MARIO RUÍZ ARMENGOL

 Por SERGIO MONSALVO C.

MARIO RUIZ ARMENGOL (FOTO 1)

 MÚSICO PARA MÚSICOS*

Una de las leyendas musicales mejor guardadas de México se llama Mario Ruiz Armengol (quien nació el 17 de marzo de 1914 en Veracruz, Ver.). Es un artista que ha transitado por todas las épocas del siglo XX sin perder prestancia en ninguno de sus instantes. Un músico para músicos e intérpretes vocales de la más alta jerarquía. La historia de la música mexicana le debe tanto que simplemente no sería lo que es sin él. En cambio, Ruiz Armengol sí sería el mismo sin ella. Así de importante ha sido su existencia.

Los investigadores de su obra pueden constatar que la suya rebasa con mucho la de Manuel M. Ponce y abarca desde tangos, boleros, estudios, fantasías, scherzos, canciones, danzas cubanas, temas para películas, preludios y arreglos jazzísticos hasta piezas infantiles y miniaturas. Pero no exclusivamente, porque en su haber también hay obras para arpa, dúos de piano y cello, piano y flauta y música de piano para cuatro manos, entre otras composiciones.

Pianistas de talla internacional, como el griego Katsaris o los mexicanos Gustavo Rivero, Alejandro Corona o Enrique Nery, han llevado su quehacer artístico por diversas geografías y fomentado su estudio en varios países del mundo. De hecho este músico es mucho más conocido fuera de la República que dentro de ella, y en eso las autoridades culturales han tenido mucho que ver por su falta de visión e ignorancia supina.

 El de Mario Ruiz Armengol es un estilo de composición muy preciso que sin lugar a dudas ha fascinado a varias generaciones de músicos de la más diversa formación, lo mismo académica que no, desde el emérito Rodolfo Halffter hasta Clare Fischer, Billy May, Tito Puente o Arturo Sandoval, por mencionar a algunos. Pero también ha propiciado la distancia de muchos por su elevado nivel, todo un reto de comprensión y ejecución.

«Es una música muy difícil», admite el propio compositor, pero se trata del resultado de una vida de trabajo, del corazón y el intelecto de un personaje que ha dedicado todo su esfuerzo y talento no sólo a hacer lo mejor siempre, sino también lo más exquisito y bello. Esta situación lo ha rodeado de un fiel círculo de seguidores que han convertido su obra, tanto popular como clásica, en objeto de culto.

La semana de marzo del año 2000 en que cumplió 86 años de edad, Mayito —como se le conoce en el medio artístico—, me concedió una entrevista de la cual presento un fragmento a continuación.

¿Don Mario, cuáles cree que sean las características que lo hayan hecho distinguirse como compositor?

“Tengo las herencias jarocha y cubana por mi lugar de origen, el puerto de Veracruz. A ellas se agregaron después la música del jazz, a la que pude acceder desde muy temprana edad, y a la postre la música clásica, que me volvió loco desde que la conocí. Yo tenía la influencia de todas ellas en la época en que Agustín Lara era el rey y al cual admiré por su capacidad dentro de la música popular. En México todo mundo tocaba y componía como Agustín, mientras que yo lo hacía como los norteamericanos, por mi aprendizaje de la música de teatro, vaudeville, de comedia, de gran orquesta y de jazz de allá. De esa manera comencé a componer y hoy todavía hay músicos que se asombran de las armonías que tienen muchas de mis primeras canciones —comenta el creador de «Nueva Fe»—. En ese entonces la mayoría de los compositores mexicanos eran líricos, es decir empíricos, no sabían música, y yo ya había estudiado y tocado un gran número de instrumentos, entre ellos el piano y el saxofón, así que sabía algo y a la hora de componer se distinguía lo mío. Lo de ellos tenía los rasgos especiales mexicanos. Mi música nunca pareció mexicana. No lo digo con orgullo sino como un detalle, como una característica”.

 ¿Cuáles fueron los compositores o músicos que más influyeron en usted?

“De los mexicanos Manuel M. Ponce, sin pasar por alto la bella y exclusivísima melodía de Tatanacho. Por otro lado está mi maestro José Rolón, al que no le han hecho ningún reconocimiento, ni siquiera se acuerdan de él. Y entre los extranjeros están el arreglista y director de orquesta Fletcher Henderson, Woody Herman, que fue antecesor del estilo que después registró Stan Kenton; Duke Ellington, por supuesto, un genio con el cual pude platicar alguna vez. Está también el pianista Teddy Wilson, con el que pude tocar en Nueva York, y Art Tatum al que tuve el gusto de conocer y estrechar su mano”.

Usted tiene una gran obra en diversos géneros. ¿Sabe si sus composiciones son objeto de estudio en algún conservatorio?

“Sí. Me han hecho saber que en Alemania ya sucede esto. Una pareja de músicos de aquel país vino a entrevistarse conmigo al respecto —señala don Mario—. La difusión de mis composiciones por allá se la debo a varias personas, entre ellas al pianista Alejandro Corona que junto con su ex esposa Patricia Castillo y su hija Claudia se han encargado de realizar esa labor. Claudia a los seis años de edad ya tocaba música mía. Una intérprete que a los nueve años tocó el Concierto Número Uno de Beethoven con la Orquesta Sinfónica dirigida por Luis Herrera de la Fuente, y que hoy es considerada como una de las mejores pianistas del mundo”.

¿Por qué en determinado momento le interesó hacer piezas de música infantil?

“Por Claudia, precisamente. Cuando vino de Alemania por primera vez a México esta niña ya tocaba el piano. Tenía cuatro años y yo me dije que le iba a escribir una piececita. A mí me sucede una cosa y así ha sido durante toda mi vida —observa el compositor—. Cuando me da por algo me obsesiono con eso. Me dio por la música clásica y casi me dedico a ella de tiempo completo. Pero esa, como otras, son etapas por la que he ido caminando. Así le hice una pieza infantil a esta niña y luego me seguí de largo y me salieron treinta y tantas. Luego escribí también temas para el arpa, debido a una concertista que tocaba ese instrumento para la Ópera de Bellas Artes. Entonces compuse 22 piezas para arpa. No todos los compositores saben escribir para arpa, déjeme decirle, porque es un instrumento sui géneris, tanto para escribirle como para tocarlo, es complicado, y lo que yo escribí además era muy difícil, como lo he hecho siempre.

“Mi música tiene bases, estudio —indica—. Primero está lo que aprendí con mi maestro José Rolón, quien me enseñó la armonía clásica, que es el principio elemental de toda la música. Aunque uno termine escribiendo barbaridades tiene que comenzar por ahí, es el abecé del arte musical. Después ya no pude seguir estudiando con ese maestro por algunos problemas familiares que tuvo, pero después conocí a Rodolfo Halffter. Con él me llevó Federico Baena, por cierto, cosa por la que le estaré eternamente agradecido. El maestro Halffter me abrió el mundo de la composición. Me acuerdo que me dijo: ‘Mario, usted tiene mucho talento para la música, así que le voy a poner unos toritos, a ver qué tal’.

“Lamentablemente no fueron más que seis o siete meses que estuve con él —recuerda Ruiz Armengol—, pero al término de ese tiempo me llamó y platicó conmigo: ‘Vacié en usted todo lo que podía enseñar —me dijo—. Claro que hay mucho más: está la música dodecafónica, la serial, etcétera. Mire lo que acabo de componer: eso es lo dodecafónico’ —comentó enseñándome unas partituras—. Y comenzó a tocar una serie de cosas raras. Se detuvo de pronto y volteó hacia mí: ‘Esto no le va a gustar, porque usted es un músico melodista, todo lo suyo está basado en la melodía, pero con una armonía de trasfondo. Mario, usted está comprometido con su patria. Tiene que hacer buena música para su pueblo’. Con ello me prendió una banderilla, pero por fortuna y con la ayuda de Dios he escrito mucha música.

“Ahora estoy con las miniaturas —comenta el compositor—. Voy en la número 82. El asunto es que ya no hay tonalidad, que es lo que se pone como clave de entrada para cualquier trozo musical. Y no la hay porque uno va haciendo una cosa con la mano derecha y otra con la izquierda sin involucrar un centro tonal. Cada mano va por su lado y de todo eso vienen a resultar cosas muy extrañas, pero lo primero que busco es que haya belleza en ello. No se puede decir que es una música bonita, porque bonita es Guadalajara, ¿me explico? Esta música no es ‘bonita’. O es interesante o es bella, no hay más. Parezco pretencioso, ¿verdad?, pero digo lo anterior porque gente a la que se le puede dar crédito me lo ha dicho así. A Alejandro Corona, que sabe chino en cuanto a música, le gusta porque se sale de todo lo ya experimentado.

“Claro que ha habido músicos que anteriormente han hecho esto en obra grande —aclara Don Mario—, pero en obra grande y siendo tan estrafalaria la música llega un momento en que aturde o lo vuelve a uno loco, porque no sabe uno qué quiere decir el compositor, dónde está su encanto, porque en el afán de encontrar nuevas cosas se rompe con todos los cánones e inventan ruidos y más ruidos. El maestro Carlos Chávez creó un taller musical del que salieron varios compositores, y de esos varios he oído su música, y vaya, no pienso siquiera que sea música. Para mí son ruidos, sonidos, efectos, pero música no la hay por ningún lado. En lo mío sí hay música porque tiene bases musicales. Y sobre todo procuro que lo que componga siempre se oiga bello”.

* Este es un fragmento de una larga entrevista que le hice al maestro Ruíz Armengol, importante compositor y pianista, el 14 de marzo del año 2000, la misma semana en que cumplió 86 años de edad, y que luego publiqué en la Editorial Doble A. Dicho fragmento salió impreso en la revista Bembé, en mayo del año 2000. Don Mario moriría a la postre en diciembre del 2002.

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VIDEO SUGERIDO: “SOÑE” de Mario Ruiz Armengol, YouTube (Amurdadmf)

 

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COSAS DEL FUTBOL

Por SERGIO MONSALVO C.

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 “COSAS DEL FUTBOL”*

El sol cae a plomo. Molesta de tanta brillantez. El pavimento hierve y emite reflejos plagados de espejismos. Recargado en la pared de la entrada a la vecindad medita en ello, en realidad sin querer hacerlo. Un pelotazo en plena cara lo saca abruptamente de tales sensaciones.  “¡No se duerma, mi buen, que ya vamos a entrar!” le dice el compañero de junto entre las carcajadas del resto de la retadora.

¡Uta, está dura la cruda!, piensa, cerrando los ojos y pasándose la mano por la cara. Los gritos de los jugadores en la calle poco a poco lo vuelven a poner alerta. Le duele la cabeza y la sed, siente, lo está haciendo ver alucinaciones. Mi reino por una chela, suspira shakespereanamente. Sin embargo, las aclamaciones a un gol hacen que todos se levanten para iniciar un nuevo cotejo.

Apenas puede darse buena cuenta del bote de la pelota que abre las hostilidades.  “¡Muévete carnal!” y el pase largo que atraviesa la calle y obliga al jugador a subirse a la banqueta, por donde van pasando unas viejitas que a base de alaridos obligan a suspender el accionar.  “¡Muchachos del demonio, lárguense a otro lado a darse de patadas!  ¡Vamos a llamar a la policía para que se los lleven, desgraciados!”

Mientras tanto, las retadoras en espera responden con abucheos y groserías la alharaca de las veteranas. Apenas libran el terreno de juego, se reanudan las actividades.  “¡Mírame, mírame!  ¡Desmárcate, hijo!”  Uno, dos quiebres y el tiro raso que pasa junto a uno de los botes que marcan la portería: ¡¡Gol!!

El anotador corre hacia los espectadores sentados en la banqueta y les hace con la mano una seña grosera: “¡Tomen sus cremas!” Los chiflidos, mentándosela, no se hacen esperar, lo mismo que las burlas de los otros coequiperos.

Se reanuda el trajín futbolero, pero de nueva cuenta es interrumpido por el paso de un coche que toca reiteradamente el claxon para despejarse el camino.  “¡Ya, pinche escandaloso!” dicen al unísono varios cascareros, y uno de ellos lanza la pelota contra la carrocería. Luego de un rápido intercambio de insultos, el conductor sube la ventanilla y acelera, derribando en su trayecto la «portería». El tatatatáata resuena fuerte por toda la calle, acompañado de las respuestas a chiflidos.

Nuevo bote y el ir y venir de vestidos y descamisados, manera de diferenciar a los equipos. “¡Pásala güey, no te engolosines!” Vuela la pelota y rebota contra un coche estacionado. Rebote que aprovecha uno de los descamisados para sorprender de zurda a los contrarios y marcarles el tanto de la victoria.

La siguiente retadora no se decide a entrar, cosa que muchos agradecen, incluyéndolo a él, el de la cruda que a base de sudar ha menguado sus efectos.  Mientras algunos se quedan sobre la calle echando dominadas, la mayoría de los contendientes se ha retirado a las paredes, buscando un poco de sombra y el merecido descanso.

“¡Coopérense para las chelas!”  Y se hace la vaquita. Los perdedores de mala gana se enfilan hacia la tienda cercana. Las caguamas se sacan del refrigerador. Se destapan refrescos, ante la vigilante mirada de la ñora dueña del establecimiento, quien a pesar de la atención pierde en las argucias del entrar y salir de los sudorosos futbolistas.

Ya con unos tragos de la cerveza fría se recuperan los ánimos y los cábulas, recargados en la pared, observan el paso de los transeúntes. A éstos no les queda otro remedio que pasar por ahí y aguantar la pulla, la trompetilla, el albur y las miradas socarronas.

Restauradas las energías sale una pelota rota de sepa dónde y dos o tres de esos gandallas buscan una buena piedra para ponerla dentro. Una vez que todos se dan cuenta de ello, la hacen correr y gritan “¡bolita!” al que vaya pasando para que se las regrese.  Este, sintiéndose diestro en el toque de balón a pesar de los zapatos, le mete toda la pierna y los huesos del pie truenan, ante la carcajada multitudinaria. Cosas del futbol, ¿o no?

 

*Extracto del libro de relatos Cosas del futbol, de próxima publicación en la Editorial Doble A.

 

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MARIO RUÍZ ARMENGOL

Por SERGIO MONSALVO C.

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 UN MÚSICO DE CULTO*

S.M.: Don Mario, cuando realizó aquella gira por los Estados Unidos, ¿llegó a tocar con algún músico de jazz?

M.R.A.: Me había ido con una compañía que se llamaba Upa Yapa, que naturalmente en inglés no quiere decir nada. Era una compañía de más de cien personas y no hubo posibilidad de encontrar un teatro en Nueva York para una agrupación de ese tamaño. Los teatros del Grupo Schubert –por el que había sido contratada– eran para comedia y no cabía una compañía como la nuestra, de ese tamaño. Así que estuvimos mucho tiempo ahí varados, a la espera de ver qué sucedía. Celestino Gorostiza era quien iba encargado de la compañía. “El Muerto” Palacios, el compositor de “Mi querido capitán” y el cual me quería mucho, se impuso para que yo fuera como director musical. De esa manera me fui a Nueva York en 1939. Ahí conocí a los músicos que yo había oído en discos en México. Los fui a conocer en persona.

S.M.: ¿Me puede dar algunos nombres?

M.R.A.: Roy Eldridge, el trompetista, fue uno. Yo le mostré lo mucho que sabía de la música de Benny Goodman, de Glenn Miller, de los Hermanos Dorsey, a los que por cierto fuimos a escuchar de inmediato. Ahí conocí a Frank Sinatra –sentado como crooner, se levantaba, cantaba su corito y se volvía a sentar, así eran los crooners de entonces–. Mientras tanto Celestino Gorostiza, que estaba en constante contacto con el presidente de México, Lázaro Cárdenas, por aquello de los teatros chicos y la compañía grande, recibió la orden: “Por ningún motivo se regresen a México sin haber actuado. Hagan lo que sea pero actúen”. Entonces se hizo un gran recorte de personal y luego una adaptación musical de aquella obra que había sido presentada en su estreno en el Palacio de Bellas Artes. Estaba muy bien vestida la obra, muy bien puesta, con música de Chávez, de Revueltas, de Blas Galindo, de Sabre Marroquín, de Gabriel Ruiz. Había de todo. Pero luego sucedió otra cosa: en los Estados Unidos no se podía montar la obra en español, así que todo se quiso hacer con mímica (ni modo que todos aprendiéramos rápidamente el inglés). A la postre el asunto resultó muy interesante. Mientras esperaba que todo aquello se resolviera salía a divertirme con los que después serían los Tex Mex: Carlos Pasman, Rudy Ampudia y Ruiz Ocampo, o algo así. Ellos iban en esa compañía. En una de esas andanzas entramos donde actuaba Roy Eldridge, y de esa manera lo conocí. Él me preguntó si me gustaba el jazz y yo le dije que sí, además le afirmé que podía tocarlo. Un poco incrédulo me sugirió ir a recorrer los lugares donde se tocaba jazz de verdad en ese tiempo. Por esa época, dondequiera que uno fuera había un grupo o de perdida un pianista, y él me llevó a donde sabía que estaban. Me sentó al piano en uno de ellos y me dijo que tocara algo. Tras escucharme me lo festejó mucho y luego fuimos a varios otros sitios para hacer lo mismo, porque allá pensaban que en México andábamos todavía con guitarrones y vestidos de mariachis, y no concebían a alguien tocando jazz. Lo mismo me sucedió con Teddy Wilson y finalmente terminamos tocando juntos los tres en diversas ocasiones…”

*Fragmento de una larga entrevista que realicé con este importante compositor y pianista el 14 de marzo del año 2000, la misma semana en que cumplió 86 años de edad,  y que luego publiqué en la Editorial Doble A. Don Mario moriría a la postre en diciembre del 2002.

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Mario Ruíz Armengol

Un músico de culto

Una entrevista de

Sergio Monsalvo C.

Colección “Palabra de jazz”

Editorial Doble A

México, 2000

 

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POLIZONES DE LA PIEDRA

Por SERGIO MONSALVO C.

POLIZONES DE LA PIEDRA (FOTO 1)

(POEMARIO)

 

“GLADIADOR SOLITARIO”*

 

ESTAS PALABRAS ROJAS

fisuras en la pared

gritos breves y pavorosos

que recuerdan los gruñidos

de un perro pisoteado

El rojo no es el mismo

tras pasarlo por la piedra

Es la voz de un hecho consumado

en esta torre de babel

en la que todos se desentienden

de quien se enfrenta a las calles

con el aerosol entre las manos

Calles para morir en ellas

Sin nadie que se dé cuenta

 

*Texto extraído del poemario Polizones de la piedra

 

Polizones de la piedra

Sergio Monsalvo C.

Colección Libros del Laberinto

Número 13

Coordinación de Extensión Universitaria

Unidad Atzcapotzalco

Universidad Autónoma Metropolitana

México, 1989

 

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BLUE MONK

Por SERGIO MONSALVO C.

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 Y OTRAS LÍRICAS SENCIJAZZ

(POEMARIO)

 

bluemonk

 

naciste con dedos visionarios

          que lo invisible y extraño

                                                 /atan

volviste por más de veinte mil días

          hasta que el tiempo rondó

                                                 /tu medianoche

nos contaste el momento del regreso

          sus maravillas instantáneas

                    /y juraste sobre la vida

de una música continua

          hiciste el saber puro

 con tu improvisar-peregrinaje/

          di dónde está el pasado

o a quién le clavó la garra el diablo

          muestra tus sonidos y sus cuerpos/

tan lejos de nosotros que los anhelamos

          por ser nuestros

inteligencia y atmósfera/

          te debemos el acercamiento

          su fuerza y sus sentidos

aleación del todo/

          los cielos infieren en el hombre

          al imprimirse sobre el aire

y un alma se vierte en otra/

          pidiendo auxilio al cuerpo

                    son necesarios tus dedos monk

                              para ordenar este concierto

 

 Blue Monk

y otras líricas sencijazz

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

México, 1994 (primera edición), 1997 (segunda)

 

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IRAIDA NORIEGA

Por SERGIO MONSALVO C.

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 NATURALEZA EN PLENITUD*

Iraida Noriega es originaria del Distrito Federal, México, donde nació el 16 de agosto de 1971. Es hija del cantante y pianista Freddy Noriega, un personaje veterano de la escena musical mexicana (fallecido en el año 2001). De él fue que ella heredó el gusto por el género jazzístico. Gusto que cristalizó a la edad de 17 años, cuando hizo su debut como cantante en compañía de su padre. Lo hizo interpretando boleros y standards.

Al decidirse por la voz, por el jazz, como forma de vida, se fue a realizar estudios musicales en escuelas de la Unión Americana, a Nueva York de manera precisa, donde contó con la asesoría de maestros de la talla de Sheila Jordan. Por otro lado, Iraida tiene ya varios álbumes en su haber: Elementos (de 1997, con Emiliano Marentes); Reencuentros (de 1998); Sólo voces (de 1999, como integrante del grupo vocal Cuicanitl) y el más reciente, Efecto Mariposa (del 2001, con varios invitados).

IRAIDA NORIEGA (FOTO 2)

Habla Iraida:

“El aprendizaje de la música dentro de mi familia se dio de manera muy inconsciente. En realidad no fue que mi papá me diera clases, sino que él oía discos todo el santo día y a mí se me pegó la afición. Absorbí toda la información sin que realmente mi papá dijera: “Siéntate y escucha lo que te voy a decir”. Por su parte, mi madre es una persona que canta todo el día, pero el que estaba con la rockola desde que despertaba hasta que se dormía era mi papá.

 “¿Qué hizo que me inclinara hacia el jazz? Desde luego mi papá y sus discos. Él sembró la semillita. Cuando empecé a improvisar de cualquier forma tuve miedo, miedo a la libertad que significa. Todos soñamos con ser libres, pero cuando te dicen: ‘Órale, haz lo que quieras’, vienen las reticencias. Desde luego fue un acto de valor de mi parte el rollo de aventarme y a ver qué onda. Descubrí muchas cosas. El rollo programado siempre es bonito y tiene un gran mérito y todo, pero la relación que estableces con lo divino a la hora de improvisar es otra cosa. Abres tu canal para que te pasen corriente y la corriente que te van a pasar siempre es distinta, y eso tiene como consecuencia buscar qué onda contigo misma de manera constante, todo depende de tu capacidad para abrir ese canal.

 “Experimentar eso me gustó y ya no quise soltarlo desde entonces. Es una cuestión de mucho descubrimiento personal, de muchas emociones y sentimientos. Siempre quieres que haya magia y despegarte aunque sea dos centímetros del piso, pero hasta en eso los de allá arriba dicen: ‘hoy sí’ u ‘hoy no’. Pero para lograrlo hay que hacer un trabajo constante. Ya no puedo concebir algo que haga que no contenga ese elemento: la sorpresa.

 “Cuando nací, saliendito del hospital nos subimos en el coche de mi papá y éste puso en su estéreo de ocho tracks un disco de Bill Evans. Dijo: ‘Mi hija tiene que oír jazz’, y de ahí nos fuimos inmediatamente al bar Rigus. ¡Qué locura!, ¿no? El primer personaje que me cargó fue Chilo Morán. Creo que eso de alguna manera me marcó. La inclinación definitiva por el jazz se dio cuando llegué a Nueva York. Audicioné para quedarme en la escuela con ‘Round Midnight’, un tema que me enseñó una pianista amiga que se llama Gussy Celestin. Me dijo: ‘Tú cantas y yo practico cómo acompañar’. Así fue como nos conocimos.

 “Luego entré a la clase de Sheila Jordan. Al escucharla, oír su planteamiento vocal y todo su rollo, me dije que eso era lo que yo había buscado en la vida. Ella tenía un alumno alemán de nombre Theo Blatmann que se incorporó a la clase. Lo hizo más como práctica que para aprender, porque ya cantaba increíblemente. Al escucharlo también me dije: ‘Es lo que yo quiero en la vida’. Esos fueron los tres personajes que me marcaron de entrada en mi vida independiente. De ahí para acá, otro de los que me han influenciado sobre todo a nivel de composición ha sido Emiliano Marentes. Él me impulsó mucho.

“Por otro lado, una vez regresando de Nueva York oí al trío de Agustín Bernal, Enrique Nery y Tony Cárdenas, y escuché específicamente una pieza de Agustín que se llama ‘D.F. 3:45 de la madrugada’. Y ese tema fue también algo que me marcó. Lo tengo bien presente dentro de mí. Esos momentos los tengo grabados en el corazón y me digo que son la reafirmación de que por ahí va la onda.

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 “A los 17 años comencé a incursionar en la cantada con mi papá. Con él me iba a cantar boleros y standards norteamericanos, sin mayor improvisación. Incluso él decía que yo era mejor baladista que swinguera. A esa edad empecé a cantar y fue un descubrimiento muy fuerte exponerme así ante un público, pero mi papá siempre supo qué hacer en todos los casos: estuve muy protegida, la verdad.

 “No sé si escogí cantar. En todo caso fue algo que se dio, que estaba ahí, sin clases y sin nada. Fue algo que surgió así nada más. Un músico español me dijo que uno no escoge a la música sino que la música te escoge a ti. No sé si suene muy arrogante, pero la voz sí fue una cosa que estuvo ahí en mi caso.

 “Mi relación con Sheila Jordan la verdad fue bien cercana. Todavía no me la acabo de que se haya dado esa situación. Hubo una identificación de entrada muy ‘vibrática’. Ella de pronto me decía: ‘Me recuerdas a mí a tu edad’, y cosas así. Sheila me impulsó mucho. Ella lleva a los alumnos más destacados al Thelonious Jazz Festival que se lleva a cabo regularmente en Nueva York. Nos llevó a Theo y a mí a cantar. Yo canté ‘Ruby My Dear’ y Theo, ‘Straight no Chaser’. Siempre se dio esa relación muy cercana de constante impulso. Incluso ahora, a muchos años de haber estado en Nueva York, recibí un e-mail de mi amiga Gussy en el que me decía que Sheila me mandaba saludar y todo eso. Tengo muchas ganas de verla y de mostrarle las cosas que he hecho. Agustín Bernal y yo hicimos un dúo de ‘Lover Man’, con una versión a lo Sheila Jordan. Ella canta mucho con bajo y voz, y le dedicamos esa versión a ella.

 “No tenía clara la parte de dedicarme por completo al canto. Lo hice desde muy chiquita. Me encerraba en mi cuarto y daba unos conciertos bien acá, de terminar sudando y todo eso. Me fantaseaba grueso, pero aún no tenía claro que quería ser cantante, así como todo el asunto de la música, hasta que llegué a Nueva York. Antes de eso yo bailaba, hacía teatro y de repente cantaba. O sea, lo que sí tenía claro era la dirección hacia esa línea ‘performera’, fuera lo que fuera.

“Hice teatro y me di cuenta de que no era un lenguaje en el que yo fluyera bien, sentía la ausencia de algo. Luego experimenté la música, su lenguaje, y me dije: ‘Esto es la neta’. Yo llevaba años yendo a misa y buscando un camino espiritual, pero con un día de vivir el lenguaje de la música a fondo dije: ‘Esto es lo mío, no tengo que buscar más, me llegó la iluminación’. Todos nos pasamos la vida buscando la neta, pero la neta para mí fue la música. Tenía ese hueco y en un día de experimentarla ese hueco se llenó. Entendí ese lenguaje y supe que hay en él otro nivel donde te conectas más allá de lo físico.

 “A mi papá, aún teniendo tanta calle y experiencia en el medio, le dio el pánico durísimo cuando le anuncié que quería ser cantante. Porque no nada más estaba el hecho de saber que los músicos son muy reventados y todo eso, sino que conocía bien el medio del que yo le estaba hablando. Como mujer dentro de la música es doblemente difícil generarte el respeto. Lo difícil es demostrar que hay seriedad, ganarse el reconocimiento en la cuestión musical. Mi papá sufrió mucho conmigo, porque en la prepa me tiró el choro de que yo hiciera una carrera, Comunicación o una payasada de esas. Entonces yo le dije: ‘Oye, eso que me estás diciendo es una incongruencia, porque tú no lo hiciste; porque has hecho una vida de cantar y porque yo también lo quiero hacer’. ‘Sí, pero no es fácil’, me contestó. ‘Bueno, dame chance —argumenté—. No voy a perder mi tiempo haciendo una carrera que ni me interesa ni quiero hacer, y punto’. Fue cuando decidí irme a Nueva York, era 1989.

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 “Fue muy duro para mi papá, porque finalmente se dio cuenta de que si se ponía difícil yo me iba a ir de todas maneras, así que dijo mejor por las buenas. Me consiguió una beca y me alivianó cuando llegué allá, a la casa de mi abuela. Pero yo no quería estar en el seno familiar porque te tienes que deslindar para saber realmente quién eres y cuáles van a ser tus límites y todo eso. Mi papá sufrió durísimo los tres años que estuve allá. Le sufrió fuerte con la ausencia, y me imagino también que por el rollo de que sueltas a los hijos y sabes que se van a dar dos o tres zapes, pero ni modo, es parte del folclor de crecer. Incluso creo que hasta la fecha mi papá lo sigue padeciendo.

“Mi obsesión de vida por el canto ha sido una discusión eterna. Es un punto donde familiarmente, incluyendo a mi mamá, tenemos una discrepancia fuerte. Me dicen: ‘Ármate un buen numerito que te deje dinero para que te asegures cuando seas más grande; júntate una lana, y ya cuando seas más grande haces lo que quieras’, pero para mí el rollo no es así: sufrir de aquí a que llegues, sino pasártela bien y llegar, todos los días. No es cosa de decirme: ‘Voy a sacrificar 20 años y cuando tenga 60 y ya sin fuerzas para hacer ni madres hago lo mío’. No. La inspiración es ahorita y en la efervescencia.

“Mi definición del jazz va más allá de la música. Es una actitud ante la vida: levantarte todas las mañanas y aunque tengas una idea de lo que tienes que hacer, estás dispuesto y abierto a donde la vida y las circunstancias te lleven. Ponerte en el canal de fluir con esas cosas, estar en esa libertad de movimiento, y que lo que pase desde que te levantaste y llegaste a tu primera cita sea diferente cada día. Hay que tener la disposición para recibir las cosas que la vida te da, tomarlas y encauzarlas hacia un fin. De igual manera sucede en el jazz.

“Mis influencias son todas las grandes cantantes. Aunque hay épocas en que me da por clavarme con la gente joven, porque las ‘monstruas’ ya todas se fueron. Queda Abbey Lincoln, pero Billie y Ella y Betty, pues ya… Ahorita el trabajo de gente como Cassandra Wilson me gusta mucho, pero también me he dado a la tarea de escuchar a vocalistas de todo tipo, jazzistas o no, porque ese elemento de la voz como algo ancestral, muy ritualístico y demás, se da en las manifestaciones de todos los géneros, aunque lo que me gusta de los vocalistas de jazz es esa libertad de extender las alas y viajar.

“Estoy consciente de que si la música es el camino para alivianarlo todo y conectarse, sin duda alguna la voz todavía lo es más. Mi relación con el canto es muy cercana, porque me he dado cuenta de que es el instrumento a través del cual todo se manifiesta y todo va a fluir. Así como unos meditan, otros rezan y otros hacen feng shui, a mí la onda de cantar me pone en un canal supercolocado, la verdad. Lo disfruto muchísimo, porque te juro que hay momentos en donde empiezan a salir sonidos en los que siento que ya no me reconozco y me digo: ‘Órale, ¿qué está pasando aquí?’. Eso resulta maravilloso. Es por ahí donde encuentro mi conecte místico. Trato de dedicarle al canto desde las mañanas hasta las noches, según la temporada. Es como una pequeña inversión y trato de disciplinarme y estar en constante reconocimiento de ello.”

Algunas ciudades producen flores extrañas y fascinantes. A la de México le brotó una hermosa, personal. Pero esta flor, también, ha dado muestras claras de una esencia mayor: un aroma de música, tan exclusivo como la más preciada fragancia. Ella es flor y es canto. Su nombre es Iraida Noriega. En su presencia y en su voz está el argumento para fundamentar la fe en una religión pagana, para sentir al mundo. Basta oírla cantar. Lo hace lenta y voluptuosamente, con los ojos cerrados, disfrutando la experiencia técnica y de vida, con la cadencia misma con que sus manos recorren el contorno de sus abismos. Así ubica su ser intenso, en el difícil punto entre la melancolía y la incontinencia.

Ella es naturaleza pura en plenitud. La suya es una antífona de actitud, gesto afirmativo de existencia y amor, placer, dolor y pérdida. ¿Qué es una mujer?, se pregunta uno, mientras ella canta para descubrirnos su ángel creador. A ése que es la combinación de lo mágico y lo terrible: síntesis de una mujer como otredad del pulso mundano.

* Este texto es fundamentalmente el guión literario del programa número 51 de la serie “Ellazz”, que se trasmitió por Radio Educación a principios de los años cero (primera década del siglo XXI), del que fui inventor del nombre, entrevistador, investigador, guionista y musicalizador (S.M.C.).

IRAIDA NORIEGA (FOTO 5)

VIDEO SUGERIDO: Iraida Noriega & Zinco Big Band: Quizás, quizás, quizás, YouTube (MrMaymac)

 

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DEL PERFECTO MANUAL MISÓGINO

Por SERGIO MONSALVO C.

DEL PERFECTO MANUAL MISÓGINO (FOTO 1)

 (FLORILEGIO)

«Con una mujer sólo se pueden hacer tres cosas –escribió Lawrence Durrell en Justine–: Quererla, sufrir o hacer literatura». De eso trata este libro. De cómo las mejores mentes a través de la historia han descrito y/o escrito en torno a esa relación. Un florilegio.

Cita citable*:

 Cuéntanos algún dato curioso de ti como lector, le preguntaron al autor Adolfo Vergara Trujillo (quien ha publicado los siguientes títulos Freak y otros tormentos y Doble, derecho, el old fashion)

 Me parece [dijo] que leo ya muy poco y es que me he descubierto estudiando mis lecturas: casi sin querer, busco identificar estructuras, construcciones, ritmos, perfiles, secuencias narrativas. Además subrayo, subrayo mucho: busco pasajes que hablen de alcohol, de tragos; si son sobre whisky, mejor. Tengo unos 15 años reuniendo un florilegio sobre tragos; y según mi apreciación, nadie le gana a Graham Greene en frases memorables sobre alcohol: ni Hemingway, ni siquiera Bukowski. Cuando lo termine, se llamará Del perfecto manual borracho, en honor al mítico Del perfecto manual misógino, florilegio del maestro Sergio Monsalvo C.”

*(Texto extraído de una entrevista hecha al citado escritor en la revista Horizontum Finanzas y Cultura, el 22 de marzo del 2017)

DEL PERFECTO MANUAL MISÓGINO (FOTO 2)

Del Perfecto Manual Misógino

(Florilegio)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Tinta Negra Editores, A.C.

México, 1989

 

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BALADAS VOL. 2

(POEMARIO)

Por SERGIO MONSALVO C.

BALADAS VOL. 2 (FOTO 1)

STILL WONDER”*

soñar unidos tu silencio y el mío

hasta dejar agotado su pozo

en canto sagrado

de gesto dolorido

con rito cotidiano

donde el ornato cobre

dimensión infinita

eternidad simbólica

en el nicho de cuerpos

de realidad a contraluz

instrumento desnudo que comparta

con tu callar y el mío

su capacidad divina

hacer de la creación

un dogma de fe

algo tan simple/intérprete sagrado

la posibilidad única

de escuchar la propia vida

el mito soñado

en el eco de otra voz

*Texto extraído del poemario Baladas Vol. 2.

BALADAS VOL. 2 (FOTO 2)

 

Baladas Vol. 2

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz” Núm. 9

The Netherlands, 2006

 

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BLACK & BLUE

Por SERGIO MONSALVO C.

BLACK & BLUE (FOTO 1)

 black & blue*

(para Bettina Weller)

Sólo quien ama

plasma así con:

—el óleo de la memoria

—la acuarela de la emoción

un todo en moody blue

 

Sobre el satín del azul

la certeza del universo

nocturna/

íntima/

ich liebe dich, i love you

 

Una ventana pequeña

expande el tono aleph

—la mirada/el ojo

—el boomboomboom

babe, everything is true

 

El infinito está ahí, adentro

lo has descubierto

/para ti

/tu nombre

trazado en black & blue

(Ámsterdam/2006)

 

*Este texto forma parte del poemario Amsterdames, de próxima publicación por la Editorial Doble A.

 

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