CANON: AEROSMITH

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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(EN EL ESPEJO DE PIEDRA)

Con la clara influencia de los Rolling Stones —desde el formato hasta su interpretación del rhythm and blues, además de que su vocalista se ha preciado siempre de parecerse a Mick Jagger, y no sólo en el físico, sino también en su forma de moverse sobre el escenario, como vocero principal del grupo, por haberse casado con modelos y actualmente también por tener hijas en la farándula—, Aerosmith fue fundado en 1970, en New Hampshire, por el cantante Steven Tyler y el guitarrista Brad Whitford. Con Joe Perry en la guitarra, Tom Hamilton en el bajo y Joey Kramer en la batería, el grupo tocó en los bares y clubes de Nueva Inglaterra hasta contratarse con Columbia en 1972.

Tras editar un álbum homónimo, coescrito por Tyler y Perry (dupla semejante a la de Jagger-Richards, los compositores del grupo en una mancuerna lírico-musical que ha redituado infinidad de hits y temas clásicos, como en los Stones), el productor Jack Douglas se encargó de Get Your Wings (1974).

Los conciertos dados en toda la Unión Americana impulsaron las ventas de Toys in the Attic (1975) a más de un millón de copias; «Sweet Emotion» fue un éxito menor, mientras que «Dream on» (del primer álbum) alcanzó el Top Ten en 1976. «Walk This Way» y «Last Child», de Rocks (1976), también fueron muy populares en su momento.

Después de grabar Draw the Line (1978), el grupo apareció en la película Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band, en la que interpretó «Come Together» de los Beatles, versión que logró penetrar en los primeros lugares de popularidad —un cóver del Cuarteto de Liverpool, “I Wanna Be Your Man”, le significó también a los Rolling Stones un éxito en sus comienzos—.

El álbum Live Bootleg salió en 1979. Y al poco tiempo de aparecer Night in the Ruts, Perry abandonó al grupo para fundar el Joe Perry Project, con el que grabó Let the Music Do the Talking (Columbia, 1980) y I’ve Got the Rock’n’Rolls Again (1981).

En estas circunstancias las igualdades con los Stones se acentúan: como en ellos, se había dado una transformación profunda en el trabajo para componer. Tal hecho se mostró con claridad por primera vez en el último disco.

Tyler y Perry ya no eran sólo la proyección de los adolescentes de New Hampshire, sino también unas solicitadas y experimentadas estrellas del rock que habían recorrido el mundo. Ambos se habían creado un entorno personal y desarrollado intereses específicos. Por lo tanto, eran cada vez más las canciones que producían cada uno por su lado. Rara vez se sentaban en a crear algo juntos.

En el álbum Night in the Ruts el dogma del entretenimiento puro que en él se manifiesta —como en los Stones de los ochenta— pareció convertirse en el credo aportado por Perry, mientras Tyler por su parte, se hundía cada vez más en el pantano de las drogas (tal como sucedía con Jagger y Richards). Como sus semejantes, no faltó mucho para que el grupo se desintegrara.

Los ingleses se enfrascaron en un largo pleito atravesado, desde que Jagger decidió producir su primer álbum como solista (She’s the Boss), salir de gira para promoverlo e interpretar en vivo algunos temas de los Stones. Richards respondió con un grupo paralelo, The Expensive Winos, con el que se lanzó también como solista (Talk is Cheap). Sin embargo, a la postre se reconciliaron.

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En Aerosmith, la falta de éxito del álbum Rock in a Hard Place, debido a las renuncias de Perry y de Whitford, quien grabó un disco con Derek St. Holmes, dio lugar a la pacificación y a la reunión de la alineación original en 1985, tras ser contratados por Geffen para grabar Done with Mirrors.

El grupo tuvo un hit sorpresa al año siguiente, cuando los raperos de Run DMC resucitaron «Walk This Way»; Perry y Tyler participaron en la nueva versión. El siguiente álbum Permanent Vacation (1987), producido por Bruce Fairbairn, incluyó el sencillo «Dude (Looks Like a Lady)» y una versión de «I’m Down» de Lennon y McCartney.

Después figuraron en las listas de éxitos de 1989 con «Love in an Elevator», del álbum Pump. Ya en una nueva década, la de los noventa, se puso a la venta la caja compilatoria Pandora’s Box y en 1993 sacaron a la luz Get a Grip, álbum que se proclamó en uno de los de mayores ventas en el mundo. De él se extrajeron sencillos como «Livin’ on the Edge» y «Crazy».

A pesar de estar entre los millonarios del rock and roll, estos elementos del mundo musical continuaron (y continúan) siendo escandalosos y rebeldes, negándose a ingresar al círculo de los ricos respetables (al igual que sus emulados: Jagger, un playboy del jetset, y Richards, con la horma impresa del cigarro, el vaso y la ropa estrafalaria). La música de Get a Grip, desbordó agresividad en este sentido.

Afortunadamente Tyler y Perry, los guías del grupo, no han perdido nunca la actitud juvenil (el emblema del romanticismo rockero por antonomasia). Con cada nuevo álbum, como los Stones, quieren demostrar al planeta cuánto aún pueden seguir dando de sí (Nine Lives, A Little South of Sanity, Just Push Play).

Si bien Tyler no escucha nada de música mientras graba, a fin de no dejarse influir, este originario de Massachusetts es un fanático del rap el resto del tiempo. Para él, los negros lo lograron de nuevo: crearon una nueva forma de arte. Mick Jagger dijo en su momento algo parecido con respecto al r & b. Los manifiestos de ambos son festejos a la negritud.

En lo musical, los dos grupos dominan sus opciones, y su rock de patente —basado en el r&b, el soul acompañado por salidas ocasionales hacia el country, el reggae, las baladas o el hard y el rap, respectivamente— no agrega nada fundamental a su paleta.

En la actualidad, Aerosmith, como los Rolling Stones, logran reunir en sus conciertos a distintas generaciones y familias enteras. Perry, como Richards, se planta bajo los reflectores a recrear los riffs que lo han hecho famoso, y tiene en Whitford a su compañero congenial (como Richards y Ron Wood).

Asimismo, en determinado instante de los conciertos toma el lugar tras el micrófono, a la usanza de Richards. Mientras que Tyler, como Jagger, hace gala de una gran condición física a pesar de tener 75 años. Causa tanta admiración su energía, como la del británico.

Las giras de ambos longevos grupos, catalogadas desde hace décadas sólo para estadios, se erigen en auténticos shows profesionales y emotivos de dos o tres horas de duración. Y aunque los conciertos en general no brillen sobremanera, siempre se distinguirán por su capacidad para convertir hasta una noche promedio en una experiencia memorable.

Aerosmith llega a la tercera década del siglo XXI con una vitalidad asombrosa y sólo con un par de discos de estudio en el presente siglo: un álbum de blues (vuelta a las raíces, como lo hicieron los Stones con Blue and Lonesome) titulado, Honkin’On Bobo y otro, Music For Another Dimension, de hace una década. Por supuesto, tienen su lugar en el Salón de la Fama del Rock & Roll.

VIDEO: Aerosmith – Livin’ on the Edge (from You Gotta Move – Live), YouTube (Aerosmith)

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DISCOS EN VIVO: LIVE: LET’S WORK TOGETHER (G. THOROGOOD)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Con las primeras notas regresé a la mesa. Aquello era la locura, una utopía, un auténtico Shan-gri-la. Y ahí, descubrí una vez más eso que Hendrix expresó con «Excuse Me While I Kiss the Sky»: esa noche actuaba George Thorogood & The Destroyers.

Thorogood, un guitarrista nacido en Maryland, junto a sus compañeros: Bill Blough (bajo), Jeff Simon (batería) y Ron Smith (guitarra) habían decidido tocar un rhythm and blues rústico, áspero, auténtico y lleno de corazón, bajo el nombre de The Destroyers (el explosivo y energético saxofonista Hank «Hurricane» Carter se acababa de integrar al grupo y realizaba con éste sus primeras presentaciones).

George se dedicaba a los riffs directos y nada pretenciosos de un blues urbano actual y sin tapujos.  Había estudiado hasta sus raíces las obras de influyentes músicos como Elmore James, John Lee Hooker y Chuck Berry.

El «demonio del slide», sobrenombre con el que se le conocía, se mostraba fascinado por el carácter y ritmo del blues urbano y del rhythm and blues.  Su reputación como instrumentista lo elevaba al mismo nivel que Johnny Winter y Rory Gallagher.

Y en esos momentos quien quisiera escuchar la slide tocada como se lo hubiera imaginado el inventor del instrumento, hará bien en elegirlo a él.

La banda mostraba que sabía obtener el máximo efecto con los medios más sencillos. Todo el equipo que llevaban de gira cabía en un camión mediano.  No era de sorprender, pues, que en esos tiempos hayan optado por presentarse exclusivamente en salas reducidas.

En los clubes y pequeños auditorios donde encontraban la mejor veta para explotar su música y el contacto espontáneo con el público que hacía tan vivo y eficaz a su sonido.

Thorogood requería del marco íntimo para poder producir el fragor completo de su propuesta musical: un r&b ortodoxo y atemporal. El sax, la poderosa sección rítmica y la bottleneck eran para él lo que marcaba los acentos.

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“Su música es viril –escribí después–: se puede oler el sudor y el whisky, el polvo del camino en las botas y la ira esencial. El electrizante grupo atiza el fuego y reinventa el acero, con un filo de hard blues que vierte su ruda energía en urgentes y violentas sacudidas. La velocidad es frenética, ansiosa por alcanzar a su guitarra impaciente.

“Sus propias composiciones tienen tanto ardor como las que pide prestadas (y devuelve pagando altos intereses) a John Lee Hooker y Chuck Berry, ya que indiscutiblemente todos están hechos de la misma fibra. Y agrega la cualidad agresiva, esa brutalidad que despierta los sentidos y los sobresalta, sometiéndolos”.

Aquella noche, gracias a George y a sus Destroyers escuchamos cómo nos gustan las mujeres hasta hartamos; filosofamos con ello a todo pulmón, e hicimos caso sin chistar de sus enseñanzas y experiencias junto con el resto de los cófrades: tipos que festejaban estar enamorados de una mujer, con otra; santos bebedores bendecidos por el regocijo de la música o parejas que festejaban los pecados y la vida.

La guitarra de Thorogood y el sax de “Hurricane” Carter hermanó los corazones y demostró que el alcohol bebido con fe sólo admite comparación con el beso de una mujer.

Algunos días después compré el álbum en vivo: Live: Let’s Work Together, para recordar para siempre todo aquello.

VIDEO: George Thorogood Live – Johnny B. Goode (Lorely 1995), YouTube (Allmusic-Vids 2)

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ARTE-FACTO: GET WELL SOON

Por SERGIO MONSALVO C.

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POP ÍNTIMO Y EJEMPLAR

El concepto actualmente denominado Chamber pop forma parte de una larga tradición de la música popular, la cual se remonta a los años sesenta del siglo XX (una década muy productiva en cuanto a la creación de géneros musicales, como el English Baroque, del que procede).

La progresión de tamaña corriente, o mejor dicho de su postura estética, derivaría poco a poco, a través de los años (y con afinaciones cada vez más sofisticadas), en el actual y cosmopolita Pop intime.

Éste es un estilo que le otorga un lugar privilegiado (VIP) a la crème de la crème de los autores contemporáneos: Neil Hannon, John Grant, Nick Currie, Antony Hegarty, et al.

Un estilo que requiere tanto de armonías vocales como de elementos instrumentales como el harpsicordio, el oboe, la flauta, el violín, el cello, la viola, el arpa, la trompeta, el Grand piano o el corno francés, entre otros. Así como de orquestaciones de la música clásica (tanto del periodo barroco como del consecuente romanticismo).

Lo característico de su actual andanza es el afán incluyente. Es el subgénero culto e hipermoderno (que requiere de una apreciación de más de 140 caracteres).

Subgénero de una era que se distingue por la convivencia de todas las épocas, en el mismo tiempo y en el mismo espacio, y sus aportadores se inscriben desde el pop clásico al alternativo o indie, pasando a veces por el estercolero de las listas de popularidad sin ensuciarse las alas, y con infinidad de intérpretes, conceptos y matices.

En esta línea se encuentra también el grupo Get Well Soon, bajo la guía y el liderazgo de Konstantin Gropper. Un compositor, músico y cantante, nacido el 28 de septiembre de 1982 en Alemania, al sur de Suabia (región colindante con Suiza).

Gropper se caracteriza por varias cosas, entre ellas su gran bagaje intelectual y su perfeccionismo. Ambas cuestiones se reflejan, hasta ahora, en su obra que consta de una decena de álbumes y algunos EPs (una docena en total).

Gropper creció bajo la mirada de un padre intérprete de música sinfónica y dentro de una atmósfera plagada de pintura, libros y cinematografía. A los seis años de edad ya tomaba clases de cello en el Conservatorio de su ciudad natal.

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Esta educación lo convirtió en un joven culto y con amplias perspectivas artísticas. Mismas que buscó concretar dentro de la música popular.

Para ello creó al sexteto Get Well Soon a mediados de la primera década del siglo XXI, con integrantes desprejuiciados tanto del purismo clásico como del popular.

El objetivo que perseguía con este grupo era canalizar sus inquietudes litararias, filosóficas y de otras materias recurrentes (estuvo inscrito en ambas carreras en la universidad suaba, pero no le gustaron ni las clases, ni el ambiente, ni la gente, y ponerse a componer canciones le resultó más productivo que el medio académico).

VIDEO SUGERIDO: Get Well Soon – Angry Young Man (Official Video), YouTube (CitySlang)

Konstantin Gropper, personaje muy poco convencional, comenzó sus andanzas grabando el EP A Secret Cave, A Swan (del 2005).

Durante los tres años siguientes fue ensayando y refinando su propuesta hasta contar con el material necesario para realizar su primer disco, al cual puso por nombre Rest Now, Weary Head! You Will Get Well Soon, que apareció en enero del 2008 con el sello City Slang.

Al principio éste sólo se distribuyó en los países de habla germana (aunque estuviera cantado totalmente en inglés), pero ante las buenas críticas y la aceptación pública fue editado también en el resto de Europa en la segunda mitad de dicho año.

Luego tuvieron que pasar otros tres años para publicar el segundo trabajo: Vexations (2011), que amplió el horizonte abierto por el primero.

El contenido de ambos álbumes, y del resto que ha seguido –tanto en sus letras como en su música– está pletórico de referencias, citas y evocaciones culteranas, pero también de crítica social y fino humor, que de ninguna manera resulta chocante puesto que es su ambiente natural (auténtico en un tipo rodeado siempre de libros, música diversa y aficiones cinéfilas).

Así que dentro de sus piezas danzan lo mismo Burt Bacharach que Erik Satie, versos de Baudelaire, pasajes de Sartre, visitas al Museo del Louvre, rememoranzas sobre el cine de Werner Herzog, aforismos de Nietzsche o reflexiones sintéticas sobre Séneca, la obra de Óscar Wilde, la novela histórica o las portadas de la revista People, entre su variedad temática.

Y todo ello arropado con las atmósferas creadas por un sonido de pop romántico que bulle apasionado, lírico y conmovedor, en medio de cuerdas leves, teclados sugerentes, percusiones enfáticas, coros evanescentes o apoteósicos (con arreglos musicales tan intrincados como de relojería perfeccionista) y la voz de Gropper, que matiza con elegancia cada emoción provocada por los textos.

No obstante, y contrario a lo que pudiera pensarse, muchos de sus estribillos son pegadizos y recordables, al igual que su rítmica, como los que utiliza el pop comercial sin alejarse, por ello, ni un ápice de sus objetivos estéticos.

La de Get Well Soon, el proyecto y grupo de Konstantin Gropper, es una manifestación artística de gente curiosa que busca crear algo nuevo a partir de sus muchas influencias de la cultura contemporánea, a veces éstas tan dispares y gozosas como inesperadas.

VIDEO SUGERIDO: HD – Get Well Soon – Good Friday (live) @ Arena Wien 23.11.2010, YouTube (galvanization85)

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REZA EL GLOSARIO: GHETTO (II)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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URBANISMO RACISTA

La comunidad afroamericana que llegó a Chicago se asentó en la zona sur. “Al otro lado de las vías” del ferrocarril (Bronzeville), que delimitaban la zona urbana desarrollada de la que no lo era (blancos y negros, respectivamente). El blues eléctrico de Chicago reflejó el carácter de esta sombría ciudad fabril y las miserables circunstancias sociales acarreadas por la migración masiva desde el Sur. Agresivo, siniestro y cargado de tensión suena el nuevo estilo, con la slide guitar y armónica amplificada como sus características principales.

Si bien muchas veces sus cantos eran duros y brutales, esto no era para menos: los hijos blancos del Tío Sam nunca les habían dado respiro y sí todas las restricciones a sus derechos civiles, estigmatizándolos y a su entorno: “No es aconsejable entrar en esas zonas si eres blanco”.

La ciudadanía blanca del norte del país, apenas tenía contacto con la población negra. Sin embargo, con la inmigración masiva debida a la crisis se incrementó la repulsión hacia los negros, que apenas los concebía fuera de un grupo de seres primitivos y peligrosos. Tras la guerra civil y la abolición, la mayoría seguía creyendo en la leyenda del salvaje dominado por creencias irracionales, sometido a todo tipo de impulsos descontrolados.

Los líderes políticos y sociales, los líderes religiosos, los empresarios inmobiliarios supieron explotar ese miedo y, más aún, cuando estigmatizados bajo las leyes sociales de la población blanca, dicho temor redituó en la creación de los ghettos.

El devenir de éstos en la Unión American se encuentra estrechamente asociado con olas de inmigración (externa) y a la migración urbana (interna). La primera comenzó en el siglo XIX con los irlandeses, alemanes y chinos, seguidos de italianos, polacos y suecos. En el inicio del XX llegaron los judíos europeos, los rusos, ucranianos, otros asiáticos y latinoamericanos. Todos ellos crearon sus propios enclaves y barrios con crecimientos y adaptaciones dispares y ambivalentes.

La situación de la segunda, la de los afroamericanos, ha sido distinta. Entre la abolición de la esclavitud y la promulgación de las leyes de derechos civiles de la década de 1960, las costumbres discriminatorias (a veces codificadas en la ley) obligaron a que esta comunidad interna viviera en barrios específicos, conocidos como ghettos.

Las distintas autoridades jurídicas (federales, estatales) aplicaron una lógica perversa para crear con ellos un régimen de marginalidad plenamente aceptado: la tendencia mayoritaria blanca hacia la segregación y el mantenimiento de la desigualdad, la fragmentación laboral y la lumpenización, la reducción del estado de bienestar y la concentración de la pobreza en tales zonas, todo con su debida legalización.

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Medio siglo después de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos (1955–1968), la de los Estados Unidos sigue siendo una sociedad segregada en la que blancos y negros habitan diferentes barrios. Tras la II Guerra Mundial mucha gente blanca estadounidense se mudó de las ciudades a los suburbios recién creados.

El hecho ocurrió, en parte, como respuesta a los negros que se mudaban a los vecindarios urbanos blancos. Las prácticas legales destinadas a «preservar» dichos suburbios limitó el intento de los negros para vivir en ellos, aunque económicamente pudieran hacerlo.

Para conseguirlo, tanto los bancos (préstamos e hipotecas), las compañías de seguros y las empresas negaban o aumentaban el costo de sus servicios, el acceso a puestos de trabajo, a la atención médica, etcétera, ​en áreas racialmente determinadas.

Los datos sobre el precio de la vivienda y las actitudes contra la integración indican que la segregación es un producto de acciones colectivas, adoptadas por los blancos para excluir a los negros de los mejores barrios citadinos y suburbanos. En la era Trump todo ello se recrudeció e incrementó la violencia y la palabra ghetto cobró nuevos significados para ambas partes (el gobierno usó la tecnología para canalizar su mensaje, mientras que el hip hop recogió la estafeta del blues).

La certeza de que el pasado, en lugar de alejarse, se torna cada vez más presente. El fanatismo y el odio racial y los gritos de supremacía blanca, la xenofobia, ya no están sólo en las hordas encriptadas como el KKK, sino que provienen del gobierno mismo y los han hecho extensivos a todo afroamericano o inmigrante extranjero.

Tal estulticia, además, ha tendido a ser imitada por los políticos populistas demagogos, derechistas y aspirantes a déspotas de diversas geografías del mundo con mayor libertad (amparados en el voto y el retorcimiento de la democracia) y espacios (redes sociales) para tergiversar y extender sus mentiras, desde Asia a Latinoamérica donde las barriadas crecen para poner ahí a los “contrarios y fugitivos del desarrollo”.

VIDEO SUGERIDO: Donny Hathaway – The Ghetto, YouTube (soulfunkist)

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REZA EL GLOSARIO: GHETTO (I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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EL INFAME INVENTO

 

Existe un hecho socio-histórico que se puede englobar en una sola palabra, y cuyas existencia y función deben ser incluidas en la historia universal de la infamia: el ghetto. Transcurrir por los vericuetos culturales en que dicha palabra cobra vida es una de las cuestiones que debe abarcar cualquier glosario que se precie.

Tras la huella de tal término hay un verdadero periplo histórico, determinante para comprender su significado esencial: la exclusión (del otro, del extraño, del diferente).

Este asunto contrahumano ha sido tratado recientemente por el escritor estadounidense Mitchell Duneier (también etnógrafo y sociólogo), profesor emérito de diversas universidades de la Unión Americana. El libro se titula  Ghetto: The Invention of a Place; the History of an Idea (Gueto: la invención de un lugar; la historia de una idea, según su traducción al español).

Éste indica que el término surgió en Venecia, Italia, en el siglo XVI, cuando a la etnia judía se le obligó a vivir en un barrio de la periferia citadina llamado géto (donde había funcionado una fundidora de hierro). El autor a través del libro transita por esa actitud antisocial (la señalada exclusión espacial) desde la época renacentista hasta la fecha.

De Venecia la “idea” viajó por todo el territorio italiano, con el respaldo total del papado. Se difundió y aplicó en diversas ciudades como Praga, Frankfurt, Hamburgo, Maguncia y en países como Polonia, Lituania o Cracovia, hasta la llegada de la Revolución Francesa y sus ideales libertarios. Luego regresó brutalmente de la mano del nazismo en Alemania, e incluyó a diversas poblaciones ciudadanas, por su origen étnico, y grupos ideológicos contrarios al gobierno, hasta desembocar en un fatal destino.

Sin embargo, con el fin de la Segunda Guerra Mundial no terminó su andar, al contrario, el virus mutó y utilizó la economía como herramienta para injertarlo en las sociedades contemporáneas, teniendo a los Estados Unidos como epítome de la aplicación como sistema.

En su libro Historia universal de la infamia, Jorge Luis Borges escribió que en 1517 el Padre “Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas. A esa curiosa variación de un filántropo debemos infinitos hechos, entre ellos el los blues de Handy”.

Efectivamente, como uno de los efectos de tal hecho emergió ese género musical como expresión de la desigualdad. El blues nació durante el turbulento periodo que siguió a la Guerra Civil estadounidense, al enfrentar los negros del sur del país un cambio total en los fundamentos de sus vidas bajo el duro yugo de la esclavitud (donde vivieron en zonas de las plantaciones destinadas a ello), a causa de su repentina libertad. Cambio que no siempre fue para bien.

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En muy poco tiempo, descubrieron que un sistema de opresión era reemplazado por otro (como la aparcería, el arrendamiento y otras formas de servidumbre económica), no muy distinto de la anterior servidumbre física.  En algunos aspectos era mucho peor, al surgir una serie de presiones –económicas, psicológicas y culturales– que no estuvieron presentes, con las mismas implicaciones, durante el tiempo de la esclavitud.

En respuesta a estas últimas, una nueva forma musical lírica, el blues, tomó forma en medio de la cultura de las plantaciones del Sur, en Mississippi, Alabama, Arkansas, Louisiana, Tennessee, Missouri y Texas, regiones de las cuales provienen las noticias más tempranas de dicha música.

El blues, reflejaba con visión mucho más certera el cambio provocado por las experiencias, los estilos de vida, los valores culturales y la comunidad de intereses de la mayoría, si no es que todos los negros en los Estados Unidos durante esos difíciles tiempos.

El intérprete de blues se colocó a la vanguardia en la articulación de dichos sentimientos; destilaba, mediante una forma musical dotada de simplicidad, franqueza, flexibilidad e inmediatez sobresalientes, los anhelos, disgustos, desafectos, esperanzas y el carácter humano de toda una raza dedicada a la búsqueda de sí misma dentro de la matriz de una sociedad que la había abandonado, marginado y separado a zonas específicas, por su origen, por su color de piel, por las costumbres culturales que prevalecieron a pesar de las prohibiciones y censuras, en fin, por ser como era.

Chicago se convirtió en la meca de los negros libertos, y del blues que generaron, luego de que la época de la depresión económica de los años treinta del siglo XX cerrara muchas fuentes de trabajo para gran parte de esta población del sur de la Unión Americana.

La emigración de un millón de personas de tal población (debida al racismo rampante, al cierre de fuentes de trabajo y a la extrema marginación) y la experiencia sonora que se recogió durante la misma, dieron como resultado el desarrollo de los más variados estilos y el surgimiento de nuevos elementos para enriquecerlos. Chicago fue el crisol de todo ello.

 

VIDEO SUGERIDO: Too Short – The Ghetto, YouTube (YouTube (Too Short)

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RIZOMA: ACTORES (II)

Por SERGIO MONSALVO C.

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CUANDO LA IMAGEN CANTA

Jeff Bridges. Es un actor de larguísima trayectoria cinematográfica. Algunos de sus filmes lo convirtieron, primero, en intérprete de culto (The Fabulous Baker Brothers, The Great Lebowski, et al) y luego de recibir un Oscar por su actuación en Crazy Heart, en uno popular. En una segunda vida, tras la actuación, está su espíritu de cantautor el cual ha estado contenido por la preeminencia del de actor. Sin embargo, su obra en este sentido no es desdeñable con dos discos hasta el momento.

VIDEO: JEFF BRIDGES “WHAT A LITTLE BIT OF LOVE CAN DO” LIVE, YouTube (TINKER2ELVIS)

El primero se tituló Be Here Soon (del 2000) y el más reciente lleva su propio nombre: Jeff Bridges (2011). En ambos compone e interpreta algunas de sus propias canciones (cortes atractivos y faltos de pretensión). El estilo musical mezcla el country, americana y el folk rock con unas letras personales e intimistas. El segundo fue producido por la leyenda del blues T-Bone Burnett, en donde más que al country oscuro y solitario que caracterizó su premiada cinta suena a Tom Waits o a Dylan, por lo introspectivo, toda proporción guardada.

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Kevin Kostner. Se le conoce por su actividad interpretativa con títulos como “Bailando con lobos”, “El guardaespaldas” o “JFK: caso abierto”, entre una veintena de títulos más que le han dado fama y prestigio en todo el mundo. Pero ésta no es la única faceta creativa de Costner que también compone y canta con una banda que entremezcla el folk, americana, el rock y el country. La formación musical del actor nació hace 20 años a raíz de un encuentro entre amigos en Los Ángeles.

VIDEO: Kevin Costner & Modern West – Where Do We Go From Here, YouTube (ichiban2592007)

Él y la banda Modern West, que hoy lo acompaña, cuenta con 5 integrantes más e interpretan una música que cabalga cómoda en tales estilos. Y entre sus logros está haber actuado en la catedral del country: Grand Ole Opry. Como líder de esta banda, Costner cuenta ya con cuatro álbumes en su haber (Untold Truths, Turn in On, From Where I Stand y Famous for Killing Each Other). La suya es una voz limitada pero cálida, a la que arropan muy buenas melodías con un sonido rockero de toques sureños.

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Zooey Deschanel. Estrella del cine independiente (con 500 Days of Summer o Yes Man, como ejemplos). Hoy tiene una sólida carrera como cantante a la que es difícil sustraerse por la fascinación que causa. Es una vocalista de estilo cándido y retro, que asume la autoría en el repertorio de varios soundtracks y de los discos del grupo She & Him, en el que tiene como compañero a Matthew (M.) Ward, una celebridad como cantautor, compositor y productor.

VIDEO: She & Him Fools Rush In, YouTube (sophia7gr)

Las canciones del dúo, originales o versiones, instaladas en el indie (tanto folk como pop) y el country alternativo, son tan inocentes como pegadizas y enternecedoras. En las piezas ella toca, además, el piano y el ukulele, mientras él apenas puntea la guitarra con una técnica incisiva que recuerda al británico Richard Thompson. De hecho, el dúo se conoció preparando una versión de éste para la película The Go-Getter, de la que ella era protagonista.

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Las flores insospechadas de la creatividad brotan en momentos diferentes, hasta en mundos distintos. Esa parece ser la explicación razonable de los actores con una carrera musical intermitente. Como hemos escuchado, el gusto musical en todos ha sido parte de su vida desde la adolescencia, incluso desde la infancia. Pero lo han soslayado en favor de su mayor interés y desenvoltura: la actuación.

Sin embargo, de vez en cuando les surge, de distintas maneras, aunque prevalezca en estilos señalados. Dicho gusto está dentro de ellos (desde la aparición misma del cine sonoro) y es algo que les apetece hacer simplemente, y buscan con él una vida paralela imaginándose para sí otra existencia.

VIDEO: She & Him – Don’t Look Back (Official Video), YouTube (MEGAINDIEROCK)

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SIGNOS: ROCK INSTRUMENTAL

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ROCK INSTRUMENTAL (FOTO 1)

 

LA VOZ DEL APARATO

 

Como su nombre lo indica el rock instrumental es un subgénero que basa su acontecer en el uso exclusivo de los instrumentos y con una mínima o ninguna participación de la letra. Surgió para dar énfasis a la destreza individual sobre los mismos, que a la larga derivó en virtuosismo.

Para no variar, esta corriente proviene de los intérpretes negros del jazz y del rhythm and blues, sobre todo del estilo jump. Un aspecto importante del jump blues eran las piezas instrumentales, herencia de los comienzos del r&b, cuando el principal interés de los fans era bailar.

El swing hot, el jazz y el country blues se condensaron en forma de jump blues al final de los años cuarenta, empujando a las pistas de baile a una población cansada de la guerra y la inflación. Los pequeños y animados grupos que tocaban secuencias de blues con una energía y un entusiasmo sin precedentes eran acompañados por cantantes gritones de ambos sexos.

El ánimo de los intérpretes se reflejaba en el del público. Los saxofones tenor graznaban y chillaban, los pianos ejercían un papel percusivo y las guitarras eléctricas vibraban y punteaban. Las letras de las canciones eran sencillas y elementales, dirigiéndose a los corazones de los adolescentes mientras el estruendoso ritmo les hacía mover los pies.

Al aumentar la popularidad de tal música, ésta atrajo a hordas de imitadores y admiradores. En pocos años, el jump blues cambió el rumbo de la música popular en los Estados Unidos.

Durante su auge, hasta el comienzo de los sesenta, el poder de convocatoria de tal estilo abarcaba a todas las razas y situaciones económicas, al contrario del country blues y del blues eléctrico urbano, de público en su mayoría negro.

Era capaz de llenar los salones de baile con cientos de escuchas eufóricos. Sin embargo, al llegar el año de 1960, el jump blues había desaparecido de la radio. Algunos de los exponentes del demoledor arte del jump habían encontrado un lugar temporal en el rock and roll, pero la mayoría desapareció.

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Su esencia fue retomada por los guitarristas blancos de ambos lados del Atlántico hacia el final de los cincuenta, con los Tornados y los Shadows, del lado del Reino Unido,

Y con The Champs, Duane Eddy, Link Wray, The Fireballs, The Ventures y Booker T. And The MG’s, del lado estadounidense. El surf instrumental retomó con regularidad nuevos aires y practicantes garageros en todo el mundo. Fue un camino abierto que siguieron docenas de grupos con convicciones semejantes, los cuales rindieron tributo al sonido speed instrumental enriquecido por el eco.

La época de oro del rock instrumental duró hasta la llegada de la Ola Inglesa, a la que influyó, así como lo hizo con el surf y otras corrientes de moda menos importantes y fugaces. Sin embargo, su presencia se ha mantenido a lo largo de las décadas gracias al creciente e innovador virtuosismo de sus intérpretes, quienes han canalizado sus ímpetus hacia la experimentación y el descubrimiento de las posibilidades del instrumento.

Entre los coleccionistas más puristas, existe una escuela de pensamiento que considera el instrumental como la máxima expresión del rock. Y tiene sentido: a partir de los años cincuenta, sucesivas generaciones descubren las maravillas de la guitarra eléctrica y afinan su creatividad al servicio de aquella máquina salvaje.

Sin voces, el protagonismo recae sobre la guitarra, que debe demostrar elocuencia, poder de evocación, imaginación timbríca. Y hablamos de unos años donde no existían los pedales que transforman el sonido. Que conste que, aparte de los guitarristas, también saxofonistas, organistas o bateristas vivieron unos breves años de vacas gordas.

En los años setenta la fusión del rock con el jazz y el cross-over brindaron muestras como las de Return to Forever, la Mahavishnu Orchestra, Weather Report y el ya solista Jeff Beck; la corriente progresiva se alzó con los nombres de Mike Oldfield y King Crimson.

Los ochenta pusieron en la palestra a Yngwie Malmsteen, Joe Satriani, Steve  Vei, Steve Morse y Jason Becker, entre otros. En los noventa se sumaron Tortoise, Mogwai, Cul de Sac, Don Caballero, y el director Quentin Tarantino abrió los archivos para darle realce a su Pulp Fiction con Dick Dale, quien resucitó con ello, lo mismo que el rock instrumental de garage por todo el mundo.

Con el nuevo siglo aparecieron nuevos representantes, acordes con la sonoridad vigente: John 5, Eric Johnson, Jim Root, dominaron la primera década. En la segunda, se consolidó el post-rock, y entre su vertiente instrumental se anotaron nombres como Explosions in the Sky, Russian Circles, God Is An Astronaut, Mogwai, Do May Say Think, Black Emperor, Godspeed You!, que son  otros ejemplos de post-rock instrumental.

Asimismo lo son los grupos japoneses Mono, Toe y The Black Mages, o los franco estadounidenses CAB, los rusos de Mooncake, los angelinos Red Sparowes y los texanos Scale the Summit, entre otros muchos.

No obstante, el del siglo XXI es otro cuento. Por ejemplo, con las atmósferas del desierto norteamericano que son singulares. Nada hay como las sonoridades que provoca. Del dobro solitario que se ensambla con el silencio a la imaginería instrumental de su exuberancia en flora y fauna. Todo depende de quien lo mire, de quien lo transite o de quien lo viva. Su melodía puede ser tan seca y minimal para el que lo tema, como húmeda y festiva para el que sepa descubrirla.

La imagen y el ritmo del paisaje desértico de tal zona, ubicada en la frontera entre México y los Estados Unidos, repercuten de forma permanente en aquel que ha forjado su existencia caminándolo, sintiendo su presencia o admirando su peculiar viveza. El hombre frente al panorama de su salvaje naturaleza. Eso es lo que captura Calexico en su música, o Ry Cooder para su exitoso soundtrack de Paris, Texas.

No obstante, la época temprana (la dorada) de este subgénero es la señalada como clásica por la historia y en donde diversos instrumentos tomaron el papel protagónico antes de que fuera la guitarra, la reina del lugar: El sax con los Champs, por ejemplo (limbo rock), el órgano Hammond con Booker T. And The MG’s (“Green Onions”), hasta desembocar en los guitarristas como Link Wray (“Rumble”), Dick Dale, Duane Eddy, y The Ventures (cuando este grupo logró llegar a las listas a nivel mundial, las compañías disqueras desde luego presentaron grandes cantidades de bandas y obras hechas al vapor y copiando su distintivo estilo).

VIDEO SUGERIDO: The Ventures – Hawaii Five-O (original theme song), YouTube (theandrusshow)

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LOS OLVIDADOS: FRONT 242

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Para muchos, los cuatro miembros de Front 242 (fundados en 1981) son los pioneros de la electronic body music o etiqueta semejante. En todo caso, el grupo de origen belga ocupa la cima indiscutible en este género.

Tyranny For You (1991), su cuarta obra, siguió al innovador L.P. Front by Front (1988). El éxito de este último, sin embargo, no los indujo a caer en la trampa de la repetición de una fórmula. Front 242 tiene una imagen de fría distancia.

Los textos de sus canciones estaban constituidos por observaciones periodísticas, sin tomar ninguna posición determinada. En el álbum mencionado se apartan de los medios de comunicación, su fuente natural de inspiración, para clavarse en las raíces del hombre, el simbolismo, su trasfondo cultural.

Era la síntesis de una década, las máquinas se volvían ambiguas y hablaban de la naturaleza. La música se volvía espejo. Fue el disco más emotivo de su historia.

Front 242 ha dejado pasar cada vez más tiempo entre disco y disco, aprovechándolo para meditar y destilar. El resultado muestra solidez y concepto.  El trabajo de fondo sigue siendo apreciable, con florituras pulidas, detalles cuidados, atención escrupulosa y hasta exagerada.

En general, la suya es una obra de orfebrería auditiva, la cual ofrece, para empezar, composiciones de sorprendentes matices, todas rincones y recovecos, toques sutiles y puñetazos, manejando lo electro en su más pura tradición, pero sublimándolo con notas más acústicas.

Pese a todo, cuando en la pieza «Rhythm of Time» se les escucha hablar de la raza humana o del alma, uno piensa más bien en una pandilla de mutantes que en seres de carne y hueso.

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Por otra parte, una de las antiguas características del grupo permanece inconmovible: el lado perturbador. Continúa desprendiendo efluvios sulfurosos y sonoridad creciente.

Esto no le impide basarse en ambientes más que en melodías y muestra, con jadeos o evocaciones de piezas antiguas, el regreso de ciertos trucos, pero eso sí tan enriquecidos que parecen diferentes.

Y si ya hemos de adentrarnos en la comparación con su propio pasado, otra evolución es el volumen del sonido, el cual fue aumentando de disco en disco conforme adquirían la perfecta maestría tecnológica.

En resumen, su discografía se trata de un producto ultraprofesional, acabadísimo, impecable, sin una sola arruga cibernética, de lírica industrialidad.

Front 242 está, paralelamente, ligado al cinismo. Su obra sin concesiones se impone como una buena catarsis. Dicen no creer en el hombre, que no lo respetan, pero tienen hijos; no les da miedo envejecer sino morir; practican deportes, aunque adoren el ambiente industrializado; no se drogan, aunque amen la decadencia; son en general muy positivos en su forma de vivir.

Tras una potente estética trágica y un ritmo marcial se esconde, pues, un conjunto de pesimistas felices de estar vivos. Esta espiral de contradicciones se nota, se escancia con agudos estridentes y bajos subterráneos que engendran atmósferas fríamente apocalípticas sin dejar de ser bailables.

La de este grupo es música fácilmente comparable con el impresionismo alemán y el realismo de connotaciones guerreras y perturbadora porque nace de la perturbación. Dicha agrupación belga, continúa siendo a la fecha del más inmediato vanguardismo electrónico.

VIDEO: Front 242 – No Shuffle (Live 1985), YouTube (Les archives de la RTS)

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HISTORIA DE UNA CANCIÓN: «MISERLOU»

Por SERGIO MONSALVO C.

 

MISERLOU (FOTO 1)

 

LAS OLAS ENCRESPADAS

Estamos en 1958, en el tiempo en que Elvis Presley tiene que ingresar al ejército. Los Estados Unidos han sido permeados por estrellas del pop higiénicas, limpias y aptas para toda la familia. Sin embargo, en la población surcaliforniana de Balboa se sacude el club Rendezvouz Ballroom con el primer concierto del guitarrista Dick Dale y sus Del-Tones.

El público está formado por los tipos con los que Dick sale a “montar las olas” con su tabla todos los días. Ellos lo nombran “Rey de la Guitarra Surf”. Un par de meses después el músico atraerá a miles de personas a sus tocadas.

El guitarrista en realidad se llama Richard. Llegó a California con un carácter huraño y gustos musicales nada comunes. Por su padre libanés-egipcio está muy familiarizado con la música del Medio Oriente; debido a la influencia de su madre polaca conoce la polka.

No obstante, sus antecedentes más inmediatos son la grabación instrumental “Rumble” del también guitarrista Link Wray (quien a fin de “ensuciar” el sonido de la guitarra le abrió un agujero a la bocina, creando así el efecto “fuzz”) y el tañido vibrante de las cuerdas de Duane Eddy (arraigado en el rockabilly).

Anteriormente el nombre de Dick Dale había sido Richard Anthony Monsour, nacido el 4 de mayo de 1937 en Boston, Massachusets, quien era un guitarrista excéntrico que se consideraba el inventor del estilo surf en la música. Creó uno de los clásicos del género: “Miserlou”.

Sus piezas de rock instrumental contaban con las influencias mencionadas, así como las sudamericanas. El éxito que obtuvo a principios de los años sesenta se limitó principalmente al sur de California, pero su influencia se extendió y resultó enorme.

Dick Dale vociferaba que “la música era sexo puro y la guitarra eléctrica el rugido y murmullo del océano”. Eso es lo que pensaban los jóvenes surfeadores del sur de California, tipos bronceados que buscaban el contacto de la música con los elementos de la naturaleza. El surf (originario de Hawai) se había desenvuelto plenamente en California entre esos años cincuenta-sesenta.

El clima atrajo a muchos veteranos de las recientes guerras en el Pacífico y en Corea, quienes ya no deseaban atarse a las rutinas del trabajo fabril. A ellos se habían unido los adolescentes que preferían la tabla de surf al pupitre escolar. Eran conocidos como beach bums (vagos de playa).

Habían creado sus propias modas y normas de conducta. El vodka con jugo de naranja era la bebida preferida, que se acompañaba con un cigarro de marihuana. El vestuario consistía en shorts y camisas estilo hawaiano. El himno musical se llamaba “Miserlou”, la pieza que había grabado Dale.

La compañía Fender, a partir de ahí, comenzó a abastecer a la comunidad con las obligatorias guitarras Stratocaster y con amplificadores provistos de un aparato de eco ya instalado, los cuales resultarán característicos para el sonido de los surfeadores. En el camino abierto por Dale ya caminaban muchos grupos bajo convicciones semejantes: rendían tributo al sonido speed instrumental enriquecido por el eco.

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En el futuro cercano muchos productores verían en ello una nueva mina de oro, pero apartarían de su perspectiva el concepto rudo del sonido instrumental y le agregarán voces melodiosas para atraer compradores. Aparecerán entonces Jean and Dean y luego los Beach Boys (quienes sintetizarán la fórmula Dale-cuarteto vocal-Chuck Berry).

Se volverá irresistible la imagen de gente bonita, joven y sin preocupaciones que se divierte en la playa. La ola se hará incontenible. Surgirán clones por doquier, de los Rivingtons a los Venturs, pasando por los atípicos Trashmen.

No obstante, alrededor de 1965 la mina se agotará, el surf ya no venderá, mucho menos al ocurrir la ola inglesa protagonizada por los Beatles. La comunidad original se desmoronará: la violencia campeará por las playas, producto del tráfico de drogas; los surfeadores de viejo cuño emigrarán a otros lares, huyendo de los practicantes de fin de semana y de los nuevos deportes como la patineta y el esquí. Dick Dale sobrevivirá con presentaciones y giras fuera del país. El surf agonizará.

A pesar de todo, hubo un primer intento de comeback en 1978, cuando Dale interpretó la pieza clásica del estilo llamada “Pipeline” junto a Steve Ray Vaughan, para que fuera parte del soundtrack de la película Back to the Beach.

Banzai Pipeline (más conocida como Pipeline o Pipe) originalmente es una playa localizada en el distrito hawiano de Pūpūkea, en la isla de Oahu. Está considerada como una de las mejores playas del mundo para practicar el surf. Deporte que se afianzó ahí desde los años cincuenta y de manera oficial desde el comienzo de los setenta.

Por otro lado, el nombre “Pipeline” (y el de la pieza homónima) también se refiere a la leyenda de la ola, que desde aquellos primeros años, la erigió, junto a las estadísticas, como una con el mayor índice de mortalidad, debido a su fuerza y altura y a los peligrosos arrecifes donde rompe. Numerosos practicantes han fallecido en este lugar a causa de dicha ola. El intento de regreso de Dale quedó ahí también.

El guitarrista permanecería en otro largo letargo hasta que apareció Quentin Tarantino en el horizonte con la película Pulp Fiction y la inclusión de “Miserlou” en sus escenas. Dale se tornara entonces, gracias a este  soundtrack, en objeto de culto musical. Nacerá una nueva ola surfera que continuaría expandiéndose hasta la entrada del siglo XXI. “Miserlou”, con su rapidez y dureza volvería a ser una pieza detonante para el retro y el revival del surf guitarrero.

VIDEO SUGERIDO: Miserlou – Dick Dale, YouTube (dreamcast1212)

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