ROCK Y LITERATURA: FRANZ KAFKA (II)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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El escalón subsecuente en el devenir kafkiano se da desde 1914, cuando el aspecto jurídico constituye la estructura del mundo modelo de Kafka. Los momentos culminantes de este periodo creativo se dan en la novela En la colonia penitenciaria (escrita en 1914 y publicada hasta 1925), dramatizada en varias ocasiones lo mismo que llevada al cine.

En la primera, el autor dibuja, con base en la jurisdicción y una última ejecución según el «viejo» sistema, el deslizamiento de un concepto sumamente cruel y medieval de la vida y de Dios, en el cual el sufrimiento y la muerte tienen sentido, no obstante, y donde la vida termina, por lo tanto, con la salvación, hacia una nueva actitud «humana», la cual no reconoce un sentido superior y por lo tanto se expresa en el monótono proceso laboral de las masas y en el placer desalmado de los privilegiados y ya no sabe asimilar la muerte.

En El Proceso, Kafka endurece la frase esencial del viejo comandante de la colonia penitenciaria: «La culpa siempre está más allá de la duda». Josef K. (en el manuscrito original figuraba inicialmente, en lugar de este nombre, «yo» a secas), un funcionario bancario, es arrestado sin conocer al tribunal ni la acusación, pero también sin ser detenido; es decir, es arrestado debido a los errores cometidos en forma consciente o inconsciente por el simple hecho de existir, errores en su propia existencia, frente a los otros hombres y frente a un sentido más elevado (desconocido para él).

Puesto que no quiere aceptarlo, se rebela contra las declaraciones de culpabilidad y procura defenderse por todos los medios, lo cual lo introduce

más profundamente en la culpa existencial. Precisamente por ello no encuentra el verdadero sentido de la vida humana; ya no satisface las exigencias de su trabajo, pierde la posibilidad (quizá á salvadora) del amor, es ejecutado al final y muere «como un perro».

En la siguiente etapa productiva su imaginación se vuelve más libre, sin perder la validez de los modelos o la consecuencia en la realización literaria.  En 1916-1917 produce los cuentos publicados dos años después dentro de la colección Un médico de provincia, entre ellos el cuento que da el título.

En éste se retrata el fracaso del médico que no logra reconocer la verdadera «herida» del hombre. Asimismo, el cuento «Informe para una academia», en el que la teoría de la evolución de Darwin se resume en forma sumamente irónica mediante la transición de un solo simio a «hombre».  Éste pierde cada vez más su libertad y se ve atado en creciente medida a los aspectos superficiales, proceso en el cual lo castigan duramente los supuestos avances de la civilización. En los cuentos el humor encuentra su sitio, sin menguar por ello la falta de solución a la situación humana.

La impresión del encuentro con Milena da nuevo impulso a su productividad tras un periodo perdido por deficiencias físicas. Trabaja en una forma concisa hasta entonces no lograda y realiza el modelo de la parábola. No obstante, el intento de Kafka por alcanzar la gran forma conduce al intento de escribir una novela más significativa y enigmática: El Castillo (de 1921-1922 y publicada hasta 1926), aunque fracasa en el sentido de que no pasa del fragmento.

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En éste el protagonista K. ha abandonado a su mujer e hijo, a su medio acostumbrado y profesión, para atravesar el desierto invernal y convertirse en empleado del conde Westwest. Puesto que llega al pueblo muy tarde, ya no puede desplazarse hasta el castillo. No llegará nunca a él. Todo en la narración reviste un simbolismo: la situación más elevada del castillo; el humilde sometimiento de los habitantes del pueblo frente a los funcionarios más insignificantes del castillo; el hermetismo sin salidas del aparato burocrático del conde, cuya jerarquía y función nadie conoce, ni siquiera los propios empleados.

  1. da principio a una lucha sin posibilidades: por el reconocimiento de su empleo; por una conversación con un superior; por la admisión al castillo y el acceso a sus instituciones, lo cual le permitiría reconocer su situación y, de esta manera, a sí mismo.

Cuando no obtiene éxito alguno en esta lucha directa con los poderes absolutos y universales, sino que sólo parece alejarlo cada vez más de su meta, trata de avanzar hasta los poderosos a través de los distintos integrantes de la comunidad pueblerina. Sin embargo, tampoco halla un verdadero acceso a ésta. Los diversos encuentros con los funcionarios, por otro lado, también resultan negativos, porque K. busca lo importante en el lugar no indicado y no se da cuenta de lo esencial.

Nada en el texto y en la obra total de Kafka permite pensar que el escritor haya concebido un final feliz para su protagonista. El mundo nunca puede ser comprendido por el individuo; éste, finito y limitado, no podrá integrarse al mundo felizmente.

Este fragmento muestra la conducta humana dentro del total de los poderes sobreindividuales. La integración en un todo comprensivo no es permitida al hombre en esta vida. Dichas cuestiones se plantean dentro de la cotidianeidad de un pueblito y serían exactamente iguales en otras capas sociales. Por lo tanto, este gran fragmento narrativo contiene un cosmos que eleva los acontecimientos y situaciones comunes a figuras de suma trascendencia, en el sentido parabólico, simbólico y metafísico, mediante la ligera enajenación.

La última fase creativa de Kafka produce el librito Un artista del hambre (publicado en 1924) y las piezas en prosa escritas en forma paralela y no publicadas. La tentativa de dar expresión a un cosmos total se abandona frente a temas más concisos.

Por otra parte, Kafka logra realizar su intención. La expresión artística alcanza un equilibrio perfecto entre lo significativo y lo conceptual. Existe el dominio de los recursos lingüísticos y estilísticos y una nueva libertad narrativa se pone de manifiesto en el humor reservado que ayuda a superar la tensión y el solipsismo de las obras anteriores.

Autor de una sensibilidad inconmensurable, que se detiene ante la eterna interpretación de circunstancias nimias, Franz Kafka representa la encarnada expresión del destino interno de nuestro tiempo. Es un retrato jubiloso, pues en sus obras nuestro mundo se extingue para alumbrar un oculto significado.

En Kafka, cuyo nombre ya figura entre los mejores narradores de la literatura, se muestra la persistencia en el inverosímil ambiente pequeño burgués de la moderna vida ciudadana, junto con un profundo cambio interior y formal de la angustia misma.

Lo dicho: el rock recurrió a Kafka para comprender la transformación personal de sus individuos en el ejercicio genérico, para matizar la experiencia de la metamorfosis expresiva en las obras; lo hizo para mostrar al sistema, sus burocracias y sus (pre)juicios, que lo señalaron culpable de barbaridad, de divulgar la maldad, de imperialista, de satanismo, de anarquía, de antinacionalista, de perversidades infinitas, y todo lo que se le ocurriera a los torquemadas del momento, de un signo u otro (diestro o siniestro). Kafka lo mostró, el rock lo leyó, llevó y lleva a cabo sus batallas, y en medio de ellas descubrió en el autor la lucidez de su pensamiento ante las arbitrariedades sistemáticas de un mundo absurdo.

VIDEO: Kafka Band: Grab/Hrob/The Grave (Official Video), YouTube (Kafka Band)

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LOS EVANGELISTAS: ROBERT PALMER

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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ADICTO AL AMOR

 

En el álbum, Don’t Explain (1991), Robert Palmer tuvo la idea de incluir canciones ajenas por completo a los intereses comerciales del momento y que además nadie se tomara la molestia de promocionar en la radio, a excepción del sencillo «I’ll Be Your Baby Tonight». Crónica de una muerte anunciada para un disco rompedor y picota para el artista ante la industria. Así se las gastaba Palmer.

El proyecto original del álbum era de puro material jazzístico.  Palmer ya tenía grabadas 12 canciones con el veterano músico y productor Teo Macero (de 65 años) cuando se acordó de otra idea aún más antigua: reunir versiones (cóvers)  de los más diversos estilos en un solo disco.

Las piezas de jazz que no fueron incluidas en éste serían presentadas por Palmer en una película de una hora que tenía planeado realizar, con el mismo título de Don’t Explain.

Las interpretaciones de piezas originales de Billy Holiday («Don’t Explain») y de Nat King Cole («You’re So Desirable») significaron para Robert Palmer una especie de regreso a sus propias raíces musicales. Durante su infancia, que transcurrió en la isla mediterránea de Malta, la estación que escuchaba era la de los soldados estadounidenses apostados ahí. En la adolescencia escuchó a Otis Redding y Wilson Pickett y a los 16 años se dedicó a cantar soul.

Posteriormente radicado en Suiza, este músico continuó con su política de no detenerse ante nada.  En Don’t Explain efectuó un turismo estilístico atrevido, desde un heavy rock metálico hasta cantos africanos e influencias de los Beatles, pasando por reggae, calypso, jazz y soul.  Bob Dylan («I’ll Be Your Baby Tonight»), Mose Allison («Top 40»), Billy Holiday («Don’t Explain»), Marvin Gaye («Mercy Mercy Me»), Otis Redding («Dreams to Remember»)…

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Evidentemente, Robert Palmer era un artista aparte.  No hizo nunca caso de las modas, pues con frecuencia él era quien las lanzaba. Después de popularizar el techno-pop, radicalizó su música. Primero suavemente con Power Station, luego cada vez con mayor violencia hasta su anterior álbum titulado Heavy Nova.

Después de una pequeña autoconcesión con un Best of…, uno lo reencuentró después en su ambiente exacto, desde los primeros compases de «Your Mother Should Have Told You».  El riff es agresivo; el beat, implacable; y la voz, provocadora.  Esto se alarga por cinco canciones y luego de golpe llega «Mess Around».

A partir de ahí, cambia radicalmente de orientación. El ritmo se hace más lento, los sintetizadores resaltan y las influencias se van por lo caliente. Del lado de África para una «History» que hace recordar los coros de Ladysmith Black Mambazo; pasa por la memoria Otis Redding.

Luego se dirige a las islas del Caribe («Housework»), para terminar en el ambiente lleno de humo de los clubes de jazz. Sorprendente porque resume, de hecho, la naturaleza de alguien que se negó a encerrarse en las capillas musicales.  Y que quiso ofrecernos toda la paleta de sus gustos musicales. Sin necesidad de explicar nada. De ahí el título del álbum. Lamentablemente Robert Palmer falleció el 26 de septiembre del 2003, cuando aún tenía mucho que ofrecer.

VIDEO: Robert Palmer – Addicted To Love (Official Music Video), YouTube (RobertPalmerVEVO)

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DISCOS EN VIVO: AT THE MATRIX (BLUES PROJECT)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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EL MOSAICO PROGRESIVO

 

Blues Project fue uno de los grupos más importantes surgidos en los años sesenta. Eso parece un cliché, pero no lo es. Al contrario. Fue una banda, creada en el vecindario bohemio de Greenwich Village de la ciudad de Nueva York, que se formó en 1965 y tuvo una vida corta pero sustanciosa, y se dividió en 1967 formando nuevas ramificaciones que mostraron injerencia en la cultura musical en aquella época y una rica herencia para las posteriores.

Sus piezas se inspiraron en una gran variedad de estilos musicales. Entre ellos estaba el blues de Chicago (el más eléctrico, crudo y urbano), el jazz-rock (el de las fusiones primigenias) y el rock progresivo (tanto el que daba sus primeros pasos en la Unión Americana como en el Viejo Continente –en Inglaterra, Georgie Fame y Graham Bond habían hecho algún intento al inicio de la década). Esos tres fueron quizá los que más contribuyeron a su repertorio, tanto en el estudio como en sus actuaciones en vivo.

Hasta mediados de los años sesenta, más o menos, cuando el Blues Project se integró, los mundos del jazz y el rock se habían mantenido separados casi por completo. No obstante, conforme el rock se volvía más creativo y mejoraba el oficio de sus músicos; así como al aburrirse del manoseado hard bop algunos miembros del mundo del jazz –sin por ello querer limitarse al avant-garde–, los dos lenguajes empezaron e intercambiar ideas y, de manera ocasional, a unir fuerzas.

Para hablar de aquella fusión, pues, hay que remontarse al principio de los años sesenta. Algunos jazzistas se sentían atraídos artísticamente por el rock. Además, la presencia del género «nuevo», cada vez más popular, les estaba haciendo mucha competencia. Cuidadosamente empezaron a experimentar con él y luego, a implementarlo en sus interpretaciones.

La fusión combinó sobre todo la libertad y la complejidad del jazz con el carácter más directo y agresivo del rock. También en el aspecto comercial dio resultados, pues tuvo éxito entre el público del rock.

(Asimismo, otra forma más de fusión derivó del jazz de las grandes bandas de Duke Ellington, Count Basie y Stan Kenton. Grupos como Blood, Sweat & Tears, Chicago y Tower of Power, así como los señeros Electric Flag incluyeron una sección de metales, mediante la cual el sonido de la big band ingresó en el rock.

(El gran número de participantes en estos grupos y los gastos ocasionados por ello, sin embargo, en muchos casos impidieron una larga subsistencia. Algunos otros nombres más o menos conocidos de este periodo son Cold Blood, Dreams, Steps, Steps Ahead, los Brecker Brothers y el Buddy Miles Express, encabezado por el ex baterista de Jimi Hendrix. De Canadá se afiliaron Chase y Lighthouse).

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Así estaba el panorama cuando Blues Project apareció en la escena musical. De medirse sólo en términos de las listas oficiales de éxitos, su impacto tal vez parezca insignificante, pero el grupo se integró en la contracultura del rock de una manera por completo diferente: como un ardiente conjunto en vivo que se presentaba en los clubes de Greenwich Village.

Pero igualmente lo hacía en el campus de las universidades de los Estados Unidos donde se avalaba el avant-garde, la experimentación y toda forma de adelanto musical (gracias a las lecturas de los poetas beats), vía por la cual se convirtieron en invitados consentidos del naciente rock en las estaciones de FM que surgían por entonces. En resumen, tal grupo pertenecía al prestigioso underground neoyorquino.

Al desplegar sus considerables talentos musicales, Blues Project fue lo más cercano que Nueva York tuvo al sonido de la costa occidental de aquel país (en específico de San Francisco), por su psicodelia, virtuosismo y largas improvisaciones, que sólo estaban al alcance de músicos formados y conocedores del jazz más vanguardista.

La impresionante formación original estuvo constituida por Tommy Flanders (en la voz), Danny Kalb (en la guitarra), Steve Katz (guitarra, armónica y voz), Al Kooper (en los teclados), Andy Kulberg (bajo y flauta) y Roy Blumenfeld (en la batería). Todos ellos con un bagaje personal amplio, variado, expansivo, influyente y ubicuo. Es decir, siempre estuvieron (están) en el lugar indicado, en el momento indicado para hacer avanzar la música.

Una agrupación semejante sólo pudo haberse formado en los años sesenta. Musicalmente, sus gustos eran muy diversos. No existía una razón lógica por la cual cinco músicos de orientaciones tan diferentes debieran hallar un fundamento común, pero el grupo Blues Project fue más sólido y explosivo que la mayoría de antes o después de ellos. Bajo la dirección del guitarrista Danny Kalb soltaban la carga sobre un blues eléctrico en el que se incorporaba un poco de jazz y bastante rock progresivo básico.

Al principio tocaban para un público compuesto por los outsiders, marginales y asiduos de la Bleeker Street (quizá una de las calles más icónicas en la historia del rock por sus clubes y tiendas especializadas de discos, un tabernáculo del género) y la Universidad de Nueva York, en un club llamado Café Au Go Go (lugar de encuentro del temprano Andy Warhol, los nuevos cantautores, bandas de rock y directores y actores del teatro off y off off).

El primer álbum del grupo, Live at Café au Go Go (1966), documentó una sesión típica y candente en dicho lugar, al igual que At The Matrix (de la misma época). Sin embargo, la obra maestra del grupo fue Projections (1967), en esencia su único álbum de estudio (producido por el destacado Tom Wilson para la compañía Verve y con las fotografías de Jim Marshall, es decir: la cosa era importante).

El álbum fue un libre mosaico de blues, jazz, folk y rock and roll. Se trató, en retrospectiva, de uno de los productos no sólo musicales, sino culturales, más significativos de los años sesenta, un verdadero crisol, al que la generalidad aún no estaba preparada. Tuvieron que pasar otros cinco años para que se comprendiera su magnitud, para entonces Blues Project ya se había disuelto en infinidad de proyectos sustantivos y trascendentes por cuenta propia.

El último álbum grabado por el grupo con su alineación original fue Live at Town Hall, editado en 1967 al poco tiempo de que Kooper dejara al grupo. Kooper formó entonces la banda Blood, Sweat and Tears, a donde lo siguió Steve Katz. Kulberg y Blumenfeld, por su parte, mantuvieron al Blues Project con vida para un álbum más, Planned Obsolescence (1968), antes de cambiar el nombre del grupo a Seatrain.

Danny Kalb se perdió de vista por un tiempo después de un mal viaje de ácido y luego reapareció a comienzos de los setenta, para encabezar una nueva versión del Blues Project con duración de dos álbumes con la compañía Capitol. El efímero primer cantante del conjunto, Tommy Flanders, a quien puede escucharse en algunos de los tracks del Café au Go Go, a continuación grabó un LP con sabor a folk para Verve, The Moonstone, el cual se convirtió en un objeto de culto.

A excepción de la versión en vivo de la pieza «Flute Thing» incluida en el   álbum titulado The Blues Project/Projections (Verve), todos los tracks de dicha colección provienen de discos o sencillos grabados por el Blues Project original para Verve entre 1965 y 1967. La versión en vivo de «Flute Thing» fue tomada de la reunión del grupo en 1973, plasmada en Live in Central Park, pero no fue incluida en el álbum doble que registró dicho evento. Desde entonces, Blues Project se presenta con algunos de sus antiguos o recientes miembros de forma esporádica y con efectos semejantes.

VIDEO: The Blues Project – A Flute Thing – 06-18-1967 – Monterey Pop Festival – Monterey, Ca., YouTube (SnookyFlowers)

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PRIMERA Y REVERSA: EVERYDAY (THE CINEMATIC ORCHESTRA)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Desde sus primeros pininos (Motion, 1999) quedó claro que Jason Swinscoe y su Cinematic Orchestra no era un proyecto más que tomaba al jazz como fundamento para los sonidos contemporáneos.

Más bien trataba de desarrollar el jazz apoyándose en la tecnología, por un lado, y en un conjunto entregado a la improvisación, por otro.

Antes de las sesiones de grabación para Everyday (Ninja Tune, 2004), por ejemplo, Jason y el bajista P. J. France compusieron una estructura de canción con verso y coro, y luego la banda improvisó en torno a ello, con Luke Flowers en la batería, John Ellis en el teclado, Patrick Carpenter (DJ Food) en las tornamesas y Tom Chant en el saxofón. El álbum resultó en un todo híbrido, reflexivo y espontáneo.

VIDEO: The Cinematic Orchestra – Everyday, YouTube (logansaan)

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LONTANANZA: ART-ROCK Á LA OBEL (MYOPIA)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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La gama de la cultura musical que nos ha tocado vivir en las primeras décadas del siglo XXI, va de lo unidimensional, tradicionalista y conservador (retro, revival, vintage), con lo mucho importante que ello conlleva de rescate, evocación y referencia, hasta el otro extremo en donde está el avant-garde y sucedáneos (en distintos campos) con la vista al frente.

 

El avant-garde (con todos los neos que sean necesarios, lo progresivo, lo mix y el art-rock, que ya entra en su sexta década de existencia y evolución).

Un camino que no sabe de paradas o descansos. Que intuye que cuando una veta ya se ha agotado por el uso y desgaste hay que cuestionarse: ¿Y ahora, qué? ¿Hacia dónde? ¿Con qué materiales? ¿Bajo qué estética?

El vanguardismo al que me refiero es aquél que sabe que la cultura del rock es como un gran conglomerado en el que la música sólo es una de sus partes, y el resto conformará el todo el tinglado artístico relacionado con ella: literatura, cine, pintura, teatro, arquitectura, danza, performance, al igual que los enlaces con las humanidades, las ciencias sociales y las exactas.

La interpretación que cada artista haga de tal vanguardismo dependerá de su grado de preparación, de sus conocimientos, de su mística, de su capacidad analítica y la aplicación que haga de ello en la experimentación musical interdisciplinaria. En esta ruta está inscrita la obra de varios hacedores noveles.

El avance de las ideas que se aplican a la creatividad en la nueva música electrónica y sucedáneas sólo llega a través de la necesidad por la experimentación con las máquinas, por la curiosidad por plantear preguntas genuinas e interesantes y la tozudez para responderlas.

Para hacerlo se requiere de ser seriamente creativo y no adaptarse a aquella acomodaticia plegaria por un mundo que sea lineal y estable. Porque no lo es. Las máquinas forman parte de todas las culturas humanas. Sin ellas, la humanidad no sería como es ni lo que es.

Dentro de la música electrónica, la experimentación tiene una tradición propia y muestra puntos de coincidencia con la música clásica moderna, en especial con la música concreta, basada en sonidos, y otros campos de vanguardia.

Por una parte, el estilo ambient corresponde a una evolución musical vieja e independiente, mientras que por otra se ha convertido en un terreno de juegos muy frecuentado por los productores de techno de la actualidad: el viaje más o menos amorfo por sonidos sin beats.

Al igual que en el techno, la gama de posibilidades abarca desde una esotérica mescolanza sonora producida por los teclados hasta ruidos esenciales de carácter minimalista.

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En tal evolución ha estado ligado el quehacer de la mujer desde hace muchas décadas. Sin embargo, la historia de ellas en la música electrónica aún no ha sido explorada en forma debida.

Entre todo el maremágnum sanitario, económico, social, cultural, etcétera, que produjo el Corona virus, quedó inmerso como acontecimiento musical importante: el álbum más interesante del año 2020, Myopia, de la compositora, pianista y cantante Agnes Obel. Sublime ejemplo de lo que en esta época significa el avant-garde.

El avant-garde es ese subgénero que reúne las obras, los talentos y capacidades más exquisitas y sofisticadas de los hacedores musicales insertados, invitados o huéspedes permanentes de la cultura rockera en plena expansión artística.

A ella se le ha catalogado dentro de diversos rubros del mismo: indie, nu-folk y barroco. Y sí, en todos ellos tiene cabida.

No obstante, todo ello queda sintetizado en el art-rock que ofrece de manera generosa en sus obras (con anteriores muestras como Philarmonics, Aventine y Citizen of Glass, aparecidas a lo largo de la década pasada).

Con todo lo anterior se comprueba aquello de que la música electrónica no es el producto de las máquinas sino de los seres humanos que aman las máquinas como instrumentos para la construcción de un lenguaje nuevo y significativo.

Myopia es un disco donde Obel se convierte en alquimista del sonido (con pianos, violonchelos, violines y xilófonos), experimenta en la manipulación del instrumento coral (utiliza octavadores, que convierten en abiertamente más graves o agudas las voces) o crea diversas texturas emparejadas con el clasicismo contemporáneo que late bajo sus piezas. Una maravilla sonora.

VIDEO: Agnes Orbel – Camera’s Rolling (Official Video), YouTube (Agnes Orbel)

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JAZZ: JOHN COLTRANE (VII)

Por SERGIO MONSALVO C.

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Con el hipermodernismo nunca se sabe qué sorpresas deparará el pasado inmediato al insertarse en el presente, porque el siglo XX (en cuyo inicio  arrancó la experiencia de las grabaciones) fue extraordinario al ofrecer su variedad de sonidos y la multiplicidad de experiencias que esto conllevó,  las cuales humanistas, científicos y artistas pusieron en la palestra y en cuyo final (de siglo, de milenio) puso a la tecnología  a disposición literalmente de todos (la democratización cibernética).

Producto neto del siglo XXI, el hipermodernismo propone una nueva forma de hacer y oír música: defiende la fragmentación, invita a cuestionar verdades del consumo cultural que hasta el momento se presentaban como «normales» o «naturales», da cabida a códigos de interacción antes restringidos entre las parcelas genéricas o temporales. Y a la vez, posee una elogiosa aspiración a reflexionar sobre la música (y la cultura) misma.

A todo lo anterior debemos sumar un rasgo que quizá le da ventaja sobre los anteriores estadios temporales (moderno y posmoderno). Mientras que los hacedores en aquellos momentos pretendían hacer algo «nuevo» y «único», los hipermodernos no tienen reparos en echar mano de las formas del pasado.

A éste lo reescriben, lo mezclan y sacan a la luz sus descubrimientos o ponen en evidencia sus limitaciones con él, pero también, y sobre todo, se apoyan  en sus logros. El hipermodernismo se erige así no en un puente entre el pasado y el futuro, sino en uno en el que ambas direcciones conviven al mismo tiempo.

En 1955, cuando John Coltrane se integró al grupo de Miles Davis, era un saxofonista en ciernes, participó en discos canónicos, pero su voz definitiva estaba todavía por llegar. Al lado del trompetista Coltrane tomaba los solos, pero la ausencia de confianza lo impelía a mirar hacia abajo, a buscar en el suelo aquel asidero por el cual clamaba en su interior. Aún no formaba del todo su filosofía, sabía que ésta debía girar alrededor de la música, pero no tenía todos los elementos conjuntados.

Incluso en las noches insomnes, cuando tomaba su saxofón, pero no lo soplaba, una miríada de sonidos se paseaba por su cabeza, los dedos atacaban las claves, ganaban agilidad, destreza, pero quedaban insatisfechos. Él escuchaba algo en su interior, pero no podía transmitirlo con fidelidad, no lograba atrapar ese sonido amorfo y traducirlo a música.

Ocho años después, si existe una clave interesante en el desarrollo del Coltrane jazzista, ésta no debe disociarse de la historia y la cultura del negro afroamericano. John primero volteó hacia el ghetto con una mirada local pero aglutinante; entendió que sólo a partir del entendimiento de la cultura en la cual estaba inmerso podía discernir el futuro, aunque para llegar a ese futuro, y sobre todo plasmarlo en sonidos, tuviera que retroceder hacia las ancestrales raíces, a esa África en la cual todo, sin excepción, parece haberse iniciado. Ese fue su viaje al pasado y así lo inscribió en sus primeras grabaciones como solista.

En esa ansiosa búsqueda de libertad, también hubo una carga mística (producto de su acercamiento y estudio de la música hindú, de las ragas) que produjo una ambigüedad en el pensamiento del saxofonista, la cual al llegar al disco o a las presentaciones en vivo se resolvía mediante una intensidad sobrecogedora, porque cada vez que llevaba el instrumento a la boca hablaba a través de él y se comunicaba incluso con mayor eficacia. Ese fue su viaje al futuro.

(En el año de la muerte de Coltrane, 1967, en el mundo de la música detonó el conocimiento de esta cultura hindú de muchas maneras. En el rock dentro de la psicodelia y lo progresivo; en el jazz en la New Thing y el free).

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Las fotografías clásicas de Coltrane, aquellas en las cuales se le muestra con el instrumento de toda su vida pegado a los labios y con la mirada puesta, detenida en un punto invisible, son una síntesis de su existencia entre aquellos postulados, en aquellos años (1962-1963); entre su álbum de estudio Ballads, las presentaciones en vivo en el Birdland de Nueva York, la grabación realizada con Duke Ellington y la hecha con Johnny Hartman.

Ahí, en medio de tales actos, pisó de nuevo el estudio de Rudy Van Gelder en Englewood Cliffs, New Jersey, el 6 de marzo de 1963 para hacer una sesión con el cuarteto (que estaba engrasado y en estado de gracia) compuesto por McCoyTyner en el piano, Jimmy Garrison en el bajo y Elvin Jones en la batería.

Al siguiente día de aquello fueron a grabar una colección de baladas firmada junto a la cálida voz de barítono de Johnny Hartman. Los productores al escuchar el resultado (Bob Thiele, el jefe del sello Impulse!, entre ellos), le vieron posibilidades de éxito (que lo tuvo merecidamente, pero a la larga), y se olvidaron por completo de la sesión del día anterior, de su registro y de su bitácora. Las cintas maestras desaparecieron en ese desorden y en el tiempo. Coltrane, por su parte, le dio una copia a Naima, su esposa en aquel momento, y también se olvidó de ellas.

VIDEO: John Coltrane – Untitled Original 11383 (Visualizer), YouTube (JohnColtraneVEVO)

El aire, cálido, ligero, servía de conductor al sonido de su sax tenor, y también lo era para el soprano, que convertía en amasijo de blancas, negras y corcheas siempre demoledor, turbulento, en el que se transformaba la música de John. Por esos medios las notas sorteaban obstáculos, derrumbaban barreras, abrían brechas y, finalmente, arribaban a quienes, ansiosos y esperanzados, deseaban atraparlas, apropiárselas. Y ese mismo aire servía de balsa para transportar la mirada del saxofonista, una mirada que, carecía de contención; mirada ávida, mezcla de expectación y melancolía que en esos años fue el sello distintivo de Coltrane.

El material de tales masters era el producto un día entero en el estudio. En aquella sesión el cuarteto hizo varias tomas de las dos composiciones inéditas que Coltrane no tituló en ese momento; algunas variaciones de títulos del repertorio del saxofonista (“Slow Blues”, una pieza de los años cincuenta, “One Up, One Down”, hasta ese instante sólo había una interpretación hecha en vivo, y una de “Impressions” –que había aparecido en el disco Coltrane— pero ahora interpretada sin piano), así como versiones: Nature Boy y Vilia.

Cincuenta y cinco años después las cintas fueron encontradas y rescatadas del olvido (al separarse de Coltrane, Naima se había quedado con las cintas, junto a otras sobrantes del disco A Love Supreme. Todo ello fue heredado por Antonia, hija de Naima, a quien el saxofonista había adoptado cuando tenía cinco años de edad, y la cual las tuvo guardadas en el desván sin reparar en ellas, hasta que investigadores la instaron a realizar una búsqueda a fondo).

En total, luego de la limpieza y la curación sobrevivieron catorce cortes de esas siete canciones, que se presentaron en dos formatos: álbum sencillo sin tomas alternativas y una edición de lujo en dos discos (el formato en vinil vendría después).

Así apareció Both Directions at Once The Lost Album, disco histórico y de colección por varias razones y que resultó en mucho más que el análisis de una escala o de un modo. Los productores del nuevo álbum (Ken Druker y Ravi Coltrane, hijo de John) optaron por dejar a las piezas sin titular así, sin nombre, únicamente con el número de código y la toma).

La pieza estrella es la versión de “Impressions”, sin lugar a dudas, por lo que ésta ha significado en la historia del jazz y porque rompió con todas las convenciones del momento acerca de lo que debía ser la duración de la improvisación contínua grabada y de lo que se le podía pedir escuchar al público.

Esta característica puede adjudicarse al interés de Coltrane en la música oriental. A partir de ahí popularizó el uso del sax soprano con un tono hindú y legitimó, además, la idea de que los jazzistas se inspiraran en músicos como el sitarista Ravi Shankar. El toque final hipermoderno quedó asentado cuando Both Directions At Once, se convirtió en el Mejor disco de Jazz del año 2018, a más de medio siglo de haber sido grabado.

VIDEO: John Coltrane – Impressions (Audio), YouTube (JohnColtraneVEVO)

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ARTE-FACTO: NOTICIAS DEL HYPERIUM (VII)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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ANATOMÍA DE UNA POETICIDAD SONORA

 

Los músicos de nuestro tiempo no cesan en su tarea de acomodar la práctica musical a una búsqueda imparable de adecuaciones culturales interconectadas. La experimentación sonora adquiere, en este contexto, un nuevo significado: no es mera indagación expresiva, sino persecución de horizontes nuevos, exigentes y resolutivos.

Tras una discografía de más de 200 títulos, la misión musical de la compañía discográfica Hyperium apareció como el determinante fundamental de una nueva figura artística, la que lejos de sensiblerías románticas era consciente de las múltiples posibilidades que ofrecía la época, donde los discursos y la tecnología se cruzaban inmisericordemente, pero donde también la dimensión musical ascendía de manera portentosa hacia constelaciones artísticas y humanas, con pretensiones tan renovadas como habitables de actualidad.

Las indagaciones y experiencias de formaciones como Calva y Nada, Die Form o Dark, entre otras decenas de agrupaciones, estaban encaminadas de manera significativa hacia el logro de una totalidad difícil de alcanzar; sólo perceptible por su raro equilibrio entre normas técnicas de la música y la conciencia de su complemento estético.

En la compañía Hyperium se dio la aventura en la frecuentación de campos más ambiciosos para lo inteligible. Hubo igualmente una manifestación de insospechadas colaboraciones (lenguaje plástico, arquitecturas sonoras, filosofías y poeticidad) que obligaron a los escuchas a descubrir guardadas informaciones, sabidurías transitadas e interconexiones culturales llenas de reminiscencias y promesas.

VIDEO: calva y nada – finstere zeit.wmv, YouTube (koby furlaiter)

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PULSOR 4×4-70: EL BEAT DE LA IDENTIDAD (2023)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Las artes gráficas dentro del rock, desde los años sesenta, cobraron un poder y una fuerza que derivaban del culto a la imagen como una forma non plus ultra de comunicación. Las portadas de los discos, las obras creadas así, eran (y son) proposiciones de preceptos. Los nuevos conocimientos sobre la recepción y la transformación de sensaciones –el realismo virtual, como ejemplo contundente—han arrojado siempre luces distintas sobre el arte.

En este marco, una de las áreas del diseño, la creación de las portadas de los discos LP de antaño y los compactos que siguieron, cobraron y siguen cobrando una especial importancia. Año con año se producen por millones y se han convertido en objetos-efectos que en forma directa o subliminal difunden sus valores sociales, estéticos y axiológicos.

Al mismo tiempo, la riqueza de técnicas, la conjunción del trabajo artístico y el diseño comercial, garantizan a las portadas del rock y todos sus derivados la fácil identificación y en muchos casos el afecto de sus poseedores.

 

En este terreno, en el 2023, apareció el nuevo boom por los discos de vinil. Los medios comenzaron a tratar el asunto como asunto económico con unos titulares —“una inversión interesante”— pensados para empujar a los curiosos: “¿De verdad puede ser un buen negocio producir discos de vinil?”. Incluso, exageraban con total descaro: “los fabricantes de vinil se están quedando con el oro”.

Hubo que moderar tanto entusiasmo, ya que se trata de una tecnología compleja que requiere personal experto. Actualmente no ofrecen la gama de servicios que caracterizaba a las antiguas factorías fonográficas, que aparte de trabajar en diversos soportes, también se ocupaban del delicado proceso del corte, generalmente supervisado por los productores y, de vez en cuando, por los artistas más cuidadosos.

De no realizarse esa vigilancia, podían suceder desastres, como el ocurrido al disolver las etiquetas en el prensado con lo que sonaba con más scratch que anteriormene y por lo cual hubo que retirar muchas tiradas. Ahora, la elaboración de matrices suele hacerse de manera externa a las discográficas, sin que los responsables del artefacto sonoro puedan hacer nada más que cruzar los dedos y esperar que el test pressing no sea decepcionante.

Después de aclarar esto lo cierto es que el venerable disco de vinil se ha establecido en los últimos tiempos como el formato preferido entre el show business y los artistas. Esto tiene su lógica: son más vistosos y ofrecen mayores márgenes de ganancia.

Una de las particularidades de esta industria es que tiende a sacrificar a sus gallinas de los huevos de oro. Allí piensan en términos binarios: pasamos a tal soporte y olvidamos el anterior. La realidad, sorpresa, revela que los soportes conviven. Los CDs todavía alimentan un mercado robusto, más sólido en unas latitudes que en otras.

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Un productor ha apostado por un soporte híbrido. Stephen Street, que ha trabajado con Blur, los Pretenders o los Cranberries, reivindica los CDs que, en vez de la cajita de plástico o cartón, vienen alojados en fundas de elepés, de 31 por 31 centímetros, permitiendo así que los diseñadores gráficos dispongan del mismo margen creativo que antaño.

El sector del disco de vinil ha crecido en la última década, de cuando se vendieron primero 140.000 unidades, hasta las más de 1.500.000 copias que se registraron en 2023 en Japón, por ejemplo. La situación ha sido similar en países como el Reino Unido o los Estados Unidos, el marcado más grande del mundo, donde en las últimas semanas del 2023 Taylor Swift y los Rolling Stones vendieron más de 250.000 entre ambos. Además, la artista estadounidense acaparó el año pasado el 7% de las ventas de vinil en todo el país, convirtiéndose no sólo en un fenómeno musical sino económico.

Según la Asociación de Productores de Música en la Unión Americana (organización que lleva al dedillo las cuantas), ha habido un verdadero giro estilístico en el mercado del vinil en el siglo XXI. Los más vendidos de la última década han sido Rumours (1977), de Fleetwood Mac; seguido de The Dark Side of the Moon (1973), de Pink Floyd, y Abbey Road (1969), de The Beatles. Sin embargo, el artista que más discos de vinil ha vendido en el mundo en lo que llevamos de siglo no ha sido otro que David Bowie.

Todos ellos grandes nombres del rock del siglo XX y ninguno en activo. Todo un acontecimiento. Este formato, pues, está dejando de ser un nicho nostálgico —la única banda actual que se cuela en las listas de vinil más vendidos es Arctic Monkeys— para convertirse en un campo en el que entran a competir (y vender) las nuevas estrellas del pop.

“La gente no está comprando el disco para volver a escucharlo. Ahora es un objeto de coleccionismo” (renovados fetiches), han subrayado tanto los distribuidores como los investigadores. Según un estudio de Luminate, empresa estadounidense especializada en análisis de datos relacionados con el mundo de la música, el 50% de los compradores de discos de vinil en la Unión Americana no tenía tocadiscos en su casa.

“Aunque hay mucha gente que sigue comprándolos para escucharlos, otros lo compran como testimonio. Los cuelgan en la pared de sus casas, como si fueran cuadros o pinturas. Las tiendas de discos, que han resistido el paso del tiempo, son ahora visitadas como locales trendy por las nuevas generaciones. De las paredes siguen de sus salas o recámaras cuelgan las portadas de los grandes clásicos de la música de finales del siglo pasado como Bob Dylan, Eric Clapton o Bruce Springsteen.

Las fábricas de vinil, que cerraron en los años noventa ante la caída de ventas de este formato y el auge de los CDs, se ven ahora colapsadas por las grandes majors discográficas. Cuando los sellos más grandes se dieron cuenta de que los LP ahora eran objetos de culto, coparon las materias primas y el mercado de las prensadoras.

El problema, ahora, es la escasez de fábricas —y las pocas que resisten están en Holanda y en la República Checa— y la cola de producción que ha generado el boom de la producción musical multinacional en este formato. Ya lo habían augurado los analistas tanto musicales como financieros: “el formato acabará convirtiéndose en un objeto más del merchandising”. Así lo fue en el 2023.

VIDEO: Comfortably Numb – Pink Floyd (Best Version), YouTube (StumpedTrump)

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HISTORIA DE UNA CANCIÓN: «TEQUILA!»

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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DENOMINACIÓN DE ORIGEN

 

Para unos Tijuana puede ser el burdel público más grande del mundo, en el que retozan lo mismo gente nacional que extranjera. Y sí, lo es. Es el lugar que reúne a la mayor escoria social en sus distintas formas: polleros, narcos, proxenetas, criminales, traficantes de todo tipo, dueños de picaderos, a compradores y vendedores de la miseria humana.

Pero también es un lugar provocativo, excitante para las imaginaciones creativas. Siempre lo ha sido, desde su fundación como aduana en 1864.

En lo musical ha masajeado las sensibilidades de un Carlos Santana, de un Herb Alpert, en otro terreno. Fue la puerta de entrada para el rock de raíces negras a México. Actualmente es el centro primordial del movimiento electrónico de este último país con el Nortec.

En fin, TJ (como se le conoce popularmente en el mundo) es punto de inicio de “la magia tercermundista”, según los románticos. Sitio donde se llega –de no ser emigrante— a echar desmadre. Tijuana es la ciudad del reventón, con mayúsculas. Síntesis del México bárbaro con aspiraciones snob de modernidad.

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A mediados de los años cincuenta, con 100 mil habitantes en su haber, era el paraíso del relajo, el patio trasero de California. Con sus casas de adobe conviviendo con el cemento; con sus vividores en las calles, putas asomadas por las ventanas de una infinidad de tugurios, extrañas tiendas-restaurantes-cantinas donde se podía adquirir cualquier cosa. Las banquetas de las avenidas atestadas de gente sedienta de goce.

Ahí, en uno de esos lugares de divertimento se forjó uno de los temas clásicos del rock instrumental. Una mezcla del mambo que se escuchaba entonces por doquier, con el rhythm and blues y rasgos del rockabilly.

La bacanal de fondo era la música de Pérez Prado, mientras que las armonías, breaks y melodía portaban el alma de Louis Jordan. ¿Y cómo ponerle nombre a esta mixtura inesperada bajo los más necesarios efluvios etílicos? Pues “Tequila”, ¿para qué más?

Los tempranos grupos de rock instrumental se fundamentaban en aquellos músicos que acompañaban a los cantantes del rockabilly y que habían sido desplazados de la industria, en beneficio de producciones más pulidas en los estudios de Nueva York o Filadelfia.

Necesitados de trabajo y de dinero se agrupaban en infinidad de formaciones para tocar ante las nuevas audiencias ávidas de beber y bailar o para satisfacer la voracidad infinita de las rockolas.

Daniel “Danny” Flores era uno de los tantos músicos “hueseros” surgidos de dicha escena. De origen chicano, este instrumentista interpretaba el sax y el piano cuando fue convocado a una sesión limitada por el guitarrista Dave Burguess.

Este último había sido contratado por el sello Challenged como sesionista y para grabar una serie de discos sencillos con la mirada fija en el mercado de baile.

Cierto día le sobró tiempo de estudio y decidió aprovecharlo. Así que llamó a Danny Flores, al baterista Jim Alden, al guitarrista Buddy Bruce y al bajista Cliff Hils. El objetivo era hacer un sencillo rápido y barato.

Para el lado “A” de tal sencillo interpretaron el tema “Train to Nowhere”, pero no tenían con qué cubrir el lado “B”. Flores sugirió una pieza que había escrito durante una visita reciente a Tijuana. A Burguess le gustó y le indicó a Flores que gritara “¡Tequila!” en ciertos puntos apropiados del tema.

Así se llamó la pieza a final de cuentas. Un track al que dichos músicos consideraron de interés nulo. Luego hizo falta ponerle nombre al grupo para publicar el disco sencillo. Alguien tuvo la ocurrencia de que le pusieran el nombre del caballo de Gene Autrey (dueño del sello Challenged): “Champion”. Así nacieron The Champs (en apócope), producto más de la casualidad que de otra cosa.

El sencillo apareció el 26 de diciembre de 1957. “Train to Nowhere” no pegó, pero los DJ’s de la radio comenzaron a tocar el lado “B” reiteradamente. Su éxito fue inmediato y llegaron al primer lugar de las listas de popularidad el 17 de marzo de 1958.

The Champs fue el primer grupo instrumental en llegar al número uno de tales listas con éste, su primer lanzamiento. “Tequila” permaneció en dicho lugar durante cinco semanas y se hizo acreedor al primer Premio Grammy concedido jamás en la categoría de Mejor Interpretación de Rhythm & Blues.

Con el tiempo Danny Flores cambiaría su nombre por el de Chuck Río mientras su pieza se convertía en un clásico instrumental sin finitud y en uno de los temas más versionados en toda la historia del rock and roll. ¡TEQUILA!

VIDEO SUGERIDO: The Champs “Tequila”, YouTube (NRRArchives)

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