Por SERGIO MONSALVO C.
EL BEAT DE LA IDENTIDAD
(2007)
La Biblioteca Británica, reconocida institución a nivel internacional, digitalizó en el 2007 más de un millón de páginas de contenido sexual en los libros, entre las que se encontraban las perversidades del Marqués de Sade o Teleny, que narraban la historia de un amor homosexual que se atribuyó a Oscar Wilde.
Al cumplirse 50 años del lanzamiento del primer satélite espacial, el soviético Sputnik, la literatura celebró que el comic Tintín, del dibujante belga Hergé, en dos entregas del mismo (1950 y 1953) se había adelantado a dicho lanzamiento y al del mismo Apollo 11 estadounidense (del 69). Ambos volúmenes, además de didácticos, abordaron de forma impecable distintos aspectos científicos.
El 2007 tiene un apartado señalado en la cultura global, en general, porque Steve Jobs, el “Mesías de la Apple”, lanzó el iPhone en ese año memorable.
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La aparición en escena de un grupo como The Good, The Bad & The Queen en tal año llevó a reflexionar sobre cómo la música popular se interesa cada vez más por las formas, a través de las cuales se produce a sí misma. En este caso hay dos cuestionamientos que valieron la pena hacerse. Uno fue acerca del papel que juega el bagaje de sus integrantes en la producción; y otro, preguntarse por el lugar que ocupan las nuevas alianzas en el trabajo de producir, difundir y consumir un producto musical frente al futuro.
El surgimiento de uno como The Good, The Bad & The Queen habló de que con la llegada del siglo XXI las relaciones existentes entre la música y su recepción, es decir, las maneras con las cuales se escucha y se “aprecia” la música, han sido modificadas gracias a los adelantos tecnológicos y a la interrelación con los medios de un grupo como éste.
El proyecto fue una iniciativa original de Damon Albarn (integrante del grupo inglés Blur, Gorillaz, etc.), quien para canalizar su benigna esquizofrenia decidió reunir en torno a sí a una serie de amigos, todos ellos talentosos artistas de diversos ámbitos (Tony Allen, legendario baterista nigeriano pionero del Afrobeat, –fallecido en el 2020–); Paul Simonon, ex Clash, en el bajo y voz, y Simon Tong , ex Verve, en los teclados, guitarra y producción), quienes se convirtieron con su rock alternativo y art-rock en el primer supergrupo del naciente siglo XXI.
Por su parte, el grupo Radiohead con In rainbows (del 2007) fabricó una construcción sólida, en concreto, madura, de sonoridad rugosa, afilada y profundamente lírica, que lo situó como un grupo único, revolucionario, experimental y con el sonido del porvenir. Su temática rondaba las inquietudes del hombre contemporáneo: tecnología, existencia, soledad, amor.
Pero no sólo en lo musical continuaron revolucionando, sino también en la toma de decisiones sobre cómo la gente podía escuchar su material. Radiohead no ha sido desde su fundación un grupo convencional que se apegara a las reglas del juego del mercado.
Es una banda que hace pocas giras, elige sus destinos, rechaza presentaciones por motivos ambientales en lugares donde no se respeta a la naturaleza, crea sus propias portadas, sus videos con la más vanguardista hi-tech, y ofrece a la discreción del escucha el precio de sus nuevos álbumes por tiempo determinado en la web, contraviniendo los intereses de su disquera. En fin, todo ello lo ha hecho un grupo diferente.
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Ese mismo año apareció el álbum Neon Bible de Arcade Fire (una agrupación más que prometedora en ese momento, con una sensibilidad especial para tocar la fibra emocional del público gracias a sus temas de eficacia probada y a una actuación en vivo pletórica de vitalidad con la que realmente lograban contagiar su entusiasmo).
Las canciones de este grupo de pop orquestal, encabezado por el matrimonio integrado por Win Butler (cantante, guitarrista y pianista) y Régine Chassagne (ex vocalista de jazz, organista y mandolinista), se desarrollaron opulentas y a la vez suaves entre los extremos: desde un pop sencillo que inducía a batir las palmas, con textos cursis, hasta una epopeya acompañada por un voluptuoso piano.
Sus guitarras, violines, cellos, glockenspiel, arpa, percusiones crearon momentos propios de Broadway o de la pantalla cinematográfica. El grupo, asentado en Montreal, escogió el título por lo mucho de solemne que tiene su preocupación por los muchos problemas de la humanidad contemporánea (que enfatizan con himnos y partes corales en las piezas).
VIDEO SUGERIDO: Arcade Fire – Neon Bible music video, YouTube (bluelightalarm)