toda desmesura y a las explosiones del genio individual, sobre todo a aquello que refleje el barullo mental y emocional que se transpira siendo de naturaleza airada.

Y su constante desde siempre ha sido la necesidad de expresarse, del descubrimiento de cómo hacerlo, de lo dinámico y de lo bárbaro que dicha necesidad conlleva: la misión de hacer visible la intuición absoluta, la emoción de vivir el aquí y ahora para siempre, y su revelación no acepta más que la libertad expresiva también. Así se ha nutrido tal mitología y la de los subgéneros en igual medida.

El nuevo siglo, hacia el fin de su primera década, ha aportado una prometedora tercera ola del rockabilly que se alimenta de todo aquello a su manera y, como decía al principio, con su propia estética; retro, vintage o revival. Y es de nueva cuenta Europa la que envía un mensaje de novedad (así como lo hizo con la segunda ola: Stray Cats, The Jets, Matchbox, The Meteors, The Go-Katz, et al) con festivales anuales en distintos puntos cardinales de su geografía y decenas de grupos tocando en ellos o en bares o clubes del continente.

El que se pretende un tsunami musical comienza en Portugal con representantes como The Tennessee Boys o The Mean Devils; España con The Beerbellys, Megatones o Insaciables; Francia con Earl & The Overtones, Jack Face & The Volcanoes; Los Países Bajos con Mischief; la Gran Bretaña con The Cordwood Draggers, Omar & The String Poppers o Kitty, Daisy & Lewis e Imelda May y Alemania con The Round Up Boys, Jesse Al’Tuscan y, sobre todo, los ejemplares The Baseballs.

Estos últimos obtienen el reconocimiento como alquimistas hipermodernos al saber convertir la basura en oro. Como lo demuestran en un disco como Strike, en donde con pasmosa facilidad llevan recientes éxitos del pop al terreno del swing, el rockabilly o el doo woop, y hacen que se olviden las canciones originales para beneficio del medio ambiente.

The Baseballs son tres genuinos rockers alemanes con un muy divertido álbum de hits. Con versiones entre las que podemos encontrar «Umbrella» de Rihanna, «Hot N Cold» de Katy Perry o «I Don?t Feel Like Dancing» de Scissors Sisters, entre muchas otras. Y así, bajo la sombra más reconocible de Buddy Holly, Elvis Prestley, Jerry Lee Lewis o The Impressions, se puede disfrutar de una música que surgió en la más definitiva “incorrección”.

The Baseballs mezclan el ayer con el hoy en una divertida combinación bajo el prurito psicológico. que abarca a muchos ejemplares de las recientes generaciones, de la nostalgia por lo no vivido. En este caso un momento de la historia musical de antaño con el cual están totalmente identificados, pero adaptando su gusto por lo de hogaño. Un tinglado refrescante.

ROCKABILLY (FOTO 2)

Otro grupo representativo de esta nueva etapa es el trío británico de Kitty, Daisy & Lewis. Muy bien dimensionado este trío de hermanos, cuyas edades fluctúan entre los 17 y los 22 años, que para empezar se sitúan con los lineamientos que caracterizaron a la edad de oro del subgénero.

Ellos son hijos de Greame Durham (ingeniero de producción y guitarrista de sesión especializado en el country) y de Ingrid Weiss (ex baterista del grupo postpunk The Raincoats). Los tres son multiinstrumentistas (ukulele, banjo, percusión, acordeón, armónica, las guitarras: steel y acústica, trombón, piano y xilófono) y se intercambian en la primera voz, según el estilo que vayan a interpretar.

Sacaron al mercado tres exitosos sencillos (“Honolulu Rock-a Roll-a”, “Mean Son Of A Gun” y la clásica “Going Up The Country”) y finalmente el disco debut que lleva sus nombres por título: Kitty, Daisy & Lewis.

Además de lo mencionado, los hermanos Durham poseen la característica de exponer y grabar su música de manera análoga, monoaural y de plasmarla en vinil de 45 y 78 rpm, tal como se hacía más de medio siglo. Todo esto los ubica, al igual que a The Baseballs y un sinúmero de grupos de esta tercera ola, en la estética vintage de lo musical y de la imagen.

En lo musical sus influencias se remontan a los primeros instantess del rockabilly, el cual fundamenta sus raíces en las tempranas grabaciones de la segunda década del siglo XX, de cuando el country bebía de la fuente del ríspido blues y luego en los siguientes años con la amalgama del western swing (la voz campirana unida al dobro –con influencia hawaiana– y al sonido de las grandes bandas), el boogie y el iniciático rock & roll.

De cuando Elvis Presley cambió el rumbo de la mísica en los estudios Sun Records al mezclar el country (hillbilly) con el temprano r&r de Bill Haley, y de ahí el nombre del subgénero. Con un estilo de guitarras veloces, con un ritmo nervioso, con acento en el beat (mediante el hit hat de la percusión), remarcado con una distintiva línea de bajo hecha con la mano abierta en las cuerdas del contrabajo (el famoso slap); de cuando técnicamente, la voz se matizaba con el hipeo (o hic up del vocalista).

De Dublín, Irlanda, ha brincado a la pasarela la cantante Imelda May, que lleva casi 20 años recorriendo los clubes de las islas británicas y media Europa. Empezó con 16 años y ha sido un largo camino. En el 2005 publicó su primer álbum  No Turning Back, en 2008 el segundo, Love tattoo y en el 2010 Mayhem, el tercero.

Su mezcla de rockabilly, swing y jazz, su estética cincuentera y el sincero amor que destila por la época de los pioneros llamaron la atención de Jools Holland. El músico y presentador de televisión británico la llevó a su programa y, después, de telonera en una gira que terminó con un concierto en el Royal Albert Hall londinense.

Imelda siente una gran fascinación por la cultura popular estadounidense de los años cincuenta. «Mi música es una mezcla de todo lo que amo. Está influenciada por lo que escuchaba de niña. Uno de mis hermanos oía mucho rockabilly, Buddy Holly, Gene Vincent, es la banda sonora de mi infancia”. Ese estilo parece haberle proporcionado una perspectiva nueva. Parece haber dado con la piedra filosofal para sonar exactamente igual que sus modelos, pero al mismo tiempo no ser retro.

May se curtió en los clubes de burlesque, esa especie de cabaret erótico de los cincuenta que la actriz Dita Von Teese, ha sacado del pasado y convertido en moda. Cantaba mientras las chicas hacían su espectáculo. Todo muy divertido. Le encantan los abrigos de imitación de piel de leopardo y los peinados ad hoc.

Asimismo, son las generaciones de músicos franceses que crecieron en los ochenta y noventa las más curiosas con ese tipo de música. La única razón para ello es la más sencilla: porque la música es buena. La lista de los inscritos en ella es larga y entre los más destacados están: Easy Lazy and His Silver Slippers, The Hot Rocks, Liquor and Poker, Rockspell, Carl and the Rhythm All Stars o Long Black Jackets, entre otros.

Estos rockeros galos han detectado que los gustos del público son como un columpio, van hacia delante y hacia atrás. Y hasta cierto punto, el paso atrás es fundamental, porque hay que conocer la historia para valorar el presente: y eso vale para los que fabrican muebles o los diseñadores de cosas. La música tal y como la conocemos hoy no existiría si no fuera por el rockabilly.

Los retrovanguardistas franceses son devotos globales de aquella música, que hoy se reproducen sin prisa, pero sin pausa. Mezclan música con el surf en busca de lo vintage que le han escuchado a Tarantino en sus bandas sonoras. Es una nueva época internacional de búsqueda de raíces en la música y todo lo que la envuelve.

La llegada de esta ola fanáticos de la estética vintage cincuentera es palpable en los festivales de rockabilly que se dan en Europa, por no hablar de todo lo semejante que sucede en el Lejano Oriente, entre otros lugares. Es gente heterogénea que fluctúa de entre los 25 y 50 años de edad, aunque los hay por debajo y por encima de ella. Gente cuya apariencia está estudiada con precisión y que podría formar parte de una escena de filmes como Grease o West Side Story.

Hoy escuchamos de nueva cuenta todo eso, en una afanosa búsqueda de aquello, de una identidad a gusto en las variantes revival de la vestimenta y las actitudes: de los teddy boys a James Dean; de los moños en el pelo a las faldas entalladas; de la mezclilla de tubo a la encarnación del rebelde brandoniano. Un retrofuturismo que efectivamente indica la llegada de una tercera ola del rockabilly.

ROCKABILLY (FOTO 3)

 

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