THE RAVEN (EDGAR ALLAN POE)

Por SERGIO MONSALVO C.

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Los poetas románticos fueron los que dieron curso al hábito de reflexionar sobre la creación poética, de hacer de la literatura un tema literario o de la poesía motivo de un poema. Edgar Allan Poe fue un poeta romántico, solitario y maldito.

Vivió en el desasosiego; hizo de su vida un escándalo; frecuentó y sucumbió a los paraísos artificiales, siempre estuvo acosado por la miseria y supo también que la sociedad en la que le tocó existir crecía como un monstruo insensible.

En medio de todo ello quiso que el signo de su vida fuera hasta el final el de la inteligencia. Y ésta le exigió de manera constante un dominio consciente y minucioso de la composición; el conocimiento pleno de su lengua y de sus posibilidades estilísticas.

El rigor que le permitiera extraer de cada vocablo la interminable variedad de sus matices, porque la hechura de un poema —a final de cuentas para él— era un acto de rigor y de lucidez.

Poe compuso el poema The Raven (El Cuervo) bajo una severa disciplina. Meditó en todos sus detalles, desde la gradación de las estrofas hasta el sonido y la extensión de las sílabas; desde el tema hasta la combinación de los símbolos que expondrían los diversos ángulos de su significado.

La modernidad que caracterizó su trabajo artístico estuvo determinada por su capacidad para moverse entre lo preciso y lo indeterminado, entre la geometría y el sueño. Por eso se volvió universal y trascendente, un autor al que habría que revisitar una y otra vez.

Hoy podemos ubicar a ese poema en otra red de relaciones y desde luego no será la última. Eso es lo que tienen las obras clásicas, siempre admiten nuevas lecturas.

Poe lo sabía e hizo que la lucidez aplicada a su composición poética no fuera incompatible con el hecho de que el poema continuara siendo un objeto indeterminado, infinito y cuyo sentido fluyera en distintas direcciones.

Lo que él escribió fue una partitura que los demás deben ejecutar para extraer de ella sus innumerables posibilidades, para reconstruirla cada vez que se lea, para hacer de ella un patrimonio de todos y de nadie.

(Fragmento)

…Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo. /Aún sigue posado, aún sigue posado /en el pálido busto de Palas. /En el dintel de la puerta de mi cuarto. /Y sus ojos tienen la apariencia /de los de un demonio que está soñando. /Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama /tiende en el suelo su sombra. Y mi alma, /del fondo de esa sombra /que flota sobre el suelo, /no podrá liberarse. ¡Nunca más!

VIDEO SUGERIDO: Lou Reed The Raven (HQ), YouTube (MetalMachineManiac)

THE RAVEN (FOTO 2)

El rock es heredero directo del romanticismo y sus poetas también lo son. Se han negado a hacer una distinción entre el arte y la vida. Personalidad sobresaliente de dicha escena ha sido Lou Reed desde los años sesenta con sus letras crudas, incisivas y cargadas de poética urbana.

Reed durante todos estos años ha rendido tributo a sus maestros primigenios: Delmore Schwartz, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y sobre todo a Edgar Allan Poe, hombres señalados para un extraño destino y una extraña actividad: la escritura, misma que los convirtió en seres angélicos o demoniacos, según se quiera ver: entes que sufrieron el desgarramiento de pertenecer a una sociedad hostil hacia la poesía. Por eso se volvieron sus impugnadores y disidentes.

Reed le brindó un homenaje al último con el disco titulado The Raven (Sire/Reprise, 2003): “Estos son los relatos de Edgar Allan Poe/ quien no era exactamente el chico de al lado”, canta el rockero neoyorquino después de una introducción dramática saturada del estruendo de los saxofones.

Y vaya que tiene razón. Poe, el cual murió producto del alcohol y las drogas, escribió sobre el mal, los crímenes, la amenaza de la muerte y la vida después de ésta. Fue creador de géneros. Sus poemas y relatos están empapados de angustia y de visiones aciagas, ni más ni menos.

Hace años se estrenó en Hamburgo, Alemania, la producción  POEtry, la segunda pieza de teatro musical escrita por Lou Reed (la primera fue Time Rocker), con una puesta en escena en colaboración con el director Robert Wilson que se basa en la vida y obra de aquel autor decimonónico.

El disco de Reed, que lleva el nombre del poema más famoso de Poe (“The Raven”), fue el soundtrack de dicho montaje.

En sus textos Reed entreteje detalles biográficos de la vida del atormentado autor con sus escritos más conocidos, poniendo énfasis en la  ironía presente y sombría en todos ellos, así como en la capacidad de Poe de asomarse a las profundidades del alma humana, con sus miedos y temores.

Muy atractivo el punto en sí mismo, pero lo mejor del tema es que viene empacado en una colección de canciones muy sólidas.

Además, The Raven (el disco) cuenta con la producción de Hal Wilmer, encargado de gran número de bandas sonoras y discos de tributo, y una gran lista de invitados especiales: Laurie Anderson y el actor William Dafoe se encargan de los tracks de spoken word, por ejemplo.

A David Bowie se le escucha en la carta “Hop Frog”. Al cantante indie Antony (de Antony and the Johnsons) con una versión bizarra de un tema imperecedero de Reed “Perfect Day”. El actor Steve Buscemi canta “Broadway Song”, que resulta sarcástica en este contexto, mientras que Kate y Anna McGarrigle prestan la libertad de sus voces a por lo menos tres cortes.

Asimismo, el legendario jazzista Ornette Coleman y su sax alto trazan intrincados círculos en torno al riff repetido de la guitarra en la pieza “Guilty” y The Blind Boys From Alabama catapultan hasta el cielo, con sus conocidas acrobacias vocales, el groove del blues gospel “I Wanna Know (The Pit and the Pendulum)”.

Entre todo eso Lou Reed sigue sonando como él mismo, a veces con un rock duro o bien cantando con delicadeza, siempre inspirado. Lo acompaña como siempre su grupo formado por Mike Rathke (guitarra), Fernando Saunders (bajo) y Tony Smith (batería).

Ya sea que se le vea como un homenaje a Poe o como una colección temática de canciones, The Raven es un álbum de proporciones monumentales. La sensación del misterio escondido en el acto de la creación lleva a los poetas (Poe y Reed) al hallazgo de estados recónditos, pertenecientes a ciertos momentos emocionales que cambian las letras comunes y corrientes en valores del espíritu: “¡Quita el pico de mi pecho!/ ¡deja mi alma en soledad!/ Dijo el Cuervo: “Nunca más”.

(Otros músicos contemporáneos que se han inspirado en The Raven para realizar alguna obra: The Alan Parson Project en Tales of Mystery and Imagination; Tristania en Widow’s Weeds y Jean Sibelius en la sinfonía “The Raven”, entre otros).

VIDEO SUGERIDO: Lou Reed “Who Am I”, YouTube (bakabana1966)

THE RAVEN (FOTO 3)

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LIBROS CANÓNICOS: A CLOCKWORK ORANGE (LA NARANJA MECÁNICA)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

Alex: "yarbles, bolshy great yarblockos to thee and thine"

 

 (ANTHONY BURGESS)

 

Anthony Burgess nació en Manchester, Inglaterra, en 1917. Entró a la universidad a estudiar Lengua y Literatura Inglesas. Ahí conoció a Llewela Isherwood con quien se casó en 1942. Tras graduarse se alistó en el ejército. Se encontraba asignado en Gibraltar cuando su esposa fue asaltada violentamente en Londres y sufrió un aborto. El hecho lo marcó para siempre. Luego de licenciarse trabajó entre la música y la enseñanza en distintas instituciones.

 

Su situación como profesor era tan mala que realizó empleos diversos para sobrevivir. Una noche, ebrio, mandó una solicitud para un puesto en Malasia, una colonia inglesa. Lo aceptaron. Encontró el lugar fascinante por su mezcla lingüística y cultural. Eso lo llevó a escribir una novela con la que, enriquecida con palabras y expresiones de varios idiomas locales, tejió un extraño léxico. Malasia se independizó y Burgess se fue a Borneo, otro sitio que desató su imaginación.

 

Por causas de salud volvió a Inglaterra en 1958, donde se le diagnosticó un tumor cerebral y la muerte en un año. Como no tenía nada que dejarle a su mujer se puso a escribir novelas para asegurarle unos derechos de autor póstumos. Ese “último año” publicó cinco obras magníficas en varios géneros. Su salud mejoró y realizó otros trabajos: crítica musical, guiones para TV, así como viajes diversos. Uno de ellos fue a Rusia. Ahí se le ocurrió la idea para A Clockwork Orange (La Naranja Mecánica, en su traducción al español).

 

ACLOCKWORK (FOTO 2)

 

(A esa etapa borrascosa correspondió el inicio de sus memorias, que a la postre fueron publicadas en 1986 y 1990. En la segunda parte de ellas —You’ve had your time [Ya viviste lo tuyo, 1990]— escribió lo siguiente al respecto de tal novela: “Llevado por la desesperación tecleé un nuevo título, A Clockwork Orange, y me puse a darle vueltas a ver si encontraba un argumento que le encajara bien.

 

“Siempre me había gustado esa locución cockney, y pensaba que tenía que haber en ella un significado más profundo que el de servir de expresión metafórica, aunque no necesariamente sexual, del afeminamiento. Un relato empezaba a agitarse en mi interior. […] Al principio pensé en escribir una novela histórica, centrándola en un levantamiento juvenil concreto que se produjo en el último decenio del siglo XVI, cuando jóvenes facinerosos se dedicaron a apalear a las mujeres que vendían huevos y mantequilla a precios considerados excesivos, con lo cual tal vez dieran lugar a que William Shakespeare resbalara en la mezcla de sangre y yema de huevo y se partiera la cadera al caer. Pero al final decidí ser profético, postulando un futuro próximo —pongamos 1970— en que la violencia juvenil llegaría a un punto tan espantoso, que el gobierno trataría de reducirla mediante técnicas pavlovianas de refuerzo negativo”.)

 

En 1962 se publicó la que iba a convertirse en la novela más leída de este  autor. Alex, el protagonista, es un depredador urbano. Él y su banda roban, golpean y violan. Es tan feliz al hacer eso como escuchando la música de su amado Ludwig Van Beethoven. Un día Alex es apresado, justo después de matar a una anciana, y va a parar a la cárcel. Años después le ofrecen la inmediata libertad si se somete a un novísimo tratamiento de rehabilitación: la Técnica Ludovico.

 

El tratamiento consiste en una inyección y en una sesión diaria de películas. Éstas contienen escenas de extrema violencia. Alex es atado a una silla y con los párpados sujetos de modo tal que no puede parpadear ni dejar de ver. Al principio todo eso no le importa porque le encanta la violencia, pero desde la primera sesión comienza a sentirse mal.

 

En las siguientes gritará y llorará de dolor y pedirá que paren la proyección, pero así sigue unos días más. El resultado del tratamiento es que Alex ya no puede ni pensar en matar una mosca sin sentir malestar físico. Su cuerpo está condicionado de tal manera que no puede hacer el mal. Está rehabilitado para las autoridades. Se ha convertido en “una naranja mecánica”, en un hombre programado.

 

VIDEO SUGERIDO: A Clockwork Orange (1975) Official Trailer – Stanley Kubrick Movie, YouTube (Movie Classic Trailers)

 

En la obra de Burguess la Técnica Ludovico es una pesadilla de anticipación con implicaciones distópicas. Una de sus lecturas es el rechazo a las ideas del psicólogo Skinner y del behavorismo de John Watson: Procesar las relaciones estímulo-respuesta  para la rehabilitación de presidiarios a fin de su reinserción en la sociedad.

 

Sin embargo, más allá del extraordinario estilo literario, más allá de la interesante utilización de un lenguaje inventado como el Nadsat, y de la sucesión de escenas de feroz violencia, el eje de la novela  se sustenta en que una sociedad que se desentiende del dilema ético y, por puras razones utilitarias, condiciona a las personas para que sigan determinada conducta.

 

La preocupación del autor ronda en un plano hondamente filosófico. Burgess nos habla de un mundo donde los “malos” son científicamente privados de hacer el mal. El bien se impone desde el gobierno. Hay un Estado que toma esta medida, para lograr la “seguridad pública” y “el orden”. Es una parábola sobre la represión y sus inciertos resultados.

 

Dentro de la cultura popular la novela ha tenido una gran repercusión y su moraleja ha sido representada o parodiada desde distintos puntos de vista: el cine la llevó a la pantalla bajo la batuta de Stanley Kubrick, que hizo de ella un clásico; en la televisión con las series animadas como los Simpson o Drawn Together. Asimismo, ha sido un filón para los videojuegos.

 

En la música, su influencia comenzó cuando Andrew Loog Oldham, mánager de los Rolling Stones, quiso comprar los derechos de la novela y hacer una película con los miembros del grupo como protagonistas. El proyecto se le ocurrió en 1965, cuando el libro apenas comenzaba a difundirse. No obstante, Burgess desestimó la oferta.

 

El método Ludovico, el uso de un lenguaje inventado, la ultraviolencia y la represión estatal, fueron los ganchos que conectaron al rock con la novela. Durante el florecimiento del punk varios grupos dieron sus versiones sobre ello: The Adicts, Lower Class Brats o Die Toten Hosen. En los ochenta y noventa lo hicieron Sigue Sigue Sputnik, Guns’n’Roses, Duran Duran y Blur, entre otros.

 

En el comienzo del siglo XXI, The Libertines, Stereo Total y Sepultura volvieron a retomar la cuestión de las preguntas fundamentales que plantea La Naranja Mecánica: ¿Es el hombre un ser violento por naturaleza?, ¿Es la sociedad violenta con sus miembros? o ¿La libertad del individuo se contrapone a la del bien colectivo o viceversa?

 

Anthony Burgess murió de cáncer de pulmón en noviembre de 1993, en Londres, más de 30 años después de que los doctores le diagnosticaran aquel tumor cerebral y un año de vida. La Naranja Mecánica sigue tan fresca y presente como el día en que se le ocurrió.

 

VIDEO: A Clockwork Orange – Singing in the Rain – Gene Kelly, Youtube (HD Film Tributes)

 

 

 

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LIBROS CANÓNICOS: NAKED LUNCH

Por SERGIO MONSALVO C.

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(WILLIAM BURROUGHS)

La sombra de Naked Lunch, su influencia, ha sido larga y productiva, tanto en la literatura como en los estudios sobre la cultura, el cine y en la música. Almuerzo desnudo (como se le conoce en español) ha sido la novela más conocida de William S. Burroughs.

Fue publicada por primera vez en París, en 1959, y en ella el autor escribió lo siguiente entre muchas otras anticipaciones sobre la realidad: “El estudio de las máquinas inteligentes nos dice más sobre el cerebro de lo que podemos aprender por métodos introspectivos. El hombre occidental se está externalizando en la forma de gadgets (…) Pronto estaremos operando por control remoto sobre pacientes que nunca veremos (…) Poco después de nacer, un cirujano podría insertar conexiones en el cerebro”.

Con respecto de tal libro, el también escritor J.G. Ballard dijo sobre el autor: “Burroughs vio al mundo como una enorme conspiración entre corporaciones mediáticas, el establishment político y la corrupción de la ciencia médica. Sus libros (a partir de entonces) fueron un intento por hacer explotar esta conspiración, para permitirnos ver la realidad claramente”.

Con su espíritu clarividente, cosmovisión definida y desde sus distintos lugares de residencia, Burroughs siempre ejerció como Sumo Augur —una práctica que a base de lucha les ha reservado la prerrogativa del Apocalipsis a los escritores desde tiempos inmemoriales–. Enfundado en ello manifestaba su rebeldía contra un sistema opresivo que presagiaba el auge del totalitarismo.

Sus visiones hablaron de estallidos de violencia urbana, de la fractura del establishment y el lenguaje, de la  juventud como punta de lanza en la instauración de cambios sociales. A todo ello lo nutrió con el experimento yonqui y con la anarquía interzonas. Las bases de su lucha estaban en el ansia de transformación y en el fluir de una conciencia eminentemente epicúrea, retrofuturista, discordante y tóxica.

VIDEO SUGERIDO: Naked Lunch – Cronenberg– tráiler, YouTube (Iside Matufoni)

En dicho contexto, de escritura laberíntica, el lector corre el riesgo de perderse entre líneas, párrafos o páginas del autor, por sus constantes y expansivos comentarios. Con Naked Lunch se enfrenta uno a la idea del texto como un manto vivo en perpetuo entramado, como un organismo que se construye, se confronta a sí mismo y termina por deshacer al sujeto que lo creó dentro de su textura, en los fluidos que van construyendo su tejido.

En este sentido, casi arácnido, de la obra la voz que narra se encuentra en proceso de manipulación y transformación por los procesos de contagio de las palabras. Para Burroughs, el lenguaje es un virus que se reproduce con gran facilidad y condiciona cualquier actividad humana, dando cuenta así de su intoxicada naturaleza.

El autor estadounidense propagó su paranoica alegoría de tal virus a partir de Naked Lunch, la cual desde el mismo delirio heroinómano, fue una estimulante muestra de su talento como escriba (que ya había iniciado su andar con el libro Yonqui) y de su manejo de la escritura experimental de la época. La teoría contagiosa de Burroughs –que se mostró en cada una de sus obras desde entonces–, informa que el lenguaje humano es un sistema viral invasivo. Según él, una infección viral atacó a los homínidos del pre-paleolítico catalizando mutaciones deformantes de las neuronas, del aparato sonoro y de la estructura maxilofacial, circunstancia que han aprovechado los detentadores del poder y sus patrocinadores clínicos para manipular y controlar a la humanidad bajo su férula.

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Los textos de Burroughs, a partir de Naked Lunch, proliferaron sin alfa ni omega, se reprodujeron y alargaron en direcciones insospechadas, fueron (son) el resultado de una mezcla híbrida de variados registros que no se apegaron a una evolución literaria lineal. Sus diversos componentes hicieron a un lado el devenir de la narración y aparecieron como hojas al viento fracturándolos sin un marco temporal, espacial o de significado, y obligando al lector a crearles un andamiaje según su propia imaginería, como hizo el cineasta David Cronenberg al llevar dicho texto a la pantalla en 1991.

Esta eterna deconstrucción interpretativa se pone en marcha a partir de la mencionada metáfora del virus, del entramado clínico y biológico, y de la teoría de la conspiración procedente de aquél. Naked Lunch se erigirá, pues, como una narración épico-química, donde el autor (nacido en 1914 y fallecido en 1997) evocará las apetencias de la demanda, en concordancia con las tesis contemporáneas sobre las drogas y el impulso hacia el consumo.

Lo representando en el relato será una forma compulsiva de consumo extremo, y la droga una implantación terminal que sostendrá al cuerpo en un ambivalente estado tanto de emergencia como de frenado, en el cual el cuerpo inoculado se mostrará resistente al aburrimiento. Podrá estar horas viéndose la punta de los zapatos o tan sólo permanecer tirado en la cama, aceptando así el contagio perpetuo, el de la absoluta intoxicación del interior.

«Vivo con la amenaza constante de ser poseído y con la obstinada necesidad de escapar de ello, del control —confesó William Burroughs–.  La muerte de Joan [Joan Volmer, su esposa, a quien en una reunión etílica disparó y mató accidentalmente al probar su puntería, en la ciudad de México en septiembre de 1951] me puso en contacto con el invasor, con el espíritu maligno, y me condujo a una eterna lucha en la que no he tenido otra alternativa que la de escribir mi propio escape».  Así explicó el autor de Naked Lunch su inclinación hacia la escritura. Misma que ha servido de inspiración tanto a cineastas, actores y escritores como a diversos personajes y grupos de la escena del rock.

Como parte de ese escape, Burroughs aceptó, en esta última, la propuesta de editar discográficamente las lecturas de sus textos musicalizados por un fondo rockero, con estrellas de excepción, o leídos por éstas en sus propias versiones. De esta manera, realizó discos antológicos como The Nova Convention, You’re a Hook, Cash Cow, Elvis of Letters, Nothing Here Now But the Recordings, September Songs, Triple Echo o Dead City Radio, entre otras muchas muestras.

VIDEO: William S. Burroughs – Dead City Radio – 13 Love Your Enemies, YouTube (William S. Burroughs)

NAKED LUNCH (FOTO 3)

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SHAKESPEARE AND COMPANY

Por SERGIO MONSALVO C.

SHAKESPEARE & COMPANY (FOTO 1)

 (SYLVIA BEACH)

 En la guía para el rockero auténtico hay mínimamente tres lugares que visitar durante una estancia en París. La tumba de Jim Morrison en el cementerio Pére LaChaise, el club Bataclán (no por la causa terrorista y mórbida, sino por la mítica actuación del Velvet Underground & Nico en tal sitio) y la librería Shakespeare & Company.

Los dos primeros suenan lógicos, pero ¿una librería?, dirá el aficionado al rock que no lo es de verdad, puesto que ignora la historia de la cultura tanto como la cultura del rock. Y eso pone en evidencia su falta de autenticidad, su pose mixtificadora. Es una mancha para la cofradía.

Pero dejaré de hablar de esos falsarios para enfocarme sólo en los que son de verdad. Ellos saben que tal lugar es sagrado por varios motivos, a cual más enriquecedor. La poética que dicho nombre emana ha vibrado por un siglo, independientemente de su ubicuidad o época y su leyenda será eterna.

En el origen hubo una calle, la rue Dupuytren, en cuyo número 8 se instaló por primera vez la librería en noviembre del año 1919. La Primera Guerra Mundial apenas había finalizado y la capital francesa contaba a sus heridos, sus muertos, sus pérdidas y lamentos. Así que quienes llegaran a ella para vivir y ayudar a restituir la vida cotidiana eran bienvenidos. A diferencia de otros lugares, la cultura era un elemento de valor primordial para tal restablecimiento y las autoridades dieron facilidades para que tal cosa sucediera.

La librería con el nombre del bardo británico y amigos que lo acompañaban la instaló y dirigió primeramente Sylvia Beach, una estadounidense oriunda de Baltimore, la tierra de Poe. Ella era entonces una mujer de apenas 30 años de edad, que había viajado reiteradamente por Europa tras la conflagración mundial y decidió quedarse en París para estudiar Literatura Francesa.

Al buscar libros de texto conoció a Adrienne Monnier, dueña de una librería, quien además de convertirse en su íntima amiga la introdujo en los círculos literarios franceses. Sylvia tuvo la idea de abrir una sucursal de la librería de Monnier en Nueva York, pero como sus recursos no eran suficientes para ello, optó por abrir una librería de habla inglesa en París, a la que nombró Shakespeare & Company.

Al crecer su negocio y clientela, se trasladó en 1921 al número 12 de la rue de L’Odéon, frente a La maison des amis des livres, la librería francesa que pertenecía a su amiga y ahora compañera sentimental. La calidad y  contenido de ambas librerías atrajeron a los mayores talentos de la escena literaria tanto francesa (André Gide, Paul Claudel, Paul Valery, Henri Michaux, Jaques Lacan, entre ellos, a cargo de Monnier) como  anglosajona (residentes o de paso, como Samuel Beckett, Man Ray, James Joyce, Gertrude Stein, T. S. Eliot, Ezra Pound, Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway, nada menos que la Generación Perdida,  bajo el manto de Beach).

Al tender puentes entre ambas literaturas, al proporcionarle a los escritores el acceso a libros (comprados o prestados) que de otra manera hubiera sido improbable que leyeran, ese fragmento de calle, esas pequeñas grandes librerías, se convirtieron en un importante centro de difusión cultural, justo en el momento en que “París era una fiesta”, según Hemingway.

Pero además, Beach tuvo otros méritos: como librera siempre se preocupó porque la palabra librería no lo fuera sólo en la acepción de “local para vender libros”, sino que tras ello hubiera el involucramiento de su vida personal con el objetivo del establecimiento: una real interrelación con sus clientes asiduos y atención personalizada para los clientes incidentales.

Esas personas que se detienen ante el escaparate donde contemplan la exhibición de una exquisita selección de las últimas novedades o de los clásicos. Miran novelas, ensayos, libros de viajes, de historia, de poesía, algunas memorias, todos con portadas discretas o llamativas.

Y si después de recrearse con ello la persona decide convertirse en cliente y entrar al establecimiento, al abrir la puerta escuchará sonar una campanita y en un ámbito reducido, pero ordenado, lleno de un silencio penetrado por ese ligero olor a misterio que desprenden los libros, descubrirá en un rincón la figura de una mujer, todavía joven, tras una mesa iluminada con una luz cálida.

SHAKESPEARE & COMPANY (FOTO 2)

Esa librera será ella, Sylvia Beach (aunque su verdadero nombre sea Nancy Woodbridge), con el pelo corto à la mode, la blusa y saco oscuros. Ella sigue trabajando luego de saludar al cliente, quien, tal vez, no encuentra lo que busca. Eso bastará para que se disponga a ayudarlo, porque lo sabe todo acerca del libro requerido, con todos sus pormenores puesto que ya lo ha leído. Y si está agotado en sus existencias, mañana mismo lo solicitará a la editorial respectiva y el cliente, si lo desea, lo tendrá próximamente en sus manos.

Ella servirá igualmente de guía a los autores, les hará listas de lecturas a realizar (todos saben que su acervo es de la más alta calidad y buen gusto literarios), establecerá contactos entre ellos, será oyente de sus escritos y depositaria de sus pertenencias, correspondencia, cuitas o confidencias, de ser necesario.

Estará orgullosa de ser independiente (en dirección, en criterio) puesto que su intención estética es hacer llegar a sus lectores la información sobre las expresiones literarias que se crean en el habla anglosajona, al margen de los canales más comerciales, y que representan las opciones de mayor avanzada dentro del género. Buscará de la expansión de las fronteras mentales y geográficas, sin restricciones y con una propuesta siempre lejana a los clichés. De esta manera, influirá también en otros ámbitos de la cultura.

Beach fungió también como editora y vaya con que título comenzó: el Ulises de James Joyce. Este último había llegado a París con una recomendación para la librera de Sherwood Anderson. Y ésta desde entonces ejerció un papel casi materno para con el escritor irlandés, hasta llegar al punto de la edición de su libro.

Tras su aparición en 1922 fue considerada una obra maestra y constituyó el encumbramiento para el escritor. Una novela avant-garde que en palabras del propio Joyce “pretendía no sólo condicionar, sino también generar su propia técnica literaria”, y lo hizo en cada capítulo con monólogos interiores y toda clase de herramientas técnicas escriturales. Una maravilla literaria.

La fama del escritor y de la librería se consolidaron y las siguientes décadas fueron de auge y dinámicas para Shakesperae & Co. El público fluía, así como los autores destacados. Pero llegó la Segunda Guerra Mundial, la invasión de los nazis a Francia y la visita en 1941 de uno de sus generales al inmueble, con la exigencia de que le vendieran el primer volumen, de la primera edición del libro Finnegan’s Wake, del mismo Joyce.

La negativa de Sylvia Beach a hacerlo le acarreó el cierre del negocio, el arresto y la prisión de medio año en Vittel. Luego de muchos vericuetos para su liberación y tras el fin de la conflagración ella ya no volvió a abrir la librería. Se dedicó a escribir una autobiografía, fundamentada en sus quehaceres y andanzas en Shakespeare & Company, nombre con el que tituló a la postre su delicioso y sustancial libro de memorias aparecido en 1959, con innumerables reimpresiones.

Tuvo que pasar casi una década para que alguien retomara su trabajo cultural. A partir de los años cincuenta lo hizo George Whitman con Le Mistral y a mediados de los años sesenta con el nombre de Shakesperare & Company en homenaje a Sylvia Beach, luego de su muerte, el 5 de octubre de 1962.

(Mismo día en que los Beatles grabaron su primer sencillo para la compañía  EMI Parlophone: “Love Me Do” y “P.S. I Love You”, y apareciera la primera película de James Bond, Dr. No. Y año en que los Beach Boys editaran su primer LP, Surfin’ Safari, y surgieran grupos como Status Quo, The Animals y los Rolling Stones).

Withman tuvo en la aventura la colaboración de otro librero indómito: Lawrence Ferlinghetti (poeta beat, fundador y dueño de la libraría City Lights en San Francisco), quien se involucró en el contenido y la divulgación de la librería francesa entre los autores de la Generación Beat (Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs, Gregory Corso), otros escritores marginales y no, y entre todo rockero californiano que fuera a emprender una tour por Francia.

Desde entonces han sido muchos los músicos que han sido influenciados por Joyce: Magma, U2, John Cage, Robert Wyatt, Autechre, Therapy, Jefferson Airplane, Kate Bush, Kraftwerk, Lou Reed, Van Morrison, The Pogues, et al, además de infinidad de escritores: Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, John Updike o Salman Rushdie, entre otros.

La librería instalada en el número 37 de la rue de Bûcherie, cerca de la plaza de Saint Michel, frente al río Sena y muy cerca de Notre Dame, tomó para sí los conceptos de Beach y ahora es quizá la librería más famosa en el mundo, ejerciendo su labor de gran leyenda desde esa pequeña placita de la Ciudad Luz, por la que revolotean cientos de visitantes cada día. Todo libro que se compra ahí recibe como regalo la impresión del sello de la misma, con la imagen del bardo inglés, rodeado por el lema “Kilometer Zero Paris” y el nombre de la librería: Shakespeare & Company, un tabernáculo inconmensurable.

SHAKESPEARE & COMPANY (FOTO 3)

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LOLITA

Por SERGIO MONSALVO C.

LOLITA FOTO 1

 (VLADIMIR NABOKOV)

El trienio 1955-1958 trajo consigo la modernidad a la vida estadounidense, y por extensión al mundo entero (fue cuando inició su andar como país exportador de ella). Como todo avance en ese sentido, implicó traumatismos sociales y antagonismos, que en estos años tuvieron múltiples escenarios, adalides y el mismo discurso reaccionario.

Hubo la observación pormenorizada de una nueva cultura popular, con los ingredientes del automóvil, el baile, la iniciación sexual, la comida, etcétera, que creaban, vivían y consumían los adolescentes. El conservadurismo agregó que un nuevo ritmo salvaje (el Rock & Roll)  ponía de relieve la libido primordial contra la que el hombre blanco (mayoría en aquel entonces) había tratado de erigir una barrera.

VIDEO SUGERIDO: Ώ. Lolita – Kubrick vs Lyne . Ώ ..,YouTube (Lita Lion)

Sin embargo, un emergente medio de comunicación masiva, la televisión, le sirvió como plataforma. En una de sus primeras presentaciones en la pantalla chica, en un show nocturno, Elvis Presley detuvo su veloz interpretación de “Hound Dog” y realizó una lenta versión de la misma acentuándola con enérgicos y exagerados movimientos corporales. ​Esto desató la ira conservadora.

Un mensaje urgente de la diócesis católica de Wisconsin dirigido al director del FBI, Edgar J. Hoover, advertía que Elvis era definitivamente un peligro para la seguridad de los Estados Unidos: “Sus acciones y movimientos buscan avivar las pasiones sexuales de los adolescentes. Algunas indicaciones del daño que Presley hizo en este lugar, tras un concierto, son las dos niñas de secundaria en cuyo abdomen y muslos ha estampado su autógrafo”.

LOLITA FOTO 2

Bajo esa atmósfera de controversia sicalíptico-musical emergió Lolita, que había sido salvada del fuego, rechazada, tildada de pornográfica, indecente, inmoral y epítetos semejantes, por cuatro editoriales estadounidenses por lo que Vladimir Nabokov, su autor, la envió a Francia para que finalmente fuera publicada en dos tomos por la Editorial Olimpia Press en 1955 y, tras el éxito, en la Unión Americana en 1958.

El argumento sobre la obsesión de un hombre cuarentón por una niña de 12 años, inició entonces un polémico periplo que aún no termina. Los epítetos mencionados siguen repitiéndose y agregándose algunos más. Sin embargo, esta historia (una road picture) de perversión, crueldad, huida, locura, dolor, amor retorcido y muerte se ha mantenido incólume por su belleza estilística.

Así es, la sutil fuerza con la que está construida ha prevalecido sobre la narración con muchos argumentos a su favor: por la seductora elocuencia del personaje (que extrae la ética a la novela y conquista la ambigüedad del narrador para la novela moderna), por su sofisticación técnica y estructura inteligente, plena de evocaciones culturales, pastiches, juegos de palabras, referencias populares, prodigiosa voz narrativa, humor, sátira hacia las instituciones, profesiones y quehaceres, crítica hacia el país y su clase media y su percepción en la creación de un arquetipo y la universalización de un nombre para referirse a cierto tipo de preadolescente, sexy e inocente.

Méritos todos que la hacen una obra de vanguardia y estilo lúdico. “Una obra de ficción como ésta sólo existe en la medida en que me proporciona un placer estético”, explicó Nobokov. Y en ello está la clave de su maestría. En esencia el verdadero protagonista de Lolita es el lenguaje, por encima de todo. Por su entramado lingüístico limpio, preciso y virtuoso.

“Todo el arte verbal de Nabokov está al servicio de la percepción –escribió el Premio Nobel Mario Vargas Llosa, al respecto–. Todo lo que cuenta tiene profundas raíces en lo más trivial del ser humano: el deseo, la fantasía, al servicio del instinto” (un precepto fundamental igualmente para el género musical que emergía y que intoxicaba todo el contexto social en el momento en que la novela apareció).

Lo que dice este libro es que lo superfluo no existe, que nada se arregla finalmente; que el dolor es el dolor y el deseo opcional, y cuando no hay manera de contenerlo se reac­ciona con ira. Por eso no hay empatía con sus personajes y su fatalidad, no puede haberla.

El enigma que se plantea en el libro no es el criminal con el que se juega durante todo el relato, sino el humano. Tras su lectura se corrobora aquello de que de ninguna obra maestra se sale indemne, nadie sale como entró en ella. Por eso sobre Lolita siempre hay algo más que decir, cumpliendo lo que Italo Calvino decía que un buen libro debía tener: estructura inteligente, lenguaje propio y decir algo nuevo.

Contener todos estos elementos ha provocado la lectura y el análisis constante. Ha sido tal el impacto, que importantes cineastas han intentado llevar su historia al cine: Stanley Kubrick lo hizo (con Sue Lyon como nínfula) y Adrian Lyne (con Dominique Swain), sin conseguirlo plenamente. La conciencia trasgresora del protagonista se les ha escapado, porque eso es prácticamente imposible de ponerlo en imágenes.

No obstante, la irrupción del cine provocó que Lolita volara de la página a la pantalla, y de ésta saliera (rompiendo la cuarta pared) para adentrarse en la vida. Y en ese punto es precisamente donde se encuentra el tesoro del libro. En el tratamiento que Nabokov le dio.

Lo creó a base de escritura y de su herramienta principal, el lenguaje, con el que consiguió producir una obra maestra literaria. Esta es, pues, una novela para meditar, imaginar y disfrutar con la belleza de su lenguaje.

Acompañada por la electricidad de las guitarras, el sugerente e instintivo movimiento corporal y el nuevo lenguaje empleados, Lolita fue un símbolo más en la gestación de la cultura adolescente, que irrumpió en el imaginario colectivo con una fuerza inédita y, para muchos, amenazadora.

Vladimir Nabokov, ese talentoso escritor y genial vanguardista, siempre buscó ubicar la obra en nuevos espacios desde donde poder apelar al público. Con Lolita de la mano con el arte lo sigue haciendo. La subversión a través de la belleza.

VIDEO SUGERIDO: Sue Lyon – Lolita Ya Ya – 1962 45 rpm, YouTube (Sids60sSounds)

LOLITA FOTO 3

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WUTHERING HEIGHTS

Por SERGIO MONSALVO C.

WUTHERING (FOTO 1)

CUMBRES BORRASCOSAS

(EMILY BRONTË)

En el arte de relatar, como en cualquier forma de arte, el contexto original pesa sobre los personajes y los hechos de una obra. Cuando ésta resulta extraordinaria refresca su visión desde las épocas diferentes en la que es revisitada y, por ende, expondrá su mensaje con un enfoque distinto. En el caso de Wuthering Hights (Cumbres borrascosas, en español), la actualidad de su significado es clara a todas luces.

¿Por qué? Porque estamos en un momento en el que lo políticamente correcto interfiere en la creación literaria, y por eso es determinante proteger las obras trasgresoras o políticamente incorrectas de la época que sean, porque, finalmente, en la realidad también suceden las historias de amores malsanos y trágicos, como el de la novela mencionada, y éstas deben ser contadas.

La espesura sobre el hecho literario vivido por Emily Brönte (y también por sus las hermanas) entre 1846 y 1847, en su casa rodeada del viento frío a orillas de los páramos y del cementerio de Haworth, es más clara hoy. Ahí, en esa casa del condado inglés de West Yorkshire, habitó y en ese lapso escribió uno de los clásicos universales del Romanticismo: Cumbres borrascosas. Su autora fue hija de la época romántica, buena y receptiva lectora ante autores como Walter Scott y Lord Byron.

El romanticismo que heredó esta autora iba en dirección contraria a las narraciones de evasión y sin perder de vista la rebeldía moral. Y por eso siempre perdurará su obra, con sus dolorosos delirios de clase y sus sobrecogedores fantasmas sentimentales, físicos y espirituales, amores fogosos y famélicos.

Y sí, le llegó la gloria, pero post mortem y rodeada por la bruma sobre su vida, como la infelicidad de sus amores y pasiones secretas, negadas en aquellas tierras borrascosas. En una casa de piedra rojiza y madera, en la cima de una colina custodiada por el cementerio del pueblo y los rugidos del viento, se fraguó lentamente su episodio literario.

WUTHERING (FOTO 2)

(EMILY BRÖNTE)

Su biografía dice que Emily Brontë, nació el 30 de julio de 1818 en Thornton, condado de Yorkshire. A los tres años, su familia se trasladó a Haworth. Fue hija de un reverendo y su madre murió en 1821, dejando seis hijos, de 6, 5, 4, 3, 2 y 1 años, respectivamente. Todas mujeres, salvo el cuarto, Branwell, que marcó el destino sombrío de las hermanas, eclipsadas todas ellas, al erigirse él en la esperanza socioeconómica de la familia y concentrar todo el esfuerzo a su alrededor. Dicho hermano terminó siendo un pintor mediocre, alcohólico y consumidor de opio.

Sus dos hermanas mayores murieron muy pequeñas y el resto se crió con una tía (honesta pero falta de cariño) en un mundo indolente, aunque su padre les inculcó la cultura, la lectura y la reflexión. Un hecho muy avanzado para la época. Ellas trabajaban en los quehaceres del hogar y luego se ganaban la vida como profesoras o institutrices. Al final de su jornada llegaban a casa a leer y a escribir a escondidas. La literatura fue su refugio.

Con un entorno social empeñado en arrinconarlas, las tres que sobrevivieron: Charlotte, Emily y Anne vivían en un mundo paralelo, mientras veían cómo su hermano se desbarrancaba hacia el infierno con una botella en la mano. Emily veló por él hasta que éste expiró y, al menos, la experiencia le sirvió como parte del argumento para crear parte de Wuthering Heights.

El origen de todo fue cuando Charlotte descubrió unos poemas de Emily y le propuso a ella y a Anne publicar un poemario conjunto. Emily se resistió, pero al final accedió con una condición: hacerlo bajo seudónimo. Así, en el verano de 1846, nacieron Currer, Ellis y Acton Bell. El libro fue bien recibido. Charlotte, con la euforia, lanzó una segunda propuesta: escribir una novela cada una.

En diciembre de 1847, llegaron los resultados: En esa casa de piedra y madera, en la orilla del viento y el cementerio, las tres transfirieron sus secretos y frustraciones pasionales. Charlotte publicó Jane Eyre; Anne Agnes Grey, y Emily Wuthering Heights. Al siguiente diciembre Emily moriría de tuberculosis a los 30 años.

La de Emily Brontë se alzó como una voz poderosa y persuasiva en la escritura. Fue la más solitaria de las tres hermanas y su única novela, publicada bajo aquel seudónimo masculino, además de unos 200 poemas (ubicados en la isla imaginaria de Gondal, donde recreaba las costumbres, las intrigas familiares, las rivalidades entre reinos y deseos y las opresiones de la gente insufladas de la pasión entre los humanos y el paisaje) la situó dentro de las letras británicas.

Emily desafió la época victoriana, rompió los esquemas literarios predominantes, abrió nuevas vías a la literatura y se adelantó al tiempo con varios de sus temas. Desde entonces se ha dicho que dicha novela fue hija de la experimentación que su autora realizó con la poesía.

En Wuthering Heights Emily cuenta la historia atormentada del amor entre los personajes de  Heathcliff y Cathy, reflejo de su “más que probable amor adolescente con Robert Clayton”, un muchacho pobre y rústico con quien jugaba en los páramos de Haworth. Después de que su padre la enviara a un internado, Robert murió, el 14 de diciembre de 1836.

Wuthering Hights es un relato de época que describe el entorno social. A  partir de la incendiada pasión entre los protagonistas son mostradas  situaciones inéditas, como el alcoholismo, el maltrato y la voluntad de una mujer, entre otras.

Es una narración realizada con pasión, sabio manejo del lenguaje, agudo trazado de personajes y detalles, y con una gran capacidad persuasiva. Características, además, que la volvieron universal y con vigencia, no obstante el peso histórico de la época que planea sobre toda ella.

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La obra, como no podía ser de otro modo, ha sido interpretada de diversas formas por los mundos del cine, el teatro, la televisión, la novela gráfica y la música, entre las que están, por supuesto, las del rock: las de Pat Benatar, Jim Steinman, Death Cab for Cutie, Billie Marten o Marillion. Sin embargo, aquí me gustaría hablar de otros ejemplos:

El octavo disco del grupo británico Genesis, Wind & Wuthering (1976), se fundamentó en el libro de la Brönte. Phil Collins estuvo por segunda vez en la voz principal (tras la salida de Peter Gabriel) y asimismo fue la última aparición de Steve Hackett con la banda. Ambos incluyeron algunas de sus composiciones en este collage, en clave de rock progresivo, inspirado por tal volumen. La portada de esta entrega, diseño y arte, como no podía ser de otra manera, estuvo a cargo del colectivo Hipgnosis, que ya había trabajado anteriormente con el grupo.

VIDEO SUGERIDO: Wind and Wuthering and Afterglow (Animated) – Genesis, YouTube (txikilin)

El título del álbum constó de dos partes. La primera, Wind, evoca la pieza compuesta por Hackett “The House of the Four Winds”, que finalmente se inscribiría en el disco como “Eleventh Earl of Mar”, Y la segunda, Wuthering, es una alusión a la novela ya citada y que inspiraría el trabajo conjunto.

Uno cuyo resultado emitiría una atmósfera sombría, como el libro mismo, para sellarlo también en un par de piezas postreras (“Unquiet Slumbers for the Sleepers…” e “…In that Quiet Earth”) con las últimas oraciones del libro: «…oía el suave viento suspirando sobre el césped, y me preguntaba cómo alguien podría imaginarse sueños intranquilos para los que duermen en esa tierra tranquila».

Por otra parte, una de sus tempranas composiciones, «Wuthering Heights», instigada por la lectura del libro clásico, le sirvió a Kate Bush de base para su espectacular debut discográfico en el mundo de la farándula roquera. Tal lanzamiento resultó sorprendente, dentro de una escena en la que casi nada sorprendía.

El sencillo «Wuthering Heights» se instaló de inmediato en los primeros lugares de las listas de popularidad y el disco, The Kick Inside (1978), que lo contenía figuró entre los tres primeros, todo un éxito. La canción mencionada ejemplificó el estilo que desde entonces se ha relacionado con ella.

Es una composición dramática, culta y misteriosa, interpretada con una aguda voz que se acompañó con un escenario y una coreografía extravagantes, que expresaron muy bien su personalidad, la cual se ha desarrollado por tales cauces hasta hoy (es vegana y seguidora del misticismo filosófico y de la astrología).

VIDEO SUGERIDO: Kate Bush – Wuthering Heights – Official Music Video – Version 1, YouTube (KateBushMusic)

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MANHATTAN TRANSFER

Por SERGIO MONSALVO C.

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(JOHN DOS PASSOS)

John Dos Passos denominó a sus novelas como crónicas contemporáneas. En ellas, lo supo siempre, había una fuerte inclinación política; también que manejar dicha inclinación no debía dañar al escritor de ninguna manera.

Alguna vez declaró que un escritor en su campo debería estar comprometido y no, al mismo tiempo; tener pasión, preocupación y furia, pero mantener sus emociones a cierta distancia de sus obras. De no hacerlo sólo se convertiría en un propagandista y lo que ofreciera sería únicamente una prédica.

En su obra titulada Manhattan Transfer (1925), este escritor citó al capitalismo estadounidense como testigo, y como brillante fiscal le hizo confesar y documentar la invención del American Dream (sueño americano), con todas sus consecuencias de explotación, decepción y egoísmo.

De esta manera el narrador, de la mano con el historiador social, configuró al escepticismo y desilusión por el progreso que tomaron distintas formas a partir de entonces (el existencialismo, la Generación Beat, el hippismo, el Underground, la contracultura, etcétera).

Este escritor nació el 14 de enero de 1896 en Chicago. Su infancia transcurrió entre ésta, Bélgica y Londres. A su vuelta a los Estados Unidos ingresó a Harvard, donde se graduó en 1916. Viajó a España a estudiar arquitectura. Sin embargo, en 1917, durante la Primera Guerra Mundial, conoció la contienda al incorporarse como voluntario en Francia.

En 1919 fue liberado y entró a estudiar a la Sorbona para luego volver a España y escribir un par de libros de carácter autobiográfico y antimilitarista. Tras la publicación de otros textos regresa a Nueva York en 1923, donde la idea de Manhattan Transfer comienza a crecer.

El hecho de escribir sobre el comunismo no hace a un autor comunista.  Dos Passos nunca lo fue. Siempre estuvo más que nada contra el sistema. Su interés social se centraba en la libertad personal ante todo.

En un principio sintió simpatía por el comunismo norteamericano de la segunda década del siglo, pero los métodos autoritarios del partido lo desilusionaron; luego erigió su desprecio contra la brutalidad de la ideología capitalista y sus negociantes; y, finalmente, manifestó su respeto hacia las ideas de Thomas Jefferson y la democracia al estilo republicano, como la salvación política para una sociedad de masas.

Todos sus libros son representaciones evidentes, polémicas y conscientes de la lucha que él vio desarrollarse en la sociedad capitalista norteamericana de la primera mitad del siglo XX.

Mantuvo fuera de sus obras cualquier tesis expresa. Se limitó a narrar y ello compensó el extraordinario valor polémico de sus múltiples figuras a las que por cuenta propia se escucha enunciar las críticas a su inmediatez, a la justicia y a su condición humanas. «Si tratas temas que afectan a la gente —dijo en su momento— debes atenerte a causar dolor; particularmente si aciertas a dar en un blanco que se encuentre cerca de la verdad».

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En su novela de 1925, Manhattan Transfer, imprimió un retrato colectivo, coral, con cientos de episodios de la vida neoyorquina. Con él denotó madurez de visión y estilo narrativo (collage, frescos e interconexiones).

John Dos Passos siempre expresó su fascinación por el marginado, el vencido, el enajenado, el disidente, el solitario y el vagabundo: los relegados de la historia que enmarcan la enorme crónica de la desilusión norteamericana, se convirtió en el muralista de la decepción.

Los personajes en su apariencia, maneras y acciones son tipos auténticos de su época que se esfuerzan por encontrar un motivo para vivir mientras su existencia transcurre entre sensaciones de tragedia y falsos optimismos. Y es este desconcierto el que llega al lector más que cualquier propaganda.

El autor se preocupó por la cuestión de hasta dónde y de qué manera cada uno de sus incontables individuos era capaz de forjar su propio destino y llevarlo hasta dónde lo condicionaba su ambiente. Es la impresión pura de una multitud que lucha en sus respectivos medios, caracterizados de forma individual y diferenciada por unos cuantos gestos, frases, expresiones murmuradas y el frenético movimiento.

El estilo de rápidos chispazos y súbitas imágenes de sensación física que Dos Passos desarrolló fue siempre, según sus propias palabras, «el intento de producir la dicotomía entre ficción y no-ficción. Me encontraba por lo regular en algo así como la línea divisoria entre ambas, moviéndome por ello de un campo a otro con gran rapidez». Éste era el brío que movía a sus personajes tan vertiginosamente, lo mismo que a su estilo.

Luego de una vida saturada de viajes, acontecimientos y publicaciones, John Dos Passos murió en Virginia el 28 de septiembre de 1970.

«La palabra oral es la que suministra los grandes textos. El deseo de observar, de anotar lo que veo y oigo lo más exacto posible, ha sido para mí lo más importante». Concepto al que el escritor se mantuvo fiel prácticamente hasta su muerte.

VIDEO SUGERIDO: Pet Shop Boys – New York City Boy, YouTube (PetShopBoysParlaphone)

Su genio lo llevó a crear un estilo notable en Manhattan Transfer para evocar los simultáneos marcos de la existencia. El tema siempre es el hecho y la persona representativa, el momento histórico en su sentido más tangible, en sus lemas, canciones, influencias y ante todo su habla.

El novedoso estilo tuvo como objetivo artístico captar el tono y el paso del tiempo en la voz de la época. Manhattan Transfer legitimó la «religión de la palabra», al asentar una narración colectiva acerca de la vibración histórica.

El talento del escritor para exhibir los hechos sociales y manierismos de la época hizo que su novela pareciera la obra de los muchos espíritus neoyorquinos. Con Manhattan Transfer Dos Passos anticipó temas y técnicas que a la postre desarrollaría en forma plena en la trilogía USA.

La estructura del libro está integrada por historias cotidianas, crónicas,  acontecimientos grandes y pequeños que dicen mucho acerca de la época y de la influencia de la comunicación masiva. Son fragmentos de impresiones sensibles a los que el autor utilizó como acercamientos a los incidentes o personas descritas. Como fondo a las historias de las decenas de personajes que aparecen y desaparecen como en la vida misma.

Los personajes ficticios fueron tomados por Dos Passos de una considerable gama de la vida común neoyorquina, lo cual crea una verosimilitud incuestionable y plausible.

El estilo creado por este autor (cuyas influencias aceptadas fueron Laurence Sterne, Flaubert, Joyce, Gertrude Stein, Ungaretti, Rimbaud, Stephen Crane, los muralistas mexicanos y el cine de Eisenstein y Griffith) registró el pulso de la sociedad industrial, de las masas y del caos moral de una civilización decadente basada en la explotación, el comercialismo y la corrupción.

Estos logros llevaron a decir a Jean Paul Sartre en 1938: «Dos Passos ha inventado una sola cosa, un arte del relato, y con eso basta. Considero a Dos Passos el escritor más grande de nuestro tiempo».

A partir de entonces ha sido uno de los autores más revisitados por literatos, periodistas, cineastas e historiadores (el propio Sartre, Alfred Döblin, Carlos Fuentes, el documentalista Adam Curtis, Quentin Tarantino o Robert Alman, por mencionar a algunos).

Y como referencia para muchos músicos de los géneros rockero y jazzístico (como The Fugs, Billy Joel, Lou Reed, Talking Heads, Simon & Garfunkel, The Strokes, John Zorn o el grupo de jazz vocal Manhattan Transfer, entre otros) que aun han utilizado alguna de sus múltiples alternativas y recursos literarios.

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TRANSFORMACIONES

Por SERGIO MONSALVO C.

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(ANNE SEXTON)

El novelista, ensayista y biógrafo austriaco Stefan Zweig escribió que «todo espíritu creador cae infaliblemente en la lucha con su demonio. Pero es en los que sucumben en esa lucha donde podemos ver mejor los rasgos pasionales de la misma, y en primer lugar en el tipo de poeta que es arrebatado por el suyo».

Para muchos seres imaginativos la poesía es una forma de exaltación que los consume, dilata y termina por destruir. Conocen y temen esa exaltación de la que son portadores, pero de igual modo se sienten atraídos por ella, pues su arte consiste en esta visitación y padecen de una manera infinita la unidad de belleza y muerte. Su arte es igualmente su perdición. Éste se exacerba hasta volverse agonía. De tal suerte el talento poético no es otra cosa que una forma de demencia.

Para Platón esta locura era sagrada y su sabiduría profunda. Sin embargo, ya pasaron los tiempos en que esta locura despertaba respeto y aumentaba el prestigio del poeta. El sufrimiento de éste, su falta de armonía, en la época que vivimos ya no se considera sagrado sino patológico.

La medicina ha llamado a la locura con diversas etiquetas que, a fin de cuentas, no iluminan el enigma de la vida y olvidan el hecho de que existe un sufrimiento creativo y otro destructivo. Y éste, para quienes sólo tienen conocimientos científicos, resulta sospechoso y sólo pueden explicarlo como una enfermedad.

Muchos locos geniales que han vivido entre nosotros como artistas y que han interpretado la locura como un acto de soberanía que desafía a la razón opresora, serían para la mayoría de los psicólogos y doctores de hoy sujetos de hospitalización y catalogación médica;  sus obras, claros cuadros clínicos y la historia de la literatura, un auténtico manicomio.

La obra de cada uno de ellos ha revelado, finalmente, cómo resuelven su problema moral, separados de los demás en la soledad. Tal es el caso de Anne Sexton, la poeta estadounidense.

Anne Sexton fue el seudónimo de Anne Gray Harvey, nacida en Newton (Massachussets) en 1928. Estudió y vivió casi toda su vida en Boston, la capital del estado. Se casó a los 19 años y después de haber nacido su primera hija ingresó en un hospital psiquiátrico para reponerse de un intento de suicidio.

Ahí, en las horas muertas del encierro y la terapia, desarrolló el interés en la poesía que ya había mostrado en la escuela secundaria. Desde entonces llevó este interés inmerso dentro de un contexto de desórdenes mentales que eludieron cualquier diagnóstico, pasando por repetidas hospitalizaciones en clínicas mentales.

En 1957 conoció a la también poeta Silvia Plath, y a partir de entonces sus vidas se unieron en una relación que lindaba la identificación mutua y la rivalidad poética. Su primer libro de poesía To Bedlam and Part Way Back (1960), es una narración de su colapso mental.

A ese primer libro le siguieron otros seis volúmenes (All My Pretty Ones, de1962; Live or Die, 1966), Transformations, extraña recreación de 17 cuentos de hadas de los hermanos Grimm de 1971; Love Poems, The Book Of Folly, The Death Notebooks, 1974; The Awful Rowing Toward God, 1975, y Words for Dr. Y., éste último póstumo) donde hizo de la experiencia de ser mujer un tópico central y a pesar de soportar críticas por hablar de temas como la menstruación, el aborto, el incesto, la homosexualidad y la adicción a las drogas, su talento como poeta trascendió cualquier controversia.

Sus poemas fueron editados en las mejores publicaciones de la Unión Americana (Harper’s, The Newyorker y Partisan Review, entre otras), y manifiestan una clara influencia de Robert Lowell. En 1963 recibió el Premio de la Academia de las Artes y Letras Estadounidense y en 1967 los prestigiosos premios literarios Shelley y Pulitzer, entre otros muchos reconocimientos.

Fue además profesora en la Universidad de Boston y en la de Colgate y en 1968 fue distinguida por la Universidad de Harvard por la totalidad de su obra (hoy editada en español como Poesía Completa por la Editorial Linteo). Considerada como una “poeta confesional”, ofreció en su poesía una mirada íntima de su angustia emocional.

VIDEO SUGERIDO: Anne Sexton – Waiting To Die, YouTube (poetictouch2012)

No obstante, entre la publicación de libros y el recibimiento de honores, los padecimientos mentales siempre hicieron acto de presencia. Ni médicos ni tratamientos pudieron ayudar a esta talentosa y atormentada escritora.

En Transformations* (1971) la autora reunió una serie de textos recubiertos con una capa de burla social mediante referencias a los cuentos de hadas clásicos (Blancanieves, Rapuntzel, Cenicienta, Caperucita Roja, Hansel y Gretel, La Bella Durmiente, et al)

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Su visión irónica va dirigida a la mujer contemporánea, víctima predilecta de una sociedad que la somete al vergonzoso juego de las representaciones recurrentes: la belleza como obligación, el matrimonio y los hijos como destino, la domesticidad como tarea cotidiana, etcétera.

En sus escritos, Anne Sexton siempre buscó explorar inexorablemente los temas que la obsesionaban. Transformaciones no es la excepción, como se podrá dar cuenta el lector de este poemario: el amor, la pérdida, la locura, la naturaleza de las relaciones humanas y familiares y sobre todo la muerte, vuelven a estar presentes.

En la poesía de la Sexton puede descubrirse cómo la poeta se identifica una y otra vez a sí misma en relación con el Otro masculino, ya sea en la persona de un amante o en la del padre omnipresente.

LA BELLA DURMIENTE

(fragmento)

En su debido momento / transcurrieron cien años / y un príncipe logró pasar./ Los rosales se separaron para él / como para Moisés / y halló intacto el cuadro. / Besó a Aurora / y ella despertó con la exclamación: ¡Papá! ¡Papá! / ¡Listo! ¡Salió de su prisión! / Se casó con el príncipe / y todo estuvo muy bien / excepto por el miedo…/ El miedo a dormir. / Aurora padecía insomnio…/ No podía dormitar / Ni acostarse / sin que el farmacéutico de la corte / le mezclara una gotas de inconsciencia / y nunca ante el príncipe. / Si ha dellegar, afirmó, / el sueño debe tomarme desprevenida / mientras me río o bailo / para que no conozca ese brutal  lugar / donde me acuesto sobre alambre de púas para ganado, / abierto el agujero en mi mejilla. / Además, no debo soñar, / pues entonces veo puesta la mesa / y a una bruja / temblorosa en mi lugar, / con los ojos quemados por los cigarrillos / mientras come la traición / como una rebanada de carne./ No debo dormir / pues cuando duermo tengo noventa años / y creo estar muriendo. / La muerte resuena en mi garganta / como una canica…

A intervalos diferentes Anne Sexton pasó por varias instituciones médicas sin resultado alguno. En mayo de 1974 tomó una sobredosis de somníferos, pero una amiga frustró el intento de suicidio.

Sin embargo, en octubre del mismo año, en la época de su cumpleaños, nadie pudo impedir la consumación del último intento (al inhalar monóxido de carbono dentro de su auto). Anne Sexton murió a la edad de 46 años.

El médico-poeta alemán Gottfried Benn escribió lo siguiente: «Se puede comprobar, estadísticamente, que la mayor parte del arte de los últimos siglos es el arte exaltado de psicópatas, de alcohólicos, anormales, vagabundos, degenerados, expósitos, neuróticos, deformes, tuberculosos, atormentados: ésa fue su vida, y en las bibliotecas y museos del mundo están sus bustos y expresiones, y sobre ellos se alzan sus obras inmaculadas, eternas, flor y luz del mundo«.

Peter Gabriel, uno de los tipos más sensibles, creativos  y polifacéticos que ha dado la música contemporánea, le dedicó a Anne Sexton la pieza “Mercy Street” –título tomado de un texto de la escritora– en su disco So**.

Éste tema es un auténtico manifiesto musical de concientización social y de observación de las relaciones interpersonales, conmovido por la profundidad de los escritos y desdicha de Sexton. Peter Gabriel eleva con la música un drama humano hacia lo universal.

*Anne Sexton, Transformaciones. Selección y traducción de Angelika Scherp, primera edición en Ediciones Fósforo, México, D.F., 2009; Poesía Completa, Ediciones Linteo, 2013.

**Peter Gabriel, So, Virgin Records,1986.

VIDEO SUGERIDO: Peter Gabriel & Anne Sexton: Mercy Street – All my Pretty…, YouTube (entropicempire)

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BERLIN ALEXANDERPLATZ

Por SERGIO MONSALVO C.

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(ALFRED DÖBLIN)

El caos es un elemento constante y paradójico en el desarrollo de la historia humana. En él ha entrado toda revoltura que a la larga aporta algo benéfico en lo social, en lo cultural o en ambos. Así, la época conocida como República de Weimar, en Alemania, ha sido una de las mayores muestras de ello.

En su corto periodo de existencia (1918-1933) en lo social contuvo, entre otras cosas, una nueva constitución política (que nunca se ejerció), revueltas y revoluciones de todo signo, desde las de la ultraderecha a los del extremismo izquierdista (incluyendo golpes de Estado).

Es decir, una enorme inestabilidad que provocó una inflación desbocada, crisis económica y pobreza, con los consecuentes aumentos en la criminalidad, en la prostitución y en las enfermedades. Todo ello caldo de cultivo para el desarrollo de un nuevo virus: el nacionalsocialismo, o sea: el nazismo, cuyo encumbramiento dio fin a tal república.

VIDEO SUGERIDO: Marlene Dietrich “Naughty Lola 1930 (The Blue Angel), YouTube (LilyMarleneDietrich)

Paradójicamente, en lo cultural fue rica en sus manifestaciones. Surgió el expresionismo alemán (en la pintura, en la cinematografía, en la música), el teatro cabaretil, la novedosa crítica cultural (sustentada en la filosofía de Walter Benjamin) y la psicología junguiana.

La decadencia en la que se encontraba el país tras la Primera Guerra Mundial dejó el territorio sembrado de huérfanos, viudas y desempleados, cuya desesperación los condujo a ganarse la vida de cualquier manera. Hubo aumento de la drogadicción, en el protagonismo del Mercado Negro, en el crecimiento en el número de bandas criminales y la delincuencia, y en el de establecimientos con diversa oferta sexual. La literatura obtuvo nuevos argumentos.

Fuera del país autores como W.H. Auden, Stephen Sender o Christopher Isherwood llevaron a las páginas de sus libros dicho escenario. Dentro del territorio alemán también los hubo, y en particular destacó un escritor cuya obra en tal sentido trascendió el tiempo y se instaló en el canon de la literatura contemporánea con el libro Berlin Alexanderplatz.

El argumento de este texto, ubicado en plena República de Weimar, presenta la vida de un hombre, trabajador ordinario, intenso, excesivo en sus emociones y desenfrenos, irascible, brutal y violento, pero también vulnerable, con alguna idea acendrada sobre la bondad intrínseca del ser humano y con necesidades afectivas de toda índole.

Su historia criminal lo hace pasar por diversas etapas existenciales, del asesinato al castigo, del arrepentimiento a la voluntad para recuperarse (como ex convicto) e iniciar una nueva vida, deseo contra el que actúa el entorno social y lo hace enfrentarse a sí mismo y a lo que lo rodea, con el fondo urbano berlinesco en todas sus instancias.

Una metáfora histórica, una fábula citadina con toda su fauna miserable, una gran novela a fin de cuentas, donde se descubre al hombre en sus extremos y al peso de la realidad colándose por los instersticios, de la fe y el afán por la sobrevivencia a la inquietante presencia del “huevo de la serpiente”.

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El creador de dicha novelafue Alfred Döblin. Este autor pomerano (1878‑1957) vivió en Berlín desde 1898 y luego desde 1911 (tras estudiar medicina en Friburgo), como médico y escritor. Emigró en 1933 como exiliado a Suiza, a los Estados Unidos y a Francia (de la que se hizo ciudadano)  y volvió a Alemania después de la Segunda Guerra Mundial.

Berlin Alexanderplatz, escrita entre 1927 y 1929, le valió la fama mundial y está considerada como la más importante novela urbana de la literatura alemana. Con poesía exacta plasma el ánimo de aquellos tiempos marcados por la crisis económica y el desempleo, durante la República de Weimar. 

Su sello característico es el principio del collage, que enlaza los destinos individuales con alegorías míticas y retazos reales de la moderna civilización urbana (con la influencia de James Joyce y John Dos Passos). Es un calidoscopio de monólogos interiores, historias policiacas, citas bíblicas, referencias estadísticas, rimas infantiles, informes de la Bolsa de Valores y meteorológicos, letras de canciones populares, consignas comerciales y noticias periodísticas, que cristaliza el panorama de una ciudad y un tiempo.

Un año después de su publicación (en 1929), el propio Döblin adaptó la obra narrativa de más de 500 páginas a un programa de 70 minutos para la radio alemana. Fue trasmitido el 30 de septiembre de 1930 en Berlín con el título La historia de Franz Biberkopf.

Döblin también colaboró en el guión para la primera versión cinematográfica de la novela, dirigida por Phil Jutzi en 1931 en las locaciones originales de Berlín (la obra más importante de este cineasta y camarógrafo simpatizante del movimiento socialista obrero había sido la película muda El viaje a la felicidad de mamá Krausen, de 1929).  La cinta resultante, de 90 minutos de duración, fue estrenada el 8 de octubre de 1931.

En tiempos más recientes, el director Rainer W. Fassbinder hizo su propia adaptación de la novela (y quizá la definitiva) entre 1979 y 1980. Escribió el guión y la dirigió. Fue una coproducción germano-italiana (Bavaria Atelier GmbH/ RAI Televisión italiana) por encargo de la Westdeutscher Rundfunk alemana. El costo fue de 13 millones de marcos.  El tiempo de rodaje: 154 días (de junio de 1979 a abril de 1980).  El formato fue en 16 mm, a color.

La extensión: 15 horas y media en total. Fue estrenada del 28 de agosto al 8 de septiembre de 1980 en la Bienale de Venecia. Y en televisión, por la estación ARD de la entonces Alemania Occidental, el 12 de octubre de 1980. La serie estuvo dividida en 14 partes (la primera de 90 minutos) trasmitidas entre el 13 de octubre al 29 de diciembre de 1980, cada lunes (de la parte II a la XIII la duración fue de 60 minutos, por cada entrega). El 29 de diciembre de 1980 se emitió el epílogo. En el reparto estuvieron las míticas actrices Hanna Schygulla y Barbara Sukowa.

Sobre su Berlin Alexanderplatz se puede decir que el incansable cineasta nunca antes trabajó por tanto tiempo y en forma tan concentrada en una sola película. Y resultó una obra maestra en su estilo y con una producción de rasgos concluyentes para su cinematografía.

Fassbinder llegó con ella al término de un proceso.  El cine ya no le brindaría nada nuevo, nada desconocido. Con esta obra mostró en toda su intensidad el destino individual y la relación de una pareja, con un ritmo lento, desprovisto de distracciones. En su estilo prefirió la perspectiva espacial. El ejemplo de ello está en los diálogos, donde el cineasta muestra al que está escuchando no al que habla. Por todos los medios, Fassbinder obligó al espectador a prestarle atención a las palabras. Es una puesta muy exigente para el público.

Por otro lado, dentro de la cultura contemporánea, la novela de Döblin fue muy influyente para la inteligencia rockera que la hizo legado y parte suya. Comenzando con representantes destacados como: David Bowie (con su legendaria trilogía berlinesa), Iggy Pop (y sus particulares The Idiot y The Passenger) y Lou Reed (tanto con Berlin, como desde su homónimo álbum debut como solista).

Ejemplos todos del mejor expresionismo rockero y como lectores sagaces, agudos y comprometidos con el vanguardismo literario de todos los tiempos, una postura artística producto del romanticismo y del modernismo, de los que han sido o fueron herederos. Berlin Alexanderplatz, el libro, los enriqueció en muy buena medida para el desarrollo de sus distintivas estéticas.

VIDEO SUGERIDO: El Expresionismo Alemán, YouTube (Matias Tondato)

BERLIN ALEXANDERPLATZ (FOTO 3)

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