Al escuchar las músicas de nuestro quehacer contemporáneo se recuerda que hubo una época, la moderna, en que había que explicar las diferencias entre los seres humanos. Los continentes, los países y los individuos, se conmocionaban unos a otros. Todo era tan extraño como exótico entre sí y había que mostrarlo para cerrar filas frente a ello. Crecieron nacionalismos y chovinismos, para mal. Actualmente, se está desarrollando una nueva capacidad: sorprendernos ante las similitudes o las influencias retrospectivas.
Las diferencias que se solían experimentar, aquel viejo sentido de la extrañeza, están siendo reemplazadas, lenta pero inexorablemente, desde hace unas cuantas décadas por el más profundo de pertenecer a una misma raíz común. Así es como con el hipermodernismo nos identificamos unos con otros. Es un impulso hacia la unión global.
Hoy en día ya no es raro que los músicos, sobre todo los que practican el rock y sus subgéneros, de distintos continentes, épocas, estilos, tendencias o corrientes, se sienten y evoquen un sentido de rizoma planetario, sin tiempo ni espacio, a través de su música, con el objetivo de conformar un lenguaje del tercer milenio, en el que las influencias se den de atrás para adelante y viceversa.
El término «Rizoma» proviene de la biología y ahí se define como un tallo subterráneo con varios órganos (o yemas) que crecen de forma horizontal produciendo raíces y brotes de hojas de sus nudos, los cuales cumplen la función de conservar los nutrientes. Los rizomas crecen indefinidamente. En el curso de los años las partes más viejas dan lugar a nuevos brotes, de ese modo pueden cubrir grandes áreas de terreno.
Al transplantar ese término a la música, en el caso específico del rock, éste sería el tronco del que derivarían los rizomas que conservarían sus nutrientes, enriquecidos del o los terrenos que se hayan ido ganando con el paso del tiempo.
Ese es el concepto con el cual incorporé la categoría con tal nombre al blog Con los audífonos puestos, que se ha nutrido de todo aquello que ha influido de alguna manera al rock. El contenido de los volúmenes Rizoma (I) y (II) ha sido publicado de manera seriada en dicho blog.
Hace poco tuve la oportunidad de asistir en Bruselas, Bélgica, a un ciclo llamado “Tango Nuevo”, donde se presentaron nuevas manifestaciones al respecto de este género musical.
Todas y cada una de ellas han enriquecido sus interpretaciones con los ingredientes electrónicos actuales, y el resultado es por demás extraordinario y de una contemporaneidad resplandeciente. Los exponentes son tanto argentinos como europeos de las más diversas latitudes y cada grupo destaca por los ambientes y atmósferas que crea.
Entre tales expresiones, hay varias sobresalientes y su trascendencia ya ha empezado a ser anotada: Tango Crash (músico oriundo con academia europea), Tanghetto (Argentina), Tango Orkestret (Dinamarca), Electrocutango (Noruega), Piazzolla Remixed (reunión de varios intérpretes internacionales, de Koop a 4Hero), Otros Aires (España-Argentina) y el connotado Gotan Project (de Francia), entre otros.
Son auténticos representantes de las bondades del world beat y de la globalización musical. Ponen al tango en el siglo XXI y de paso le dan proyección hacia el porvenir, con nuevas revisitaciones y argumentos artísticos.
Fueron conciertos muy emocionantes, experiencias sensibles con sonidos axiales y envolventes. Habrá que señalar también que, con mucho sentido del estilo y la clase, estos creadores inscriben su nombre en la vanguardia.
El tango es una música a la que con frecuencia se ha tachado justamente de desgastada y sosa, debido a algunos intérpretes que parecen detenidos en el tiempo y puristas reaccionarios que los justifican.
Sin embargo, con el arte del sampleo y el remix estos proyectos buscan hacerle los honores a la grandeza del género y su forma de realizarlo no tiene nada qué ver con el saqueo sonoro que vociferan los antropólogos conservadores.
Y es verdad, gracias al trabajo especial de producción (con el bandoneón entrándole al dub) y varios cóvers particulares, desde Astor Piazzolla hasta Frank Zappa, los grupos se recomiendan solos.
Allá en los albores esteparios, bajo la fría mirada de los cantantes de milongas en las que no había segunda sin primera, el tango comenzó como una orgiástica diablura; hoy, a la postre, es una manera de caminar en la música.
Astor Piazzolla tuvo definitivamente que ver con ello. A través de los diversos medios utilizados por este artista —instrumentos, estructuras, técnicas— se vio un nuevo acontecer en dicha música que otorgó su impronta a la expresión, y condicionó la intuición creadora de muchos instrumentistas subsiguientes.
Piazzolla aportó al tango influencias tan diversas como el jazz, el clasicismo contemporáneo y la ópera italiana, elementos que destiló para crear el “nuevo tango”. Mientras el género seguía durmiendo bajo las condiciones de los conservadores, la música de este compositor entonaba una canción más urgente y radical.
Sus temas no siempre resultaron complacientes, desafiaban, despertaban pasiones, comunicaban el “duende”: ese espíritu de la inspiración sobre el cual habló tan persuasivamente Federico García Lorca, y por igual presagiaban peligro a la cultura institucional, que en el caso de Piazzolla no era sólo de carácter figurado.
VIDEO: Gotan Project – Last Tango In Paris (La Revancha del Tango Live), YouTube (ChillgrooveR)
La vida de Astor se vio amenazada literalmente por los adalides de lo inamovible y su música denostada por personas cuya ortodoxia fue turbada por esta innovación rampante. No soportaban su falta de respeto intencional hacia las convenciones.
No obstante, con el tiempo Piazzolla fue reconocido como inspirador del tango, una influencia tan fuerte en la música como la de su compatriota Jorge Luis Borges en la literatura. Ésa es la medida de la grandeza de un transformador como él.
El bandoneón —personaje medular de toda esta historia— es un instrumento que nació en una iglesia de Alemania, de donde pasó a los prostíbulos de Argentina. Estos sitios fueron la cuna del tango, que de ahí se difundió a las salas de concierto del mundo.
La ironía es tan incisiva como una navaja. Los puristas de la cultura institucional no pueden ocultar tales orígenes históricos, sería como intentar tapar el sol con un dedo. Aunque no dejan de intentarlo.
Los nuevos grupos, ya mencionados, son herederos de tal influencia musical. Pero también tienen la consigna de agrandar su monto, de enriquecerlo. Y para ello se necesita también quitarle el polvo del tiempo al mismísimo Piazzolla. Darle sus visitaditas y ver qué ropa nueva necesita.
Renovarse o morir, sentencia un dicho por todos conocido. Eso es lo que hacen ahora desde Europa con el tango. Este trabajo es también, de manera inherente, un modesto homenaje a Piazzolla, por amor a su música, a su genio, a todo lo que fue y sigue siendo. Nunca tocaron con él. Nunca estudiaron con él, pero sin duda ha sido su mejor maestro.
En la obra de los contemporáneos lo que sobra es espíritu. Todos los integrantes proporcionan el marco propicio para que las composiciones, los arreglos y la dirección musical continúen en el camino marcado por la evolución.
Los proyectos, instalados dentro del lounge, marchan en el sendero de la búsqueda de nuevos rumbos para el tango. Se beneficia, por una parte, del legado ofrecido por Piazzolla, así como de un rico filón que sacó a la superficie el Gato Barbieri con su acercamiento al free jazz, pero a éstos le adicionan su capacidad creadora para inventar estructuras (sampleos, remixes, folktrónica) y combinar timbres y recursos acústicos y electrónicos, con todas las herramientas que el presente les proporciona para lanzar su propia experiencia tanguera, que la tienen y mucha.
El sonido que ha surgido de su búsqueda demuestra que se puede actuar a favor de las manifestaciones de una música de raíces populares, particulares o ajenas, al expresarla con voces nuevas, convincentes y en pleno uso de las facultades tecnológicas de su tiempo.
Tal sonido pertenece –parafraseando al mismísimo Borges— a esa especie venturosa de la música que tiene, aunque humilde, su lugar en el universo.
VIDEO: Tanghetto – Sweet Dreams (are made of this), YouTube (Asta Ju)
El verano pasado, entre vacaciones y trabajo, lo pasé en Estonia, en Tallín su capital y en algunas otras localidades portuarias del mismo país báltico (Haapsalu, Kärdla y Pärnu). En Tallín, durante una caminata por las calles peatonales del centro de la ciudad, plagada de turistas nórdicos principalmente, me detuve en la terraza de un restaurante para tomarme una cerveza Saku.
Mientras leía un poco de la historia del país en el que tendría que estar un par de meses, repasé la cantidad de invasiones y diversas culturas que han participado en su formación que se remonta al inicio del siglo XI a de C., desde grupos y pueblos prehistóricos, pasando por el nazismo, hasta su independencia de los soviéticos en la última década del siglo XX. Toda clase de religiones paganas y cristianas han permeado su cultura, lo mismo que el comunismo, todo lo cual es manifiesto en su arquitectura, pero no solamente.
Estaba en esas cuestiones, cuando un tipo joven, vestido de negro y con una camiseta de llamativa imagen impresa se paró junto a mí y me preguntó si quería comprar uno de los discos que vendía. “Mi grupo y yo estamos difundiendo la trascendencia espiritual de nuestra mitología con la música para iluminar al mundo”, me dijo. Podía ser interesante, así que lo invité a sentarse y a tomarse algo. Lo hizo. Le pidió al mesero un té de eucalipto.
Antes de que me soltara su discurso le dije que tenía que resolverme primero cuatro preguntas: ¿qué? ¿quiénes? ¿cuándo? y ¿cómo? y después hablar de lo que quisiera y, además, le pregunté si podía grabar lo que dijera. Me afirmó con la cabeza y empezamos.
“Somos un grupo de rock independiente –subrayó–. Nos llamamos Illumenium. Es un nombre que surgió de la conjunción de las palabras “Illuminati” y “Millenium”, una inspiración surgida en un momento secreto del universo. Somos los iluminadores del milenio, con un nuevo mensaje. Llevamos lo inexplicable a los no iniciados (esos que sufren la incertidumbre por lo desconocido –me dijo–). Nuestra música es una amalgama de diversas corrientes del rock: hard, metal, punk y post-grunge, unida a lo esotérico
“Al grupo lo formamos seis músicos, pero en realidad hay más integrantes en la Orden, los que producen, los que diseñan y los que enseñan las prácticas espirituales y filosóficas y los que descubren los poderes latentes en el ser humano: Kari Kärner en la voz, Andre Kaldas, en los gritos y gruñidos, Grigori Rõžuk en la guitarra, Kevin Presmann en la batería, Alo Puusepp en el bajo y Artjom Jevstafjev en los demás instrumentos –no aclaró cuáles–.
“La mayoría procedemos de una banda anterior, Defrage, que se fundó en Pärnu en el 2007. Tocábamos básicamente heavy metal. Grabamos un par de EP’s y otros tantos álbumes. Pero uno de nuestros integrantes murió, así, de repente. Pasamos un tiempo de desconcierto, hasta que supimos que practicaba las artes oscuras, por lo que acudimos a un chamán de nuestra ciudad para saber por qué había sucedido aquel fallecimiento.
“Él nos explicó el incidente (cosa que no te puedo decir –afirmó–), pero además con adivinación nos reveló nuestra misión y destino y entonces decidimos cambiar de nombre. Algunos se fueron –no creían ser capaces del cambio– y otros llegaron –para ayudar–. La concepción musical ya no sería la misma, aunque conserváramos parte del material anterior. Agregaríamos géneros y modos distintos. Así surgió Illumenium, en el 2014, en octubre, el mes mágico.
“Procedemos de una milenaria cultura que vivió en Pulli hace 11 mil años, en el momento en que todos los dioses vigentes se reunieron ahí para construir la ciudad más grandiosa y al mejor hombre. Sin embargo, habían dejado de convocar al creador del Mal, que se presentó con sus pájaros de fuego cuando todo aquello estaba en su esplendor. La única manera de evitar la destrucción fue cubrirlo todo con agua y así tal esplendor quedó sumergido en las profundidades del mar.
“Algunos escogidos fueron enviados a divulgar el conocimiento por toda la Tierra. Nuestro clan permaneció cerca del sitio original en un lugar llamado Sinti y desde entonces nos hemos dedicado a hacerlo con la música a través de las épocas. En ésta –inicio de un nuevo ciclo cósmico— lo hacemos como Illumenium.
“Al principio te dije que somos un grupo independiente. Eso quiere decir que no tenemos patrocinadores, no tenemos contrato con ninguna compañía discográfica y todo el trabajo lo hacemos los miembros, desde la concepción de la música hasta la distribución de los discos que llevamos a cabo de esta manera, acercándonos a la gente y ofreciéndolos por lo que nos quieran dar por ellos. Así sufragamos la gira ininterrumpida en la que estamos inmersos desde el 2015 y con lo ganado por los conciertos que damos reunimos el dinero para la siguiente producción. Hemos publicado dos álbumes, Towards Endless 8 y Gehenna [aquí me anunció que el siguiente sería Underdogs, con otro sonido llamado Hop Hip y aparecería próximamente]. Esa es nuestra historia hasta ahora”.
Le compré los dos discos por el mismo precio que hubiera pagado en una tienda por ellos. No tenía ni idea de cómo sonaran, solo la vaguedad del heavy metal y algunas asociaciones semejantes, pero tenía curiosidad por escucharlos y mi romanticismo quiso colaborar con su espíritu pagano y alternativo, sus legados punk y con su imaginería, un aglomerado de leyendas, regadas con un discurso de vocabulario cuidado y selectivo, que evidenciaba lecturas y conocimientos varios. Ahora sé que en Estonia la historia del rock con lo oculto tiene una secta más, nada clandestina y que, al menos, no busca acabar con el mundo, sino hacer emerger el suyo.
VIDEO SUGERIDO: ILLUMENIUM – MY CHILDREN, YouTube (ILLUMENIUM MUSIC)
Frente a la importante apertura que ha desarrollado la República Popular de China en los últimos años en ámbitos como el económico, científico y tecnológico, las expresiones artísticas no podían quedar atrás y la música experimental y techno, ha sido una de las que mayor cabida ha encontrado en esta sociedad, ávida de relacionarse con el resto del mundo y de dar a conocer cómo se vive y piensa ahí tras su encuentro con Internet.
Son muchos los músicos que desde hace dos décadas tan sólo han incursionado en este tipo de formato (un campo joven aún con mucha escuela y mayor potencial) que permite posibilidades de expansión muy diversas.
El prestigiado sello discográfico Subrosa, de Bélgica, frente a la relevancia que poseen en la actualidad las exploraciones sonoras en constante movimiento alrededor del mundo, ha seleccionado a un grupo de artistas chinos, desconocidos dentro del ámbito internacional, que se constituyen en los representantes más arriesgados, underground, de la escena techno, noise, ambient y experimental de la última década China. Tendencias forjadas en las principales ciudades de aquel país y en Hong Kong, Taiwán, Singapur y Malasia.
Para quien ha comisariado la Anthology of Chinese Experimental Music — Li Chin Sung (alias Dickson Dee), acompañado en el proyecto por los ensayos de Andreas Engström, Zbigniew Karkowski y Yan Jun, reunidos en: The Sound of the Underground. An Overview of Experimental and Non-Academic Miusic in China–, ha sido posible organizar tan epopéyica exposición pensando específicamente en las particularidades de la época que abarca el periodo entre los años 1992-2008.
Esto, aunado a las diferencias que ofrecen las propuestas artísticas de todos los creadores seleccionados, le ha ayudado a estructurar una muestra de varios apartados (en cuatro CD’s, con 48 piezas) que pretenden facilitar el acercamiento a tal música de un país aún misterioso para el resto del planeta.
Li Chin Sung (nacido en Hong Kong en 1969), es poseedor de una amplia gama de estilos que van del noise industrial al avant-garde, así como de conocimientos acerca de la música contemporánea china.
VIDEO: Experimental China Music 1 of 4, YouTube (seechannel)
Li ha desarrollado una carrera tanto comisarial como de DJ, productor, compositor y artista del sonido, que lo mantiene entre los máximos conocedores actuales de la cultura oriental en el Occidente (durante una década se encargó de presentar shows en vivo en aquel territorio para luego irse a trabajar a Europa (en clubes, estudios, auditorios y sellos discográficos experimentales de Berlín, Polonia y Viena), y la prueba clara de ello se encuentra en la antología ya mencionada.
Dadas las características propias de cada uno de los trabajos que presenta, como escucha curioso me he propuesto (en gran medida guiado por los títulos de las piezas), ubicar la obra de estos creadores en apartados muy claros para contextualizar sus objetivos estéticos. Están, por ejemplo, los músicos interesados la relación del hombre y su entorno; otorgando especial atención al concepto urbano: el mismo Li Chin Sung, Zan Lu y Ang Song Ming, entre ellos.
En un segundo espacio he enlistado a los que se lanzan a la sonoridad Sci-Fi, donde dan rienda suelta a su imaginería utópica y distópica o a la “narración” fantástica, muy relacionada con el noise progresivo occidental. Es lamentable que aún no existan los videos que plasmen en imágenes sus propuestas, ya que varias de ellas plantean con gran originalidad experimentos netamente cinemáticos: Me:Mo, Nara y Dennis Mong, son sus representantes.
En un tercer apartado, los músicos experimentales chinos ofrecen temas que exploran diversas miradas en torno a sus circunstancias de plena actualidad. Son auténticos testigos de una realidad que apenas se asoma con sus visicitudes y contradicciones, pero conscientes de que el futuro y el liderazgo del mundo (con sus pros y sus contras, luces y oscuridades) los aguarda a la vuelta de la esquina: Sun Dawei, Ying Fan, Tats-Lau, sonorizan tal testimonio.
AnAnthology of Chinese Experimental Music presenta un valioso acercamiento a la producción artístico-musical joven de este país, ofreciendo la gran oportunidad de conocer a sus creadores en Occidente.
En su obra hay el eco de la esperanza en mayores desarrollos estéticos, con visiones novedosas, que marquen las diferencias con lo que se escucha fuera de ahí. La persistencia de los experimentadores chinos, tanto como su sobrevivencia en un ámbito hostil, es una prueba de que, más allá de países y comités, de gobiernos y sistemas políticos, al mundo lo mueve el interés por el otro, aunque les pese a los nacionalismos ortodoxos.
China será centro indiscutible del universo en la primera mitad del siglo XXI. El futuro cabalgará portando en la mano, como lanza, la aguja de la acupuntura, y los quijotes musicales realizarán con ella sus hazañas en cabalgaduras sonoras inéditas, en un lugar de la Manchuria de cuyo nombre querremos acordarnos.
VIDEO SUGERIDO: Experimental China Music 2 of 4, YouTube (seechannel)
El comienzo de los años ochenta se caracterizó musicalmente por su similitud con el inicio de las décadas anteriores: la tibieza, la contracción, el conservadurismo. El punk de fines de los setenta estalló en mil tendencias, la mayor parte de las cuales siguió un desarrollo ambivalente o de efectos retardados que sólo años o décadas después encontrarían su razón de ser.
Como por ejemplo el ambiguo estilo New wave que en el albor de los ochenta retomó muchas de las características del punk, pero con el paso del tiempo fue adquiriendo su propia personalidad hasta identificarse plenamente en el siguiente siglo.
Pero de aquella primera época (de sintetizadores, experimentación electrónica, artística e intelectual sólo los Talking Heads, obviamente David Byrne), Chrissie Hynde y Elvis Costello impusieron al mundo sus talentos, el resto fue desapareciendo en el camino (Police, Cars, Pere Ubu, B 52’s, Jonathan Richman, Devo, X, et al).
En lo general, los primeros años ochenta igualmente resintieron la baja económica mundial, la recesión impuesta por los mercados. Al mismo tiempo, los juegos de video arrancaron su carrera de embrutecimiento (hoy en gran boga) y la música –me refiero al rock– pasó a un plano secundario por diversas circunstancias contextuales.
El pop más artificioso permeó el ambiente. Se convirtió en una fábrica de “éxitos” en fuga provocando con ello el regreso de la tiranía del hit para los artistas auténticos. Los álbumes fueron reconsiderados como meras colecciones de sencillos.
En otro ámbito, y pese al comercialismo que caracterizó la década, la música aún luchaba y reunía fuerzas para combatir el puritanismo y también para ayudar a restablecer una semblanza de conciencia social en medio de las directrices mundiales (neoliberales) impuestas por Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
Bob Geldof, el líder de la banda irlandesa Boomtown Rats, apareció para llamar la atención sobre la hambruna africana y organizó la Band Aid y el concierto Live Aid (que en lo musical también marcó un parteaguas estilístico: de la New wave y el New romantic al synth pop y al uso del sintetizador en detrimento de la guitarra).
Digamos que esta historia estilística comenzó a fines de los setenta, en Sheffield, Inglaterra, cuando el uso de los teclados electrónicos comenzaba a dar sus primeros pasos en aquellos lares, tras escuchar las sonoridades provenientes de la excéntrica Alemania y las posibilidades que ofrecía.
Los grupos se regodeaban en los sintetizadores y en los efectos electrónicos. Su estilo resultaba frío; y su personalidad, estéril y carente de alma. Los fans de tales teclados decidieron entonces disolver aquello y crear otro camino, con un nuevo curso musical.
Los tiempos estaban cambiando y tal como en una de las leyes de la física en lo social sucedía lo mismo, como siempre: a toda acción correspondía una reacción. Había un cambio notable que se podía percibir en el Reino Unido a principios de los ochenta. Los años de gobierno de Margaret Thatcher, la crisis en la que hundió a los más desprotegidos económica y políticamente.
Esa generación de jóvenes eran hijos de padres que habían vivido la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas de austeridad extrema, ahora ellos tenían que lidiar con un hundimiento posterior. Nacieron poco después de que terminara el racionamiento, y era un mundo igual de austero. Todos compartían la ausencia crónica de dinero. Eso afectaba a todo el mundo.
Estaban metidos en la misma batalla existencial que sus inmediatos antecesores, los punks, pero con un signo diametralmente distinto: No renunciaban al futuro y querían vestir mejor al presente, literalmente; conseguir una mejor calidad de vida y buscar el desquite con el hedonismo. Llegó la obsesión por la ropa y el amor por el baile.
Así, en 1980, a través de una homogénea mezcla de soul, funk, reggae y pop, otra estética irrumpió en la escena musical en la búsqueda de una nueva intimidad.
A dicha intimidad se le conoció musicalmente como New Romantic. Era una corriente que había nacido del cruce entre las hechuras del punk y de la New wave y precedían al inmediato synth pop. Heredaban cosas de los primeros (sus instrumentaciones y voluntades) pero agregaron su estética particular al tercero.
Representaban un momento y una transición, desde el blanco y negro de los setenta al color de los ochenta. Jóvenes de barrio con eclécticas referencias musicales que en plena era pospunk que buscaban un sonido “positivo”. Se formaron y crecieron entre la fauna de los clubes nocturnos del West End londinense, cuya filosofía abrazaron para encarnar un pop dominado por lo visual.
Los rostros maquillados, los elaborados peinados, las camisas, pañuelos y casacas de inspiración victoriana o el lamé dorado, cobraron tanto protagonismo como esos temas dominados por la semi electrónica que fueron los reyes de las pistas de baile en Londres.
VIDEO SUGERIDO: ABC – Tears Are Not Enough 1981, YouTube (memorylane1980s)
Enarbolando la bandera de nuevos románticos sus seguidores se convirtieron en un fenómeno entre la música, la moda y la cultura juvenil. Sus bandas: Duran Duran, Culture Club, Japan, The Human League, Spandau Ballet, Culture Club, Ultravox, The Thompson Twins, Orchestral Manouvers in the Dark, Adam and The Ants, A Flock of Seaguls, Classix Noveaux, Soft Cell, Spandau Ballet y ABC, entre otras.
La sensibilidad de éstas se opuso al pesimismo del punk, con lánguidos metales que armonizaban con cuerdas y sintetizadores. Esta maquinaria de soul blanco proporcionó una música limpia y pulida que encontró campo de cultivo en los clubes de nombre Billy’s o Blitz.
Sus trajes bien cortados, aspecto aseado, serio y un poco de glamour (proveniente de Bowie) ayudaron a lograr una imagen propia: erotismo frígido, voz distante, concepción perfecta de los arreglos y un ritmo penetrante.
Sin embargo, los tiempos volvían a cambiar y el New Romantic y su fugacidad daba paso a una nueva corriente, ésta sí definitivamente entregada a los sintetizadores. Los grupos representantes del movimiento resintieron un bajón de popularidad que finalmente se difuminaría hacia la mitad de la década, con el Live Aid como parteaguas cultural.
Tiempo después dicha corriente volvió como venerable nostalgia y autotributo, y las bandas de aquellos aires se dedican hoy a presentarse por el mundo mostrando su parque temático a los melancólicos enamorados de los lejanos primeros años ochenta.
VIDEO SUGERIDO: Japan – Quiet Life, YouTube (JapanVEVO)
En Grecia, el rock arrancó en la primera mitad de los años sesenta del siglo XX y poseyó un radicalismo esencial, dadas las condiciones políticas en las que vivía el país en aquella época. (por lo que Zeus estuvo en contra). Los primeros grupos originales fueron Formyx, los Beatkins, Juniors y los Dragons.
El movimiento se adjudicó su primer punto culminante en 1965 y los grupos más conocidos del momento eran los Olympians, Charms, los Sounds y MGC, que ya contaban con argumentos de música original. Dicho primer periodo terminó más o menos en 1968. Una de las causas fue el golpe de Estado de 1967, con el cual la milicia subió al poder y reprimió todo movimiento cultural innovador, incluso el pelo largo en los hombres.
Poco antes de la condena a la ilegalidad del género, en plenos aires de fascismo corriente, se fundó la agrupación Aphrodite’s Child en el exilio, cuyos integrantes eran Evángelos Odysséas Papathanasiou (conocido como Vangelis, ex Formyx, en los teclados, la flauta y percusiones), Demis Roussos (verdadero nombre: Artemios Ventouris Roussos, ex The Idols y We Five, en la voz y el bajo), Lucas Sideras (en la batería) y Anargyros “Silver” Kourlouris (en la guitarra y las percusiones).
Orientados inicialmente hacia el jazz-rock, conquistaron los primeros lugares de las listas de éxitos europeos en 1968 con baladas empalagosas y sentimentales como «Rain and Tears», contenida después en su disco debut llamado End of the World (Vertigo, 1969).
De esta manera, se crearon la reputación de ser un simple grupo de pop, que gracias a sus melifluas canciones y a la voz quejumbrosa del corpulento Demis Roussos entusiasmaba sobre todo a los corazones románticos de las muchachitas adolescentes, cuestión que se extendió hasta su segundo disco, It’s Five O’Clock (Vertigo, 1970). Tenían el éxito, pero estaban insatisfechos.
A fin de distanciarse de esta impresión superficial, el cuarteto presentó en 1972 un álbum doble, conceptual, progresivo y excéntrico al que denominaron 666 (Vertigo), basado en el apocalipsis bíblico y las letras de Costas Ferris, el cual cuenta la historia de la humanidad con numerosas referencias contemporáneas y críticas (su propia Iliada).
La complicada obra puso de manifiesto los talentos de Vangelis para la composición instrumental y las considerables cualidades vocales de Demis Roussos. Aunque no tuvo ventas extraordinarias, el disco se convirtió en objeto de culto y hasta la fecha es una rareza muy solicitada.
Tras la disolución de este grupo de rock en 1973, probablemente el único de aquel país que haya logrado un éxito internacional (con 20 millones de ejemplares vendidos), la compañía disquera sacó el Best of (Vertigo, 1974) y luego la Mercury otra antología de nombre Aphrodite’s Child en 1975.
Desde entonces Vangelis (nacido el 29 de marzo de 1943, en Volos, y fallecido el 17 de mayo del 2022) destacó como solista con sus imaginativos y extrovertidos experimentos musicales, dándose a conocer principalmente a nivel mundial con su música New Age y ambient para soundtracks de películas: Chariots of Fire, Blade Runner o 1942, entre decenas de ellas.
Su éxito en este sentido, en particular entre las décadas de los años setenta y ochenta, fue enorme por todo el orbe. En su mejor su época, Vangelis sobresalió como un innovador y como portador de un estilo muy reconocible.
El mundo lo había descubierto como miembro y master mind del mencionado Aphrodite’s Child, trío donde componía los mejores temas. Sin embargo, tenía muchas inquietudes como para ceñirse al universo del pop psicodélico, por muchas veleidades progresivas que incluyera.
El disco Earth (1973), fue su primer álbum oficial como solista. Ahí emergieron las grandes constantes de su obra: “pasión por ambientes planetarios, música de vocación sinfónica, pero con dimensiones melódicas muy accesibles, y un dominio efectista de los sintetizadores de última generación”. Ante tal ebullición, el grupo Yes le ofreció integrarse a él para cubrir la vacante que dejaba Rick Wakeman, pero el griego declinó la oferta para centrarse en su propia obra, a partir de entonces muy copiosa y muy retributiva económicamente.
Durante el siglo XXI trabajó muy poco, pero el lanzamiento en el 2021 del álbum Juno to Jupiter, donde volvió a su fascinación por la temática espacial, hizo concebir esperanzas entre su público de que volvía a la actividad, y de que llegarían nuevas entregas. Ya no fue así.
VIDEO: Vangelis – Chariots Of Fire, YouTube (VangelisVEVO)
Exótica y peligrosa. Esos han sido siempre los calificativos para definir una región del planeta plagada de leyendas y en constante conflicto, porque ahí es donde se entrelazan Oriente y Occidente. Desde Drácula y los gitanos hasta el terrorismo y la creación del concepto “balcanización” (división política violenta y artificial), aquella zona del sureste europeo ha dado de qué hablar constantemente por su sino fatal y dramas humanos centenarios.
El exotismo que la caracteriza tiene que ver con el cruce étnico, cultural y geográfico de la más diversa índole. Cordilleras, valles, ríos, mares, puertos, ciudades y bosques con nombres evocadores y sugerentes como Dardanelos, Bósforo, Mar Negro, Egeo, Danubio o Mediterráneo, hablan de los ricos y complicados antecedentes de casi una decena de países: Albania, Bosnia y Herzegovina, Bulgaria, Grecia, Macedonia, Montenegro, Serbia, Kosovo y una parte de Turquía.
A ellos se agregan otros que, aunque no están considerados dentro de la región, sus lazos históricos también los aglutinan: Ucrania, Rumania, Eslovaquia, Croacia, Hungría, Eslovenia y Moldavia. Un territorio de más de un millón de kilómetros cuadrados de extensión, aproximadamente.
La Península de los Balcanes con todos estos elementos ha generado manifestaciones artísticas múltiples, como el balkan beat, por ejemplo. En materia musical sus ecos vienen de muy lejos en el tiempo, tanto como la existencia de los zíngaros y romanís. Cada país ha dotado a la sonoridad conjunta su folclor y tradiciones, tanto como de los ajenos
Aunque el balkan beat procede de un territorio convulso en el que abundan las etiquetas nacionalistas (serbios, croatas, bosnios, kosovares, etcétera) se considera un sonido sin patria definida. Y no lo puede ser porque muchos de los países que han aportado algo a su estructura ya no existen, han sido divididos o ya tienen un nuevo nombre. La nacionalidad de dicho sonido sólo permanece en algún rincón de la música y en la memoria de quienes la componen actualmente.
Sus intérpretes han optado por pensar que si su país ha desaparecido eso significa un descubrimiento: el de saber que tal cosa no existía; que no era algo geográfico, sino emocional. Y ya no se sienten representes de una nación o un Estado. Sólo de ese territorio emocional humano que es la música y que ésta no tiene nada que ver con la política o la religión que todo lo retuercen.
Para el balkan beat la música es un lenguaje anterior a la palabra y la suya está hecha de mezclas, interrelaciones e híbridos en una zona donde los muy nacionalistas y fundamentalistas exigen pureza. Por lo tanto, es combatido como si del “mal” mismo se tratara. El balkan beat está antes que los lenguajes, la religión y la política. Algo inconcebible para quienes creen tener siempre a Dios de su lado.
En aquella zona del mundo con esta música siempre se canta alguna melodía escuchada de los ‘enemigos’ y siempre se oye alguna de las propias en labios de ellos. Es algo normal, histórico. Durante cuatro o cinco siglos ha sido vértice entre católicos, ortodoxos y musulmanes.
VIDEO SUGERIDO: Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra – Unza Unza Time, YouTube (quartcity)
Es un sitio donde todo encarna a Frankenstein. Cualquier asunto cultural lleva un Frankenstein dentro. Es inevitable. Pero las guerras para imponer fronteras hasta en el pensamiento o los sentimientos, además de masacrar gente, quemar casas, intentan aniquilar una infraestructura cultural, edificada por los hombres con gran dificultad durante mucho tiempo.
Sin embargo, ha sido en la actualidad del siglo XXI que la diáspora balcánica se ha dilatado hasta alcanzar cada rincón del mundo pese a los muchos momentos aciagos que han padecido sus poblaciones. Quizá por ello su música en general, además de ser un imán sonoro, es tan furiosamente extrovertida en lo alegre y festivo tanto como en lo triste y carnal, según la ocasión y ceremonia.
Los sonidos agitanados, los ritmos frenéticos, la improvisación, la fusión de voces búlgaras, pop rumano, klezmer moldavo, la música de mariachi, el tex mex, el rock y reels lingüísticos con los matices hindús y mediterráneos de su actualidad mezclan los instrumentos tradicionales con los tecnológicos (trompetas, tubas, sousafones, oboes, acordeones, guitarras, mandolinas, saxofones, clarinetes y teclados avant-garde, entre ellos), lo cual da como resultado los balkan beats contemporáneos que ya se escuchan en clubes, auditorios y celebraciones por doquier.
A la difusión han contribuido varios elementos. Por un lado, la facilidad de las comunicaciones debida a la globalización; por otra, la grabación y distribución de dichas expresiones por parte de compañías discográficas independientes, así como la relación interdisciplinaria con el cine.
En este último rubro ha tenido un papel muy destacado el cineasta y músico serbio Emir Kusturica, quien con diversos filmes como Dom za vesanje (Tiempo de Gitanos), Arizona Dreams, Underground y The Good Thief, por mencionar los más destacados, ha puesto en el mapa mundial aquella música.
Tales películas muestran las realidades de la zona: la guerra eterna, los embrollos étnicos, la debacle de las economías, pero también cómo las culturas han sabido llevar todo eso y sobrevivido. Es un panorama de esa intersección geográfica acompañado por música comunitaria, electrizante y de éxtasis anímico (en colaboración con el compositor Goran Bregovic).
Los soundtracks de las mismas dieron paso al descubrimiento, a la secuela y a la explosión demográfica de grupos que interpretan los balkan beats por todo el planeta. Entre los primeros se encuentra la agrupación de la que era parte Kusturica –como bajista– y que acompañó sus bandas sonoras: The No Smoking Orchestra. Banda de culto que interpretaba la música balcánica con humor y sátira política enmarcada por el punk rock gitano.
Entre las formaciones tradicionales precedentes al movimiento se encuentran Taraf de Haïdouks. A pesar del sinnúmero de bandas que existen en Rumania, a ambos lados de los Cárpatos, ésta se ha distinguido por su reputación. Son intérpretes oriundos de Clejani (al suroeste de Bucarest), quienes en 1988 produjeron su primer disco in situ para el sello francés Ocora y de ahí brincaron a la internacionalización.
Derivados pedestres de esta agrupación cada verano se dispersan por Europa occidental y son el espectáculo de plazas y calles de las distintas ciudades.
Las obras de éstos y otros músicos empezaron a conocerse y a ser buscadas por los muchos seguidores de la diáspora balcánica, quienes la han elevado al horizonte popular en el mundo entero. Así, hoy son conocidos la Boban Markovic Orchestra, Gogol Bordello, Shantel, Miss Platnum, Fanfare Ciocarlia, Ahmed má Hlad, la Brass Band o las antologías de las Balkan Beat Box, entre otros muchos ejemplos.
VIDEO SUGERIDO: Balkan Beat Box – HERMETICO LIVE, YouTube (peasantdisco)
En los albores, el tango comenzó como una orgiástica diablura; hoy es una manera de caminar en la música. Astor Piazzolla (1921-1992) tuvo definitivamente que ver con ello. A través de los diversos medios utilizados por este artista —instrumentos, estructuras, técnicas— se vio un nuevo acontecer en dicha música que otorgó su impronta a la expresión, y condicionó la intuición creadora de muchos instrumentistas subsiguientes.
Piazzolla aportó al tango influencias tan diversas como el jazz, el clasicismo contemporáneo y la ópera italiana, elementos que destiló para crear el «nuevo tango». Mientras el género seguía durmiendo bajo las condiciones de los conservadores, la música de este compositor entonaba una canción más urgente y radical. Sus temas no siempre resultaron complacientes, desafiaban, despertaban pasiones, comunicaban el «duende» lorquiano. Ese espíritu de la inspiración sobre el cual habló tan persuasivamente Federico García Lorca, y al igual que el «duende» comunicaban peligro, que en el caso de Piazzolla no era sólo de carácter figurado.
Su vida se vio amenazada y su música, denostada por personas cuya ortodoxia fue turbada por esta innovación rampante y la falta de respeto intencional hacia las convenciones. No obstante, con el tiempo Piazzolla fue reconocido como inspirador del tango, una influencia tan fuerte en la música como la de su compatriota Jorge Luis Borges en la literatura. Ésa es la medida de la grandeza de Astor Piazzolla. El bandoneón tocado por él, según comentara, nació en una iglesia de Alemania, de donde pasó a los prostíbulos en Buenos Aires. Éstas fueron las cunas del tango, que de ahí se difundió a las salas de concierto del mundo. La ironía es tan incisiva como una navaja.
“El tango no es una música alegre, es sentimental y triste, nostálgica. Creo que no existe en el mundo una tan triste, melancólica, dramática y pasional como el tango”, definió el bandoneonista y compositor. Piazzolla siempre supo y trabajó bajo el conocimiento de que el tango no tenía raíces negras, de que en Argentina no hay raíces africanas, lo cual inclinó tal música hacia la introversión debido a la falta de dicha rítmica y sus percusiones. Su ritmo final se lo dio la urbe, su latido existencial.
Quizá uno de los discos que explica mejor los conceptos estéticos de este artista sea La Camorra (Nonesuch), con The New Tango Quintet (Fernando Suárez Paz, violín; Pablo Ziegler, piano; Horacio Malvicino, guitarra eléctrica; Héctor Console, bajo), una obra clásica en la que sobre la base de una línea melódica en sus diferentes temas, “Soledad”, “La Camorra I, II y III”, “Fugata” y “Sur”, en sus dos partes, los músicos improvisaron las armonías con plena libertad personal, como en el jazz, expresaron las líneas como las sintieron.
Piazzolla marchó en el sendero de la búsqueda de nuevos rumbos para el tango. Se benefició, por una parte, del legado ofrecido, así como de un rico filón folklórico, pero a éste le adicionó su capacidad creadora para inventar estructuras y combinar timbres y recursos.
Lo que ha surgido de esa búsqueda demuestra que se puede actuar a favor de las manifestaciones de una música de raíces populares expresada con voces nuevas y convincentes. Pertenece —como dijera Borges— a esa especie venturosa que tiene, aunque humilde, su lugar en el universo.
Aparte de su sensualidad omnipresente en obras como: The Vienna Concert, Zero Hour, Five Tango Sensations, Concierto de Nácar, etcétera, la música de Piazzolla otorga una respuesta inequívoca a la pregunta de por qué se creó y de qué fuentes derivó. Su música refleja pasión. El vínculo excitante entre los polos extremos de la emoción, ese acto de equilibrio entre la dicha y el dolor encuentra tanta expresión en su obra como en la de Franz Schubert. Hay pocos compositores contemporáneos cuya música puede experimentarse y sentirse con el mismo grado de pasión.
Enamorarse de su música es algo muy especial. Permite olvidar la rutina, las decepciones. El amor por su música da la oportunidad de explorar un aspecto de la música contemporánea que realmente toca al público, en lugar de convertirse en una conferencia sobre la apreciación musical.
Creo que la obra del argentino constituye un ejemplo perfecto de la profundidad que puede adquirir la música contemporánea. Pertenece al linaje de grandes compositores quienes expresan pensamientos sumamente personales con su música. Cuando hablamos de belleza, de la belleza de la arquitectura, el arte, la gente y el amor, debemos invocar también la música de Astor Piazzolla.
Para muchas personas, su nombre significa el tango por antonomasia. El de un compositor sofisticado capaz de alcanzar a un público muy grande en un nivel emocional, no sólo intelectual. Piazzolla fue atrevido, sincero y sin complicaciones, todo al mismo tiempo. Fue un músico de altísimas expectativas, un compositor excelente y único, quien logró vincular las ideas del pasado con el presente.
“La pasión se mueve entre Dios y el diablo”, dijo en alguna ocasión Astor, el gran revolucionario del tango y uno de los artistas que anticiparon la fusión de las culturas antes de que esto se volviera moda. El músico lo decía por experiencia. Si por un lado fue crucificado por los puristas que ven el tango como una pieza de museo, por la otra fue reconocido por mentes progresistas al darle nuevo sentido al género, como resultado de entrecruzar sus raíces porteñas con el jazz y la música clásica y contemporánea.
Por fortuna los improperios de sus detractores son cada vez menos escuchados, no así su música que recluta nuevos adeptos cada vez que sus obras son reeditadas o aparece alguna grabación inédita. La pasión crece también a través de las relecturas que de sus obras han hecho otros artistas, como ha sido el caso de Kronos Quartet, Gerry Mulligan y Gary Burton, Gidon Kremer y el guitarrista Al DiMeola, entre decenas más.
En dichas interpretaciones de uno de los compositores más inusitados de nuestro tiempo, no hay reverencia a la figura inalcanzable, sino el saludo de un músico que se ha alimentado de la obra de otro creador y quiere agradecérselo con música.
El arte de Piazzolla irrumpió en la conciencia del mundo con una mezcla de brutalidad, magia, sensualidad y honestidad humana, dotado de la vitalidad de un mundo expresivo con enormes alcances emocionales, una visión clara de la condición humana y sentido del humor frente a arrolladores pesos económicos y políticos. Es rara la mente musical capaz de elevar una forma como el tango en un vehículo expresivo de tal profundidad y alcances.
Pablo Ziegler, pianista, compositor y arreglista integrante del famoso Quinteto Piazzolla durante diez años y actualmente uno de los máximos exponentes del tango nuevo, ha comentado: “Vengo del jazz, el tango y la música clásica. Soy bicho de ciudad y mezcla musical. Lo mejor que pude heredar de Astor Piazzolla son las ganas de buscar; en arte no sigan al maestro, sigan su música. El tango es la música que nos representa y es también humor, juego, baile, picardía. Es nuestro cónyuge, equivalente a swing más slang […] Yo tocaba el jazz; tango, sólo en la intimidad, para un jazzista el tango era non sancto. Conocí a Astor y encontré melodías y sentimientos tangueros metidos en un contexto más clásico, más chamber, y con un feeling y swing jazzístico, transformado, adaptado a nuestras exigencias de feeling y ritmo porteño”.
El 11 de marzo del 2021, celebramos los 100 años de su nacimiento.
VIDEO SUGERIDO: Astor Piazzolla – Libertango (1977), YouTube (Les Archives de la RTS)
Al escuchar las músicas de nuestro quehacer contemporáneo se recuerda que hubo una época, la moderna, en que había que explicar las diferencias entre los seres humanos. Los continentes, los países, los individuos se conmocionaban unos a otros. Todo era tan extraño como exótico entre sí y había que mostrarlo para cerrar filas frente a ello. Crecieron nacionalismos y chovinismos, para mal. Actualmente, se está desarrollando una nueva capacidad: sorprendernos ante las similitudes o las influencias retrospectivas.
Las diferencias que se solían experimentar, aquel viejo sentido de la extrañeza, están siendo reemplazadas, lenta pero inexorablemente, desde hace unas cuantas décadas por el más profundo de pertenecer a una misma raíz común. Así es como con el hipermodernismo nos identificamos unos con otros. Es un impulso hacia la unión global.
Hoy en día ya no es raro que los músicos, sobre todo los que practican el rock y sus subgéneros, de distintos continentes, épocas, estilos, tendencias o corrientes, se sienten y evoquen un sentido de rizoma planetario, sin tiempo ni espacio, a través de su música, con el objetivo de conformar un lenguaje del tercer milenio, en el que las influencias se den de atrás para adelante y viceversa.
El término «Rizoma» proviene de la biología y ahí se define como un tallo subterráneo con varios órganos (o yemas) que crecen de forma horizontal produciendo raíces y brotes de hojas de sus nudos, los cuales cumplen la función de conservar los nutrientes. Los rizomas crecen indefinidamente. En el curso de los años las partes más viejas dan lugar a nuevos brotes, de ese modo pueden cubrir grandes áreas de terreno.
Trasplantando ese término a la música, en el caso específico del rock, éste sería el tronco del que derivarían los rizomas que conservarían sus nutrientes, enriquecidos del o los terrenos que se hayan ido ganando con el paso del tiempo.
Ese es el concepto con el cual incorporé la categoría con tal nombre al blog Con los audífonos puestos, que se ha nutrido de todo aquello que ha influido de alguna manera al rock. El contenido de los volúmenes Rizoma (I) y (II) ha sido publicado de manera seriada en dicho blog.