Por SERGIO MONSALVO C.

“HOW SOON IS NOW?”
EL RELAX DEL ASESINO
Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.
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Por SERGIO MONSALVO C.

“HOW SOON IS NOW?”
EL RELAX DEL ASESINO
Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

Por SERGIO MONSALVO C.

“La Canción del Inmigrante, es una excelente investigación histórica, para tener la oportunidad de escribir acerca de uno de los grupos más representativos de la ‘Raza’, que surge como movimiento contracultural localizado al Este de la Ciudad de Los Ángeles, California. Me refiero a Los Lobos; sí, esos que hicieron parte de la música de la película La Bamba, basada en uno de los iconos de la década de los cincuenta: Ritchie Valens.
“El libro inicia relatando la mítica migración de Aztlán, que al parecer el autor la ubica en aquella zona de California. Este primer capítulo hace un recuento exacto de las crónicas que sitúan al mítico Aztlán, al que muchos mencionan, pero que arqueológicamente, no se ha podido localizar.
“El segundo capítulo nos hace un recuento de las hazañas de algunos aventureros del S XVI, entre ellos Cabeza de Vaca, en las que mencionan a Chicomoztoc, lugar de las siete cuevas, lo cual abrió más el apetito a otros aventureros que incursionaron hacia el norte de la Cuenca de México en busca de las ciudades que ‘brillaban de tanto oro’.
“En ese mismo capítulo nos hace un balance rápido de la historia del México en la Guerra de Independencia, el Primer Imperio, la lucha entre conservadores y liberales por establecer una república, hasta llegar a la apropiación de los EU de una buena parte del territorio de México.
“En muchas ocasiones, cuando imparto alguna clase de Historia de México y vemos esa época, les preguntó a los alumnos cuál sería su reacción, si de un día a otro, dejarán de ser mexicanos y se despertaran con la noticia que deben entonar otro himno y honrar otra bandera. Pues eso es exactamente lo que les sucedió a los mexicanos de mediados del S XIX, que tuvieron que resistir en un principio y sucumbir después, al expansionista gobierno de los EU.
“A finales del siglo XIX, el crecimiento de California permitió el establecimiento de muchos, ya en ese momento México-Norteamericanos, que aunque no entendían el lenguaje, las leyes y las costumbres, prefirieron quedarse en EU, que migrar a su país de origen, que después de la invasión norteamericana, se vio envuelto en una guerra civil, una invasión francesa, un segundo imperio, una restauración de la república y una dictadura.
“Ya en el siglo XX, como parte de la consolidación de una nación poderosa, esos México-Norteamericanos han adoptado muchas costumbres que van fusionando con las propias. Una de las más importantes es la devoción por la Virgen de Guadalupe, como símbolo de resistencia (así como lo hizo Hidalgo en la guerra que inicio en 1810); como un icono que no permite otras ideas religiosas que no sean las que permanecían al momento de sucumbir durante la expansión estadounidense, pero sobre todo que privilegian su procedencia y sus raíces mexicanas.
“El recuento histórico sigue, para tener las bases e ir definiendo los movimientos contraculturales en Los Ángeles en las décadas anteriores y posteriores de las dos guerras mundiales, y que darán pie a personajes de origen ‘chicano’, dedicados a la música, al cine, al teatro, a la plástica, a la literatura, etc. y de donde se desprende la historia de Los Lobos, con ese estilo Chicano Power, que nos lleva desde una balada tradicional, y nos demuestra que con ese estilo México-Norteamericano, un huapango, un blues, un corrido, un boogie, un rock, suenan muy bien.
“Dejaré unas ligas para que Usted, estimado lector, pueda escuchar a este magnífico grupo pero, sobre todo, consiga el libro y lo pueda disfrutar. Dejo aquí también la liga de la biografía de Sergio Monsalvo C., para que tenga la oportunidad de conocerlo. Gran escritor, analista musical y colaborador de una infinidad de publicaciones, en las que normalmente escribe de música y músicos”.
*Reseña escrita por Luis Humberto Carlín Vargas (arqueólogo, ingeniero, profesor y músico) con el título “La Canción del inmigrante (1989) de Sergio Monsalvo C.”, en la publicación Zona Franca, de León, Guanajuato, el 8 de julio del 2019.

Con el libro La canción del inmigrante: De Aztlán a Los Lobos traté de abarcar parte de la historia de los méxico-estadounidenses, de su cultura y del rock surgido de la raza de aquellos lares, desde los antecedentes más remotos hasta llegar al grupo que ha retratado social y musicalmente –del huapango al rock duro, experimental, y viceversa– la forma más pura de ser chicano: Los Lobos. En el libro desarrollé su cronología artística desde los albores en la escuela secundaria hasta el lanzamiento del álbum La pistola y el corazón (1988).
A partir de ahí con ellos han seguido sucediendo cosas; y las más de ellas, notables. En el libro se encuentran las raíces, los fundamentos sociales y los vericuetos musicales por donde ha transitado ese gran afluente llamado rock chicano, de la que ellos son representantes destacados. (Sergio Monsalvo C.)
VIDEO: Los Lobos – Will the Wolf Survive? (Music Video), YouTube (Los Lobos)

La canción del inmigrante:
De Aztlán a Los Lobos
Sergio Monsalvo C.
Tinta Negra Editores‑As de Corazones Rotos
México, 1989

Por SERGIO MONSALVO C.
JOHN MAYALL (II)

La selección del repertorio para el disco conjunto no les llevó tiempo a Mayall y Clapton, sería el mismo de sus últimos sets en los clubes: apropiadas versiones de Otis Rush, Freddie King, Ray Charles y Moose Allison, entre ellas. Un muestrario en el empleo de diversas sonoridades, combinadas con temas originales de John. Sólo un tema llevó la firma de Clapton, al alimón con Mayall: “Double Crossing Time”.
Mayall hizo gala de orquestación e inspirado liderazgo: hubo piano, órgano y armónica (bajo su brillante peculio), solos de batería (a cargo de Flint), bajos presentes y ampulosos (con John McVie), un uso discreto, justo y preciso de los metales; puso en relieve la guitarra de Eric y lo instó a cantar por primera vez en “Ramblin’ On My Mind”, pieza con la que nació el largo idilio musical entre éste y Robert Johnson (su influencia definitiva).
El resultado fue Blues Breakers with Eric Clapton, una obra maestra, única en el tiempo, ejemplar en el posterior desarrollo del blues blanco, quizá el mejor disco de blues británico de todos los tiempos. Piedra de toque del blues-rock cargada de espontaneidad, sentimiento y dureza, tanto como de parámetros para la ingeniería de sonido y el uso del amplificador como otro instrumento.
Su influencia resultó tan expansiva como para llegar a los Estados Unidos y al mismísimo Jimi Hendrix, quien al arribar a las tierras de Albión lo primero que quiso fue obtener para sí un amplificador Marshall y comenzar su propia leyenda.
John Mayall fue el maestro ideal para Eric. Le mostró sus capacidades y le amplió el campo de visión dónde desarrollarlas. Lo ilustró con nombres y escuchas. Le enseñó la templanza y a confiar en sí y en sus raíces cada vez que perdiera el rumbo. Eric, a su vez, fue un discípulo estudioso y disciplinado que supo aquilatar la instrucción y el talento que poseía.
Ambos se compenetraron a la perfección, quizá sabedores que lo único con lo que no contaban era con tiempo. John tenía sus metas y su grupo; Eric las primeras también (exponer lo aprendido con su propio material, con sus particulares ideas y espacios, producto de músicas ignotas), pero buscaba lo segundo. La separación fue cordial y plena de buenos deseos para ambos.
Los Bluesbreakers serían a partir de entonces un semillero inacabable de buenos discos de blues, de músicos de todas las especialidades, con Mayall como guía visionario. Eric se convirtió en el primer héroe de la guitarra, con el tan ansiado carisma mediático, además.
El espíritu revolucionario de aquel lapso de tiempo aspiraba a la permuta en todos los órdenes de la vida, y en cada aspecto resultaba fundamental encontrar idearios, conceptos, que respaldaran en teoría las realizaciones concretas de cada campo. Lo que estaba claro era que la actitud tenía que ser de conceptos totales. La que buscaba una nueva visión del mundo, en cada una de sus áreas. La que fundamentaba el cambio. La música lo hizo desde sus raíces. La de John Mayall fue un semillero conceptual.

John Mayall no solo tiene el mérito de ser una de las ramas principales del árbol genealógico del rock. También es uno de los responsables de la expansión del blues más allá de los límites del purismo (fue el primer experimentador de un género al que ha construido y deconstruido a voluntad estética, incluida la grabación de un disco con el sólo).
En su larga trayectoria ha pasado por distintas épocas, como buen artista: del blues-rock británico (con el fuerte ascendente del Chicago Sound), al blues acústico, a la fusión con el jazz, al unplugged (sin baterista), al blues de metales (swing y jump), al uso del violín (de tonos country), de coristas y de vuelta al blues de raíces, como solista y así sucesivamente.
Es por eso una de las figuras blancas más importantes, si no la más, del blues moderno (fue su primer bluesman), de gran auge a partir de los años sesenta del siglo XX. Siempre ha tocado tal música, pero revistiéndola cada vez de una envoltura distinta, al punto de en ocasiones volverla irreconocible, logrando así además mantenerse en la escena durante cinco décadas con una discografía de alrededor de cincuenta grabaciones. Por todo ello a John Mayall le sobran los epítetos.
Un registro más amplio de los integrantes que pasaron por el grupo en alguno u otro momento es el siguiente: Eric Clapton, Peter Green, Jack Bruce, John McVie, Mick Fleetwood, Mick Taylor, Don “Sugarcane” Harris, Harvey Mandel, Larry Taylor, Aynsley Dunbar, Hughie Flint, Jon Hiserman, Dick Hekstall-Smith, Andy Fraser, Dave Navarro, Johnny Almond, Walter Trout, Coco Montoya y Buddy Whttington, entre otros. En este momento John Mayall acaba de cumplir los 90 años de edad y está trabajando por el blues.
VIDEO: John Mayall Bluesbreakers with Eric Clapton – Hideaway, YouTube (Ricky Hio)


Por SERGIO MONSALVO C.
JOHN MAYALL (I)

EL MAESTRO
“Me conozco, porque conozco la música que me gusta. Eso es todo lo que sé”. Aunque lo parezca, quien dijo esto no es un personaje de ficción, sino alguien tan concreto y transparente como John Mayall: el padrino del British Blues, con todos los derechos. Este hombre de la música creó su autorretrato y su razón de ser a partir del sonido que lo formó: el blues.
Una afirmación como la anterior no es nada desdeñable en un mundo desencantado, al contrario, es el producto de la búsqueda, del encuentro y del desarrollo de una filosofía íntima que se volvió pública e histórica, cuyos frutos se encuentran hoy por doquier cuando ha cumplido 90 años de edad y sigue activo.
Tener plena conciencia de la identidad a corta edad brinda todas las posibilidades en el propio campo de acción. Y más cuando tu primera manifestación en él se convierte en un clásico imperecedero y te lo confirma.
De esta manera la naturaleza le proporcionó a Mayall la inteligencia y la brillantez expresiva para ser un Maestro, un guía genérico y también el buen ojo (u oído) para escoger a sus pupilos en sus diversas etapas de desarrollo como tal y hacer de ellos, a la larga, también estrellas y grandes ejemplos. Bajo circunstancias así varias oleadas de escuchas se identificaron con sus hechuras y no dejan de evocarlo cuando la ocasión se presenta.
Mayall hizo grandes álbumes durante un par de décadas y escribió con ello historias inmortales sobre ese lenguaje hermoso y conmovedor que es el blues. Para que su forma de describir los sentimientos y las emociones, así como la disposición del espacio para que los acompañantes y sus virtuosismos fueran inmediatamente reconocibles.
Este guitarrista, armoniquista, tecladista, compositor, cantante y, sobre todo, líder de banda representa el estilo, la profundidad y la lucidez de una generación allende el Atlántico, que supo comprender y fundir en su experiencia vital tal música afroamericana, que en su propia tierra no tenía aprecio alguno a mediados de los años sesenta.
John es un hombre fogueado en las visicitudes de la vida. Nació en 1933, en Macclesfield, un pequeño pueblo inglés cercano al centro industrial de Manchester. Es el mayor de tres hermanos de una familia de clase obrera, que a pesar de las muchas limitaciones creció escuchando la colección de jazz de su padre, reunida con muchos esfuerzos, para a final de cuentas ser seducido por el blues.
Con los ecos de músicos como Leadbelly, Albert Ammons, Pinetop Smith y Eddie Land, a los 13 años se convirtió en autodidacta gracias al piano de un vecino, a guitarras prestadas y a armónicas usadas.
El tiempo que siguió dedicó sus esfuerzos a estudiar en una escuela de arte, luego pasó tres años enrolado con la Armada inglesa en Corea y, a la postre, desarrolló una carrera como diseñador gráfico. El blues se mantuvo en segundo plano hasta que se decidió por él como forma de vida. De 1956 a 1962, lideró dos formaciones semiprofesionales: The Powerhouse Four y The Blues Syndicate.
Estaba con este último grupo cuando la banda de Alexis Korner, Blues Incorporated —pionera de lo que se habría de llamarse el «boom del blues británico» junto a otras agrupaciones encabezadas por Chris Barber, Cyril Davis, Acker Bilk, Graham Bond y Lonnie Donegan—, pasó de gira por su ciudad. Tras conocerlo, Alexis lo animó a viajar a Londres donde, dada su calidad y argumentos artísticos, pronto se aseguró trabajo en los clubes, donde el impulso del blues (con tintes rockeros) por parte de los nacientes Rolling Stones comenzaba a atraer a mucho público.
Ya como músico profesional, Mayall reunió en torno a sí a Roger Dean (en la guitarra), John McVie (al bajo) y Hughie Flint (en la batería), los primeros nombres de un gran catálogo de futuras estrellas bajo el nombre de Bluesbreakers (el cual terminó su andar en el 2008 con su disolución definitiva).
Con esta formación se presentó en el circuito de clubes de la capital británica que acogían a grupos cada vez mejores, más compenetrados con la música afroamericana, y a los seguidores de tal culto que pronto rebasaría la élite y alcanzaría a un público mayoritario tanto en la Gran Bretaña como en la Unión Americana, paradójicamente.
Con los primeros Bluesbreakers, Mayall grabó en 1965 otra rareza en el medio, un disco en vivo en el club Klooks Kleek que fue editado por la compañía Decca. Los detalles a destacar: la combinación de versiones (lo regular) y temas propios de John, quien desde entonces se caracterizó por ello —la pieza descollante del LP era de su autoría: “Crawling Up a Hill”—. Asimismo, mostró sus amplios conocimientos blueseros; sus dotes como director tanto como motivador para sacar lo mejor de sus integrantes.
Sin embargo, John —consciente de las influencias que tenía del guitarrista T-Bone Walker— buscó otra directriz. Había seguido de cerca las actuaciones de Eric Clapton con los Yardbirds y al saberlo liberado de compromisos despidió a Dean e invitó a aquél a formar parte de su grupo, uno que tocaba blues puro, clásico: el único pan que pedía el ex Yarbird en esa época.

Clapton aceptó la invitación y de inmediato pusieron manos a la obra. Eric se aprendió el repertorio y con él una mayor paleta sonora, que a su vez le amplió el horizonte a sus cualidades intrínsecas. Tanto que seguidores extasiados por sus siguientes actuaciones en los clubes Ricky Tik y Flamingo señalaron su advenimiento en las paredes de la ciudad: «Clapton es Dios».
Sabido es que los muros citadinos son las hojas donde escribe la conciencia urbana. Ahí se encuentran las sentencias sobre el acontecer social, político y amoroso o acerca de la identificación de los habitantes. No obstante, jamás se habían utilizado para citar por su nombre a las deidades profanas. Surgía de la pintura grafitera el grito por un nuevo héroe, uno que enarbolaba la guitarra como su artilugio mágico y poderoso. Un mito moderno iniciaba su carrera hacia el Olimpo, los dioses antiguos aún dormían y no escucharon el clamor.
Pero John Mayall sí. Y prestando atención a sus oídos y a su ojo clínico, decidió que luego de tres meses de andanzas y ensayos era el momento idóneo para entrar en los estudios de grabación. Eric estaba poseído por el espíritu de la música y no era cosa dejarlo pasar. Corría el mes de mayo de 1966. El productor sería Mike Vernon, exdirector de una revista de r&b, quien se estaba creando una carrera como tal y ansiaba solidificar su estancia en Decca Records.
Eric había recibido cátedras enteras sobre el blues a cargo de Mayall. La experiencia, sabiduría en la materia, información, discografía y actitud ante la música le habían ganado el respeto del joven hambriento de conocimiento. Clapton hizo de John su mentor; y de los más recientes expositores de la escuela de Chicago (Freddie King, Otis Rush, Buddy Guy, entre otros), sus nuevos paradigmas.
Así que para la aventura con Mayall y los Bluesbreakers en el Studio 2 de la compañía, se compró una guitarra Gibson Les Paul Sunburst de segunda mano, modelo con el que había visto fotografiado a Freddie King en una revista. El uso del instrumento lo quiso combinar con un amplificador Marshall que le proporcionara el sonido deseado para las sesiones: un tanto distorsionado, cremoso y con cuerpo, perfecto para su estilo en la slide.
Vernon se comportó como un verdadero productor, dejó que los artistas hicieran lo suyo —incluso cuando vio la colocación que Eric le daba al micrófono frente a su amplificador— mientras él registraba con toda fidelidad lo creado a niveles y límites de volumen sin precedente. Había aprendido la lección viendo cómo Jimmy Page produjo el sencillo del grupo, “I’m Your Witchdoctor”, del que extrajo todo el crudo poder de la banda, ya con Clapton en la guitarra.
VIDEO SUGERIDO: All Your Love – John Mayall’s Blues Breakers, YouTube (WASPQueen)


Por SERGIO MONSALVO C.

(POEMARIO)
Miles
blues y fuego
flesh & blood
prodigio presente
licor sonoro
gota a gota
trago a trago
todo dolor
toda vida
de universo soñado
como eco tuyo
blue in green
dark in satin
tristeza iluminada
ash & light
más alma
en el alma
lo azul
del fuego eres
balada sin verano
*Texto incluido en el libro Miles Ahead, publicado por la Editorial Doble A y, de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos bajo el rubro de Tiempo del Rápsoda.

Miles Ahead
Sergio Monsalvo C.
Editorial Doble A,
Colección “Poesía”
The Netherlands, 2005
Contenido
Black Satin
Miles
Man with a Horn
In a Silent Way
Selim Sivad
Miles/Panthalassa

Por SERGIO MONSALVO C.

En forma conjunta, Edgar Allan Poe descubrió las reglas del subsecuente relato policiaco: «Una vez que el autor ha optado por el misterio ‑‑subrayó– es absolutamente necesario que, en primer lugar, no emplee ningún medio indebido o poco artístico para ocultar el secreto de la trama y, en segundo término, que el secreto sea bien guardado… Si la verdad se filtrara antes del momento culminante del dénouement, el efecto buscado cedería lugar a la más grande de las confusiones.
“Si el secreto se despeja contra la voluntad del autor, sus propósitos se verán inmediatamente frustrados, pues escribe fundándose en la suposición de que ciertas impresiones han de adueñarse del ánimo del lector, lo cual no es así en la realidad si el misterio ha dejado de serlo».
Asimismo, fundamentó el modelo precoz del tipo y estilo del detective. Poe, como buen romántico, fue siempre un exponente del «yo» hipostático, del escritor que se propone continuamente el «yo» como sujeto, del artista que mira «hacia adentro» y escribe.
Esto era, por decirlo así, como tener «otra existencia». De este principio nació la investigación artística. Tomando en consideración que mucho de la vida del arte es inconsciente y la mayor parte de su actividad un misterio, en la época de Poe se mantuvo firme el principio de que el arte es, de algún modo, divino. Por consiguiente, con el fin de consumar su divinidad, la investigación artística debe destruir y transformar los obstáculos que se oponen a la comprensión y a la percepción.
*Fragmento del ensayo “Edgar Allan Poe: La Poesía en el Crimen” del libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

El lugar del crimen
(Ensayos sobre la novela policiaca)
Sergio Monsalvo C.
Times Editores,
México, 1999
ÍNDICE
Introducción: La novela policiaca, vestida para matar
Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen
Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto
Raymond Chandler: Testimonio de una época
Mickey Spillane: Muerte al enemigo
Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano
Patricia Highsmith: El shock de la normalidad
Elmore Leonard: El discurso callejero
La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

Por SERGIO MONSALVO C.

En 1991, pues, se fundó Hyperium, por medio de un nuevo contrato de distribución con Rough Trade en Alemania. El sello representó un espectro desde el pop etéreo hasta impresionantes sonidos electrónicos. A partir de ahí, editaron centenares de discos. Tuvieron temporadas con muchas producciones. Ello ocurrió por varios motivos, aunque no a que estuvieran ganando dinero.
Debido al hecho de que vendían entre mil y 2 mil copias de cada trabajo y de que invertían dinero en la promoción, los carteles y el diseño, entre otras cosas, no ganaban mucho por cada álbum. Sin embargo, la empresa creció, contrató a más gente y necesitaban mayores ingresos, así que produjeron más discos, para vender más copias de cada uno.
Cuatro años después de fundada, trabajaban seis personas en la compañía y necesitaban dinero para continuar. Como sus grupos no eran comerciales ni populares, había que hacer más ejemplares, en lugar de vender uno solo 20 mil veces (lo cual hubiera sido asombroso). Sus grupos más representativos eran en ese momento Love is Colder Than Death, Stoa y Calva y Nada, que vendieron entre 4 y 8 mil copias por álbum. Los demás títulos se quedaban entre mil y 2 mil.
La agrupación más importante de la disquera a la postre fue Project Pitchfork, que luego se cambió a SPV. Editaron cinco álbumes del grupo, pero no ganaron mucho, porque las licencias eran muy caras, y los costos de promoción, inmensos.
Otra razón por sacar muchos discos era que a Rosch le encantaba producir buena música y se dio la oportunidad de hacerlo, así que lo hizo. Sin embargo, tiempo después volvieron a reducir el volumen editado, porque la imagen de la compañía se comenzó a exportar a todo el mundo y quisieron promover a los grupos para lograr ventas más grandes, ya que habían construido la base.
A la disquera le resultaba sumamente importante editar sonidos muy diversos, saltar de un estilo musical a otro. Al fundar la compañía, Rosch editaba todos los estilos musicales bajo un solo sello, pero ese enfoque fracasó desde el punto de vista del mercadeo, porque nadie pudo identificarse con él. Empezaron a establecer subsellos diferentes para los diversos estilos musicales y así pudieron promoverlos mejor, porque el mercado del techno era completamente distinto del orientado a lo gótico etéreo, etcétera.
El diseño de los álbumes fue particular para cada sello, es decir, el diseño de Hyperium tenía una orientación etérea, el de Hypnotism se inclinaba por lo ambient e intelectual, y el de Hypnobeat, hacia lo electro. Trabajaron con los artistas sobre la base de la confianza. Al recibir demos que les gustaban, le brindaban apoyo pleno a su música. Se metían al estudio solos, sin productor asignado por Hyperium a menos que lo pidieran. Gozaban de plena libertad musical. No buscaban música que les diera buenos resultados comerciales. Sacaban aquello con lo que podían identificarse.
Desde luego pensaban que su material –sobre todo el proyecto Heavenly Voices— sí le podía gustar a mucha gente, no sólo a los de la escena misma, pero costaba mucho trabajo entrar al gran mercado, porque su presupuesto para la promoción era pequeño y no les permitía colocar anuncios en las revistas grandes de música.
VIDEO: CALVA Y NADA – Paradies!? (“Días Felizes” – 1991), YouTube (komakino)


Por SERGIO MONSALVO C.

MOCTEZUMA
SUJETO DE EPOPEYAS
Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

Por SERGIO MONSALVO C.
(FOTOGRAFÍAS)

Street Music (3)
