LONTANANZA: MADE IN JAPAN (II)

Por SERGIO MONSALVO C.

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(GARAGE ROCK)

 

 

La cultura del rock llegó rápidamente (más rápido que ninguna otra) a las cuatro esquinas del mundo, a partir de la década de los cincuenta.

En las antípodas japonesas recibieron gustosos y con adecuación su diáspora global, en lo que sólo era su comienzo.

Las mujeres dentro de esta vertiente del rock en las siguientes décadas japonesas no incursionaron en lo introspectivo o en la disyuntiva del ser o no ser.

Se crearon ahí nuevas imágenes y ampliaron sus contenidos. Durante los setenta, ochenta y noventa, llenan todo un espacio con su visión.

A pesar de las restricciones sociales dadas en el país del Sol Naciente, ellas buscaron el regocijo transitorio, la diversión, no lucharon por la igualdad: la asumieron.

Asumieron la igualdad para escapar de la monotonía de la vida cotidiana y de sus sombrías perspectivas industriosas y consumistas.

Ahora ellas lo escogían todo: y el mundo debía acomodarse a sus expectativas.

La garageras niponas renegaron de las militancias restringentes y predicaron con el ejemplo el individualismo de su conciencia social.

En el garage –sesentero, revival, punk o post, alternativo, etc., de las décadas de fin de siglo– las mujeres dejaron de ser en las canciones los objetos complacientes, para convertirse en quienes exigen lo suyo.

Sea cual fuera su tendencia, todas ellas constituyeron parte de la música de nuestro tiempo compartido mundialmente.

Las intérpretes niponas del rock de garage cantaron con el conocimiento genérico y contaron con su fuerza y tradición.

Ellas constituyeron poesía urbana rica, atractiva, desgarrada y cotidiana. El buen oído de Tarantino llevó a algunas de ellas a sus soundtracks.

 

En la actualidad a las rockeras de garage japonesas se le conoce los años recientes por sus producciones discográficas que llegan ya a todos lados.

Ello sucedió a partir de la colaboración de las 5,6,7,8’s en el soundtrack de Kill Bill 1de Quintin Tarantino con la pieza: “Woo Hoo!”.

Significativamente, en el mercado discográfico japonés (el segundo, a nivel mundial) sus listas de ventas ya las poblaban, desde antes de tal hecho cinematográfico, en un alto porcentaje, sus bandas garageras locales.

Como en muchas otras cuestiones, en la tierra del Sol Naciente, las cosas se mueven de otra manera, a la suya.

Si para la industria occidental la radio es una piedra angular en el ámbito promocional de un disco (al menos hasta el fin de la primera década del siglo XX), en Japón no es así.

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En aquel país asiático, las bases donde se asientan los comienzos del éxito de un grupo son las revistas musicales como “What’s In?” o “CD Hits!”.

Pero también a través de otro medio como la televisión, donde las series resultan fundamentales, sobre todo del género anime.

En ellas se utilizan para sus rúbricas de apertura o salida las canciones de grupos y artistas japoneses de diversos géneros.

En lo respectivo al campo garagero, el estilo de algunos de sus animes le otorgan a sus canciones representativas el salto cuantitativo que les produce el reconocimiento público.

La escena musical japonesa está firmemente dividida en parcelas especializadas, así como su público, que jamás de interrelaciona con otros.

El área del rock no escapa a ello en aquella zona del mundo y, partiendo de las más de 250 formas y derivados que tiene, el rock de garage cuenta con su parcela, sus grupos y sus fans.

No obstante, en este subgénero, la igualdad genérica de sus intérpretes no entra nunca en cuestionamiento. El público es el mismo para grupos masculinos y femeninos de tal categoría.

Hoy por hoy existen grupos japoneses de garage con base en el rhythm and blues, el Underground-garage (fase que ha crecido en las primeras décadas del siglo XXI), pasando por el proto-punk, el revival, el retro y el garage punk, entre otros derivados.

Para su presentación en esta emisión he escogido dos ejemplos respresentativos de estilo y tiempo diverso: uno el de las veteranas (The 5,6,7,8’s), otro, el de las intérpretes actuales (Seagull Screaming Kiss Her Kiss Her).

Otros ejemplos de garageras japonesas son: Akasaka Kamachi (hoy Princess Princess), Chatmonchy o Puffy Ami Yumi, entre muchos otros grupos que ya cuentan en su haber con varios discos grabados.

No obstante, personalmente, me he inclinado por señalar a las 5,6,7,8’s y Seagull Screaming Kiss Her Kiss Her, porque son rockeras con acento en las raíces del género, sin fusiones.

De las primeras cabe destacar el disco Bomb The Rocks, que recopila sus sencillos de fines de los ochenta a mediados de los noventa.

Y de Seagull Screaming Kisstter Kiss Her señalar el disco Red Talk, lanzado por la compañía Arrivederci Baby!, sello que edita un gran número de artistas del mismo género.

El álbum contiene 18 cortes compuestos por el grupo y cóvers de temas como “Sentimental Journey”, “Pretty in Pink” o “Grapefruit”.

Finalmente, a todas ellas, las veteranas y las noveles, las une históricamente el lenguaje común del rock. El de garage les sirvió de estimulante.

Todas vieron y han visto en él una mejor manera de expresarse. Un género idóneo para sus observaciones y experiencias primordiales, Made in Japan.

VIDEO: 5 6 7 8’s – woo hoo – (j Ross show) – vcd [jeffz].mpg, YouTube (jeffzpla)

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LONTANANZA: MADE IN JAPAN (I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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(GARAGE ROCK)

El de garage es quizá el subgénero más asequible de la cultura rockera actual —una cultura más que homogénea, global y contemporánea de lo que por lo regular se admite—, pero lo asequible no produce necesariamente buenos frutos. Lo que sí lo hace es tener la actitud, la idea y las referencias históricas a las cuales acercarse.

Cabe señalar que, como actitud, el rock de garage comenzó en el mismo momento de su nacimiento y se ha mantenido como dogma.

(Ejemplo 1: Masaki Hirao encarnó en la mejor imagen allá en el Lejano Oriente. Con todo ello, el cantante japonés consiguió incendiar aquellos horizontes.)

Como idea, el rock de garage brotó de los fundamentos filosóficos del romanticismo en el que está contenido su espíritu.

Y las referencias, son las fuentes de las cuales el garage rock ha abrevado a lo largo de su existencia y desarrollo, que ya cumple más de seis décadas.

(Ejemplo 2: All Stars Wagon, fue una dotación de septeto, un soporte explosivo para hacer interpretaciones memorables para los anales de la historia del género por aquellas tierras.)

En el rock de garage, surgido de la geografía que sea, las culturas de élite y popular suscriben el mismo conjunto de conceptos: pasión, energía, actitud, espíritu, pruritos románticos por excelencia.

Tal subgénero rockero se distingue de cualquier otra música a causa de esta ideología compartida.

(Ejemplo 3: The Carnabeats fue un quinteto que inició como Robin Hood,

pero en 1967 cambiaron hacia un nombre más acorde con su estilo.)

La ideología garagera del rock atraviesa históricamente todas sus subdivisiones internas y evoluciones cronológicas —del rhythm and blues al Underground-garage de las primeras décadas del siglo XXI, pasando por el proto-punk, el revival y el garage punk, entre otros derivados—.

(Ejemplo 4: The Dynamites, un quinteto oriundo de Tokio, formado en 1965. Tuvieron varios éxitos en los discos de 45 r.p.m.)

Lo que existe ahora o vaya a existir en el futuro en esta música es inherente a lo ya sucedido. Como ya apunté, el subgénero en primera instancia y por toda la eternidad será una idea.

(Ejemplo 5: The Mops, una banda formada en 1966 en una preparatoria japonesa. Tenían como clara influencia a The Ventures y la guitarra líder.)

En Japón la cuestión fue así: en aquellos años de privaciones y de confusión, que fueron los de la posguerra, los japoneses todos estaban urgidos de dosis de romanticismo y la música se las dio. Las baladas y el folclor permearon el ambiente.

(Ejemplo 6: Zoo Nee Voo, fue un sexteto formado en 1966, con inclinación por la naciente psicodelia.)

En una década dicha sociedad produjo un increíble desarrollo económico y convirtió a Japón en una sociedad de masas, consumo y tecnología, aunque con ideas muy moderadas.

(Ejemplo 7: Fingers fue un quinteto integrado por estudiantes universitarios que sentían pasión por el rock franciscano.)

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E igualmente, los japoneses descubrieron, lo mismo que el resto del mundo, que existía la adolescencia y que ésta quería sus propias formas de vida, sus propios valores y por ende su propia música. Exigían su particular modernidad.

La difusión del rock estadounidense debida a la presencia de las tropas de ocupación, sus emisoras de radio, rockolas, sus discos y películas, les dio la sonoridad que buscaban.

(Ejemplo 8: The Beavers fue un sexteto formado con ex miembros de los Spiders y exitosos vendedores de discos sencillos.)

Los sonidos salidos de aquellos acetatos y bocinas les proporcionaron el conocimiento de Elvis Presley, de Bill Haley y de las florecientes escenas del rock y el rockabilly. El contagio fue inmediato y por doquier surgió la icónica figura del idoru, el simil autóctono del rebelde sin causa.

Arrancó la segunda mitad de los años cincuenta y tan solo era cuestión de tiempo que irrumpiera la primera guitarra eléctrica, así como los primeros cantantes y grupos que hacían versiones de sus ídolos, pero también los que adaptaban las letras de las canciones al idioma japonés.

(Ejemplo 9: Outcast, una banda de cinco miembros que practicaba diversos estilos, con énfasis en el uso de la guitarra).

Las publicaciones especializadas y la naciente televisión se hicieron eco de tal movimiento musical y Japón entró así en la modernidad del siglo XX.  “Los japoneses recopilamos influencias, las interpretamos y las reclasificamos. Nos creamos así a nosotros mismos”, dijeron sus intérpretes.

Con los pioneros del rockabilly de los años cincuenta en el país del Sol Naciente comenzó la historia del género del 4×4 por aquellos lares, la cual con el paso de los años se daría en llamar J-Rock (rock japonés).

(Ejemplo 10: The Bunnys, grupo liderado por Takeshi Terauchi, considerado por entonces el mejor guitarrista japonés.)

Con su presencia, los nuevos rockeros, dieron cuenta fiel de las influencias llegadas de la Unión Americana, del estilo de sus representantes, así como del surgimiento del mercado alrededor de esta música.

(Ejemplo 11: The Spiders, una banda semillero del rock japonés, con influencia marcada de la Invasión Británica.)

El grueso de los intérpretes del rock de garage japonés se formaron en la capital nipona.

Como en prácticamente todo el mundo, los grupos japoneses de garage surgieron a mediados de la década de los sesenta, pero en la actualidad forman un gran conglomerado de la cultura rockera de aquellos lares.

VIDEO: 02 – JAPAN OLD ROCK’N’ROLL 1958-78 RPM, YouTube (sevennightsrock)

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BABEL XXI-532

Por SERGIO MONSALVO C.

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MADE IN JAPAN (II)

(GARAGE ROCK)

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://www.babelxxi.com/532-made-in-japan-ii-garage-rock/

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FOR MY PARENTS

Por SERGIO MONSALVO C.

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 MONO

 Lo vi hace poco en concierto. El cuarteto japonés venía a Europa con el material de su más reciente álbum, For My Parents, así que la cosa prometía.

El mencionado título es una obra con la que continúan en la senda sonora iniciada con su anterior disco, Hymn to the Immortal Wind.

Es decir, piezas nuevas con las cuales mostrar lo que han venido diciendo desde su cuarto álbum: han trascendido la etiqueta del ‘post-rock’ en la que se inscribieron en el principio de su carrera.

En esta etapa de su marcada evolución han optado por ensanchar el camino con su particular  interpretación sinfónica del género, a veces más cerca del campo de una orquesta que del de una banda de rock.

Los músicos nipones, oriundos de Tokio, estuvieron ahí, con su habitual puesta en escena (esto significa: los dos guitarristas sentados en cada extremo del podio, la bajista –Tamaki Kunishi– en el centro y el baterista Yasunori Takada al fondo), vaciándose en vivo mientras el público se deja llevar por una catarata de notas y un imaginativo ambient noise que aumenta de ritmo en varios temas, como en “Ashes in the Snow” o “Everlasting Light”. Una muestra de la creación de sensaciones que son capaces de realizar estos instrumentistas.

Sí, un concierto de Mono es garantía de calidad y una experiencia altamente recomendable. Así como la enésima confirmación de que el post-rock ya sólo es uno de sus múltiples elementos.

VIDEO SUGERIDO: MONO “Legend” 10/23/12 Local 506 (1 of 8), YouTube (cotafloata)

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Tornamesa

MASAAKI HIRAO

Por SERGIO MONSALVO C.

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 SOL NACIENTE DEL ROCKABILLY

Kayôkyoku” es el término utilizado regularmente para hablar de la música popular japonesa, un estilo que creció y se desarrolló allá por la segunda década del siglo XX tras el fortalecimiento del Imperio Nipón (luego de sus guerras contra los chinos y los rusos).

En los años 30 las compañías discográficas extranjeras fueron aceptadas en el país asiático y crearon sellos, como Nippon Columbia o Nippon Victor, que difundían la música occidental y también producían, en menor escala, a músicos locales. Con la llegada de la segunda guerra chino-japonesa, que se inició en 1937, aquello se acabó.

El nacionalismo a ultranza acaparó todas las formas culturales. Tales circunstancias se extendieron al entrar Japón en la Segunda Guerra Mundial en 1941. Un conflicto que resultó fatal para los asiáticos con los bombardeos atómicos que sufrieron. A partir de ahí el país cambió hacia una monarquía constitucional, con un parlamento y un gobierno democráticos y otras formas de vida.

Pero mientras eso sucedía, corrían los difíciles tiempos posteriores a la derrota, la cual desencadenó en el Japón un derrumbamiento de los antiguos valores y un estado de desorientación moral y social.  La mujer se erigió en sujeto luchador en un momento en que los hombres tenían poca presencia en Japón: los últimos años de la guerra y los primeros tras ella.

Cuando los hombres estuvieron en el frente, las mujeres llenaron los huecos y se hicieron cargo de muchas funciones sociales y también después de la derrota, cuando la sociedad se paralizó debido a la destrucción repentina de todas las normas y los valores.

Durante la siguiente década, luego del armisticio, mientras los hombres que quedaron tras el conflicto bélico retomaban las riendas, los japoneses fueron recuperando la confianza en sí mismos y emprendieron la reconstrucción del país. Eran hombres maduros y en el umbral de la vejez, mayormente.

No obstante, en aquellos años de privaciones y de confusión, los japoneses todos estaban urgidos de dosis de romanticismo y la música se las dio. Las baladas y el folclor permearon el ambiente. En una década dicha sociedad produjo un increíble desarrollo económico y convirtió a Japón en una sociedad de masas, consumo y tecnología, aunque con ideas muy moderadas.

E igualmente descubrieron, lo mismo que el resto del mundo, que existía la adolescencia y que ésta quería sus propias formas de vida, sus propios valores y por ende su propia música. Exigían su particular modernidad. La difusión del rock estadounidense debida a la presencia de las tropas estadounidenses, sus emisoras de radio, rockolas, sus discos y películas, les dio la sonoridad que buscaban.

Los sonidos salidos de aquellos acetatos y bocinas les proporcionaron el conocimiento de Elvis Presley, de Bill Haley y de las florecientes escenas del rock y el rockabilly. El contagio fue inmediato y por doquier surgió la icónica figura del  idoru, el simil autóctono del rebelde sin causa.

Arrancó la segunda mitad de los años cincuenta y tan solo era cuestión de tiempo que irrumpiera la primera guitarra eléctrica, así como los primeros cantantes y grupos que hacían versiones de sus ídolos, pero también los que adaptaban las letras de las canciones al idioma japonés.

Las publicaciones especializadas y la naciente televisión se hicieron eco de tal movimiento musical y Japón entró así en la modernidad del siglo XX. “Los japoneses recopilamos influencias, las interpretamos y las reclasificamos. No creamos así a nosotros mismos”, dijo Masaaku Hirao.

Hirao fue uno de los pioneros del rockabilly de los años cincuenta en el país del Sol Naciente. Con él comienza la historia del género del 4×4 por aquellos lares, la cual con el paso de los años se daría en llamar J-Rock (rock japonés). Hirao, con su presencia, dio cuenta fiel de las influencias llegadas de la Unión Americana, del estilo de sus representantes, así como del surgimiento del mercado alrededor de esta música.

VIDEO SUGERIDO: 02 – JAPAN OLD ROCK’N’ROLL 1958-78 RPM, YouTube (sevennightsrock)

Una industria que al transcurrir las décadas ha convertido a dicho país en una de las primeras potencias internacionales del mundo discográfico, tras los Estados Unidos. Un fenómeno sorprendente al que curiosamente no contribuyó en mucho la difusión radiofónica sino la prensa y, nutriéndose de ella, la televisión. Un medio que inició sus andares con el género copiando los modos de la programación respectiva de las cadenas estadounidenses, como el Show de Ed Sullivan y American Bandstand.

El cantante, guitarrista y compositor Masaaki Hirao –cuyo verdadero nombre era Isamu Hirao—había nacido el día de Navidad de 1937 en Chogasaki, prefectura de Kanagawa (en un rincón del suroeste japonés, entre la capital Tokio, el Monte Fuji y la Bahía de Sagami). Una zona que durante la Segunda Guerra Mundial fue gravemente dañada por los bombardeos.

Tras la rendición japonesa, el general Douglas MacArthur (Comandante en Jefe de las Fuerzas Aliadas) fundó ahí su principal base militar, naval y aérea, llamada Zama. Aquellas fuerzas llevaron consigo todas sus formas de entretenimiento, principalmente el cine y la música.

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Los pragmáticos músicos japoneses pronto aprendieron a tocar el jazz, el swing y el country, y sus exponentes entretenían las horas de ocio de los soldados estadounidenses. De aquella fuente de trabajo brotaron, a mediados de los años cincuenta, las primeras versiones de “Heartbreak Hotel” y “Ooh, My Soul” (de Elvis Presley y Little Richard, respectivamente) del grupo de Kazuya Kosaka, pero en clave de country y hillbilly.

No obstante, entre 1956 y 1957 aquel trabajo se expandió demográficamente, desbordó las bases militares y se extendió a los nuevos cafés cantantes citadinos y a la creación del Carnaval Nichigeki para la presentación de un sinnúmero de bandas musicales.

Algunos jóvenes que comenzaban su andadura en el medio prefirieron algo más electrificante, avanzar en velocidad y responder a las necesidades de su propia generación. Se fundaron grupos de rock & roll y rockabilly (rockabirii, en japonés) que animaban los conciertos y la imaginería de los movimientos estudiantiles que pedían cambios en la sociedad japonesa.

El Establishment, emergido de las cenizas del Imperio de Hiroito, quedó estupefacto ante las actitudes de los jóvenes y tanto a éstos como a su música los inscribieron dentro de los parámetros de la delincuencia.

Pero como no podían actuar contra sus ciudadanos, en plena reconstrucción del país y de la democratización (obligada), la escena musical progresó y aquel tímido “Ooh, My Soul” de versión country, se transformó en dinamita pura cuando la retomó uno de los grupos adalides rocanroleros: Masaaki Hirao and His All Stars Wagon.

Pronto su líder se convirtió en ídolo y las revistas lo captaron en sus páginas llamándolo el “Elvis japonés”. La televisión no quiso perderse aquel tren, lo mismo que las compañías discográficas como King Record, y el rock & roll y el rockabilly arrasaron con su ola la isla nipona.

Había nacido el rock japonés y entre 1958 y 1960 no tuvo rival en dicha geografía. Al lado de Hirao estuvieron también Mickey Curtis y Kei-chan (Keijiro Yamashita). Entre los tres, dieron lugar al rockabilly boom, la primera expresión juvenil y tribal de aquella nación. La principal colección de temas de Hirao la reunió el sello Big Beat y en ella aparecen 23 piezas en las que se exponen tres combinaciones:

Los cóvers en inglés, como “Lawdy Miss Clawdy”, con versiones en japonés de “Jailhouse Rock”, “Lucille” o “Jenny Jenny”, que Hirao se tomó el tiempo de adecuar a su idioma, imprimiéndoles con ello su sello particular: fuerte, rápido y desesperadamente rockero.

Asimismo, hay la combinación de temas grabados en el estudio con otros capturados durante sus presentaciones en vivo en la televisión nipona. Una tercera combinación se da entre las canciones provenientes del inglés, las composiciones propias y los arreglos hechos a los temas tradicionales de su país, como por ejemplo: “I Love You” o “Crazy Love” (de Paul Anka) y “Kogarashi Fukeba” e “Itsuki No Komoriuta Rock”, respectivamente.

La banda que lo acompaña, The Allstars Wagon, una dotación de septeto muy pareceida a la de los Comets de Bill haley, le proporciona el soporte explosivo para hacer de sus interpretaciones algo memorable para los anales de la historia del género por aquellas tierras.

Por otro lado, las poses, el peinado, la vestimenta, los tonos y la actitud, son producto de la observación minuciosa de las fotos, portadas y películas de Elvis Presley. Hirao se encarnó en su mejor imagen allá en el Lejano Oriente. Con todo ello, el cantante japonés consiguió incendiar aquellos horizontes, lo mismo con las canciones de Elvis, que con las de Little Richard, del doo-wop de Maurice Williams (“Little Darling”) o las mencionadas baladas de Paul Anka.

Tal cúmulo, mezclado con las piezas emanadas del cancionero tradicional japonés, pasado por el tamiz del rockabilly, hicieron de la figura de Hirao un ejemplar pastiche para acercarse a la época de fines de los años cincuenta, de cuando el periplo de la, muy joven aún, cultura del rock llegaba rápidamente (más rápido que ninguna otra) a las cuatro esquinas del mundo. En las antípodas japonesas recibieron gustosos y con adecuación su diáspora global, en lo que sólo era su comienzo.

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VIDEO SUGERIDO: Hirao Masaaki – Miyo-chan (1960), YouTube (TheCoffeeShopShop)

 

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