Quienes a principios de los años cincuenta entraban a la adolescencia se hallaban afanosamente dedicados a rechazar los valores por los que se regían sus predecesores. El rock les sirvió de estimulante. Ya tenían estrellas de cine con quienes identificarse: James Dean, el rebelde sin causa, víctima de la incomprensión adulta; y Marlon Brando, el motociclista vestido con chamarra de cuero negro y jeans de la película El salvaje.
En 1955, Nikolai Bulgarin ascendió al puesto de primer ministro en la Unión Soviética. El libro de récords de Guiness lanzó su primera edición de 25 millones de ejemplares. En Anaheim, California, se inauguró Disneylandia: la tierra de la fantasía. En México, por primera vez participaron las mujeres con su voto en unas elecciones oficiales.
Por otro lado, dentro de la industria discográfica se suele tomar a la pieza «Rock around the Clock» («Al compás del reloj», en español), interpretada por Bill Haley y sus Cometas, como el primer tema de rock and roll en el mundo. Si nos guiamos por las listas de éxitos tal vez podría ser así.
La pieza se disparó hasta los primeros lugares de popularidad y obtuvo el primer escaño el 9 de julio de 1955, cuando vendió 15 millones de copias. Ahí es donde la industria comienza a contar la historia del rock and roll grabado como tal, aunque sus antecedentes y raíces se remonten a años anteriores.
VIDEO: Bill Haley & His Comets – Rock Around The Clock (1955) HD, YouTube (33Everstar)
Al comienzo de los años sesenta, Rufus Thomas, el veterano cantante, compositor, showman y disc jockey de una popular estación radiofónica de Memphis, y su hija Carla, que se encontraba de vacaciones escolares en dicha ciudad visitando a su padre, decidieron grabar juntos una canción para la Satellite Records, una pequeña compañía discográfica local que tenía como sus mejores representantes al grupo The Vel-tones y al cantante Charles Heinz (ex Tornados).
El tema de los Thomas resultó ser «Cause I Love You», canción que se tornó en todo un suceso en aquella región de Tennessee y la cual llamó la atención de la Atlantic Records, que se convirtió entonces en la distribuidora nacional del sello Satellite. Carla grabó entonces «Gee Whiz (Look at His Eyes)», tema que obtuvo éxito en todos los Estados Unidos en 1961. En ese momento los fundadores de Satellite, Jim Stewart y Estelle Axton, decidieron cambiar el nombre de la compañía por el de Stax (que utilizaba las dos primeras letras de sus respectivos apellidos).
Los siguientes hits para la nueva rúbrica fueron obtenidos por The Mar-Keys, una banda instrumental que contó desde sus inicios con numerosos músicos que entraban y salían indistintamente de la formación. Entre éstos se pueden incluir a los guitarristas Steve Crooper y Charlie Freeman, al saxofonista Don Nix, a Donald «Duck» Dunn en el bajo, Terry Johnson en la batería, Jerry Lee Smith en el piano, Charles Axton en el sax soprano, Wayne Jackson en la trompeta, Andrew Love en el sax tenor, Floyd Newman en el contralto, Lewis Steinberg en el bajo y al baterista Al Jackson.
El primer acierto de la formación fue la pieza «Last Night», que aseguró la permanencia de la compañía en el mercado, definió su estilo y creó su leyenda.
De esa gran banda se derivarían a la postre dos grupos. Uno, The Memphis Horns, grupo de alientos conformado por Andrew Love, Floyd Newman y Wayne Jackson, entre otros; y el segundo, Booker T. & The MG’s. Ambos agrupaciones se erigieron en el soporte musical de las grabaciones de Stax para cantantes de la talla de Albert King, Carla Thomas, Sam and Dave, Eddie Floyd, Wilson Pickett, Aretha Franklin, Isaac Hayes y el inigualable Otis Redding.
En el verano de 1962, a la sección rítmica de los Mar-keys (integrada por Steve Crooper, Lewis Steinberg y Al Jackson) se sumó Booker T. Jones, un tecladista (y multiinstrumentista) joven que también se encontraba de vacaciones escolares en la ciudad. Este cuarteto grabó entonces la pieza llamada «Green Onions», la cual repercutió como un fenómeno sonoro supranacional bajo el nombre de Booker T. and the MG’s. Muy poco tiempo después Steinberg sería sustituido por Donald «Duck» Dunn.
El impacto de este grupo instrumental les valió el respeto y el reconocimiento de la escena musical mundial y su influencia fue definitiva en la histórica explosión del rhythm and blues británico (no sólo eso, sino que se alzó también como himno mod y después como pilar del soul, el funk, el Northern soul y del contemporáneo neo-soul).
Al mismo tiempo que realizaban sus propios discos como cuarteto (de las muchas grabaciones que hicieron destacan las siguientes: Green Onions, And Now, Hip Hug Her, Back to Back, Doin’ our Thing, In the Christmas Spirit, Melting Pot, Free Rider, Soul Years, Universal Language y The Best of Booker T. and the MG’s), la formación buscaba intensamente músicos de apoyo para los muchos cantantes del medio del soul que surgían en Memphis, como promotores culturales de la región. Al final, tras una década de éxitos continuos, los MG’s se separaron para seguir con sus carreras de manera individual.
Booker T. Jones se fue a California, donde ha continuado grabando como solista (y ganando premios con ellos. Su disco más reciente es Sound the Alarm del 2013), haciendo giras con su banda y trabajando como productor. Donald «Duck» Dunn permaneció en Memphis como músico sesionista y buscador de talentos, participando, entre otros proyectos, en la banda fija y en las grabaciones de los Blues Brothers, hasta su fallecimiento en mayo del 2012).
Lo mismo hizo Al Jackson hasta 1975, cuando fue asesinado por unos ladrones a los que sorprendió desvalijando su casa. Por último, Steve Crooper se hizo productor (Poco, Jeff Beck, John Prine y The Temptations, entre otros), ha sacado una decena de discos y sido igualmente parte de la banda de los Blues Brothers. En la actualidad vive en Tennessee y está considerado entre los 50 mejores guitarristas de todos los tiempos.
VIDEO SUGERIDO: Booker T. And The M.G.’s – Green Onions, YouTube (Pierre Borduas)
Lo más característico de la actual andanza del pop de cámara (o Chamber Pop) es el afán incluyente (en tiempo y espacio) y sus aportadores se inscriben desde el indie pop al rock alternativo, pasando a veces por el pantano de las listas de popularidad sin ensuciarse las alas, y con una infinidad de intérpretes y matices, entre cuyos ejemplos señeros están los de Divine Comedy y John Grant.
Nunca será ocioso volverse a plantear la pregunta sobre quién es Neil Hannon. Es más, creo que debe hacerse cada vez que este artista saca a la luz un nuevo disco, porque con cada obra producida los adjetivos elogiosos se multiplican sobre su persona, merecidos a cual más.
El dandismo que caracteriza a este irlandés del Norte (nacido en 1970) es un fenómeno que une vida, literatura y música. Porque no sólo la vida se refleja en su arte sino que, por lo regular, el arte se refleja en su vida.
La actitud de Hannon es social y culturalmente una pose, un desafío y una arrogancia. Pero es también signo de una actitud de iconoclastia (musical, sobre todo).
El triunfo de dicha actitud, y la manera en que la vive, se percibe en las líneas de sus canciones o en la disquisición teórica del concepto que plasma cada vez. Es, en fin, tanto un observador como un protagonista de la dantesca comedia del vivir.
De ahí el nombre de su proyecto: The Divine Comedy, con el que ya ha cumplido dos décadas de existencia.
Un proyecto que lo mismo abarca la participación de un buen número de colaboradores –más que grupo— que el accionar solitario. Por ello Hannon puede parafrasear lo que Flaubert dijo con respecto a sí mismo (en relación con Madame Bovary): “Yo soy The Divine Comedy”.
Divine Comedy se encuentra entre lo más destacado del rubro “Pop de Cámara”, al que Hannon le ha agregado su ilustrado referencialismo, producto de una vasta cultura individual.
Por sus letras transcurre poesía moderna, romántica y simbolista, literatura de entre siglos; pintura prerrafaelita, expresionista y abstracta; cinefilia (surrealista, nouvelle vague, musical y de época) y del pop musical contemporáneo.
Una especie de gentleman sin tiempo, en pleno siglo XXI. La seducción del arte es su consigna bélica de músico y hombre airado, que se viste, habla, perora, canta y escribe elegantemente, como una forma de manifestar su disgusto y disidencia contra el hoy (contra el poder del vulgar ahora) expresándolo en la estética de la creación.
Con cada disco Neil Hannon (alias Divine Comedy) corrobora los acentos que lo han caracterizado en lo musical desde sus primeras muestras: clase, refinamiento, sofisticación, excentricidad con sus propias leyes a contracorriente; y, en lo lírico, con escanciadas dosis de ingenio, inteligencia y escepticismo en su observancia del mundo actual.
VIDEO SUGERIDO: The Divine Comedy – Everybody knows that I love you, YouTube (frousstax)
John Grant, por su parte, es un tipo que tiene en sus genes la languidez y el decadentismo romántico de la muy beat ciudad de Denver, de la que es originario.
Si Kerouac la puso en el mapa literario, Grant lo ha hecho en el musical de la última década. Ahí nació, creció y educó en lo básico: la dureza de la vida contra los que son diferentes.
Sin un panorama factible en dicho entorno, John prefirió abrirse los horizontes, emigrar a Alemania con su diploma universitario en Lengua Inglesa y buscar trabajo como traductor de poesía.
Tras una larga estadía en el país teutón (donde se empapó de la escritura de Schiller y Goethe, además de las visiones y los aromas de la Selva Negra) Grant optó entonces por seguir otro de sus deseos: regresar a Denver y formar un grupo.
Una vez pisar de nuevo aquella urbe al comienzo de los años noventa llamó para colaborar con él a dos antiguos amigos, Chris Pearson (bajista) y Jeff Linsenmaier (baterista). Con ellos integró al iniciático Titanic, de muy efímera duración y muchos cambios de personal.
A pesar del fracaso, decidieron continuar con su ecléctico proyecto de rock alternativo, sin etiqueta definida. Cuando sintieron que por fin tenían a la formación ideal para llevarlo a cabo, cambiaron el nombre de la banda por el de Czars, con el cual debutaron en 1994.
Lidereados por Grant en la voz y las composiciones, este quinteto (complementado con Andy Monley y Roger Green en las guitarras) fue in crescendo con cada uno de los 6 discos que publicó durante los siguientes diez años: del Moodswing (1996) al Goodbye (2004).
En ellos la agrupación desplegó un estilo indie que jugó con los interludios electrónicos, con el folk, el country-rock, el soul, el academicismo del jazz, con los pasajes agridulces, sin brumas turbias, muy cristalinos y haciendo una música atemporal, impregnada igualmente de un art-pop muy clásico, heredero de la mejor tradición del mismo.
Luego del álbum Goodbye, uno a uno de los miembros del grupo fueron desertando hasta dejar solo a Grant (la última producción de The Czars se llamó Sorry I Made You Cry, del 2005, en la que sólo participan los miembros originales y el violinista David Devine, que se les había unido en el 2003).
Tras la disolución del sexteto, John Grant (de quien se llegó a decir que poseía el canto de un ángel drogado) se mudó a Nueva York y allí participó en las giras de bandas como The Flaming LipsyMidlake.
Estos últimos se lo llevaron consigo a Denton, Texas, durante varios meses, y allí grabaron su disco debut como solista, Queen Of Denmark, de forma paralela al tercer álbum del grupo, The courage of others.
En el primer álbum como solista del músico de Denver, del 2010, bastante autobiográfico y donde Grant exorciza varios demonios de su infancia y juventud, se puede escuchar de entrada una sublime tripleta de canciones como apertura a la solidez romántica de Grant, en un prodigioso ascenso emocional que se legitima en cada track.
Escuchamos curativos arpegios de guitarra y voces, vibraciones otoñales en el canto, atmósferas creadas por el piano, que ceden el paso a flautas pastorales, límpidos y delicados sentimientos a flor de piel que hablan con arte del desmayo.
Queen of Denmark es un álbum de medios tiempos en clave alternativa desoft-rock, de dream pop, de americana, en donde se escuchan las referencias y evocaciones (muy FM) de grupos o solistas como Supertramp, Clifford T. Ward, Jackson Browne o Harry Nilsson, entre otros.
Grant posee una voz pura, transparente, de ensoñadora melancolía, que emite señales ambiguas (sentimientos angelicales proyectados con los ecos de un sucio callejón del ríspido Denver) en una obra que resulta una exquisitez para los oídos.
VIDEO SUGERIDO: John Grant – ‘I wanna go to Marz’ – Later with Jools Holland, YouTube (otisrip)