Por SERGIO MONSALVO C.
70 AÑOS DEL ROCK (AÑOS 00’s/I)
PRIMERA PARTE
La década de los años cero, la primera del siglo XXI, significó cambios y hubo cambios. El 11-S del 2001, el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, cambió la faz del mundo como la conocíamos. Las palabras: terrorismo, vigilancia y seguridad se volvieron conceptos, prioridades de los Estados para implantar el control. Se anularon garantías y privacidades.
Asimismo, la contracultura se convirtió en una categoría más del mercado. La nueva generación ya no quería salir del sistema, sino estar dentro de él. Pertenecer a él con todos sus derechos: casa, vestido, sustento, trabajo, seguro médico, etcétera. La negrura del abismo financiero, la crisis económica, hizo al planeta ponerse de rodillas.
Si los bancos y las Bolsas de Valores (solapadas por los políticos a su servicio) quebraban, había que clamar porque los gobiernos acudieran en su ayuda, por el perdón y para que se les prestara dinero público y volvieran a las andadas: desregulación de los mercados o lo que es lo mismo: tierra sin ley.
Se hizo absolutamente visible el nuevo mesías. Steve Jobs mostró tanto en su vida personal (de corte new age) como en su política de empresa al frente de Apple (con el slogan doctrinario: “Piensa diferente”) las tendencias que serían la nueva religión: “Tu iPhone te hará libre”, “Apple ha dado el paso desde ‘el capitalismo con rostro humano’, hasta el de textura cool’ (“el diseño de sus objetos fue sensible y emocional, ¡Wow!,¡Oh My God!”), aunque sus oscuros manejos del empleo globalizado fueran cuestionables y su comunicación corporativa de culto personalista y mesiánico (sus apariciones presentando cada nuevo avance tecnológico o gadget, como un profeta pregonando una dádiva, como ejemplo).
A partir de ahí la generalidad quiso ser diferente, para formar parte del rebaño sagrado de la Trend Technology, de Internet. El perfil de Facebook, y demás redes. “Creer”, “conversar”, “vestirse de rebelde”, “ser original como el hilo negro”. ¡Todo online, siempre online! Tales son los anhelos de los miembros de la última tribu global. Un grupo humano que no entiende la frontera que marca la línea entre lo underground (lo subterráneo, lo alternativo) y lo mainstream (lo comercial, la cultura de masas), una divisoria que a partir de esta década parece más difusa.
Ha cambiado la estructura de la cultura, si antes había una crítica que manejaba estándares entre lo bueno y lo malo de una manera profesional y argumentada, ahora lo que funciona es lo viral, el tweet que posibilita Internet y las redes sociales, lo emotivo y visceral sin razonamiento alguno.
Los líderes, los partidos políticos, las iglesias, se ganaron la desconfianza general debido a sus actos, infamias, corrupción, falta de ideas, conservadurismo y desfasamiento. El individuo buscó en la nada la respuesta a sus cuestionamientos de “¿Quién soy?” Y en Internet encontró una ilusión de ser “popular”, de “tener millones de amigos”, de “enamorarse sin moverse de casa”, de “transformarse” o de “inventarse” en cualquier cosa, de “verlo todo” sin conocer nada, igual que otros millones de semejantes que luego buscaron apropiarse de ello, hacerlo accesible y rentabilizarlo. Se trató de una necesidad que el mercado ligó para sí.
Sin embargo, dicho comportamiento social se quemará pronto, las tendencias –a partir de esta década– cambian rápidamente y duran muy poco. La obsolescencia programada hace que se tenga que cambiar de productos, a veces incluso antes de que dejen de funcionar, pero también se cambia rápido de pareja, de canal, el zappin’ es el deporte por antonomasia. La sociedad de consumo se basa en que la gente pueda acceder a cosas nuevas. En exigir ese derecho a ser diferentes para ser iguales a todos los demás. “Intégrate”. Es lo que los años cero vendieron como revolución.
La perfección en el consumismo galopante contemporáneo nació con en el cambio de siglo, formada por gente que tuvo por dogma la ropa de marca, la tienda especializada, escuchar el pop de hace un minuto y tratar de llevar una intensa vida social, festiva y absolutamente digital. Sostuvo una relación con las marcas, es decir: fue consciente de las estrategias de marketing, de que todo era falso, pero las usó igual. Estuvo creado (el gusto) desde la comunicación: importó y fue cool hablar de ello.
La fantasía sobre ‘lo diferente’ (sea cultural, económico o de clase) en el campo de la música se combatió con la autenticidad. Algunos artistas se afanaron en tender puentes entre las dos orillas de ese abismo entre el mainstream y lo alternativo y su estilo fue reconocido en ambos lados, sí, pero no como algo macroeconómico sino como fenómeno estético (hipermodernismo), y constituyó la excepción, no la regla. Ahí aparecieron los nombres de Radiohead, Gorillaz y White Stripes como faros señeros.
La calidad estética y visión de Radiohead, por ejemplo, volvió singular cada nueva pieza suya que aparecía (y aparece). Por eso, cuando se escucha una composición del grupo se tiende a analizarla, a segmentarla, para encontrar la proyección de cada idea. El discurso de esta banda de Oxford brilla cada vez más con luz propia.
Su estilo no puede ser confinado o reducido a un ámbito único. Se trata de un fenómeno discursivo que implica y cuestiona lo musical y extra musical, lo conocido y lo nunca escuchado, tanto como las expresiones, bagajes culturales, sociales, subjetivos e ideológicos, imágenes y terrores existenciales contemporáneos, sin los cuales no sería posible la comprensión de su trabajo.
La función de la música de Radiohead en un mundo en que se ha dado la ruptura de la armonía entre el hombre que sabe y el hombre que siente, será siempre doble: expresar al mismo tiempo la alegría y la pena. Hacer lo primero con los medios de la segunda y viceversa. Es lo que los antropólogos sociales conocen como “estados luminares”. El grupo que representa mejor esta circunstancia existencial en la música es Radiohead. Quizá el mejor grupo de la primera década de los años cero.
Éste era hasta ese tiempo sólo la banda de culto de referencia en el rock alternativo. A partir de los años cero, se convirtió también en el pionero de una vía inédita en grupos de éxito. Respondió al éxito de Ok Computer (1997) con Kid A, un disco oscuro sin singles ni vídeos que aun así llegó al número uno en el 2000.
A él le siguieron Amnesiac y Hail to the Thief hasta que años después, la banda rompió con la industria renunciando a discográficas o promociones, aunque con el marketing de su revolucionaria distribución (por Internet y con precio a voluntad) con el bello y brillante disco In Rainbows (2007). Un camino que siguieron muchos desde entonces.
VIDEO SUGERIDO: Radiohead – Pyramid Song, YouTube (emimusic)