LOS EVANGELISTAS: TONY JOE WHITE

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

HACEDOR DE CANCIONES

 

Hay una forma de escuchar las canciones de rock que no consiste en admirar la técnica de los compositores, sino en pensar en aquello que los hizo trascendentes: descubrir qué características los conformaron para formar parte de esa élite única de los buenos escritores de piezas, que se convierten en parte de nuestra actualidad, de la historia del género, de la personal y de la colectiva, finalmente.

En ese selecto cancionero hay temas sobre todas las emociones, y las letras de algunas nos gustan por su secreto atisbo de profecía, otras porque copian e iluminan las vivencias, personales o ajenas.

Unas llegan a nuestras vidas para que descubramos, experimentemos y comprendamos lo que allí se nos cuenta y las otras parecen inspiradas en nuestro propio acontecer desmenuzado –un conocimiento misterioso llegado por vericuetos mágicos, seguramente–. Al final, ambas formas parecen creadas y cantadas para cada uno de nosotros.

Muchas veces los musicólogos o historiadores del 4×4 las consideran parte del acervo (porque sus letras son de alta calidad literaria, o por sus aportaciones musicales) pero, otras tantas, ignoradas por lo mismo. De cualquier forma, están ahí y llegan para quedarse por motivos descubiertos o ignotos y pasan a formar parte esencial del soundtrack de nuestras vidas.

Ello se lo debemos a los trovadores contemporáneos. Sin embargo, a algunos ni siquiera los conocimos directamente sino a través de sus intérpretes. Una injusticia que ya no se repara sino hasta leer un obituario informado y sentido e ir a comprar alguno de sus discos para perpetuarlo. Uno de estos compositores que mejor mostró ese acercamiento a dicha realidad fue Tony Joe White.

Tony Joe nació el 23 de julio de 1943 como parte de una prole numerosa. Fue el benjamín de la familia. Su entorno fueron los campos de algodón de Oak Grove, en Luisiana (a los que les llegó a dedicar uno de sus temas). Una región regada por las aguas del río Mississippi. Así es que prácticamente en la puerta de su casa se empapó del country, del blues y del góspel que se cantaba en su familia.

Lo uno llevó a lo otro y al crecer y tocar en diferentes bandas para animar fiestas, resolvió que tenía que avanzar y se puso a escribir canciones donde hablaba sobre los personajes que conocía y situaciones que se daban en el profundo Sur, donde vivía. Un equivalente musical del gótico sureño literario (Erskine Caldwell, Carson McCullers, Flannery O’Connor y, por supuesto, William Faulkner, entre ellos).

En el río Mississippi, pues, radica el flujo canónico de su espíritu. De sus vertientes y trayectoria han surgido canciones, relatos e imaginería a los que White les dio carta cabal. Él fue producto de la mezcla musical creada en tal región, humedecida y nutrida de vida por los aires lodosos que la caracterizan. Es la llamada swamp music en sus diversas vertientes (del blues al funk, para desembocar finalmente en el swamp rock, un subgénero de prosapia procedente de aquella zona).

Una de las metas fundamentales de las canciones de White era decir algo acerca de la naturaleza humana en general, tales obras revelaron desde sus comienzos, allá en los años sesenta, una cosmogonía tan cerrada como vasta, en donde las dimensiones históricas, metafísicas y existenciales del hombre se apoderan del oído y de la reflexión.

VIDEO SUGERIDO: Tony Joe White – “Even Trolls Love Rock N Roll” (Live from Austin, TX), YouTube (Live From Austin TX)

Al rock primigenio lo mezclaba con el country, el folk, el boogie o el soul y como compositor, cantante y guitarrista le dio a la influencia de esta música y su entorno una dimensión mayor, como la del río de la cual emanaba. De ahí provino el canon virtuoso de su esencia. De sus cuencas y trayectorias surgieron cantos, formas y leyendas, referencias y crónicas, todo un mundo tan real y rústico como para atraer la atención de otros músicos y escuchas.

Así comenzó el desfile de nombres, tendencias, y grandes discos en los que aportó canciones e influencia de manera imparable por las siguientes décadas, desde Elvis Presley a Tina Turner, pasando por Wilson Pickett, Ray Charles, Brook Benton, Dusty Springfield, Willie Nelson o Waylon Jennings, entre muchos otros.

Trasladado a Nashville para hacer carrera, grabó algunas cosas en 1967 con el sello Monument con el productor Billy Swann pero sin buenos resultados. Esos discos pasaron inadvertidos, aunque tuvieran en su interior canciones como “Soul Francisco” y “Groupy girl”, de posterior relevancia y donde su profunda voz ordenaba la atmósfera precisa.

El reconocimiento le llegaría un par de años después, en 1969, con la pieza “Polk Salad Annie” que lo erigió como uno de los pioneros del swamp rock, aunque sus piezas, a partir de entonces, tuvieron mayor difusión en las versiones de grandes nombres, como el de Elvis Presley que integró aquel tema en su repertorio de actuaciones en vivo (igualmente le grabó la balada “I’ve a Thing about You”).

Sin embargo, el mayor éxito comercial de su carrera vino con la versión de “Rainy Night in Georgia” que hizo de tal canción Brook Benton, cantante de soul y rhythm & blues, en 1970. Interpretación tras la cual esa canción se volvió un clásico. Dusty Springfield, a su vez, llevó a su propio campo la pieza “Willie and Laura Mae Jones”.

Tony Joe White, pues, fue un escritor de canciones de estirpe rockera, que en plena efervescencia de las vanguardias lanzó un modo de contar con estilo sureño, que consiguió el éxito con sus piezas adaptadas con fortuna por otros.

Al abandonar el sello Monument, White firmó con Warner, una de las grandes. Ahí realizó media decena de buenos discos, acompañado por excelentes músicos tanto de Memphis como de Muscle Shoals, bajo las órdenes de los productores Peter Asher, Jerry Wexler y Tom Dowd, muy interesados en la difusión del swamp rock (que ya contaba como estandarte  con el grupo Creedence Clearwater Revival). Tony Joe obtuvo muy buenas reseñas, pero lamentablemente apenas vendió discos. Y el contrato expiró.

Los Estados Unidos, para variar, ignoraban a uno sus más talentosos y originales compositores. Ante la falta de oportunidades, Tony Joe emprendió una gira sin fecha de retorno hacia Europa, donde su voz grave, su estilo rústico, maneras y repertorio fueron muy bien recibidos y de Francia a Suecia fueron certificados como auténticos (incluso Johnny Hallyday grabó con él algunos tracks en París).

De regreso en la Unión Americana obtuvo alguna participación cinematográfica en musicals y fue designado para emprender una aventura que resultaba muy difícil, el comeback de Tina Turner, para la cual escribió temas como “Foreign Affair”, “Steamy Windows” o “Undercover Agent For The Blues”. El espaldarazo fue definitivo para la reinstalación de la fabulosa cantante en los años ochenta.

Su paso por Europa le abrió ese mercado, un contrato con Polydor en los noventa, y su integración a las giras de músicos como Eric Clapton o Mark Knopfler. En el siglo XXI lo que imperó en él fueron las grabaciones en vivo como solista o haciendo duetos con cantantes como Lucinda Williams, Shelby Lynne o Emmilou Harris.

Sus discos más próximos, Rain Crow y Bad Mouthin fueron la demostración de que White seguía componiendo buenas canciones. Iba a emprender la enésima gira a sus 75 años cuando la muerte lo sorprendió en su casa de Tennessee el 24 de octubre del 2018. Ahora no queda más que tocar y tocar sus canciones para recordarlo y que no se vaya del todo.

VIDEO SUGERIDO: Tony Joe White: Rainy Night in Georgia, YouTube (paganmaestro)

LOS OLVIDADOS: THE YOUNG RASCALS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(PIONEROS DEL BLUE EYES SOUL)

 

Originarios de Nueva York, los Young Rascals figuraron entre los primeros y mejores grupos blancos de soul. La pieza «Groovin» (1967), su éxito internacional más famoso, prefiguró un estilo de rhythm and blues etéreo que sería perfeccionado por grupos negros como The Isley Brothers y Earth, Wind and Fire.

 

El cantante Eddie Brigati, el guitarrista Gene Cornish y el organista y cantante Felix Cavaliere pertenecieron al grupo Joey Dee and The Starliters, el cual se dio a conocer con una serie de discos bailables, entre ellos «Peppermint Twist» (Roulette, 1961) y una versión de «Shout» (1962) de los Isley. 

 

En 1964, acompañados por el baterista Dino Danelli (quien había tocado con Lionel Hampton y también con Little Willie John), formaron a los Young Rascals. «Felix inventó el concepto de nuestro sonido ─afirmó el guitarrista Gene Cornish, en su momento─. Dijo que basaríamos todo en el órgano Hammond. Sería como una alfombra. La batería y la guitarra proporcionarían el ritmo. Juntos, el órgano y la guitarra formarían un sonido completo y único, como una orquesta. Tuve que reestructurar toda mi forma de tocar». (Felix formó antes parte de un grupo llamado The Escorts, con Neil Diamond.)

 

El concepto inicial del grupo era un soul blanco, pero en lugar de asimilar el rhythm and blues en la tradición del Teatro Apollo, al estilo de The Righteous Brothers y The Magnificent Men, The Young Rascals decidieron emprender el camino del grupo blanco de rock.  «Todos traíamos la influencia de Ray Charles –dijo Dino–.  Estábamos tratando de sacar el rhythm and blues a la luz pública, donde debía estar. Íbamos a Harlem y pasábamos horas en las tiendas de discos, en busca de artistas que no se encontraban nunca en las listas de éxitos; todo lo nuestro salió del rhythm and blues».

 

El grupo fue contratado para Atlantic Records por Ahmet Ertegun. La dinámica y rítmica canción «Good Lovin», producida por Tom Dowd, llegó al número 1 de las listas en 1966. Al año siguiente, Arif Mardin supervisó la grabación de «Groovin», en la que destaca la voz encumbrada de Brigati para producir una canción que, con su evocación de un estado de ánimo eufórico, era la respuesta neoyorquina a los nuevos sonidos vocales californianos de grupos como The Mamas and The Papas y Harpers Bizarre.

 

 

A ésta le siguieron «A Girl Like You» y «How Can I Be Sure?» (1967), un éxito número 1 en 1972 en su versión de David Cassidy. Al igual que «Groovin», era una composición de Brigati y Cavaliere.

 

Dejando el adjetivo «Young» de lado, el grupo avanzó hacia el rock progresivo y la filosofía psicodélica, con los álbumes Once Upon a Dream, Time Peace y Freedom Suite, todos de 1968, así como los sencillos, que vendieron millones, «A Beautiful Morning» y «People Got to Be Free», respuesta de Cavaliere a los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King y el tercer número 1 del grupo. 

 

Después de los éxitos «See» y «Carry Me Back» de 1969, sus discos ya no alcanzaron la misma popularidad. En Search and Nearness (1970), el grupo exploró las fusiones del jazz y el rock. Los Rascals se desplazaron a la Columbia Records y profundizaron en el misticismo para producir Peaceful World (1971) e Island of Real (1972), pero se separaron al poco tiempo.

 

Cavaliere prosiguió una carrera como solista con las compañías Bearsville (Destiny, 1975) y Epic (Treasure, 1976, y Castles in the Air, 1980, el cual incluyó el éxito «Only a Lonely Heart Sees»). También produjo álbumes de Jimmy Spheeris y Laura Nyro. Cornish y Danelli fundaron al grupo Bulldog, grabando discos para MCA y Buddah; Danelli posteriormente trabajó con Steve Van Zandt.

 

En el año 2005, The Young Rascals (Rascals) entraron al Salón de la Fama del Rock y para recordar las andanzas de este grupo, la compañía Rhino sacó al mercado un par de años después la caja con una antología del grupo de 1965 a 1972, en 2 CDs.

 

VIDEO SUGERIDO: The Young Rascals – Groovin’ (1967), YouTube (NVNCBL)

 

 

 

 

 

PLUS: THE WATERBOYS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

EL MATERIAL DE LOS SUEÑOS

                                                                       

Las imágenes oníricas, místicas y esotéricas son parte de la mente del ser humano mismo, y siempre es interesante descubrir con qué aspectos de éstas se identifica y cuáles proyecta en otras figuras. El significado de aquéllas se hace claro solamente si se deja que esas imágenes entren en diálogo abierto con quien las ha percibido, dejándolas que hablen y se manifiesten: como en la poesía, por ejemplo.

 

Cuando los sueños o visiones alteran la realidad, como sucede la mayoría de las veces, el origen de las alteraciones está en la propia mente del receptor y éstas pueden decirnos a la larga muchas cosas sobre él.

 

«Un hombre inteligente y hábil –escribió W. B. Yeats– lee sus sueños en busca del conocimiento de sí». Los sueños y las miradas hacia lo desconocido, pues, son una forma de despertar, una forma primaria de visión y de conciencia, en que el soñador se siente tocado o llamado por algún extraño lugar donde se le espera. El lugar del deseo donde lo esotérico predomina.

 

En este sitio se han ubicado The Waterboys a lo largo de su obra (de casi tres décadas, diez álbumes de estudio e infinidad de compilaciones) y aquí, especial y acrisoládamente, con el disco An Appoinment With Mr. Yeats.

 

En él podemos encontrar cabalística, mitología, poesía romántica, renacimiento ontológico, simbolismo, enamoramiento, el espíritu místico del bardo irlandés por excelencia (que en su obra se refiere a la lucha entre los contrarios -arte y vida, cuerpo y alma-, situada en la base de su pensamiento) y, en la misma correspondencia, un folk rock identitario y trascendental, de parte del grupo.

 

Con un objeto mágico de tal naturaleza, y buscando las palabras justas, es imprescindible pedirle al escucha  que abra suavemente los oídos, porque las piezas de estos escoceses tienen sus muchos momentos importantes y bellos, tanto en el uso de las palabras del poeta como en su búsqueda por capturar lo fugaz, el atisbo de nuevas vidas y sus cantos para proporcionarnos placer.

 

 

Y lo hacen de una manera casi perfecta por la levedad de su contenido. Esa condenada levedad italocalvínica tan difícil de conseguir Un trabajo intenso, caleidoscópico, con una mezcla de rock, folk, psicodelia y música férrica, es decir: el mundo de los Waterboys.

 

Mike Scott (líder indiscutible y mater mind de este conglomerado musical, que abarca decenas de integrantes y dos etapas bien definidas como grupo: la que va de 1983 a una década posterior y la del año 2000 al presente, con un interludio solista) consigue cuadrar el círculo tras varios intentos a través de los años: concretar en una sola obra la poesía de Yeats sobre la mitología celta y su folklore con la musicalidad del rock («The Stolen Child» en Fisherman’s Blues y «Love and Death» de Dream Harder son los anteriores poemas del irlandés que Scott había musicalizado).

 

El sofisticado vate y dramaturgo que fue William Butler Yeats (quien nació en Dublín en 1865 y falleció en Francia en 1939) fue el creador del llamado estilo celta crepuscular y sin duda el máximo representante del renacimiento de la literatura irlandesa moderna. Este escritor fue uno de los autores más destacados del siglo XX por esa labor. Misma por la que  recibió el Premio Nobel de literatura en 1923.

 

VIDEO SUGERIDO: The Waterboys – An Appoinment with Mr Yeats – Before the World Was Made, YouTube (lare19)

 

Yeats supo separar la cultura irlandesa y llevarla lejos de los cartabones ingleses, tanto en la materia a tratar como en su manifestación (tras descubrir el hinduismo, la teosofía y el ocultismo, y al interesarse por la magia y el espiritualismo, entre otros temas).

 

Su poesía se fundamentó e inspiró básicamente en el panorama, las atmósferas, la mitología tradicional de su país y, de forma puntual, en las leyendas de origen celta. Elementos a los que agregó una constante preocupación por la musicalidad del verso.

 

Mike Scott y sus Waterboys, más artistas que nunca, logran con un disco ejemplar el tono romántico y melancólico que Yeats creía característico de aquellos seres míticos.

 

Una música  así (art rock sin ambages) es parte fundamental de un canon de excelencia del género. Y grupo semejante se ha forjado, a base de bagaje, un sitio especial entre la prosapia rockera.

 

Los Waterboys, señeros y generosos con la poesía en la que han asumido un enorme conocimiento desde sus comienzos (con el disco homónimo, The Waterboys, de 1983), generan tanto encanto con sus melodías y propios textos (surgidos de la pluma de Scott) como la afirmación de que se puede musicalizar íntegro el material de los sueños. Y cualquiera, con un corazón en el pecho, juraría por el mismo dios Pan que sus límites comienzan en esos sueños.

 

Ese mismo dios al que los Waterboys han homenajeado en la pieza «The Pan Within», del celebrado álbum This is the Sea, y luego con «The Return of Pan» en Dream Harder. Ese dios poético con el que uno se embriaga con whisky a la primera oportunidad, para celebrar la vagancia, el aire, la piel, el enamoramiento; por el absurdo del hoy y del mañana; por la desazón, la avidez, la calma, la alegría, la nostalgia o también, ¿por qué no?, por el ansia del comienzo.

 

Con su  ya extensa producción los Waterboys provocan todo esto. Ahora, en la tercera década de los años cero, Mike Scott es el único miembro efectivo original. Él es el grupo (Anto Thistletwaite, quien lo acompañó largo rato en la época de la Big Music, se ha separado llevándose su polifacética personalidad). Y entretanto llega An Appoinment With Mr. Yeats y logra sublimar el sonido que los ha hecho famosos con la diferencia de una producción más “pánica” que nunca.

 

Scott ahora echa mano del blues («The Lake Isle Of Innisfree»), del country («Sweet Dancer”), de la psicodelia («A Fool Moon In March»), de la balada (White Birds”), del folk (Song of Wandering Aengus”) y por supuesto del rock celta (“The Hosting Of The Shee”) a lo largo del álbum, en una combinación acertada y emotiva, como la ocasión merece.

 

An Appoinment With Mr. Yeats es un homenaje al renacimiento espiritual que encabezó el escritor, vía la expectativa quimérica. Está plagado de simbolismos herencia de la poesía tradicional de aquellos lares, en la que se trasluce la emoción y la fuerza del convencimiento.

 

Scott es un nómada hipermoderno de cuerpo y alma y su música siempre ha reflejado estas migraciones en el ámbito sonoro y textual. Luego de la partida de Anto, su compañero de aventuras, del Best Of que resumió sus andanzas hasta esa fecha, del camino solista (en dos discos) y del álbum Dream Harder, donde volvió a hacerle un guiño a la poesía irlandesa, sintió que se acercaba de nuevo el momento definitivo de un encuentro total con Yeats.

 

Así que cambió de situación y su destino fue hacia el interior de sí mismo, y qué hay más íntimo que las lecturas poéticas y los sueños que provocan. Estos son parte integrante de la vida de todos; la oscura o nítida raíz de la sustancia individual. En los pasajes de este nuevo material se manifiestan las «ínferos» de la cosmogonía celta, en donde el escucha atento ha de transitar a través del ejercicio de la libertad onírica como Yeats y los Waterboys proponen.

 

En la Oniria, el país donde siempre se nos espera –que el primero describe y los otros interpretan hasta hacerla suya con su particular expresión estética–, se retorna a los mitos, se evoca a la poesía mediante la palabra y la música e igualmente, ¿qué mejor?, se plantea la anhelada posibilidad de entrar con ellas, todos juntos, en el mismo sueño: que para eso también sirve la poesía.

 

VIDEO SUGERIDO: The Waterboys – Sweet Dancer (Later with Jools Holland), YouTube (pkrips0791)

 

 

 

 

 

 

BABEL XXI-731

Por SERGIO MONSALVO C.

 

MADRUGADA

EL INSTANTE DE PENSAR AL MUNDO

(REMAKE)

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://e-radio.edu.mx/Babel-XXI/731-Madrugada-El-instante-de-pensar-al-mundo-Remake#

PRIMERA Y REVERSA: ALICE RUSSELL

Por SERGIO MONSALVO C.

 

CORAZÓN LLENO DE ALMA

Los ingleses lo han vuelto a hacer y en grande, como siempre. Con una especie de tirabuzón histórico los británicos han retomado una y otra vez las músicas desechadas u olvidadas que los estadounidenses suelen relegar en los áticos o sótanos de su música popular.

 

Revisitan dichas músicas y les dan la vuelta de tuerca justa para canalizar y desarrollar nuevas corrientes, movimientos y hasta géneros. La primera de estas manifestaciones se dio en los años sesenta con el rock and roll, el surf y los girly groups. En la Gran Bretaña los jóvenes los retomaron y crearon el Merseysound y el Londonbeat generando la Ola Inglesa.

 

En los setenta, grupos como MC5, New York Dolls y Ramones sufrían la penuria y el desprecio en la Tierra del Tío Sam, que los hacía desaparecer, los ridiculizaba y los remitía a los agujeros más recónditos. Sin embargo, cuando los oriundos de Albión los escucharon, reconocieron su valía y los convirtieron en legado definitivo para su propia interpretación del punk (Sex Pistols, Clash, etcétera), misma que lo convertiría en un género histórico de influencia incalculable.

 

Lo mismo sucedió con el house y el hip hop primarios, que serían transformados en acid jazz y trip-hop en las islas británicas durante la década de los noventa.

 

En el nuevo siglo ha sucedido algo semejante, pero con un género antiguo y tradicional: el soul. Una vertiente de la música afroamericana que tuvo entre sus iniciadores a Ray Charles, James Brown y Sam Cooke, así como entre ellas, a Aretha Franklin, Mable John y Carla Thomas, por mencionar algunos nombres.

 

Este gran cauce artístico se fue diluyendo con la imposición de la música Disco y el posterior contubernio de la industria con la radio y los productores (que inventaron los términos “neo soul”, “urban” y “R&B contemporáneo” para satisfacer sus necesidades de dinero, rating y popularidad) quedó en débil acequia.

 

Y mientras en la Unión Americana Solomon Burke, Sam Moore, James Hunter, Betty LaVette o Sharon Jones sobrevivían apenas en tugurios y clubes ínfimos, en Inglaterra sus intérpretes nuevamente retomaron al género, le sacaron brillo, dinamitaron los diques y la enorme corriente volvió a fluir para sonrojo de los escuchas estadounidenses, quienes descubrieron en sus estrellas (Whitney Houston, Janet Jackson, Mariah Carey, et al) la falta de nervio, de pasión, de riesgo, de pulsión sexual, de vida finalmente. Y conocieron entonces los nombres de quienes sí les daban a probar todo ello.

 

Con la reciente invasión británica llegaron cargadas de soul mujeres jóvenes, no negras, impetuosas y con un rico bagaje de influencias, pero sobre todo con la verosimilitud que requiere la interpretación de un género semejante: Joss Stone, Amy Winehouse, Duffy, Adele y Alice Russell. La primera con una voz fresca, sensual, gruesa y con amplitud de la gama estilística. Duffy es el soul clásico, pero sin nostalgia. Adele, por su parte destacó con la desnudez de sus arreglos y las baladas melancólicas. La Winehouse fue un fenómeno que vibró al son de sus particulares infiernos y desgracias.

 

 

Alice Russell, a su vez, es una excepcional compositora y cantante que en cada interpretación hace alarde de una garganta privilegiada y arrollador poderío. Es tan excéntrica (prefiere los públicos minoritarios, tiene una formación musical en coros y orquestas y gusta de la independencia, por lo que creó su propio sello discográfico Little Poppet) como hiperactiva (ha sido parte de grupos como Bah Samba, la Quantic Soul Orchestra, Kushti, Dublex Inc., The Bamboos y Natural Self, entre otros). Y tras más de una década de foguearse en el circuito de clubes británico y europeo decidió lanzarse como solista en el año 2004.

 

Musicalmente se le puede comparar con Aretha Franklin por el timbre de voz; sin embargo, ella se siente más afín con Jill Scott, y sus registros le permiten moverse con soltura lo mismo en el soul que en el jazz, el blues o el gospel.

 

En ella se reúnen el Motown, Stax, el dance, el acid jazz, la electrónica, el downtempo, el funk, el r&b y el carisma que distingue a las souleras de cepa. Alice recoge toda la herencia, sin nostalgia, y la hace suya con unas letras que rebosan cotidianidad, estampas de abandono o melancolía, guiños al sexo y a la vida mundana sin tapujos. Y a pesar de todo ello era la menos conocida de todas.

 

Alice Russell tiene en su haber EP’s, con recopilaciones de tracks donde ha colaborado con otros artistas y dos álbumes: My Favourite  Letters y Pot of Gold, donde muestra el abanico trepidante de sus capacidades con viveza y frescura.

 

Eso sí, sus versiones de “Seven Nations Army” (de los White Stripes) y “Crazy” (de Gnarls Barkley) definitivamente han hecho cambiar su status minoritario. Posee la energía para fluctuar entre la tradición y la modernidad sin menoscabo alguno. Es el soul eterno, cantado por un corazón lleno de alma, con carta de identidad contemporánea y legítimo certificado de autenticidad.

 

Con el siglo, pues, nació un estilo musical que recoge el soul clásico y lo pone una vez más en la palestra con nuevos tonos y significados. Hoy por hoy es en Inglaterra donde surgen las mejores exponentes de dicho sonido.

 

VIDEO: Alice Russell – Crazy, YouTube (Alice Russell)

 

 

 

 

HITOS: THE VELVET UNDERGROUND (IV)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

LA PLASTICIDAD DEL SUBTERRÁNEO

 

En retrospectiva resulta controversial y difícil de precisar si el apoyo de Andy Warhol benefició o perjudicó la trayectoria del Velvet Underground. Quienes tenían a Warhol por charlatán le achacaban al grupo la misma “monotonía” como a las películas de Andy. Los representantes del otro bando, que adoraban a Warhol como a un genio, también le adjudicaban al grupo el mérito de la creatividad.

 

La aportación de Warhol al ascenso del Velvet se entiende mejor al leer entre líneas lo que expresa el álbum Songs for Drella, el tributo de Cale y Reed para su difunto patrocinador que se editó en 1990. A pesar de su vasto consumo de drogas Warhol fue también un workaholic y su disciplina contagió a otros.

 

Para alguien con el instinto periodístico de Reed, conocer a los personajes excéntricos de la Factory de Warhol fue un auténtico regalo. Con su glamour, androginia o simple estado de descomposición personal, habrían de poblar sus canciones durante muchos años.

 

Existen un sinfín de anécdotas en torno al Velvet y Warhol; algunas de ellas sin duda formarán parte del libro inédito que Sterling Morrison estaba escribiendo antes de morir, el cual llevaría el enigmático título The Velvet Underground Diet. Por ejemplo, la historia de un congreso para psiquiatras en el que Warhol supo colocar una presentación del grupo. O del cerdo al que pintó (al cerdo no le pareció importar) para juntar el dinero necesario para comprar una máquina que arrojara burbujas de jabón hacia el público.

 

De todas las críticas que llovieron tras las primeras presentaciones del Velvet en 1966, en el Dom de Nueva York y luego en el Trip de Los Ángeles (y esa fue otra histora), y que el grupo tuvo el placer perverso de reproducir en la funda de su primer álbum (realizaron su selección entre las más virulentas, y tuvieron de dónde escoger), la de Los Angeles Magazine fue la que más se acercó a la verdad: “Después de que el Titanic se estrelló contra un iceberg no se había conocido un choque semejante hasta que el Exploding Plastic Inevitable detonó sobre los espectadores en el Trip”.

 

Independientemente de lo que pueda tener de fascinante relacionar de esta forma dos acontecimientos, así como la efímera visión de “All Tomorrow’s Parties” ejecutada bajo el hielo, la evocación de un choque sin duda ubica de la manera más justa el origen de lo que seguiría, un hecho portador de consecuencias relevantes.

 

En el momento de los conciertos del Trip, a comienzos de 1966, el Velvet había hallado una personalidad definitiva. Tocaron sus canciones, con los amplificadores puestos a la máxima potencia (obsesión sinfónica de John Cale), delante de una pantalla en la que se proyectaban, en medio de montajes de luz, las películas de Warhol pero también de Paul Morrissey y Gerard Malanga, este último fingiendo inyectarse con una pluma durante la interpretación de “Heroin” (“todo mundo pensó que era una jeringa”) e improvisaba una danza con un látigo, durante “Venus in Furs”, antes de besar las botas de cuero negro de la otra bailarina, Mary Woronov. “Kiss the boots of shiny shiny leather, shiny leather in the dark…” Enmedio de un show multisensorial bautizado “Exploding Plastic Inevitable” por Morrissey.

 

 

SUBLIME & ETERNO

 

Lo que hubiera podido ser sólo un truco alucinante más bien se convirtió en algo inaudito, y ahí es donde el choque adquiere todo su sentido. El primer álbum también tuvo esta cualidad. The Velvet Underground & Nico, bajo la firma de MGM después de haber sido rechazado por Atlantic (“no queremos canciones sobre drogas”) y por Columbia (“no queremos violas”), abre con un aire de paranoia, de cajita de música y de mañana íntima (“Sunday Morning”, cantada por un Lou Reed en plan de querubín) y continúa, bajo una luz color amarillo sucio, por rumbos, huidas y desgarramientos diversos.

 

Una guitarra que serrucha los nervios con su frenesí ácido y el alto volumen de John Cale rasgan la decoración con un sonido tan cortante como un grito inhumano (a este respecto, evocar la uña sobre el pizarrón sigue siendo la comparación más precisa) en el que adquieren forma motivos hipnóticos. El álbum, que lento ha preparado su culminación, termina con un himno a la destrucción cuyas palabras son sustituidas por el ruido de vidrios rotos.

 

VIDEO: The Velvet Underground – Heroine, YouTube (The Velvet Underground)

 

 

 

 

RAMAJE DEL ROCK: ROCK DE GARAGE (IV)

Por SERGIO MONSAVO C.

 

 

Al comienzo de los años cincuenta, las baladas y los cantantes melódicos dominaban la escena estadounidense. Sin embargo, los adolescentes blancos estaban desesperados y dispuestos a oír una música que expresara cómo se sentían. Los negros contaban con el rhythm and blues.

 

En julio de 1954, Elvis Presley, a los 19 años, grabó «That’s All Right, Mama» y «Milkcow Blues Boogie». En esas legendarias sesiones en los estudios de la Sun Records, Elvis se detiene después de ocho compases de una versión hillbilly y dice al guitarrista Scotty Moore y al contrabajista Bill Black: «Alto ahí, amigos, esto no me conmueve. Vamos a clavarnos de verdad en esto».

 

En ese momento deja de ser el cantante country sometido a la delicadeza del gusto blanco, y se trasforma en el histórico Elvis, conectándose al ritmo que bullía por todo el bajo fondo sureño estadounidense.

 

El rockabilly era música country (de extracto hillbilly y bluegrass) mezclada con el temprano rock and roll de Bill Haley —calcado del rhythm and blues de los artistas negros—. Era un estilo acústico novedoso, de guitarras veloces, inéditas, ansiosas; con un ritmo nervioso, distintivo y minimal en la batería y acentos en el beat remarcados con un singular contrabajo (el llamado string bass) tocado con la mano abierta.

 

Uno o más de sus elementos se utilizarían a lo largo del desarrollo del rock con más o menos énfasis, dependiendo de la corriente a la que pertenecieran. El rock de garage ha retomado los tres en algunas de sus subdivisiones, electrificándolos, matizándolos y elevándolos a la categoría de característicos o como parte de su conglomerado musical.

 

Técnicamente, el sonido se caracterizaba, además, por un generoso uso del eco, que habían implementado los precursores de la producción de sellos independientes: Sam Phillips con Sun Records y Leonard Chess con Chess Records, quienes propiciaban lo acústico «hecho en casa”.

 

 

Esa música, el rockabilly, fue lanzada por pequeñas compañías independientes y se convirtió en fortísima competencia para los editores y cantantes tradicionales. La llegada del disco de 45 RPM en sustitución del de 78 facilitó todo eso.

 

Los adolescentes del primer lustro de los cincuenta no estaban dispuestos a aceptar la música de sus padres. El rockabilly les sirvió de estimulante Ya tenían estrellas de cine con quienes identificarse: James Dean, el rebelde sin causa, víctima de la incomprensión adulta; y Marlon Brando, el motociclista vestido con chamarra de cuero negro y pantalones vaqueros de la película El salvaje, estrenada en 1953, donde le preguntaban: «¿Contra qué te rebelas?» Y él decía: «Respóndete tú mismo; digas lo que digas, acertarás».

 

Gene Vincent, con «Be Bop a Lula», alcanzó el número 9 de las listas de popularidad en 1956. Él y su grupo The Blue Caps se convirtieron en toda una atracción. A la mitad de la década, los jóvenes querían una música que fuera estridente y rítmica, con un ritmo que pudiera marcarse con el pie y permitiera bailar. Se buscaba el regocijo transitorio, escapar de la monotonía de la vida cotidiana y de las sombrías perspectivas de un futuro que no ofrecía posibilidades de cambio.

 

Sin embargo, la fatalidad le permitió al rockabilly sólo cinco años de vida como tal. Hacia finales de los cincuenta, Gene Vincent tuvo un accidente automovilístico y quedó tan lesionado que no volvió a ser el mismo; igual le sucedió a Carl Perkins.

 

Elvis Presley fue llamado a filas y ahí terminó su época rebelde. Buddy Holly falleció en un avionazo y Eddie Cochran murió al estrellarse en su coche. Ésta sería parte de la primera gran crisis en la historia del rock and roll.

 

Sin embargo, el legado del rockabilly ahí está, tan fresco como el primer día y si no que lo cuente Brian Setzer, su gran revivalista de los años recientes.

 

El rockabilly fue la gran aportación blanca a la mezcla que significó el rock and roll. 

 

VIDEO: Elvis Presley…Thats Alright (Mama) – First Release – 1954, YouTube (V.A. Hoss)

 

 

 

 

BABEL XXI – SINOPSIS (146)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(726-730)

 

 

BXXI-726 THE ROLLING STONES (III)

 

El álbum Out of Our Heads de 1965 (con siete tracks propios y cinco versionados) irradia una importancia trascendental, ya que contiene un par de los temas más destacados en el acontecer del grupo. La grandeza de esas canciones radica en la capacidad de sus dos autores para expresar nuevas sensaciones y atmósferas a través de textos memorables y riffs instrumentales distintivos.: “The Last Time”, primero, se convirtió en su primer éxito mundial, gracias a su cadencia hipnótica y por su intensidad interpretativa; y “Satisfaction”, por su parte, la cual  se erigió en su consagración y los llevó a ser considerados como uno de los grupos más importantes del planeta (lugar que ya no abandonarían jamás).

 

VIDEO: The Rolling Stones – (I Can’t Get No) Satisfaction (Official Lyric Video), YouTube (ABKCOVEVO)

 

 

BXXI-727 CAETANO VELOSO (REMAKE)

 

El temperamento adolescente de Caetano Veloso lo ha vuelto a hacer. Si en los años sesenta creó el tropicalismo brasileño para escándalo de los sambistas ortodoxos, en la decena inicial del siglo XXI le ha vuelto a llevar la contraria ahora a sus propios puristas: cambió el tropicalismo por el rock alternativo. El nuevo perfil del Veloso rejuvenecido acepta el rock alternativo y la adopción de algunos de sus procedimientos dentro de un novedoso estilo carioca. Aquel dicho conservador de que al perro viejo no se le pueden enseñar nuevos trucos queda una vez más mal parado. Rodeado de una nueva generación de músicos crea originales melodías para hablar del sexo, del amor y de la política mundana.

 

VIDEO: Caetano Veloso Cê Ao Vivo – Deusa Urbana, YouTube (Alecaxito)

 

 

BXXI-728 MARCEL PROUST

 

“Fue un novelista muy especial, le dije a Ulises, pero también fue un rockero adelantado”, le espeté. Me miró un tanto asombrado y dijo que a Proust se le imaginaba de varias maneras. Como un autor romántico, fatal, decimonónico, “pero definitivamente no me lo puedo imaginar como rockero”, aseveró. Le recordé que el buen Marcel había escrito algo al respecto diciendo que aun desde el punto de vista de las cosas más insignificantes de la vida, no somos un todo constituido materialmente, idéntico para todo el mundo y de cuyo contenido pueda cualquiera limitarse a tomar constancia como si se tratara de un pliego de cargos o un testamento.

“Nuestra personalidad social –escribió- es una creación del pensamiento de los demás”.

 

VIDEO: The Jayhawks – Lovers of the Sun, YouTube (The Jayhawks)

 

 

BXXI-729 THE BIG BANDS (SWING)

 

Cada banda tenía su propio enfoque. Llamó la atención que muchos conjuntos eran más «hot». Esto significaba que la música era más «jazzeada», había más espacio para la improvisación solista y la sección rítmica intervenía con mayor solidez. Los grupos hot más importantes de este tiempo fueron las big bands de Fletcher Henderson, Jean Goldkette, Red Nichols, Ben Pollack y Duke Ellington. A manera de contraste, las alineaciones inspiradas en el estilo de Whiteman se denominaban sweet. Es posible apreciar, por lo tanto, que el nacimiento de la big band tuvo dos fases: primero el jazz sinfónico de hombres como Ferde Grofe y Paul Whiteman y luego el hot de diversos directores de grupo.

 

VIDEO: Duke Ellington, “Take the A Train”, YouTube (morrisoncoursevids)

 

 

BXXI-730 THE ROLLING STONES (IV)

 

En lo individual, Brian Jones, por su parte, resplandeció en su cumbre creativa como multiinstrumentista, mientras Keith Richards se encargaba de tocar todas las guitarras. Jones, una y otra vez realizó aportaciones sorprendentes a través del disco Aftermath. Experimentó con una amplia gama de instrumentos étnicos como el sitar, el dulcimer de los Apalaches, marimbas, arpas y el koto japonés, que contrastaron espléndidamente con las composiciones de folk, pop, country, blues y rock, resultando así una mezcla diversa de estilos musicales, que elevó el nivel musical del grupo. No obstante, él comenzaba a dar signos de distracción y alejamiento, con una conducta cada vez más errática.

 

VIDEO: Paint It Black – The Rolling Stones (1966) HD, YouTube (PS César)

 

 

 

*BABEL XXI

Un programa de:

Sergio Monsalvo C.

Equipo de Producción: Pita Cortés,

Hugo Enrique Sánchez y

Roberto Hernández C.

Horario de trasmisión:

Todos los martes a las 18:00 hrs.

Por el 1060 de AM

96.5 de FM

Online por Spotify

Radio Educación,

Ciudad de México

Página Online:

http://www.babelxxi.com/

 

 

LONTANANZA: MUSO

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

JOYA DEL RAP GERMANO

 

El rap y la cultura del hip hop, de la que era procedente, llegaron a tierra teutona en la década de los ochenta en el contexto de una Alemania dividida aún por el Muro de Berlín. Las vías de entrada fueron el cine (con películas como Wild Style y Beat Street) y los discos que recibían de su país los soldados estadounidenses afincados en Berlín, la última frontera de Occidente en los estertores de la Guerra Fría.

 

La creación de clubes donde la milicia estadounidense fuera a recrearse durante sus horas de ocio tuvo el efecto colateral de que la juventud alemana se familiarizara así con el breakdance, el freestyle sonoro y el graffiti de nuevo cuño urbano, generalmente procedentes de Nueva York.

 

Entre los vestigios iniciales de tal movimiento creado en su propio idioma se encuentran dos ejemplos, más anecdóticos que otra cosa, seguidos de  otros, que fomentaron su posterior desarrollo. Entre los primeros se encuentra la curiosa grabación de tres DJ’s rediofónicos (el efímero trío GLS United) que llevó el título de Rappers Deutsch. Una curiosidad de comicidad kitsch.

 

En la misma ruta mediática, pero ahora canalizada por la televisión, surgió el popular tema de una serie policiaca titulado «Der Kommissar” a cargo de Falco (músico de origen austriaco), la cual es una pieza rapeada con una base musical muy repetitiva y cargada hacia el pop.

 

La fascinación general por este nuevo estilo musical (creado con el retroacrónimo Rap: rhythm and poetry) creció entre las nuevas generaciones como la espuma, como una moda, para luego decrecer de igual manera (ya que se le dejó de programar en los medios y ya no hubo lugares para que sus intérpretes actuaran).

 

Se volvió tan invisible que pareció condenado a desaparecer como lo que había sido: una moda pasajera. Sin embargo, el underground lo retomó para sí y amputándole su primario carácter lúdico y comercial se quedó con los de la denuncia, el choque y el de la experimentación estética.

 

Practicado básicamente por los hijos de los inmigrantes (legales o ilegales), habitantes de los ghettos a los que aquellos llegaban y nutrían, y jóvenes sin oportunidades (educativas, de trabajo o de futuro, por su misma condición ilegal).

 

En ese contexto se dio el estilo rapero de la denuncia, y fue más parecido a su semejante afroamericano en sus orígenes. Sus practicantes usaron el idioma inglés como escudo contracultural en reuniones llamadas jams en las que se mantuvo vivo dicho fenómeno.

 

No obstante, ante la popularización, sus ejecutantes pronto pasaron a utilizar el lenguaje alemán como vehículo para lanzar sus mensajes sobre la cuestión inmigratoria, encabezado el movimiento por grupos como Advanced Chemestry o los que centraban su temática en asuntos acerca de la historia y la problemática del país, como los Fantastischen Vier (Los Cuatro Fantásticos), por ejemplo.

 

 

VIDEO: Muso – Garmisch Partenkirchen (Official Version), YouTube (Chimperator Channel)

 

Los noventa y los años cero del siglo XXI han mantenido tal temática en el género con crítica consciente (instalados sus artistas sobre todo en el sello Bombastic) tanto como la radical y de choque (como las de la compañía Aggro Berlin, con gangstas, ultraderechistas y violentos publicistas y profetas del yihadismo islámico que con ello buscan reclutar miembros para su guerra terrorista).

 

En el otro extremo se encuentran los raperos experimentadores, tanto del sonido como de la palabra, que señalan y enfatizan de manera artística sus reclamos sociales.

 

En ese nicho se encuentra Muso, sobrenombre del rapero alemán Daniel Giovanni Musumeci, un músico procedente de las huestes intelectuales del movimiento hiphopero teutón y que ha sabido relacionarse con sus congéneres del mismo nivel en distintos géneros al suyo, como en el caso de Konstantin Gropper (el hombre fuerte de Get Well Soon).

 

Muso escogió a este último como productor de las piezas de su álbum debut Stracciatella Now y este hecho representó un hito para tal escena musical por encargarle el trabajo a alguien de fuera del medio, algo inconcebible hasta entonces.

 

Como inconcebible también resultó el uso de las guitarras de rock (invitadas procedentes del hard bávaro) tanto como de los sintetizadores propios del estilo rave, los pianos edulcorados y los coros que parecen salidos de una obra del mismísimo Carl Orff.

 

Circunstancias semejantes ubican a Muso como un constructor de puentes en busca de la diversidad, la cual será siempre bienvenida como ingrediente para un género que se caracteriza por su enfangamiento musical en lo conservador y repetitivo.

 

La muestra de su originalidad no sólo está en lo mencionado sino también en que sistemáticamente Muso (y compañeros de aventura, entre los que se encuentra la integrante de Joan As Police Woman) se niega a incorporar los beats clásicos del hip hop, acto que demuestra con toda claridad lo importante que es para este músico buscar caminos nuevos,

 

Tal como lo hace igualmente en sus textos y en el estilo para interpretarlos, que en su caso habría que calificarlo más bien de Spoken Word Performance – o sea, Poetry with a tempo–, en lugar de lo que los raperos convencionales suelen calificar como flow.

 

Dicho término proveniente del inglés y que significa «flujo» o “corriente”, es usado para referirse a la cadencia que se crea en la interpretación. Tal flow se genera cuando la métrica y el énfasis de la lírica se adaptan perfectamente al ritmo, y su buen o mal manejo puede determinar la habilidad, credibilidad, y experiencia de alguien que improvisa.

 

Muso rompe con ello y declama lo suyo al compás de su propio beat, el cual conlleva un gran bagaje literario (las piezas “Garmisch Patenkirchen”, “Blinder Passagier” o “All Eyes On You”, son sus creaciones excepcionales, por la influencia de James Joyce en su flujo de conciencia y  amplio manejo del lenguaje).

 

El sólido movimiento rapero germano se caracteriza por su gran cantidad de representantes, de diferentes etnias y conceptos musicales, reflejo de la multiplicidad demográfica del país. Sin embargo, la aparición de gente como Muso le proporcionan otra dimensión, otra categoría, donde la cultura se hace civilización y la forma de expresarse es tan importante como lo que se manifiesta.

 

VIDEO: Muso # Dockville 2012, YouTube (POPANZINE)