Por SERGIO MONSALVO C.

THE ROLLING STONES
(MEJORES ÁLBUMES – III)
Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.
https://www.babelxxi.com/726-the-rolling-stones-mejores-albumes-iii/

Por SERGIO MONSALVO C.

THE ROLLING STONES
(MEJORES ÁLBUMES – III)
Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.
https://www.babelxxi.com/726-the-rolling-stones-mejores-albumes-iii/

Por SERGIO MONSALVO C.

RESCATAR UN TIEMPO OLVIDADO
Tras la caída del gobierno de los jemeres rojos y las alternancias políticas subsecuentes pasó al olvido la época del rock de garage local y sus hacedores, hasta que ya abierta la internacionalización de la economía y la perspectiva de Camboya para superar la pobreza, hicieron que el país se volviera destino turístico.
Así llegó al lugar Ethan Holzman y un amigo suyo, como practicantes del surfismo, jóvenes del sur de California (Silver Lake, Los Ángeles) aficionados al sonido de la naturaleza que buscaban el contacto con los elementos y su música: el rugido de los animales salvajes y el murmullo del océano, como los surfers clásicos.
En eso estaban cuando el amigo contrajo el virus del Dengue por un piquete de mosquito. Durante el trayecto que los llevaba al hospital el taxista iba escuchando una música que impactó a Ethan de inmediato (al fin y al cabo era músico, tocaba el órgano Farfisa). Era rock camboyano, del cual quedó prendado. Así que al regresar a su terruño lo hizo cargado de un costal de cassettes con tal música.
Fue de inmediato a ver a su hermano Zac (quien trabajaba de medio tiempo en una tienda de discos; el otro lo dedicaba a su banda Dieselhed de alt-country, como vocalista y guitarrista) para que escuchara aquellas maravillas grabadas en lo-fi. Incluyendo la compilación Cambodian Rocks que hizo la compañía Parallel World (en la que se usaron como base cassettes comprados por un turista durante un viaje a Camboya. No tenía información sobre los cantantes ni nombres de los temas, pero se convirtió en objeto de culto).
Tras la escucha decidieron fundar un grupo que recordara el momento del encuentro (de ahí el nombre) y que evocara aquello. Una misión de rescate de un tiempo perdido y olvidado. Llamaron para unírseles al bajista Senon Williams (ex Radar Brothers), al baterista Paul Smith y al saxofonista David Ralicke (quien ha tocado con Beck, Ozomatli y Brazzaville), y se dieron a la búsqueda de una cantante que interpretara los oldies camboyanos.
La descubrieron en el club Dragon House de la zona de Long Beach a la que se conoce como “Little Phnom Penh”, por ser el barrio donde trabajan y residen la mayoría de los inmigrantes camboyanos en la Unión Americana (alrededor de 180 mil). Su nombre Chhom Nimol, descendiente y parte de una familia con tal tradición musical. La convencieron del proyecto y se pusieron manos a la obra.
“La asimilación no significa que dejes atrás tu herencia. Simplemente significa que tienes una forma distinta de expresarla. Puedes crear nuevas tradiciones, y tus tradiciones se añadirán a la cultura en general. O como en los Estados Unidos, donde nuestras culturas se han unido”, comentó la cantante en su momento.
Desde entonces han editado seis discos: Dengue Fever (2003), Escape from Dragon House (2005), Venus On Earth (2008 y del que la compañía de Peter Gabriel, Real Wolrd Records se encargó de distribuir), In the Ley Lines (2009), Cannibal Courtship (2011), y The Deepest Lake (2015, realizado con el actual financiamiento crowdfunding, y en el que han incluido rap, latin grooves y metales de influencia Stax); los sencillos: Dengue Fever (EP, 2003), Sip Off the Mekong (EP, 2006) y Girl From the North EP (2013), así como el soundtrack para el documental Sleepwalking Through the Mekong (2007), con imágenes de su gira por el país que los inspiró.
Dicho documental contiene su material con las versiones de clásicos del rock camboyano de los sesenta y principios de los setenta (el más importante, desarrollado, vibrante y propositivo de su momento en Indochina). Canciones que recordaban in situ el espíritu, los discos y los artistas que habían difundido la música y cuya aventura terminó abruptamente el 17 de abril de 1975, cuando los jemeres rojos liderados por Pol Pot entraron en la capital camboyana, Phnom Penh, y acabaron con mucha de la riqueza cultural y con la vida de una cuarta parte de la población del país.

Dengue Fever no sólo ha revivido piezas de aquella época en sus discos, sino que en su quehacer artístico también ha tenido cupo la recuperación y divulgación de aquella música camboyana, propiciando la hechura de la antología de un puñado de piezas originales (Electric Cambodia, cuya recuperación económica y derechos van directo a la fundación que se ocupa de los escasos sobrevivientes y exiliados de la escena musical de dicha época que quedaron lisiados o enfermos a causa de las torturas).
Asimismo, han colaborado en la factura de diversos soundtracks con versiones de piezas que recrean dicha era para documentales, biopics (The Golden Voice, Don’t Think I’ve Forgotten de John Pirozzi), series de televisión y películas de corte experimental como: Broken Flowers de Jim Jarmush o City of Ghosts de Matt Dillon.
El fundamento estético de la obra de Dengue Fever se basa en la revisión y puesta al día de los materiales salvados por la gente que tuvo que huir del país a causa del terror jemer y que luego han cedido a la Oakland Public Library (Biblioteca Pública de Oakland) como documentación histórica, e igualmente en la creación de piezas originales realizadas en el estilo de aquellos años, lo mismo en el idioma khmer que en inglés (que luego mandan traducir al primero).
Sustentándolo todo en la amalgama de rock de garage, guitarras Stratocaster (con su fuzz, ecos y reververación twang) para ambientar el new-surf de outsiders playeros (a lo Dick Dale y Link Wray), atmósfera psicodélica (del policromo rock de San Francisco), sonoridad de películas de serie B (de agentes secretos y espías camp persiguiéndose en las playas californianas), una pizca de afrobeat jazz (definitivamente etíopes y del que procede el saxofonista David Ralicke), y el exotismo melódico ancestral y pop del idioma, canto y rock camboyanos.
Todo ello muy bien ubicado entre la sintonía alternativa y la heterodoxia enfebrecida que evoca canciones hermosas, que hablan de amor, ruptura y romance. Dengue Fever ha hecho justicia y les ha dado una nueva vida al grabarlas para que cuenten su historia, en recuerdo de una cultura que quiso ser exterminada por un infame holocausto.
VIDEO: Dengue Fever – Tiger Phone at Later on Jools, YouTube (Terry Lambourne)


Por SERGIO MONSALVO C.

(721-725)

BXXI-721 MIS ROCKEROS MUERTOS (2024)
Si bien la presencia de la finitud de la vida dentro del arte musical rockero ha sido una de sus grandes y publicitadas constantes, al tomar múltiples formas discursivas o representativas, la obsesión y fascinación reflejada por dicho acontecer a veces ha alcanzado cuotas exorbitantes y, a veces, desproporcionadas (como en el caso del infamous Club de los 27). ¿Para sus celosos propagadores? Algo totalmente justificado. La histórica incertidumbre y deseo de comprender el ciclo completo de la vida de los músicos del género desaparecidos mediante imágenes, símbolos, expresiones plásticas, vídeos, instalaciones o arte objeto ha encontrado su eco y significación dentro de las dinámicas sociales.
VIDEO: John Mayall Feat. Eric Clapton – All Your love, YouTube (Tim Bukto)

BXXI-722 THE ROLLING STONES (II)
De tal manera, 12 X 5 fue el siguiente álbum de los Rolling Stones aparecido en los Estados Unidos. La importancia de este disco se establece con el paso que da la evolución del grupo: desde la interpretación de la música negra hacia el rock (sin abandonar las raíces), un cambio paulatino pero consistente. así como su significancia. Ello queda inscrito en los temas del blues que incluyen (“Confessin’ the Blues”), así como del afincado soul (“If You Need Me”, “It’s All Over Now”, “Time Is on My Side”), pero el llamado hacia la selva del rock and roll está más señalado, no únicamente por la versión de “Around and Around” de Chuck Berry, que puntualizan, sino también por temas como “Susie Q” o “Empty Heart”.
VIDEO: Rolling Stones – Around and around 1964, YouTube (Singularity)

BXXI-723 ANTI-FOLK (REMAKE)
El anti-folk es un subgénero indie, alternativo y culto, inscrito en el hipermodernismo de una época que se distingue por la convivencia de todas las épocas. Tanto sus definiciones como características tienen tal cantidad de matices como el número de sus intérpretes. Sin embargo, hay algunos rasgos en común: en sus letras hay sustento de política social, en la observación o en la acidez crítica; retoma el folk norteamericano en cualquiera de sus variantes, lo arropa con una nueva visión, sin la solemnidad de los intérpretes tradicionales, y con su estilo le rinde homenaje a las canciones románticas de amor y desamor. El anti-folk es una de las mejores escuelas para la educación sentimental del siglo XXI.
VIDEO: Adam Green – Emily (video), YouTube (babybubble)

BXXI-724 MUDDY WATTERS
En 1944, Muddy Waters fue uno de los primeros músicos de Chicago en pasar del instrumento acústico a la guitarra eléctrica. Seguía tocando blues tradicional del Delta del Mississippi (de hecho, nunca dejó de hacerlo), pero consiguió un sonido más crudo, compacto, potente, duro y señero. Su nombre se convirtió entonces en sinónimo de evolución y en gran ejemplo musical para los músicos negros y blancos. Aparte de sus innegables, enormes y excepcionales cualidades como compositor, cantante y guitarrista, Waters se caracterizó además por su talento como líder de banda, cualidades que lo elevaron a la categoría de maestro y muy buen hacedor de discos, tanto de rhythm and blues como de blues.
VIDEO: Muddy Waters –Got my Mojo Workin’, YouTube (Mungrass)

BXXI-725 HOT JAZZ
Nueva Orleans se convirtió en un crisol multicultural y así surgió el hot jazz. El barrio de Storyville de aquella ciudad portuaria sirvió para apagar la sed de músicos como Buddy Bolden, Louis Armstrong, Jelly Roll Morton, Joe “King” Oliver, Kid Ory. La música de jazz lo recorría todo: bares, tabernas, restaurantes, burdeles, la calle (con sus marchas y funerales) y las aguas del río Mississippi, en barcos que eran salones de baile flotantes. Nueva Orleans era una fiesta escanciada con diversos líquidos espirituosos. El jazz fluyó tanto como el río. Tanto así que apareció como factor de intercambio de varios folklores, en el canto, el baile, manifestaciones callejeras, el sonido grabado, el teatro, el cine, la industria cultural.
VIDEO: Louis Armstrong and His Hot Five – Hoter Than That (1927), YouTube (Classic Mood Experience)
*BABEL XXI
Un programa de:
Sergio Monsalvo C.
Equipo de Producción: Pita Cortés,
Hugo Enrique Sánchez y
Roberto Hernández C.
Horario de trasmisión:
Todos los martes a las 18:00 hrs.
Por el 1060 de AM
96.5 de FM
Online por Spotify
Radio Educación,
Ciudad de México
Página Online:

Por SERGIO MONSALVO C.

“I LOVE ROCK & ROLL”
Dueña de un estilo e imagen similares a Suzi Quatro (pionera indiscutible de la mujer como rockera), Joan Jett (cuyo verdadero nombre es Joan Marie Larkin, nacida en Filadelfia el 22 de septiembre de 1958) alcanzó el éxito internacional en los años ochenta, combinando una imagen de mujer agresiva con el rock duro.
Jett, a los 17 años, fue miembro fundador del grupo de las Runaways en 1975, con Sandy West y Micki Steele (Cherie Currie, Lita Ford y Jackie Fox entrarían después y con el tiempo habría suplencias). Promovidas por el productor Kim Fowley como ángeles caídos con pantalones pegados de mezclilla e interpretando hard rock, las Runaways, pese a la extensa publicidad suscitada por su imagen, vendieron pocos discos fuera de Japón. Entre sus álbumes figuraron Queens of Noise y Waitin’ for the Nigh, por mencionar algunos.
El grupo se disolvió en 1979 cuando Jett, quien se había erigido en su líder, se separó después de And Now the Runaways!, y luego participó en We’re All Crazy Now (1979), una primera película basada someramente en la existencia del grupo, cuyos demás miembros fueron interpretados por actrices. No obstante, la carrera de Jett parecía empezar a declinar.
VIDEO SUGERIDO: The Runaways – Cherry Bomb. Live in Japan 1977, YouTube (CherieO)
Durante el trabajo en la película, Jett conoció a Kenny Laguna (productor de Jonathan Richman, entre otros) y a Ritchie Cordell (autor de «I Think We’re Alone Now» y «Mony, Mony» dos hits de Tommy James and The Shondells). Entre los dos produjeron el álbum debut como solista de Jett, Bad Reputation (de 1981), el cual incluyó tres tracks grabados anteriormente con Steve Jones y Paul Cook, ex Sex Pistols.
Este L.P. no se vendió al principio, pero un año de giras con su grupo de acompañamiento, The Blackhearts, convirtió el sencillo “I Love Rock & Roll” (1982) en un éxito enorme. La canción del título vendió millones y el álbum contenía asimismo una versión de «Crimson and Clover», un hit de Tommy James de 1969, y otro de Gary Glitter «Do You Want to Touch Me (Oh Yeah)», de 1973.
Aquí es donde entra mi anécdota personal con ella. Me gusta y amo el rock and roll por muchas cosas. Entre otras, porque comenzó en mí como una forma de disfrute personal, un placer individual. Luego se convirtió en mi oficio, en la manera de ganarme la vida y, finalmente, en mi modo de comunicarme con los demás.
Los auténticos aficionados al género tienen cada uno su definición en cuanto al sentimiento que le profesan a la música. Y cuando se encuentra alguna de estas definiciones resulta interesante tratar de entenderlas, de compartirlas, y si ello viene en el contenido de una canción con mayor razón.
Así me pasó con la interpretación que hizo Joan Jett de “I Love Rock & Roll”. Cuando ésta salió a la luz en 1982 reunió todos los elementos para convertirse en un himno celebratorio más para el género. Lo más importante de todo fue que surgía de voz de una mujer, un segmento humano que ha estado más ubicado en los límites del pop que del rock.
Eso, en primera instancia, significa algo; además, provenía de una agrupación netamente constituida por féminas, cuyas integrantes con el tiempo se adherirían al hard rock y otras expresiones musicales: como Lita Ford Group, The Bangles, Sandy West Band, Currie-Blue Band, The Orchids, entre otras.
La versión de Jett era en definitiva rocanrolera, con su riff muy marcado, lo mismo que la rítmica y coros pegajosos. En los tiempos de la New wave, en que el tema reapareció, el hecho resultaba atípico por su sencillez y confesión naive. Era rock and roll puro. Y siempre que el rock se manifieste de esta manera hay que festejarlo, tantas veces como sea necesario.
Con “I Love Rock & Roll” Joan Jett iluminó aquel año, mismo en el que me encontraba viviendo en Alemania, por mera aventura existencial. Así que cuando en el periódico apareció un día el anuncio del concierto que Joan Jett y los Blackhearts darían en Manheim, me apunté de inmediato para ir con mi compañera de entonces. Vivíamos cerca de Stuttgart, por lo que nos llevó hora y media llegar al recinto.
Éste era una especie de gimnasio ubicado en las afueras de la ciudad. Estacionamos el coche en la misma calle –había mucho lugar, cosa rara—y entramos al edificio junto a unos cuantos fanáticos más. No había asientos ni nada por el estilo, sólo un escenario al fondo del galerón que se elevaba un metro y medio por encima del suelo. Todo estaba a oscuras y únicamente las luces del podio servían de guía. En ese momento tocaba de telonero un grupo local, sin mayor trascendencia.
Nos instalamos muy cerca del escenario, al lado derecho y junto a una pared para recargarnos. No había ni la quinta parte de público para llenar aquel lugar. Otra cosa rara tratándose de un hit del momento. El grupo aquél tocó unas cuantas piezas más y se retiró en medio de un tibio aplauso y sin encore. Todo estuvo tranquilo en el inter mientras colocaban los instrumentos de la banda estelar.
Sin embargo, cuando faltaban unos cinco minutos para que saliera el grupo –los conciertos en aquel entonces comenzaban de manera puntual–, apareció el ejército gringo, literalmente. Comenzaron a entrar y entrar muchos soldados de las tropas estadounidenses acuarteladas en aquella zona de Alemania (reminiscencias de la II Guerra Mundial).
Soldados rasos, la mayoría, y uno que otro cabo. En la oscuridad el ambiente comenzó a espesarse. El murmullo reinante del intermedio desapareció para dar lugar a un griterío desmesurado, irritante. Apareció el alcohol barato y las drogas de baja estofa (marihuana, sniff, flash…).
En la observación de todo esto me encontraba cuando Joan Jett y los Blackhearts surgieron en el podio. En medio de los aullidos y las luces incandescentes que lo inundaban estaba ella, vestida de piel negra de cuello a pies con un overol entalladísimo que daba perfecta cuenta de su deliciosa anatomía. El pelo negro apunkado y gruesas líneas negras en el maquillaje. Del cuello le colgaba la Stratocaster roja y con el primer rasgueo comenzó el caos y la confusión.
Los soldados, ya con algo dentro, estaban enardecidos, vociferaban a todo pulmón. Decenas y decenas de ellos se consumieron en el lapso de unos cuanto minutos el oxígeno del sitio. Luego de 3 o 4 minutos comenzaron las peleas: un tipo le daba de puñetazos a otro que ya estaba doblado; por allá, dos más pateaban a otro tirado en el suelo; cerca de nosotros un grupito se divertía empujando sin parar a un soldado-nerd (con lentes de pasta y dientes grandes, todo un cliché) que no dejaba de sonreír para ocultar el miedo y la humillación.
Cuando comenzaron las notas de “I Love Rock & Roll” nosotros estábamos casi embarrados en la pared. Los Blackhearts con la Jett enfrente lanzaban su manifiesto por las bocinas, santificados por el ritmo y la melodía mismos, elevándose al nicho de la divinidad. Eran perfectos, iluminados, ofreciendo la electricidad del verbo rocanrolero. Abajo, mientras tanto, decenas de militares consumían a pico de botella el alcohol que les permitiera olvidarse de lo que eran.
(Con gritos subhumanos trataban de acallar el cántico de Jett y con golpes a diestra y siniestra evitar que otra cosa que no fuera mierda los invadiera. Cuando terminó la pieza tomé a mi compañera de la mano y emprendimos la odisea hasta la salida. Por aquel bosque de fulanos altos, cuyos músculos se habían solidificado en el encierro y la disciplina castrense. Caminamos sólo con el hálito de nuestro instinto de sobrevivencia. Yo no era Tarzán pero ella sí era Jane y estábamos en lo más profundo de la jungla salvaje.
Recuerdo que en alguna parte de aquella huida escuché la voz de la Jett pidiéndoles que no se pelearan, que no lastimaran a nadie, que lo único que queríamos todos era celebrar el rock and roll. También escuché el ruido que hacen las botellas de vidrio al hacerse añicos. Gritos, rugidos y una retahila de silbatazos. Éstos comenzaron cuando ya casi habíamos logrado llegar a la salida de la sala. Por las puertas inició el desfile de policías militares que, con macana en mano y silbatos, entraban al recinto a aplacar los ánimos desatados.
Uno de ellos quitó de nuestro camino el obstáculo de unos soldados que no nos permitía alcanzar las puertas y amenazaba con sonrisas siniestras. El tolete se incrustó rápida y certeramente en los estómagos de aquellos trogloditas y pudimos pasar por encima. Cruzamos las puertas de metal y en los pasillos había soldados tirados, inconscientes, atendidos por algún doctor, o de rodillas y esposados volteados hacia la pared. Otros sangraban por la boca de pie en medio de los custodios de los MPs.
Los gruesos vidrios de la entrada nos mostraron el paisaje de camiones verdes a los que eran ingresados los soldados arrancados del centro del local. Unos vomitaban, otros se convulsionaban y eran puestos en camillas para subirlos. Nuestro auto estaba en medio de todo eso pero logramos abordarlo rápido y salir disparados hacia las calles y la autopista.
Hoy, décadas después, cuando Joan Jett ha cumplido 65 años de edad; más de 50 de participar en la escena musical, televisiva, fílmica, política y deportiva; cuando ha tomado un tercer aire artístico, puesto en circulación el álbum doble Greatest Hits (Blackheart Records, 2010) y producido la segunda película sobre The Runaways (de la directora Floria Sigismondi), recuerdo aquella anécdota como una metáfora y quisiera renovar mis votos con “I Love Rock & Roll”.
Un tema que ha entrado de buen modo en la memoria colectiva de la gente, y se ha erigido en un himno para los rockeros del mundo entero (a pesar de que gentuza del pop ha tratado de apropiárselo). Y vuelvo a recalcar que al género se le quiere por diferentes causas, pero la que siempre prevalece es la del amor auténtico, nada artificial ni evasivo, sólo romántico.
VIDEO SUGERIDO: Joan Jett – I Love Rock N’ Roll, YouTube (Máquina del Tiempo)

Por SERGIO MONSALVO C.

EL BLUES DE LOS AÑOS MOZOS
El guitarrista irlandés Gary Moore (1952-2011) se dio a conocer como instrumentista virtuoso dentro del campo del rock duro cuando estuvo con el grupo Thin Lizzy, así como en su carrera como solista en el heavy metal. Sin embargo, no es de sorprender que el blues también lo haya fluido sin problemas.
«Todo mundo tiene su propia versión del blues –dijo en su momento–. Todo mundo conoce esa sensación. No creo que haya que ser negro para entenderlo de manera exclusiva. Uno tiene o no el feeling necesario. La música irlandesa le ha dado un sello particular a mi sonido. No obstante, he encontrado semejanzas entre el blues y la música irlandesa. Muchas melodías irlandesas tienen un ambiente muy melancólico y bluesero. Puedo sentir esa música. Crecí con ella. A los 13 años yo tocaba en un grupo de blues. Esta música significa más para mí que todo lo que vino después”.
El blues es como un espíritu que se manifiesta de repente, incluso después de largos periodos de descanso. Y entonces sale a la luz un álbum blusero, como en el caso de Still Got the Blues (1990) que lo volvió a poner en la palestra musical del mundo.
La concepción presentada por Moore en este disco no fue dogmática. Se movió con agilidad por sus diversas tendencias estilísticas. No fueron tanto los blueseros negros originales, como el auge inglés del blues en los años sesenta lo que inspiró a Moore en sus conceptos para el disco.
En la portada aparecen del disco el músico manifiesta sus gustos de la primera adolescencia por los Blues Breakers de John Mayall y el Fleetwood Mac primigenio de Peter Green, aunque Robert Johnson y Albert, Freddy y B. B. King también figuran.
En la mayoría de las piezas que conforman el disco, Moore ofrece un blues pulido y elegante que evita toda aspereza. Cinco de esas piezas son de su pluma: «Movin On», «Still Got the Blues», «Texas Strut», «King of the Blues» (homenaje a Albert King) y «Midnight Blues».

Las restantes son covers de los grandes maestros: «Pretty Woman» (en la que participa el propio compositor Albert King), «Walking by Myself» (original de Jimmy Rogers; en la hoja de información y en la etiqueta del disco aparece el nombre del músico con la errata «Rodgers»), «Too Tired» (de Johnny «Guitar» Watson, en la que acompaña en la guitarra Albert Collins) y la preciosísima «As the Years Go Passing By» (de Deadric «Dan» Malone).
Para este equilibrado programa grabado por Moore, contó con la ayuda de los metales, órgano y piano en las personas de Frank Mead, Nick Payn y Nicky Hopkins, entre otros.
Uno de los objetivos de Gary Moore con Still Got the Blues (hoy un disco clásico, con treinta años en su haber) fue alcanzar ‑‑como él mismo lo comentó– al público muy joven que escuchaba el heavy metal, para despertar en ellos el interés por el blues y sus músicos originales. «Esa sería una buena justificación para mi álbum”.
VIDEO SUGERIDO: Gary Moore – Still Got The Blues (HD) (Official Video), YouTube (CenixCcustoms)


Por SERGIO MONSALVO C.

UN HOMBRE RESPETABLE
Parece aristócrata y ya llegó a los ochenta años de edad. Ray Davies es el autor de canciones legendarias: «Sunny Afternoon», «Dedicated Follower of Fashion», «You Really Got Me», «Lola», etcetera.
¿Es cierto que siempre has escrito comentarios satíricos sobre los acontecimientos de actualidad, desde los años sesenta hasta la fecha?
“No todo lo que escribí en los sesenta era sátira. La sátira era muy popular en los sesenta y los setenta. Creo que «Dedicated Follower of Fasion» tenía una intención satírica, también «Well-Respected Man». Pero hay una diferencia entre la sátira y acabar con alguien. Nunca he destruido a nadie con mis canciones”.
En los sesenta los Kinks fueron uno de los pocos grupos que ridiculizó al tipo nuevo «hombre hippie». Ustedes los desenmascararon como unos simples clasemedieros que seguían una moda.
“Tengo una teoría sobre los sesenta: en realidad no existieron. Tal vez unos cuantos fotógrafos sacaron fotos en King’s Road y así crearon el mito sesentero. Así se crean ese tipo de mitos… Pero sí fue la primera vez que gente normal, sin acentos elegantes, podían vender docenas de discos en los que seguían sonando como londinenses o liverpoolienses. En este sentido los sesenta fueron muy liberadores. Las barreras entre las clases se rompieron un poco. Pero creo que sólo era un camuflaje de lo que sucedía en realidad”.
Tus canciones expresan los típicos miedos clasemedieros que siempre han existido y que no desaparecieron en los sesenta. Tal vez por eso sea posible decir ahora que no existieron aquellos años.
“Tal vez no se comprenda hasta 2050 cuáles fueron los valores de este siglo XX loco. Creo que las innovaciones más significativas de tal siglo –aparte del progreso científico– fueron la invención del cine y del rock. El rock surgió durante la segunda mitad del siglo. ¿Qué fue importante dentro de él? ¿Cuáles fueron los artistas importantes? Aún se sigue respondiendo a eso”.
¿Te molesta que la cultura del pop exija una renovación constante, pero que tu obra esté arraigada en tradiciones que tienen siglos de antigüedad?
“Lo nuevo es nuevo y eso será así siempre. El otro día leí un artículo sobre el grupo Suede en el Billboard. Empezaba así: «Dedicated Followers of Popfashion will be delighted to hear this…» Por lo tanto, a veces se necesita el pasado para lanzar lo nuevo”.

Tienes la canción “Dandy”, pero también Oscar Wilde hubiera podido escribir ese texto un siglo antes.
“Y mucho mejor que yo. Doy varios cursos en la Arts Council, clases sobre cómo escribir canciones y cuentos. He utilizado mucho a Oscar Wilde para mostrar a la gente cómo deben usar las palabras. Escribir es una técnica. Yo comienzo con un tema al que doy cierta estructura. Luego me pongo a rellenarlo, con las tonalidades, etcétera. Una vez hecho eso, digo: no hay reglas. Yo opino que antes de poder romper las reglas tiene uno que conocerlas. Ahí estuvo, probablemente, el problema de los grupos de punk no tan buenos de los setenta. No conocían las reglas y al mismo tiempo creían estarlas rompiendo. Los Sex Pistols conocían muy bien las reglas y fueron manejados muy bien por Malcolm McLaren. Supo cómo presentarlos. Los Pistols eran los Stones de diez años antes. Los Stones también tuvieron a un manager hábil, Andrew Oldham. Una vez le pregunté: ¿Qué van a hacer ahora, Andrew? No estaban grabando. Y Andrew dijo: bueno, agarramos el riff de «Nowhere to Run», le agregamos una parte vocal al estilo de Otis Redding y una guitarra rápida y la pieza se llama ‘Satisfaction’. ¿Entiendes? Eran inteligentes. Hay que conocer las reglas, romperlas, robar y sacar una nueva combinación de ingredientes. Mi mundo es un choque constante del pasado, el presente y el futuro. Lo mejor de lo nuevo siempre consiste en pedacitos del pasado. Sólo es posible acercarse al futuro si se domina por completo el presente y el pasado. Pasado + presente = futuro. Lo que no es posible es: pasado entre presente = futuro. Eso no funciona. Hay que permitir el choque entre el pasado, el presente y el futuro. Es como la primera explosión del universo, el big bang, y uno no sabe hacia dónde conducirán las explosiones”.
¿Qué opinas de la industria disquera?
“Se ha vuelto muy predecible. No soy cínico, pero créeme: cuando estoy viendo un videoclip en la tele se exactamente qué compañía disquera está detrás de eso, quién es el manager y cuáles son los planes del grupo para su gira. Con el tiempo uno conoce la mentalidad de las multinacionales y cómo trabajan”.
En los sesenta, lo único seguro era que el rock era arte. Pero luego se metió la industria.
“Lo único seguro de los sesenta era el elemento de la liberación, y la liberación a veces resulta en arte. También estaba todo el movimiento del pop art. Pero hay que estar consciente de que mucha gente inteligente, mucho más que yo, se subieron al tren en el momento justo. Cuando The Times, ese gran periódico, esa institución, llegó a entrevistarme supe que algo andaba mal. Cuando el crítico de rock de The Observer comparó a los Beatles con Mozart dije: !Por fin lo han entendido! Se trataba de descubrir lo que se podía hacer la libertad”.
¿Por qué llamaste Phobia a uno de tus discos?
“Ahora, todo el mundo se anda preguntando: ¿cómo seguirá esto, qué debemos hacer? Mi respuesta es: enfrenta tus miedos, haz algo con respecto a las cosas que nunca te has atrevido a tocar. Confróntate con el hambre y la gente sin hogar. ¿Cómo? No lo sé. Pero vamos a tener que renunciar a muchas cosas. No se resuelve aumentando los impuestos. Casi de manera surrealista, el título Phobia fue una metáfora de lo que estaba (y está) pasando en el mundo. Hay que hacer algo. Comenzar”.
VIDEO: The Kinks, Phobia, YouTube (The Kinks)


Por SERGIO MONSALVO C.
FOTOGRAFÍAS

Evidence (10)

Evidence (11)

Por SERGIO MONSALVO C.

LOS SERES CREPUSCULARES
En los Países Bajos, durante el periodo invernal, existen los llamados “Donkere Dagen”. Son esos días donde la luz matutina aparece muy tarde (nueve o diez de la mañana) y se oculta temprano (tres o cuatro de la tarde). En un fin de semana de tales días se me ocurrió ir a comprar el New York Times a una hora inusual: 7:00 A.M. (regularmente lo hago después del mediodía para disfrutar de la lectura de sus maravillosos suplementos durante el lunch).
Fui caminando (dejé la bicicleta estacionada, hacía bastante frío). La librería dónde venden los periódicos foráneos no queda lejos de mi casa. Recorrí el trayecto al margen del Schinkel, uno de los canales más transitados de la ciudad pero que a esa hora estaba casi desierto. Allá en el horizonte se vislumbraba apenas una levísima raya rosada de luz.
Sólo pasó un largo navío de nombre “Zonsopgang” (Salida del sol) bogando muy lentamente. Y, como sucede con la mente, una cosa me llevó a la otra y recordé que para los griegos todo el protagonismo era para el amanecer y sus múltiples metáforas: la aurora, el alba, el despertar. El crepúsculo no existió para ellos como tema poético.
Eso pasó hasta mucho después en Roma, en plena decadencia del Imperio. El poeta Virgilio, sus discípulos y seguidores comenzaron a celebrar el ocaso, el crepúsculo, el fin del día, sus criaturas. Entonces el mundo conoció otra de sus divisiones: escritores del amanecer y escritores del crepúsculo. Estos últimos iniciaron la construcción de los sentimientos ligados a la puesta del sol y a sus oscuridades siguientes.
Así han emergido las visiones de dichos instantes a través de sus plumas, a lo largo de los siglos. ¿Y ellos, los crepusculares, los anochecidos, cómo han definido un día perfecto, por ejemplo? Yo conozco a uno que en la época contemporánea lo hizo, con una obra también perfecta: Lou Reed.
Lou era un letrista de narraciones concisas, que contenían en su seno metáforas tan herméticas como sublimes. Se había erigido en el autor más decadente y mítico desde los años sesenta. Quizá en el más grande de los poetas nihilistas del rock a corazón abierto. Era, además, un cronista de la marginalidad y de la neurosis urbana, temas hasta entonces inéditos en el género.
Con “Perfect Day” Lou Reed volvió a darle otra vuelta de tuerca al concepto de la canción en el rock, con la recreación de su mundo de marginales de la ciudad. Una obra maestra que se extiende como un fresco.
Así nació está pieza, que sirve también para presentar al personal que acompaña a Reed (voz, guitarra rítmica y teclados) a lo largo del mítico álbum al que el tema pertenece (Transformer): Mick Ronson (Guitarra líder, piano, coros y arreglos de cuerda, que incluyen violines y cello), John Halsey (batería), Herbie Flowers (bajo eléctrico, contrabajo y tuba). El juego textual se complementa con el de la rítmica. Humor flâneur arropado con agudeza.
“Perfect Day”, es la cereza del pastel. Ronson fue el arquitecto sonoro que compuso los acordes e hizo los arreglos de piano y cuerdas del tema. Toda aquella epifanía la conformó la cabeza de ese genio musical que era el guitarrista de los Spiders From Mars, y que fue grabada por el ingeniero Ken Scott, en los Estudios Trident.
La aterciopelada voz de Lou, que acompaña su propio texto sobrecogedor, le proporciona el toque de sofisticación y decadencia que (al parecer) narra una tópica historia de amor que concluye con un ácido comentario: «Cosecharás lo que has sembrado». El tema admite varias lecturas, entre las cuales unas sostienen que, en este tema, el autor se refiere en todo momento a su relación con alguna adicción. Que cada escucha escoja su versión.

Simplemente un día perfecto
Bebemos sangría en el parque
y luego más tarde
cuando oscurezca
nos iremos a casa
Simplemente un día perfecto
Damos de comer a los animales del zoológico
más tarde veremos una película también
y luego a casa
Oh, un día perfecto
me alegra haberlo pasado contigo
Oh, un magnífico día perfecto
Tú haces que lo soporte
Tú haces que lo soporte
Simplemente un día perfecto
Olvidando todos los problemas
portándonos como seres domingueros
vaya diversión
Simplemente un día perfecto
hiciste que me olvidara de mí mismo
Y pensé que podría ser otra persona
alguien bueno
Oh vaya día perfecto
me alegra haberlo pasado contigo
Oh vaya día perfecto
Tú haces que lo soporte
Tú haces que lo soporte
Sólo recogerás lo que siembres
Sólo recogerás lo que siembres
Yo prefiero quedarme con la de un anhelo profundo de autoconocimiento, más que con la de los clichés autodestructivos. Con las sugerencias que aluden a la felicidad o infelicidad subyacente y dolida de la melancolía, a menudo sentida cuando todavía un acontecimiento está siendo vivido. Con la impronta de contar ahí mismo un “día perfecto” en tal sentido. En el de las emociones a flor de piel, con todos los matices puestos en ellas.
Compré el periódico y en lugar de regresar a mi casa caminé en busca de un lugar dónde tomarme un café y, antes de ponerme a hojear las páginas, extendí la mirada hacia aquel horizonte que preludiaba el día, pensando que Lou Reed había muerto y que siempre extrañaría su poesía crepuscular poblaba de humanidad.
VIDEO SUGERIDO: Lou Reed – Perfect Day – Later…with Jools Holland (2003) – BBC Two, YouTube (BBC)

Por SERGIO MONSALVO C.

MUDDY WATERS
PADRINO DEL ROCK
Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.
https://www.babelxxi.com/724-muddy-waters-padrino-del-rock/
