DAMIEN JURADO

Por SERGIO MONSALVO C.

jurado-foto 1

 CHEEVER REENCARNADO

Nueva York, como la mayoría de las metrópolis, es un bosque de raíces hechas con las vidas y  las penurias de quienes ahí se entienden con la soledad y el estrépito. «Al caminar por la ciudad, muy raras veces volteamos para mirar hacia el pasado», escribió John Cheever acerca de tal costumbre urbana. Sin embargo, la narrativa de este autor revirtió la costumbre para hablar con nostalgia e intensidad a nombre del «Nueva York antiguo» y erigirse en una especie de barómetro de la vida cotidiana.

Cheever exploró con su pluma las decepciones y los temores de hombres y mujeres urbanos y suburbanos, así como sus intimaciones de redención, en las novelas Falconer y Bullet Park y en los cuentos «The Country Husband» y «The Housebreaker of Shadey Hill». En forma más precisa que otros escritores, él observó y dio voz a las inexpresadas angustias que se encuentran bajo la superficie de las vidas comunes.

No las ideas sino la materia común de la humanidad fue el asunto de la ficción de Cheever. Escribió sobre huidizas figuras en el paisaje, sus sentimientos y emociones, sus pánicos y deseos, las furtivas demandas de la libido, el ingobernable impulso traducido en acción.

Sus opulentos personajes fueron en gran medida lo mismo; asolados por ese entumecimiento del corazón que denomina a la nostalgia por el amor y la felicidad. Todos tienen conciencia de su aflicción.

La sensación de pérdida y de extravío fue el tema central en la narrativa de este escritor estadounidense nacido en 1912 en Quincy, Massachusetts, quien  durante su adolescencia fue expulsado de la Thayer Academy por mal comportamiento e «influencia negativa en sus compañeros».

Al poco tiempo su padre quedó en la ruina tras la caída de la bolsa de valores de 1929, lo cual impidió a Cheever asistir a una escuela superior.  En cambio, se lanzó de lleno a la escritura prometiendo a sus padres no buscar «el éxito fácil ni vulgar».

jurado-foto 2

Sus cuentos iniciales («The Enormous Radio» y «Good-bye, My Brother») fueron escritos en condiciones paupérrimas, pero lograron la publicación en la revista The New Yorker que lo acogió entre sus filas desde ese momento.

Su primera colección de relatos, The Way Some People Live, apareció en 1943. Los críticos elogiaron los textos desde el principio, hecho que lo motivó a escribir la novela Crónica de los Wapshot en 1957 y que obtuvo el Premio Nacional del Libro de ese año.

No obstante, las crisis existenciales lo sumieron en el alcoholismo, situación que redujo su trabajo a casi nada durante muchos años. En 1973 sufrió un ataque cardiaco. Fue internado en un centro de rehabilitación donde sanó y dejó de beber.

Una vez recobrado volvió a escribir y en 1977 publicó la novela Falconer, que resultó un éxito, lo mismo que una colección de cuentos al año siguiente, por lo cual obtuvo el Premio Pulitzer. En abril de 1982 recibió la Medalla Nacional de Literatura por su «distinguida y continuada contribución a las letras estadounidenses».

A pesar de sus logros novelísticos, Cheever ha sido recordado más por sus cuentos; de ellos algunos ya son considerados como clásicos de la literatura norteamericana.

En general, a su narrativa se le ha denominado como realista. Sin embargo, habría que señalar que también tiene el desconcertante hábito de deslizarse un poco hacia lo surrealista tanto como a lo sobrenatural, como si la fantasía fuera el medio más eficiente para encarar un mundo falto de control y no susceptible a la definición en términos racionales.

Un mundo que mantiene fuera de contacto a los personajes y el entorno. Sus tristes hombres y mujeres se convierten en seres marginales –ladrones, voyeurs, homosexuales, adictos, alcohólicos, lascivos y merodeadores nocturnos–, pero que de una u otra forma anidan en su corazón otra realidad.

La de ese «mundo perdido hace tiempo, cuando la ciudad de Nueva York aún se iluminaba con la luz del río, cuando los dioses eran tan antiguos como los de todos, quienquiera que fueran» –escribió–.  La muerte de John Cheever ocurrió en esa ciudad en junio de 1982, a los 70 años de edad.

VIDEO SUGERIDO: Damien Jurado – “Arkansas” (Official Video), YouTube (SecretlyJag)

En ese momento y lejos de ahí un abrurrido muchachito en su natal Seattle, en Washington, se puso a hojear una revista que encontró por azar  en la sala de su casa. Sin quererlo realmente comenzó a leer un cuento ahí publicado.

Hubo palabras que no comprendió, pero el ambiente de la narración lo dejó inquieto y pensativo. Se grabó el nombre del escritor: John Cheever. Tenía diez años de edad y se llamaba Damien Jurado.

Hoy, ese lector primerizo es cantautor y cuenta en su haber con una docena de discos considerados como ejemplos del mejor indie rock de raíces folk. Y él mismo, junto a Elliott Smith, como el precursor de este subgénero que habla de la parte oscura de la vida urbana y suburbial, como lo hiciera su admirado Cheever.

El estilo de Jurado es característico, pues basó su obra desde el principio en historias contadas en tercera persona, a diferencia de la convención autobiográfica de tal modo musical. Publicó su primer disco en 1997, Waters Ave S, cuando el indie folk no era lo que es ahora.

Elegirlo era una decisión existencial, no meramente estilística. Las guitarras acústicas no sonaban cristalinas, sino crudas (en absoluta lo-fi). Y los intérpretes no eran considerados como románticos incurables sino como espíritus atormentados.

Actualmente, el cancionero de este músico (secundado por guitarras eléctricas, baterías, violas, pianos, coros y la producción de Richard Swift) aparece repleto de relatos triangulares, letras con infidelidades y traiciones, desamores y fracasos, anhelos rotos y vidas desoladas en espera de algo que nunca llega.

El autor en sus piezas habla de estas situaciones para encarar un mundo del que no tienen asidero ni mando, y no es tampoco susceptible de alguna definición razonable.

Con el reciente lanzamiento de una serie de álbumes –Caught in the Trees, Saint Bartlett, Maraqopa, Brothers and Sisters of the Eternal Son, Visions of Us on the Land, Other People’s Songs Vol. 1 y The Horizon Just Laughd— en donde su observación atingente y aguda de la realidad de su entorno se ha divulgado más allá del círculo de culto, un mayor número de escuchas ha descubierto su rica contribución lírica en este sentido.

Un mundo cuyos afligidos hombres y mujeres se convierten en criaturas furtivas que de alguna manera y pese a todo mantienen cierta pureza en ese «mundo perdido hace tiempo”, como los describiera el propio Cheever en su momento.

jurado-foto 3

VIDEO SUGERIDO: Damien Jurado – Museum Of Flight, YouTube (talkhardbart)

 

exlibris 3 - kopie

GARAGE/5

Por SERGIO MONSALVO C.

garage 5 (foto 1)

 EL ROCK INSTRUMENTAL

 El rock instrumental de fines de los 50 proviene de los intérpretes negros del jazz y del rhythm and blues, sobre todo del jump. Un aspecto importante en el jump fueron las piezas instrumentales, herencia de los comienzos del rhythm and blues, cuando el principal interés de los fans era bailar.

Al terminar el auge del jump al final de los cincuenta, su esencia fue retomada por los guitarristas blancos de ambos lados del Atlántico, con los Tornados y los Shadows, del lado del Reino Unido, y con los Champs, Link Wray, The Ventures, Booker T. And The MG’s y decenas más del lado americano.

La época de oro del rock instrumental duró hasta la llegada de la Ola Inglesa, a la que influyó, así como lo hizo con el surf y otras corrientes de moda menos importantes y fugaces. En ella diversos instrumentos fueron protagonistas antes de que lo fuera la guitarra: El sax con los Champs, por ejemplo.

El subgénero basó su acontecer en el uso exclusivo de los instrumentos y con una mínima o ninguna participación de la letra. Surgió para dar énfasis a la destreza individual sobre los mismos que a la larga derivó en virtuosismo, Como el órgano Hammond con Booker T. And The MG’s.

Mientras la industria se afanaba en vender la versión «limpia» del rock and roll, los surfeadores de California preferían la dureza de Link Wray, cuyos discos instrumentales fueron un gran éxito en 1958. Para “ensuciar” el sonido de su guitarra, Wray abrió un agujero en la bocina, descubriendo el efecto «fuzz».

garage 5 (foto 2)

Asimismo gozaban de gran popularidad The Ventures. Cuando este grupo logró llegar a las listas a nivel mundial, las compañías disqueras desde luego presentaron grandes cantidades de bandas y obras hechas al vapor y copiando su distintivo estilo.

Reubiquémonos. Estamos en 1958, tiempo en que Elvis entra al ejército. Los Estados Unidos aplauden a estrellas pop aptas para toda la familia. Sin embargo, en la playa californiana de Balboa sucede algo. Se sacude el Rendevouz Ballroom con el primer concierto del guitarrista Dick Dale. Nacía el sonido surf.

garage 5 (foto 3)

Por regla general, los beach bums o «vagos de la playa», fans de Dale, no gozaban de una buena reputación. Rechazaban las reglas del trabajo, la disciplina y los valores familiares que el Estado y los padres deseaban inculcar a la joven generación. Preferían la tabla de surf al pupitre escolar.

El fabricante de instrumentos Leo Fender abasteció a la comunidad con las obligatorias guitarras Stratocaster y con amplificadores provistos de aparatos de eco, característicos para el sonido de los surfeadores. Dick Dale se convirtió en estrella de culto musical y se le denominó como el «padre de la guitarra heavy metal».

El surf instrumental retoma con regularidad nuevos aires y practicantes garageros en todo el mundo. Es un camino abierto que siguen docenas de grupos con convicciones semejantes, los cuales rinden tributo al sonido speed instrumental enriquecido por el eco.

garage 5 (foto 4)

VIDEO SUGERIDO: Dick Dale & The Del Tones “Misirlou” 1963, YouTube (FairDealDan)

 

garage 5 (remate)

AMON DÜÜL

Por SERGIO MONSALVO C.

foto 1

 EL AGORERO GERMANO

En los años sesenta, la revolución practicada por los jóvenes músicos que conformaban el incipiente rock alemán produjo agoreros grupos como Amon Düül, quienes representaron fuertemente el movimiento más teórico e intelectualista de aquel entonces e influyeron de manera significativa en los acontecimientos musicales posteriores de su país.

En 1967, se formó en Munich una comuna de músicos entre los que figuraron los jazzistas Chris Karrer, Ulli y Peter Leopold y Rainer Bauer. Dieron el nombre de Amon Düül a sus presentaciones concebidas como espectáculo multimedia. El apelativo combinaba el nombre de la divinidad egipcia y un término turco para la música.

Sus experiencias vitales y con las drogas psicodélicas les dieron un estilo que los identificó, de manera inevitable, como grupo underground. La ruptura de las leyes musicales y su falta de inhibición con respecto a la instrumentalización les ayudó a darse a conocer, sobre todo con la aparición que tuvieron en el festival de Essen en 1968.

La idea comunal de hacerlo todo juntos desapareció cuando Bauer y los hermanos Leopold incrementaron sus actividades políticas. El grupo se escindió y, mientras Amon Düül I producía su primer L.P., Chris Karrer fundó Amon Düül II.  El primero se disolvió en 1971 por diferencias musicales y personales tras la aparición de cuatro acetatos (Psychedelic Underground, Collapsing, Paradies Warts Düül, Disaster y otros singles).

foto 2

Por su parte Amon Düül II, fundado bajo el concepto de círculo de arte y comunicación, se integró originalmente con Johannes Weinzierl (guitarra), Falk Ulrich Rogner (bajo y órgano), Renate Knaup (voz), Shrat (violín y segunda voz), Dieter Serfas (batería, luego sustituido por Peter Leopold que se incluyó de nueva cuenta) y Chris Karrer (guitarra, sax y voz). La orientación musical del conjunto fue encauzada por su posición social y sus innovadores intereses musicales.

A fin de grabar su primer disco, el grupo se reforzó con el bajista Dave Anderson.  Así, en la primera mitad de 1969 apareció Phallus Dei (Sunset), una obra llena de improvisaciones que se erigió en un clásico de la psicodelia alemana. Al año siguiente, la banda acudió al estudio para realizar Yeti (UA/Liberty, 1970), un disco menos misterioso, más sencillo y melodioso, sin desplegar tanta agresividad como en los acetatos anteriores. Con éste se lanzaron a su primera gira continental y obtuvieron buenos resultados con el público y la crítica.

Para la grabación de Wolf City (UA/Liberty, 1972) hubo nuevos cambios de integrantes y con la producción trataron de deshacerse de su imagen underground con composiciones equilibradas y arraigadas en el art-rock. Su segunda gira europea fue grabada en ese 1972, aunque el L.P. apareció dos años después con el título de Live in London (UA/Liberty, 1974).

Tras otros cambios de personal, el grupo editó Vive La Trance (UA, 1974) bajo la consigna de tocar para el público y no para ellos mismos. Después de la gira promocional se disolvieron por problemas personales.

Un año más tarde intentaron el comeback respaldados por la disquera Lollipop y produjeron Hi Jack (1975), un disco que puso de manifiesto la crisis de identidad del grupo. Por ese tiempo su antigua compañía disquera sacó el L.P. Lemmingmania (UA, 1975), el cual contenía su producción de sencillos.

El mismo año, Amon Düül grabó Made in Germany (Lollipop), una rock ópera que constituía la visión del grupo sobre la historia alemana. En 1976, el disco Pyragony X (Lollipop) no sirvió tampoco para reencontrar el éxito de los años primerizos. De igual manera se puede calificar Almost Alive (Lollipop, 1977), L.P. que cultivó la música pero sin la fuerza mística que los había caracterizado.  Luego de un tiempo más de tumbos, el legendario Amon Düül vio el ocaso de su vida junto con la década.

foto 3

VIDEO SUGERIDO: Amon Düül II – phallus dei – DVD video, YouTube (ROCKDRUMMERFULL)

 

exlibris 3 - kopie

GARAGE/4

Por SERGIO MONSALVO C.

garage 4 (foto 1)

 EL APORTE DEL ROCKABILLY

Al comienzo de los años cincuenta, las baladas y los cantantes melódicos dominaban la escena estadounidense. Sin embargo, los adolescentes blancos estaban desesperados y dispuestos a oír una música que expresara cómo se sentían. Los negros contaban con el rhythm and blues.

En julio de 1954, Elvis Presley, a los 19 años, grabó «That’s All Right, Mama» y «Milkcow Blues Boogie». En esas legendarias sesiones en los estudios de la Sun Records, Elvis se detiene después de ocho compases de una versión hillbilly y dice al guitarrista Scotty Moore y al contrabajista Bill Black: «Alto ahí, amigos, esto no me conmueve.Vamos a clavarnos de verdad en esto». En ese momento deja de ser el cantante country sometido a la delicadeza del gusto blanco, y se trasforma en el histórico Elvis, conectándose al ritmo que bullía por todo el bajo fondo sureño estadounidense.

garage 4 (foto 2)

El rockabilly era música country (de extracto hillbilly y bluegrass) mezclada con el temprano rock and roll de Bill Haley —calcado del rhythm and blues de los artistas negros—. Era un estilo acústico novedoso, de guitarras veloces, inéditas, ansiosas; con un ritmo nervioso, distintivo y minimal en la batería y acentos en el beat remarcados con un singular contrabajo (el llamado string bass) tocado con la mano abierta.

Uno o más de sus elementos se utilizarían a lo largo del desarrollo del rock con más o menos énfasis, dependiendo de la corriente a la que pertenecieran. El rock de garage ha retomado los tres en algunas de sus subdivisiones, electrificándolos, matizándolos y elevándolos a la categoría de característicos o como parte de su conglomerado musical.

Técnicamente, el sonido se caracterizaba, además, por un generoso uso del eco, que habían implementado los precursores de la producción de sellos independientes: Sam Phillips con Sun Records y Leonard Chess con Chess Records, quienes propiciaban lo acústico «hecho en casa».

Esa música, el rockabilly, fue lanzada por pequeñas compañías independientes y se convirtió en fortísima competencia para los editores y cantantes tradicionales. La llegada del disco de 45 RPM en sustitución del de 78 facilitó todo eso.

Los adolescentes del primer lustro de los cincuenta no estaban dispuestos a aceptar la música de sus padres. El rockabilly les sirvió de estimulante Ya tenían estrellas de cine con quienes identificarse: James Dean, el rebelde sin causa, víctima de la incomprensión adulta; y Marlon Brando, el motociclista vestido con chamarra de cuero negro y pantalones vaqueros de la película El salvaje, estrenada en 1953, donde le preguntaban: «¿Contra qué te rebelas?» Y él decía: «Respóndete tú mismo; digas lo que digas, acertarás».

Gene Vincent, con «Be Bop a Lula», alcanzó el número 9 de las listas de popularidad en 1956. Él y su grupo The Blue Caps se convirtieron en toda una atracción. A la mitad de la década, los jóvenes querían una música que fuera estridente y rítmica, con un ritmo que pudiera marcarse con el pie y permitiera bailar. Se buscaba el regocijo transitorio, escapar de la monotonía de la vida cotidiana y de las sombrías perspectivas de un futuro que no ofrecía posibilidades de cambio.

garage 4 (foto 3)

 Sin embargo, la fatalidad le permitió al rockabilly sólo cinco años de vida como tal. Hacia finales de los cincuenta, Gene Vincent tuvo un accidente automovilístico y quedó tan lesionado que no volvió a ser el mismo; igual le sucedió a Carl Perkins. Elvis Presley fue llamado a filas y ahí terminó su época rebelde. Buddy Holly falleció en un avionazo y Eddie Cochran murió al estrellarse en su coche.

Ésta sería parte de la primera gran crisis en la historia del rock and roll. Sin embargo, el legado del rockabilly ahí está, tan fresco como el primer día y si no que lo cuente Brian Setzer, su gran revivalista de los años recientes.

El rockabilly fue la gran aportación blanca a la mezcla que significó el rock and roll.

garage 4 (foto 4)

VIDEO SUGERIDO: Eddie Cochran – C’mon Everybody, YouTube (HOPSEFLOPSE)

 

garage 4 (remate)

J. D. SALINGER

Por SERGIO MONSALVO C.

j.d. salinger (foto 1)

100 AÑOS

(INTERIOR VS. EXTERIOR)

 I

Los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera tu amigo para poder llamarlo por teléfono cuando quieras”. Es una frase de Holden Caulfield, el protagonista de The Catcher in the Rye (El guardián entre el centeno), que millones de lectores han hecho suya, lo mismo que el concepto alegórico sobre el que se fundamenta la novela: El deseo del narrador de que nadie tenga que pasar por lo mismo que él, con una sensibilidad que contagia y termina identificándose con él.

La búsqueda de la propia identidad en la aventura de un joven iracundo. Dicha experiencia conformará uno de los libros más entrañables de la literatura y millones de adolescentes se ven reflejados en él, una generación tras otra. Por eso se le ubica en la línea de los mejores textos de formación, porque cuando se elige la autoconfesión con la fuerza de la sangre, en el fondo se está hablando de la propia fragilidad.

El guardián entre el centeno es un libro que abrió ojos y oídos. Eso es algo que pasa pocas veces. Ilumina con sus pasajes, con su personaje y con la obra entera. Ensancha el corazón y provoca el hambre de saberlo todo sobre ella. Por eso se le ha traducido a infinidad de idiomas. Por eso se ha escrito tanto sobre el libro y su autor. Por eso el rock lo ha hecho parte de sí ( con infinidad de intérpretes).

En él se encuentran los mismos dragones contra los que ha luchado el género desde sus fundamentos: las categorías opresivas de moral, historia, educación, clase, religión y autoridad. La rebeldía de ese acto contra un status castrante y abismal siempre necesita un guardián.

j.d. salinger (foto 2)

 

 

II

El trabajo más extenuante para J. D. Salinger (Nueva York, 1919-2010) no fue el de la escritura sino el de la defensa de su intimidad. Creó una obra maestra de la literatura a mediados del siglo pasado (The Catcher in the Rye) y desde entonces combatió denodadamente contra los feroces perros de la exposición pública.

A diferencia de los personajes de hoy, por huecos que sean, que buscan por cualquier medio (websites, blogs, Facebook, Twitter, MySpace, intertelefonía, etcétera, o las antiguayas de la televisión, la radio y la prensa) dar a conocer hasta su último y dudoso pensamiento, acción o estulticia, el autor estadounidense sólo quiso el anonimato.

Algo en apariencia tan simple se volvió para él de lo más intrincado. Tras la hechura de su inmenso libro, los jóvenes se volcaron en sus páginas al ver reflejadas ahí sus crisis existenciales; sin embargo, algunos de ellos traicionaron su confianza al publicar una entrevista no autorizada. Con eso dijo NO para siempre a otras tentativas de hurgar en su vida. Luego se enamoró y esa mujer vendió secretos y cartas íntimas al mejor postor. Tuvo hijos y éstos se hicieron de dinero al revelar su andar cotidiano. Finalmente colegas de oficio han querido aprovechar su prestigio para publicar una continuación de aquel libro o biografías.

A pesar de todo ello, a Salinger muchos lo retrataron como paranoico, antisocial o fantasma vivente. Las ansias de información no concedida volvieron más rabiosos a los canes de la vulgarización. El escritor tuvo que encerrarse a piedra y lodo para conservar lo que le pertenecía por derecho propio: su espacio interior.

Una rara avis que a cada rato tuvo que recurrir a la legislación y a la jurisprudencia para evitar lo contrario. “Los sentimientos de anonimato y oscuridad de un escritor constituyen la segunda propiedad más valiosa que le es concedida”, declaró en uno de tantos juicios.

“Privado” es una palabra tan insignificante hoy en día que quien quiera defenderla tendrá que hacerlo con una escopeta, como lo hizo Salinger cada vez que merodeadores, fanáticos curiosos y paparazzi intentaron traspasarla. Pero, ¿cómo fue posible llegar a estas circunstancias?

Lo primero fue ser tocado por la Fama, aquella criatura alada de las mitologías griega y romana que cumplía con rapidez inaudita su misión: extender los rumores y los hechos de los hombres, sin importarle si éstos eran ciertos o no, justos o negativos. Por eso mismo no era bien recibida en el Olimpo aunque fuera una mensajera de Zeus.

Tal diosa tenía el poder de hacer grande lo pequeño y viceversa. Eso la hacía todopoderosa ante los hombres, que siempre terminaban dando por ciertos todos sus argumentos y venerándola como la única portadora de la inmortalidad que los acercara a los dioses.

Hoy su poder sigue siendo el mismo y sólo existen los tribunales para protegerse de ella. Incluso en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (adoptada por la ONU) está escrito que “Nadie será objeto de injerencias en su vida privada, su familia, su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación”. La ley protege contra dichas injerencias.

El caso es que J. D. Salinger hubo de tener todo esto muy presente y ejercer su reclamo al derecho desde que Fama lo pusiera en la palestra. Todo sucedió a causa de un libro, el cual lo catapultó al exclusivo lugar de los grandes escritores.

Eso, aunado al principal efecto de las ideologías que es negar la singularidad de los seres humanos –sobre todo si ese ser humano pone en tela de juicio  las endebleces de un sistema sociopolítico esgrimiendo el argumento de la ficción–, lanzó a los cuatro vientos el prurito por el conocimiento de la vida del escritor (que en estos día cumpliría 100 años de edad), el de la avidez mediática por iluminar esa faceta en que desarrollaba su trabajo. Hecho contra el que se defendió hasta el fin de sus días.

j.d. salinger (foto 3)

 

exlibris 3 - kopie

1945

Por SERGIO MONSALVO C.

1945 foto 1

 EL ADN PRIMIGENIO

En el germen mismo de la concepción del Rock & Roll se puede ubicar el primer nombre en la lista de la leyenda de sus ascendientes y paternidades (que son muchas). Uno al que no se le ha brindado el debido reconocimiento en ese sentido, aunque un riguroso examen de su ADN musical lo comprobaría a todas luces.

Se trata de Charlie Parker, genial saxofonista y forjador de conceptos. Por ese lado se puede establecer que Bird —su sobrenombre— puso los genes del rock, le proporcionó el riff  primigenio (frase musical breve y característica, ejecutada como acompañamiento que se repite a lo largo del tema).

Y lo hizo en una fecha y lugar exactos: el 26 de noviembre de 1945, en los estudios de la compañía Savoy Records, en Nueva York, en la que estéticamente se considera una de las más grandes sesiones de grabación del jazz moderno.

En esos momentos Parker podía conseguir de la fuente bluesera, en la que abrevaba, más melodías e ideas originales que ningún otro músico. De esta manera creó improvisadamente para dicha sesión el tema “Now’s the Time”, un título premonitorio.

En ella lo acompañaron Max Roach en la batería, Dizzy Gillespie en el piano (de incógnito, por cuestiones contractuales), Curly Russell en el contrabajo y el joven Miles Davis, de 19 años de edad, en la trompeta. Un quinteto. Era el formato musical del futuro, el combo que sería prototípico en el jazz de ahí en adelante.

La sección rítmica respaldaba al sax, a la trompeta y al golpe básico: el beat, el cuatro por cuatro surgía del contrabajo. Era recogido luego por el baterista en el platillo superior y se convertiría así en el pulso de una nueva música, en el eje sobre el que giraría todo lo demás.

Parker utilizó para la composición del tema el concepto del riff de Kansas City (ciudad donde nació y luego se asentó la vanguardia del jazz en la década de los treinta), para establecer una muestra de fuerza rítmica y melódica.

Esa sesión, liderada por Parker, dio fin a una época e inició otra. En la superficie flotaban las inflexiones del blues, como una capa grasosa sobre el agua, y contenía esa calidad extra dimensional que distingue a las obras definitivas, aunque sólo dure tres minutos. Estaba perfectamente equilibrada y era fresca.

Por otro lado, cuenta la anécdota que Charlie Parker vendió en ese estudio los derechos a perpetuidad de tal pieza por 50 dólares a un distribuidor de droga. Una práctica común del saxofonista, siempre necesitado de algún combustible para quemarse en el aquí y ahora: la esencia del bebop.

1945 foto 2

El tema “Now’s the Time” se convirtió al instante en una melodía clave de la década por varios motivos: en primer lugar, era el mayor logro musical del bebop, su mejor muestra; y en segundo término, porque preludió otro género, el rhythm and blues, que a la vuelta del tiempo se convertiría en el rock and roll sobre sus mismas bases.

A unos meses de su aparición, y gracias a la avidez con que los músicos esperaban las grabaciones de Charlie para aprenderse las melodías, la pieza fue pirateada por Slim Moore, un saxofonista que la haría aparecer bajo el nombre de “The Hucklebuck”, un tema seminal de la corriente del jump blues, y de la cual se vendieron cientos de miles de copias por toda la Unión Americana. A Charlie Parker no le reportó más que aquellos 50 dólares, que apenas pasaron por sus manos.

A la postre, aquel riff primigenio hizo un viaje a la inversa del blues a través del Mississippi. Desde Nueva York hasta Nueva Orleáns. Los músicos de los distintos estados de la Unión Americana por donde pasó lo retomaron e hicieron su versión del mismo y lo llevaron por todo el país al auditorio negro.

VIDEO SUGERIDO: Now’s the Time – Charlie Parker. YouTube (arc3391)

La corriente se tornó en un movimiento y éste culminó en un género, varios años después, gracias a las aportaciones de gente como Joe Liggins, Johnny Otis, Joe Turner, Louis Prima, T-Bone Walker, Charles Brown, Amos Milburn, Fats Domino y Ike Turner, entre otros muchos.

El número de compradores de discos de todos esos personajes crecía constantemente, tanto que la gran industria discográfica (en manos de los blancos) decidió que era hora de participar en el fructífero negocio de la race music, término con el que se denominaba por entonces a la música hecha por negros y para público negro.

En 1949, la revista Billboard, la oficiosa biblia de la industria musical, a través de uno de sus editores —Jerry Wexler— eligió el nombre de “Rhythm and Blues” para denominar a la categoría, diferenciarla del antiguo término de significado más folklórico (y racista) e incluirla en sus listas de los discos más vendidos, al fin y al cabo el dinero que fluía no era negro ni blanco sino de un precioso verde, en el que hasta Dios confiaba.

Por otra parte, al terminar la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos se encontraron, por primera vez en la historia, con el concepto «adolescencia».

Una enorme masa juvenil que nunca había sido tomada en cuenta, y que ahora estaba desocupada debido a que los puestos de trabajo eran cubiertos por los soldados desmovilizados tras la contienda; además, ese sector tenía gran poder adquisitivo gracias a trabajitos esporádics o a las aportaciones familiares.

Esa juventud empezó a crearse un universo propio. Tenía otros códigos de comportamiento, otros gustos, otras modas, otras formas de relacionarse. Y a la vez se negaba a aceptar los valores establecidos por la generación de sus padres.

La música blanca era cantada entonces por Frank Sinatra, Patti Page y las Andrews Sisters. Emanaba de una industria de consideración promovida de manera eficiente por una red internacional de medios centralizada en la ciudad de Nueva York.

La música negra era cantada por Howlin’ Wolf, Wynonie Harris y Louis Jordan. Se trataba de un producto orgánico compuesto de acción, sexo e historias cotidianas.

Al comienzo de la década de los cincuenta, las baladas y los cantantes melódicos dominaban la escena estadounidense. Sin embargo, los adolescentes blancos estaban dispuestos a oír una música que expresara cómo se sentían. El rhythm and blues les sirvió de estimulante sonoro. Charlie Parker había inoculado su semilla.

VIDEO SUGERIDO: Charlie Parker – Now’s The Time, YouTube (MaFoisPlusEfficace)

1945 foto 3

 

exlibris 3 - kopie

MONO

Por SERGIO MONSALVO C.

mono foto 1

 UN ÉXTASIS SONORO

La música japonesa emparentada con la cultura del rock ya no es ni exótica ni una novedad total. Quizá lo fue cuando el mundo occidental comenzó a escuchar el pop y el techno creado allá en los años setenta (como ejemplo está la Yellow Magic Orchestra de Ryuichi Sakamoto).

En los ochenta, con la new wave, el indie y el noise, los nombres de Plastics, Shonen Knife o Boredoms se hicieron comunes (incluso John Zorn se inspiró en estos últimos para fundar sus Painkiller).

En los noventa la presencia internacional de los representantes del clubpop se hizo obligada en cualquier festival que se preciara, lo mismo que en los ambientes del acid jazz y el triphop (Pizzicato Five, Cibo Matto, DJ Krush, United Future Organization, et al). Eran los representantes de la cara luminosa en la tierra del Sol Naciente y de su principal metrópoli, Tokio, en particular

Sin embargo, el underground y la vanguardia también bulleron desde los primeros años con Merzbow y Toshinoro Kondo. Luego vinieron Asahito Nanjo (Musica Transonic, High Rise, Toho Sara, Acid Mother Temple and The Melting Paraiso UFO), Ghost, White Heaven, Magical Power Mako, entre los muchos artistas que ha brindado dicha ciudad.

Porque la capital nipona con su multitud de barrios, cities, distritos e islas no ha producido una sola escena musical sino muchas, y con un potencial enorme. El avant-garde surgido de tal geografía (con énfasis en el jazz core, progresivo y el noise) es sombrío, sólido y coherente y representa el lado más oscuro y oculto de la sociedad japonesa.

Una cosa une a todos los reunidos bajo este rubro: la superioridad técnica (incluso les ha permitido rebasar en muchos casos a sus colegas occidentales).

El hecho de que Tokio (como Osaka) también sea la sede de la Roland Corporation, creadora de instrumentos electrónicos y taclados hi-tech (D-50, MT-32, U-110, 303, 808, 909, etcétera), se traduce en el carácter tecnológico moderno de su música.

Por algo los japoneses vanguardistas del siglo XXI prefieren el término «new rock» al de «post-rock» que se utiliza en Europa y zonas circunvecinas para definir el estilo en el que se fundamentan.

Una de las muestras más conspicuas de esta escena –y que ha copado los últimos tres lustros por su calidad compositiva y connotada interpretación instrumental– es el cuarteto llamado Mono. Grupo fundado en 1999 por Takaakira Goto (guitarra), Yoda (guitarra), Tamaki Kunishi (bajo, guitarra, piano y glockenspiel) y Yasunori Takada (percusión, glockenspiel y sintetizador).

VIDEO SUGERIDO: MONO “Legend” 10/23/12 Local 506 (1 of 8), YouTube (cotafloata)

En un principio y tras la aparición de sus primeros discos (Hey, You –el EP debut del 2000–, Under the Pipal Tree, del 2001, y One Step More and You Die, 2002) la prensa especializada los anotó como pertenecientes al post-rock.

No obstante, al pasar el tiempo Takaakira Goto, líder y compositor, dijo no estar de acuerdo con tal designio. “El término post-rock no define lo que hacemos, porque se ciñe a ciertas estructuras que nosotros ya rebasamos. La música debe trascender los géneros para significar algo, es lo que comunica lo incomunicable”.

Efectivamente, estos nipones y su música instrumental han evolucionado con paso de los años y de los álbumes. Cada uno de ellos, desde los New York Soundtracks (un disco de remixes del 2004 en el que se involucraron con el vanguardismo experimental de la Urbe de Hierro, destacando su colaboración con John Zorn, quien no ha quitado el dedo del renglón japonés) hasta el reciente For my parents (del 2012), los muestra como un concepto sonoro cuidadosamente cultivado en donde el artificio del noise alcanza la levedad y se transforma en sensaciones e imágenes mentales.

mono foto 2

 

 

Regularmente, su plataforma de trabajo es un poema, escrito por el propio Goto o por la colaboradora externa Heeya So (con quien han trabajado para la realización de videos, abstracciones cinemáticas y películas experimentales). Sobre esa base tejen los sonidos que producen las palabras hasta liberarlas del lenguaje, de la forma, y dejan que los sentidos se conecten con el trasfondo poético.

 Si el arte, como escribió da Vinci “es una cosa mental”, el de este grupo surgido de Tokio es altamente intelectual.

 Pero lo que escuchamos en su álbum más reciente es como un iceberg, el pico que asoma a la superficie de un grueso cuerpo que queda sumergido en su andadura, por más inmediata que sea.

 Lo más recomendable es conocer esa montaña de belleza helada que es su discografía, porque para disfrutar plenamente de aquello que se les escucha actualmente (For my parents) es necesario conocer el resto de la obra que ha quedado oculta por el paso del tiempo –que en esta época digital es más rápido que nunca.

 Es decir, se deben conocer las ideas sobre las que se ha ido fundamentando el concepto del cuarteto paso a paso a través de sus álbumes: Walking Cloud and Deep Red Sky, Flag Fluttered and the Sun Shined (2004), Mono/Pelican (2005), You Are There, Palmless Prayer – Mass Murder Refrain (ambos del 2006), Gone (2007), Hymn to the Immortal Wind (2009), además de los diversos EP’s, del muy recomendable DVD The Sky Remains the Same As Ever (del 2007, dirigido por Teppei Shikida), en el que aparece su forma de trabajo y su puesta en escena. Asimismo, está el soundtrack de la película Breaking the Waves de Lars von Trier.

 En buena medida esas ideas se han ido plasmando como una especie de puzzel en el que cada pieza abre la posibilidad de una nueva visión (o escucha).

 Son la arquitectura de tales ideas tratadas como línea de influencia (Beethoven, Ennio Morricone, Led Zeppelin, My Bloody Valentine, Sonic Youth), color (mate), geometría sónica, ruido y ritmo, desde donde podemos escucharlas desarrolladas en cada una de las piezas que integran sus álbumes.

 Son volúmenes tan intuitivos como imaginativos, pero con gran sentido de la composición y construcción de la melancolía, tan desnuda de patetismo que brinda su cauce como un lugar de encuentro.

mono foto 3

 

 VIDEO SUGERIDO: Ashes in the Snow – MONO, YouTube (Hartsword)

 

exlibris 3 - kopie

GRACELAND

Por SERGIO MONSALVO C.

graceland (foto 1)

 MONUMENTO HISTÓRICO

 La muerte es lo único que garantiza que el legado de una estrella de rock se prolongue más allá de su éxito temporal. Por alguna razón, alguien decidió que la muerte es sinónimo de credibilidad. Accidentes y sobredosis parecen ser el mejor movimiento financiero y profesional que puede hacer un rockero.

Graceland, la mansión de Elvis Presley, se convirtió en el año 2006 en Monumento Histórico Nacional de la Unión Americana. La Secretaría del Interior de los Estados Unidos la incluyó de manera oficial en la lista de monumentos nacionales. En dicha lista figuran, entre otros, monumentos de la talla de la Casa Blanca, Pearl Harbor o la residencia del primer presidente de EEUU, George Washington.

En total, son alrededor de 2.500 los monumentos históricos nacionales de todo el país que el Departamento de Interior define como lugares «excepcionales» que tienen un significado especial para todos los estadounidenses.»Graceland» ya estaba incluido en el Registro Nacional de Lugares Históricos desde el año 1991.

graceland (foto 2)

La mansión ubicada en Memphis, Tenessee, ha sido desde antes una meca para los seguidores de Elvis, un lugar sagrado que cada año recibe la visita de más de 600.000 visitantes. Fue comprada por él en el año 1957 por poco más de 100.000 dólares, dinero que había ganado con su primer disco de gran éxito, «Heartbreak Hotel».

Los seguidores del fallecido “rey del rock” que se acerquen a conocer la casa en la que vivió, podrán observar también un muestra estrenada no hace mucho sobre su alocada vida nocturna, que se está exhibiendo bajo el título de: «Elvis After Dark» (Elvis cuando oscurece). En paralelo, se celebra también en Graceland la exposición «Elvis ’56», que conmemora permanentemente las más de seis décadas de la eclosión del cantante y actor como ídolo de masas.

Gracias a acontecimientos de este tipo, Elvis es el muerto más rico del cementerio rockero, según la revista Forbes, con una fortuna que ascendió este año a más de 50 millones de dólares. No obstante, estas nuevas exposiciones fueron tan sólo un aperitivo para el año 2017, cuando el 16 de agosto se conmemoró el 50 aniversario del fallecimiento de un ídolo que, para muchos, sigue estando muy vivo y habitando aquel tabernáculo.

Elvis Presley at Graceland

VIDEO SUGERIDO: Inside Elvis Presley’s Graceland, YouTube (CNNMoney)

 

exlibris 3 - kopie

GARAGE/ 3

Por SERGIO MONSALVO C.

garage 3 (foto 1)

 DE LOS ÁNGELES A TEXAS

El más importante representante de la escuela rocanrolera de estilo texano fue Buddy Holly, originario de Lubbock, nacido en 1936. Holly trabajó con un grupo que más tarde llegaría a conocerse como los Crickets. En agosto de 1957 grabaron cuatro temas por doce dólares, entre ellas “That’ll Be the Day” que llegó a la cumbre de las listas de popularidad del Billboard. El sonido del grupo se erigió en ejemplo de economía, dinamismo y prototipo de una fórmula instrumental que sería utilizada en todo el mundo rockero a partir de entonces: el cuarteto.

garage 3 (foto 2)

Musicalmente el grupo emitía un sonido limpio y sólido muy de acuerdo a las características vocales de Holly. El énfasis necesario era puesto por el baterista y la guitarra rítmica hacía gala de síncopas que hablaban mucho del contacto con la música fronteriza. “Peggy Sue”, su grabación siguiente de 1958, introdujo a Holly firmemente en la escena rocanrolera.

Su estilo se asemejaba más al de Bo Diddley, que influyó en sus composiciones, que al rockabilly del cual partió dejando excelentes muestras, y derivaba más al swing del Oeste que al country de Nashville.

En “Oh Boy” los acordes resonantes de una guitarra eléctrica con amplificador se encimaban unos a otros como las vibraciones de un platillo. El fluido ritmo tenía un impulso latino, más que un ritmo duro. Era ni más ni menos que el sonido Tex-mex matizado con las vibraciones metálicas de fuertes resonancias (Buddy Holly fue pionero en la fusión del rock con este ritmo).

Holly cantaba con una voz nasal y alta a la manera de Hank Williams, llena de hipo, sílabas alargadas y una sensación de nerviosa excitación que parecía casi ajena a la balada. Lo importante era la agitación, la tensión, la energía de sus interpretaciones. En este punto se manifestó la línea divisoria entre las eras de la gran balada (big ballad, al estilo Sinatra y demás) y el gran beat (big beat). Desde entonces para el cantante de rock and roll, la canción ya no fue un medio sino un trampolín. No interpretaba, sino creaba un estilo, una nueva estética.

garage 3 (foto 3)

Ritchie Valens (cuyo verdadero nombre era Richard Steven Valenzuela) nació en la zona del Este de Los Ángeles, en el barrio de Pocoima, de padres mexicanos. Contaba en 1958 con 17 años cuando se erigió en pionero del rock and roll. Para los seguidores del garage vayan dos anécdotas: él mismo construyó su guitarra eléctrica con materiales de desecho; y grabó en el sótano de la casa de su productor con una grabadora portátil Ampex 6012 de dos canales y un par de micrófonos Telefunken U-87, lo que le dio ese sonido tan Lo-Fi. Y sería con “La Bamba”, una canción tradicional mexicana, con la cual se haría de fama y un gran número de seguidores.

En 1958 fue que grabó también piezas como “Come On Let’s Go”  y la balada “Donna”. Valens y Buddy Holly habían surgido de un estilo similar, pero Ritchie acentuó más los matíces mexicanos de su música. Estaba contribuyendo a sentar las bases de lo que se conocería á la postre como rock chicano. Lamentablemente, la noche del 2 de febrero de 1959 ambos se mataron en un avionazo. Buddy Holly (con 22 años) y Ritchie Valens (con 17). Su muerte los convirtió en una leyenda y en precursores de corrientes musicales que otros se encargarían de continuar y fortalecer.

garage 3 (foto 4)

El éxito del malogrado Valens representó un fuerte impulso para los chicanos que aspiraban a ser rocanroleros. A comienzos de los años sesenta, tras la llegada de la Ola Inglesa, los grupos se formaban por todas partes, en los garages familiares, dando con ello inicio a una edad de oro al este de Los Ángeles y otras zonas del Sur estadounidense. Así surgieron por ahí The Champs y su ejemplar rock instrumental de fusión con el tema “Tequila”.

garage 3 (foto 5)

También estuvo Chris Montez, con la influencia directa de Ritchie Valens y el rock and roll, que en 1962 llegó al número 1 del Hit Parade con “Let’s Dance”. Los Beatles le sirvieron de teloneros durante su primera gira por Inglaterra y grabarían el tema unos meses después.

Pero quizá el grupo chicano más importante de los sesenta fue ? And The Mystirians que históricamente se erigió en la primera banda de punk rock y también el primer grupo latino en alcanzar audiencia masiva como tal.

garage 3 (foto 6)

Y así fueron los comienzos de una larga cadena del solidísimo rock chicano que se extiende de Ritchie Valens hasta una enorme lista que incluye entre sus más destacados representantes a Los Lobos, Tito Larriva y Chingón en las primeras décadas del siglo XXI.

VIDEO SUGERIDO: Ritchie Valens – La Bamba – the real Valens’s voice – (1956), YouTube (MrBLadislav)

 

garage 3 (remate)