BOB DYLAN 80-VIII (2)

Por SERGIO MONSALVO C.

Bob Dylan Records "Bringing It All Back Home"

 RAZONES PARA EL NOBEL

(SEGUNDA PARTE)

 [Aclaración pertinente: El texto que presento a continuación lo escribí y publiqué en el año 2006, una década antes de que el deseo manifestado ahí se hiciera realidad. Por lo tanto, es menester tomar en cuenta lo anterior a la hora de su lectura.]

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PRESAGIO DEL PORVENIR

Si de lo que se trata, a la hora de designar al Premio Nobel de Literatura, es apoyar la reflexión directa de la obra en asuntos de la realidad política inmediata —anterior o presente—, como en los casos de Elfriede Jelinek y Harold Pinter, por mencionar a los premiados más recientes, ahí les va otro argumento a favor de Dylan: a “Masters of War”, el tema suyo que más ha sido nombrado por analistas políticos, sociólogos, maestros de Ciencia Política en distintas universidades de América, Asia, África y Europa y por dirigentes de organizaciones no gubernamentales, se le nominó como la Mejor Canción Política de todos los tiempos en el 2005 y el grueso de la lista en tal sentido ya es parte de estudios y tesis en dichas universidades.

El tema fue grabado el 23 de abril de 1963 en los estudios neoyorquinos de la compañía Columbia y forma parte de su segundo álbum, The Freewheelin’ Bob Dylan. En la canción se percibe coraje, el grano de su voz dimensiona la sensación. Y este coraje, la ira, le otorgó a Dylan el status de un James Dean del neofolk, el cual a final de cuentas lo empujó a replantearse direcciones: ¿la amplificada, eléctrica y más agresiva, quizá?

La pieza “Masters of War” (cuya estructura se remite a “Nottamun Town”, una melodía medieval pesadillezca enraizada en el arte de la pantomima), es todo menos un lamento pacifista. Dylan utilizó en ella al viejo personaje brechtiano del hombre que se enriquece con la guerra, como símbolo de un nuevo complejo en el aparato militar industrial.

Pluralizó y señaló a esos criminales de cuello blanco, corbata y lujoso escritorio —que se dedican a intensificar y comercializar la carrera armamentista, con lo cual amenazan al propio futuro del mundo—, e incluso les deseó la muerte en el último verso, jurando velar sus tumbas hasta haberse convencido de su fallecimiento. Con ese contenido y el recurso en los acordes de la guitarra en tono menor, lo que provoca una despiadada irritación, llevó a todos a pensar en el asunto.

Y aunque la canción se grabó sólo acompañada de dicha guitarra, su empuje y carácter iracundo resultó el presagio del rock y las turbulencias de los años venideros. “Masters of War” suena como si se hubiera escrito ayer. Desgraciadamente, su venenosa pasión tiene más sentido hoy que nunca, décadas después de su creación. Ésta data de cuando John F. Kennedy era inquilino de la Casa Blanca y muy poco antes de su asesinato en Dallas, a cargo quizá de aquéllos.

LA FACULTAD DEL CONOCIMIENTO

En la misma tesitura, la revista Rolling Stone —reputada publicación que se ha especializado en dar a conocer la bitácora del rock desde la década de los sesenta, y la más sobresaliente del periodismo mainstream en este sentido— con motivo de los cincuenta años del género realizó una encuesta a nivel mundial para integrar una lista de las cien canciones más trascendentes del mismo en su primer medio siglo.

El cuestionario fue dirigido a miles de destacados artistas y científicos de diversas disciplinas y nacionalidades. Escritores, poetas, traductores, cineastas, bailarines, arquitectos, escultores, pintores, actores, directores y músicos, así como periodistas y críticos, crearon dicho listado en el que como respuesta a la pregunta “¿cuál ha sido la canción que ha cambiado el rumbo de su vida?”, la casi totalidad contestó que “Like a Rolling Stone” de Bob Dylan.

Paradigma para clarificar la complejidad contemporánea y una respuesta para un nuevo conocimiento. Éste ya no procederá de ahondamientos ni de nombres monumentales, sino de muchas mentes maestras en archipiélago planetario. El filósofo James Surowiecki asegura que una multitud como ésta puede ser más inteligente (tomar mejores decisiones) que cualquiera de sus miembros siempre que se den tres condiciones básicas: que la multitud sea suficientemente diversa; que sus componentes puedan pensar de manera independiente, sin manipulación, y que haya algún mecanismo fiable, democrático, para recoger sus opiniones.

Opiniones heterogéneas, combinadas, destinadas a formar una inteligencia diversa, nutricia y compleja gracias a sus interrelaciones. A un resultado así Edward Wilson, biólogo emérito de la Universidad de Harvard, lo llama consilence, esa facultad del conocimiento nacida de descubrir e interpretar los cruces entre disciplinas.

Es decir, en el caso de esta canción y de este autor, la intelligensia global emitió su consenso sin ningún interés ni presión de por medio. Emociones, experiencias y sensibilidades a corazón abierto, comprobables y citables. ¿Qué mayor alarde democrático, señores académicos?

“Ya no me importa lo grande que sea una vieja canción folk o lo que signifique la tradición. Los tiempos cambian y yo quiero ponerme a hacer rock. Mis palabras son como fotografías y esa música me ayudará a dar tono y color a esas fotografías”.

BOB DYLAN 80 VIII SEGUNDA PARTE (FOTO 2)

Eso lo confesó Bob a principios de 1965. En mayo del mismo año grabó “Like a Rolling Stone” y todo lo anterior quedó postergado. Con ello hizo una revolución estética y psicológica, electrificó la poesía. Puso en palabras lo contemporáneo, lo retrató. “Tengo que hacer una canción nueva sobre lo que yo sé y acerca de lo que yo siento”, dijo.

Hacia allá se movía su lenguaje y hacia allá trasladó al mundo. Experimentó con los sonidos conectados al pulso cotidiano y con las raíces al viento. Construyó estilos, rítmica vivencial, nuevas visiones. Enarboló las palabras contra los que estaban autodestruyéndose, contra los personajes enajenados, apartados de la realidad, segregados de su auténtica naturaleza, oscurecidos por el sofisma de la ilusión y sin vida interna.

La canción resultó un cataclismo, produjo polémica. Se creó en los oyentes un sobrecogedor sentido de la inmediatez, tensando la fibra y el nervio con un irónico sentido férrico y literario: “Había una vez…” (Once upon a time…). La protesta y la propuesta. La virulencia de las emociones, un fuego existencial que consumió a seguidores antiguos y le ofrendó nuevos: numerosos, perdurables e interrelacionados.

ARGUMENTOS MISCELÁNEOS

(AUTOSERVICIO)

1) Dylan como autor ha publicado decenas de libros entre poesía, narrativa, autobiografías, dibujos y cancioneros, así como casi medio centenar de discos (en estudio, en vivo y compilaciones, de los cuales una docena son estimados como clásicos dentro de la historia de la música; las entradas a sus conciertos se agotan y ha vendido 40 millones de ejemplares). Sobre él se han editado, por otra parte, 600 títulos aproximadamente (ensayos, biografías, análisis de su obra) y 85 songbooks (cancioneros), en Internet hay 50 millones de hits con links bajo su nombre.

2) Uno de sus libros, Poems Without Titles, entró en los récords de Guinness al ser vendido en una subasta por 78 mil dólares a un anónimo coleccionista europeo. Caso insólito para el rubro de la poesía. Se trata de un poemario de 16 páginas, escrito a mano en 1960. O sea que se cotiza.

3) Ha sido guionista, productor, actor, musicalizador y co-director de cerca de una veintena de películas y documentales. La cinematografía es una disciplina por la que siempre ha mostrado interés como experimentador. Don’t Look Back (dirigida por D.A. Pennebecker), Renaldo y Clara (por él) y No Direction Home (de Martin Scorsese) son algunos ejemplos.

4) Su vida y textos han inspirado también producciones que conjugan música y teatro. La muestra más reciente es The Times They Are A-changin’, título tomado de una de sus propias melodías y estrenada en Broadway, Nueva York, bajo la dirección de Twyla Tharp.

5) La radio estadounidense XM Satellite lo contrató para conducir un programa semanal –“Theme Time Radio Hour”– donde hablaba de lo habido y por haber, ponía discos (algunas rarezas) y comentaba de música, gustos y propuestas tanto suyas como de algún invitado del medio artístico (seleccionaba piezas que no eran de su autoría, de las cuales recordaba anécdotas, sucesos, acompañados de reflexiones acerca de la vida); así como de temas de interés general. Eran emisiones monográficas de una hora de duración, en las que Dylan se enfocaba en temáticas variadas (sin vanalidades): lo mismo sobre el cosmos, algún punto geográfico, los transportes, la bebida, las estaciones del año, las cuestiones familiares; al igual que sobre las rupturas amorosas, los pequeños vicios o los libros canónicos. Había encanto, humor y brillantes historias a su cargo –citas literarias y leyendas–, de las cuales él disfrutaba tanto como el público. La trasmisión se escuchaba también por Internet para todo el planeta (www.xmradio.com). Otro oficio del poeta: comunicación directa y con retroalimentación.

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Estas son en síntesis algunas razones para que se le otorgue el Nobel de Literatura. Bob Dylan ha sido un autor constante, comprometido y coherente consigo mismo, un artista preocupado por su entorno, un divulgador de la poesía (propia y de otros como William Blake, Rimbaud, Walt Whitman, Ginsberg, Kerouac, et al), es un icono de la cultura mundial, un paradigma para comprender la época…en fin.

Hace 100 años le dieron el premio a un poeta (el italiano Giosué Carducci por su profundidad y búsqueda crítica en el lenguaje). El último que lo recibió fue Wislawa Szymborska hace diez años (polaco al que se le alabó su precisión e ironía sobre la realidad humana). ¿No es tiempo ya de celebrar ese centenario, esa década, de que la poesía sea de nuevo reconocida y popular con argumentos semejantes? ¿De que Dylan le signifique un aire de frescura al Premio y un nombre para reclutar lectores y promotores hacia el género? ¿Cuántas razones más necesitan, señores académicos? ¿Hay alguna que entiendan? Quizá si les dijera que: “Había una vez…”

VIDEO SUGERIDO: Bob Dylan – Maters of War – Lyrics, YouTube (Nathan Lee)

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