Por SERGIO MONSALVO C.
En el largo año y meses que ha durado la epidemia y sus mórbidas secuelas, la música ha salido en nuestra ayuda con su abrumadora vitalidad y su soberbia capacidad expresiva. Con ella se ha enunciado lo que podría considerarse una teoría sobre la vida. Ha estado ahí para mostrarnos desde la enfermedad, el dolor y la muerte cuán necesarios son la esperanza, el consuelo y la compañía.
Su solidaridad, tanto individual como comunitaria, ha enseñado que con sus notas puede surgir la claridad desde lo oscuro, y aparecer de nuevo el mundo ante nuestros ojos. Así ha sido el beat del rock y sus subgéneros, atravesando la estela de todos los horizontes, cual fruto de un intenso proceso de depuración tanto sanitario como emocional.
Sus líricas asumen un habla tan viva como poética, con artificios o sin ellos, con ficciones o sin ellas, con la realidad o su propuesta. Todo eso está en nosotros, los que la escuchamos. La palabra de los músicos que están o se han ido, pero no lejos, porque su obra queda en nuestra sangre, aunque hayan muerto, para dar voz al caos en que vivimos, para confortarnos frente a lo ignoto.
Su partida no es una pérdida irrecuperable, sino una fuente de savia que está ahí para poner orden en la historia de nuestros días y los que vienen; para poner claridad en los sentimientos. Escuchar las canciones de ellos, de nuestros rockeros muertos es un ejercicio de actitud, de identidad personal y de memoria colectiva.
JIM STEINMAN
Jim Steinman fue uno de esos personajes tras bambalinas que le aportaron originalidad al género rockero. Steinman nació el 1 de noviembre de 1947 en Nueva York. Durante su vida se desarrolló como compositor, productor, cantautor, arreglista, pianista y cantante. En sus inicios, tales actividades las llevó a cabo dentro del teatro musical, para luego pasar a la industria discográfica y a la postre a la cinematográfica, como autor de soundtracks. Compuso canciones exitosas dentro del rock, del pop y del musical, que fueron interpretadas por diversos cantantes, como Bonnie Tyler, Air Supply, Celine Dion y Meat Loaf.
Con este último realizó uno de los mayores discos clásicos de la historia del rock: Bat Out of Hell. Para empezar a hablar de tal grabación hay que contextualizar su aparición y la importancia que merece al haberlo hecho entre un buen número de álbumes importantes. El año fue 1977. Y, entre muchas más noticias, destacó por la muerte de Elvis Presley y de tres miembros del grupo Lynyrd Skynyrd en un accidente de avión, así como por la explosión del punk en Reino Unido.
Asimismo, la lista de las obras publicadas ese año estuvo conformada por los siguientes títulos: Talking Heads 77 (debut de los Talking Heads), The Clash (The Clash), Lust for Life (Iggy Pop), Marquee Moon (Television), Heroes (David Bowie), Trans Europe Express (Kraftwerk), Rocket to Rusia (Ramones), Never Mind the Bollocks (Sex Pistols), In The City (The Jam), Before and After Science (Brian Eno), entre otros.
Sin embargo, Bat Out of Hell se puede codear con todos ellos por sus aportaciones particulares a la cultura rockera. En él confluyeron los talentos del cantante Meat Loaf, la producción de Todd Rundgren y la composición de Steinman, donde éste aprovechó para mostrar sus influencias de Wagner a Bruce Springsteen, pasando por Phil Spector.
Steinman y Met Loaf (Marvin Lee Aday es el nombre real de este cantante texano) habían comenzado a colaborar juntos desde que se conocieron como parte del musical Neverland. De ahí surgió la columna vertebral del futuro álbum con tres canciones memorables: la que dio nombre al disco (la «canción acerca de un accidente más extrema de todos los tiempos», según el autor), “Heaven Can Wait” y la renombrada “All Revved Up With No Place to Go”.
A las que luego se añadiría la muy célebre “Paradise by the Dashboard Light” (una historia épica y con humor acerca de un romance adolescente y el sexo). Una pieza de miniópera donde Meat Loaf hace dúo con la cantante Ellen Foley, con el añadido (metafórico) de la voz en off de un comentarista de baseball.
Bat out of Hell es una obra redonda de 47 minutos de duración, que fueron paradójicamente el encumbramiento de Steinman y Meat Loaf y, al mismo tiempo, su némesis. Jamás ninguno de ellos pudo superar lo hecho en tal álbum, con sus siete temas plagados de libido adolescente, problemática existencial, momentos épicos, desmesura emotiva y muy buena muestra de rock operístico. Resultado: un disco clásico y universal.
Todo ello arropado por una portada también atribuida a una idea de Steinman e ilustrada por Richard Corben, copiada desde entonces por cientos de grupos de heavy metal e inscrita entre las mejores de todos los tiempos.
LES McKEOWN
El grupo escocés Bay City Rollers fue tan popular en el Reino Unido que en la exageración se le llegó a nombrar como “los nuevos Beatles”. Tal era el fervor que desataron a mediados de los años setenta entre el público. Incluso hubo el término rollermanía para definir el momento. El cantante de ellos era Les McKeown (nacido en Edimburgo en 1955).
La banda tuvo su propio programa de televisión y vendió alrededor de 120 millones de discos para convertirse en la agrupación escocesa más exitosa de todos los tiempos. Algunos historiadores aseguran que fue la primera boy band de la historia (dato aún sujeto a discusión). Eran guapos, vestían ropa de diseño muy colorido y glam y se les fabricaron canciones expresamente para convertirse en hits. Su pieza más representativa fue “Bye Bye Baby”. Les McKeown murió a los 65 años el martes 20 de abril.
B. J. THOMAS
El cantante estadounidense B. J. Thomas, que se movió entre el country, el soul, el góspel y el soft rock, y se hizo famoso por interpretar el tema Raindrops keep fallin’ on my head, falleció a los 78 años de edad el 29 de mayo del presente año. Había nacido en Hugo, ciudad del estado de Oklahoma. Fue conocido por sus éxitos Hooked on a feeling (1968), con la que llegó en 1969 al quinto puesto de las listas de popularidad y, sobre todo, por la mencionada Raindrops keep fallin’ on my head escrita por Burt Bacharach. Esta última fue incluida en el soundtrack de Butch Cassidy and Sundance Kid (1969) y ganó un Oscar como mejor canción original (en el 2014 el cantante fue inscrito en el Salón de la Fama de los premios Grammy por la misma).
LLOYD PRICE
Lloyd Price fue un músico, cantante y compositor de la Unión Americana, que nació y creció en Kenner, un suburbio de Nueva Orleans, en 1933. Cuando niño tomó clases de trompeta y piano y formó parte del coro de la iglesia local cantando gospel.
Durante la secundaria fundó un grupo de rhythm and blues que se dedicaba a animar fiestas. A la postre también se inclinó por el jazz. Por otro lado, su madre era propietaria de un restaurante y de ella heredó el interés por el negocio de la gastronomía.
Una vez dentro de la industria discográfica, la pieza «Lawdy Miss Clawdy», compuesta e interpretada por él, se convirtió en un hit para el sello discográfico Specialty Records en 1952 (en la grabación lo acompañó la banda de Dave Bartholomew, con Fats Domino al piano). Durante los años siguientes continuó lanzando sencillos con ambivalentes resultados, aunque su mayor logro fue con “Stager Lee” de 1958.
En 1959, publicó el exitoso tema “Personality”, lo que llevó a reconocerlo con el sobrenombre de “Mr. Personality”. Por todas sus aportaciones fue incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 1998. Lloyd Price falleció el 3 de mayo.
Otro caído durante el primer trimestre del 2021 fue Dorde Marjanovic, Rockero yugoeslavo fenecido el 15 de mayo. En junio afortunadamente no murió ningún otro músico.
A todos ellos: ¡Gracias!
VIDEO SUGERIDO: Lloyd Price – Stagger Lee – YouTube (Rover TCB)