De tal escuela forjada por una agrupación como Deep Purple salieron puros líderes o líderes puros, quienes primero dentro y luego por su cuenta desarrollaron estilos para la evolución del subgénero. Por sus filas pasaron varios de los guitarristas más destacados en la historia del rock, como Ritchie Blackmore y Steve Morse.
Blackmore, fundador y cabeza en algún momento, entró y salió de la formación tantas veces que ya no se cuentan, impuso su sello ahí, en el comienzo, y luego lo mantuvo en otras etapas: el uso abundante de su instrumento le otorgó un carácter mayor y al mismo tiempo más bombástico a las piezas.
Éstas, en conjunto, hablan de mundos evolucionados con mitos e historias, como el que da título al disco y que está basado en un manuscrito del siglo VI atribuido al poeta Taliesyn.
BOOK OF TALIESYN
DEEP PURPLE
(Harvest Records)
Con la presencia de Blackmore, en esta época dorada, los temas formaron unidades indisolubles (“Wring That Neck», “Kentucky Woman”, el medley “Exposition”, «Shield» y “Anthem», entre ellas).
El músico creó con su guitarra una motivación fabulosa, viva y en peregrinación ininterrumpida hacia los oídos pasmados de los escuchas. Sus riffs están labrados en oro en el Arcano rockero.
Personal: Ritchie Blackmore, guitarra principal; Jon Lord, órgano y teclados; Rod Evans, voz; Ian Paice, batería; Nick Simper, bajo. Portada: Creada por el ilustrador y autor John Vernon Lord.
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En 1968 el mundo comenzó a girar más rápido. Las ciencias exactas y la meteorología dieron cuenta del acontecimiento. Sin embargo, no se pudo dar una explicación razonable del hecho. Hubo llamadas urgentes, intercambios de información, nerviosismo y dudas. Por tal motivo, y para evitar histerias públicas, no se difundió la noticia.
De cualquier modo los estudiosos siguieron investigando el caso. Unos lo atribuyeron al accidente de un bombardero B-52 que cayó en Groenlandia. Los apocalípticos lo adjudicaron a los asesinatos de Martin Luther King y Robert F. Kennedy; los conscientes, a la masacre de My Lay en Vietnam o la invasión de Checoslovaquia por los rusos. Los optimistas, a La Primavera de Praga y la revolución universitaria en París. Los humoristas, a que el Papa Paulo VI condenara el uso de anticonceptivos.
No obstante, los detallistas hurgaron en las hemerotecas. Entre los nacimientos de Damon Albarn y Lucy Liu y que Stanley Kubrick sacara su 2001, Odisea del Espacio, encontraron el lanzamiento de las siguientes bombas: Shades y Book of Taliesyn, de Deep Purple. Este grupo abrió brecha, así, a uno de los grandes caminos para la música: el hard rock. Se comprobó, efectivamente, que el mundo había comenzado a girar más rápido.
SHADES OF DEEP PURPLE
DEEP PURPLE
(Parlophone)
Arribaron entonces al planeta ritmos más potentes y agresivos, producto del uso de las guitarras distorsionadas, las baterías de doble pedal y bajos más pronunciados. Surgieron en la Gran Bretaña con estos tótems del rock, quienes delimitaron las bases del nuevo género.
Deep Purple puso énfasis en la creación de una obra fundamentada en las escalas y los arreglos del blues (debida a la influencia del blues rock británico), en el rock psicodélico (vía Hendrix en su amplificación y puente entre la diáspora afroamericana y los rockeros del Viejo Continente, que buscaban la dureza del sonido) y en la música clásica (de la que eran egresados). Iniciaron así una historia sin fin, como banda de Moebius.
Con algunos de sus miembros surgidos de la academia, dirigieron la búsqueda de la dureza con el uso de patrones musicales más sofisticados, que permitieron revestir las fugas del instinto y el espíritu de los tiempos con tonalidades mayores y usos maestros de las menores. La batería pugnó por alcanzar el rango de 100-150 golpes por minuto, con una media habitual de 120.
Introdujeron el órgano Hammond como instrumento de este subgénero (vinculado a lo clásico, al unísono de Nice). Y resaltaron el protagonismo de la guitarra en las canciones, con solos tan importantes como el riff y el manejo de la voz. Toda una escuela, patente en temas como “Hush”, “One More Rainy Day” o “Mandrake Root”, y en versiones como “I’m So Glad” y “Hey Joe”.
Personal: Ritchie Blackmore, guitarra principal; Jon Lord, órgano y teclados; Rod Evans, voz; Ian Paice, batería; Nick Simper, bajo. Portada: sin referencias.
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Graffiti: «La imaginación no es un don, sino el objeto de conquista por excelencia«
Con Living the Blues sigue el boogie en el Canned Heat (con Dr. John como invitado). Es su tercer disco. Esta vez la “identidad” del estilo se desbordó en una mitad del álbum doble, la cual estuvo enteramente consagrada a una versión interminable de “Refried Boogie” en vivo, una especie de celebración pagana al dios del blues al estilo de Bob Hite.
No obstante, la gran revelación fue sobre todo el florecimiento de la personalidad de Alan Wilson en la armónica, que compone y canta (con voz frágil, aguda e irreal) “Going up the Country”, uno de los dos mejores títulos del grupo.
LIVING THE BLUES
CANNED HEAT
(Liberty)
“Going up the Country” es un himno ecologista que vuelve a aparecer, ya consagrado, en el soundtrack de la película Woodstock un año más tarde. Bob Hite, por su parte, como cantante titular, encarna al personaje vividor, burlón, sólido y lleno de espíritu que representa al grupo.
Personal: Bob Hite, voz; Alan Wilson, guitarra slide, voz y armónica; Henry Vestine, requinto; Larry Taylor, bajo; Adolfo de la Parra, batería. Dr. John reaparece como pianista y arreglista de los alientos; Jim Horne, flauta; Joe Sample, piano. Portada: sin referencias.
[VIDEO SUGERIDO: CANNED HEAT – ONE KIND FAVOR, YouTube (HAAKIE48)]
Bob Hite, “The Bear” (sobrenombre debido a su parecido físico y vocal con un oso grizzly), era uno de esos fanáticos del blues dedicados a la eterna búsqueda de álbumes antiguos, y su única ambición en la vida, como coleccionista, era la de poseer su propia tienda de discos.
Ganaba unos cuantos dólares como empleado en una, lo cual le permitió conocer a otro fanático del blues: un muchacho apasionado, tímido y barroso que desde hacía algún tiempo tocaba la guitarra, el cual se sentía solo e incomprendido en un mundo donde un purista del blues era obsoleto. Se llamaba Alan Wilson, apodado “Blind Owl”, el Búho Ciego, debido a su mirada vidriosa escondida detrás de unos gruesos cristales.
Poco tiempo después, en 1965, «El Oso» y «El Búho» fundaron en Los Ángeles, California, al grupo Canned Heat, “Calor Enlatado”. En el inicio fue un trío acústico, una jugband, con el baterista Frank Cook, Al Wilson en la guitarra y la armónica y Hite en los rugidos. Un año más tarde completaron al grupo el bajista Larry “The Mole” Taylor y el guitarrista Henri “Sunflower” Vestine (un ex Mothers of Invention), cuya colección de discos de blues era tan profusa como las de Hite y Wilson.
En Canned Heat, los músicos unieron sus conocimientos sobre la cultura musical negra para dar forma a un estilo que se extendió por los géneros ligados a la tradición del blues y se consagraron a perpetuarlo. Sus adaptaciones se revistieron de un carácter de plenitud único.
BOOGIE WITH CANNED HEAT
CANNED HEAT
(Liberty)
El primer disco oficial del grupo (Canned Heat, Liberty, aparecido en 1967) contiene un pequeño éxito que los da a conocer: una versión de “Rollin’ and Tumblin’” en la que la guitarra slide del Búho ya hace maravillas. Debido a ello Canned Heat forma parte, entonces, del célebre Festival Pop de Monterey, el primer gran festival de rock de la historia.
A través de él son descubiertos por el gran público. El grupo es bien aceptado por una generación de jóvenes a los que el blues les llega por primera vez de esta manera.
Luego de ello, en 1968, Adolfo “Fito” de la Parra, el baterista definitivo del grupo, reemplaza a Cook y con él en los tambores sale Boogie with Canned Heat, su primer gran logro artístico en el que la identidad “boogie” se revela claramente. En “On the Road Again”, un tema que se volvió clásico, aparece uno de los solos más sublimes de la armónica en la historia del rock. El Búho produjo una joya con esta pieza.
Era boogie, sí, pero un boogie de una refinada delicadeza, al igual que “An Owl Song”, contrapartes de la pesadez en la guitarra de Henri Vestine y del espíritu grueso y cervecero del Oso, en las otras canciones.
Personal: Bob Hite, voz; Alan Wilson, guitarra slide, armónica y voz; Henry Vestine, requinto; Larry Taylor, bajo; Adolfo de la Parra, batería. Dr. John en los arreglos de viento y piano. Portada: sin referencias.
[VIDEO SUGERIDO: Canned Heat – On The Road Again, YouTube (Beat-Club)]
Graffiti: “De ahora en adelante, sólo habrá dos clases de hombres: los borregos y los revolucionarios”
El segundo disco de la agrupación Blood, Sweat & Tears fue extremadamente exitoso y no menos emocionante, a pesar de los cambios sustanciales en la formación (salieron Kooper, los Brecker y Weiss, entre otros, en beneficio del cantante canadiense David Clayton-Thomas, los trompetistas Lew Soloff y Chuck Winfield y el trombonista Jerry Hyman).
El LP llevaba la siguiente nota: «El renacimiento, la regeneración y el triunfo. Los ricos tejidos musicales de BS&T lo dejarán pasmado. Este disco representa un regocijo en visión y diseño, la experiencia más fresca de su tipo». Una declaración atrevida y arrogante, pero real.
BLOOD, SWEAT & TEARS
BLOOD, SWEAT & TEARS
(Columbia)
El álbum contiene momentos memorables y muy bien vendidos (como singles): «And When I Die», «Spinning Wheel» y «You’ve Made Me So Very Happy», sin dejar de mencionar su versión de “God Bless the Child” de Billie Holiday.
Lo más destacado, por supuesto, es un arreglo progresivo de «Trois Gymnopédies» del influyente compositor francés Erik Satie, quien utilizó elementos jazzísticos en sus revolucionarias obras y ayudó a cambiar, para bien, la música «clásica moderna». Blood, Sweat & Tears se mostraron más que adelantados a su época al rendirle este homenaje dentro de la fraternidad del rock.
Personal: David Clayton Thomas, voz; Lew Soloff, trompeta y flugelhorn; Bobby Colomby, batería, percusuiones y coros; Jim Fielder, bajo; Dick Halligan, órgano, piano, flauta, trombón y coros; Steve Katz, guitarra, armónica y voz; Fred Lipsius, sax alto y piano; Chuck Winfield, trompeta y Flugelhorn; Jerry Hyman, trombón. Portada: Foto de Harrie George y diseño de John Berg.
En un resquicio temporal del año llegaba a su fin una propuesta musical distinta, original, bien construida entre las paredes de la reputada máquina creadora de hits llamada Brill Building y dentro de la fresquísima cultura pop: The Monkees.
Propuesta surgida del mainstream que se haría de un lugar, a base de calidad compositiva, entre todos los gigantes que nacían en la escena rockera. La historia de este grupo es más que sabida. Un proyecto ideado para enfrentar a los Beatles (con el ejemplo del filme A Hard Day’s Night de Richard Lester) y que la industria estadounidense apoyó con la mejor arma con que contaba: la televisión.
La leyenda dice que no tocaban los instrumentos. La realidad es que a la larga sí lo hicieron. Hoy, cuando se habla sobre ellos se hace como si fuera tan sólo un grupo prefabricado o para derramar nostalgia sobre tiempos idos.
Esto implica tratarlo sin la importancia que merece, no reconocerle la trascendencia cultural que tuvo como parte de la historia del género, de un cancionero memorable, de los medios y del pop como movimiento estético. Los Monkees fueron el mejor producto de la ficción de la época.
THE BIRDS, THE BEES & THE MONKEES
THE MONKEES
(Colgems/RCA)
Al tener como punto de referencia las canciones que lograron el primer lugar en las listas de popularidad –una tras otra– durante los años que estuvieron activos (de 1966 a 1968), se debe hablar también del contexto en el que fueron creados otros temas y los discos siguientes al finalizar la serie televisiva de la que fueron protagonistas, ya sin el apoyo mediático, mostrando el sonido que las hizo características tanto en lo lírico como en lo musical. Para ello contaron con sus propias composiciones mayormente, escogido grupo orquestal y arreglistas.
Este álbum, publicado en abril del 68, fue su quinto disco y consiguió entrar en las listas de éxitos. Cuenta con tracks como: «Valleri», la célebre «Daydream Believer» y la formidable «Tapioca Tundra» firmada por Nesmith. Peter Tork, a su vez, llamó a colaborar a su amigo Stephen Stills para la pieza “Lady’s Baby”.
En resumen, la buena cosecha de canciones del grupo hasta este disco representó un impacto potente y directo sobre el sonido sesentero en su continuo flujo de géneros.
Personal: Mike Nesmith, voz, guitarra y piano; Mickey Dolenz, voz y batería; David Jones, voz; y Peter Tork, voz, guitarra, bajo y piano. Portada: Diseño de Allan Wolsky and Friends con fotos de memorabilia 1940-1960.
John Mayall llegó a Los Ángeles en ese mismo 1968 y fue arropado inmediatamente por la amistad y el afecto de músicos de la localidad de Laurel, principalmente por los miembros del Canned Heat, baluartes del blues-boogie.
El cambio de aires, las sensaciones derivadas del contacto con la naturaleza en la que quiso integrarse, el tiempo para reflexionar, la revisitación de los standards primigenios del blues acompañado por músicos residentes, además de la cercanía de amigos, seguidores y groupies en aquella zona californiana, constituyeron la inspiración que dio por resultado este disco.
Blues from Laurel Canyon, un muy destacado producto artístico de su nuevo status como solista. Hay temas dedicados a todos aquellos que lo acompañaron en esos momentos, en especial a Frank Zappa (“2401”), a Catherine James (“Miss James”) y a Bob Hite (“Bear”).
BLUES FROM LAUREL CANYON
JOHN MAYALL
(Decca)
Con renovada energía Mayall volvió a entrar al estudio, a su regreso a Londres y a sus diversos tratamientos musicales les agregó un puñado de técnicas experimentales de grabación, como los ruidos ambientales, la disolvencia de un tema en el siguiente o el corte abrupto.
No hubo división entre los surcos en el LP original e incluso, en el último tema “Fly Tomorrow” (adornado con la tabla), el órgano quedó trenzado en un largo solo de guitarra que venía de lejos.
Otro enorme álbum con el sello del maestro bluesero, que volvió a llamar a Taylor a la guitarra. Luego Mayall regresó a aquel terruño angelino un año después para quedarse en él durante una década.
Personal: John Mayall, guitarra, armónica, teclados y voz; Mick Taylor, guitarra principal y steel; Colin Allen, batería, tabla; Steve Thompson, bajo. Portada: Propia foto a cargo de John Mayall. Diseño, Jan Persson.
[VIDEO SUGERIDO: John Mayall – Medicine Man – Blues from Laurel Canyon -1968, YouTube (MaryJaneLouiseBowers)]
El espíritu revolucionario de aquel lapso de tiempo aspiraba a la permuta en todos los órdenes de la vida, y en cada aspecto resultaba fundamental encontrar idearios, conceptos que respaldaran en teoría las realizaciones concretas de cada campo. Lo que estaba claro era que la actitud tenía que ser de conceptos totales. La música lo hizo desde sus raíces. La de John Mayall fue un semillero conceptual.
BARE WIRES
JOHN MAYALL’S BLUESBREAKERS
(Decca)
El de este músico es uno de los enormes árboles que componen el tupido bosque del rock. Tras seis discos grabados y más de una década ejerciendo de maestro, el guitarrista se había convertido en uno de los pilares del British Blues, corriente que impactó la escena por sus aportaciones novedosas para enriquecer al género.
Muchas agrupaciones se servían de diversas maneras de la existencia de su banda, incluso como agencia para encontrar al elemento adecuado y cuadrar la formación en ciernes. Eric Clapton y Jack Bruce (Cream); Peter Green, John McVie y Mick Fleetwood (Fleetwood Mac), así como Andy Fraser (Free), son sólo algunos ejemplos del talento que emergió tras el liderazgo de Mayall.
Sin embargo, los Bluesbreakers habían llegado al fin como tales y John quiso cerrar el cofre de tal tesoro con el último álbum: Bare Wires. Lo hizo con sorpresas. Entre otras, con una larga suite de más de veinte minutos que abre y le da nombre al disco, en la cual John junto a sus músicos recrea algunos momentos biográficos sofisticando de rock su aventura con el viejo blues.
Ahora con elementos psicodélicos, instrumentales y con la presentación de un nuevo guitarrista: Mick Taylor, a quien Mayall le brinda todo el espacio necesario para desplegar sus finas habilidades, incluso en la composición (la pieza instrumental “Hartley Quits” es su examen de maestría, mientras que el doctorado lo obtendría a la postre con los Rolling Stones). Mayall, pues, le echó candado al proyecto y se fue de vacaciones a California en busca de otros horizontes y retos.
Personal: John Mayall, voz, armónica, piano, hapsicordio, órgano, armonio y guitarra; Mick Taylor, guitarra principal y hawaiana; Chris Mercer, saxofón tenor y barítono, Dick Hekstall-Smith, sax tenor y soprano; John Hiseman, batería y percusión; Henry Lowther, corneta y violín, y Tony Reeves, bajo y contrabajo. Portada: foto y diseño de Peter Smith.
[VIDEO SUGERIDO: John Mayall w. Mick Taylor 1968, YouTube (JR Ellison)]
Graffiti: “No le pongas parches, la estructura está podrida”
Para llegar a los logros que podemos contar hoy en día, pocos o muchos, hubo que pasar por muchos 68, revelándose contra el sistema o contra la autoridad arbitraria, reclamando, siempre reclamando el derecho a la vida en toda su plenitud, a la libertad esencial.
Todos los instantes de aquel año, desde el comienzo, hablaron de cambios y lo hicieron en un giro continuo acompañados desde cerca por la espiral evolutiva de la música popular. Y ésta, con su enfoque artístico autónomo y determinado, se significó como pensamiento comunitario frente a diversas filosofías de gobierno: igualmente capitalismo puritano que realismo socialista: ambos oprimían lo mismo al suelto que al encerrado.
Al ubicarse contra las políticas estatales, tal música –con valores intrínsecos de historia, contexto y calidad interpretativa y de composición— se alejó de las consecuencias predecibles: ortodoxia y conservadurismo, los cuales siempre han tendido a atraerse el común denominador más bajo del gusto musical.
En el terreno del country fue Johnny Cash el que marcó las diferencias en dicha época. Y lo hizo gracias a un disco inaudito, revelador y en las antípodas de lo “políticamente correcto”. Cash estaba pasando por su enésimo infierno existencial –enredado en un divorcio conflictivo, atrapado en sus adicciones y con una carrera estancada en lo comercial (como el género mismo), pero denso y coherente con su filosofía vital reflejada en las canciones— cuando decidió que quería presentarse en una prisión a dar un concierto; es más, no sólo eso: también grabarlo.
AT FOLSOM PRISON
JOHNNY CASH
(Columbia Records)
Esto sucedió el 13 de enero de 1968 y contra la postura de la propia compañía discográfica con la que tenía contrato. Cash, surgido de un extracto social pobre y conocedor de las carencias, los deseos, las frustraciones y los resentimientos de dicho ámbito, del que surgieron muchos personajes de sus canciones, siempre se sintió cercano a todos aquellos que caminaban por el lado oscuro del American way of life y a sus historias; a los forajidos que deambulaban fuera de la ley o habían sido atrapados.
A ellos les había cantado en sus temas discográficos y también en algunas ocasiones dentro de los muros penitenciarios en años anteriores, sin cobrar por ello (en Huntsville, Texas; San Quintín y Folsom, California). Ahora quería juntar ambas cosas. Así que preguntó a varios penales si podían organizar la sesión. El de Folsom (California) fue el que contestó primero.
Ahí llevó a cabo dos presentaciones el mismo día para a la postre seleccionar el material que compondría el LP. El resultado de aquellos conciertos erigió At Folsom Prison, su título, en uno de los más cautivadores discos realizados en vivo de la historia de la música: un Johnny Cash más rey del country patibulario que nunca. Crudo, sin retoques y absolutamente conectado con el público.
Los prisioneros sintieron que aquel tipo, respaldado por sus músicos, les contaba historias (sin juicios morales ni victimismos) con las que se identificaban; con un tono que sabía dar voz a los sentimientos que habían experimentado en algún momento de sus vidas carcelarias: dureza y agresividad (“Cocaine Blues”), soledad y desesperación (“The Wall”), humor negro (“25 Minutes to Go”, cuenta regresiva de una ejecución) o nostalgia (“Green, Green Grass of Home”).
El de Folsom fue un público perceptivo que se retroalimentó con “El Hombre de Negro”, desde su sencillo saludo: “Hello, I’m Johnny Cash” hasta el anuncio de la interpretación de un tema escrito por uno de ellos mismos: “Greystone Chapel”. Una vez puesto en circulación, el álbum (con sus 16 temas originales) le proporcionó a Cash el come-back que necesitaba e incrementó el compromiso que tenía en la lucha por las reformas del sistema penitenciario estadounidense, la cual lo llevó hasta encararse con el propio presidente Richard Nixon.
Personal: Johnny Cash, voz, guitarra y armónica; June Carter, voz; Carl Perkins, guitarra eléctrica; Marshal Grant, bajo; W. S. Holland, batería; The Statler Brothers, coros.Portada: Foto de Jim Marshall.
(VIDEO SUGERIDO: Cocaine Blues (Live At Folsom Prison), YouTube (PowhatanNDNZ12)
Graffiti: «Es necesario llevar encima un caos para poner en el mundo una estrella a danzar«