E FINITO IL SESSANTOTTO?

Por SERGIO MONSALVO C.

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EVOCACIÓN DE LA REVUELTA

Para llegar a los logros que podemos contar hoy en día, pocos o más, hubo que pasar por muchos años 68, revelándose contra el sistema o contra la autoridad arbitraria, reclamando, siempre reclamando el derecho a la vida en toda su plenitud, a la libertad esencial.

Todos los instantes de aquel año, desde el comienzo, hablaron de cambios y lo hicieron en un giro continuo acompañados desde cerca por la espiral evolutiva de la música popular.

Y ésta, con su enfoque artístico autónomo y determinado, se significó como pensamiento comunitario frente a diversas filosofías de gobierno: igualmente capitalismo puritano que realismo socialista: ambos oprimían lo mismo al suelto que al encerrado.

Al ubicarse contra las políticas estatales, tal música –con valores intrínsecos de historia, contexto y calidad interpretativa y de composición— se alejó de las consecuencias predecibles: ortodoxia y conservadurismo, los cuales siempre han tendido a atraerse el común denominador más bajo del gusto musical.

El espíritu revolucionario de aquel lapso de tiempo aspiraba a la permuta en todos los órdenes de la vida, y en cada aspecto resultaba fundamental encontrar idearios, conceptos que respaldaran en teoría las realizaciones concretas de cada campo. Lo que estaba claro era que la actitud tenía que ser de conceptos totales. La música lo hizo desde sus raíces.

En la segunda mitad de los sesenta, los aires de cambio propiciados por las revueltas generalizadas y de toda índole exigían lenguajes diferentes tanto para plantear las preguntas como para expresar las propuestas. Así sucedía en innumerables campos musicales. La fusión como método y objetivo cundió: desde la música clásica a la étnica, de la academia al exotismo, del vanguardismo al jazz.

Ya se ha cumplido medio siglo del Movimiento del 68 y ya existen numerosas iniciativas para recordar las gestas de aquella revuelta, protagonizada sobre todo por jóvenes y en la que se pretendió encontrar la playa debajo de los adoquines de París. “La imaginación al poder” fue otra de sus consignas.

Llegaban sobrados, cargados con la pólvora que iba a servirles para incendiar todas las viejas convenciones, hablaban de liberación, de romper todo tipo de cadenas. “Expertos en demoliciones”: así llamaba Guy Debord, el filósofo que celebró aquellas movilizaciones, a todos aquellos contestatarios radicales, sus amigos.

Hubo muchas movilizaciones en 1968, y todas se parecieron un poco, pero fueron también radicalmente distintas. Tuvieron el hilo conductor de la rebeldía: aquellos jóvenes (y no tan jóvenes en algunos casos) se levantaron contra la autoridad. El poder al que se enfrentaban era, sin embargo, diferente según qué lugar, según qué circunstancias.

En Praga no querían saber nada del régimen comunista, en México se protestaba contra el autoritarismo partidista, en las universidades estadounidenses se peleaba contra la guerra de Vietnam y en París, en París: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.

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Aquella generación que en el 68 coronaba una década de contestación a las rancias costumbres burguesas se ha ido rodeando con el tiempo de una aureola mítica. Hicieron el amor de todas las maneras posibles, se apuntaron a todas las revoluciones (maoísmo, guevarismo, anticolonialismo, trotskismo, anarquismo), deshicieron todos los tabúes, fueron violentos cuando hacía falta (contra el imperialismo yanqui) y pacifistas cuando convenía (reclamando derechos iguales para los afroamericanos).

El de 1968 fue declarado oficialmente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el Año Internacional de los Derechos Humanos. Fue una año bisiesto, por cierto. Sin embargo, para la historia social del mundo y para su memoria fue el año de la revuelta. Ésta se dio por doquier, con resultados ambivalentes en sus diversos escenarios. Dicha circunstancia tuvo en la música su pulso y su sonoridad.

Tony Judt (Londres, 1948-Nueva York, 2010), el destacado y reconocido historiador y profesor británico, dijo lo siguiente con respecto a aquella época en su libro Postguerra: “El contenido de la música popular era muy importante, pero su forma contaba aún más. En la década de 1960 la gente prestaba una atención especial al estilo. Podría pensarse que esto no era nuevo. Pero lo que sí constituyó una novedad de la época fue que el estilo podía sustituir directamente al contenido. Se trataba de una música que, aunque sus letras a menudo resultaban naive, se rebelaba en su tono, se amotinaba. La música, por decirlo así, protestaba por ti”.

Los discos que a la postre serían clásicos y emblemáticos de ese año de definiciones, estilos, creación de géneros, corrientes, movimientos y revoluciones grandes y pequeñas hicieron de dicho lapso en el tiempo un hecho histórico irrepetible, el cual comenzó en enero con dos buenas noticias: el segundo trasplante de corazón humano realizado en Sudáfrica y en Checoeslovaquia el inicio de La Primavera de Praga. La revuelta brotaría aquí, allá y en todas partes en el mundo durante los siguiente meses. La sonoridad de aquellos días aún reverbera en la bitácora humana.

Y, aunado a ese conocimiento, la seguridad también de que las transformaciones esenciales acarrearían con ellas polémicas encendidas y censura, lo mismo que legitimaciones hacia los hechos sociales de los que era producto.

Toda corriente musical necesita del soporte social y los fundamentos históricos y artísticos para convertirse en un género de trascendencia. Y los aconteceres de dicho año se lo brindaron a raudales.

No hay revolución sin música. Ésta última nos recuerda, a través de las épocas, hasta qué punto su presencia ha sido esencial en la formación de grupos tanto para enfrentar como para resistir la realidad.

Muchos artistas reflexionaron sobre la estética sonora de aquella época. Italia no fue nunca ajena a todo ello. Con motivo del cincuentenario, el sello discográfico Bravo Records sacó a la luz una antología de aquella música de época, en un álbum doble titulado E Finito il Sessantotto?, en la que son evocados todos aquellos músicos que pusieron su voz e instrumentos al servicio de esa revuelta.

Por ahí circulan: Giovanna Marini, Paolo Pietrangeli, Ivan Della Mea, Gualtiero Bertelli, Rudi Assuntino, Fausto Amodei, Michele l. Straniero, Alfredo Bandelli, Pino Masi, Gianni Nebbiosi, Diego De Palma, y hasta se pueden encontrar las palabras de Ernesto Che Guevara y de Fidel Castro, como curiosidades.

Ellos hablaban de Revolución, como todos en la época. Hacia su búsqueda se encaminaron, mientras el resto del mundo ardía y se manifestaba. La figura del Che Guevara se volvió, contradictoriamente, un estandarte en las marchas, aunque el personaje no se tocara el corazón para asesinar o fusilar en aras de una revolución dogmática, excluyente, solemne y represora. Al final recibiría el mismo tratamiento y sin la pequeña ayuda de sus amigos.

El mundo cambiaba, los jóvenes exigían transformar lo malo: los occidentales de una manera, los orientales de otra. Los sistemas los combatían, las opciones se enfrentaban. Había muertos y heridos. “Yo les diré qué cosa anda mal”, comentó Lennon en el disco. “La gente. ¿Y por ello quieren destruirla? ¿Sin compasión? Hasta que ustedes y nosotros no hayamos cambiado esa mentalidad, nada habrá que hacer”. Ahí estaban las diferencias. Ahí estaban las preguntas a responder. Los músicos italianos dieron las suyas.

VIDEO SUGERIDO: E’ finito il ’68 – Paolo Pietrangeli, YouTube (Giovanni Zorra)

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