PLUS: VOZ DE MISTERIO SEDUCTOR

Por SERGIO MONSALVO C.

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Nacer en Islandia seguro que marca. Ahí se está muy consciente de la fragilidad humana frente a la presencia inconmensurable de la naturaleza, que lo abarca todo: desde la primera erupción volcánica que iluminó la noche neolítica hasta la parálisis de medio mundo contemporáneo por el efecto de la más reciente. Y en medio de ello: la civilización y su pleno desarrollo. Psique por aquellos lares debe preservar su logos y hacerlo convivir con los espacios inmensos y el transcurso del tiempo que siempre será otro.

La intimidad de esa psique es materia prima para los artistas que surgen de tal entorno. Ideal para un arte que tiene su sustento más simbólico en el agua, que ha obligado al aislamiento hasta muy recientemente en que la tecnología y sus herramientas han modificado su comunicación con el resto del planeta. Esa tierra prehistórica y esa agua (en sus tres estados) han dado vida a expresiones singulares que comienzan a conocerse fuera de aquel ámbito y a despertar la admiración por su quehacer.

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Para ilustrar lo anterior se debe escuchar la obra de Emiliana Torrini, como ejemplo del arte sonoro creado en los últimos años por dichos lares (independientemente de otras manifestaciones reconocidas de sus representantes más conspicuos: Björk, Sigur Rós, Gus Gus, et al). Un arte que es como los mares que rodean a aquella gran isla, ajenos a la indecisión o la duda.

El ambiente lleva a Torrini a evocar –con la reflexión nietscheana mediante — una poética musical que fija sus parámetros en la desilusión, en la conciencia de fenecer, en la pérdida de la inocencia vital, a final de cuentas. Dispone de todas estas certezas, construyendo sus piezas en grácil equilibrio con dichos hitos, aprovechando la tensión que se crea entre ellos y el ritmo y canto que ella produce.

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Es una música de resonancia ideal, orgánica (aunque no lo sea), hecha de fibra carnal y aire nórdico, lo cual confiere a su trabajo una cualidad metafísica, tejida con el hilo del dolor existencial y el de una poesía cínica con la exactitud de la marea.

¿Singular? Claro que lo es. Así que conviene ubicarla. Emiliana Torrini es una artista del siglo XXI, ese que durante la primera década conformó un acontecer distinto. Entró en él pasados los veinte años y dándose a conocer a nivel mundial como parte de uno de sus iconos: la película El Señor de los Anillos, de Peter Jackson, donde cantó el tema final “Gollum’s Song”. Con ello participó en el inicio de una era a la que puede definírsele como la de la exposición a la multiplicidad de las cosas y a su fragmentación.

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En el aspecto musical, ella es parte del hipermodernismo, considerado como el paso siguiente de la world music (ese lanzamiento al exterior del contemporáneo indie folk de esencias locales como producto de proyección exótica y excéntrica; un estilo al que se califica como portador del “sentido de la diferencia”); pero igualmente es intérprete del world beat (es decir, la inducción del mismo producto con capas aleatorias de diversas corrientes electrónicas, del ambient al techno avant-garde, por ejemplo, en donde las mencionadas “diferencias” indie se mezclan y disuelven en una sonoridad con destino global).

Este rubro neologista en el que está inscrita Torrini significa que los elementos que conforman el producto cultural que busca dar a conocer por doquier son dúctiles (empezando por el idioma, ya que canta en inglés –la lengua franca de la actualidad planetaria– y no en su regional islandés) es decir, se adapta a las peculiaridades del ambiente en el que quiere confluir, moldeando sus propias cualidades y características en función de la demanda final: ser escuchada y entendida en cualquier parte del orbe.

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Emiliana Torrini nació en Kópavogur, en el sudoeste de Islandia, en mayo de 1977. En dicha ciudad, de reciente cuño, y segunda en tamaño de aquel país, esta hija de italiano e islandesa desarrolló sus aptitudes vocales como soprano, como parte de un coro infantil, con el que ganó algunos concursos. Sus dotes como cantante la llevaron a entrar luego a una escuela de ópera a los 15 años, para lo cual se trasladó a vivir a la capital, Reykjavyk. En un encuentro interuniversitario de canto popular obtuvo el primer lugar y eso la volvió conocida en toda la isla.

Su carrera como cantante profesional arrancó al lanzar su primer álbum como integrante de la banda Spoon, con el título del nombre del grupo en 1994. En los siguientes años publicó otro par de álbumes que sólo circularon a nivel local: Crouçie d’où là y Merman. El éxito internacional le llegó hacia el final de la década y del milenio con Love in the Time of Science y poco después con el tema ya mencionado que remataba la entrega de El Señor de los Anillos: Las dos torres.

VIDEO: Emiliana Torrini – Gollum’s Song, YouTube (PetroleumHead)

A partir de entonces no ha dejado de grabar y hacer tours por todo el mundo. Su discografía ha crecido con otros cuatro álbumes, editados entre el año 2000 y mediados de la tercera década del siglo (Rarities, Fisherman’s Woman, Me and Armini y Tookah, Racing the Storm with the Colorist Orchestra) con el sello Rough Trade Records, con ellos ha crecido su fama, apoyada en un estilo muy particular y siempre sorpresivo por los giros que da entre una y otra entregas.

En el nivel musical ha supuesto asistir, tras la publicación de cada título, a una progresiva y voluntaria supresión de las barreras entre el pop e indie alternativos para mundializar un concepto bien meditado que se adentra en una dark wave de sofisticada producción y desarrollo. Eso ha implicado la experimentación, la mezcla, la adaptación y la interrelación con otros colaboradores (internacionales) en la concreción de un modelo que ha dado expresión a un nuevo manifiesto artístico procedente de aquella región nórdica.

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Sabemos de la necesidad en las personas de una traducción continua, de un lenguaje que habite a todos y haga que se experimente el éxtasis o las visiones de lo que vendrá. Esta propensión a tales incógnitas es atractiva para la comprensión de la inquietud hacia eros y thanatos. Se sabe que existen ciertas nomenclaturas que se transforman en sustancias musicales que intentan explicarlos. Sus nombres varían y la dark wave es una de ellas. Sus intérpretes saben acerca de tales enigmas y siempre se espera su voz, su poesía.

Las de Torrini poseen sutileza y fina complexión que le dan acceso a ambas cuestiones en el pensamiento del hoy. Tienen gran poder de seducción y, al ser perceptibles a la imaginación y a los demás sentidos, se ponen de manifiesto los efectos de tales cosas en las acciones cotidianas.

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De esta forma sabemos que cada canción es una parábola trazada con el tizón tan invisible como tangible de su estilo: aliento lo mismo de lo etéreo que de lo demoniaco que está obligado a contar en cada pieza. Reunidos los oyentes dice sus visiones sobre el abismo de los sentidos, donde por un lado se desaprueba al mundo y por el otro se le acepta con su fuego poderoso y corrosivo.

“¿Cómo saber que algo es verdad cuando se vive con esa fiebre?”, se pregunta Torrini en “When Fever Breaks” (del álbum Tookah) meciéndose con una levedad inesperada dentro del oleaje furioso de un tam-tam primitivo que conlleva las porciones de una eternidad tan grande y espaciosa como para ser apreciada por sólo cinco sentidos. Relatar tal espesura con bellas canciones es su finalidad estética. Mostrar la fascinación por el multiforme espectáculo existencial que fluye siempre hacia la finitud.

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El amor es un probable hilo conductor en tal odisea, pero un amor construido a base de sentimientos encontrados, emociones torcidas, caídas, ilusiones sin esperanza, desapegos y dudas, muchas dudas. La dark wave, utilizada por Torrini en su indie pop minimalista, interpretado con evidente virtuosismo, es la disciplina musical que ha creado un lapso de contemplación con el objeto de explicar ese intrincado acontecer vital.

VIDEO: Emiliana Torrini – Fingertips, YouTube (Bartek Srocznski)

Al escuchar Fisherman’s Woman o Tookah, por ejemplo, se descubre que la noche no desciende del cielo, sino que es marea profunda y tenebrosa que sube de la tierra. Los acontecimientos más insignificantes, las cosas más sencillas, las impresiones más primigenias, el pensamiento más fútil, los sentimientos más elementales; los ruidos del mundo exterior, del silencio; su resonancia en la mente y, sobre todo, la fuerza invisible y la palpitante del entorno son los incentivos que la hacen emerger.

Pero también por el azar provocado por la interferencia de las individualidades; por la decisión imperiosa de la materia que vence el fallo más racionalista. Todo ello se envuelve en apariencia misteriosa, en infundio de la convivencia a través de las piezas que presenta Emiliana Torrini, cuyas imágenes al parecer inocentes o románticas no lo son, sino inquietantes y sugestivas escenas de tonos oscuros a las que asomarse para trastocar la superficie de esas interrelaciones que conforman la naturaleza humana.

VIDEO: Emiliana Torrini – Speed of Dark (Andrew Waetherall Remix)

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PLUS: LA PALABRA COMO TROFEO

Por SERGIO MONSALVO C.

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El sonido puede ser prodigioso, también un regalo abstracto, una dádiva. Su música se hace espacial y sensible en la interpretación de la voz humana como instrumento con el canto, igual que la palabra en el teatro, en una lectura de narrativa o poética, lo mismo que en un buen discurso o plática.

Escuchándolo se empieza a entender de verdad toda la tremenda comprensión que hay en el arte sonoro, la tensión física requerida y expresada por él de modo que infinitas cosas puedan caber en los pocos minutos de un track, de una pieza teatral, de un cuento o fragmento verbalizado o de una idea expresada con voz sabia, intensa y llena de color.

Todo ello ayudado por los cortos segundos de silencio entre sus pluralidades, desde la percusión más bronca hasta la frágil melodía, desde la complicación suprema a la pura sensación etérea de una maestría que se escucha y se disfruta. Al hacerlo no queda más que aplaudir lo oído espontáneamente y tratar de guardar algo de su esencia en la aún más quebradiza memoria, plagada de esas ilusiones.

Ejemplos tengo muchos, como cualquier persona. Pero hoy me gustaría contar uno que me sucedió hace unos años cuando fui a una charla impartida por Paul Auster, aquí, en Ámsterdam. Debo confesar que era uno de mis más caros autores, casi un ídolo, así que me afané para asistir a tal evento.

El clima estaba templado y había mucha gente en las mesas de las terrazas que daban a la calle. Llegué al número 52. Ahí se presentaba Auster esa noche. Encima del local se observa –todavía—una placa grabada con una mano sosteniendo una pluma. De hecho, esta casa que data de 1630 es conocida como La Casa de la Mano Escribiente, que alude a la actividad literaria de su propietario original.

El sitio –que con el tiempo volvió al rubro de casa habitación haciendo desaparecer la librería– mostraba en sus vitrinas toda la bibliografía del autor neoyorkino. Destacaba por una iluminación especial su Trilogía: Ciudad de Cristal, Fantasmas y La Habitación Cerrada. Textos de los años ochenta. “De cuando Nueva York era otra”, según el propio escritor. En mesas y paredes la obra de Auster totalmente traducida al holandés. De hecho, el evento aquél enfatizaba la presentación de Book of Illutions, la más reciente edición en ese sentido.

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Por fortuna no estábamos en época de lluvias y esa noche, seguro, no le sucedería a Auster lo mismo que en 1991, cuando estuvo en la ciudad por primera vez y cuya efeméride rememoró en el libro autobiográfico, Diario de Invierno, del cual cito el siguiente fragmento:

“Y ahí estás, hace 21 años, recorriendo las calles de Ámsterdam camino de un acto que han cancelado sin tu conocimiento, procurando cumplir diligentemente con el compromiso que has contraído, a la intemperie, en lo que después se denominó la tormenta del siglo”, escribió el autor.

“Un huracán de tan virulenta intensidad que, al cabo de una hora de tu desacertada y terca decisión de atreverte a poner el pie en la calle, en cada esquina de la ciudad habrá grandes árboles arrancados de raíz, chimeneas que caerán al suelo y coches que saldrán volando de su estacionamiento.

“Caminas de cara al viento, tratando de avanzar a lo largo de la acera, pero a pesar de tus esfuerzos no logras moverte. El viento arremete contra ti, y durante un minuto y medio te quedas inmovilizado”. No. En esa noche definitivamente eso no pasaría, me traté de tranquilizar.

La hora y media en la que Auster charló se fue como agua, como la lectura de sus libros. Terminó la plática, hubo aplausos atronadores y largas filas para obtener una firma en el libro preferido.

A mí, la mitomanía me ganó y le solicité, absurdamente, además de una firma que me obsequiara una palabra, la que se le ocurriera en ese momento: «Sonido», dijo fríamente luego de un segundo. Así que el tal vocablo está en mi anaquel de trofeos desde entonces y al cual regreso una y otra vez.

VIDEO SUGERIDO: “El Libro de las Ilusiones” Paul Auster, YouTube (CineArte y Cultura)

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PLUS: MICHAEL McCLURE

Por SERGIO MONSALVO C.

 

MICHAEL MCCLURE (FOTO 1)

 

EL PRÍNCIPE FRANCISCANO

 

El 14 de enero de 1967 el “Summer of Love” nació en el Parque Golden Gate de San Francisco, y reunió a cerca de 30 mil personas para manifestarse contra la guerra y a favor de los nuevos valores: “Gathering Of The Tribes For A Human Be-In”, fue el lema y el hecho estuvo respaldado por la música de Grateful Dead y Jefferson Airplane, entre otros, con la participación de los poetas beat Allen Ginsberg y Michael McClure, el promotor del LSD Timothy Leary. El estribillo a memorizar: “Turn on, tune in, drop out”.

Sería el primer evento masivo en la historia de aquel año de 1967, conformado por personas venidas de todos los rincones de los Estados Unidos, pero también de Canadá, Europa, Latinoamérica y hasta de Nueva Zelanda y Australia (la creación de una población instantánea y fugaz, hecha de qué: ¿Vagabundos, peregrinos? Músicos y asistentes: viajeros cósmicos  en el Año Internacional del Turismo). Año del irrepetible Verano del Amor.

Michael McClure llegó en 1954 a aquella ciudad que era el refugio de los bohemios, el centro de una intensa vida cultural que se desarrollaba en toda la región de la Bahía. Se convirtió un integrante esencial del núcleo de los poetas beat vinculado al Renacimiento Poético de San Francisco en los años cincuenta y se llegó a identificar de tal manera con la ciudad que, a mediados de los 60, alguien como Barry Miles —un activista (contra) cultural— le consideraba “el príncipe de la escena de San Francisco.”

Presente en los momentos icónicos de la andadura beat, los temas que trató y la manera en que lo hizo inciden aún más en la centralidad de su conexión con este movimiento.

McClure de apenas 22 años, fue el más joven de los poetas que leyeron en la histórica lectura celebrada en 1955 en la Six Gallery de San Francisco —los otros fueron Ginsberg, Gary Snyder, Philip Whalen y Philip Lamantia, y con Kerouac entre la audiencia—. Uno de los dos poemas con que contribuyó fue “Por la muerte de 100 ballenas”, texto que ya prefiguraba lo que sería una de las preocupaciones esenciales de su poesía, en sintonía con los otros miembros del grupo: una suerte de ecologismo de avanzada.

For the Death of 100 Whales

(Por la muerte de 100 ballenas)

“En abril de 1954, la revista TIME describió a setenta y nueve soldados estadounidenses aburridos, estacionados en una base de la OTAN, en Islandia, asesinando una manada de cien orcas. En una sola mañana, los soldados, armados con rifles, ametralladoras y barcos, reunieron y dispararon a las ballenas hasta la muerte.

Leí este poema en mi primera lectura, en 1955.

Hung midsea
Like a boat mid-air
The liners boiled their pastures:
The liners of flesh,
The Arctic steamers

Brains the size of a teacup
Mouths the size of a door

The sleek wolves
Mowers and reapers of sea kine.
THE GIANT TADPOLES
(Meat their algae)
Lept
Like sheep or children.
Shot from the sea’s bore.

Turned and twisted
(Goya!!)
Flung blood and sperm.
Incense.
Gnashed at their tails and brothers
Cursed Christ of mammals,
Snapped at the sun,
Ran for the Sea’s floor.

Goya! Goya!
Oh Lawrence
No angels dance those bridges.
OH GUN! OH BOW!
There are no churches in the waves,
No holiness,
No passages or crossings
From the beasts’ wet shore.

AHB2018q009379

La Generación Beat trató profundamente sobre la naturaleza —el paisaje de la naturaleza en el caso de Snyder, la mente como naturaleza en el caso de Ginsberg. La conciencia como un fenómeno de naturaleza orgánica. Los beats compartieron su interés por la naturaleza, la mente y la biología— área que expandieron y sustentaron con su radical toma de posturas sociopolíticas.

Acompañados por músicos de jazz tales poetas cayeron ahí con el pie derecho y comenzaron a recitar los llamados “mensajes espontáneos”, textos concebidos para ser escuchados, en los que registraba puntualmente la dicción del habla coloquial que ya nunca se ausentaría de su discurso poético. La ciudad se convirtió entonces en punto de reunión de poetas.

Hoy, las cosas han cambiado. El San Francisco de la contracultura y de las luchas sociales ahora es un parque temático para turistas y un enclave de multimillonarios de la tecnología y del comercio electrónico. Los alquileres de los departamentos son tan elevados por lo mismo y han alejado a la gente común que no puede sufragarlos. Ha crecido la población de los homeless, los sin techo, cuyos crecientes campamentos se cobijan junto a complejos residenciales, en donde esperan recoger alguna de las migajas que tiran éstos a la basura. Hoy, también Michael McClure ha muerto a la edad de 87 años (4 de mayo del 2020) para ya no ver todo eso y volver a morir.

VIDEO SUGERIDO: Michel McClure Reading poetry to lions, YouTube (University of California Press)

MICHAEL MCCLURE (FOTO 3)

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PLUS: LA POÉTICA DEL NOMBRE (II)

Por SERGIO MONSALVO C.

POÉTICA DEL NOMBRE (II) (FOTO 1)

“ANNA”

Arthur Alexander fue ejemplo de individuos solitarios, compositores sensibles, pero sin esperanza. Reflejaba el carácter particular del artista natural pero contenido y despreciado por un ambiente espeso, hundido en medio de una población provinciana, rural, con fenómenos sociales añejos, acendrados y quizá insolubles, como el aislamiento (y sus consecuencias culturales), la discriminación racial y de clase, el conservadurismo que permeaba cualquier forma de desarrollo colectivo y, por supuesto, la pobreza.

Alexander nació en un medio infame, en Florence, Alabama, en mayo de 1940. Un estado en el que los negros sólo podían aspirar a ser pobres, ligeramente por encima de la indigencia. Así creció Arthur como hijo de un músico y cantante de blues y góspel, que no quería lo mismo para su vástago. Pero el joven se empapó con aquella música que hacía su padre y con la que escuchaba en la radio (hillbilly y country). Sin estudios, tuvo que ganarse la vida en trabajillos diversos por las mañanas y cantando en bares durante las noches.

De esta manera se encontró un día con Rick Hall, un joven productor independiente que acababa de montar un estudio de grabación (FAME) en un viejo almacén de tabaco en la cercana localidad de Muscle Shoals. Alexander le confesó que tenía algunas canciones y Hall le pidió que le cantara algunas de ellas. Fueron al bar del hotel, Hall les dio una propina a los músicos de la casa para que acompañaran a Alexander. Cuando éste terminó de cantar “Anna” El productor se quedó callado para luego afirmar: “Tenemos un éxito”.

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Ahí, en el corazón de Muscle Shouls se acababa de inventar el country soul, el soul sureño. “Anna” fue una de las primeras grandes baladas soul, incluso está más cerca de un tiempo-medio que una balada lenta. Al igual que varias de las canciones de Alexander, llegaría a ser más famosa en versiones  hechas por otros artistas que en su propia interpretación original. Aunque en realidad tuvo cierto éxito cuando se publicó por primera vez en 1962, llegando al lugar 68 en las listas pop y en el 10 en las de R&B.

La derrama artística de Arthur Alexander, sin embargo, va más allá de las versiones que grandes estrellas hicieron de sus canciones, su legado se muestra en la influencia que tuvo en esos grupos y cantantes y en la propia historia del soul sureño. Su estilo era cálido y acogedor. “Sus canciones parece que te arropan como una manta suave durante una noche fría”, dijo alguien sobre él.

Con el uso de esta materia prima, el rock británico aprovechó la oportunidad  para su propia fundamentación. Integró su versión de ambas músicas con base en los conceptos particulares sobre ellas y su cotidianeidad. No habría rock en la Gran Bretaña sin la música negra.

Y esa deuda sus adalides la han pagado con divisas ontológicas en forma de referencias, citas y mágicos cóvers. Históricos, la mayoría de las veces. Que exponen sus raíces, sus emocionados descubrimientos y apegados acercamientos estilísticos para luego encarar su propio desarrollo.

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Los Beatles, lo hicieron con esa pieza. “Anna” era uno de los temas favoritos de John Lennon, de tal manera que formaba parte del repertorio regular de sus actuaciones de fogueo tanto en Hamburgo como en Liverpool. Como consecuencia estaba pulida en el estilo beatle y por ello fue grabada e incluida en su álbum debut, Please Please Me.

 La pieza escrita e interpretada originalmente por Arthur Alexander había sido lanzada como single en septiembre de 1962. La versión realizada por el Cuarteto de Liverpool fue grabada en febrero del siguiente año, casi enseguida. Resaltó su valor como un excelente y auténtico cóver. Uno que evidenció con su revisitación el cambio de época.

“Los Beatles estábamos buscando nuestro sonido y ahí apareció el rhythm and blues lleno de soul. Eso es lo que solíamos escuchar entonces y es lo que queríamos hacer. Estábamos fascinados por esa música negra y para nosotros la cima de todo aquello fue Arthur Alexander”, confesó Paul McCartney.

George Harrison se encargó del riff, Ringo lo hizo con un fuerte beat y John Lennon llevó la voz cantante en ella (le añadió un dolor tortuoso que no está en el tema original). El crítico musical Ian MacDonald dijo, a su vez, que sonaba como “un joven apasionado intentando dominar con su voz una canción de hombre”.

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Arthur Alexander, el creador de la canción (en la que volcó todas sus influencias), se convirtió en el primer cantante de Alabama en entrar en las listas de éxitos y en un cantautor prestigioso que escanciaría su talento en un sinnúmero de piezas memorables.

Tanto que pocos meses después los Beatles harían su versión, como ya se vio, y con el paso del tiempo infinidad de intérpretes. Entre ellos destaca la que hizo Roger McGuinn (nacido en Chicago como James Joseph McGuinn III el 13 de julio de 1942, y conocido a la postre como Roger McGuinn) para el tributo que el sello Razor & The Music antologó con material del compositor.

McGuinn era un músico de folk formado en su ciudad natal, que antes de intentar una carrera por su propia cuenta interpretaba canciones de los Beatles en los cafés neoyorquinos del Greenwich Village. 

Inspirándose en George Harrison por su innovación en el tema “A Hard Day’s Night”, McGuinn decidió entrar al mundo del rock con una guitarra eléctrica de 12 cuerdas. Y lo hizo con The Byrds, los cuales inauguraron una nueva corriente rockera, el folk-rock, y se constituyeron en una incomparable agrupación que denotaba la influencia evidente de Bob Dylan, el estilo de los Beatles, el country and western y el rhythm and blues, con lo cual originaron lo que se denominaría el nuevo rock estadounidense.

Con la resonancia de la Rickenbancker de 12 cuerdas de McGuinn, también cantante principal, y una compleja armonía instrumental y vocal los Byrds marcaron un nuevo sonido y se dieron a conocer al mundo. La belleza de cuerdas y canto está presente en la versión de “Anna”, el tributo que McGuinn le brindó a Artur Alexander.

VIDEO SUGERIDO: Anna (Go To Him), YouTube (Te Beatles)

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PLUS: MARILYN MONROE (POESÍA EN FRAGMENTOS)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

MARILYN MONROE (FOTO 1)                                              

 

Al erotismo regularmente se le ha representado con la imagen de una mujer. Pero no cualquier mujer. Debe ser una que, según la época, dé un nuevo sentido, siempre más audaz, a dicha manifestación.

Lo que se valora en esta mujer símbolo es su poder sugerente hacia un público admirador que se recrea en el disfrute de ese ser supremo, el cual pone a funcionar los resortes de la pasión en incansable fuga de las demás cosas.

Un símbolo así es la presencia materializada de Eros. Y todos los adoradores buscarán acercarse a la deidad encarnada para el consumo ilimitado de la imaginación y la fantasía.

Su imagen, entonces, se cultivará tanto de manera externa como en la intimidad, convirtiéndose en objeto de culto del cual cada uno querrá por lo menos apropiarse de una parte.

De entre millones de mujeres surge una sola que es diferente. Como Marilyn Monroe, que es símbolo y excepción en la cultura contemporánea: un icono que pertenece a todos.

Ella fue una criatura extraña e impetuosa que tuvo la capacidad innata de proporcionar una visión fulgurante del placer con su realidad carnal y de proyectar esa imagen de sensualidad que pide la vida ordinaria.

Ella fue el sueño sexual insatisfecho, inalcanzado, que hay en todos y que sólo existe a través de cada uno. Su figura continúa siendo hoy la respuesta por antonomasia del deseo hacia lo que el cuerpo quiere, y su muerte sólo sirvió para perpetuarlo.

El escritor Ricardo Garibay lo dijo atinadamente: “Con la Monroe se nos murió un afán que ella satisfacía puntual desde los calendarios. Era una túrgida sedienta y ahíta realidad vivida dentro de cada uno de nosotros. No acabaremos de llorarla”.

Y así ha sido. La música como la poesía no se cansa de recordarla y de hacerla referencia, proyección o tragedia. En el primer caso va de The Distillers con “Gypsy Rose Lee”, Jay-Z y su “Hollywood” o Billy Joel en “We Didn’t Start the Fire” hasta The Kinks en “Celuloid Heroes”, las Spice Girls con “The Lady is a Vamp” o Lady Gaga con “Dance in the Dark”; en el segundo término con Tori Amos y su “Father Lucifer”, Bryan Ferry en “Goddess of Love”, Madonna en “Vogue” o los Stereophonics con “She Takes Her Clothes Off”.

La parte trágica del mito ha sido asumida por gente como The Misfits con el tema “Who Killed Marilyn?” (incluso tomaron su nombre de una película que ella protagonizó), Michael Jackson en “Tabloid Junkie”, Elton John con “Candle in the Wind” o el grupo Suede en la pieza “ Heroine”.

…se sostuvo a sí misma
se agarró con fuerza durante el vendaval
se quemó en las crepitantes llamas

(“Life”, M.Monroe)

Asimismo, hay tres óperas que versan sobre ella: dos con su nombre, Marilyn (de Lorenzo Ferrero, una, y de Ezra Laderman, la segunda), y una tercera y quizá la más sobresaliente por su gran manejo temático: Anyone Can See I Love You, con textos de la poeta M. Bowering y orquestación del compositor y músico inglés Gavin Bryars.

Entrados ya en la poesía, ha habido muchos bardos que le han dedicado poemas o libros enteros a su trágica vida: Judy Grahan, Delmore Schwartz, Ernesto Cardenal, Steven Berkoff o Norman Rosten, por mencionar algunos.

MARILYN MONROE (FOTO 2)

Del último señalado es el poema “Who Killed Norma Jean?” (verdadero nombre de la actriz), que a su vez musicalizó Pete Seeger y que Bob Dylan dio a conocer mundialmente: “¿Quién la vio morir? / ‘Yo’, respondió la noche. / ‘Yo y la luz de un dormitorio. Nosotras la vimos morir’/ ¿Quién recogerá su sangre? / ‘Yo’, respondió el fan. / ‘Con mi pequeño caldero, Yo recogeré su sangre’.

De sangre y carne estaba hecha la naturaleza de Marilyn. Y ella lo sabía: «El sexo forma parte de la naturaleza y yo me llevo de maravilla con la naturaleza», dijo.

El sexo era público y la sangre privada. Y ésta quedaba impresa en (lo que ahora se ha descubierto) gran cantidad de poemas también escritos por ella y hoy publicados con el título en español de Fragmentos (en la editorial Seix Barral).

Los editores del libro –Stanley Buchtahl y Bernard Comment– han dicho lo siguiente: «Algunos de estos textos darán lugar a interpretaciones y comentarios. Pero no hay en ellos nada sucio, ni de baja estofa, nada de chismes. Intimidad sin exhibicionismo, medición sísmica del alma».

Marilyn era eso, un mito con alma que escribía sobre sus emociones obsesivamente –depresiones, tristeza o soledad– en todo papel que tuviera a la mano mientras trabajaba o no.

Pero ¿cómo podía sentirse sola la mujer más adorada del mundo?, se pregunta uno. Sin embargo, ella vivía ese sentimiento como una desgracia inexorable: «¡¡¡Sola!!! / Estoy sola-siempre estoy / sola / sea como sea».

MARILYN MONROE (FOTO 3)

Físicamente, este símbolo sexual era (es) un espectáculo revolucionario en varios sentidos. Por un lado, suntuosa demostración del sex appeal (el guiño de los ojos, la mirada directa, la expresión divina, la voz ardorosa, la turgencia y generosidad de los senos, el movimiento invitante de los labios, los gestos de sus caderas lujuriosas, su vestimenta adherida al cuerpo, el diseño de su boca, el lenguaje de su piel, el imaginado aspecto del sueño libertino…) Y, por otra parte, el apremio de los brazos implorantes, el eterno gesto de avidez, desesperanza e inocencia.

A Sorry Song

I’ve got a tear hanging over
my beer that I can’t let go.
It’s too bad
I feel sad
when I got all my life behind me.
If I had a little relief
from this grief
then I could find a drowning
straw to hold on to.
It’s great to be alive.
They say I’m lucky to be alive it’s hard to figure out –
when everything I feel – hurts!

(M.Monroe)

Tras leer sus escritos surge la razón de Norman Mailer, cuando dijo que Marilyn era en realidad una poeta tratando de recitar acerca de sí misma a mitad de la calle, mientras la multitud lo único que quería era arrancarle la ropa.

VIDEO: marilyn monroe the subway scene (the seven year itch 1955), YouTube (Memories Of Marilyn Monroe)

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PLUS: TROVADORES (EL ESPÍRITU MUNDANO)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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La historia conocida del poeta y trovador en la Europa occidental fuera del ámbito grecorromano se remonta casi dos mil años atrás. Los músicos andantes de aquel tiempo, sucesores de los mimi e histriones de la antigüedad mediterránea, cumplían con la importante función de preservar las culturas autóctonas ante los esfuerzos uniformadores de la Iglesia cristiana. Un sinnúmero de concilios y sinodales, sermones, cartas y otros documentos se pronunciaron contra esa música «satánica» y sus ejecutantes. En el fervor de la lucha contra los paganos, los ritos precristianos y las canciones y los bailes populares fueron combatidos con igual saña por los misioneros y las autoridades religiosas.

 

Sin embargo, dicha posición de intransigencia estaba condenada. Poco a poco fue creciendo el número de representantes de la Iglesia que aprendió a disfrutar los cantos ejecutados en los idiomas vernáculos por los músicos andantes. Éstos contaban, además, con el apoyo del poder secular ejercido por las cortes locales. Eran requeridos no sólo para ritos como bodas y exequias, sino también para acompañar banquetes, recepciones, coronaciones y otros eventos, e incluso para proporcionar terapia musical contra las enfermedades mentales.

 

HÉROE, JUGLAR Y ERUDITO

De esta manera, el músico profesional llegó a gozar de grandes honores. El cantante con el arpa en la mano era una figura sagrada, compañero de reyes y dioses. En los pueblos nórdicos se le llamaba thul; entre los germanos orientales, skald; las tribus germanas occidentales lo denominaban skop; los celtas, bardo. Su arte le adjudicaba una elevada posición social entre godos y carolingios. Cantaba las hazañas de los antepasados, los mitos y las historias de los pueblos. Era el único depositario de una cultura e historia que la Iglesia se empeñaba en erradicar de la memoria.

 

Alrededor del año 1000, los cantantes heroicos empezaron a perder importancia. Su repertorio fue modificado, sustituyéndose al santuario cristiano por los héroes de la antigüedad. Entonces hizo aparición el juglar.

 

La presencia del juglar se prolongó durante los siglos X al XIII. Su imagen era semejante a la del mimus en las provincias romanas: músico y mago, estafador que recorría los caminos acompañado por una tropa de mujeres fáciles. Sólo él se encargaba de llevar de una ciudad a otra las noticias de interés. Y pese a que hubo conventos y obispos que mantenían a un juglar, la norma era calificarlos de «siervos del diablo».

 

El siglo XIII presenció la llegada de los goliardos, exestudiantes que preferían la libertad de la vagancia. Al dominar el latín como lingua franca, fueron los primeros músicos andantes verdaderamente internacionales en Europa. Su manejo simultáneo de las culturas vulgar y refinada les adjudicó un papel especial en el acercamiento y la difusión de elementos musicales y poéticos extraídos de ambas. Elevaron a una posición de mayor reconocimiento e importancia a la música popular y trasmitieron a ésta la influencia de los cantos litúrgicos, evidente en la estructura de los versos populares, que empezó a acusar marcadas semejanzas con las melodías gregorianas.

 

PROFUNDIDADES DEL CORAZÓN

 

Otro género de poesía y música que floreció en la Europa del siglo XII al XIV fue el arte del trovador, que debió su auge a varios factores. Entre ellos figuran el fortalecimiento de la monarquía francesa durante el siglo anterior y el consecuente refinamiento de la cultura de las cortes, la adoración mariana cultivada sobre todo en Saint‑Victor de París, el interés por escritores de la antigüedad como Ovidio y posiblemente también las elaboradas costumbres árabes propagadas por las cortes ibéricas.

 

El canto era improvisado y las melodías se trasmitían en forma oral. La mujer era el tema predilecto, no como amada personal sino en forma más alegórica, muchas veces como alabanza a las virtudes de la esposa del respectivo mecenas. Otros temas podían ser lamentos sobre la decadencia moral de los tiempos o sobre la muerte del príncipe del cual dependía el músico, las aventuras eróticas de caballeros con pastoras, la separación trágica de amantes e incluso cuestiones filosóficas tratadas en forma de diálogos.

 

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Así como los temas admitían la experiencia personal, también se le exigía más al músico como artista. Ya no debía dedicarse sólo a entretener y a narrar, sino a expresar una inquietud propia. Uno de los trovadores más destacados, Bernart de Ventadorn, por ejemplo, comentó lo siguiente: «De poco sirve el canto si no brota de lo más profundo del corazón.»

 

Hacia el final del siglo XIII, las canciones de los trovadores empezaron a ser registradas por escrito. Fue la primera manifestación musical popular de Europa de la que existen notaciones formales. Miles de piezas fueron conservadas y difundidas desde sus territorios originales en Francia y Alemania hacia Italia y España. La invención de la imprenta en el siglo XV terminó por «industrializar» el ejercicio de la música. Surgieron los primeros compositores profesionales.

 

El fortalecimiento general de la burguesía incrementó el número de músicos profesionales sedentarios y cambió radicalmente el ejercicio musical. Así, el arte oral e improvisado de los trovadores perdió su razón de ser y desapareció.

 

LA EXPANSIÓN CULTURAL

 

Sin embargo, la influencia del trovador no se limitó a las sociedades cristianas europeas. Desde mucho tiempo antes de la expulsión de los judíos de la península ibérica al final del siglo XV, los rabinos se quejaban de la popularidad que gozaba esta música en sus comunidades. En el exilio, los judíos españoles siguieron recibiendo la influencia musical española a través de los «marranos». Al mismo tiempo, la música de su nuevo entorno, en el norte de África y el imperio otomano, empezó a manifestarse en las tradiciones sefardís.

 

Según el historiador Joseph Nehama, «la música profana…se alimenta de todas las melodías de la región…de lo que se está acostumbrado a escuchar todos los días en los labios de los vecinos griegos, búlgaros, turcos, árabes e incluso persas. La gente suele ignorar la influencia exterior. Las cree suyas, porque vuelan de boca en boca. Y a pesar de la reprobación de los rabinos…se entonan muchas canciones de taberna.»

 

SIGLOS XX-XXI

El mundo moderno ya no requiere de poetas andantes. Los medios de comunicación llevan cualquier manifestación cultural hasta el otro lado del globo en forma instantánea. La expresión creativa personal a través de la música, iniciada por los trovadores, ha alcanzado extremos absolutos en la celebración exclusiva que muchos artistas practican de su intimidad muy particular. El poeta y músico no hace falta para comunicar noticias ni para registrar el paso del tiempo en las comunidades.

 

Pero los bardos existen. Y algunos insisten en retratar historias, vivencias y leyendas, pensamientos e influencias. Quizá porque intuyen que la misma velocidad con la que ahora se trasmiten las noticias deforma la experiencia humana al sacarla de su contexto, al saturar la conciencia con hechos inconexos y manejar las palabras a su antojo. O porque saben que la música, a pesar de toda la explotación y comercialización de que ha sido objeto, es el único medio capaz de retener y reproducir la utópica inocencia de un encuentro primigenio entre seres humanos, sin prejuicios, ideologías ni conceptos implícitos e inherentes.

 

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POESÍA GARBAGE

Por SERGIO MONSALVO C.

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EL VERTEDERO COMO ESPEJO

La modernidad romántica puso las cosas en su sitio: el hombre frente a sí. Charles Baudelaire inició la cadena poética que daría cuenta de ello en sus Flores del mal, como en las siguientes líneas: “El hombre atraviesa la vida entre bosques de símbolos / Que lo contemplan con miradas familiares. / Como los largos ecos que de lejos se mezclan / Con una tenebrosa y profunda unidad, / Se responden sonidos, colores y perfumes… / Hay perfumes corrompidos, ricos y triunfantes, / Que tienen la expansión de cosas infinitas, / Que cantan los transportes de sentidos y espíritu”.

O como en: “Una carroña asquerosa en el canto rodado de un riachuelo…/ basura cocinándose al sol devolviéndole esa moneda a la Naturaleza.

Con tales textos Baudelaire percibió a los desechos, en el París de mediados del siglo XIX, como una expresión de lo trascendental en lo degradado, de lo vital en lo escatológico; pero también como la advertencia de que, en la era moderna, poeta era, sobre todo, aquel que no apartaba la mirada: que ve lo fundamental en lo que parece insignificante y que se atreve a mirar de frente lo que parece insoportable: el Mal.

Igualmente, el largo poema titulado Garbage (Basura), la gran obra de Archie Randolph Ammons –un poema de 2217 versos estructurado en pareados libres, publicado en 1993 y que recibió el National Book Award, el premio más prestigioso en las letras estadounidenses, es el más reciente eslabón de poemas que tienen al despojo como símbolo y representación del artificio humano.

Ammons (nacido en Whiteville, Carolina del Norte, en 1926) buscaba como materia prima para su trabajo un tema que resultara inagotable, durante el fin de la década de los ochenta del siglo XX, cuando casualmente vio una montaña de desperdicios mientras manejaba por una autopista de la Unión Americana. Su cerebro, entonces, comenzó a fraguar ese poema.

Llegó febril a su casa luego de varias horas de conducción y corrió a mecanografiar lo que había venido martillando. Lo hizo rápida e improvisadamente, en un rollo de papel para calculadora, al finalizar  lo dividió en 18 fragmentos y lo trabajó durante los siguientes años.

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Garbage (Basura) fue el nombre con el que llamó a tal texto que es a la vez una visión del vertedero y el vertedero mismo, en la medida en que el poema es capaz de integrar y dar un cierto orden al todo, a lo armónico y lo caótico, al sistema y al acontecimiento; un magma que estalla siendo a la vez la lengua y la conciencia del que habla, el monólogo en el que se replican todas los voces, como un coro de drama griego.

Residuos tóxicos, aire polucionado, pringue de playa o erosión / en los caminos se unen naciones, mientras que la magnánima / perogrullada y la apacible apariencia las aplacan a todas / para que vuelvan a su confort o a su desesperanza: las crisis globales…

Ammons vio en el basurero “la regurgitación de la cultura en la que vivimos, las entrañas de nuestro mundo artificioso, el detritus infernal a ras de tierra:

‘La basura tiene que ser el poema de nuestra época porque la  basura es lo bastante espiritual y creíble como para embargarnos la atención, estorbando, amontonándose, apestando, manchando…’

El crítico Harold Bloom, quien conformó uno de los cánones de la poesía estadounidense, al mencionar al autor de este extenso poema en el mismo, escribió: “Tal vez ningún poeta contemporáneo tenga tantas posibilidades de convertirse en clásico como el creador de Garbage”. A. R. Ammons murió en el 2001 bajo ese halo.

Y con él se cumple el axioma que acompaña a las grandes obras: todo empieza a suceder un poco antes de su comienzo y no se extingue del todo con su fin, es una ola expansiva. El guijarro lanzado al agua proviene de aquel Baudelaire maldito y la cultura del rock, que es una esponja y un proyector en este sentido, retomó el concepto de Ammons para continuar la línea con música y actitud.

El poema Garbage apareció en 1993 y fue leído con avidez y asimilado por jóvenes músicos y productores interesados tanto en la literatura como en el sonido que, inspirados por aquel texto, se pusieron a escribir canciones donde reflexionaban por su cuenta sobre la vida contemporánea de fines del siglo XX, y el estercolero en que se había convertido el quehacer de ésta. El nombre de su grupo sería ése: Garbage.

VIDEO SUGERIDO: Garbage – Stupid Girl, YouTube (eti)

El proyecto de Butch Vig, Duke Erickson y Steve Marker se concretó cuando la onda estadounidense de su oriundo Madison conectó con el Edimburgo escocés de Shirley Manson.

A los 15 años, Shirley Manson se había unido al grupo Goodbye Mr. Mackenzie como tecladista y cantante de apoyo. Luego de algunos años, tal agrupación fue reemplazada por Angelfish, conjunto en el que Shirley se convirtió en la cantante principal. Tras ver un video de éstos Butch Vig se puso en contacto con ella para invitarla a colaborar en algunos tracks individuales, y así nació Garbage.

Butch Vig y Steve Marker se encargaron de poner a la ciudad de Madison, Wisconsin, en el mapa del rock con su proyecto conjunto, los Smart Studios. Los clientes del dúo de productores venían cada vez de más lejos (Killdozer, Smashing Pumpkins, Sonic Youth, Tad) y llegaron a su culminación con la producción del disco histórico Nevermind de Nirvana y el sonido grunge.

Vig y Marker se juntaron con el músico y productor Duke Erikson (líder de los grupos anteriores de Vig, Spooner y Firetown) y pusieron las bases experimentales de rock que habrían de convertirse en Garbage. El proyecto cuajó con las aportaciones creativas y la presencia de Shirley Manson.

El álbum debut de Garbage, homónimo del grupo y una de las sorpresas de 1995 resultó sorprendente y orgullosamente rockero. La voz de Shirley cumplió de más en todos los sentidos. Los tres músicos, por su parte, metieron las doce canciones en un vestido de alambre de púas inventivo y noisy, y la interpretación entre sensual y siniestra de Manson esculpió de manera convincente cada uno de los temas

Los textos de Garbage se expresan con un cinismo excepcional y conducen al escucha en un viaje por las cavernas más oscuras del espíritu, muerte y desgracias, obsesiones religiosas, frustraciones sexuales, relaciones destrozadas y demás desperdicios de la realidad humana.

El humor irónico de piezas como “Queer” y “Only Happy When It Rains” resultó sintomático. “No somos ni melancólicos ni estamos siempre deprimidos. Simplemente nos parece lo más adecuado escribir acerca de ese tipo de cosas. Así como lo describió Ammons en su poema. Tratamos de crear bellas melodías de rock, pero seguimos siendo catastrofistas con respecto a los sedimentos de la sociedad«, confesó Manson.

Garbage es un grupo que tiene la suerte de entenderse en su forma de ver las cosas. Los cuatro se dejan inspirar por libros, como el ya mencionado y películas, pero también por experiencias personales y observaciones del comportamiento humano. Todas sus diferentes influencias entraron al disco.

Los tres estadounidenses no recurrieron al sonido grunge que solía considerarse en ese momento típico de su país. Y los cuatro aportaron influencias comunes como New York Dolls, Stooges, Talking Heads, Velvet Underground, Patti Smith, Echo and The Bunnymen y Cure.

Escribieron (y escriben aún) textos que por una parte estimularan al escucha mentalmente, pero que por otra estuvieran abiertos a varias interpretaciones, como lo de “I can’t use what I can’t abuse/And I can’t stop when it comes to you”. El suyo, desde entonces, es un rock de conciencia que crea adicción.

Garbage es uno de los mejores grupos emergidos de los noventa que continúan con vida y sorprendiendo con cada nuevo trabajo, para el que se toman todo el tiempo, principalmente porque sus textos deben describir las situaciones desesperadas a las que ha llegado el estercolero contemporáneo.

La póetica expansiva iniciada por Baudelaire y continuada por A.R. Ammons, tiene en Garbage su soundtrack más representativo de los tiempos vividos: un sumidero con acumulación de restos y desperdicios de toda índole, en donde la vida se ha visto degradada por el perverso devenir del mundo.

VIDEO SUGERIDO: Garbage live on Letterman – “The Battle In Me” 3/30/13, YouTube (Cathode Roy)

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MICHAEL McCLURE

Por SERGIO MONSALVO C.

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 EL PRÍNCIPE FRANCISCANO

 California, esa larga franja de valles, montañas y playas estadounidenses que se extiende desde Óregon hasta México, se convirtió en sinónimo de «paraíso», creándose toda una leyenda sobre la belleza de sus paisajes, la fertilidad y riqueza de sus tierras, la benig­nidad de su clima y las casi infinitas posibilidades de realización personal, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, con sus cuotas de desarrollo agrícola, industrial y cultural.

El cine había servido en la expansión de tal concepto. La ilusión del American Dream mostraba la vida como algo construido desde el esfuerzo individual de los ciudadanos comunes y corrientes. Las historias del “self-made man” (aquel forjado a sí mismo) eran factibles gracias a las posibilidades que brindaba “la tierra de las oportunidades”.

¿Y cuál era en el horizonte la geografía ideal para crearse una vida mejor?: el Oeste, que según Hollywood era el lugar que unía la imaginería despertada con la ideología del individualismo democrático: California here I come. El flujo, pues, se volvió incontenible, a pesar de las restricciones e injusticias.

A la par de lo anterior, la inmigración y la creación de importantes núcleos urbanos alrededor de la Bahía de San Francisco permitieron la confluencia de grupos étnicos y culturales muy diversos, dando lugar a una simbiosis de culturas diversas, con todo lo que ello impli­caba para el replanteamiento del acervo tradicional en las artes: música, artes plásticas, literatura.

Pero igual en la filosofía y la política social (Abbey Hoffman en la ciencia, Ken Kesey en la contracultura irreverente y lúdica, Timothy Leary con la guía del Libro Tibetano de los Muertos para el “viaje espiritual” orientalista, Matin Luther King en el pacifismo y los derechos civiles) aspectos importantes que pertenecen a ese manifiesto de originalidad que fue California en los años sesenta.

Un tiempo y espacio para ser; para realizar cambios de raíz en el horizonte existencial; para la búsqueda de “lo auténtico”. La cultura entonces se adapta al movimiento, la diversidad entre los términos turista, vagabundo, emigrante, inmigrado, peregrino, viajero, héroe o víctima se difumina.

¿De qué otra manera se deben considerar a los que llegaron a San Francisco, California, en esa época para escapar del conservadurismo del resto de la Unión Americana; a los que retornaban del extranjero para conquistar su propio territorio; a los que regresaban de la guerra de Vietnam a contar ahí sus miserias, tratar de exorcisarse de aquello y engrosar el pacifismo?

¿A los que arribaron buscando la libertad de cualquier índole (de la artística a la filosófica, de la física a la mental; de la alternativa a la independiente y comunitaria), la seguridad que no se les brindaba en otros lares o la oportunidad de trabajo y una vida mejor que les negaban sus sitios de origen?

VIDEO SUGERIDO: Scott McKenzie – San Francisco, YouTube (edrozebo)

Asimismo, la ciudad  recibía constan­temente a decenas de jóvenes trotamundos que llegaban de todas partes, y así como lo había hecho la Generación Beat –su inspiradora en más de un sentido — aquella ciudad ya tenía fama de albergar a marginados voluntarios, que rechazaban los convencionalismos de una vida integrada al American way of life.

Eso –desde la llegada de Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Jack Kerouac, Neal Cassady, Michael McClure: “Todos los canallas andan detrás de nosotros. Tenemos la obligación de evitar que nos impongan su modo de vida” (escribió Kerouac en On The Road, el libro sagrado para los convocados)–, empezó a formar un mundillo underground.

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Un mundo con fiestas continuas, experimentando con drogas nuevas y ancestrales como el LSD, anfetaminas, peyote y marihuana (con los Acid Tests de Ken Kasey y sus Merry Pranksters a bordo del autobús Further, manejado por el legendario Neal Cassady y musicalizados por Grateful Dead). La bohemia y el hedonismo flexible contra la rigidez de lo permisible.

El barrio de High Ashbury se convirtió rápidamente en el centro de la vida y la estética más actual, en un cruce singular de etnias y clases sociales, lo cual daba a la zona un ambiente heterogéneo y tolerante. Las costumbres se fundían unas con otras con una naturalidad asombrosa.

Ahí y así surgieron nuevos lenguajes que conmocionarían a la sociedad estadounidense: con el rock (los grupos que comenzaban sus carreras eran Jefferson Airplane, Grateful Dead, Big Brother and The Holding Company, Charlatans, Country Joe and the Fish, New Riders of the Purple Sage, Quicksilver Messenger service, Santana Blues Band, entre otros).

En la literatura (con The Electric Kool-Aid Acid Test, One flew over the cockoo’s nest), en el periodismo (con el Underground y el Nuevo Periodismo), en las artes plásticas (con los posters pop y psicodélicos de Wes Wilson, Rick Griffin y Stanley «Mouse» Miller, entre otros, así como las portadas de los Long Plays) y las novedosas idiosincracias (representadas en los textos de Alan Watts y Norman O. Brown).

En dicho ambiente alucinado también había surgido la comuna urbana como forma alternativa de coexistencia: en aquellas casas victorianas vivían en comunidad los músicos de los grupos, los artistas plásticos, los luchadores sociales, los desarraigados: Ahí se ensayaba, trabajaba, dialogaba y se daba oportunidad a otros de hacerlo.

Eran centros de acopio y venta de cosas tanto como oficinas de búsqueda de trabajo para los músicos, de correo, de información sobre drogas, sexo, medicinas alternativas, organizaciones independientes y un gran etcétera de actividades al margen del sistema.

Quienes daban vida a todo ello eran los hippies que fomentaban la convivencia y el arte en completa libertad, disertaban contra la guerra y a favor de hacer el amor; inventaron un léxico para comunicarse que comprendía vocablos como “in”, “out”, “freak”, “Light-show”, “Be-In”, “dope”, “Love-in”, “happening”, “Free form”, “Trip”, etcétera.

Con ese bagaje local y aunado al foráneo (en Sudáfrica se realizaba el primer trasplante de corazón en el mundo; en Londres, los Beatles lanzaban Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, una grabación paradigmática del rock, la psicodelia y la cultura popular en general y cantaban “All You Need Is Love” —pieza que se convertiría en himno— en una trasmisión televisiva a nivel internacional denominada Our World.

Con Cassius Clay, convertido en Muhammad Alí, que se rehusaba públicamente a hacer el servicio militar argumentando cuestiones de carácter religioso, mientras Vietnam estaba en plena ebullición con operaciones militares a cual más sangrientas e infames. Al respecto, el periódico New York Times informaba que el ejército estadounidense efectuaba experimentos bactereológicos durante los combates.

China, a su vez, ponía en evidencia sus afanes imperialistas y enviaba tres divisiones de combate al Tibet, de donde ya no se saldría, y a mediados de año haría estallar su primera bomba de hidrógeno para respaldar su presencia y andanzas mundanas. En medio de todo ello se desarrollaba ese “Verano del Amor” que, paradójicamente había comenzado en invierno.

El 14 de enero el “Summer of Love” nació en el Parque Golden Gate de San Francisco, y reunió a cerca de 30 mil personas para manifestarse contra la guerra y a favor de los nuevos valores: “Gathering Of The Tribes For A Human Be-In”, fue el lema y el hecho estuvo respaldado por la música de Grateful Dead y Jefferson Airplane, entre otros, con la participación de los poetas beat Allen Ginsberg y Michael McClure, el promotor del LSD Timothy Leary. El estribillo a memorizar: “Turn on, tune in, drop out”.

Sería el primer evento masivo en la historia de aquel año de 1967, conformado por personas venidas de todos los rincones de los Estados Unidos, pero también de Canadá, Europa, Latinoamérica y hasta de Nueva Zelanda y Australia (la creación de una población instantánea y fugaz, hecha de qué: ¿Vagabundos, peregrinos? Músicos y asistentes: viajeros cósmicos  en el Año Internacional del Turismo). Año del irrepetible Verano del Amor.

Michael McClure llegó en 1954 a aquella ciudad que era el refugio de los bohemios, el centro de una intensa vida cultural que se desarrollaba en toda la región de la Bahía. Se convirtió un integrante esencial del núcleo de los poetas beat vinculado al Renacimiento Poético de San Francisco en los años cincuenta y se llegó a identificar de tal manera con la ciudad que, a mediados de los 60, alguien como Barry Miles —un activista (contra) cultural— le consideraba “el príncipe de la escena de San Francisco.”

Presente en los momentos icónicos de la andadura beat, los temas que trató y la manera en que lo hizo inciden aún más en la centralidad de su conexión con este movimiento.

McClure de apenas 22 años, fue el más joven de los poetas que leyeron en la histórica lectura celebrada en 1955 en la Six Gallery de San Francisco —los otros fueron Ginsberg, Gary Snyder, Philip Whalen y Philip Lamantia, y con Kerouac entre la audiencia—. Uno de los dos poemas con que contribuyó fue “Por la muerte de 100 ballenas”, texto que ya prefiguraba lo que sería una de las preocupaciones esenciales de su poesía, en sintonía con los otros miembros del grupo: una suerte de ecologismo de avanzada.

For the Death of 100 Whales

(Por la muerte de 100 ballenas)

“En abril de 1954, la revista TIME describió a setenta y nueve soldados estadounidenses aburridos, estacionados en una base de la OTAN, en Islandia, asesinando una manada de cien orcas. En una sola mañana, los soldados, armados con rifles, ametralladoras y barcos, reunieron y dispararon a las ballenas hasta la muerte.

Leí este poema en mi primera lectura, en 1955.

Hung midsea
Like a boat mid-air
The liners boiled their pastures:
The liners of flesh,
The Arctic steamers

Brains the size of a teacup
Mouths the size of a door

The sleek wolves
Mowers and reapers of sea kine.
THE GIANT TADPOLES
(Meat their algae)
Lept
Like sheep or children.
Shot from the sea’s bore.

Turned and twisted
(Goya!!)
Flung blood and sperm.
Incense.
Gnashed at their tails and brothers
Cursed Christ of mammals,
Snapped at the sun,
Ran for the Sea’s floor.

Goya! Goya!
Oh Lawrence
No angels dance those bridges.
OH GUN! OH BOW!
There are no churches in the waves,
No holiness,
No passages or crossings
From the beasts’ wet shore.

La Generación Beat trató profundamente sobre la naturaleza —el paisaje de la naturaleza en el caso de Snyder, la mente como naturaleza en el caso de Ginsberg. La conciencia como un fenómeno de naturaleza orgánica. Los beats compartieron su interés por la naturaleza, la mente y la biología— área que expandieron y sustentaron con su radical toma de posturas sociopolíticas.

Acompañados por músicos de jazz tales poetas cayeron ahí con el pie derecho y comenzaron a recitar los llamados “mensajes espontáneos”, textos concebidos para ser escuchados, en los que registraba puntualmente la dicción del habla coloquial que ya nunca se ausentaría de su discurso poético. La ciudad se convirtió entonces en punto de reunión de poetas.

Hoy, las cosas han cambiado. El San Francisco de la contracultura y de las luchas sociales ahora es un parque temático para turistas y un enclave de multimillonarios de la tecnología y del comercio electrónico. Los alquileres de los departamentos son tan elevados por lo mismo y han alejado a la gente común que no puede sufragarlos. Ha crecido la población de los homeless, los sin techo, cuyos crecientes campamentos se cobijan junto a complejos residenciales, en donde esperan recoger alguna de las migajas que tiran éstos a la basura. Hoy, también Michael McClure ha muerto a la edad de 87 años (4 de mayo del 2020) para ya no ver todo eso y volver a morir.

VIDEO SUGERIDO: Michel McClure Reading poetry to lions, YouTube (University of California Press)

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LA BELLA DURMIENTE (ANNE SEXTON)*

Por SERGIO MONSALVO C.

ANNE SEXTON (FOTO 2)

 LA BELLA DURMIENTE*

(fragmento)

Imagínense

a una chica que se deliza sin cesar,

los brazos fláccidos, como zanahorias viejas,

en el trance del hipnotizador,

en un mundo de espíritus

donde habla con el don de las lenguas.

Está atorada en la máquina del tiempo,

de repente tiene dos años y se chupa el dedo,

vuelta hacia el interior como un caracol

aprende a hablar otra vez.

Está de viaje.

Nada cada vez más hacia atrás,

río arriba como un salmón,

lucha por entrar al bolso de su madre.

Muñequita,

ven aquí con tu papá.

Siéntate en mi rodilla,

tengo besos para tu nuca.

¿En qué piensas princesa?

Cazaré tus pensamientos como una esmeralda.

Déjame apapacharte

y te daré una raíz.

Esa clase de viaje,

Exuberante como una madreselva.

(…)

Al cumplir quince años

se pinchó el dedo

son un huso chamuscado

y se detuvieron los relojes.

Sí, en efecto. Se durmió.

El rey y la reina durmieron,

los cortesanos, las moscas en la pared.

El fuego en el hogar quedó inmóvil

y la carne asada dejó de crujir.

Los árboles se convirtieron en metal

y el perro en porcelana.

Todos estaban en trance,

catatónicos,

atorados en la máquina del tiempo.

Incluso las ranas eran zombies.

Sólo creció un rosal silvestre

y formó un gran muro de tachuelas

alrededor del castillo.

Muchos príncipes

trataron de atravesar las zarzas

porque habían oído de Aurora,

pero no se habían fregado las lenguas

y fueron detenidos por las espinas

y crucificados.

En su debido momento

transcurrieron cien años

y un príncipe logró pasar.

Los rosales se separaron como para Moisés

el príncipe halló intacto el cuadro.

Besó a Aurora

y despertó con la exclamación:

¡Papá! ¡Papá!

¡Listo! ¡Salió de su prisión!

Se casó con el príncipe

y todo estuvo muy bien

salvo el miedo…

El miedo a dormir.

Aurora padecía insomnio…

No podía dormitar

Ni acostarse a dormir

sin que el farmacéutico de la corte

le mezclara unas gotas de inconsciencia

y nunca ante el príncipe.

Si ha de llegar, afirmó,

el sueño debe tomarme desprevenida

mientras me río o bailo

para que no conozca ese lugar brutal

donde me acuesto con alambre de púas,

abierto el agujero en mi mejilla.

Además, no debo soñar,

pues entonces veo puesta la mesa

y una bruja temblorosa en mi lugar,

los ojos quemados por los cigarrillos

mientras come la traición como una rebanada de carne.

No debo dormir

pues cuando duermo tengo noventa años

y creo que me muero.

La muerte resuena en mi garganta

como una canica.

Traigo tubos como aretes.

Me quedo tan quieta como una barra de hierro.

Pueden perforarme la rodilla

con una aguja y no me moveré.

Estoy llena de novocaína.

Esta chica en trance

para hacer de ella lo que quieran.

Podrían meterla en una tumba,

un paquete terrible,

y cubrirle la cara de tierra

y nunca llamaría: ¡Hola!

Pero si la besaran en la boca

abriría los ojos de golpe

y exclamaría ¡Papá! ¡Papá!

¡Listo!

Salió de su prisión.

Hubo un robo.

Hasta ahí me platican.

Fui abandonada.

Hasta ahí estoy enterada.

Fui obligada a retroceder.

Fui obligada a avanzar.

Fui pasada de mano en mano

como un plato de fruta.

Todas las noches me clavan en mi lugar

y olvido quién soy.

¿Papá?

Esa es otra clase de prisión.

No es el príncipe

sino mi padre

ebrio, inclinado sobre mi cama,

rodeando el abismo como un tiburón,

mi padre, grueso, encima de mí

como una medusa dormida.

¿Qué viaje es éste, niña?

¿Existe salida de la prisión?

Que Dios nos salve–

¿existe vida después de la muerte?

*Anne Sexton, fragmentos del poema “La Bella Durmiente”, que forma parte del libro Transformaciones. Selección y traducción de Angelika Scherp. Introducción de Sergio Monsalvo C. Primera edición en Ediciones Fósforo, México, D.F., 2009.

ANNE SEXTON (FOTO 1)

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