ELLAZZ (.WORLD): DIANA BURTA

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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CONCRETAR LOS DESEOS

Diana Burta nació en Groningen, en el norte de los Países Bajos, y comenzó con el jazz a muy temprana edad. A los 12 años ya tocaba el piano y cantaba todos los temas de Peggy Lee, Sarah Vaughan y Ella Fitzgerald. Sin embargo, no pensaba en convertir su afición en algo definitivo. No obstante, las mismas circunstancias la llevaron a la profesionalización, al aceptar la invitación de unos amigos de sus padres para aparecer en unos shows de radio cuando cumplió los 18 años de edad. La respuesta del público la animó a intentar la carrera dentro del género.

Habla la posible Diana:

“El jazz siempre me gustó. Desde niña. Mis padres tenían una gran cantidad de discos y de libros al respecto. No eran músicos, pero sí mostraban mucho interés en la música sincopada. Mi padre me sentaba en la sala con él. Ponía un disco cualquiera y me contaba alguna historia relacionada con el álbum o el artista. Esos eran mis cuentos para antes de dormir. Así que mi gusto por tal música siempre tuvo bases sólidas. Eso me llevó también a estudiar el piano. No para hacerme profesional, sino para darme un gusto personal y tocar los temas que a mí me gustaban.

“Cierta vez, siendo adolescente, junto con unos amigos organicé una excursión veraniega a los Estados Unidos. A Nueva York, para ser precisa. Quería conocer los clubes legendarios y escuchar a algunos músicos. Mis padres avalaron el viaje, contribuyeron económicamente y me diseñaron una tour verdaderamente apetitosa. Así que, con otros tres amigos, me lancé a conocer los lugares de mis personales ‘Mil y una Noches’. Dejamos Europa en julio y volveríamos un mes después.

“Nos instalamos en un hotel de Manhattan y comenzó la expedición esa misma noche. Veinte días después ya acumulaba alrededor de cien horas de escucha en los sitios históricos tanto como en los clubes de moda. Tenía miles de anécdotas que contarles a mis papás, además de muchos discos de regalo. Todos estábamos contentos, extasiados, desvelados y rebosantes de música. El último viernes nos regodeamos en el bar del hotel con la plática sobre el último concierto al que habíamos ido. Luego mis amigos se fueron a dormir. Yo me quedé todavía un rato escribiendo una postal.

“Se me pasó el tiempo y cuando me di cuenta el lugar estaba vacío, con decirles que hasta las rubias con pinta de putas habían desaparecido. Y eso que ahí se la vivían. No estaba cansada o demasiado tal vez, el caso es que no tenía sueño. Subí a mi habitación, me cambié rápido y salí a la noche neoyorkina. En el vestíbulo había recogido el anuncio de la presentación de un músico al que admiraba y estaría en un bar cercano. Pedí un taxi y le indiqué a dónde llevarme.

“Tenía que ir a pesar de lo que mi papá me había dicho al respecto de él. Ya sabes, la idiotez juvenil. Recordé lo que comentó: ‘Jimmy es un tipo enorme. Un buen pianista, pero un snob horroroso. Le gusta la adulación incondicional y sólo toca muy poco del jazz que sabe. En vivo se dedica sólo a saludar a los famosos o a quienes considera importantes. Así no hay quien lo aguante. Me gusta mucho oírlo en discos, pero en escena te dan ganas de romperle el piano en la cabeza’.

“Abordé un taxi viejísimo que olía como si acabara de vomitar alguien dentro. Es curioso, pero es un olor regular cuando decides viajar de noche en esos vehículos. Es algo deprimente, tanto como lo fue esa noche de viernes en que las calles estaban tan tristes y solitarias. Apenas si vi a alguien. De vez en cuando se cruzaban un hombre y una mujer tomados de la cintura, o una pandilla de tipos riéndose como hienas por alguna causa. Nueva York es terrible cuando alguien se ríe así de noche. La carcajada se puede oír a manzanas y manzanas de distancia.

“Era un club de tamaño regular del que había leído mucho, pero que por el precio del cóver no había entrado en nuestra visita. Sin embargo, por ser la última noche y haberme sobrado algunos dólares quise darme el gusto. A pesar de ser tan tarde el lugar estaba a reventar. Casi todos los asistentes eran jóvenes, probablemente universitarios, probablemente también en los últimos días de sus vacaciones, como yo. Estaba tan lleno que apenas pude dejar mi chamarra en el guardarropa.

“Por la misma cantidad de gente el sitio irradiaba ruido. Todo el mundo opinaba en voz alta cómo estaba tocando Jimmy. Cuando él ponía las manos encima del teclado al parecer todo mundo tenía que exclamar algo, como si estuvieran en una arena de box o algo así. Yo sentí que lo que tocaba no era para tanto, pero… Había tres parejas esperando mesa y los seis se mataban por ponerse de puntas y estirar el cuello para poder ver a Jimmy. No deja de ser gracioso ver a gente adulta hacer cosas de niños y más cuando son varios.

“De cualquier manera los dueños de lugar habían colocado un enorme espejo delante del piano y un gran reflector dirigido a él para que todo el mundo pudiera verle la cara mientras tocaba. Los dedos no se le veían, pero la cara, eso sí, como en aquellas películas de los años cincuenta cuando el protagonista tenía que tocar el instrumento, pero el actor no sabía hacerlo, entonces sólo le hacían tomas del rostro para ver sus expresiones y mostrar con ellas la emoción que le imprimía a su interpretación.

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“Una ingenuidad cinematográfica ahora reproducida en un club nocturno de Nueva York. ¿A quién le importaba tanto la cara del músico como para tal despliegue escenográfico? Quizá sólo a él, pero de ello me daría cuenta más tarde. No estoy segura de qué pieza era la que tocaba cuando entré, pero sí de que fuera la que fuera la estaba destrozando. En cuanto llegaba a una nota alta empezaba a hacer unos arpegios y unas florituras que daban asco, pero no se imaginan cómo le aplaudieron cuando terminó.

“A mí me dieron ganas de volver el estómago, pero los otros se pusieron como locos. Era el mismo tipo de cretinos que en el cine se ríen como condenados por cosas que no tienen la menor gracia. Les aseguro que si yo hubiera sido la pianista o la actriz me reventaría que esos imbéciles me consideraran maravillosa. Hasta me molestaría que me aplaudieran. La gente siempre aplaude cuando no debe y en el jazz se nota mucho cuando lo hacen los que saben y los que no. Por eso los músicos luego no ofrecen lo mejor. ¿Para qué esforzarse con un público así?

“Pero como les iba diciendo, cuando acabó de tocar todos se pusieron a aplaudirle como locos. Jimmy se volvió y, sin levantarse del taburete,la actriz me reventar o el acdo la pianista, o el acacia. ioss la emocir ver a Jimmyntura, o una pandilla de tipos ri hizo una reverencia falsísima, como muy humilde. Como si además de tocar el piano como nadie fuera un tipo sensacional. Fue cuando me acordé de las palabras de mi padre. Así que tratándose de un snob de primera categoría, la cosa resultaba bastante hipócrita. Pero, en cierto modo, hasta me dio lástima porque creo que él ya no sabe siquiera cuándo toca bien y cuándo no.

“Aunque me parece que no toda la culpa es suya. En parte es culpa también de todos esos cretinos que le aplauden como energúmenos sin que haga nada en realidad. Aquello me deprimió tanto que estuve a punto de recoger mi chamarra y regresar al hotel, pero aún no tenía sueño y no quería estar vueltas y vueltas en la cama o viendo televisión. Fue entonces cuando comencé a pensar en mi futuro. Ahí en medio de un bar lleno de villamelones y de un músico autocomplaciente se perfiló mi vida.

“En ese momento uno de los meseros me interrumpió el pensamiento para avisarme que mi mesa estaba lista. Era un lugar infame: pegado a la pared y justo detrás de un poste tremendo que no me dejaba ver nada. Era una de esas mesitas tan arrinconadas que si la gente de al lado no se levantaba para dejarte pasar —y que siempre trata de evitarlo— tienes que trepar prácticamente a su silla, tanto para llegar a tu asiento como para salir de él. Olvídense de las ganas de ir al baño.

“Pedí un daiquirí bien helado, que es mi bebida favorita. El bar estaba tan oscuro que hubieran sido capaces de servir un whisky a un niño de seis años. Por eso ni la edad me preguntaron. Mejor para mí. Además, ahí a nadie le importaba un comino la edad que tuvieras. Estoy segura de que podías inyectarte heroína si se te daba la gana sin que nadie te dijera una sola palabra. Estaba tan incómoda que me puse a pensar en todas esas cosas y otras peores.

“Me sentía rodeada de cretinos. En serio. En la mesa de la izquierda, casi en mis rodillas, había una pareja con una pinta un poco rara. Eran de mi edad o quizá un poco mayores. Se les notaba en seguida que bebían muy despacio la consumisión mínima para no tener que pedir otra cosa. Como no tenía nada que hacer, me puse a escuchar lo que decían. Él le hablaba a la chica de un programa de televisión que había visto la noche anterior. Se lo contó con pelos y señales, los chistes malos y creo que hasta con los comerciales, el muy desgraciado.

“Era el tipo más pesado que he oído en mi vida. A su pareja se le notaba que le importaba un carajo el susodicho programa, pero como la pobre era tan fea no le quedó otro remedio que tragárselo aunque no quisiera. Las mujeres feas a veces la pasan muy mal, las pobres. Me dan mucha pena. Sobre todo cuando están con un cretino en un bar de jazz que les está encajando un rollazo acerca de un programa malo de televisión.

“De repente empecé a sentirme como una idiota, sentada ahí en medio de todo el mundo. No había otra cosa que hacer que fumar y beber. Llamé al mesero para pedirle mi cuenta y para que le preguntara a Jimmy si podía hablar con él. Era mi última oportunidad para resarcir su imagen para conmigo. El mesero no se volvió a parar cerca de ahí, a pesar de que le di una propina inmerecida, tampoco estoy segura que le haya dado el recado a Jimmy. Los meseros son unos ojetes.

“Aunque a la mejor sí se lo dio, pero como yo no era alguien conocida ni famosa ni la molestia se tomó en contestarme. Eso me volvió al pensamiento sobre mi futuro. Regresaría a mi país, sería pianista de jazz, fundaría con muchos esfuerzos un club a mi medida y deseos. El bar estaría separado de la sala donde tocaría yo con músicos invitados, Para asegurar que quienes ahí se sentaran realmente iban a escucharme y no a beber o a platicar teniéndome como música de fondo”.

Diana Burta acaba de celebrar el enésimo aniversario de su famoso bar en Bruselas. Uno que se caracteriza tanto por el nivel de los músicos que ahí se presentan como del público asistente, conocedor, crítico y exigente. Un concepto radicalmente distinto de la escena estadounidense. Mismo para el que han tenido los mejores adjetivos los propios jazzistas de la Unión Americana que han tocado en el lugar. La combinación jazz-alcohol fue un invento de los gángters que controlaban escena y tráfico en la tierra del Tío Sam, fórmula que en Europa ha tratado de romperse con ejemplos como el de Diana, quien al finalizar sus actuaciones baja del podio para saludar e intercambiar algunas palabras con el público asistente.

VIDEO: Diana Beerta (Diana Burta) Meet Friends Remastered By BvdM 2019 (Berry van de mast)

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LIBROS: ELLAZZ (.WORLD) – VOL. III

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ELLAZZ (.WORLD) VOL. III (PORTADA)

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Durante muchos años, las cualidades necesarias para adentrarse en el mundo del jazz se consideraron prerrogativas netamente masculinas. Entre ellas estaba una agresiva confianza en sí mismo, con la disposición a lucir e imponer la capacidad y potencia de interpretación en el escenario. Otra era la concentración exclusiva en la profesión, incluyendo ausencias frecuentes de casa y el derivado abandono de la familia.

A lo ya mencionado se agregaba la capacidad de moverse en ambientes difíciles y peligrosos, como lo eran los clubes nocturnos, infestados de vicios y administrados muchas veces por gángsters. Con frecuencia a las circunstancias mencionadas se sumaba la posibilidad de beber vastas cantidades de alcohol, ingerir drogas duras o las dos cosas juntas, según el caso, sin dejar de tocar de manera coherente hasta el amanecer del siguiente día.

En el pasado, una mujer decidida a formar parte de la comunidad de músicos y a no dejarse intimidar por dicho ambiente duro e impregnado de humo, en el que los compañeros de trabajo solían ser puros hombres, con frecuencia tenía que pagar el precio de su osadía, con costos tendentes a ponerla en su lugar, tales como la pérdida de su respetabilidad, la cual encabezaba la lista, además de la desaprobación social y familiar, y a veces ser relegada al ostracismo.

 

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. III, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos, bajo ese rubro.

 

Ellazz (.World) Vol. III

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2021

Contenido

Cassandra Wilson

Doris Day

Lena Horne

Melody Gardot

Mindi Abair

Mosaic Project

Natalie Cole

Sabina Hank

Viktoria Mullova

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ELLAZZ (.WORLD): BEATE LECH (BEADY BELLE)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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La canción “Consolatory Dance”, fue el primer sencillo de promoción del grupo noruego Beady Bell. Se incluyó en la programación de la radio de aquel país durante varias semanas. Luego, presentaron el proyecto por primera vez en vivo en el club Blå de Oslo en sesiones organizadas por la compañía discográfica Jazzland. En ese entonces sólo se dieron a conocer unos cuantos temas. Hoy es todo un fenómeno no sólo en Escandinavia sino en todo el mundo. La cantante, compositora y productora Beate Leach ha sido pieza determinante, por sus múltiples cualidades, para que tal agrupación fijara su propuesta a nivel internacional.

Pensar que Europa pudiera algún día mostrar cambios en el jazz constituía hasta hace muy poco tiempo una auténtica fantasía. Sin embargo, las cosas han sido puestas en su lugar conforme el paso de los años, y para corroborarlo están todos los exponentes que ha tenido el jazz hecho en Noruega a través de la última década y propio desarrollo. Los nombres de Nils Petter Molvaer —el fantástico trompetista creador de atmósferas— y Bugge Wasseltoft —para quien el jazz ha sido un lienzo en que plasmar el arte musical—, destacan porque ambos prácticamente introdujeron la electrónica como un instrumento y parte del género. Le impusieron su cromatismo y, desde su surgimiento a mediados de los noventa, se puede decir que no han detenido su andar. Sin embargo, éstos son sólo algunos de los nombres producto de la evolución jazzística noruega, entre muchos otros.

Los músicos de aquel país europeo se instalan dentro de todas las tendencias que ha habido en el jazz del último siglo, desde el estilo de Nueva Orleans hasta el muy contemporáneo y electrónico que se escuchan en los clubes de dance y antros techno donde dictan ley los DJs y los remixes. De ahí ha surgido el grupo Beady Bell con la cantante Beate Leach. El suyo es un jazz que causa admiración por igual en el Viejo Continente, Asia o la mismísima Unión Americana. Un jazz que ha apostado por los cambios echando mano de todo el intercambio cultural que se da por aquellos lares gracias a su estratégica ubicación en el continente.

El reciente jazz noruego ofrece una alternativa al que se hace en los Estados Unidos. De cualquier manera, hay muchos buenos músicos que continúan desarrollando y trabajando los sonidos difundidos originalmente en diversas épocas por la tierra del Tío Sam. No cabe duda, que la tradición musical estadounidense es aún muy importante en este país, sobre todo la de los años sesenta y setenta.

Sin embargo, músicos como los de Beady Bell se han encontrado con una forma artística muy europea, la que toma en cuenta al mundo clásico, al folclor local y al pop, incluyendo la determinante influencia gitana. Así surge la mezcla del jazz con este universo que tiene como su fundamento la música contemporánea. Son instrumentistas de excepción con un tempo y una técnica sobresalientes, pero también la forma en que usan sus talentos hace que sólo sea música lo que fluya, sólo música. Su compacto debut constituye un auténtico compendio de la actual escena jazzística de aquella nación y los presenta como héroes que ya han tenido éxito internacional.

En la actualidad el jazz noruego es una combinación de sonidos acústicos y eléctrónicos; el look de sus representantes es más del pop posmoderno que del jazz tradicional; no le temen al soul ni a los sonidos de su tiempo a la hora de presentar su propuesta musical. Su incontenible avance tiene que ver con que se hayan desarrollado plenamente en sus instrumentos, aprendido, sabido más y querido mostrar sus propios conceptos musicales. Por supuesto el camino natural para ello era el jazz, puesto que es un género que exige más y en el cual se deben entender acordes complejos.

De ninguna manera los integrantes de Beady Bell consideran que haya limitantes para un músico. Para nada. “Los límites están en uno mismo”, han declarado cada uno por su lado. Para los exponentes, el jazz, el pop, el folclor, el electrónico o cualquier otro estilo no son más que colores diferentes dentro de la música. Así que toman cosas de todos ellos y a su mezcla la enriquecen con mucha improvisación.

El grupo Beady Belle es el resultado de la colaboración entre Beate Lech y Marius Reksjø, la cual comenzó en 1993 en la Universidad de Oslo, Noruega. Ambos eran estudiantes de música cuando empezaron a tocar en conjuntos como Insert Coin y Folk & Røvere. En este último proyecto Beate fue la cantante principal hasta 1999. (Folk & Røvere es un grupo de trip hop que estuvo de moda en aquel país).

En ese mismo año, Bugge Wesseltoft le pidió a Beate que grabara un disco para el sello Jazzland. Bugge, quien admiraba la bella voz de Beate desde hacía tiempo, le dio la libertad artística que requería para hacer el álbum que ella deseara. Beate pensó que la mejor manera de producir un CD era realizándolo todo ella misma, desde redactar los textos, componer, hacer los arreglos y la programación, grabar y producir. En vista de que contaba con un estudio casero decidió hacer la mayor parte del trabajo ahí, en su propia computadora.

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Habla Beate:

“Mira. Para mí productos del futurismo musical son la industria y la eclosión tecnológicas desde hace años. El país de la electrónica ha tenido desde siempre el beneficio y apoyo de las vanguardias, pues ha estado abierto para ellas y para todos sus profetas, sin límites ni restricciones. Estos últimos pugnan sin descanso por dar rienda suelta a ‘la obsesión lírica de la materia’; por liberar a las máquinas de cualquier sujeción; por abolir la esclavitud del cliché y por divulgar la belleza del sonido artificial.

“La de la tecnología es una nación industrializada que ha asumido su condición intelectualmente y promovido el experimentalismo artístico interesado en el proceso de cambio y asimilación; en la manera de pensar, producir y escuchar la música. La triple orientación ha dado lugar a una intensa e histórica búsqueda en las relaciones entre música e industria de la high-tech, concebida ésta como la máxima manifestación cultural del nuevo orden mundial, el cual vino a romper con todo, incluyendo la rigidez sobre cómo debía escucharse la música.

“Aunado a teorías filosóficas y mediáticas iniciamos el cultivo global de todas las formas musicales contemporáneas, con un componente electrónico (en su grabación y ejecución) que les ha proporcionado una especie de hiperrealismo inmerso en el seno de la sociedad industrial de la que ha surgido, colmada de sus sonidos particulares, fascinada por su propia fuerza y creatividad, pero también atenta a su independencia artística.

“Por todo lo dicho, desde los años noventa, la electrónica se erigió como un irradiador importante para la música contemporánea —con todas sus definiciones y derivados—, plena de energía e imaginación. El desarrollo se observa por doquier y a ello cooperan las disqueras alternativas, los productores independientes y poco convencionales como nosotros, los bajos costos de los equipos y su democratización.

“Después de un tiempo de trabajar yo sola en ello, Marius Reksjo también empezó a involucrarse en el proyecto. Él se encargó del groove mientras que yo hice lo propio con las melodías, las armonías y las letras, con unas cuantas excepciones. La mayor parte de las grabaciones tuvo lugar en mi departamento de Oslo, así que decidimos ponerle Home al álbum. Las cuerdas, el vibráfono y la batería se grabaron en la habitación de Bugge Wesseltorft. En vista de la cooperación que finalmente se dio entre Marius y yo, quisimos ponerle un nombre al dúo y lo llamamos Beady Belle.

“Para nosotros las revoluciones se dan tanto en el ámbito político como en el artístico. La única diferencia es que las revoluciones políticas sólo cambian las cosas por un tiempo antes de que todo vuelva a su estado original. Por el contrario, las artísticas modifican el lenguaje dentro del cual tienen lugar de tal manera que no es posible dar marcha atrás. El expresionismo, el existencialismo y el jazz, fueron tres formas de manifestación genuinas del siglo XX, transformaron de manera duradera el mundo del arte. Pero ahora estamos en el XXI.

“La música busca cambiar siempre. Particularmente en Noruega, de donde obtenemos la mayoría de nuestras influencias, las fronteras entre las categorías artísticas se borran una y otra vez. Para mí el elemento distintivo del jazz es la improvisación. No obstante, el sentido y el marco que das a tu improvisación, ya sean sencillos o muy complejos, dependen totalmente de la persona que lo hace. Con el jazz y las demás formas musicales permito que todas mis experiencias se fundan de manera automática y las paso por un filtro para ver qué quiero hacer realmente con ello.

“Nosotros no disimulamos nuestras profundas raíces en el folclor noruego, si bien éste no domina sobre otras influencias. Y para mí ese folclor no sólo implica canciones sobre la nieve sino una tradición que abarca desde un compositor de campos sonoros electroacústicos como Arne Nordheim hasta Terje Rypdal y Arild Andersen, así como el grupo de rock Motorpsycho y el cuarteto electrónico Supersilent. Nosotros estamos inmersos en estas corrientes. Arne Nordheim fue un pionero que en los cincuenta manejaba elementos que músicos como DJ Spooky están redescubriendo actualmente He escuchado varias piezas de él, pero no lo conozco a fondo. En el extranjero ha de ser el compositor noruego más conocido después de Edvard Grieg.

“Noruega se ubica un poco fuera de Europa, en el límite del mundo. Quizá sea una tontería, pero es posible que realmente tenga que ver con el país el hecho de que la gente de aquí se inspire tanto a sí misma. Estuve trabajando con un cantante de folk hace tiempo en un dúo sencillo de voces. Nunca traté de copiarlo, pero la claridad de su tono me resultó impresionante y creo que de ahí deriva mi estilo interpretativo. La sociedad noruega no es muy urbana en su forma de vida. Oslo es la ciudad más grande. Pero la esencia de la música de vanguardia está muy desarrollada en ese sentido. A fin de cuentas, formamos parte del Primer Mundo”.

La música de este dúo contiene el groove del techno en todo su esplendor. Las canciones que componen su disco emanan elegancia y belleza, mientras las instrumentaciones de Marius Reksjo tejen una alfombra de cuerdas, bajos dub, efectos sonoros y sintetizadores, que ofrecen a la interpretación de Beate Lech el marco perfecto para su voz cristalina. Una obra sensible, jazzy, en la que cabe destacar también la poesía que se refleja en los textos.

VIDEO: Beady Belle – “Truth wide open” (Official Music Video), YouTube (Beady Belle)

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ELLAZZ (.WORLD): THE ANDREWS SISTERS

Por SERGIO MONSALVO C.

THE ANDREWS SISTERS (FOTO 1)

NOSTALGIA VINTAGE

 

De 1937 a 1953, las Andrews Sisters (LaVerne, Maxene y Patricia) fueron parte de un movimiento musical promovido por la industria discográfica estadounidense: grupos formados por hermanas o hermanos.

Hubo decenas de éstos por toda la Unión Americana; sin embargo, ellas perduraron en el gusto de un público cuya necesidad de nostalgia fue fundamental para alargar su carrera (hasta bien entrados los años sesenta).

El material presentado por ellas siempre fue celebrado. Su época más brillante fue en los años cuarenta, cuando grabaron con Jimmy Dorsey un repertorio jazzístico y de baladas al lado de Frank Sinatra.

La forma básica del swing le había dado con ellas una vuelta de tuerca más a su historia y encontrado nuevas formas de expresión. Al swing originado en dichas décadas, las nuevas voces (tales tríos, a los que ellas encabezaban) le agregaron elementos musicales diversos para enriquecer la propuesta.

Así se pueden escuchar en sus interpretaciones, por ejemplo, además del swing blanco, la rítmica del jump blues, el concepto de los metales de la big band y (¡Oh, sorpresa!) algunos detalles de músicas afrocaribeñas. Un caldo pleno de sustancia, tan perenne la exótica vintage que fomentaron.

Debido a esto, el tema de ellas que más trascendió fue “Rum and Coca-Cola”, pieza de colorido caribeño.

THE ANDREWS SISTERS (FOTO 2)

Durante la Segunda Guerra Mundial, la isla de Trinidad, en el Caribe, fue ocupada por el ejército estadounidense “por cuestiones estratégicas”. Llegaron 20 mil soldados que inmediatamente se apoderaron de las playas y de los mejores lugares de la isla. Tenían dinero, tiempo libre y “necesidad de amor”, así que se dieron a la tarea de intercambiar favores con las isleñas, que eran pobres y con necesidades más apremiantes.

Toda esta situación captó la atención de los músicos como, por ejemplo,  Rupert Grant, que actuaba con el nombre de Lord Invader, como intérprete del exótico calypso (el ritmo local), quien obtuvo el éxito con “Rum and Coca-Cola”, una pegadiza metáfora que hablaba de la negociación entre las lugareñas y los “visitantes”.

El tema se hubiera convertido en otra pieza folclórica más, pero apareció por ahí, de gira, un enterteiner de la Unión Americana, que ni tardo ni perezoso regresó a los Estados Unidos con aquel botín sonoro, se coaligó con un letrista y una cantante y lanzó la pieza como suya. Le cambió algún verso comprometedor (“los yanquis las tratan bien/ y las pagan mejor”), aunque conservó el estribillo, No esperaba que los autores se dieran cuenta, pero así sucedió y el asunto entró en litigio.

En el ínterin, las Andrews Sisters, el máximo grupo vocal femenino de aquel momento en la Tierra del Tío Sam, grabaron la canción sin tomar nota de lo que allí se narraba. Según dijeron, se enteraron de la situación cuando muchas emisoras prohibieron su emisión: por la temática y por promocionar gratuitamente aquel refresco.

Como todo lo prohibido, inmediatamente atrajo la atención y dicha pieza se convirtió en un hit de 1945. De cualquier manera, el país había salido triunfante de la conflagración mundial y nadie ponía atención en aquella situación donde los soldados, portadores del dólar, habían confraternizado con las nativas, fomentando la prostitución de unas y, además dejando embarazadas a otras muchas, se la habían pasado muy bien “toda la noche haciendo/ el amor tropical”, y refrescándose con aquella bebida.

VIDEO: The Andrews Sisters – Rum And Coca Cola, YouTube (beyoncetyratina)

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LIBROS: ELLAZZ (.WORLD) – VOL. III

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ELLAZZ (.WORLD) VOL. III (PORTADA)

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Durante muchos años, las cualidades necesarias para adentrarse en el mundo del jazz se consideraron prerrogativas netamente masculinas. Entre ellas estaba una agresiva confianza en sí mismo, con la disposición a lucir e imponer la capacidad y potencia de interpretación en el escenario. Otra era la concentración exclusiva en la profesión, incluyendo ausencias frecuentes de casa y el derivado abandono de la familia.

A lo ya mencionado se agregaba la capacidad de moverse en ambientes difíciles y peligrosos, como lo eran los clubes nocturnos, infestados de vicios y administrados muchas veces por gángsters. Con frecuencia a las circunstancias mencionadas se sumaba la posibilidad de beber vastas cantidades de alcohol, ingerir drogas duras o las dos cosas juntas, según el caso, sin dejar de tocar de manera coherente hasta el amanecer del siguiente día.

En el pasado, una mujer decidida a formar parte de la comunidad de músicos y a no dejarse intimidar por dicho ambiente duro e impregnado de humo, en el que los compañeros de trabajo solían ser puros hombres, con frecuencia tenía que pagar el precio de su osadía, con costos tendentes a ponerla en su lugar, tales como la pérdida de su respetabilidad, la cual encabezaba la lista, además de la desaprobación social y familiar, y a veces ser relegada al ostracismo.

 

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. III, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos, bajo ese rubro.

 

 

 

Ellazz (.World) Vol. III

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2021

 

 

 

Contenido

 

Cassandra Wilson

Doris Day

Lena Horne

Melody Gardot

Mindi Abair

Mosaic Project

Natalie Cole

Sabina Hank

Viktoria Mullova

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ELLAZZ (.WORLD): HIROSHIMA

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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(LIGEREZA Y LEVEDAD)

 

Las últimas décadas fueron el punto histórico más diverso de la cultura popular estadounidense. Esto se debió a que los artistas emanados de las etnias por las que está constituido aquel país voltearon la tortilla y dejaron de interpretar únicamente los ritmos locales de esencia anglosajona, para integrar a sus repertorios los inscritos en el sonido global o en muchos casos el del lugar originario sus antepasados.

Los ecos celtas, africanos, latinoamericanos, caribeños, eslavos, oceánicos y asiáticos, se hicieron sentir como nunca. Es obvio, como siempre, que tal paleta sonora haya tenido una amplitud extensa y las obras, producto de ello, variaran desde entonces en profundidad y calidades. El caso del grupo Hiroshima es ejemplar en este sentido. La música tradicional del Lejano Oriente—ejecutada por la representante femenina del quinteto: June Kuramoto— se fundió con el jazz más ligero; y lo etéreo de sus componentes, con la levedad del new age.

En el horizonte popular de la cultura mundial, en nombre de Japón ha crecido de manera gigantesca. Hoy por hoy, nos sentiríamos intimidados por los incontables restaurantes japoneses que han aparecido en todas las ciudades occidentales, si no fuera por la suavidad de su estilo. Pero ahora mismo, no hay arquitecto, cocinero, diseñador o músico verdadero, que no admita su deuda con el minimalismo nipón. La música académica y de vanguardia en los Estados Unidos, incluso creó un género que ha permeado tanto la propia como diferentes disciplinas: cine, teatro, danza, artes plásticas, literatura…

Hasta los años setenta, la crisis económica había mantenido a Japón bajo el diagnóstico del fracaso y la gravedad, pero en las últimas décadas del siglo XX sus bancos ganaron dinero y las marcas japonesas recobraron entidad en los estampados, tecnologías, futurismo y el misterio que le es inherente. Antaño los japoneses lo absorbían todo, eran la gran aspiradora del mundo que todo lo mimetizaba, todo lo clonaba. Hoy las cosas han cambiado, aunque ser japonés es imposible, no importa lo raro que se sea ni la firme voluntad de borrar la identidad, y ésta es su atracción suprema.

En las ropas y los vuelos, en los platos y en el cine, en la decoración o el coche, Japón resulta difícil de copiar, puesto que su exhaustiva imitación industrial previa ha agotado hasta su mímesis. De este modo, tanto el imperio de sus signos como el sentido de su cultura no se absorbe nunca. Por una parte, Japón opone un blindaje formal y, por otra, un fondo que se desliza veloz como los peces, las perlas o la seda. En los últimos años, las exportaciones culturales japonesas en el mundo se han multiplicado por tres. La música no le ha intentado copiar nada, pero sí integrar su presencia en productos pensados y diseñados para evocarlo. El grupo Hiroshima es una muestra de ello.

El grupo angelino Hiroshima ha explotado las vetas populares del jazz contemporáneo, el rhythm and blues edulcorado, el pop, el new age y los elementos de la música tradicional japonesa. Y lo ha hecho durante los últimos 50 años. El nombre lo tomaron sus integrantes de aquella ciudad representativa de lo que nadie quiere que vuelva a suceder: el uso de armas nucleares. Además, lo hicieron debido al origen paterno de todos sus integrantes, los cuales son descendientes de ciudadanos japo-estadounidenses que estuvieron detenidos en campos de concentración de la Unión Americana durante la Segunda Guerra Mundial.

La cantante original del grupo, Teri Koide, le heredó el puesto a Kimaya Seward, ambas se separon del grupo tras 10 años de pertenecer a él. Se jubilaron, cada una en su momento, en ceremonias muy ad hoc durante algún concierto. Para los discos posteriores, la última cedió el lugar en la voz a Dan Kuramoto (también encargado de los saxofones, flautas y teclados), mientras que la ejecución de las percusiones del ancestral Japón y las cuerdas del koto comenzaron a correr a cargo de otra nueva integrante, June Okida Kuramoto.

June Okida Kuramoto nació en los años setenta en Los Ángeles, California. De niña aprendió a tocar el piano y luego se interesó por los instrumentos autóctonos del Japón. Sus padres la enviaron adolescente a la ciudad de Kobe, para que estudiara música tradicional con los maestros japoneses. En el ínterin adquirió el gusto por el koto y se especializó en su ejecución. Tras cinco años de academia en este sentido, regresó a la Unión Americana. Se involucró entonces en la escena musical angelina de vanguardia y a la postre fue invitada a integrarse al grupo Hiroshima, que ya contaba con una larga trayectoria en el crossover jazz.

El crossover jazz de Hiroshima se ha mantenido tal cual, durante el curso de su existencia de tres décadas, moviéndose de forma creativa en las aguas tranquilas de las corrientes comerciales adecuadas (del smooth jazz al misticismo sonoro de la New age). Con el toque «exótico» de los sonidos del koto, se convirtieron en excelentes vendedores de discos desde su debut con el álbum Golden Age, de 1974. Su música fondea en la actualidad las charlas casuales y los cocteles individuales de clubes de chill-out, y de los desfiles de modas de los salones exclusivos de las grandes urbes.

La Nueva Música Instrumental Contemporánea o new age, como antaño se le conoció, en la que se inscribe el grupo, es tanto una corriente musical como determinada actitud ante la música, con un estilo de vida correspondiente. Así como el punk representa la anarquía y la rebeldía, el género del que se habla encarna la belleza y la armonía. Por subjetivo que pueda ser el concepto, la música aquí es sinónimo de relajamiento. Una droga auditiva prescrita por los médicos del best seller.

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El término «new age» nació a mediados de los años setenta en los Estados Unidos entre la vieja generación hippie de treintañeros que habían alcanzado una «nueva era» en su vida. Sobre todo, en lo que respecta a procesos alternativos dedicados al cuidado de la salud, centros meditativos y alimentación natural, el new age se estableció como estilo de vida, y aumentó la demanda de una música apropiada que no fuera comercial. Aunque la demanda popular luego cambió este último candado.

En primera instancia, las grabaciones se vendían en tiendas de productos naturistas y en las de los campus universitarios, así como por correspondencia, y su promoción se reducía a las recomendaciones orales. No obstante, el comercio al por menor de discos comprendió pronto que estaba surgiendo un nuevo nicho en el mercado y lo ocupó rápidamente. No tardaron mucho en aparecer las primeras mesas marcadas como «new age» en las tiendas mencionadas y en las de discos en general. Dentro de tal contexto fue que nació Hiroshima.

Esta alternativa musical contenía aportaciones de diferentes corrientes musicales, como la música clásica, el jazz, el pop, el folk global, el avant-garde, etcétera. Por lo común se trataba de obras
ambientales en las que el ritmo solía desempeñar un papel menor y rara vez se empleaban instrumentos de percusión. Por lo mismo, la corriente no pudo contar en sus inicios con sencillos exitosos, ya que las piezas eran demasiado largas y rebuscadas.

Todo se reducía en aquellos primeros años a la melodía y a una elaboración (tranquilizante) de diversos coloridos sonoros. El asunto cambió con el paso del tiempo. Las aportaciones del techno, del jazz y de la world music para dimensionar los ambientes fueron decisivas, aunque hay intérpretes, sellos y seguidores inmersos en el misticismo que se mantienen fieles al espíritu original con sus obsesivas particularidades.

Una década después de fundado, Hiroshima, entre otros grupos, se erigió en uno de los mayores promotores del género, y representaba principalmente a artistas con orientación folk. Durante el curso de los ochenta, el mercado del smooth jazz / new age continuó con su crecimiento constante y obtuvo de esta forma una «lista» propia en la publicación especializada Billboard, aunque bautizada con un nombre muy particular: «Nueva Música Instrumental Contemporánea».

Pese a toda la vaguedad en el término y sus descripciones, reclamó rápido y de manera definitiva un lugar en la historia de la música actual. No está á sujeto a modas, como otros géneros, ni se limita a un público específico. Su maleabilidad hizo posible que a partir de los noventa (con el inicio de la tercera década para Hiroshima, a su vez) y por medio del crossover con el ambient house su influencia se haya hecho sentir incluso en las pistas de baile, en los salones chill-out y en las pasarelas más cosmopolitas.

Para celebrar sus muchos años de grabar dicha música, Hiroshima presentó una Colección de Aniversario especial en dos CDs con algunas de las mejores obras compuestas y grabadas por estos artistas entre 1974 y 2004. Dan Kuramoto (saxofones, flautas, teclados y voz), Kimo Cornwell (teclados y Hammond B-3), Danny Yamamoto (batería), Johnny Mori (percusiones), June Kuramoto (koto y percusiones) y Fred Schreuders (guitarra), son algunos nombres, entre otros, de los que han pertenecido a la exitosa formación.

Hiroshima, en los distintos estilos por los que ha transcurrido, ha hecho patente su búsqueda de la pureza sonora. Desde su aparición ha procurado ofrecer algo distinto a los escuchas, una alternativa evocadora y llena de imaginación en las opciones musicales, familiares y disponibles en la música instrumental contemporánea más comercial. Lo cual incluye, también, material para soundtracks y obras de world music.

Durante cinco décadas, los esfuerzos de este grupo se han concentrado en el sentido de la estética que valora la belleza y el colorido de los sentimientos transmitidos (eco de su colectivo antepasado japonés, el cual han mantenido constante y esencialmente). Enfoque articulado por medio de la capacidad diversa y refinada de sus variados componentes. Lo etéreo de la emoción combinado con la ligereza de una música apoyada en la instrumentación tradicional del ya nada Lejano Oriente.

En la actualidad del comienzo de su quinta década, el sampleo de nuevas tecnologías auditivas ha beneficiado al grupo Hirosima sobremanera (desde el sistema Dolby Surround Sound hasta el novedosísimo sistema híbrido del Super Audio CD, pasando por el de remasterización de 20-Bit Mastering, que proporciona la más alta calidad y nitidez) involucra al escucha en los detalles, matices y puntos más finos de su música. El resultado es algo capaz de entretener tanto como de relajar, según las circunstancias del salón, club o evento social, en el que se esté degustando el coctel más cool del momento.

VIDEO: Hiroshima – One Wish, YouTube (HiroshimaVEVO)

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LIBROS: ELLAZZ (.WORLD) VOL. III

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ELLAZZ (.WORLD) VOL. III (PORTADA)

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Durante muchos años, las cualidades necesarias para adentrarse en el mundo del jazz se consideraron prerrogativas netamente masculinas. Entre ellas estaba una agresiva confianza en sí mismo, con la disposición a lucir e imponer la capacidad y potencia de interpretación en el escenario. Otra era la concentración exclusiva en la profesión, incluyendo ausencias frecuentes de casa y el derivado abandono de la familia.

A lo ya mencionado se agregaba la capacidad de moverse en ambientes difíciles y peligrosos, como lo eran los clubes nocturnos, infestados de vicios y administrados muchas veces por gángsters. Con frecuencia a las circunstancias mencionadas se sumaba la posibilidad de beber vastas cantidades de alcohol, ingerir drogas duras o las dos cosas juntas, según el caso, sin dejar de tocar de manera coherente hasta el amanecer del siguiente día.

En el pasado, una mujer decidida a formar parte de la comunidad de músicos y a no dejarse intimidar por dicho ambiente duro e impregnado de humo, en el que los compañeros de trabajo solían ser puros hombres, con frecuencia tenía que pagar el precio de su osadía, con costos tendentes a ponerla en su lugar, tales como la pérdida de su respetabilidad, la cual encabezaba la lista, además de la desaprobación social y familiar, y a veces ser relegada al ostracismo.

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. III, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos, bajo ese rubro.

 

 

Ellazz (.World) Vol. III

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2021

Contenido

Cassandra Wilson

Doris Day

Lena Horne

Melody Gardot

Mindi Abair

Mosaic Project

Natalie Cole

Sabina Hank

Viktoria Mullova

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LIBROS: ELLAZZ (.WORLD) – VOL. II

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ELLAZZ (.WORLD) VOL. II (PORTADA)

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Durante muchos años, las cualidades necesarias para adentrarse en el mundo del jazz se consideraron prerrogativas netamente masculinas. Entre ellas estaba una agresiva confianza en sí mismo, con la disposición a lucir e imponer la capacidad y potencia de interpretación en el escenario. Otra era la concentración exclusiva en la profesión, incluyendo ausencias frecuentes de casa y el derivado abandono de la familia.

A lo ya mencionado se agregaba la capacidad de moverse en ambientes difíciles y peligrosos, como lo eran los clubes nocturnos, infestados de vicios y administrados muchas veces por gángsters. Con frecuencia a las circunstancias mencionadas se sumaba la posibilidad de beber vastas cantidades de alcohol, ingerir drogas duras o las dos cosas juntas, según el caso, sin dejar de tocar de manera coherente hasta el amanecer del siguiente día.

En el pasado, una mujer decidida a formar parte de la comunidad de músicos y a no dejarse intimidar por dicho ambiente duro e impregnado de humo, en el que los compañeros de trabajo solían ser puros hombres, con frecuencia tenía que pagar el precio de su osadía, con costos tendentes a ponerla en su lugar, tales como la pérdida de su respetabilidad, la cual encabezaba la lista, además de la desaprobación social y familiar, y a veces ser relegada al ostracismo.

 

 

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. II, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

 

 

Ellazz (.World) Vol. II

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2020

Contenido

 

Jesse (Relato)

Esperanza Spalding

Hülsman-Lavergnac

India

June Tabor

Karrin Alyson

Lisa Bassenge

Lynn Arriale

Madeleine Peyroux

 

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LIBROS: ELLAZZ (.WORLD) – VOL. I

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ELLAZZ (.WORLD) VOL. I (PORTADA)

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Para escuchar a las mujeres en el jazz no bastan ni las expectativas ni los manierismos en el dibujo de lo esperado. Ellas generan con sus historias ese placer impagable del desarrollo histórico argumentado y cifrado en sus intersticios creativos, en los relatos biográficos, en las obras conseguidas. En líneas generales, las mujeres en el jazz no traicionan la poética del género como muchos pudieran pensar, es más, le insuflan un interés que trasciende las perspectivas habituales.

Uno escucha los discos de las jazzistas no tanto para saber cómo argumentan sino para disfrutar con su transcurso en la construcción del argumento. Esta es una manera de defender un género, desde su esencia Y buscar así el diverso ángulo creativo. Es decir, las mujeres tienen en el jazz el mismo problema que los hombres: la necesidad de un público.

El de las mujeres en este género es el arte de acomodar su música a unas leyes que a muchos oídos parecen infranqueables, tanto como una teoría cibernética. Y justamente es en esa maestría, en ese difícil arte de transitar por lo ignoto (original), tanto como por lo transitado (standard), con la sensación de la singularidad y la brillantez, donde estriba gran parte del atractivo mayor de sus propuestas.

Un tema como el de ellas en el jazz adquiere existencia gracias a la evolución constante de la que han sido capaces. Quienes se han sumergido en tal evolución las han contemplado a sus anchas y encarnado en la concreción de sus músicas, creando con tal circunstancia un armonioso y preciso encadenamiento de evocaciones, de recuerdos, que siempre sorprenden, y en lo que el tiempo pierde toda consistencia y no impone su rígido orden.

La serie Ellazz (.World) ha mostrado la complejidad y riqueza de sus vidas. Con sus ritmos propios y asociaciones entre imágenes, pensamientos, situaciones, sensaciones, amistades, ternuras, amores, nostalgias, y también miedos, ansiedades y a veces el logro del sosiego y la serenidad de lo ejecutado. Y no hay nada en sus discursos particulares que sea indiferente, todo cuanto compone la vida de una jazzista, aun cuando algo parezca nimiedad, adquiere una gran relevancia, cada instante de vida rememorado posee un enorme interés.

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. I, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

 

Ellazz (.World) Vol. I

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2020

Contenido

 

Aki Takase

Andrea Parker

Anita O’Day

Aziza Mustafa Zadeh

Barbara Dennerlein

Bebel Gilberto

Dee Dee Bridgewater

Diana Krall

Dinah Washington

Eliane Elias

 

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