BJÖRK: EL VOLCÁN DE ISLANDIA (II)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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EL VOLCÁN DE ISLANDIA (II)

Ante todo (postura política, activismo) y primordialmente, Björk es una artista. Y una de las más singulares en el mundo, cabría decir. El arte no nace por generación espontánea. Todo es parte de una cadena de influencias a las que el talento individual sintetiza y conduce a la originalidad. Eso es Björk en primera y última instancia: una artista original.

Björk es una islandesa cuya originalidad se ha convertido en parámetro para los creadores en general y para el género femenino en particular. Ella es un espécimen ejemplar que se liga a una cadena etérea que siempre pugna por ir a la vanguardia.

Björk es cantante. Así lo decidió cuando cumplió los tres años de edad y empezó a hacerlo con las piezas de un musical: The Sound of Music. Luego creció escuchando en su casa a Hendrix, Janis Joplin y Eric Clapton, pero también a Simon & Garfunkel. Y cuando iba de visita con sus abuelos, éstos la arropaban con la música clásica y el jazz. A los nueve años ya es el blues vía los hermanos Winter (Johnny y Edgar) lo que la emociona y motiva.

El canto la singularizó en la escuela donde participaba en los festivales. En casa, su madre le inculcó valores ecologistas y otras constantes hippies. Su padrastro era músico y la instó a estudiar música y composición. Lo cual hizo. Pero igualmente se volvió coleccionista de insectos, apasionada de las ciencias naturales y de la física. Por otra parte, fue la única niña en miles de kilómetros a la redonda que tuvo a un antropólogo como héroe: David Attenborough.

A los 12 años grabó su primer disco con ayuda de su padrastro y sus amigos músicos. Fue un álbum compuesto de cóvers en islandés de gente como los Beatles y Steve Wonder y alguna que otra composición particular. Además del canto comenzó a interesarse por la batería. Con ella como instrumento formó un grupo de punk femenino con el que criticó al feminismo quejumbroso y victimista.

Al punk le siguió el jazz de fusión y el pop con otros grupos. A los 15 años ya tenía mucha experiencia escénica y apariciones mediáticas. Tras diez años de seguir el consejo de su padrastro, Björk se graduó de la escuela de música como pianista clásica. Contaba ya con las herramientas de la academia y del empirismo. Entró entonces a formar parte de un grupo de after punk al comienzo de los años ochenta.

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Luego de la aventura after punk se inclinó por el underground del rock gótico en el que utilizó las referencias vanguardistas que le heredó el primero, el jazz y el hardcore. A la experiencia musical agregó ahora la de la maternidad y el canto clásico. Sin embargo, la inquietud no mermó en ella y decidió formar a los Sugarcubes e internacionalizarse. Su concepto surrealista en la lírica y la extravagancia sonora les generaron el éxito.

Paralelamente a su desarrollo musical, Björk inició una carrera como actriz. Tuvo papeles en películas como The Juniper Tree y en obras de teatro para la televisión islandesa.  Para entonces, ya ilustraba las portadas de diversas revistas anglosajonas especializadas en música que alababan sus composiciones y variada arquitectura sonora. Tres años durará el embeleso en el que se mezcló la música con la literatura y la poesía.

El ocaso de los Sugarcubes motivó a Björk a participar en otros proyectos. Como clarinetista formó parte de la Banda de Konrad B. El comienzo de los noventa llegó con la llamada del jazz. Lo hizo vía el bebop y un trío. Cantó en islandés e inglés piezas conocidas y otras que resultan rarezas. La muerte del pianista truncó el proyecto y la cantante cultivó entonces el interés por la música house. Se reactivó el grupo Sugarcubes y lanzaron su disco más famoso tras el cual la banda se disolvió definitivamente.

Björk se mudó a Londres e inició una carrera como solista. En su obra primará desde entonces el perfeccionismo. Llamó al productor de Massive Attack, Nelle Hopper para que la asesorara. La high-tech será su instrumento decisivo de ahí en adelante. Obtuvo el primer hit bajo su firma con el disco Debut, de 1993. De ahí en adelante el nombre de Björk estaría siempre asociado al arte musical independiente y vanguardista. Ella confirmará con cada nuevo álbum (una decena de estudio hasta la fecha) dicha ubicación.

Tras la primera década del siglo XXI Björk se confirmó como la encarnación del ideal del artista contemporáneo: Talentosa, original, ecléctica, independiente, creativa e inquieta sobremanera. Ha cultivado el multiinstrumentismo, la composición, la utilización de los artilugios sonoros más avanzados (como el Reactable), el conocimiento musical, el show multimedial (incluyendo el audaz maquillaje y vestuario con referencias antropológicas y futuristas), filma sus propios videos, es actriz de cintas inteligentes para cine y televisión (Dancer in the Dark, Drawing Restraint 9), diseñadora gráfica y de ropa, activista de causas sociales y escritora.

A ello habría que agregar sus pasiones paralelas: la entomología, las ciencias naturales, la física y la  antropología.

En el rubro de la escritura ha publicado varios libros: el primero, Um Urnat frá Björk (un cuento de hadas), es un libro de poemas férricos coloreado a mano por ella misma. El segundo, Björk, es un libro fotográfico del género biopic, en el que la autora documenta su biografía artística (con fotos de muchos artistas de renombre) e incluye una entrevista grabada con su héroe desde la infancia: el antropólogo David Attenbourough.

El tercero es Björk Live Book, es la publicación de una larga entrevista personal sobre su carrera como solista y álbum por álbum e información sobre cada una de las personas que ha trabajado con ella a lo largo de su carrera.

Björk es hoy –con tres décadas de trabajo sólido y ejemplar– un nombre muy grande en la escena y un colectivo cultural de la mayor trascendencia, cuya obra siempre es esperada, documentada, analizada y copiada, por la imaginación que despliega y, sobre todo, por el avance musical que representa.

VIDEO SUGERIDO: Björk – Declare Independence (Later with Jools Holland), YouTube (oldnavy21)

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BJÖRK: EL VOLCÁN DE ISLANDIA (I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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 El arrebato pro Tibet de la cantante islandesa Björk durante un concierto en Shanghái (en el que coreó «¡Tibet! ¡Tibet!» tras su canción «Declare Independence»—y que en otra presentación también hizo con Kosovo–) molestó a los recelosos censores del gobierno chino o “guardianes de la cultura”, como se nombran ellos mismos.

El Ministerio Chino de Cultura declaró que la actuación de Björk «había herido profundamente los sentimientos del pueblo chino». Este país ha gobernado Tíbet con mano de hierro desde que sus tropas ocuparon la región Himalaya en los años 50 del siglo XX y no permite desafíos a su autoridad sobre ella.

En su página Web Björk escribió al respecto: “Me gustaría puntualizar que no soy un político, por encima de todo soy músico y como tal siento que es mi deber intentar expresar la gama completa de emociones humanas. El impulso por declarar la independencia es sólo una de ellas, pero es de las más importantes en algún momento de nuestras vidas. Esta canción fue escrita con un pensamiento más personal pero el hecho de que haya sido traducido a un significado más amplio, como la lucha de una nación reprimida, me complace. Me gustaría desear a cada individuo así como a las naciones buena suerte en su batalla por su independencia. ¡Justicia!»

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Las posturas políticas de Björk siempre han sido claras, así como sus manifiestos en favor de la democracia, la ecología, el medio ambiente y los derechos humanos, pero no sólo los muestra en lugares donde la libertad de expresión es algo tácito, como lo hacen la mayoría de los representantes del pop que buscan hacer “imagen” o ser invitados a determinados festivales, sino que lo hace en el corazón mismo de donde se encuentre el problema. Lo hizo en China y también lo ha hecho en su propio país, cuando estuvo en crisis.

Islandia tuvo que nacionalizar dos de sus tres bancos más importantes, tenía una inflación del 15% y contaba con una moneda, la corona, cuyo valor bajó a más de la mitad de su valor en un año. ¿Cómo pudo ocurrirle esto a un país que hasta 2008 era el más solvente del planeta y el que tenía mejor nivel de vida del mundo?

Los expertos lo atribuyen a varios factores. Primero a la política de su Banco Central, que situó los tipos de interés incluso por encima del 15%, a la vez que animaba a las empresas del país y a los particulares a pedir préstamos en países con tipos más bajos. Es decir, la especulación financiera sin escrúpulos y sin ataduras en plena acción. Y el otro, al efecto devastador provocado por la erupción de un volcán de nombre impronunciable: Eyjafjallajökull (en 2010).

Con el derrumbe provocado por la crisis mundial que brotó en Wall Street, en Nueva York y por las mismas causas, la rueda endeudamiento/inversión se detuvo. A finales de 2007, los activos bancarios (cimentados en tales burbujas económicas) equivalían al 800% del PIB islandés y se extendían a otros países. Por lo tanto, Islandia se fue a pique, al igual que sus 300 mil habitantes y cuentahabientes.

Para salir de esta situación el gobierno conservador de ese país no pudo organizar un plan de rescate y se vio obligado a pedir financiación urgente en el extranjero.

En su momento Björk no sólo expresó su total desconfianza en la capacidad del gobierno islandés para llevar las riendas del país, sino que además lo acusó de utilizar la precaria situación económica para vencer el rechazo popular a la construcción de nuevas plantas de producción de aluminio, que se abastecen de energía geotérmica.

La cantante alertó sobre el impacto ambiental de esos proyectos en las famosas aguas termales y terrenos volcánicos. Asimismo denunció la intención del mismo gobierno de querer «vender» los recursos naturales nacionales a grandes compañías extranjeras como receta para paliar la grave crisis.

Björk no se cruzó de brazos y salió a su manera al rescate de la economía de Islandia al apoyar –con su nombre y dinero– un fondo de capital de riesgo ideado por la firma Audur para ayudar a la creación de empresas con una responsabilidad ambiental y social, que impulsara la economía nacional.

(Al siguiente año cayó del poder el gobierno conservador, hubo referendum al respecto, se optó por unas duras restricciones económicas y por un gobierno de coalisión verde-socialdemócrata. Ahora ya no están totalmente en manos ajenas, sino tomando sus propias decisiones y paliando con nuevas fuentes de trabajo los colapsos sufridos.)

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A la postre cuando estuvo de gira en Nueva York mandó una carta al periódico The Times en la que arremetió contra los gestores políticos y económicos locales que habían conducido no sólo a su país, sino al mundo entero a la crisis. “No veo a ninguno en la cárcel ni decomisados sus bienes para solventar en algo la penuria de los que han empobrecido”, escribió.

 

Al llegar a Inglaterra con la misma gira tampoco se libró de las críticas el Primer Ministro británico de aquel momento. Björk recordó a los medios ingleses la «injustificable» decisión del mismo de recurrir a la legislación antiterrorista con el fin de congelar los bienes islandeses en el Reino Unido.

Pero ante la situación no todo fueron críticas. Igualmente se puso a elaborar una plataforma en defensa del medio ambiente cuya campaña en pro de alternativas sostenibles ella había avalado por todo el mundo.

VIDEO SUGERIDO: Björk – Hyperballad, YouTube (CaptainJet)

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SAMARIS

Por SERGIO MONSALVO C.

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EL ARTE COMO SOLUCIÓN

Como siempre, la denuncia primera vino desde un libro y de los cantos. En el 2006, en el texto titulado Dreamland: A Self-help Manual for a Frightened Nation (Tierra de ensueño, manual de autoayuda para una nación asustada, en una traducción aproximada), el escritor Andri Magnason, pronosticó y lanzó su grito de auxilio para su país, Islandia, en contra de un modelo económico basado en la obtención de dinero fácil supeditado a la especulación financiera (bonos basura y burbujas inmobiliarias, entre otras cosas).

Ahí se pudo leer que “Durante todos estos años del boom económico, que ha pregonado el gobierno conservador, se han concentrado los esfuerzos en la expansión de los bancos, en la explotación del aluminio, la pesca y la exclusiva utilización de la energía hidráulica, cosas que tarde o temprano destruirán nuestro futuro, nuestra forma de vida y la de la naturaleza misma”.

Los cantos de los músicos de la época iban por tónica semejante, en contra del materialismo rampante, del capitalismo salvaje, del Wall Street globalizado y de la enajenación del individuo. Voces surgidas del arte, del subterráneo, que en sus pequeños nichos se debatían contra la exclusión, el engaño y “la barra libre del crédito infinito”. Nadie los leía ni escuchaba, ocupados todos los demás en seleccionar el color de su nuevo modelo de Land Rover.

Entonces vino el año 2008 y el colapso financiero que sufrió el mundo entero. A Islandia le tocó sufrir en grande. El capital accionario, las cuentas bancarias, las pensiones, se esfumaron en el aire. Todo su fue al garete (la bolsa llegó a caer un 90%, el PIB perdió 7 puntos, la moneda se devaluó y la tasa de desempleo se disparó).

La vox populi salió a la calle. El gobierno cayó, los banqueros fraudulentos fueron enviados a prisión y hubo nuevas elecciones. Se convocó a un referéndum donde la ciudadanía entera votó en contra de rescatar a los bancos y pagar su deuda externa. ¿Y ahora, cómo salir del agujero, cuál era la respuesta a tamaño reto histórico para volver a ser un país del Primer Mundo?

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La solución, a contracorriente del resto del mundo (donde se subieron los impuestos y se recortaron los presupuestos en lo social), fue apostar por un nuevo pacto: el New Deal artístico. En un país como éste, con el patrimonio desaparecido y con un idioma que solo hablan sus habitantes, el nuevo gobierno decidió que para enfrentar a la crisis había apostar por el apoyo al sector turístico, a la educación y por la cultura, finalmente.

¿Por qué? Porque –lo sabían– no hay riqueza más firme que esa (la que proviene del saber), y porque en lo que había que recortar no era en las áreas creativas (educación, oferta cultural, investigación), sino en gastos suntuarios como el proporcionado a los partidos políticos o los de la burocracia institucional, puros cargos parasitarios.

Así que Islandia se volcó hacia tales industrias. Desde entonces, el impacto económico de esa actividad ha redoblado al de la agricultura y se ha equiparado al de la tradicional exportación de productos pesqueros, antaño su principal fuente de ingresos. Hoy la tasa de desempleo es del menos del 3% y el país crece a un ritmo sostenido del 4%.

Pusieron a la cultura como la base de las industrias creativas y como parte cada vez más importante de la economía. El dinero que genera desde entonces es el mismo que toda la industria del aluminio. También se puede ver en el empleo que genera el turismo cultural. Por eso decidieron construir el Harpa, un increíble centro cultural en el puerto de Reykyavik.

El gobierno aligeró la carga burocrática y otros gastos fijos y aumentó las aportaciones a proyectos culturales independientes, a la gestión de la educación. Tras la crisis, la oferta de conciertos, exposiciones, museística en general, subió al igual que la asistencia gracias al fomento del turismo en este sentido.

VIDEO SUGERIDO: Samaris – Tibrá (Official Video), YouTube (THUMP)

Crearon su gran stock de música. El 80% de los jóvenes (sobre todo en la provincia) comenzó a estudiar algún instrumento y solfeo. Y eso se tradujo en el surgimiento de decenas de grupos, que en la actualidad, una década después, ya han alcanzado prestigio internacional.

Por supuesto, la naturaleza de aquel lugar sigue siendo el primer atractivo para los turistas. Pero un 70% de éstos (los jóvenes según una encuesta reciente) lo hace ya por la música y su infraestructura. Eso fue lo que se planeó cuando instituyeron la Oficina de Exportación Musical del país, dirigida por Sigtryggur Baldursson, ex baterista de los Sugar Cubes, la banda en la que Björk militó y gracias a la cual se forjó la leyenda del sonido islandés.

Desde entonces medio centenar de grupos oriundos (siempre diferentes) hacen giras por el extranjero anualmente, apoyados por dicha Oficina. Paralelamente, ha crecido la industria del software y de los videojuegos, que proporciona mucho trabajo a gente del sector.

En el cine, una nueva ley reembolsa el costo a sus productores de cualquier película rodada en sus lares. Ridley Scott se fue ahí a filmar Prometheus, Darren Aronofsky realizó Noah y la compañía HBO fotografió locaciones para Juego de Tronos, entre otras manifestaciones.

Creció igualmente la infraestructura teatral y el financiamiento para los escritores. El mundo se dio cuenta así del positivo accionar de un pueblo que supo remontar la crisis apostando por la cultura.

En lo musical, aparte de dicha Oficina, se fundaron dos compañías discográficas que aglutinaron a los intérpretes locales de sonidos contemporáneos: C 12 Tónar  y One Little Indian, de donde han surgido grupos como Samaris, producto neto del proyecto islandés.

Este grupo se integró en el año 2011 con Áslaug Rún Magnúsdóttir (en el clarinete), Þórður Kári Steinþórsson (en los teclados electrónicos) y Jófríður Ákadóttir (en la voz). Su propuesta fue mezclar los sonidos electrónicos (ambient, down tempo y la influencia de Björk) con la poesía romántica islandesa del siglo XIX.

En su andar desde entonces han ganado concursos internacionales y publicado cuatro álbumes: Samaris, Silkidrangar, Silkidrangar Sessions y Black Lights y han puesto en la palestra a autores decimonónicos locales como Bjarni Vigfússon Thorarensen, Jónas Hallgrímsson, Steingrímur Thorsteinsson o Matthías Jochumsson.

Es una lírica que se enfrenta a la muerte y a la angustia existencial. Busca volver a “las fuentes”, a la raíz de los islandeses mismos, al mundo mágico y misterioso en que los dioses han gestado su mundo, construido en el silencio y en la tensión interior que nace todo aquello. En su poética.

La estética en la que se fundamenta Samaris arranca al escucha de un mundo estático, sin sentido, donde todo tiene un valor relativo, más o menos gris, y lo conduce, con la magia de sus versos, adonde todo en la naturaleza está entrelazado; a un reino en que la metáfora, la alegoría –y no solo ellas, sino todas las llamadas figuras del lenguaje y el pensamiento– son reales y tienen vida propia. Un mundo en que cada acontecimiento en la naturaleza es símbolo de una verdad inefable.

Por lo tanto, la impresión sobre la obra de este grupo señero resulta del todo placentera, debido a su gracia, claridad, elegancia inusual, a la sutileza de sus melodías y a la poeticidad con que arropan palabra y música.

Samaris es un gran representante musical de la pujante propuesta con la que el país salió de una crisis imposible. La creatividad, rodeada por aquel océano de profundidad oscilante, se libró del precipicio amenazante y fulminó un pesaroso destino con un nuevo trato y el sonido eterno salido de sus rocas.

VIDEO SUGERIDO: Samaris – Black Lights (Live on KEXP), YouTube (KEXP)

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