Por SERGIO MONSALVO C.

SWEET WILLIAM
VOCES QUE NO MIENTEN
La muerte que nos amenaza y la vida que nos anima se sitúan más allá de sus mismos signos fisiológicos, regidos como están por combinaciones químicas que se hacen a mil leguas dentro de nuestra conciencia e incluso de nuestros sentidos. Esas combinaciones, esas reparaciones y esas pérdidas, más inmemoriales que las nuestras, Sweet William las encuentra en la historia agitada de los monólogos interiores.
These Monologues es la confesión que se ha vuelto una costumbre. Es un disco que de esta manera llega a la mística por la palabra de la conciencia. En el trabajo de Sweet William hay el efecto de dos actitudes a menudo presentes en el intelectual de tipo puramente racionalista, y tal vez sobre todo en Alemania: una, el temor casi supersticioso a la palabra “mística”, como si esa palabra significara algo más que adepto a unas doctrinas casi secretas o buscador de cosas que permanecen ocultas.
Y sin embargo, todos sabemos que cualquier pensamiento profundo permanece en parte secreto, a falta de palabras que lo expresen, y que todas las cosas tienen su aspecto oculto.
La otra actitud consiste en cierto desprecio de la palabra “monólogo”, ya que ésta ha sido considerada muy a menudo como la sustancia en estado bruto, situada en las antípodas de la palabra espíritu o alma o yo interior, como se quiera, no sólo –como suele creerse– por el pensamiento cristiano, sino también por Platón o Aristóteles.
A Sweet William me hubiera gustado recordarle que los presocráticos lo habían precedido en su camino, y también que, al otro lado del planeta, Chang-Zeu lo hubiera alabado por haber pasado con su Musik & Wörter de la inteligencia que discrimina a la inteligencia que engloba.
David de Dinant –permítaseme la referencia obligada– fue quemado en la hoguera en el siglo XII en Halles. A la postre, Giordano Bruno –otro que le siguió en la quemazón– lo alabó ampliamente, tanto en sus discursos como en sus escritos, “por haber elevado el monólogo, y sus consecuencias, a la dignidad de cosa divina”. El Corpus Hermeticum aconseja escuchar “la gran voz de las cosas profundas”.
No es extraño que Sweet William, un alquimista moderno de las voces interiores, haya escogido de preferencia estos temas para integrar su disco. Temas como “Colder”, “These Monologues” I y II, “Their Conscience” o “Nothing to Retain” son materia transmutada por el trato a las palabras, a los sonidos. Aquí habría que recordar que uno de los grandes místicos del medioevo, el maestro Eckhart, dijo lo siguiente: “La voz interior es Dios, pero no sabe que lo es, y es el hecho de no saberlo lo que la determina sólo como voz”.
These Monologues, la obra de Sweet William, a veces parece amar, mucho más que a la obsesiva y claustrofóbica música que lo acompaña, el bloque de esa mística antigua que grabó con voz distorsionada. El bloque lingüístico mismo, la piedra desmoronada por el tiempo, devorada por la vegetación de la palabrería insulsa, ésa que siempre será ignorante de los grandes pequeños acontecimientos humanos que la han marcado o sucedido a su alrededor.
Dejar al hombre jugar con las palabras y sus voces. Pensemos a propósito en los autores de los mitos y lo sagrado, en el antiguo Mitra, dios nacido de la palabra. Vaya una anécdota: Dag Hammarkjold, un hombre de Estado que fue no sólo admirador de Saint-John Perse –poeta igualmente que uno de los místicos más desgarradores de nuestro tiempo–, mandó instalar en el edificio neoyorkino de las Naciones Unidas un oratorio que sólo encerraba una poderosa masa de mineral de hierro, el hierro aún en su estado geológico, yacimiento y veta en el seno de la roca original.
Este Dag Hammarkjold, hombre agitado por los conflictos efímeros y recurrentes, ficticios y morales, según sus allegados, de la era del acero y de las armas atómicas, acudía, para recomponer dentro de sí un poco de silencio y de serenidad, ante aquel bloque inmemorial y lo llamaba su voz interior, su inocente voz interior.
Sweet William en These Monologues habla de esa voz y sus misterios, de que existen imposibles enigmas naturales que no han sido escritos ni por los hombres ni por los demonios, y que parecen prefigurar la pasión del hombre por significar y conservar hasta el final su razón de ser. Sobre ese alfabeto inconsciente canta William, sabiendo que una distancia inconmensurable lo separa de sus ecos y movimientos, esclavo de músculos, tendones y neuronas. A pesar de ello no se intimida y busca decirlo así, en su esbozo de crónica interior, la que no miente ni se engaña.
VIDEO: Sweet William と 青葉市子 – あまねき (Official Music Video), YouTube (Sweet William)























