BIBLIOGRAFÍA: IRAIDA NORIEGA

Por SERGIO MONSALVO C.

IRAIDA NORIEGA (PORTADA)

EL ÁNGEL CREADOR

(ENTREVISTA)*

Algunas ciudades producen flores extrañas y fascinantes. A la de México le brotó una hermosa, personal. Pero esta flor, también, ha dado muestras claras de una esencia mayor: un aroma de música, tan exclusivo como la más preciada fragancia. Ella es flor y es canto. Su nombre es Iraida Noriega. En su presencia y en su voz está el argumento para fundamentar la fe en una religión pagana, para sentir al mundo. Basta oírla cantar. Lo hace lenta y voluptuosamente, con los ojos cerrados, disfrutando la experiencia técnica y de vida, con la cadencia misma con que sus manos recorren el contorno de sus abismos. Así ubica su ser intenso, en el difícil punto entre la melancolía y la incontinencia.

Ella es naturaleza pura en plenitud. La suya es una antífona de actitud, gesto afirmativo de existencia y amor, placer, dolor y pérdida. ¿Qué es una mujer?, se pregunta uno, mientras ella canta para descubrirnos su ángel creador. A ése que es la combinación de lo mágico y lo terrible: síntesis de una mujer como otredad del pulso mundano.

Iraida es originaria del Distrito Federal, donde nació el 16 de agosto de 1971. Es hija del cantante y pianista Freddy Noriega, un personaje veterano de la escena musical mexicana y del jazz en particular. De él fue que ella heredó el gusto por el género. Gusto que cristalizó a la edad de 17 años, cuando hizo su debut como cantante en compañía de su padre. Lo hizo interpretando boleros y Standards.

Al decidirse por la voz, por el jazz, como forma de vida se fue a realizar estudios musicales en escuelas de la Unión Americana, en Nueva York de manera precisa, donde contó con la asesoría de maestros de la talla de Sheila Jordan. Por otro lado, Iraida tiene ya varios álbumes en su haber: Elementos (de 1997, con Emiliano Marentes); Reencuentros (de 1998, con Roberto Aymes); Sólo voces (de 1999, como integrante del grupo vocal Cuicanitl) y el más reciente, Efecto Mariposa (del 2001, con varios invitados), además de diversas colaboraciones en los discos de otros artistas.

– Iraida, ¿cómo fue el aprendizaje de la música dentro de tu familia?

«De manera muy inconsciente. En realidad no fue que mi papá me diera clases, sino que él oía discos todo el santo día y a mí se me pegó la afición. Hoy llegas a su casa y tienes que sentarte a oír discos o a ver videos. Así que el mío fue un aprendizaje más bien a nivel inconsciente, absorber toda la información sin que realmente mi papá dijera: ‘siéntate y escucha’. De pronto se daba la situación de que yo le preguntaba: ‘¿qué estás oyendo?’ y ‘¿qué es eso?’, en ese plano. Por su parte, mi madre es una persona que todo el día canta, pero el que está con la rocola desde que despierta hasta que se duerme es mi papá».

– ¿Cómo eras de niña, cuál era la relación con tus padres?

– «Era muy cercana. Siempre he tenido esa relación. Con mi papá, por ejemplo, tengo una tremenda identificación con el lenguaje de la música. Con mi mamá más a partir del lenguaje de la danza, porque mi mamá bailaba. A mí de chiquita me ponían a hacer show y por ahí fue la cosa. Desde niña he sido muy activa y, dentro de todo, desinhibida. Me decían: ‘Canta una pieza’, y yo sin ninguna bronca lo hacía. Pero también desde chica fui muy disciplinada, la verdad. Mi mamá me sometió a una terapia de disciplina tremenda que ahora agradezco, pero en aquel entonces de pronto me sacaba de onda tanta rigidez. Desde pequeña tuve muchas responsabilidades, tanto en la escuela como extraescolares”.

– ¿Te llegaste a rebelar contra esa disciplina en algún momento?

«En la adolescencia llegó el clímax y me fui a vivir a otro lado. Les dije adiós. Por otro lado, siento que uno no se puede conocer a sí mismo hasta que rompe un poco con la familia, porque aunque la relación sea cercana sí hay que distanciarse. Hay muchos parámetros y valores que únicamente cuando te vas a vivir solo salen a la luz y te das cuenta realmente de quién eres. No aquello que esperan de ti tus papás o tus amigos, sino que tú te das a conocer ahí mismo ante la situación».

– ¿Tienes hermanos?

«Tengo un hermano, Freddy. Nuestra relación es también muy cercana, somos cómplices al 100 por ciento. Yo le llevo ocho años y hay un desfase por la diferencia de edades. Cuando estaba chico sólo quería jugar, pero conforme hemos crecido y hecho mayores hemos encontrado un lenguaje que nos ha acercado. Él canta conmigo y con todos los del grupo vocal Cuicanitl. De entrada eso lo compartimos y de ahí en adelante también muchas locuras».

– ¿Cuáles eran tus discos favoritos, primero como niña y luego como adolescente?

– «Es muy loco y no me lo vas a creer, pero el recuerdo que yo tengo es el de disfrutar entre los cuatro y los diez años con los discos de Frank Sinatra que oía mi papá. También que incluso fui a hacer una audición para Anita la Huerfanita. En mi casa me metieron mucha información acerca de lo que es la comedia musical. Honestamente era lo que yo oía de chavita, lo que oía mi papá. Me empecé a meter con sus discos y me clavé mucho en los de Al Jarreau y desde luego en los de Sarah Vaughan; con los de Barbra Streisand (en una época me apasioné con su forma de cantar). Daniel Riolobos chico, que en paz descanse, me decía que si yo quería aprender a cantar tenía que hacerlo oyendo los discos. Que viera cómo habían colocado la voz; que cómo habían hecho la inflexión, etcétera, así era la cosa. También oí mucho los discos de Sergio Mendes con su onda brasileña. Por ahí de los 17 años se me presentó entonces el estilo de Eugenia León. Hasta ese momento yo había escuchado más música estadounidense que mexicana, y al escucharla me di cuenta de que Eugenia estaba haciendo lo mismo pero en español. Eso como que me aterrizó y por ahí me fui. En mí había una división: el mundo que oía en mi casa —eso de oír a Frank Sinatra a los ocho años era muy raro, ¿no?—, pero también estaba el mundo de la secundaria en que estaba estudiando, la música que me enlazaba de algún modo con la gente, porque si no me hubiera convertido en un bicho raro. Así que oí las cosas de Cyndi Lauper, de los Eurythmics y la música pop que sonaba en ese momento».

– ¿Hay algún disco de esa época que sea entrañable para ti?

«De chica uno que oía mucho era el España de Al Jarreau, me lo sé de memoria, y algún otro de Barbra Streisand. Ahora lo que hago es escuchar un disco de la mañana a la noche, hasta que ya no le quede ningún secreto para mí, me clavo en ellos así. Ahorita estoy oyendo uno de Kurt Elling, no hago otra cosa que oír su música mañana, tarde y noche. Me identifico mucho con lo que está haciendo. Tanto en su planteamiento de letras, como en lo musical o performático. Lo que hace me suena muy bien en el corazón, y me digo que por ahí es la cosa».

– ¿Qué hizo que te inclinaras hacia el jazz?

“Desde luego mi papá y sus discos. Él sembró la semillita. Cuando empecé a improvisar de cualquier forma tuve miedo, miedo a la libertad que significa. Todos soñamos con ser libres, pero cuando te dicen: ‘Órale, haz lo que quieras’, vienen las reticencias. Desde luego fue un acto de valor de mi parte el rollo de aventarme y a ver qué onda. Descubrí muchas cosas. El rollo programado siempre es bonito y tiene un gran mérito y todo, pero la relación que estableces con lo divino a la hora de improvisar es otra cosa. Abres tu canal para que te pasen corriente y la corriente que te van a pasar es diferente, y eso tiene como consecuencia buscar qué onda contigo mismo de manera constante, todo depende de tu capacidad para abrir ese canal. Experimentar eso me gustó y ya no quise soltarlo desde entonces. Es una cuestión de mucho descubrimiento contigo mismo, de muchas emociones y sentimientos. Siempre quieres que haya magia y despegarte aunque sea dos centímetros del piso, pero hasta en eso los de allá arriba dicen: ‘hoy sí’ u ‘hoy no’. Pero para lograrlo hay que hacer un trabajo constante. Ya no puedo concebir algo que haga que no contenga ese elemento. La sorpresa. Estar cósmicamente conectada, porque la vida nunca es igual”.

*Fragmento de la entrevista realizada con ella en el año 2000. Fue publicada íntegramente por la Editorial Doble A, con el título de Iraida Noriega dentro de su colección “Palabra de Jazz”, y de la cual un extracto apareció en el libro Tiempo de Solos. 50 jazzistas mexicanos. Asimismo, fue publicada on line en el blog Con los audífonos puestos en la categoría “Ellazz (.mx)”.

IRAIDA NORIEGA (FOTO 2)

Iraida Noriega

Una entrevista de Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

México, D.F., 2000

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YEKINA PAVÓN

Por SERGIO MONSALVO C.

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 CON EL JAZZ SE ACARICIA MEJOR*

De la voz del cantante, el poeta Carlos Pellicer descubrió su razón de ser cuando escribió que era la «Ilusión de moverse en un poema que alguna vez se ha de cantar». Oficio mágico en el que algunos seres florecen su naturaleza incontenida, como Yekina Pavón, cantante, porque nació cantante un primero de marzo de 1956 en la ciudad de Tabasco, Villahermosa (con el nombre completo de Angélica Yekina Sosa Pavón).

La distinción y el inconfundible timbre vocal son los méritos que le han impuesto a su arte una actualidad sin época. Es una voz con la que se ha librado para siempre del anonimato.

Los poderes de la voz de Yekina se manifiestan en cantos que traducen sentimientos, que inmovilizan emociones y procuran sensaciones. «Cuando fui niña la primera música que escuché fue el blues, con el paso del tiempo llegué al rock y luego descubrí el jazz. A los tres los he cantado en ese orden —acota—. No obstante, me identifico más con el jazz, porque con él se acaricia mejor. A mí me gusta acariciar con la voz, me deleito haciéndolo”.

En el canto de Yekina Pavón hay ternezas pianísimas, fraseos memorables y, sobre todo, recorridos melódicos por la sedosa libertad que le imprime a los temas escogidos. «El jazz es una manera de hacer música con toda la libertad —explica—. Es una forma de jugar con los ritmos. Eso es el jazz”.

Habla Yekina:

¿CUÁL SERÍA TU DEFINICIÓN PARTICULAR DE JAZZ?

“Es una manera de hacer música con toda libertad. Es una forma de jugar con los ritmos. Es la arritmia del ritmo. Y, a su vez, no se sale nunca del compás del tiempo. Eso es el jazz. El jazz es ritmo. Es ritmo y sentimiento”.

¿QUÉ HIZO QUE TE INCLINARAS POR ESTA MÚSICA EN UN PRINCIPIO?

“Cuando yo era muy niña la primera música que escuché fue el blues. Con el paso del tiempo conocí el rock and roll y después descubrí el jazz. Canté primero el blues, luego el rock y después el jazz. Yo me identifico más con este último porque con él puedes acariciar más, y a mí me gusta acariciar vocalmente. Mi carrera con el jazz se dio porque cuando empezaron los conciertos de jazz en la Sala Ollin Yolliztli, hace 18 años más o menos, me invitaron a participar en uno. En ese entonces yo manejaba sobre todo esos tres géneros, además de la bossa nova y entonces me lancé. Poco antes de eso conocí al gran Chilo Morán, quien fue un personaje muy importante en mi vida. Él me dijo: ‘Veo que amas al jazz tanto como yo lo he amado toda mi vida, pero te voy a decir una cosa: por la experiencia que tengo te puedo aconsejar que no te dediques a él, porque yo he tenido hasta que pagar para que me dejaran hacerlo. Tómalo como un hobby. Cuando puedas cántalo, pero no te perfiles nada más hacia él porque del jazz nunca vas a poder subsistir en México’.

“En ese concierto él estuvo ahí conmigo. Como amigo me hizo el favor de acompañarme. A los tres meses de eso me habló y dijo que me tenía la noticia de que iba a ser el encargado de la música en un programa de televisión que se llamaba «Música y algo más», que conducía Sergio Romano, y que la primera invitada iba a ser yo. Ahí fue donde empecé a perfilarme más hacia el jazz, porque con la banda de Chilo yo cantaba jazz y bossa nova y, por otro lado, a Romano le encantaba. Pero lo más importante fue que yo me deleitaba haciéndolo. Así fue como comencé”.

¿POR QUÉ ESCOGISTE LA VOZ PARA EXPRESARTE?

“Porque nací cantante y se lo agradezco mucho a Dios. Fue el instrumento que él me dio y desde los siete años he estado cantando. La voz tiene la peculiaridad de que con ella puedes decir cosas, comunicar directamente un texto. Es la vía más directa al corazón. Por eso “la música en vivo siempre es mejor”, como decía Venus Rey. Con el jazz de por sí no necesitas escuchar una letra para que te llegue, pero si aparte le agregas un bonito poema, como por ejemplo el de  ‘Misty’ que es un poema hermoso, pues qué mejor. Por eso estoy muy agradecida de que me hayan dado la voz como instrumento”.

¿CREES QUE SEA IMPORTANTE LA VIDA ACADÉMICA PARA UNA CANTANTE DE JAZZ EN ESPECÍFICO?

“Yo no creo. Un artista nace. Pero eso es un arma de dos filos porque cuando tienes un poquito de la cualidad es importante que la perfecciones. Cuando ya naciste con una cualidad dada no es necesario lo académico, porque la práctica hace al maestro, como en todo. Lo importante es que practiques y practiques y no dejes de cantar. Entonces, automáticamente, va creciendo la voz junto contigo. Pero si no naciste así, sí es importante prepararte porque a veces sabes hacer algo más o menos bien y todo mundo te lo dice. Y por una cuestión de ego puedes pensar ‘yo soy Juana la cubana’ y detienes tu crecimiento vocal, ya no te preocupas, ya no eres crítica contigo misma. Es muy importante la autocrítica, muy muy importante. La vanidad a veces nos ciega y decimos ‘como yo no hay más’, te ciegas y ya no te preocupas por seguir creciendo, por seguir mejorando en tu trabajo.

“Siempre he pensado que mientras haya vida hay esperanza y hay que estar creciendo constantemente y no quedarnos detenidos, porque hay que ser contemporáneos, tengas la edad que tengas. Porque vienen los nuevos cantantes, vienen los nuevos músicos, y serán frescos y contemporáneos y tú serás pasado. Eso lo sabemos perfectamente. Yo deveras, deveras, soy de las que se sienten orgullosa de los grandes músicos jóvenes que hay aquí en nuestro país, en este fin de siglo. He descubierto a unos músicos jóvenes por los que digo guau, qué bendición.  Por ende, entonces, los músicos maestros de ellos también tienen que estar a la altura. Yo como cantante si veo a alguna que es  magnífica no me queda menos que aplaudirla y admirarla, de verdad. Pero a la vez está el propio reto que tengo de seguir siendo Yekina Pavón, porque así soy, porque no me puedo quedar estancada.

“Pienso que si te estancas musicalmente es como un estancamiento en la propia vida personal, o sea un vacío horrible. Tus costumbres son las mismas, te sales de la época, vives inadaptado y eso no puede ser. Tienes que estar al día en lo tuyo. Tengo mala memoria, por eso no me sé los nombres de los y las cantantes buenas que hay ahorita, sin embargo los escucho y digo guau. Me encanta descubrir que siguen innovando y eso es padrísimo.

“Yo estudio oyendo los discos pero sobre todo cantando. No tengo un plan específico, pero a cada rato canto, voy a la calle y canto, estoy cocinando y canto, me despierto chiflando porque así caliento la garganta, porque si te despiertas cantando o hablando te dañas las cuerdas vocales. Y eso sí tiene que cuidarlo mucho el cantante. Por lo menos esperarte una hora después de que te despiertas para empezar a hablar. Muchos tienen la costumbre de que se despiertan y de inmediato hablan por teléfono y que se yo. Viven con una ronquerita y se preguntan qué pasa, pero es que no paran de usar la voz. Hay que descansarla, pero también practicar a diario. Yo todos los días canto, todos los días”.

¿CUÁL ES EL ESTILO QUE MÁS TE INTERESA INTERPRETAR?

“Es una pregunta muy difícil de responder. Musicalmente hablando donde mejor me siento es en el blues, en el soul, en el jazz y en la salsa. Pero realmente lo que me interesa es lo que yo tenga que decir con alguno de ellos. Me interesa el texto sobre todo. Claro que el ritmo te ayuda a que fluya mejor la palabra, pero me gusta más lo que yo vaya a decir, de lo que le vaya a hablar a la gente. En mi caso, el ritmo pasa a segundo término. Me atrevo a decirte esto: he tenido la fortuna de ser acompañada por los mejores músicos de México, y si algo les gusta a ellos de mi trabajo es que les pongo música difícil.

“Da la casualidad que van de la mano el buen texto y la buena música. A veces si la música es malita le mando hacer arreglos. Aunque yo no sé de música escrita sí tengo un buen instinto musical. Entonces a la hora de querer un arreglo les digo a los músicos ‘porque no le haces por aquí y aquí’ o ‘que suene así’. Son preciosos los músicos deveras. Yo estoy tan agradecida con ellos porque me han entendido tanto, me han comprendido y apoyado tanto, en las buenas y en las malas. Leo Corona , Irving Lara, Irving Flores, Chilo Morán, el Vitillo, Enrique Nery, Joao Henrique, Carlos Tercero, Fernando Caballero, Joaquín Trinidad ‘El Muppet’, todos ellos han sido tan bellos conmigo, en su paciencia, porque de repente me están haciendo un arreglo y les digo ‘yo aquí quiero dar a entender como que estoy regañando, entonces quiero que musicalmente regañes’ o ‘aquí acaricia por favor’ o ‘aquí dilo al oído a tu amorcito’, en lugar de que les diga  ‘aquí un crecendo’.

“Yo les hablo en mi lenguaje y se han preocupado por captarlo. Eso dice tanto de su calidad humana, aparte de la artística, que conmigo nunca se han puesto moños como con  muchas otras cantantes que se quejan de eso. Conmigo han sido accesibles, comprensivos, me han apoyado mucho y no nada más en ese sentido. Yo muchas veces hago labor social y no cobro nada por presentarme y ellos, los músicos, ahí han estado al pie del cañón y eso no tienes con qué pagarlo de verdad. Lo hacen por el placer, como Chuchito González Puebla, Marco Tulio, Camarón…Por el placer de hacer música juntos dejan cosas y van conmigo a esas presentaciones. Así como a veces me he tenido que privar de ellos porque tienen que subsistir  y no es posible que me acompañen, pero sé que tengo grandes amigos entre todos los músicos y ellos saben que en mí tienen a la misma amiga”.

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¿A QUIÉNES CONSIDERAS TUS MAYORES INFLUENCIAS?

“A Aretha Franklin, a Ella Fitzgerald, a Leny Andrade, a ellas”.

¿EN QUÉ TE FIJAS EN UNA CANCIÓN PARA ESCOGERLA?

“En que toque el corazón, para bien; en que hable sobre todo del amor presente; en que hable para que nos acordemos de que hay muchos seres humanos que necesitan amor; en que hable de lo bella que es la vida, la naturaleza; en que nos provoque la unión de los unos con los otros, en eso es en lo que me baso”.

¿CUÁL ES TU VISIÓN ACERCA DE LA ESCENA JAZZÍSTICA EN MÉXICO?

“Pienso que tiene un pasado, igual que este presente e igual que creo que va a ser su futuro, no más allá, lo cual es triste. Veo que la lucha siempre ha sido la misma, los espacios siguen siendo pocos, las oportunidades siguen siendo pocas, todo sigue igual. Hay conatos de vez en cuando de que quizá vaya a haber una apertura al jazz porque se hace un festival, pero pasa el festival y todo vuelve a lo mismo. Sólo  existen dos o tres lugares donde hay jazz y nada más.

“Esto es algo que lo digo con mucho respeto, pero es algo que siempre he peleado con los músicos. Hay algunos lugares donde he participado haciendo jazz pero he cobrado, lugares donde van ellos a hacer su música y se han demeritado un poco, porque con tal de tener un espacio donde hacer lo suyo no les importa hasta tener que pagar, como me lo decía Chilo Morán. Y eso ha mellado la escena porque desgraciadamente se vuelve una cuestión psicológica. Es como si fueras a un lugar y te dicen que la entrada es gratis, entonces piensas que no ha de ser tan bueno el show. En cambio si te dicen que cuesta 150 o 300 pesos crees que algo habrá. Hay ocasiones en el músico hasta tiene que pagar su propio consumo con tal de tocar en algún lugar. Eso hace que los empresarios no los valoren.

“Yo lo he discutido mucho con ellos porque de verdad los amo y soy de las mayores defensoras de los músicos, porque para mí el músico es un artista. Todos somos artistas porque todos somos hacedores de lo mismo, pero de alguna manera ellos han provocado que se les demerite su trabajo, que no lo valoren. Me da mucho coraje que se aguanten. Deben hacer que les den su lugar, y que ese valor se lo trasmitan a los empresarios, entonces quizá éstos empiecen a pensar en qué pasa con los músicos y paguen con tal de tenerlos.

“Eso sería el principio de algo mejor, pero mientras ellos no se den su lugar la gente no se los va a dar y eso me produce tristeza y coraje. Musicalmente estamos al nivel de cualquiera en el mundo y por qué tienes que salirte de México para que te valoren, eso es triste. Quienes tienen que tomar la iniciativa para crear una infraestructura para el jazz son los propios músicos y los empresarios. Debe haber un trato entre músico y empresario. Aunque luego también hay los músicos que ponen su negocio y se vuelven de esos empresarios explotadores igualmente. Se convierten en lo que se quejaban, entonces. Se les olvida todo y se convierten en empresarios explotadores y eso no se vale”.

¿CUÁL DEBERÍA SER EL PAPEL DEL GOBIERNO EN TODO ESTO?

“Creo que es el de proporcionar espacios, haciendo más festivales, eso es lo que puede hacer el gobierno. Lo demás es una cuestión de los músicos y de los empresarios, esa es la realidad. Los funcionarios del CNCA deben abrir más escenarios para hacer más festivales de jazz, eso es lo que el gobierno pude hacer, apoyar a más estaciones de jazz en la radio, quizá un programa de jazz en la TV. La cosa es enamorar a los empresarios, convencerlos de que promuevan constantemente esa buena música y que si lo hacen esa música se va a volver comercial, eso es todo. Hay falta de fe en creer que se puedan hacer mejores cosas en México, que podemos progresar en ese sentido musicalmente”.

¿QUÉ OPINIÓN TE MERECE EL HUESO?

“Que es necesario. Pero también que es muy triste. No es aceptable. Yo he sufrido mucho el hueso de los muchachos, porque por eso mismo a última hora me han cancelado su colaboración. Tuve la oportunidad de tener un trío que me acompañara y fui muy feliz, pero llegó el momento en que se tuvo que disolver el grupo por cuestiones económicas, tuvieron que caer en el hueso, tenían familias qué mantener y ni modo. Yo le pido a Dios encarecidamente que aparezcan no uno sino cinco empresarios verdaderamente enamorados del jazz y defensores del mismo, y que entre esos cinco armaran una estructura maravillosa para que en México sí hubiera apoyo para estos grandes músicos. Con cinco que se unieran, que metieran billete en serio, olvídate de las penalidades.  Me los he encontrado, pero sólo consideran al jazz para amenizar sus cenas y tan tan. Prefieren el dinero fácil y rápido al que quizá sea más como inversión a futuro. Ni siquiera lo piensan. No ven más allá. De que con eso se van a hacer de prestigio, de un nombre en México y en el mundo. Esperemos que aparezcan pronto”.

HÁBLAME DE TU DISCOGRAFÍA

“Hice dos discos azules con Federico Luna. La portada es azul. Uno es Yekina Pavón vale la pena y el otro es Y qué tal Yekina Pavón, pero fue una producción pequeña que hicimos entre Fede y yo y rápidamente se acabó. Acabo de hacer uno de boleros para la Feria de Tabasco que está muy bonito. Se llama La Feria de Tabasco. Cuando grabe quiero hacerlo en forma, que sea con una disquera grande, que me promueva. Hacer un disco para sacar una lana a mí no me interesa. Ahora curiosamente tengo fe en que puedo hacerlo, no he tocado puertas y creo que será más difícil porque ya no soy una chamaquita, pero me pueden sacar jugo otros treinta años, si es que vivo tanto, pero ahora ya me está inquietando dejar constancia de que hubo una Yekina Pavón. Eso ya me está empezando a preocupar, porque me lo piden y porque necesito hacerlo como necesidad personal, aunque siempre he estado peleada con los rollos del ego. Sí me gustaría hacer una antología con las canciones por las que la gente me ubica, una de los Beatles, qué se yo, tengo muchas cosas por hacer”.

*Esta es la entrevista que realicé con Yekina Pavón el 7 de diciembre de 1999. Y de la cual hice un extracto para ser publicado en el libro Tiempo de solos 50 jazzistas mexicanos que apareció en el año 2000.

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VIDEO SUGERIDO: YEKINA PAVÓN – EL TONTO DE LA COLINA, YouTube (Luigi Valentti)

 

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MAGOS HERRERA

Por SERGIO MONSALVO C.

MAGOS HERRERA (FOTO 1)

 ORQUÍDEAS SUSURRANTES*

Lo que hay que saber de Magos Herrera es que nació en la Ciudad de México en 1970 y se encuentra en la primavera de los treinta; que su carrera musical se inició durante un viaje a Italia en 1988; que es una cantautora de temas originales que ha mostrado su obra en festivales, teatros, clubes musicales y los más diversos foros nacionales e internacionales.

Es una cantante que ha estudiado en el Instituto de Tecnología Musical de Los Ángeles (donde se graduó como vocalista profesional), en el Conservatorio Mannes de Música de Nueva York (con cursos de especialización en improvisación vocal) y con el maestro de Técnica Clásica Konstantin Jadan desde hace siete años. Su estilo se apoya en las tendencias que han definido su carrera: el jazz, la música contemporánea brasileña, el soul y la música latina. Multiplicidad de gustos que acrisola en una fusión muy personal.

Habla Magos:

 “Mi ideal siempre fue cantar. Nunca se me ocurrió estudiar otro instrumento previo a eso, a pesar de que siempre toqué la guitarra por influencia de mis papás. Incluso viví algunos años interpretando trova cubana y demás, pero desde chica quedó muy en claro que mi instrumento principal sería la voz. Eso se me dio fácil, no tuve que hacer mucho esfuerzo para decidirlo.

“El conocimiento para cantar lo debes recibir de cualquier manera, lo mismo si tienes un oído increíble que si has nacido en el Bronx, en pleno Nueva York. Siento que el conocimiento es algo que se hereda como cultura. Yo sí creo que es una experiencia adquirida y desarrollada a la postre a través del talento personal. Sí, definitivamente tiene que haber una herencia del conocimiento. De los maestros, de los mismos músicos con los que te acompañas.

“Siempre he procurado tocar con gente profesional, más avanzada que yo, para aprender cosas. Cuando sientes que has llegado hasta los límites de tus posibilidades, de lo aprendido hasta el momento, entonces necesitas más herramientas, y es cuando pesa el talento. A lo que ya sabes, a la experiencia adquirida en el escenario, siempre va a haber algo que le falte. Constantemente estamos aprendiendo. Y no sólo en el jazz, sino en la música en general.

“En los últimos años me he ido a extremos muy dramáticos en la interpretación: hacia el jazz brasileño o al jazz-funk latino, fusionado con otros géneros. Mi primer disco fue un dueto con un pianista, era cien por ciento experimental dentro de la música brasileña y latina. El segundo fue otra cosa.

VIDEO SUGERIDO: magos herrera “Reencuentro”, YouTube (Magos Herrera)

“El primer disco lo grabé en vivo y se llamó Cajuina. Es de 1998 y fue una producción independiente. Un álbum de piano y voz con el acompañamiento de Felipe Gordillo. Una compilación de temas contemporáneos brasileños (de Milton Nascimento, Antonio Carlos Jobim, Djavan, Roberto Carlos, Caetano Veloso, Chico Buarque), y uno que otro de Fito Páez. Fue una serie de temas a los que les hicimos diversos estudios y experimentaciones.

“Luego grabé Orquídeas susurrantes. Lo produje junto con Alex Kautz, quien también toca la batería en él. Es un proyecto que realicé para poder conjugar esa fusión de lo que creo que soy. Una fusión de muchas cosas: el jazz tradicional, lo brasileño, lo latino, etc. Algunos temas son míos (“Como un poeta”, “Dennis”, “Orquídeas susurrantes”), otros de Carlinhos Brown (“María de Verdade”), de Pedro Di Carvalho, un personaje que conocí en la India y es de origen brasileño (“Té de olvido”, “Xote de Manha”) y de mi mamá, Margarita Fernández (“Son del negrito” y “Sauce llorón”).

“El disco es una compilación de temas que muestran el sello de lo que hasta ahora he sido. En el futuro seguramente seré diferente, pero este álbum es un ejemplo concreto de cómo llegué al fin del siglo y comienzos del nuevo, musicalmente hablando. El soporte está a cargo de Ken Basman, guitarrista canadiense; Jorge “Luri” Molina en el doble bajo; Alex Kautz en la batería; Gabriel Hernández en el piano; Armando Espinoza “Pinaca” en las percusiones, así como gente que fue a pasar conmigo el verano en San Miguel de Allende, pero que vive en Nueva York, como D.J. Barret (en el sax tenor); además de algunos invitados como Carlos “Popis” Tovar, César Olguín (bandoneón), Jorge Cristians (sax soprano) en algunos temas. Actualmente vivo en Boston, ya casada. Luego me voy a ir a Nueva York. Me siento hambrienta de conocer, de profundizar en otras cosas y de grabar allá un tercer disco”.

A medida que el canto se perfecciona tiende a volverse flor. Al menos eso han dicho algunos tipos más brujos que alquimistas. Ambos elementos convertidos en una sola imagen sonora. Esa transformación es ahora la vestimenta madura de una artista que trenza el juego florido hasta conformar su rúbrica de presentación: Magos Herrera. Una rúbrica que por más de una década ha aclarado lo mismo diversidades genéricas que equilibrios plásticos con una dicción y un fraseo excepcionales.

Esa conciencia de ser es la propia materia del cauce para esta cantante habitada de su esencia. “Soy cantante, luego existo”, parece decir Magos, y ese existir susurra y escancia sustancias mágicas que la transforman en una orquídea susurrante.

* Este texto es fundamentalmente el guión literario del programa número 50 de la serie “Ellazz”, que se trasmitió por Radio Educación a principios de los años cero (primera década del siglo XXI), del que fui creador del nombre, entrevistador, investigador, guionista y musicalizador. El programa se realizó con la entrevista que le hice tras la publicación del disco Orquídeas susurrantes del año 2000. A él le han seguido más de media docena de álbumes de estudio y colaboraciones con distintos artistas y una exitosa carrera en la Unión Americana. Apareció como parte del libro Tiempo de solos 50 jazzistas mexicanos, publicado en el mismo año.

 

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VIDEO SUGERIDO: Magos Herrera – Orquídeas susurrantes, YouTube (tochtli4666)

 

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LAURA KOESTINGER

Por SERGIO MONSALVO C.

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 UNA VOZ COMO MONTAÑA*

 Laura Koestinger lanzó el disco Drown in My Own Tears (Ahogada en mis propias lágrimas). Las piezas que componen el álbum dividen su gusto por el blues y el jazz. Y con el transcurrir de los doce tracks se confirma aquello que una vez le dijera un amigo suyo: «Tu voz suena como una montaña». Y la suya es una que ha sabido apuntalar su solidez con un grupo igual de compactado y expresivo.

Habla Laura:

“A mí me gusta interpretar el blues y el jazz, aunque me identifico más con el primero. No obstante, reconozco que musicalmente tiene más riqueza el jazz. Ambos, sin embargo, están detrás de toda la música importante que se compuso a través de las décadas del siglo XX. Para mí el blues es como una forma de llanto. Es llorar por todas las cosas que somos en la vida y por las que no somos; es el llanto por saber que somos mortales, imperfectos, que nos equivocamos a cada rato, una y otra vez. Esa parte de la naturaleza humana es lo que se oye en el blues, también en el jazz, aunque recreada. Y eso es lo que a mí me gusta de dichos estilos.

“Nací en la Ciudad de México en 1963. Aprendí el inglés de niña junto con el español. En mi casa fuimos 10 hermanos, hijos de un papá austriaco y una mamá veracruzana. Siempre hubo música en la casa. La hora de la comida se ambientaba con ella o no se comía. Sólo dejamos de oírla unos días cuando murió una de mis hermanas, pero de ahí en fuera siempre. De niña, una cosa que me llamaba mucho la atención cuando iba de visita a la casa de mis amigas era que no tenían radio en los baños. Yo me decía “qué casas tan raras”, pero la rara era la mía. Nosotros oíamos música todo el santo día, por todos lados: mi papá con sus discos de música  clásica y de big bands, que le eran sagrados (cuando yo nací mis papás ya no iban a bailar como solían hacerlo cuando eran jóvenes, pero esos discos de bandas eran como un recuerdo de todo aquello que habían vivido). Mi mamá a toda hora silbaba por la casa. Ella afina perfectamente y canta bonito, le gusta la marimba, las canciones de Agustín Lara y esas cosas.

“Entre mi hermana la mayor y yo hay unos 15 años de diferencia. A mí me tocó verla aprender a bailar rock and roll. Elvis era su máximo. Luego vienen las que seguían a los Beatles, Donovan y qué sé yo: Jethro Tull, Cat Stevens, los Bee Gees y así, hasta que a mí me tocó de los Carpenters hasta U2. Con mis hermanos todo el tiempo fue memorizar las canciones. Haber aprendido inglés de chica influyó mucho en mí, porque el espectro musical se volvió más amplio, casi no oía temas cantados en español, la verdad. Escuchaba Radio Éxitos y La Pantera, mis estaciones favoritas.

“Cuando tuve edad para andar de noviera, lo hice con puros cuates a los que les gustaba la música. Cada uno me fue enseñando cosas en ese sentido. Uno de ellos me puso a John Mayall. Llegó a la casa un día y vio el disco que era de una de mis hermanas, de hecho era de mi hermana la que había fallecido: «¿Ya lo oíste?», me preguntó. Para mí era uno de entre millones de discos que tenían mis hermanos y que yo nunca había escuchado. Lo puso y me dijo que le prestara atención. Ese fue mi primer clinch con el blues.

“Luego tuve otro novio, un fantasioso que quería tocar la batería. Con él oía a Genesis y a Phil Collins en la bataca y también el mismo disco de John Mayall. Sólo que a éste le gustaba la canción que se llama «The Bear», donde el baterista hace unas síncopas muy particulares e increíblemente perfectas, a perfecto contratiempo. Hoy me acuerdo cómo me enseñó a escucharlo y me despierta cantidad de cosas. En aquel entonces me emocionaba verlo a él emocionarse con la canción, moverse al ritmo de la rola. La bailábamos mucho y lo hacíamos muy parejitos, me encantaba. Asimismo tuve un amigo que con la música clásica hizo igual conmigo: me sentó para que escuchara esto y aquello, y yo cada vez más impactada y maravillada con todo lo que no oía regularmente.

“Así fue que con estos novios, amigos y familia se me fue abriendo la oreja. Por otro lado está el hecho de que siempre he sido una melancólica, una llorona que sufre por todo a pesar de tener una vida perfecta. Soy muy azotada por naturaleza, por carácter. De esta manera yo creo que se me juntaron todas las cosas y apareció el blues en mi horizonte.

“El blues fue lo único que sentí que cantaba de manera natural y no aprendida. Resulta curioso porque no soy negra, ni nací en los campos de algodón, ni fui esclava, ni nada de eso. Pero por dentro siento como si de verdad hubiera tenido que ver algo con aquello. Empecé tratando de cantar cosas como baladas y música ranchera. Cantaba dos o tres piezas de ellas, pero me sabían todas iguales, no me salían del corazón.  En cambio el blues fue el único género que sentí me brotaba de adentro, natural. De niña, en mi casa, oía cantar todo el tiempo, todos lo hacíamos. Yo comencé a hacerlo más en forma a los 16 años. Tomaba la guitarrita en las fiestas e interpretaba canciones del momento como “Hotel California”, por ejemplo. Afortunadamente nunca llegué a cantar boleros como “Novia Mía” o “Usted es la culpable” y esas cosas.

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“A los 20 años ya tenía un grupo con mis hermanos mayores. Hacíamos tocadas o nos contrataban para fiestas y ondas así. Nos llamábamos Los Tropinautas del Rock, aunque no lo creas. Recuerdo haber cantado desde siempre, pero tomármelo ya en serio fue hasta 1990, porque uno de mis hermanos formó el grupo de rock Planeta Pop con el que hoy curiosamente es mi guitarrista. A veces me daban chance de hacerles coros. Yo en realidad me juntaba con ellos porque estaba muerta de amor por el bajista. Con el tiempo me convertí en la voz principal. Sin embargo, al año el grupo se desarmó y yo me quedé con ganas de seguir. Como no sabía qué hacer me fui a tomar clases para de verdad aprender a cantar.

“Conocí a una maestra que daba clases particulares. Se llama Susana Herner, concertista soprano de Bellas Artes. Con ella he trabajado desde 1991 hasta la fecha. Ha sido mi única tutora, mi profesora de canto y de muchas cosas más, porque ella, como maestra de canto seria y profesional, no sólo me enseñó a modular, colocar o impostar, sino que me ayudó mucho a encontrar el color de mi voz. Yo quería cantar muy agudo, y a ella como soprano le encantaba la idea de que lo hiciera. Estuvimos como un año tratando de poner piezas clásicas de teatro y siempre en los tonos altos, pero estábamos como atoradas, hasta que empezamos a bajar el tono y a explorar. Nos fuimos hacia los colores oscuros, las tonalidades más graves de la voz, y ahí fue donde comencé a agarrar mi verdadero registro. Fue muy bonito, muy tranquilizador, porque supe que podía hacerlo. Sobre eso empezamos a trabajar y ya de ahí me seguí. Gracias a ella lo aprendí todo: a respirar, a modular, a cantar.

“Le puse el nombre de Drown in My Own Tears a mi disco debut porque es una de mis canciones favoritas y es con la que abre el CD, aunque no es una de las que haya cantado siempre. Es bastante reciente en mi repertorio. Expresa el contenido del álbum, en lugar de titularlo Laura Koestinger & El Club del Algodón Jazz & Blues, le pongo Drown in My Own Tears y el que sabe, sabe. Es parte del mismo sentir.

“Los músicos que me acompañan en el álbum son mi banda fija desde 1994. Con ellos trabajo desde que se deshizo un grupo que tenía anteriormente con Francesc Alcácer y el baterista Edgar Campos. Todos ellos son egresados de la escuela de música de la UNAM o de Bellas Artes. Todos son académicos, con muchos estudios, y además son gente que huesea todos los días. Y esa es una de las ventajas del hueso, los mantiene aceitadísimos. Mi pianista, Guillermo Carvajal, es exquisito, de verdad es muy bueno. Musicalmente ha crecido y madurado mucho desde que lo conocí. Domina muy bien su instrumento.

“Entre mis principales influencias en la voz están Sarah Vaughan y Dinah Washington. Después de eso pedacitos por aquí y por allá de otras cantantes.

“Le puse como nombre El Club del Algodón a mi grupo por el Cotton Club de Nueva York. Cuando yo todavía no cantaba vi la película de Coppola y me impactó muchísimo la música. Ahí canta Lena Horne y dije ¡wow! No había visto una cinta donde la música fuera tan importante como la trama. Me gustó mucho y me la quedé como si fuera un muñeco de peluche, como mi mascota, mi talismán. Era mi película, y entonces cuando comenzamos a integrar la banda se me ocurrió que El Club del Algodón sonaba bien y se lo puse. Todos los temas los canto en inglés, pero el nombre del grupo se quedó en español, era algo que yo quería que la gente pudiera reconocer, aprendérselo.

“El concepto musical que quise plasmar en el disco es el del Club del Algodón como grupo. En estos años que hemos trabajado juntos llegué en mi mente a un sonido, a una imagen, a una armonía, a un tipo de balance y variedad de ritmos. Concreté mi idea del Club del Algodón, y eso fue lo que quise poner en el álbum. Es un concepto totalmente egoísta y egocéntrico, pero es como yo lo quería hacer, con quienes lo quería hacer y según lo concebía.

“Escogí el material que compondría mi primer disco en base a la vida. A lo que voy oyendo y a lo que me va gustando. La canción más antigua en mi repertorio es “Summertime”. Ésa la cantaba yo desde antes de tomar clases de canto. No sé ni dónde ni cuándo la conocí, pero me gustó mucho. La cantaba a capella o con el piano, o la guitarra o con quien se dejara, así que siempre ha estado ahí. En ella hay un homenaje a Janis Joplin. Es un arreglo mío trabajado con el pianista y está basado en la Janis. Los primeros compases son tal cual la versión del “Kosmic Blues”, y al final la voz aguda y la figura de la guitarra también, lo mismo que algunos fraseos que trato de hacer a mi manera.

“Todas las demás piezas, standards y versiones mías, han sido producto del tiempo. Las he escogido por diferentes razones: emocionales o sentimentales.

“Eso sí, todas las canciones son las que a mí me gustan. Por otro lado, tengo muchos amigos a los que les encanta alguna de ellas, como “As Time Goes By”, y por eso la incluí, por cariño a ellos. Son amigos cineastas. Sabía que cuando realizara mi disco esperarían que estuviera. La de “They Can’t Take That Away From Me” la metí porque era algo que yo quería decir.

“Estoy impactadísima con el resultado del disco porque ya tenía esta imagen mental del Club del Algodón y su sonido, pero nunca soñé que fuéramos a lograrlo. Pensé que el CD iba a estar bonito, decoroso, agradable, que me iba a gustar y punto, pero ha sido mucho más que eso. Creo que incluso todas las pausas durante la grabación sirvieron, porque dieron tiempo a madurar los sonidos y la concepción de los mismos. Según yo quedó espectacular, y lo mejor todavía es que es perfectible. Estoy supersatisfecha. Tanto que si después de él no pasa nada no me importa. Está impreso y habla muy elocuentemente de lo que yo siempre quise hacer”.

Al experimentar la vida se revela la existencia de un huésped alojado en el corazón encogido. Es un dolor iluminado por la luz azul de las emociones. Se trata del blues, que según los entendidos es el recuerdo del amor y la certeza de la muerte, todo al mismo tiempo. Es el canto que se apersona en la garganta de hombres y mujeres escogidos por él, como en el caso de Laura Koestinger.

* Este texto es fundamentalmente el guión literario del programa número 45 de la serie “Ellazz”, que se trasmitió por Radio Educación a fines de los años noventa y principios de los años cero, del que fui creador del concepto y nombre, entrevistador, investigador, guionista y musicalizador. El programa se realizó con la entrevista que le hice a Lura tras la publicación del disco Drown in My Own Tears en el año 2000.

 

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VIDEO SUGERIDO: Laura Koestinger – Summertime, YouTube (BluesisFeeling Memories)

 

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