LA AGENDA DE DIÓGENES: NIGEL KENNEDY

Por SERGIO MONSALVO C.

 

                                                                                                                   

VIOLÍN ENERGÉTICO

Nigel Kennedy no sabe de miedos musicales. Toca las Cuatro estaciones de Vivaldi con el mismo virtuosismo que un movido jazz o un duro rock. Ha colaborado con diversos artistas en varios géneros:  Kate Bush, Talk Talk, Chick Corea y la Orquesta Filarmónica de Londres. Es el primer violinista inglés que ha obtenido éxito tanto en la Gran Bretaña como fuera de ella. Es un artista que no acepta fronteras entre ninguna de las corrientes musicales.

Su presencia es una provocación cultural en sí misma: él es un aclamado violinista clásico al que muy bien se puede encontrar saliendo de una sesión de garage con un grupo neopsicodélico del underground británico. Su fuerte acento cockney y dicción algo defectuosa –propios de los bajos fondos londinenses– van perfectamente con su regular barba de tres días y el peinado punk vertical.  Una chamarra gris, pantalones de mezclilla gastados y un paliacate de colores completan la imagen consuetudinaria.

Resulta imposible tratar de imaginar a este respetado músico con smoking negro en el escenario de la Royal Albert Hall de Londres o la Filarmónica de Berlín, simplemente no hay forma. De vista, parece haber pasado meses junto a las escaleras eléctricas de la estación del metro en Piccadilly Square, entreteniendo a los transeúntes con agradables piececitas musicales, a cambio de unas monedas.

Las apariencias engañan.  Este violinista de casi 70 años, que aparenta diez menos y se porta como un enfant terrible de 16, figura entre los intérpretes ingleses de música clásica más aclamados del momento. Su renombrada grabación de las sempiternas Cuatro estaciones de Antonio Vivaldi (EMI, 1989), con la English Chamber Orchestra, incluso logró colocarse entre los primeros 50 lugares de la lista de hits pop en Inglaterra.

Además, editó un sencillo con el concierto para violín «Verano», tomado de la misma obra de Vivaldi, y como atracción especial agregó a este acetato la pieza «Summertime» de George Gershwin. «Ese hit como sencillo sí que fue excéntrico –afirmó luego en una entrevista–.  Halagó mi ego escuchar la obra maestra de ‘Viv’ en los programas pop de la Radio One de Londres, metida entre Kylie Minogue y Jason Donovan.  Eso sí que fue monstruoso».

«Monstruoso» es una de sus palabras favoritas. Expresa su emoción. También le parece «monstruoso», por ejemplo, su colaboración con Kate Bush en el álbum The Sensual World.  «Kate es increíble y me encantó su disco. Nuestro trabajo conjunto fue muy intenso y nos interesamos intensamente en los proyectos mutuos».

Nigel no obstante tiene una amplia gama de sugerencias musicales. Le gusta sobremanera escuchar al grupo Adult Net, el cual se especializa en el pop con ingredientes góticos. Del grupo lo que más lo atrae es la sirena rubia Brix E. Smith, fundadora de Adult Net y que actualmente es su compañera. Ella antes perteneció, junto con Mark Smith, a The Fall.

Brix conoció a Nigel después de un concierto, cuando éste –siempre dispuesto a hacer alguna excentricidad– literalmente se bajó los pantalones. Quiso demostrar a sus admiradores que de veras usa truzas con el logo del club de futbol de su corazón, el Aston Villa. Obvio resulta decir que Kennedy es un apasionado fanático del futbol soccer.

No es su única afición.  Por un tiempo también practicó el box, pero las eternas ampollas en sus delicados dedos no se adecuaban bien con las cuerdas del violín.  A fin de cuentas, ésa es su mejor gracia.

Y con mucho. Es dueño de un valioso Stradivarious, conseguido por una mecenas rica, a la cual todos los años paga un porcentaje del precio para que dentro de 98 años sea completamente suyo. A Kennedy le gusta describir su actividad musical como «doing some damage», «causando unos cuantos perjuicios».

También le gusta causar unos cuantos perjuicios con su propio grupo, London Wasp Factory.  Con esta «fábrica de avispas» grabó el álbum Let Loose. En él se clava alegremente en el jazz-rock y la fusión. Estima en mucho a gente como Jean-Luc Ponty o Sugarcane Harris, y siempre quiso grabar un disco con Chick Corea.

Una estrecha relación lo une también al veterano maestro del swing Stephane Grappelli. A los 14 años Nigel, hijo de un cellista, se subió atrevidamente al escenario en el que se presentaba Grappelli (conocido en el medio como «Old Steph») e hizo tan buen papel con el violín que el otro lo volvió a invitar varias veces a sus conciertos durante su estancia en Londres.

Kennedy no conoce las restricciones musicales. Su violín se da abasto con todo.  Además de Kate Bush y Brix Smith, ha colaborado con Paul McCartney y Talk Talk. El pop y el rock, según opina Nigel, «ocupan la misma posición actualmente como antaño la música clásica».

El público conservador de la música clásica sin duda lo ve como un punk por su cabello y sus actitudes informales. Es seguro que ha provocado a muchas personas por todo ello (las reseñas sociales así lo comprueban), pero hasta ahora nadie se ha quejado una vez que lo escuchan tocar.

Al contrario:  Bernard Haitink, un director de orquesta serio y ya de edad regaló a su joven colega una botella del más caro champán después de un concierto conjunto, como muestra de especial reconocimiento. La botella está expuesta con otras 50 o 60 en la cocina de Nigel, en una colección muy particular. Desde hace años colecciona este tipo de objetos como trofeos tras cada concierto exitoso.

Nigel Kennedy incuestionablemente ha venido a darle a la llamada música clásica o sinfónica el cambio de actitud adecuado para quitarle el corset a una expresión musical que, de no ser por el patrocinio de los gobiernos, ya hubiera muerto a causa de su propia anquilosada complacencia escénica.

Realizó, hace tiempo también, un proyecto que le sirvió para rendir tributo a uno de los músicos que más ha admirado en la vida: Jimi Hendrix. Para llevar a cabo la obra invitó a un grupo de cámara que incluyó violines, cellos, flautas, bajos, oboes y guitarras. El resultado: una música magnífica.

VIDEO: Nigel Kennedy – Purple Haze, YouTube (May JR)

ARTE-FACTO: EL ALBA MINIMAL (XII)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

EL GLASS ACTUAL

 

A partir de cierto momento, el de las sinfonías con la obra de David Bowie, su material ya no saldría con la disquera Point de Glass, distribuida por Phonogram. Para su propia obra, el compositor se concentró en el sello Nonesuch.

En dicha compañía se han remasterizado ya en álbumes obras como Music with Changing Parts, Two Pages, Contrary Motion, Music in Fifths, Music in Similar Motion, Anima Mundi e Hydrogen Jukebox (composición basada en un libreto de Allen Ginsberg).

Point es para otros, para compositores como Gavin Bryars y John Moran (The Manson Family, ópera con Iggy Pop). Point será una disquera para la vanguardia clásica y los jóvenes compositores. Actualmente, Glass está trabajando en el estudio con alguien llamado Jared Lanier. Trabaja con la realidad virtual y es un compositor, ahora dice el sistema académico, con mucho talento.

Su vida musical empezó, pues, con la fundación del minimalismo. El más experimental, el «hardcore”, que dice Glass. Pero como suele suceder en estos casos, ya no le entusiasma que le hablen de sus primeros inventos. “¡Es algo muy antiguo! Estamos hablando de historia. Pero el catálogo de mi música es muy extenso y eso sucedió hace 40 años, así que por qué hay que primar una década por encima de otras. Sé que esa música tiene una energía tremenda y que todavía fascina a los jóvenes. Pero también tengo música para películas, y no juzgo las cosas desde un punto de vista clásico, no hago esas separaciones entre géneros”.

Desde hace mucho tiempo Philip Glass (ahora de casi 90 años) ha nadado entre las esas dos orillas. Igual colabora con Aphex Twin que estrena su Novena sinfonía dirigida por John Adams en Los Ángeles.

E igualmente lo hace con The perfect american. Una obra basada en el libro de Peter Stephan Jungk que narra los últimos meses de la vida de Walt Disney y en la que se ofrece el retrato de un hombre atormentado y más. Sí, Philip Glass es un hombre talentoso y de alguna manera un renacentista que sigue sumando.

VIDEO: Aphex Twin – lcc Hedral (Philip Glass Orchestration), YouTube (The Windowlicker)

LIBROS: AVE DEL PARAÍSO

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(RELATO)*

 

I

«Ando solo entre una multitud de amores, gozoso del amor, de sus lluvias; del amor, del ruido, de sus propios suspiros y los placeres de sus propios padecimientos«, decía Dylan Thomas, el poeta favorito de Charlie Parker.

Charlie era un Buda que desafiaba las leyes de los conservadores: «El sujeto parece tener alrededor de 65 años», escribió uno de ellos en la revista Squire. Pero la verdad era que sólo tenía 34 cuando murió.

Charlie era un creador, un artista, una excepción. Vestía a su antojo y no padecía por las leyes de la moda, las impuso. Tanto si se ocupaba en no hacer nada como si improvisaba en el sax una obra maestra de tres minutos. Siempre fue la expresión de un talento elevado que poseyó vida propia.

Charles Christopher Parker abandonó su cuerpo el 12 de marzo de 1955 en Nueva York, riéndose a carcajadas mientras veía la televisión.

II                                                             

Querida Martha-Maga: La poética del jazzista, como actitud filosófica, es una forma de rebeldía y tiene su particular repertorio de valores. El jazz como cualquier arte es amoral. Lo único que importa en él es el genio, el talento y la capacidad para mostrarlo.

La seriedad, el convencionalismo, la sobriedad, son correlatos imprescindibles en una concepción moral, pero frente al arte pierden su razón de ser. La frivolidad, la paradoja, los vicios, la contradicción son en él valores tan distinguidos como los anteriores.

Bird fue presencia y presagio. Un poder sin timing que sopló como un viento vivificante para todos. A través de sus labios sonó el sax de la profecía.

Una vez muerto Charlie, los conservadores se sintieron seguros. No sabían lo que les esperaba. Lo que siguió a su fallecimiento trajo consigo el sonido de John Coltrane, LeRoi Jones como defensor de la cultura y los derechos de los negros, el free jazz; a Little Richard y el descubrimiento del rock como arquitectura universal; los talleres creativos de Charles Mingus; el hito narrativo-filosófico-literario-musical de Jack Kerouac y los beats.

III

Querida Martha-Maga: Te escribo esto para ver si su largueza te conecta a mí por un dejo de nostalgia, debo admitirlo. De ésa que no duele mucho pero que hace que el cuerpo por evoque ciertos latidos. Te escribo porque estoy escuchando “Bird of Paradise” de Charlie Parker. Un tema y un nombre colmados de significados. Llenos de París para ti y para mí.

¿Recuerdas cómo nos gustaba el departamento donde vivías porque a pesar de ser pequeñito guardaba muy bien nuestros encuentros? Siempre llegábamos a aquella habitación de la rue de Louis Blanc riéndonos de lo que nos había ocurrido a cada uno como extranjeros en aquella ciudad. Tú quitándote el abrigo ruso que protegía todos tus encantos de ese invierno desconocido y yo frente al aparato de sonido buscando junto a él algún disco para ponerlo en la tornamesa.

Ibas hacia el espejo a peinar ese cabello corto que tan bien te sentaba y a prender un cigarrillo Stuyvesant, para luego con música de fondo echarte sobre la estrecha cama boca abajo y hojear el cuaderno con la reciente lección de francés aprendida en el Centro Georges Pompidou:

Une chambre avec salle de bains, s’il vous plaît, repetías una y otra vez imaginándote la tina con agua caliente que cubría tu piel hasta el cuello. Imaginándote con las manos acariciando tu entrepierna. Sintiendo las humedades y el despertar de un tímido deseo.

Yo, mientras tanto, por el reducido pasillo llegaba a la cocineta para buscar el sacacorchos y cerrar las cortinas de las ventanas. Te daba las copas y encendía las velas que iluminaban nuestro vino. Tú hurgabas en la revoltura del improvisado librero tratando de encontrar el libro de Julio Cortázar, y lo abrías donde cayera por azar.

A la par que el sax del buen Charlie iniciaba su vuelo hacia el paraíso, nosotros leíamos Rayuela para planear nuestro paseo vespertino o nocturno, marcando las calles mencionadas por él y buscando en el Plan de Paris los modos de acceso en el Metro.

Cortázar fue un excelente guía que nos llevó con su aliento fantástico por el Metro parisino a las crepas de l’Odéon, al restaurante universitario de Parc Montsouris, a los bares de la rue des Lombards, a los hoteles alrededor de Abbesses, a los cafés del Pont des Arts donde vimos nevar como niños encantados, tras nuestro primer encuentro.

Sentados en un café reconstruíamos minuciosamente los itinerarios. Luego venían por teléfono los bruscos cambios de hora y lugar que se te ocurrían, con la intención de que nos encontráramos telepáticamente, fracasando la mayoría de las veces en ese laberinto de calles. A pesar de todo nos gustaba desafiar el peligro del desencuentro, pasar el día solos, enfurruñados en un café o un banco de jardín, leyendo un-libro-más. Cuando sí lográbamos encontrarnos reíamos como locos, seguros de un poder que nos enriquecía.

La música que querías escuchar era el jazz, porque «el jazz es un pájaro que migra o emigra o transmigra, saltabarreras, burlaaduanas, algo que corre y se difunde. Es la lluvia y el pan y la sal, algo absolutamente indiferente a los ritos nacionales, a las tradiciones inviolables, al idioma y al folklore«.

IV

Querida Martha-Maga: La música que querías escuchar era solamente la de Charlie Parker, después de leer «El Perseguidor». «Lo quiero conocer todo», dijiste, y así tuvo que ser. Acudimos al Pompidou para hurgar en las biografías que se pudieran consultar. Tardes enteras revisando los libros, haciendo anotaciones, acudiendo a la fonoteca del mismo Centro para escuchar alguna rareza.

Salíamos de ahí, y mientras tomábamos una cerveza en algún bar cercano hacías tu lista de los discos de Bird que había que conseguir a toda costa. Ése fue otro modo de conocer la ciudad: a través de las tiendas de discos y de los lugares donde Charlie tocó cuando estuvo en París:

La Salle Pleyel en el 252 de la rue du Faubourg-Saint-Honoré. Llegó como invitado al Festival Internacional de Jazz de París de 1949. Representaba a la vanguardia musical y lo hizo patente. Pero antes recorrió los bares de Montmartre, donde se atiborró de bocadillos franceses, vino y heroína. Hizo buenas migas con todo el mundo, recitó el Rubaiyat de Omar Khayyam y siempre fue tratado como un artista, no como en los Estados Unidos.

En correspondencia, durante su presentación, les interpretó “Bird of Paradise”, un tema “puro, definitivo e íntimo” dijeron los escribas. Charlie se pudo solazar en sus innovaciones técnicas, hizo evidente su ampliación del alcance emocional del blues, porque Charlie a final de cuentas era eso, un gran músico de blues, su revalorizador fresco e inigualado. “Soy un músico devoto”, le contestó a un reportero cuando le preguntó cuál era su religión. La fiesta por el éxito. La jam session de despedida fue en el recién inaugurado Club Saint-Germain, en el número 13 de la rue Saint-Benoit.

Ahí, sentados frente al lugar en el cofre de un coche estacionado, te leí la crónica de aquel momento. Charlie conoció a Boris Vian, quien a su vez le presentó a Jean-Paul Sartre. “Charlie le dijo a Sartre: ‘Encantado de conocerlo, señor Sartre. Me gusta mucho como toca usted’. El santón existencialista del nivel teórico sonrió con la broma del santón a nivel práctico. A continuación, Charlie se comió uno por uno, lentamente, los pétalos de una rosa que una admiradora le había regalado.

El jazz de Bird, en los discos que fuimos comprando en FNAC y en tiendas de discos usados, nos arropó durante nuestros abrazos que parecían interminables. Cortázar y Parker nos acompañaron también esa tarde después del pic-nic en el Jardín de Luxemburgo. Era tiempo de alejarse de París. Yo no quería ir a España. Tú sí. A ti te llamaban la atención Madrid e Ibiza. Yo quería conocer el Rhin, la Selva Negra, el Munich de Fassbinder. Te encaprichaste y los intereses hicieron irreconciliables las distancias, mayores las mentiras.

Otros países y otros abrazos para cada uno. Sin embargo, Julio y Charlie quedan en la memoria de aquella habitación, instalados con sus voces vivas, gozosos del amor y los placeres de sus propios padecimientos. La palabra y el sax. ¿Lo recuerdas?

Querida Martha-Maga: Bird voló finalmente. Se llevó el amor con él. La única verdad con que quiero recordarte.

*Relato Ave del Paraíso, publicado por la Editorial Doble A.

 

 

VIDEO SUGERIDO: Charlie Parker – April in Paris, YouTube (νταλιές)

 

Ave del Paraíso

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

 México, 1998

MY BACK PAGES: EDDIE BRICKELL

Por SERGIO MONSALVO C.

 

EDDIE BRICKELL, Picture Perfect Morning (Geffen).- Primero como líder de un grupo (The New Bohemians) y luego como cantautora solista, Eddie Brickell se presenta con un bajage lleno de legados y del conocimiento de un pasado genérico.

Se planta en el disco con un mensaje que corresponde a la naturaleza humana en general. Para ello echa mano de los géneros indispensables (folk, blues, pop, soul, funk, rhythm and blues), en apoyo de una poesía rica, atractiva, cotidiana, desgarradora a veces, intimista otras.

JOHN MAYALL, Jazz Blues Fusion (Polygram).-  Con el inicio de la década de los setenta, Mayall llevó a cabo una especie de ajuste de cuentas con el blues y el jazz y decidió amalgamarlos en un solo disco:  Jazz Blues Fusion (1972).

Resultó uno de sus discos clásicos y uno de los mejores grabados en vivo en aquella época.  Amor, conocimiento e improvisación fueron los implementos que contribuyeron con este trabajo al impulso de una corriente aún nueva.

YANNI, En vivo en Acrópolis (BMG).- Yanni es conocido por sus interpretaciones de ligerísima música instrumental. Acompañado por una orquesta de más de 70 músicos, su obra, a través de expresiones diversas, texturas y paisajes sonoros, invita a la tranquilidad más light.

Su producción En vivo en Acrópolis, la cual permaneció durante 22 semanas en la lista de los 200 álbumes más vendidos del Billboard (The Billboard 200). Se le puede ubicar como otro Richard Clayderman.

 

VIDEO: John Mayall Jazz & Blues Fusion Live Philharmonic Hall, New…, YouTube (FinkSoulBluesJazzRockPop Live Music)

HISTORIA DE UNA CANCIÓN: FROM HEAVEN TO HELL

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(ESCALERAS Y SERPIENTES)

 

Para subir al cielo se necesita una escalera grande y otra chiquita, versa “La Bamba”, esa canción extraída del folklor mexicano, que se convirtió en canónica del rock. Así que, al tomar dicho requisito como un reto, unos rockeros británicos crearon otra pieza que se volvió igualmente canónica, pero ahora alimentada con la pura cepa del género, para incursionar en esa expedición tan opuesta a los cartabones de tal música, que tienen en el infierno su destino manifiesto.

Los músicos del Led Zeppelin (Robert Plant y Jimmy Page) construyeron aquella escalinata con fuertes peldaños para que fuera eterna y útil para todo aquel que se aventurara hacia aquel horizonte. “Staiway to Haven”, por lo mismo se erigió en leyenda y en tabernáculo para muchos historiadores e investigadores que la consideran una de las mejores canciones de la historia del rock (o por lo menos la más solicitada, evocada y referida, en trasmisiones radiofónicas y encuestas o listas de popularidad).

En sus propias palabras: “La gente cree que es una letra oscura, pero no –explicó Page en su momento–. Robert lo metaforizó todo y lo hizo de manera complicada, pero en realidad tiene un significado simple: la búsqueda de la esperanza. Sentirte perdido y encontrar la vida. Eso significa ‘Stairway to Heaven’ (‘Escalera al cielo’)”.

Una vez terminada aquella construcción, Bob Dylan ascendió por ella y armado del atrevimiento del poeta se puso a llamar a las puertas celestiales, una vez frente a ellas. Y tocó y tocó hasta recibir una respuesta acorde a sus requerimientos.

(El que se adentra en su obra entra de hecho en un poema sin fin (como el nombre de su gira eterna) que sacraliza lo real y lo entreteje con la visión y el sueño —un alto poeta de sueños y símbolos—. En Dylan todo equivale a todo. Nunca deja de sorprender y siempre estará inaugurando sus caminos, extendiendo o deconstruyendo los ya andados, para cotejar sus propios argumentos, sin importarle nada más, verse reflejado y continuar redefiniéndose como desde el principio.

Porque de eso se trata la carrera y el arte de Dylan: del diálogo consigo mismo. Y no importa en qué fecha se le ubique, en qué género trabaje o el espacio en vivo en el que se le capte –en este caso frente a las puertas del Cielo–: interpretará quizá una canción familiar, pero ésta será otra porque consistirá en lo que ella diga de él o para él, no al revés. Mientras Bob, a su vez, ya estará en otro tiempo, el suyo, que también podría ser el nuestro si estamos atentos a sus palabras).

Dylan, entonces, esperó paciente y atento ante el pórtico hasta que hastiado le cedió la estafeta a quienes venían tras él: Guns N’ Roses. Apareció a la postre un coro angelical, surgido de la nada y ordenado como ningún otro, que le adelantaba con su canto que el cielo podía esperar. Es decir, con sus voces, tal coro intentó cubrir las necesidades de un grupo humano amplio, pero no ecuménico, de escuchas (rockeros) con ansias espirituales, representado por el buen Bob, en ese momento, acreditado portador de un misticismo difuso, acorde al espíritu de los tiempos.

El coro gregoriano (Masters of Chant) cantó sobre tal espíritu. Era la representación sonora de la gente en él. Reinaba en su interpretación esa sensación de desasosiego frente al fin de la utopía, el desamparo colectivo frente a un mundo incierto y cada vez más intrincado. Reflejaba el interés no sólo en la música sino en la meditación, en las preguntas, en los aspectos divinos de la vida y en las cuestiones filosóficas que guían a ésta. “La importancia de nuestra voz es proveer a quien nos escucha de una forma de entrar en una dimensión espacio temporal alternativa”, dijeron misteriosos, mientras transcurría aquello de que “el cielo puede esperar”.

Los de Guns N’ Roses bajaron a trompicones y dando tumbos le participaron de lo escuchado a otros interesados, conectados tiempo ha a la corriente más eléctrica: AC/DC, que decidieron cambiar de dirección y hacer el road trip a la inversa y entonaron al unísono: “Highway to Hell”.

La leyenda sobre tal tema y el nombre del mismo venían legitimados tanto por el periodismo musical como por las versiones que se habían hecho de él. Dice que el título se inspiró en la ocasión en que un reportero le preguntó a Angus Young, uno de sus integrantes, si podía describir cómo era la vida on the road. A lo que él contestó que era «A fucking highway to hell» (literalmente «una jodida autopista al infierno») y de ahí quedó el nombre.

La pieza se había convertido en una de las canciones más famosas en la historia del rock (en donde se conocía mejor ese lugar que el otro) e incluso en un himno para los seguidores del grupo y de otras disciplinas musicales, no necesariamente metaleras. Ello se debió, y en mucho, a la idea mencionada y al riff de la guitarra, ideado por Malcolm Young.

En un ambiente diametralmente opuesto, el del tiempo del ocio expansivo y sensual, la canción encontró un nicho para construir en él una forma con la que comunicar su idea. Así resultó un objeto que sumó el concepto gráfico, el interiorismo y, sobre todo, la aprehensión y selección de la música idónea para convencer de que hay un más allá en el misterio del ocaso.

Una DJ francesa (Béatrice Ardisson) país que puede comunicar directamente con el Averno) pensó que la brutalidad de la canción de los australianos podría ser reinterpretada. De tal suerte pensó que la manera de rehacerla era a través de su sencillez, pero ésta tenía que ser elegante, fashioned y cool. Que enmarcara el ambiente en el que se desenvolviera; que vistiera el instante en que su omnipresencia fuera tan etérea como protagónica; tan unívoca como multidimensional. Es decir, un coctel á-la-mode, sin dejar de ser reconocible en su esencia y sello de identidad.

En dicha tesitura la pieza también fue retomada por un icono contemporáneo, que habló de una época y una circunstancia sociopolítica determinada. Carla Bruni, ex Primera Dama de Francia, que al dejar de serlo volvió a presentarse en uno de sus antiguos oficios, el de cantautora (anteriormente había sido modelo), e incluyó la canción en su repertorio en vivo para darle un ligerísimo toque de “salvajismo” a su menú y mostrar su empatía con el texto, dadas sus experiencias en giras presidenciales y profesionales.

El riff, la melodía, el ritmo acelerado, (aunque los bajos trepidantes, los alardes en batería, ya no tuvieron importancia en su versión) y un mayor movimiento escénico, le inyectaron al tema su personalidad de Jet set. Pero una de las características de una canción que hace dar el brinco y dejarse llevar por ella, la que pone la piel de gallina, es sin duda la letra y su melodía. Y esos ingredientes de la canción lo resisten todo. Incluso a un auditorio de escuchas del mismo pelaje, que en su vida han oído una nota de heavy metal o hablar de AC/DC, o de las peripecias de una gira sin límites, pero sí de la autopista de los excesos que conduce directamente al Infierno, sin pasar por el camino de la sabiduría.

De esta manera la ruta por la que se transita hacia destinos opuestos, alineados o no los planetas, contiene riffs poderosos, una gran melodía en cada uno de sus hitos, buenos ritmos y letras memorables. Las canciones escuchadas en el trayecto, de ida o vuelta, serán siempre un dardo de orientación perfecto para cualquier instancia del viaje. Esa ha sido la ruta musical del cielo al infierno o viceversa, tanto para intérpretes como para su auditorio durante el último medio siglo, y sigue contando.

VIDEO: AC/DC – Highway to Hell (Official Video), YouTube (AC/DC)

SIGNOS: ROCK CHICANO (FRAGMENTO 11)

Por SERGIO MONSALVO C.

CHINGÓN

EL VOCABLO IDENTITARIO

Robert Rodríguez es oriundo de San Antonio, Texas. Nació en 1968 y actualmente es un icono popular y director de culto cinematográfico. Es, también, la encarnación de una marca registrada de un complejo proyecto multidisciplinario que abarca la escritura, el cine, la actuación, la hechura de tiras cómicas (Los Hooligans) y la fotografía, entre otras.

Entre esas otras, Rodríguez también incluye la música. De esta última actividad fue que nació el colectivo sonoro denominado Chingón y de su pluma el repertorio y las composiciones de la banda con el mismo nombre.

Para la realización de los soundtracks de Spy Kids 3D Game Over, Once Upon A Time in Mexico y la saga de El Mariachi, el director había utilizado la colaboración de los miembros del grupo Del Castillo, una formación lidereada por los hermanos Mark y Rick de tal apellido.

Del Castillo es una banda que se fundó en el año 2000 en Brownsville, Texas. Ambos hermanos habían tocado las guitarras en grupos separados hasta que se les ocurrió juntar sus talentos para trasmitir instrumentalmente el poder del ambiente cross-cultural del cual procedían: flamenco, rock sureño, música latina, blues y world music.

El siguiente paso de la mancuerna Del Castillo/Rodríguez fue la fundación de un colectivo musical a fin de crear canciones como “Cuka Rocka” o “Siente mi amor” (con la actriz Salma Hayek en la voz) para el filme Once Upon a Time in Mexico. Lo cual atrajo la invitación de Quentin Tarantino (mentor y amigo de Robert), quien quería sellar la segunda parte de su obra Kill Bill con una canción tradicional incluida en el repertorio de ellos: “Malagueña salerosa” –reinterpretación de “La Malagueña”–, concebida para Desperado (la secuela de El Mariachi), pero que no apareció en ella.

A la mezcla musical que tenían le agregaron a la postre más elementos musicales como la cumbia, el huapango, el son, el corrido, el tex-mex, el zydeco y lo que se fueron encontrando por el camino. Tarantino los volvió a convocar para que hicieran un cóver de la canción abridora del film Grindhouse, al que retitularon como «Cherry’s Dance of Death».

Además, el grupo comenzó a crecer con las adiciones del también legendario Tito Larriva (con su propio historial dorado en las páginas del rock chicano: Plugz, Cruzados, The Psychotic Aztecs, Tito & Tarántula, entre otros) en las voces, guitarras y con algunos integrantes de su grupo.

Robert Rodríguez había sido quien dio a conocer a Tito y a su grupo de aquella época en la película From Dusk Till Dawn, donde tocaron, actuaron y, bajo el mando del director, crearon un estilo y su imagen.

A ellos se sumaron Carl Thiel (en la programación de las computadoras), Rick Holeman (percusiones), Alex Ramírez y Gilbert Elorreaga (trompetas), Cecilio Ruiz (batería), Albert Besteiro (bajo), Patricia Vonne (hermana de Robert, en la voz) e invitados especiales, algunos procedentes de grupos como la Bob Schneider Band o los HeeBeeJeeBees.

Al ser un colectivo y tener colaboradores en diferentes áreas del arte, los integrantes varían según las agendas de los mismos y las necesidades del momento: un soundtrack, una presentación en vivo, una gira, etcétera. Por lo cual también se ha incluído a gente como Carmelo Torres (en las percusiones), Mike Zeoli (en la batería) o Natalie Peña (voz y coros).

El resultado más exultante de su manifiesto musical, luego de una irregular antología, ha sido el disco homónimo Chingón con el subtítulo de Mexican Spaghetti Western (grabado en estudio y aparecido bajo el sello Rocket Racing Rebels Record Co., producido por el propio Rodríguez).

En él Robert escribió la mayor parte de las piezas y los arreglos musicales. En todo ello hay el leitmotiv de la épica y la concepción temática como una banda sonora para el protagonista de las mismas (las sagas de El Mariachi), aunque también han participado en los soundtracks de Hell Ride y Machete.

Colateralmente han influido en el imaginario mediático representando al mariachi hipermoderno, de sólo cuatro miembros, que en lugar de la acústica empuña una guitarra eléctrica. Instrumento con el cual habla de nuevos héroes y leyendas, como en la película Rango, por ejemplo.

Es música cinemática, fuerte, poderosa, de muy alta calidad instrumental de hondura mexicana primordialmente, con referentes en la imaginería, desde el memorable Ennio Morricone hasta la sutileza de otros oriundos de la zona, como Calexico.

En la lírica, la cuestión temática remarca con puntualidad lo señalado por Octavio Paz en su ensayo del Laberinto de la Soledad: “En un mundo de chingones, de relaciones presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, lo único que vale es la hombría, la capacidad de imponerse”. Lo arriesgado de utilizar un nombre como el suyo obliga al grupo a apegarse a dicho guión a rajatabla.

En el slang gringo, el término “chingón”, practicado sobre todo en la región sur de la Unión Americana y la zona fronteriza, ha enfatizado sus propias características acercándose más en su traducción a «badass» y/o «awesome»: alguien que es muy listo, inteligente y resuelve las cosas fácil y rápidamente; alguien que es capaz de joderse a cualquiera, que es muy cool o muy bueno en lo que hace.

 

El disco homónimo, Chingón, es un compendio de hombrunas y trasnochadas atmósferas tequileras (“Bajo Sexto”, “Cielito Lindo”), violencia verbal de género (“Se me paró”) y rijosos corridos en clave de falsete crepuscular y rock polifónico, donde ningún macho se nos raja.

La ambientación es una Reality pulp plagada de tipos duros arquetípicos y situaciones cinematográficas de serie B, “Fideo del Oeste” (western), cine de charros y cómic oscuro, condimentados con abundante salsa picante Gore y cerveza Chango, en donde andanzas vitales como las de Robert Rodríguez (“Una historia de novela”) son coronadas por una voz cantinera rasposa con el título más adecuado: “El Rey de los Chingones”.

La palabra Chingón, según el Diccionario de Uso del Idioma Español, es lo siguiente en primer término: coloquialismo mexicano aplicable a persona o cosa, que como adjetivo significa ser extremadamente bueno en algo, y cuyo sinónimo podría ser “extraordinario”.

En su segunda acepción: es un adjetivo masculino aplicable como coloquialismo despectivo a un hombre que se impone por la violencia y es admirado por ello entre quienes defienden sus mismos valores.

El grupo texano de tal nombre comparte ambos significados. Conlleva la carga ontológica descrita por Octavio Paz y es coherente con el desarrollo estético de su cabeza principal, el realizador Robert Rodríguez.

VIDEO: Chingon Kill Bill Vol. 2 Live, YouTube (MkzzHushPuppy)

RIZOMA: EL ACTO DE REFLEXIONAR (XI)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

Cuando las directrices gubernamentales en el terreno cultural (valores, ideas, emociones) apuntaban a difundir el miedo a los otros, a lo diferente, generaron más ignorancia, y para lograrlo el modo más eficaz fue aplaudir y consagrar la nimiedad, la simplificación, el maniqueísmo y la banalidad espiritual.

Springsteen, que desde siempre había pintado su raya con respecto a la política -la cual quiso usar en reiteradas oportunidades sus canciones para sostener aquellos lineamientos, tergiversando el fondo de sus letras-, también dijo “basta” ante el crecimiento de la estulticia y el abuso. Se unió a varios proyectos contra la guerra y contra la reelección de Bush.

Y aunque la reelección se dio porque John Kerry, el candidato opositor, no tuvo los tamaños suficientes para impedir que las cosas empeoraran para todos, Bruce continuó con la labor para pedir el cambio político. Entre una de sus causas estaba la de apuntar la intensidad con la que determinados medios y gobernantes parecían haber convencido a una gran parte de la opinión pública estadounidense de que la inteligencia no sólo era sospechosa sino, además, una desventaja política.

El cantautor, líder de la E Street Band, salió a recorrer el país y se dio cuenta de que la “América real” a la que él le había cantado desde que comenzó su carrera estaba escindida. Por un lado, los que se dejaban convencer de que lo relevante consistía en que “Bush es un tipo simpático con el que se puede tomar una cerveza”, mientras que Al Gore –que trataba de hablar sobre los cambios climáticos y la injerencia humana en ellos— era un “tieso sabelotodo”; que más valía estar con un tipo campechano y subir las botas a la mesa que detenerse con uno que invitara a pensar en la problemática.

VIDEO: Bruce Springsteen – I’m Going Down (from Born In The U.S.A), YouTube (BruceSpringsteenVEVO)

CANON: THE CLASH (XI)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

MERCADO NEGRO Y COMBATIVO

A principios de 1980 The Clash reunió las canciones que sólo habían aparecido en sencillos e integraron Black Market Clash, una especie de antología particular y otra piel de víbora que el grupo abandonaba para continuar hacia adelante. El sencillo fue “Bank Robber”. El álbum Sandinista salió en diciembre de 1980. Seguía siendo una funda sencilla, pero en esta ocasión con tres LPs dentro al precio de dos. La compañía disquera volvió a rechinar los dientes.

Había de todo en esos discos: el reggae fue bienvenido como antes, al lado del ska, rock and roll, calypso, coros infantiles y brass band. Así como un discurso cada vez más social y político (con sus panfletos, claro está) desde el título, con su homenaje a los revolucionarios de Nicaragua.

Todas las cosas que el mismo grupo se había propuesto fueron abordadas en el controvertido álbum, que a pesar del excesivo eclecticismo tuvo momentos memorables como “Hitsville UK”, la pacifista “The Call-Up” o “Junco’s Partner”. El tema “Magnificent Seven” los hizo célebres incluso en los lugares donde aún no lo eran.

Como parte de sus devaneos, el grupo reinstaló a Bernie Rhodes como su mánager en 1981, pero mantuvieron un bajo perfil durante el resto del año antes de realizar una primera gira por tierra australianas. Al retornar a la Gran Bretaña en marzo de 1982 finalizaron un álbum con la formación original y bajo la producción de Glyn Johnes (que había trabajado con Led Zappelin y los Rolling Stones, entre otros).

Combat Rock se convirtió en todo un suceso comercial, sobre todo en la Unión Americana, donde piezas como “Should I Stay Or Should I Go?» y “Rock The Casbah” llegaron a los primeros lugares de las listas de popularidad.

Lo iconoclasta rebasó todos los límites. Con Combat Rock volvieron a la desviación estilística. Inclinados con mucha convicción hacia el rap funk invitaron a Allen Gingsberg a colaborar con ellos. “Clash estaba grabando Combat Rock cuando Strummer me mostró un montón de textos y dijo: ‘Tú eres un gran poeta, ¿podría repasar conmigo estas letras para canciones?’ Así que trabajamos juntos.

“Me dediqué particularmente a cambiar las generalizaciones por referencias específicas. Como en la pieza ‘Death Is a Star’, por ejemplo. En un inicio las letras eran algo vagas. Ni siquiera entendí la primea vez que se trataba de una canción sobre el cine de terror. Le dije a Strummer que indicara en qué ciudad tenía lugar: en Buffalo.

“En resumen, había que volverlo más preciso todo. Por cierto, era lo que me había recomendado Blake, gracias a su lectura. Y Kerouac, él incluso afirmó: ‘Los detalles de la vida son la base de la prosa’. En fin, Mick Jones me pidió que pronunciara unas cuantas palabras con la voz más baja posible en ‘Ghetto Defendant’.

“Eso fue lo que hice. Sin embargo, al regresar a mi casa me di cuenta de que lo que había dicho era incoherente, por decir poco. Entonces le hablé por teléfono a Strummer y le dije: ‘Puedo hacerlo mejor’, y volví a empezar. Incluso pude agregar algunas cosas más interesantes. Estuvo divertido”.

El grupo bajo la mano de Glyn Johns, sonó más áspero que nunca. De esta manera Clash se instaló en la historia como un grupo innovador e impredecible. El rock en toda su extensión.

En 1982 The Clash ya había producido dos discos sencillos, uno doble y uno triple, y se tenía que enfrentar a la tarea de pagar a través del último álbum por lo menos una parte de las deudas que habían acumulado con su compañía disquera (750 mil libras).

El disco llegó a las tiendas en tiempo récord, mientras los integrantes del grupo —que ya tenían serias diferencias entre ellos— ensayaban para una gira para la que aún no se vendían todos los boletos: “Know Your Rights”. Entonces el New Music Express anunció que Joe había desaparecido. Bernie Rhodes declaró que seguramente se había retirado para meditar la situación del “artista del rock socialmente comprometido en el mundo ‘light’ de hoy”.

En realidad, el propio Rhodes había tenido la idea de que Joe desapareciera un rato para fomentar el interés por el grupo. Sin embargo, Strummer exageró: “Bernie me dijo: ‘Ve a Texas, alójate con Joe Ely y háblame todos los días a las 10 de la mañana’. Pero fui a París y me pareció chistoso no comunicarme con Bernie”. Mientras Rhodes caía en la desesperación en Londres y un detective privado daba la vuelta al mundo, en balde, Joe se encontraba en casa de un amigo en París, recorría los cafés y participaba en una maratón.

Al retornar Strummer lo primero que hizo fue despedir a Headon (“se drogaba demasiado”), quien fue sustituido con Terry Chimes y salieron de gira, la cual se constituyó en un éxito masivo e incluyó la participación con los Who en su «primera despedida». Sin embargo, dentro del grupo la situación estaba muy deteriorada, las acusaciones de todo tipo volaban de uno al otro.

Al comienzo de 1983 Chimes fue reemplazado por Pete Howard (ex Cold Fish). Entonces Mick Jones cayó enfermo debido a sus adicciones. Ya no volvería. Strummer y Simonon llamaron a Vince White y Nick Sheppard (ex Cortinas) para la reconstrucción del grupo y grabar el lastimósamente superfluo Cut The Crap, que fue lanzado en 1985, con sólo dos temas intersantes: “Dirty Punk” y “This is England”. Asimismo, reapareció ya “limpio” Mick Jones, pero al frente de Big Audio Dynamite.

VIDEO: The Clash – Should I Stay or Should I Go (Official Video), YouTube (theclashVEVO)