HAMBRE

Por SERGIO MONSALVO C.

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(KNUT HAMSUN)

El autor noruego Knut Hamsun (nacido como Knud Pedersen en Lomnel Gudbrandsdal, 1859 y fallecido en Grimstad, en 1952) se presentó en la redacción del periódico Politiken en el otoño de 1888 con un manuscrito incompleto, y lo ofreció al editor de folletines Eduard Brandes.

Cuando éste comenzó a leer, comprendió que tenía una joya literaria entre sus manos, una obra que superaba a todo lo escrito hasta entonces y quizá única en su género en cuanto a su construcción total. Al día siguiente entregó las hojas a la revista Ny Jord, que las publicó en forma anónima en noviembre de 1888 bajo el título de Hunger (Hambre), produciendo una enorme sensación con cada entrega. La edición como libro apareció en 1889.

Fue un texto que surgió como una tromba para descubrirle al mundo insospechadas rutas para la literatura. ¿Cómo? El autor escandinavo le dio voz y grandes monólogos interiores a un hombre camino a la locura, debida al hambre omnipresente que lo atosiga, mitigada sólo en contadas situaciones, como cuando consigue que le publiquen algún artículo en un diario. En el ínterin deambula sin ton ni son por las calles de la ciudad.

Esa es la trama. Un individuo, que es escritor, abandona su miserable habitáculo y se echa a la calle sin saber si ese día tendrá algo que llevarse al estómago, bajo el prurito de la pura sobrevivencia y confesándose a sí mismo, con pasmosa futilidad, sus desaventuras y contratiempos.

LIBROS KNUT HAMSUN

La atmósfera que Hamsun consigue tiene una vibración única, donde las circunstancias terribles que impactan in crecendo al lector, son paliadas por la levedad de espíritu y sinceridad del protagonista.

Al narrador lo apreciamos por ser un justiciero de sus principios, que discute consigo por lo que siente que está bien hasta el cansancio, enfrascándose en una lucha dialéctica ante la desesperanza. Porque, desde su perspectiva, todo es trivialidad, tonterías, situaciones incómodas, dentro de una estructura narrativa circular (genialmente resuelta en obsesivos y magníficos monólogos) y sin ningún tapujo emocional.

Hambre es, asimismo, un testimonio de la psicofisiología de la conducta humana o, como lo expresaría más tarde el mismo Hamsun (protagonista de la misma), se trata del «misterio de los nervios en un cuerpo famélico».

Este último ya no es un sistema intacto, de acción, capaz de valorar situaciones y de responder a ellas en el sentido de las expectativas del ambiente; en efecto, ese “yo” parece que ya no se halla en el mismo mundo de los demás. Mientras tanto a su alrededor se han colocado barreras invisibles que lo mantienen cercado dentro de un aislamiento que ya no comprende y confunde aún más (la soledad en medio de la multitud).

VIDEO SUGERIDO: George Harrison – “Bangladesh”, YouTube (mac3079b)

Hamsun, cuando lo escribió, ya había pasado hambre como  hijo de una familia campesina, y anteriormente sufrido el fracaso y la soledad. Antes de cumplir la treintena ya había rodado por el país y laborado como zapatero, vendedor ambulante y picapedrero, entre otros oficios para ganarse la vida.

Cuando se le presentó la oportunidad emigró hacia los Estados Unidos en 1882, pero la nostalgia, el apego al terruño y su provincianismo lo hicieron volver a Noruega en 1888. Definitivamente las grandes ciudades no eran para él. Por otro lado y sin lugar a dudas, la obra tiene otro mérito a contracorriente del romanticismo implícito: la recuperación.

Con la reflexión y contra toda experiencia desalentadora le concede a la vida en sí misma una supremacía esencial frente a la muerte. Lo que planteó un pensamiento nuevo en la naturaleza del arte: la novela psicológica.

Este autor noruego obtuvo en 1920 el Premio Nobel de Literatura. La herencia de verdad profunda que emite esta obra, influyó enormemente en escritores tan disímbolos como, Henry Miller, Ernest Hemingway, Franz Kafka, Charles Bukowski o Isaac Bashevis Singer, por mencionar a algunos que lo nombraron entre sus más ricas filias, así como la admiración de otros (Thomas Mann, Paul Auster), que a pesar de su desbarres políticos, que son otra e infame historia, se mantuvieron intactas.

El rock, por su parte, tiene con Hamsun la misma deuda que cualquier lector. Sin embargo, la cuestión del hambre casi no la ha tratado de manera individual, pero sí lo ha hecho en sus implicaciones colectivas. Y lo viene haciendo desde que Bob Dylan puso a Woody Guthrie como su referencia.

El folk retrató con las letras de este cantautor las miserias y penurias de los desposeídos, de los miserables, de los pobres expulsados de la maquinaria del desarrollo, de los marginados por el sueño americano y el capital.

El folk rock, primero, y las corrientes del heartland rock y de la dark americana e indie, a la postre, han puesto estas consideraciones en la lírica de su temática (el country y la canción de protesta lo han hecho por su parte). Infinidad de músicos han hablado de la cuestión.

Desde el ya mencionado Dylan, Bruce Springsteen, Los Lobos, JJ Cale, los Klezmatics, Wilco, Anti-Flag, Meat Puppets, Fleet Foxes, Iron & Wine, Bon Iver, Ani DiFranco, Elliott Smith, Billy Bragg,  y un largo etcétera.

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A través de este canto rockero se manifiesta el hombre sin mayor cosa que su propio trabajo, la voz de aquél al que ni el destino, ni su medio han podido sacar de la cuneta, pero cuya voluntad férrea lo lleva a sobrevivir.

De esta manera el género ha sabido llegarle a la gente hablándole de sus problemas, de sus esperanzas y de sus luchas. Es la música que primeramente ha elevado al mundo sus cantos por la paz, su compromiso con el otro y de ayuda para el necesitado.

Y lo ha hecho no sólo con su materia prima sino también de facto con los festivales benéficos que él mismo ha generado, comenzando con aquel Concierto para Bangla Desh, país que padecía el azote del hambre, las epidemias y la indiferencia del mundo, excepto la de los rockeros que se reunieron con ese propósito solidario, organizados por George Harrison.

Para continuar hasta el modelo que creó la épica de Bob Geldof: el Live Aid a beneficio de Etiopía. Un macro concierto simultáneo en el Reino Unido y en la Unión Americana, televisado en vivo a (prácticamente) todo el mundo, con diez horas de actuación y con figuras de primera línea.

Desde varios puntos de vista fue un éxito: en el musical con momentos inolvidables, en el mediático-planetario (por la trasmisión vía satélite) y marcó, además, una fórmula a futuro (el Farm Aid, el Live 8 o el Live Earth, de la actualidad, son un derivado de aquello). Y desde la perspectiva de la movilización, puso su grano de arena para concientizar sobre la lucha contra la pobreza, el hambre y la desigualdad dentro del capitalismo salvaje.

Lo que queda demostrado, con ambos ejemplos, es la capacidad del rock para unir esfuerzos por motivos sociales y humanitarios, el único género capaz de hacerlo. En la cauda quedan aquellos esfuerzos que enseñaron al mundo lo que los individuos y su voluntad son capaces de hacer; lo que un puñado de músicos en plan generoso pueden realizar y finalmente la pública toma de conciencia sobre una realidad lamentable e inadmisible: el hambre.

Al rock le duele el mundo. Y como sugiriera Hamsun en su libro canónico, busca el alivio con la reflexión y el acto.

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VIDEO SUGERIDO: LIVE AID 1985 (El mejor Concierto de la historia del Rock), YouTube (mrJalmore)

 

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PAUL BOWLES

Por SERGIO MONSALVO C.

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 LA NARRATIVA DEL MÚSICO

Para el estadounidense Paul Frederick Bowles (oriundo de Nueva York, donde nació en 1910), el quehacer de escribir música y el de escribir palabras no fueron excluyentes entre sí.

En la infancia y adolescencia comenzó como autor de relatos y poesías. A la postre se inclinó por su otra vocación: la música. En ambas, sin embargo, manejó la misma idea conceptual en la que se mantuvo firme siempre: “Me repugnaba que los artistas creyeran que tenían que parecer distintos a los ciudadanos normales. Al contrario, debían pasar lo más desapercibidos posible. La no existencia debía ser condición sine qua non para la validez de cualquier cosmos inventado. Los posibles lectores y escuchas debían ver y oír a través del autor como observador, pero sin saber más de él. Este método de trabajo me permitió ver mi propia existencia, mas no participar en ella”.

Bowles abandonó la Universidad de Virginia después del segundo semestre para no volver nunca más. Sus proyectos se encaminaron a dejar la casa paterna y viajar a París, con la intención de conocer a Gertrude Stein. Todavía en Nueva York estudió música con Aaron Copland, compositor al que estuvo muy ligado desde entonces.

Una vez en París continuó sus estudios musicales con Virgil Thompson, a sugerencia de Stein. Esta escritora tuvo una gran influencia sobre el joven Bowles, y ella también le sugirió visitar el norte de África —Tánger, en concreto—, consejo que le acarreó una experiencia de impresión duradera hasta el fin de sus días. Murió en ese lugar el 18 de noviembre de 1999 a la edad de 89 años.

Como compositor, Bowles estuvo inscrito en la corriente de la Gebrauchsmusik (o música utilitaria). Un concepto que surgió a partir de 1927 en el intento de utilizar el lenguaje simplificado de consumo masivo para crear obras accesibles para todo el mundo.

Esta postura cultural se vio ayudada por la tradición antigua y viva del cabaret berlinés (en el que se había introducido el jazz), por la filosofía de la Bauhaus, las aportaciones del teatro político de Bertolt Brecht y Kurt Weill, el ejemplo musical de Ernst Krenek y la aparición del compositor Paul Hindemith.

Las composiciones producto de ello incluían ritmos de cabaret y canciones taberneras, en un evidente experimento marcado no por una actitud desacralizadora sino por una que buscaba la inmediata comunicación. Eran piezas de fácil ejecución y comprensión, trágicamente conscientes, comprometidas y expresionistas. Muy eficaces por todo eso.

Congruente con su filosofía y con dicha corriente artística, Bowles produjo una buena cantidad de música de acompañamiento para obras de teatro contemporáneas como My Heart’s in the Highlands de William Saroyan, Summer and Smoke de Tennessee Williams y varias más. Escribió tres óperas (entre ellas Yerma, basada en textos de Federico García Lorca). Asimismo, cuatro ballets, una Suite para orquesta pequeña (Suite for Medium Voice, con texto de Jean Cocteau), danzas, sonatas, canciones y música para varias películas cuyos detalles y referencias pueden encontrarse en su autobiografía, Without Stopping (1972).

Después de darse a conocer como autor de novelas y relatos, pasó menos tiempo en la composición musical. Su primer libro importante dentro de la narrativa fue El cielo protector (1949; llevado a la pantalla por Bernardo Bertolucci), seguido por una cantidad de títulos que lo encumbraron como un autor importante dentro de la literatura mundial.

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La mayoría de sus libros tiene su ubicación en el norte de África, donde el autor se estableció en definitiva después de la Segunda Guerra Mundial. Tanto en la escritura como en la música Bowles manifestó la poderosa expresión de una angustia cínica ante la idea de la nada absoluta tras los límites de la existencia humana. Ambos géneros bajo su visión están poblados de un sentido de belleza exótica como paliativo al infierno de la especulación existencialista.

Los estudios dedicados por Bowles a la música africana influyeron sobremanera en su propia producción y en correspondencia él trató de rescatar algunas de aquellas tradiciones musicales. A lo largo de los años el autor grabó aunque fuera de manera rudimentaria los acercamientos a esta música. El motivo para llevar a cabo las grabaciones fue su temor a que estos fascinantes sonidos pudieran perderse.

Y tuvo razón. El cazador cultural en la actualidad buscará en vano los cantos rituales y el acompañamiento con las palmas de las manos que Bowles grabó antaño en una de las últimas bodas tradicionales de la colectividad jilala.

La compañía discográfica Sub Rosa ha sacado a la luz parte de las joyas musicales que Bowles recopiló con el tiempo, en un CD titulado Moroccan Trance Music. Además de los rituales jilala, esta antología contiene música de la comunidad gnaova, recogida en ceremonias realizadas para expulsar el mal, con fines terapéuticos y como alabanza a las divinidades.

Bowles ha influido con su música y sus libros a distintos artistas. Dentro de la música popular a Brian Jones (en la misma labor de grabar a los maestros jojuka y producir un disco: Brian Jones presents The Pipes Of Pan At Joujouka, de 1968); a Sting, con la composición que éste hizo para el disco Synchronicity de Police titulada «Tea in the Sahara», y al grupo King Crimson con «The Sheltering Sky».

En la música clásica lo ha hecho con Peggy Glanville-Hicks, importante figura de la escena musical estadounidense, quien escribió Letters from Morocco, composición para voz y orquesta hecha en base a algunos pasajes de las cartas dirigidas a ella por Paul Bowles en 1953.

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BRUCE SPRINGSTEEN

Por SERGIO MONSALVO C.

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 THE BOSS

En un paisaje poblado por nuevos dioses y pocos héroes, Bruce Springsteen no optó por el camino de estos últimos para asumir su papel en la historia. No. Él fue señalado como tal por sus compañeros de aventura. De ahí su sobrenombre: The Boss. Y, a pesar de no querer serlo, desde el principio se encarriló con tal suerte en su propia narración dentro de la música y, eso sí, a ésta la volvió homérica.

Unas veces lo ha hecho desde la Iliada (con la responsabilidad), otras desde la Odisea (con el compromiso), con esa voluntad eterna por instalar al ser humano más común u olvidado en el centro de su épica, trasladarlo al escenario de sus canciones e insuflarle el gran reto de la ilusión a pesar de todos los obstáculos que tiene la vida. En los libros de Homero está el origen de la historia humana, de su relación atávica con la mitología, de su papel enfrentado al victimismo del destino.

Es importante por ello escuchar la voz de Bruce, escarbar en sus temas, las historias que hay en medio de tanta villanía empleada y creada por los poderes políticos o financieros de hoy. Su canto nos sirve para reflexionar juntos sobre quiénes somos y ante qué nos enfrentamos, y la forma de actuar o sentir en la búsqueda de una Ítaca personal y colectiva.

Su voz, desde los primeros tracks con la legendaria E Street Band, ya abrazaba como una fuego inquieto en el cuerpo. Sólo basta escuchar “Growin’ Up” o “Spirit in the Night”, por ejemplo, con la introducción in crescendo, crepitante, que da paso a un incendio, a un flamear de guitarras, en su desafío encendido, para sentir que el mundo se inflama hasta el infinito, explota en pedazos y empieza a recomponer el/tú/nuestro horizonte.

Por eso es fácil identificarse con el personaje de Nick Hornby que lo trae a colación en High Fidelity (en el libro o la película correspondiente), el Boss siempre tendrá las palabras necesarias, la pieza para curar y el aliento del colega solidario que da el impulso hacia adelante, sin claudicar.

Pero también Bruce da voz a los marginados y a los abandonados por la sociedad. Es un autor de lo cotidiano, de su poética. Sus personajes se ensucian, visten ropa de trabajo o jeans de marcas plebeyas y hablan sencillamente. En esto el cantautor se parece a John Steinbeck, uno  de sus preceptores. Por muy sobrias y objetivas que parezcan las descripciones que haga, siempre serán compasivas y llenas de simpatía por los «perdedores”, por los “solitarios» y sus momentos, donde juega la honestidad, serán aptos para conmover y hacer de sus álbumes algo extraordinario.

Con sus temas hay que emocionarse al escuchar que tras la espesura de los problemas y el quiebre o falta de valores hay una luz o muchas, que existen dentro y gracias al espíritu rockero, y eso es algo que hay que cuidar entre todos, como comunidad.

Por eso, Bruce asume que tiene un compromiso con dicho espíritu y nunca lo olvida (“Cuidar de los nuestros…”). En ello radica su poder de convocatoria y la fuerza del enlace resultante. Siempre se ha hecho eco de su entorno, late en él, y ahí encuentra el fondo de su obra conceptual. Por eso sus canciones tienen nervio y maravillan por su voluntad artística.

Él ubica al rock en un nivel de nexo grupal, en el de himno interpretado a modo personal o en estadio, en el grito intenso que es de una colectividad entera, de una unión que se necesita reconocer en dicha voz conjunta, en el vínculo espiritual que busca instalar su razón de ser en el andar hacia su horizonte, hacia la promesa inexplicable de esa música. Por eso el hombre que nunca quiso ser “el jefe” se ha elevado por encima de las categorías y se ha erigido también en el Clint Eastwood del rock.

Y como icono mundial siente la responsabilidad, igualmente asumida, de estar a la altura del acontecimiento social que representa; de su propio discurso, planteamiento y convicciones frente a su público, sin dobleces, como desde hace cuatro décadas.

Bruce Springsteen And The E Street Band

 

 

Es un arte que ha mantenido el enfoque en la vida de sus personajes con la habilidad de un maestro en el cuento corto. Y que como tal tiene muchas influencias y experiencias como el lector que es y ha sido. Con los libros, la palabra y la poesía, el rock se volvió vigoroso y neuronal desde la década de los sesenta –de la que Bruce es beneficiario–, además de energético e instintivo. Él es un conocedor de ello.

Cada artista construye su propia tradición sin obedecer más límites que los de sus capacidades personales, sus afinidades o sus azares de identidad. El poeta T. S. Eliot escribió que “un creador influye en sus antecesores, porque fuerza a mirarlos a través del ejemplo que él ha establecido”. Efectivamente, en la razón (o sinrazón) de sus mentores está contenido el sentimiento que le inspira vida al rock desde que éste tuvo a sus pensadores como representantes: Bob Dylan, los Morrison (Jim y Van), John Lennon, Lou Reed, Leonard Cohen, Neil Young, Patti Smith, Nick Cave, David Byrne, Thom Yorke, Jarvis Cocker, Damon Albarn, Bruce Springsteen…

VIDEO SUGERIDO: Bruce Springsteen – Prove It All Night – Largo live 1978 (Blu-ray), YouTube (Brucetapes)

Su Yo dinámico es fruto de selecta literatura (desde los primeros escritos homéricos, pasando por el romanticismo decimonónico o la líbido freudiana y el viaje beat exterior e interior del siglo XX, el género puede adoptar estas apariencias o cualquier otra, según las lecturas de su autor.

No se puede ser un músico trascendente sin una tradición. Cada exponente del género, más o menos, ha ido eligiendo la suya. De este modo Homero, Herman Melville, Walt Whitman, Richard Ford, John Cheever, William Blake, Herman Hesse, J.D. Salinger, Aldous Huxley, George Orwell, J. R. R. Tolkien, Jack Kerouac, entre otras docenas de escritores, se han vuelto grandes rockeros sin haber escrito una sola canción o haberse armado con una guitarra eléctrica. Es otra de las cosas grandes que posee el género.

Sus textos han tenido que ver con la ontología genérica, con su andadura existencial y la hondura en su pensamiento. Y los rockeros gigantes (los mencionados, la intelligentsia, pues) han influido en ello como dijo Eliot, las nuevas generaciones los leen a partir de la obra del músico que los ha mencionado, influenciando a su vez a aquellos, sus mentores.

Por eso es muy importante conocer y saber qué han leído y leen esos músicos, de qué o quienes se han nutrido para llenar sus necesidades o crear su obra o ambas cosas a la vez. Cuando esos rockeros alcanzan una edad provecta, antes inconcebible, la necesidad de tales conocimientos es aún mayor, puesto que su experiencia de vida los ha dotado de sabiduría y ésta debe iluminar al resto de la comunidad.

Debido a ello, cuando leí la entrevista que el New York Times le hizo a Springsteen al respecto a finales del 2015, mi alegría fue enorme por el legado que ello significa y que será un referente de ahora en adelante para calibrar sus obras y su autobiografía, escrita de su puño y letra, y que ha sido todo un acontecimiento para la cultura del rock tras su aparición.

Por dicha entrevista sabemos que el músico tiene en su mesita de noche en estos momentos: Moby Dick, la cual le parece una hermosa historia de aventuras, la cual no quiere que termine nunca. Y junto a ella, El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. “Simplemente porque trata muchos aspectos del amor humano. Luego vendrán Las aventuras de Augie March y Henderson, el rey de la lluvia de Saul Bellow”).

Sabemos que le gustan los escritores rusos: “los relatos cortos de Chejov, las novelas de Tolstoi y Dostoievski, me parecen totalmente modernos desde un punto de vista psicológico. Mis favoritas son Los hermanos Karamazov y, naturalmente, Ana Karenina”. Sabemos que leyó Las uvas de la ira “que es como esperaba que fuera”.

Igualmente hemos descubierto que lee mucho sobre el béisbol (la autobiografía de Mariano Rivera, el más reciente de ellos), cosmología (Corazones solitarios en el cosmos, de Dennis Overbye, fue uno de sus primeros libros en este sentido: “La lucha de los hombres y de las mujeres por contestar las preguntas más profundas que podemos plantearnos, me parece liberadora. También me hace ver en su justa medida los pequeños problemas que pueda tener a diario”).

Y, en buena medida, volúmenes sobre filosofía: “El libro que hizo orientarme hacia ello fue Historia de la filosofía occidental, de Bertrand Russell. Los más recientes, Vidas en examen, de Jim Miller, y Cómo vivir. Una vida con Montaigne, de Sarah Bakewell”.

Sabemos que el primer libro que leyó de niño fue El Mago de Oz: “Recuerdo que el libro y el hecho de poder leer me entusiasmaron”. Y que sus autores preferidos actuales son Philip Roth “por su humor escandaloso y subido de tono, por su excelencia y por su longevidad. Es difícil superar Pastoral americana, Me casé con un comunista y El teatro de Sabbath”; al igual que Cormac McCarthy (Meridiano de sangre y The Road ocupan un lugar destacado en sus estantes), lo mismo que Richard Ford (sus favoritos: “El periodista deportivo, El día de la independencia y Acción de gracias).

Siente especial afecto por Walt Whitman: “El verano siempre hace que quiera hojear Hojas de hierba durante un rato y sentarme en el porche delantero de mi casa. Al dejarlo, me siento más contento. Sé algo más sobre la democracia y eso de cuidarnos los unos a los otros”.

 Sabemos quiénes influyeron en su decisión de volverse músico y compositor y contribuyeron a su desarrollo artístico: “Fui muy poco a la universidad porque me convertí en músico y me eché a la carretera, pero por aquel entonces leía a Flannery O’Connor, James M. Cain, John Cheever, Sherwood Anderson y Jim Thompson. Estos autores influyeron mucho en el giro que dio mi música en torno a los años 1978 y 1982. Aportaron un sentido geográfico y la vena oscura a lo que escribía, ampliaron mis horizontes sobre lo que se podía lograr con una canción de rock y siguen siendo literalmente la base de lo que intento lograr hoy en día”.

Nos enteramos que los libros que lo han puesto furioso sobre el presente son Too Big to Fail, de Andrew Ross Sorkin; La gran apuesta, de Michael Lewis, y Someplace Like America, de Dale Maharidge, con fotografías de Michael S. Williamson y Someplace Like America, para el que escribió el prólogo. Libros sobre el reciente hundimiento financiero. “Los escándalos delictivos y la insensatez que se describen me llevaron directamente a crear mi álbum Wrecking Ball”, ha dicho.

Y, sobre todo, sabemos que si tuviera que nombrar un libro que lo haya convertido en quien es, le sería difícil nombrar sólo uno, pero que los cuentos cortos de Flannery O’Connor lo impactaron mucho: “Se puede sentir dentro de ellos la impenetrabilidad y los misterios intangibles de la vida que confunden a sus personajes, y que encuentro frente a mí todos los días”.

Gracias Boss.

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VIDEO SUGERIDO: Bruce Springsteen – Born to Run (Live Glastonbury 2009), YouTube (AL SEN)

 

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BORIS VIAN

Por SERGIO MONSALVO C.

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 (CANCIONES)

La historia va más o menos así. Michel Legrand, compositor y director de orquesta francés, hizo un viaje a mediados de 1956 a la ciudad de Nueva York con el fin de presentarse por primera vez en la televisión estadounidense. Iba acompañado del productor y realizador Jacques Canetti, también francés. En esta ciudad se entusiasmaron con un ritmo musical que resultaba nuevo para ambos: el rock and roll.

Durante el vuelo de regreso a su país iban emocionados por una serie de imaginativos proyectos para el lanzamiento del mismo en Francia. En esos proyectos incluyeron a Boris Vian para escribir los textos adecuados (éste, a su vez, intuyó que aquello podía funcionar en Francia y acertó: la historia de amor de los franceses con el rock no tiene parangón desde entonces).

A Vian (nacido en 1920), que era toda una leyenda en el mundo bohemio parisino y del europeo en general, por su polivalente creatividad artística, se le conocía como trompetista, crítico de jazz, traductor, cantante, director artístico de dos compañías discográficas, inventor, autor de canciones y espectáculos musicales, pintor, periodista, poeta, animador, cuentista y autor de teatro.

Pero además, como exitoso novelista aún bajo pseudónimo (Vernon Sullivan), actor, guionista de cine, diplomado en ingeniería y (Equarrisseur) Descuartizador de Primera Clase del Colegio de Patafísica (movimiento artístico relacionado al surrealismo y creado por Sainmont, Saillet, Quenau y otros intelectuales como homenaje a Alfred Jarry y de la cual Vian llegaría posteriormente a ser Gran Sátrapa).

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De esta manera, el hiperactivo Vian, quien «sentía el jazz hasta en la punta de las uñas», se lanzó a la creación de un estilo «francés» del rock and roll. El resultado fue un disco: Boris Vian. Rock and Roll (y con él un terremoto, una corriente, un género y toda una secuela cultural), que representó el acta de nacimiento de esta música en Francia y el cual se realizó a finales de 1956 en París, bajo la producción del propio Canetti y la dirección musical de Legrand para la compañía Philips.

Los textos de Vian, impregnados del humor único que lo caracterizaba, dejaron estupefacta a mucha gente, mientras que a los iniciados en su literatura los divirtieron sus juegos de palabras y el manejo de la temática sexual (como lo había hecho en la literatura con La espuma de los días, El Otoño de Pekín y La hierba roja, o bajo seudónimo con la exitosa novela Escupiré sobre vuestras tumbas, que primero le acarreó una multa de 100.000 francos por obscenidad y, tras recurrir la sentencia, quince días de cárcel).

Para los primeros, Vian creó piezas que fueron interpretadas por Henri Salvador, «Rock-Hoquet» (El hipo-rock), «Dis moi que tu m’aimes» (Dime que me amas), «Va te faire cuire un oeuf, man» (Vete a freír un huevo, hombre) y «Rock and roll mops» (El perrito rocanrolero). Los temas de rock erótico los compuso para la cantante Magali Noël: «Fais moi mal Johnny» (Lastímame, Johnny), «Strip Rock», «Alhambra Rock», «Rock des petits cailloux» (El rock de las piedritas preciosas) y «Oh! (C’est Divin)» (¡Oh! [Qué divino]).

En la contraportada del disco, Vian vertió conceptos como los siguientes: «En el rock and roll el tema melódico por lo común se reduce a un riff (fórmula rítmica) de dos o cuatro compases repetidos y modulados según las armonías del blues. El aspecto obsesivo del riff es utilizado para meter a los escuchas en trance (…)  En cuanto a los textos en inglés, en principio todos tienen un doble significado sexual. Las palabras que conforman su nombre proporcionan una equivalencia muy precisa del verdadero sentido.

“Para traducir rock and roll de manera exacta, habría que hacerlo como ‘mece y oscila’, y eso sí tiene bastante sentido para mí. El blues erótico negro, a menudo muy divertido y casi siempre sano y gallardo, ha sido deformado por algunas agrupaciones de malos músicos (al estilo de Bill Haley) que lo conducen a una especie de ridículo canto tribal destinado al consumo.

“Esto funciona sobre todo con el público de los Estados Unidos, enredado con una serie de tabúes sexuales. El lado ‘exutorio’ del rock and roll no tiene razón de ser en Francia, donde el público no está á paralizado al mismo grado por el puritanismo. Por ello creo que el éxito del nuevo ritmo en Francia dependerá de su ironía…» Hasta aquí Vian.

VIDEO SUGERIDO: magali noel & boris vian – fais moi mal Johnny, YouTube (marco17220)

Hay un lugar común que dice que la música popular no debe ser hecha por gente inteligente, la cual tiene por costumbre concebir todo en diversos niveles. En este caso los textos se brincaron el cliché y al escuchar el disco se palpa todo lo que este ritmo maravilloso proyectó en la imaginería de un gran escritor como él.

He aquí un fragmento de la canción abridora: «Se levantó cuando me acerqué/Parado se veía más pequeño/Continué, sabiendo que lo tenía en un puño/Me llegaba al hombro/pero estaba dispuesto como todos al principio/Me siguió hasta mi habitación/Entonces le grité: ¡Venga, mi lobo!/¡Maltrátame, Johnny!/¡llévame al cielo, oh!/¡Maltrátame, Johnny!/Me encanta el amor que duele/Me miró sin entender nada el desgraciado…/Exasperada, tuve que gritarle de nuevo/¡Maltrátame, Johnny!/Me encanta el amor que duele…»

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La canción “Fais-moi mal Johnny” (Maltrátame Johnny), en su tiempo, resultó una historia inquietante: una masoquista que, a fuerza de insultos, logra sacar al sádico que el hombre que está con ella lleva dentro.

El escándalo vino solo con tal relato. La protagonista presume de estar sexualmente liberada: sale, elige un hombre (pequeñito, específica) y se lo lleva a la cama. La seducción se descarrila cuando ella le exige un juego violento. El tipo se reconoce incapaz de “hacerle daño a una mosca”.  Caen sobre él los peores insultos, hasta que reacciona indignado. Ella entonces queda con “un hombro dislocado” y con moretones en el trasero, aparentemente complacida.

La pieza, tal como se grabó originalmente, se beneficiaba de una vibrante interpretación de la actriz Magali Noël. Una personalidad plena de sensualidad y un ejemplo de la emancipación femenina de aquel entonces. En la toma Vian hizo el papel del hombrecillo que termina enojándose. Fueron tachados de pornógrafos.

Boris no pudo imaginar que, más de medio siglo después de su muerte (acaecida en 1959), esa canción siguiera siendo la más viva de las suyas entre los públicos, femenino y masculino, a los que tal asunto sigue fascinando como lo prueba la celebridad de la película de kitsch soft porno Fifty Shades of Grey (50 sombras de Grey).

Sería decir poco que Boris Vian tan sólo jugaba con las palabras. Entre anglofilia, patafísica y surrealismo, entre la introducción del jazz y del rock en su país, dicho autor sintetizó un siglo de cultura: existencialismo, bebop, sobresaltos dodecafónicos, rock and roll, ballets posmodernos, el cine francés de la nueva ola, la nouveau roman, el teatro del absurdo, la ciencia ficción de avanzada serie B y la poesía erótica (además de su colección de canciones posibles e imposibles: “Le Dèserteur”, “J’suis snob”…)

Los años cincuenta así resultaron muy creativos desde el punto de vista actual.  Fueron, de hecho, el momento privilegiado en el que el trabajo del siglo, después de una lenta gestación por fin encontró su lenguaje. Más que un renacimiento, los años cincuenta brillaron como los fuegos artificiales de una cultura nueva.

Si Vian aparece tan fecundo y elocuente es que en él convergieron todas las pistas de la centuria. Fue una personalidad profunda de su época, y esa época tuvo talento.  Él fue de los años cincuenta, de manera tan íntima como Marilyn Monroe, Juliette Greco, Ionesco, James Dean y Stockhausen.  De esos años cincuenta que parecen haber contenido la esencia de todo nuestro presente.

Sin Vian no hubiera habido en Francia un Serge Gainsbourg o Johnny Hallyday y mucho menos los actuales Indochine, Little Bob, Noir Désir, Phoenix, Stereo Total o Wolfunkind.  Fue un conductor diletante que fomentó tanto la crítica como la parodia.

Vian fue un héroe moderno, como los que vaticinaba Oscar Wilde. Dejó una imagen, un concepto. El talento en sus obras y el genio en su vida. Como Baudelaire, Vian se quiso ver como un dandy, pero era un dandy que trabajaba.  Este «dandismo» fue la coartada cínica para afanarse en su obra.

Pero de esta actitud se dedujo la lección, quedó el recuerdo; Vian fue un moderno, un símbolo antes que nada, la encarnación de la rebelión elegante y artística de un momento absolutamente francés.

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VIDEO SUGERIDO: Alhambra Rock, Magali Noel (paroles de Boris Vian), YouTube (blogauxpolis)

 

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GET WELL SOON

Por SERGIO MONSALVO C.

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 POP ÍNTIMO Y EJEMPLAR

El concepto actualmente denominado Chamber pop forma parte de una larga tradición de la música popular, la cual se remonta a los años sesenta del siglo XX (una década muy productiva en cuanto a la creación de géneros musicales, como el English Baroque, del que procede).

La progresión de tamaña corriente, o mejor dicho de su postura estética, derivaría poco a poco, a través de los años (y con afinaciones cada vez más sofisticadas), en el actual y cosmopolita Pop intime.

Éste es un estilo que le otorga un lugar privilegiado (VIP) a la crème de la crème de los autores contemporáneos: Neil Hannon, John Grant, Nick Currie, Antony Hegarty, et al.

Un estilo que requiere tanto de armonías vocales como de elementos instrumentales como el harpsicordio, el oboe, la flauta, el violín, el cello, la viola, el arpa, la trompeta, el Grand piano o el corno francés, entre otros. Así como de orquestaciones de la música clásica (tanto del periodo barroco como del consecuente romanticismo).

Lo característico de su actual andanza es el afán incluyente. Es el subgénero culto e hipermoderno (que requiere de una apreciación de más de 140 caracteres).

Subgénero de una era que se distingue por la convivencia de todas las épocas, en el mismo tiempo y en el mismo espacio, y sus aportadores se inscriben desde el pop clásico al alternativo o indie, pasando a veces por el estercolero de las listas de popularidad sin ensuciarse las alas, y con infinidad de intérpretes, conceptos y matices.

En esta línea se encuentra también el grupo Get Well Soon, bajo la guía y el liderazgo de Konstantin Gropper. Un compositor, músico y cantante, nacido el 28 de septiembre de 1982 en Alemania, al sur de Suabia (región colindante con Suiza).

Gropper se caracteriza por varias cosas, entre ellas su gran bagaje intelectual y su perfeccionismo. Ambas cuestiones se reflejan, hasta ahora, en su breve obra que consta de dos álbumes y algunos EPs (cinco en total).

Gropper creció bajo la mirada de un padre intérprete de música sinfónica y dentro de una atmósfera plagada de pintura, libros y cinematografía. A los seis años de edad ya tomaba clases de cello en el Conservatorio de su ciudad natal.

GET WELL SOON FOTO 2

Esta educación lo convirtió en un joven culto y con amplias perspectivas artísticas. Mismas que buscó concretar dentro de la música popular.

Para ello creó al sexteto Get Well Soon a mediados de la primera década del siglo XXI, con integrantes desprejuiciados tanto del purismo clásico como del popular.

El objetivo que perseguía con este grupo era canalizar sus inquietudes litararias, filosóficas y de otras materias recurrentes (estuvo inscrito en ambas carreras en la universidad suaba, pero no le gustaron ni las clases, ni el ambiente, ni la gente, y ponerse a componer canciones le resultó más productivo que el medio académico).

VIDEO SUGERIDO: Get Well Soon – Angry Young Man (Official Video), YouTube (CitySlang)

Konstantin Gropper, personaje muy poco convencional, comenzó sus andanzas grabando el EP  A Secret Cave, A Swan (del 2005).

Durante los tres años siguientes fue ensayando y refinando su propuesta hasta contar con el material necesario para realizar su primer disco, al cual puso por nombre Rest Now, Weary Head! You Will Get Well Soon, que apareció en enero del 2008 con el sello City Slang.

Al principio éste sólo se distribuyó en los países de habla germana (aunque estuviera cantado totalmente en inglés), pero ante las buenas críticas y la aceptación pública fue editado también en el resto de Europa en la segunda mitad de dicho año.

Luego tuvieron que pasar otros tres años para publicar el segundo trabajo: Vexations (2011), que amplió el horizonte abierto por el primero.

El contenido de ambos álbumes –tanto en sus letras como en su música– está plétórico de referencias, citas y evocaciones culteranas, pero también de crítica social y fino humor, que de ninguna manera resulta chocante puesto que es su ambiente natural (auténtico en un tipo rodeado siempre de libros, música diversa y aficiones cinéfilas).

Así que dentro de sus piezas danzan lo mismo Burt Bacharah que Erik Satie, versos de Baudelaire, pasajes de Sartre, visitas al Museo del Louvre, rememoranzas sobre el cine de Werner Herzog, aforismos de Nietzsche o reflexiones sintéticas sobre Séneca, la obra de Óscar Wilde, la novela histórica o las portadas de la revista People, entre su variedad temática.

Y todo ello arropado con las atmósferas creadas por un sonido de pop romántico que bulle apasionado, lírico y conmovedor, en medio de cuerdas leves, teclados sugerentes, percusiones enfáticas, coros evanescentes o apoteósicos (con arreglos musicales tan intrincados como de relojería perfeccionista) y la voz de Gropper, que matiza con elegancia cada emoción provocada por los textos.

No obstante, y contrario a lo que pudiera pensarse, muchos de sus estribillos son pegadizos y recordables, al igual que su rítmica, como los que utiliza el pop comercial sin alejarse, por ello, ni un ápice de sus objetivos estéticos.

La de Get Well Soon, el proyecto y grupo de Konstantin Gropper, es una manifestación artística de gente curiosa que busca crear algo nuevo a partir de sus muchas influencias de la cultura contemporánea, a veces éstas tan dispares y gozosas como inesperadas.

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VIDEO SUGERIDO: HD – Get Well Soon – Good Friday (live) @ Arena Wien 23.11.2010, YouTube (galvanization85)

 

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WOODY GUTHRIE

Por SERGIO MONSALVO C.

Woody Guthrie

BOUND FOR GLORY

(SENDEROS DE GLORIA)

El aspecto famélico de Woody Guthrie representaba la crisis concreta en la que los Estados Unidos, su país, estaba sumido durante la Gran Depresión y con él recorrió todo aquel territorio a bordo de interminables trenes de carga o caminando por sus polvorientas carreteras.

Guthrie fue un tipo noctámbulo, bohemio y desordenado. Quiso ingresar al Partido Comunista de la Unión Americana, pero sus posturas heterodoxas y nada dogmáticas no se lo permitieron, aunque siempre estuvo ligado a él.

En más de un millar de canciones contó cuanto vio, vivió y pensó a lo largo de su agitada vida. Fue el primer cantautor contemporáneo en el amplio sentido que hoy le damos, un artista que por regla general es autor de la letra y la música de sus canciones, en las cuales incorpora temáticas sociales, políticas, personales y filosóficas, es decir un género que aborda cualquier tipo de temática. Fue producto de una larga tradición proveniente de la cultura europea (Lawrence Sterne, James Joyce).

Woody Guthrie nació en 1912 en Oklahoma y desde siempre se le ha considerado un cantante de protesta por su fuerte compromiso político y social de izquierda. Fue continuador de una labor emprendida por el inmigrante anarco sindicalista sueco Joe Hill, creador de tal género musical en la Unión Americana.

Utilizó la canción como modo de lucha y difusión de consignas políticas y reivindicaciones sociales y por su activismo sindicalista fue condenado a muerte.

Guthrie prosiguió lo emprendido por Joe Hill, pero también fue más allá con su obra. Hizo canciones contra la guerra y el desempleo, cantó a favor de los obreros y de los vagabundos, recuperó las historias de los bandidos generosos y también la de los anarquistas asesinados por el Estado.

En su guitarra escribió la frase “Esta máquina mata fascistas”. Pero también cantó con su voz rasposa a los niños, a los viejos y a la naturaleza.

Mientras haya naufragios, desastres, tornados, huracanes, linchamientos, precios altos y salarios bajos; mientras existan los policías corruptos y que combatan a los huelguistas, las canciones y las baladas del pueblo seguirán adelante”, dijo en su autobiografía Bound for Glory (Con destino a la gloria). En ella relató su vida desde que nació hasta 1942 y cómo se convirtió en escritor de canciones y cantante de folk y luego de country.

En Bound for Glory Guthrie describió sus viajes a través de los Estados Unidos como un hobo –la subcultura de la gente sin techo— a bordo de los ferrocarriles durante la época de la Depresión y del llamado Dust Bowl, aquella tormenta de arena y sequía que duró varios años y obligó la emigración de campesinos en busca de trabajo hacia California.

VIDEO SUGERIDO:  Woody Guthrie – This Land Is Your land, YouTube ( wildlife and music and some comedy)

Él observó  y vivió en carne propia los sufrimientos y las penalidades de los desplazados y las describió en sus canciones.

Woody Guthrie fue un prolífico escritor de canciones y de prosa diversa y de poesía que estuvo mucho tiempo inédita. Al conocer todos estos pormenores durante las sesiones de grabación para el Congreso estadounidense de American Folksong and Folklore en 1942, el importante etnomusicólogo Alan Lomax –considerado uno de los grandes recopiladores de cantos populares del siglo XX— le sugirió a Guthrie que escribiera su biografía.

Bound for Glory apareció por primera vez en 1943 en una edición de E. P. Dutton Publisher, un sello independiente fundado en 1852 que desde entonces no ha parado de reeditar la autobiografía de Guthrie para varias generaciones.

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La lectura de un libro valioso debe conectar con otros semejantes e influir en muchas otras cosas. Bound for Glory conduce en la literatura a The Grapes of Wrath (Las uvas de la ira), una novela del premio Nobel John Steinbeck, y a On the Road de Jack Kerouac, entre otras.

En el cine lleva a la adaptación que hizo Hal Ashby con título homónimo y con David Carradine como protagonista; en la fotografía a la obra de Dorothea Lange, en la danza a las Dust Bowl Ballads coreografiadas por Martha Graham.

En la música Woody Guthrie ha sido influencia de los cantantes de protesta desde Pete Seeger hasta Joan Baez  pasando por Phil Ochs.

En 1959 a Harry Weber, un estudiante de la Universidad de Minnesota, le presentaron a un tal Robert Zimmerman, que había abandonado los estudios recientemente para intentar realizar sus sueños de convertirse en un músico de rock and roll como Little Richard, su ídolo.

Zimmerman quedó fascinado por la colección de libros de cantantes folk que tenía Harry y le pidió prestados dos de ellos, uno era Bound for Glory de Woody Guthrie.

La primera vez que se le vio en público después de aquello fue seis semanas más tarde. Zimmerman llevaba una guitarra acústica y se había reinventado a sí mismo como cantante de folk llamándose ahora Bob Dylan y quería irse a Nueva York. Huelga decir que nunca le devolvió los libros.

Guthrie murió en octubre de 1967 pero su legado dentro del rock ha permanecido tan fresco como el primer momento en que Dylan lo presentó a una nueva generación.

Y ésta supo que el nuevo rock ahora era posible porque Guthrie había sabido llegarle a la gente con la música hablándole de sus problemas, de sus esperanzas y de sus luchas.

Desde entonces la lista de quienes le han rendido tributo no ha parado de crecer: Byrds, Donovan, Bruce Springsteen, U2, Klezmatics, Wilco, Anti-Flag, Meat Puppets, etcétera. Guthrie entró en el Salón de la Fama del Rock en 1988.

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VIDEO SUGERIDO: Mungo Jerry – Dust Pneumonia Blues, YouTube (Mungo Jerry)

 

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“THE PRIEST” THEY CALLED HIM

Por SERGIO MONSALVO C.

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EL ENCUENTRO

(W. BURROUGHS/K. COBAIN)

¿”Discos de culto»? Suena a arqueología y sí, sí lo es. Porque ese epíteto surgió a finales de la década de los setenta cuando ya había una historia y una mitología que desentrañar. Y desde entonces, quienes ejercitan la escucha profesional, los estudiosos, los investigadores, los amantes del género rockero, se han dedicado a la búsqueda de tales tesoros.

Sí, y a rastrear por esas listas perdidas de críticos, periodistas, comentaristas o de los propios artistas, que dan la pista de un momento único en la música, el cual ha quedado grabado en discos raros, de compañías ya inexistentes u ocultas por el paso del tiempo. Hoy, de vez en cuando es posible descubrir algún ejemplar que merezca ese calificativo que engrandezca los hechos y, más aún, las leyendas.

Señalar a una película como de culto es una calificación profundamente subjetiva, pero avalada siempre por el conocimiento, el criterio y la explicación pertinentes, en su mejor expresión, y no por los de la volubilidad sentimental online y mucho menos por la sinrazón perezosa y simplista del “me gusta”, no.

Y, ¿por qué de culto? Porque representan una mirada musical distinta, disfuncional, con la cual se rastrea en el pasado para encontrar tempranas disidencias del gusto masivo o del regulado por la industria; sensibilidades contraculturales insospechadas, reuniones inauditas, primitivas afinidades, exposición de materiales extravagantes, sesiones fugaces o intuiciones u emociones extremas que luego dieron forma a algo importante o que, en algunos casos, aguardan la llegada del tiempo en que se les reconozca. El que comentaré a continuación pertenece a esos ejemplares.

A William Burroughs siempre le gustó el papel de predicador y de profeta de la contracultura. Era un auténtico maestro, y debe añadirse que tenía todo el derecho del mundo a enseñar porque se pasaba la vida aprendiendo. Y lo que aprendía era lo que él consideraba y llamaba “los hechos de la vida”. De los que se informaba no sólo por necesidad, también por afición.

Había arrastrado su largo y delgado cuerpo por todos los Estados Unidos y la mayor parte de Europa y el norte de África, sólo por ver cómo eran las cosas por ahí. Se pasaba el tiempo hablando y enseñando a los demás.

Antaño lo había hecho con Jane Vollmer (su esposa) sentada a sus pies, lo mismo que con Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Neal Cassady y los demás beats.

Transcurrido el tiempo hizo lo mismo también con sus herederos espirituales: Patti Smith, Frank Zappa, John Cale, Laurie Anderson, Jim Carroll, Iggy Pop, Johnny Thunders, Sonic Youth, Tom Waits, Genesis P-Orridge, Mark Sandman, Michael Stipe, David Bowie…

En esta tarde de septiembre lo haría con Kurt Cobain. Burroughs es en este momento un tipo de cabello gris, un tanto nebuloso, que puede pasar desapercibido por la calle, a no ser que se le observe desde muy cerca y se vea su rara y huesuda cabeza —siempre cubierta con un sombrero de fieltro — que le insufla una extraña juventud: es como un evangelizador del Medio Oeste estadounidense (donde por cierto nació en St. Louis, Missouri, en 1914), con ardores exóticos y misterios en su interior.

Estudió medicina, antropología, psicoanálisis, sociología, religiones, literatura; trabajó en todos los oficios sólo por experimentar y lo ha leído todo. Inició así su trabajo fundamental: el estudio de las cosas en sí mismas por las calles de la vida y de la noche —incluidas todas las adicciones, primordialmente la heroína.

[VIDEO SUGERIDO: The Priest They Called Him, vimeo (Eliana Nava)]

Esta tarde, como ya mencioné, el viejo Bill está con Kurt Cobain, el santón trágico de una generación la mar desesperanzada, heroinómano reincidente y náufrago de varias sobredosis.  Es el 25 de septiembre de 1992.

Burroughs llegó a la cita para grabar una sesión de estilo spoken word, con su andar cansino, ése que le marca hueso a hueso, con lentes que fijan como alfileres la mirada de sus ojos, el sombrero de fieltro y un traje antiguo y raído. Es un ser alto, muy delgado, encorvado, extraño y lacónico.

Habla en voz baja, apenas audible. Al terminar sus frases resopla por la nariz con el sonido de un depósito vacío. A veces le sale una risa lúgubre, sobre todo cuando siente atinado un sarcasmo extraído de sus propias experiencias. Le gusta hablar y sabe escuchar también.

La gente se sienta a sus pies. Y entonces es como un oficiante que tuviera sobre las rodillas un ejemplar de Shakespeare, Kafka o el Libro de los Muertos.

THE PRIEST (FOTO 2)

 

 

Así que Kurt, al que el sufrimiento y el dolor le brotan por todos los poros, siente como bálsamo escuchar la voz pausada de uno de sus héroes (junto a Jack Kerouac, Patrick Süskind, Samuel Beckett y Charles Bukowski, entre otros) del que ha leído todos sus trabajos y técnicas de escritura —especialmente en Naked Lunch—. Ahora, el tiempo la ha brindado la oportunidad de conocerlo, de hablar con él y de proyectar una obra conjunta.

La cita para conocerse es en los Red House Studios de Lawrence, en Kansas, donde también se ubica la casa de Burroughs. Ahí están los enviados de la disquera Tim/Kerr (una compañía independiente surgida en los años noventa en la que se graban indie rock y post-punk y llamada anteriormente T/K).

Está también el productor y mezclador James Grauerholz (también escritor y biógrafo oficial del viejo Bill) y su equipo móvil, con Brad Murphy como ingeniero de sonido y el cineasta Gus Van Sant revoloteando por ahí como fotógrafo. Tuvieron que esperar una hora a que el escritor llegara.

Kurt trae consigo el trajín de las presentaciones que está realizando con Nirvana para promocionar Nevermind, su exitoso álbum que apareció justo hace un año (lleva casi 20 millones de ejemplares vendidos, se perfila como el mejor disco de 1992, ha hecho emerger el grunge y tiene un futuro asegurado entre las obras clásicas del género).

Pero en igual medida está enfrascado en un pleito legal con la justicia estadounidense por su cuestionable buena paternidad (junto a Courtney Love, con quien se acaba de casar y de tener una hija en agosto), en los problemas de adicción de ella y en los suyos.

Asimismo ya ha tenido la experiencia de la sobredosis, la rehabilitación, el síndrome de la abstinencia y el reciente reenganche a la heroína. Cobain, sigue dando avisos. Anuncia su muerte, la presiente y la provoca. Su trabajo creativo, desde el comienzo, ha sido todo ello. Los cuestionamientos existenciales y el estrés lo enfrentan a barreras insalvables, desde su punto de vista. El futuro ha perdido toda proporción para él.

Así que al encontrarse frente a Burroughs, su gurú, ha buscado conseguir de él una respuesta a lo que a veces no la tiene, preguntarle cómo mantener el equilibrio en la cuerda floja de la vida, saber lo que nadie sabe con certeza: “¿Qué pasa con nosotros cuando morimos?”, le pregunta Cobain a quien ha considerado siempre la constatación de la finitud como una alienación del individuo. “Cuando uno muere se muere, eso es todo”, responde el que no se ha querido rendir jamás ante ella.

Cobain obtiene el tesoro buscado de aquella plática: “Palabras para el que sabe”, así como la grabación del texto “‘The Priest’ They Called Him”, leído por William Burroughs, extractos del escrito The Exterminator. Es el regalo que ambos le quieren dar al mundo en Navidad.

La parte que le corresponde a Kurt es ponerle música a aquellas palabras (lo cual hará en noviembre de este mismo 1992, en los estudios Laundry Room de Seattle): improvisará con la guitarra el soporte sonoro para dicha historia navideña perversa y alucinada con los ecos de “Silent Night” y “To Anacreon in Heaven”.

El resultado es una cruda fusión non-music entre ambos sentires que quedó impresa en un inusual (por su cortedad) sencillo EP de 9 minutos y 42 segundos, bajo el sello Tim/Kerr Records de Portland, que fue puesto en circulación el 12 de octubre de 1993 (una de sus curiosidades es que en la portada del single de vinil de 10» aparece disfrazado como párroco el bajista de Nirvana, Chris Novocelic, ilustración basada en una idea del cantante).

En su interior se remueven las serpientes venenosas encarnadas por el caos guitarrístico del solo noise avant-garde —que ya han puesto a Cobain y a Seattle en el mapa— y la tranquila y reptante voz de Burroughs, en el papel de mesurado narrador ápocaliptico merecedor del más alto aprecio, quien al contar puso además un énfasis irónico en su acento de predicador.

De esta manera se continuaba cumpliendo la profecía metafórica lanzada en Naked Lunch décadas atrás: “El rock and roll invadirá las calles de todas las naciones, irrumpirá en el Louvre y arrojará ácido al rostro de la Mona Lisa”.

Años después, luego del suicidio de Kurt, se le preguntó a Burroughs sus impresiones sobre él: “Era un joven atento y educado. Y luego de que me diera a leer las letras que compondrían las canciones para el siguiente disco de su grupo, supe que también estaba más que listo para la muerte. Sintió debilitados los nexos que lo unían a la vida y optó por el suicidio anósmico, aquel que se da por el quebrantamiento”. Hoy, el material que grabaron juntos es una rareza y objeto de culto por parte de los fans de ambos personajes.

Éste fue un capítulo más en la larga lista de encuentros que sostuvo Burroughs con el rock. Género que tuvo (y tiene) en él a uno de sus más amados irradiadores: en las técnicas escriturales y compositivas –que en el conglomerado de prácticas sonoras abarca también a la música techno–, en la experiencia outsider y en la actitud frente al American way of life. La sombra de su influencia ha sido larga y productiva.

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[VIDEO SUGERIDO: The “Priest” they called him – Burroughs and Cobain (lyrics on screen), dailymotion (OkHacku)]

 

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THE CATCHER IN THE RYE

Por SERGIO MONSALVO C.

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J. D. SALINGER

(El guardián entre el centeno)

Ninguna acción resume mejor el delicado equilibrio de la adolescencia que el hecho de fugarse. Quienes han practicado este desafío saben, como cualquier náufrago, que la huida es un salvavidas que permite desafiar la gravedad y la ley y significa el primer mandamiento de la autodefinición: lo peor que te puede pasar cuando huyes es encontrarte con tus fantasmas y finalmente contigo mismo.

La huida es la búsqueda de la propia identidad. Y esa es precisamente la aventura de Holden Caulfield en la novela The Catcher in the Rye (El guardián entre el centeno) de J. D. Salinger, quien pasa por esa edad tan crítica llena de confusión y desfogues.

Holden es un joven iracundo cuya confusión es más que nada clarividencia. Con ella se rebela contra los valores de la sociedad que le ha tocado vivir, contra la educación que le ha tocado recibir y contra los adultos y sus reglamentaciones. Ante todo ello siente un asco existencial y rechazo ante el vacío y el conformismo que lo rodea.

En los tres días que dura la fuga hacia ninguna parte reflexiona sobre su total desilusión, su incapacidad para saber qué hacer con su vida, su insatisfacción perenne y su aburrimiento apocalíptico. Dicha experiencia conformará uno de los libros más entrañables de la literatura.

En eso radica gran parte de su status como libro de culto, en el lenguaje de un narrador que supo inscribir con lucidez magistral los angustiosos avatares de un muchacho con sentido del humor irónico y mordaz.

Es un gran plano-secuencia que sigue al protagonista hombro con hombro para mostrar de primera mano ese mundo de la temprana juventud, con desparpajo y sin intención de dar ejemplo. Todo es cotidiano, con miedos y sin heroicidades. Verosímil. El arte del equilibrismo adolescente como una forma de educación sentimental.

Por eso se le pone en la línea de los mejores textos de formación, porque cuando se elige la autoconfesión con la fuerza de la sangre en el fondo se está hablando de la propia fragilidad. Al usar el bisturí del cinismo y exponerse uno mismo, como lo hace Holden, al mismo tiempo se expone al otro. Porque quien actúa así es “un loco que dice la verdad, cargado de miedo y de furia”, en palabras shakespeareanas.

El guardían entre el centeno es un libro que abrió ojos y oídos. Eso es algo que pasa pocas veces. Ilumina con sus pasajes, con su personaje y con la obra entera. Es una obra que ensancha el corazón. Por eso se le ha traducido a infinidad de idiomas. Por eso se ha escrito tanto sobre el libro y su autor y se han publicado cientos de cartas enviadas a Salinger por admiradores, críticos y escritores.

Por eso el rock ha hecho de este texto parte de su canon. En él se encuentran los mismos dragones contra los que ha luchado quijotescamente el género desde sus fundamentos: las categorías opresivas de la moral, la historia, la educación, la clase, la tábula rasa, la religión y el orden. La rebeldía de ese interior contra dicho exterior castrante y abismal necesita un guardián.

Si la canción “Helter Skelter” de los Beatles fue exorcizada por U2 del maleficio mediático que de facto había lanzado sobre ella el psicópata Charles Manson (desde 1968, la fecha de sus salvajes asesinatos, hasta 1988, cuando el grupo irlandés la interpretó), muchas agrupaciones en diferentes épocas han intentado hacer lo propio con The Catcher in the Rye en la Unión Americana.

Este libro fue azotado primero por la censura (que lo prohibió por considerarlo inmoral, grosero y hasta pornográfico), luego por el sistema educativo (que lo borró de sus acervos bibliotecarios y como motivo de estudio literario en preparatorias y universidades, agregando el de “mala influencia” y “denigrante uso del lenguaje” a los anteriores epítetos)

Y, finalmente, por la policía que después de sonados casos puso el texto dentro de los perfiles que acompañan a ciertos criminales, ya que una sarta de perturbados han esgrimido el libro para argumentar sus fechorías.

Empezando por Mark David Chapman, enfermo mental y frustrado suicida quien en 1980, al ser arrestado tras asesinar a John Lennon, llevaba entre sus pertenencias un ejemplar del libro. Por el estilo se puede mencionar a John Hinckley Jr, otro obseso de dicha lectura, quien intentó acción semejante contra el entonces presidente Ronald Reagan. O Robert John Bardo o Asmodi Acevedo, tipos semejantes.

[VIDEO SUGERIDO: KARAOKE.Des fleurs salinger – Indochine, YouTube (kevin andy Caqui Cochachin)]

Como se ha visto, la obra de Salinger ha propiciado lecturas diversas e incluso perversas; de estas últimas los archivos policiacos tienen las fichas que hablan de pobreza y retorcimiento en el análisis de las palabras, de las emociones, de los comportamientos.

De las primeras y más edificantes están las de esos grupos que han vivido la lectura de la obra con intensidad, como una aventura total, en la que se han metido bajo la piel del personaje y en su propia interpretación van de la intimidad, de aquello que le sucede y pertenece a un individuo, a la profundidad que se extiende hasta lo colectivo y universal.

Los años ochenta tuvieron entre sus representantes a Indochine, una banda del país galo que inició sus andares con la década y con el estilo que preponderaba en aquel entonces: la new wave. Para festejar sus diez años de existencia y a sus influencias literarias lanzaron al mercado el álbum Le Baiser, el cual contiene la pieza “Des Fleurs Pour Salinger”, en la cual hablan con respeto de la tendencia ermitaña del escritor y critican la estupidez mundana por tratar de conocer sus entresijos.

En 1989, Billy Joel presentó al público su L.P. Storm Front, un energético trabajo en el que destaca la canción «We Didn’t Start the Fire», una lista de acontecimientos y personajes desde el año de su nacimiento (1949) en la cual subraya cómo el mundo ha cambiado con ellos, incluyendo en dicha lista la novela de Salinger. Se trata de un collage sobre el lado mezquino y estrecho de miras del American way of life, con muchos juegos de palabras y un rock de fuertes raíces urbanas.

De la misma época es el disco Paul’s Boutique de los Beastie Boys, cabeza del emergente hip hop. Dejan atrás al punk para ensamblar un todo heterogéneo: melodías sesenteras, drum‘n’bass, triphop, el funk, el rap al estilo de la vieja escuela y la psicodelia.

En esta mezcla, de las más complejas obras de la era del sampling, está inscrito el tema “Shadrach”, cuya lírica refleja su simbólica visión sobre la vida urbana. Ahí aparece una frase (“Got more stories than J. D. got Salinger, I hold the title and you are the challenger”) dedicada al escritor. Un capricho musical que le habla a la imaginación y al futuro.

La década de los noventa la festejó con el indie, que se consolidó como un movimiento de opinión en voz de jóvenes músicos que conformarían grupos representativos como: Too Much Joy, The Offspring y Green Day.

Ello significó la fusión del punk con el pop en diversos niveles y sus letras hablaban de temas ligados a la adolescencia (identidad, amor, sexo, desmadre, escuela, relaciones familiares, autoridad, actitudes rebeldes e irreverentes, la ciudad), con el ambiente sociopolítico como telón de fondo.

Es decir, su música hablaba no sólo de sacudir las cosas sino también de liberalizar costumbres, combatir prejuicios, derribar tabúes, desacralizar instituciones, censurar guerras y enarbolar alguna causa mundial.

Los tres grupos mencionados tuvieron a Salinger como una de sus principales influencias y a él o a The Catcher in the Rye le dedicaron alguna de sus piezas. Too Much Joy lo hizo en el disco Cereal Killers; The Offspring en su álbum Ignition. Mientras que Green Day lo hizo en su segunda obra llamada Kerplunk!.

Con el nuevo siglo surgió la heterogeneidad y una vocación “natural” por el exceso como destino del arte. La imagen del futuro musical en el horizonte de la misma, con todo lo que representa como metáfora, irá acompañada de literatura en la imaginación, de la música que a cada uno le provoque esa fantasía amalgamada. En el caso del rock, tres de sus representantes escogieron a Salinger y a The Catcher in the Rye para introducir nuevas referencias en él.

Se trata en primer lugar de The Divine Comedy, un grupo irlandés en cuyo concepto estético primigenio (el pop de cámara por demás barroco, en el que caben todos los instrumentos sinfónicos) la literatura fue fundamental; con él le dedicó al personaje de Holden Caulfield el tema “Gin Soaked Boy”, con influjo romántico y decadente.

En segunda instancia se encuentra Bloodhound Gang, antítesis del anterior al utilizar el humor y la comedia, que lanza agudezas sobre la sociedad actual y sus desatinos sobre el individuo. “Magna Cum Nada” parafrasea al autor neoyorquino.

Y en tercer término, más la obra (Chinese Democracy) que el conjunto (Guns’n’Roses) ejemplifica aquello del monumento al exceso, sí, pero también a la voluntad creativa. Y por ahí aparece “Catcher in the Rye”, pieza que, como los tiempos lo piden, es una anabolización, una reinterpretación en clave de hipérbole donde todo parece supurar demasiada intensidad y demasiada trascendencia, pero contra todo pronóstico la operación de Axel Rose funciona.

Lo cual representa una paradoja, justo cuando J. D. Salinger combatía a favor del anonimato que lejos de representar una exclusión social, se había convertido en una estrategia que se oponía a la lógica del control por parte de una sociedad del consumo que sólo favorece hoy por hoy la exhibición absoluta.

Jerome David (J. D.) Salinger fue el guardián incólume de la intimidad hasta su muerte el 28 de enero del 2010, a los 91 años de edad y a uno de celebrarse los 60 de la publicación del libro: su legado para todas las generaciones.

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[VIDEO SUGERIDO: Green Day – Who Wrote Holden Caufield? Live 11/23/2009 Los Angeles, YouTube (nozaintintla)]

 

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DISTOPÍA OMNIPRESENTE

Por SERGIO MONSALVO C.

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 (1984)

Vivimos en un presente orwelliano y ha habido en el mundo unos lugares más orwellianos que otros. Son de las pocas verdades de las que podemos estar seguros y la realidad que nos rodea lo certifica a cada momento.

¿Cómo lo hace? De muchas maneras: al modificarse verbalmente tan rápido de una forma a su contraria; al confirmar el control del que somos sujetos, tanto dentro de nuestras casas –con Internet y la televisión, y la manipulación de los hechos a través de tales medios–, o con tan sólo voltear a uno u otro lado de la calle y ver las cámaras de vigilancia, con la falsa idea dentro de nosotros (y en todos) de que gozamos de seguridad y libertades.

Ésos son sólo algunos elementos de la distopía en la que nos movemos cotidianamente y de la que fingimos no percatarnos. Las distopías describen sociedades que son consecuencia de las tendencias sociales de actualidad las cuales conducen a situaciones totalmente indeseables.

Por muy paradójico que parezca, el mundo feliz y perfecto puede convertirse en el más terrible y totalitario de los Estados. La creencia y el convencimiento del carácter ideal, utópico y perfecto de un sistema llevan irremediablemente a la intolerancia respecto a cualquier otra propuesta.

Por cierto, la consecuencia de ello: la palabra “distopía” y su concepto cumplen 150 años de acompañarnos. Fue un término que usó por primera vez el filósofo, político y economista inglés John Stuart Mill, quien la utilizó en un discurso durante una de sus intervenciones parlamentarias de 1868.

La división social, producto del industrialismo, dio pie al desarrollo de problemas sociales y laborales, protestas populares y diferentes ideologías que propugnaban y demandaban una mejora de las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas, por la vía del sindicalismo, el socialismo, el anarquismo o el comunismo. Las utopías creaban al nacer también la imaginería de las oscuridades y porvenires del desarrollo.

El cine y la literatura comenzaron a plasmarlas. Las distopías guardan mucha relación con la época y el contexto socio-político en que se conciben. Por ejemplo, algunas de la primera mitad del siglo XX o a mediados del mismo advertían de los peligros del socialismo de Estado, de la mediocridad generalizada, del control social, de la evolución de las democracias liberales hacia sociedades totalitarias, del consumismo y el aislamiento.

Libro fundamental de las distopías es 1984, el cual trata acerca de los peligros del totalitarismo y de la multiplicidad de herramientas de las que echa mano para el control del Estado y de los individuos que forman parte de él. Del nombre de su autor, el británico George Orwell, deriva el mencionado término “orwelliano”.

De esta forma la literatura se convierte en un aparato para descifrarnos al mundo. Por eso 1984 imanta el interés, sacude el ánimo, estimula la reflexión y devasta la apatía. Parece escrita para los tiempos que corren: no deja incólume a nadie. Es un libro referencial y siempre de lectura urgente.

Por eso se ha convertido por derecho propio en un hito de la cultura contemporánea y en uno de los textos más mordaces de todos los tiempos. Desde su aparición, y con el auge de los populismos en el mundo, pronto se pueden detectar las simientes del totalitarismo en organizaciones y partidos políticos aparentemente ideales; y en los líderes “carismáticos”, la sombra revelada de los opresores más ignorantes, obsesivos y crueles con su propia gente. Volteen, si no, hacia la dirección que quieran.

[VIDEO SUGERIDO: David Bowie – 1984, YouTube (ziggiestarlet)]

La inteligencia rockera, observadora, nunca ha dejado de llamar la atención sobre ello y lo ha hecho con obras ejemplares a través del tiempo. Desde aquellos años sesenta en que la concientización le puso nombre y apellido a las malévolas circunstancias de cada momento y época, hasta nuestros días.

Los títulos de Orwell, Rebelión en la granja (por el que Pink Floyd creó un gran disco, Animals) y 1984, han sido piedra de toque para rockeros distinguidos como David Bowie, quien con Diamond Dogs (1974) mostró que los libros, además de ser entrada a universos paralelos e interiores, fuente de éxtasis, también son detonantes para la construcción de nuevas obras, maestras algunas de ellas, como exige la cadena histórica del arte.

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 Van a partir tu lindo cráneo y lo van a llenar de aire,/y van a decirte que tienes ochenta años,/pero no te va a importar, hermano./Van a estar inyectándote cualquier cosa,/el mañana no existe./Cuidado con la salvaje mandíbula del 1984″, dice en la canción que habla del lavado de cerebro y da nombre al tema principal.

Pero la sensibilidad que desató la novela también expone las realidades actuales en piezas como “Big Brother” y “We Are The Dead”, que evocan al control y a la policía del pensamiento en la trama orwelliana.

Ahí quedó el álbum, su interpretación de la lectura, la estética presentada (glam), sus puntillosos tracks y las reflexiones del artista al respecto.

En ellas se pregunta si la historia sirve para algo (ante el profundo estupor con el que encaramos el porvenir), y se responde con agudeza, que sí, para constatar que las utopías siempre resultan dudosas y que es más benéfico para todos acercarse a ellas a través del arte, de la mejor ficción en este caso, para evitar los errores del pasado.

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Por su parte, Rick Wakeman hizo lo propio con el disco homónimo 1984 (publicado en 1981). A pesar del caos en que estaba metido en su vida particular (excesos), o quizá precisamente por ello, el ex tecladista de Yes, se embarcó en el proyecto de trasladar la obra de Orwell al rock progresivo. Y lo hizo acompañado de una pequeña orquesta de colaboradores e invitados, incluyendo su sección de cuerdas en algunos pasajes.

Junto a él estuvieron el autor de las letras Tim Rice (famoso por los musicals Evita o Jesucristo Superestrella, películas de Disney como La Bella y la Bestia o El Rey León), Chaka Khan, Kenny Lynch, Steve Harley y, en uno de los temas, su compañero en Yes, Jon Anderson.

Esta obra conceptual tiene sus altas y sus bajas, es decir, es un álbum ambivalente, con pasajes tan finos, virtuosos y atinados, como solos churriguerescos y contrastantes con el tono de la obra original. Sin embargo, es un disco que se deja escuchar.

Pero hay que hacerlo con cierta distancia y tomando en cuenta los antecedentes de Wakeman hacia las obras de ficción. En primer lugar por su testimonio y propuesta al respecto y, en segunda instancia, por la curiosidad hacia el trabajo de alguien que ya se había embarcado en proyectos semejantes con Las seis esposas de Enrique VIII, Viaje al centro de la Tierra, Mitos y leyendas del rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda, Criminal Record y algunos soundtracks extras.

Los excesos de la vida más los excesos genéricos produjeron, al fundirse, alguna que otra joya que terminó adornando este álbum.

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Asimismo, hay que atreverse con el más reciente acercamiento que hizo The Muse al escrito de Orwell: The Resistance (2009). En él Matt Bellamy, líder de la banda, puso sobre la mesa su certeza en cuanto a la teoría de la conspiración. Cree a pie juntillas en que hay manos ocultas tras cada asunto que domina en el mundo. Y no le falta razón.

Tras la lectura que realizó de 1984, lo escrito por George Orwell le pareció el más acertado vaticinio que se ha hecho sobre la realidad global que nos circunda en estos momentos.

Frases como las siguientes se convirtieron en el leit motiv para la realización del disco: “Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la historia y se convertía en verdad”…“No latía en su cabeza ni un solo pensamiento que no fuera un slogan. Se tragaba cualquier imbecilidad que el partido le ofreciera”…“A Winston le sorprendía que lo más característico de la vida moderna no fuera su crueldad ni su inseguridad, sino sencillamente su vaciedad, su absoluta falta de contenido”.

El manejo de los medios de información, la imposición de gustos, la omnipresente vigilancia, la controlada libertad de expresión y la castración de los sentimientos, son el hilo inspirador de The Resistance, donde el amor también ocupa su lugar en medio del claustrofóbico ambiente.

Quizá el mejor álbum del grupo hasta la fecha y ejemplo conspicuo sobre la cercana relación que el rock auténtico mantiene con la literatura.

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[VIDEO SUGERIDO: Muse – United States of Eurasia (Live BBC Children In Need Rocks 2009) (High Quality video) (HD), YouTube (Luis Reyes)]

 

1984 Exlibris 3 - kopie