ELLAZZ (.WORLD): ERYKAH BADU

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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MUJER EN METAMORFOSIS

Erykah Badu nació el 26 de febrero de 1971 con el nombre de Erica Wright en Dallas, Texas. Creció al cuidado de su mamá, que era actriz, y de abuelas con inquietudes musicales. Desde su juventud Erykah se interesó por la actuación. Asistió a la Escuela de Artes Magnet durante la misma época en que el trompetista Roy Hargrove estudiaba ahí. Él la acompañó en sus recitales de poesía.

Prosiguió sus estudios de teatro en la Universidad Estatal de Louisiana. En esa época cambió también de fe convirtiéndose al Islam; profundizó en la “Nación del Cinco Por Ciento”, una corriente filosófica popular entre los musulmanes negros de los Estados Unidos. Además de eso pasó a formar parte de una floreciente cultura del hip hop.

Habla Erykah:

Cuando nací en Dallas con el nombre de Erica Wright ya era artista, una estrella acabada. El arte y la música eran la obsesión de toda mi familia. Con una abuela que se mecía en el porche cantando “Summertime”, mientras contemplaba la puesta del sol aspirando el dulce aroma de las magnolias. La facilidad con la que superé los obstáculos de la vida es casi demasiada para ser verdad, pero la misma asombrosa facilidad y la misma confianza en mí misma se revelan en los discos.

En la funda del álbum Baduizm les doy las gracias a las mujeres que me formaron, pues no tuve una sino cuatro madres. Mi padre, William “Toosie” Wright, huyó; siempre andaba en otra parte, de parranda, cuando no estaba en la cárcel. Una víctima del sistema, según yo me explicaría más tarde.

Mi madre Kollen Gipson-Wright se ganaba la vida como actriz en el teatro local. Una mujer de mundo a la que le interesaba la poesía, la danza y la astrología y que puso a su vástaga a escuchar toda la música negra importante de la época. No obstante, como pasaba mucho tiempo fuera, las otras madres acudieron a ayudarla. Entre semana le tocaba a mi abuela materna, Thelma Gipson. Una mujer poco convencional que nos permitía a los niños correr descalzos por la casa.

Los fines de semana me quedaba con mi otra abuela, Viola. Una mujer profundamente devota que me llevaba a la iglesia y me leía la Biblia. Ella me compró un piano cuando tenía cinco años. Una semana después compuse mi primera canción: “Baby, baby, there you Are”. “No —me advirtió ella—, de esas cosas aún no sabes nada. Mejor piensa en Jesús”. Así que tuve que cambiar el texto: “Jesus, Jesus, there you Are…”.

Durante las vacaciones de verano me encontraba al cuidado de mi madrina Gwen Hargrove, la cual me llevaba a conciertos y al teatro y me introdujo al coro de la Primera Iglesia Bautista de Hamilton Park, el más famoso coro de gospel de Dallas. Al cuidado de mi mamá di mis primeros pasos en el escenario de niña. Ya en edad escolar, mi mayor fan, la abuela Viola, me acompañó a ganar un “concurso de talentos” tras otro.

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En 1990, a expensas de mis madres y de una beca, entré a una universidad en Louisiana para estudiar música, teatro y danza.

Abandoné la escuela a los tres años, sin diploma. Según yo, ya había terminado, y lo declaré con toda confianza. Entretanto había hecho mis propios planes, un sueño mucho más ambicioso de lo que mis madres hubieran podido prever. Fue entonces que las cuatro mujeres fuertes averiguaron en qué habían convertido a Erica Wright: en una mujer mucho más fuerte, de nombre Erykah Badu.

A mediados de los noventa empezó a obrarse un cambio fundamental en el mundo de la música negra. Para empezar, los artistas de rhythm and blues agregaron la actualidad del hip hop como fuente de inspiración al pasado soulero y a la tradición. A este estilo se le llamó New Classic Soul-Jazz, abreviado entretanto como “soul”.

En Dallas la palabra hip hop lo abarcaba todo: poesía, jazz y también artes plásticas. Aunque el género surgió en Nueva York, desde luego, los negros texanos supimos darle un giro propio. En Dallas formamos la organización Soul Nation, una asociación destinada a difundir nuestra cultura. Al término de mis estudios trabajé de mesera, pero también como maestra de actuación y danza. En esta época descubrí que tenía voz para cantar y cambié mi nombre, porque supe que en los Estados Unidos se solía dar a los esclavos el apellido de su amo. Ya no quise usar el mío esclavista, sino uno africano.

Me despedí del apellido Wright por ser un nombre esclavista. La sílaba “kah” de mi nuevo nombre representa “el yo interno”, mientras que el apellido “Badu” es típico de mi scat. Posteriormente me enteré por mi padre de que en árabe badu significa “revelar la verdad”. Ahora me visto conscientemente como princesa africana, con todo y anillos y pulseras mágicos y un ingenioso tocado. Al crecer como mujer negra pensé que lo blanco era más bello. Entre más arreglado el pelo y más europea la apariencia, mejor. Trato de voltear esa mala concepción a través de mi imagen.

En los Estados Unidos se me ha llegado a acusar, de vez en cuando, de utilizar mi imagen como truco publicitario, pero el afrocentrismo es antiquísimo en la cultura negra estadounidense.

Los negros estadounidenses hemos tenido que reinventar nuestra identidad y, por lo tanto, nuestra música, una y otra vez. Por eso toda la música negra forma un continuo, una cadena en la que cada eslabón representa una reacción al anterior.

Cada vez que los blancos se apoderan de un estilo negro, se echa a andar un movimiento contrario. Así surgió el soul a fines de los cincuenta. “Better Git It in Your Soul!” era el grito de batalla del bajista de jazz militante Charles Mingus al observar que el cool californiano se iba haciendo cada vez más blanco. Con “soul” quiso decir: el jazz es nuestra cultura, tiene que volver a ser expresión de la identidad negra. Y ésta se encontraba en la iglesia negra y, de manera aún más fundamental, en África. Lo mismo sucedió con el soul que nació simultáneamente. Fue una reacción ante el viejo rhythm and blues, del que los blancos se habían apropiado, entretanto, en forma del rock.

La historia del soul se cifró en las poderosas voces que comunicaban el orgullo y la esperanza negros. Por algo esas fuertes voces del soul llegaron a su culminación durante un periodo (1960-1975) en el que los estadounidenses negros y blancos se ocupaban de asuntos fundamentales. La lucha de los movimientos por los derechos civiles y la guerra en Vietnam. Después de eso, las voces enmudecieron y el soul se perdió en un impasse artístico.

A principios de los noventa, la música negra del hit parade tocó fondo. Cuando el rhythm and blues se hubo vuelto lo bastante superficial y pulido, lo bastante blanco, supe que un nuevo movimiento no podía estar lejos. Surgí para ponerles los pelos de punta a la gente. Los negros nos lo merecemos. Tenemos que recuperar nuestra cultura.

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Cuando aparecí en escena se formó el polo opuesto de Mary J. Blige, que por aquella época era considerada la reina del soul hiphopero.

En el mundo del rhythm and blues incluso surgió un bando de seguidores de Blige y uno mío. Los comienzos de Mary Jane se ubicaban en la unidad habitacional Slowbam de Yonkers, Nueva York, un gueto de los más duros.

Yo recibí una educación africana, casi clásica, en el sur de los Estados Unidos. Parecía extraída de una novela de Toni Morrison. A pesar de que mis canciones puedan ser graciosas y terrenales, mi música emana un viso intelectual y espiritual. Mary, por su parte, era un poquito vulgar y rápidamente se ganó la reputación de ser una arpía intratable. Ella se dedicó a saquear el soul setentero, agregándole el beat hiphopero. Yo me dediqué a saquearme a mí misma y traté de tender un puente entre el pasado jazzístico y el latido cardíaco hiphopero de la actualidad. Dicho en términos crudos: Mary era de la calle y yo tenía fundamentos culturales.

Creo que llegué en un tiempo en el que la gente necesitaba a un redentor. Desde luego no me considero una redentora, pero declaro con toda franqueza que soy una mensajera. En este sentido me he integrado a la tradición soulera. Todos los grandes cantantes de soul han sido vistos como mensajeros, trátese del moralismo sureño de Solomon Burke y Joe Tex, del mensaje de libertad de Curtis Mayfield o de la retórica fluctuante entre Dios y el sexo de Al Green y Marvin Gaye: en esencia todos eran predicadores.

Cabe apuntar que en el soul el concepto del “mensaje” tiene un contenido muy diferente que en el pop. Cuando un músico de pop declara tener uno, muchas veces lo asociamos con agresiones. “Mejor cómprate tu mensaje en el supermercado”, contestamos entonces. Por el contrario, el del soul no se encuentra en el supermercado sino profundamente enraizado en el evangelio de la Santa Iglesia. La Iglesia negra, en la que lo espiritual y lo cotidiano desde tiempos inmemoriales han andado de la mano. La diferencia es que mi mensaje, al igual que mi música y estilo para cantar, ya no provienen del gospel. El núcleo del mismo se expresa en el título de mi disco debut, Baduizm. No se trata de la religión bautista, budista ni taoísta, ni siquiera de socialismo, comunismo o feminismo. Es el baduísmo. El ismo creado por mí misma.

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En las piezas que grabo hay mensajes crípticos enmarcados en un funky soul al estilo de Sly Stone.

En el primer instante dichos mensajes pueden parecer monólogos confusos de una mujer perturbada, pero hay que ver los textos simbólicamente. Los temas son un alegato a favor de la liberación mental. Se dirigen principalmente a la comunidad afroamericana, en la que desde mi punto de vista varias cosas andan muy mal. Nos encerramos en nuestros objetivos y modo de vivir. Y cuando fracasamos nos condenamos a nosotros mismos y enfermamos. Nos da miedo cambiar.

Muchas personas ya no respetan al individualista, al no conformista. El resultado es que todos vivimos inmersos en un mensaje publicitario que desplegamos unos frente a otros. No es necesario. Yo estoy harta de todo eso. Bob Marley decía lo mismo en su “Redemption Song”. No es casualidad, pues, que cante un dueto con un hijo de él, Stephen, y haya declarado que considero como mía a la familia del profeta rasta. El hecho de que el mensajero espiritual Bob Marley sea uno de los héroes más luminosos del nuevo movimiento soulero, después de Marvin Gaye, no es para sorprender. Y tampoco es ninguna casualidad que las mujeres encabecemos ese movimiento.

Siempre he tenido una conciencia muy fuerte, desde muy pequeña. Siempre me sentí responsable de las cosas. De acuerdo con algunos eso se debe a que soy Piscis. Es el último signo del horóscopo, el último paso. Por lo tanto, las personas que nacemos bajo el signo de Piscis somos conscientes automáticamente.

Muchas de mis canciones están escritas desde otra perspectiva de la que por lo común se encuentra en el hip hop o el rhythm and blues. La mayoría de las veces desde el punto de vista femenino. En “Otherside of the Game”, un tema de Baduizm, comunico el perturbador dilema de una mujer metida con los gángsters. En la superficie, el problema tratado en esta canción parece sencillo. El amante de la protagonista es traficante de drogas y ella quiere que deje esa actividad, pero al mismo tiempo no lo desea, ya que su oficio les permite a ella y a su hijo sobrevivir en un medio difícil.

En una pieza como “Booty” les muestro la puerta a los proxenetas y demás bichos. Con la misma franqueza e hilaridad con la que Shirley Brown, en “Woman to Woman”, o Jean Knight, en “Mr. Big Stuff”, lo hicieron, por ejemplo, en los años setenta. No obstante, “Booty” es todo menos una canción feminista, ya que también señalo a mis congéneres que ellas son las que les dan entrada a tales parásitos.

Creo que la música, al igual que todo el mundo, experimenta un proceso de reencarnación. Y personas como yo somos una especie de comadronas que facilitamos este proceso. No tratamos de ser diferentes ni de desencadenar una revolución. Simplemente somos diferentes e inevitablemente cambiaremos las cosas”.

 

Lo que la mayoría de las cantantes del nuevo soul-jazz tienen en común es la espiritualidad, la búsqueda de una nueva forma de identidad y de comunidad negras. Cada una la busca a su manera. Erykah Badu la encuentra en el cristianismo, en el movimiento islámico de la Nación del Cinco Por Ciento, en el rastafari, el taoísmo y hasta en el ocultismo. Y sabe fundir lo místico y lo profano sin ningún problema. Descarga su existencia en las canciones.

VIDEO: Erykah Badu – Tyrone (Live), YouTube (ErykahBaduVeVo)

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ELLAZZ (.WORLD): MELODY GARDOT

Por SERGIO MONSALVO C.

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MELANCÓLICA SENSUALIDAD

En gente como Melody Gardot, oriunda de Filadelfia, Estados Unidos (donde nació en 1985), la palabra “swing” se transforma en verbo. Porque la carnalidad de su estilo es la manera ideal para describir ese acto de crear una pulsión y el flujo rítmico que constituyen la marca distintiva de una auténtica intérprete del jazz (en este caso con tendencia hacia el pop soul).

Eso lo ha logrado a sus escasos 27 años de edad. Quizá la herida que la vida le ha abierto tempranamente encuentra su paliativo en esa forma de cantar.

Encuentro en ella mucho del espíritu cincuentero que acompañó a las intérpretes blancas durante aquellos años. Me refiero a Peggy Lee y a Julie London, por mencionar algunas referencias evidentes. Voces a las que dicho estilo les sentaba como un entallado vestido hecho a la medida para destacar sus dotes y sinuosidades.

Ese espíritu habita en la Gardot que ha hecho discos maravillosos (tópico en este caso de lo más adecuado), para trasmitir un halo de tristeza tan ligero como sensual y nostálgico.

Ese halo no es definible científicamente, sin embargo, distintos pensadores han hablado de él como la sublimación en lo indeterminado de un anhelo interior desbordado en la materia.

Tal sentimiento es como amar sin ser amado y como un dolor que sentimos en miembros que no tenemos (diría Ciorán), por el cual se transparenta una manera de echar de menos lo que no somos, y la aceptación de que nos encontramos incompletos y solitarios.

También –al escuchar con todos nuestros sentidos a Gardot—la sensación se puede describir como la necesitad de estar en otra condición, de superar la temporalidad y la finitud.

La sensualidad de la nostalgia, aun cuando por igual se identifica en sus límites un sentimiento de pérdida, no se refiere a una vivencia corriente, sino a una difusa, a la vez que persistente y dolorosa, como la que denota la palabra tristeza.

En el caso de esta cantante y pianista, que tuvo un encontronazo con el destino a los 19 años, del cual salió lastimada no sólo físicamente sino también en algo tan íntimo como la memoria (tras un atropello automovilístico), ella no sabe hacia qué regresar, ni cómo volver a un estado del que ha perdido todo recuerdo claro.

VIDEO SUGERIDO: Melody Gardot – So We Meet Again My Heartache (Live), YouTube (jecr132)

La nostalgia que tiene de aquello constituye en la cantante el fondo de su ser artístico y, a través de él, comunica con lo más antiguo que subsiste en ella.

Gardot mezcla un sentimiento de encanto ante el recuerdo de algo ausente o desaparecido para siempre en el tiempo, un sentimiento de dolor ante la inasequibilidad de ese algo, en definitiva un anhelo de retorno que quisiera transponer la enigmática distancia que separa el ayer del hoy y reintegrar el espíritu en la situación que el tiempo ha abolido.

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Ése parece un gesto irrenunciable en las personas (una cuestión de estricta naturaleza instintiva) acudir a la revisión de los antecedentes propios como una forma de tender al equilibrio cuando, desde algún lugar exterior, se ha sido agredido.

Todos estamos necesitados de una forma de armonía que, inevitablemente, buscamos en el interior, sitio donde guardamos todos los secretos. Ahí es donde radica la belleza de la verdad en la voz de Melody.

Es verdad que siempre los seres artísticos solicitan, por lo general, a los otros para que les sirvan como espejo al mostrar la razón del desequilibrio o desazón de que han sido víctimas a expensas de su voluntad.

Pero este recurso, si bien manido como costumbre y lleno de ingenua confianza, pronto se convierte en una primera instancia de su sentido de la vida, de su arte, que les exige exponer en cada actuación su interior desamparado y esperar del oyente una recepción testimonial de su ser y estar en el mundo. Algunos lo logran, como Melody Gardot, otros no.

En tal sentimiento se encierra también  un desafío porque el artista acude a sí mismo como la expresión máxima de un gesto de valentía: el yo se repliega al interior y desde ahí reta no sólo el transitar humano, sino al propio destino. Así es el contenido de la expresión de tantos solitarios que en el mundo han sido, diría el poeta.

Tal es la confianza en su voz, en sus canciones, como escaparate de tristezas y secretos (y no sólo los suyos sino también de quienes ha ido conociendo en los lugares donde se presenta), que sabe que si ahí no encuentra la salvación es que entonces no existirá ya nada para su tocado corazón. O el de su público.

VIDEO SUGERIDO: Melody Gardot – Baby I’m a Fool, YouTube (allnewxp2004)

MELODIE GARDOT (FOTO 3)

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ELLAZZ (.WORLD): ELLA FITZGERALD

 

Por SERGIO MONSALVO C.

ELLA FITZGERALD (FOTO 1)

LA PRIMERA DAMA

Ella Fitzgerald fue la «Primera Dama de la Canción» y de su estilo definitivo en el jazz del siglo XX. Siempre se concentró en la presentación de su material de manera directa y transparente. No fue una salvaje ni una diva, y los temas rara vez se convirtieron en mero soporte para su virtuosismo.

Incluso en sus mejores momentos, Fitzgerald ofreció un solo y perpetuo placer: el de escuchar una buena canción soberbiamente ejecutada. Su ingenio artístico radicó en ello y mantuvo este nivel por décadas gracias a su gusto, pureza, tonalidad, dicción y capacidad de trascendencia.

Ella Jane Fitzgerald nació el 25 de abril de 1917 en Newport News, Virginia. A principios de los veinte su familia se trasladó a la ciudad de Yonkers, al lado de Nueva York; poco después quedó huérfana. Se fue a vivir a Harlem con algunos familiares, pero incluso se refugió durante esa época en la calle y en trabajos eventuales. Desde pequeña se propuso abrirse camino en la vida a como diera lugar, por lo cual desarrolló una personalidad reservada e individualista, en la que sin embargo cupo siempre la ingenuidad.

“—Tienes que recoger los platos, limpiar las mesas, asegurarte de que los recipientes para la sal y la pimienta estén limpios, y aquí tienes tu uniforme–, me dijo el hombre aquél.

“El enorme vestido blanco y el delantal parecía que habían sido almidonados con hormigón y además eran demasiado largos. Me quedé de pie a un lado del salón, con el dobladillo del vestido arañándome las pantorrillas, esperando a que las mesas se vaciaran. Muchos de los operadores en periodo de aprendizaje habían sido mis compañeros en la cola para tomar este trabajo. Y ahora estaban parados frente a las mesas repletas de cosas, esperando a que yo o alguna otra de las tontas chicas ayudantes de camarero recogieran los platos sucios para llevarse sus bandejas.

Duré una semana en aquel trabajo, y odié tanto aquel minisalario que me lo gasté la misma tarde en que renuncié. Por la noche ya no tenía ni un quinto, así que me fui caminando por Harlem, a ver qué se me ocurría para pasar la noche. Pensé en aquellos familiares que me habían recogido cuando murieron mis padres, en sus malos tratos, y en el hecho de que ser huérfana no era sólo un problema de dinero, sino de todas las cosas de la vida.

En esos negros y deprimentes pensamientos me encontraba cuando pasé frente al Teatro Apollo y leí que era una noche de aficionados con algunos buenos premios. Yo estaba desesperada, así que me dije: total, qué puedo perder. Además, sirve que me caliento un poco porque en la calle el frío arreciaba. Crucé el umbral de aquel iluminado inmueble sin esperar realmente nada. Si me dejaban sentar por ahí ya era ganancia».

El triunfo que obtuvo en ese concurso para aficionados, el 21 de noviembre de 1934, a los 16 años de edad, marcó el inicio de su veloz despegue profesional. A causa de su aspecto y situación de vagabunda no pudo obtener el contrato de una semana con el que se premiaba a los ganadores, pero ganó unos dólares y la oportunidad de continuar labrándose una reputación en diversos concursos locales.

En febrero de 1935 recibió una oferta de la orquesta de Chick Webb, una de las mejores bandas negras del momento. Entre esa fecha y 1939 Ella Fitzgerald fue la principal atracción de la orquesta de Webb en el Savoy Ballroom, toda una institución en la era del swing. En 1937 Ella fue elegida como la cantante favorita de los lectores de la revista Melody Maker, inaugurando así una larga lista de nominaciones. Y en 1938, cuando todos los editores de música la perseguían para que interpretara sus canciones, se le adjudicó el título periodístico de «Primera Dama de la Canción», que la acompañó desde entonces.

Webb concedió a Ella un protagonismo sin precedentes al frente de la banda, convertida casi en mera comparsa. Fue el único medio para alcanzar la popularidad y los contratos de que gozaban otras bandas rivales. Para redondear el giro musical con un golpe de efecto publicitario, el baterista dio a entender que él y su mujer habían adoptado a la cantante huérfana, cosa que muchos todavía dan por cierta.

La principal inspiración de Ella había sido una cantante blanca: Connee Boswell. Esta influencia se percibe sobre todo en su manera trepidante y luminosa de frasear, llena de swing, y también en la adopción de algunos rasgos estilísticos. Ella no ignoró el ejemplo de otros contemporáneos, como el ineludible Louis Armstrong, maestro del ritmo, y de Leo Watson, revolucionario del canto scat.

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Tras la muerte de Webb en 1939, Ella siguió al frente de la banda hasta 1942, cuando se vio obligada a buscar nuevos caminos. El interés por el scat y la improvisación de su parte obedeció a una circunstancia no menos importante: el contacto con una nueva generación de jazzistas, encabezada por Dizzy Gillespie, cuya aventura musical ejerció una completa fascinación sobre ella.

Hasta ese momento Ella no era una cantante de jazz en el pleno sentido de la palabra, sino una cantante comercial situada en el cruce de caminos, como la mayoría de las llamadas “canarios”. Pero el bebop la puso en el centro del jazz. Su proverbial entusiasmo vocal creció todavía más en el goce de este nuevo lenguaje y de esta llamada a la creatividad individual.

Ella compartió con los boppers multitud de  jam-sessions, colaboró con sus grupos e incluso se casó en segundas nupcias con Ray Brown, contrabajista de Gillespie. El libre vuelo de su scat, al que no inventó, lo convirtió en una forma de arte, tan hipnótica e inspiradora como cualquier solo de trompeta, sax o piano. Aprendió a cantar así oyendo a Dizzy Gillespie.

El virtuosismo de los solos improvisados que alcanzó con tal recurso rivalizó incluso con el de los mejores instrumentistas del jazz y por dichas ejecuciones disfrutó de una justa fama. Asimismo, poseía un don para la imitación que le permitió interpretar a otros cantantes conocidos durante sus presentaciones, desde Louis Armstrong hasta Aretha Franklin.

La carrera de Ella, en ascenso imparable por todo el país, aguardaba un giro desde tiempo atrás. El promotor y productor Norman Granz sería el encargado de facilitárselo. En 1946 se produjo la primera colaboración de la cantante con Jazz At The Philarmonic, espectáculo interracial creado por Granz con la intención de llevar el jazz a las salas de conciertos.

Finalmente, en 1956 Granz consiguió que Ella dejara el sello Decca y firmara un contrato con su recién creada discográfica: Verve. Sus planes para la cantante incluyeron extensas giras por todo el mundo y grabaciones con artistas vinculados al proyecto.

Recién desempacada en su nuevo sello, Ella realizó un cancionero de Cole Porter que la catapultó de inmediato a la lista de los discos más vendidos. Fue la primera entrega de una serie de antologías consagradas a los songbooks de los grandes creadores de la música popular estadounidense: Rodgers y Hart, Duke Ellington, Irving Berlin, George Gershwin, Harold Arlen y Jerome Kern.

La serie empleó excelentes arreglos con inflexiones jazzísticas y logró atraer a un público muy amplio ajeno al jazz, lo cual sirvió para establecerla entre los máximos intérpretes de la canción popular en la Unión Americana. De ahí en adelante su carrera fue manejada por Granz y se convirtió en una de las cantantes de jazz más conocidas a nivel internacional. Realizó muchas grabaciones, además de presentarse con frecuencia en festivales de jazz, acompañada por los mejores intérpretes.

A finales de los años sesenta afloraron los primeros problemas graves de salud, la progresiva pérdida de visión, los primeros síntomas de fatiga física. En 1973 Norman Granz creó un nuevo sello discográfico: Pablo, y empezó a publicar material inédito grabado por Ella en alguna de sus giras. Sin embargo, la voz de Ella comenzó a estropearse y a perder la facilidad de otros tiempos.

Ella Fitzgerald murió el 15 de junio de 1996 en Beverly Hills, a la edad de 79 años, tras un largo padecimiento diabético. Dejó grabados aproximadamente 250 discos. Y si bien su voz era de timbre algo frágil, la compensó con un alcance enorme que controlaba de manera experta, con una habilidad rítmica asombrosa, extraordinaria agilidad e infalible sentido del swing. Ella habitó cada canción con todo su ser.

Rodajas de noche

jugos de luna cálida

para salvar ahogados.

Surgió así un nuevo lenguaje

del jazz, del swing

lento vivo fugaz-

corazón de unicornio loco

sin tristeza sentimental

¿Para qué el lento rodar del mundo

si canta Ella

la historia antigua del amor?

Mejor los senos, las piernas

las cabezas estallando

al frente de los múltiples primores

                                       de su voz.

 

VIDEO SUGERIDO: Ella Fitzgerald – I’ve Got A Crush On You – YouTube (Ella Fitzgerald-Topic)

 

 

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ELLAZZ (.WORLD): ANITA O’DAY

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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LLÁMAME JEZABEL

 

Anita O’Day fue quizá la cantante blanca de jazz de mayor personalidad en la historia del género (al menos hasta fines del siglo XX). El control del timbre y su voz de orientación cool, que sirvió de referencia a las cantantes de este estilo, era un aspecto importante que no agotó su originalidad.

Fue excelente lo mismo en trío o pequeña formación que como vocalista de big band. Fue poseedora de un contagioso sentido del swing, y una febril intérprete del scat. Cantó las baladas con profunda emoción y su estilo y dominio del fraseo rítmico la volvieron inigualable.

Anita O’Day nació en Chicago en 1919 dentro de una familia pobre. Ingresó al mundo del espectáculo a muy temprana edad y de manera poco romántica. Como adolescente tuvo que ganarse la vida durante

la época de la Depresión económica en los Estados Unidos, participando en brutales maratones de baile. Así sobrevivió durante un bienio.

A los 19 años comenzó a trabajar en un club nocturno, más bien un antro de mala muerte, como mesera y cantante. A los 20 años consiguió su primer empleo como cantante con un combo en el club Offbeat. Su capacidad natural y su swing pronto le valieron una buena reputación entre los músicos. En esa época citó a Billie Holiday, Mildred Bailey y Martha Raye como influencias tempranas en su estilo vocal.

La oportunidad le llegó cuando fue contratada por el baterista Gene Krupa como vocalista de su orquesta en 1941. Con él consiguió un éxito tremendo al lado también del trompetista Roy Eldridge. Los temas que interpretó con esa orquesta dan cuenta de la vitalidad alcanzada por Anita y de la refrescante manera con que abordó la dicción y articulación de palabras y sílabas. Lamentablemente sus problemas comenzaron en 1943, cuando Krupa disolvió la orquesta y fue arrestado por posesión de drogas.

En 1944 Anita se pasó a la banda de Stan Kenton, con el cual se dio a conocer por todo el territorio estadounidense. Regresó luego brevemente con Krupa, cuando éste salió de la cárcel; sin embargo, poco después decidió convertirse en solista. Se quejó de que en las big bands no había espacio de verdad para nada en el desarrollo del canto.

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Billie Holiday había expresado una idea semejante, pero en términos generales el hecho de que una cantante se propusiera a sí misma como músico era un ejemplo raro de autoestima para las mujeres de la época. Así que en 1947 se lanzó como solista, realizando sobre todo grabaciones para compañías pequeñas. No obstante, su carrera entró en una fase sin especial brillo, agravada por su adicción a las drogas y posteriores detenciones y juicios.

“Cuando llegó al tribunal un caso pendiente de Nueva York me condenaron a seis meses en un hospital de recuperación –recordó en The Life of a Jazz Singer, el documental que se rodó sobre su vida–. Pasé unos días en la enfermería, y después me pusieron con el común de las reclusas. Me asignaron un trabajo de maestra de canto. Nos pasábamos el día entero en el gimnasio, ensayando o jugando basquetbol. De noche, en la galería había partidas de póker, de ajedrez, o bien veíamos actuar a una pareja de bailarinas. Salí al cabo de cuatro meses (por buena conducta) y de inmediato acepté hacer una gira por Europa”.

El productor Norman Granz la contrató para sus sellos y giras por el Viejo Continente. Ése fue quizá el periodo de sus mejores discos y de su total expansión como cantante, en donde muestra admirablemente su espontaneidad y capacidad de improvisación, respaldada por diversas orquestas.

Anita O’Day siguió presentándose en vivo y grabando de forma extensa a pesar de los trastornos que sufría en su vida personal: adicción a la heroína, arrestos, encarcelamientos, sobredosis e incluso fallas cardiacas. Todo ello culminó en una crisis de salud a fines de los años sesenta que por fin la convenció de renunciar de facto a las drogas.

En los años setenta tanto en los Estados Unidos como en Japón, donde gozó de gran popularidad, logró un comeback y se volvió a afirmar como una de las más destacadas cantantes de jazz. Su ingenio en el manejo del swing y fresco fraseo le duraron por muchos años más. Sin embargo, poco a poco se fue retirando de la escena y ya eran raras sus presentaciones a comienzos del siglo XXI. Finalmente Anita O’Day murió el 23 de noviembre del 2006, a los 87 años de edad, de un mal cardiaco.

VIDEO SUGERIDO: Anita O’Day – Fly me to the Moon, YouTube (mrdantefontana666)

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ELLAZZ (.WORLD): ANDREA PARKER

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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LA CHEF DE LOS SONIDOS

A finales de los noventa, la escena de lo que los ingleses llamaban música electrónica parecía estar en su máximo apogeo. Orbital, The Future Sound of London y Andy Weatherall eran en la machine music el equivalente a ídolos pop. Eran seres con nombre, imagen asociada y discos que empezaban a vender cantidades respetables.

Se seguía afinando la sensación de ingravidez en álbumes maxis que ponían a muchos en un altar. La industria ya veía como público objetivo a los electronic heads más interesados en el techno de sofá que en el house, e incluso se creaba una subcultura asociada e implantada en los hábitos de club.

El sello Wo’Max inició la vía de material de baile que difícilmente se podía bailar, y cualquier comprador sabía que un disco diseñado por tal marca (líneas discontinuas, objetos a un paso de la abstracción, motivos plateados, geometría difuminada) acabaría sonando a lo que buscaba: electrónica en cuatro dimensiones para alimentar la cabeza. Chef de tal restaurante sonoro era Andrea Parker.

En la primera mitad de la década de los noventa un nuevo sonido se consolidaba. Sellos y tiendas especializadas como Ambient Soho y Fat Cat, surtían a un público que consumía house durante la noche y otras hierbas durante el día. Pero aun así, el intelligent techno cuadriculado había nacido como alternativa al maremágnum rave que vio como el patito feo de la cultura dance (a la vez el más activo) se lo estaba tragando sin problemas. El ambient por sí sólo no jalaba tanto a los creadores a menos que fuera en un área estrictamente experimental o asociado al emergente post-rock.

Una nueva electrónica post rave, surgida del hardcore, influida por el jungle y con un filo avant garde ya había tomado el relevo. Fue entonces cuando se hizo techno con breaks veloces y sonidos raros, algo realmente avanzado. A partir de ahí se abrieron las puertas hacia nuevas posibilidades y nombres como el de Andrea Parker.

Andrea Parker es uno de los fenómenos musicales contemporáneos más creativos en un mundo afortunadamente plagado de ellos. Esta mujer multifacética nació en 1976 y creció en Yalding, Kent, un pueblo rural inglés ubicado en las afueras de Londres. Empezó a experimentar con la música a los 16 años de edad luego de recibir cierta enseñanza clásica, incluyendo la práctica del cello y lecciones de canto operístico. Sin embargo, no tardó en desarrollar una profunda afición por el jazz, primero, y luego por la música electrónica.

De adolescente Andrea solía ir a Londres los fines de semana para asistir a las jams del hip hop. Ahí fue donde en realidad descubrió el funk y el uso de la improvisación como elemento base. Con el tiempo se fue a radicar a tal ciudad y entró a trabajar a la tienda de discos Fat Cat. Gracias a esta labor pudo incrementar su colección de discos de efectos de sonido, por los que estaba (y sigue) muy interesada, y de igual forma practicar su aplicación en todas las maneras posibles, de acuerdo a lo que le permitía la grabación en cuatro tracks.

Al decidirse a seguir la carrera musical de tiempo completo, Parker unió sus fuerzas con Alex Knight en la formación conocida como Inky Blackness, y a la postre con David Morley en el dúo Two Sandwiches Short of a Lunchbox, además de colaborar en los discos de otros intérpretes.

Su obra temprana fue absolutamente experimental, con fundamentos conceptuales matizados de interés político. Su proyecto despertó el interés de la influyente y vanguardista compañía Mo’Wax, quien la contrató en 1995 y con la cual lanzó ese mismo año el tema “Melodius Thunk”, su primer sencillo.

Con esta música llamó la atención de la poderosa escena underground británica, que la encumbró en 1996 a los primeros lugares con otro sencillo: “Rocking Chair”, una pieza vocal que le abrió paso entre los fanáticos de la música electrónica con tintes jazzísticos. En 1998 fue invitada a colaborar en la ya legendaria serie DJ Kicks de Kruder & Dorfmeister, en la que incluyó su amplia paleta sonora de mezclas, desde Depeche Mode hasta Doctor Octagon, y desplegó su afecto por el electro, el hip hop y el techno.

A la postre salió a la luz su álbum Kiss My Arp, un disco que llevaba cuatro años cocinándose y que realizó en Baviera, Alemania, en el estudio de David Morley, su excompañero. En él demuestra que se conoce al dedillo la tecnología actual y que ella es una auténtica fanfarria del mundo de la electrónica. Se presenta como productora, remezcladora, DJ, buena improvisadora, cellista y cantante. Un perla del género. El título del CD se debe a que Parker utiliza los ya raros sintetizadores análogos ARP 2600 y ARP 2500 en los doce tracks que lo componen.

ANDREA PARKER (FOTO 2)

Kiss My Arp es un álbum oscuro, profundo, intenso y a veces rayando en lo depresivo. Sin embargo, es también a todas luces muy interesante. Andrea Parker destaca por poseer una gigantesca colección de discos de efectos (más de tres mil) y por la utilización que hace en su propia obra de los sampleos de ruidos comunes y corrientes de la vida cotidiana.

Ejemplo de esto es la pieza “Sneeze”, donde se escuchan estornudos en loops de cuatro compases. Otros efectos son los coches en un autolavado, llantas sobre el asfalto, aparatos eléctricos de la cocina, etcétera. El primer exitoso sencillo “Melodius Thonk”, con su electro jazzeado, sólido, pesado y primario y ocasionales beats funky, es la guía de este disco sobresaliente.

A veces hay que buscar el lado científico de la música, y en eso consiste la obra de Andrea Parker, en el equilibrio entre lo serio y lo divertido. Los propios dueños de Mo’Wax bautizaron tal estilo como braindance, una manera mental de entender la música de baile, opuesta a la arrogancia de lo que se denominaba IDM (Intelligent Dance music) y partidaria del desfogue: “el caso era devolver la diversión a la música seria sin resultar intelectual”, opinó la propia Andrea.

Así nació una lista de artistas y entidades individuales que en la mayor autarquía posible, operan la música sin necesidad de intermediarios: de su cabeza al ordenador y al vinil. La generación de lo que se conoce como bedroom producers —artistas que componen en su estudio doméstico, sin salir de su habitación— es la que ha permitido la proliferación de música con una alta dosis de personalidad, ajena a los canales habituales de la industria.

Una vez terminado el material se envía a la compañía discográfica tal como se hace y así se queda. Normalmente es el propio artista el que  autoedita su propia música. “Tener tu propio estudio en tu casa es importante: ahorras dinero, tu música gana en personalidad y no pierdes el tiempo, todo es más rápido, más relajado aunque muchos acusen a este estilo de antisocial”, ha recalcado Andrea, una de las mejores bedproducers en saltar a la palestra.

Al llegar el hip hop a Inglaterra, también lo hizo esta forma de electro que no contó con el mismo arrastre. Los oásis del género para sobrevivir fueron escasos, ya que el house y más tarde el marco rave acapararon las líneas maestras de la música de baile, aunque su influencia permaneció latente en una juventud que inventó el bleep y más tarde, depuró el break dentro del contexto posterior.

Los primeros discos de electro, por ejemplo, se regían por un patrón sonoro deformado y solapado por melodías, atmósferas y efectos. La cuestión sonaba tan bien que algunos británicos optaron por tal proyección, la cual a fin de cuentas fue la que definió la estética más depurada y personal de un techno inteligente que, de hecho, no tenía tanto de techno y sí mucho de improvisación, el espíritu rector del jazz.

Las principales tiendas de discos de Londres empezaron a editar discos. Fat Cat, que era donde trabajaba Andrea, cerró como tal y se reconvirtió en sello de post-rock y de material de experimentación. Pusieron sobre el tablero de juego metronómicas perversiones de electro, collages concretos construidos con samplers de objetos cotidianos, ya fueran hojas de periódico o una bolsa de papas fritas. El caso era crear nuevos sonidos para trabajar o recuperar los comunes y corrientes con el objeto de transformarlos en integrantes de las atmósferas contemporáneas.

Como parte de esa efervescencia se apuntaron a la abstracción electrónica sellos como Warp y Mo’Wax. Este último muy pronto consiguió fichar a Andrea Parker, como ya se mencionó, la autora del mejor vinil de 12 pulgadas del género. Ella aportó al desarrollo de la corriente unos bajos de intensidad extasiante y una oscuridad opresiva que no tardó en formarse un círculo de seguidores que la tienen como objeto de culto. Un culto muy merecido gracias a los muy agudos planteamientos sobre cómo se escucha la vida de hoy en día.

La escena textural, de la que resulta fundamental esta artista, es una fuente inagotable de ideas y audacia, un magma creativo que alcanzó uno de sus cenits entre músicos electrónicos y creadores de otras áreas del jazz, la vanguardia académica y de la música clásica. Todas las barreras se rompieron, se abrieron las mentes y entraron los DJ’s que lo mezclaron todo. El camino que Andrea Parker planteó puede hoy fabricar y destruir estilos, y entre sus herramientas una ha destacado sobre el resto: el dub, la ciencia del bajo.

Muchas veces se ha hablado del dub como de un virus cibernético capaz de infilrtarse en la música y contagiarla de profundidad tridimensional, de provocar mutaciones nunca esperadas y siempre fascinantes. Y si en los ochenta vivió días más o menos puros hasta su toma de contacto con el hip hop en Bristol, de donde salió el trip hop, en los noventa y principios del nuevo siglo esta pulsión rítmica es la auténtica pócima mágica para revolucionar y transformar el sonido.

Ha sido semilla del drum’n’bass, partícula capaz de hacer del remix un arte en sí mismo y, por supuesto, motor de transformación del ambient. Es un vehículo muy útil para la vanguardia: del post-rock a la electrónica angulosa o para lo que venga mañana.

Andrea Parker ha conseguido labrar un sonido más personal dentro de la corriente electrónica que se enriquece con elementos jazzísticos, centrado en la belleza más irreal posible. La suya es una apuesta por estructuras aparentemente impenetrables que cuajaron sobremanera en el casi industrial disco Kisss My Arp: un reto del sonido.

Lo importante de la música de Parker, sin embargo, no es su evolución en sí impecable, coherente y siempre en busca del más difícil todavía sin perder entidad emocional y complejidad formal, sino el hecho de que su modus operandi ha sido el germen de un subgénero copiado y reproducido por decenas de artistas posteriores que, por lo mismo la han convertido en un clásico contemporáneo.

VIDEO SUGERIDO: Andrea Parker – Melodious Thunk (vinyl), YouTube (edNbo)

ANDREA PARKER (FOTO 3)

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ELLAZZ (.WORLD): INDIA.ARIE

Por SERGIO MONSALVO C.

 

ELLAZZ (.WORLD) VOL. II (PORTADA)

 

EL SOUL DEL JAZZ

 

INDIA (FOTO 1)

 

India.arie fue el retoño joven del nuevo boom del soul-jazz. Su debut discográfico, Acoustic Soul, está considerado como un vuelco radical en la conciencia cultural afroamericana sustentada en el hip hop. Éste es una parte musical y social de la cultura negra de la Unión Americana. En su aspecto musical se caracteriza por el rap, es decir, la presentación más o menos rítmica de un texto sobre el entramado de la música.

En la evolución de la música negra estadounidense, el rapeo desempeña un importante papel dentro de la comunicación oral y es un fenómeno recurrente que sirve como herramienta para entablar y reafirmar lazos de la más diversa índole social. Sus orígenes se remiten a los griots africanos. Esos miembros de una clase milenaria de poetas, músicos y artistas errantes, entre cuyos deberes se incluía narrar la historia pasada y la presente de las comunidades, mediante la palabra y la música elemental.

La cultura del hip hop actual se expresa con el rap mediante ingeniosos juegos de palabras y su hábil presentación. En igual medida entre relato y poesía, el rap cuenta la historia de una generación que ha vivido a la deriva, perdida en comunidades decadentes, deterioradas por sus habitantes mismos y el stablishment imperante. Al tomar su ira y experiencias y arrojarlas en la cara del sistema, los artistas del rap han inoculado poder a toda esa generación. Más que música para bailar, el hip hop es un movimiento cultural, con el que ya se identifican también en otras partes del mundo.

La pasión y la sinceridad del rap (y su ritmo) han atraído a millones de fans negros o no que viven en las zonas metropolitanas. Son hombres y mujeres y abarcan todas las razas. Viven en el centro de las ciudades y en los suburbios. El hip hop auténtico, inteligente, trata a la moda, el humor, la actitud y la forma de vida que rodean a la música con algo más que beats y rimas ingeniosas. El hip hop es una inexorable fuerza cultural. Es una forma de vestir tanto como un modo de ver al mundo.

Este género ha retomado la tradición del griot y la ha llevado a nuevas costas. Los griots posindustriales, grupo al que pertenece india.arie representan el pilar más puro entre las corrientes que lo forman. Uno que se sustenta en el espíritu original, en el sonido acústico elemental de la música, en la palabra sencilla y sin doble sentido, no violenta sino descriptiva y aleccionadora. Con un profundo respeto por las raíces y con el firme deseo de trasmitir reflexiones positivas.

India.arie nació el 3 de octubre de 1975 en Denver, Colorado, como India Arie Simpson. El nombre de pila se lo debe a la admiración que sentían en su casa por Gandhi. Su padre era basquetbolista profesional y su madre una cantante que en los años sesenta rechazó la oportunidad de grabar con Motown porque la querían como solista, sin su grupo. Ahora la hija está con Motown, compañía a la que hoy dirige Kedar Massenburg, quien entre otros contrató también a Erykah Badu.

A los 13 años India Arie se fue a vivir a Atlanta, Georgia, con su madre. La entonces tímida muchacha destacaba en las clases de inglés y recibía premios por sus trabajos escritos y redacción. Aparte de eso se la pasaba en casa escribiendo letras de canciones y escuchando el walkman. No le agradaba la música popular negra de la época (fines de los años ochenta) por fría, mecánica e inhumana.

Prefería la colección de discos de su madre: Donny Hathaway, Stevie Wonder, Aretha Franklin y Bill Withers. A los 19 años se integró a un grupo de almas afines, un colectivo de músicos, productores y promotores que bajo el nombre Earthseed/Groovement y a ritmo de rap llamó la atención en toda la Unión Americana.

Se trataba del movimiento de soul alternativo de Atlanta, que pretendía hacer música en vivo compuesta por ellos mismos y con grupos “de verdad”, es decir, sin recurrir a las máquinas ni a la tecnología electrónica y con músicos de carne y hueso.

Su disco debut como solista, Acoustic Soul comenzó con un homenaje a sus influencias, a los intendentes espirituales de ella como artista, a los nombres más respetables de la historia del soul y de la música negra más comprometida. Y esta inspiración atraviesa por toda el alma del álbum. África es la «Madre Patria», cuyo espíritu se condimenta con sensibles verdades en relación a la conciencia afroamericana estadounidense.  «¡Power to the people, don’t be a victim, free yourself!». El anhelo transportado, sublime, optimista, con un ritmo que impulsa hacia melodías profundas, sobre la ruta del conocimiento quizá, y del reconocimiento desde luego. Hay en él  un encanto natural.

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india.arie —su nombre artístico— es una voz en busca de la unidad de la conciencia negra y con esta obra regresa a la cuna de su cultura. Visto por fuera, el funcionamiento de la cantante corresponde al ideal comunitario que predica en sus canciones, aunque no asume el papel de líder ni se dice portadora de “La Palabra”.

«Inscribirse en este movimiento no es cuestión de pertenecer a un grupo.  No consiste simplemente en ser capaz de hacer esto o aquello. Se trata de formar parte de una familia espiritual, de compartir la misma esperanza creativa”, ha dicho la cantante.

El deseo de india.arie de preservarse en la línea acústica resulta comprensible, al pensar en la velocidad con la que las cosas se han sucedido desde la salida del álbum.  Acoustic Soul no es sólo un gran disco con buenas canciones o una manera agradable de abrir las ventanas al optimismo, sino que también es una obra que llegó en buen momento. Insertada plenamente en el aire de los tiempos, los medios estuvieron felices al disertar sobre la noción de un rap «rural» o «ecologista», como el de ella. El resultado fueron más de cuatro millones de copias vendidas y una impresionante colección de Grammys, y de otros premios, que el negocio por lo regular reserva únicamente para los éxitos confirmados.

Asimismo, ella prefirió tomarse su tiempo para grabar el tan esperado y crucial segundo álbum, aunque de hecho, el proceso creativo no se detuvo nunca.  No se pone a escribir porque haga falta sacar un disco. Ahora mismo está componiendo los títulos que marcarán una evolución en su música. Caracterizado por la mayor presencia de verdaderos instrumentos, el CD Acoustic Soul dio prueba de su madurez y reveló el claro propósito estético de crecer dentro de las raíces.

india. arie ha explicado sus objetivos: “La idea es aportar a los discos las energías de otros artistas que me han precedido en el mismo empeño, hacer renacer la vibración original, lograr la participación de los espíritus amigos. No escogí la vía más fácil.  No estoy aquí para sacar colecciones de videos y de clichés fáciles con el objeto de ganar mucho dinero y volverme una trivial. No. Quiero enfrentarme con mis mejores pensamientos al rap que trata a las mujeres como putas; al que se solaza en contar historias sobre armas de fuego y venta de drogas, en la glorificación de la violencia:  todo eso no es más que una fórmula comercial y una manera de mantener a la gente en la ignorancia.  Mi propósito es que quien escuche la música que hago pueda aprender más sobre la realidad de la comunidad negra de lo que relatan algunos fanfarrones descerebrados, llenos de trapos a la moda y con facha de proxenetas”.

En el disco Acoustic Soul, las piezas son interrumpidas de vez en cuando por intermedios en los que la joven cantante y compositora enumera a sus antepasados musicales. Desde luego aparecen los nombres más recurrentes (Donny Hathaway, Steve Wonder, Marvin Gaye, etcétera), a los que prácticamente todos los artistas del «nu soul» nombran.

No obstante, india.arie da unos pasos más hacia atrás para incluir a los grandes del jazz y a los pioneros del country blues de la primera mitad del siglo pasado, como el patriarca Charley Patton o la innovadora cantante, compositora y guitarrista Memphis Minnie. Acoustic Soul, pues, fue un disco con raíces, tributos y propuestas para el presente y el futuro.

Desde la aparición de la revolución hiphopera a su país, india.arie ha participado en ella con una visión poética sensible y franca. Su producción comenzó a recopilarse con la llegada del nuevo siglo (hoy y tiene siete discos en su haber). Y a partir de ahí su posición no ha cejado en la tarea de recobrar y proyectar también el concepto femenino de la mujer, vía el “nu-soul-jazz”, tanto en el aspecto íntimo como en el cívico del compromiso histórico.

En su lírica la mujer no lidia con el hombre, como en el caso de otras raperas, sino que lo ama y acompaña recuperando sus valores al impulso del amor. Se muestra generosa y abierta al describir el acto amoroso así como en el impulso libertario: «Voy a escribir la historia de mi cuerpo entre tus manos”, le señala al compañero en cuestión, pero también al género musical mismo.

india.arie se atreve a hablar como mujer, sin velos ni alegorías, es directa y clara como la libertad de su pensamiento, que reconoce sin ambages que la imaginación y el deseo no son suficientes para satisfacer sus necesidades. Expresa directamente su intimidad sin restringirse a lo abstracto. Traza perfiles o concreta rasgos del hombre con el que habla, del que está a su lado o de aquél con quien soñó: «Soy la prolongación de tu risa y de tu cuerpo./ Soy algo que crece, / algo que ríe y llora./ Soy yo,/ la que te quiere como al mundo que me arropa».

VIDEO SUGERIDO: India.Arie – Video (Official Video), YouTube (India.Arie)

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ELLAZZ (.WORLD): DINAH WASHINGTON

Por SERGIO MONSALVO C.

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CAUSA Y TEMPERAMENTO

Dinah Washington fue una cantante con un poder comunicativo extraordinario. Fue una intérprete característica de los años cuarenta, con el glamour y el aura propia de la época. Pero su nombre auténtico era más prosaico: Ruth Jones; su lugar de nacimiento, Alabama; y sus orígenes musicales, enraizados en el gospel de la Iglesia Bautista del Sur de Chicago, donde había emigrado su familia.

Al actuar como pianista acompañante y directora de coro, entró en contacto con Sally Martin, una de las pioneras del gospel, y formó parte de su grupo. También cantó junto a su madre en ceremonias religiosas de diversas comunidades de Chicago.

A los 14 años de edad ganó un concurso de cantantes aficionados en el Teatro Regal. Y contra la opinión ortodoxa de su madre, con quien mantuvo una tormentosa relación, decidió dedicarse a la música profana. En 1942 se empleó para atender los baños femeninos en un club nocturno, donde esporádicamente también cantaba, En una ocasión llegó a sustituir a Billie Holiday.

Habla Dinah:

“Solicité trabajo por toda la calle Fillmore de Chicago. Ni el instituto de belleza local ni la tienda de discos necesitaban una gerente. Un agente inmobiliario que conocía me dijo que su amigo, un hombre de negocios requería de una persona imperturbable para atender los baños femeninos de un club nocturno. Primero me enfurecí por el ofrecimiento, pero la oportunidad de alguna vez poder cantar ahí me resultó demasiado tentadora para ser ignorada por estos escalones menores.

“Ni me pasó por la cabeza que no pudiera hacer bien aquel trabajo. A fin de cuentas, a pesar de que mi experiencia no incluyera atender unos baños, había sobrevivido con éxito a angustiosos episodios de mi vida y me consideraba lo bastante madura (18 años) y adulta para aceptar tamañas responsabilidades.

“Tom Ramsey –el dueño del lugar– quedó impresionado con lo que el creyó mi vocabulario de universidad, y los diamantes de medio quilate que brillaban entre sus dos dientes delanteros me encantaron. No me pidió referencias y me ofreció 75 dólares a la semana y todas las comidas.

Ramsey era un hombre grande y amable, que se reía de la vida y mantenía todos los detalles de sus numerosos negocios en la cabeza. Era propietario de una tintorería, de una tienda de reparación de calzado y, puerta con puerta con el club, de una casa de apuestas. Sus trajes estaban hechos a la medida y los llevaba con aire informal. Si hubiera cerrado los labios para ocultar los diamantes y hubiera vivido en otro mundo, habría pasado por un erudito corredor de bolsa que arrasaba habitualmente en Wall Street.

“Ramsey servía platillos sureños en el club, así como buenos y bien preparados tragos en gran cantidad, así que era popular entre los asiduos de la zona. Ramsey también había contratado a tres boxeadores desconocidos y los estaba preparando para el campeonato. Quería potenciar al club y extender invitaciones para cenar a los exitosos promotores de boxeadores blancos que conocía de un gimnasio.

“Cuando el número de comensales bajaba, yo tenía la oportunidad de examinar cuidadosamente a los jugadores que ahí se reunían. Estos entraban pausadamente en el club durante las gélidas mañanas de Chicago, con sus pantalones bien cortados que les hacían bolsas en las rodillas; corbatas de seda pintadas a mano con el nudo a medio hacer y colgando, agitándose, olvidadas, en la parte delantera de sus camisas. Cuando sus manos tiraban accidentalmente el café en los manteles, los camareros traían café recién hecho sin el más leve signo de reprobación.

“Ganadores y perdedores tenían el mismo aspecto descuidado, pero eran reconocibles por sus acompañantes. Mendigos, timadores y perdedores de todo tipo escuchaban atentamente sus palabras, les acomodaban las sillas para que se sentaran y gritaban a los camareros de movimientos lentos para que fueran más rápidos.

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“Las mujeres de la calle que se reunían con sus hombres en las mesas (Ramsey no permitía la prostitución en su club y ninguna mujer podía entrar al salón de apuestas) me interesaban particularmente. Entraban cansadas, con el glamour de la noche borrado de sus rostros y el balanceo ausente de sus caderas.

“Los hombres que bebían whiskey, por costumbre o por diversión, tomaban el dinero de las mujeres sin esconderse, contando billete a billete, y ordenaban a un lacayo que fuera corriendo hasta la barra y trajera ‘un trago’. Las caras de las mujeres mostraban orgullo y derrota. Habían demostrado ser putas prósperas y honradas, pero también sabían que los hombres volverían a las mesas de juego para apostar las ganancias de la noche, y las mujeres, exhaustas, serían enviadas a casa y a una cama vacía.

“Un hombre que se drogaba con heroína nunca trataba a su mujer tan a la ligera. Esperaba impaciente, bebiendo café cargado de azúcar. En cuanto su mujer pasaba por la ventana, se levantaba y pagaba la insignificante cuenta. La mujer esperaba en la puerta y la pareja se alejaba de prisa. Yo sabía que ellos se apresuraban por la dosis.

“Yo sabía que la mujer ya había hecho el contacto antes de pasar a recoger a su hombre. Lo sabía y no veía nada de malo en ello. Por lo menos eran una pareja y dependían el uno del otro. Ramsey tenía poco tiempo para advertir estas cosas en su club, porque se pasaba los días dedicado a sus boxeadores. Los encargados de su tintorería y de su casa de juego estaban cortados por el mismo patrón tradicional, y sus negocios iban a la alza.

“- ¿Sabes manejar? – Me preguntó un día.

– Sí. Y también cantar.- Contesté.

– Quiero que te lleves el coche y pases a buscar a mis boxeadores por las mañanas. Llévalos hasta el lago. Ellos bajarán y se pondrán a correr y tú los seguirás. Cuando hayan dado una vuelta al lago, recógelos y llévalos al gimnasio. Entonces vienes a recogerme a mí, te llevo a tu casa y vuelvo al gimnasio. Y si en alguna ocasión no viene la cantante contratada, podrás sustituirla. Ponte de acuerdo con los músicos para cuando llegue el momento.- Eso, debo decirlo, pasó a veces”.

Luego de su experiencia en aquel club, Dinah Washington cantó con Fats Waller, y pronto llamó la atención de Lionel Hampton, que le ofreció su sonoro nombre artístico y un contrato que duraría tres años. Así la temperamental Dinah emprendió su carrera, y luego de ello se convirtió en solista en 1945. Los primeros frutos fueron una docena de blues para el sello Apollo Records con una banda de modernistas, liderados por Lucky Thompson, en la que figuraban también Milt Jackson y Charles Mingus.

Los años de plenitud de la Washington presentan a una cantante de voz abundante, aguda, vibrante, emitida con la nasalización y la intensidad propia de muchos intérpretes de blues, pero cuya dicción y afinación escrupulosas apuntan hacia una alta sofisticación apta para objetivos muy distintos.

A partir de 1946 grabó con los mejores músicos de jazz de la época, con los grandes arreglistas, pero también con los más incompetentes, en las compañías más exquisitas y en las más triviales, según el gusto de cada uno de sus siete maridos. Claro que el repertorio elegido a base de baladas y temas lentos, fue el más apropiado para sus cualidades.

El año de 1959 significó un punto de inflexión, cuando obtuvo éxitos de ventas y eso animó a la cantante a dar un salto definitivo desde sus coqueteos con el jazz al mercado del pop, maniobra conocida en la música con el término crossover. En él, de cualquier modo, el estilo de la vocalista siempre cortante como un cuchillo, más sensual y sutil que nunca, sobresalió y dejó huella en la historia del género. Un exceso de somníferos acabó finalmente con la ajetreada vida de Dinah Washington en Detroit, poco antes de la Navidad de 1963.

VIDEO SUGERIDO: Dinah Washington – What a Difference A Day Makes, YouTube (Jan Hammer)

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ELLAZZ (.WORLD): BEBEL GILBERTO

Por SERGIO MONSALVO C.

BEBEL GILBERTO (FOTO 1)

SER O NO SER

Los hay que escogen el camino difícil. ¿Por qué? Sólo ellos lo saben. Así les pasa por ejemplo a los hijos de quienes han sido o son grandes personalidades en algún campo. En el de la música existen muestras de ello y de la losa que cargan a cuestas. Ahí están, como muestra, Julian Lennon, el hijo de John o Jacob, el de Dylan.

Ambos decidieron entrar a la escena musical en la que sus progenitores no sólo han sido ilustres sino influencias generacionales enormes; ambos han intentado sacudirse el apellido y triunfar por sí mismos, sin conseguirlo o a medias. Con sus respectivas consecuencias existenciales.

En el siglo XXI le tocó dejar de ser “la hija de…” a Bebel Gilberto, la descendiente de Joao, el padre de la bossa nova, nada menos. Pero, ¿cómo huir de un destino así cuando desde la cuna se ha estado rodeada del ambiente en el que el padre marca las diferencias?

Bebel además tuvo a una madre que era cantante destacada, Miúcha, y un tío de nombre Chico Buarque. ¿Cómo huir de ello cuando a los nueve años de edad se ha debutado en el Carnegie Hall acompañada de Stan Getz, histórico saxofonista y compadre de su papá?

Pudo optar por cambiarse el apellido. Pero si es el legítimo, ¿por qué hacerlo? ¿Renunciar al nombre para buscar la identidad? Pudo muy bien no haber sido cantante, dedicarse a otra cosa, irse de Brasil a otro lugar donde nadie la conociera. Y Bebel lo hizo. Puso tierra de por medio al lastre de la familia. Se fue a Nueva York, donde por cierto había nacido durante una estancia de sus padres, e intentó hacerse un camino propio.

Llegó al comienzo de los años noventa, con una muda de ropa y su pasaporte estadounidense. Le cupo todo en una maleta. Puso manos a la obra. Trabajó de maquillista, de mesera, como modelo para pintores y también como babysitter.

Pero el canto la siguió llamando y comenzó a hacer sus pininos en bares de novela negra durante la noche, alternando con sus trabajos diurnos. Fue una larga década para ella. Proliferaron los excesos como forma de purgar aquel lastre, aunque también las muestras de sus talentos.

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La exposición de su voz en dichos bares dio frutos, por fin, al comenzar el siglo XXI. Empezó a colaborar con David Byrne, Arto Lindsay, Towa Tei, Arling & Cameron, Smoke City y Thievery Corporation, entre otros. Finalmente, con la mano de estos últimos en la producción llegó su debut en el año 2000 con el álbum Tanto tempo (todo el que tuvo que esperar).

Tanto tempo fue un excelente disco debut que inmediatamente se ganó a la crítica y al público, con una música que le valió entusiastas comentarios y con el que obtuvo un inesperado éxito comercial a escala mundial.

VIDEO SUGERIDO: Bebel Gilberto live @ Sesc Pompeia – Aganju, YouTube (blogbebelgilberto)

Fue el debut con el que sueña cualquier artista, pero para los oyentes también resultó un regalo, porque con el paso del tiempo se ha ido clasificando como un álbum clásico al que muchos músicos han acudido desde entonces en busca de su belleza y sensibilidad.

Bebel había logrado lo que en Brasil se le negó, la identidad particular, un nombre dentro de la escena a la que temerariamente se había incorporado desde niña. ¿Y cómo lo logró? Con dos elementos: la sencillez y la mezcla, la mejor química para nuestro tiempo.

Se acercó a las piezas inmortales brasileñas, sus raíces en la bossa nova, reinterpretándolas con un sofisticado, elegante y discreto uso de la electrónica.

Su muestra de ejemplar sencillez (incluso en la portada) es una que parece estar siempre al alcance de los mejores músicos brasileños. Es un álbum parejo, homogéneo en su concepto. No hay el descarado objetivo comercial.

La producción favorece la sensación de bienestar y las atmósferas de carácter intimista, aunque haya habido diversos productores. El punto de partida para todos fue la voz de Bebel, tercipelo de verdad.

Thievery Corporation, Amon Tubin, Arling & Cameron dieron forma a ese material. Pero quien se involucró por completo fue el yugoslavo Suba. En varios de los cortes de Tanto tempo se encuentran los ambientes que lo hicieron famoso como productor, esos un tanto oscuros y melancólicos que hablan de su particular concepción de la música brasileña mediante una imaginativa e innovadora deconstrucción en el estudio.

Sin embargo, por sobre la inspirada producción, por encima de la acertada escritura de los temas, lo que más brilla es la voz de Bebel Gilberto, perfecta para una propuesta como ésta.

De tal forma comenzó el tercer milenio para la música brasileña, con otra Gilberto reinterpretándola. La bossa nova del padre puesta al servicio de la melodía, acercándola a lo mejor del género clubero, con arreglos con sabor jazzy bebidos en copas clásicas. La electrobossa –inmersa en el downtempo– que sorprendió al nuevo siglo con sus sonidos suaves, que rápidamente se mundializaron para deleite de los oídos contemporáneos.

Bebel Gilberto le dio la vuelta a lo que al principio parecía una fatal tragedia griega. Metafóricamente “mató al padre” para para hacerlo vivir a través de su propio lenguaje.

Aquella música de Joao (ya desaparecido) que ha cumplido más de medio siglo  se ha refrescado con el aliento de su descendiente. La cual tuvo que pasar lo suyo, en una lucha consigo misma y con la historia, para al final salir airosa gracias a su propia voz.

VIDEO SUGERIDO: Bebel Gilberto – Bebel Gilberto – Jabuticaba, YouTube (MsLibrown)

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ELLAZZ (.WORLD): NINA SIMONE

Por SERGIO MONSALVO C.

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 EL CANTO Y LA DESESPERANZA

 Nina Simone nació con el nombre de Eunice Waymon el 21 de febrero de 1933 en Tryon, Carolina del Norte. Como talentosa pianista y cantante de soul y jazz la carrera de Simone abarcó cuatro décadas. La intensidad política y el alcance genérico de su trabajo le dieron más popularidad en Europa que en los Estados Unidos, por obvias razones.

Simone creció dentro de la tradición del gospel y estudió música en la Juilliard School de Nueva York. Dio clases de piano antes de hacer sus primeras grabaciones. Entre ellas figuró una intensa versión de «I Loves You Porgy» (1959), de la obra Porgy and Bess de George Gershwin, la cual entró a las listas de popularidad.

Habla Nina:

“Algunas mañanas antes de levantarme solía entretenerme con el control remoto de la televisión, cambiando constantemente de canal. Ésta es quizá la única marea de ver realmente la televisión. Vi cosas interesantes. Chicas rubias, morenas y pelirrojas que se ponían shampoo sonriendo sin descanso; con los dientes brillantes como el cromado de las defensas de los coches; los pechos firmes, firmemente envueltos, erguidos con impertinencia para siempre; la grasa de los cuarenta vencida en forma definitiva; ojos sensuales y misteriosos como un bombón relleno; labios de celofán, medias frustradas en su intento subversivo por caerse, torcerse, engancharse, romperse.

“Vi también manos protegidas contra la decrepitud por cremas increíblemente suaves, uñas cubiertas con esmaltes maravillosos y satinados que impiden que se rompan. Dientes que no se caerán nunca gracias a indiscutibles fórmulas químicas. Productos que eliminan por 24 horas al día los olores más inconcebibles del cuerpo, en cualquier circunstancia y para siempre jamás. Huesos sólidos de niños producto del genio precavido de grandes fábricas de alimentos. Coches que hacen que uno se sienta alguien, con puertas que jamás se cerrarán sobre dedos y uñas tan preciosos.

“Vi todo esto y mucho, mucho más, subrayado por el rugido de grandes automóviles que persiguen a los malos y por ráfagas de metralleta que los van segando; por el crescendo de la música en el momento en que el más malo se decide a decirlo todo; por la sonrisa conmovedora del ama de casa que acaba de ganar una fortuna en regalos y dinero gracias a un concurso de lavar platos. Además de noticias que caen en este mar perfecto como piedras inoportunas. Como debe de ser.

“Todos los estadounidenses hemos oído contar cuán lamentable fue que la roca de Plymouth se derrumbara sobre las propiedades de los Padres Peregrinos y no sobre los indios. Este comentario no me ha parecido nunca gracioso. Me parece inútil y vengativo, y encierra además una verdad muy amarga. La inercia histórica de aquella roca significó la muerte de los aborígenes, la esclavitud para los negros, el desastre espiritual para los europeos sin hogar que ahora se llaman americanos y que no han podido jamás con el continente del que huyeron ni con el continente que conquistaron.

“Prescindiendo –como casi siempre creemos que podemos prescindir— de aquella gente a la que clasificamos delicadamente como minorías, ¿quién hubiera cruzado el temible Océano Atlántico para llegar a este lugar desolado, de no existir una apremiante coacción, coacción que no se distingue de la desesperación?

“Sé que el mito nos habla de héroes que vinieron en busca de la libertad, del mismo modo que el mito nos dice que los Estados Unidos están llenos de gente sonriente, como en los comerciales de la televisión. Bien, los héroes van siempre, por definición, en busca de la libertad, y sin duda llegaron algunos héroes aquí, pero uno se pregunta cómo se las arreglaron; y aunque pocas veces veo aquí a alguien que sonría, estoy dispuesta a creer que son muchos los que lo hacen, pero sólo Dios sabe por qué.

Nina Simone, late 1960s

“Lo cierto del caso es que el país fue colonizado por una horda desesperada, dividida y rapaz, decidida a olvidar su pasado. Desde luego no hemos cambiado en ese aspecto, y así lo prueban nuestros rostros, nuestros niños, nuestra absoluta e indecible soledad y la espectacular fealdad y hostilidad de nuestras ciudades.

“Nuestras ciudades están terriblemente faltas de amor, del amor de la gente que vive en ellas, quiero decir. Nadie parece sentir que la ciudad le pertenece. Quizá sea esta desesperación la que deberíamos intentar analizar si queremos atraer agua a este desierto.

“Es propio de la naturaleza del mito que aquellos que son sus víctimas y a la vez sus creadores deban ser, precisamente, en virtud de estos dos hechos, considerados incapaces de examinarlo e incluso de sospechar, y mucho menos de reconocer, que es un mito el que controla y deshace sus vidas. Una lo ve, me parece a mí, con un enorme y triste alivio.

“El blanco pobre fue esclavizado casi desde el instante mismo en que llegó a las tierras americanas y sigue esclavizado todavía por una oligarquía brutal y cínica. La utilidad del blanco pobre fue hacer la esclavitud provechosa y segura y, en consecuencia, el germen de la supremacía blanca que trajo consigo de Europa floreció odiosamente en el aire americano.

“Dos guerras mundiales y una depresión universal no consiguieron demostrar a este desgraciado que tiene mucho más en común con el antiguo esclavo, al que teme, que con los amos que oprimen a los dos en su propio provecho. Considero que esta es la situación de los Estados Unidos en relieve, la raíz de nuestra pena no confesada, la clave misma de nuestra crisis. Por eso canto.

“Ha sido siempre mucho más fácil (porque siempre ha parecido menos arriesgado) dar un nombre al mal exterior que localizar el terror interno. Y sin embargo, este terror interno es mucho más verdadero y mucho más poderoso que cualquiera de nuestras etiquetas: las etiquetas cambian, el terror es constante. Y este terror tiene que ver con el abismo insalvable que separa el yo que nos inventan en la televisión, por ejemplo, y el yo indescubrible, que siempre tiene el poder de hacer añicos al otro con la realidad.

“Es perfectamente posible irse a la cama una noche, despertarse una mañana, o sencillamente cruzar el umbral de una puerta que se conoce de toda la vida, y descubrir, en el tiempo de un suspiro, que aquel yo tejido con tanto esfuerzo no es más que harapos, una ilusión que se ha esfumado. ¿Entonces con qué materia prima vamos a construir otro yo? La vida de los hombres –y por consiguiente de las naciones— depende hasta un punto inimaginable de la intensidad con que esta cuestión esté viva en la mente. Por eso canto.

“Cuando salgo de mi casa sin rumbo alguno y observo los rostros que pasan a mi lado, me pregunto de dónde vienen. ¿Cómo han llegado a ser estos rostros tan crueles y tan estériles? ¿Con quién se relacionan? ¿Con qué? No cabe duda de que no se relacionan con los edificios, ningún ser humano podría hacerlo: sospecho que muchos vivimos con el terror cuidadosamente reprimido de que uno de estos edificios se derrumbe un día sobre nosotros; el movimiento de la gente por las calles se parece mucho al pánico. Por eso canto.

“Por cantar entiendo que de ganas de hacerlo, porque sí. No me refiero a los maullidos borrachos y solitarios de las cuatro de la mañana, que son sólo el gemido de una pobre alma que intenta vomitar su angustia y se atraganta con ella. Donde la gente puede cantar, el poeta puede vivir, y vale también decirlo al revés; donde el poeta puede cantar, la gente puede vivir.

“Cuando una civilización trata a sus poetas con el desprecio con el que tratamos a los nuestros no puede estar lejos del desastre. Todo el mundo corre, Dios sabe adónde, y todo mundo está buscando Dios sabe qué, pero es evidente que nadie es feliz y que algo se ha perdido. Por eso canto”.

 

A fines de los años sesenta, Simone se convirtió en una poeta laureada del movimiento en favor de los derechos civiles. Grabó para la RCA una serie de canciones elocuentes y duras, incluyendo una musicalización del poema «Backlash Blues» de Langston Hughes y de «Mississippi Goddam» de Bob Dylan.

Simone también grabó versiones muy personales de melodías pop y tomadas del espectáculo de actualidad y logrando grandes éxitos.

La actitud militante de Simone condujo a su aislamiento del espectáculo en los Estados Unidos. De ahí en adelante su carrera se vio obstaculizada por una reputación controversial.

En realidad el estilo de Nina Simone no fue convencional. No se trató de que su voz no poseyera belleza, sino era diferente por la forma en que a menudo pasaba por alto el significado de las palabras, en beneficio de lo no verbal. No obstante, ni siquiera un escéptico sería capaz de negar la habilidad artística, imaginación rítmica y ese filo de coraje que hizo sonar a cada canción de amor como una amenaza.

Nina Simone falleció el 21 de abril 2003 a los 70 años de edad.

 

VIDEO SUGERIDO: Nina Simone Live At Montreux 1976 – Blacklash Blues, YouTube (bernardobarcellos)

NINA SIMONE (FOTO 3)

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