Por SERGIO MONSALVO C.

En Los crímenes de la calle Morgue, Edgar Allan Poe supuso una relación final entre la realidad y lo ideal. Para él un crimen es un impulso repentino y desconcertante de lo que se encuentra detrás de la tersa superficie de la existencia e irrumpe de pronto en lo que parecía realidad; ésta se desploma instantáneamente y, en sus fragmentos, sostiene o revela lo «ideal».
Un crimen es el rompimiento del orden aparente de las cosas (en las cuales el hombre ha puesto su esperanza) y es, por consiguiente, como descubrir por un momento lo ideal, la naturaleza verdadera de las cosas. «Una verdadera filosofía –escribió Poe– demuestra que una gran parte, quizás la mayor, de la verdad proviene de las cosas aparentemente carentes de importancia».
En ese momento el filósofo detective Charles Auguste Dupin ve la importancia total del ser y también del no ser, relaciona lo carente de importancia con el cálculo primordial de la relación que puede ser observada únicamente por la imaginación creadora. De esta forma, el hombre que resuelve un crimen es un poeta: es el nuevo creador de las cosas como éstas son en realidad, y no como parecen a los ojos de la gente común. Dupin leía la mente criminal reduciendo todas sus actividades a una simplicidad prístina y fundamental, porque de otro modo quedarían las irritaciones y fuentes de angustia que deforman irrealmente la imagen del mundo.
Poe fue un racionalista en el sentido cultural, se encontraba en una situación de defensa. Por eso concedía a la razón tanta importancia y la ponía sobre la intuición, que le ocasionaba estados alterados de pérdida de control.
Al comparar sus artículos de fe en la teoría poética («Filosofía de la composición») con los de S. T. Coleridge, lo anterior se muestra plenamente. Coleridge escribió en su nota preliminar al poema Kubla Khan: «El autor se tumba a dormir unas tres horas en un sueño profundo que le priva al menos de sus sentidos exteriores. Pero en ese tiempo tuvo la viva seguridad de que pudo haber escrito de 200 a 300 versos, si efectivamente uno puede llamar a algo un poema, un sueño en el que todas las imágenes surgen ante sus ojos y al mismo tiempo se colocan las palabras correspondientes sin la sensación o conciencia de la creación. Al despertar le parece a uno como si aún tuviera un recuerdo exacto del conjunto, toma la pluma, tinta y papel y escribe inmediatamente con rapidez las líneas que se conservan».
Poe a su vez afirmó: «Nada es más evidente que toda acción merecedora de ese nombre debe ser trabajada asiduamente hasta la resolución del nudo antes de coger la pluma. Sólo quien tiene en modo continuo la solución ante sus ojos puede proporcionar a la acción la impresión indispensable de lo casual y consecuente». Por eso él prefiere «comenzar con la elección del efecto». En esta decisión niega la participación a lo inconsciente en forma mayoritaria. De ahí la génesis del poema El cuervo y del relato de Los crímenes de la calle Morgue.
En un ensayo con respecto a este escritor, Julio Cortázar escribió lo siguiente: (Para Poe) «la finalidad del poema es exaltar, elevar el alma del lector; un principio psicológico elemental demuestra que la exaltación no puede mantenerse por mucho tiempo. Hay, pues, que condicionar el poema o la capacidad de exaltación; el tema, la forma deben someterse a este principio… Técnicamente, su teoría del cuento sigue de cerca la doctrina poética: también un cuento debe partir de la intención de lograr cierto efecto, para lo cual el autor `inventará los incidentes, combinándolos de la manera que mejor lo ayude a lograr el efecto preconcebido’».
No obstante, al descomponer su creación en una serie de actos de pensamiento, no se percata de que éstos son determinados por estructuras e impulsos inconscientes: «Dejemos de lado, como ajeno al poema per se, la circunstancia –o la necesidad– que en primer término hizo nacer la intención de escribir…» Sencillamente, Poe quiso no darse cuenta de que su mente estaba influida por zonas de su personalidad que le infundían miedo.
En relación con la vida cotidiana está uno indefenso como él y como él se puede sentir el horror de la irrealización creciente del mundo, lo cual sin duda significa también una poetización dado que la poesía es un tono sublime y hostil que se presenta cuando desaparecen las garantías de seguridad y uno no puede ya juzgar confiadamente las cosas conocidas.
Como artista, Poe no sólo desconfía de las superficialidades que se intentan dar como verdad; no sólo desnuda lo amenazante y lo perverso. Busca lo poético, que contiene, pese a todo, el desentrañamiento del enigma. Urbano y solitario, íntegro observador y paseante empedernido, va detrás de lo vulgar que se encuentra cubierto por lo extraordinario.
«Si lo bello es naturalmente verdadero ‑‑escribió Cortázar– y puede enseñar algo, tanto mejor; pero el hecho de que pueda ser falso, es decir fantástico, imaginario, mitológico, no sólo no invalida la razón del texto, sino que, casi siempre, constituye la única belleza verdaderamente exaltadora». Éste es el punto preciso donde se descubren simultáneamente el detective y el artista. Lo normal para ambos aviva algo que está latente en su interior.
La palabra descubrimiento para los dos pretende hacer accesible las intenciones inhibidas y enmascaradas, porque de otro modo quedarían las irritaciones y fuentes de miedo que deforman irrealmente la imagen de su mundo ideal. Tal símbolo procede de la imagen o de un conjunto de imágenes y su elemento irreal es el enigma.
Éste es el símbolo, lo que la metáfora a la imagen. El enigma traslada la emoción a una atmósfera misteriosa y metafísica y se adhiere al pensamiento en lo ilimitado de su ahonde, por la vía sensible; y sólo por la vía sensible lo encuentran confundido con lo que intenta esconder.
Cuanto más fuerte sea la irritación sensible, más apremiantemente se ven motivados a restablecer, modificándolo, el mundo o el sector de la realidad en la que viven. Así, pues, la realidad se obtiene no de una vez y para siempre; las informaciones que la memoria almacena se desmoronan cuando no se adaptan una y otra vez a las nuevas.
La sensación del misterio escondido en el acto de la creación artística, henchido de significaciones complejas y sugestiones súbitas, llevan al poeta y al detective al hallazgo de estados recónditos, pertenecientes a ciertos momentos emocionales que cambian los objetos comunes y corrientes en valores del espíritu.
Es aquí donde para ambos entra en juego la imaginación, como una modalidad de la memoria, mezclada y modificada por lo que llamamos sensibilidad. De esta manera, la expresión artística, al parametrar y ahondar de atributos a las cosas, se convierte en razonamiento acerca del universo, comprobado como una presencia de algo que se presiente más allá de la realidad misma y que, cargado de emoción y transformado por la imaginación creadora, deviene elemento enigmático que es la base del idealismo simbolista de Poe.
Es entonces cuando entra en la elección de aquéllas recibir todos los materiales preparados ya por la ley poetiana de la asociación, medio indispensable para la nueva visión y el aguzamiento de las ideas.
De esta forma, el enigma será la lógica del poema. Se le denominará simbolista porque preponderará la acción de descubrir como procedimiento, y porque voluntariamente utilizará la expresión indirecta, o sea, la tendencia a trasmutar la realidad, como ya lo hemos visto, en complicaciones internas, sacrificando el valor puro del inconsciente supeditándolo a la lógica, que indirectamente contiene lo enigmático dentro de los valores de la imaginación.
Dicha circunstancia en Edgar Allan Poe se nutrirá de las meditaciones sobre la vida y será una consecuencia de su experiencia absoluta. Lo enigmático se revelará en cuanto se descubra la trasposición de los objetos, por razonamientos sensibles.
Como buen simbolista, Poe no trató de exteriorizar, de expandir la vida dejándola absorber por los movimientos conscientes, sino intentó cosechar los dones inmediatos de la existencia, convirtiéndolos en energía para el intelecto. El misterio se encontró así en la transfiguración de la realidad, percibida sólo por medio de aquél. Lo misterioso para Poe será lo que iluminaba, lo que explicaba una mística natural, proveniente de un intelecto sensible y exaltado; era lo que personificó en todo momento y desde entonces Charles Auguste Dupin.
*Fragmento del ensayo “Edgar Allan Poe: La Poesía en el Crimen” del libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

El lugar del crimen
(Ensayos sobre la novela policiaca)
Sergio Monsalvo C.
Times Editores,
México, 1999
ÍNDICE
Introducción: La novela policiaca, vestida para matar
Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen
Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto
Raymond Chandler: Testimonio de una época
Mickey Spillane: Muerte al enemigo
Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano
Patricia Highsmith: El shock de la normalidad
Elmore Leonard: El discurso callejero
La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias
